expediente electoral Algunos problemas en torno a tres aspectos de la democracia en México Anselmo Flores Andrade* Introducción Durante varias décadas los ciudadanos y actores políticos consideraron que la democracia resolvería los problemas más apremiantes de nuestro país; en ese sentido, los males que aquejaban a nuestra nación se consideraban producto de la falta de democracia en nuestro sistema político. Así, durante muchos años el discurso político que enarbolaron los actores le otorgaron a la democracia un significado sobredimensionado: panacea que resolvería no sólo los problemas de la economía nacional y la relación Estado y sociedad sino también los problemas comunes del proceso político cotidiano. Esta situación se torno más incesante durante la segunda mitad de la década de los noventa, una vez que las variables macroeconómicas se estabilizaron y los problemas económicos que aquejaron a gran parte de los países de la región se controlaron. El avance de la tercera ola de democratizaciones dejaba escaso margen de maniobra para experimentos políticos distintos a la democracia liberal como al modelo económico que lo acompañaba. De ahí que a partir de esos años la democracia encontrara una coyuntura internacional ampliamente favorable para su instauración y consolidación. El inicio de la denominada “tercera ola de transiciones” puso en el centro del debate la importancia e incidencia de las instituciones en la promoción, estabilidad y consolidación de la democracia, así como en la resolución de los problemas sociales y económicos inherentes a la instauración de un sistema democrático. * Doctor en Ciencia Política. Profesor-Investigador de la FLACSO-México. 76 Esto resultó más apremiante para los países latinoamericanos, quienes una vez restaurado su régimen democrático se encontraron con una serie de problemas de naturaleza diversa y de gran envergadura, muchos de ellos heredados de los gobiernos no democráticos y otros propios del nuevo orden de cosas imperante, a los que tenían que hacer frente para satisfacer las expectativas que amplias capas de la sociedad le otorgaban a la democracia. Uno de los caminos seguidos por los distintos gobiernos fue la reforma de las instituciones y, en algunos casos más ambiciosos, la elaboración de una nueva Constitución Política (Payne, Zovatto, Carrillo y Allamand, 2003). Si bien en cada país las formas particulares del modo de transición hacia la democracia fueron disímiles, en todos ellos se realizó un ejercicio de rediseño institucional y constitucional con el propósito de confeccionar mecanismos, incentivos e instrumentos para hacer frente al contexto y realidades a los que se enfrentaron los primeros gobiernos democráticos. Como era de esperarse el cómo y cuándo de las reformas fue disímil y a pesar de ello en todos esos casos permeo la idea de que el rediseño de las instituciones contribuiría a resolver los problemas de representatividad, estabilidad y gobernabilidad que imperaba en cada país. No obstante, a pesar de esta proliferación de gobiernos democráticos y del amplio consenso por parte de los ciudadanos sobre sus instituciones y procedimientos las democracias latinoamericanas paradójicamente han sido acompañadas por altos costos sociales de inequidad social y premura económica debido a una serie de déficit en el ámbito de la seguridad pública, en la puesta en práctica de políticas públicas poco eficientes y eficaces, en la protección de los derechos de los ciudadanos e insuficiencia de la impartición de justicia que explican gran parte de la inestabilidad política de la región (Carrillo:2001). En México, con el arribo al poder ejecutivo en julio del 2000 de un personaje de origen partidista distinto al que gobernó al país durante varias décadas, los ciudadanos y actores más relevantes del sistema político mexicano sustentaron la firme convicción de que la legitimidad con que llegaba al gobierno Vicente Fox la democracia tomaría carta de naturalización en nuestra vida política. Sin embargo, desde la toma de posesión de Fox a la fecha la convicción se ha transformado en incertidumbre y la confianza en desencanto. En efecto, y como se verá más adelante, lo que los ciudadanos han observado en los últimos tres años es que la democracia no sólo no ha resuelto sus problemas más apremiantes sino también observan que ni los más elementales del quehacer político nacional. En ese sentido, la democracia no sólo no ha resuelto problemas que pretendía solucionar sino que los ha agravado. Los factores que se pueden enumeran como responsables de esta situación son diversos y de variada naturaleza. Desde los meramente procedimentales hasta los marcadamente estructurales; los que incumben a las instituciones como a los culturales; incluso los que se deben a la naturaleza y características de los actores. De tal suerte que los problemas con que se encontró el nuevo equipo de gobierno en diciembre del 2000 no sólo permanecen sino que en algunos ámbitos han crecido en intensidad; por lo que las propuestas de reformas, estructurales como políticas, presentadas por 77 el ejecutivo como por algunos actores como solución a esos problemas cada día encuentran mayores obstáculos para su concreción. Lo que permite ser poco optimistas sobre la puesta en marcha, en los próximos años, de la agenda del gobierno, tanto legislativa como política. En ese tenor en las líneas que siguen abordaremos someramente algunos problemas que afronta la democracia en México, uno de ellos se refiere a la situación del financiamiento de la política, o más precisamente el financiamiento público de los partidos políticos y la situación de los partidos nuevos en el sistema electoral mexicano. En segundo lugar, las consecuencias que ha producido el ejercicio de la política del presidente Fox en torno a la relación del Ejecutivo con el congreso mexicano; finalmente un estado del arte de la cultura política y valores ciudadanos de los mexicanos en los últimos cuatro años. El argumento central que subyace en el texto es que a pesar del amplio consenso y legitimidad con que arribo el actual gobierno las estrategias instrumentadas así como el ejercicio de la política desplegada frente a los demás actores relevantes del sistema político han resultado contraproducentes para producir resultados positivos en una diversidad de ámbitos como para el mantenimiento de la confianza y credibilidad ciudadana en su democracia y el desempeño de su gobierno. 1. Elecciones El cambio político en México tuvo como uno de sus aspectos centrales la actividad electoral (Becerra, Salazar y Woldenberg: 2000). De ahí que durante gran parte de ese periodo los procesos electorales en nuestro país implicaron una gran cantidad de recursos humanos, materiales y financieros, todo ello con el propósito de dotar a ese ámbito de la confianza, credibilidad e imparcialidad que posibilitaron la aceptación de sus resultados. Paralelo a este incremento también fueron creciendo los montos destinados a las actividades electorales de los partidos políticos que al correr de los años ha provocado serios problemas de transparencia y equidad en destino de esos recursos. Los procesos electorales del país incumben cada día mayores cantidades de dinero por lo que no sólo las elecciones en México se han encarecido sino también el vínculo entre política y dinero se ha incrementado. Y no podía ser para menos si tomamos en cuenta que en la actualidad la competencia electoral requiere de grandes sumas de dinero para el mantenimiento no sólo de su estructura partidista en todo lo ancho del territorio nacional sino para sufragar en los comicios municipales, estatales y federales los permanentes y costosos mensajes insertados en los medios de comunicación impresos y electrónicos (Carrillo, et al: 2003). En especial estos últimos absorben importantes cantidades del presupuesto de los partidos. De hecho más de la mitad del financiamiento que reciben los partidos políticos en nuestro país van a parar a las arcas de las grandes televisoras nacionales 78 (Lujambio: 2003). Y es está necesidad de recursos para costear su permanencia en los medios electrónicos e impresos, como la inoperante sustentabilidad del autofinanciamiento con base en las aportaciones estrictas de sus militantes y afiliados, así como la propia fórmula para determinar el monto, lo que genera un espiral de incrementos sostenidos. Además, ha provocado un problema mayúsculo de corrupción en el sistema político, en general, y en la arena electoral, en particular (Xiomara: 2000). Las cifras destinadas al mantenimiento del aparato que permite organizar y administrar las elecciones como el destinado a las estrategias de los partidos políticos para difundir sus propuestas a los ciudadanos son cada vez más escandalosas De acuerdo al trabajo de Lujambio ya citado, de 1989 al año 2000 el financiamiento público supuso un incremento de 44 veces; esto es de 7.29 millones de dólares estadounidenses que supuso para el primer año mencionado pasó a 322 millones en el 2000. Veamos con más detalle esto, porque el monto destinado para el financiamiento a la actividad electoral es el dato más relevante en torno al problema de una posible reforma electoral en puerta. En el cuadro 1 que se muestra a continuación podemos observar el monto, e incremento, del financiamiento público que otorgó el máximo órgano electoral del país a los partidos políticos en el periodo de 1997 a 2003. Cuadro 1 Financiamiento público a los partidos 1997-2003 1997* 1998** 1999*** 2000**** 2001***** 2002****** 2003******* A. Perman 1,031,750,820.77 1,005,603,759.67 1,252,383,926.68 1,500,456,125.07 2,206,569,763.12 2,303,658,823.97 2,421,611,942.13 G. Campaña 1,043,564,761.49 0 0 1,500,456,125.07 0 0 2,421,611,942.13 36,178,279.95 40,963,195.00 59,980,468.00 63,179,982.83 44,115,829.72 78,620,891.61 93,822,276.40 2,111,493,862.21 1,046,566,954.67 1,312,364,394.68 3,064,092,232.97 2,250,685,592.84 2,382,279,715.58 4,937,046,160.66 A. Espec Total * Ocho partidos. ** Cinco partidos *** Once partidos. **** Once partidos. ***** Ocho partidos. ****** Ocho partidos. ******* Once partidos. Cabe mencionar que el cuadro no contempla el financiamiento público a los partidos en el D.F. para el año 1997 ($335,229,352.44) ni la ministración extraordinaria para gastos de campaña en dos distritos en 2003 ($5,549,908.13). Fuente: IFE. Dirección de Prerrogativas. Aunque el monto es sumamente considerable en un país como el nuestro en donde se tienen demasiadas carencias en otros ámbitos, las cifras resultan más cuestionables cuando se les vincula con los resultados electorales obtenidos por los partidos. Esto es, la cantidad de dinero que reciben los partidos políticos 79 no tiene correlación con la obtención de escaños legislativos. Esto resulta más ilustrativo cuando observamos el desempeño de los partidos nuevos en los últimos procesos electorales (véase cuadros 2 y 3 ). Cuadro 2 Financiamiento público partidos nuevos Procesos electorales del 1997, 2000 y 2003 1997* 2000** 2003*** Actividades Permanentes 15,251,920.92 160,763,156.22 137,072,374.08 Gastos de Campaña 19,689,901.16 160,763,156.22 137,072,374.08 0 (a) 7,297,551.19 (b) 4,055,404.19 (c) 35,441,822.08 328,823,863.03 278,200,152.35 Actividades específicas Total * Los partidos fueron PPS y PDM. ** Los partidos fueron: CD, PSN, PCD, DS, PAS Y PARM. *** Los partidos fueron: PMP PLM Y PFC. (a) Ningún partido obtuvo financiamiento por este rubro. (b) El PARM y el PAS no obtuvieron financiamiento por este rubro. (c) El PFC no obtuvo financiamiento por este rubro. Fuente: Elaboración propia. Cuadro 3 Número de diputados obtenidos por los partidos nuevos Periodo 1991-2003 1991 1994* 1997 2000** 2003 PT (0) PDM (0) PPS (0) CD (4) PMP (0) PVEM (0) PT (10) PDM (0) PSN (3) PLM (0) PRT (0) PVEM (0) PCD (0) PFC (0) PDM (0) DSPPN (0) PAS (2) PARM (0) * Los diputados fueron de MR ** Los diputados fueron de RP, excepto uno del CD. Fuente: Elaboración propia. Nótese el sustancial incremento del financiamiento que supuso de 1997 (35.441 mil) al 2000 (328.823 mil), y a pesar de que en el siguiente proceso electoral federal se redujo (278.200 mil) la cifra sigue siendo cuantiosa respecto a 1997. Por otra parte, cabe subrayar que en ese periodo los once partidos nuevos que ingresaron a la arena electoral sólo lograron obtener nueve diputados, y eso ocurrió en las elecciones del 2000 debido a que tres partidos (PC, PSN y PAS) participaron en esos comicios en coalición, de no ser así es probable que se hubiese repetido la situación de 1997 y 2003 en donde ningún partido nuevo obtuvo representación 80 parlamentaria. Por lo anterior, resulta cuestionable la pertinencia de continuar manteniendo el financiamiento a instituciones políticas que no han logrado diseminarse en la sociedad. Esto resulta más contundente cuando observamos (véase cuadro 4) que durante los últimos cinco procesos electorales el 90% de los partidos que obtuvieron su registro previo a la contienda electoral en que participarían perdieron su registro como partidos al no obtener el número mínimo de votos establecidos por la ley electoral. Cuadro 4 Partidos que perdieron su registro por no alcanzar el porcentaje de la votación requerido por la ley para conservar su registro Periodo 1991-2003 1991 1994 1997 2000 2003 PDM* PDM* PPS* PARM* PMP* PRT* PARM* PDM* PCD* PFC* PT* PFCRN PFCRN DS* PLM* PVEM* PPS PAS PVEM* PSN * Estos partidos solicitaron, y obtuvieron, su registro como partidos políticos para participar en esa elección. Fuente: Elaboración propia. Si bien el tema del financiamiento de los partidos políticos es un tema sensible en los sistemas políticos modernos, para un país como el nuestro en donde la relación entre el dinero y la política pasa por un periodo sumamente conflictivo resulta aún más imperante de solucionar.1 En especial cuando para una amplio segmento de la población la actividad y comportamiento mostrados por los representantes de esos partidos tanto en los recintos legislativos como en la escena pública no ha sido la adecuada. Esto es, el comportamiento de los partidos en el proceso de deliberación legislativa al interior de los órganos legislativos no ha sido el más óptimo desde la perspectiva ciudadana, pero también respecto a los temas y problemas nacionales; como lo ilustran los escándalos de corrupción en que se han visto inmiscuidos algunos de los llamados partidos “chicos” (caso PVEM) como los denominados “nuevos” (caso PSN), los cuales están muy lejos del comportamiento lícito y ético que demandan los ciudadanos en un ambiente 1. Para darse cuenta de la relevancia de este asunto en nuestro país, cabe mencionar que el Consejo General del Instituto Federal Electoral sólo de 1997 a la fecha ha aprobado 431 acuerdos y dictámenes relacionados con la comisión de prerrogativas, partidos políticos y radiodifusión en rubros referentes a instructivos y metodologías para el registro de nuevos partidos y agrupaciones políticas nacionales, así como para el registro de coaliciones electorales; en relación al financiamiento y prerrogativas de partidos y APN’s; así como a registros y modificaciones a los documentos básicos de los partidos políticos y APN’s; y topes de gastos de campaña, entre otros. www.ife.org.mx 81 permeado por la corrupción. De tal suerte que los ciudadanos ven a esas organizaciones y sus representantes como los corresponsables de la corrupción más que la solución a ella. Como lo veremos más adelante, lo anterior es una de las causas del descrédito de la Política y los políticos, de la desconfianza en sus instituciones como de desaliento en sus resultados. 2. Ejercicio de la política Otro de los problemas que presenta nuestra democracia mexicana está estrechamente vinculada al ejercicio de la política llevada a cabo por el actual gobierno. La composición y distribución del poder instaurada a partir de finales de los noventa ha modificado la tradicional forma del oficio político como de la cultura política de los actores (Casillas: 2000, p.11). Así, a pesar de que Vicente Fox logró la presidencia de la república, al momento de su asenso el PRI conservó una veintena de gobiernos estatales y gobernaba en dos tercios de los municipios del país (Remes: 2001). Esto es, Fox arribó al máximo cargo político del país en un contexto de distribución del poder político adverso para poder sacar adelante su agenda legislativa como sus políticas públicas. La cual se tornó complicada por la naturaleza de muchas de las reformas planteadas por él, algunas de ellas políticamente muy sensibles y de necesario apoyo camaral por tratarse de reformas constitucionales; además de que las estrategias políticas instrumentadas por el titular del ejecutivo han sido ineficaces en diversos ámbitos provocando enfrentamientos entre poderes federales, dificultades para la construcción de una agenda común y dificultado la relación EjecutivoLegislativo. En ese sentido, el costo del aprendizaje ha sido alto en términos políticos debido a la impericia en la conducción política del país. El aprendizaje de ser partido en el gobierno y, en particular, la integración de un nuevo equipo gubernamental de origen empresarial y políticamente diverso ha provocado más desatinos que aciertos en la conducción del país.2 Las pugnas y divergencias de opiniones al interior del gabinete, la asincronía entre el Ejecutivo y su partido en los más variados temas de la agenda gubernamental, así como entre las pugnas entre los poderes legislativo y ejecutivo han sido la característica más sobresaliente del gobierno de Vicente Fox, en especial en los dos primeros años. Respecto a esto último, uno de los factores que contribuyó a esa disonancia entre ambos poderes lo constituyó la estrategia 2. Un gabinete amplio, variopinto y con funciones duplicadas no podía generar una actuación eficiente ni homogénea; todo lo contrario, las pugnas, rivalidades y confrontaciones eran previsibles. Incluso, la misma designación motivo sinsabores para algunos miembros del gabinete que preferentemente querían una posición distinta a la que obtuvieron. A la fecha más del 70% de las oficinas con línea directa con el presidente Fox han desaparecido. Esta situación contribuyó a restarle posibilidades de éxito al gobierno frente al cúmulo de problemas a que tenía que hacer frente, así como para concretar algunas promesas de campaña. 82 diseñada durante los dos primeros años por el ejecutivo frente al legislativo. La estrategia gubernamental se basó en “explotar” la popularidad de Vicente Fox y en consecuencia se le indujo a hacer un uso excesivo de los medios de comunicación, en especial en las coyunturas en que se debatían cuestiones fundamentales de la agenda político-económica del ejecutivo. De tal suerte que se estableció un tipo de presidencia plebiscitaria debido a su constante apelo al apoyo de los ciudadanos en momentos en que se deliberan cuestiones importantes en la agenda del gobierno, como lo ejemplificaron las diversas ocasiones en que el mandatario mexicano desplegó una serie de mensajes televisivos en cadena nacional defendiendo y explicando el contenido de lo que denominó la “nueva hacienda pública distributiva”. De ese modo, la estrategia presidencial de salir a convencer a la opinión pública antes que a los diputados de su propio partido, y a los integrantes de la cámara en general, enrareció y añadió grados de presión innecesaria al proceso de negociación de las iniciativas presidenciales. Esta situación fue reconocida por el propio Vicente Fox, en una entrevista televisiva en enero del 2002, cuando señaló que había perdido la campaña mediática. “[De lo que no funcionó..]….fue eso precisamente de la reforma hacendaria que pretendí introducir con el respaldo de la ciudadanía, aprendí la lección de que en México todavía las cosas se mueven de otra manera. De ahí nos pasamos a manejar la reforma en las pláticas con los partidos políticos, con los diputados, con los senadores, con los gobernadores y funcionó mejor”.3 Situaciones como la anterior provocaron que las relaciones entre ambos poderes fueran difíciles y conflictivas. En este ambiente, las elecciones federales de julio del 2003 adquirieron una oportunidad invaluable para destrabar el impasse que había generado la correlación de fuerzas existente en el sistema político durante los primeros dos años de gobierno. No obstante, los resultados electorales de esa contienda consolidaron la distribución del poder políticos y reforzaron la percepción de que las cosas no se modificarían, es decir, se continuaría con la tónica observada hasta ese momento debido a que el partido del presidente Fox no sólo no aumentó su representación política al interior de la cámara de diputados sino por el contrario disminuyó a casi 50 diputados el número de escaños parlamentarios en su poder (véase cuadros 5 y 6) con lo cual las dificultades para sacar adelante la agenda legislativa del ejecutivo se complicó aún más que con la anterior conformación de la legislatura. Es decir, en la actual LIX legislatura el principal partido opositor (PRI) aumentó su poder de negociación de ese recinto legislativo, como en la política nacional. De esa forma ni el ejecutivo ni la cámara de diputados de manera unilateral pueden llevar a buen puerto sus iniciativas; es necesaria la participación y colaboración de ambos poderes para sacar adelante el trabajo legislativo. 3. Cfr. www,presidencia.gob.mx El Presidente Vicente Fox en Zona Abierta, 3 de enero de 2002. 83 Cuadro 5 Integración de la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados (septiembre 2000-agosto 2003) Partido Integrantes* % PRI 210 42.0 PAN 207 41.4 PRD 52 10.4 PVEM 16 3.2 PT 8 1.6 PSN 3 0.6 PAS 2 0.4 CONV. 1 0.2 IND. 1 0.2 Total 500 100 * Esta fue la distribución original, la cual se modificó; para noviembre de 2002 era: PRI (208); PAN (205); PRD (52); PVEM (17) e Independientes (2). Los partidos PT, PSN, PAS y Convergencia, no variaron sus escaños. Fuente: Cámara de Diputados. Secretaría de Servicios Parlamentarios. 30 de enero de 2001 y 12 de noviembre de 2002. Cuadro 6 Integración de la LIX Legislatura de la Cámara de Diputados (septiembre 2003-agosto 2006) Partido Integrantes % PRI 224 44.8 PAN 151 30.2 PRD 97 19.4 PVEM 17 3.40 PT 6 1.20 CD 5 1.0 Total 500 100 Fuente: Cámara de Diputados. Secretaría de Servicios Parlamentarios. La existencia de un gobierno sin mayoría junto a la readecuación de funciones de los órganos de poder y representación han contribuido a esta nueva realidad.4 Además, el constante escrutinio de las actividades del presidente de la república que realizan los medios de comunicación, así como la existencia de nuevos centros de poder (gobernadores) que presionan al ejecutivo han modificado el contexto en que tradicionalmente se desenvolvía el ejecutivo federal.5 4. 5. La experiencia del fenómeno de gobiernos sin mayoría, de acuerdo a Lujambio, se ha extendido de 1988 a la fecha a 22 de las 32 entidades federativas del país. Actualmente existen 16 estados del país con esa conformación política (Lujambio:2004). Por otra parte, durante este periodo algunas decisiones del poder judicial han ido en sentido contrario a la volunta presidencial, como lo ejemplifican las resoluciones que ha emitido dicho órgano a propósito de las controversias constitucionales que se han dado en estos años. 84 En cuanto al legislativo, las cámaras de senadores y de diputados ya no se encuentran sometidas a la voluntad del presidente. La conformación política de ambas cámaras, así como el contexto en que se desenvuelven, hace difícil la subordinación de los diputados y senadores a la agenda del presidente de la república. Las nuevas funciones de fiscalización de las actividades del ejecutivo como elemento de equilibrio frente al poder del presidente han modificado la tradicional elaboración de las políticas públicas. En esta nueva etapa el ejecutivo federal ya no puede modificar ni reformar a placer de manera unilateral el marco legal ni domina el proceso de elaboración de políticas públicas, ahora los partidos de oposición toman parte activa y decisiva en su diseño y ejecución. El número de iniciativas presentadas por los legisladores supera con creces a las del ejecutivo, en ese sentido, es la propia correlación de fuerzas en la cámara de diputados la que determina la agenda legislativa en el congreso mexicano. De tal suerte que la autonomía del poder legislativo respecto al ejecutivo es un echo evidente. De igual forma, la redimensión de la actuación de instituciones, actores y reglas de la política han trastocado la percepción que tenía muchos de aquellos en la actividad política. Instituciones como el IFE, PGR y el Tribunal Federal del Poder de la Federación, entre otros, han visto redimensionado su actuación en la política, esto es han tenido en este sexenio una intensa actividad política. Por otro lado, la multiplicación de actores en las deliberaciones políticas públicas han obstruido la posibilidad de construir consensos en torno a temas fundamentales. Y por si esto no fuera suficiente, también ha existido una cuestionada representación y falta de confianza entre los actores políticos deliberantes. Paralelo a esto hemos observado serias tensiones entre los poderes federales pero también entre estos y los poderes locales, en especial con el gobierno de la capital del país; gran parte de este enfrentamiento ha sido causa de la escasa colaboración y coordinación entre esas instituciones, así como en un periodo de politización de la justicia. Ambas situaciones han rebasado sus ámbitos de acción y deliberación naturales provocando una perversión que ha contribuido a la perdida de confianza en los tribunales de impartición de justicia como en los actores que los componen . De tal suerte que se quiere solucionar problemas estrictamente políticos desde la perspectiva jurídica y viceversa. El perder de vista la naturaleza de los problemas ha provocado serias desavenencias. Otro problema en este ámbito del ejercicio de la política lo constituye la dificultad para la construcción de una agenda común, aunque también su ausencia ha sido debido a la sobrecarga de la agenda; al escaso consenso sobre temas prioritarios de la agenda política nacional; a la imposición de lo coyuntural en todos los proceso de diálogo y en la confrontación constante entre intereses partidistas y resolución de problemas nacionales que podrían beneficiar al ejecutivo en turno (lógica electoral). De ahí que los comportamientos y estrategias cooperativas para la resolución de los problemas han estado ausentes. En este tenor, cabe mencionar que uno de los grandes fracasos de este periodo es la propuesta de reforma del Estado como la denominada reforma integral de la constitución. Ambas 85 propuestas, a pesar de ser urgentes continúan en el olvido. La distribución actual del poder político, la falta de interés por parte de los actores involucrados en la reforma, la experiencia de acuerdo incumplidos así como la falta de confianza entre los actores políticos se encuentran como los motivos para posponer la deliberación, negociación y, en su caso, la implementación de esas reformas. Finalmente, la nueva relación entre los poderes Ejecutivo y el Legislativo ha tenido como consecuencia mayores dificultades para la aprobación de la agenda legislativa del Ejecutivo como para la construcción de mayorías en el recinto legislativo que permita equilibrar el número de iniciativas presentadas con las aprobadas, ya que el número de estas últimas es cada vez menor frente al total de las recibidas en el congreso mexicano, del 61.3% que representaron en el periodo 1991-1994 pasó al 22.8% para los años 2000-2003 (Nacif: 2004, p. 20). Otro dato significativo en esta materia es que la tasa de aprobación de las iniciativas del ejecutivo en el periodo 2000-2003 continuó siendo importante por lo que no existió parálisis legislativa ni mucho menos choque de poderes que hayan puesto en riesgo la viabilidad del gobierno, más bien lo que ha existido es un intenso trabajo legislativo pero de importancia secundaria. Como se observa en el cuadro 7, durante la pasada Legislatura LVIII en ambas cámaras del congreso si bien la mayoría de las iniciativas presentadas por el ejecutivo en la cámara de diputados y de senadores han sido aprobadas (es decir, una tasa de aprobación de las iniciativas presidenciales del orden del 80%) éstas no son las consideradas fundamentales o importantes por los actores políticos. Cuadro 7 Iniciativas aprobadas al Ejecutivo en el Congreso mexicano LVIII Legislatura (septiembre 2000-agosto 2003) Cámara Total de asuntos Presentados Iniciativas presentadas por el Ejecutivo Iniciativas aprobadas al Ejecutivo Diputados 1310* 52 43 Senadores 848** 17 16 * Incluye minutas. ** No contempla el tercer año de ejercicio de la legislatura. Incluye leyes, decretos, ratificaciones, nombramientos, puntos de acuerdo y permisos, en estos aspectos cabe subrayar que de las 25 solicitudes presentadas por el Ejecutivo, para ausentarse del país, 24 le fueron aprobadas; y de los 106 nombramientos diplomáticos, todos le fueron aprobados Fuente: Elaboración propia con base en los datos que aparecen en la página de la Cámara de Diputados: www.cddhcu.gob.mx/ gp_iniciativas.html y www.senado.gob.mx/comunicacion/fox/iniciativas.htm. Esta situación es grave si se considera que gran parte de las reformas que necesita el país (como las denominadas reformas estructurales) para proveerse de un marco institucional que garantice condiciones más adecuadas para el desarrollo y el crecimiento económico no han sido ya no digamos presentadas sino ni siquiera debatidas ni consensadas para su presentación en los foros legislativos. El temor al 86 rechazo legislativo, las posturas sumamente encontradas sobre aspectos específicos de los temas, así como el disímil orden de prioridades de los problemas no han permitido una deliberación sobre los mismos. Situación que se ha vuelto crítica en la actual legislatura LIX en donde, como se muestra en el cuadro 8, durante los meses que lleva en ejercicio la nueva cámara de diputados ésta apenas a aprobado el 20% del total de iniciativas presentadas por el ejecutivo federal. Cuadro 8 Iniciativas aprobadas al Ejecutivo en el Congreso mexicano LIX Legislatura (septiembre 2003-mayo 2004) Cámara Total de asuntos Presentados Iniciativas presentadas por el Ejecutivo Iniciativas aprobadas al Ejecutivo Diputados 556* 21 4 * Incluye minutas. Fuente: Elaboración propia con base en los datos que aparecen en la página de la Cámara de Diputados: www.cddhcu.gob.mx/ gp_iniciativas.html. y www.senado.gob.mx/comunicacion/fox/iniciativas.htm. Este hecho era de esperarse luego de las relaciones difíciles que dejo la experiencia de la legislatura LVIII y aún más si tomamos en cuenta los resultados electorales de las elecciones federales para renovar el congreso en julio de 2003, así como los problemas coyunturales en que se han enfrascado los actores políticos como sus representantes en los órganos legislativos. En ese contexto es difícil que cualquier iniciativa del ejecutivo federal pueda salir adelante. Además si la correlación de fuerzas al interior del congreso hace difícil aprobar de manera unilateral cualquier iniciativa, el clima de desprestigio mutuo a que han contribuido ambos poderes ha inducido a la existencia de un ambiente de recriminaciones y rupturas entre los poderes y actores políticos.6 Estos diferendos se dieron en distintos momentos y niveles respecto a una variedad de temas de la agenda política y legislativa (pero también la propia situación interna de los partidos políticos no dejaba margen para expresiones unitarias). Un factor determinante para dicha situación ha sido el nuevo papel que ha jugado el congreso mexicano en la vida política nacional en los últimos años; es decir, no sólo se ha convertido en un órgano que legisla sino también como espacio privilegiado para la representación política y como fiscalizador del ejecutivo. No obstante, paradójicamente estas nuevas actividades del congreso son paralelas al descrédito en que se encuentra inmerso en la actualidad, como lo podremos ver a continuación. 6. Por ejemplo, el presidente Fox afirmó que si el Congreso no aprobaba las reformas estructurales, como la energética, telecomunicaciones, laboral y fiscal, la economía nacional no crecería, ni se crearían nuevos empleos: “En contraste, si el Congreso da luz verde a esa reformas, el escenario cambiara sustancialmente de acuerdo con proyecciones del gobierno federal”. Véase El Universal 12 de junio del 2002. Los legisladores, por su parte, rechazaron las afirmaciones del ejecutivo y lo calificaron de incompetente en la conducción del país, además de acusar: “No hemos recibido las iniciativas de reformas de los temas que el ejecutivo considera urgentes” Véase El Universal 13 de junio del 2002. Otro ejemplo de estas situación son las que vertió sobre una negativa por parte del congreso a concederle permiso para ausentarse del país: “…hay quienes, por falta de visión y por anteponer intereses partidistas a los intereses de la nación, no desean que México progrese. Tal parece que la oposición se ha empeñado en que mi gobierno no cumpla con el cambio por el cual ustedes votaron”. Mensaje a la nación del presidente de la república, Vicente Fox, 9 de abril de 2002. www.presidencia.gob.mx 87 3. Desencanto en la democracia Un problema mayor de nuestra democracia mexicana lo constituye la percepción que sobre tres aspectos relevantes de ella tienen los mexicanos, a saber: a) desencanto con la democracia, o con su ejercicio; b) el alejamiento de los ciudadanos de los asuntos públicos; y c) la pérdida de confianza y credibilidad de las instituciones representativas de la democracia, en especial los partidos y el congreso. Estas dimensiones no agotan ni son todas las posibles de escrutinio sino son las más relevantes para nuestro propósito. Una de las características más sobresalientes de los últimos tres años es sin duda el desencanto masivo que expresan los ciudadanos mexicanos respecto a su democracia mexicana, o más precisamente sobre el cambio político y alternancia. De tal suerte que en la mayoría de las encuestas de echura nacional e internacional realizados en los últimos años en el rubro de satisfacción e insatisfacción, los ciudadanos mexicanos muestran altos niveles de desilusión. Como se muestra en el cuadro 9, a pesar de que existe un amplio apoyo por la democracia en nuestro país, no sucede lo mismo con la satisfacción con ella (véase cuadro 10). Los ciudadanos insatisfechos con nuestra democracia se han incrementado sustancialmente bajo este gobierno de la alternancia, cada año crece el número de ciudadanos insatisfechos.7 Cuadro 9 Preferencia democracia / autoritarismo 1999-2000 2001 2002 Democracia es preferible 45% 46% 63% Da lo mismo 19% 14% 14% Gobierno autoritario 34% 35% 20% Fuente: Tomado de Francisco Valdés Ugalde y Anselmo Flores Andrade “Valoración de la democracia y alternancia política. México antes y después del 200” Trabajo presentado al seminario internacional La democracia y la opinión pública en América Latina organizado por Latinobarometro y Clacso,y celebrado los días 5-7 de diciembre del 2002 en Buenos Aires, Argentina. Cuadro 10 Satisfacción con la democracia en México 1999-2000 2001 2002 Insatisfecho 61% 69% 81% Satisfecho 36% 26% 17% Fuente: Ibid. 7. En este mismo sentido, de acuerdo a una encuesta nacional en vivienda realizada en el 2002, sólo un 32% de los entrevistados consideró que el país está en general mejor que el año anterior frente a un 66% que la consideró igual o peor. En cuanto a la situación de su familia un 28% expreso que mejor mientras que un 70% señaló que igual o pero. Véase Revista Este País, enero de 2003, p. 44. 88 Lo anterior no podía ser de otra forma si se toma en cuenta la serie de promesas y compromisos expresados por el presidente Vicente Fox durante su campaña electoral como al conocer su triunfo electoral el dos de julio del 2000. Después de un periodo prolongado de un estilo de ejercer la política y acción del gobierno los ciudadanos ya manifestaban un hastío con el statu quo y la clase gobernante, de ahí que gran parte de las promesas expresadas por el candidato y presidente electo de Acción Nacional calaron mucho en el animo de los ciudadanos que manifestaron altas expectativas acerca de lo que haría el nuevo gobierno. De acuerdo a una encuesta realizada en la ciudad de México cinco meses después de las elecciones del 2 de julio del 2000, las opiniones favorables a Vicente Fox así como las expectativas sobre su gobierno eran considerablemente altas (en una escala del 1 al diez, la otorgaron una calificación de 7.71) en aspectos como mejorar las condiciones de vida, mejorar la calidad de la educación, disminuir la seguridad pública y en confianza en su gabinete, entre otros: “Cabe aclarar que la experiencia nos dice que una calificación media cercana al valor 7 o superior a éste es una calificación alta que muy pocas figuras gubernamentales obtienen” (Covarrubias: 2001, p.44). Así, a pesar de una amplia lista de déficit sociales y político (i.e. pobreza, impartición de justicia, seguridad, corrupción, etcétera) los ciudadanos mexicanos manifestaron su apoyo al ejecutivo como a los titulares de la administración pública que tomaron las riendas del aparato del Estado. No obstante lo anterior, durante ese periodo de gracia en donde el bono democrático del gobierno era cuantioso los problemas no sólo no se resolvieron sino que algunos incluso se han acentuado, como lo veremos más adelante. El pobre desempeño institucional y la precaria capacidad gubernamental mostrada hasta el momento (para generar crecimiento económico, crear empleos y el aumento de la inseguridad pública) están incidiendo considerablemente en las apreciaciones de los ciudadanos respecto a la actuación del jefe del ejecutivo en la conducción del gobierno. Por otro lado, el marco institucional imperante y los comportamientos estratégicos mostrados por los actores políticos durante estos tres años se han convertido en serios obstáculos para la estabilidad de nuestra incipiente democracia mexicana. En particular, la estructura jurídico-política del régimen que se supone superado se mantiene en la actualidad (Casar: 2003, p. 31) lo que motiva a los ciudadanos a observar que las cosas no han cambiado suficientemente; además es dentro de estas instituciones, normas y roles que la nueva distribución del poder político del país actúa encontrando resistencias y vacíos para su acción.8 De tal suerte que la nueva dinámica generada por la correlación de fuerzas no se corresponde con las estructuras jurídico-políticas existentes incentivando más la parálisis y el conflicto que a la cooperación. En tal contexto las apreciaciones y optimismo desarrollado 8. Por ejemplo, no existe un mecanismo legal para solucionar el problema de no aprobación del presupuesto del país por parte de los diputados en el periodo establecido por la constitución; la ausencia de una disposición legal que posibilite la continuidad de la carrera parlamentaria contribuye a que las negociaciones de la agenda legislativa se supedite a coyunturas electorales y/o políticas, además de evitar la profesionalización del proceso legislativo; asimismo, la permanente actividad electoral del país genera más estímulos para los desacuerdos entre los actores políticos que para los acuerdos. 89 por los ciudadanos, alentados por los propios líderes políticos, se han topado con inercias estructurales y límites coyunturales que hasta la fecha han impedido la satisfacción de parte de las promesas empeñadas. En ese sentido, a pesar de que Vicente Fox arribó a la presidencia de la república con un optimismo desbordado compartido por amplios sectores de la sociedad debido a su impericia en la conducción del país el bono democrático se diluyó rápidamente. A lo anterior a contribuido sin duda la postergación de los cambios y reformas prometidas, y en su lugar a realizado algunas modificaciones tímidas que no han impactado en el imaginario colectivo; de igual forma su obstinada actitud de no realizar ningún cambio tanto en su equipo gubernamental como en su estrategia política a pesar de mostrar fallas evidentes en ambos frentes. Este creciente desencanto también ha tenido consecuencias en el ámbito electoral, como en el aumento del abstencionismo9 y en el desprestigio de la política.10 De ahí que no deba de sorprendernos los datos que en los últimos meses arrojan las encuestas nacionales sobre la salud de nuestra democracia y sus instituciones. Respecto a esto último, cabe mencionar que las instituciones en la democracia cuentan con una valoración de confianza muy precaria, como se observa en el cuadro 11 los partidos políticos, seguidos del poder judicial, son valorados como los menos confiables por los mexicanos. Por el contrario, dos instituciones tradicionalmente no democráticas, como la iglesia y el ejército, cuentan con un alto grado de confianza, 53% y 42% respectivamente. Cuadro 11 Confianza en las Instituciones 1999-2000 2001 2002 Iglesia 75% 55% 53% Televisión 37% 54% 39% Policía 35% 15% 12% FF.AA. 51% 40% 42% Gobi / presi 44% 35% 19% Poder judicial 41% 23% 17% Congreso nac 35% 25% 24% Partidos 34% 22% 12% Personas 34% 36% 22% Fuente: Op. Cit. 9. En México los índices del abstencionismo se han incrementado en los últimos procesos electorales federales. En 1997 la cifra fue de 42.3%; en el 2000 se redujo a 36% y en 2003 alcanzo la cifra de 58%. No obstante lo anterior, abstencionismo es un fenómeno multifactorial que afecta tanto a democracias en proceso de consolidación como aquellas de más larga data; de acuerdo a un reciente estudio en América Latina es común que casi un 40% de la población en edad de votar se abstenga de hacerlo en las elecciones (Payne, Zovatto, Carrillo y Allamnd, 2003, p. 65). 10 . De echo puede generar un ciclo de deterioro “…la desilusión ante el desempeño de la clase política sirve como caldo de cultivo de una mayor desconfianza y distanciamiento de la política que reduce aún más la participación y los incentivos para un buen desempeño. El desencanto con los actores e instituciones democráticas puede abrir las puertas del poder para que dirigentes y movimientos gobiernen sin apego a la constitución” (Payne, Zovvato, Carrillo y Allamand, 2003, p. 51). 90 Respecto al congreso mexicano la pobre valoración que los ciudadanos le otorgan resulta preocupante dado el papel relevante que ha tenido en los últimos años en la definición de la política nacional. Es decir, la importancia creciente que ha tenido el congreso en las últimas dos legislaturas no se ha correspondido con una valoración positiva sobre su papel, actividades y desempeño. De acuerdo a un estudio elaborado por el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados de la LIX Legislatura, a pesar de que el 91% de los mexicanos consideran muy o algo importante para el país la existencia de la Cámara para la democracia sólo cinco de cada diez ciudadanos dicen estar interesados en los asuntos que se discuten en ese órgano legislativo. Si bien es cierto que la poca confianza que los ciudadanos le otorgan al congreso mexicano se inscribe dentro de un panorama general de desconfianza hacia la Política y los políticos, el escaso conocimiento sobre sus actividades, así como el pobre desempeño que los ciudadanos perciben de sus tareas legislativas parecen contribuir enormemente a esa imagen negativa que los ciudadanos tienen de él. Por ejemplo, de acuerdo al estudio ya mencionado de la Cámara de Diputados, se señala que más de la mitad de la población (53%) no conoce cuántos diputados integran ese órgano legislativo y el 60% de los mexicanos no sabe cuál es la función de un diputado federal. De igual forma, a diciembre de 2002 el 65% de los ciudadanos no sabía cuanto tiempo duran los diputados en su cargo. Aún más grave es el hecho a pesar de que un 47% de los mexicanos consideran necesarios a los partidos políticos, de acuerdo con la Segunda Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de la Secretaría de Gobernación, Conociendo a los ciudadanos mexicanos 2003, el 93% de los ciudadanos considera que ningún partido político le ha ayudado a mejorar sus condiciones de vida; y lo que es un dato mayor, el 52% de los ciudadanos considera que al elaborar las leyes los diputados toman más en cuenta los intereses de sus partidos, un 13% contesto que el interés particular del legislador; igual porcentaje afirmó que los intereses del presidente de la república y sólo un 14% consideró que los intereses de la población. En síntesis, el Congreso y los partidos que son el cauce natural de representación en las democracias modernas no están cumpliendo su cometido, por lo que en lugar de afianzar sus vínculos y representación con los ciudadanos están justamente logrando lo contrario.11 De ahí que no debería de sorprendernos la poca confianza que los ciudadanos les otorgan ni tampoco en relación al bajo nivel de aprecio de las actividades que realizan.12 11. Desde otra perspectiva de análisis, esta situación podría suponer que los ciudadanos no logren observar una eficacia social de los resultados de la toma de decisiones del congreso, aunque si pudiera serlo desde la visión de los actores (Colomer y Negretto: 2003). 12. En un estudio elaborado por el Centro de Investigación y Docencia Económica sobre el desempeño de la actual Legislatura de la Cámara de Diputados se confirma la baja asistencia a reuniones de comisiones por parte de los legisladores y se subraya que la carga de trabajo legislativo se concentra en un grupo muy pequeño de comisiones por lo que el resto de ellas tiene escasa actividad y su contribución al trabajo legislativo es marginal. www.cide.udu/Reporte%202%20EvaluacionDesempenoLe%5B1%5D.pdf 91 Por otra parte, de acuerdo a esa misma encuesta, el desinterés por la política y los asuntos públicos continúa siendo precario en nuestro país. Un 87% de los mexicanos están poco o nada interesados en la política. El doble de lo que arrojó la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas 2001, en esa ocasión los que manifestaron estar poco o nada interesas en la política fueron (42%). Esta última encuesta también mostró que los mexicanos hablan poco de política (44% dice no hablar de ella) y una mayoría (78%) afirmó no haber leído las noticias políticas durante la semana previa al momento de entrevistarlos. Igualmente, la sociedad mexicana mostró un nivel sumamente alto de desinformación y conocimientos políticos, el 95% manifestó conocer poco o nada sus derechos establecidos en la constitución (Valdés y Flores: 2000, p.23). Lo anterior es grave si como argumenta una publicación reciente del BID “la base de un buen gobierno reside en una ciudadanía bien informada y altamente participativa”.13 En cuanto a la percepción de lo ciudadanos con el ámbito del derecho y respeto a las leyes cabe mencionar que una mayoría relativa (58%) de mexicanos consideran que la corrupción se ha incrementado y un 68% de los ciudadanos señaló que la corrupción es tanto de los políticos como de los ciudadanos, mientras que un 43% cree que ni los gobernantes ni los ciudadanos respetan las leyes (Valdés y Flores: p.26). Si estos datos no son suficientes cabe mencionar que de acuerdo a la Encuesta Conociendo a los ciudadanos mexicanos 2003, el 63% de los mexicanos considera que las leyes en nuestro país se aplican para el beneficio de unos cuantos; mientras que un 40% afirma que en su experiencia las leyes se usan para defender los intereses de la gente con poder y un 14% considera que como pretexto para cometer arbitrariedades. Por lo anterior, podemos decir que existen escasos incentivos institucionales y políticos para el fortalecimiento del Estado de derecho y de una cultura de la legalidad. Interiorizar y afianzar en los ciudadanos y las elites dirigentes comportamientos acordes a los valores democráticos se torna apremiante para no continuar generando condiciones que en combinación con otros elementos generen altos grados de inestabilidad política y social. Por ello, también es apremiante no sólo la construcción de un marco institucional de carácter netamente democrático sino fundamentalmente que éste sea legitimado y aceptado por los actores políticos relevantes; sin estos grandes factores (instituciones, procedimientos y comportamientos) la democracia mexicana distará mucho de madurar y afianzarse en la vida política nacional del país. 13. Payne, Zovatto, Carrillo, Allamand, 2003, p. 51. 92 Conclusiones Los problemas que presenta nuestra incipiente democracia mexicana son compartidos por otras naciones de América Latina generadas que enfrentan los desafío afianzamiento y consolidación de sus regímenes democráticos. En ese sentido, los fenómenos de desafección política, corrupción, desencanto ciudadano con sus gobiernos, problemas de la relación dinero y política, descrédito de partidos y congresos, etcétera son comunes en la mayoría de los países con democracias de larga data como los en ciernes (PNUD, 2004). Obviamente, las democracias en proceso de fortalecimiento presentan con mayor intensidad y frecuencia esos fenómenos (Carrillo: 2001). En México, como ocurrió en otros países de la región, el bono democrático, la luna de miel, del primer gobierno democrático con la ciudadanía no duró mucho tiempo, el desencanto ciudadano y el malestar social no tardaron en expresarse bajo una diversidad de modalidades. Lo anterior en gran medida por el pobre desempeño que a juicio de la sociedad ha mostrado el gobierno de la alternancia; en ese sentido más allá de las expectativas ciudadanas y su correspondencia con el ideal democrático, creemos que han sido las estrategias y las decisiones del ejecutivo federal en turno las que han incidido en el desempeño gubernamental. Esta situación ha sido agravada por la ausencia de instituciones y mecanismos institucionales que, por un lado, posibiliten la cooperación entre los actores e instituciones y en consecuencia la resolución de los problemas in situ que se presentan en el proceso político mexicano; por otro lado, para que restringa posibles márgenes de discrecionalidad por parte de los políticos y gobernantes en la resolución de los problemas. No obstante, en ese desencanto ciudadano también ha contribuido la actuación de las fuerzas políticas con representación parlamentaria como los principales actores políticos. Los comportamientos y actitudes mostradas por el conjunto de actores (sociales y políticos) no han sido el adecuado desde la perspectiva de los ciudadanos para poder destrabar el entuerto en que se encuentra actualmente la democracia mexicana. En ese tenor, si la consolidación de la democracia dependiera del desempeño del gobierno y la evaluación de sus instituciones la democracia mexicana no tendría muchas posibilidades en el corto plazo. La confianza y credibilidad en las instituciones y los políticos es fundamental para la toma de decisiones por lo que de continuar los bajos índices de aprobación y credibilidad que la ciudadanía les otorga no podemos esperar determinaciones en las cuestiones fundamentales (reformas energética, laboral, reforma del estado, etc.) y mucho menos que sean puestas en práctica en el corto y mediano plazo. Un golpe de timón es necesario, tanto en las estrategias como en los comportamientos de los actores, de lo contrario de persistir la falta de confianza en los políticos y en las instituciones el alejamiento de 93 los ciudadanos de la política aumentará y socavará el fortalecimiento de la democracia y en consecuencia su supervivencia. No obstante, a pesar de las insuficiencias institucionales y de desempeño los déficit en las diversas materias y ámbitos señaldos líneas arriba son parte del proceso de reconfiguración y del nuevo equilibrio del poder político en México que auguran un contexto más propicio para su enderezamiento que uno hacia el retroceso. 94 Bibliografía. • • • • • • • • • • • • • • • • • Barumen y Asociados, 2003, “Evaluando al gobierno del cambio: los saldos del segundo año” en Revista Este País, enero # 144. Becerra, Ricardo; Pedro Salazar y José Woldenberg, 2000, La mecánica del cambio político, México, Cal y Arena. 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