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Alrededor
del Mundo
AK«
VVfV_
Niimori^
l.dftl
NIZDIL
Los tiempos eran malos; el negocio no
marchaba. Pasaban interminables las horas del día, y el propietario veía con amargura que f.u establecimiento estaba siempre
vacío.
Un dÍ3, alguien le díó un buen conseio;
lo puso en práctica, y a partir de aquei
momento las ventas se animaron, comenzaron a afluir compradores, y loque había
sido hasta entonces un negocio en ruina,
se convirtió de pronto, como por arte óc
magia, en un venero de riqueza.
{LA
ANTENA
HABÍA
HECHO
EL
MILAGRO!
N o Kay procedimiento para aumentar las ventas de cualcjuier negocio como
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Afio XXIX. Vol. 57.
Alrede dor
del Mundo
Madrid, 26 de noviembre de 1927
EL ADMIRABLE CARICATURISTA LUIS BAGARÍA
589
Núm. 1.484
EL SANO Y FUERTE BAGARÍA
CON EL ALMA A LA INTEMPERIE
Por J o a q u í n Llizo.
Contraste.
Elogio de la holganza.
^OMO otra vez, en fecha separada de
^ ^ la actual por un lapso que abarca
arrüíEi de tres lustros, el eminente
caricaturista llegó ha poco a Madrid
con ánimo de permanecer aquí sólo
unos días.
Bastaba la presencia, tenida por
tan breve y por largos meses deseada, del excelente amigo, del
compaüero querido y admirado,
para deleite del compacto grupo de redactores y colaboradores de /£•/ Sol y de La Vos, que,
en uno de los amplios salones
de trabajo, rodeaba al maestro
a las pocas horas de su arribo
a la corte. La charla suya, tan
amena siempre, prestaba más
realce al encanto de aquellos
momentos en que érale forzoso
hablar un poco de sí mismo. Y
a cierto cariñoso comentario irónico de uno de los presentes
opuso el gran artista la evocación que sigue:
—Rusiíiol dijo de mí en una
ocasión: «¿Sabéis por qué Bagaría simplifica tanto? P o r trabajar menos.»
C o n su s o n r i s a peculiar
añade:
—Yo pienso que tenía razón.
Yo me proclamo uno de los
h o m b r e s más perezosos del
planeta. Creo que la pereza es
una de las virtudes más grandes de la Humanidad. L a pereza evita muclios disgustos, muchos males. Recuerden ustedes
la historia política de hace algunos años. Los políticos trabajadores nos han hecho un daño espantoso. ¡Ojalá hubiesen trabajado
menos!
Y, ciñéndose de nuevo a su propio
caso, recalca burlón:
— Hay años en que no tiene uno
ganas de hacer nada.
La superficie mágica.
Al día siguiente. Bagaría recorrió
pausado todos los departamentos de
la casa. Iba como saboreando, en su
nueva estancia allí, lo antiguo y lo
moderno, aquello que le era familiar
y lo para él desconocido, entre esto
áltimo el local de refacción que no
existía cuando el artista marchó a
Baleares. Se detuvo en la pieza, de
recién pintados muros, y contempló
con gran detenimiento la amplia faja
de pared comprendida entre el alto
zócalo y el techo, de lisa y clara superficie aquel trozo superior.
Salió, volvió a entrar, miró de nuevo al mismo sitio.,.
A poco, Bagaría delineaba unos
trazos en u n o s cartones. Después,
Mientras pronunciaba la frase descendió de la silla y, presuroso, se
alejó hacia su pupitre especial para
trazar más diseños aún.
En la tarde del día posterior, reanudado el trabajo, hubo de iniciar un
alarmante balanceo la atormentada
silla, cuyo asiento, tras de algunos
crujidos de progresiva intensidad, se
desplomó haciendo perder el equilibrio a Sancha, quien cayó en brazos
de su cantarada, que en aquel
instante llegaba para hacerle
entrega del vigésimo cartón.
Se dispuso entonces un sólido
andamiaje. Ambos artistas prosiguieron con ardor la tarea,
ya simultáneamente, ora por
turno.
U n a y otra jornadas. Bagaría
al descender del andamio, marchaba indefectiblemente a su
pequeño estudio para abocetar
nuevos modelos y volver luego
a encaramarse en los recios tablones.
El curioso que se asomaba
allí, si era dibujante, tras de
haber examinado el curso de la
artística obra, se alejaba resuelto a manejar diligente el lápiz o la pluma mojada en tinta
china; si redactor de uno de los
periódicos que allí radican, se
iba a llenar cuartillas con más
entusiasmo que nunca.
Evidentemente era contagiosa aquella súbita actividad febril d e l formidable caricaturista.
Analogía.
Bagaría cuando contaba cinco afios de edad.
con uno de ellos en la siniestra mano
y encaramado en una silla, el genial
dibujante trasladaba, ampliados, los
rasgos que el cartón contenía a la
parte alta del muro, objeto de su detenido examen. Y al lado de esas líneas aparecieron o t r a s , correspondientes a un segundo cartón, y próximas a ellas otras, de un cartón más.
En esto, junto á su laborioso colega llegó Sancha.
—¿Qué haces?—preguntó a Bagaría.
Este puso el cartón en manos del
compañero, a la vez que le estimulaba:
—Toma. Sigue tú eso.
590
Influjo de lo pretérito.
... Y como en la remota ocasión
precedente. Bagaría, en vez de zarpar, reforzó las amarras en Madrid.
adonde hizo regresar a los suyos.
No interrumpía el trabajo, ni ape'
ñas daba punto de reposo a su colaborador. Estaban ya poblados casi
completamente loS cuatro paramentos
con los caricaturescos trasuntos de
personajes célebres, los cuales apari^'
cen, casi en su totalidad, en la infof
mación gráfica que acompaña a estas
líneas.
A l fin, una tarde se hizo alto en 1^
labor. Bagaría se encaminó a la ^^'
ile. Salimos tras de él. L e abordamos con la interpelación;
Caricali,ras:dc;Hei-iiáii Cortés, Mit;ucl Ángel, Darwin, Spencer, Gal dos.^Quc vedo, Dniaiewslti, Jorge Manrique, Maquiavelo, Schopeahauer y NIetzsche.
—¿Y aquel famoso canto a la ociosidad?
Sonrió enigmático.
Juntos seguimos adelante. A nuestra proposición de reanudar el olvidado himno al «dolce farniente> siquiera por espacio de una hora, prestó su asenso Bagaría. Poco después
formulaba esta pregunta:
—¿Nos sentamos aquí?
—Este es un rinconcito acogedor—
convinimos.
Acomodados ya el u n o [rente al
otro, no podemos resistir más tiempo
nuestra curiosidad por penetrar el
ínisteno.
n^—Bagaría, ¿cómo la contemplación
de unaparedlehaimpuisado a un cambio tan radical?
¿Cómo se l e ha
Ocurrido m e t e r se a decorador?
—Ya lo fui otra
vez— es la resPuesta.
—¿Dónde?
¿Cuándo?—inquinmos,
—En América.
\enía yo d i e c i siete años, cuando, con mi madre,
Carché a Méjico
^ hacer fortuna.
í^llí fui mozo de
bilí ares; trabajé
después como paJ^adero; tuve más
tarde el cargo de
sereno en la esT^ción del Interoceánico. Luego,
^^ s e n t í indus"^'^1; con un peso
Pi'estado p o r un
Paisano m í o d e
r^iis, compré
^üevos y l e c h e
J^'"a h a c e r to•"rijas.
—¿Usted?
—Yo, no; mi madre. Recordé que
en Barcelona se vendían en abundancia unas torrijas llamadas de Santa
Elena. Nosotros las denominamos de
Santa Emilia, por el nombre de mi
madre. Yo hice, con gran ilusión, un
cartel p a r a colocarlo en el puerto
ambulante. Por la mañana lo instalamos, tan orondos... ¡Ni una vendimos!
Por la noche nos comimos la industria.
El artista hace una pausa y prosigue:
—Nos trasladamos a Veracruz.
Allí, con medio peso, también prestado, instalé a mí madre en una fonda la noche de nuestra llegada. Yo
busqué un paseo v me tendí en im
banco; pero de allí me echaron y me
acomodé en otro lecho semejante; me
echaron también y tuf de banco en
banco hasta el amanecer.
T r a s de un nuevo silencio continúa:
—Aquella misma mañana me enteré, no sé cómo, de que iban a decorar el Casino Español. Acudí en
seguida, me ofrecí a decorarlo, se me
confió el trabajo aquel, lo hice y me
pagaron más de lo prometido. Decoré
luego el Hotel Universal y, por último, otro hotel llamado del Muelle
Inglés.
Calla un instante y acaba así su
narración:
—No me probaba el clima. Mi
madre y yo regresamos a Barcelona con dinero, con alhajas...
Hay un tremor
en e l acento de
Bagaría.
Ahora nos explicamos l a s u gestión que ejercieron e n él las
tersas p a r e d e s
de u n o d e l o s
aposentos de la
Casa de El Sol y
de La Vos.
Aria con bordón.
Bagaría en una de sus'grandes hazañas de pesca.
591
Exponemos la
hipótesis:
—Claro está
que anteriormente le habían enseñado a usted a
pintar.
—Habíaaprendido yo. J a m á s
tuve maestro. Vi-
vía en mi cíiUe, en Barcelona, un chico que tenía una cajita de pintura.
Con ú{ salía yo, al campo todos los
domingos. A l cabo de algún tiempo
también llevaba yo mi cajita. Esto
fué todo.
—¿Y al volver de América?...
Escribí para el teatro, y a los dieciocho años estrena un esbozo dramíltico, en un acto, que se titulaba "Re-,
dención». Gustó mucho.
Amplía el lema:
—Siempre he sentido una gran afición al teatro. Fui uno de los fundadores del teatro intimo de AdríAn
Gual, donde trabajé como actor en
• L a Orestiada», en ^"Prometeo encadenado>, en obras de Ibsen, Moliere
y Shakespeare.
D e un sorbo vacía de rubio líquido el
cristal que ante sí tiene, y exclama:
—Acabo de nombrar a m i s tres
ídolos.
—¿Y tras de ellos?,..
—De los clásicos Calderón de la
Barca, y entre los modernos me entusiasma, sobre todo, Galdús. No pierdo
ni Una sola representación de ^El
abuelo». Como asisto también siempre a las de ' E l alcalde de Zalamea».
En nuestra mesita temblequea el
contenido de otros dos diminutos vasos. Bagaría rememora:
—Y por mi afición al teatro, vine a
dar en caricaturista.
Al observar en nosotros un gesto
de estrañeza, aclara;
—He sido siempre íntimo de Enrique Borras. En su cuarto del teatro,
donde yo acudía todas las noches, estaban una vez Guimcríl, Rusiñol... y
no recuerdo quiénes más. En el tablero del tocador vi un cartón al alcance de rai mano. Se me ocurrió de
pronto hacer la caricatura de Guimerá. Fué muy celebrada por todos. Al
mes se instalaba en el Salón Pares
mi primera Exposición de caricaturas. Esto era en 1903.
CaricaUíra de Guimerii, la primera que
BagarEa hizo.
Enarcando las cejas, dice nuestro
interlocutor:
—De aquello, ¿conservo un recuerdo grato o desagradable? No lo sé a
punto fijo. Quedé clasificado y allí
murieron m i s grandes ilusiones de
pintor. De ve?, en cuando hacía una
escapada al paisaje. Anteriormente
había yo expuesto cuadros. Me gustaba pintar jardines y escenas del
muelle de Barcelona—aquel panorama de grúas, de mástiles, fondo tan
adecuado a las figuras de los descargadores de carbón...—. Sin embargo,
disfruto como caricaturista al sentir
el valor del cinismo... Quiero decir
que me sitúo por encima del natural
y llego a lo arbitrario. Como pintor,
en cambio, soy juguete del natural,
que me absorbe, que se apodera por
conipleio de mí. Pero comprendo que
la pintura no hubiera podido llenar
tantos años de mi vida como el género que cultivo y con el que he puesto
mi arte al servicio de mi patria, en
oposición a la práctica de los de la
torre de marfil, que hacen el arte por
el arte. Yo, como caricaturista, he
•llorado y he roído con mi pueblo, en
mi ingenuidad constante, que definía
un escritor diciendo: «Bagaría lleva
el corazón en la mano de l o s demás.»
Confirma el artista su manera de
ser con estas palabras:
—Siempre expresé lo que sentía,
sin preocuparme de las consecuencias, con la satisfacción del deber
cumplido. Recuerdo que en otro viaje que hice por América, como director artístico en la primera excursión
de Enrique Borras, me d i e r o n un
banquete en la Habana p o r haber
rehusado un d u e l o estúpido. Años
después fundé en Madrid la «Junta de
defensa de los hombres sin honor».
Y en su risa franca esplende la honradez, como en su continente campea
la hombredad.
Reímos también y le invitamos:
—Beba más el valiente que osó
oponerse a la rutina.
Tras sendos tragos, nuestro interlocutor formula estas consideraciones:
—Amigo, gran fortuna es la de haber nacido, la de Yi^'ir. L a vida es
siempre encantadora cuando el hombre consigue llenar el cerebro de una
multitud de chifladuras; pero es un estorbo si faltan esas chifladuras que tan
bellas son. Primera chifladura: la mujer. ¿Hay mayor dicha que la del hombre enamorado? Otra chifladura gratísima: el vino. f... Y con el zumo de
Lus cosechas, dame los rayos del ardiente Sol», ha cantado Maragall. ¡La
mujer y el vino! — corrobora entusiasta.
Y agrega:
• •
—La vida no es vida para quienes
rehuyen esos dos placeres. E n el ba-
Carlcaturas de Prlm, Sliakespeare, PI y Margall, WaRncr, Goyn, Cervantes, Ibscn, Larra y de los tnisticos españoles.
592
Bagaría contando cuentos en la playa de FucngiroLa iMdlaga).
lance de la existencia, resulta favorecido e! buen catador de caldos, no el
que se ha dedicado a saborear aspirina.
Y, sonriente, nos dice al oído, sin
que logremos percibir el final de la
frase:
—Esto último vapor...
Cambiamos el tema con esta pregunta:
—¿y el arte, Bagaría?
—Empezaríj por decirle que no sé
lo que es dibujo; ni lo que estA bien
ni lo que está mal. Creo que en arte
todo consiste en la sensibilidad y en
el buen gusto. Con eso y mj^s o menos túcnica, se logra siempre despertar interés Sin eso, con toda la técnica y todo el saber del mundo, no se
Consigue nada. Un mal dibujante con
temperamento y sin técnica, hace
niás que otro de mal gusto y con mucha técnica.
El gran Bagaría ha meditado unos
momentos y reanuda su interesantísimo razonamiento:
—Lo esencial es la concepción. Si
pudiera llegarse a esteriorizarla casí
sin rozamiento de la práctica y hábil
mano, se produciría lo perfecto. El
mayor enemigo de la concepción es
la técnica. Por eso, en el curso de los
años lo que se gana en el dominio del
• oficio» se pierde en frescura.
—¿Y en cuanto a la personalidad?
—interrogamos.
—Con temperamento, la personalidad surge por sí sola—nos responde:
L a mención del temperamento es
como un conjuro que en la mente de
Bagaría hace brotar el recuerdo de
Julio Antonio, de aquél que fué como
-un pequeño hermano> para él, y a
quien viú realizar en la soledad del
estudio su obra maravillosa; al que
vio también renunciar al sustento más
indispensable para poder retribuir a
los modelos.
—Solo, desconocido—prosigue Bagaría—, nadie se preocupaba de él, a
excepción de su madre, de Mara&ón
y de algún compañero de arte. Y
cuando llegó el tiiunfo se dio un repulsivo espectáculo, que consistió en
la pugna por llamarse pariente de Julio Antonio, por ser... uo¡,por fingirse
su mejor amigo,
Del escultor genial sigue diciendo
que, hijo de Tarragona, sintió el influjo romano más que el griego y recuerda su extremada afición al cante
gitano, que era, en sentir del malogrado artista, lo más personal de España.
•—Y él mismo—recuerda su antiguo compañero de bohemia—trataba
de aprender a tocar la guitarra y a
cantar.
— Usted no siente esas aficiones—
apuntamos.
, Continúa éti la pág. 614.)
Caricaturan de Maquíavelo, Sehopenhauer, Nlctzsche, Tolstol, Kant, VoUalrc (en In parts superior). Beethovcn, El Greco, Rousseau (en la parle
[superior). Moliere y Vasco de Gama. (Todas estas caricnlnras figuran en los paneles decoraínos del cuarto de vcfacciún del diario El Sol).
CUANDO LA TIERRA MUERA...
Por Enrique F e y j ó o .
es esta que ha preocupado
C UESTIÓN
a todas las generacioucs desde
que el Mundo es Mundo. Nosotros,
no obstante el pensamiento de Voltaire, que decía: "sabemos muy poco
de lo pasado, bastante mal lo presente y nada absolutamente de lo futuro», hemos d e o c u p a r n o s e n el
artículo actual de t a n trascendente
cuestión, intentando divulgar e n t r e
nuestros lectores un esbozo de historia sobre lo que lo? hombres han pensado a través de las centurias acerca
de! final del astro viajero
q u e , indiferente a l a s
preocupaciones humanas,
continúa su derrota sideral alrededor del sol.
Remontándonos a épocas pretéritas nos encontramos en el /apocalipsis
y en l a s Actas de los
Apóstoles, fatídicas profecías s o b r e la muerte
del planeta. Y a en % 0 ,
el famoso Bernardo de
Turingia d e t e r m i n ó de
un modo indubitable el
fin de l a Tierra, fijando
con exactitud el momento de la gran catástrofe
mundial para el día de
la Anunciación del año
992; día espantoso y sin
precedentes en la historia del Mundo, en el que,
f e l i z m e n t e , no ocurrió
nada de lo prcdicho.
laboración de Natura, con terremotos, inundaciones, etc., etc., darían al
traste con nuestro planeta: «Los astros caerán sobre la Tierra; el fuego
divino lo arrasaría todo... Arcángeles
y serafines de encendida cabellera y
deslumbrantes como soles, con las
llameantes espadas segarían del haz
de l a Humanidad el aliento de la Vida... L a cólera del Señor vibraría,
lonante, sobre el triste vivero humano...».
L a impostura continuaba entroni-
esto e s : 2.537, aproximadamente.
Continuando el relato de las fantásticas profecías, recordamos también aquella predicción de un Comendador de Malta, que en 1332 anunció
que: «en Asiría una mujer llamada
Rachienne había parido un niño hermosísimo, cuyo nacimiento originó
ima tremenda convulsión de la Naturaleza: el Sol, brilió a media noche;
después hubo una tempestad de aerolitos, y más tarde, un formidable parto de los montes», en cuyas entrañas
de p i e d r a , al abrirse,
quedó al descubierto una
columna, en la que, en
c a r a c t e r e s griegos, se
Icia: E L FIN DEL MUNDO
SE ACERCA.
Los augurios se multiplican y las fatídicas predicciones crean un obscuro ciclo de terror. Otros visionarios intentan descifrar e n e l firmamento,
el arcano de los destinos
del mundo. L a s conjunciones de astros, hacen
verter a los astrólogos
torrentes de falsa ciencia.
La aparición de una brillante estrella cerca de
CASIOPEA, hace que el
v u l g o sostenga que ha
vuelto la ESTRELLA DE
LOS R E Y E S MAGOS como
anuncio de acontecimientos sin precedentes. L a
presencia de los cometas
Estos augures del últiha hecho vibrar de temor
mo día del astro, exploa las muchedumbres igtaban el fanatismo e ig- Entonces deambulará por los espacios, sin aire, sin agua, sin vida en fin, como naras: el año 43,(a. de
norancia de aquellas edaun ceraenierioaslrai.
J. C ) , piítricios y pledes de hierro, teniendo el
beyos romanos, aglomerados ante las
inípudor de afirmar que sus profecías nizada y las conciencias pacatas se columnatas d e l Senado, contemplase basaban en divinas revelaciones,
estremecían, presas d e conlricción
ban la aparición de un brillante copues este mismo visionario sostenía
farisaica. El propio Arnaldo de Villa- meta, que, según el Colegio de los
que Dios le había revelado la época
nova, ilustre lemosín, gloria de la
Augures, era «el alma divinizada de
del fin terrestre, y lanzaba sobre las ciencia medieval, no pudo sustraerse César». Este mismo cometa alumbró
acobardadas muchedumbres aquella
al venenoso ambiente, y en su obra el sitio de jerusalen, según Jos'='fo, el
jomposa alocución, que comienza: «Al
historiador judío,, y también Plinio el
D E SiGJLLis señalaba el fin del Muncabo de mil años saldrá Satanás de do para 1335, cayendo en el absurdo viejo se ocupa de él, afirmando: «que
su prisión y seducirá a los pueblos de de intentar armonizar el estudio de la no se podía mirar, pues se veía 1^los cuatro ángulos de la Tierra...».
química—cuya materia trata con el imagen de Zeus mismo, en figura humana...'>
Y al igual que esta fanática y anti- mayor acierto—con el empleo de ciercientífica predicción, recordamos mu- tas fórmulas y conjuros místicos para
chas más. L a s C A R T A S R E A L E S coahuyentar a los demonios. L a excelsa
Y no para aquí la serie de comenmenzaban sus disposiciones con la fa- figura de San Vicente F e r r e r es un tarios e interpretaciones que sus petal profecía: -Acercándose el fin del jardín de esperanza en medio de este
riódicas revoluciones han suscitado
Mundo...», E n 1186 se llegó a una
páramo de horrores, pues, aún sin entre los humai^os. E l año 837, causa
verdí.dcra locura de terror por las no- sustraerse por completo a la general
el terror de Luis el benigno, que acaticiaí; que propalaron los astrólogos creencia, afirmaba, no obstante, que
lla el remordimiento de sus crueldade Oriente: «Guerras, asolamiealos,
des con rogativas y cuantiosos donael Mundo viviría tantos años como
fieros males...», con la formidable co- versículos contiene el P S A L T E K I O ,
tivos a los monasterios. E n 1066 anun-
...guarda entre sus escorias las cenizas de una humanidad de seres que se creyeron semidioses.
cia la conquista de Inglaterra por el
Duque de Normandia... Preocupa,
más tarde, a Carlos de Gante, el Emperador, que discute con el astrólogo
P. Cristino de Pisan, sobre el porvenir de la Tierra. Y hecho ya a tener
observadores imparciales, fija la atención de Bonaparte y el Príncipe de
Talleyrand, que no acierta a leer en
su brillante núcleo una fecha fatídica:
18de Junio 181ü... ¡Waterloo!..
Este mensajero celeste en sus periódicas visitas cada setenta y cinco
aüos, ha arrebatado la atención de
millones de seres y su presencia no
nos es desconocida a los contemporáneos de esta centuria, pues no hace
aun veinte aiíos, recibimos la visita
de la deslumbrante masa cometaria,
a la que el astrónomo inglés Halley
Q¡ó su nombre. H e aquí, pues, presentado al misterioso y deslumbrante
penadlo celeste, a cuya aparición se
Conmovieron tantas generaciones.
Para terminar recordaremos que,
^n tiempos casi actuales, el año 1900,
í^^ a n u n c i a d a la terminación del
fiundo, cuya fatídica profecía no fué
mdiferente a algunos espíritus místicos que tomaron sus disposiciones pa^^ el viaje eterno y a otros desgraciaOs que abreviaron su existencia por
^a vía suicida.
Líejemos a las pasadas centurias
^ leyenda negra y miremos al poirve"" Con los elementos animosos que
moderna ciencia nos prodiga. lil
¡lustre Buffón—que en la actualidad
resulta un naturalista anticuado—afirmaba que, para llegar la tierra a su
a c t u a l temperatura, ha necesitado
74.832 años, y que aún puede ser hab i t a b l e por la Humanidad, 93.291
años más... Mil teorías científicas han
sido sostenidas, preconizando el fin
de nuestra vida astral. Netupnianos
y plutonianos en encarnizada contienda, no han conseguido ponerse de
acuerdo: Quienes hablan de un enfriamiento progresivo que producirá
enormes grietas en la corteza terrestre y en cuyas inmensas oquedades se
refugiará la humanidad doliente en
demanda de los últimos vestigios de
atmósfera... Otros sostienen la teoría
de la extinción de los fuegos centrales y la invasión del esferoide por las
manchas polares, que, extendiéndose
por todo él, lo convertirá en una inmensa bola de hielo... Quienes, que
creen en el allanamiento de las superficies y en el asalto furioso de los
océanos, convirtiendo la Tierra en un
planeta acuático. Hay quien mantiene
aún la teoría del núcleo central, que,
en su crepitar titánico, después de
sembrar el astro en millones de volcanes, solfataras y fumarolas, lo haría
estallar en el éter como una bomba
colosal... Unos le privan de atmósfera; otros le envenenan con los gases
deletéreos que inventan en las cabelleras de los cometas; los de allá, le
suponen atraído por una fuerza incon595
trastable, por un astro enorme, a cuyo choque se volatilizaría o convertiríase en polvo cósmico...
Nada más lejos de la realidad que
todas estas fantasías. Las teorías modernas sostienen, racionalmente, que
el potencial vivificador reside en la
fotosfera del Sol, cuyo enfriamiento
será sensible ¡dentro de un millón de
años!..
Mientras el Sol mantenga su energía lumínica, enviando a la Tierra
sus poderoso efluvios de luz, calor y
electricidad, los campos y las mujeres
serán fecudos; los hombres seguirán
gestando el progreso y tal vez realicen geniales conquistas para el perfeccionamiento moral de la Humanidad.
Claro es, que, llegará un día que
en el reloj de los tiempos se señalará
el fin de la vida terrestre; más es consolador el pensar que ese porvenir lejanísimo no ha de alcanzarnos a los
vivientes actuales ni a nuestros descendientes en varios centenares de
generaciones. T a l vez, cuando la inmensa hecatombe sideral se realice,
seamos nuevos ciudadanos en otras
tierras celestes, más perfectas y progresivas que esta que ocupamos, que
entonces deambulara por los espacios sin aire, sin agua, sin vida, én
fin; como un cementerio astral que
guarde entre sus escorias, las cenizas
de una humanidad de seres que se
creyeron semidioses...
DEL
T E A T R O
/'"CONSIDÉRASE el teatro griego como
^ ^ el antecesor de la escena de toda
Europa y se cree que tuvo su origen
en las tragedias y comedias que nacieron del canto ditirámbico en loor
a Dionisios y del «comos» o procesión voluntaria organizada p o r e l
pueblo en honor al tal dios del vino,
y que terminaba con una canción fálica.
Los teatros griegos tenían tres puertas principales en fondo. La central,
generalmente mayor que las otras dos,
era la entrada «rehia», se consideraba la puerta de un palacio y estaba
reservada al protagonista de l a obra.
Por la puerta de la derecha entraba el segundo actor, y se suponía que
daba acceso a las habitaciones de los
huéspedes o convidados, y la de la
izquierda quedaba para personajes
más insignificantes y se suponía que
conducía a las ruinas de un templo,
de una cárcel o a un desierto.
Estas eran las puertas que conducían directamente a l o s supuestos
edificios y eran para personajes que
se suponían llegaban de lugares fuera de la escena.
Los espectadores, sentados al aire
libre, tenían bastante con aquello, lo
entendían y no pedían más, y seguramente aplaudieron cuando se introdujo el prisma triangular que giraba y
presentaba las tres diferentes decoraciones pintadas en sus tres lados, y
cuando por medio de cuerdas y poleas las divinidades subían y bajaban
por el espacio, como también cuando
l o s escotillones hacían aparecer o
desaparecer los personajes y cuando
oían el ruido del trueno producido
por cestos de piedras que vaciaban
sobre recipientes de bronce.
pectadores.
E l número reducido de
actores, no hubiese podido representar todos los papeles sin el auxilio de
la máscara.
L a boca abierta de las caretas, en
forma de bocina, era una gran ayuda,
Gracias a su gran resonancia la voz
llegaba hasta los últimos espectado-
De la misma manera, sabían lo que
podían esperar de los que aparecían
en escena. Las máscaras tenían su
objeto. L a
expresión
facial, l o s
gestos de la
cara, no se
hubieran
podido notar a causa
del gran
tama&o d e
los teatros
anteriores;
la careta
daba al actor una expresión típ i c a , visible por todos los es-
res. Estaban construidas con tela,
corcho y madera y hacían el efecto de
un megáfono.
Héroe de tragedia, con máscara, onkos, traje
adornado y alio coturnio.
ÍSBRMHS--^
^••^^^RjBM^^^lv
^@i^^»
W^^^^^Jtftff^'
^^^^^HBi£r^^-
y_¿^ I M H ^ ^ ^ B
G R I E G O
L a máscara no era el único distintivo del personaje que representaban,
pues aunque los trajes diferían muy
poco unos de otros, variaban algo en
detalle y color. Los reyes se tocaban
con coronas y los orientales con turbantes, dos características particulares que la escena ateniense compartía con el teatro chino actual.
Probablemente, a c a u s a d e las
grandes dimensiones del teatro g n e go, los actores calzaban el Kolhornos
o coturnio para parecer más altos.
Estos según su forma se llamaban
• embates" o "okribas".
Este calzado tenía una muy alta
suela de madera, pintada con colores
simbólicos.
L a altura del coturnio variaba según la importancia del personaje representado. Los monarcas lo llevaban
más alto que los señores de su corte,
e iba disminuyendo en altura hasta
llegar a los coristas que no lo usaban.
Además de el distintivo del coturnio, existió el «onkos- enorme y alta
peluca que se ponía sobre la careta,
peinado que recuerda los de la Restauración, y a los de ciertos actores
en el teatro chino.
Entre el coturnio y el onkos, el actor aparecía de cuarenta a cuarenta y
cinco centímetros más alto de lo que
era y para que no pareciese delgado
se le ensanchaba con rellenos para
que el grosor estuviese en armonía
con la altura.
Los reyes llevaban u n a prenda
corta bien gruesa y rellenada que recibía el nombre de '•Kolpoma».
También los actores romanos usaron la careta y lucían trajes convencionales, así como el calzado y tocado
de los griegos.
Adornaban la escena y ponían toldos, y para apagar y «refrescar el aire fétido», varios'¿esclavos recorrían
el teatro y
rociaban
con agua
de rosas a
todos ios
espectadores.
Carecían
d e maquinaria y
ap a r a t o s
para las
representaciones de
l a s obras,
l a s cuales
aparecieron más
tarde.
Máscaras usadas en el teatro griego: Hervina trágica, mensajero y cortesana.
Esculturas y relieves
encontrados en Siria
Cabeza con liarba, prgbableniLnie de un
sacei-doie, tallada en el sitjlo vi antes de
Jesucristo,
Describiendo estos interesantes descubrimientos, M. Charles Viiolleaud, escribe: «Las escavacioncs arqueolóí;icas e
investifíacioncs llevadas a cabo desde ol año 1S)20 en toda
Siria y Líbano por el Servicio de Antigliedades de la Alta
Comisión francesa, han dado enorme resultado. Multitud de
vasijas de lina alfarería encontradas en las tumbas, originales sepulcros y objetos de cobre se han recogido acusando una perfección grande e influencias de Egipto. Pero lo
que más entusiasmó a la Comisión fueron los bajorrelieves
y esculturas encontrados, algunos en piedra volcánica, en
la vivienda de un principe del siglo xni, antes de Jesucristo,
llamado Kopora, en Ros-el-Lan, en el Khabour superior.»
Las li{,mras de personas no están talladas con la perfección
que las de animales, como puede verse porjllosi graba dos
que publicamos.
Bajorrelieve en quz iigura\una esfinge, siglo xiii, antes de Jesucristo,
Arcaico relieve con una original figura humana.
,!^fi" r a m p a n t e , admirable figura del s¡*• " xiii, hallada en unas ruinas de Rosel-Lan,
Artística figura de un avestruz, tallada en
piedra volcánica, del mismo siglo y procedencia que la anterior.
597
Una de las cabezas más admirables de las
encontradas en las excavaciones, perteneciente al siglo VI antes de Jesucrislo.
Otro curioso relieve encontrado en el mismo l u g a r que ios anteriores.
León atacando a un toro, que muestra una
gran superioridad en el artista a! tallar figur a s de animales.
TAXIDERMO \
CARLOS
AKELE
del museo había llevado de un viaje a Laponia, la piel de un rengífero, un trineo y
unos arneses que quería exhibiren elmuseo.
Akeley, con este material, hizo un grupo, el
primero de su carrera, de un lapón guiando
un trineo arrastrado por un reno.
El segundo fué un grupo de orangutanes
en la seh'a.
El éxito obtenido le animó y siguió montando grupos que aun se conservan, al cabo
de treinta y cinco años, tan flamantes como
si acabasen de ser preparados
De Milwaukee, Akeley pasó al Museo
Field de Historia Natural de Chicago y de
allí, en compañía del conservador de zoología, prof'^sor Daniel Giraud Etiot. fué a
África en 1896.
En el continente negro concibió de idea
de llevar Aírica a América, no solo en sus
animales sino en su ambiente, en terreno
que habitaban, tarea hercúlea que solo uu
gran entusiasmo puede emprender.
A su regreso de Soraalilandia o Somalí,
trabajó durante nueve años como jefe del
Carlos E. Alteley el íiimoso laxidermo escultor
departamento de taxidermia del Museo
Field, mostrando los animales que
E
n
aquella
época,
la
taxidermia
no
ACE medio año que en el centro
había coleccionado y perfeccionando
de África, en las vertientes del tem'a nada de artística.
al mismo tiempo su método de disePara montar un ciervo por ejemplo
Monte Mikeno, moría trágicainente el
cación.
se
metía
la
piel
en
un
baño
de
sal
y
gran laxidermo escultor Carlos AkeAdemás de los grupos de animales
alumbre, después se le daba jabón arley. .
senical y se cubrían los huecos de las africanos que motó Akeley, ha dejado
Había nacido en el estado de Nueva
una serie de animales de América
patas rellenando con paja el resto del
York, en una granja agrícola, pero
que llaman la atención de cuantos los
cuerpo.
sus aÍTciones no estaban en las coseEsto no satisfacía el alma artista de ven.
chas. Si le gustaba el campo era por
Hay cuatro grupos de ciervos de
los animales que habitaban sus bos- Akeley y se le ocurrieron mejoras
que entonces no se acertaron porque Virginia en los que presenta al aniques.
el trabajo resultaba míís caro y no ha- mal en las cuatro épocas del año y en
A la edad de quince años, se proellos se ve la historia del desarrollo
bía quien lo pagara. Los muscos quecuró con grandes trabajos, un libro
de sus astas, el brote de los nuevos
rían ntimcro de jemplarespero no caque enseñaba a disecar animales y
aquel librito fué factor determinante lidad ni grupos artísticos.
Al ver que no le era
de su vida, pues llegó a ser el primer
taxidermo ¿el mundo, haciendo de posible realizar su sueño
su profesión un arte y desarrollando de montar animales en
una labor que ha sido un verdadero le- sus actitudes caracterúslitica-s y rodeados del paigado para los naturalistas.
Estudió como pudo, dibujo y pintu- saje q u e " l e s convenía
con fondos del país que
ra para poder pintar decoraciones del
paisaje que convenía a los grupos de habitaban, Akeley dirianimales que pensaba disecar, idea gió sus miras hacia otro
que han seguido después muchos di- camino y aceptó una colocación en el Museo de
secadores y montadores de grupos.
A los diez y nueve años fué a Nue- Milwaukee con cuyosuelva York a solicitar un empleo en el do podía atender a sus
Establecimiento de Ciencias Natura- más perentorias necesidades y dedicarse al esles de W a r d , que proveía de animales
disecados a todos los museos del mun- tudio.
Ocho años permaneció
do y era considerado como el centro
en aquella ciudad, deditaxidérmico de América.
Allí, Akeley consiguió un empleo cado al museo y al trabajo de un pequeño taller
con un salario de tres dolares y medio
particular que allí estapor semana y con ese capital empezó
a estudiar la profesión que tanto le bleció.
Trabajo en bronce de Akeley que representa a un joven elefa»'^
pisoteando a la serpiente que le ha mordido en la trompa
Uno de los directores
encantaba.
H
ESCULTOR
Y
SU
OBRA
pitones, el cambio del color de la piel,
de la corta y rojiza del verano a la
larga y gris del invierno así como el
Cambio del paisaje.
Cuatro años tardó Akeley en completar estos grupos y sus acciones en
imitar plantas, musgo v nieve. Estos
cuatro años, marcan el período de
mayor desarrollo del sistema Akeley
y por consiguiente del arte de la taxidermia.
•" L a segunda expedición al África la
hizo en 1905, cuando cazó los elefantes que hoy forman el grupo más importante del Museo de Historia Natural de Field.
En 1909, hizo su tercer viaje a África, esta vez por encargo del Museo
Americano de Historia Natural, en el
cual cazó los animales que en estatuario grupo fo'marán el Salón Africano del citado Museo, tan pronto esté terminado, sueño de Akeley que no
llegó a ver realizado.
En su expedición a las faldas del
^lonte K e n v a y al Uganda, fué cuando formuló en detalle su idea del Salón Africano.
En el centro figurarán el gran grupo de elefantes titulado « L A ALARMA»
rodeado de una familia de rinocerontes blancos y otra de negros con dos
grupos de indígenas cazadores de leones.
Todos los grupos están terminados
y sólo falta llevarlos al Salón en
Cuanto éste esté terminado.
Alrededor del salón central habrá
Los vencedores entonan el requiem^deila victima. Bronce de Akeley
Los cazadores ds leones: Ataque y defensa.--Grupo en bronce.
cuarenta grupos de animales, montados en terrenos imitando los naínrale-s
en que viven, veinte de ellos en la planta
baja y los otros veinte en el balcón del
piso alto.
Entre los grupos de animales del Salón Africano, figurarán cabras azules,
quagas y otros anímales ya desaparecidos.
Sobre cada uno de los veinte grupos de animales del piso bajo, se colocará un bajo relieve reproduciendo
la tribu a f r i c a n a que vive en los lugares donde se han cazado los animales
que allí figuran y su manera de vestir. Por ejemplo, uno de estos relieves representa a u n a familia d e l o s
dorobos en su cabana, con sus perros
de caza. El h o m b r e está desollando
un antílope. Todos los grupos son de una
propiedad admirable y ponen muy alto
el nombre de Akeley.
AVICU
Origen e historia
TURA
de las gallinas
""Íll!llill1l¡il1il1illlllllilllllllll!ll1!l1llllllllllilllli1^
El;iey del corral se nos prcxenm cun lodii su prusiancia y ¡jathirdia.
ESDE tiempo inmemorial lasgíilHD
nas vienen asociadas a l a vida
del hombre de una u otra forma. Su
carne formó parte importante en la
alimentación y sus plumas se utilizaron parí» preservarle del frío. El valor, la acometividad del gallo, hizo
que se desarrollase una diversión con
sus terribles luchas que con frecuencia
tuvieron gran influencia en las civilizaciones de los tiempos pasados.
Desde el punto de vista estético,
muchos han sido los que se han ocupado en trocar el plumaje de esas
aves en las más caprichosas variedades y h a n conseguido asombrosos
cambios en la forma y colorido demostrándola plasticidad del ave primitiva.
D e ahí la innumerable variedad de
razas que, además de distinguirle por
su aspecto exterior, se diferencian
grandemente en la cantidad de huevos que ponen, en el tamaño de éstos
y en el sabor de su carne.
L a adaptabilidad de l a gallina a
todos los climas y terrenos ha hecho
que hayan despertado en el hombre
más interés que ningún otro animal de
los que conoce.
Este interés que ya lo sentían los an-
tiguos pueblos, lo recuerdan los poetas V las crónicas de los naturalistas.
Aves sagradas.
"El gallo y el perro eran animales
sagrados en la religión de Zoroastro.
Un verso que se atribuye a Chanakya, escrito unos trescientos años antes de Jesucristo, dice que el hombre
tiene que aprender cuatro coKas del
gallo: a pelear, a madrugar, a comer
con su familia y a deícnder a sus esposas.
E n la antigüedad se ccnsideraba al
gallo poseedor de muchas cualidades
místicas.
Se creía, por ejemplo, que si bien
el demonio no entraba nunca en el
hogar de un hombre que hubiese matado un gallo blanco con un peine
partido, en cambio, l a tal persona
perdería todas sus propiedades.
Era creencia general que aquél que
bebiese una solución en donde- se
echase la cresta seca de un gallo,
perdía las malas costumbres que tuviese, y c|ue el humo de la cresta quemada de un gallo blanco o rojo curaba la locura.
L a pérdida de la memuria se curaba tomando por la mañana, en ayunas, una mezcla de hiél de gallt» en
caldo de carnero.
Todos los dolores se quitaban inmediatamente tomando pildoras hechas con carne seca de gallo mezclada con zumaque y nuez de agalla y la
virilidad se aumentaba considerablemente con cataplasmas de sangre de
gallo y miel.
Pero no todo era beneficioso en el
gallo, pues se creía que si se mezclaba la sangre que echaba un gallo en
una pelea con un alimento cualquiera
PeJea de giillos inmortal iza Ja en un iinti^uo mosaico cxlsienic en el Museo Nacional de Ñapóles-
y se repartía entre varías personas,
éstas tenían q u e rehir irremisiblemente. Otra creencia errónea era que
ios gallos ponían una vez en su vida
Un huevo pequeaito.
E n China, desde tiempos remotos,
se apreció esta ave por su carne; en
Persia, como animal para los sacrificios; en India y Grecia, por las luchas
que les procuraban gran diversión, y
en muchos pueblos, por su significado
religioso.
Cuál e s s u o r i g e n .
Hace millones de años el ave tiene
por antecesor en la primitiva criatura
alada el llamado Archaeopteryx, Probablemente no sería ésta la primer
ave, aunque sí la primera de que se
tiene noticia. En los depósitos del terreno jurásico se han encontrado dos
ejemplares de fósiles de estas aves.
L'no de ellos se encuentra en el IVIuseo británico y el otro en el Museo de
Historia Natural de Berlín.
El Archaeopteryx tenía, aproximadamente, el tamaño de un cuervo pero tenía caracteres que no posee ninguna ave de las actuales. En lugar de
la cola anclia en forma de abanico de
las aves de ahora, la de! Archaeopteryx era como la de los lagartos, orlada
|con largas plumas. Tenía tres dedos
completamente libres con garra delante de las alas y sus mandíbulas,
cubiertas de piel, estaban armadas
'^^^4^-^i$0
Cuatro momentos en una pelea de gallos.
de agudos dientes, cosa que no se ve
en ninguna ave moderna.
Los restos del Archaeoptery.\ de
que hemos liablado, indican que había plumas perfectamente formadas y
definidas hace centenares de años.,, ,,
Otros dos ejemplares de pájaros
con dientes el Ichthyornis y el Hespe-
Fósil del A rchaeopteryx encontrado en los depósitos del periodo jurásico.
rórnis, fueron descubiertos por el profesor O. C. Mareh en las rocas del
Kansas accidental.
El Ichthyornis tenía el tamaño de
una paloma y el Hesperornis era tan
grande como un hombre y no tenía
alas. Estas aves habitaban la tierra
en tiempos remotísimos.
Los dientes de las aves primitivas
han desaparecido y su estructura ha
cambiado hasta llegar a las especies
de hoy, adaptándose unas para volar,
otras para correr, para nadar y hasta
para minar la tierra.
La primitiva gallina salvaje vivió
en el centro y Sur de la India y en
las tierras bajes al pie del Himalaya,
en Assam, Birmania, Ceylán haeta
Sumatra y Java.
Darwin, que hizo un detenido estudio sobre el probable origen de esta
ave doméstica, afirma que todas las
gallinas se derivan del Galius Bankiva o gallina roja de la selva.
L a domesticidad de la gallina en
China data próximamente d e l año
1400 antes de Jesucristo.
En la India, mil años antes de nuestra Era, cuando los Arios llegaron al
Ganges, el gallo era ya conocido. De
allí siguió hacia el Norte y el Oeste
llegando Bactria y Persia.
(Continúa en la pág. 6i6.)
IMPRESIONES
JAPONESAS
DE
LA
VIDA OCCIDENTAL
Y
DE
SU
INFLUENCIA
por visto f r , i p ¡ ^ j ^ ^
japonés
pones ^ ° ' h i t r , r a
cuadro
1 • •«me pana,adro ¡'"¡aflame
íeiain.
ra ed ie's-t-u a - O
ra
-= la miruduccióo 1t)a ciencia de orCiJtsi,^^^.
Londrespueblo
mAs ín'P^Ne d e l
higc H ' ¡"desame
cstuJio'^^''Vida de
Londres
tiempos
de la rei"' Victoria,
llos días, no parece compatible con la franca admiración expresada en
muchos de estos cuadros.
Los tres cuadros que publicamos, referentes a Europa, de Yoshitora,
son originalísimos. L a indumentaria y el ambiente están trazados de un
modo capriclioso en ciertos momentos, pero que acusan en todos ellos un
deseo de reflejar la vida que copian, aun cuando al hacerlo tengan que.
fantasear, como en el cuadro dedicado a Washington, o como en lo del
puerto mirando al océano, que se atribuye a Paris.
En todos los cuadros se ve un deseo de copiar la realidad, de presentar al pueblo japonés aspectos distintos de países lejanos, en los cuales, el
fino instinto de los nipones más sobresalientes de la época, veían un modelo que imitar para lograr salir del sopor ancestral que dominaba en
oriente, e incorporarse la esencia de una civilización, en la cual no tardaron en sobresalir.
INTERESANTE es la colección de 200 cuadros japoneses presentados al Instituto de Arte de Chicago, porque nos dan una serie de impresiones de
occidente, tomadas por un japonés, cuando apenas el Japón se aprestaba a
salir de su aislamiento, después de la llegada del Comodoro Peary en 18c3.
«Es—dice el «Boletín del Instituto»—una serie original de cuadros del
extranjero, tal como aparecían éstos a los japoneses allá por los años 70
al 80 del siglo pasado. Esos cuadros pertenecen a discípulos de Utagawa
Kuniyoshi, que trabajando desde 1850 a 1880, se contagiaron pronto de
occidente».
E n todos estos cuadros hay un espíritu de admiración por la civilización y costumbres de los pueblos occidentales. Evidentemente, la actitud
del pueblo del japón era amistosa en aquellos tiempos y estos cuadros
parecen ser una muestra de aquella actitud.
El término «bárbaro de occidente» utilizado por los políticos de aque'Londres, por YoshUora, que nos inutstra cómo veían
"eses las modas infilesas del periodo de la reina Victoria.
•,,«iCÍ."».fHT»::';
"Washington, tai como Yosliitora se lo imaginaba, con minaretes árabes y todo.
Paris, como Y o s b " "
"»cluso con puerto de mar.
Tipos de carruajes en Tokio, en unión de oti-os occidentales.
AHÍ
¿CUANTOS A R T Í C U L O S HA ESCRITO EL
PERIODISTA MAS CERVANTINO?
Por A u r e l i o B a i g B a ñ o s .
jVyiAs de doscientos, comprendiendo
'•*•'• algTjnos que hacen referencias a
Cervantes o a los personajes de sus
obras. Ni Ramón León Máinez, docto
cervantista, independientemente de
su «Vida del Príncipe de los Ingenios
Españoles», en la famosa Crónica de
los Cervantistas; ni M a n u e l Tello
Amondaraj'n con Cervantes, revista
literaria, cuyos productos líquido:^ se
destinaban a la construcción de un
monumento en Alcalá de Henares,
levantado en el solar
de la casa donde nació
tan preclaro v a r ó n ,
p u d i e r o n aventajar
aquel número.
Claro está que, aun
s i e n d o profesionales
aquellas revistas, la
existencia de entrambas fué efímera. L a
primera, como todos
sabemos, s e publicó
en Cádiz, y comprende tres tomos en 4.",
el I de seis números
y 226 páginas; el II de
otros seis números y
250 páginas, y el III,
que murió con el tercer número, que contenía más de 100 páginas A p a r e c i ó el
primer número el 7 de
octubre de 1871 y el
último, el 25 de diciembre de 1S79. L a segunda revista cervantina tuvo menos duración, (desde el 7 de julio de 1875
a l 15 d e octubre d e 1876,) aunque
alcanzara a veinte números, publicados los diecinueve orimeros en Madrid y el último en Barcelona.
Si Cavia, el gran D . Mariano, el
maestro de maestros, el sucesor de su
tocayo Mariano de Larra, el famoso
Fígaro, aquel otro periodista de recio
temple aragonés siendo madrileño,
como Cavia, de gran exquisitez madrileña siendo un Argensola, no hubiera
consagrado su atención a todos los temas políticos y nacionales y a todas
las actividades periodísticas, teatros,
toros, música y literatura, no le fuera
asequible en vida y en muerte eterno
lauro. El 18 de diciembre de 1926, en
la plaza donde confluyen la avenida
de Menéndez y Pelayo y el paseo de
María Cristíiia, al descubrirse la lá-
pida en memoria de Cavia, el señor
Francos Rodríguez afirmó que aquel
-excelso literato, honró a la profesión
de periodistas con sus cuarentas años
riódico «trazados a vuela pluma son
piezas de Antología», Cervantes perdió para siempre a su mayor enaltecedor, cuyos artículos cervantinos, indiscutiblemente, merecen ser admirados, en primer término, por la posteridad, entre todas s u s chispeantes
crónicas.
Hubo un artículo de Cavia que
emocionó a todo un pueblo, el que
dio a la estampa el 25 de noviembre
de 1891 con 1: s titulares; « L A CATÁSTROFE DE ANOCHE.—
ESPAÑA ESTÁ D E LUTO.—INCENDIO EN EL
MUSEO DE PINTURAS»,
previniendo a la nación «el riesgo que corría uno de sus más
preciados tesoros: el
M u s e o Nacional de
Pinturas». Pues bien:
este artículo sensacional no fué más que un
pálido reflejo al cotejarse con una verdadera apología cervantista que. por encargo
de D . Jooé O r t e g a
Munill?, director por
entonces de El Imparcial, insertó el 2 de diciembre de 1903, con
el título E L CENTENARIO DEL QUIJOTE, y
El gran periodista Mariano de Cavia.
de continua labor-, de los cuales, según expresó D. Félix Lorenzo, director de El Solj veinte vivieron en fraternal unión.
Otros diez años más, o sea gran
parte del tiempo que actuó en la prensa madrileña, los pasó en convivencia
espiritual con el Manco o lisiado de
Lepanto. Desde el 28 de noviembre
de 18S9, en uno de sus «Platos del
día.—Canción de Altisidora», de El
Liberal, hasta el 13 de marzo de 1920,
que insertó en El Sol su último artículo cervantinc "La hermandad de
Cervantes en Francia», cuatro meses
y un día antes de morir, frecuentem e n t e su «pluma mágica», rompía
lanzas en pro del genio inmortal. Y
si el periodismo había perdido a su
Maestro, muchos de cuyos artículos,
según dijo el 15 de julio el mismo pe-
los subtítulos: Post teHebras spero liicem.—
La Academia. El Gobierno. Las Cortes.—
América y Europa en
el Centenario.—Lo oficial. Lo popular.
Lo aristocrático.—La iniciativa privada
y el tOiii/otr* para todos.—Procesiones,
Cabalgatas y Exposición Cervantina.—
Sir Henry Irvtng en el Teatro Español.—
Los monumentos. —El Instituto Cervantes.—Alcalá ante el Centenario.
En Europa, América y Oceanla,
grandes núcleos de cultura parafrasearon aquellas cinco columnas largas de cincelada prosa. Hubo revistas
como el Berliner Tagehlatt y la Gaceta
de Colonia que, puntualmente, las
transcribieron. Aquí, en Madrid, las
comentaron el mismo día 2, Diario
Universal, La Época y Kasabal en Heraldo de Madrid; el día 3, El Globo,
El Imparcial, El Nacional, en El País,
Toribio Andoval, y en Heraldo, El
(Continúa en la pág. 6i6.)
EL
ABRAZO
Por
L teniente
Atkis, Tomás /\i!;¡s,
estaba cont rar i a d í s imo: su mujer le liabía
h e c h o dos
noches antes una declaración
que él cons i der ab a
vergonzosa y que no excusaban ni su
juventud ni el haber llegado recientemente a la India.
L a declaración
no se r e f e r í a ni
mucho m e n o s al
raa3-or W i t b u r y ,
con quien flirteaba
siempre que le toc a b a h a c e r «el
muerto» en las partidas de b r i d g e ;
tampoco tenía relación con sus otros
d o s invitados: un
capitán con cara de
niña y un funcionario enorme, a quien
llamaban el hipopótamo por su volumen y el sudor rojizo que transpiraba. E r a una declaración d i g n a de
cuiílquier meridional histérica que
sentaba mal en los
labios de una inglesa, y que él, cazador de tigres en las
. islas Fijí y de leopardos en África,
consideraba ridicula y hubiera dado
una buena libra de
oro perno habérsela oído pronunciar.
De sobremesa, el
mismo día de la
llegada, la señora
Atliis dijo:
DE
Gabriel
LA
COBRA
Hernández.
tantas como ustedes dicen, no pararé
hasta que Tom pida el traslado.
Tomás Ailiis había tosnado tres
brandis, un i31ack and white y varios
vasitos de Sheri'v después de la cena;
y la sonrisa de los demás oficiales,
que hubiese pasado inadvertida en
otra ocasión, fué cazada al vuelo por
su inteligencia, a la que el alcoliol
ponía alas.
En tan pocas palabras había cometido dos delitos: confesar el miedo y
asegurar í.[ue su capricho decidía de
los actos varoniles. Con gangosa brusquedad repuso:
—No creo ser cobarde; pero la sola
idea de que puedo
e n c o n t r a r m e con
Una serpiente, me
hiela la s a n g r e y
me pone carne de
gallina. Si es verdad que aquí hay
—¡Estaremos aquí los dos años reglamentarios, Emily!
Pensó en su ultima instancia en Inglaterra—tardes tediosas de Picadilly
y del W e s t End y Hyde Parlt; veladas llenas de bostezos del club, mientras la ciudad estaba envuelta en una
bruma pegajosa que subía del Támesis—y afiadió;
—¡Dos años por lo menos!
Hubo un vano embarazoso en la
conversación. El mayor Witbury y
los demás comensales se pusieron a
relatar aventuras de ^u estancia en l a ,
India; y durante más de una hora, en
la casita de madera
amueblada confortablemente, sintióse la opresión del
formidable abrazo
de la selva que alzaba a menos de
media milla sus primeros b r e ñ a l e s .
T o d o en aquella
Naturaleza, alavez
nueva y milenaria,
les era hostil, cual
si quisiera protestar de que los hijos
de un país gastado
la sojuzgaran por
la sagacidad del espíritu y la entereza
del carácter.
E r a un viijo enjuto, tic püliibra torpe
y Icnia.
605
U n encantador
de serpientes surgió en un relato, y
la carne nacarada
tuvo un estremecimiento visible que
sacó al teniente de
su mutismo:
— ¡Yo te quitaré
ese miedo estiipido, aunque tengamos que estar aquí
toda la vida!
Pasó la noche;
e l i m i n á r o n s e del
organismo de Atkis
las e x c i t a c i o n e s
del alcohol, y su
amor tuvo un ren u evo apasionado
al contacto d e la
nueva comarca estremecida p o r el
desperezo g e r m i - '
nativo d é l a primavera. En los largos paseos en«jampan» b e s á r o n s e
como no se habían besado desde hacía mucho tiempo en los «cabs» de
Londres; arrulláronse a la puerta de
la casa defendida por telas metálicas
del zumbar de los insectos; fueron
muciías veces, bajo la claridad estelar enlazados, hasta el linde del bosque, en cuya hundura palpitaban amenazadores misterios, los mismos que
oyeron sus palabras. Pero, en el fondo del hombre, el eco de la voz femenina al asegurar que partirían a su
antojo no se había extinguido; y su
propósito de quitarle de una vez
para siempre aquel miedo disminuiíior a un animal no más peligroso que el lobo y el tigre cuyas
voces habían escuchado más de
una vez sin casi separar las bocas,
invitaciones. Cenarían con ellos Witbury, el capitán de cara de niña y el
funcionario de enorme fealdad de hipopótamo. Mientras la señora ultimaba su toilette, los hombres tomaron el
aperitivo: bebidas Iiipócritas de sabor
frígido y de ardor interno. Apenas
vaciaron los primeros vasos, todos
comprendieron que algo ocultaba el
teniente Atkis. Y quizá éste lo hubiera ocultado hasta el fin, a pesar de las
insinuaciones interrogativas, si el mayor no hubiese dicho
de pronto:
—;Esque va a aaun-
me. La más peligrosa de la sel«a...
Mire.
I
Abrió el saco que traía a la espalda, y el monstruo muerto apareció
anillado en el fondo cual un enorme
cable de prodigiosa coloración.
—Ha sido difícil... En este tiempo
suelen ir siempre por parejas. E s una
hembra, sahib.
—Vamos a ponerla donde yo quiero. Ven.
Entraron a pasos furtivos en la alcoba, y, callados, oyeron el ruido frivolo de las conversaciones que chisporroteaban en el comedor, enreda-
La vieron tendida en el suelo pero teniiida paru siempre.
se perfeccionaba poco a poco en él.
Varias veces habló a hurtadillas
con sus coolíes, que lo relacionaron con un indígena famoso en los
contornos del puerto. Era un viejo enjuto, de palabra torpe, lenta; uno de
esos seres que constituyen el puente
entre las bestias y el hombre y que
se entienden mejor con aquéllas que
con este. Cuando se hizo explicar dos
o tres veces el proyecto del teniente,
murmuró:
—Ser cosa difícil y cosa peligrosa,
mas yo hacer si darme la pólvora y
la pistola y las dos rupias además.
^ A q u í tienes ya una. Has de avisarme por la mañana para que tenga
tiempo de preparar las cosas, y traérmela por la tarde cuando no haya
luz.
— Bien, sahib.
Y se separaron. Algunos días más
tarde, después de recibir un recado
misterioso, el criado colocó en el balancín dispuesto en el techo del comedor un abanico nuevo, del que pendía
un cordón de seda, y fué a repai'tir
ciarnos de sobremesa que ya ha pedido su traslado?
—No. Es algo de que se habló precisamente aquella noche. Ya verán,
ya verán...
L a llegada de Mrs. Atkis detuvo
en los labios nuevas preguntas y encendió en los ojos la admiración; hasta la lenta mirada del hipopótamo alzóse hacia ella. Venía resplandeciente de gracia sensual. El influjo de la
primavera manifestábase en sus labios, en ía turgencia elástica del busto, en la tersura ambarina del cuello,
que se perdía entre los ricÜlos de la
nuca, alborotados a cada vaivén del
abanico. Mientras hablaban los comensales, Atkis salió y dirigióse a
pasos furtivos hacia una puertecilla
detrás de la casa donde le aguardaba
el viejo indígena. Y dialogaron en voz
queda:
—Por diez rupias no volvería a hacerlo, sahib.
—Te las daré si es grande y si no
la has mutilado y parece viva.
—Es una cobra, una cobra enor-
ron la cobra al pie de una mesrta
situada inuv cerca del lecho, donde
había cigarros, licores y una caja de
bridge. El triángulo de la cabeza quedó alargado sobre el piso, cual si fuese a reptar por él. Al colocarla, con
reünado y perverso esmero, Atkis vio,
a través de la ventana abierta, el cielo claveteado de oro; y aquel innumerable mirar estuvo a punto de disuadirle de su maldad. Pero cerró los
ojos, resucitó en sus oídos el eco de
las palabras imprudentes y, después
de pagar al indígena, volvió al comemedor y ocupó su puesto.
L a cena fué animadísima. El mayor
Witbury tuvo intermedios melancólicos entre plato y plato; la cara de niña y la cara de Mrs. Atkis estuvieron
dos o tres veces frente a frente, contemplándose como nunca lo habían
hecho hasta entonces, y el paquidermo y Atkis entablaron un duelo silencioso con las copas. En medio de la
bruma del vino, las manecillas del re(Coníintia en la pág. 6i6)
PREPARÁNDOSE PARA LA PRÓXIMA GUERRA
Las mejoras en las armas destructoras
/"^OBSECUENTES con las intenciones
^ - ' de la Sociedad de Naciones en
reducir los armamentos, todas las naciones tratan de perfeccionar los sir3'Os y los Estados
Unidos, de Norte
América, no habían d e i r a la
zaga. Por eso, le
lia parecido pobre
su maestranza de
Sandy Hook y pequeño su campo de
tiro y han elegido
Uno mucho mayor
en Aberdeen,montando talleres enormes, donde los modernos V u l c a n o s
c o n s t r u y e n toda
clase de armas de
fuego, lo tnás moderno, lo más mortífero que se pueda.
tranza era la poca efectividad de los
proyectiles antiaéreos, y que ello áió
lugar al invento de un mecanismo,
más delicado que el de un cronóme-
El c a m p o de
prueba se encuentra al Noroeste de
la b a h í a Chesapeake y tiene una
extensión de 35.000
áreas. Su anchura
es de 6.436 metros
y 24 135 metros su
largo.
En él se prueban
los colosales cañonos de costa, los
de sitio y de campaña," l o s
antiaéreos, las ametralladoras y fusiles, los tanques y
tractores, las bombas de mano, las
cureñas, fuertes y
todo lo que a las
¡ifuas de fuego se
refiere.
El personal, se
•Componía hasta hace poco de 272 oficiales, 4.000 obreLa ciiádriivik amclralladora que un solo hombre maneja, produciendo
ros soldados y
de balas.
1-200 empleados y
obreros pa i sanos,
tro, y que, sin embargo, pudiese re^las 3.000 hombres empleados en la
construcción de talleres y campos de sistir el choque de expulsión, lograntiro.
do dar al proyectil 30.000 revoluciones
Claro está que no es público todo pnr minuto.
lo que se ha hecho en adelantos e inSe querían obtener fotografías de
'^entos, pero se sabe, por ejemplo,
un proyectil calibre 30 a la velocidad
l u e Una de las cosas que preocupaban
de 29.484 metros por segundo, pero
^ los oficiales de Artillería de la maescomo con una exposición de 1/23484 de
fi07
un segundo, la bala se movía 25 milímetros, había que disminujr el tiempo. Empleando una chispa eléctrica
se logró reducir el tiempo a una diez
millonésima de segundo, l o g r a n d o
obtenerse la fotografía apetecida, y
de esta investigación nació el nuevo
proyectil de punta
más afilada y *popa
de barco», con lo
que se ha conseguido maj'or alcance con la misma
carga de pólvora.
Asi, el mismo cañón que antes de la
guerra lanzaba un
proyectil a 15.615
metros, l o envía
ahora a 23.523.
P o r un nuevo
mecanismo, el cañón puede ponerse
en azimut en ángulos mucho más
abiertos, es decir,
que se ha hecho de
él un arma mucho
más potente de lo
que era antes de la
Gran Guerra.
Se sabe, igualmente, que en metalurgia guerrera
se han o b t e n i d o
grandes ventajas,
una de ellas es la
nueva aleación del
acero que, con un
temple e s p e c i a l ,
da un material mucho más resistente,
que aguanta presiones mucho mayores, con lo que
se ha obtenido mucho mayor alcance
sin a u m e n t o de
peso.
una verdadera iluvia
En lo que se han
conseguido importantes mejoras ha
sido "en la movilidad de las piezas,
empleando el caucho en los montajes oruga, logrando de esta forma
que las unidades que antes avanzaban
a poco más de ocho kilómetros por
hora alcancen ahora velocidades de
48 kilómetros. i\íás aún, se ha conseguido que el tractor pase por el agua
sin deterioro y los cañones puedan
ser tirados por pendientes de 45 grados.
E n los fusiles de la Infantería se
han introducido importantísimas mejoras.
E l usado en el ejército yanki es el
Springíield.
Estos, como los demás, tiene que
dispararlos el infante haciendo una
porción de operaciones de disparo a
áisparo, y en la actualidad se ha momodificado haciendo de él una semiametralladora, y el soldado no tieneque hacer sino apuntar y apretar el
gatillo.
Las ametralladoras, destinadas a
lanzar una lluvia de proyectiles sobre
las filas enemig-as, se conocían desde
mucho antes de la Gran Guerra, pelo, como en la mayoría de las armas
ofensivas, se hicieron g-randes mejoras durante la campaña, y de día en
díase han venido perfeccionando desde entonces.
El gran empleo de ametralladoras
para los combates
aéreos exige máquinas de éstas de
mayor calibre que
las B r o w n i n g y
Maxim y de mayor
alcance y elicacia.
llosEstados Unidos han construido
una nueva ametralladora que dispara proyectiles de
un peso cuatro veces mayor 3' de un
alcance tres veces
m a y o r qiie l a
Browning, que
emplearon en Europa d u r a n t e la
guerra mundial.
En la época del
armisticio, se consideraban enormes
y [ p o d e r o s a s las
bombas de 200 y 240 kilos lanzadas
por los aeroplanos, y hoy los grandes
aviones de guerra llevan bombas de
cerca de 2.000 kilos, que contienen
una tonelada de explosivo.
De lo que se han ocupado con detenida atención ha sido de los tracto-
Howitzer de 20 cm. con nueva cureña y carro de
transporte.
Aparaio dirtftor de liro para ÜLLuniiiiiar el nlcancc,'altura y velocidad de lus aviones.
res con oruga y desde que con ésto se
consiguió alcanzar velocidades de 25
kilómetros por hora, todo ha sido ocuparse de su mejora.
E l transporte automóvil tiende a
hacer desaparecer la tracción de san-
Caflóni dejcosln de 16 pulsadas.
gre, de la que casi se ha prescindido
ya en los Estados Unidos, teniendo
en cuenta las siguientes ventajas: el
transporte por motor es más barato;
el gas y el aceite ocupan menos espacio que el forraje para los caballos; su
manejo requiere menos hombres; el
embarque en vapores y ferrocarriles es más fácil; ocupa menos
espacio en las marchas; es menos
vulnerable que los caballos; es
más higiénico, y, sobre todo, es
más fácil de ocultar por medio del
»camouflage».
Mucho se habló durante la Gran
Guerra de los cañones de 155
centímetros; pues bien, los actuales del mismo calibre envían
sus proyectiles a una distancia de
ocho kilómetros más que los em-
pleados en la gran contienda. Van
montados en tractores oruga que hacen 24 kilómetros por hora, pueden
vadear los ríos y subir por cunetas
de 45 grados.
. El límite de estos montajes se ha
obtenido con un cañón de 24 centímetros, y esta enorme pieza gracias a la
admirable distribución que se ha hecho
de su peso, ejerce en e l suelo una
"presión, por unidad de área, no mayor que la ejercidad por un hombre
que se apoya en un sólo pie.
Las mejoras en los tanques son
igualmente importantísimas. El último modelo lleva un estroboscopio en
una toriecilla cilindrica en lo alto del
tanque, provisto de estrechas aberturas verticales en otro cilindrico concéntrico giratorio, con lo que el oficial
observador, bien protegido por la armadura, ve constantemente el terreno
que le rodea.
Al hablar de la nueva maestranza
yanki no se puede pasar por alto lo
que allí se ha hecho para mejorar la
artillería antiaérea.
Se habia notado
d u r a n t e la Gran
Guerra, que los cañones allí empleados perforaban la
fábrica del aeroplano, pero que esto
no impedía volar y
manejar la máquin a al aviador si
éste no resultaba
muerto o imposibilitado en el combate, y, por consiguiente, era necesario algo que hiciese agujeros mayores.
Los artilleros de
Aberdeen
h'an
c o n s e g u i d o construir de 37 milímetros, de gran rapidez en el fuego, de
mucho mayor alcance, y provisto de
una espoleta y un fulminante tan sensibles que basta la pequeña resistencia de la tela de las alas de un aeroplano para hacer estallar el proyectil
e inutilizar el avión.
Nuevo cañón de 155 mm. y nueva
cureña.
Por L e ó n i d a s A n d r e i e v
laistcFi®
Volvió ansiosamente la cabeza hacia la ventana obscura.
—{Es lúgubre? No... Cuando se familiarice usted con él, le encantará.
Me encantaba ya; pero con el encanto, con la fascinación de la tristeza y del miedo. L a atracción que ejercía sobre mí era un mortal veneno,
del que había que huir.
Sin darme tiempo para replicar,
Norden empezó a contar un chascarrillo, y al terminarlo rae suplicó con
la mirada que me riese, trocados los
ojos en tenazas de mi hilaridad. Me
sentó frente a ¿4, y los dos prorrumpimos en carcajadas. ¡Qué estupidez
y qué bajeza!
D e los días siguientes, hasta el 5 de
diciembre, no recuerdo nada, como si
los hubiera pasado sumidos en un sueño profundo y sin ensueños. El 5 de
diciembre el mar apareció helado y
cayó la primera nevada, copiosísima.
Y aquel día empezaron a ocurrir
las cosas extraordinarias que hicieron
más inquietante para mí el misterio de
aquella casa, aquel misterio que aun
sigue siéndolo y que, a veces, se me
figura una siniestra fantasía o un cuento de miedo aterrador.
Trataré de ser todo lo exacto que
pueda y no omitir detalle alguno de
importancia, aunque no sea directa su
relación con los acontecimientos. Yo
le atribuyo una importancia capital a
la aparición de aquel ser extraordinario que parecía concentrar en sí todas
las fuerzas obscuras, toda la tristeza
que pesaba sobre la maldita casa de
Norden, todo el dolor que incluso a
nií, un extraño, habían de arrastrarme en su terrible torbellino.
El 5 de diciembre cayó, como ya he
^'cho, la primera nevada. Empozó al
•amanecer y duró toda la mañana.
Ciando, terminada la clase de Volo•^'a, salí al jardín, todo estaba silencioso y blanco. Dejando profundas
^Helias en mí camino, llegué a la play^- Y lancé un grito de asombro al
^^r que ya no había mar. Horas antes
'Comenzaba allí la superficie helada,
^asi opaca; ahora la vista no tropezaba con límite alguno entre el mar y la
tierra, ambos cubiertos por el mismo
blanco sudario.
Obedeciendo a esa necesidad que
se siente ante toda superficie lisa e intacta de trazar algo en ella, me quité
el guante de la mano derecha y escribí con el dedo en la nieve: «Elena».
La pirámide se había trocado en
una colina de nieve de suaves contornos, en algo sumiso y como- muerto
por segunda vez y para siempre. "A
este lado, la cabeza; a ése, los pies...»
Era difícil imaginarse allí, en aquella
superficie impasible, las olas, la lancha volcada. Y me pareció que se me
quitaba un peso de encima. "No estaría de más—me dije—un viajecito a
Petersburgo, para hacer alguna asomada por la Universidad.- Norden,
en aquel momento, se me antojaba un
hombre extravagante y desagradable,
pero inofensivo. ¿Qué me importaba
a mi que contase historietas e hiciera
bailar a su familia? A mí lo que me
interesaba era reunir algún dinero y
marcharme.
"¿Cómo te las vas a componer ahora para borrar las huellas?-, pensaba
yo, riéndome, al volver de la playa.
Y evitaba pisar las ya existentes, a
fin de dejar todas las que pudiera.
Al día siguiente—y al otro, y al
ctro, y al otro, si tardaba en nevar de
nuevo—sería para mí un placer, casi
un orgullo, el verlas.
Los árboles del jardín ya no producían la impresión de soledad y de tristeza de que he hablado; parecían sumidos en un tranquilo sueño, lleno de
ensueños dulces. Lo único que turba-
(Continuación)
ba la placidez del paisaje eran los cajones de madera que Norden había
hecho construir para abrigo de algunos árboles meridionales. Yo no había
visto nunca proteger los árboles contra el frío en aquella forma, y los altos y extraños cajones me encogían el
corazón; semejantes a ataúdes en pie,
diríase que se disponían a tomar parte en una procesión macabra. «Estoy
orgulloso de mi invento», decía Norden, con gran indignación mía.
Hacía dos días que se había ido a
Petersburgo, y en la vasta mansión,
que yo no conocía aún en su totalidad,
reinaban un silencio y una calma absolutos; los niños estaban ya con el
aya, en sus habitaciones, quietos y callados, y la servidumbre no hacía tampoco ruido alguno; en el piso alto,
una mujer joven y bella, víctima de
las fuerzas desconocidas, languidecía
solitaria...
Estuve cerca de una hora en la biblioteca, pero no tenía gana de leer;
una alegre excitación nerviosa me
turbaba; la casa, silente y misteriosa,
despertaba en mi alma una viva curiosidad V una vaga sed de aventuras.
Luego de cerciorarme de que no podía verme nadie, empujé la puerta
que daba a las habitaciones del lado
de allá del corredor y penetré en ellas
de puntillas. Atravesé dos amplias estancias, avancé a lo largo de un pasiUito y salí a la meseta de una escalera
interior cuya existencia yo ignoraba.
Alzábase frente a la escalera una
MATTHS . GRUBER
PROVEEDOR DE LA REAL CASA
Fábrica de arcaa, molinos y tostadores. Grandes existencias de
amasadoras, batidoras, extintores de fuego, básculas y carretillas.
A l a m e d a d e San M a m e s , 29, 31 y 3 3 . — B I L B A O
Pídale catálogo de los artículos que interesen.
E[ aya se postró a mis pies,
puerta cerrada. «Ahí dentro, me dije,
está la enferma*; y con una resolución
desesperada intenté abrir, pero no
pude. No sabía qué hacer. Crvzó por
mi cerebro la idea de llamar, pero no
me atreví.
Permanecí allí largo rato, turbado
ESTA NOCHE
UN BAÑO DE
PIES
H
Q ¡ sufre usted males de pies,
0 1 haga disolver esta noche
un puñadito de SaltratosBodell en una palangana de agua
caliente y sumerja los pies durante unos diez minutos en esta
agua transformada en medicamentosa y ligeramente oxigenada. Bajo la acción tónica, antiséptica y descongestionantc
d e tal baño, toda hinchazón,
magullamiento e irritaciones,
así como toda sensación de dolor y quemazón, desaparecen
como por encanto. Los Saltratos Rodell, remozan los pies
aún en los casos más rebeldes.
De venta a un precio módico en todas las buenes farmacias, droguerías y Centros de específicos.
iiiiiiniiiiiiiiiiinTtiiiitiimmiiiiiirmtf;
por aquel silencio que lo envolvía y
penetraba todo y miraba con sus ojos
blancos a través de la claraboya. Oí
de pronto pasos abajo, y volví presuroso a la biblioteca. Cogí un libro y
hojeándolo me quedé dormido en un
diván, llevándome al reino del sueño
la visión del mundo cubierto de nieve
y tacirtuno.
' jDespués de comer me retiré a mi
cuarto V, luego de anotar en mi diario las impresiones del día y escribir
dos o (res cartas, me acosté; mas
como me había pasado durmiendo casi
toda la tarde, no tenía sueño, y estuve cerca de dos horas despierto, atento el oído al silencio, la mirada atenta
a las tinieblas. Tras los cristales de
la ventana, velada por un blanco storcj reinaba la noche blanca; las nubes
cernían y debilitaban la luz de la
Luna.
Creo que empezaba ya a dormirme,
cuando «sentí» de pronto que ante la
ventana, en el jardín, había alguien.
Me incorporé.
Una sombra se dibujaba en el s/ore.
Como mi habitación estaba en el
entresuelo y la altura de la ventana
era escasa, supuse que alguna persona—desde luego de elevada estatura—perteneciente a la servidumbre
habría salido llevándose sólo la llave
de la verja y no se atrevía a llamar a
la puerta del hotel. Con una vaga angustia, no obstante, me levanté, atravesé la estancia y descorrí el store.
Un hombre, a quien el antepecho de
la ventana le llegaba hasta un poco
más aoajo de la barbilla, erguíase en
la obscuridad, inmóvil y mudo. L e
hice una especie de saludo con la
mano, pero no contestó ni se movió.
Di unos golpecitos con los dedos en
un cristal; el mismo silencio y la misma inmovilidad.
—¿Qué quiere usted?—le pregunté
en voz baja, sin acordarme de que era
invierno y los cristales dobles no le
permitirían oírme.
Viendo que seguía sin moverse y
sin decir palabra, me indigné y decidí bajar al jardín a repetirle ía pregunta. Pero antes de que yo acabase
de girar sobre mis talones la misteriosa figura comenzó a alejarse lentamente. Sus hombros eran anchos y
horizontales, y cubría su cabeza un
sombrero hongo. No había en su aspecto nada de extraordinario.
Yo, a pesar de todo, empecé a vestirme para bajar al jardín; pero conforme me vestía iba sintiéndome menos resuelto, y concluí por decirme,
con una indiferencia ficticia: «Mañana
averiguaré de qué se trata.»
Por la mañana les pregunté a los
criados; pero me aseguraron que ninguno de ellos había salido aquella noche y que nadie había visto al hombre
del sombrero hongo. El portero me
contestó sin inmutarse. No así el lacayo Iván, que, visiblemente turbado,
me dijo:
— ¿Está usted seguro de que era un
hombre con sombrero hongo?
—Sí; era un hombre con sombrero
hongo—le respondí.
Esta afirmación pareció tranquilizarle.
Más tarde supe que de noche solía
inquietar a la servidumbre el temor a
un espectro; pero se trataba del espectro de Elena, ahogada en el mar.
E r a un miedo vago y poco serio, una
de esas supersticiones frecuentes en
las casas donde ha acontecido algo
trágico.
En la esperanza de encontrar allí
la clave del enigma, me dirigí a la
parte del jardín que caía al pie de mi
ventana, y lo que vi me sorprendió de
modo harto desagradable; no había
huellas en la nieve y, además la altura de la ventana era mayor de lo que
yo me hguraba; aunque mi estatura
es más que mediana, me costó trabajo
alcanzar con las puntas de los dedos
a la arista del antepecho. El descono-
La ñifla estaba de cara a la pared.
cido, según se inducía de este último
detalle—ques, como ya he dicho, el
antepecho no le llegaba a la barbilla—, o era desmesurada, anormalmente alto, o se .sostenía en el aire...
como un fantasma; ' H e sufrido—me
dije—una alucinación.»
Esta explicación era bastante lógica; la atención sostenida, angustiosa,
con que yo observaba todo en aquella
casa, ini constante presentimiento de
algo maravilloso, podían haber debí
litado mis nervios hasta el punto de
hacerme 'er^ en este siglo ilustrado y
escéptico, un aparecido. Sin embargo, se me ocurrían algunas obj-;cÍones contra aquella hipótesis; vo estaba fuerte, sano; mi cerebro funcionaba
muy bien; en mis sensaciones no había nada de anormal. Además, era
extraño que mis nervios, debilitados,
me hubieran hecho ver un ser que,
aunque sombrío, no se salía, por su
aspecto, de lo vulgar; un ser sin relación alguna con mis pensamientos y
sospechas. Lo natural hubiera sido
que mi imaginación enferma se hubiera fingido la aparición de Elena, no
la de aquel señor taciturno, con sombrero hongo.
Y el lacayo entró y se prosternó
junto a la vieja.
En el piso alto, tan taciturno el día
antes, seguía sonando la alegre música. Lo salvajemente grotesco de aquel
regocijo me crispaba los nervios y
me arrancaba carcajadas casi dolorosas; diríase que estaban haciéndome
PAVIMENTO ATRACTIVO
Y PROTECTOR
Pero aunque no encontré respuesta
a tales objeciones, no tardé en tranquilizarme.
Durante el día no ocurrió nada digno de referencia. Por la noche regresó Norden. Cuando estábamos acabando de comer, nos dijo que había
traído un nuevo bailable en boga,
^fomentos después lo tocaba la pianista invisible, reílejando en la ejecución, un poco insegura, su desconocimiento de la pieza; los niños bailaban, miss Molí giraba como un caballo de circo, eí amo de la casa remedaba, con mucha vis cómica, a los
danzarines de ballet; todos nos desternillábamos de risa.
De pronto, al mirar mis ojos lagrimeantes, por casualidad, a una ventana, me pareció ver una figura humana en las tinieblas. Miré más lijamente; tras los cristales no había nadie; mi estúpida imaginación me había engañado. Pero Norden notó mi
inquietud momentánea.
—¿Por qué está usted tan serio?—
me preguntó—. ¿No le gusta a usted
el nuevo baile? ¡Anímese, anímese!
Si no, miss Molí le impondrá a usted
Un correctivo.
Y, señalándome con el 'dedo, le
<iijo, en inglés, a miss Mull algo que
l'i hizo prorrumpir en estridentes carc^íjadas. Luego, continuando la broma, la obligó a acercarse a mí, le asió
Una muñeca y con la mano de la vie]3. me dio Unas manotaditas en el
hombro. No pararon ahí sus infantiles
jovialidades.
^¡Arrodillaos a sus pies y suplicedle que baile un poco!—les dijo a
^os niños, que se apresuraron a obe''ecerle.
Y añadió, dirigiéndose al aya:
~ ¡ Y usted también!
b-l aya se postró también a mis pies
y Unió sus ruegos a los de los niños.
Yo no sabía que hucer: todo aque'o me repugnaba; pero como era un i
roma no podía enfadarme.
, 7-¡Ven tú también a rogarle que
oaile, perillán!—le gritó Norden al
Cayo Iván, que miraba, asombrado,
el
grupo desde la puerta.
i?jai2isi0ísi2ísíMaja!H!3^i3i3jai3i3rajaiasi2iniii
es evidentemente el
Linoleum Nacional,
pues a ia belleza de sus colores y dibujos, une propiedades
desinfectantes, que constituyen
una v e r d a d e r a salvaguardia
para la salud. En un pavimento construido con
Linoleum Nacional
El ciesconocido^esialia un io ulio de la escalinata.
coquillas, Acabé por ponerme a bailar, y al pasar por delante de las ventanas que se me antojaban innumerables, me preguntaba: «¿Donde estoy?
¿me habré vuelto loco?»
Norden tardó largo rato en calmarse. Tuve que estar con él en el comedor hasta mucho después de irse los
niños a la cama, oyéndole hablar de
la velada tan alegre que habíamos
pasado, de la comicidad coreográfica
de miss Molí, de lo bien que bailaba
Volodia, de lo gracioso que estaban
todos de hinojos a mis pies...
—Una velada así—decíame dándome golpecitos en la rodilla con su
blanca y pulida mano—denota cultura, civilización. Vivimos en un verdadero desierto, A un lado, el mar;
al otro, el páramo o poco menos. ¡Y,
sin embargo, bromeamos, reímos,
bailamosl Mis amigos de Petesburgo
me preguntan como puedo vivir aquí
sin morirme de tedio. ¡Si nos hubie
ran visto esta noche!
Y lanzó una serie de carcajadas
largas, insoportablemente largas.
—Debíamos invitarles a un baUe—^
p r o s i g u i ó - . Es un gran idea, ¿Verdad?
(Continuará en el número próximo)
se está desprendiendo constantemente, y durante años y años,
ácido fórmico, que, como es
sabido, es un enérgico bactericida, destructor de los microbios y gérmenes nocivos, no
siendo desagradable su olor.
Coloque usted en todas las
habitaciones de su casa
Linoleum Nacional,
y cuando vea usted a sus niños
que juegan en el suelo, no se
alarme usted; el
Linoleum Nacional
vela por su salud y les proporciona u n a superficie blanda,
donde pueden jugar sin peligro
y sin luidos ni molestias para
usted.
Las demostraciones de éstas
y de otras importantes ventajas podrán s e r comprobadas
por usted si nos escribe pidiéndonos informes.
Hágalo usted hoy.
L I N O L E U U N A C I O N A L S.
A p a r t a d o 979.—MADRID
A.
Sírvanse enviarme ¡trotia, un ejemplar del
folleto La b e l l e z a y l a c o m o d i d a d d e
BU hogar.
Nombre
Direccción
Pueblo
Provincia
iíaíai5ISISI3ÍSiaEI3ISJSraiS13MSJSEISiSMaiSJÍ
F EME
LA
MODA
/
,
. . -
• / •
DE
LA
U
•^, •A?
•-•
/^ON las primeras ráfagas de aire
^ frío, con las primeras gotas otoñales llegan, de los centros modísteriles, noticias exactas de io que será
la moda en la saison actual,
Y estas noticiaf traen la desilusión
o la tranquilidad de las damas. Porque aquellas cuyo espíritu esté agitado por una continua ansia de novedades, no encontrarán medio de quedar
satisfechas. El fondo de la moda, por
decirlo así, la línea y el conjunto no
'/arfan. Por el contrario, al parecer, se
afirman. Y es que los modistos psicólogos necesariamente han comprendido que la mujer en general, se siente demasiado cómoda con los vestidos
actuales, y no aceptará variación alguna que no se desarrolle sobre el
mismo tema.
Por eso «se lleva», lo mismo que
• se llevó» el año pasado con ligeras,
ligerísimas alteraciones en los detalles. La misma sobriedad de líneas
en los trajes de calle, la misma pluralidad en los de fantasía. Y en uno
y otro género de atavio un ancho campo de elección.
Puede decirse, al fin, que !a moda
se humaniza. Y a no es la tirana que
se hacía acatar, sino una buena amiga, simpática y complaciente que se
adapta a las necesidades y a los
gustos personales de cada mujer.
Por eso el ir mal vestida, actualm e n t e , es imperdonable. Hace
unos años, cuando el autravé era
«obligatorio* constituía un arduo
problema para no pocas mujeres,
conseguir que la moda y las características de su tipo llegasen a un
acuerdo «lógico». Ya no se presentan estos problemas; cada tipo,
'
y hasta cada temperamento, encuentra algo que - l e v a » .
'\
E S T A C I Ó N
/
Por
. \
NINA
Así, por ejemplo, el traje sastre
vuelve, pero sin exclusiva, alternando amigablemente con los trajecitos «enteros» y los «dos piezas»
—sweaier de punto y falda plegada
o tableada—. Depende, pues, solo
del gusto y de la sinceridad íntima
ante el espejo, de cada mujer, el
logro de una toilette acertada para
calle y paseo.
Pero, quedan ya pocas mañanas
claras y soleadas que inviten a flanear a cuerpo por las calles. H a
llegado la época de los tés bajo techo y de los teatros. Más que del
traje sastre y del entero de lana, es
la época de la robe ligera bajo el
abrigo.
Estas robes de tarde siguen siendo
casi únicamente de crespón de seda o
de georgette.
¿Formas?: el talle regularmente alto o discretamente bajo, en general
bastante vuelo, todo él hacia adelante o recogido en un lado. Este vuelo,
obtenido c o n pliegues menudos o
grandes godels. Las mangas igualmente amplias que ceñidas. ¿Colores?:
toda la gama de ellos, y sobre los tonos obscuros—se lleva mucho el negro y. el azul marino—la nota alegre
de un color fuerte formando un bello
contraste. Los escotes discretos, ,en
ocasiones cerrados, y en cambio las
faldas muy cortas, cada vez más cortas. ¡La tela es tan cara!..
Los abrigos que el año pasado tenían vuelo a los lados, son nuevamente rectos, e independientes del vestiHiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii'i
i
AGUA
i
= DA EL BRILLO DE LA NIÑEZ
s
Superior a todo blanco
S
para quitar toda clase
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de manchas, pecas y
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paños de la piel.
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S
2
S
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C. SAN JULIÁN.—GIJON
^iiiiiiiiiiiitiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiñ
Genial preparado
para suonmir las ca
Sin r e c u r r i r a
las Imlura*:
pF
y embellece k
ei cabello ^
SI.in engráselo J
Sar^
In« ú a .
do, es decir, que no tienen que igualar ni en el tono de la tela ni en el
color o calidad del forro, lo que resul
ta mucho más práctico y cómodo.
Solo que sobre este capitulo no haj'
por qué hablar mucho. E n materia de
abrigos, los de pieles siguen obteniendo las preferencias, y solo para
viaje y sport se adoptan los de tela
gruesa y flexible que este año son, en
su mayoría, escocesas c de mezclillas
en claro.
¿De sombreros? Poca cosa también.
E n París se llevan grandes y pequeños. E n Madrid gustan más los pequeños, aunque no deja de ser un
error, pues a la fisonomía de la mujer
madrileña va perfectamente el ala
grande, cuando—claro está—se tiene
estatura, por lo menos mediana. Los
sombreros pequeños siguen siendo de
copa alta pero más lisa que hasta
ahora, el ala pequeña y levantada por
delante, en forma de diadema y pegada a la cara de modo que no se vea
el pelo. Y, cuando no es el ala lo que
enmarca el rostro, es el adorno que
viene a descansar en la mejilla, y que
es como una orejera de gorro de baño
o de aviación hecho con cintas o plumas finísimas. Estas cocas de plumas
son actualmente el furor, y temo que
lleguen a ser una plaga. ¿De que son
los sombreros? D e fieltro sobre todo.
E l fieltro—diciéndolo castizamente—
se ha hecho el amo. Y es que no hay
nada más cómodo, ni más práctico, ni
más dúctil bajo las manos de la sombrerera o de cualquier mujer que tenga arte para adaptarlo a su rostro.
^-., Dentro del fieltro, el llamado latipée
tiene gran aceptación, pero es mucho
más caro que el otro y solo un poco
más bonito. Se verá en minoría.
¿Y que más? El renard y la estola
de piel se llevan indistintamente sobre los trajes enteros o sastres. También las bufandas de kashá a cuadros
escoceses en colores vivos. Los bolsillos grandes. L a s medias más obscuras, «más tostadas» que en años
anteriores, y para deportes y dfas de
lluvia, las de lana con zapatos de piel
de cerdo 3- piso de goma.
¡Ah! y algo desolador. Se dice que
las mujeres usarán trinchera...
DE
UTILIDAD
Póngase las patatas en agua hirviendo y déjese que hien-an un minuto o dos. Luego se sacan del fuego,
se dejan en el agua un cuarto de hora
y se pelan con toda facilidad. L a s patatas pueden cocerse en agua fresca
como de costumbre, guisarse, dorarse, etc. No pierden sus buenas cualidades y las manos no se manchan al
pelarlas, como sucede cuando se hace
esta operación estando crudas.
Si el colchón se deja sin funda,
pronto se mancha. Una funda de hilo
o de brin ayudará a mantenerlo limpio. Estas fundas sólo necesitan lavarse dos o tres veces al año.
El sano y fuerte Bagaría
(Cojiiifiiia de la pág. ¡^j)—A mí—nos dice — me gusta el
cante gitano, como lodos los populares. Pero mis aficiones predominantes son las de buscar setas, la pesca
y la caza. Y estas dos últimas no me
las perdono,
ili^—¿Por qué?
—Porque no. Usted no sabe lo que
sufro al matar un pájaro o ver morir
un pez. Siento el impulso de no disparar la escopeta; pero la afición puede más, ¡y cazo! Se inicia en mí el
arranque de librar al pez del anzue-
lo y arrojarlo al agua; pero la afición
puede más, jy pesco!
Le indicamos que tiene aún otra
afición.
—¿La de los toros?—ha presumido
él en seguida —. No soy un gran aficionado a los toros por culpa del público. Me indignan tos insultos al torero. Creo que et hacerlo mal en el
redondel es mucho más difícil que el
juzgar bien desde el tendido.
Ahora le interrogamos sobre sus
planes. Nos responde:
—Proyecto p a r a el año próximo
una Exposición en Santiago de Chile. Así quedó acordado en principio
en un té al que me invitaron la otra
tarde en la Legación de ese país.
—¿Y mientras tanto?
—Seguiré esperando en mi despachito de El Sol.
Con emocionado acento añade:
—Si de allí saliera yo alguna vez,
me consideraría como emigrado...
Y al pronunciar esas palabras acentúa su privativo gesto—eníre sonrisa
y mueca de dolor—aquél de quien,
con motivo d e l homenaje nacional
que le fué tributado en el Hotel Palace, se dijo que era *el caricaturista
intérprete de lo que de más relieve,
sarcasmo o significación traen consigo
los días».
Salimos a la calle; abocamos a una
plaza. Habla de nuevo Bagaría:
—Hay una patria chica interesante, que no es la ciudad, ni el pueblo,
ni aun el barrio donde uno nació, sino que palpita en un vago recuerdo
de la infancia —la silueta de unos árboles, de una fuente... la mancha grísea de unos muros...—. Interesante,
sí, pero esencial no, porque no lo es
¡a patria geográfica, sino la espiritual.
A un chino, a un lapón a quienes subleve toda injusticia, por fuerza he
de sentirme yo más nnido que a un
español, que a un catalán perversos.
En fin de cuentas, he de considerar a
aquéllos más hermanos míos que a
un hermano efectivo y malvado.
Se detiene un instante el preclaro
artista y concluye:
--jAnte todo ser bueno!
Bajo.
El bordoneo de preguntas breves,
de concisas observaciones que ha servido de acompañamiento, viene a resolver en esta frase:
Lector: he ahí a Bagaría.
P A S A
TIEM
POS
Resultado del concurso anterior
1. Ricardo Franco. (¡\íadrid).
2. Emilio Franco. (Madrid).
3. Simón López Jiménez. (Jerez).
-I.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
Fernando Pereyra. (Madrid).
Manuel Ruiz. (Ceuta).
Manuel Estrada. (Ferrol).
Gonzalo M. Armero. (Madrid).
Pedro Martínez López. (Baza).
<'Chacharramendi>. (Ferrol).
Rosario Tobías. (Valladolid).
.Miguel ALirtínez Lodeiro. (Ma-
dri).
12. Enrique Thuillier. (Madrid).
13. María de África González y Fernández. (Madrid).
U. Consueluchi Duran y Medina.
(Cádiz).
15. Ernesto Duran. (Cádiz).
16. M.'"- Luisa Eguia. (Madrid).
17. Domingo Velasco. (Madrid).
18. Domingo Sainz. (Madrid).
19. Edua.'do Serrano. (Irún).
20. Mañu Irureta. (San Sebastián).
21. Francisco Marín. (Madrid).
22. Miguel Montilla. (Madrid).
23. ]. Ramón Aguireche. (Irún).
24. Antonio García-Suelto. (Madrid).
25. Rafael Gómez. (Madrid).
26. Francisco Cañas. (San Fernando)
27. Clemente Rodríguez. (Madrid).
28. "Framaixón». (Madrid).
29. Manuel Alvarez. (Madrid).
30. Ramón González López.
3L Amelia G. de C;istro.
32. M." Luisa Besses. (Madrid).
33. Julián Coque. (Madrid).
34^. Moisés Heras. (Madrid).
35. Amparo Fernández. (Madrid).
36. Manuel Cano. (Madrid).
37. Moisés Ramos. (Madrid).
38. Felisa Herrero. (Madrid).
39. Ernesto Gómez. (San Sebastián).
40. José M. de Soroa. (Madrid).
Con una sola falta han enviado
pliego, José Pascual Poblet y José
Lobo, de Madrid; Monsetú del Rajo,
de San Juan del Puerto; Felipe Car r e r a s , de Huesca y Jesús Suárez,
de l^a Corana.
Se han recibido además algunos
pliegos con las soluciones exactas,
pero que no han podido figurar en la
lista por haber llegado a nuestro poder después de cumplido el plazo de
admisión que se señala en las bases.
Verificado el sorteo de premios entre los relacionados, correspondió el
primero, tres décimos, del número
27.507
para el sorteo del día 1 de diciembre
del año actual a don Ernesto Duran,
(Cddis), el segundo, dos décimos de
igual número y sorteo a don Emilio
Franco, ''Madrid), y el tercero, un décimo, también del mismo número y
sorteo a don Manuel Cano, (Madrid).
Los décimos se encuentran depositados en nuestra Administración, a
disposición de los señores agraciados.
H
Ü
M
O
R
M
I
O
faei? -'•No estuvo
usted ayer pescando en el rio?
— Zí, zeñó, zf
que estuve.
—¿V no vio usted un h o m b r e
que se a h o r c ó ,
colgándose de un
árbol?
—Zí, zeñor, zí
que lo vi.
—¿Y por qué
no dijo usted nada? ¿Por qué no
t r a t ó u s t e d de
evitarlo?
—Toma, pu^s
porque como primero z e h a b í a
tirao al agua, creí
que era que ze
colgaba para zecarze.
D R E P Á l í A f t l E el
*• aparejo, Rusío, que mañana
voy de pezca^liabíadicho el gitano
Rafael a su costilla, al tiempo de
meterse en cama.
A la mañana
siguiente, el señor Rafael salía
de sn casa muy
temprano, cargado con todos sus
bártulos y se encaminaba hacia la
r i b e r a del río,
prometiéndose
p a s a r un buen
día, dedicado a su
pasión favorita.
Llegó, por Hn,
al s i t i o elegido
por él, aquel en
que pensaba que
la p e s c a se ría
m á s abundante;
preparado todo,
lanzó el anzuelo,
y esj-.eró pacientemente.
Llevabaunpar
de horas sin hab e r conseguido
pescar u n s ó l o
pez, y ya su pac i e n c i a se iba
agotando,cuando
un ruido le hizo
volver la cabeza:
a su derecha, un
pobre hombre se
lanzaba al río con
intención de quitarse la vida.
Anuncio en itii
periódico provinciano:
-^Se n e c e s i t a
muchacho honrado, que sepa algo
de j a r d i n e r o y
cuidar un cabal l o , acostumbrado a andar en bicicleta y a usar
el teléfono--.
Enriqueta:
Ya sabrás que
Antonio se me declaró anoche.
Julia:
El individuo qne compra un auto de segniida mano llega a su caaa.
¿Pero, es cier-,
— ¡ B a h ! Ezte
—¿Qué tal? ¿Qué hay, señor Rato? ¿Verdad que lo hace muy bien?
tiene una forma muy original de pezc a r ^ c x c l a m ó el señor Rafael.—Se iiiiiiiiiiiiiiiiiniiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiniiiiritiiiiiiiiiiiniiiniiiiiiiiiiiiiiiiiniiiiniiini::
tira al río para atrapar los peces con
'íi mano.
= ^ P 2 ^ CONVALECENCIA,
^ ^
Í
Tentado estuvo él de hacer lo mis^ o ; pero en esto el suicida, viendo
•^ue la profundidad del río no era suficiente para ahogarse, salió del agua,
pero decidido a quitarse la vida. To'i^ó una cuerda y se colgó de un árbol.
A la mañana siguiente la pareja de
^^ Guardia civil había encontrado el
Cadáver colgado de un árbol a la oñjla del río, y sabiendo que el señor
•"Rafael había estado por aquellos luSaues pescando, se dirigió a su casa
P^ra interrogarle.
VINO Y J A R A B E !
Deschiens
alaHemoglobina =
~ Loa MédlcoB proolaman que eate Hierro vital de la Sangre C?B m u y superioi' S
S
a la carne cruda, a IOB íerruyinoBo^ eto, - Da. salud y luerza. — PAítlS
~
^iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiniiiiiiMiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiniiiiiiiiiiiiiiMiiiiiiiiiniiiEiiiiiiiniimiiir
Origen e historia de las gallinas
(Cotilñiíta de la pdg. 6oi.)
L a imagen del gallo aparecía en
las monedas del templo de Artemis,
en Efeso, por lo menos en el año 700
antes de la Era Cristiana, y, sin embargo, este animal no figura en la mitología griega.
A Europa llegó la gallina por tierra. Los romanos la encontraron entre los germanos, los galos y los anglos.
Durante siglos, las peleas de gallos han sido la diversión favorita en
el Sur y en el Occidente de Asia, en
Sumatra, Java, Borneo y las Filipinas.
Una receta india para el pienso de
los gallos de pelea se compone de 200
yemas de huevo mezcladas con determinadas cantidades de almizcle, azafnín, azúcar, almendras, piñones, ámbar gris y harina de trigo. Esta, se
(ríe antes en mantequilla, luego se
mezcla bien con azúcar y, por último,
se le e¿han los demás ingredientes.
El primer día se les da una pequeña cantidad de esta mezcla y como
postre más harina sola, sin freir en
mantequilla y se le pone un bozal para que no pueda picotear ni comer
nada, pero se le deja que haga ejercicio.
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Perfecta audición y pureza absoluta.
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MADRID
recibiréis folleto explicativo
Manual d e l r a d i o y e n t e
cCuántos artículos ha escrito el
periodista más cervantino?
(Continúa de la pág. 604.)
Arráes Mallrapilh; el dia A, A B Cj
El Imparcial, y en La Correspondencia
de EspailOj Cristóbal de Castre; el día
6, Alma Española^ Nazarin en La C9rrespondencia Mililar, el Dr. L a r r a y
Cerezo en Diario Universal y P.[edro]
Vindel en El Globo; el día 6, Rectitudes en El Imparcialj y losé Nogales,
en El Liberal; el día 7, Juan de Espaiia
en La Correspondencia Militar, y la
Unión Militar, José Félix Huerta en el
Diario de la Marina y El Imparcial; el
día 8, El Correo; el día 9, La Correspondencia Militarj y Joaquín Dicenta
en El Liberal; el día 10, Emilio Ferrari en El Imparcial; el día 11, Fierre
San en El Libtral; el día 12, Ramiro
de Maeztu en Alma Española y El Correo; el día 13, el Diario Universal, El
Globo, y un «Despacho del otro mundo», de Camuvenl, por Cavia, en.El
Imparcial; el día 14, í L a invocación a
Cervantes», de Cávía; el día 15, José
de Rocamora en Heraldo y El Pais;
el día 16, El Dia y El Nacional; el
día 17, Heraldo (Arturo Saúco), y la
Pardo Bazán, Málnez y Marqués de
Cabriñana en /•"/ Imparcial; el día 18,
El Arráez Maltrapillo en Heraldo, y
«Dulces coloquios. — Entre Maritornes y el arriero», de Cavia; el día 19,
Elat. razo del a cobra.
Antonio G. de Linares en El Univer(Continúa de la i>ag. 6o6.) so; el día 21, Francisco Durante en
Diario Universal, y Luis Calvo Reviloj contaban para Atkis el tiempo con lla en El Imparcial; el día 24, F . Bowvoluptuosa lentitud. Cuando la cena den en Diario Universal, José M. Terán en El Globo y El Liberal; el día 26,
terminó, dijo a su mujer:
—Trae la caja de bridge y mi por- La Correspondencia de España; el día
tamonedas, que creo que se me cayó 26, El Bachiller Luis Gnbaldón en El
Imparcial; el dia 29, F . Pérez Fernánjunto a la cama... Gracias.
dez en La Correspondencia Militar; el
Cuando los pasos de aquélla se exdía 30, La Correspondencia de España,
tinguieron, Atkis dijo con voz breve:
Diario Universal y «La mujer ante
—Ahora oirán ustedes un grito. No
se asusten... Es que no está bien que Cervantes>, de Cavia; el 6 de enero
de 1904, El Cuerpo de Inválidos en El
la mujer de un oficial del rey tenga
Imparcial...
miedo de las serpientes y he querido
quitárselo.
Había dicho bien. Un grito largo,
En «La crónica del Centenario»,
trémulo, agudo, rasgó la noche. Y
recopilación de Manuel Becerra y Pamientras explicaba con trabajosas riblo Saw, figura én primer lugar la
sas su farsa, el silencio lo envolvió
citada apología cervantina de Cavia,
todo y los ojos claváronse en la puerquien se dolió amargamente en otro
ta por donde la mujer despavorida
bello artículo, «El Centenario en sidebía de volver.
lencio», de 28 de enero de 1916, del
triste sino del Cautivo de Argel.
Mas no volvió. Cuando los hombres se precipitaron en la alcoba, la
En cuatro rotativos aparecieron los
vieron tendida en el suelo; pero ten- 200 y pico de artículos cervantinos,
dida para siempre, y vieron también
que compondrían dos sendos volúmeuna masa larga y ondulante deslizarnes, de Cavia: E n El Liberal, 11 arse por la ventana. El macho de la cotículos (28'11-89 al 1-2-95); en Heraldo
bra muerta había venido desde la selde Madrid, cinco (9-6-95 al 14-10-95); en
va en donde estrangularon sus nupEl Imparcial, 201 (27-4-95 y 23-4-96 al
cias a vengarse estrangulando las
16-4-17), y en El Sol, nueve (2-12-17 al
nupcias del hombre.
13-3-20), que suman 216.
Núm. 24.—Debe ser pájaro de cuenta.
por
R a m ó n
ALREUEDOR
DEL
LiSTA
M a r a v e z
MUNDO
publicará
¿n
Núm. 25.
Mal pagador.
\
e^Ui
sección tina serte de pasattetupos,
numerado;
'^orrelalívanienle,
consís/eiiíes en geroglificoí
^omprimictos, charadas, palabras criisadas, el
celera, ele, niicslros lectores podrán
enviai
las soluciones de los niisnios, del I al JO del
"tes siguiente, aconipatlando el pliego de soluciones los cttpones que se publiquen durante el
concursa, y los suscripCores podrán hacerlo sin
este requisito haciendo constar su calidad de
stiscriptor. Pasado el dia JO, se
examinarán
los pliegos recibidos y se premiará al que contenga más soluciones exastas con tres décimos
lie lotería del primer sorteo del mes
siguiente,
al segundo, con dos, y al tercera con uno, y en
caso de empate, se adjudicarán
los ¡res premios por sorteo, al que podrán asistir los concursantes que lo deseen.
Los pliegos se recibirán hasta el dia 10, inclusive, del mes próximo, y en el sobre ha
de consignarse:
"Para el Concurso de Pasa
tiempos".
ió. \-JICPX,
"I *.V-<*V
Núm. 26.
Impedimento.
Núm. 22.—Las apariencias engañan.
N
O O
o •
ENCARO
QUE
Núm. 27.—Charada.
VXON
En la "todo", llevó Andrés,
BRILLA.
el "dos-prima", que era inglés.
[ p a ^
Núm. 23.—Tal para cual.
7
DETIENE
1
SOO
SOO
G ab r i e l e s a| l a A r t d a l u z a
GoncursoúePasatiempos
—•—
Cupón núm. 4
de la serie de cuatro que
hay que acompañar al pliego de soluciones.
/
4 Lávese usted con
: ue pbóm ciualquiera...
Lávese luego
con J a b ó n
Heno de Pravia,.
¡y notará la
.; diferencia!
Pastilla, lyZú
en toda España.
PERFUMERÍA GAL. -MADRID
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