“La discapacidad intelectual está caracterizada por limitaciones significativas tanto en el funcionamiento intelectual como en la conducta adaptativa, expresada en habilidades adaptativas conceptuales, sociales y prácticas. Esta discapacidad se manifiesta durante el periodo de desarrollo, antes de los 18 años (Luckasson y Cols.2002). Para aclarar este concepto diremos que la inteligencia refleja nuestra capacidad mental general y en consecuencia nos permite razonar, planificar, solucionar problemas, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, tener habilidades creativas, aprender con rapidez y aprender de la experiencia; asimismo, nos permite comprender nuestro entorno de manera amplia y profunda. La conducta adaptativa se refiere al conjunto de habilidades conceptuales, sociales y prácticas aprendidas por las personas para desenvolverse adecuadamente en la vida cotidiana y engloban aspectos personales, escolares, laborales, comunitarios, de ocio, espirituales, entre otros. La definición de la AAMR, en lo que a educación se refiere, tiene un especial interés desde la perspectiva del cambio de paradigma (Verdugo, 2003) que se produjo en 1992 y que marcó una reacción al reduccionismo que suponía la excesiva confianza en los tests dirigidos al diagnóstico del CI. Ello implica poner el énfasis en las necesidades educativas más que en el déficit, e incidir en la determinación de necesidades, de recursos y ayudas que se deben proporcionar a partir de las limitaciones existentes (tanto intelectuales como de conducta adaptativa). Desde esos parámetros, la definición propuesta se aplica bajo unas premisas esenciales en la que hay que tener en cuenta que: 1. Las limitaciones en el funcionamiento, que presenta la persona con discapacidad intelectual, deben considerarse teniendo en cuenta el contexto o ambiente en que se desenvuelven las personas de igual edad y cultura. 2. La evaluación para ser válida debe tener en cuenta la diversidad cultural y lingüística, así como las diferencias en las áreas de lenguaje, perceptual, psicomotora y de conducta de la persona con discapacidad. 3. En una persona con discapacidad intelectual, generalmente las limitaciones coexisten con capacidades o habilidades adquiridas. 4. El objetivo de descubrir las limitaciones es conocer e identificar las NEE de la persona con discapacidad. 5. Si a la persona con discapacidad intelectual se le ofrecen los apoyos apropiados, de manera personalizada y durante el tiempo que lo requiera, el funcionamiento de esta persona mejorará significativamente. El referido cambio de paradigma supone un planteamiento multidimensional que implica un giro determinante en el proceso de evaluación, dirigido a la búsqueda de información sobre necesidades individuales en distintas dimensiones que luego han de relacionarse con los niveles de apoyo apropiados y el tipo de respuesta educativa que se le brinde desde el ámbito escolar, familiar y social; se trata de unificar la evaluación y la intervención, teniendo en cuenta aspectos personales y ambientales (hogar, colegio, entorno comunitario, futuro laboral, etc.) que pueden variar a lo largo del tiempo. Los aspectos antes mencionados estarían relacionados, siguiendo la definición de la AAMR de 2002, con las siguientes dimensiones: Dimensión I: Habilidades Intelectuales Dimensión II: Conducta Adaptativa (conceptual, social y práctica) Dimensión III: Participación, interacciones y roles sociales Dimensión IV: Salud (salud física, salud mental, etiología) Dimensión V: Contexto (ambiente y cultura) 09