El Corredor Mediterráneo Las ganas de encontrarse. R ÍO C UARTO Río Cuarto / Río Tercero / San Francisco / Villa María Primavera 2006 - Año 5 N° 205 TODA UNA VIDA AL SERVICIO DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA. Un vívido y agradecido relato de su alumna, Lila de Alonso. Mrs.Anstruther Había empezado a describir al personaje que me ocupa, cuando percibí que algo andaba mal, irremisiblemente mal. Me detuve a reflexionar y a releer. Ella estaba allí. Pero, ¿adónde? Aislada como una bacteria de laboratorio. Y los silbatos y el humo de los trenes?, Y los gigantescos eucaliptus? Y los antiguos carolinos que brotaban esplendorosos con perfume a rosas, en aquel ámbito ferrocarrillero con calles de barro y estiércol? Los caballos de todo tamaño y pelaje tiraban chatas areneras o ladrilleras, carros de verduleros, panaderos, pescaderos y lecheros; carretas de serranos, vendedores de arrope, quesillos de cabra, higos secos y pelones; jardineras de polleros, yuyeros y aceiteros; sulkys de “turcos” y “rusos”, vendedores de ropa, mercería y calzado. También los chacareros con los breaks rebosantes de insumos para sus quintas y campos y los mateos con faroles de bronce lustrado, E s c r i b e L ILA DE A LONSO Británica . ario de la Cultural rs ive An º 25 de Sepiembre 1970 trajinaban en ese entrevero de carruajes de tracción a sangre que arrancaban al amanecer, cuando los primeros trenes salían para Córdoba. Los poquísimos autos y camiones que circulaban, salvo los inadvertidos, evitaban una aventura, cuyo remate, indefectiblemente, terminaba siendo el deleite de chicos y grandes y la codiciada propina de unos pocos, que con brazadas de paja brava, ladrillos y ramas sacaban a las víctimas de la trampa de lodo. Un día de fines de septiembre de 1944, después de un violento chaparrón, volvíamos del colegio sorteando charcos y haciendo equilibrio en piedras y ladrillos, cuando vimos un autito azul que patinó en la esquina de Bolívar y Paso y se detuvo. La conductora arrancó violentamente intentando zafar de la huella pero, su impericia y la famélica potencia del motor, la llevaron a hundirse más aún y a disparar un chijetazo de barro a los pocos transeúntes que observábamos la escena. Cont. pág. 2 En sus Bodas de Oro 1974. Para Consultar la versión digital del CORREDOR MEDITERRÁNEO: http://www.puntal.com.ar/corredormediterraneo/corredormediterraneo.html ¿MORIRÁ EN TUS MANOS ESTA ROSA? La obra de Paco Urondo Normand Argarate Villa María Págs. 4 y 5 MUCHO CAMINO POR CONTAR Poemas de Ana María Paulí SEÑALES DE VIDA POESÍA San Francisco Río Tercero Págs. 6 y 7 Adrián Vitali Pág. 8 Viene de tapa El Corredor Mediterráneo / Página 2 a. r en plena tare Mrs. Anstruthe El lungo del almacén de la esquina se acercó al cochecito en unos pocos trancos, con las enormes botas de goma hundidas hasta los tobillos, mientras gritaba con su voz potente, ligeramente aguda –“¡Misantru!”. “¡No lo arranque!!!”. El inglés de enfrente, Mister Brunt, menudo y algo mayor, opinó escéptico que “la escocesa” no iba a poder colaborar desde el volante. El irlandés Lynch, que venía llegando de su oficina elegantísimo, de traje gris perla y chambergo al tono, compartió el comentario de Brunt y sugirió que entre dos, no sería nada complicado sacar el autito a terreno más firme. Brunt levantó la mirada hacia el grandote como para cerciorarse de que, si alguien iba a colaborar con el almacenero, no sería precisamente el irlandés. El lungo estaba impaciente y la “Misantru” quería arrancar de nuevo para terror de los circundantes. La llegada del “pibe” salvó la situación. Más alto que su padre y de talante muy solidario, se quitó los zapatos, se arremangó los pantalones y fue en ayuda de su progenitor. En un minuto el vehículo estuvo en terreno firme y la “Misantru” bajó, menuda y decidida, a agradecer el servicio –“¡Ja!” agregó después. –“¡Esos dos, siempre ganan la guerra gracias a nosotros!”. –“Los irlandeses continuó- están siempre ocupados en desenterrar papas y frenar a los ingleses y los ingleses buscan camorra en todas partes y después nos piden ayuda”. El lungo la miró azorado –“¿Pero, no son todos ingleses?” –“ Otro día le explico” dijo la “Misantru”, soltando el embrague de golpe para cumplir con su ritual de arrancar de un salto. Pocos meses después de este episodio, al ingresar a la Escuela Normal, coincidí en un curso con Elizabeth Anstruther. Así me enteré de que la “Misantru” se llamaba Mrs. Anstruther y de que su nombre de pila era Charlotte... o Carlota. Como vivían a una cuadra de mi casa, en la calle Ameghino, iniciamos una amistad que duraría hasta el presente. Mientras charlábamos consumíamos fuentes de buñuelos en mi casa o platos rebosantes de pancakes en la suya. Las tantas horas transcurridas en la casona del ferrocarril habían convertido mis visitas a ella en uno de mis mayores placeres. Todo allí me parecía perfecto, hasta aquel aroma de cáscaras y semillas de manzanas, que se cocían a fuego lento, anunciando su mágica transformación en una jalea cristalina, casi de color rubí. Este modo de cocinar, aprovechando hasta las cáscaras, que tantas veces dio pie a las bromas sobre el amarretismo escocés, es sólo una ancestral y espontánea organización común a las gentes a las que, fuera del aire, el cielo y la lluvia, nada se les regala. El mismo hecho de ahorrar, posibilita el dar y ¡vaya si daba!, esta mujer generosa hasta lo increíble, pero que detestaba hacer alardes de su virtud. A veces compartíamos un viaje en ómnibus o una caminata de vuelta al barrio. Con sus pasitos cortos pero firmísimos me dejaba Staff de La Cu ltural Británica septiembre de 1974. atrás construcción, pero todos, decididamente orientados en la vida. Una tarde de enero me sorprendió en su casa una tormenta de viento y piedra. Los eucaliptus se inclinaban peligrosamente hacia el edificio y las enormes ramas caían con estruendo rozando los techos. Mirando aquel espectáculo por una ventana, sentí terror. Para agravar la situación, las descargas eléctricas eran de una frecuencia y de una intensidad, que no había visto en mi vida. Ella se dio cuenta de mi desesperación y tomándome con firmeza de la mano me llevó a su cuarto a donde me aseguró que no nos podía pasar nada. Como la tormenta empeoraba constantemente y yo no podía entender su serenidad, sacó una cajita del ropero y me contó que en ella guardaba, desde el día de su nacimiento, una fina piel que le cubría la cabeza en el momento de nacer y añadió que la partera le había encomendado a su madre que la conservara siempre, atrás porque la protegería toda la vida. Aunque el estrépito era inferrápidamente. –“Come on chinita!”, decía a cada rato. No podía entender que me atrasara, especial- nal, me fue transmitiendo confianza con la historia de su amumente en las veredas desparejas. Por el camino, paraba para leto, el cual no era otra cosa que la membrana amniótica, según comprar jamón en La Praviana, pan en Casasnovas, quesos en me explicó días atrás un pediatra amigo. Al tratarse de una cosa lo de Puig, algo en la farmacia del Águila y algunas veces, infrecuente, algunos pueblos le atribuyen una importancia muy especialmente en invierno, entraba a la tienda “La Argentina” especial y lo consideran un signo de buen augurio para el recién del señor Abdo Yapur, en donde solían entregarle un paquete nacido. bastante voluminoso. El contenido de esos paquetes me intri- Continuó diciéndome que había nacido en la ciudad de Londres gaba sobremanera pero, había un acuerdo tácito entre las dos: el 5 de enero de 1901, hija de los escoceses Christine Lobban y Charles Singer y que se habían mudado de Inglaterra a la ciusi ella no hablaba de algo, yo no preguntaba. Un 9 de Julio de aquellos inviernos de 40 heladas, se terminó dad de Aberdeen en Escocia, donde había realizado sus estumi intriga. Temprano a la mañana pasé por su casa para buscar dios primarios y secundarios, que culminaron con un certificaa su hija y seguir rumbo a la escuela. Entré a la cocina, adonde do de bachiller en 1919. 4 chicos de entre 8 y 12 años, sentados a la mesa, tomaban cho- Terminada la Primera Guerra Mundial, su familia, constituida colate con pancakes y jalea. Vestían ropas nuevas: tricotas abri- por sus padres, ella y un hermano menor llamado Stewart, emigadas, medias de lana y zapatillas flamantes. Con las cabezas gró a la Argentina. Desembarcados en el Puerto de Buenos todavía húmedas y las orejas rojas era evidente que venían de Aires el 1° de mayo de 1920, fijaron residencia en el pueblo de darse un buen baño. –“¡Nos bañamos todos, señorita!” me dijo Lomas de Zamora. el mayor. – “¡Estaban hermosos el agua caliente y el jabón Las famosas academias Berlitz acababan de instalarse en el país y la joven Carlota inició su actividad laboral, en una de ellas. perfumado!”. No se qué días estos pillos tenían que volver a mostrar que todo No mucho después de comenzar el trabajo docente, sufrió la seguía entero y limpio, pues, cuando exhibían todo en orden, pérdida de su madre que, internada por una apendicitis, contrajo una pulmonía de fatales consecuencias. recibían pequeños premios. A veces, su benefactora les imponía hacer el salvataje de ani- Conoció por entonces al señor Roberto Anstruther, quien commalitos abandonados en la zanja, que repartían, con o sin per- partía una pensión con otros británicos contratados por el ferromiso, por todas las casas del barrio. Ella reconocía estos bichos carril. Casados en 1924, se trasladaron a Sunchales, donde permanecerían alrededor de 2 años durante los cuales nació su pridonde estuvieran y los llamaba “ zanja cats” y “zanja dogs”. En su trato con los chicos había pautas inamovibles: concurrir mogénita, Jean, en 1925. a la escuela, presentar los cuadernos regularmente y cuidar la Su padre y su hermano regresaron a Escocia definitivamente. higiene personal, mas, dado que su acción no era esporádica, (Sé que su hermano, que era marino, vino algunas veces a visilos resultados eran generalmente buenos. Así, corridos algunos tarlos.) años, los niños, convertidos en muchachones, solían trabajar En Río Cuarto se establecieron desde 1926 hasta 1933, cuando se radicaron en Córdoba. En 1928 tuviecomo jardineros, ayudantes de negocios, aprendices de talleres, ron un hijo llamado Ian, fallecido a los 8 o en la meses de edad y en 1930 nació la hija menor, Elizabeth. Mientras me contaba acerca de su niño se le opacaba la voz, pero bruscamente interrumpió su relato y me invitó a salir al patio, puesto que la tormenta había pasado. Afuera, los destrozos eran impresionantes: árboles enormes yacían obstruyendo los senderos en todas direcciones y un grueso colchón de hojas y pájaros muertos completaban el paisaje apocalíptico. Rumbo a mi casa, por ese trayecto de sólo una cuadra, todo era devastación. Cuando llegué, mi madre contemplaba desconsolada la huerta - jardín y el pequeño gallinero repleto de pollitos y gallinas muertas. Pensé que todos esos destrozos se superarían y en un odioso contraste, evoqué la voz, quebrantada por el dolor, de quién había sufrido una pérdida realmente irreparable. emio MBE. Pr el ga tre en le II se de la reina Isabel En representación El Corredor Mediterráneo / Página 3 En 1950 con gente de la C ultural Británi ca en el Hotel Roma actual oficina de Telecom. El resto de su historia la armé a retazos: un poco por sus comentarios, otro poco por las vivencias de las horas compartidas y mucho por las referencias de sus hijas Jean y Betty, de sus colaboradoras y de Ana Cachau la única nieta que vive en nuestra ciudad. Cuando en 1933 se mudaron a Córdoba, las niñas tenían 8 y 3 años. El tiempo transcurrido allí sería muy provechoso, pues en la Escuela de Lenguas de la Universidad cursó las carreras de Profesora Nacional de Inglés y de Traductora Pública, a la vez que la Alianza Francesa le entregó su diploma de traductora. La obtención de esos títulos la habilitaría para ocupar distintos cargos en la Escuela Normal y en el Instituto Superior de Ciencias de la ciudad de Río Cuarto. Vuelven a Río Cuarto en 1941. En su segunda etapa riocuartense vivió, quizás, los años más productivos de su vida.: múltiples emprendimientos, reveladores de su capacidad creativa y organizadora, la convirtieron en uno de los personajes más destacados del medio y rápidamente fue requerida para ocupar lugares importantes en el desarrollo cultural de la ciudad. A través del Consejo Británico fundó, en 1945, la Asociación Riocuartense de Cultura Argentino – Británica. Una sucesión de disertantes y artistas de primer nivel nos distinguieron con su presencia. Mrs. Anstruther y la Comisión Directiva lucharon, tercamente, para que, hasta el último centavo disponible se utilizara en beneficio de sus alumnos y de toda la comunidad. Pero su desvelo mayor fue, sin duda, formar maestros. Hasta su llegada, prácticamente toda la enseñanza del idioma inglés estuvo en manos de personas que muy generosamente ofrecieron sus conocimientos de la lengua inglesa, ya sea privadamente o en los colegios secundarios. Pero esas épocas de inmigración masiva, cuando disfrutábamos de nativos de diversos orígenes dispuestos a transmitirnos su saber, habían llegado a su fin. Por sus fluidos contactos en Córdoba, nos hizo aprovechar las ventajas que ofrecía la Escuela de Lenguas de dicha ciudad. Una vez que terminábamos de cursar el ciclo básico secundario, se podían comenzar a rendir las primeras materias del profesorado como alumnos libres o regulares; mientras que, a partir de segundo año se exigían los títulos de bachiller o maestro. No eran épocas de fotocopias y el sistema de mimeógrafo que utilizaban muchas maestras era poco práctico. Para simplificar las cosas, ella escribía varias copias a máquina, utilizando finísimo papel de seda y carbónico. Con este trabajo, que realizaba en sus supuestas horas de descanso, nos permitió disponer del material necesario para nuestro estudio. Nos juntábamos así, gracias a su denodado esfuerzo, con gruesas carpetas de copias de literatura, gramática e historia. Toda ella y su ámbito eran de una notable pulcritud y eran famosos sus zapatos lustrados, al punto de que nos preguntábamos cómo hacía para lograr esa hazaña en una ciudad con tanta tierra. Su puntualidad y resistencia eran tan proverbiales como su coquetería y su constancia: uno descontaba que estaría en su lugar de trabajo, a la hora convenida, predispuesta y de buen talante. No discriminaba a nadie y cuando alguna de nosotras lo hacía, era contundente en su crítica y en su admonición. Sus alumnos eran de orígenes sumamente heterogéneos, no obstante, nadie sufrió por tales diferencias y jamás abochornó a nadie por algún incumplimiento. Cuando las primeras profesoras nacionales de inglés egresaron de la UNC, comenzaron a cubrir la creciente demanda de colegios y otros sectores. No muchos años después, en un emprendimiento conjunto de varias personas, liderado por el profesor Tenaglia, se crea el Instituto Superior de Ciencias, cuyo departamento de lenguas es organizado conjuntamente por Mrs. Anstruther y otras profesoras. La Cultural, como se la designa popularmente, siguió enriqueciéndose con la llegada de nuevas docentes, y su crecimiento sostenido cubrió las múltiples necesidades de la ciudad, que había cambiado de ritmo. En el año 1974, la Reina Isabel II de Inglaterra le otorgó el “MBE”, condecoración que se adjudica a aquellos británicos que más han hecho por la difusión de la cultura y el idioma inglés. Un Teatro Ópera repleto estalló en risas y aplausos, cuando el representante de su majestad le entregó la medalla y ella, fiel a su temperamento, le comentó, frente al micrófono, que la Reina le estaba otorgado tal distinción a una “nacionalista escocesa”. Enero de 1978 Marchábamos por las rutas de Escocia cuando de pronto descubrí un cartel que indicaba “Aberdeen”. Le pedí a mi hijo que tomara un camino ascendente que se abría a la derecha. Eran las dos y media de la tarde y ya anochecía. Cinco soldados escoceses marchaban al ritmo de sus gaitas y tambores. Se balanceaban sus kilts y sus sporrons de piel y plumas al compás de la música. Sin duda, iban a cubrir una guardia en algún lugar desconocido para mí. Pensé que alguna vez, hacía muchos años, los pasos de la pequeña Lotty habían andado por allí. Cerré los ojos y la imaginé, niña aún, por sus pagos. Ella, y otras figuras imprecisas y extrañas, casi fantasmagóricas, se escurrieron por un sendero. Al término de la década del 70, su hija mayor la reemplaza en la Dirección de la Cultural. Mammy Lotty, como cariñosamente le decían sus nietos, siguió honrándonos con su presencia y su inestimable consejo. Luego, al jubilarse Jean, se radicaron en Córdoba, donde hacía varios años su hija menor, viuda con 4 hijos, dictaba las cátedras de Inglés en un Colegio Nacional. No fue un alejamiento sin dolor, puesto que Río Cuarto había sido el escenario de sus logros y aquí residíamos aquellos que, mejor o peor, representábamos el fruto de sus 40 años de trabajo ininterrumpidos. No obstante la distancia, nos visitó muchas veces y siempre con inigualable cariño vino a recibir algunos homenajes, a los cuales, vital e ingeniosa como siempre, les quitó toda solemnidad. A nada de lo que hacía le daba importancia y todo lo tomaba como el normal cumplimiento de una obligación o una simple rutina. En los ’90 le prometí visita y a la hora indicada me estaba esperando en el jardín, coqueta e impecable, con un atuendo sencillo y colorido. Su casa brillaba con la misma e increíble pulcritud de siempre y había preparado los mejores manjares para mí. Estaba feliz con mi visita, lo mismo que yo de estar a su lado. Don Roberto había muerto hacía algún tiempo y según decía, vivía “sola” pero “acompañada”. Sin duda, se refería a que disfrutaba de la compañía de algún familiar, que variaba, según las obligaciones de cada uno. Entre sus novedades me informó, exultante, que estaba dándole clases a un pequeño grupo de profesionales. Sana y lúcida, me hizo estallar de risa con sus “medidas preventivas” contra asaltantes y ladrones. Cuando nos despedimos, con disimulada tristeza ¿presentíamos ella y yo que no nos veríamos más? El 12 de agosto de 1995, a última hora de la noche, con voz angustiada, llamó a su hija Jean que la acompañaba en ese momento. Pese a que fue atendida de inmediato, falleció pocas horas después. Sin largos padecimientos ni minusvalías, se fue de este mundo a los 95 años, cumpliendo sobradamente con los augurios que, casi un siglo antes, le hiciera la comadrona a su madre. ¿Si tuvo defectos? ¿Cómo no habría de tenerlos? Nadie más rápido para el sarcasmo o la ironía, la risa sardónica, el comentario mordaz, la respuesta filosa o el gesto hiriente, pero, eso sí, rara vez propinaba estos golpes a quien no tuviera espaldas para aguantarlos. A los que nos tocó alguna vez, generalmente nos sirvió de lección. PD: Mrs. Anstruther está sepultada en el cementerio Parque Perpetual, de la ciudad de Río Cuarto. El Corredor Mediterráneo / Página 4 V ILLA M ARÍA ¿Morirá en tus manos, esta rosa? Escribe N ORMAND A RGARATE Quién Pudiera A Javier Urondo tiene el “aire suave” y limpio del infierno la peligrosa cadencia conoce esa forma de mirar las cosas esa perdición recién nacida algo sabe angelito de dios animal tibio del silencio desterrado de este mundo que viene y escapa La deslumbradora obra de Paco Urondo despliega, en origamis voladores, pequeños mundos de poesía; apenas dibujados con “la ternura rápida de una mano”. Poesía surgida como contraste, como la materia que registra la plasticidad de teoría y praxis, como el rasgo indiscutible de la propia conciencia de la experiencia de vivir. En este sentido uno puede advertir en los versos el deseo profundo de vincular íntimamente la experiencia con la palabra. Acertadamente Susana Cella 1 señala en el prólogo de la edición de las obras completas, de tratar de “religar vida y poesía”. Es indudable que Urondo ha permanecido “desaparecido” de la cultura oficial, y que comienza a realizarse una exacta lectura de su vital obra que incluye poesía, cuentos, novela, ensayos y guiones cinematográficos, paralelamente a los oficios de titiritero, periodista y cronista apasionado de su época. Este devenir creativo, propio de una voluntad que no sólo piensa las condiciones de dominación, sino que fundamentalmente busca crear una forma de existencia contra la dominación, es el estilo de Urondo. Desde este lugar puede iluminarse entonces la trayectoria de la militancia política del poeta. “Empuñé las armas porque busco la palabra justa”; Respuesta que genera incomodidad porque sin renunciar a tradiciones literarias, enuncia a una generación que anunciaba el “Hombre Nuevo”, al hombre entendido como promesa, como energía autocreadora. En el certero ensayo de Cella se señala esta predisposición, este estado anímico revolucionario que insufla en las palabras su destello verdadero: “En Historia Antigua, en el poema “Juan de Garay”, aparece un fragmento –“ahora la aventura, el naufragio lento de los recuerdos”- que con variaciones resurge en el “Proemio de La Perichole”- “Ahora la incertidumbre, la aventura/ donde la indolencia hostil del tiempo/ alienta.” El tiempo de la aventura se relaciona con el abandono de cierto lugar de complacencia, de cierto pasado, e implica ponerse en riesgo, producir un cambio cuyo desenlace no es previsible, sin embargo es insoslayable. No se trata de un mero lanzarse hacia cualquier tipo de peligro, en una especie de elección temeraria, sino de responder a alguna demanda que aparece con la fuerza de una necesidad. “El poema puede narrar esa experiencia.” Leer a Urondo es leer a una generación de jóvenes que vivieron como les habría gustado vivir en el futuro, porque como dice el mismo Paco: “La imagen que abandonada quedó en la memoria/ ya habrá podido levantarse/ y conquistar otra vida/ y brincar sobre una nueva fatalidad.” 1) “Obra Poética” Francisco Urondo- Prólogo Susana Cella- Adriano Hidalgo Editora-2006 Eres alta y delgada sorprendida por un deseo agrio y una apacible seducción vertida de sufrimientos pálidos y silenciosos dolores estridentes y largos sus manos pequeñas y su vergüenza y el amor tocando su cintura el amor que no cae milagrosamente que se ejerce y que no se revela como a veces suponemos el amor que viene y va que encanta y repugna y su soledad sin el amor revelado y sin el otro amor compartido la soledad sin esperanza y sin ternura sin tibias palabras o la atmósfera de una conversa Viejas Amigas He conocido a esas extrañas cordobesas de gestos antiguos. He visto navegar sus hábitos hacia la inmensidad de blandos cojines de plumas y felpa. Y hoy las he encontrado en el cenit de la noche, al salir de un charco ágil por los renacuajos y hediendo de sueño. “Viejas amigas –les he dicho_ ¿qué hacen ustedes en la madrugada, qué representan para la inocencia que hemos buscado de tantas maneras, qué significan para esta soledad?” Nada responden. Encienden sus cigarrillos meditando y fuman profundamente dos o tres pitadas. Después, con súbita indignación, me miran: “Eres un cerdo demasiado gordo; no mereces vivir si tratas así nuestros viejos sueños: ya no te amamos”. “Perdonad, perdonad al menos mi esperanza, oh primeras amantes, tibias meretrices, gracia e inconsciencia.” El Corredor Mediterráneo / Página 5 El regreso de la Colegiala Días estos y aquellos Ella, la más silenciosa de todas, la que menos hubiese supuesto, ha brincado sobre el viento, ha hendido la tormenta con su mano, ha llenado su vela de aire tibio y rápido, ha dejado una mancha de vino sobre mi hombro. Ha oído el sol de invierno. Crece envolviendo y ajustando su corazón; sacude su sueño, despliega las plumas que le abrigan: ve caer aquí o allá el contorno de sus ídolos. Me ha dado vuelta y apenas pude sorprender el último rabo del vestido, una sombra movediza y algún perfume que quedó flotando y luego la siguió. El calor no lo matará del todo; el frío no quebrantará su sueño. Herido está de tiempo que lo contiene, de crueldad, de decisión, de grandes dársenas, de eterno comienzo, de mesurado adios. Ella no es ahora carne ni conciencia; es un recuerdo que toca el timbre y huye, como una colegiala. Ha llovido, vuelvo a descansar sobre el hombro del barro. Alta Sociedad a Jorge Vila Ortiz Bar “La Calesita” Es el fondo de un bar. Es un lugar parecido a una cueva donde uno se sienta, bebe y ve pasar a hombres enrarecidos por distintos problemas. Es una gran linterna mágica. Es una gruta retirada del mundo que cobija a sus criaturas. Uno se siente allí ferozmente feliz. Acaba de aparecer el primer hombre, apenas ha aprendido a caminar, aún no sabe defenderse. El hombre sonríe y llora y sigue la fiesta. ella es tremenda como el otoño y por un inveterado capricho se desbarranca y se consume no encuentra semejantes que puedan verificarla o la resonancia de una palabra que la conduzca a un signo sin pasado ignora los resortes de su comienzo sola consumida y triste desafiada por una decadencia que no le atañe pero la complica Maquis Está solo en medio de una isla. Quiere cruzar a la otra orilla, pero teme que no lo autorice el frío intenso de las aguas. Ahora intenta salvarse; olvida la baja temperatura que lo rodea, la mirada que rebota, su larga resistencia. Piensa en Marco Polo, en alguna esperanza que necesita encontrar, en el aire suave de un niño. Supo echarse a caminar descalzo en otras islas que conocen del amor sus ramas flexibles y húmedas. Ha nadado junto a una morena joven, se diría una indígena dueña de los remansos, una muchacha caliente como un pato salvaje. Otros tiempos mejores y peores, distintos, sin ninguna vigencia. Los habitantes de la isla desconocen el contacto y ni se miran en el corto espacio. triste o desenfadada estas “adorables criaturas” no conocen su propio y desencadenado nombre sin saber adónde mirar de dónde asir sus manos poco acostumbradas al trabajo de qué manera amar cómo entregar su corazón imprevisible exigente o lejano pueden describir un velo oscuro ir más arriba de las pésimas nubes llega ahora con idéntico miedo al lugar del cadalso al sonido de la victoria y andan siempre solemnes con algo que no pudo llegar a destino esas maniobras de sus ojos esa acumulación de gestos esa obsesión en la cabeza. MUCHO CAMINO PARA CONTAR Poemas de Ana María Paulí Fuego, una mujer, hijos, nietos. La SIN TI.... misma suma repitiéndose en cada cosa que guarda el secreto, durante años, de una mujer que cocina, que lava heridas, que adivina lo Mis días sin ti Transitan vagamente, Como un esqueleto sin ojos Entre la penumbra y el ocaso. que piensan los otros que viven de su comida. Que la admiran en lo cotidiano de dar vida. Ana María Paulí nació en Sólo cuando serpentea Tu recuerdo en mi camino, Un haz de luz alumbra Mis pasos trémulos.... Tancacha, Provincia de Córdoba el 22 de noviembre de 1953. Se radicó en San Francisco el 21 de enero de 1978. Y el badajo de una pregunta Martilla mi conciencia: ¿Cómo habrá mañanas... Está casada. Y tiene 5 hijos, 4 nietos y mucho camino para contar. si tú no estás conmigo...? S AN F RANCISCO El Corredor Mediterráneo / Página 6 El Corredor Mediterráneo / Página 7 CEMENTERIO Aldea de casitas bajas Grandes cruces en la entrada. Viejos pinos te dan sombra ¡Y sólo el viento no calla! ¿Serán todas las voces una, en la del viento, que cantan? ¿O serán diálogo abierto, para quien sepa escucharlas? Por tus pasajes angostos Yo corría alborotada... ¡Visitaba a mi nonito, En su última morada¡ ¡Silencio ¡ decían los grandes Y lentamente rezaban.... ¿Por pereza? o temían ¿Que el nono se despertara? Lo que no saben los grandes Es que el nono allí, no estaba... Galopando pasó una nube, Y era él quien la montaba... Si tengo casa en la aldea, Que mi casa no esté cerrada Porque si pasa una nube... Quisiera poder montarla¡ VIDA TE PERDONO CALLE DE MI BARRIO EN TANCACHA. Yo te perdono Vida Mis tristezas, Aunque nunca supe De dónde me venían. Cuando en cama de moras Mi calle se acuesta, Como bandadas Los chiquillos llegan. Yo te perdono El llanto Que guardé en mis ojos, Por no apagar la risa. Por la calle larga Sorteando las quejas De vecinos que duermen, Religiosos la siesta. Yo te perdono Vida La censura temprana Y el silencio Como pájaros vuelan Trepando moreras A comer dulces frutos Entre amargas penas. Yo te perdono Vida El andar con cautela Para evitar el reproche... Te perdono la ignorancia, Y los miedos..., Y las culpas. Yo te perdono los sueños Que puse a volar Para que vivan. Raídas sus ropas Y anchas sus risas No ocultan temores De alguna paliza. VIDA INTERIOR. Yo hice de mi vida un verso. Lavé pañales con jabón de sueño. Curé raspones con palabras mágicas. Y enseñé a volar sin tener yo alas. ¿De qué me quejo? Yo hice de mi vida un verso... Fui ancho puente Por el que pasó la vida... Reviví a mis muertos Para que en mis hijos vivan. Y leí mil cuentos Para que mis hijos sigan... ¿De qué me quejo? Yo hice de mi vida un verso. Pero no me quejo... Mi vida es poesía. Por caídas torpes Y el llanto de alguno Termina la fiesta Y empieza el ayuno.... YA HICE LA CAMA... Porque más allá de mis alas Puse la mirada Y la esperanza Por eso a veces He sido nube, Otras barrilete, y otras... Yo era el viento. Pero sólo si prometes No repetir la historia, Vida; Te perdono. Aunque será sólo Hasta la próxima siesta. Porque en cama de moras Mi calle se acuesta Entre dicha y pena Yo fui tejiendo Con hilos de sueño Una sábana blanca Le bordé jazmines Color de esperanza Y al costado puntillas Con nubes de plata. Entre dicha y pena Ya hice la cama... Y puse dos estrellas En lugar de almohada La cama querido, Tiene por frazadas: Mis dos manos tibias... ¡Eres tú, el que falta¡ R ÍO T ERCERO El Corredor Mediterráneo / Página 8 La Mirada Incontenible Adrián Vitali Señales de la vida La mirada incontenible receptora de formas, de colores, de nostalgias; presenta y expone en las paredes del alma la desnudez de lo simple. El vértigo del amor Ternura En los frágiles instantes de la ternura, acontecen las caricias, sin pausa, sin orden, sin límites. Los espacios prohibidos desnudan sus mitos, y queda la entrega rozando el delirio. El amor descalzo con ritmo incontenible, alcanza el espacio puro y la mirada amanecida. Escenas de corridas y ocultaciones transgreden el tiempo, la razón, el sentimiento. En el delirio consumado de las fantasías se ofrece un mundo, de equilibrio, de juego, de ternura. Confidencias desnudas El Relámpago Encendido Adrián Vitali nació en Ferreyra, provincia de Córdoba. El 11 de noviembre de 1994, fue ordenado sacerdote en Villa el Libertador (Córdoba). En agosto de 1998 dejó el ministerio para formar una familia. Desde enero de 1999 está radicado en Río Tercero. En 2001 editó el libro “Señales de la vida”, donde realiza un planteo existencial de sus experiencias de vida. El libro se divide en cuatro partes: 1) El vértigo del amor, donde expone las vivencias y las sensaciones de dejar el sacerdocio, lo dedica a la mujer, habla de sexualidad, de erotismo; 2) Confidencias descalzas, donde se revaloriza lo cotidiano: las mañanas, la lluvia, el mate; 3) El umbral de los delirios: aquí hace una antología dedicada al hombre, el costo de adaptarse al ámbito laboral; 4) Brillo de un gesto, donde se exponen pensamientos existenciales, hablando inclusive de la muerte. Los poemas que se transcriben a continuación pertenecen al libro mencionado. El relámpago encendido penetra y manipula en un instante los secretos de la noche. Quebrada en su misterio, que se contrae poco a poco en la evidencia de sus sensaciones dilatadas por la conspiración de los destellos. Chispas pretenciosas que aparecen, pasan y mueren en un momento, ante la sombra turbia de la nada. Brillo de un gesto Amistad La amistad es el ámbito de la historia donde dos personas existencialmente distintas, se donan la propia originalidad aceptándose, con una intención permanente. Si no se da este movimiento, de donación y aceptación de la propia originalidad, no se da la amistad. Desnudez que se impone con ternura, en el diario recuerdo del tiempo inalterable. Imágenes sin orden se van acomodando por la imprecisión y los afectos. La voz templada por el milagro dibuja con sonidos que se enredan en el aire, la belleza, que nunca prescribe en la memoria. En el umbral de los delirios Hombres Sin Utopía Hombres sin tiempo para la utopía y los sueños. Hombres cansados que van dejando en el viento los sentimientos agrios del ahora. Hombres determinados por otros, a vivir para comer y al silencio para continuar en la caravana de harapos, iniciada en la injusticia. Hombre de sombras secas resquebrajadas por el dolor anónimo y permanente de la impotencia. Hombres saqueados en su dignidad, en su ayer, en su hoy, en su después. Hombre sin apellido, sin templo, sin pueblo, sin vértigo. Hombres al borde del camino esperando el atardecer de la vida, y el ocaso de la muerte. Hombres que se entrevistan con lo soñado en las oscuras cargas del tiempo. Hombres que en la tregua del riesgo, cuidan los detalles, de las alusiones, de la imagen, de lo olvidado. Hombres sumergidos lentamente en el devenir de la existencia, donde se van alternando mágicamente las prioridades salvajes y eternas, del dilatado andar de la nostalgia. Quienes deseen colaborar con esta publicación, pueden enviar sus trabajos, o consultar en las siguientes municipalidades: Municipalidad de la Ciudad de Río Cuarto. Subsecretaría de Cultura. Constitución 945 PA tel.0358 - 4671206/207 [email protected] Municipalidad de la Ciudad de Villa María Bv. Sarmiento y San Martín tel. 0353 4527092 [email protected] Dirección General de Cultura y Educación de la Ciudad de San Francisco Av. Hipólito Yrigoyen 21 Tel 03564-439157/8 [email protected] Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Río Tercero Casa de La Cultura Villa Elisa Tel.:03571-422150 [email protected] [email protected] Equipo Editorial Myrna Medeot, Diego Formía, Belén Pistone, Normand Argarate, Virginia Otero, Analía Maschio. Diseño: Ana Lía Alonso Fotos: Susana Menossi