Pero además, y en el supuesto de que algún aspirante logre tal hazaña, tendrá que bregar contra la precariedad de recursos en clara desventaja con los partidos con registro que tienen acceso a la publicidad en medios electrónicos y una estructura partidista que será puesta en marcha en las 16 delegaciones. Otro signo de la antidemocracia que envuelve al parto de la nueva Constitución es que el 40 por ciento de los integrantes del Constituyente será designado de forma directa tanto por el Congreso, el presidente de la república y el jefe de Gobierno; 14 de los diputados surgirán del Senado, 14 más de la Cámara de Diputados; seis por decisión del jefe del Ejecutivo y seis más por voluntad del titular del gobierno capitalino. Es fácil comprender que mediante este impositivo sistema de asignaciones directas, partidos como el PRI, que no gozan de las preferencias de la mayoría del electorado en el antiguo Distrito Federal, tendrán un número importante de diputados constituyentes; esto es, decidirán por aquellos a quienes realmente no representan. 54 Pero ni siquiera el restante 60 por ciento compensará en algo la ausencia total de la sociedad civil en el Constituyente pues los electores no votarán por un candidato en particular sino por listas de aspirantes elaboradas de manera unilateral por los partidos. Ante este ultraje a la democracia, la ciudadanía capitalina, altamente politizada y consciente de sus derechos, debe hacer valer sus propuestas desde sus diversas organizaciones sociales, que como la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores son la vía para sumar en este momento histórico, la legítima voluntad de millones de ciudadanos.