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¿Cómo es el infierno según las religiones monoteístas?,
por Rodrigo Marcano Arciniegas
Rodrigo Marcano Arciniegas · Thursday, October 31st, 2013
El infierno es un lugar tan imaginado como complejo. Su función en distintas culturas
de oriente y occidente sigue siendo más o menos la misma desde que fue apareciendo
en cada cultura. Podría decirse que, en la mayoría de los casos, se trata de un espacio
caracterizado por una remarcable plasticidad. Vamos a ver cómo es visto en las tres
grandes religiones monoteístas.
El infierno en el judaísmo. El judaísmo hace su primera mención del infierno en el
libro de Daniel, alrededor del año 200 a.C. y de manera bastante tardía: “(12.8) Y
muchos de ellos que durmieron en el polvo de la tierra se despertarán, algunos a la
vida eterna, otros a la perpetua vergüenza y rebeldía”. Originalmente, el infierno no
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estaba asociado a un lugar de tormentos sino a un lugar real, un valle cercano a
Jerusalén conocido como Gehena. Era un lugar donde se adoraban a los baales locales
con sacrificios humanos. Pero este valle al cual Isaías se refiere como el lugar donde
los hombres que desafiaron a Dios yacen sin que sus gusanos mueran o sin que el
fuego que los quema se apague, sólo llegó a representar un lugar de paso para el alma
que se aparta de Dios, encarnada o desencarnada. Es decir: una metáfora.
Para el judaísmo, el infierno no es únicamente un lugar, sino un estado, un momento
presente de vergüenza y distanciamiento de la divinidad. Por otro lado, también se
considera que es un momento de restauración del alma, donde ésta se purifica para su
ascenso.
El infierno en el Islam. El escritor florentino
Pietro Citati, en su libro La luz de la noche,
hace una parada en el islam para referirnos un
lado de esa religión que no estamos
acostumbrados a ver en las noticias y que,
dentro de ella misma, parece estar reservado
para unos pocos. En el relato de Citati no se
refieren las formas de lo infernal, pero hace un
importante reflexión sobre las condiciones
para ir al infierno: a Alá no le importa tanto la
inclinación hacia la bondad y las buenas
acciones como la piedad y el temor.
Parafraseando a Citati, no es el hombre bueno
el que es salvado por Alá, sino el temeroso, así
sea un pecador, que tema y se conduela de sí
mismo ante la mirada inquisidora de Alá que lo
observa constantemente. De ahí que el infierno
del islam no reciba las almas de los pecadores,
sino de infieles: 15. Sura de Al-Hiyr 43,44: Y en verdad, Yahannam en vuestra cita
común / Tiene siete puertas y a cada puerta le corresponde una parte, ya designada,
de ellos.
El lugar de los infieles, ese infierno llamado Yahannam, es un lugar situado
directamente debajo del paraíso (llamado El Jardín), compuesto por siete categorías
que agrupan siete tipos distintos de transgresores. En él podemos encontrar
tormentos como el árbol de Zaqqum, que es descrito en la Sura de los que se ponen en
filas de la siguiente manera: “¿Qué es mejor hospedaje, esto o el árbol de Zaqqum? /
Lo hemos hecho como castigo para los injustos./ Es un árbol que sale de la raíz misma
de Yahim,/ cuyos brotes parecen cabezas de demonios./ De él comerán y se llenarán el
estómago”. Dichos frutos son descritos en la Sura del Humo como frutos ardientes que
se derretirán en el estómago “cómo metal fundido”. Por otro lado, el Yahannam es un
sitio de tormentos donde no falta el fuego. La Sura de la Vaca se establece que el
combustible de ese fuego son los mismos condenados y, en la Sura de la Soberanía,
que este tormento estará acompañado de “un horrible rebuzno”. Como la mayoría de
los infiernos, hay un espacio para las almas menos afortunadas por transgredir las
leyes más amadas por su dios. En el caso del Islam, quienes reciben un castigo
especial son los hipócritas, que están condenados arder debajo de todos los demás
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infieles.
El infierno en el Cristianismo,
según Dante. Dante le dio al infierno
cristiano una belleza arquitectónica tan
detallada que pocas veces se elogian
las otras partes de su Commedia. El
poeta florentino nos describe una
estructura subterránea de nueve
círculos concéntricos, cada uno más
chico que el anterior. Aquí, poco
importa la piedad. La condena
dependerá del tipo de pecado que haya
cometido la persona en vida. Cabe
destacar que el juicio divino no recae
por una suma de buenas acciones
frente a las malas ni las condenas son
exclusivas de las malas personas. Sólo
basta cometer un sólo pecado que sea
definitorio en vida (lo suficiente para
no poder arrepentirse) para definir el
castigo eterno que va a sufrir.
Según los diseños de Dante, podemos considerar que según avanzamos en el viaje
hacia la centro de la tierra, es decir, lo más profundo del infierno, tanto el pecado
como el castigo es más severo pues ofende más a Dios. Comenzando por los lujuriosos
(con quienes Dante tiene una simpatía constante en todo su poema) que están
condenados a flotar con sus parejas en formas espectrales sin poderse unir jamás, y
terminando en los traidores. Estos últimos están en una zona del infierno donde no
hay más llamas abrazadoras ni enrevesados senderos de roca negra, sino un escenario
de hielo eterno donde esperan el juicio final. Los traidores están divididos en cuatro
partes: quienes traicionaron a sus familiares, quienes traicionaron a su patria, quienes
traicionaron a sus huéspedes y los peores de toda la creación, según Dante, quienes
traicionaron a sus benefactores. Entre estos se encuentran Judas, por vender a Jesús
por unas monedas de plata, y Cassio y Bruto por apuñalar al César. Todos son
devorados, digeridos y excretados constantemente por Lucifer, que se funde en el
escenario pues, aunque podría ser un condenado, tiene la labor de castigar estas
almas y de mantener el hielo congelado con su aleteo.
Aunque la visión de Dante es mayormente poética y no teológica, sus versos han
servido ilustrar el lugar de castigo eterno para muchas generaciones de cristianos
hasta…
El infierno en el cristianismo, según Benedicto XVI. En el 2008, el antiguo papa
Benedicto XVI se dio a la tarea de reestructurar veintiún siglos de imaginario
religioso. En 20minutos.es se encuentran los detalles de la ambiciosa
reestructuración: entre las grandes reformas de infraestructura, su santidad eliminó el
purgatorio como un espacio físico, haciéndolo “parte de la experiencia interior del
hombre en su camino a la santidad, un fuego interior que purifica el alma del pecado”.
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Benedicto XVI se basó en las experiencias místicas de Catalina de Génova, quien
nunca se refirió a un sitio con las características del purgatorio o de lo que pudiera
pasar ahí.
Mientras el purgatorio tomó
características más oníricas, el infierno se
convirtió en un sitio un poco más palpable
y quizás más grande, debido a que fue
eliminada toda la zona del limbo (donde
Dante había puesto a los poetas de la
antigüedad). Este lugar que fue
mencionado por primera vez por San
Agustín y ha sido un espacio necesario y
muy popular en la Edad Media, pues da
cobijo a los justos nacidos antes de la
Crucifixión de Jesús y los niños que murieron sin recibir las aguas bautismales que los
limpian del pecado original. Este lugar “sin tormento pero alejado de Dios” servía de
alternativa a estas almas que ahora no se entiende dónde residirán.
Benedicto XVI restableció con sus declaraciones la institución de castigo eterno del
infierno, que había sido en mayor medida dejada de lado por su antecesor, Juan Pablo
II, quien consideraba que el infierno fuera un estado del espíritu y que las imágenes
de éste eran parte de una rica simbología que debía ser cuidadosamente interpretada.
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on Thursday, October 31st, 2013 at 11:00 am and is filed under Actualidad
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