CAPÍTULO III Conventos de Monjas y Emparedamientos. Sus

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HISTORIA DE ÚBEDA por D. Miguel Ruiz Prieto
Tomo II
Edición digital conmemorativa del centenario de su publicación: 1906-2006
CAPÍTULO III
Conventos de Monjas y Emparedamientos. Sus fundaciones y vicisitudes por
que han pasado.
I
Convento de Santa Clara
(FRANCISCAS DESCA LZAS)
LA fecha de la fundación de este convento la ignoramos, pero puede
asegurarse que fue el primero de monjas que se fundó en Úbeda, después de la
reconquista. Los datos más antiguos que hemos hallado los trae Alfonso de
Torres, en su Crónica de la Orden ya citada, y son un documento de Fray
Rodrigo, que tomó el hábito en el convento de San Francisco de esta ciudad, de la
que era natural, sin duda cuando se fundó, y después fue obispo de Marruecos y
Legado Apostólico en África. Dicho documento, por su rareza y antigüedad, lo
ponemos a continuación:
«Frater Rodericus, de Ordinis Minorum, divina providencia Sancte
Marroquita Eclesia Episcopus, et in Africa sedis Apostolita Generalis, legatus
universis in Cristo fidelibus, per Hispaniam constitutis, salutem in Domino
Sempiternam. Por honra y reverencia de Dios, y de Santa María su madre, y de
los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo, en cuyo poder nos tenemos por la
autoridad de la iglesia Romana, y por reverencia de los Santos Confesores San
Francisco y San Antonio y Santa Clara Virgen y bien aventurada, damos y
otorgamos a todos aquellos y aquellas que sus limosnas hicieren o enviaren, o su
día a sus horas fueren a oir al monasterio de Santa Clara de Úbeda, quarenta dias
de perdon de aquellas penitencias que hubieren de sus maestros, y porque esto
sea firme y no venga en duda mandamos sellar esta carta con nuestro sello
colgado en testimonio de verdad dada en Úbeda martes doce dias andados del
mes de Setiembre Era de mil e trescientos e veinte y ocho». (Este año
corresponde al del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo de 1290.)
De este documento resulta que cincuenta y seis años después de la conquista
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de Úbeda, este convento estaba ya fundado, o por lo menos en construcción, para
la cual sin duda el prelado recomendaba se diesen limosnas, con la esperanza de
merecer el perdón de penitencias. Tampoco sabemos si se fundó en el sitio que
hoy ocupa, limitado por la plazuela de San Pedro, calle de Rodrigo de Narváez y
plazuela a que da nombre el convento. Creemos que estuvo en otro sitio.
Lo cierto es que a mediados del siglo XV ya existía donde está, pues la
Reina Católica Doña Isabel I, se hospedó en é1 a su paso por la ciudad, en 5 de
noviembre de 1489, cuando fue al sitio de Baza a llevar auxilios a los sitiadores y
animarlos con su presencia37. Desde aquella fecha, la habitación que ocupó la
gran reina se llama el palacio, que quedó intacto a pesar de la reedificación y
ensanche que después se hizo en el edificio e iglesia. Como recuerdo de su
estancia, la magnánima reina dejó a la comunidad memorias y juros de
37
Sabido es de cuantos conocen la historia de los Reyes Católicos doña Isabel y don Fernando,
que éstos llegaron a Jaén, donde había procurado reunir grandes fuerzas milita-res, en la primavera
de 1489. Venían con ellos, sus hijas, el Príncipe D . Juan y el Card enal de E spaña. O bedecía este
viaje y esta concentración de fuerzas, al deseo de dar principio al cerco y conquista de Baza, para
cuyo punto salió don Fernando el 27 de mayo. La reina doña Isabel, quedó en aquella ciudad,
hospedándose, según unos, en el Castillo y según otros en el Convente de religiosas dominicas de
Nuestra Señora d e los Ángeles.
En el tiempo que duró el sitio de Baza, la Reina en Ja én fue el alma d irectora de l sosteuimiento
de la campaña. Desde Jaén hizo nuevo llamamiento de gentes a sus Estado s; ordenó co n seis mil
trabajadores de allí el arreglo de siete leguas de camino para la mejor marcha de las recuas que
periódicamente llevaban los víveres; alquiló cuatro mil caballerías para estos convoyes, que utilizó
sobre las diez mil que empleaba; compró todo el trigo y cebada del Reino de Jaén y de muchas
ciudades de Andalucía y Casti lla; organizó el personal de trasportes, molienda y exportación e
importación; pidió dineros prestados a ciudades y nobles; agotó sus rentas privada s y las de
subsidio y cruzada, qua oran del Estado , y realizó operaciones con pérdida, por la subid a de precios,
en más de cuarenta m illones de maravedises.
La centralización de todos estos servicios dio a Jaén y su Reino un gran período de actividad.
En vista de la prolongación del cerco, la Reina con su corte fue a Baza.
El 5 de diciemb re, llegó a Úbeda y se alo jó en el Convento d e monjas franciscas desca lzas,
llamado de Santa Clara. Como eran malos los caminos qne por Quesada y Soto Gordo se dirigían al
campamento donde estaba su esposo D. Fernando, resolvió dividir en dos grupos a los
expedicio narios, que dando u no en Úb eda y contin uando o tro con ella. C on la Reina siguieron la
Infanta doña Isabel, el Cardenal de España y las damas de Su Majestad, Marquesa de M oya y doña
María de Luna. En Úbed a quedaron el Príncipe D. Juan y las Infantas, y a su cuidado el Arzobispo
de Sevilla D. Diego Hurtado de Mendoza, los Obispos de Avila y Soria y otras personas del Real
Consejo.
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maravedises y una basquiña de su uso, de rico brocado, de la que se hizo una
casulla y un frontal que aún se conservan.
El patronato del convento y su capilla mayor era de la familia de los Salidos,
de las más ilustres de Úbeda. En el año 1566 era patrono de la capilla mayor
Bernardino Salido de Zambrana, que en su testamento mandó ser enterrado en
ella, donde estaban sus abuelos y antecesores. En el año 1690 doña María Salido
Herrera y Biedma, viuda de D. Fernando Quirós y Pacheco, vecinos de Úbeda,
era poseedora del vínculo y mayorazgo que fundaron sus bisabuelos D. Francisco
Salido Herrera y doña María de la Obra y Zúñiga, los que dejaron dispuesto por
testamento que, acabada la sucesión, se fundase un convento de religiosas
Franciscas Descalzas en sus casas principales de la ciudad de Úbeda. Así consta
en el libro de acuerdos del Cabildo, en acta de 4 de diciembre y en sus cartas que
escribió la ciudad a otras, en súplica de limosnas, conservándose las
contestaciones que dieron Jaén, Córdoba, Granada, Murcia, Mérida, Soria,
Valladolid y Burgos que mandaron sus testimonios. Por aquel tiempo se reformó
la iglesia., ensanchó el convento, conservando la capilla mayor el escudo de
armas de los Salidos que también se hallan al exterior del muro. Alguna reforma
se hizo en 1779, como la fachada de la puerta de entrada a la iglesia, de fábrica
sencilla y adornada con los escudos de la Orden. La fachada de la segunda puerta
de la iglesia es ojival, con molduras y ostenta el escudo de la casa de Austria.
La iglesia es pequeña; cuatro robustas columnas con capiteles jónicos
sostienen las labradas bóvedas de las naves, en cuyos lados laterales hay varios
altares cuyos retablos dorados, estilo barroco, no carecen de mérito. A la derecha
de la entrada, se halla el altar de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores, el del
Sagrado Corazón de Jesús y el de San Blas. El altar mayor es bastante bueno; en
su bóveda se halla el escudo de armas de los Salidos, esculpido en la clave. Al
lado del Evangelio, después del púlpito, el altar de San Cayetano, y colateral a él,
el de Nuestro Padre Jesús, y al lado de éste el de la Virgen de la Aurora, preciosa
imagen que por vagas referencias creemos sea la que se descubrió en un muro del
convento de San Francisco, que se tituló del Socorro, según queda dicho al hablar
de aquel convento. El testero, frente al altar mayor, lo ocupan los coros alto y
bajo de la comunidad, y en el primero, que cubre una reja de mucho mérito
artístico, se ostentan dos escudos de las antiguas armas de Castilla.
Tiene este convento, y creemos conserva en su archivo según nos informó la
madre Abadesa, muchos privilegios de gracias y mercedes concedidas por los
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reyes. Tenemos noticia de uno del rey D, Fernando IV, dado en Córdoba a 20 de
noviembre de 1308, por el que concede a la Comunidad «las mis tiendas que yo
he (dice) para que sean tenudas de rogar á Dios por el anima del Rey D. Sancho
mio padre que Dios perdone, por mi y por la Reina doña Constanza mi mujer
&.a»Este privilegio fue confirmado por sus sucesores. Otro privilegio
concediendo juros de maravedises y trigo para sustento de las religiosas, del rey
D. Juan II en 1408, dado en su nombre por su madre y el infante D. Fernando, sus
tutores, consistiendo la concesión en mil maravedises y cincuenta cahíces de
trigo cada año en las alcabalas de la carne y vino del campo de la ciudad de
Úbeda, porque la comunidad rogase a Dios por su padre D. Enrique, por las
reinas y reyes sus antecesores y por su vida y salud. Este privilegio fue después
confirmado por el, mismo rey y segunda vez lo fue en San Martín de
Valdeiglesias, en 30 de agosto de 1420. Después por D. Enrique IV, en 1456; por
los Reyes Católicos, en 1467; por D. Felipe II, en 1560; por Felipe III, en 1599, y
por Felipe IV, en 8 de abril de 1662.
En las cuentas de la ciudad, aprobadas por el emperador D. Carlos y por
Felipe II, figuran los maravedises y trigo de este juro en descargo. Por bulas de
los Pontífices, no pagaba esta comunidad diezmos, y así se reconoció en un pleito
que se siguió y terminó en 1652.
Tenía este convento muchas y valiosas reliquias. Una espina de la Corona de
Cristo Nuestro Redentor en un relicario; otro relicario con un pedazo de Lignum
Crucis; otro con porción del vestido y sudario del Señor; otro con un pedazo de la
columna donde fue atado; piedra del monte de la Cuarentena; de la puerta por
donde entró Cristo en Jerusalén, cuando se cantaban 0 Sana filio David, cuya
festividad conmemora la iglesia el Domingo de Ramos; otra del lugar de la
Ascensión de María Santísima; parte de sus cabellos y una partícula de su
sepulcro; huesos de San Juan Bautista, de San Bartolomé, apóstol y del
protomártir San Esteban; de las Santas Justa y Rufina y Leocadia, vírgenes y
mártires, un pedazo de la cuerda y hábito de San Francisco; otro del de Santa
Clara, con algunos del de la virgen Santa Marta, y algunas más. No sabemos si
hoy se conservan todas estas reliquias en el convento.
El trascoro de la comunidad fue la antigua iglesia y en una pared se ve una
pintura de un Ecce-Homo de tamaño natural, amarrado a una columna, y a sus
pies una religiosa que representa un milagro. Otras pinturas representan otros
prodigios.
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Muchas familias ilustres de Úbeda tuvieron en este convento religiosas de
vida y virtudes ejemplares. Sor María de Raya, Abadesa, que falleció por los años
de 1509, dejó imperecedera memoria. Sor Luisa Polo, tuvo una visión del Niño
Jesús que le anunció, que en el jardín donde se hallaba se habían de plantar flores
muy agradables a Dios, profecía que se cumplió después, edificando en aquel
sitio el trascoro, donde se enterraron las religiosas; murió Sor Luisa por los años
de 1520. Un año después murió Sor María Sagredo, natural también de Úbeda;
tenía lepra y vivía aislada; tuvo una visión, y llamando a su sirvienta Bernardina,
le dijo: «El in carne mea videro Salvatorum Amen», perdió el habla y murió al
cabo de ocho días. Sor Catalina Rivera, hija de nobles padres de ilustre
ascendencia, fue muy virtuosa y caritativa, y de ella se citan muchos prodigios;
fue Abadesa quince años y con este cargo pasó al recién fundado convento de la
Paz, en Málaga, donde estuvo siete; volviendo a este de Úbeda, y elegida
Abadesa otra vez, desempeñando el cargo seis años más, muriendo de mucha
edad por los años de 1567. Sor Catalina de Biedma, compañera de la anterior,
que también la acompañó a Málaga y volvió con ella; labró a su costa el coro alto
o hizo otras obras, muriendo en. gran opinión de virtud por los años de 1568. Sor
María Fernández, de Úbeda, fue sacristana durante veinticinco años, de ejemplar
conducta y caridad, muriendo en 1580. Sor Isabel Rodríguez, de Úbeda, de
ejemplar y devota vida, predijo su muerte veinte días antes de que acaeciera, en
1582. En el mismo año murió Sor María Alcoroche, de Úbeda, en gran opinión
de Santidad. Sor Isabel Segura, de Úbeda, entró en el convento muy niña, hija de
Mateo Segura y de Mencía Enríquez, predijo algunos acontecimientos y murió en
gran opinión en 1584. Sor Ana Hidalgo, hija de Luis Hidalgo y Ana Rodríguez,
fue de ejemplar caridad y Dios obró prodigios por su intercesión; predijo su
muerte ocho días antes de acaecer en 1585. Sor Juana de Carvajal, hija del
Marqués de Jódar, que fue virrey de Nápoles, y de Madama Francisca, fue dos
veces maestra de novicias y otras dos Abadesa; seis años después enfermera a
petición suya, muy devota y caritativa; se mortificaba mucho, dejando al morir en
1587 grato y venerado recuerdo de su vida ejemplar. Sor Luisa de Medina, hija
de Alonso Medina y de doña Isabel Segura, de ilustre familia, dejó buena
memoria de su virtud y humildad, pasando de esta vida en 1592. Sor María de
Leyva y Messía, de familia principal de Úbeda, fue dos veces Abadesa, dejando
buenos recuerdos de virtud y celo, pasando a mejor vida en 1642. Sor Luisa
Molina, de nobles padres, fue de ejemplarísima conducta y murió en 1652.
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Otras muchas pudiéramos citar, porque la buena comunidad tiene muy en
memoria el recuerdo de las monjas que han sobresalido en virtud y caridad entre
las demás; pero no creemos conveniente dar mayor extensión a esta reseña del
convento.
En el día la comunidad se compone de doce monjas de velo negro, cuatro de
blanco y algunas novicias. La iglesia está servida por un vicario que lo es hoy el
presbítero D. Francisco Fernández Santa María, sacerdote de ejemplar virtud, a
la que debe la gracia, que le fue concedida por el Pontífice Pío IX, de sacar un
ánima del Purgatorio en cada misa que diga en el convento por su intención.
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II
Convento de San Nicasio
(MONJAS DEL ORDEN TERCERO DE SAN FRANCISCO)
Este convento de religiosas estaba situado en las afueras de la población,
frente a la Capilla y Hospital de Santiago. Cuenta la tradición, que a mediados del
siglo XV hubo en Úbeda pestilencia y otras calamidades, que tenían al vecindario
aterrorizado, haciendo fiestas y rogativas para que Dios se apiadase y remediase
tantas desdichas. Unos muchachos se reunían a la salida de la población por el
camino de Baeza, en un solar, llevando cruces de caña, cantando en confusa
gritería: «San Nicasio, Ora pro nobis». Por aquel tiempo vivía en Úbeda un
virtuoso anciano de mucho crédito, a quien llamaban el profeta Barricuenca, que
dio nombre a la calle en que vivía, que en todo aquel siglo se llamó calle de
Barricuenca, y después hasta el día de hoy, se llamó calle del Agua, en la
parroquia de San Nicolás, como así consta en los padrones antiguos de
repartimiento. Observando dicho anciano las invocaciones de los muchachos,
parece que dijo: «Este es pronóstico de que habrá aquí un monasterio con el
título de San Nicasio». Cuéntase también que el profeta Barricuenca había
profetizado la conquista de Granada, lo cual es cierto, puesto que a su muerte,
acaecida antes de aquel hecho, dejó por su testamento un depósito de cierta
cantidad de cera y aceite para las primeras misas que se dijesen en aquella
ciudad, y para la lámpara del Santísimo, luego que se ganase. También dejó un
censo sobre un olivar de su propiedad que aún existía en 1850.El vaticinio del
anciano alentó a los vecinos de Úbeda y reunieron limosnas con las que se dio
principio a la fundación del convento en el local referido, reduciéndose a una
pequeña ermita, en la que, con licencia del obispo de Jaén, se recogió doña
Leonor de Molina, persona muy calificada en Úbeda, con otras mujeres virtuosas,
que ya en 1480 formaban comunidad, según consta en un testamento, otorgado en
el mismo año, en favor de las habitadoras de este recogimiento. Deseaban estas
virtuosas mujeres más estrecha vida, e impetraron bula del papa Alejandro VI,
que la expidió en San Pedro de Roma a 9 de octubre del año 1500, noveno de su
pontificado, concediéndoles clausura y que profesasen la regla de las terceras de
la orden de San Francisco, quitándolas de la sujeción del obispo y poniéndolas en
la de la religión, haciendo su inmediato prelado a fray Bernardino de Guaza,
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religioso observante y Visitador Apostólico, que a la sazón era del Real
Monasterio de Santa Clara en Tordesillas y de otros en León y Castilla. Se ignora
los años que perseveraron en la regla de terceras, y el en que pasaron a la de
Urbanistas de Santa Clara, que profesaron según refiere el P. Gonzaga.
Después de los anteriores datos, tomados en su mayor parte de la Crónica de
la orden por Fray Alonso de Torres ya citado, no hemos hallado documentos
referentes a este convento, como no sea la refacción que como los demás recibía
de la ciudad, y alguna que otra noticia suelta, como la de que en 1555 fundó
patronato Juan Tribaldos, casado con Ana de Campos, por su testamento hecho
en 13 de julio de dicho año y su codicilo, instituyendo una capellanía en su
Capilla de San Nicasio.
En una escritura de concierto sobre el agua del convento, entre Juan Vázquez
de Molina y la comunidad, en 1564, consta que había las siguientes monjas,
profesas y discretas: Doña Juana de la Cueva, Abadesa; Inés Gómez, Catalina de
los Ángeles, Isabel de Alameda, doña Ana de Ayala, doña María Enríquez y
Catalina Becerra, doña Isabel de Segura, hermana de D. Diego de Raya y mujer
del Doctor Alonso de Herrera, habían hecho testamento recíproco dejándose sus
bienes en usufructo. En 1598 doña Isabel, sin duda viuda, hizo el suyo haciendo
donación de todos sus bienes al convento de la vocación y orden de Santo
Domingo (Cadenas). En 1606 hubo pleito con el hospital de Jesucristo, y lo
perdió, viéndose obligada a hacer partición de sus bienes; un año después se
metió monja en San Nicasio e hizo donación de sus bienes al convento. Tuvo que
pedir licencia al Definidor General de la Orden de Santo Domingo y la dio para
que doña Isabel profesara en el de la Madre de Dios y en 1609, monja profesa,
fundó capellanías con los bienes adquiridos después de ser monja en 1623,
fundación que en 1627 declaró nula el Visitador Fray Juan de Carriola. Todavía
en 1634, hizo dicha monja otra operación con el Vínculo, para después de la
sucesión de los hijos de su hermano Diego de Raya. El patrono de la capilla
mayor era, en 1683, D. Cristóbal de Chaves y Villarroel, caballero de la Orden de
Calatrava y colegial mayor de Salamanca. En el retablo de su altar mayor existía
la imagen del Santo tutelar y la inscripción de «San Nicasio, ora pronobis» sin
duda en memoria del origen de la fundación.
Dice Argote en su Nobleza de Andalucía, que Juan de Sanmartín,
descendiente de varón a varón, de Rodrigo Rodríguez de Sanmartín, que se halló
en las conquistas de Úbeda y Baeza, estaba casado en 1463 con doña Leonor
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Vázquez de Acuña y que estaba enterrado en este convento, como lo estaban sus
antepasados y que en él estaban las antiguas armas de esta casa. Debe estar
equivocado Argote, pues la casa de Sanmartín tenía su enterramiento en la iglesia
de San Pablo, donde fundó su capilla en 1436, antes que San Nicasio fuese
fundado, a menos que lo fuera en fecha desconocida, lo que es dudoso pues
ningún autor la cita. Otro autor, D. Juan Manuel Bonilla, en su Árbol genealógico
de la casa de D. José Ignacio de Sanmartín, escrito en 1767, dice que su
antecesor Rodrigo Rodríguez de Sanmartín, que se halló en las conquistas de
Baeza y Úbeda, donde quedó heredado, tenía su enterramiento en este convento.
Otro error que sentimos no poder probar documentalmente. No dudamos que un
Sanmartín hiciese alguna fundación en este convento, bien fuese capilla,
capellanía u otra memoria; que estuviese en él su enterramiento y su escudo de
armas; pero esto debió ser en su fundación en el siglo XV o poco después. Sólo
hemos visto el escudo de armas de la casa de Chaves y Villarroel enlazadas con
las de Orozco, Peñuela y Velázquez, en una gran piedra que sirve de brocal a un
pozo, puesta allí para su conservación y que procedía de la capilla mayor fundada
o heredada por los Chaves, como queda dicho.
En este convento, dice el referido Fray Alonso de Torres, había en su archivo
una merced de la Reina Católica Doña Isabel, por la que concedió a la comunidad
la propiedad de tres solares, fechada en Úbeda, sábado 8 de septiembre de 1501.
La donación puede ser cierta y probablemente para ensanche del convento, pero
no hemos hallado cita alguna por la que conste que la gran Reina estuviese en
Úbeda en dicha fecha. Es probable que la donación fuese hecha por la ciudad con
licencia de la reina.
Familias ilustres hicieron donaciones al convento, en el que tomaron el
hábito muchas jóvenes que dejaron ejemplos de virtud y caridad; entre otras doña
Isabel de la Cueva, que murió en 1620. Doña Isabel de San Miguel, natural de
Toledo, y la hermana María Alonso que estaba a su servicio, hicieron prodigios
durante su vida; uno de ellos predecir a la Abadesa, Sor Ana de Benavides, que
sus parientes los Condes de Santisteban estaban buenos y mandaban al convento
un Niño Jesús, que efectivamente se recibió a los pocos días con las señas que
había dado; cuyo hecho tuvo lugar en 1630. Se veneraban en este convento como
reliquias muy estimadas, una cabeza de las once mil vírgenes y huesos de San
Acacio y San Cenón, mártires, y otras que ignoramos dónde fueron a parar.
Suprimido este convento en 1836 y vendido a particulares, quedó arruinado,
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ocupando su extenso perímetro un parador, casas de vecindad, molino aceitero y
la plaza de toros que se hizo en 1847 a 1848. De su archivo no hemos podido
hallar rastro; todos sus papeles los dispersó la codicia y la ignorancia como tantos
otros de las iglesias suprimidas.
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III
Convento de Nuestra Señora de la Coronada
Este Convento, de la obediencia de San Andrés, de religiosos de la Orden de
Santo Domingo, estaba situado en lo bajo de la Corredera, en el mismo sitio que
hoy ocupa el bonito paseo de Gallego Díaz. No tenemos otros antecedentes de su
fundación, más que los que trae Jimena en sus Anales Eclesiásticos, de este
obispado. Dice en la página 196 que se fundó por los años de 1500, y debe ser
cierto puesto que en 1507 estaba ya instalada la comunidad, pues las devotas y
honestas doncellas, personas y monjas que la componían, pidieron a la Ciudad les
concediese agua para su Convento, tomándola de las minas de la Torre nueva.
En en el mes de noviembre de 1593, el Alcalde mayor D. Juan Chacón, en
nombre de las monjas, pidió se les concediera terreno a espaldas del Coro y en la
calle del Campanario para ensanchar la Casa; petición a que la Ciudad accedió
por no resultar perjuicios a los vecinos.
Entre otras muchas fundaciones, tenía un patronato y capellanía, que fundó
el tesorero Juan de Magaña, que murió en Panamá, y que en 1630 vino a parar a
don Bartolomé Ortega Cabrío y Carvajal.
Poseía este Convento muchas reliquias que menciona Jimena, que unas,
desaparecieron y otras pasaron a otras iglesias lo mismo que las imágenes.
Suprimido en 1836, fue uno de los que más pronto se arruinaron. Las monjas
pasaron al de la Madre de Dios (Cadenas) y no llevándose bien las comunidades,
pidieron en 1839 al obispo las volviese a su convento. El prelado pidió informe al
Ayuntamiento, que manifestó que el convento estaba inhabitable y la iglesia se
había hundido.
Un año después volvieron las monjas, en unión de las Dominicas de Linares,
que también habían sido recogidas en las Cadenas, a insistir en volver a su
convento de la Coronada, y el obispo a pedir nuevo informe al Ayuntamiento, y
éste dijo que estas señoras no se avenían con la comunidad de las Cadenas, y que
el pretesto para separarse de que el convento estaba ruinoso, no era cierto. Acaso
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estas desavenencias, que hicieron ruido, apresuraron la ruina de este convento38.
La ciudad lo había pedido para hacer la cárcel, se sacó plano en 1839, se
tramitó largo expediente, y al fin nada se hizo. En 1849 hubo otro proyecto para
construir en el solar casas y fuente; y cuatro años después se trató de hacer un
cuartel para la Remonta, a petición de su Jefe el Brigadier D. Miguel García.
Después se trató de hacer plaza de abastos, teatro y escuelas públicas; todo
quedó en proyectos.
Al fin, en 1890 el Ayuntamiento, en agradecimiento a los beneficios hechos
a la ciudad por su ilustre hijo el Excmo. Sr. D. José Gallego Díaz, en los altos
puestos que ha desempeñado, hizo un paseo que ocupa toda el área del que fue
convento, dándole su nombre. Se terminó la obra en 1895 con una bonita fuente
en su centro. Según una inscripción hallada entre las piedras del próximo y nuevo
Asilo de los Pobres, en el año 1894, el convento de San Andrés tenía la
obligación de que su comunidad dijese en éste una misa todos los jueves del año.
38
Según documento que obra en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, en el
siglo XVII, hubo en este convento una monja de Sabiote, llamada en el mundo Catalina Muñoz.
Estuvo en él largos años haciendo oficio de hermana granera. En un año en que trabajó con
exceso su naturaleza reveló el secreto de que era varón, c osa que e lla misma no sabía. Se instru yó
proceso eclesiástico y fue exclaustrada, yendo a residir a Sabiote como tal varón.
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IV
Convento de la Madre de Dios o “Cadenas”
(ORDEN DE SANTO DOMINGO)
Débese la fundación de este convento a uno de los hijos más ilustres de
Úbeda del siglo XVI, tan fecundo en grandes hombres en ciencias, milicia y
fervor religioso. Fue este caballero Juan Vázquez de Molina, Señor de Payo,
Comendador de Valencia del Bentoso y de Guadalcanal, Trece de la Orden de
Santiago, Alférez mayor de Úbeda, del Consejo de Estado del Emperador Carlos
V y después Secretario del poderoso monarca Don Felipe II. Fue casado con doña
Antonia del Águila, llamada la mentecata, hija única de Francisco del Águila,
Señor de Payo y de la Eliseda y de doña María Pacheco. Este matrimonio, que no
tuvo sucesión, fue anulado y Juan Vázquez volvió a casarse con doña Luisa
Carrillo y Mendoza, hija de D. Luis Carrilllo de Mendoza, séptimo Conde de
Priego y de doña Estefanía de Villarreal. Hicieron su casa palacio en Úbeda,
frente a la iglesia Colegial de Santa María, comprando a la ciudad varias casas, y
entre ellas la cárcel vieja, con el fin de levantar sobre sus solares habitación
proporcionada a su grandeza, que aún hoy es la admiración de los inteligentes,
por su severidad, solidez y admirables proporciones, que la hacen uno de los más
grandiosos y útiles monumentos de Úbeda.
Dio la traza para la edificación el célebre Pedro de Valdelvira, que había sido
discípulo de Berruguete, que dejó en la ciudad imperecederos testimonios de su
capacidad y aptitudes artísticas. Terminada la construcción del palacio y no
teniendo Juan Vázquez sucesión, de acuerdo con su mujer doña Luisa, proyectó
la fundación de un monasterio de Monjas de la Orden de Santo Domingo y,
pidiendo licencia y autorización al Pontífice Pío IV, que la concedió por su bula
de 19 de julio de 1561, con reserva de habitación y tribuna a la iglesia para los
fundadores en el mismo palacio. Se empezó a construir la iglesia en una sala baja,
y en el siguiente año de 1562, pidió Juan Vázquez al Ayuntamiento la cesión del
terreno que necesitase de la plaza de Santa María para hacer una lonja a la
entrada del convento y poner pilares y cadenas, dándole la corporación la
correspondiente licencia, en sesión de 26 de agosto, por ser la petición para honor
de la iglesia, y por lo mucho que la ciudad debía a Vázquez de Molina. La lonja
se hizo; se pusieron los pilares y cadenas, y de aquella fecha adelante, el pueblo
llamó el Convento de las Cadenas a dicho monasterio. Hoy aún se le conoce por
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el palacio de las cadenas, aunque éstas se quitaron ya.
Pronto se acabaron las obras, pues en 1563 se decían misas en la iglesia, y
hasta que fueron terminados los expedientes de señalamiento de rentas, no se
trató de inaugurar el convento. Este acto tuvo lugar el día 24 de marzo de 1566,
trasladando al nuevo edificio seis religiosas del de la Coronada y al otro, día 25,
festividad de la Encarnación, se celebró fiesta con procesión general, que salió de
dicho convento hasta el de San Andrés, de donde se sacó el Santísimo, como en
el día del Corpus, hasta el nuevo convento, con acompañamiento del Cabildo
Colegial, Universidad, justicias, regidores, jurados y toda la nobleza, con el
obispo de Jaén don Diego de los Cobos y Molina, hermano de Juan Vázquez, que
bendijo la nueva iglesia y convento.
El fundador había empleado su piadoso celo e influencia, para dotar a su
convento de bienes para su sostenimiento y culto, acudiendo al Santo Padre para
que aprobase la anexión a favor de la fundación, de un beneficio-préstamo que
tenía en la iglesia parroquial de San Juan de Pantoja, diócesis de Toledo, y otro
simple en la de Moratilla: anexión que el referido Pío IV, aprobó por su bula de
siete de las Kalendas de noviembre del año de 1562, tercero de su pontificado. El
mismo Pontífice aprobó otra anexión de otro beneficio-préstamo que Vázquez
tenía en la villa de Villana, por otra bula expedida en 1564.
D. Pedro Sarmiento, Arcediano de Sevilla, muy amigo de Juan Vázquez,
deseoso de contribuir a la grandeza de la fundación, resignó en manos de Su
Santidad, para que los cediera al convento, los beneficios que tenía en
Montalbanejo, Torre de Martín Pascual, Villarejo de Fuentes y Moratilla en los
obispados de Salamanca, Cuenca y Toledo. Vázquez de Molina empleó su
influencia para que el Papa accediera a la anexión, según consta en un testimonio
de poder y obligación, otorgado por él a la priora y monjas de su convento en su
capítulo celebrado en 30 de diciembre de 1566, dejando las rentas a dicho
Arcediano por sus días y habiendo fallecido en 25 de octubre de 1578, el
convento empezó a gozar de los beneficios.
En 22 de agosto de 1567 hizo el fundador escritura de donación a su
convento de un juro de doscientos mil maravedises, que tenía sobre las alcabalas
de la carne en Úbeda, con otros juros y un patronato en favor de los señores del
Mármol, Marqueses de Mancera, con facultad de nombrar cuarenta monjas de
velo negro y ocho para sirvientas; legando además a la iglesia ornamentos y
alhajas para el culto, entre ellas una rica copa que el Emperador D. Carlos le
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había regalado y de la que se hizo una custodia, cuyo destino posterior no hemos
podido averiguar. Dicha escritura fue hecha en Úbeda ante el escribano Juan
Ortiz y testigos Juan Mosquera de Molina, Pedro Becerra, Arcipreste, el doctor
Anguís y Miguel del Águila, vecinos de Úbeda.
En 1568 el señor licenciado D. Cristóbal Muñoz de Salazar, alcalde del
Crimen en Granada, por escritura otorgada en aquella población, ante el
escribano Juan de Salazar en 23 de diciembre, fundó patronato incluyendo en él
la villa del Mármol, y después en 1597, su hijo Juan Vázquez de Salazar, lo
aumentó dejando al convento bienes y rentas.
Por testamento hecho por el fundador Juan Vázquez de Molina, ante el
referido escribano Juan Ortiz, en 25 de Junio de 1570 y codicilo del día 26, dejó
por heredera del patronato y alferezazgo mayor a su mujer doña Luisa, durante
sus días, y después a su sobrino Juan Vázquez de Molina y Salazar, señor del
Mármol, el que por influencia de su tío, que se había retirado de la vida activa a
causa de sus achaques, le sucedió en el cargo de Secretario de Felipe II, por
cédula real de 26 de marzo de 1561. Tres días después falleció Juan Vázquez y
fue sepultado al pie del altar mayor del convento que había fundado.
La viuda aumentó el número de monjas en diez plazas más en 1572 por
escritura hecha ante el mismo escribano. Por otra hecha en 1597, dejó cierto juro
para fiestas y ornamentos, y por otra de 12 de abril del mismo año asignó rentas
para la fundación de un Beaterio, con doce beatas, cuya fundación anuló en 1606,
por la baja que experimentaron los juros, y agregó la renta al convento para el
aumento de diez plazas más de monjas. A D. Luis de Salazar, hijo de Juan
Vázquez de Salazar, había dado su padre por su testamento, facultad para
trasladar al convento de la Madre de Dios los huesos de sus antepasados, que
estaban en el de la Merced.
Llegó este convento a reunir grandes rentas, cuyo líquido sobrante, después
de cubiertos los gastos, ascendía a diez y nueve mil reales treinta y dos
maravedises, más el producto de granos de los cortijos y tierras sueltas,
graduados en 74 fanegas de trigo, 41 de echada y 11 de escaña. Desde la
fundación no pagaban dote las monjas a su entrada; pero por los años de 1623 y
sucesivos, a consecuencia de la baja de los juros y rentas, acordaron los patronos
con los reverendos prelados, que cada plaza que entrase, no siendo de la familia
de los patronos, pagase un dote de cien ducados. Por estos tiempos sólo quedaban
treinta monjas, que en 1737 quedaron reducidas a veintiuna de velo negro y
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cuatro de blanco.
Pocos años antes habían conseguido las monjas unir a la clausura las
habitaciones reservadas que el fundador se había quedado para sí y sus sucesores
los patronos. Estos, después de la muerte de doña Luisa, acaecida en 1614, parece
no ocupaban por sí dichos locales y los cedían a sus administradores. Las monjas
tuvieron pleito, que fue sentenciado a su favor en 8 de abril de 1729, pero apeló
la parte contraria y obtuvo sentecia a su favor y las habitaciones quedaron como
antes. Algunos inconvenientes debía haber para la clausura, cuando las monjas se
decidieron a ocupar a la fuerza dichos locales, que a la sazón eran habitados por
D. Pedro Villena y Chaves con su familia. Al efecto las buenas madres el día 21
de Junio de 1730, sin consideración a los breves pontificios sobre el pleito, se
hicieron de herramientas, rompieron tabiques y se instalaron con cruz alzada en
dichos cuartos. Acudió el inquilino Villena, después el patrono del Mármol D.
José de Salazar y Tapia, el señor Vicario, el Alcalde mayor, el reverendo prior de
San Andrés y prelado ordinario que habían sido avisados de tamaño escándalo, y
hallaron a la priora y monjas con cruz en alto y ciriales instaladas en los cuartos o
habitaciones altas. Ni ruegos, ni amenazas, ni excomunión mayor bastaron para
que las valientes madres volvieran a su clausura. Las doce de la noche eran y
nada habían podido conseguir las autoridades; y entonces dispusieron que Villena
y su familia desocupasen aquellos cuartos y se instalasen en los bajos y se
cerrasen las puertas y ventanas de comunicación.
No se conformaron aún las religiosas, pues con desprecio de las
amonestaciones y censuras, el día 24 repitieron la invasión en los cuartos bajos
obligando a Villena a salir de la casa, que desde entonces quedó unida a la
clausura del convento, pues hubo pleito que se sentenció por el Cardenal Nuncio
en Madrid en 19 de octubre de dicho año de 1730, de que el asunto quedase en tal
estado, remitiendo el negocio tan grave al sagrado concilio, sin que éste hubiese
deliberado sobre él en 21 de Junio de 1797, según certificado de todo, dado por el
licenciado D. Tomás de Martos Godoy, a instancias de la M. R. M. Priora y
venerable comunidad.
No resistimos al deseo de consignar los nombres de las valientes monjas, que
llevaron a cabo la extraña invasión y sufrieron impávidas, al amparo de la Cruz,
las amonestaciones y censuras de sus superiores y justicias, y firmaron las
notificaciones que el reverendo Prior y Vicario, Nicolás de Sanmartín, les hizo en
el expediente que formó en el acto, hasta después de las doce de la noche del 21
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de junio. Eran aquéllas: la Priora, Sor Isabel de Perochico; Subpriora, Sor Ana de
Chincoya; Sor Inés de Molina; Sor Águeda Vílchez; Sor María Velarde; Sor
Catalina de Rivera; Sor Ángela Muñoz; Sor María de Rus; Sor Aldonza Ponce de
León; Sor María Gómez; Sor Rosa de Aro; Sor Elvira Chincoya; Sor Águeda
Santervás; Sor Juana Agustina de Villalobos; Sor Juana Porcel y Sor Antonia
Messía.
En 1758 tenía el patronato del convento el señor de Minaya D. Diego
Manuel Messía, en cuya casa había entrado D. Juan Messía Pacheco, su tercer
abuelo, en 1676. En esta familia ha estado el patronato hasta la supresión del
convento y parece que la casa, si no ha renunciado sus derechos, no los ha hecho
valer.
Después del año de 1868, fue suprimido el convento, deshecha la iglesia y
utilizado el edificio para varios usos. En 1873 se estableció en él el
Ayuntamiento, con su archivo y el del notariado. En 1883 la Audiencia hasta su
supresión en 1892. El Escuadrón de Remonta de Granada, estuvo instalado en
este edificio y después las oficinas del Batallón de Reserva. Hoy sólo quedan el
Ayuntamiento, Juzgados, oficinas de Correos y Telégrafos y algunos empleados.
Lo que fue iglesia y coro bajo está convertido en habitaciones para los porteros.
Tenía este convento valiosas y veneradas reliquias, entre ellas una espina de
la Corona de Ntro. Salvador, engastada en oro, que el marqués de Mancera
consiguió del Santo Padre, que dio su bula de concesión y autenticidad, según
consta en un inventario de 1757. En el testamento de Juan Vázquez de Salazar,
hecho en Madrid en 10 de septiembre de 1597, consta en su cláusula 37, que un
relicario de oro que el licenciado su padre, D. Cristóbal Muñoz de Salazar, dejó
vinculado, y en el que hay una espina de la Corona de Nuestro Salvador, se ponga
en la capilla mayor del Monasterio de la Madre de Dios de la ciudad de Úbeda,
para que esté allí con la decencia y buena guarda que debe; lo cual se entienda, si
su enterramiento fuese en el dicho monasterio. Consta que el testador fue
enterrado en la capilla mayor y, como queda dicho, los huesos de sus
antepasados, según autorización que dio a su hijo D. Luis, para que los trasladara
del convento de la Merced, donde se hallaban sepultados. ¡Triste destino el de
estos venerables restos, perdidos en la actualidad, sin una lápida ni epitafio que
indique a la posteridad el recuerdo de los altos hechos, piadosa fe y beneficios
otorgados a la ciudad de Úbeda, por la ilustre y poderosa casa de los Molinas!
No hemos podido averiguar dónde fueron a parar las valiosas reliquias y
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ornamentos, a pesar de ser tan reciente la extinción del convento. Las imágenes,
entre ellas las que se sacan en la procesión del Paso el Viernes Santo, que
procedían del convento de San Andrés, fueron llevadas a Santa María, con
algunos cuadros, otras a San Nicolás y alguna otra iglesia, lo mismo que los
retablos que no se destruyeron. Una preciosa escultura de la Virgen, tallada por
Pedro Roldán, escultor de Sevilla, tuvo el prior de Santa María, el mal gusto de
quitarla de la portada y colocarla en lo alto de uno de los campanarios que mandó
construir en su iglesia. El tiempo se encargará de destruir tan precioso
monumento del arte.
El archivo tuvo peor suerte; algunos papeles se recogieron y conservan en el
del Ayuntamiento, otros, procedentes de la testamentaría del cura D. Mariano
Vidal, tuvo el prior de San Pablo el buen acuerdo de recogerlos y colocarlos en el
de su iglesia; otros papeles se perdieron o inutilizaron, lo mismo que muchas
preciosidades que tenían las monjas.
El edificio hoy, gracias a los cuantiosos gastos hechos por el municipio para
las instalaciones referidas, se conservan en excelente estado.
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V
Convento de la Concepción
(CARMELITA S DESCALZAS)
Hay en Úbeda una oscura tradición, de que algún autor se ha hecho eco, de
que este convento estuvo situado en el sitio que se llama la Alberca dulce, y
creemos que no es exacto. Pudo haber en dicho sitio, poblado en tiempos de los
árabes y acaso en otros que se escapan a toda investigación histórica, santuario o
convento que dejara rastro que haya conservado la tradición, pero no fue
seguramente éste de que vamos a ocuparnos, empezando por el siguiente
documento, que creemos no deja dudas:
«Nos D. Francisco Sarmiento por la gracia de Dios y de la Santa Iglesia de
Roma Obispo de Jaén, del Consejo del rey nuestro Señor, por cuanto por parte
del P. Fray Nicolás de San Cirilo Provincial de la Provincia del Angel Custodio
de la Orden de los Carmelitas Descalzos, nos ha hecho relación que D.ª
Geronima Enriquez de Carvajal muger que fue de Cristoval de Soto difunto,
vecina de Ubeda, movida con celo del servicio de Dios, tiene concertado y
determinado se haga un Convento de monjas de la dicha Orden, para cuya
fundación y dote ha dado por escritura pública las Casas de su morada que son en
la parroquia de Santo Tomás de la Ciudad de Úbeda, con otra cierta parte de sus
bienes: lo cual el dicho P. Provincial a admitido debajo de nuestro beneplacito,
suplicandonos diesemos licencia para que el dicho Convento se pudiese erigir y
fundar como dicho es; y visto por Nos, y que la obra es tan Santa, tan en
provecho de dicha Ciudad, que esperamos ha de ser Nuestro Señor Servido, lo
tubimos por bien y dimos la presente, por la cual damos licencia y facultad para
que dicho Convento de monjas descalzas se erija y funde como dicho es en las
dichas Casas de la morada de la dicha Señora D.ª Geronima Enriquez de
Carvajal, y en ellas se pueda hacer y haga iglesia, la cual estando hecha, o
señalado lugar donde poner el Santísimo Sacramento, cometemos y mandamos a
nuestro Vicario de la dicha Ciudad, lo vea, y viese y hallandolo apto y decente,
damos licencia para que se pueda bendecir conforme al Ceremonial romano, y
poner en el el S. Smo Sacramento, decir misa y celebrar las horas y los demás
divinos oficios y poner Campana. La cual dicha licencia damos sin permiso de
los diezmos, derechos e inmunidades de la dicha parroquia y de las demas de la
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dicha Ciudad y No en otra manera. En testimonio de lo cual mandamos dar y
dimos la presente firmada de nuestro nombre y sellada con nuestro sello y
refrendada por nuestro Secretario. Dada en Jaén a veintinueve de marzo de mil e
quinientos y noventa y cinco. F. eps Gens =hay un sello=Por mandato de S.S.
Francisco de Molina». En un certificado que dio Joan Martínez de Xerica, consta
el reconocimiento, bendición y primera misa en la nueva iglesia, y dice así: «El
día 9 de Junio del mismo año se reconoció el local por el Doctor Segura Dávalos,
vicario por encargo del P. Provincial de la Provincia del Ángel Custodio, Fray
Nicolás de San Cirilo, y visitó las Casas dichas y la iglesia y las halló con mucho
ornamento y decencia, y el dicho Vicario se vistió de los ornamentos necesarios,
y habiéndose vestido con su merced el maestro Diego de Peralta, prior de la
iglesia parroquial de Santo Tomás en cuya parroquia esta dicha iglesia, y Gil
Ruiz Clerigo Capellán del Hospital de Santiago, de diaconos y con procesion de
la dicha Orden y clerigos con sus belas encendidas, bendigeron la dicha iglesia
conforme al ceremonial Romano, y fecha la bendición dió licencia para que en la
dicha iglesia y monesterio intitulado de la Concepción se pueda decir y digan
misas, y celebren los divinos oficios y poner el Santisimo Sacramento con la
Custodia y ornato que se requiere &. a= Se dijo la misa Cantada con asistencia de
los dichos y del Doctor Spariego, alcalde mayor de esta Ciudad, y Pero de
Segura, Andres Davalos de Valencia, D. Per Afan de Rivera, D. Juan Chacon, D.
Gil de Valencia y Fernan Mexia veinticuatros de ella».
Antes del referido acto, el mencionado Fray Nicolás de San Cirilo había
nombrado por una de las fundadoras a la hermana María de la Cruz, que estaba
en el convento de San José de Granada, a 3 de junio del mismo año, y aun antes
el general de los Carmelitas Fray Elías de Sanmartín, con fecha 22 de abril había
nombrado priora en el convento de Úbeda a la madre Ana de la Encarnación,
cuya elección fue confirmada en Toledo, en 16 de diciembre de 1597. Además de
las dos citadas entraron en el nuevo convento doña María Magdalena, hija de D.
Cristóbal Villarroel y de doña María Pardo de la Casta; la madre María del
Sacramento subpriora, la hermana Ana de la Madre de Dios Chavarría y la
hermana María del Sacramento. Estas monjas tomaron posesión del convento, en
9 de Junio de dicho año 1595, a la una de la noche, ante Diego Colmenero,
escribano público. Otras novicias entraron como coristas para profesar después.
Isabel de la Concepción, hija de D. Jorge Mexía Porcel y de doña Luisa de
Molina Cabrío, recibió el hábito en 7 de febrero de 1597. La hermana Eufrasia de
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San José, llamada en el siglo doña Blanca Dávalos, hija de don Diego Dávalos y
de doña Catalina Esquivel de Rivera, lo tomó en julio del mismo año. En 1621 la
hermana Catalina María de la Santísima Trinidad, que en el siglo se llamó doña
Catalina Serrano, hija de Martín Serrano y doña Petronila Romero, vecinos de
Segura de la Sierra, profesó y dejó cuantiosos bienes al convento.
En el año 1620, Pedro Segura, que era patrono, lo reedificó y por su
testamento dejó el patronato a su sobrino Rodrigo de Biedma, regidor de Úbeda,
casado con doña Isabel de Medinilla. Con los bienes que iba reuniendo la
comunidad, empezaron a comprar casas y terreno para ensanchar el convento. En
1611 acordó el Cabildo darle doce ducados de refacción para ayuda de las obras
que se hacían para reparar el hundimiento de la casa. Consta de una información
a una provisión Real sobre un censo, que este convento pagaba a los propios, que
procedía de una calleja que el Ayuntamiento dio a Antón de Cazorla y Luis de
Sandoval, con cuyas casas lindaba y que después compraron las monjas para la
reedifcación de su convento e iglesia, en 1614, que por ser las monjas pobres,
podía perdonárseles dicho censo sin gran perjuicio de los propios. Igualmente
consta en los libros de actas del Cabildo, que en el año 1608 la ciudad concedió a
la comunidad la parte de muralla, desde el arco contiguo al templo, hasta la
terminación de la huerta, con obligación de pagar el canon de 500 maravedises
anuales, el que después por Real Cédula de Felipe III se les perdonó, tanto el
atraso como el principal, para que nada pagasen.
En 30 de junio de 1627, la priora y comunidad acudieron en súplica a la
ciudad, pidiendo se les concediese la calleja llamada de Linares, que daba
principio en referido Arco de la muralla, que era una de las antiguas puertas, y
terminaba en la puerta del Losal, la cual calleja corría entre la muralla que ya
poseía el convento y las dependencias de éste. La ciudad accedió a la petición en
2 de julio, según testimonio de D. Juan de Biedma, escribano del Ayuntamiento.
En el año de 1663 estaba el convento amenazando ruina, lo mismo que la
iglesia que continuaba en el portal de la casa cedida por doña Jerónima Enríquez;
y la madre Francisca de Jesús María pensó en la conveniencia de hacerlo de
nuevo o reedificarlo, y al efecto se empezó a pedir limosnas, con que
contribuyeron todos los fieles de Úbeda, haciendo los caballeros grandes
ofrecimientos, teniendo en cuenta que la iglesia estaba situada en un portal
pequeño con poca decencia para el Santísimo. A la sazón vivía en Úbeda,
procedente de Córdoba, la ilustre señora doña Josefa Manuel Hoces y Aguayo,
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que dio nombre a la placeta donde vivió cerca del convento. Estaba casada con D.
Luis de la Cueva y Guzmán y costeó la capilla mayor en la que se ostentan los
escudos de sus armas, y su sepultura está en el testero del lado de la Epístola.
Murió en el año 1743. La nueva obra se emprendió la víspera de la Visitación de
Nuestra Señora, en 1665, y para ella dio doña María de Molina, bienhechora que
había regalado la magnífica Custodia a la iglesia Colegial de Santa María, doce
mil pesos, y además regaló al convento telas muy ricas y un precioso cofrecito
para que sirviese al Santísimo el día del Jueves Santo. Poco después murió doña
María de Molina. Los reyes, a quienes acudió la comisión en súplica de limosna,
respondieron con esplendidez, y lo mismo el señor marqués de Aitona. El
Ayuntamiento de la ciudad, entre otros donativos, libró en 2 de mayo de 1669,
1500 reales del uno por ciento de un juro que tenía el Común de la ciudad y 500
ducados que ya tenía dados en 1664. La obra, que es la iglesia actual y
dependencias, se terminó en 1673.
En 23 de julio dieron cuenta D. Juan Clemente Chirino de Narváez y don
Fernando Afán de Rivera a la ciudad de que se estaba acabando la obra y se
trataba de colocar en la iglesia el Santísimo Sacramento, y que habiéndose
costeado por la ciudad, con la grandeza que tiene de costumbre, la suplicaban
acordase la fiesta, y acudiese a ella el Cabildo Eclesiástico, la Universidad y
Capilla del Salvador. La fiesta se haría en la Octava del Corpus y se librarían para
gastos 1.992 reales. Se acordó que se celebrase en 6 de octubre y que hubiese
función de toros y cañas. La procesión debía salir de la iglesia mayor Colegial de
Santa María. La iglesia consta de una sola nave y su crucero tiene una hermosa
cúpula en su centro con una bonita linterna. El altar mayor tiene un buen retablo,
que talló el hermano Diego de Alarcón, muy acreditado por los dos que labró
para la Capilla del Salvador, pues era un notable artista. Adornan el crucero dos
altares: el de San José, al lado de la Epístola, que guarda las reliquias de San
Quirino, y el de la Virgen del Carmen, al lado del Evangelio; en los lados de la
nave otros dos, el de la Virgen de los Dolores y el del Ecce-homo.
Las paredes de la iglesia están totalmente cubiertas de cuadros de todos
tamaños, representando gran número de asuntos religiosos, pero en general son
de poco mérito artístico.
Muchos bienhechores legaron memorias a este convento, a saber: El marqués
de Santa Cruz de Pan y Agua dotó entre otras memorias, en 1684 una fiesta a
Jesús Nazareno, cuya imagen nos parece es la que doña Ana Crespo legó por su
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testamento, en 1663, a este convento y se colocó en el coro alto, imagen bellísima
y de mérito artístico, según nos han informado. Doña Paula de Garibay, legó
también en 1695 un Ecce-homo que tenía en su casa de excelente talla, hecho en
Nápoles.
También existe en el convento una magnífica escultura de Jesús Caído, con
su cruz a cuestas, que parece del célebre Montañés. Es una bellísima imagen,
acaso la mejor de las que existen en Úbeda. No sabemos su procedencia, pero hay
una tradición que supone fue llevado a Sabiote, y que una noche se vino a este
convento milagrosamente, sin que los vecinos de aquella villa consiguieran
llevárselo. Sea como quiera, la mayor parte de los vecinos de Sabiote acuden, por
la extraordinaria devoción que le tienen a su fiesta y procesión, que se hace a los
ocho días de su novena, que empieza quince después del Viernes Santo y no han
olvidado por tradición de padres a hijos que la Santa imagen es suya. También se
cree que estuvo en la iglesia de San Miguel de los Reyes o convento del Carmen,
con el título de el Señor de la Espina, y que el Ayuntamiento desde tiempo
inmemorial, según consta en el acta de la sesión de 6 de abril de 1837, costeaba
una fiesta el día 14 de dicho mes. Hoy se lleva a la iglesia de San Nicolás, antes
de que empiece la cuaresma, durante la cual todos los domingos se le hace
novena. Esta interesante imagen es muy reverenciada por los hijos de Úbeda, y,
como hemos dicho, por los de Sabiote. En 12 de enero del año 1671 murió en
este convento la madre Sor Gabriela de San José, que había nacido en Granada el
17 de marzo de 1628, hija de D. Juan Correa de Tapia y de doña Isabel de
Acosta. El reverendo padre Fray Manuel de San Jerónimo, historiador y definidor
de la Orden, escribió un libro titulado Edades y virtudes, empleos y prodigios de
dicha venerable madre Gabriela de San José, dedicado a doña Josefa Manuela de
Hoces, viuda de D. Luis de la Cueva, cuyo libro fue impreso en Jaén en 1703;
quizás por el relato que de la vida de la religiosa hizo en este año acordó el
Cabildo (en sesión de 30 de octubre) guardar bajo llaves la reliquia del cuerpo de
la madre Gabriela, cuyas virtudes y santidad eran tan notorios, para que no
sucediese lo que con el cuerpo de San Juan de la Cruz, que costó muchos pleitos
a la ciudad el rescatarlo, siendo devuelta muy poca parte de él. Al funeral y
cerramiento del cadáver asistió el alcalde mayor y autoridades; una llave quedó
archivada en el Cabildo, otra en poder del prior y otra en el de la priora del
convento.
En tiempos de la Madre Gabriela se dice que tenía este convento más de
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ochenta religiosas. En la actualidad sólo tiene una priora y diez y seis monjas de
velo negro, seis de velo blanco y algunas novicias. Tiene los ornamentos y
vestuario necesarios para el culto, y las monjas cuidan con gusto y celo del
adorno y embellecimiento de la iglesia, que se llena de fieles en sus frecuentes
festividades. Un capellán tiene su asistencia diaria en el convento y la dirección
espiritual de las monjas.
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VI
Emparedamientos o Casas de Recogimiento de Mujeres
Además de los conventos de monjas de que hemos hecho relación, había
ciertas casas llamadas Emparedamientos, en los que se encerraban y formaban
comunidad mujeres de todas edades a vivir retraídas del mundo, aunque sin la
estrechez de las Ordenes religiosas. No hemos podido averiguar si estos
establecimientos precedieron en Úbeda a la fundación de los conventos de
monjas; pero el hecho es que en muchos sitios de la población se han hallado
sepulturas muy antiguas con restos qne hacen suponer que estas casas existían en
fecha desconocida.
El Emparedamiento de que hemos hallado noticias más antiguas, es el
llamado de Sancho Íñiguez, colindante con la iglesia Colegial de Santa María, a
la que tenía tribuna, que aún existe. Fue fundado por Mencía López de Zambrana,
hermana del dicho Íñiguez, según el testamento de Francisca Durango, religiosa
emparedada y madre de este emparedamiento. Dicho documento fue hecho en 19
de marzo del año 1566. La fundadora Mencía López, fue hija de Pedro Martínez
de Zambrana y hermana, como hemos dicho, de Sancho Íñiguez de Zambrana,
que era fallecido el año 1446, pues su mujer fue incluida en la Sentencia
arbitraria de que hablamos en el primer tomo de esta obra; de modo que puede
suponerse la fundación del Emparedamiento antes de dicho año, al que Sancho
ñiguez contribuiría, puesto que le legó su nombre. En aquel testamento consta
que a la madre fundadora sucedió su sobrina Aldonza Martínez de Zambrana, que
dejó nombrada a Bárbara de la Tovilla, y ésta a Catalina Molina, que nombra a la
testadora Francisca Durango, y ésta a su vez dejó por madre sucesora a su sobrina
doña Teresa Molina.
Otro establecimiento de esta clase había junto a la iglesia de San Millán, con
su tribuna al lado de la Epístola, y en documentos procedentes del archivo de esta
iglesia consta que la abadesa del monasterio de la iglesia de San Millán, Isabel de
la Trinidad, Luisa de San Juan, Catalina de San Pedro y Catalina de San Miguel,
monjas profesas de dicho monasterio, estando juntas en su Cabildo a campana
tañida, y en el nombre de otras monjas, venden al reverendo prior de dicha iglesia
dos mil maravedises de censo, cuya escritura se hizo en 1./ de febrero de 1543.
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En 1604, el obispo de la diócesis D. Sancho Dávila y Toledo, mandó cerrar este
Emparedamiento de San Millán, cuya casa era de D. Pedro de la Cueva, según
documentos de la visita hecha en 1633, en que se aprobaron cuentas de las obras
que se habían hecho en la pared medianera de la iglesia y el Emparedamiento,
cuyo coste pagó por mitad dicho D. Pedro. Ignoramos por qué este
establecimiento se tituló Monasterio con su abadesa y monjas profesas.
Otro había en la parroquia de Santo Tomás, con cuya iglesia lindaba y a la
que tenía tribuna; se citan en él a Isabel Navarrete en 1541, y en 1577 a Isabel
Molina Arquellada, que hizo testamento en este año, fundando una capellanía;
aún vivía en 1593.
En la parroquia de Santo Domingo se cita otro también unido a la iglesia, e
igualmente se nombra mucho el monasterio de Santo Domingo en varios
documentos del siglo XVI.
La iglesia de San Pedro tenía otro Emparedamiento al lado, y las recogidas
en él estaban encargadas de lavar la ropa que servía para el culto en la iglesia.
Otra casa de recogimiento había en la plaza de Toledo o plaza de arriba,
cerca de la esquina de la calle Mesones (hoy San Miguel), llamado el Beaterio.
Fundaron esta obra pía doña Luisa Molina y doña María de Quesada, por
escritura de 16 de julio de 1681. En él había, por disposición de las fundadoras,
seis mujeres honradas que hacían vida religiosa, las que no tenían dote. En dicha
escritura constan los bienes que dejaron para sostenimiento de este Beaterio.
Parece que la hermandad del Rosario salía de él cuando iba a cantar la salve a
casa de algún hermano enfermo, puesto que en el día (que sale de la iglesia de
San Pedro), la canta en la puerta de la casa donde estuvo antes de ir a la del
enfermo, acompañado de su estandarte, la música y un presbítero. Los bienes y
casa de esta fundación fueron vendidos en la desamortización.
En 1608? Diego Fernández Barba y su mujer Catalina Alonso dejaron unas
casas que tenían linderas a la ermita de San Gil (sita entre las calles del Agua y
del Gallo) para que en ellas estuviesen dos mujeres doncellas de su linaje,
legándoles bienes y rentas para su manutención.
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