FÉLIX RESTREPO S. I. Con hondo pesar registra Thesaurus el

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FÉLIX RESTREPO S. I.
Mcdcllín, 1887 — Bogotá, 1965
Con hondo pesar registra Thesaurus el fallecimiento del Presidente
Honorario del Instituto Caro y Cuervo, Reverendo Padre Félix Restrepo Mejía S. I., acaecido el 16 de diciembre de 1965, en esta ciudad
de Bogotá.
Fue el Reverendo Padre Restrepo, a no dudarlo, una de las personalidades más destacadas e influyentes de nuestra patria durante
los últimos decenios; notable filólogo, escritor, humanista, helenista,
letrado, pedagogo, orador y sacerdote egregio y una de las figuras
más familiares y preciadas para todos los colombianos, que ahora
lamentan su desaparición.
Nació el Padre Restrepo en Medellín el 23 de marzo de 1887,
en el hogar del doctor Juan Pablo Restrepo y de doña Ana Josefa
Mejía. Su padre, distinguido magistrado, jurista y catedrático, dejó
perdurable recuerdo de virtudes cristianas y civiles.
Cursó sus estudios secundarios en el Colegio de San Ignacio
de Medellín. En 1903 ingresó a la Compañía de Jesús. Ya en ella
adelantó estudios en el Colegio Noviciado de María Inmaculada de
Bogotá (1903-1906). En este año de 1906 sus superiores le enviaron
a España, país en el cual continuó su preparación sacerdotal y humanística en las ciudades de Burgos y Oña (1906-1910). En 1911 se doctoró en la ciudad holandesa de Valkenburg, donde se habían establecido los jesuítas alemanes expulsados por Bismarck. En 1920
obtuvo el doctorado en teología, en Oña, y en 1923 el de pedagogía,
en Munich. En los años siguientes residió en Madrid, España, en
donde fue redactor de Razón y Fe, y allí, en 1926, recibió de Primo
de Rivera el nombramiento de Consejero Real de Instrucción Pública. Ese mismo año regresó a Colombia y ocupó aquí sucesivamente
los siguientes cargos: Director de la Juventud Católica, Prefecto de
Estudios de los Colegios de la Compañía de Jesús en Colombia y
Rector del Seminario de la Compañía en nuestro país.
En 1932 fue nombrado Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Javeriana (luego Pontificia
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Universidad Católica Javeriana) de Bogotá, en cuyo restablecimiento
había colaborado eficazmente con el entonces Provincial, Padre Jesús
María Fernández. En 1941 pasó a ocupar la rectoría de la Universidad,
que desempeñó hasta 1949.
En 1940, el Gobierno Nacional, por iniciativa del Ministro de
Educación doctor Jorge Eliécer Gaitán, fundó el Ateneo Nacional de
Altos Estudios, institución destinada al cultivo de la investigación
científica y que debería continuar, entre otros trabajos, el Diccionario
de construcción y régimen de la lengua castellana de Rufino José
Cuervo y las realizaciones de la Expedición Botánica de José Celestino Mutis. Como Vicepresidente del Ateneo y Director de la Sección
de Filología fue designado el Padre Restrepo. Del proyectado Ateneo
sólo sobrevivió la mencionada Sección de Filología, que tomó primeramente el nombre de Instituto Rufino José Cuervo y, luego, a partir
de 1944, el de Instituto Caro y Cuervo.
Dirigió el Padre Restrepo las labores de nuestro Instituto hasta el
mes de julio de 1948. En octubre de dicho año, por Decreto número
3507, fue designado Presidente Honorario del mismo. En 1955 pasó
a ocupar la Dirección de la Academia Colombiana de la Lengua,
de la que era miembro de número desde 1933. Estuvo al frente de
la Academia hasta el día mismo de su muerte, ocurrida súbitamente
cuando se dirigía a su despacho a continuar la faena cotidiana.
Fue el ilustre jesuíta miembro de innumerables academias y sociedades cultas de Colombia y del exterior: socio de número de la
Academia Colombiana de Historia, miembro de número de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, miembro correspondiente del
Centro de Historia de Tunja y Presidente Honorario de la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia. Perteneció como miembro
correspondiente a las siguientes Academias: Real Academia Española,
Academia Mexicana de la Lengua, Academia Argentina de Letras,
Academia Nacional de Letras del Uruguay, Academia Salvadoreña de
la Lengua, Academia Paraguaya, Academia Hondurena, Academia
Boliviana, Academia Dominicana de Historia, Academia Nacional
de Historia de los Estados Unidos de Venezuela, Real Academia
de la Historia de Madrid y Academia de Artes y Ciencias de Puerto
Rico. Era también miembro honorario de los siguientes institutos:
Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, Instituto Paraguayo
de Investigaciones Históricas, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Instituto de Derecho Comparado de la Universidad de París, así como
de la Sociedad de Hombres de Letras del Uruguay.
Dos meses antes de su muerte, el 13 de octubre de 1965, la Universidad de Antioquia le confirió solemnemente el doctorado honoris
causa en ciencias de la educación.
Representó a nuestro país en el Primer Seminario de Estudios
Sociales reunido en Washington en 1942 y formó parte de la Embajada
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que el Gobierno de Colombia envió a Roma con motivo del año santo
(1950), con el rango de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario.
Humanista en el más amplio y esencial sentido del vocablo, eminente en la acción y en el pensamiento, experto en las letras y en el
manejo de los hombres y de las situaciones de la vida, fue el Padre
Restrepo espíritu excepcionalmente rico y amplio que abarcó con
sorprendente dominio los más variados sectores de la cultura clásica
y contemporánea.
Hombre moderno por excelencia, conoció los problemas que agitan nuestra época; prácticamente ninguno de ellos le fue ajeno y
todos fueron para él objeto de serena meditación y estudio. Desde las
teorías de la relatividad y de la expansión del universo hasta las tendencias sociales y políticas que conmueven nuestra convulsa actualidad, sin olvidar los problemas de la lengua, la cultura y la
educación, los grandes temas de la era contemporánea atrajeron su
atención y suscitaron un libro, un escrito o, siquiera, una glosa
atinada.
Se preocupó hondamente por Colombia, cuyos problemas conocía a fondo. Estudió y meditó la solución de éstos sin perder nunca
la visión universalista, fruto de sus largos viajes y sus extensísimas
lecturas.
Desde cuando era estudiante de teología, tomó el Padre Restrepo la resolución de dedicar su vida a la educación de la juventud,
ideal que se fue ampliando hasta convertirse en el anhelo de encauzar y dirigir los destinos de la sociedad entera, pues como él mismo
decía en página autobiográfica, la pedagogía le atraía no tanto como
"arte para educar y perfeccionar a los individuos" sino como "ciencia
para transformar las sociedades". Pero si sus tesis no lograron imprimir, al parecer, nuevos rumbos a nuestra sociedad, sí llegó en
cambio, a ser el Maestro por excelencia, universalmente respetado y acatado, que formó toda una pléyade de discípulos.
Si la edad moderna es una edad de utopistas, y de utopistas que
no se contentan con soñar sino que se esfuerzan por realizar sus
utopías en todos los órdenes de la vida, y éste es precisamente uno
de los motivos del extraordinario dinamismo de la historia a partir
del Renacimiento, no es de extrañar que un hombre de personalidad
tan moderna como el Padre Restrepo, crease sus utopías (una de
ellas se llamaba Cristilandia, por más señas), aunque su calidad de
sacerdote le vedaba la acción política necesaria para realizarlas y
tuviese que limitarse a presentarlas al público mediante la palabra
impresa o la palabra radiodifundida. Sus preocupaciones sociales y
políticas, particularmente su perenne inquietud por el futuro de
Colombia y de los pueblos hispanoamericanos le determinaron a escribir varios artículos sobre estos temas y algunas obras como Ccrpo-
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rativismo (Bogotá, 1939, 2' ed. 1951); Réspice polum (Bogotá, 1942,
2* ed. 1944) y Colombia en la encrucijada, 1951, serie de conferencias
radiales en las que expone una vez más sus tesis favoritas: el Estado
cristiano que logra la justicia social y la felicidad general, la nueva
era de la solidaridad y derrota del egoísmo que se avecina, el futuro papel predominante de Hispanoamérica en el mundo y de Colombia como avanzada de Hispanoamérica, la venidera cristianización
de Asia por Hispanoamérica, la cámara gremial como correctivo
de los males que afligen a la democracia...
Sobre problemas relacionados con la pedagogía propiamente dicha
versan sus obras La libertad de enseñanza, Madrid, 1924, y La reforma de la segunda enseñanza, Bilbao, 1924, a más de muchísimos
escritos menores que aparecieron en España y, posteriormente, en
Colombia.
Como ya hemos dicho, la obra del Padre Restrepo como pedagogo y formador de juventudes fue muy grande. Ya en sus años
del "magisterio" jesuítico fue profesor de varias materias en el colegio
San Pedro Claver de Bucaramanga, de 1912 a 1916. Unos años
después obtuvo el ya mencionado doctorado en pedagogía en la Universidad de Munich. La tesis doctoral se intitulaba Die Entwicl{lung
des Elternrechts in Deutschland seit der Rejormation, 1924, y ganó el
segundo premio en un concurso abierto por la Universidad. Antes
de recibir el grado, y como preparación a él, visitó las principales
universidades de Alemania, Francia e Inglaterra con el objeto de
conocer su organización. De 1924 a 1926 libró en España una campaña periodística para lograr la reforma de la organización escolar
y mereció ser nombrado por el Gobierno Español, Consejero Real
de Instrucción Pública, según se anotó antes.
En 1926 el Gobierno de Colombia resolvió contratar una de
tantas misiones extranjeras, esta vez una misión alemana para la
reforma de la enseñanza; con tal motivo fue llamado a la patria
el Padre Restrepo, quien en dicha oportunidad escribió unas Glosas
al proyecto de reforma instruccionista, publicadas en El Nuevo Tiempo, de Bogotá, en que quiso dar pautas a la reforma; pero, desgraciadamente, el Congreso de la República se desentendió del asunto
y el proyecto quedó sepultado.
Ya en Colombia tomó a su cargo la dirección de la Juventud
Católica y fundó la Casa del Estudiante Católico.
Sus servicios a la recién fundada Universidad Javeriana de Bogotá fueron relevantes. Durante el período de su rectorado, la Universidad creció notablemente con la creación de nuevas facultades, entre
las que se cuentan la Facultad de Medicina y las Facultades Femeninas;
se multiplicó varias veces el número de alumnos y mejoraron las
dotaciones disponibles.
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El Padre Restrepo fue, además, profesor de griego de 1936 a
1940, con algunas interrupciones, en la Escuela Normal Superior de
Bogotá.
Conexa y afín con la labor pedagógica fue su extensa actividad
periodística. Cuando todavía no había recibido las órdenes sacerdotales,
fundó (1913) y dirigió en Bucaramanga la revista Horizontes. En
Madrid, España, fue redactor del diario El Debate, que dirigía el
hoy Cardenal Ángel Herrera, así como de la revista tradicional de
los jesuítas españoles, Razón y Fe. De regreso a Bogotá, dirigió Juventud Católica (1926-1929). En 1934 fundó la Revista Javeriana, de
que fue director hasta 1945. Para dicha revista redactó un sinnúmero de notas y comentarios sobre cuanto libro de interés caía en
sus manos o sobre los problemas que por entonces se debatían.
En la lengua de una nación se ha condensado y cristalizado
su personalidad histórica a través de los siglos y, por otra parte, en
la literatura vertida en tal lengua, perduran los valores que ha
cultivado dicha nación y los rasgos que constituyen su individualidad
anímica. Por esto, el empeño de preservar la propia lengua equivale, en muchas ocasiones, sobre todo tratándose de pueblos débiles,
que frente a las prodigiosas realizaciones de los extraños, han perdido en gran parte la confianza en sí mismos, a conservar la fisonomía
peculiar y la personalidad propia de esos pueblos y a darles ánimo
para afirmarse política y culturalmente dentro de la comunidad mundial de los Estados soberanos. La defensa y culto de la lengua materna es, en definitiva, una empresa de "pedagogía social", para la
cual el Siglo de las Luces forjó en los pueblos románicos un instrumento apropiado: las academias de la lengua. Es, pues, bien
natural que el Padre Restrepo haya sido un académico activo y entusiasta. Se dio cuenta de que hay que contrarrestar la tendencia
existente en nuestros países a adoptar no sólo usos y costumbres ajenas sino aun a abandonar el alma y la personalidad propias. Percibió asimismo claramente la necesidad de exaltar y defender los
insignes valores espirituales que perviven y se expresan en la lengua
y en la literatura españolas y a esta causa consagró buena parte
del espléndido caudal de sus energías. Comprendía que, aparte de las
razones ya citadas, el intercambio y colaboración entre las Academias
de todos los países de lengua española, felizmente iniciados en los
últimos años, es factor importante de conocimiento mutuo y de aglutinación en una época en que los pueblos menos poderosos deben
agruparse y fortalecerse mutuamente.
Pero, sobre todo, medía el Padre Restrepo en toda su trascendencia lo indispensable que es mantener la unidad de la lengua en
tan dilatados territorios y entre tantos millones de seres humanos
como son los hispanohablantes de hoy. Ciertamente que las realiza-
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ciones que se cumplen en un ambiente reducido se inclinan a un módulo modesto en cuanto a calidad y aspiraciones y, en cambio, lo que
se ejecuta en medio de un vasto escenario tiende a acrecerse y a tomar
proporciones y validez universales. Nada sería, por consiguiente, más
desfavorable para las empresas culturales de nuestros pueblos que
el absurdo enclaustramiento que traería consigo un idioma nacional y particular y, a la inversa, nada estimulará más los bríos y
ambiciones de nuestros intelectuales y escritores que la lengua común y
general de tantos millones de gentes, a la hora en que se desvanezcan las barreras que todavía ncs separan.
Tenía el Padre Rcstrepo plena conciencia de que, fuera de obvias
consideraciones de carácter utilitario, la unidad lingüística es reclamada por imperiosas razones políticas e históricas. Por ello, afirmaba: "mientras hablemos una misma lengua, la naturaleza misma nos mantendrá unidos" y, en otra ocasión decía: "la necesidad
de unión entre nuestros pueblos [es] imperiosa y el porvenir de esa
unión, seguro y brillante". Pero en todo caso —y lo sabía bien el
Padre Restrepo— las circunstancias actuales favorecen dicha unidad
y así, con tranquila seguridad, podía prever que en los extensos dominios del "castellano imperial", para emplear una expresión que
le era muy cara, "la lengua evolucionará, ciertamente, pero en una
misma dirección".
Ya en 1915, cuando realizaba las prácticas pedagógicas indispensables en la carrera del jesuíta (el "magisterio"), le sorprendió el nombramiento como académico correspondiente de la Academia Colombiana, que esta institución le había conferido por iniciativa de don
Marco Fidel Suárez y don Antonio Gómez Restrepo. Fue elegido académico de número, para suceder, justamente, a don Marco Fidel Suárez,
en 1933, y tomó posesión de su sillón en octubre del mismo año. En
1942 fue elegido Subdirector de la Academia. Presidió la delegación de
la Academia Colombiana al Primer Congreso de Academias de la
Lengua Española, reunido en la ciudad de México en 1951, y pronunció el discurso inaugural de él, el 23 de abril de dicho año. Formó
luego parte de la Comisión Permanente de Academias que en México
se encargó de llevar a la práctica las resoluciones aprobadas por el
Primer Congreso, en calidad de Vicepresidente. En 1955 la Academia le eligió Director y bajo su dirección se inició para esta institución una etapa singular de pujanza y renovación. Logró, en primer
término, que el Estado contribuyera a la dotación y funcionamiento
decoroso de ella. Obtuvo, además, el apoyo del Gobierno Nacional
y del Distrito de Bogotá para la construcción del edificio de la Academia, el que tuvo la satisfacción de ver concluido, después de vencer un sinnúmero de dificultades, y en el que se reunió el III Congreso de Academias de la Lengua Española en 1960.
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El Congreso de Bogotá, celebrado del 26 de julio al 6 de
agosto del año mencionado, tuvo capital importancia, pues en él
se suscribió un convenio mediante el cual se hizo el reconocimiento del carácter internacional de la Asociación de Academias de la
Lengua Española así como de la Comisión Permanente que le sirve de
órgano, y cada uno de los países signatarios se comprometió a
prestar apoyo legal, moral y económico a la respectiva Academia. Los
Estados que forman la comunidad de naciones de habla castellana
acreditaron representantes debidamente autorizados para firmar en
su nombre dicho convenio bajo la forma de pacto multilateral. En
el logro de este fundamental avance tuvo decisiva intervención el
Director de la Academia Colombiana.
Gracias al celo del Padre Restrepo, la Academia inició una
serie de publicaciones, entre las que figuran las Obras completas
de Rafael María Carrasquilla. También se reanudó la publicación del
Boletín de la Academia Colombiana; se atendieron consultas idiomaticas y se examinaron centenares de neologismos con el objeto de
encauzar la evolución futura del idioma; se organizaron concursos
y conferencias de prensa, con lo que se logró hacer de la Academia
una institución operante y de influjo sobre la opinión pública del
país y de tangible prestigio en el exterior.
Se interesó vivamente el Padre Restrepo por la continuación del
Diccionario histórico que prepara en Madrid la Real Academia Española y, por iniciativa suya, la Academia Colombiana contribuyó
con algunas sumas a la monumental obra lexicográfica.
La vocación de defensor y cultor de la lengua castellana y de
Maestro, que demostró el Padre Restrepo durante toda su vida, le
llevó a componer una serie de textos útiles y atrayentes para la
enseñanza de nuestro idioma, algunos de los cuales han conocido
muchas ediciones. Son ellos: El castellano en los clásicos, 3 tomos,
Bogotá, 1929 (14' ed., 1962); Raíces griegas, Bogotá, 1935 y La ortografía en América, Bogotá, 1936 (12* ed., Medellín, 1960). También sobre temas de castellano tratan: El castellano naciente, Bogotá,
1956; Astros y rumbos: Discursos académicos, Bogotá, 1957, y Alarma en el mundo hispánico, Bogotá, 1958, que es el discurso inaugural del Seminario Andrés Bello del Instituto Caro y Cuervo, que
no pudo pronunciar por causa de grave y súbita dolencia (vid.
Thesaurus, XIII, págs. 359-366).
De los años juveniles del connotado jesuíta datan las dos obras
que le ganaron amplia fama de filólogo. De 1912 es la primera edición, hecha en Friburgo de Brisgovia, de la Llave del griego: Colección de trozos clásicos según la AN0OAOFIA MIKPA de Maunoury.
Comentario semántico, Etimología y Sintaxis, escrita en colaboración
con el Padre Eusebio Hernández, y cuya 5* ed. apareció en Barcelona
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en 1959. El Comentario léxico es obra exclusiva del Padre Restrepo y
en ella presenta la etimología griega de más de tres mil palabras
españolas, lo que hace del libro también una valiosa ayuda para
el estudiante de historia de la lengua española. En 1911 concluyó el
más importante de sus trabajos en el campo de la lingüística: El alma
de las palabras: diseño de semántica general, que es el primero y,
por muchos años, el único libro escrito en español sobre la materia y el
primer ensayo serio de semántica española. De él dijo Antoine
Meillet: "il [le P. Restrepo] a réussi en effet a exposer en peu de
pages, d'une maniere claire, nuancée, juste, toutes les idees maítresses du sujet, si bien qu'on ne trouvera nulle part un aussi bon
instrument pour s'initier á la sémantique; il les a illustrées d'exemples
bien choisis, pris en grande partie á l'espagnol, qui donnent á son
livre un prix méme pour le spécialiste á qui la plupart des idees sont
familiéres; et dans son détail, ¡1 fait bien des observations neuves,
d'autant plus qu'il unit le sens de la langue littéraire á une connaissance étendue des faits linguistiques". La primera edición de este
libro apareció en Barcelona, 1917 (5' ed. 1958).
Su discurso de ingreso a la Academia Colombiana, La cultura
popular griega a través de la lengua castellana, 1933, es otro testimonio
de su versación en las filologías helénica e hispánica. Su último trabajo
fue un estudio titulado La evolución semántica en el castellano de
Jiménez de Ouesada, escrito como contribución al Homenaje a
Dámaso Alonso (Separata del Homenaje a Dámaso Alonso, [tomo
III], Madrid, 1963; publicado también en el núm. 54 del Boletín
de la Academia Colombiana, Bogotá, 1964), donde recogió algunos
centenares de voces notables del Antijovio y explicó su significado.
En cuanto al Instituto Caro y Cuervo, bajo su dirección dio
éste los primeros pasos. Al respecto dice textualmente el ya mencionado Decreto número 3507 de 1948, que designa al eminente sacerdote Presidente Honorario de nuestro Instituto: "La intervención y
los trabajos del Padre Restrepo fueron decisivos en la preparación
y organización del Instituto Caro y Cuervo —que es hoy alto centro
de cultura del país —, de suerte que puede ser considerado como
su promotor, fundador y animador constante". En asocio de don
Pedro Urbano González de la Calle inició las labores de continuación del Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana,
de Rufino José Cuervo, con un examen y escrutinio detenidos de
los materiales dejados por el gran filólogo bogotano para el Diccionario. Igualmente el Padre Restrepo, el Profesor González de la Calle
y sus colaboradores reanudaron la lectura de clásicos y la correspondiente recolección de papeletas lexicográficas con destino a la gran
obra, y comenzaron la publicación de las 48 palabras que Cuervo
dejó completas, en las páginas del tomo I del Boletín del Instituto
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Caro y Cuervo (hoy Thesaurus), que apareció por vez primera en
la época de su dirección, en 1945.
Al hacer la cuidadosa revisión de los papeles de Cuervo, conservados en la Biblioteca Nacional de Bogotá, tuvo el Padre Restrepo
la satisfacción de encontrar algunos trabajos inéditos de don Rufino
José y el texto de otros que, aunque publicados anteriormente, habían
sido completamente reelaborados. De ellos eligió los tres más importantes: Castellano popular y castellano literario, Las segundas personas de plural en la conjugación castellana y Disquisiciones sobre
antigua ortografía y pronunciación castellanas y los reunió y editó
en un volumen, que es el primero de la serie de Publicaciones del
Instituto Caro y Cuervo, con el título de Obras inéditas de Rufino
José Cuervo (Bogotá, Editorial Voluntad, 1944).
Con motivo de su designación como Presidente Honorario de
nuestro Instituto, el tomo V (1949) del Boletín del Instituto Caro y
Cuervo, fue dedicado a publicar una miscelánea de estudios de filología e historia literaria escritos en su honor, homenaje en el que tomaron parte ilustres personalidades nacionales y extranjeras y que
incluye una bibliografía de sus escritos, cuyo autor es Antanas
Kimsa, y que llega hasta 1950 (vid. t. cit. de BICC, págs. 478-548).
Cuando, en 1957, se inició la organización del Seminario Andrés
Bello, como dependencia del Instituto Caro y Cuervo, se le designó
Decano de él, mediante la Resolución 200, de 31 de octubre, expedida
por la Dirección del Instituto. El Padre Restrepo se posesionó en mayo
d;- 1958 del Decanato, pero en septiembre del mismo año se vio
obligado a retirarse por causa de su delicada salud, que por entonces
le impidió también dictar la cátedra de estructura del español, creada
por iniciativa suya, y que sólo más tarde, en 1961, pudo profesar
durante algunos meses (febrero a julio).
En 1939, año del centenario de Epifanio Mejía, publicó las
poesías del vate antioqueño en edición crítica con prólogo y notas
suyas (Epifanio Mejía, Obras completas, Medellín, 1939). Posteriormente dirigió la edición Poesías selectas de Epifanio Mejía, Bogotá,
1958.
En repetidas ocasiones le cupo hacer el elogio de ilustres figuras de nuestra literatura y de nuestra historia en oraciones de factura
elegante y sencilla. A honrar la memoria de Marco Fidel Suárez,
su coterráneo, por quien siempre sintió encendida admiración, consagró el Padre Restrepo nobilísimas piezas oratorias que fueron reunidas
en el libro El oro en el crisol, Bogotá, 1955. De él quedaron asimismo muchos otros discursos sobre temas religiosos, patrióticos, literarios y académicos, parcialmente recogidos en los ya mencionados
libros Astros y rumbos y El oro en el crisol, y, además, en La cultura popular griega a través de la lengua castellana y otros discursos,
Bogotá, 1938, y en el tomo 79 de la Selección Samper Ortega
THESAURUS. Tomo XX. Núm. 3 (1965). Félix Restrepo, S. I.
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de Literatura Colombiana: Oradores sagrados de la generación del
Centenario. En el tomo I del Boletín del Instituto Caro y Cuervo
puede leerse la oración Vida escondida de Rufino José Cuervo, pronunciada en el centenario del insigne lingüista. Otras obras suyas son
una selección y traducción de algunos tratados de San Agustín: San
Agustín, sus métodos catequísticos, sus principales catcquesis: Introducción, traducción, comentarios y notas por el P. Félix Restrepo,
Madrid, 1925; y España mártir, Bogotá, 1937, y España anárquica, Bogotá, 1937, que tratan de los sucesos que por entonces acaecían en
España.
Síntesis de sus complejas inquietudes intelectuales son los Diálogos en otros mundos, Manizales, 1936, en los que, con increíble
agilidad, salta de las consideraciones sobre política doméstica colombiana a la glosa literaria e idiomática y a las disquisiciones físicas y astronómicas. Con este libro guarda alguna similitud Entre
el tiempo y la eternidad (Bogotá, 1960 y Santander, 1963), la obra
predilecta de sus últimos tiempos, especie de testamento filosófico,
donde intenta una vez más, como otros hombres de la Modernidad,
el itinerario ideal de Descartes. Partiendo de la experiencia íntima
del yo, llega — no movido por un designio lógico-matemático, como
el meditador del Norte, sino apoyado en la sensibilidad, el sentimiento y la estética — a las cosas del mundo exterior y, finalmente,
a Dios, mejor dicho, al Dios-Hombre, Cristo.
En prominentes hombres de acción no refleja, sin embargo,
la obra escrita, aunque ella sea muy grande — la bibliografía del
Padre Restrepo abarcaba hasta el año de 1950 setecientos siete numerales — sino un aspecto parcial de su personalidad y de su influjo humano. La obra que dejó el Padre Restrepo no son sólo los múltiples
escritos que de él quedan esparcidos por periódicos y revistas como
producto de su incansable pluma, sino también los frutos reales de
su actividad incesante como director de Institutos de alta cultura,
como profesor y educador, como fundador de empresas relacionadas
con la educación y las letras, tales como la Editorial Voluntad, que
él organizó en 1928, y como sacerdote y soldado de Cristo.
Hombre realmente inolvidable por el valor de sus realizaciones
en el intelecto y en la práctica; por la serenidad y optimismo de su
espíritu que conservaba alegre confianza, aun en los tiempos inciertos y en los tormentosos; por la altura de su inteligencia, que podía
distinguir lo eterno, o lo perdurable, de lo meramente accidental y sabía
discernir lo que debemos mantener y defender de la tradición, con
prescindencia de lo que en ella hay de muerto y aun de equivocado e injusto, y lo que, por otra parte, debemos acoger de las tendencias, creaciones y usos modernos; por la sagacidad y sabiduría
en el trato de las gentes, lo que no excluía sino más bien implicaba
THESAURUS. Tomo XX. Núm. 3 (1965). Félix Restrepo, S. I.
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una gran bondad; por la simpatía de su persona y la sencillez y
afabilidad de su conversación, el Padre Félix Restrepo estará siempre presente en el ánimo de todos los que tuvimos la suerte de
conocerlo y estar cerca de él, y que en mayor o menor grado conservamos con él crecida deuda de gratitud, y su desaparición material
ha causado sincero dolor en todos sus amigos y admiradores, entre
los que se contaban —como los que más— los colaboradores del
Instituto Caro y Cuervo.
HOMENAJES A ANDRÉS BELLO
EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE
El primer centenario de la muerte de Andrés Bello fue solemnemente conmemorado por diversas entidades culturales de la capital
de la República.
La Academia Colombiana efectuó una sesión de homenaje el día
15 de octubre, fecha de la desaparición del ilustre lingüista y
jurisperito, con asistencia del señor Presidente Valencia y altas personalidades.
El 9 de noviembre en la Biblioteca Nacional de Bogotá fue
inaugurada una exposición bibliográfica e iconográfica, en la que
figuraban diversas ediciones de las obras de Bello, en especial las
ediciones que de ellas se han hecho en este país; así como los compendios que pedagogos y profesores realizaron de su Gramática con
destino a los estudiantes de la enseñanza media y numerosos libros
de autores colombianos y de otras nacionalidades que tratan de la
vida y la obra del gran americano. También se exhibían algunos manuscritos de Bello, recuerdos de homenajes que en el pasado le fueron
tributados en nuestra capital; una colección de sellos de correo de
Colombia, Venezuela y Chile, pertenecientes a emisiones hechas con
el propósito de honrar su memoria y varios retratos, entre ellos el
óleo debido al pincel de Raymond Quinsac Monvoisin (año de 1844).
Adornaban el recinto también las efigies de Simón Bolívar, de Cuervo,
Caro y Marco Fidel Suárez.
La exposición fue realizada conjuntamente por la Biblioteca Nacional y el Instituto Caro y Cuervo, con la generosa colaboración de
algunos particulares que prestaron objetos y libros perteneciente»
a sus colecciones personales.
THESAURUS. Tomo XX. Núm. 3 (1965). Félix Restrepo, S. I.
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una gran bondad; por la simpatía de su persona y la sencillez y
afabilidad de su conversación, el Padre Félix Restrepo estará siempre presente en el ánimo de todos los que tuvimos la suerte de
conocerlo y estar cerca de él, y que en mayor o menor grado conservamos con él crecida deuda de gratitud, y su desaparición material
ha causado sincero dolor en todos sus amigos y admiradores, entre
los que se contaban —como los que más— los colaboradores del
Instituto Caro y Cuervo.
HOMENAJES A ANDRÉS BELLO
EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE
El primer centenario de la muerte de Andrés Bello fue solemnemente conmemorado por diversas entidades culturales de la capital
de la República.
La Academia Colombiana efectuó una sesión de homenaje el día
15 de octubre, fecha de la desaparición del ilustre lingüista y
jurisperito, con asistencia del señor Presidente Valencia y altas personalidades.
El 9 de noviembre en la Biblioteca Nacional de Bogotá fue
inaugurada una exposición bibliográfica e iconográfica, en la que
figuraban diversas ediciones de las obras de Bello, en especial las
ediciones que de ellas se han hecho en este país; así como los compendios que pedagogos y profesores realizaron de su Gramática con
destino a los estudiantes de la enseñanza media y numerosos libros
de autores colombianos y de otras nacionalidades que tratan de la
vida y la obra del gran americano. También se exhibían algunos manuscritos de Bello, recuerdos de homenajes que en el pasado le fueron
tributados en nuestra capital; una colección de sellos de correo de
Colombia, Venezuela y Chile, pertenecientes a emisiones hechas con
el propósito de honrar su memoria y varios retratos, entre ellos el
óleo debido al pincel de Raymond Quinsac Monvoisin (año de 1844).
Adornaban el recinto también las efigies de Simón Bolívar, de Cuervo,
Caro y Marco Fidel Suárez.
La exposición fue realizada conjuntamente por la Biblioteca Nacional y el Instituto Caro y Cuervo, con la generosa colaboración de
algunos particulares que prestaron objetos y libros perteneciente»
a sus colecciones personales.
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El Director de la Biblioteca Nacional, doctor Alberto Miramón,
declaró inaugurada la exposición con un discreto y breve elogio
de Bello y del libro, como prodigioso testimonio del espíritu.
El mismo día 9 de noviembre el Instituto Caro y Cuervo y el
Seminario Andrés Bello efectuaron una solemne sesión conmemorativa.
El acto se verificó en la Sala José Euscbio Caro de la Biblioteca
Nacional de Bogotá, inmediatamente después de la inauguración de
la Exposición Bibliográfica.
Asistieron distinguidas personalidades del mundo oficial, diplomático e intelectual de la capital de la República. Presidieron la sesión
el Embajador de Venezuela, Excmo. Sr. Miguel Ángel Burelli Rivas;
el Embajador de Chile, Excmo. Sr. Javier Lira Merino; el Encargado
de Negocios de España, Conde de Montefuerte; el Director del Instituto
Caro y Cuervo, doctor José Manuel Rivas Sacconi; el Subdirector
del mismo y Decano del Seminario Andrés Bello, doctor Rafael Torres
Quintero; el Director de la Biblioteca Nacional, doctor Alberto Miramón; el Secretario del Colegio Máximo de las Academias de Colombia, doctor Joaquín Pineros Corpas; el Rector de la Universidad de los
Andes, doctor Ramón de Zubiría, y el doctor Lucio Pabón Núñez,
Senador de la República y Miembro Honorario del Instituto.
Un numeroso público colmaba la Sala y los pasillos adyacentes.
Estaban presentes los colaboradores del Instituto Caro y Cuervo, los
profesores y alumnos del Seminario Andrés Bello, académicos, profesores, etc.
El doctor Rivas Sacconi abrió la sesión con breves palabras en
las que puso de presente que este acto del Instituto de Caro y de
Cuervo y del Seminario que lleva el nombre de Andrés Bello se
proponía mostrar cuan vivas están las enseñanzas del gran americano después de transcurridos cien años de haber desaparecido su
figura mortal y anunció, además, que el Instituto ha creado dos
premios que serán discernidos a los dos mejores trabajos realizados
por los alumnos del Seminario en dos cursos especiales destinados
al estudio de la obra de Andrés Bello.
A continuación el doctor Rafael Torres Quintero, Decano del
Seminario, leyó un estudio titulado Modernidad en la Gramática de
Bello. El doctor Torres Quintero se refirió a las geniales intuiciones
que tuvo Bello al tratar los problemas de las partes de la oración
(en lo que dio toda su importancia al criterio de la funcionalidad
de las palabras), el pronombre y el género gramatical, para hacer
ver la modernidad que demostró en su Gramática, modernidad entendida como "el propósito de crear algo nuevo y más fecundo para
los que con él padecían el atraso de la cultura".
La señorita Amparo Barrero Jiménez, Licenciada en Filosofía
y Letras de la Universidad La Gran Colombia y alumna del Seminario,
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disertó en seguida sobre El magisterio literario de Andrés Bello. Puntos centrales de su disertación fueron la actitud de Bello ante la
literatura y el lenguaje que él concebía como instrumentos de formación
humana y social y como fuente de elevado placer para el hombre
culto; su posición crítica; su equilibrio, que le permitía hermanar
lo nuevo y lo antiguo; su formación humanística; su amor a la libertad
y, por encima de todo y como culminación de su personalidad, su
noble y constante magisterio.
El licenciado en lenguas germánicas y románicas de la Universidad de Estocolmo, Hans Ludvig Beeck, por su parte, dio lectura a un
interesante trabajo sobre Don Andrés Bello frente a la polémica, testimonio elocuente de la admiración que en Europa se tributa al insigne polígrafo caraqueño. La exposición del licenciado Beeck, pronunciada con
perfecta dicción castellana, destacó la grandeza imponente y deslumbradora de la obra de Bello, que no permite acercarse a ella sino por
etapas, aspectos, grados y momentos. La personalidad de Bello —
afirmó el conferenciante — se revela nítidamente en su actuación
en las polémicas que le tocó sostener en varias ocasiones con adversarios en veces sobrado injustos. El nunca perdió la compostura ni la
serenidad y conservó siempre un agudo sentido de la realidad histórica que le hizo defensor del orden, de la mesura y de la tradición
clásica y europea, sin olvidar por eso los problemas y las aspiraciones de América.
En seguida del licenciado Beeck, el Secretario del Colegio Máximo
de las Academias de Colombia, doctor Joaquín Pineros Corpas, dio
a conocer el mensaje de adhesión y aplauso con que la institución por
él representada se asocia a los actos conmemorativos en honor de Bello.
Clausuraron el certamen las emocionadas palabras del Embajador
de Venezuela en Bogotá, Excmo. Sr. Miguel Ángel Burelli Rivas,
quien manifestó la gratitud de su país hacia Colombia, tierra donde
tradicionalmente se ha honrado a Bello y donde mayor resonancia
ha tenido la obra lingüística del clarísimo hijo de Caracas.
Una tranquila dignidad, para utilizar una hermosísima expresión platónica, podría ser la definición y retrato de Andrés Bello,
maestro por excelencia y por sobre todo: con esta afirmación el
ilustre diplomático dio fin a la sesión conmemorativa con que el
Instituto y el Seminario honraron al iniciador de los estudios lingüísticos hispánicos en América y al renovador de la tradición humanística entre nosotros, estudios y tradición que estas dos instituciones
se han impuesto la tarea de cultivar y enriquecer con tesón y celo.
El Coro de la Universidad Javeriana, premiado en el Concurso
Nacional de Estudiantes Cantores de 1965, prestó valiosa contribución
al brillo del acto e interpretó bajo la dirección del maestro Rito A.
Mantilla, varias obras, entre ellas algunos madrigales españoles y
arreglos de canciones colombianas, con gusto y maestría.
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VEINTICINCO AÑOS DE LABORES DE
RAFAEL TORRES QUINTERO Y FRANCISCO SÁNCHEZ A.
EN EL INSTITUTO CARO Y CUERVO
El 22 de noviembre de 1965 cumplieron 25 años de labores en
el Instituto Caro y Cuervo los doctores Rafael Torres Quintero
y Francisco Sánchez Arévalo, Sub-director y Secretario General,
respectivamente, del mismo. Los doctores Torres y Sánchez se contaron entre los primeros colaboradores del Instituto, al fundarse
este, en 1940, con el nombre de Instituto Rufino José Cuervo. Durante su ya largo tiempo de actividades se han distinguido uno y
otro por su consagración y laboriosidad ejemplares que, en gran
parte, han hecho posibles el progreso y logros del Instituto. Como
expresión de gratitud y reconocimiento a sus méritos, fueron objeto
de varios homenajes por parte del Director, investigadores y empleados del Instituto Caro y Cuervo, de los profesores y alumnos
del Seminario Andrés Bello, que desde el año de 1961 ha tenido
como eficiente y digno Decano al doctor Torres, y de los empleados
de la Imprenta Patriótica.
El 20 de noviembre se efectuó una recepción ofrecida por todo
el personal del Instituto, del Seminario Andrés Bello y de la Imprenta,
durante la cual llevaron la palabra sucesivamente el Director del
Instituto; don Jorge Páramo, a nombre de los colaboradores del Instituto; don Benjamín Mantecón, a nombre de los alumnos del Seminario Andrés Bello, y don José Eduardo Jiménez, a nombre de
la Imprenta Patriótica. Respondió en fácil improvisación el doctor
Torres Quintero.
El 22 de noviembre les fueron entregadas a nuestros dos distinguidos investigadores sendas bandejas de plata con los nombres de
sus colegas del Instituto.
Finalmente, el 4 de diciembre, la Asociación de Exalumnos del
Seminario Andrés Bello les ofreció un agasajo en Yerbabuena.
A continuación transcribimos las palabras con que el Director
del Instituto Caro y Cuervo, doctor José Manuel Rivas Sacconi, ofreció el homenaje del sábado 20, en las que hizo cordial remembranza
de los primeros años — de ilusiones y lucha — de nuestro Instituto.
Dijo el doctor Rivas:
Fue ayer, ayer no más, un ayer muy próximo, estrechamente ligado por ininterrumpida serie de días — iguales y fieles — a este de hoy; fue ayer el día
22 del mes de noviembre del año de 1940, cuando Rafael Torres Quintero y
Francisco Sánchez Arévalo iniciaron, con sencillo valor y devoción, el rito que
hoy continúan, con igual sencillez y valentía, en el mismo lugar, con idénticos
propósitos y con renovados bríos, después de celebrarlo durante veinticinco años,
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todos los días, de sol a sol, y a veces en la vigilia de la noche: nocturna vérsate
mana, vérsate diurna. Consagración, laboriosidad, fidelidad son las virtudes de
que han dado prueba constante en estos cinco lustros y que hoy se manifiestan
aún en ellos, junto con la acendrada experiencia, la aquilatada sabiduría, la
madura reflexión, sin menoscabo del entusiasmo y la lozanía de la juventud
que mueven c iluminan todos sus actos. Tan jóvenes, tan resueltos, tan esforzados
para la dura tarea, para las nuevas empresas, para las nuevas ideas, hoy
como ayer, esc ayer que realmente, bajo esta luz, se confunde con el día
presente.
Sin embargo, entre las dos fechas, la de entonces y la de ahora, está
gran parte de su vida, de nuestra vida, y toda la historia del Instituto. Para
convencernos, bastan estas palabras de Rafael Torres Quintero que evocan los
orígenes de la institución, plasmados por el R. P. Félix Restrepo y don Pedro
Urbano González de la Calle: «Pero la historia humana, la descarnada realidad
de esos días, era cosa distinta. El contraste, si miramos a lo que hoy existe, resulta
impresionante: una oficina, cedida por la Biblioteca Nacional, era la sede. Un
estante con 25 o 30 volúmenes de clásicos españoles, era la biblioteca. Tres
auxiliares de tiempo limitado, bajo la dirección de los dos maestros mencionados, constituían el personal; y el estipendio —perdonen ustedes la exageración del vocablo—... ¡era de 25 pesos al mes! ¿Verdad, Francisco Sánchez
Arévalo?».
Claro que es verdad, y soy testigo. Por aquel tiempo frecuentaba yo la
Biblioteca Nacional en compañía de Eduardo Amaya Valencia, joven de talento
prodigioso. Para la preparación de mi tesis de grado los fondos de Cuervo,
de Suárez, de Caro, de Pineda eran fuente inagotable. Me sumergía en el
estudio durante horas y horas, en el amplio salón de lectura del primer piso,
y sólo interrumpía el trabajo para dialogar en los corredores con Eduardo y,
a veces, con Francisco y con Rafael, que hacían sus primeras armas de investigadores en la pequeña oficina del segundo piso, destinada al recién fundado Instituto Rufino José Cuervo. Para mí, Rafael era un amigo de vieja data,
como quien dice un amigo viejo — entonces no le teníamos miedo a la palabra —. Habíamos cursado juntos los cuatro años de la Facultad de Filosofía
y Letras en la Javeriana, baijo la guía humanística del Padre José Celestino Andrade. El escribía su tesis sobre la literatura latina y yo buscaba las ramificaciones de ésta en tierra colombiana.
Francisco fue mi amigo desde el primer momento. Eduardo nos presentó
y fue el fiador de nuestra eterna amistad: juntos corrimos las primeras aventuras
intelectuales, en conversación inacabable, deambulando por calles, parques y
cafés hasta la alborada.
Supe así la pasión, el esfuerzo y la generosidad con que Francisco y Rafael daban lo mejor de sí y de sus mejores años a la institución naciente,
sin otra recompensa que la satisfacción de su sed de saber y de su voluntad
de servicio.
A poco andar quedé enrolado en el tercio de los noveles investigadores,
cuando se abrió concurso para proveer las primeras plazas del Instituto Caro
y Cuervo, creado con todas las de la ley; aunque me ruborizo al pensar que
tal vez me dejé tentar por el flamante estipendio de doscientos pesos que se
ofrecía a los ganadores del certamen. Y desde entonces hemos avanzado hombro a hombro por el mismo y largo camino. Por eso puedo dar testimonio
también de los días y los meses y los años que siguieron y en que todas
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nuestras energías se asociaron y aplicaron a un objetivo único: el bien de la
institución y el progreso de la cultura nacional.
Doy testimonio de los innumerables sacrificios y trabajos por Francisco y
Rafael afrontados y llevados con alegre corazón, con mente limpia, con voluntad
indomable, con fe segura. As! se hizo el Instituto. Sin estruendos, sin pregones,
sin falsos brillos, pero con el temple de gentes que creen, que piensan, que
estudian, que enseñan, entre quienes Torres Quintero y Sánchez Arcvalo han
sido los primeros en el tiempo y en el ejemplo.
Ellos han seguido subiendo la misma escalera todos los días, como la escalinata de un templo. Toda la ciudad es testigo. Ellos son símbolo de la continuidad que es fuerza del Instituto. Ellos son dechado de los caracteres y virtudes
de nuestra institución: servicio, desprendimiento, abnegación, modestia, estudio,
superación. Todos somos testigos. Y hoy venimos todos — compañeros, investigadores, profesores, alumnos, colaboradores, amigos — a dar testimonio de la
obra realizada por ellos, de una obra que es de todos.
Venimos a congratularnos con ellos en esta cima de plateados laureles. Quiera Dios que con ellos y para ellos repitamos este brindis mañana, en las bodas
de oro, un mañana tan próximo como el ayer que hoy celebramos.
VISITA Y CONFERENCIAS DEL PROFESOR
MANUEL BERMEJO MARCOS
El distinguido catedrático y crítico español don Manuel Bermejo
Marcos llegó a esta capital en el mes de octubre de 1965, en calidad
de profesor visitante del Seminario Andrés Bello. Su visita se efectuó
en virtud de un acuerdo entre el Instituto Caro y Cuervo y el Instituto de Cultura Hispánica.
El 27 del mes mencionado inició en el Seminario un curso sobre
análisis estilístico de la obra de Ramón del Valle Inclán, con intensidad de tres horas semanales, que se prolongó por más de un
mes.
El profesor Bermejo Marcos obtuvo, en 1960, el doctorado en
filosofía y letras con especialidad en filología románica, en la
Universidad de Salamanca, en donde ya anteriormente había sido
profesor auxiliar de historia de la lengua y de gramática histórica
española.
En 1957 ocupó el lectorado de español en la Universidad de
Leeds, en la que actualmente es profesor titular de lengua y literatura españolas, concretamente de autores españoles de los siglos xix
y xx, y de literatura hispanoamericana.
Es autor de un estudio sobre don Juan Valera que le valió en
España, en 1963, el premio del mismo nombre y que publicará en
breve la Editorial Gredos.
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nuestras energías se asociaron y aplicaron a un objetivo único: el bien de la
institución y el progreso de la cultura nacional.
Doy testimonio de los innumerables sacrificios y trabajos por Francisco y
Rafael afrontados y llevados con alegre corazón, con mente limpia, con voluntad
indomable, con fe segura. As! se hizo el Instituto. Sin estruendos, sin pregones,
sin falsos brillos, pero con el temple de gentes que creen, que piensan, que
estudian, que enseñan, entre quienes Torres Quintero y Sánchez Arcvalo han
sido los primeros en el tiempo y en el ejemplo.
Ellos han seguido subiendo la misma escalera todos los días, como la escalinata de un templo. Toda la ciudad es testigo. Ellos son símbolo de la continuidad que es fuerza del Instituto. Ellos son dechado de los caracteres y virtudes
de nuestra institución: servicio, desprendimiento, abnegación, modestia, estudio,
superación. Todos somos testigos. Y hoy venimos todos — compañeros, investigadores, profesores, alumnos, colaboradores, amigos — a dar testimonio de la
obra realizada por ellos, de una obra que es de todos.
Venimos a congratularnos con ellos en esta cima de plateados laureles. Quiera Dios que con ellos y para ellos repitamos este brindis mañana, en las bodas
de oro, un mañana tan próximo como el ayer que hoy celebramos.
VISITA Y CONFERENCIAS DEL PROFESOR
MANUEL BERMEJO MARCOS
El distinguido catedrático y crítico español don Manuel Bermejo
Marcos llegó a esta capital en el mes de octubre de 1965, en calidad
de profesor visitante del Seminario Andrés Bello. Su visita se efectuó
en virtud de un acuerdo entre el Instituto Caro y Cuervo y el Instituto de Cultura Hispánica.
El 27 del mes mencionado inició en el Seminario un curso sobre
análisis estilístico de la obra de Ramón del Valle Inclán, con intensidad de tres horas semanales, que se prolongó por más de un
mes.
El profesor Bermejo Marcos obtuvo, en 1960, el doctorado en
filosofía y letras con especialidad en filología románica, en la
Universidad de Salamanca, en donde ya anteriormente había sido
profesor auxiliar de historia de la lengua y de gramática histórica
española.
En 1957 ocupó el lectorado de español en la Universidad de
Leeds, en la que actualmente es profesor titular de lengua y literatura españolas, concretamente de autores españoles de los siglos xix
y xx, y de literatura hispanoamericana.
Es autor de un estudio sobre don Juan Valera que le valió en
España, en 1963, el premio del mismo nombre y que publicará en
breve la Editorial Gredos.
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El profesor Bermejo Marcos desarrolló, además, dos ciclos de
conferencias: uno sobre La novela española actual y otro sobre Juan
Valera, crítico.
Las conferencias del primero de dichos ciclos se efectuaron los
días 29 de octubre y 5 y 12 de noviembre en la Biblioteca Nacional
de Bogotá.
En la primera conferencia del ciclo el expositor se refirió a la
generación novelística "de anteguerra". En los años 20 y 30 la novela
española —dijo— estaba en crisis. Los realistas, humoristas y escritores de novelas galantes escribían en general en forma muy deficiente. Luego vino la Guerra que significó un tajo brutal.
Pasada la contienda, España queda aislada y en ella no se conocen
los autores extranjeros contemporáneos. Los moldes son muy estrechos.
Se escriben algunos relatos de la Guerra, entre los cuales el único
que tiene altura es el de Gironella. Luego va apareciendo la nueva
novela, de la que sólo se salvan pocas obras, y que se caracteriza
por dos notas: la desmembración del relato y el tremendismo.
La "generación de la Guerra", la de los nacidos entre 1905 y 1920,
se reparte en tres grupos: 1) realistas con renovación formal y
planteamiento moral que domina el relato; 2) escritores que tienden
a la novela esteticista, con refinamiento de estilo; 3) los escritores del
exilio, poco conocidos en España. Tres son las grandes figuras unánimemente reconocidas de esta generación: Cela, Delibes y Carmen
Laforet.
Según el profesor Bermejo, Cela como novelista ha sido superado, pero como prosista se lleva la palma. El es quien mejor
escribe en España. No es un verdadero realista sino un lírico disfrazado. El conferenciante analiza luego La familia de Pascual Duarte,
escándalo literario que removió las aguas muertas de la literatura
de esc tiempo; fue la primera novela "comprometida". Hay que
admitir, sin embargo, que su protagonista es más una caricatura que
una realidad.
Otro libro de Cela, las Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes, es artificioso: hoy ya no es posible la picaresca;
tampoco, la indiferencia ante el dolor ajeno.
En la segunda conferencia, el catedrático de Leeds y Salamanca,
luego de pasar rápidamente por otras obras de Cela, se detiene en
el análisis de El viaje a la Alcarria: "prosa elegante y tremendo lirismo", "ironía espléndida", obra maestra en que no falta ni sobra
nada, y en el de La colmena. En ésta, Cela prueba que es buen novelista. Desde el año en que aparece, el autor no ha vuelto a escribir
nada que se le iguale. Como dice Eugenio de Nora, es la obra más
significativa de España desde 1936, con sus doscientos treinta diálogos y ciento sesenta personajes, cuyos breves retratos son de vitalidad maravillosa. Toda la obra es un prodigio de construcción uni-
THESAURUS. Tomo XX. Núm. 3 (1965). Visita y conferencias del profesor Manuel ...
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taria y es la primera novela española que trata de representar la simultaneidad.
La conferencia continúa con el examen de otras obras de Cela:
Mrs. Cadwell habla con su hijo, La Catira, Torero de salón, etc..
En resumen, todo lo que Cela ha escrito, está muy bien escrito,
pero le falta imaginación. Eso sí hay que reconocer que fue el primer
autor que dignificó la novela española después de la Guerra. Los
novelistas posteriores a la generación del 98 habían olvidado el arte
de escribir y tocó a Cela enseñarlo a sus contemporáneos y a la generación más joven. Todavía se puede esperar de él que produzca grandes obras, con tal que se decida a superar el celismo.
Miguel Delibes es, no un autor de escándalo, sino un castellano
discreto, mesurado. Su primera gran obra es El camino (1950), "viva,
tierna y densa", de estilo seguro y juguetón. Diario de un cazador
(1955) fue un gran éxito, ejemplo de neorrealismo poético; en sus páginas un bedel se convierte en poeta auténtico y sencillo. Pero Aún es de
día es obra fallida y Mi idolatrado hijo Sisi, por más que sea una
novela casi tan buena como El camino, no satisface por su estrecha
base ideológica. En Diario de un emigrante (1958) vemos unos personajes populares hermosamente reales como no los habíamos encontrado desde Cervantes. Las ratas (1962), obra magistral, pinta
al pueblo y al paisaje de Castilla. Delibes se muestra aquí un paisajista tan bueno como los mejores del 98.
Delibes escribe en buen español, pero no abunda en páginas de
antología como Cela. Si no es el mejor escritor del presente, sí es
la mejor esperanza para lo porvenir.
Nada, escrita antes de los veinte años por Carmen Laforet,
consigue expresar la nueva sensibilidad. Lo valioso en la autora
es su manera de contar. Nada es superior a las obras posteriores:
La isla y los demonios, La mujer nueva, La llamada.
La tercera conferencia fue dedicada a la "generación de la postguerra". Sus integrantes tienen más libertad interior; han parecido
cínicos y escépticos y están enraizados en toda la literatura moderna.
Siguen la orientación realista, que no es ya novedad, como tampoco su obsesión por lo social. Son realistas y líricos a la vez. Participan de la reacción contra el achabacanamiento de la prosa anterior
a la Guerra. Los rasgos comunes a estos novelistas son: la orientación realista, crítica y la problemática moral. Se refiere en seguida el
profesor Bermejo a Carmen Martín Gaite (Entre visillos), Armando López Salinas (La mina, Año tras año —la mejor novela de la
Guerra—), Ana María Matute, Jesús Fernández Santos y Rafael
Sánchez Ferlosio (El Jarama).
Por lo que se refiere a Juan Goytisolo, tiene inventiva e imaginación; en todas sus obras hay rasgos de verdadero novelista, pero, también, errores de factura: Juegos de manos ("estomagante"), Duelo en el
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Paraíso ("la más personal y lograda"), Campos de Níjar (lo mejor de
su pluma, obra muy izquierdista, pero no folletón), La Chauca (en
ella se muestra el mejor escritor de su generación).
En resumen: la novela contemporánea española cuenta con autores dignos de parangonarse con los de la generación del 98. Las
mejores obras podrían ser: La familia de Pascual Duarte, Nada, Las
ratas, La Chauca, Fin de fiesta, El farama, Año tras año, pero hay
otras para escoger. Todos estos novelistas jóvenes son gente de ilusiones y fe, y usan el español de la manera más digna.
El ciclo Juan Valera, crítico se compuso de tres conferencias y
concluyó el 30 de noviembre.
P r i m e r a c o n f e r e n c i a : El profesor Bermejo, al preparar
su tesis sobre Valera, se pudo dar cuenta de que, ciertamente, lo mejor
de la obra del primer prosista español del siglo pasado son sus escritos
de crítica, aunque sean poco conocidos en la actualidad. Luego de
hacer un recuento de la biografía de don Juan, el conferenciante
entra a caracterizar la crítica de éste,
que comprende por lo
menos los dos tercios de la obra que él dejó. Si dicha crítica es
casi desconocida, ello se debe —en fin de cuentas— a la bondad
de su autor. Valera distingue dos especies de crítica: una que se
aplica a las obras inmortales y otra que se dirige a las obras que no
alcanzan tal categoría. Para la primera se utilizan módulos elevados
y universales; en cuanto a la segunda modalidad, su objetivo debe
ser ayudar y estimular a los escritores con la finalidad de mejorar
la producción literaria. Naturalmente, Valera no podía aplicar a la
literatura de su tiempo la primera clase de crítica sino la segunda.
Se propuso, ante todo, calar en las bellezas ocultas de las letras contemporáneas y darlas a conocer —más que los defectos— en buen
estilo. Su crítica, puede decirse, no se dirigía al autor tal como era
en ese momento, sino al posible padre de buenas obras futuras, y pretendía mejorar, aconsejar, guiar.
S e g u n d a c o n f e r e n c i a : La crítica de Valera es un ir y
venir de la obra examinada a sus problemas estéticos: esto les ha
parecido mal a algunos de sus lectores y jueces, por ejemplo, a Ramón Pérez de Ayala. La crítica moderna, dijo el expositor, es la
misma que hacía Valera y no se reduce a repartir palizas y premios,
sino que quiere esclarecer.
Tuvo don Juan extraordinarias y tempranas intuiciones del valor
de Rubén Darío, Menéndez Pelayo y Bécquer, cuando éstos eran
todavía casi desconocidos. Clarín, crítico feroz que encantaba al
público, hizo que quedara en la oscuridad la crítica de Valera, quien,
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muy al contrario, no escribía sobre lo que le parecía definitivamente
malo y, por tanto, casi nunca escribía mal de nadie.
Don Juan comenzó su actividad crítica en su correspondencia de
diplomático. Las cartas de entonces contienen en esquema ideas desarrolladas muchos años después. Debe recordarse que él dudó de su
estilo hasta bien entrada la madurez de su vida y que experimentó
gran dificultad para crear. Este fue uno de los motivos que le empujaron a hacer crítica. El otro fue el mal estado de las letras españolas de ese entonces, que él pretendía remediar.
L a t e r c e r a c o n f e r e n c i a se intituló: Juan V'alera, el
primer crítico español de la literatura hispanoamericana. A Valera
pertenece el mérito de haber iniciado en España la crítica y estudio
de la literatura hispanoamericana, aunque fuera ocasionalmente, y
de haber animado a otros españoles, entre quienes se cuentan sus
discípulos Menéndez Pelayo y Miguel de Unamuno, a continuar en
esta labor.
Don Juan publicó primeramente en periódicos los escritos que
después recogería bajo el nombre de Cartas americanas. Se dio cuenta él de que acá la lengua española había alcanzado ya calidad espiritual.
Se refiere en seguida el profesor Bermejo a las cartas dirigidas a
García Mérou, sobre literatura argentina, y a las siete cartas a don
José María Rivas Groot, quien le había enviado el Parnaso colombiano, y que tratan de nuestra literatura. Allí analizó Valera —como
es sabido — obras de Miguel Antonio Caro, José Joaquín Ortiz, Agripina Montes del Valle y, sobre todo, de Rafael Pombo y Diego
Fallón, a quienes llamó grandes poetas; anotó que en Colombia
se cultiva con esmero el español y elogió la cultura de este país.
El expositor se refiere a la gran profecía de Valera sobre Rubén
Darío, que se cumplió rigurosamente, y que significó para el nicaragüense un espaldarazo magnífico. Luego alude a las cartas escritas
a Mera y la defensa que en ellas hace Valera de la obra de España
en América y a sus juicios sobre Zorrilla de San Martín, Palma, Oyuela,
Juan Montalvo, Blest Gana, Guillermo Valencia (a quien calificó de
poeta auténtico), Rodó, Rufino José Cuervo, etc. A Valera —agrega —
no tardaron en acudir los jóvenes autores hispanoamericanos enviándole
sus obras para que las conociera y comentara.
Los juicios de Valera —afirma para concluir el profesor visitante— siguen siendo valederos y la crítica valeriana no ha envejecido, en virtud de los principios en que se basó.
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CONGRESO DE LENGUA Y LITERATURA LATINAS
El Instituto de Estudios Romanos de Roma (Italia) ha convocado a las Academias, Sociedades y Universidades que se dedican
al estudio de la lengua latina en el mundo entero y a todos aquellos
que en las naciones de la tierra cultivan la latinidad, a un Congreso
que, bajo los auspicios del Presidente de la República Italiana, se
celebrará en Roma del 14 al 18 de abril de 1966.
El Instituto de Estudios Romanos solía reunir periódicamente
en Roma a estudiosos eminentes de la lengua y literatura latinas
con el objeto de tratar temas caros a los humanistas. La Segunda
Guerra Mundial interrumpió las actividades del Instituto; pero, una
vez terminado el conflicto, los latinistas del mundo se reunieron en
sucesivos Congresos efectuados en las ciudades francesas de Aviñón,
Lyon y Estrasburgo. En aquellos se llegó a alentadoras conclusiones. Se comprobó que las conquistas espirituales realizadas por los
antiguos siguen gozando de plena vigencia y pueden todavía sernos
útiles en el empeño de mejorar la condición humana. Los sabios y
letrados allí congregados creyeron también poder afirmar que la lengua de los romanos está en posibilidad de expresar todo lo que piensen o inventen los hombres de nuestro tiempo.
El Instituto de Estudios Romanos ha querido que la labor comenzada en los mencionados Congresos se lleve a feliz término con
el auxilio de la ciencia y la sabiduría de los latinistas que asistan al
Congreso, de quienes se espera que contribuyan a sustentar una causa,
que por muchas razones, se ha visto controvertida.
El Consejo encargado de preparar la magna asamblea ha encomendado a algunos de los ilustres participantes en ella, que durante
el desarrollo del Congreso hagan una exposición sobre los siguientes
temas, que parecen resumir todos los problemas pertinentes:
1) En qué medida la latinidad puede y ha podido conformar
el espíritu de civilización en todas las naciones y plasmar la cultura de
los hombres de nuestra época;
2) cuáles son los mejores métodos y medios para hacer que
los contemporáneos aprendan la lengua latina;
3) qué se ha escrito en los sesenta y cinco años de este siglo
sobre literatura y letras latinas;
4) qué se ha compuesto en prosa o en verso en lengua latina
en la época presente;
5) en qué medida pueden expresarse y designarse en latín las
creaciones materiales y espirituales de este siglo.
Con el objeto de que cada una de estas cuestiones sea examinada
detenidamente, el Congreso ha juzgado conveniente que luego de
efectuada la exposición de que ya se ha hablado, sea comentada y
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estudiada por alguno de los especialistas en la materia, presente en
el Congreso, lo que se hará brevemente, conforme lo impone lo exiguo
del tiempo disponible. En cuanto a las disertaciones y trabajos hechos
por propia iniciativa, unos serán presentados al Congreso y otros
serán incluidos en el libro que contendrá los Anales del Congreso.
El Consejo organizador del Congreso está formado, entre otros,
por los profesores: P. Romanelli (Presidente del Instituto de Estudios
Romanos y del Consejo, Roma), F. Arnaldi (Ñapóles), K. Büchner
(Friburgo), G. Devoto (Florencia), P. Grimal (París), J. Jiménez
Delgado (Salamanca), C. Kumaniecki (Varsovia), W. S. Maguiness (Londres), E. Paratore (Roma), R. Schilling (Estrasburgo), J.
Svennung (Upsala), Mons. A. Tondini (Ciudad de Vaticano), J.
H. Waszink (Leiden).
DISCURSOS
Y
ORADORES
DEL
CONGRESO,
EN
SU
ORDEN
Cinco oradores tratarán las cuestiones principales que encierran
toda la materia del Congreso, pero otros dieciocho presentarán trabajos sobre los aspectos particulares de cada tema.
Ettore Paratore explicará hasta qué punto la latinidad ha tenido
y tiene aún valor en la educación de todos los países y en la formación del humanismo de nuestra época.
Robert Schilling presentará una comunicación sobre las razones
que hoy se tienen y se aducen para la enseñanza del latín, especialmente en Francia. Sobre el mismo asunto, pero con especial
referencia a sus países, hablarán B. Actens (Estados Unidos de América), W. S. Maguiness (Inglaterra), Karl Büchner (Alemania), José
Jiménez Delgado (España), Pietro Ferrarino (Italia), J. Borovsky
(Polonia) y J. Svennung (Suecia).
Casimiro Kumaniecki informará, en general, sobre lo que se
ha escrito durante este siglo en el campo de la lengua y la literatura latinas. Presentarán comunicaciones particulares los siguientes
profesores: G. Devoto sobre la lingüística latina, Pierre Grimal sobre
crítica literaria y comentarios a obras y autores latinos, S. Mariotti
sobre ediciones de obras clásicas latinas, y A. Ronconi sobre el empleo del latín, especialmente en obras filológicas.
Virgilio Paladini tratará en su informe de quienes en nuestra
época, y especialmente en los últimos 70 años, han escrito en latín,
ya sea en prosa, ya en verso. A. Tondini, J. H. Waszink y A.
Traína disertarán respectivamente sobre el Certamen Vaticano, el
Certamen Hoeufftiano y las poesías latinas de Giovanni Pascoli.
El Cardenal Antonio Bacci leerá una comunicación sobre la manera en que pueden expresarse en latín el pensamiento y los inventos modernos. Además, A. Tondini y el P. José María Mir hablarán, el primero, sobre cómo deben traducirse al latín aquellas ex-
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presiones que, aunque nuevas, se valen de palabras conocidas ya por
los autores latinos, y el segundo, sobre las razones y modos para verter al latín las palabras modernas que significan inventos técnicos
o que aparecen en los estudios y el conocimiento científicos.
Finalmente, G. Pacitti informará sobre las realizaciones del
Institutum Romanis Studiis Provehendis y sobre lo que será necesario hacer en pro del renacimiento del estudio de la latinidad.
FALLECIMIENTO DEL PROFESOR JAN H. TERLINGEN
El distinguido hispanista holandés y amigo y colaborador nuestro, profesor doctor Jan H. Terlingen, falleció en Nimega, el 6 de
octubre de 1965.
El profesor Terlingen, catedrático de lengua y literatura hispánicas en la Universidad Católica de Nimega, ocupó también la rectoría de su Universidad, la dirección del Instituto de Estudios Hispánicos, la presidencia de la Asociación Hispánica y la dirección del Instituto Español e Iberoamericano de Nimega. Recibió igualmente el
título de catedrático extraordinario de la Universidad Politécnica
de Delft para la enseñanza de la lengua y cultura españolas y la
cultura hispanoamericana.
Sus merecimientos le valieron la Orden de Alfonso el Sabio y la
Orden al Mérito de la República Italiana. Era, al fallecer, Vicepresidente de la Asociación Internacional de Hispanistas.
Organizó el profesor Terlingen el II Congreso Mundial de la
mencionada Asociación Internacional de Hispanistas, celebrado en
Nimega durante el mes de agosto de 1965. A él se debe la iniciativa
de efectuar en los Países Bajos unas Jornadas Hispánicas todos los
años.
De sus obras podemos mencionar:Laí italianismos en español desde
la formación del idioma hasta principios del siglo XVIII, 1943, su libro
más conocido; losé Echegaray: inleiding over auteur en wer\, 1958;
Katholieke Literatuur in Spaans-Amerika (en De Katholieke Uteratuur
in de XXe eeuw, 1954); Lengua y literatura española en las Antillas
Neerlandesas, 1958 [vid. reseña en Thesaurus, XVI, págs. 224-225];
Het Mensbeeld in de Spaans-Ameri\aanse Literatuur ["La imagen
del hombre en la literatura hispanoamericana": discurso], 1961, y
Cara de Dios (en Homenaje a Dámaso Alonso, t. III, Madrid, 1963).
En el tomo XI (1955-1956), págs. 193-198, de Thesaurus, apareció
la nota Las relaciones científicas y personales entre Rufino José Cuervo
y Reinhard Dozy, obra del profesor neerlandés, cuya muerte lamentamos muy sinceramente.
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