Paso del Limmat Volviendo a nuestras operaciones, si se quería derrotar a los rusos en Zurich se debería batallar en la margen derecha del curso fluvial y para hacer eso, Masséna debía cruzar el río con una parte sustancial de sus fuerzas. El cruce de un río con oposición siempre es una situación delicada dentro de las operaciones militares. Wellington consiguió una sorpresa notable en su ataque exitoso a Oporto de 1809 salvando el Duero, pero Napoleón sufrió un descalabro sangriento, en su tentativa de cruzar el Danubio por Aspern y Essling en ese mismo año. La clave estaba en la rapidez, la sorpresa y, una vez cruzado el río, en contar con suficientes tropas para empujar a la tropa enemiga o, al menos, asegurar la llegada de más contingentes para ensanchar la cabeza de puente creada. Y, por supuesto, no sería muy inteligente intentar un ataque general contra el enemigo sin toda la fuerza reunida, como ocurrió en Al Mansura, 1250. Aunque en la batalla de Mühlberg, 1547 esas fuerzas de avanzada tuvieran un éxito absoluto… El general francés se enfrentaría a unas fuerzas enemigas de unos 27.100 hombres distribuidas en tres divisiones de infantería (GL Gorchakov, LG Durasov y LG Sacken) y una de caballería al mando del GM Gudovich. Esta cifra total era un tanto engañosa, ya que la división del Durasov (unos 7.000 hombres) estaba bastante dispersa en un frente de unos 20 km guardando los pasos y poblaciones principales sobre el Limmat. Quizá respondía al despliegue extendido de la división francesa del GdD Menard que también se encontraba algo alejada (su grueso estaba en la población de Stilli, a unos 20 km del cuartel general de Masséna situado en Urdof) del escenario táctico alrededor de Zurich. Es decir, para intentar enfrentarse a un posible ataque francés, Korsakov no contaría en la zona crítica con no más de 22.000 hombres frente a unos 30.000 franceses. En principio, esa diferencia no es insostenible…aunque añadiría un servidor que según en qué zona se encentren o cómo estén desplegadas ambas fuerzas junto a la disposición o preparación de combate que tengan. El general ruso, confiado en su posición, no tomó las medidas adecuadas para prevenir un ataque francés. El apostar fuerzas insuficientes para guardar los pasos fluviales fue otro error y, sobre todo, el intentar preservar toda su línea de defensa fluvial (de unos 35 km) con la división de Durasov. Debería haber concentrado esa división y no desparramarla en tantas localidades. Si se llega a colocar en las cercanías de Zurich, por ejemplo, el perímetro hubiera sido difícil de romper para los franceses y, en todo caso, su ataque hubiera sido menos maniobrero, menos sorprendente y más directo subiendo las opciones de ser rechazado. En realidad, el cruce del Limmat, con las fuerzas disponibles, no se podía evitar. Si llega a convencerse de esa realidad, igual hubiera actuado más defensivamente y, sobre todo, hubiera dado tiempo a la llegada decisiva de Suvorov, sin ninguna duda, al parapetarse más e incluso ser puesto a sitio en torno a Zurich. Por su parte, Masséna buscó la superioridad local y concentró una enorme masa de efectivos para el cruce. De su fuerza disponible a vista, colocaría un 55% para esa operación fluvial, mientras el 45% restante apoyaría ese ataque con su acometida directa hacia los muros de la ciudad. Pongamos un ejemplo más clarificador. En la zona del cruce elegida por Masséna (en un meandro del río entre las poblaciones de Dietikon y Schlleren) se enfrentarían los 16.500 hombres de la reforzada división del general Lorge, frente a una brigada rusa comandada por el GM Markov de unos 2.400 hombres. Si a esa enorme superioridad numérica (de 1 a 8 a favor francesa) le sumamos la sorpresa por el ataque realizado de madrugada pues…No debemos olvidar tampoco que se produciría también otro ataque secundario al unísono por parte de Soult, en el sector austríaco defendido por Hotze (ver mapa inferior) y otros menores en su derecha extendida por parte de Molitor y los restos de la división de Lecourbe. Resumiendo, los franceses pondrían en juego casi 56.000 hombres para los diferentes ataques y los aliados tendrían que pararlos con unos 43.000; en principio, contarían con mejores opciones a su favor para desnivelar la balanza. Veremos si lo consiguieron. HOTZE SOULT MOLITOR Fig. 12. Segunda batalla de Zurich. Combate del río Linth, 25 septiembre 1799 Mulas y barcas Ya sabemos que se escuchaban rumores de la inminente aparición de Suvorov en el teatro suizo -desde el 5 de septiembre al menos- y los franceses querían aprovechar la situación que los aliados les habían brindado antes de que se consumara esa traslado forzoso del león plateado. El ataque, estaba decidido, se produciría de madrugada, durante el día 25 de septiembre. Si todo iba bien, Masséna podría sorprender a los aliados y evitar la conjunción de fuerzas en la figura de Suvorov pero ¿dónde estaba el invencible y viejo mariscal ruso? Su aproximación a Suiza estaba siendo algo más lenta de lo previsto y todo por no disponer de suficientes mulas para transportar su impedimenta, munición o comida. Para el 15 de septiembre se establecía en la bella localidad suiza de Bellinzona (famosa por sus tres castillos en altura, dentro de la región del Ticino) y escribía al zar Pablo dos días después que seguía sin aparecer un solo animal. Sin el concurso de esas bestias de carga prometidas por los austríacos era complicado iniciar un asalto a los pasos alpinos, ya que los rusos no vivían del pillaje que instauró Bonaparte en su campaña de 1796 y mucho menos bajo el mando del honorable Suvorov. Necesitaban una salida a ese estancamiento y decidieron utilizar los caballos de los cosacos que les acompañaban (unos 1.500) para ese fin. Para el 21 de septiembre, los rusos se volvían a mover pero quizás ya era algo tarde. Su exitoso ataque al paso de San Gotardo (una meritoria acción) se produjo el 24 de septiembre cuando en el plan de campaña inicial se contemplaba para el 19. Esos cinco días de retraso iban a costarles caro a los aliados. 2 Desde lo alto del San Gotardo todavía quedan unos 80 km hasta las cercanías de Zurich y esa distancia era insalvable para cualquier ejército en un día y mucho menos con la oposición que todavía tenían de los franceses por esa zona. Un simple problema de logística o de acémilas iba a impedir que Suvorov llegara a tiempo de evitar el ataque francés a Korsakov. Los franceses, al comenzar su ataque del día siguiente, no conocían tampoco la cercanía de los rusos y pensaban que estaban todavía más lejos. De hecho, Lecourbe fue sorprendido por el asalto del día 24. Si los planes se hubieran cumplido, Lecourbe hubiera sido batido el día 19 de septiembre igualmente y para el 22 de septiembre, seguramente, estarían conectadas las fuerzas aliadas en la persona de Suvorov…cosa que, como ya sabemos, no se produjo a tiempo. Con esa molestia fuera de la acción principal, los franceses se disponían a cruzar el río mediante botes que consiguieron mayoritariamente en la localidad de Brugg1 y en las riberas de los lagos de Zug y Neuchatel. Los puentes de Baden y Wettingen estaban destruidos y las comunicaciones con la zona de acampada del ejército francés pasaban por el estrecho puente de Bremgarten y sus colinas adyacentes, muy empapadas por las lluvias precedentes. Para facilitar el tránsito de tropas o material construyeron también un puente de pontones aguas arriba del Reuss, en las cercanías de Rottenschwyl. Con esas disposiciones pudieron aglutinar en la zona de paso escogida, el material y los hombres suficientes sin que el enemigo detectara actividad alguna. Una meritoria concentración de fuerzas no advertidas, movimiento estratégico similar, aunque a una escala muchísimo menor, a la ofensiva Urano lanzada por los rusos en Stalingrado durante 1942 o a la operación Bagration de 1944. Fig 13. Foto del autor. Puente cubierto sobre el río Reuss y pueblo de Bremgarten. La hora fijada para el comienzo de las operaciones era alrededor de las 5:00 AM del 25 de septiembre. Todo estaba preparado, artillería, hombres y objetivos. Gritando “en avant”2 los 1 SHADWELL, Lawrence: Mountain Warfare. Campaign of 1799 in Switzerland. Kessinger Publishing, USA, 1875, p. 188. 2 SHADWELL, Lawrence: Mountain Warfare. Campaign of 1799 in Switzerland. Kessinger Publishing, USA, 1875, p. 194. 3 soldados de esta primera oleada se encaminaron a los botes preparados (unos 40 a 45 hombres en cada uno) y cruzaron sin demasiada oposición a la otra orilla; a continuación le siguió la segunda y la construcción de un puente de pontones a la vez…una hora después, resonaba con fuerza un “ Vive la Republique” de las tropas dirigidas por el GdB Gazan (amigo personal de Masséna y con una larga carrera militar que llegaría hasta Waterloo) que habían desbordado al general ruso Markov, encargado de esa parte del frente, y habían asegurado el cruce para todas las tropas disponibles. Aparte del número de tropas elegidas y la propia sorpresa de la acción, la colocación de las baterías de artillería por parte del comandante Foy, otro ilustre que se desplazaría luego a luchar en la Península y llegaría a Conde del Imperio, ayudaron mucho al éxito del cruce. Explotación y movimiento A las 7:30 AM el puente de pontones ya estaba construido y la artillería ligera, caballería y demás tropas empezaban a pasar a la otra orilla más cómodamente. Hacia las 9:00 AM tenía todas las fuerzas de Lorge en la otra orilla y su plan se estaba desarrollando perfectamente. A continuación envió a una fuerza de avanzada para que ocupara los pueblos de Dällikon y Regenstorf y así impedir la comunicación entre las tropas rusas de Durasov con Zurich, esto es, aseguraba su retaguardia ante el avance posterior hacia los muros de la ciudad, todo de manual, pero es complicado ejercitar esos movimientos en plena batalla y con esa precisión. Además, la lucha no sólo se desarrollaba en ese sector. El “alejado” Menard también participaba con unas fintas en su sector de Brugg, que entretenían al despistado Durasov. Fig 14. Cruce del río Limmat, en las cercanías de Dietikon. 25 septiembre 1799. Jean Antoine Siméon Fort. 4 Fig 15. Plano del cruce del Limmat por la zona de Dietikon. Obsérvese la colocación artillera por parte de Foy. Guerres De La Révolution Française Et Du Premier Empire. Y Mortier, a cargo de la derecha del dispositivo táctico de Masséna frente a Zurich también había ejecutado su parte en esta orquesta de fuego hacia las 7:00 AM por su sector cercano al Zurichsee. Había tomado el pueblo de Wollishofen en un principio, aunque fue contraatacado por las tropas del general Gorchakov y expulsado a las alturas, de nuevo. Asimismo, posicionaba más tropas en la planicie o Sihlfeld frente a Zurich y tentaba a Korsakov a realizar un ¿ataque? El general ruso al mando, al recibir las primeras noticias del ataque francés a Markov se sentía todavía seguro por su posición y tropas. Él pensaba que ese ataque era una demostración sin más y que el verdadero peligro estaba en el plateau, justo todo lo contrario a lo que ocurría, como ya sabemos. En realidad, si creemos algunas fuentes, desde su llegada al frente suizo poco más había hecho. Ni inspecciones, ni reconocimientos, ni vigilancia del enemigo, parecía muy seguro en los muros de la ciudad y, sobre todo, por la reputación de sus soldados. En ese año de 1799 no podemos olvidar que los rusos habían dictado sus condiciones en el teatro italiano en tres grandes batallas ante los ofensivos republicanos franceses, claro que el mando allí recaía en la experta mano de Suvorov y eso, el tener un buen general, cambia a cualquier tropa, para bien o para mal. 5 Fig 16. El general Rimsky-Korsakov (1753-1840) Su hoja de servicios, hasta ese momento, se basaba en participar en luchas frente a los polacos, contra los turcos con cierta distinción, cara a los enemigos suecos en una flotilla de galeras o incluso enfrentarse a los persas, en una expedición fallida de 1796; como hecho curioso asistió también a la batalla de Fleurus, dos años antes. Alexander Mikhailovich Rimsky-Korsakov, pues ese era su nombre completo, procedía de una noble familia y había nacido en 1753. Al serle confirmado este nuevo mando, se pudiera pensar que con este exótico historial podría estar preparado para ese fin, pero una cosa es servir en diferentes teatros y otra muy distinta es aprender algo. Pues bien, movilizó sus tropas para hacer frente al que él pensaba como principal amenaza frente al plateau o Sihlfeld y con las fuerzas de Gorchakov (unos 10.300 hombres repartidos en dos brigadas al mando del GM Tuchkov y GM Essen) pretendía parar el ataque francés por esa parte. Para las 10:00 AM los franceses avanzaban por ambos lados del río Limmat en dirección a Zurich, que distaba unos 4 kilómetros de sus posiciones de partida. Lorge por la conquistada ribera derecha, Klein por la izquierda hacia la ciudad y Mortier amortiguaba los fieros ataques rusos en las colinas del Albis. Consolidación y victoria El cerco se fue cerrando paulatinamente y la superioridad de las fuerzas francesas se empezaba a dejar sentir. Pasado el mediodía, Korsakov veía un círculo de enemigos cerrándose sobre la ciudad por ambas márgenes del río (ver mapa batalla). Su desidia y falta de instinto le habían dejado en esta situación, además, él no lo sabía, su escudero austríaco Hotze, mucho mejor general que él, había caído muerto en un reconocimiento matutino de sus posiciones frente a los franceses de Soult en la misma mañana del 25 por la zona del río Linth. Por ese lado, también la suerte sonreía a los franceses y su ofensiva cobraba peligrosidad. Si todo seguía de esta manera, los aliados sufrirían una debacle tremenda y Suvorov no tendría ni tiempo, ni sobre todo fuerzas disponibles para enderezar esa situación. 6 Fig 17. Plano táctico de la Segunda Batalla de Zurich ©Vae Victis nº 29.Frédéric Bey Lo único que Korsakov podía hacer era lanzarse a un contraataque desesperado con las tropas escogidas de Sacken y desnivelar la balanza. Su acometida masiva acontecida entre las 16:00 a 18:00 PM frente a las tropas de Lorge, las mismas que habían hecho el meritorio cruce anterior, al final fue repelida con muchas pérdidas y tuvieron que retroceder en desbandada hacia los muros de la ciudad de Zurich, completamente derrotados. Caía la tarde y un sorprendido Korsakov se encontraba ahora atrapado en los mismos muros que él pensaba inabordables ¿cómo pudo sucederle? Su derrota del 25 vino dada por varios factores, pero el principal sería la negligencia de su mando. No anticipó las posibles contingencias, no aseguró su frente debidamente, no desplegó adecuadamente sus fuerzas una vez empezado el ataque y, por último, lo jugó todo a un contraataque…que no salió nada bien. Lo interesante de esta acción es ese despliegue de los rusos cuando ya tenían noticias del paso del Limmat. Ahí sabemos que Korsakov pensaba que era sólo un engaño y que la lucha estaría en el plateau o Sihlfeld. Luego, viendo su error, cambió de parecer y se enfrentó a la principal amenaza de las tropas de Lorge. Lo curioso del caso es que al final se enfrentaron en campo abierto ambas fuerzas y prevalecieron los fuegos y bayonetas de los franceses. Es decir, al final de todos los movimientos, la lucha se redujo a la clásica pelea entre líneas que hacían fuego unas frente a otras, como en un pulso de taberna entre dos contendientes. Y ahí, el soldado ruso, proclive a la ofensiva frontal o a las cargas de bayoneta, perdió esta vez ¿motivos? Antes de pronunciarnos hemos de indicar que en las dos batallas de Zurich -más en la primera- la confusión de los hechos ocurridos en las fuentes consultadas es notable, obstáculo que no nos permite asegurar categóricamente, no obstante, si damos por bueno el despliegue en el supuesto gran cuadrado que utilizaron, según Duffy (Shadwell, Thiers y Graham no detallan mucho al respecto y otras fuentes en Internet difieren y comentan que su despliegue fue en “colonne serrée en masse par bataillons”3), ofrecía un gran blanco para la artillería y no dejaba 3 Victoires, conquêtes, désastres, revers et guerres civiles des Francais de 1792-1815. Tomo 11. C.L.F Panckoucke, Paris, 1818, p 182. 7 suficientes mosquetes en su frente para contestar a fuerzas estacionadas en línea. A Macdonald, este dispositivo le funcionó algo mejor en Wagram, 1809, por la superioridad numérica de sus fuerzas y el desborde de una fuerza francesa, por otra zona del campo de batalla, aunque en Waterloo, 1815, la Guardia media imperial tuvo que recular en su ataque final con esas formaciones. En Zurich, parece ser que la artillería a caballo francesa ayudó mucho a clarear las densas formaciones de ataque rusas. Otra causa podría ser el terreno que pisaron para su ataque, muy desnivelado en la zona del Zurichberg y alrededores que propiciaba, como les pasó a los macedonios en Pidna 168 AC, que las formaciones se descompusieran al avanzar y perdieran algo de su alineación o cohesión, o quizás fue el ¿comportamiento táctico más flexible del soldado francés republicano? Causas pueden existir muchas, como también podríamos inferir el ineficaz aliento moral del general al mando o que no llegara Suvorov a tiempo para salvarles, como esperaban muchos de los soldados de la Santa Madre Rusia4…pero la realidad final fue que en ese combate clásico entre ejércitos desplegados ante la ciudad, los franceses prevalecieron este día. Para terminar los análisis del día 25, diríamos que los aliados fueron sorprendidos en todos los sectores, no percibieron el peligro real del ataque que cruzó el Limmat, no pudieron desalojar luego a los enemigos y, por último, desplegaron a destiempo y en terreno no excesivamente adecuado para su contraataque. Un general más capaz que Korsakov, una vez conocido el paso del Limmat por los enemigos, debería haberse dirigido a esa zona para calibrar la potencialidad del ataque -Hotze, hizo algo similar en una situación parecida, aunque tuvo la mala fortuna de hallar la muerte en ese reconocimiento matutino, cerca de la población de Schänis- y posteriormente, desplegar sus fuerzas en mejores posiciones, no para atacar, sino para defenderse de la acometida rival. Si llega a ocupar el Zurichberg a tiempo, guarnicionar la ciudad y sus muros adecuadamente y replegar a las fuerzas de Gorchakov detrás del afluente del Sihl, a los franceses les hubiera tocado abordar unas fuertes posiciones naturales y, posiblemente, con grandes pérdidas. Hubiera retenido la ciudad, el enemigo hubiera sido repelido casi con seguridad y habría obtenido tiempo y seguramente una línea de retirada más placentera, en el peor de los casos. 4 DUFFY, Christopher: Eagles over the Alps. Suvorov in Italy and Switzerland, 1799: William Wickham to Grenville, Ravensburg, 30 sep 1799, Wickham, 1870, II, p. 228-232. 8 Huidas y epítetos Esa noche los rusos no durmieron a gusto. El enemigo estaba a sus puertas y la capitulación asomaba en muchas cabezas del ejército ruso batido durante el día. Una parte escasa de las fuerzas austríacas de Hotze estaban llegando a Zurich y daban cuenta del desaguisado sufrido; la desesperación por ese funesto día no acababa, pensarían algunos. Pero Korsakov al menos era valiente y ordenaría al romper el alba un ataque en dos columnas -con la infantería al frentepara romper las líneas de Lorge e intentar escapar. Ese espíritu de sacrificio, abnegación y belicosidad estaba muy arraigado en el soldado ruso y el 26 de septiembre lo demostraría de nuevo. Por increíble que parezca, los rusos rompieron el cerco, huyendo rápidamente de la tímida persecución francesa -Masséna sólo envió a 250 jinetes para ese cometido5- y alejándose hacia Constanza. Eso sí, dejaron unos 5.200 heridos en la ciudad, junto a toda su artillería y 10 banderas perdidas. El total de las pérdidas en hombres durante la lucha de los dos días por parte de los rusos se situaría por encima de los 8.000; si a estas cifras les sumamos las bajas austríacas en sus respectivos combates del 25-26 septiembre, la suma total de bajas en el ejército aliado estaría en torno a los 15.000 hombres; la catástrofe era mayúscula. Es posible que esta extraña huida por parte de las fuerzas rusas fuera algo consentida por Masséna que podría ser que no quisiera comprometerse a un combate a cara de perro con este enemigo acorralado. Ya se sabe el dicho, al enemigo que huye puente de plata. De todas formas, si llega a cerrar el círculo con más tropas o se hubiera comprometido con más arrojo en esos combates del 26, es muy dudoso que los rusos hubieran podido escapar de la trampa en la que estaban. Asimismo, otras fuentes mencionan maniobras previas de despiste rusas con oficiales portadores de banderas blancas o posibles parlamentos a considerar, en todo caso, Masséna, es indudable, ganaba una ciudad prestigiosa, prisioneros y material rendidos sin casi ningún coste ese día y desnivelaba la situación estratégica a su favor con este audaz, preciso y bien ejecutado golpe. Su victoria era total, ya que había derribado uno de los mitos invencibles en ese año 1799, el ejército ruso. Las nuevas de su gran victoria llegaron a una Francia necesitada de buenas noticias y todos le aclamaron como el “Salvador de la República” para, posteriormente pasar a ser en la historia subsiguiente el “Salvador de Francia”. Thiers, a mediados del XIX, comentaría que Zurich supuso “la gloria eterna a Masséna, al ejecutar una de las operaciones más admirables en la historia de la guerra, y que nos salvó en un momento más peligroso que el de Valmy o Fleurus! Zurich es la joya más brillante en la corona de Masséna"6. El tratadista y general Jomini también alabó sus operaciones en esa batalla, como el inglés Graham -que participaría en la victoria de Vitoria, en 1813- así como su rival ausente Carlos y, desde luego, su mando esos días estuvo a una altura considerable. Fue una de las más grandes victorias del periodo revolucionario, comparables a las de Bonaparte en Arcole, 1796 (por sus maniobras) o Rivoli, 1797 (por las bajas y transcendencia logradas) y, por sí sola, estabilizó la posición francesa en el Continente. 5 DUFFY, Christopher: Eagles over the Alps. Suvorov in Italy and Switzerland, 1799. The Emperor´s Press, Chicago, 1999, p. 219. 6 THIERS, M.A.: The history of the French revolution. Vol IV. New York, 1866, p 405. 9 Corolario y continuaciones Hay algunas batallas, para sus contemporáneos y colegas, que tienen una irradiación social mayor que otras, ya sea por sus audaces movimientos, sus épicos episodios, la participación de algunos personajes icónicos, el gran número de bajas, su significado histórico o por la importancia de lo que estaba en juego. La segunda batalla de Zurich, para los franceses, se enmarca dentro de este selecto grupo de luchas donde, aparentemente, se dirime el destino de una nación en un único día. Que 38 años después, un rey francés -Luis Felipe- quisiera inmortalizar en un lienzo este episodio bélico dentro de la famosa Galería de las Batallas de Versalles habla muy a las claras del efecto que aún tenía en la conciencia del pueblo francés. Esta victoria, en aquel 1799 aciago para las armas francesas, llenó de esperanza, fuerza y orgullo al pueblo francés, que tenía el espectro de la invasión aliada bastante presente por aquellos tiempos con las operaciones pensadas y ejecutadas de la Segunda Coalición. El desafío ruso había sido totalmente batido por primera vez en campo abierto y su fama de invencibles algo maltrecha tras este sonoro revés. Sin saberlo, esta tranquilizadora victoria (junto a la fallida expedición aliada sobre Holanda detenida por el GdD Brune) prepararía al pueblo francés para agasajar la llegada del héroe egipcio a su casa y propiciaría el derrocamiento del Directorio francés, tras el golpe de Brumario napoleónico del 9 noviembre de 1799. Hablan estos hechos bien a las claras de la debilidad del sistema político francés imperante que, ni obteniendo dos resonantes victorias ante sus enemigos, pudieron resistir mucho más en el poder. La enorme ambición de Napoleón, junto a las conjuras de otros personajes públicos (Sieyès, sobre todo7, aunque no de la manera que él pergeñó), coadyuvaron a esta caída política anunciada. Para mi opinión, esta victoria no creo que fuera tan decisiva en el devenir histórico francés -a fin de cuentas, la lucha siguió en todos los teatros durante un año más-, aunque es indudable que en caso de derrota, la invasión aliada hubiera tenido lugar por el corredor suizo un poco después. Claro que para que hubiera existido esa caída francesa, antes hubieran tenido que juntarse las tropas seleccionadas en la figura de Suvorov y, desde luego, no hubiera ocurrido tampoco esa debacle -al menos, no de esa magnitud- si el ejército del Archiduque Carlos no hubiera sido erróneamente dirigido a Alemania. Las circunstancias políticas y las pobres miras estratégicas aliadas jugaron a favor de los franceses y Masséna explotó magistralmente esa oportunidad que se le presentó en esos días iniciales del otoño. Aunque el Directorio francés siempre presionaba y controlaba en la distancia las operaciones, no es menos cierto que en esos tiempos no era tan propenso a intervenciones de personas o políticos alejados de la realidad de la guerra. El Ministerio de la Guerra francés, por ejemplo, estuvo dirigido en esos meses veraniegos de 1799 por un gascón llamado Bernadotte, el futuro rey Carlos XIV Juan de Suecia y Noruega, que antes de llegar a la realeza nórdica sería un problemático mariscal napoleónico… Para el vencedor fue, seguramente, uno de sus mejores momentos personales, sino el mejor. Estaba en el cénit de popularidad y prestigio; para algunos era el mejor general que había surgido de la Revolución, aunque otros pensaban todavía en el más político Moreau y, por supuesto, en el joven y carismático Bonaparte, que pronto volvería de su viaje a Oriente y decidiría con su golpe de Brumario el destino posterior de la nación. Eran tres hombres que con 7 ESDAILE, Charles: Las guerras de Napoleón. Una historia internacional, 1803-1815. Crítica, Barcelona, 2009, p. 82. 10 sus conquistas, batallas o decisiones marcaron el devenir de la Francia surgida después de la Revolución. Masséna proseguiría su carrera militar de éxitos, bajo el paraguas del mariscalato napoleónico, hasta que se encontró con fuerzas insuficientes ante las líneas inaccesibles de Torres Vedras, dentro de la campaña portuguesa de 1811, frente a las fuerzas anglo-lusas de Wellington. A su vuelta a Paris, Napoleón le obsequió con su burla habitual, según Malye: “Y bien, príncipe de Essling, ¿es que ya no os llamáis Masséna?”, que era injusta en este caso, y la apatía compartida por ambos personajes hacia todo mando operativo importante. Para el derrotado Korsakov, tras escapar resueltamente de Zurich, sólo le quedó el descrédito de los expertos y el retiro posterior de cualquier operación militar de enjundia. En 1805, fue “promocionado” a Gobernador General de Lituania, cargo que conservó felizmente durante 25 años. Era, seguramente, un buen organizador pero, más seguro aún, un general incapaz. En algunas ocasiones, mandos inadecuados llegan a la cúspide de su profesión y en algunas ocasiones también, esas designaciones arbitrarias o no analizadas son pagadas por la tropa a su mando. Murió en 1840. La campaña suiza todavía no había terminado para Masséna. El 26 de septiembre por la tarde recibió un despacho de Lecourbe8 donde le comunicaba que Suvorov había rebasado los pasos alpinos y se desplazaba hacia Zurich, ¡su primera noticia de su llegada a Suiza! Ahora se debería enfrentar a esta nueva amenaza y para ello jugaba con las mejores cartas, ya que poseía una superioridad aplastante en hombres, tras su victoria relatada, y la confianza en poder atrapar al león plateado en los valles suizos. Su rival, eso sí, venía con un prestigio inmaculado y bien ganado en Italia y no se lo pondría nada fácil. Para el 30 de septiembre, Masséna efectuaba un reconocimiento del área donde se suponía que estaban los rusos hacia Schächental y sólo encontraba allí mosquetes inservibles y restos recientes del paso humano. Por su preparada mente militar pasaba un pensamiento en forma de pregunta, ¿tendría tiempo de atrapar al legendario Suvorov? Esa épica campaña alpina es otra historia... 8 DUFFY, Christopher: Eagles over the Alps. Suvorov in Italy and Switzerland, 1799. The Emperor´s Press, Chicago, 1999, p. 221. 11 BIBLIOGRAFÍA: Guerres De La Revolution Française Et Du Premier Empire. Tome VI. Paris. 1876. Victoires, conquêtes, désastres, revers et guerres civiles des Francais de 1792-1815. Tome XI. C.L.F Panckoucke, Paris, 1818. AUTORES, Varios: Técnicas bélicas de la época napoleónica, 1792-1815. Editorial Libsa, Madrid, 2008. BARBERO, Alessandro: La Batalla. Historia de Waterloo. Ediciones Destino, Barcelona, 2004. BELL, David A.: La primera guerra total. Alianza Editorial, Madrid, 2012. DUFFY, Christopher: Eagles over the Alps. Suvorov in Italy and Switzerland, 1799. The Emperor´s Press, Chicago, 1999. ESDAILE, Charles: Las guerras de Napoleón. Una historia internacional, 1803-1815. Crítica, Barcelona, 2009. GRAHAM, Thomas: A Contemporary Account Of the 1799 Campaign. Volume 3 (1800). Edited & Anotaded by George F. Nafziger, USA, 2002 JOMINI, Henri Antoine de: Compendio del Arte de la Guerra. 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