2008 Octubre | REVISTA ACCION De Buenos Aires a Estambul [Pedro Brieger] La crisis financiera internacional ha abierto la posibilidad de debatir la arquitectura económica y social que fue dominante durante las últimas décadas y que ahora está profundamente cuestionada. Es interesante notar como esta crisis se manifiesta de manera similar en varios de los países que en los noventa se vieron obligados a aceptar los “consejos” del Fondo Monetario Internacional como Turquía o Rusia. Turquía conoció en 2001 una crisis muy parecida a la Argentina. Cuando quiso implementar medidas como las que está llevando adelante el gobierno de Estados Unidos fue duramente criticado por el FMI que le impidió cualquier tipo de intervención estatal. Esta vez Turquía no se ve afectada de manera directa crisis y los empresarios, políticos o periodistas con los que uno puede conversar en Estambul manifiestan una mezcla de asombro y sorna respecto de los omnipotentes organismos financieros internacionales. El comentario irónico es casi unánime “¿ahora hacen ellos lo que no nos dejaron hacer a nosotros? Sin embargo, hasta aquí las similitudes. Turquía tiene un eje central de su política estratégica: servir como puente entre las civilizaciones de Oriente y Occidente. Y la metáfora no es sólo un juego de palabras para recordar que la maravillosa ciudad de Estambul está dividida por el estrecho del Bósforo y tiene una mitad en Europa y la otra en Asia. Mientras en América Latina varios gobiernos están dispuestos a confrontar con Estados Unidos y los países europeos que tienen inversiones en la región, Turquía está obsesionada por entrar en la Unión Europea y trata de limar toda diferencia que pueda postergar aún más su anhelado ingreso. Cuando el presidente de Brasil dice que Latinoamérica ya no necesita del FMI le está plantando cara a los más poderosos. Una postura muy diferente a la del gobierno turco que ya acordó nuevos préstamos con el mismo organismo que le impidió intervenir la economía en 2001. Es verdad que en América Latina los cuestionamientos son muy radicales. Sin embargo, esto no debería ser un obstáculo para tejer relaciones económicas con países que están muy alejados, pero que – en el fondo- pueden tener intereses comunes.