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Monografía: El olvido
Patricia Beatriz Lodeiro1
Introducción
Me propongo realizar un recorrido, en la obra de sigmung Freud, sobre el término
olvido (Vergessen), siempre pensándolo como una tensión entre dos conceptos que
están íntimamente entrelazados como son el olvido y el recuerdo.
Al hablar de olvido siempre está presente, en la obra de Freud, el recuerdo como
pantalla en la que el olvido se despliega, y viceversa. De entre las distintas líneas
posibles entre el olvido y algunos ejes conceptuales fundamentales en la obra de Freud
trabajare principalmente sobre:
– Olvido y recuerdo
– El olvido ligado a la represión
– Olvido y formación de síntomas
– Olvido y recuerdo encubridor
– Olvido y duelo
– Lo imposible de olvidar, lo traumático
concluiré relacionando cómo la técnica psicoanalítica se fue modificando en función de pensar estos términos desde diferentes momentos de la teoría.
Olvido y recuerdo
El olvido, según la real Academia Española, es la cesación de la memoria que se
tenía. Aparece como una falla de la memoria: tiene que ver con no recordar.
Freud, en cambio, saca al olvido de los esquemas mecanicistas u organicistas que
empañan la posibilidad de su estudio y, además, diferencia entre memoria y recuerdo.
La memoria remite a las marcas, a las inscripciones que deja la experiencia; sin
embargo, lo que puede ser relatado no es la inscripción pura, sino una retranscripción,
como lo sitúa Freud en la carta 52 a Fliess (6 de diciembre de 1896).
El recuerdo y la memoria no son lo mismo. El recuerdo tiene que ver con la percepción, con un registro real de las huellas, supuestamente objetivo, a diferencia de
la memoria donde opera una transformación, porque sobre esas huellas se produce
una elaboración subjetiva.
1. [email protected] / Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina
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Las marcas de percepción tendrán que transcribirse en segundo lugar al inconsciente y en un tercer momento traducirse al preconsciente.
Trabajo con el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva, pues de tiempo en tiempo el material preexistente de huellas
mnémicas experimenta un reordenamiento, una retranscripción (umschrift)… La
memoria no preexiste de manera simple, sino múltiple, está registrada en diversas variedades de signos.
Freud diferencia distintos sistemas psíquicos: uno donde la percepción pasa sin
dejar una huella duradera; y otro donde sí queda una marca:
P son neuronas donde se generan las percepciones a que se anuda la conciencia, pero
que en sí no conservan huella alguna de lo acontecido. Es que conciencia y memoria se
excluyen mutualmente.
Ps (signos de percepción) es la primera transcripción de las percepciones, por completo
insusceptibles de conciencia…
Ic (inconsciencia) es la segunda transcripción: las Ic quizás correspondan a recuerdos
de conceptos, de igual modo inasequibles a la conciencia…
Prc (preconciencia) es la tercera trascripción, ligada a representaciones palabra, corresponde a nuestro yo oficial. Desde esta Prc las investiduras devienen conscientes de
acuerdo a ciertas reglas y esta conciencia secundaria es de efecto posterior…
cada reescritura posterior inhibe a la anterior y desvía de ella el proceso excitatorio.
Freud establece una distinción entre inscripciones que fueron una vez conscientes
y luego reprimidas de aquellas que nunca accedieron a la conciencia.
La memoria con la que trabajamos en psicoanálisis es una memoria ligada a un
tipo particular de inscripción en el aparato psíquico: la huella mnémica. Es una memoria vinculada a recuerdos inconscientes. se trata de la pulsión, de la experiencia
de satisfacción, de sexualidad. se trata de una memoria fundante, ya que sería a través
de ella y de su mecanismo traductivo/represivo que se estructuraría el psiquismo.
Y es sobre esta memoria (creo que aquí corresponde hablar de memoria en lugar
de recuerdo, porque recuerdo aludiría a un acción pasiva mientras que en la memoria
hay un trabajo activo por parte del sujeto, aun si él lo desconoce) donde se producen
los olvidos. Porque el olvido en psicoanálisis es estructural, nos habla de la escisión del
sujeto humano, nos habla de lo inconsciente.
Ya en “Estudios sobre la histeria”, Freud nos advierte:
representaciones inconscientes e insusceptibles de conciencia, escisión de la psique.
Llamamos conscientes a las representaciones de las cuales poseemos saber… o que habríamos podido observar de habernos fijado en ellas.
La existencia de representaciones actuales pero inconscientes o subconscientes. son
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hechos de la vida cotidiana. … cuando yo me olvido (de hacer una visita médica) siento
inquietud. sé por experiencia que significa esa sensación: un olvido. En vano recorro
mis recuerdos; no hallo la causa, hasta que horas después entra de repente en mi conciencia: pero durante todo ese tiempo yo estoy intranquilo. Por lo tanto, la representación
(de esa visita) conservo eficacia, estuvo siempre presente. Más no en la conciencia.
El olvido responde a un mecanismo que lo produjo. Es claro que este mecanismo
exige un alto grado de elaboración psíquica. comprobamos que el olvido no es un fenómeno accidental y que, salvo casos de regresión o enfermedad orgánica, no se debe
a un déficit o deterioro de la función, sino a un muy elaborado mecanismo que permanece activo. Ese mecanismo posee un conjunto de procedimientos descriptos por Freud
al servicio de lo que él denominó represión e implica la hipótesis del inconsciente.
No podemos acordarnos de todo. una memoria sin lagunas sería, para la conciencia,
un peso insoportable. Es necesario cierto olvido para vivir en el presente, un “Funes,
el memorioso” no tiene nada de envidiable. ¿Qué nos dice Borges? Pues que “solo un
hombre en la tierra tuvo derecho a pronunciar LO rEcuErDO; solo Funes”. Pero Funes
“era incapaz de ideas generales, platónicas”. No podía comprender símbolos genéricos.
Porque es sin duda el par olvido/recuerdo el que permite la formación de un concepto. Además, la memoria no es automática: entran en juego un deseo reprimido
que condiciona la vida de las personas. Deseo reprimido que motoriza el funcionamiento del psiquismo.
Freud en el “Proyecto...” habla de que hay ciertas representaciones que “es lícito
entonces decir, en lugar de excluido de la conciencia, excluido del proceso de pensar”.
Y a su vez en “sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria” de “La naturaleza tendenciosa de nuestro recordar y olvidar”.
Lo cual nos lleva a puntualizar dos cosas: 1) sería impensable una vida donde nada
quedara excluido del recuerdo (como en Funes) y 2) que el olvido no es azaroso sino
que, por el contrario, tiene un motivo, con lo cual pasamos al siguiente punto del presente trabajo.
El olvido ligado a la represión
“Pues aseveramos que nada se olvida sin una razón secreta o un motivo oculto”
(Freud, 1907). La represión constituye lo que se recuerda y lo que se olvida. Freud
decía ya en 1898:
Entre los múltiples factores que concurren para producir una flaqueza de memoria o
una ausencia de recuerdo, no se puede omitir, la parte que desempeña la represión, no
solo en neuróticos, sino en seres humanos normales. La facilidad y la fidelidad con que
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evocamos en la memoria cierta impresión no depende solo de la constitución psíquica
del individuo, de la intensidad de la impresión en el momento en que era reciente, del
interés que se le consagró, de la constelación psíquica presente, del interés que ahora
se tenga en evocarla, de los enlaces en que la impresión fue envuelta, etc. sino que depende además del favor o disfavor de un factor psíquico particular, que se mostraría renuente a reproducir algo que desprendiera displacer. La función de la memoria es menoscabada. (el énfasis es mío)
A su vez, en La interpretación de los sueños, Freud afirma: “Mi tesis según la cual
el olvido es, con harta frecuencia, la ejecución de un propósito inconsciente y en todo
caso permite una inferencia acerca de la intención secreta del olvidadizo”.
Estamos ante el par placer/displacer, por el cual el Yo estaría renuente a acceder a
una acción penosa y entonces mediante esta formación de compromiso (el olvido en
este caso) se permite evitar (a la manera de una huida) ese afecto penoso, al impedir
recordarlo. El olvido no es porque sí, tiene un motivo y ese motivo es una sensación
penosa para el Yo. La representación inconciliable, fue reprimida (esfuerzo de desalojo),
invalidando su acceso a la conciencia. Estamos ante la presencia de un conflicto que
paraliza la dinámica intrapsíquica con respecto a ciertas memorizaciones. Los olvidos,
para Freud, son consecuencia de la represión de las representaciones inaceptables
para el sujeto, “una fuerza psíquica, la desinclinación del yo, había originariamente
esforzado afuera de la asociación la representación patógena y ahora contrariaba su
retorno en el recuerdo…”.
Freud considera al olvido dentro de las así llamadas “operaciones fallidas”, mencionándolas por primera vez en la carta 94 que dirigió a Fliess el 26 de agosto de 1898,
refiriéndose a que, en ocasiones, a uno se le escapa un nombre y su lugar es ocupado
por un sustituto completamente erróneo, y el 22 de septiembre suministra a Fliess
otro ejemplo, el conocido como “signorelli”. A partir del caso signorelli (caso que no
desarrollaré aquí para continuar con mi exposición), Freud enuncia que las condiciones
necesarias para hablar del olvido no accidental de un nombre son: la tendencia a
olvidar ese nombre, la existencia de una represión relativamente reciente y la posibilidad de establecer una asociación exterior entre el nombre del que se trata y el objeto
de la represión.
A partir de las conferencias de Introducción al Psicoanálisis, Freud define a las
operaciones fallidas como actos anímicos serios y no simples contingencias que tienen
su sentido y surgen por la acción encontrada de dos tendencias diversas, una perturbadora y una perturbada.
Las operaciones fallidas son resultado de compromisos, conllevan un éxito a medias
y un fracaso a medias respecto de cada uno de los dos propósitos; la intención amenazada no se sofoca del todo ni se impone incólume…
El mecanismo de dos operaciones fallidas (es) el conflicto entre dos tendencias y el refrenamiento de una de ellas, que se desquita mediante el efecto de la operación fallida.
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Al hablar del olvido como una formación de compromiso, nos acercamos al siguiente
punto que da cuenta de la importancia del olvido para la formación de síntomas.
Olvido y formación de síntomas
El olvido juega un papel importante en la formación de síntomas, no solo porque
es una formación de compromiso, sino porque la representación inconciliable, tiene
que ser “olvidada”, desalojada de la conciencia y además porque en toda neurosis la
amnesia infantil es un factor fundamental en la génesis de la enfermedad.
Freud formula como funciona este proceso en las distintas neurosis: represión y
amnesia de la situación traumática en la histeria, en cambio en la neurosis obsesiva
se conserva la representación pero sustraída la carga de afecto asociada, por lo cual
carece de significación para el sujeto
En la “Addenda” a Inhibición, síntoma y angustia, Freud nos explica que
En la histeria vimos que el contenido perceptivo de vivencias excitantes, el contenido
de representación de formaciones patógenas de pensamiento son olvidados y excluidos
de la reproducción en la memoria. (En) la neurosis obsesiva (…) los procesos patógenos
no son olvidados. Permanecen conscientes mas son “aislados” de una manera todavía
irrepresentable, de suerte que se alcanza más o menos el mismo resultado que mediante
la amnesia histérica.
En la conversión histérica nos encontramos con el olvido de “pensamientos” sustituidos
por “alteraciones” somáticas, resultantes de la represión. Mientras que en la neurosis obsesiva los que se reprime no es la representación, la cual permanece accesible al sujeto,
sino la carga de afecto a ellas asociadas, otras veces son los nexos los que son “olvidados”.
Pero tanto en la neurosis obsesiva como en la histeria, lo que obtenemos son síntomas.
Ante el yo del enfermo se había propuesto una representación que demostró ser inconciliable (unvertraglich), que convocó una fuerza de repulsión (Absstossung) del lado
del Yo, cuyo fin era la defensa frente a esa representación inconciliable. Esta defensa
prevaleció de hecho, la representación correspondiente fue esforzada afuera de la conciencia y del recuerdo y en apariencia era ya imposible pesquisar su huella psíquica.
Empero esa huella tenía que estar presente. cuando yo me empeñaba en dirigir la atención hacia ella, sentía como resistencia la misma fuerza que en la génesis del síntoma
se había mostrado como repulsión.
El síntoma es una transacción, producto del conflicto entre lo reprimido y lo recordado. Y Freud nos confirma esta íntima relación entre los olvidos y la formación
de síntomas con estas palabras
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Hay una clase de olvido que se singulariza por lo difícil que es despertar el recuerdo…,
como si la resistencia interna se revolviera contra su reanimación. Ese olvido ha recibido
en la psicopatología el nombre de “represión” (esfuerzo de desalojo). sobre la “represión”
podemos aseverar categóricamente que no equivale al sepultamiento de su huella mnémica, la extinción del recuerdo. Es verdad que regularmente lo reprimido no puede
abrirse paso sin más en calidad de recuerdo, pero permanece susceptible de operación
y de acción eficiente, y un buen día, por obra de un influjo exterior, genera secuelas
psíquicas que es posible concebir como unos productos por mudanza y unos retoños
del recuerdo olvidado.
El inconsciente como lo imposible de recordar aparece a la luz de los síntomas, los
actos fallidos y los olvidos. Freud dice que las histéricas sufren de reminiscencias,
sufrir de reminiscencias es en un punto, buscar el recuerdo infantil perdido. Los
olvidos para Freud son consecuencia de la represión de las representaciones inaceptables para el sujeto. sería lo que determina la amnesia infantil. si hablamos de amnesia
infantil tenemos que pensar inmediatamente en los recuerdos encubridores.
Olvido y recuerdo encubridor
Volvemos en este punto a poner en primer plano la tensión, de la que hablábamos al principio, entre dos términos indisolubles como son el recuerdo y el olvido.
Porque al decir de Freud “todo recuerdo es en parte encubridor”, o sea está ocupando el lugar de otro recuerdo que ha sido “olvidado”. Freud (1901) lo explica así:
Los recuerdos indiferentes de la infancia deben su existencia a un proceso de desplazamiento (descentramiento), son el sustituto, en la reproducción (mnémica) de otras
impresiones de efectiva sustantividad cuyo recuerdo se puede desarrollar a partir de
ellos por medio de un análisis psíquico, pero cuya reproducción directa esta estorbada
por una resistencia. Deben su conservación a un vínculo asociativo de su contenido
con otro, reprimido.
Al hablar de amnesia infantil estamos hablando de olvido, de olvido y de represión
y fundamentalmente de la represión del complejo de Edipo. La noción de olvido
nos evoca la sensación de que algo falta, algo se perdió. ¿Qué se produce entonces
en el lugar de eso que falta? Freud observó que no sólo se olvida sino que, además,
se recuerda erróneamente. En el caso del olvido de nombres propios, ante el esfuerzo
por recordar acuden sustitutos: aunque el sujeto los sabe erróneos, insisten en presentarse y se puede demostrar una conexión asociativa entre estos sustitutos y el
nombre olvidado.
Freud señaló que el proceso que lleva del nombre olvidado al sustituto erróneo es
un desplazamiento y que este mecanismo tiene extraordinaria importancia en la pro-
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ducción del olvido; en sus términos, la represión opera no sólo por sustracción de la
carga sino también por contracatexis; no sólo produciendo el olvido sino también
suscitando el recuerdo erróneo.
Lo olvidado fue una vez consciente; los sustitutos que vienen en reemplazo del
nombre olvidado condensan asociativamente elementos del propio olvido y de aquellas
reminiscencias evocadas, algunas de las cuales nunca fueron conscientes.
El “olvido” experimenta otra restricción al apreciarse los recuerdos encubridores. (…)
(La) amnesia infantil, tan sustantiva para nuestra teoría, está contrabalanceada en su
totalidad por los recuerdos encubridores. Aquí sucede, con particular frecuencia, que
se “recuerde” algo que nunca pudo ser “olvidado”, porque en ningún tiempo se lo advirtió, nunca fue consciente. (Freud, 1914)
Encontramos similitudes y diferencias entre el olvido de los nombres propios con
recordar fallido y la formación de los recuerdos encubridores: en el caso de los recuerdos encubridores se trata de impresiones completas de algo que se vivenció (ya
sea en la realidad objetiva, o en el pensamiento), hay un logro mnémico (pero también
un fracaso, el olvido de lo importante). se trata de una posesión duradera, pues los
recuerdos de la infancia indiferentes nos acompañan durante un largo tiempo en nuestra vida, cuya característica es el retener (lo indiferente).
En cambio en el olvido de un nombre no está del todo ausente el logro mnémico,
lo está en la forma de los nombres sustitutivos. En el caso de la formación de los recuerdos encubridores se basa en el olvido de otras impresiones, más importantes. En
el olvido de un nombre sabemos que los nombres sustitutivos son falsos; en cuanto
a los recuerdos encubridores nos asombramos de tenerlos.
La coincidencia entre ambos fenómenos consiste en unos desaciertos del recordar,
la memoria no reproduce lo correcto, sino algo diverso como sustituto
La memoria va desde los recuerdos encubridores hasta el olvido momentáneo de
algunas palabras. No se trata de una memoria mecánica, se trata del deseo operando
en los recuerdos y especialmente en el recuerdo de las situaciones traumáticas de la
primera infancia: “A un recuerdo así, cuyo valor consiste en subrogar en la memoria
unas impresiones y unos pensamientos de un tiempo posterior, y cuyo contenido se
enlaza con el genuino mediante vínculos simbólicos y otros semejantes, lo llamaría
un recuerdo encubridor (Deckerinnerung)”. (Freud, 1899)
Todo recuerdo sería, en última instancia un recuerdo encubridor porque no
hay posibilidad de ingreso a la conciencia de una vivencia original, sino de un recuerdo sustitutivo. No existe el acceso a algo de la vivencia como no sea en forma
de representación. Diluyendo así la idea de la búsqueda de una absoluta y verdadera
realidad objetiva.
Freud hace una diferenciación entre verdad histórica y verdad material, punto que
retoma al final de su obra. La primera alude a una memoria subjetiva y la segunda a
una supuesta realidad objetiva.
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También nos plantea que ciertas impresiones muy tempranas jamás accedieron a
la conciencia:
De esos recuerdos de la infancia que se llaman los más tempranos no poseemos la
huella mnémica real y efectiva, sino una elaboración posterior de ella… que experimentó
los influjos de múltiples poderes psíquicos posteriores. Por lo tanto los “recuerdos de
infancia” llegan a adquirir el significado de unos recuerdos encubridores y de este modo
cobran notable analogía con los recuerdos de infancia de los pueblos, consignados en
sagas y mitos. (Freud, 1901)
No hay recuerdo de la infancia sino sobre la infancia, formado por vivencias posteriores. No habría tal cosa como un olvido absoluto, sino que en cambio nos encontramos con un olvido con recordar fallido:
En el caso de las huellas mnémicas reprimidas, se puede comprobar que no han experimentado alteraciones durante los más largos lapsos. Lo inconsciente es totalmente
atemporal. El carácter más importante y el más asombroso de la fijación psíquica es
que todas las impresiones se conservan, por un lado, de la misma manera como fueron
recibidas pero además de ello, en todas las formas que han cobrado a raíz de ulteriores
desarrollos…cada estado anterior del contenido de la memoria se podrá restablecer
para el recuerdo aunque todos sus elementos hayan trocado de antiguo sus vínculos
originarios por otros nuevos.
retomando de este modo la hipótesis de la re-inscripción que será enriquecida
con el concepto de resignificacion y a posteriori. recuerdo y olvido se oponen, pero
a la vez interactúan, en una relación dinámica, hay que recordar para olvidar, como
sucede en los duelos.
Olvido y duelo
cada vez que hablamos de olvido, tenemos como telón de fondo el recuerdo, entre
ellos hay una tensión que le es inherente, pero esta relación, que es en sí misma una
contradicción, genera esta tensión enriquecedora. En esta lógica paradojal, que mantiene uno y otro término, aparece un plus de sentido. ¿Qué olvidamos?, ¿Qué recordamos? ¿Para qué olvidamos/recordamos? Para responder estas preguntas podemos
situarnos en un caso particular de trabajo psíquico como es el trabajo de duelo.
Freud nos dice del duelo que “es la reacción frente a la perdida de una persona
amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un idea”.
El duelo pesaroso, la reacción frente a la perdida de la persona amada contiene idéntico talante dolido (que en la melancolía), la pérdida del interés por el mundo exterior
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–en todo lo que no recuerde al muerto– la perdida de la capacidad de escoger algún
nuevo objeto de amor –en reemplazo se diría del llorado– el extrañamiento respecto
de cualquier trabajo productivo que no tenga relación con la memoria del muerto.
(Freud, 1917)
Pero lo importante de este recordar, en el duelo, es que está al servicio de olvidar,
para así poder vivir, para poder desasirse del objeto.
Durante el trabajo de duelo, se recuerda con un fin específico: para quitar las ligaduras existentes con el objeto amado y perdido.
¿En qué consiste el trabajo que el duelo opera?: el examen de realidad ha mostrado
que el objeto amado ya no existe más, y de él (yo) emana ahora la exhortación de
quitar toda libido de sus enlaces con este objeto. A ello se opone una comprensible
renuencia; universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado
una posición libidinal… pero la orden que se imparte no puede cumplirse enseguida.
Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de investidura y
entretanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico: cada uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido. (Freud, 1917.
El énfasis es mío)
El trabajo de duelo es un puente entre el recordar, que mantiene vivo al objeto
perdido, y el olvidar, lo cual, finalmente, y con el paso del tiempo, permitirá el desasimiento de las investiduras libidinales. En este punto aparece la emergencia de
lo posible/imposible del desasir, y nos encontramos con la melancolía en la cual,
a diferencia del duelo –donde el olvidar es costoso pero posible– hay una imposibilidad de olvidar.
si en el duelo (que es un proceso normal, en oposición a la melancolía, que es
un proceso patológico) la persona recuerda y olvida para poder seguir viviendo,
en la melancolía el olvido se torna impedido, ya que el recuerdo del melancólico
no es elaborativo.
Tenemos también el caso de duelos difíciles, que sin ser una melancolía, comparten
con ella la dificultad de olvidar, tarea que se ve imposibilitada para evitar enfrentarse
con la pérdida del objeto y así poder seguir manteniéndolo con vida.
El proceso de duelo requiere reconciliarse con la renuncia, reconciliarse con el objeto, con la realidad; con la ambivalencia, con los límites del objeto y finalmente con
los propios límites.
“El duelo mueve al Yo a renunciar al objeto declarándoselo muerto y ofreciéndole
como premio el permanecer con vida” (Freud, 1917). Al referirnos a las dificultades
del olvidar, comprobamos que no todos los olvidos son iguales y pasamos a pensar
en aquello imposible de ser olvidado
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Lo imposible de olvidar: lo traumático
Otra imposibilidad del recuerdo se nos plantea en el psiquismo temprano, cuando
un suceso lo atraviesa antes de que éste pueda disponer de palabras para nombrarlo.
En ese caso nos referimos al concepto de trauma. Ese evento, lejos de ser olvidado,
permanece en un presente continuo, en tanto inasimilable, inolvidable, no hace historia,
no entra en el pasado.
“sus tempranísimas impresiones, recibidas en una época en que el niño era apenas capaz de lenguaje, exteriorizan en algún momento efectos de carácter compulsivo sin que se tenga de ellas recuerdo consciente.” (Freud, 1939). Lo mismo sucede
cuando un estimulo (interno o externo) rompe la barrera antiestímulo, o sortea la
angustia señal, anegando así el aparato psíquico, que no cuenta con la posibilidad
de elaborarlo psíquicamente debido a la magnitud de la excitación; o sea el trauma
puramente económico.
(concebimos a) las neurosis traumáticas como el resultado de una vasta ruptura de la
protección antiestimulo…si en las neurosis traumáticas los sueños reconducen tan regularmente al enfermo a la situación en que sufrió el accidente, no están al servicio del
cumplimiento de deseo, (pero) por esta vía contribuyen a otra tarea, que pueda resolverse antes de que el principio de placer pueda iniciar su imperio. Estos sueños buscan
recuperar el dominio (Bewältigung) sobre el estímulo por medio de un desarrollo de
angustia cuya omisión causó la neurosis traumática.
Los sueños de las neurosis traumáticas ya no pueden verse como cumplimiento de deseos (al igual que) los sueños que se presentan en los psicoanálisis y que nos devuelven
el recuerdo de los traumas psíquicos de la infancia…., más bien obedecen a la compulsión de repetición, que en el análisis se apoya en el deseo de convocar lo olvidado
y reprimido. Lo sueños de esta índole (que buscan) la ligazón psíquica de impresiones
traumáticas obedecen a la compulsión de repetición. (Freud, 1920)
Estamos en 1920 y la compulsión hizo su entrada en la teoría freudiana con el
Más allá del principio del placer, entonces este olvido del que hablamos aquí (o, mejor
dicho, este imposible olvido) es sustancialmente distinto de aquél que debía su génesis
a la represión.
En la 2° tópica la repetición es destructiva, ya que en su momento no alcanzó ligadura o figurabilidad. La compulsión de repetición nos habla de esa imposibilidad
de simbolizar lo que no cesa de no inscribirse en el trauma.
La compulsión es demoníaca, está más allá del principio del placer, es una resistencia
del Ello. Es el eterno retorno a lo igual, es pulsión de muerte vía la repetición. La
apuesta sería realizar una ligazón y es lo que el sujeto, por una parte, intenta, fallidamente, repitiendo la situación una y otra vez para poder controlarla, pero en el intento
se vuelve a traumatizar, en lugar de poder olvidar.
La simbolización de lo no representado se hace necesaria, precisamente, para poder
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dar vuelta la página, para salir de la marca de la pura repetición y abandonar ese presente del que no se puede escapar, que como una trampa, enfrenta al sujeto siempre
con la misma escena.
La repetición intentará, además, ponerse al servicio de encontrar una oportunidad de ligadura, de dominar la pura cantidad buscando así su integración en una
cadena de representación y sentido, para hacer así posible el olvido. un olvido al
servicio de la vida.
A modo de cierre
Para finalizar este recorrido me interesa subrayar como los distintos modos de
entender el olvido y el recuerdo en la teoría, influyó en la modificación de la técnica.
Para ello haré una somera descripción de como Freud fue variando en su obra el
modo de conceptuar las problemáticas y obstáculos clínicos que originaron los
cambios en la técnica, ya que en psicoanálisis la relación entre la teoría y la técnica
es intrínseca.
En un primer momento lo que se buscaba era cegar lagunas mnémicas, recuperando
el recuerdo, al levantar represiones. En otro periodo nos encontramos con el recordar
para olvidar, como en el caso de los duelos. Al mismo tiempo que aparece el repetir
para elaborar, en transferencia. Y finalmente en los límites a la posibilidad de recordar
aparecen las construcciones en análisis.
un punto de inflexión en la historia de la técnica se produce cuando Freud abandona la hipnosis y recurre a la imposición de sus manos en la frente de los enfermos
para que surjan los recuerdos.
El descubrir que la resistencia existe y está siempre presente, lleva a Freud, a abandonar la coerción asociativa por la asociación libre.
En este primer momento se trataba para Freud de llenar las lagunas mnémicas,
funcionaba como referente el sentido descriptivo del inconsciente, hacer consciente
lo inconsciente. Lo no sabido inconsciente podía llegar a ser sabido gracias a la
interpretación.
recordar y abreaccionar eran en aquel tiempo las metas que se procuraba alcanzar.
Luego se renunció a la hipnosis y pasó a primer plano la tarea de colegir desde las ocurrencias libres del analizado aquello que él denegaba recordar. se pretendía sortear la
resistencia mediante el trabajo interpretativo y la comunicación de sus resultados al
enfermo… La meta de estas técnicas ha permanecido idéntica. En términos descriptivos:
llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer las resistencias de represión. (Freud, 1914)
El abandono intempestivo del tratamiento por Dora le permite a Freud completar
su concepción de la transferencia:
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son reediciones, recreaciones de las emociones y fantasías que a medida que el análisis
avanza no pueden menos que despertarse y hacerse conscientes; pero lo característico
de todo este género es la sustitución de una persona anterior por la persona del médico...
toda una serie de vivencias psíquicas anteriores no es revivida como algo pasado, sino
como vínculo actual con la persona del médico. (Freud, 1914)
con el cambio en la técnica, no surge el recuerdo objetivo de la realidad sino que
con él se intercalan impresiones, fantasías, invenciones de recuerdos, síntomas, aspectos
ligados a lo realmente acontecido.
En Recordar, repetir y reelaborar (1914), Freud habla de modificación en la técnica:
el abandono de la búsqueda de los “recuerdos patógenos”, para poner en primer plano
la tarea de reelaboración, para vencer a la resistencia y liberar así la memoria. Pero
este artículo plantea dos novedades: la importancia de la compulsión de repetición y
la neurosis de transferencia. A pesar de los cambios, sigue considerando importante
el recuerdo de los años de infancia (la supresión de las lagunas del recuerdo) para la
curación y piensa que la resistencia se opone a ese proceso de recordar.
Freud descubre que el analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino
que lo vive de nuevo, repitiendo en la transferencia
Podemos decir que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite
sin saber que lo hace… y durante el tratamiento no se liberara de esta compulsión de
repetición, uno comprende al fin que esta es su manera de recordar…La repetición es
la transferencia del pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico: también sobre todos
los otros ámbitos de la situación presente. (Freud, 1914)
Freud adjudicará, más tarde, la repetición de vivencias dolorosas en transferencia
(también las pesadillas repetitivas en las neurosis traumáticas, el juego infantil, la neurosis de destino y la reacción terapéutica negativa) a la existencia especulativa de pulsiones de muerte. La compulsión a la repetición que Freud realiza en este tercer momento, señala un tope para la rememoración.
Hacia el final de su obra, en Construcciones en el análisis (1937), sin dejar de lado
la importancia original de la rememoración, sus investigaciones lo llevan a otorgar
un valor fundamental, en la reorganización psíquica, a la convicción surgida de la
construcción, en aquellos casos en los que él se enfrenta con la imposibilidad de recordar por parte de sus pacientes. O sea que el recuerdo debe ser “construido”. Más
allá de lo que ha sido olvidado, paciente y analista construyen aquello que no ha sido
registrado bajo la condición de huellas mnémicas, sino de marcas traumáticas que no
han llegado a alcanzar tal jerarquía psíquica. Debido a que no todo se puede recordar,
hay que armar una construcción histórica conjetural. Más que levantar los mecanismos
de censura de la memoria, se trata entonces de una reescritura en otro escenario.
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¿En qué consiste pues su tarea? (la del analista) tiene que colegir lo olvidado desde los
indicios que esto ha dejado tras de sí; mejor dicho tiene que construirlo… el analista
extrae sus conclusiones a partir de unos jirones de recuerdo, unas asociaciones y unas
exteriorizaciones activas del analizado, y es incuestionable el derecho de ambos a reconstruir mediante el complemento y ensambladura de los restos conservados. (Freud, 1937)
Conclusiones
Este último apartado aspira a señalar los puntos evocados:
– El olvido en psicoanálisis es estructural, nos habla de lo inconsciente
– Existe una relación estructural, paradojal, de fondo y pantalla entre la memoria y
el olvido, donde permanentemente intercambian los lugares sin fundirse el uno en el
otro, ni jerarquizarse en la dinámica intrapsíquica más allá de cada momento puntual.
– El olvido ligado a una función defensiva daría como resultado síntomas. La represión
constituye lo que se recuerda y lo que se olvida.
– No todos los olvidos son iguales.
– La función trófica del olvido (es necesario olvidar para mejor recordar) sin olvido
no existe la posibilidad de pensar, si no pudiéramos dejar por fuera ciertas impresiones
estaríamos ante una inundación que no permitiría metabolizar lo vivido, pero a su
vez sin memoria tampoco
– La imposibilidad de olvidar en el trauma, donde se vive en un presente permanente
sin pasado ni futuro porque no pudo incluirse en una cadena de sentido, trayendo
consigo la detención de la posibilidad de servirse de nuevas ligaduras.
– La función del olvido en los duelos, el reconocimiento de los límites del sujeto y del
objeto (el desasimiento de los las investiduras libidinales, donde la investidura es sustituida con una identificación).
– El recordar y el olvidar están al servicio del armado de la historia del sujeto.
Al concluir, retomo el par memoria/olvido para señalar que entre el olvido y la
memoria se construye una vida.
Resumen
La autora desarrolla diferentes puntos de interés en cuanto al concepto de “olvido” en psicoanálisis. Plantea que, en nuestra disciplina, el olvido es estructural y nos habla del inconsciente. Desarrolla la idea de una relación paradojal de fondo y figura entre la memoria y el
olvido, quienes permanentemente se intercambian los lugares entre sí, sin por ello fundirse
ni jerarquizarse en la dinámica intrapsíquica. El olvido cumple una función trófica ya que
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Revista de Psicoanálisis l Tomo LXXl Nº 1 l 2014
para pensar resulta necesario olvidar, puesto que la imposibilidad de dejar por fuera ciertas
impresiones, inundaría al aparato psíquico privándolo de la posibilidad de creación de memoria. Es también un concepto unido a la represión como defensa, dando lugar en este caso
a la creación de síntomas. Lo que plantea la autora es que lo que resulta imposible de olvidar
es el trauma, puesto que al no poder ser éste incluido en una cadena de sentidos, puja constantemente en busca de una representación que le permita su simbolización y procesamiento.
concluye su trabajo retomando el par memoria-olvido para señalar que, entre una y otro se
construye una vida.
DESCRIPTORES: OLVIDO / rEcuErDO / rEPrEsIóN / FOrMAcIóN DE síNTOMAs / rEcuErDO
ENcuBrIDOr / DuELO / TrAuMA
Summary
Oblivion
The author describes different points of interest in relation to the idea of “oblivion” in
psychoanalysis. she highlights that, in our discipline, oblivion is structural and it speaks of
the unconscious. she describes the idea of a paradoxical relationship of depth and shape
between memory and oblivion in permanent interchange among them, without thus melting
or showing a hierarchy in the intrapsychic dynamics. Oblivion has a trophic function because
it is necessary to forget in order to be able to think, because the impossibility of leaving aside
certain impressions aside would flood the mental apparatus depriving it of the possibility of
memory creation. It is also a concept tied to repression as a defense, giving place in this case
to sympton creation. what the author describes is the impossibility of forgetting the trauma,
because, as it is not included in the chain of meanings, it continually pushes forth in search
of representation allowing its symbolization and processing. The author concludes this article
by bringing up once more the pair memory-oblivion in order to highlight that between one
and the other a life is being built.
KEYWORDS: NOsTALGIA / rEPrEssION / FOrMING sINTOMAs / scrEEN MEMOrY / MOurNING /
TrAuMA
Resumo
O Esquecimiento
A autora desenvolve diferentes pontos de interesse quanto ao conceito de “esquecimento”
na psicanálise. Propõe que, na nossa disciplina, o esquecimento é estrutural e nos fala do
inconsciente. Desenvolve a ideia de uma relação paradoxal a fundo e figura entre a lembrança
e o esquecimento, que, permanentemente, intercambiam os lugares entre si, mesmo sem
fundir-se nem hierarquizar-se na dinâmica intrapsíquica. O esquecimento cumpre uma
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função trófica, já que para pensar é necessário esquecer, posto que a impossibilidade de deixar
de lado certas impressões inundaria o aparato psíquico privando-o da possibilidade de criação
de memória. É também um conceito unido à repressão como defesa, dando lugar, neste caso,
à criação de sintomas. O que a autora propõe é que o que é impossível esquecer é o trauma,
pois, ao não poder ser este incluído em uma cadeia de sentidos, luta constantemente em busca
de uma representatividade que permita a sua simbolização e processamento. conclui o seu
trabalho retomando a dupla lembrança-esquecimento para destacar que, entre um e outro se
constrói uma vida.
PALAVRAS-CHAVES: sQuEcIMENTO / sIGMuND FrEuD / LEMBrANçA / rEPrEssãO /
FOrMAçãO DE sINTOMAs / rEcOrDAçãO ENcuBrIDOrA / LuTO / TrAuMA
Bibliografía
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— (1950[1895]) Proyecto de Psicología, Buenos Aires, AE Vol. I, 1986.
— (1898) Primeras publicaciones psicoanalíticas. Buenos Aires, AE, Vol. III, 1986.
— (1907 [1906]) El delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen. Buenos Aires, AE, Vol.
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— Conferencias de Introducción al Psicoanálisis (1915/1916). Buenos Aires, AE, Vol. XXII, 1986.
— (1926[1925]). Inhibición, Síntoma y Angustia. Buenos Aires, AE, Vol. XX, 1986.
— (1917 [1915]) Duelo y melancolía Buenos Aires, AE, Vol. XIV, 1986.
— (1939[1934-38]) Moisés y la religión monoteísta. Buenos Aires, AE, Vol. XXIII, 1986.
— (1920) Más allá del principio del placer. Buenos Aires, AE, Vol. XVIII 1986.
— (1914) Recordar, repetir y reelaborar. Buenos Aires, AE, Vol. XII, 1986.
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