La Guerra de los campesinos

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La Guerra de los campesinos
I
LA GUERRA DE LOS CAMPESINOS
E
El comienzo de la edad moderna es un complejo periodo histórico en el cual nuevas fuerzas se oponen al
viejo régimen medieval.
En este contexto se da en Alemania la Revolución de
los campesinos
© 2002, José Javier Torija Rodríguez
II
La Guerra de los campesinos
der sin límites, y puede que ésta haya sido la primera gran mentira de la Iglesia Cristiana.
Cuando la idea avasalladora del dios omnipotente y único estuvo instalada como religión
oficial en Roma, todo cambió. Se persiguió a los
que seguían con cultos a sus antiguos dioses condenándolos por paganismo. Aquí no se trataba de
ningún complot sino, a las claras, destruir cualquier creencia diferente. Roma ya no era la ciudad alegre con sus fiestas donde corría el vino y
hombres y mujeres se entregaban a placeres carnales en honor de los dioses y de la vida misma.
Cristiandad y feudalismo
T
Antecedentes Históricos
El cristianismo continuador entre épocas
S
egún La Eneida, Roma es fundada por hombres del mundo heleno. Cierto o no, la leyenda da razón de la cultura primigenia que
adoptaron los romanos, y junto con ella vinieron también los dioses griegos, que fueron renombrados al latín para absorberlos como propios. Según fue extendiéndose, Roma no tenía
una religión oficial, en el sentido en que estaba
admitida la libertad religiosa, cada cual podía
rendir culto al dios o dioses que quisiera. Los pueblos vencidos eran incorporados al imperio, a la
vez que llevaban a esas tierras la romanización. A
cambio recibía Roma esclavos y tierras, pero también incorporaban los dioses del pueblo vencido.
Esto hacía de Roma con su religión no oficial y
sincrética un paraíso de las creencias religiosas.
El cristianismo era un culto más en Roma, si
bien era seguido mayoritariamente por esclavos.
Fue perseguido desde tiempos de Nerón por un
supuesto complot de destruir Roma con un incendio que, la historia de los vencedores, nos ha
repetido la autoría del propio Nerón en su deseo
por culpar a los cristianos. Cosa que atenta contra el sentido común, pues, desde el reinado de
Calígula, los emperadores podían utilizar el po-
ras la caída del Imperio Romano de Occidente, se asiste a la convergencia de dos
fuerzas contrarias que darán forma a la
nueva época:
- Una fuerza centrífuga que provoca la descentralización en reinos feudales por toda Europa Occidental debido a las invasiones que se produjeron entre los siglos IX y XI: Todas las unidades políticas europeas se fragmentaron, y debido a la necesidad de protección militar se consolidó el feudalismo como sistema basado en vínculos de dependencia establecidos entre un superior feudal y su vasallo. El principio fundamental era la subordinación de una persona a otra,
con una estructura social rígidamente
jerarquizada en la cual el vasallo intercambiaba
independencia por protección.
- Y una fuerza centrípeta siendo la Iglesia cristiana la principal fuerza de cohesión que aglutina
al continente frente a las invasiones: la de los
vikingos desde el norte y de los húngaros desde
el este. Esta centralización del poder fue el principal elemento unificador durante la Edad Media.
El devenir de este fenómeno histórico condenado a fenecer, según Engels, se da por dos tipos
de condiciones:
- Unas subjetivas (cabría mejor decir de la psique colectiva): la lucha política y militar contra los
invasores por un reino unificado, nacional.
- Otras objetivas: por el contexto, en última instancia, de los siglos alto medievales, de formación
del feudalismo en toda Europa.
La Guerra de los campesinos
La reconstrucción del imperio
E
n la vida medieval lo político y lo religioso
estaban completamente ligados, y se daba
por sentado que el reino y el sacerdocio formaban jurisdicciones complementarias
dentro de la república cristiana. Por eso, aunque
se imponía en lo político la fragmentación del
poder, existía la exigencia, por parte de Roma,
de un orden universal, de una justicia suprema
que estuviera por encima de los intereses particulares, es decir la idea del renacer del Imperio
Romano. A favor de esto jugaba la religión cristiana de todos los que vivían en estas tierras, y
por tanto había un sentimiento generalizado de
comunidad cristiana cuando todavía habían de
pasar cientos de años para que se gestaran los
primeros estados nacionales.
En la alta Edad Media, Carlomagno construye un imperio que domina Europa Occidental,
ya a finales del siglo X estaba en poder de los
emperadores germánicos. Así se formó el imperio románico-germánico, cuyo trono secular era
regentado por el Emperador. De este modo, el
Papa tomó entonces la espada del César y aspiró
a ser César, pretendió instaurar en Europa un
poder político por encima de los locales poderes
de los señores feudales.
Antecedentes en el cambio de época
Contradicciones en el gobierno de la Iglesia
que concluyeron fue puesto en práctica. Es decir,
la Iglesia católica no permitió cambios en la autoridad, ni en la moral desarrollada por los teólogos escolásticos, ni en las pretensiones de gobierno universal.
Cambios en el pensamiento
P
ero, aparecen los primeros vestigios del
cambio; el nominalismo pondrá en cuestión los teoremas escolásticos. Una nueva teoría del conocimiento abrirá la luz a
una disposición distinta entre el hombre y el
mundo. La interpretación tendenciosa de
Aristóteles había llevado a la filosofía cristiana
medieval, con la Escolástica, a considerar que los
seres concretos se englobaban en categorías y que
conociendo las categorías -que tenían una existencia real- el hombre podía conocer el mundo.
El nominalismo pondrá en cuestión este conocimiento, dirá que las categorías son simples conceptos abstractos, flatus vocis. Mirando a lo concreto podemos conocer al mundo y generalizar
después, no descender desde la generalidad a lo
particular. Encabezados por el franciscano
Guillermo de Ockham, el acercamiento al problema de los universales desde el nominalismo
permitirá los futuros cambios de concepción del
mundo y el avance científico que se van a dar en
el Renacimiento. Se estaba desafiando con ello a
la estructura jerárquica y corporativa de la Iglesia de Roma. No en vano, la orden franciscana
estuvo a punto de ser declarada herética.
L
as pretensiones para conseguir los poderes
terrenales de la iglesia católica habían perjudicado la efectividad de la autoridad secular, al confundir el poder secular con el
espiritual. Los brazos de Roma llegaban a todas
las aldeas de todas las tierras cristianas, se imponía la sumisión a Roma, los impuestos, las
extensas posesiones de la Iglesia en toda Europa
libres de cargas, la inmoralidad de muchos eclesiásticos de todas las jerarquías del clero, y otras
cuestiones relacionadas con el desarrollo de las
monarquías nacionales, produjeron una gran animosidad en contra de la Iglesia católica.
Las intrigas palaciegas para conseguir ese poder absoluto universal llevó a un cisma y provocaron graves daños en la autoridad de la Iglesia,
dividiendo a sus partidarios en seguidores de uno
u otro Papa. Se reconoció la necesidad de una
reforma, y pese a los debates y los programas en
varios concilios universales, no se instituyó ningún cambio, excepto el de Letrán, y tampoco lo
III
Las revueltas anteriores
C
omo a todo régimen autoritario, al papado
con su interpretación exclusiva de la verdad le salieron rebeldes que ponían en cuestión la autoridad; John Wycliff en Inglaterra, pero sobre todo Juan Huss que difundió por
toda Bohemia una interpretación libre, al margen de la papal. Juan Huss hablaba en alemán,
la lengua vulgar, con lo que prendió fácilmente
entre los campesinos. Pero fue ejecutado por herejía en 1415, pero sus seguidores continuaron
durante dos siglos, sus fuerzas fueron reprimidas por las fuerzas combinadas del Papa y el Emperador.
La dureza y arbitrariedad del régimen feudal provocó a principios del siglo la revuelta
de los campesinos húngaros (1514), aplastada por el gobernador de Transilvania, Juan
Zapolya.
La Guerra de los campesinos
IV
La formación de los
estados modernos
Francia
E
n el lado político se estaba asistiendo a la
formación de los primeros estados, Francia fue el primero en superar la situación,
cuando Carlos VII acababa con la dominación inglesa, tras concluir la guerra de los cien
años. La Corona apenas dominaba tierra francesa, pues era un mosaico de condados, ducados y
delfinados. El feudalismo se disolvió de la siguiente forma:
- Primero con la creación del ejército permanente con caballería e infantería, donde era el
estado quien pagaba con regularidad este ejército nacional y sometido a una contínua disciplina para defender al estado. Maquiavelo ensalzará, ya en el siglo XVI, esta medida cuando abogaba por los ejércitos nacionales en detrimento
de las tropas mercenarias o de ejércitos auxiliares aliados.
- Segundo, una vez creado y consolidado el
ejército nacional, Luis XI, hijo de Carlos VII, aprovechó la paz para deshacer el feudalismo cuando derrotó a una liga de señores coligados mediante juramento contra él, reprimió cruelmente las rebeliones confiscando los feudos y por
usurpación el rey se adueñó de Anjou, Provenza y
Borgoña, que reservó para la Corona.
- Tercero con la extensión del estado administrativo, Luis XI creó el servicio de Correos para todos los
ciudadanos, y aumentó el poder del estado llano participando más en el gobierno cameral en detrimento
de los nobles.
Con todo esto, Francia superaba el feudalismo a finales del siglo XV y se convertía en el primer estado moderno.
España
T
ambién en la península ibérica se asistía a
la unificación de diversos reinos cristianos
en un estado emergente con el nombre de
España. El proceso de España como estado
moderno es todavía más vertiginoso que el caso
francés atendiendo a las dificultades de dicho
proceso. A la muerte de Enrique IV, Isabel, su
hermana, se hizo proclamar reina de la corona
de Castilla.
La nobleza castellana se rebela contra la injerencia de Fernando. Acabada la guerra, Fernando sube al trono de Aragón, con lo que se reúnen
las dos coronas en una.
Pero, la derrota de los nobles no fue un freno
al proceso del estado moderno, porque la Corona se fortaleció durante la guerra ya que se aprovechó para reorganizar el gobierno interior:
- En 1476 se crea la Santa Hermandad que
era una especie de guardia civil compuesta de
2000 hombres a caballo y otro tanto pie, con autoridades propias y con procedimientos rápidos
y rigurosos y con penas severas.
- Se cambió el modelo impositivo anterior que favorecía a los nobles y se prohibió la acuñación privada de moneda.
Los nobles se sublevaron, pero fueron aplastados de nuevo, aquellos que se sometieron fueron perdonados, castigando a los que no lo hicieron.
A continuación el siguiente paso fue el de la
incorporación de los maestrazgos a la Corona,
forzando a las órdenes militares a ceder su soberanía. Más importante fue el restablecimiento de
la Santa Inquisición que ya funcionaba en
Aragón desde el siglo XIII, cuyo papel fue decisivo a expulsar a 165000 judíos conversos de España y posteriormente a los moriscos.
La Guerra de los campesinos
V
MAPA
La compleja situación de Alemania
La Alemania política;
mosaico de tierras
E
n el occidente estaban formándose los estados modernos. En el otro lado, en el
este, Polonia-Lituania aparecía como un
estado poco consolidado y con estructuras del bajo medioevo. En el sur un fenómeno de
ciudades-estado venían funcionando con una
prosperidad amenazada por el imperio otomano.
Sólo en el sudeste otro estado parecía sólido; el
reino de los Habsburgo Austria-Hungría.
La evolución histórica del siglo XV en Alemania llevó a la desmembración del Reich y a la
desactivación del poder imperial, el cual fue perdiendo una serie de atribuciones y derechos que
recayeron en los príncipes y los nobles, mermando la autoridad del monarca alemán en favor de
los grandes señores (Herren). Existían casi cuatrocientas unidades políticas: ducados, condados,
principados, obispados, ciudades libres, abadías,
cada uno de ellos independiente en su régimen
interno. Algunos landgravios eran regentados por
un príncipe, otros por obispos o arzobispos y el
caso de las ciudades imperiales que sólo debían
obediencia al emperador y no al príncipe del lugar. La situación era anárquica y complicada. La
Reforma suministrará una nueva teología de la
autoridad política y de la relación entre el hombre cristiano y la autoridad.
Los grandes príncipes, unos cuarenta en total, querían unificar sus territorios para lograr
una organización administrativa eficiente. Las
ciudades imperiales, más de setenta, eran bastante prósperas. Junto con estas dos instancias
privilegiadas se encontraban los caballeros
(Ritter) y los campesinos, que habían empeorado de condición: los primeros por los cambios
experimentados en el arte militar y por la depuración de su puesto social, y los últimos porque
en ellos recaían todas las exacciones de las clases sociales propietarias.
Habían nuevos elementos de cultura que iban
invadiendo Alemania durante el siglo XV que trajeron la pérdida de la sencillez de las viejas costumbres, se produjo un aumento de las relaciones mercantiles que se tradujo en un aumento
de la riqueza nacional. Sin embargo la riqueza
no llegaba a todos, el lujo desenfrenado señoreó
en esta época y era el signo externo, pero inequívoco, del empobrecimiento de otras clases sociales. La nobleza inferior que había perdido su antigua importancia militar y se vió desposeída de
sus medios para conservar su forma habitual de vivir también formaban parte del malestar general, resultado del desequilibrio económico entre clases. Por
otro lado, Alemania vivía en fermento espiritual donde proliferaban los heresiarcas como Juan Huss,
Wicleff o Savonarola. En lo político, el Imperio
estaba acosado por la conciencia de sentimientos étnicos y nacionales.
En cuanto al contexto social, el sistema feudal estaba siendo amenazado por el crecimiento
de una nueva clase, la burguesía, interesada en
el comercio y el intercambio. Los pequeños pueblos se iban convirtiendo en centros urbanos, y
el nuevo clima de conexión mercantil con el exterior favorecía un nuevo sentimiento de independencia de los señores feudales.
La Guerra de los campesinos
VI
Lutero
la Reforma
Cuando el oro en la caja resuena
el ánima del Purgatorio salta fuera....
D
icen, que al escuchar a los pregoneros de
la indulgencia, en las plazas y los mercados alemanes, acompañaban la petición de
limosnas con redoble de tambores.
Alberto de Brandeburgo, arzobispo de
Magunzia, fue encargado por el papa para la
misión de predicar las indulgencias, el objeto de
esto fue la financiación de la gran obra de los
papas Julio II y León X: la construcción de la
basílica de San Pedro en Roma, a cambio el arzobispo se quedaría con el cincuenta por ciento.
Éste nombró a su vez al dominico Juan Tetzel
para que dirigiera esta empresa por toda Alemania. Tetzel al llegar a Wittenberg, Lutero le tildó
de ser el «principal traficante» de la redención de
los pecados. El dominico le retó a la prueba del
agua y el fuego y Lutero, con sorna, respondió:
«Me tienen sin cuidado tus rebuznos de asno; te aconsejo el vino en vez del agua, el aroma de un ganso
bien asado...».
La rebelión espiritual, aunque comenzó entre monjes que no aceptaban la discriminación
de privilegios en cada congregación, llegó hasta
la negación de la autoridad pontificia y la discusión de las verdades más fundamentales del dogma católico. El comienzo se sitúa en el 31 de oc-
tubre de 1517, cuando Lutero se convirtió en una
figura pública y controvertida al exponer en la
puerta de la iglesia de Todos los Santos de
Wittenberg sus 95 tesis o proposiciones escritas
en latín contra la venta de indulgencias.
La Reforma pudo darse por la distinta situación política: la trascendencia de los movimientos reformistas se debió a que coincidieron con
los de creación del estado moderno en Occidente, con la consolidación del absolutismo y del nacionalismo, que suplantarán el universalismo
(catolicidad) hasta entonces imperante. Las nuevas naciones son producto de una ideología que
ya no es católica, en el sentido político, que va
más allá del «manor» o señorío feudal, pero sin
llegar a ambicionar al Imperio, como hasta entonces; una ideología a la que la concepción católica (imperial) de la Iglesia romana le estorba,
y que desea iglesias nacionales, para no depender del Pontífice romano, que comienza a ser visto
como una potencia extranjera, y su Iglesia como
una quinta columna. Por otra parte las inmensas riquezas acumuladas por esa Iglesia y sus
órdenes monásticas serán incentivo para la conversión a las nuevas ideas religiosas de los príncipes.
Tras la muerte de Maximiliano I en 1519, las
riendas las toma su nieto Carlos V que, ya era
rey de España desde 1516, llevando a Alemania
a una situación altamente inestable, de un lado
los príncipes no pudieron impedir el acceso al
trono de Carlos V en detrimento de Francisco I
de Francia, de otro lado Carlos V se vió obligado
a conceder a los príncipes revitalizar el Consejo
permanente del Imperio a pesar de que sus ideales eran imperialistas de dominación universal.
Dada la disociación política del imperio, la defensa de la independencia de los gobernantes
respecto de la Iglesia le ganó a Lutero el apoyo
de muchos príncipes. Pero el Emperador estaba
tratando de crear un estado absolutista universal en lugar de nacional, no pudiendo llevarlo a
cabo por la continua oposición de los señores feudales, aglutinados por la idea nacional, ni por su
necesidad de combatir la amenaza turca, que lo
obligaron a continuas negociaciones con aquellos a los que, para llevar a cabo su idea imperial,
habría debido someter.
El Emperador y el Papa tenían las manos atadas por la política internacional, pues de la lucha contra el imperio otomano pendía la supervivencia de Occidente, lo que les obligaba a lograr la cooperación de los príncipes cristianos. El
factor de la amenaza otomana propició la Reforma, que respondía esencialmente a un cariz po-
La Guerra de los campesinos
lítico y no tanto religioso.
La Reforma contenía argumentos teológicos
sutiles que no hubieran tenido que ser importantes, sin embargo emergió un odio que acabaría en la más sangrienta de las guerras entre príncipes cristianos conocidas hasta entonces, la de
los Treinta Años, por nimiedades. Nimiedades
en apariencia, porque detrás estaban dos razones de estado:
-Una, la descarnada realpolitik, la constitución
del Estado Absolutista moderno y la derogación
de la idea unitaria de Europa, ya se la propusiera
como cesaro-papismo (por el Emperador) o como
hierocracia (por el Pontífice romano). Ésta fue
ejercida por los príncipes.
- Y otra, la exclusividad de la verdad en manos de un poder centralizado que no admitía
discusión. Ésta fue ejercida por el emperador
y el papa.
El Emperador, para evitar la disgregación política, intenta lograr la paz religiosa mediante la
intervención pública, por medio del órgano deliberante supremo del Imperio, la Dieta; acciones
a las que el Papado se opone bajo cuerda, tanto
para evitar la intromisión abierta de los príncipes en lo religioso, como el fortalecimiento del
Emperador hasta un punto en que el Papa dejara de ser árbitro de la política europea.
Carlos V llamó a comparecer a Lutero ante el
parlamento para que se detractase de su doctrina, a lo que él se niega. Carlos V promulgó el
edicto imperial de Worms donde se condena
como hereje a Lutero y sus partidarios, así como
prohibir la propagación de sus heréticas doctrinas, de esta manera el emperador inició una lucha contra una parte importantísima de su población, complaciendo con ello al papa León X.
Lutero logra salvarse de las consecuencias gracias a que el Príncipe elector (miembro y decano
de la Dieta) Felipe de Sajonia lo esconde, de incógnito, en su castillo de Wartburgo. Pero el movimiento religioso que había desencadenado
Lutero se escapaba de su dirección y dominio.
Los predicadores «evangelistas» estaban difundiendo la nueva doctrina y las nuevas fórmulas
interpretativas, buscando en la Biblia el programa que apoyara sus inquietudes espirituales y
aspiraciones revolucionarias dentro de un gran
hervidero social y religioso.
La nobleza inferior estalla, Franz von
Sickingen y Hutten dos caballeros imperiales
unen las ligas del Rhin y del Main para un alzamiento en pro de la libertad religiosa del país y
en contra de la tiranía de los príncipes, que tendrá el apoyo de la burguesía. Las ciudades se
VII
adhirieron a la revuelta, poniendo sítio a Tréveris,
regentado por un arzobispo encarnizado enemigo de la reforma. El emperador propició la unión
de todos los príncipes renanos quienes acabaron
con la revuelta de los caballeros. Clemente VII,
el nuevo papa, saca el mejor provecho de la situación cuando, en Regensburgo (1524), acuerda con los príncipes y obispos, a cambio de unas
concesiones al poder civil sin importancia, unirse contra toda discrepancia religiosa. Como Alemania se desangraba el Consejo forzó a suspender el edicto de Worms, una nueva Dieta, reunida en Spira en 1526, para instaurar la paz religiosa en el Imperio, acordó que cada príncipe
podría determinar la religión de su territorio
(cuius regio, eius religio).
Pero el nuevo papa Adriano VI, contrario a
los desórdenes religiosos que día a día conseguían
reducir la influencia católica romana en tierras
alemanas, presionaba al Consejo para volver a
las persecuciones. Se convoca en 1529 la Dieta,
también en Spira, derogó dicho principio y prohibió la difusión de la religión evangélica, por lo
que los príncipes minoritarios, 6 en total, y 14
ciudades del Imperio, presentaron una
protestación formal, afirmando que cada quien
debía en cuestiones de religión seguir su conciencia. En esta situación tan delicada los campesinos se sublevan con aspiraciones económicas y
sociales y de unir a sus aspiraciones la libertad
religiosa.
Causas directas de la
Revolución de los Capesinos
L
a primera era la miserable condición económica en que vivían los campesinos, pero
hay que añadir la continua presión de aumento de cargas contra los campesinos
para sostener un lujo que llegaba hasta las aldeas y que se había extendido por las ciudades
alemanas en el siglo XV y XVI. Pero para conseguir mayor riqueza de la tierra y los campesinos
pudieran pagar se necesitaba un cambio en la
manera de cultivar el campo. Los campesinos se
oponían porque exigían el libre uso de bosques y
pastos, pero los señores no lo aceptaban porque
preferían seguir usándolas como dominios de
caza o para su propio disfrute, en vez de concederlo aumentaban sus exigencias de tributos.
Pero, sin embargo, no era la primera vez que
los campesinos se sublevaban, pues en el siglo
XV y principios del XVI se habían sucedido levantamientos sin unidad debido al cantonalismo
VIII
La Guerra de los campesinos
político de Alemania, pero con la Reforma la
unión de aspiraciones económico-sociales con los
religiosos hizo que, practicamente, todas las comarcas se vieran involucradas en levantamientos campesinos o urbanos. Los campesinos eran
impulsados por predicadores radicales y fanáticos a una guerra santa, pues estaban convencidos que las reinvidicaciones estaban sostenidas
por el Evangelio. Aún así la guerra de los campesinos no es el resultado de los movimientos de la
Reforma, es verdad que la Reforma sirvió de
gluón en los movimientos campesinos para que
tuvieran un carácter general en todo el imperio,
pero los movimientos de reforma religiosa, tanto protestantes como católicos, no fueron, pese a
su importancia, de carácter general, es decir, no
involucraron a toda la población, sino que fueron particulares de las clases dominantes.
Las tensiones sociales latentes desembocaron
en sublevaciones abiertas en los momentos en
los que los factores de conflictividad alcanzaron
un alto grado de condensación y se añadieron a
ellos precipitantes coyunturales. El cuadro de las
alteraciones populares de la época ofrece la posibilidad de distinguir entre revueltas urbanas y
campesinas, aunque en la práctica ambos fenómenos aparecen frecuentemente relacionados
entre sí, por lo que apenas existieron movimientos completamente puros, de hecho, las sublevaciones de mayor magnitud de los campesinos
vinieron acompañadas de disturbios producidos
por el proletariado de las ciudades e hicieron de
éstas un hecho sin precedentes en la historia. Sobre un fondo general de profundas diferencias
sociales, las causas detonantes más frecuentes
de las revueltas eran los abusos señoriales, la
presión fiscal y las carestías.
Las revueltas precedentes
D
esde el motín del timbalero de
Niklashausen en 1476, no cesaron los levantamientos de los aldeanos en la región
de los Alpes, Frisia, Franconia, Turingia,
La Renania superior y Suabia. Dos de los más
importantes movimientos fueron en 1502 con el
nombre de «Bundschuh» (La Sandalia) y el de
1514 conocido como del «Pobre Conrado» en
Wurtemberg. Hubo otro movimiento que, llamado «liga de campesinos», se extendió por Estiria,
Carintia y Carniola, donde después de varias tentativas aisladas se efectuó en 1515 el alzamiento
contra la nobleza, con terrible violencia que tuvo
que ser sofocado, después de luchar varios meses,
por las huestes del emperador Maximiliano I.
T. Münzer
Thomas Münzer
L
a alta nobleza alemana, partidaria o no
de las nuevas doctrinas, se encargó de
ahogar en sangre el levantamiento de los
campesinos, que habían encontrado en la
Biblia los puntos básicos de sus aspiraciones redentoras. Hubo movimientos agrarios con reclamos estrictamente sociales. Otros postulaban una
reforma evangélica de la sociedad o predicaban
posturas radicalmente igualitarias, proclamando un comunismo bíblico o la comunidad de las
mujeres.
Lutero era respetuoso del orden feudal y la
autoridad ya que el Evangelio sólo hablaba de
salvación espiritual, pero hubo quienes extrajeron consecuencias sociales de unos principios
germinalmente revolucionarios: los anabaptistas
y reformadores radicales como Thomas Münzer,
quien estaba convencido de las capacidades
transformadoras del nuevo credo, predicó entre
los campesinos el exterminio de los enemigos de
Dios y la comunidad de bienes. La iluminación
interna del espíritu era capaz de realizar la utopía democrática, con una sociedad sin necesidad
de Iglesia, de Estado o, en su expresión más
radicalizada, de propiedad privada.
La revuelta de los anabaptistas emergía en
un contexto histórico donde Lutero siete años
antes había hecho públicas sus 95 tesis y la reforma protestante ya había prendido en el norte
de Alemania y Sajonia y extendía su influencia
hacia el sur. No creían en la salvación por las
La Guerra de los campesinos
obras, apartándose con ello de Lutero, sino que
enseñaban que si la salvación era genuina produciría buenas obras, lo que equivalía a admitir
el cambio de sociedad por medios violentos, ya
que era un ideal justo. Los anabaptistas se puede
decir que constituyeron el «ala izquierda» de la
Reforma. Su doctrina reformista arrancaba de
Lutero, a través de sus discípulos Münzer, Stork
y Karlstad. Los católicos romanos, luteranos y
zuinglianos consideraron a los anabaptistas como
radicales peligrosos, que amenazaban con la
anarquía en la Iglesia y en el estado, procuraban, por tanto, extirparlos por la fuerza. A fines
de la década de 1520 y a principios de la de 1530,
centenares de anabaptistas fueron muertos, bien
que fueran ahogados, decapitados o quemados
vivos.
Predicadores reformados que recorrían ciudades y burgos, provincias y aldeas, una Biblia en
la mano, explicando que los libros santos condenaban los diezmos y todos los impuestos.
Thomas Münzer desarrolló una intensa actividad e invitó a los príncipes alemanes a que se
rebelasen contra Roma y contra el Imperio. En
julio de 1524 declara la hora en que los tiranos
van a ser eliminados físicamente para instaurar
el reino milenario de Cristo, un reinado de la justicia.
«¡Queridos hermanos, combatid el combate del Señor!. El poderoso quiere hacer su juego: la última hora
de los malvados sonó. ¡Adelante, que el hierro está candente!. Que la espada, empapada de sangre, no tenga
tiempo de enfriarse. Derrumbemos los castillos y sus
moradores. ¡Dios está con vosotros; vamos, vamos!».
Münzer había unido íntimamente las nuevas
tendencias políticas con las ideas de la reforma
IX
religiosa, retomaba la doctrina de los primeros
cristianos: fraternidad universal, comunión de
bienes. Quería sustituir con el reino de Cristo al
carcomido imperio. El culto sensible sería abolido en el nuevo reino, toda ley exterior, todo poder seglar; los hombres son todos iguales, comunes sus bienes, no tendrá cabida el dinero en el
nuevo reino. Los propietarios y señores que se
opusiesen al reparto de los bienes serían decapitados: «¡tiranos -decía Münzer- que quieren extirpar la fe cristiana, deben ser eliminados!». Deleitados
con sus discursos entusiastas, los campesinos se
apretujaban, a millares, alrededor del nuevo profeta, que les anunciaba la creación del reino de
Dios en la tierra, con la abolición de los privilegios y de los derechos señoriales. El igualitarismo
promulgado y la sensualidad desatadas adquirieron derecho de ciudadanía bajo la forma de
justificaciones ideológicas y doctrinarias. Decía:
«Todos somos hermanos, ¿de dónde, pues, la riqueza y
la pobreza?. Entregadnos ricos del siglo, avaros
usurpadores, entregadnos estos bienes que retenéis injustamente». Cuando entraban en una aldea decía a los campesinos: «queridos hermanos, ¿hasta
cuándo estaréis dormidos?», incitando a asesinar a
los príncipes y señores. Incendiaban iglesias y el
campesinado le seguía. «Los campesinos de Eichsfeld
se han divertido no poco con sus señores. ¡Imitadlos!.
Mientras quede un noble con vida viviréis con temor».
Estalla la rebelión armada, y Münzer, cura católico franciscano, se convierte en profeta y guerrero,
líder campesino que decía poseer la espada de
Gedeón, demostraba a los campesinos que el
cambio de sociedad era posible a través de la violencia atacando las bases de la sociedad para
sustituirlas por otras basadas en el comunismo
religioso. El movimiento de Münzer deponía a
los párrocos, destruía los conventos, asaltaba las
fortalezas y castillos de los nobles. Enemigo de
toda jerarquía y orden social, Münzer llevó la desolación desde los montes de Turingia hasta el
Harz. El elector de Sajonia fue el primero en perseguir a su movimiento. Pero tras Sajonia, la revolución anabaptista prendió en Turingia. En los
condados de Mansfeld, Stolberg, Schwarzburg,
Eischfeld, Hesse y Brunswick todas las poblaciones se sublevaban y pedían la libertad completa.
Es claro que Lutero hace una incondicional
defensa del poder temporal y condena la rebelión de los campesinos, razón por la cual fue llamado «adulador de príncipes», Thomas Münzer, se
pone a la cabeza de la misma y es aplastado por
fuerzas conjuntas de católicos y protestantes.
Lutero escribe un duro panfleto: «Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos».
X
La Guerra de los campesinos
Acusa a los campesinos de realizar una «obra
diabólica» y a Thomas Münzer de «archidiablo»,
«que no hace otra cosa sino robos, asesinatos y derramamiento de sangre». Los revoltosos han cometido «tres horribles pecados contra Dios»: juraron fidelidad a la autoridad y ser súbditos obedientes y
se levantaron contra sus señores; provocan la rebelión, roban y saquean; y, finalmente, encubren
todos estos horrendos y crueles pecados con el
Evangelio.
Lutero en 1525 escribiendo a los nobles, en
un lenguaje furioso, contra estos grupos decía:
«Que sean aplastados, asfixiados y apuñalados tanto
en público como en privado por cualquiera que pueda
hacerlo, así como se mata a golpes a un perro rabioso.
La magistratura que vacila, peca; ya que no satisface a
los campesinos pertenecer al diablo. Sino que arrastran
a muchos piadosos a su perversión y condena. Por lo
tanto, apreciables señores, matad cuantos campesinos
podáis: disparen, apuñalen, aplasten, y estrangulen a
todos los que puedan. Feliz si mueres en el empeño,
mueres en obediencia a la Palabra divina; no se puede
obtener muerte más bendita.».
Lutero recomienda a las autoridades afirma
que no se opondrá a que se «golpee y castigue a
estos campesinos sin ofrecerles previamente justicia ni
equidad». Si un príncipe o señor «no castiga con la
muerte o con el derramamiento de sangre es culpable
de todas las muertes y de todos los males que cometan
esos canallas». «Un príncipe puede ganar el cielo derramando sangre mejor que otros rezando». La rebelión es intolerable, y «un buen cristiano tendría que
sufrir cien muertes antes que comprometerse en el asunto de los campesinos».
Los príncipes se unieron al emperador, católicos y reformistas, para sofocar la revolución. Jorge
de Truchess, general en jefe del ejército imperial, el
elector palatino y el de Tréveris, sofocaban la rebelión del SurOeste. Al llamamiento de Lutero acudieron el landgrave Felipe de Hesse, Jorge de
Sajonia, Enrique de Brunswick y otros príncipes
aliados se dirigían a Frankenhausen con 6000 caballeros. El 15 de Mayo de 1525, los hombres de
Münzer mal armados no pudieron con el ejército
de los príncipes. Los señores aplastaron 5000 campesinos y todos los prisioneros fueron decapitados.
Una vez que los campesinos son derrotados,
Lutero es considerado el responsable intelectual del
sangriento aplastamiento, y escribe en julio de 1525
la «Carta sobre el duro librito contra los campesinos»
buscando justificar su postura frente a la rebelión.
Se defiende de la acusación de «adulador de príncipes» afirmando que su anterior librito «no dice lo que
merecen los señores, sino lo que merecen los campesinos y
cómo se les ha de castigar; y con esto no he adulado a
nadie»; «tampoco quise apoyar con mis palabras a los
furiosos tiranos ni alabar su saña».
A Münzer no lo mataron enseguida. Al principio, seguía diciendo que su intención era liberar a toda Alemania del yugo de los príncipes.
Pero, tras el procedimiento habitual en estos casos de la Iglesia Católica, Münzer reconoció sus
errores tras ser torturado, que los campesinos se
dejasen de revueltas, de ser propagador de blasfemias y herejías contra los dogma de la iglesia
católica de los que, ahora, los reconocía como infalibles. En la plaza de Mülhausen y tras el escarnio público fue decapitado para gloria de Dios.
La Guerra de los campesinos
XI
La Revolución de los Campesinos
El inicio de la revuelta.
E
l 24 de junio de 1524, bajo la dirección de
un osado camarada, Hans Müller von
Bulgenbach, los campesinos del
Landgraviato de Stuhlingen aparecieron
en armas, en el patio del castillo señorial; querían completa emancipación de sus señoruelos
los condes de Lupfeu. Esta sublevación de los
campesinos al sur de la Selva Negra se considera
históricamente como el inicio de la guerra de los
campesinos que, en este caso, no parece haber
ningún motivo religioso sino sólo los puramente
sociales. La autoridad de Hans Müller no tardó
en extenderse a la mayor parte de Selva Negra,
donde fue proclamado jefe de la Gran Fraternidad Cristiana. Creyendo ellos firmemente que el
clero sólo perpetuaría el cobro de impuestos y la
opresión; juraron destruir todos los castillos, monasterios y todo aquello que fuese eclesiástico.
En el Allgäu el programa de revolución agraria se concreta en los «doce artículos». Se pedían
en éstos que la comunidad pudiese elegir y deponer a los párrocos, la predicación simple del
Evangelio, la abolición del diezmo sobre el ganado y la prestación personal, la supresión del
derecho de caza y la disminución de los tributos;
todas estas exigencias las fundamentaban en la
Sagrada Escritura. Fueron impresos en Ulm el
19 de Marzo de 1525 extendidos de boca en boca,
prendiendo como la pólvora, se extendió favorablemente en todas partes. Este movimiento se
propagó rápidamente por Austria, El Tirol,
Alsacia y la Renania media. Una hueste compuesta de antiguos súbditos del Conde palatino, de
los obispados de Magunzia y Würzburgo, de los
caballeros de la orden teutónica y de otros muchos nobles engrosaron un ejército evangélico rebelde que eligieron a un posadero como jefe; Jorge Metzler. Otro movimiento en el Odenwald
nombró jefe suyo a un caballero imperial; Florian
Geyer. En el condado de Hohenhole se puso a la
cabeza de los campesinos el excanciller del conde del lugar; Wendel Hippeler. En Heilbronn se
puso a la cabeza un tabernero de carácter indómito y feroz; Jäcklein Rohrbach.
De este modo, los movimientos eran numerosos y faltos de dirección y disciplina, el
cantonalismo no permitía superar esta situación.
En la mayoría de los casos, se entregaban a los
más salvajes excesos de saqueo, incendio y muerte. Suabia, Franconia, Odenwald, fueron luego
completamente conquistados por la insurrección.
Sólo en Franconia, en poco tiempo, 295 monasterios y castillos fueron saqueados. Sacerdotes y
nobles eran degollados o torturados de las maneras más crueles. Los pequeños señores oponían, al principio, sus pequeñas fuerzas, de las
cuales muchas desertaban.
La revolución se
hace democrática.
n muchas de las ciudades se exigía que
el clero renunciase a sus privilegios, a la
exención de impuestos que gozaba y a
cesar la competencia industrial de algunos establecimientos religiosos. Trataron de democratizar el régimen municipal y el proletariado de las ciudades pretendieron la repartición de
los bienes de la Iglesia y de los ricos. Heilbronn,
Wimfen, Dinkelsbrühl, Rotenburgo y otras ciudades menores se pusieron de parte del movimiento agrario. En Magunzia la población exigió la renuncia del arzobispo a sus derechos de
soberanía y en Tréveris el consejo municipal elegido popularmente se puso a la cabeza del movimiento urbano.
Las ansias de libertad democrática, la vida
en comunidad, la repartición de bienes está
en la línea de la Utopía de Thomas More y del
humanismo emergente, pero la supera con creces en doble sentido, en el ideológico ya que
los campesinos fuerzan un cambio más radical en las estructuras de la sociedad y en el
práctico ya que la traen a la tierra donde todos viven, mientras la isla Utopía no está concebida para cambiar de forma real los pilares
de este mundo.
E
XII
La Guerra de los campesinos
Lutero condena la revuelta
«El burro pide palos y el pueblo quiere que se le gobierne
con fuerza»
(Lutero).
L
utero redacta varios escritos condenando
la revuelta. Su texto Exhortación a la paz en
contestación a los doce artículos del campesinado de Suabia, de 1525, considera que los
príncipes y señores son la causa de «esta desgracia
y esta rebelión», ya que explotan y cobran impuestos excesivos para satisfacer sus lujos, y el «pobre
hombre común» no puede soportar esta situación.
Los señores son la causa de la cólera divina que
se manifiesta en los campesinos amotinados, y
éstos son «el mismo Dios que se alza para castigar
vuestro furor».
Aconseja a los príncipes que cedan ante la
cólera de Dios «para que no salte la chispa y arda
toda Alemania». Considera que algunos de los doce
artículos de los campesinos son «justos y equitativos», y la autoridad no ha de oponerse a las enseñanzas del Evangelio ni «aprovecharse de los súbditos en beneficio propio» con cargas como la servidumbre y los impuestos.
Dirigiéndose a los campesinos: «el que la autoridad sea mala e injusta no excusa el motín o la rebelión. Castigar la maldad no corresponde a cualquiera
sino a la autoridad secular, que lleva la espada». La
rebelión de los campesinos va «contra el derecho
cristiano y el Evangelio». Es verdad que la autoridad obra injustamente «al poner trabas al Evangelio y al imponer cargas», pero es mayor la injusticia
cometida por los campesinos pues le arrebatan a
la autoridad su poder: son «mucho más ladrones».
Citando a Mateo, Lutero afirma que «no hay
que resistir al mal ni a la injusticia», hay que «desear
el bien a los que nos ofenden, rezar por los que nos persiguen, amar a nuestros enemigos y devolver bien por
mal». En síntesis, «el derecho cristiano consiste en no
resistir a la injusticia, en no desenvainar la espada, en
no defenderse, en no vengarse, en ofrecer el cuerpo y los
bienes para que los robe el que los quiera. Sufrimiento,
sufrimiento, cruz, cruz, es el derecho de los cristianos».
Los campesinos deben soportar las injusticias
o de lo contrario abandonar el nombre de cristianos, porque no les corresponde «reclamar derechos ni luchar, sino sufrir la injusticia y soportar el
mal».
Los campesinos rebeldes son canallas, asesinos sedientos de sangre, malvados, ladrones,
arrogantes, desleales, perjuros, desobedientes y
«blasfemos contra Dios y no hay ninguno entre ellos
que no haya merecido la muerte diez veces sin ninguna
misericordia». La ira y la severidad de la espada
«son tan necesarias en el pueblo como la comida y la
bebida».
Lutero hablaba como si fuese el pregonero de
la razón del poder establecido: «Un asesino u otro
malhechor deja subsistir la cabeza y la autoridad, sólo
ataca a sus miembros o a sus bienes; incluso teme a la
autoridad». Por el contrario, el rebelde ataca a la
cabeza misma y «su delito no puede compararse con
el del asesino», ya que los otros crímenes son actos
individuales, mientras que «la rebelión es el diluvio
de todos los crímenes», razón por la cual «la rebelión
no merece ningún juicio ni gracia» y «no hay otra cosa
que hacer sino degollar cuanto antes al rebelde y darle
su merecido. Un asesino no hace ni merece un mal semejante». Nadie debe luchar ni combatir contra
su superior, pues a la autoridad se le debe obediencia, honor y temor, y «es mejor que los tiranos
le hagan cien injusticias a que el pueblo le haga una
sola a los tiranos». Aunque la autoridad sea mala,
aunque gobierne un canalla, no lo hace por su
maldad, «sino por causa de los pecados del pueblo», y
el pueblo no ve sus propios pecados.
Lutero se comportó como el peor lacayo del poder establecido y traiciona de forma vergonzosa
a los campesinos, ya que, de alguna manera, el
movimiento campesino se nutre de la reforma.
Las espadas ya estaban en alto, los príncipes que
gobernaban tierras donde no había llegado aún
la rebelión llegaban a acuerdos con el emperador (su enemigo político por los derechos de soberanía) y los caballeros imperiales de las ciudades libres (habituales enemigos que litigaban militarmente y aliados sometidos a obediencia al
emperador) para acabar con la rebelión, así que
pusieron fin a sus litigios particulares uniendo
sus fuerzas.
Los campesinos reconocieron la necesidad de orden y disciplina para enfrentarse a enemigos mayores que los señores locales y, a instancias de Hippeler,
eligieron como jefe supremo a Götz von
Berlinchingen, caballero imperial muy querido
por ellos por su odio al clero y a los príncipes.
Éste aceptó el mando por un mes. A principios
de Mayo de 1525 Götz se presentó con el ejército
de la liga ante Würburgo siendo recibido en la
ciudad con entusiasmo después de haberla rendido. Después sitió la fortaleza de Frauenberg
(Marienberg) donde los príncipes y los caballeros de la Franconia habían reunido todas sus
fuerzas al mando del margrave Federico de
Brandeburgo y de Sebastián de Rotenhau.
La Guerra de los campesinos
La derrota y la represión.
T
ras el aniquilamiento de las fuerzas de
Thomas Münzer en el Norte, se lanzaba
una poderosa campaña contra los rebeldes, en Lorena por el duque Antonio de
Lorena; en Suabia, el jefe de la fuerza imperial
de la liga de Suabia, Jorge Truchsess de Waldburg
derrota completamente a los campesinos en
Böblingen, asolando después todo el país.
Weisberg fue reducida a cenizas con sus cinco
aldeas adyacentes, siendo algunos de sus habitantes quemados a fuego lento.
Mientras tanto, en Heilbronn una comisión
de campesinos a instigación de Hippeler proponían un proyecto de constitución que representaba una reforma completa del imperio donde
se recogía la disminución de los impuestos y la
confiscación de las propiedades eclesiásticas para
indemnizar a los señores por la reducción de sus
rentas; también se recogía una reforma general
en sentido democrático que dotaría a Alemania
una nueva base social y jurídica. Este intento de
acercamiento de los campesinos se puede explicar por el agotamiento en las posibilidades de
vencer tras el rechazo de Lutero y la unión entre
los príncipes y el emperador.
XIII
Truchsess, tras la cruel represión en Suabia
une sus fuerzas a la del elector del Palatino y al
de Tréveris para cargar contra la liga de Götz,
que estaba sitiando Frauenberg. Un ejército de
8000 peones y 2500 jinetes disolvieron las huestes campesinas. Ante tal poderoso ejército
Metzler se opone heróicamente con sólo 2000
campesinos en Königshoten, donde fueron todos los prisioneros pasados a cuchillo el 2 de Junio. Los campesinos de la cuenca del Rhin-medio fueron aniquilados por el ejército unido del
Palatinado y de Tréveris cerca de Pfeddersheim
el 24 de Junio.
Terminada la insurrección, los obispos y los
señores se toman la justicia por su mano; en
Würzburgo se tortura y ejecuta. En Kitzingen se
sacaron los ojos a 57 personas. La represión en
Suabia se calcula en más de 10.000 víctimas. Más
de cien mil campesinos perecieron a causa de la
represión.
El movimiento urbano de Schweinfurt,
Bamberg y otras poblaciones compraron, mediante contribuciones, su perdón. En Rotenburgo
los caudillos de la rebelión fueron decapitados.
Götz estuvo encarcelado dos años en cárcel y luego en el castillo de Hornberg; Hippeler murió en
prisión.
XIV
La Guerra de los campesinos
Después de la guerra de los campesinos
D
espués de 1525 los nobles alemanes tomaron a su cargo la lucha por la Reforma, que
concordaba claramente con sus intereses
de clase y sus apetencias económicas y les
ofrecía nuevas garantías para mantener su independencia territorial frente a las pretensiones autoritarias y unificadoras de su emperador católico. La unión entre el luteranismo y la aristocracia alemana se efectuó también a través de la
secularización de las propiedades eclesiásticas.
Huyendo de la represión se desarrolló en Suiza la secta de los anabaptistas, pasando luego a
Alemania y los Países Bajos. La última gran sublevación en Münster fue reprimida por un ejército imperial en 1535.
La complicada situación del imperio no prosperó con el cambio de la guerra de los campesinos, al revés, en el plano de las revoluciones hubo
de esperar cientos de años en Alemania para
alumbrar una revolución de magnitud considerable y en cuanto al propio imperio, aumentó el
poder del emperador Carlos V quien tuvo que
recordar al papa que él también era designado
para gobernar en la tierra a todos los cristianos.
El papa Clemente VII, por su parte y quien aspiraba a ser César de la cristiandad también, llevado por estos intereses políticos constituyó la Santa Liga de Cognac (mayo de 1526) entre Roma,
Francia y Venecia para oponerse al Emperador.
Los nobles protestantes forzaron en la Dieta de
Espira de 1526 el derecho de reformar y pudieron entonces organizar las iglesias territoriales,
con lo que la reforma protestante quedó definitivamente consolidada. En 1527 Carlos V abatió
sobre Roma una horda sanguinaria de 14000 lanceros imperiales, que llevaban en el cuello cordones rojos y dorados para colgar a los cardenales y al Papa de Roma. También luteranos al mando de Frundsberg cruzaron los Alpes y se unieron a la armada española comandada por el duque de Borbón. La tropa arrasó la ciudad. Clemente VII logró refugiarse en el Castillo del Santo Angel. Su Guardia Suiza fue exterminada.
Roma - sometida a hierro y fuego - quedó con
menos de 30 mil habitantes.
El Emperador, robustecido, logra en la Dieta
de Espira de 1529 derogar los poderes que los
La Guerra de los campesinos
príncipes protestantes habían conquistado, y
volver las cosas al estado que tenían en la Dieta
de Worms, prohibiéndose la difusión de la Reforma. En 1530 Carlos V fue coronado Emperador, en Bolonia, por Clemente VII.
Los movimientos sociales no se pararon con el
fracaso de los campesinos, pero las revueltas carecían de componentes generales de cambio completo de bases de la sociedad, así hubo la
«Pilgrimage of Grace» de Lincolshire y Yorkshire
(1536), que comenzó como levantamiento
antifiscal, evolucionó hacia un movimiento regionalista procatólico contrario al reformismo anglicano. La mala coyuntura agraria de fines del siglo
XVI provocó también revueltas campesinas, como
la de Finlandia de 1596 y la inglesa de las
«Midlands» del mismo año. Unos años antes, en
1593, estalló en el Limousin francés la sublevación
de los «Croquants», de origen campesino, aunque
luego se extendió a los trabajadores urbanos. En el
origen de esta gran rebelión coincidieron el hambre, el malestar antifiscal y los efectos perniciosos
de la guerra sobre la población. Como ejemplos de
violencia social urbana pueden citarse la «Grande
Rebeyne» de Lyon (1529), cuyo origen fue la carestía de las subsistencias, y la revuelta de Gante
(1540), levantamiento antifiscal que se erigió en
defensor de los privilegios tradicionales. El hambre fue también la causa de un levantamiento popular en Nápoles en 1585, al que siguió una brutal
represión. Las guerras de religión en Francia provocaron una gran sublevación en París el 12 de
mayo de 1588 (el día de las barricadas), que dejó a
la ciudad en un estado de anarquía.
Epílogo de la revuelta
L
os levantamientos sociales se dotaron por
lo general de una organización espontánea
y actuaron por objetivos concretos a corto
plazo, pero con la revuelta de los campesinos esgrimieron un discurso radical que amenazaba con la subversión del orden social lográndose un alcance de una magnitud sin precedentes. Fue precisamente el miedo a la subversión lo que obligó a las clases dominantes a
cerrar filas y a hacer causa común en la represión de la protesta popular.
La guerra de los campesinos fue combatida por
la nobleza y aniquilada en 1525, caracterizándose
la represión tras la derrota por su crueldad.
Desde una concepción marxista se considera
que la guerra de los campesinos de 1524-25 fue
el acontecimiento clave de la Reforma, relegan-
XV
do los problemas religiosos a un segundo plano.
Consecuentemente es Thomas Münzer, y no
Lutero, el protagonista principal. Desde una perspectiva radical-democrática de mediados del siglo XIX, la guerra de los campesinos fue un movimiento de liberación política, el primer ensayo
importante de una revolución democrática en Europa, insertándose en el marco de la era de la
revolución burguesa que llega hasta 1789.
Desde la misma óptica, la Reforma aparece
como la primera etapa de la revolución burguesa
contra el sistema feudal. Al grito de rebelión de
Lutero contra la Iglesia, respondieron dos insurrecciones políticas: primero la de la nobleza baja,
acaudillada por Franz von Sickingen en 1523, y
luego la gran guerra campesina en 1525. El fracaso de la guerra de los campesinos es explicado
por la falta de una conciencia revolucionaria necesaria para llevar a cabo su misión histórica. El
catolicismo se reduce a una ideología reaccionaria de la aristocracia feudal. El protestantismo
ortodoxo (luteranismo, zwinglianismo y calvinismo) aparece como la reacción ideológica de la
burguesía, y Lutero como el primer representante ideológico de las nuevas clases. De revolucionario rebelde en contra del papado se convierte,
por su condena de la sublevación de los campesinos, en un reaccionario vasallo de la autoridad
temporal.
Lutero fue descripto por el marxismo ortodoxo
como un «reformador burgués» y Münzer fue calificado por Engels como un «protocomunista»,
cuya ideología había dado expresión a las aspiraciones de las masas oprimidas. Como el gran
jefe de la guerra de los campesinos y revolucionario social que intentaba fundar una sociedad
sin clases mucho antes de que la dialéctica histórica lo permitiese, Münzer fue un precursor
muy anticipado a su época. Ello explica su inevitable fracaso
La revolución campesina permaneció dividida en conflictos diferentes que no mostraron inclinación alguna a fundirse. Tan dividida como Alemania lo estuvo la Guerra de los
Campesinos. Engels lamentó el fracaso de los
campesinos ante una unidad de acción nacional y condenó la aterradora estrechez y tozudo provincialismo que malogró la guerra.
Eventualmente las Haufen o tierras liberadas
ponían en contacto a sus representantes campesinos, como en Memingen para crear la
Unión Cristiana de la Alta Suabia que era una
república campesina donde todos los bienes estaban repartidos y los puestos políticos elegidos popularmente.
XVI
La Guerra de los campesinos
Las condiciones para una revolución no se
explica solamente por la miseria. La manzana
madura cae del árbol, pero la sociedad no es una
manzana, ni la miseria su madurez para caer
en la revolución de forma mecanicista. De hecho, asombra como sociedades sumidas en la
miseria durante cientos de años, como India,
no alumbren una grandiosa revolución. Es necesario, pues, un cambio de mentalidad de la
sociedad. Las condiciones llamadas objetivas no
determinan los cambios (aunque ayuden), puesto que sociedades distintas con condiciones «objetivas» semejantes actuan de forma diferente.
El hombre y su sociedad cambian por razones
históricas y la historia no es una ciencia
mecanicista. También las razones históricas
pueden ahogar el cambio, como el nacionalismo terco, que se enfrasca en el pasado conservando lo que hay que destruir. En todo el mundo las fuerzas de represión han vencido siempre, porque todas las sociedades históricas son
so ciedades de esclavos, vasallos, súbditos o siervos. Sólo se puede construir el emporio de los
Medici o Berlusconi teniendo mucha mano de
obra esclava o comprada, en todo el mundo así
es, también en Occidente. Pero, en Occidente
también ha surgido la alternativa; la racionalidad, el espíritu crítico, el concepto de libertad,
fraternidad. Hace falta, pues, que los individuos
se nutran de estos conceptos y crecer con ellos
para algún día hacer posible un mundo más
perfecto donde no vuelvan a haber siervos.
El final de la guerra de los campesinos tiene mucho de tragedia, como trágica es la condición existencial humana que vive en esta tierra y no llega a ser feliz ni libre. Pero una buena
lectura consiste en comprender que la revolución social, desde la primera la de los campesinos en Alemania, es la expresión de ansia de
felicidad y de libertad de los hombres contra
aquellos, hombres también, que les hacen vivir
infelices y siervos.
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