Guía para la educación del carácter

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Maestra,
maestro
El presente curso taller .ene como propósito dar a conocer la guía Educar en ciudadanía: Reflexiones y consejos para formar el carácter en la libertad, tanto en su contenido como en la metodología de trabajo, para comprender su manejo de acuerdo a la estructura en que se presenta. Dicha estructura va a permi.r poner en prác.ca las herramientas que ahí se proponen, pero más que plantear una receta o pasos a seguir, son sugerencias que van a permi.r plantear otras formas de abordar cada virtud de acuerdo a la experiencia co.diana, par.endo de las interrelaciones que se establecen con los alumnos, padres de familia y contexto escolar.
Por la temá.ca que se aborda Educación del Carácter, es importanCsimo que como parte del engranaje educa.vo del cual formamos parte, se colabore de manera respetuosa, efec.va y profesional, en la formación del carácter de los alumnos con los que día a día estamos inmersos en un salón de clase.
La forma en que se presentan los apartados va a permi.r una mejor comprensión del tema que en un momento determinado y de acuerdo a los intereses o planeación temá.ca se esté revisando en ese momento, ya que se pueden ver de manera secuenciada o por separado cada una de las virtudes sin que ello implique, que si no se revisó la primera no se puede avanzar a trabajar en una más adelante. 1. Explicación del propósito del apartado y recapitulación del tema anterior: La primer parte tendrá como finalidad vincular el capítulo individual con el resto del documento, de modo que la unidad reflexiva del texto esté siempre a la vista del lector. 2. Anécdota, ejemplo literario o referencia histórica: La relevancia del tema a tratar se subrayará a través de un ejemplo de la literatura o la historia, con la finalidad de ayudar al docente a recordar a través de este ejemplo el contenido teórico y prác.co del capítulo.
3. Reflexión a par@r de la anécdota, el ejemplo o la referencia histórica: Tras el ejemplo se formularán Guía para la educación del carácter
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una serie de interrogantes que serán respondidas en la explicación teórica.
4. Explicación teórica de la reflexión: Estas sección es una de las más importantes. Su finalidad es dotar a los docentes de herramientas conceptuales indispensables para clasificar y entender la guía en los problemas par.culares que enfrentarán en la educación del carácter de sus alumnos. 5. Consejos prác@cos: Una vez que se .ene un ejemplo, y las herramientas teóricas para entenderlo, se formularán una serie de consejos que el docente, tras una reflexión personal y haciendo uso de su experiencia y conocimientos, podrá aplicar a casos específicos.
6. Lo esencial en una mirada: Esta sección concentrará en una página los puntos más importantes de cada capítulo, permi.endo al docente consultar de manera fácil y rápida el libro.
Por lo anterior el taller consis.rá en una breve presentación de cada apartado para luego dar lugar a la conversación y discusión de las ideas principales de cada una de las virtudes.
La finalidad de la conversación y discusión es en primer lugar aclarar dudas respecto a las ideas de los apartados; en segundo lugar enriquecer el contenido de la guía con consejos, anécdotas y experiencias de los propios docentes que puedan ser ú.les en la educación del carácter y en tercer lugar enriquecer los consejos prác.cos de acuerdo a la realidad escolar y a la experiencia personal de cada par.cipante.
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Se sugiere contar con una lectura previa al menos de los apartados que se presentan como la anécdota y la reflexión posterior a esta, con la finalidad de que los comentarios durante el desarrollo del taller se enriquezcan en cada aportación.
En este sen.do se invita a cada uno de ustedes, a par.r del ejercicio realizado, en órgano colegiado, en cada una de sus escuelas compartan la experiencia y lleven a cabo sesiones para conocer, discu.r y proponer acciones que de acuerdo a las necesidades especificas de cada centro escolar, se puedan implementar ac.vidades para fortalecer la educación del carácter de los alumnos involucrando a todos los actores de los centros escolares y padres de familia.
A con.nuación se presentan las virtudes de las cuales, durante el desarrollo del taller se pondrá especial énfasis en las 5 virtudes más importantes de cada uno de los apartados.
Educar el carácter es educar en la libertad, ayudar a niños y jóvenes a desarrollar su capacidad de decidir bien y libremente aun en circunstancias diVciles. Sin embargo, no todo lo que hace o padece un ser humano es consecuencia de una acción libre y por ello no expresa su carácter ni actualiza su libertad. Cuando un río desbordado nos arrastra o unos bandidos nos llevan prisioneros a algún lugar oculto, estamos privados de nuestra libertad. Tampoco ejercemos nuestra libertad por completo cuando actuamos bajo amenazas y somos presas del miedo o del pánico. La violencia Vsica o psíquica, natural o provocada por otros seres humanos coarta e incluso puede llegar a eliminar nuestra voluntad. (II Las dimensiones de carácter. 1. Educación integral del carácter, educación para la libertad)
La presente guía se intenta exponer a par.r de una é.ca de la formación del carácter para la libertad a través de la virtud. Concibiéndola como la estructura natural que sigue el árbol de las virtudes (un árbol con raíces, tronco y ramas), que corresponde en Guía para la educación del carácter
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el .empo al modo en que los seres humanos vamos desarrollando con la ayuda de los demás, cada una de las virtudes que nos son necesarias para una vida plena.
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Formación del Carácter para la Libertad a través de la Virtud
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Estructura de la guía
Cada virtud parte de una breve historia, de manera tal que los apartados pueden leerse de modo independiente, si así se desea y al final de cada uno se ha resumido lo esencial de cada una de las virtudes que se presentan. 1
Las virtudes
fundamentales
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Moderación
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«Entonces dije a mis compañeros con corazón acongojado:
“Amigos, es preciso que todos y no sólo uno o dos conozcáis las predicciones que me ha hecho Circe, la divina entre las diosas. Así que os las voy a decir para que, después de conocerlas, perezcamos o consigamos escapar evitando la muerte y el des.no. Antes que nada me ordenó que evitáramos a las divinas Sirenas y su florido prado. Ordenó que sólo yo escuchara su voz; mas atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca firme allí, junto al más.l; que sujeten a éste las amarras, y si os suplico o doy órdenes de que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas”
Así es como yo explicaba cada detalle a mis compañeros.
Entretanto la bien fabricada nave llegó velozmente a la isla de las dos Sirenas pues la impulsaba próspero viento. Pero enseguida cesó éste y se hizo una bonanza apacible, pues un dios había calmado el oleaje. Levantáronse mis compañeros para plegar las velas y las pusieron sobre la cóncava nave y, sentándose al remo, blanqueaban el agua con los pulimentados remos. Entonces yo parC en trocitos, con el agudo bronce, un gran pan de cera y lo apreté con mis pesadas manos. Enseguida se calentó la cera pues la oprimían mi gran fuerza y el brillo del soberano Helios Hiperiónida y la unté por orden en los oídos de todos mis compañeros. Éstos, a su vez, me ataron igual de manos que de pies, firme junto al más.l sujetaron a éste las amarras y, sentándose, baCan el canoso mar con los remos. Conque, cuando la nave estaba a una distancia en que se oye a un hombre al gritar en nuestra veloz marcha, no se les ocultó a las Sirenas que se acercaba y entonaron su sonoro Canto:
“Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos Guía para la educación del carácter
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trajinaron en la vasta Troya por voluntad de los dioses. Sabemos cuanto sucede sobre la .erra fecunda.”
Así decían lanzando su hermosa voz. Entonces mi corazón deseó escucharlas y ordené a mis compañeros que me soltaran haciéndoles señas con mis cejas, pero ellos se echaron hacia adelante y remaban, y luego se levantaron Perimedes y Euríloco y me ataron con más cuerdas, apretándome todavía más. »
Lo esencial en una mirada
La templanza es la virtud que nos permite controlar los ape.tos de nuestra sensibilidad —los ape.tos de la hidra —y tras años de ejercicio y esfuerzo, educar estos ape.tos para lograr que nuestra sensibilidad desee aquello que nuestro cuerpo necesita y en la medida en que lo necesita. Gracias a esta virtud somos capaces de separarnos de nuestros deseos de placer y de superar el miedo al dolor, pues no todo lo que es placentero nos hace bien, ni todo lo que nos causa dolor es malo. Comer en exceso es placentero para el glotón, pero no es bueno para su cuerpo; igualmente una inyección puede ser dolorosa y una medicina puede tener un sabor desagradable, pero nos benefician. Es la primera virtud en que ha de educarse a un ser humano, de lo contrario no podrá aspirar ni perseguir bienes trascendentes como el amor, la amistad y el conocimiento que dan sen.do a la vida y trascienden a la mera sa.sfacción de un deseo y al placer que la acompaña. La educación en la templanza se da sobre todo cuidando los pequeños detalles, ayudando a los niños a vivir en un horario balanceado pero estable y con límites claros. Consiste en controlar en primera instancia los ape.tos y deseos de la hidra de la sensibilidad, pero va más allá, su finalidad es educar la sensibilidad para orientarla de acuerdo con nuestras necesidades naturales. No es la represión de la sensibilidad, sino la liberación de la persona de la esclavitud de los deseos de la hidra.
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¡Oh Viajero! Gracias a Herodoto, el padre de la Historia, conocemos el épico episodio de la Batalla de las Termópilas. Un pequeño ejército griego, encabezado por los espartanos bajo las órdenes de Leónidas I, defendió su patria contra el poderoso ejército invasor del Imperio Persa, comandado por Jerges I. Era el año 480 a.C., los espartanos cuando mucho sumaban 300 comba.entes, y todas las fuerzas de las ciudades griegas unidas contabilizaban apenas unos 5000 soldados. Las huestes de Jerges, conocido por sus súbditos como el dios de dioses, estaban formadas por más de 250 mil soldados.
Resistencia
La intención de Jerges I era expandir su imperio apoderándose de toda Grecia. Para entrar a territorio griego, el ejército persa tenía que atravesar un desfiladero que corría entre el norte y el sur de Grecia conocido como las Termópilas, delimitado por el mar y la montaña el desfiladero, cuyo nombre en laCn y griego significa “fuentes calientes”, medía en sus partes más angostas sólo quince metros de ancho. Jerges mandó a un explorador para reportar las condiciones de su adversario. El explorador quedó sorprendido con lo que vió: los comba.entes griegos peinaban sus largas cabelleras y se adornaban. Más tarde Jerges se enteraría, por boca de un exiliado griego, que esa era la costumbre espartana cuando se estaba a punto de arriesgar la vida.
Conociendo el valor de los comba.entes griegos, y pensando en terminar con el trámite lo antes posible, Jerges envió una embajada a las líneas enemigas. De acuerdo con el relato de Herodoto, el embajador de Jerges le ofreció a Leónidas conver.rlo en señor de toda Grecia; sólo que tenía que unirse a los persas. Leónidas le respondió: “Si tuvieras algún conocimiento de las cosas nobles de la vida, os abstendríais de codiciar las posesiones de otros; pero para mí morir por Grecia es mejor que ser el único gobernante de la gente de mi raza[1]”. El embajador exigió entonces a los griegos que entregaran las armas. La respuesta de Guía para la educación del carácter
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Leónidas fue contundente: “Molon labe” (Μολὼν λαβέ), que significa “Ven y tómalas”.
Narra Herodoto que cuando un soldado espartano llamado Dienekes le dijo a Leónidas que el ejército persa era tan numeroso que sus flechas eran capaces de bloquear la luz del sol, Leónidas contestó: “Aun mejor (…) entonces lucharemos la batalla en la sombra[2]”. Pasaron tres días y el numeroso ejército persa no fue capaz de doblegar a los soldados griegos. Lo que al principio parecía una victoria segura para Jerges se convir.ó en el escenario del heroísmo de los griegos y la desesperación persa.
Por un traidor griego de nombre Efialtes, Jerges supo de un pasaje por el que podría rodear y emboscar a las fuerzas griegas. Cuando Leónidas se dio cuenta de que se encontraba rodeado y la derrota era inminente, permi.ó la re.rada de los soldados no espartanos y se quedó a comba.r al frente de unos 1,500 soldados, quienes lucharon hasta la muerte junto con él. La batalla pasó a la historia como uno de los más célebres ejemplos de valenCa y coraje ante la adversidad y la muerte. Hay quienes afirman que la resistencia en las Termópilas retrasó al ejército persa y ocasionó que éste perdiera en la posterior batalla de Salamina, idea que ha sido desmen.da por los historiadores; al margen de esto, Leónidas y sus hombres se convir.eron en referente moral y ejemplo de virtud para los soldados griegos.
Oh viajero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía obedientes a sus órdenes, reza la lápida colocada en las Termópilas en honor a los soldados caídos.
Lo esencial en una mirada
La fortaleza es una virtud esencial para alcanzar metas nobles, permite a la persona resis.r las adversidades y vencer los obstáculos, actuar bien y soportar el sufrimiento. Es la “fuerza de voluntad” necesaria para hacer aquello que nos hemos propuesto. En cuanto virtud, regula los temores y las audacias, supone un criterio recto guiado por la jus.cia y la prudencia, dispuesto a Guía para la educación del carácter
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esforzarse para la consecución de un bien trascendente. Al vivirla es posible evitar tanto el miedo incontrolable y paralizante como la temeridad ciega ante los peligros reales. No se trata de disfrutar las dificultades o de buscar el sufrimiento, sino de aceptarlo a sabiendas de que es necesario para lograr metas más altas.
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Justicia
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Es mejor sufrir una injus@cia que hacerla
Sócrates, el filósofo griego maestro de Platón, fue condenado a muerte en el 399 a.C. Sus acusadores lo habían encontrado culpable de perver.r a los jóvenes que se acercaban a conversar con él y de no creer en los dioses el de la ciudad de Atenas.
Su defensa se narra en uno de los diálogos platónicos más célebres y leídos, conocido como la Apología de Sócrates. En él, casi despreocupado por el des.no que pudiera sufrir, Sócrates hace gala de su acostumbrada ironía, de forma que, aunque acepta su culpa y se somete a la pena que el tribunal quiera asignarle, aparece como un hombre justo, sabio y virtuoso.
Una vez que se proclama la sentencia de muerte, Sócrates fue enviado a prisión en espera de cumplir con su condena. Sus amigos, entre los que había personajes acaudalados e influyentes de la sociedad griega, enviaron a un hombre llamado Critón, para intentar convencer a Sócrates de que escapara de la cárcel y evitara su muerte.
Critón sorprendió a Sócrates muy temprano, cuando apenas amanecía, y le insis.ó que escapara. Se u.lizó principalmente tres argumentos para intentar convencerlo: que sus hijos quedarían huérfanos; que sus amigos lo lamentarían; y que la mayoría de los habitantes de la polis estaban de su lado. Pero Sócrates se negó a escapar, convencido de que era mejor sufrir su condena que actuar injustamente y violar las leyes que él mismo había promovido a lo largo de su vida.
Para Sócrates, lo importante no era sólo vivir, sino vivir como hombre justo, calidad que perdería si se convir.era en prófugo, atentando contra sus propios principios.
Al escapar, argumentó Sócrates, ganaría su vida, pero cometería una injus.cia, y consideraba que siempre sería mejor morir que atentar contra tu propia alma, o contra tus propios principios.
Quizá muchos de sus conciudadanos pensaban que Sócrates debía escapar, pero Sócrates pensaba que las personas sensatas y justas Guía para la educación del carácter
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rechazarían su acción y valía más atender al juicio de estas personas que a la opinión muchas veces no reflexionada de la mayoría.
Sócrates afirmaba que no conviene cometer una injus.cia nunca, ni siquiera contra aquellos que la come.eron con nosotros. Pues quien comete una injus.cia no sólo daña a alguien más (aquel contra quien comete la injus.cia), sino que también se daña a sí mismo, a su alma; y nada vale tanto como para dañarse a sí mismo. Así, Sócrates prefirió cumplir con su condena que actuar injustamente, pues vivir como hombre injusto le parecía peor que morir[1].
Lo esencial en una mirada
La jus.cia se considera la madre de todas las virtudes, además de ser un modo de distribuir los bienes o de ejercer recompensas y cas.gos, en cierta forma incluye al resto de las virtudes. La jus.cia se ejerce con nosotros mismos, cuando respetamos nuestra dignidad y aprovechamos bien nuestros talentos; con los demás, cuando los tratamos como lo exige su dignidad y u.lizamos nuestros talentos para el bien de la sociedad. Ser justo con el otro significa respetar sus derechos y sus bienes, comenzando por la vida misma, la libertad y el derecho al buen nombre y a la propiedad. Aparte de ser justos en nuestros actos, hemos de serlo en nuestras palabras: las injurias, los falsos tes.monios y las men.ras cons.tuyen también injus.cias.
En una sociedad justa, el que comete un delito debe recibir un cas.go que busque reparar el daño causado, ya sea a un individuo o a la misma sociedad. Además, para promover la jus.cia social es indispensable la promulgación de leyes justas; para ello, los ciudadanos han de involucrarse y exigir a sus representantes que legislen con miras al bien común y de acuerdo con la jus.cia. Guía para la educación del carácter
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Sensatez
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Los muchachos de Dublín (fragmento)
Desde que lo vio en la cervecería Christy supo que era él. Durante toda la mañana trató de acallar la inquietud de la noche; obs.nadamente fabricó pruebas, acumuló cosas ciertas, construyó murallas para que todo estuviera a salvo; le bastó ver la silueta de Peter, en su mesa, para comprender que él era el culpable, él el traidor que fingió con cara de amigo para apuñalar mejor por la espalda.[…]
Era algo atroz. Había sido traicionado, burlado. El recado que debía llevar a la casa del señor Green era una trampa para engañarlo mejor y atraer su confianza. Y Peter engañaba a Christy haciéndose pasar por colaborador del IRA, cuando en realidad servía a sucios espías ingleses. ¿Peter? Agente de información, seguramente, pero al servicio de Su Muy Graciosa Majestad del Buckingham Palace… […] A las cinco Christy estará Peter en Christofer Mews [departamento de Peter] […]
-­‐ ¿Cómo te va? [Preguntó Peter a Christy]
-­‐ Mal… Peter, los ingleses vinieron ayer y se llevaron a Egan.
-­‐ ¡Pero no es posible!
El chico toma un trago de té, vuelve a posar la taza.
-­‐ Sí Peter, fue posible porque usted les informó. Fue usted también quien previno a los que dispararon contra los nuestros la noche del desembarco de armas.
[…] A las cinco Christy estará Peter en Christofer Mews [departamento de Peter] […]
¿Cómo te va? [Preguntó Peter a Christy]
Mal… Peter, los ingleses vinieron ayer y se llevaron a Egan.
¡Pero no es posible!El chico toma un trago de té, vuelve a posar la taza.
Sí Peter, fue posible porque usted les informó. Fue usted también quien previno a los que dispararon contra los nuestros la noche del desembarco de armas.
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[…] Cuando Christy levanta por fin los ojos ve enfrente de él a su “amigo”, al “mayor”, blanco como una sábana, las manos en las rodillas, con la mirada fija delante de él. ¡Ah! No da el ancho, el señor oficial de información británico frente al pequeño vendedor de periódicos irlandés. Ni siquiera piensa en negar o defenderse… Hace algún .empo que Peter se dio cuenta de lo odioso que era la tarea a la que se dedicaba. Se puede jugar con armas iguales entre hombres, se dan golpes o se reciben. Se puede matar, pero uno se arriesga a ser matado, y la gente del IRA o del Sinn Féin no hace regalos a los ingleses que caen en sus manos. Pero un niño…
-­‐ Míreme Peter.
Doce años, ese chico sólo .ene doce años, y Peter realmente ha actuado sin nobleza; ha traficado con el cariño del pequeño para saber, para forzar la jugada final […]
Un Ford se estaciona en Christofer Mews. Bajan cuatro hombres.
-­‐ No se mueva, no grite. [Dicen los cuatro hombres a Peter.]
Una pistola automá.ca encañona a Peter, que se hace hacia atrás dócilmente mientras los hombres entran y cierran la puerta. Pasan rápidamente al despacho: los expedientes, los cartapacios estaban abiertos y vacíos; un espeso montón de cenizas negras en la chimenea muestra lo que quedó de ellos.
[Peter Bailey es llevado a un cuartel del Sinn Féin] le toca encontrarse frente a los jefes del Sinn Féin en Dublín.
-­‐ No puedo decirle que esté “encantado de conocerle” le dice el coronel del Sinn Féin a Peter; usted nos ha costado demasiado caro. Y, además, los procedimientos que usted ha empleado para obtener información secreta no parecen dignos de un gentleman [caballero]… a pesar de ser británico.
Peter enrojece y calla.
-­‐ Comprendo su reserva habla de nuevo el oficial jugando con sus gafas yo le imitaré y no le preguntaré nada que concierna a sus servicios. Sabemos ya lo suficiente. Sin embargo, permítame que me sienta sorprendido.
El coronel pasa por delante de su mesa, se apoya en ella.
-­‐ ¿Señor…? [Dice a Peter]
-­‐ Capitán Bailey. [Responde Peter]
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Capitán Bailey habla de nuevo el coronel, conciliador, ¿sabía usted, sin embargo, que el niño iba a denunciarle?
Lo sabía.
El irlandés se separa de la mesa y da algunos pasos hacia la izquierda. A su paso cruje una tabla en el suelo.
-­‐ Supongo que está enterado del cas.go que el Sinn Féin impone a los que actúan como usted lo ha hecho. Pues no solamente ha luchado contra nosotros, lo que es normal, sino que ha abusado de la confianza de un niño para conseguir sus fines.
-­‐ En efecto, estoy enterado: doce balas en el cuerpo después de un simulacro de juicio ante un tribunal militar cuya sentencia es única, la muerte.
Con un leve gesto, el oficial de cabellos blancos reprime una tentación de cólera.
-­‐ An.cipa usted mucho… Pero volvamos a nuestro propósito, usted sabía que Christy iba a hablar; esperaba nuestra llegada… Los documentos destruidos lo prueban. Entonces, ¿por qué no ha huido? Le confieso que eso me intriga.
-­‐ ¿Qué le importa? Ustedes me .enen, es lo esencial.
-­‐ Admiro su valenCa, pero no me basta. Sospecho un misterio.
-­‐ No hay misterio. Supongo que el pequeño está en sus manos.
El coronel, que acaba de encender un puro, se rodea de humo antes de sentarse de nuevo en su si.o. -­‐ La expresión no es agradable observa negligentemente pero es exacta. Christy en efecto está en nuestras manos.
-­‐ Quizá él haya come.do una torpeza confiando en mí (sólo .ene doce años) ¡pero gracias a él ustedes .enen a un agente inglés!
Antes de responder, el irlandés sacude la ceniza gris y levanta un dedo:
-­‐ A eso vamos. Si pongo todo esto en claro, usted no ha huido con el fin de que su captura sea tomada en cuenta a favor del chico.
-­‐ Póngalo como le plazca, pero déjelo volver a su casa, él no es culpable de nada.
El coronel fuma en silencio algunos instantes; luego:
-­‐ Capitán, ¿quiere usted dejarnos un momento? Necesito consultar con estos señores. Guía para la educación del carácter
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Peter saluda, da rápidamente la vuelta y sale. El joven guardia le indica una banca de madera pulida y se coloca enfrente de él, con una mano en la culata del revólver. Peter se siente extrañamente indiferente; le parece que está asis.endo al proceso de otro. Lo que importa es Christy. El viejo oficial le ha parecido inteligente y humano; quizá lo comprenderá, y el pequeño se librará de la venganza del Sinn Féin. Él, Peter, en cambio…
-­‐ Vuelva, por favor…
Una taza de té humea en la mesa, un calentador eléctrico brilla al borde del mueble.
-­‐ Capitán, usted puede pensar lo que quiera de estos irlandeses incultos cuyos tribunales militares sólo condenan a la pena capital, y sin embargo son impresionables por ciertos sen.mientos humanos. Y a su tardía generosidad respecto al niño responderán con una generosidad semejante… aparejada, sin embargo, a una condición.
-­‐ ¿Cuál?
-­‐ Usted nos dará su palabra de oficial británico de no par.cipar nunca más en una acción militar contra Irlanda.
-­‐ Se la doy…, con todo mi corazón.
-­‐ Gracias.
El coronel echa azúcar al té, añade leche, remueve, prueba.
-­‐ De aquí a una hora, un coche vendrá a buscarle. Antes del amanecer, un barco habrá venido a recogerle y le dejará en la bahía de Caernarvon, en Inglaterra. Una vez allí, se las arreglará usted. Y no volverá jamás a Irlanda.
-­‐ Dirá también a su madre, si .ene la fortuna de tenerla todavía, que los irlandeses únicamente hacen la guerra forzados, para recobrar su libertad, y que se sienten felices por no tener que presentar ante el Todopoderoso el peso de sus lágrimas. Dios le bendiga, joven.
-­‐ Se lo diré, señor.
Lo esencial en una mirada
La prudencia es la virtud que nos permite tomar decisiones correctas en situaciones específicas. Es el juicio que dis.ngue lo bueno de lo malo, lo lícito de lo ilícito, lo ú.l de lo inú.l, para Guía para la educación del carácter
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decidir lo mejor, según las circunstancias. A través de la prudencia u.lizamos nuestra experiencia, nuestros conocimientos é.cos, cienCficos y técnicos para decidir bien en circunstancias par.culares. No puede haber vida virtuosa sin prudencia, por ello se le considera la virtud moderadora: sin ella no serían posibles la jus.cia, la fortaleza y la templanza.
El prudente reflexiona antes de actuar y, como es consciente de sus limitaciones, está acostumbrado a pedir consejos a las personas adecuadas. El prudente sabe juzgar la realidad tal como es. Y en su toma de decisiones no se deja llevar ni por la mediocridad ni por el pesimismo, que son dos formas disimuladas de la cobardía. Pero tampoco se deja llevar por un falso op.mismo, ni por el idealismo faná.co o el roman.cismo ingenuo. El prudente es consciente de que lo mejor es enemigo de lo óp.mo, y de que las decisiones en circunstancias diVciles a veces no apuntan a lo mejor, que es inalcanzable, sino únicamente a lo posible, que muchas veces no es lo óp.mo, sino lo menos malo. Para educar en la prudencia hay que permi.r a los niños ejercitar su poder de decisión. Enseñarles a decidir reflexivamente y a pedir consejo.
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Virtudes
de sensibilidad
y del
temperamento
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La alegría
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Esto también pasará (cuento @betano)
Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: — Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudiera ayudar en momentos de desesperación total... Pensaron, buscaron en sus libros, pero no encontraron nada. El rey tenía un anciano sirviente que también lo había sido de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey senCa un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
— No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo .po de gente, y en una ocasión me encontré con un mís.co. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento me dio este mensaje; el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey. Pero no lo leas –le dijo– mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el Guía para la educación del carácter
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camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.
Mientras leía “esto también pasará” sin.ó que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se senCa profundamente agradecido con el sirviente y el mís.co desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se senCa muy orgulloso de sí mismo. El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: —
Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
— ¿Qué quieres decir?, preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
— Escucha, dijo el anciano: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el úl.mo; también es para cuando eres el primero. El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sin.ó la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:
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— Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
Lo esencial en una mirada
La alegría es una disposición del carácter que nos lleva a valorar las dificultadas y tristezas en su justa proporción, a no perder la esperanza y a esforzarnos por hacer la vida más agradable a los demás a través de nuestras acciones y nuestra ac.tud.
Como virtud la alegría se adquiere a través de la repe.ción de actos de agradecimiento por todo lo bueno que .ene nuestra vida, actos de confianza en el porvenir y apertura para el cambio.
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Apretada agenda
Lee Iacocca, aquel legendario empresario norteamericano que llegó a ser alto ejecu.vo de la Ford y que años después lograría salvar a Chrysler de un espectacular hundimiento, explicaba así su experiencia de varias décadas al frente de grandes mul.nacionales: «No puedo menos que asombrarme ante el gran número de personas que, al parecer, no son dueños de su agenda. A lo largo de estos años se me han acercado muchas veces altos ejecu.vos de la empresa para confesarme con un mal disimulado orgullo: Fíjese, el año pasado tuve tal acumulación de trabajo que no pude ni tomarme unas vacaciones. Al escucharlos, siempre pienso lo mismo. No me parece que eso deba ser en absoluto mo.vo de presunción. Tengo que contenerme para no contestarles: ¿Serás idiota? ¿Pretendes hacerme creer que puedes asumir la responsabilidad de un proyecto de 80 millones de dólares si eres incapaz de encontrar dos semanas al año para pasarlas con tu familia y descansar un poco?»[1].
El orden,
horario bien
estructurado
y puntualidad
Lo esencial en una mirada
Dice el poeta Ramón Llull: no hay virtud sin orden. Para poder ser ordenados en nuestras cosas y ac.vidades primero hemos de tener orden interior, conocer nuestras prioridades y obje.vos. El orden exterior es reflejo del orden que tenemos en nuestro interior y en nuestra propia vida. Una parte fundamental del orden consiste en organizar el .empo de acuerdo con las prioridades y responsabilidades personales, para ello es fundamental tener un horario bien estructurado.
Respetar a los demás supone respetar su .empo, en ello consiste la puntualidad. Ser puntual es más que una cues.ón de cortesía, es una norma básica de respeto hacia los demás. Si los padres y maestros no son puntuales y ordenados, no será posible educar a los niños y jóvenes en esta virtud.
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¡Resiste corazón!
“Pero él, golpeando su pecho, increpó al corazón con las palabra: ¡Resiste corazón! También cosas más perras has soportado, como el día en que el Cíclope de fuerza invencible a mis valientes compañeros me devoró; pensé que moriría. Pero tú, reflexionaste y una idea bien planeada te abrió la cueva”. (Od. XX. 18-­‐21).
Con estas palabras con.ene Odiseo su furia al presenciar cómo las siervas de su palacio se preparan para yacer junto a los acosadores de Penélope, su mujer. Estos acosadores o pretendientes abusaban de la hospitalidad del palacio de Odiseo, no respetaban Telémaco, su hijo, y pasaban el día devorando (en sen.do literal) su hacienda. La paciencia
El héroe ha vuelto ya a su palacio, pero aún no ha revelado su iden.dad y espera el momento oportuno para hacerlo. Esta ac.tud representa a la perfección una de las cualidades más admiradas de Odiseo: su paciencia, su capacidad para aguardar siempre a las circunstancias favorables para realizar sus proyectos. La vuelta de Odiseo a Ítaca está repleta lo mismo de buena fortuna que de duros golpes del des.no. En una etapa temprana del viaje, después de haber escapado de Polifemo, el héroe y sus amigos arriban a la isla del rey Eolo (cuyo nombre, en griego an.guo, hace alusión al viento). Este recibe escucha interesado sus aventuras en la guerra de Troya. Antes de que los viajeros con.núen su travesía los colma de regalos, entre ellos el más precioso es el llamado “odre de los vientos”. En este saco Eolo apresa todos los vientos marinos con excepción de Céfiro, que impulsará a las naves de Odiseo y sus amigos, sin pausa, hacia Ítaca. Con ayuda del Céfiro tras nueve jornadas divisan ya a la distancia las columnas de humo que se elevan sobre sus moradas en Ítaca. Sin embargo, los compañeros de Odiseo — picados por la envidia y la malsana curiosidad, y aprovechando que el héroe duerme —, abren el misterioso odre. Al instante se desata una tormenta que arroja a las naves de nuevo a las costas de Eolia, cuyo rey no ahora no muestra benevolencia por los navegantes y los expulsa de su reino, ya sin el viento favorable. Con lágrimas en los ojos Odiseo anima a Guía para la educación del carácter
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sus marinos a no desis.r y emprender la penosa marcha de vuelta a la patria (Cf. Od. X. 1-­‐89). En numerosas ocasiones vemos a Odiseo en situaciones desesperadas: atrapado junto con algunos de sus compañeros por el despiadado cíclope Polifemo que planea devorarlos uno a uno; navegando solo sobre un más.l y una quilla sin rumbo fijo; atravesando con cautela el paso entre los peñascos de los monstruos Caribdis y Escila, o desnudo y rendido recostado en la playa del reino de los feacios. Pareciera que la odisea no terminará jamás, pues a cada prueba superada sigue siempre un nuevo desaVo más diVcil. Tras diez años de viajes, cau.verios y penalidades no le basta al héroe volver al hogar: ya en su .erra .ene todavía que pasar seis días esperando el momento para revelar su iden.dad, reconquistar a su esposa, recuperar su palacio y cas.gar a los pretendientes.
Al final su amor a la libertad, su prudencia, fortaleza y paciencia le permi.eron conseguir su obje.vo: retornar a casa y reconquistar todo aquello que creía perdido. Durante todas sus penalidades Odiseo tuvo que ser paciente y no olvidar a Ítaca; no olvidar quién era ni a quién se debía: a su reina, a su familia y a su patria, sin perder la esperanza de volver a ellos. Lo esencial en una mirada
La paciencia es la capacidad de padecer o soportar algo sin desesperarse ni darse por vencido. Nos permite realizar ac.vidades diVciles, laboriosas y detalladas con serenidad, sin montar en cólera o rendirnos y de saber perseguir con calma proyectos y obje.vos que se desean intensamente. La paciencia no es mera pasividad ante el sufrimiento, ni dejar de reaccionar o aguantarse, sino fortaleza para aceptar con serenidad el dolor y las dificultades que se presentan en la vida. Es el fundamento de la grandeza de ánimo y de la alegría. Si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza. Proverbio chino.
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Madre Nieve (Frau Holle) Jacob y Wilhelm Grimm
Cierta viuda tenía dos hijas, una de ellas hermosa y diligente; la otra, fea y perezosa. Sin embargo, quería mucho más a esta segunda, porque era verdadera hija suya, y cargaba a la otra todas las faenas del hogar, haciendo de ella la cenicienta de la casa. La pobre muchacha tenía que sentarse todos los días junto a un pozo, al borde de la carretera, e hilar hasta que le sangraban los dedos. Tan manchado de sangre se le puso un día el huso, que la muchacha quiso lavarlo, y he aquí que el huso se le escapó de la mano y cayó al fondo del pozo. Llorando, se fue a contar lo ocurrido a su madrastra, y ésta, que era muy dura de corazón, la riñó ásperamente y le dijo: “¡Puesto que has dejado caer el huso al pozo, irás a sacarlo!” Humildad
Volvió la muchacha al pozo sin saber qué hacer y, en su angus.a, se arrojó al agua en busca del huso. Perdió el sen.do y al despertarse y volver en sí encontróse en un bellísimo prado bañado de sol y cubierto de millares de florecillas. Caminando por él llegó a un horno lleno de pan, el cual le gritó: “¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, que me quemo! Ya estoy bastante cocido.” Acercóse ella, y, con la pala, fue sacando las hogazas. Prosiguiendo su camino, vio un manzano cargado de manzanas, que le gritó, a su vez: “¡Sacúdeme, sacúdeme! Todas las manzanas estamos ya maduras.” Sacudiendo ella el árbol, comenzaron a caer una lluvia de manzanas, hasta no quedar ninguna, y después que las hubo reunido en un montón siguió adelante. Finalmente llegó a una casita y en una ventana estaba asomada una vieja; pero como tenía los dientes muy grandes, la niña echó a correr, asustada. La vieja la llamó: “¿De qué .enes miedo, hijita? Quédate conmigo. Si quieres cuidar de mi casa, lo pasarás muy bien. Sólo .enes que poner cuidado en sacudir bien mi cama para que vuelen las plumas, pues entonces nieva en la Tierra. Yo soy la Madre Nieve.” Al oír a la vieja hablarle en tono tan cariñoso, la muchacha cobró ánimos, y, aceptando el ofrecimiento, entró a su servicio. Hacía todas las cosas a plena sa.sfacción de la Madre Nieve, sacudiéndole vigorosamente la cama, de modo que las plumas volaban cual copos de nieve. En recompensa disfrutaba de buena vida, no tenía que escuchar ni una palabra dura y todos los días comía cocido y asado. Cuando ya llevaba una temporada en casa de Guía para la educación del carácter
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Madre Nieve, entróle una extraña tristeza, que ni ella misma sabía explicarse, hasta que al fin se dio cuenta de que era nostalgia de su hogar.
Aunque estuviera allí mil veces mejor que en su casa, añoraba a los suyos, así, un día dijo a su ama: “Siento nostalgia de casa y aunque estoy muy bien aquí, no me siento con fuerzas para con.nuar; tengo que volverme a los míos.” Respondió Madre Nieve: “Me place que sientas deseos de regresar a tu casa, y puesto que me has servido tan fielmente yo misma te acompañaré.”
Tomándola de la mano la condujo hasta un gran portal. El portal estaba abierto y en el momento de traspasarlo la muchacha, cayóle encima una copiosísima lluvia de oro que se le quedó adherido a los ves.dos, por lo que todo su cuerpo estaba cubierto del precioso metal. “Esto es para ., en premio de la diligencia con que me has servido,” díjole Madre Nieve, al .empo que le devolvía el huso que había caído al pozo. Cerróse entonces el portal, y la doncella se encontró de nuevo en el mundo, no lejos de la casa de su madre. Cuando llegó al pa.o, el gallo, que estaba encaramado en el pre.l del pozo, gritó: “¡Quiquiriquí, nuestra doncella de oro vuelve a estar aquí!”
Entró la muchacha, y tanto su madrastra como la hija de ésta la recibieron muy bien al ver que venía cubierta de oro. Contóles la muchacha todo lo que le había ocurrido, y al enterarse la madrastra de cómo había adquirido tanta riqueza, quiso procurar la misma fortuna a su hija, la fea y perezosa. Mandóla, pues, a hilar junto al pozo, y para que el huso se manchase de sangre, la hizo que se pinchase en un dedo y pusiera la mano en un espino. Luego arrojó el huso al pozo, y a con.nuación saltó ella. Llegó, como su hermanastra, al delicioso prado, y echó a andar por el mismo sendero. Al pasar junto al horno, volvió el pan a exclamar: “¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí, que me quemo! Ya estoy bastante cocido.” Pero le replicó la holgazana: “¿Crees que tengo ganas de ensuciarme?” y pasó de largo. No tardó en encontrar el manzano, el cual le gritó: “¡Sacúdeme, sacúdeme!, todas las manzanas estamos ya maduras.” Replicóle ella: “¡Me guardaré muy bien! ¿Y si me cayese una en la cabeza?” y siguió adelante. Al llegar frente a la casa de Madre Nieve, no se asustó de sus dientes porque ya tenía no.cia de ellos, y se quedó a su servicio. Guía para la educación del carácter
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El primer día se dominó y trabajó con aplicación, obedeciendo puntualmente a Madre Nieve, pues pensaba en el oro que iba a regalarle. Pero al segundo día empezó a haraganear; el tercero se hizo la remolona al levantarse por la mañana, y así, cada día peor. Tampoco hacía la cama según las indicaciones de Madre Nieve, ni la sacudía de manera que volasen las plumas. Al fin, la señora se cansó y la despidió, con gran sa.sfacción de la holgazana, pues creía llegada la hora de la lluvia de oro.
Madre Nieve la condujo también al portal; pero en vez de oro ver.eron sobre ella un gran caldero de chapopote. “Esto es el pago de tus servicios,” le dijo su ama, cerrando el portal. Y así se presentó la perezosa en su casa, con todo el cuerpo cubierto de chapopote, y el gallo del pozo, al verla, se puso a gritar: “¡Quiquiriquí, nuestra sucia doncella vuelve a estar aquí!”
El chapopote le quedó adherido, y en el resto de su vida no se lo pudo quitar del cuerpo.
Lo esencial en una mirada
Ser humilde es amar a la verdad más que a uno mismo y aceptar la verdad sobre uno mismo, sobre los talentos y las limitaciones propias. Lo contrario a la humildad es la soberbia y la vanagloria. Ser humilde es conocer los alcances y limitaciones personales. La humildad no es sólo algo exterior, debe ser una verdadera disposición interna. La soberbia impide al individuo mejorar, pues le hace creer que es perfecto. Sólo con una ac.tud humilde se pueden recibir los mejores dones de la vida, pues no los dejaremos pasar pensando que no los necesitamos.
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Constancia y
laboriosidad
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Momo
Aun cuando alguien .ene muchos amigos, suele haber entre ellos unos pocos a los que se les quiere más. También en el caso de Momo era así. Tenía dos grandes amigos que iban a verla cada día y que comparCa con ella todo. Uno era joven y otro viejo. Momo no habría sabido decir a quién de los dos quería más.
El viejo se llamaba Beppo Barrendero. Seguro que en realidad tendría otro apellido, pero como era barrendero de profesión y todos le llamaban así, él también decía que ése era su nombre. Beppo Barrendero vivía en una choza que él mismo se había construido, cerca del anfiteatro, a base de ladrillos, latas y cartón embreado. Era extraordinariamente bajo e iba siempre un poco encorvado, por lo que apenas sobrepasaba a Momo. Siempre llevaba su gran cabeza, sobre la que se erguía un mechón de pelos canosos, un poco torcida y, sobre la nariz, unas pequeñas gafas. […]
Cada mañana iba antes del amanecer, en su vieja y chirriante bicicleta, hacia el centro de la ciudad. Esperaba en un pa.o de un gran edificio, junto con sus compañeros, hasta que le daban una escoba y le señalaban la calle que tenía que barrer. A Beppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario. Cuando barría las calles lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso – inspiración – barrida. Paso – inspiración – barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensa.vamente ante sí. Después proseguía paso – inspiración – barrida. Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí y la limpia detrás, se le ocurrían pensamientos. Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tan diVciles de comunicar como un olor del que uno a duras penas se acuerda, o como un color que se ha soñado. Después del trabajo, cuando se sentaba con Momo, le explicaba sus pensamientos. Y como ella le Guía para la educación del carácter
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escuchaba a su modo, tan peculiar, su lengua se soltaba y hallaba las palabras adecuadas.
Ves, Momo — le decía, por ejemplo —, las cosas son así: a veces .enes ante . una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla. Miró un rato en silencio a su alrededor; entonces siguió:
Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.
Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:
-­‐ Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿en.endes?
Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente.
Volvió a callar y reflexionar, antes de añadir:
-­‐ Entonces es diver.do; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser.
Después de una nueva y larga interrupción, siguió:
De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento.
Asin.ó en silencio y dijo, poniendo punto final:
-­‐ Eso es importante.
Lo esencial en una mirada
La constancia es firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y los propósitos, es una fuerza interior propia de personas con carácter, que logran obje.vos a largo plazo a pesar de las dificultades. La laboriosidad supone la dedicación y perseverancia en el trabajo. Ambas virtudes se apoyan en la fortaleza; la primera hace énfasis en el hecho de resis[r a las adversidades; la segunda, en enfrentar y superar los obstáculos.
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Armonía con uno mismo Gorgias es el Ctulo de uno de los diálogos más conocidos de Platón. El diálogo narra el encuentro fic.cio de Gorgias, afamado maestro de retórica, y dos de sus discípulos – Polo y Calicles – con Sócrates. Como suele ocurrir en los diálogos platónicos, la discusión entre los par.cipantes inicia con una pregunta aparentemente insulsa de Sócrates sobre la definición y el objeto de la Retórica. Temprano, en el diálogo Sócrates, introduce el verdadero tema del Gorgias: la pregunta sobre el mayor bien humano (Cfr. Gorgias 451d-­‐452a). Bienes como la salud, la buena apariencia, la riqueza y el poder polí.co serán presentados como posibles representantes del mayor bien humano. En contra de la opinión de los demás par.cipantes Sócrates defenderá a lo largo de todo el diálogo que el mayor bien humano es la jus.cia. La jus.cia es, según Sócrates, el bien que nos permite acercarnos más a la felicidad. La
autenticidad
La opinión de Sócrates resulta escandalosa para Polo, quien se burla de Sócrates y le pregunta si acaso él no considera dichoso al .rano Arquelao, que engañando, traicionando y por úl.mo asesinando a personas que confiaban en él (entre ellas a un niño de siete años), logró llegar a ocupar el trono de Macedonia, que no le correspondía (Cfr. Gorgias 471a-­‐d). La respuesta de Sócrates es una primera defensa en este diálogo de la auten.cidad:
Oh feliz Polo, intentas convencerme con procedimientos retóricos como los que creen que refutan ante los tribunales. En efecto, allí es.man que los unos refutan a los otros cuando presentan, en apoyo de sus afirmaciones, numerosos tes.gos que gozan de buena reputación, mientras el que man.ene lo contrario no presenta más que uno solo o ninguno. Pero esta clase de comprobación no .ene valor alguno para averiguar la verdad, pues, en ocasiones, puede alguien ser condenado por los tes.monios falsos de muchos y, al parecer, pres.giosos tes.gos. Sobre lo que afirmas [que un .rano injusto como Arquelao es en extremo dichoso] vendrán ahora a apoyar tus palabras casi todos los atenienses y extranjeros, si deseas presentar contra mí tes.gos de que no digo la verdad. […] Pero yo, aunque no soy más que uno, no acepto tu opinión; en efecto, no me obligas a ello con razones, sino Guía para la educación del carácter
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que presentas contra mí muchos tes.gos falsos e intentas despojarme de mi posesión y de la verdad. (Gorgias 471e2-­‐472b6
[1]).
Un poco más adelante en el diálogo, Calicles vuelve a la carga e intenta ridiculizar la convicción de Sócrates sobre la jus.cia, como una creencia descabellada que nadie fuera de Sócrates comparte: Dime Sócrates, ¿debemos pensar que hablas en serio o que bromeas? Pues si hablas en serio y es verdadero precisamente eso que tú dices, ¿no es cierto que la forma de vida de nosotros, los seres humanos, se vería puesta de cabeza pues, según parece, actuamos de un modo completamente contario a aquel, en que es necesario actuar? (Cfr. Gorgias 481a10-­‐481c5).
Sócrates responde a la crí.ca de Calicles con una nueva defensa de la auten.cidad: Yo creo, empero, oh excelente Calicles, que es mejor que mi lira esté desafinada y que desentone de mí, e igualmente el coro que yo dirija, y que muchas personas no estén de acuerdo conmigo y me contradigan, antes de que yo, que no soy más que uno, esté en desacuerdo conmigo y me contradiga. (Gorgias 482b7-­‐c3).
Lo esencial en una mirada
La auten.cidad es vivir en pensamientos, palabras y obras la fidelidad a nosotros mismos y a la verdad. Es una virtud de gran valor en un mundo plagado de falsedad, simulación y manipulación, y es indispensable para vivir en libertad, sin tener que fingir ni pretender que somos o queremos algo dis.nto a lo que somos y queremos. Aceptarnos como somos exige, además de humildad, subrayar nuestra iden.dad personal, única e irrepe.ble. La persona no autén.ca pretende engañar a los demás y, lo que es peor, engañarse y en úl.ma instancia traicionarse a sí misma. Esto llevado al extremo puede desembocar en una evasión sistemá.ca de la realidad con consecuencias incluso patológicas.
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Los dos reyes y los dos laberintos[1]. (Jorge Luis Borges)
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan perplejo y su.l que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del .empo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día.
La sobriedad
Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus cas.llos, rompió sus gentes e hizo cau.vo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: "¡Oh, rey del .empo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fa.gosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso." Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.
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Lo esencial en una mirada
La sobriedad consiste en darle a las cosas su justo valor y establecer las prioridades y límites de acuerdo con un juicio recto. Es fácil deslumbrarse ante los lujos y la fastuosidad, por lo que resulta necesario saber darle su lugar para no permi.r que nos consuman. Ser sobrio es, fundamentalmente, guardar una medida en todo lo que hacemos y no perder el control. La sobriedad se refiere no sólo a las bebidas alcohólicas; la ac.tud de moderación que ha de guardarse con respecto a éstas es análoga a la que hemos de guardar en todo lo que hacemos. Hay que valorar lo realmente importante de nuestra vida, y saberlo dis.nguir de lo accesorio.
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Virtudes
de la
convivencia
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La solidaridad
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Lech Walesa
Lech Walesa, premio Nobel de la paz en 1983, fue un personaje fundamental en el establecimiento de la democracia en Polonia su país que, hasta 1990, cuando Walesa asumió la presidencia, se encontraba gobernado por un régimen autoritario e ilegí.mo porque no había sido elegido por los ciudadanos.
El movimiento que Walesa encabezó se llamaba precisamente “Solidaridad” y se ha conver.do en referente de lo que pueden lograr los ciudadanos si se organizan y actúan en conjunto. Su peculiaridad más evidente es que no se trataba de un movimiento armamen.sta o revolucionario, sino que estaba ar.culado por la idea de lograr elecciones democrá.cas, teniendo como métodos de acción la huelga y otras manifestaciones pacíficas.
“Solidaridad” comenzó como un sindicato no gubernamental, el único en Polonia y en todo el bloque sovié.co, en 1980. Su principal pe.ción era simple: libertad para asociarse en grupos fuera del gobierno, en sindicatos autónomos independientes del único par.do autorizado, el par.do comunista. La fuerza de su discurso, su opción por la no violencia y el hartazgo de los polacos hacia el régimen sovié.co, lograron que en tan solo un año “Solidaridad” contara con 9 millones de afiliados.
Para 1982, los líderes sovié.cos declararon ilegal el sindicato, y encarcelaron a la mayoría de sus miembros. Walesa fue detenido en una remota villa al sureste de Polonia. Para entonces ya había visitado Italia, Japón, Suecia, Francia y Suiza como invitado de la Organización Internacional del Trabajo, ins.tuto que también ganó el Premio Nobel de la Paz en 1969.
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En 1983 el gobierno polaco levantó la ley marcial y dejó libres a los prisioneros de “Solidaridad”. Para ese entonces ya había más de 10 millones de ciudadanos en el movimiento, lo cual significaba que el gobierno debía negociar con él si no quería que sus huelgas volvieran al país ingobernable. Así, se logró la realización de elecciones democrá.cas y Walesa se convir.ó en el primer presidente democrá.camente electo en un país de influencia sovié.ca, al que gobernó hasta 1995.
La lucha polaca contribuyó enormemente a la caída del bloque comunista sovié.co y fue un ejemplo para muchas naciones de que el poder que no emana de los ciudadanos es ilegí.mo, y que cuando los ciudadanos se organizan con un obje.vo común y bueno, pueden vencer a cualquier gobierno ilegí.mo. Hasta el día de hoy Polonia es democrá.ca.
Lo esencial en una mirada
La sociedad en sí misma es un sistema de cooperación. Todos somos responsables de nuestra comunidad. La solidaridad es una virtud connatural a la condición social del ser humano, un elemento de cohesión indispensable para el funcionamiento de una sociedad libre. La solidaridad es comprometerse por la obtención del bien común, por la construcción de las condiciones necesarias para que cada ciudadano pueda desarrollarse plenamente.
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La
subsidiariedad
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La megalópolis
La zona metropolitana de la ciudad de México, conformada por el Distrito Federal (DF) y 79 municipios conurbados, .ene más de 20 millones de habitantes. Es la concentración humana más grande de América, y la novena del mundo. Y se está quedando sin agua. Los cortes al servicio del agua son cada vez más frecuentes y afectan a cada vez más personas.
En Iztapalapa, la delegación más poblada del Distrito Federal, y la en.dad con mayor densidad de población en el país, vivían casi dos millones de personas en el 2010, de acuerdo con datos del Ins.tuto Nacional de Estadís.ca, GeograVa en Informá.ca (INEGI). Ahí, unas 450 mil personas viven con menos de 50 y hasta 20 litros de agua por habitante al día. ¡Mientras que en algunas zonas de alto poder adquisi.vo de la ciudad el consumo llega a 700 litros diarios por habitante[1]!
Por mo.vos económicos y polí.cos el agua en la ciudad se encuentra subsidiada, es decir, los habitantes pagan por ella mucho menos de lo que cuesta. Según recomendaciones del Ins.tuto La.noamericano de la Calidad del Agua (ILCA), si se cobrara el agua a su costo real, costaría al usuario 5.7 veces más que el costo actual
[2].
Y aun así, ni siquiera todos la pagan. El padrón de usuarios domés.cos y comerciales es de un millón 800 mil causantes. De ellos, sólo el 50% paga en .empo y forma; un 25% es moroso, y el otro 25% sencillamente no paga.
Para mantener el abasto de agua a la ciudad de México es necesaria una intrincada red de presas, tuberías y pozos. Uno de los sistemas principales, el Cutzamala, es frecuentemente cerrado para labores de mantenimiento, lo que deja sin agua por días a colonias enteras del Distrito Federal. Guía para la educación del carácter
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Al año llegan al D. F. aproximadamente 100 millones de metros cúbicos de agua, de ellos, 400 millones se pierden en fugas. Con la poca recaudación no existe toda la infraestructura necesaria para tratar las aguas residuales y, a pesar de sufrir la escasez, muchos de los habitantes de la ciudad siguen desperdiciando el agua potable, gastándola irresponsablemente y exigiendo al gobierno la solución del problema.
Lo esencial en una mirada
La subsidiariedad, al igual que la solidaridad, es una virtud connatural a la condición social del ser humano. La subsidiariedad rige la relación de corresponsabilidad entre los ciudadanos y el gobierno. El fundamento úl.mo de la subsidiariedad es la libertad responsable de los ciudadanos. Para exigirle al gobierno que cumpla con sus obligaciones, es necesario que primero cumplamos con nuestros deberes individuales. Pues nosotros somos los primeros interesados en nuestro propio bienestar.
El Estado no debe invadir nunca el ámbito de libertades y responsabilidades de los individuos. La virtud de la subsidiariedad es incompa.ble con los regímenes totalitarios o paternalistas.
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Tolerancia
y respeto
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[Inka] trató de ordenar esta avalancha de pensamientos que se agolpaban en su cabeza, pero no lo consiguió. Normalmente pasaban días e incluso semanas sin que pensara ni una sola vez en su vida interior; cuando mucho quizá cuando recibía carta de Tu‚y o leía algo relacionado con aquella época de su vida. Pero [hoy] cuanto más se esforzaba por olvidar, con tanta más claridad asomaban los recuerdos.
Por ejemplo, el primer día de clase sus nuevos compañeros se le habían quedado mirando como si fuera un bicho raro. Su madre la había acompañado al despacho de la directora. Luego, al verse delante de la clase, hubiera querido que la .erra se la tragara.
Ésta es Inka Karsten. Viene del otro lado, de la República Democrá.ca Alemana (RDA). Sean amables con ella. Ha tenido que soportar de todo.
-­‐ Le asignaron un si.o junto a una chica que se pasó el rato cuchicheando y preguntándole cosas; aunque Inka ya tenía bastante con intentar enterarse de lo que trataba la clase. Luego, en el recreo, todos se agolparon a su alrededor y la señora Herzog tuvo que intervenir. Al día siguiente todo empezó cuando Inka se puso de pie para saludar al profesor de la primera hora. Éste, al entrar, soltó una especie de saludo y el grupo le deseó buenos días con la misma indiferencia. Inka miró a su alrededor desconcertada. ¿Aquí no se levantan cuando entra el profesor? ¿No hace nadie el mínimo gesto?
-­‐ ¿Qué ocurre? preguntó el profesor, al ver que Inka seguía de pie ¡Ah, sí! Tú eres la nueva, la del otro lado. Inka, confusa, se volvió a sentar. Ese profesor, que daba matemá.cas, le cayó fatal. No empezó en seguida a dar la clase y a resolver ejercicios, sino que Guía para la educación del carácter
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explicó, añadiendo de cuando en cuando comentarios irónicos, el ritual que se sigue en las escuelas de la RDA al inicio de cada clase. Todos se reían por lo bajo. Inka se senCa el blanco de las burlas. Y cuando, encima, el profesor preguntó: “A ver, ¿alguien sabe algo de la RDA?, todos se apresuraron a hacer comentarios a cual más nega.vos.
-­‐ En todos los si.os hay que hacer colas… -­‐ En verano nunca se puede tomar algo frío…
-­‐ Hay que pagar entrada para ir a la RDA…
-­‐ En casi todos los si.os .enen todavía calefacción de carbón…
-­‐ Nuestros familiares se morirían de hambre si no les mandáramos paquetes con.nuamente…
Inka no pudo soportarlo más. Se levantó de repente y gritó con todas sus fuerzas:
-­‐ ¡Son unos imbéciles! ¡No .enen ni idea de nada y se ponen a decir esas cosas! A mí me gustaba vivir allí, aunque estuviera en un internado. Yo no quería irme, pero nadie me consultó. ¡Y los amigos que he dejado allí no son tan creídos como ustedes, capitalistas! Luego abandonó el salón la clase, recogió furiosa el anorak [impermeable] y salió corriendo del colegio. No tenía ni idea de hacia dónde ir; la ciudad le era desconocida, y en el estado de nerviosismo en el que se encontraba tampoco se fijó en el recorrido que estaba haciendo. […]
Se puso a llorar amargamente. Al principio sólo un poco, pero luego le entró un autén.co ataque como el de la primera noche. […] De repente Inka se dio cuenta de que estaba muerta de frío […] Se puso de pie. Vió a un hombre paseando con un perro pachón y le preguntó el camino hacia el colegio. Se había alejado mucho sin fijarse en la dirección. Cuando llegó, ya habían acabado las clases. […].
Al ir a su salón, Inka tuvo que pasar por delante de la sala de profesores. La señora Herzog estaba corrigiendo cuadernos. Justo en el momento en que Inka intentaba pasar de largo sin hacer ruido, la profesora levantó la mirada.
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-­‐ ¡Gracias a Dios has vuelto! dijo ¿quieres entrar un momento? Inka se quedó indecisa en el umbral.
-­‐ Sólo quería recoger mis cosas.
-­‐ La señora Herzog puso a un lado el montón de cuadernos y le indicó una silla junto a la suya.
-­‐ Primero siéntate. Estás helada de frío. Te voy a hacer una taza de té.
Inka entró por fin a la sala de profesores. Su mochila estaba allí, cerca de una estantería. ¿La había estado esperando la profesora?
La señora Herzog le preparó una taza de té […] En seguida vuelvo, le dijo, sírvete azúcar.
¿Iría la señora Herzog a buscar a la directora? Inka tenía un poco de miedo. Pero, ¿qué podía hacer? No iba a salir otra vez corriendo. No sabía adónde ir. Cuando la profesora volvió, traía un paquete de galletas. Se preparó ella también una taza de té y se sentó a su lado.
-­‐ Unas respuestas bastantes estúpidas, ¿no? – dijo la señora Herzog.
-­‐ El profesor tuvo una muy mala idea – respondió Inka.
La señora Herzog le dio la razón a Inka, pero intentó quitar importancia a lo sucedido.
-­‐ No han conocido más que eso. Son una minoría los que han estado alguna vez en la RDA, y lo que vieron allí tampoco es exactamente lo que tú conoces. Es lo que ocurre cuando se está de visita.
-­‐ A mí me gustaba estar allí – dijo Inka. Le costaba trabajo contener las lágrimas.
-­‐ Llora, si .enes ganas.
La señora Herzog se levantó y se dirigió hacia un armario. […] volvió a la mesa. Traía un mapa y un grueso rotulador.
-­‐ Mira, éste es un mapa de Alemania cuando era un solo país. Y aquí… trazó una línea de arriba abajo — aquí está ahora la frontera.
A Inka le hacía daño esa gruesa línea azul. Ella había estado viviendo en la parte de la derecha. […] Guía para la educación del carácter
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-­‐ Vamos a hacer una raya amarilla en todos los si.os en los que has estado. […] -­‐ ¡He estado en todos estos si.os! – dijo Inka. Se senCa incluso un poco orgullosa de ello.
-­‐ Mira, Inka –dijo la señora Herzog– cuando haya en este lado del mapa tantas rayas amarillas como en el otro, te sen.rás en casa. Puedes quedarte con el mapa y el rotulador. Te los regalo.[…]
En paro
[Inka] A veces miraba hacia la señora Herzog que iba sentada adelante, junto al conductor. Sí, con ella se había llevado bien desde el principio. Los otros la habían aceptado tras algunas vacilaciones; en realidad no lo habían hecho hasta que la propia Inka había intentado comprenderlos a ellos. Pero eso sólo había ocurrido después del viaje a Yugoslavia. “Cuando ya no quería regresar a Alemania oriental”, pensó Inka.[…]
[Inka] fue notando tantos más cambios en su madre, cuanto mejor conseguía adaptarse a su nuevo ambiente e iba dejando de ser “la nueva del otro lado” […] recordó lo mucho que ella misma había debido cavilar sobre la libertad. ¿Era esto de ahora la libertad? Aquí tampoco podía uno hacer lo que quería. Principalmente si no tenía trabajo ni dinero. En ese caso, ni siquiera estaba seguro de poder seguir viviendo en el mismo si.o. Y tampoco se podía ya viajar a donde uno quisiera.
Lo esencial en una mirada
Tolerar significa no impedir un acto que se condena firmemente pues se considera ilícito, erróneo, malo o dañino. Significa también no atacar a otra persona en razón de sus acciones, opiniones o creencias, a pesar de que consideremos dichas acciones reprobables y dichas creencias y opiniones falsas. La tolerancia se deriva de tres principios: Primero del respeto absoluto a la dignidad humana; segundo, de la convicción de que las consecuencias de no tolerar actos, opiniones y creencias que reprobamos firmemente, pueden ser peores para la sociedad que el daño que causan esos actos creencias u opiniones; tercero, de la convicción de que Guía para la educación del carácter
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muchos temas que conciernen a los asuntos humanos son opinables, y de que la pluralidad de puntos de vista y formas de vida nos enriquece, más que amenazarnos. El respeto a la dignidad y los derechos humanos marca los límites de la tolerancia.
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Benevolencia
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Monseñor Bienvenida y Jean Valjean Los miserables, de Víctor Hugo, es la novela más importante del roman.cismo francés del siglo XIX y un clásico obligado en la literatura universal. Uno de las premisas fundamentales de esta historia es el acto de benevolencia que monseñor Bienvenida, arque.po del hombre justo y generoso, .ene con el protagonista de la novela, Jean Valjean.
Valjean había sido recién liberado de prisión, lo que significaba un terrible es.gma en la sociedad francesa, muy pocos estaban dispuestos a confiar en un ex convicto, a darle trabajo o prestarle ayuda. Monseñor Bienvenida, obispo de Digne, donde vivía con su hermana y una sirvienta, y abrió las puertas de su casa a Jean Valjean, a quien invitó a cenar y a pernoctar en su casa. Pero en un primer momento Jean Valjean no supo agradecer la benevolencia del monseñor y mientras éste dormía, aprovechó la ocasión para robarle los finos cubiertos de plata que habían u.lizado durante la cena.
Al día siguiente, la policía capturó a Valjean y encontró en su bolsa los cubiertos robados. Jean Valjean se defendió min.endo y afirmó que Monseñor Bienvenida le había regalado los cubiertos, pero los policías no le creyeron y lo llevaron de regreso a casa del obispo.
Así narra Víctor Hugo el resto del episodio:
Se abrió con violencia la puerta. Un extraño grupo apareció en el umbral. Tres hombres traían a otro cogido del cuello. Los tres hombres eran gendarmes. El cuarto era Jean Valjean. Un cabo que parecía dirigir el grupo se dirigió al obispo haciendo el saludo militar.
-­‐ Monseñor…-­‐ dijo.
Al oír esta palabra Jean Valjean, que estaba silencioso y parecía aba.do, levantó estupefacto la cabeza.
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-­‐ ¡Monseñor! – murmuró-­‐. ¡No es el cura!
Silencio-­‐ dijo un gendarme-­‐. Es Su Ilustrísima el señor obispo.
Mientras tanto, monseñor Bienvenida se había acercado a ellos.
-­‐ ¡Ah, habéis regresado!-­‐ dijo mirando a Jean Valjean-­‐. Me alegro de veros. Os había dado también los candeleros que son de plata, y os pueden valer doscientos francos. ¿Por qué no los habéis llevado con vuestros cubiertos?
Jean Valjean abrió los ojos y miró al venerable obispo con una expresión que no podría pintar ninguna lengua humana[1].
Este episodio marcó por completo el des.no de Jean Valjean, quien a par.r de entonces cambió su visión de la vida de modo radical y se dedicó a hacer el bien a los demás, especialmente a los más necesitados y despreciados por la sociedad, lo cual se narra a lo largo de la clásica novela.
Lo esencial en una mirada
Ser benévolos consiste en hacer el bien a los demás de manera desinteresada y genuina. La benevolencia es condición necesaria para establecer relaciones de amistad. El ser humano ha de buscar para los demás el bien que procura para sí mismo. La benevolencia puede cambiar radicalmente la vida de quienes nos rodean y hacer una sociedad más humana. Todos podemos ayudar en algo y ser ayudados, pues no todos tenemos las mismas cualidades y defectos, dones y carencias. No esperemos a que los demás sean benévolos para serlo nosotros.
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Phuc -­‐ La fuerza del perdón
El 8 de junio de 1972, cuando su aldea de Tran Bang (Vietnam del Sur) fue bombardeada, Kim tenía 9 años. Abrasada por el napalm, echó a correr por la carretera, aullando de miedo y dolor. Todo el horror de la guerra quedó captado en la fotograVa de Nick Ut, reportero gráfico de la agencia Associated Press, y su difusión en el mundo entero contribuyó a poner un término al conflicto de Vietnam. Kim Phuc .ene hoy 38 años y vive en Canadá con su esposo e hijos. Aunque su cuerpo quedó marcado para siempre con los es.gmas visibles e invisibles del napalm, ha perdonado a los que se los infligieron. En un acto conmemora.vo de la guerra del Vietnam celebrado en Washington dijo a los ex comba.entes presentes que, si un día se encontrara cara a cara con el piloto que lanzó la bomba, le diría: “Ya que no se puede cambiar la historia, tratemos de hacer cuanto podamos por promover la paz”. Dicho y hecho: Kim Phuc tuvo el gesto de abrazar a John Plummer, uno de los asistentes al acto que intervino en la coordinación del bombardeo de Trang Bang.
El perdón
Kim Phuc es actualmente una de más fervientes militantes por la paz mundial, la no violencia, la tolerancia, el diálogo y la ayuda mutua. En su calidad de Embajadora de Buena Voluntad de la UNESCO, se esfuerza sin descanso por promover el obje.vo señalado en el preámbulo de la Cons.tución de la Organización: "Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz ".
Solamente cuando encontré la fe en mí misma, se atenuó el dolor de las llagas de mi corazón […], sola y sin ayuda de nadie, fui dejando que el sen.miento de perdón creciera en mi corazón hasta que empezó a embargarme una inmensa paz interior. Esto no ocurrió de la noche a la mañana, porque no hay nada más diVcil que llegar a amar a los enemigos. En vez de reaccionar de una manera “normal”, con odio y deseo de venganza, opté por la comprensión, que por cierto no se alcanza en un día.
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Quiero que mi experiencia sirva a los demás. Fui quemada por culpa de la guerra […]. Tenemos que aprender cómo ser más tolerantes, a estar atentos a las personas, escucharlas, salir de ensimismamiento y ayudar a los demás; en vez de dejarnos llevar por la ira y el odio que sólo engendran deseo de venganza y violencia estériles. La guerra sólo trae consigo padecimientos. He vivido la guerra y sé cuán invaluable es la paz. He sufrido mi dolor y sé lo que vale el amor cuando uno desea curarse. He experimentado odio y sé cuál es la fuerza del perdón. Hoy, como estoy viva y vivo sin odio ni ánimo de venganza, puedo decir a los que causaron mi sufrimiento: “¡Les doy mi perdón!” No hay otro medio para preservar la paz y poder hablar de tolerancia y no violencia.
Lo esencial en una mirada
Perdonar es colocar en perspec.va la injus.cia que otro nos ha hecho y esforzarnos para no definir a la persona que nos agredió únicamente en relación a su o sus actos injustos. Perdonar implica entender que una persona normal es más que el conjunto de malas acciones que realiza contra los otros. Para perdonar se requiere de un significa.vo cambio interior que nos hace mejores personas y nos da capacidad de comprensión y aprecio hacia nuestros semejantes. El efecto inmediato de ello es la paz del espíritu, la liberación de resen.mientos y rencores. Guía para la educación del carácter
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Compasión
y humanidad
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La desgracia ajena como propia
Herodoto, el clásico historiador por quien conocemos la Batalla de las Termópilas que comentamos en el apartado sobre la fortaleza, narra también la anécdota de Psaménito, el derrocado rey de Egipto quien habiendo soportado el dolor de ver sufrir a sus seres más queridos, se conmueve hasta las lágrimas ante el dolor de un an.guo amigo que terminó como pordiosero pidiendo limosna.
Narra Herodoto que al décimo día de haber caído rendida la plaza de Menfis (520 a.C), Cambises, cruel general persa, ordenó que el rey Psaménito fuera expuesto en las afueras de la ciudad, para que todos pudieran ver cómo se deterioraba el ánimo del antes rey, ahora prisionero. Cambises mandó ves.r de esclava a la hija del rey y la envió a recoger agua de modo que tuviera que pasar frente a su padre. Para aumentar la humillación, mandó junto con ella a varias doncellas egipcias, todas ves.das en harapos. Al verlas pasar todos lloraron, pero el rey se guardó su dolor y no hizo más ademán que bajar los ojos y clavarlos en [erra.
Apenas terminó esta humillación, Cambises dio un segundo golpe al rey: hizo pasar delante de él a su hijo, junto con otros dos mil egipcios, todos mancebos principales, todos de la misma edad, todos con dogal al cuello y con mordazas en la boca. Iban condenados a muerte. Psaménito vio pasar a su hijo, junto con los demás jóvenes. Todos los egipcios que contemplaban la escena gritaban despavoridos, llenos de dolor. De nuevo, el rey no hizo más que un gesto de tristeza y clavó su mirada en el piso.
Después, casualmente, pasó un an.guo amigo de Psaménito, que había compar.do la mesa con él en varias ocasiones. Era ahora un hombre viejo, despojado por completo de todos sus bienes, conver.do en pordiosero que iba pidiendo limosna por la calle. Al verlo, el rey rompió en llanto, y llamando por su propio nombre al amigo mendicante, empezó a desgreñarse dándose con los puños en la frente y en la cabeza.
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Cambises se sorprendió cuando le contaron la reacción de Psaménito y mandó preguntarle con un mensajero por qué no había llorado al ver a su hija esclavizada y a su hijo condenado a muerte, pero sí cuando vio al mendigo. Dice Herodoto al respecto:
A esta pregunta que se le hacía respondió Psaménito en estos términos: «Buen hijo de Ciro, tales son y tan extremados mis males domés.cos que no hay lágrimas bastantes con qué llorarlos; pero la miseria de este mi an.guo amigo y compañero es un espectáculo para mí muy las.mosa, viéndole ahora al cabo de sus días y en el linde del sepulcro, pobre pordiosero, de rico y feliz que poco antes le veía.» Esta respuesta, llevada por el mensajero, pareció sabia y acertada a Cambises; y al oírla, dicen los egipcios que lloró Creso, que había seguido a Cambises en aquella jornada, y lloraron asimismo los persas que se hallaban presentes en la corte de su soberano; y éste mismo enternecióse por fin, de modo que dio orden en aquel mismo punto para que sacasen al hijo del rey de la cadena de los condenados a muerte, perdonándole la vida, y desde los arrabales condujesen al padre a su presencia[1].
Lo esencial en una mirada
“Compasión” significa “sufrir con el otro”. La compasión es una de las virtudes más humanas y nobles, al hacer que nos reconozcamos como individuos de la misma especie. El compasivo sufre por la desdicha ajena, sobre todo por aquella que es injusta.
Aristóteles define la compasión como un cierto pesar por la aparición de un mal destruc[vo y penoso en quien no lo merece, que también cabría esperar que lo padeciera uno mismo o alguno de nuestros allegados, y ello además cuando se muestra próximo[2]. Según Aristóteles, sólo hay dos .pos de personas incapaces de sen.r compasión: las que han perdido toda esperanza y las que están llenas de soberbia. Vivir la compasión significa aceptar plenamente nuestra humanidad y la de los demás.
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La gratitud
¿Por qué ser bueno?
Byron Sherwin es un profesor judío de teología radicado en Nueva York. Es experto en el diálogo interreligioso, autor o editor de más de 28 libros y 150 arCculos que se han traducido al polaco, español, alemán, checo y chino. Es también el único rabino judío que ha dado una plá.ca en el seminario católico de Bialystok, en Polonia, y el primer judío que dictó una conferencia en la Universidad de Varsovia. En su libro “¿Por qué ser bueno?”, narra una interesante anécdota sobre la gra.tud:
En 1990, poco después de la caída del comunismo, viajé a Polonia para pronunciar una serie de conferencias. Las estanterías de los supermercados estaban vacías y la gente hacía cola para adquirir los pocos productos disponibles. La comida era escasa. Cuando regresé de aquel viaje, fui al supermercado. Al ver a un hombre apilando cajas de plátanos, le pregunté dónde estaban las cerezas. El hombre levantó la cabeza, se encogió de hombros y a con.nuación me respondió que él sólo era un empaquetador. Pensando en la escasez de Polonia, exclamé:
-­‐¡Gracias a Dios! De no ser por usted no tendría todos estos productos a mi disposición.
-­‐Muchas gracias, señor -­‐respondió el hombre, y luego añadió-­‐: ¡No puede imaginar lo feliz que me siento al saberlo!
El hombre me hizo una seña de que aguardara unos segundos, se dirigió al almacén y a con.nuación me trajo una cesta de cerezas frescas. Lo esencial en una mirada
La gra.tud es una de las virtudes más bellas, y enaltece a quien la ejerce y a quien la recibe. Todos tenemos mo.vos para sen.rnos agradecidos, no importa qué tan diVcil sea nuestra situación, siempre habrá por qué y a quién agradecer. La gra.tud se diferencia de la jus.cia conmuta.va en tanto la persona agradecida corresponde por mera cortesía, y no por obligación, el bien que se Guía para la educación del carácter
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ha recibido. Sería imposible pagar justamente lo que mucha gente como nuestros padres, amigos o maestros han hecho por nosotros, por ello hay que ser agradecidos.
Hemos de poner más atención en las virtudes de los demás que en sus defectos, valorar más lo bueno que hacen por nosotros que los errores que cometen. La gra.tud está en la base de cualquier relación de amistad y ayuda enormemente a la convivencia agradable y armónica. Quien no sabe agradecer todos los bienes que ha recibido, y que son mucho más valiosos que la riqueza o la fama, está condenado al vacío existencial y la frustración. Guía para la educación del carácter
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Hotel (fragmento)
[Dice Jimmy Duckworth, un botones del hotel, a Chris.ne Francis]
-­‐ Habitación 1439, es la del viejo Mr. Wells. Lo mudamos desde la habitación de la esquina hace un par de días. […]
-­‐ ¿Por qué se cambió de habitación a Mr. Wells? [pregunta Chris.ne]
-­‐ Según me lo han contado, Miss, algún otro había tenido antes la habitación 1439 y se quejó. Entonces hicieron el cambio.
Chris.ne recordó ahora la habitación 1439: había habido quejas con anterioridad. Estaba al lado del ascensor de servicio, y parecía ser el lugar de cita de todas las cañerías del hotel. En consecuencia, el lugar era ruidoso e intolerablemente cálido. Todos los hoteles .enen, por lo menos, una habitación como ésa (algunos la llaman la “habitación ja-­‐ja”) que en general no se alquila hasta que el resto del hotel está lleno por completo.
-­‐ Si Mr. Wells tenía una habitación mejor, ¿por qué se le pidió que se mudara?
El botones se encogió de hombros.
-­‐ Será mejor que se lo pregunte a los empleados que adjudican las habitaciones.
-­‐ Pero usted debe tener alguna idea, insis.ó ella.
-­‐ Bien, supongo que es porque nunca se queja. Hace muchos años que el anciano viene acá, sin preocuparse jamás por sus vecinos…
Los labios de Chris.ne se apretaron coléricos mientras Jimmy Duckworth con.nuaba:
-­‐ Oí decir que en el comedor le dieron la mesa al lado de la puerta de la cocina, la que nadie quería. Dicen que a él no le importa.
Chris.ne, molesta, pensó: “a alguno le va a importar mañana por la mañana”. Ella iba a encargarse de que así fuera. Al comprobar que un huésped habitual, que era también un señor tranquilo, había sido tratado con tanta desconsideración sin.ó que su mal genio se encrespaba. […]
-­‐ U.lice la llave maestra ordenó Chris.ne Abra la puerta, ¡rápido! […]
La hospitalidad
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La habitación, cuando entró Chris.ne, estaba sofocantemente caliente, aun cuando una mirada al regulador de aíre acondicionado le advir.ó que marcaba “fresco”. Pero eso fue todo lo que tuvo .empo de ver, antes de observar la figura que luchaba por respirar en la mitad de la cama. Era un hombrecito parecido a un pájaro, que conocían como Albert Wells, con la cara gris-­‐ceniza, los ojos saliéndosele de las órbitas y los labios temblorosos, que intentaba, con desesperación, respirar, sin lograrlo del todo. […]
Abra la ventana, necesitamos aire […]
-­‐ Esta ventana está clausurada. Lo hicieron por el aire acondicionado.
-­‐ Entonces fuércela, si es necesario rompa el vidrio […]
Chris.ne se volvió al hombre que todavía luchaba en la cama. El frágil anciano no respiraba mejor que antes, y Chris.ne advir.ó que su rostro, que momentos antes tenía un color gris-­‐ceniza se estaba volviendo azul. […]
-­‐ He llamado al médico, vendrá en seguida. Dijo Chris.ne para tranquilizar a Mr. Wells.
Los ojos del hombrecito estaban cerrados. Ya no luchaba y parecía no respirar. Se oyó un ligero golpe en la puerta que se abrió y un hombre algo delgado entró desde el corredor. Era el Dr. Uxbridge. El Dr. Uxbridge, tras examinar a Mr. Wells, anunció con voz tranquila y firme:
-­‐ Este caballero está muy enfermo y necesitará atención médica. Mi consejo es trasladarlo enseguida al hospital.
-­‐ ¡No, no! ¡No quiero eso! […]
-­‐ No me gustan los hospitales. Nunca me han gustado declaró Albert Wells.
-­‐ Si se queda aquí replicó el doctor necesitará atención médica y por lo menos una enfermera durante vein.cuatro horas. También se le debería dar oxigeno a intervalos.
El hombrecillo insis.ó:
-­‐ El hotel puede ocuparse de conseguir una enfermera le urgió a Chris.ne. Usted puede hacerlo, ¿no es cierto, señorita?
-­‐ Supongo que sí era evidente que el desagrado que senCa Albert Wells por los hospitales era muy fuerte. Por el momento, había Guía para la educación del carácter
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superado su ac.tud habitual de no causar moles.as. Se preguntó, sin embargo, si Mr. Wells tendría una idea de lo mucho que costaría una enfermera privada. […]
[Más tarde dice Chris.ne a Peter McDermo‚, funcionario del St. Gregory Hotel]:
-­‐ Me alegro de que se haya quedado.
Peter pareció sorprenderse.
-­‐ ¿Mr. Wells? ¿Por qué no habría de quedarse?
-­‐ En algunos hoteles no lo dejarían. Usted sabe cómo son: nada que salga de lo co.diano, y además no puede molestarse a nadie. Lo único que quieren es gente que llegue, que se vaya y pague su cuenta. Eso es todo.
-­‐ Esas son fábricas de salchichas. Un verdadero hotel se interesa en la hospitalidad, y auxilia a un huésped si lo necesita. Los mejores comenzaron así. Por desgracia demasiada gente en este negocio lo ha olvidado.
Lo esencial en una mirada
La hospitalidad es el buen recibimiento y trato que se da a los extranjeros o visitantes. Es una virtud que se expresa en ac.tudes de servicio y calidez ante personas que necesitan algún .po de ayuda o servicio, por encontrarse fuera de su hogar, de su patria, o por estar enfermos o necesitados. Vivir la hospitalidad significa que el mundo es la casa de todos y que podemos hacerle la existencia más agradable y humana a otras personas.
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Liderazgo
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El muro de purdah
¿Cómo hacer que las mujeres pidan un préstamo monetario a un banco en un país donde las mujeres jamás se han acercado a un banco? Si yo hubiera puesto un anuncio que dijera:
SEÑORAS, ESTE MENSAJE LES CONCIERNE
¡BIENVENIDAS A NUESTRO BANCO
PARA UN PROGRAMA ESPECIAL DE PRÉSTAMOS RESERVADO A LAS MUJERES!
Este atrac.vo cartel me habría permi.do llegar a un público muy amplio, y cons.tuido una buena publicidad gratuita, pero con pocas posibilidades de que lo leyeran quienes yo quería: por un parte, el 85% de las mujeres del campo no sabe leer ni escribir y, por otra, ellas no pueden salir de su casa sin la autorización de su marido.
Me costó mucho trabajo captar el interés de las mujeres. Al cabo de un .empo, como no se acercaban, decidimos ir a buscarlas. Para hacer esto, tuvimos que aplicar una serie de argucias y técnicas. Debido a las normas del purdah (literalmente “cor.na”, “velo”) no nos atrevíamos a entrar a la casa de una mujer. El término purdah abarca un conjunto de prác.cas vinculadas a la obligación impuesta por el Corán de proteger la virtud de las mujeres. La interpretación más conservadora dice que a ellas no las debe ver ningún hombre que no sea pariente muy cercano. A menudo ni siquiera salen de la casa para visitar a sus vecinos.[…]
Pero incluso donde no se observa estrictamente el purdah, las costumbres, la familia, la tradición y el decoro hacen que las relaciones entre hombres y mujeres sean extremadamente ceremoniosas. Cuando trataba de reunirme con las mujeres en las aldeas, no me atrevía a golpear la puerta. Por el contrario, permanecía en un lugar despejado, entre muchas casas, para que todo el mundo pudiera ver lo que hacía. Y esperaba. Sobre todo quería que comprobaran que respetaba su vida privada y sus reglas de decoro. […]
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Bromeaba con frecuencia, pues el humor es siempre un buen medio para que llegue a buen puerto el mensaje. Explicaba a mis colaboradores que debían ser muy gen.les con los niños, no sólo porque es natural, sino también porque es un medio simple y rápido de ganar el corazón de una madre. Además, aconsejaba no llevar ves.mentas caras ni costosos saris.
Habitualmente, me hacía acompañar por una muchacha de la aldea o por una de mis estudiantes. Esta intermediaria entraba, me presentaba y hablaba en mi nombre, y comenzaba a mencionar la posibilidad de un préstamo. Mi mensajera me traía todas las preguntas que las mujeres querían hacerme, yo respondía y la muchacha volvía a la casa. A veces debía ir y venir por más de una hora, sin que yo pudiera convencer a esas mujeres ocultas de que pidieran un préstamo en el Grameen. [Banco de microcréditos fundado por Yunus]
[…] A menudo nuestra mensajera no comprendía todo lo que yo quería decir ni los problemas que planteaban las mujeres. Y, una vez más me sugerían que acabara con el asunto, que no volviera. A veces los maridos, irritados, intervenían. Imagino que el hecho de que fuera un respetado jefe de departamento universitario les daba seguridad, pero siempre exigían que los préstamos les fueran concedidos directamente, sin pasar por las mujeres.
Un día estaba sentado entre las casas de una aldea y el cielo se encapotó y empezó a llover […] la lluvia se tornó rápidamente torrencial. Las mujeres de la casa me enviaron un paraguas para que pudiera protegerme. Estaba rela.vamente poco mojado, pero las mujeres sin.eron pena por la muchacha, que estaba empapada porque tenía que ir y venir.
-­‐ Que el profesor se proteja al lado. No hay nadie. Así la niña no se seguirá mojando.
Fue la primera vez que me invitaban a entrar a una casa.
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[…] Esa casa estaba separada de la con.gua por un tabique de bambú y muebles de conveniencia, y cada vez que mi intermediaria iba donde las mujeres de la casa vecina escuchaba fragmentos de lo que se decía, ya que las voces me llegaban apagadas. Y cuando la muchacha regresaba a informarme de lo que habían dicho ellas, se aproximaban al tabique de bambú para escuchar mis respuestas: una forma de comunicación que estaba lejos del ideal, pero era mejor que permanecer bajo la lluvia.
Tras una veintena de minutos, las mujeres del otro lado empezaron a hablarme directamente o más bien a gritar, sin pasar por la intermediaria, comentando y preguntando en el dialecto de Chi‚agong. A medida que mis ojos se habituaban a la oscuridad, podía dis.nguir siluetas humanas que me observaban a través de los inters.cios del tabique. Fue importante que tuviera un buen conocimiento del dialecto Chi‚agong. Hacían las mismas preguntas que los hombres:
¿Por qué tenemos que formar un grupo?
¿Por qué no se me da enseguida un préstamo personal?
[…] De tanto apoyarse contra el tabique, las mujeres terminaron por derribar una parte, y pronto estaban sentadas frente a mí, en el cuarto, hablando directamente. Era la primera vez que hablaba directamente a un grupo de mujeres de Jobra. -­‐ Lo que usted dice nos asusta, señor dijo una mujer con el rostro disimulado bajo la punta del sari.
-­‐ Mi marido se ocupa del dinero dijo otra, de espaldas para que no le viera la cara.
-­‐ Préstele el dinero a mi marido, él se ocupa. Nunca tuve dinero en las manos y no quiero ni tocarlo explicó una tercera.
Ya tenemos bastantes problemas para pagar la dote, profesor, no queremos tener otros con nuestro marido aseguró una anciana.
Se veían con claridad los efectos desastrosos de la pobreza. Perpetuamente humillados en el exterior, los maridos sólo tenían poder sobre sus mujeres, verdaderas víc.mas a quienes podían Guía para la educación del carácter
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injuriar, golpear, tratar como animales, antes de pedir el divorcio. Sabía que la violencia familiar era un problema, y ninguna de esas mujeres quería mezclarse en asuntos de dinero, dominio tradicionalmente reservado a los hombres.
Trataba de disipar sus temores hasta donde podía.
Lo esencial en una mirada
El liderazgo es un poder que otorga un grupo de seguidores a una persona a quien considera capaz, interesada en el bien del grupo, que se involucra personalmente y pide algo que vale la pena. Este liderazgo es más viable cuando se plantea un programa claro, se vive una filosoVa personal, se establecen relaciones humanas duraderas y se trabaja con enfoque universal. En cuanto al liderazgo educacional su caracterís.ca específica es la aplicación de nuevos métodos y es.los de trabajo y dirección para lograr la formación integral de las generaciones venideras.
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¡Por tu par.cipación mil gracias!
Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena.
Jorge Luis Borges (de Fragmentos de un evangelio apócrifo). 
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