GRADO EN EDUCACIÓN PRIMARIA INTELIGENCIA EMOCIONAL

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Inteligencia emocional
GRADO EN EDUCACIÓN PRIMARIA
CENTRO DE PROFESORADO SAGRADA FAMILIA
ADSCRITO A LA UNIVERSIDAD DE JAÉN
CURSO 2013-2014
INTELIGENCIA EMOCIONAL
Revisión bibliográfica
Alumno: Emilia Pérez Muñoz
Profesor: María Luisa Vázquez Pérez
Fecha: ÚBEDA 16/5/2014
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Inteligencia emocional
INDICE
1. Índice de siglas
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2. Resumen de la revisión
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3. Justificación de la revisión
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4. Informe de la revisión crítica
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5. Bibliografía
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Inteligencia emocional
1. ÍNDICE DE SIGLAS
IE: Inteligencia emocional. Capacidad de controlar y regular los sentimientos
de uno mismo y de los demás utilizándolos como una guía de pensamiento y
acción.
CI: Coeficiente intelectual. Es un número que resulta de la realización de una
evaluación estandarizada que permite medir las habilidades cognitivas de
una persona
en
relación
con
su
grupo
de
edad
MSCEIT: Test de inteligencia emocional de Mayer y Salovey. Se trata de una
escala de rendimiento, es decir, mide cómo de bien rinden las personas en las
tareas y resuelven problemas emocionales en lugar de limitarse a preguntar.
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Inteligencia emocional
2. RESUMEN DE LA REVISIÓN
A lo largo de los años se ha ido cambiando el valor atribuido a la inteligencia y
a las emociones. Inicialmente, la escuela se centraba en los aspectos más
cognitivos, dejando a un lado la formación integral de la persona y el desarrollo
de los aspectos emocionales. Poco a poco la sociedad va cambiando y la
escuela va cambiando para adaptarse a ella. Modelos como el del CI ahora se
quedan incompletos y surge así uno nuevo llamado inteligencia emocional, es
decir, la capacidad de controlar y regular los sentimientos de uno mismo y de
los demás utilizándolos como una guía de pensamiento y acción. Numerosas
investigaciones demuestran las numerosas ventajas que tiene la formación en
las emociones, en esta investigación, nos hemos centrado en hacer un estudio
sobre la relación que tiene la inteligencia emocional con el rendimiento
académico, la aparición de conductas disruptivas en la escuela, las relaciones
sociales en el ámbito académico, su influencia en los niveles de ajuste
psicológico, en la salud y la relación que tiene este tipo de inteligencia en el
mundo laboral y que variaciones presenta con respecto al tipo de género.
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Inteligencia emocional
3. JUSTIFICACIÓN DE LA REVISIÓN
Las razones que me han conducido a elaborar una revisión bibliográfica sobre
la inteligencia emocional es la necesidad de resaltar la importancia que tiene en
la actualidad la educación de las emociones, puesto que nos encontramos en
una situación de crisis de valores en la que la escuela juega un papel
fundamental para poder cambiar esto, al ofrecer una formación desde
pequeños a los que serán el futuro de la sociedad.
Para resaltar esta importancia he decidido analizar desde el momento en
el que surgió este concepto, las causas que llevaron a que apareciera y cómo
ha ido modificando hasta llegar hasta nuestros días. Al ser una corriente tan
importante, habrá muchos que la defiendan y otros que se opongan, por ello,
otro factor a analizar será el contraste de opiniones sobre este fenómeno para
poder documentarme y poder establecer una opinión objetiva y sostenible que
me servirá para hacer una crítica y un análisis sobre la inteligencia emocional.
Como maestra, considero que es necesario saber todo esto para realizar
mi trabajo como docente de la mejor manera que pueda existir, formando
personas que sean capaces de manejar sus propias emociones y reconocer la
de los demás, educando a los niños para que aprendan a ser felices y fuertes,
sabiendo resolver sus problemas sin frustrarse.
Por último, considero que este trabajo es útil para conocer otro tipo de
enseñanza que ha surgido recientemente pero a la vez muy eficaz como se ha
demostrado en diversos estudios, para poder aprender qué es, y conocer su
camino hasta lo que hoy conocemos como inteligencia emocional. Pero este
trabajo no solo es útil como valor teórico, sino que también contiene
implicaciones prácticas que nos harán reflexionar sobre la importancia de las
emociones y poder aplicar actividades en nuestra aula, puesto que es un tema
de gran relevancia social.
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Inteligencia emocional
4. INFORME DE LA REVISIÓN CRÍTICA
La literatura sobre inteligencia emocional nos ofrece un abanico de visiones en
las que la mayoría confluyen en una visión positiva sobre la enseñanza de este
tipo de emociones. Un pensamiento basado no solo en creencias, sino en
experiencias y estudios experimentales que a través de este informe se irá
reflejando.
A lo largo de la historia y del tiempo se ha ido cambiando el valor
atribuido a la inteligencia y a las emociones. Durante mucho tiempo la escuela
se ha centrado en los aspectos más cognitivos priorizando el aprendizaje
científico, dejando a un lado la formación integral de la persona y el desarrollo
de los aspectos emocionales (Elías et al., 1997; Greenberg et al., 2003).
En 1920, Thorndike va a introducir el concepto de inteligencia social, claro
antecedente de la IE (a partir de aquí utilizaré IE para referirme a la inteligencia
emocional). Así, según este autor, la inteligencia social es la habilidad para
percibir adecuadamente los estados internos, motivos y conductas tanto en uno
mismo como en los otros, actuando a partir de dicha información (Thorndike,
1920). En la misma línea, Howard Gardner (1983) publicó su teoría sobre las
inteligencias múltiples como explicación complementaria al papel del CI en el
éxito individual. Influidos por autores como los anteriores, Salovey y Mayer
(1990) definieron la IE como “la capacidad de controlar y regular los
sentimientos de uno mismo y de los demás utilizándolos como una guía de
pensamiento y acción”
Aunque este planteamiento se hace mayormente conocido gracias a Goleman
y su libro Emotional Intelligence” en el cual popularizó los aspectos académicos
de Salovey y Mayer así como de Gardner, contribuyendo a su difusión.
Describe la IE como la capacidad de gestionar las emociones propias y
utilizarlas para el caso de las empresas en función de un mejor desempeño y
rendimiento efectivo en el puesto de trabajo. (Goleman 1995). Años más tarde,
se establece una definición de inteligencia emocional integrando todas las
demás aportaciones. La habilidad de las personas para percibir (en uno mismo
y en los demás) y expresar las emociones de forma apropiada, la capacidad de
usar dicha información emocional para facilitar el pensamiento, de comprender
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Inteligencia emocional
y razonar sobre las emociones y de regular las emociones en uno mismo y en
los demás. (Mayer y Salovey, 1997)
A principios del siglo XX, Binet en 1905, desarrolló el primer test de inteligencia
cuya finalidad era la de predecir qué alumnos de las escuelas de primaria de
París tendrían éxito en sus estudios y cuáles fracasarían, se han ido aportando
nuevas teorías y concepciones sobre los tipos de inteligencia, aunque aún en la
actualidad no se haya podido establecer ninguna definitiva. Haciendo un inciso,
considero conveniente destacar la curiosidad de que Binet sea más famoso en
nuestra sociedad por inventar el concepto de CI que por sus intentos casi
desesperados por diseñar programas educativos, para diríamos hoy, integrar a
los niños con dificultades intelectuales y del aprendizaje.
Motivos para el cambio sobre la consideración de la enseñanza de una
inteligencia basada en las emociones
El coeficiente intelectual fue el predictor más ampliamente aceptado del
desempeño académico y de éxito en el trabajo (Cherniss, 2004). La concepción
tradicional sobre la educación giraba en torno al CI. Nuestra sociedad y en
concreto, la escuela han priorizado los aspectos intelectuales y académicos de
los alumnos convencido que los aspectos emocionales y sociales pertenecen al
ámbito privado y, en este sentido, cada individuo es responsable de su
desarrollo personal. (Evans, 2002; Fernández-Berrocal y Ramos, 2002). No
obstante, se ha ido demostrando como niños con un CI alto, no destacaban
en su futuro laboral y no alcanzaban la felicidad, mientras que otros que se
interesaban más por las relaciones con los demás aunque no tuvieran un nivel
alto de coeficiente han sabido aprovechar esas otras habilidades que en la
escuela no se le valoraban pero la vida sí se las ha reconocido convirtiéndolos
en abogados ganadores de varios casos
o profesores brillantes. Como ya
destacaba Goleman, las habilidades cognitivas no representan la totalidad de
competencias que un individuo debe desarrollar para garantizar un desempeño
superior en sus actividades (Goleman: 1995). Sin embargo, esto no significa
que coeficiente intelectual y emociones estén en contraposición. Está
suficientemente
demostrado
que
poseer
una
inteligencia
emocional
desarrollada es tan importante como un nivel intelectual elevado para tener
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Inteligencia emocional
éxito en la vida. (Andrade et al, 1999).
De acuerdo con Flynn, que ha estudiado el desarrollo histórico de la
medición de la capacidad intelectual a través de test de inteligencia, el
coeficiente intelectual ha aumentado 20 puntos desde que fue medido por
primera vez a principios de siglo. Las causas de este fenómeno, conocido
como el “efecto Flynn” no están claras, sin embargo, este aumento del CI no va
parejo con el incremento de la inteligencia emocional, más bien, parece ser que
mientras que el CI de la población aumenta, la inteligencia emocional colectiva
decrece.
El sistema educativo va cambiando adaptándose a las necesidades que
demanda la sociedad, y actualmente nos encontramos en una crisis de valores
que demanda una educación integral de los niños para formar personas
competentes tanto en lo académico como en lo personal, que sepan afrontar la
vida con optimismo, con capacidad de resolver los problemas de una manera
eficaz y tengan éxito en su vida. Para ello, es necesario educar en las
emociones, es decir, trabajar la inteligencia emocional, que es la habilidad para
atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, la capacidad
para asimilarlos y comprenderlos de manera adecuada y la destreza para
regular y modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás. (Mayer y
Salovey). Investigaciones han demostrado que la IE puede aportar mejoras en
el ámbito socioescolar del alumnado, donde se refleja un aumento en el
rendimiento académico, así como la erradicación y prevención de conductas
disruptivas en el aula, estrés y ansiedad, optimismo y madurez vocacional,
entre otras. (Pena y Repetto, 2008). Es por ello, la necesidad de implantar en el
sistema educativo programas que trabajen la educación emocional con el fin de
todos los miembros implicados en este sistema tengan las habilidades
emocionales necesarias para poder enfrentarse a las situaciones de conflicto
de manera asertiva. (Fernández-Berrocal y Ruíz, 2008). Catret (2002), defiende
la enseñanza de las emociones en la escuela, afirmando que: La afectividad es
y será una asignatura muy importante y pendiente en la educación y en la
formación de los niños tanto en la familia como en la escuela, por eso la tienen
que trabajar tanto los profesores como los padres. Las causas pueden ser la
ausencia de habilidades sociales en los padres o la falta de formación o aptitud
para forjar y modelar esta faceta, que llega a ser más importante para el futuro
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Inteligencia emocional
de los más pequeños. Esta situación ha despertado el interés de no sólo de
educadores y padres, sino también de organizaciones como la Organización de
las Naciones Unidas, la cual establece un nuevo objetivo de la educación. “el
pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a
los derechos humanos y a las libertades fundamentales”.
Contexto actual general del concepto sobre la IE
Hasta ahora nos hemos estado centrando en un enfoque teórico pero, ¿cómo
llevarlo a cabo en la práctica? Aunque son cada vez más numerosas las
propuestas de programas de educación emocional en educación infantil,
primaria y secundaria (Repetto et al., 2007), sin embargo se aprecia un déficit
en cuanto a la validación de los mismos, siendo difícil encontrar estudios
publicados sobre su evaluación y eficacia (Guil y Gil-Olarte, 2007; Muñoz de
Morales y Bisquerra, 2006; Lozano et al., 2007). Un paso previo en la
aplicación de programas educativos en la escuela para el desarrollo de la IE
consiste en la necesidad de formar a los profesores que van a impartirlos
(Bisquerra, 2005; Obiols, 2005; Brackett et al., 2006), pues los datos indican
que los docentes están muy sensibilizados ante la necesidad de incluir la
educación emocional en las aulas pero que no han recibido la formación
necesaria para llevarla a cabo con éxito (Abarca et al., 2002; Hué, 2007)
Elías afirma que padres y educadores coinciden en que desean el éxito de sus
hijos y sus alumnos en la vida cotidiana. Sin embargo, en la práctica real se
preocupan más por los conocimientos técnicos, mientras que lo emocional lo
incluyen en pocas ocasiones en alguna actividad, sin darse cuenta de lo
relacionada que se encuentra la IE y el rendimiento académico. Los alumnos
que se sienten ansiosos, enfurecidos o deprimidos no aprenden; la gente que
se ve atrapada en esos estados de ánimo no asimila la información de manera
eficaz ni la maneja bien (Casas, 2003). Todo esto deriva en un fracaso escolar,
por eso, hablando en un campo preventivo e incluso desde un punto de vista
tradicional, si trabajamos las habilidades sociales conseguiremos más
rendimiento y mejores resultados.
La Orientación Educativa en España concede un papel relevante a la formación
en competencias socio-emocionales de los alumnos. (Bisquerra, 2002;
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Bisquerra y Pérez, 2007; Respetto, 2003), poniendo acento en la necesidad de
diseñar, aplicar y evaluar programas de intervención sobre las habilidades y/o
competencias de la IE (Álvarez, 2001; Bisquerra, 2004) consciente de que el
aprendizaje de estas competencias no depende tanto de la instrucción verbal
como de la práctica y el entrenamiento (Fernández- Berrocal y Extremera,
2002). Por eso, tenemos que tener en cuenta que las habilidades sociales son
educables, se pueden entrenar y modificar, ya
que se encuentran
influenciadas por el contexto y por las personas que las rodean, de ahí que los
padres, profesores y grupo de iguales tenga tanta importancia para su correcto
desarrollo, puesto que los niños a la vez que aprenden modelos y habilidades,
pueden poner en práctica lo que ellos saben y todo lo aprendido, y
dependiendo de las consecuencias que estas acciones tengan, lo modificarán o
lo interiorizarán. No sólo por esto, también ofrecen comprensión, sentimiento
de pertenencia a un grupo, algo que será muy importante para la formación del
autoconcepto y la autoestima.
Es importante añadir que existen personas excepcionales que ya nacen con
unas habilidades adecuadas en las que pueden desenvolverse bien en su
entorno, esas personas son denominadas por Goleman (1995) como “Brillantez
Emocional”, pero aunque sean brillantes, es importante también su atención
como a todos e intentar mantener esas habilidades y las potencie al máximo,
aprendiendo más. Pero esa atención para que sea la mejor, será
individualizada a cada uno de los niños, tanto si son brillantes como si no,
puesto que no todos evolucionan de la misma manera y al mismo ritmo, por
eso, aunque enseñemos cosas a nivel de grupo, tendremos que intentar educar
esas habilidades en función de lo que cada uno necesite.
Como hemos visto, es viable enseñar estas habilidades para ayudar a
los niños para tener un mejor desarrollo de la inteligencia emocional y por tanto
éxito en la vida. Pero esto nos lleva a la siguiente pregunta, ¿hasta qué punto y
cómo es posible enseñar las capacidades emocionales? Para responderla,
diversos estudios experimentales, que nos ofrecen información para poder
contestarnos a la pregunta anterior.
Es importante en este sentido señalar una apreciación que hacen Cooper y
Sawaf (1998) en su estudio y que no necesariamente va en la misma vía de lo
planteado por autores como Goleman (1995), quien menciona que no existe
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Inteligencia emocional
una relación directa entre las habilidades cognitivas y las emocionales. Sin
embargo Prieto et al. muestran, según los resultados obtenidos en su estudio,
que las personas que ellos catalogan como superdotadas de altas habilidades,
manifiestan mayores formas de gestión de sus propios conocimientos, en
contradicción con los autores que no reconocen esta relación; este aspecto
podría traer de manera inicial una consideración relacionada con las personas
objeto de estudio que en comparación con los anteriores investigaciones, en el
presente
caso
fueron
estudiantes
y
no
personas
profesionales
con
características biográficas diferentes, que pueden marcar la distancia entre los
resultados obtenidos.
Recientemente, la literatura ha mostrado que las carencias en las
habilidades relacionadas con la IE afecta al comportamiento de los estudiantes,
es decir, que bajos niveles de IE están asociados a problemas (Extremera y
Fernández-Berrocal, 2004), tales como: la aparición de comportamientos
disruptivos, consumo de sustancias adictivas, déficit en los niveles de bienestar
y ajuste psicológico, y por último en el descenso en el rendimiento académico.
Inteligencia emocional y rendimiento académico
Entre los problemas sociales que más preocupan actualmente en nuestra
sociedad, se encuentra el bajo rendimiento obtenido por los estudiantes
españoles los últimos años, así como el progresivo incremento del absentismo
y fracaso escolar existente en los centros educativos.
Diversos trabajos de investigación han estudiado la relación existente entre la
inteligencia emocional y el rendimiento académico, y los resultados han sido
muy variados y opuestos. Aunque la mayoría como el de Schutte et al. (1998),
Petrides et al. (2004) Chon et al. (2004) entre otros, han encontrado una
relación entre IE y rendimiento, otros estudios como los de Chico (1999)
Barchard (2003), entre otros, no han encontrado ninguna razón por la que la IE
pudiera estar relacionada con el éxito académico en estudiantes.
En general, los que tienen mayores habilidades emocionales suelen lograr un
mejor rendimiento académico que los que poseen menos habilidades
emocionales (Pérez y Castejón, 2006). La IE podría actuar como un moderador
de los efectos de las habilidades cognitivas sobre el rendimiento académico
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Inteligencia emocional
(Extremera y Fernández-Berrocal, 2001; Gil Brackett et al. 2006; Furnham et
al., 2004). Las personas con escasas habilidades emocionales es probable que
experimenten estrés y dificultades emocionales durante sus estudios y, en
consecuencia, se beneficiarán más del uso de habilidades adaptativas que les
permitan afrontar tales dificultades.
Extremera y Fernández-Berrocal (2003). Han examinado el factor explicativo
del rendimiento escolar, no como una relación directa entre IE y logro
académico, sino analizando el efecto mediador que una buena salud mental
ejerce sobre el rendimiento medio escolar de los estudiantes. (Extremera y
Fernández-Berrocal, 2001). Los resultados mostraron nuevamente que altos
niveles de IE predecían un mejor bienestar psicológico y emocional. Además,
se observó que aquellos alumnos clasificados como depresivos presentaban un
rendimiento académico peor que los alumnos clasificados como normales al
finalizar el trimestre. En general, los resultados de este estudio, permitieron
vislumbrar ciertos componentes no académicos que inciden en el rendimiento
escolar del alumno. EL estudio puso de relieve conexiones entre rendimiento
escolar e IE. Concretamente, la inteligencia emocional intrapersonal, es decir,
el metaconocimiento para atender a nuestros estados afectivos, experimentar
con claridad los sentimientos propios y poder reparar los estados emocionales
negativos, influía decisivamente sobre la salud mental de los estudiantes y este
equilibrio psicológico, a su vez, está relacionado y afecta al rendimiento
académico final, como ya han demostrados estudios previos (Chen et al., 1995;
Haynes et al., 1996). Años después, Maestre et al. (2006) volvieron a relacionar
rendimiento académico con motivación estableciendo conclusiones similares al
anterior. Establecieron que uno de los componentes fundamentales de la
inteligencia emocional es la capacidad de motivarse a sí mismo, que tiene una
influencia sobre el rendimiento, resaltando la influencia que tiene el establecer
diferentes tipos de metas académicas.
Otro de los aspectos relacionados con el rendimiento es la afectividad que cada
alumno le pone a algunas materias académicas, algo que evidencia la relación
entre IE y personalidad. Hay pocos estudios que muestren esto, como por
ejemplo el de Petrides et al. (2004) que mostraron la que la inteligencia
emocional estaba diferencialmente implicada en la ejecución académica a
través diferentes materias. En diversos estudios queda patente la existencia de
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Inteligencia emocional
la fuerte relación entre variables meta cognitivas como son, la auto-eficacia, la
autorregulación, competencia, control, etc. con el rendimiento académico.
(Vallés y Vallés, 200) Aunque el estudio de Austin et al. refleja el factor
responsabilidad como el más influente y predictivo en el rendimiento.
Las investigaciones recientes han estudiado el papel de la IE como factor
protector de áreas tan importantes como la salud mental y el rendimiento
académico. Los resultados han mostrado que las carencias en las habilidades
emocionales afectan a los estudiantes dentro y fuera del contexto escolar.
(Brackett et al., 2001; Extremera y Fernández-Berrocal, 2003; Mestre y
Fernández-Berrocal, 2007; Trinidad y Johnson, 2002).
Inteligencia emocional y la salud
Investigaciones sobre la IE relacionadas con la salud,
han mostrado
interesantes relaciones con respecto a medidas de bienestar como la
depresión, la ansiedad, la salud física y mental. Andrés, 2009 demostró que la
regulación emocional es en los niños un componente importante asociado a la
salud mental. Los hallazgos de investigación han aportado evidencia respecto a
la presencia de cambios fisiológicos asociados al uso de uno u otro tipo de
estrategias de regulación emocional (Gross, 1998), aunque no explican
suficientemente si su frecuencia de uso tiene un efecto acumulativo en la
adaptación y específicamente cómo repercutiría esto en el bienestar
psicológico del individuo (Gross y John, 2003). Pero en este apartado nos
centraremos en la salud física.
El efecto positivo del ejercicio físico sobre los procesos cognitivos se ha ido
demostrando en todos los estudios. Por ejemplo, Ciarrochi et al. (2002)
encontraron que la inteligencia emocional tenía un papel moderador en la
relación estrés- salud psicológica, de tal manera que los sujetos con elevada IE
están en mejor predisposición para afrontar las demandas ambientales que
aquellos sujetos que puntúan bajo en esta variable. Así, Salovey et al. 2002
corrobora esto al demostrar que las personas con más inteligencia en las
emociones informan de menos
síntomas físicos y depresivos y mayores
niveles de ansiedad que los individuos que carecen de ésta. Una investigación
realizada por Gohm, 2003 intenta llegar más allá de los resultados
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Inteligencia emocional
estableciendo su propia hipótesis al afirmar que las personas que atienden
poco a sus emociones, no consideran relevantes sus estados afectivos y no
utilizan esa información para llevar a cabo estrategias efectivas para solucionar
sus problemas. Otro estudio relacionado con este ámbito sería el realizado por
Extremera y Fernández- Berrocal (2006) que analizaron la relación entre
inteligencia emocional, sintomatología ansiosa y depresiva y el estado de salud
físico, social y mental. Los resultados encontrados indicaron que personas con
menor inteligencia emocional en la que necesitaban atención se relacionaba
positivamente con mayor sintomatología ansiosa y depresiva, funcionamiento
social y salud mental. Por el contrario, altas puntuaciones en inteligencia
emocional se relacionaron con menores niveles de ansiedad y depresión y
mejor rol y percepción de la salud y funcionamiento social Por tanto, se
confirma la capacidad predictiva de la IE sobre áreas relacionadas con la salud.
Diversos resultados muestran que la IE se relaciona con la mortalidad y con
una mejor recuperación funcional tras un evento médico agudo. Un estudio
realizado por Baena et al. (1998) sobre la relación del dolor con la inteligencia
emocional intenta matizar esto. Explicaron cómo cuando la persona se somete
a una operación quirúrgica, se constituye una situación de estrés para la
persona implicada que ha de hacer algo para afrontarlo. En este afrontamiento
es donde juega un papel fundamental la IE, es un factor decisivo en el ajuste al
estrés provocado por el acto quirúrgico en este caso. Además de poder reducir
la estancia hospitalaria y el consumo de analgésicos en el postoperatorio. Así
pues, este estudio abre una puerta para la implantación de programas
preoperatorios de inteligencia emocional, de fácil aceptación y bajo coste,
podrían ser de utilidad en la prevención y tratamiento del dolor. Siguiendo en
esta línea, otro estudio similar al anterior obtuvo conclusiones que coinciden
con éste último. Carranque et al. (2004) hallaron que los pacientes que
presentaron niveles más altos de IE evaluaron su dolor postoperatorio como
menos intenso. Otro estudio parecido realizado
puso de manifiesto la
presencia de menos dolor postoperatorio en aquellos pacientes con mayor
capacidad para la comprensión y reparación de sus emociones (Extremera y
Fernández Berrocal, 2002; Fernández Berrocal et al., 2000; Salovey, 2001)
siendo estas capacidades decisivas para el ajuste al estrés provocado por el
acto quirúrgico. Sin embargo, una investigación realizada por González et al.
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Inteligencia emocional
(2007) coincide con las investigaciones anteriores, sin embargo, pone como eje
central de la investigación, la personalidad de los participantes, y comprobaron,
al contrario de sus expectativas, cómo la presencia de distintos perfiles de
personalidad no parece influir en las estrategias de afrontamiento utilizadas ni
en la intensidad de dolor percibida.
Estudios realizados en otros contextos que favorecen la salud física, como es
el mundo del deporte, mostraron que la IE se asocia positivamente con el
bienestar (Extremera y Fernández-Berrocal, 2002). Según esto, un deportista
que cree percibir, comprender y regular sus estados emocionales, tendrá
mayores niveles de autoestima general y de emociones positivas durante la
práctica deportiva. Por otro lado, es curioso destacar al hablar del deporte, los
alumnos que practican deportes colectivos, tienen mayores niveles de IE que
los alumnos que sólo realizan educación física en el colegio tras una cierta
familiarización con el instrumento de medida de la IE en deporte percibida.
(Benito, 2011). Si nos remontamos a investigaciones años atrás, podemos
encontrar similitudes con matices que hemos visto en estudios recientes, Hanin
y Sirja (1995) encontraron una relación entre el éxito deportivo y las emociones,
dónde cada atleta reacciona de una forma diferente ante el estrés de
competencia, requiriendo de cierto grado de emociones negativas o positivas
para que le den un punto óptimo de desempeño en situaciones de juego.
Inteligencia emocional y relaciones sociales en el ámbito educativo.
Uno de los objetivos más importantes de cualquier persona es mantener las
mejores relaciones posibles con las personas que nos rodean. EL modelo de IE
de Mayer y Salovely (1997) propone un marco adecuado para investigar la
adaptación social y emocional, ya que va a desarrollar un papel importante en
el establecimiento, mantenimiento y calidad de las relaciones interpersonales.
Las personas emocionalmente inteligentes no sólo serán más hábiles a la hora
de percibir, comprender y regular sus propias emociones, sino que también
serán más capaces de poner en práctica estas habilidades con los demás.
Algunos estudios realizados han encontrado datos empíricos que apoyan la
relación entre la IE y unas adecuadas relaciones interpersonales (Brackett et
al., 2006; Extremera y Fernández- Berrocal, 2004; Salovey et al., 2005).
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Inteligencia emocional
En otros estudios realizados también en Estados Unidos, pero utilizando
medidas de habilidad (MSCEIT), Salovey et al. (2005) se hallaron evidencias
sobre la relación entre IE y la calidad de las relaciones sociales Los estudiantes
que puntuaron alto en IE mostraban mayor satisfacción en las relaciones con
sus amigos e interacciones más positivas, percibían un apoyo parental e
informaban de menos conflictos con sus amigos más cercanos, incluso cuando
se controlaban variables de personalidad e inteligencia.
(Mestre et al., 2005), realizaron un estudio en el que comprobaron que la IE no
muestra relaciones significativas respecto al número de veces que un alumno
es elegido como preferido por
sus compañeros, ni tampoco con la
autovaloración sobre el funcionamiento personal y social dentro del aula;
asimismo, Mestre, Guil y Gil-Olarte (2004) hallaron que a pesar de que la
variable número de veces que es elegido como preferido/a se relacionó con
todas las medidas del MSCEIT( Test de inteligencia emocional de Mayer y
Salovey) salvo percibir emociones, sin embargo en el análisis de regresión sólo
la rama manejo de emociones mostró cierto grado de predicción, por lo que se
deduce que la IE no parece predecir una mejor aceptación social o valoración
personal de los alumnos; la explicación la encontramos en Mestre et al. (2005)
quienes afirman que la IE no predice el ajuste personal debido a que se utilizan
medidas subjetivas en vez de hacerlo con criterios objetivos, como el
rendimiento académico, en los que sí se ha verificado su poder predictor.
Del mismo modo, no podemos olvidar la influencia de otras variables
psicosociales como por ejemplo, la cultura, el papel del grupo de iguales y de la
familia en el proceso de socialización y en la competencia emocional de niños y
adolescentes.
Inteligencia emocional y conductas disruptivas
Como se ha comentado en el apartado anterior, alumnos con baja inteligencia
emocional poseen peores habilidades interpersonales y sociales, lo cual puede
favorecer el desarrollo de diversos componentes antisociales (Extremera y
Fernández- Berrocal, 2002; 2004; Mestre et al., 2006; Petrides et al., 2004). El
análisis del rol que juega el déficit en habilidades emocionales en el desarrollo
de comportamientos disruptivos o violentos, constituye uno de los núcleos de
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Inteligencia emocional
investigación más importantes sobre inteligencia emocional aplicada al ámbito
educativo. Un estudio realizado por Estévez et al. (2007) en el que se analiza
la relación existente determinados factores familiares y escolares y la conducta
violenta en la escuela, señalan la importante influencia que presenta aspectos
como la comunicación familiar, las expectativas del docente y la actitud hacia la
autoridad en el comportamiento de los alumnos a través de su efecto sobre el
autoconcepto familiar y escolar.
Algunos investigadores sugieren que las personas con una menos inteligencia
emocional se implican más en las conductas autodestructivas (Brackett y
Mayer, 2003; Brackett et al., 2004; Fernández-Berrocal et al., 2005; Trinidad y
Johnson, 2002; Trinidad et al. 2002; Trinidad, et al., 2005). Aquellos que tienen
un mayor repertorio de competencias afectivas basadas en la comprensión, el
manejo y la regulación de sus propias emociones no necesitan utilizar otro tipo
de reguladores externos (ejemplo., tabaco y alcohol) para reparar los estados
de ánimo negativos provocados por la variedad de eventos vitales y
acontecimientos estresantes a los que se exponen en esas edades.
Salovey et al. (2003) y Ciarrochi et al. (2001) constatan que los alumnos con
puntuaciones altas en IE tienen una mayor satisfacción en las relaciones con
sus amigos, interacciones más positivas y menos conflictos con ellos.
Asimismo, León (2009) enfatiza que un déficit en la IE provoca y facilita la
aparición de problemas conductuales en los ámbitos de las relaciones
interpersonales, y afecta al bienestar psicológico.
Todos los estudios que han analizado la inteligencia emocional en las víctimas
del bullying han evidenciado que la víctima es la parte que más sufre las
consecuencias del acoso escolar en todas las facetas. Oliver et al. (1992)
hallaron que los alumnos identificados como víctimas autoevaluaban los
efectos del acoso que sufrían como severos en las dimensiones del
autoconcepto social, emocional, académica y familiar. Muchos estudios han
puesto de relieve que las víctimas muestran su baja autoestima, bajo
autoconcepto (Eslea et al., 2004; Estévez, Martínez y Musitu, 2006; Mynard y
Joseph, 1997; Nansel et al., 2001; O´Moore, 1997; Olweus, 1993; Piñuel y
Oñate, 2006; Slee y Rigbt, 1993; Van Der Meulen et al., 2003). Estudios que
han diferenciado entre víctimas pasivas y víctimas agresoras, confirman que
las primeras tienen baja autoestima y las segundas alta como los agresores
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Inteligencia emocional
dominantes (Hanish y Guerra, 2004), y otros estudios han mostrado bajo
autoconcepto emocional y social en las víctimas (Casanova et al., 2008).
En las últimas décadas son muchos los estudios que han explorado diversas
variables relacionadas con la inteligencia emocional en los agresores. Los
estudios que han analizado la autoestima en los agresores han puesto de
relieve resultados contradictorios. Algunos han mostrado que los que intimidan
tienen un nivel alto de autoestima (Batsche y Knoff, 1994; Díaz-Aguado, 2004;
Estévez et al., 2006; Olweus, 1993), otros han evidenciado que los agresores
tienen como mínimo niveles medios de autoestima (Parkhurst y Asher, 1992),
mientras que otros han hallado un nivel bajo (Esteve et al. 2001; O´Moore,
1997) y una autoestima más negativa en las dimensiones familiar y escolar
(Estévez et al. 2006). Algunos estudios que diferencian entre agresores
dominantes y ansiosos, evidencian que los primeros presentan alta autoestima
(Hanish y Guerra, 2004) y los segundos baja (Cammack-Barry, 2005). En el
contexto de esta controversia Baumeister (2001) concluye que el nivel de
autoestima nada tiene que ver con la conducta agresiva.
Otros estudios han puesto de relieve que el estudiante violento muestra
deficiencias en dos cualidades esenciales de la inteligencia emocional, en
autocontrol y empatía (Avilés y Monjas, 2005; Díaz- Aguado, 2006; Henley y
Long, 1999; Hernández et al. 2002; Pelegrín y Garcés de los Fayos, 2008;
Stassen, 2007), evidenciando la importancia de la empatía como elemento
favorecedor de la convivencia (González et al., 2009). En este sentido, Rubin
(1999) observó que los alumnos de primaria que obtenían mayores
puntuaciones en la inteligencia emocional eran evaluados por sus compañeros
como menos agresivos y sus profesores los consideraban más propensos a los
comportamientos prosociales.
Garaigordobil y Oñederra (2010). Publicaron un estudio que analizó las
relaciones existentes entre ser víctima de acoso escolar y ser agresor, con
parámetros asociados a la inteligencia emocional, tomando como referencia las
investigaciones citadas anteriormente. Los resultados obtenidos confirmaron
que los adolescentes que habían sufrido muchas conductas de intimidación o
bullying, tuvieron bajo nivel de inteligencia emocional, baja emotividad, baja
autoestima, baja tolerancia a la frustración, baja eficacia, y poca actividad ( baja
capacidad para aceptar desafíos y no abandonar ante el fracaso. Los datos
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Inteligencia emocional
ratifican los resultados de los estudios de Hoover et al. (1992) y también los
estudios que han evidenciado baja autoestima en las víctimas (Eslea et
al.2014; De la Torre et al. 2001; O´Moore, 1997; Olweus 1993; Piñuel y Oñate,
2006; Slee y Rigby, 1993; Van Der Meulen et al., 2003) ; Por otra parte, los
alumnos que tenían un nivel alto de conductas antisociales- delictivas
mostraban bajo nivel de inteligencia emocional, de eficacia, de actividad, de
responsabilidad, y de tolerancia. Estos resultados confirman los obtenidos por
Caspi et al. (1994), Contreras y García (2008), Liau et al. (2003), Zimmerman
(2005) y Zuckerman (1994), y principalmente a lo referente a deficiencias de
autocontrol y empatía, los estudios de Avilés y Monjas (2005), Díaz Aguado
(2006), Henley y Long (1999), Hernández et al. (2002) y Stassen (2007); Por
último, los que recibían muchas conductas sociales positivas, tenían alta
inteligencia emocional, alto nivel de pensamiento positivo, alto nivel de
responsabilidad, bajo nivel de desconfianza, pocas creencias irracionales, alto
nivel de ilusión y de ingenuidad. Estos resultados apuntan en la misma
dirección que los hallados por Lopes et al. (2003) y Ciarrochi et al. (2001).
Si nos centrados en la conflictividad en el aula, se aprecia que los sujetos que
mejor usan, comprenden y manejan sus emociones son aquellos que obtienen
menor número de “partes” por faltas de indisciplina y agresión, siendo menos
hostiles en clase (Guil et al., 2004). De ahí que se proponga la IE como factor
protector de conductas problemáticas como la violencia, la impulsividad y el
desajuste emocional (Guil et al., 2007). Asimismo, estos resultados coinciden
con los obtenidos con Extremera y Fernández-Berrocal (2004) ya que
observaron que la tendencia a prestar atención a los sentimientos, se relacionó
positivamente con la mayor tendencia a justificar las agresiones y con niveles
más elevados de impulsividad. Además, este estudio reveló que la capacidad
de los alumnos para reparar emociones se relacionó negativamente, con la
justificación de agresiones ante conflictos interpersonales en el aula.
(Extremera y Fernández-Berrocal, 2004).
Inteligencia emocional y su influencia en los niveles de ajuste psicológico
Aprovechar la información que nos brindan nuestras propias emociones nos
facilita un mejor ajuste psicológico y una mayor adaptación a las demandas de
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Inteligencia emocional
nuestro entorno. La inteligencia emocional nos va a permitir disminuir la
intensidad y la frecuencia de los estados de ánimo negativos provocados por
los acontecimientos adversos de la vida cotidiana (Fernández-Berrocal y
Extremera, 2006). Las investigaciones realizadas en esta línea tratan de
establecer las relaciones entre las habilidades para percibir, comprender y
manejar las emociones de manera adecuada y diferentes indicadores de ajuste
psicológico. Los estudios realizados en Estados Unidos muestran que los
alumnos universitarios con más IE informan de un menor número de síntomas
físicos, menos ansiedad social y depresión y mayor utilización de estrategias
de afrontamiento activo para solucionar problemas. Además, cuando estos
alumnos son expuestos a tareas estresantes de laboratorio, perciben los
estresores como menos amenazantes y sus niveles de cortisol y de presión
sanguínea son más bajos (Salovey et al., 2002) e incluso, se recuperan mejor
de los estados de ánimo inducidos experimentalmente (Godman et al., 1995).
Las investigaciones realizadas con adolescentes españoles muestran que
cuando se les divide e grupo en función de sus niveles de sintomatología
depresiva, los estudiantes con un estado normal se diferenciaban de los
clasificados como depresivos por una mayor claridad hacia sus sentimientos y
por una mayor capacidad para regular sus emociones ( Fernández-Berrocal, et
al., 2006).
El bajo desarrollo de la IE acentúa el aislamiento, la ansiedad, la depresión, los
problemas de atención o del pensamiento, la delincuencia y la agresividad
(Goleman, 1996).Un estudio de Prieto et al. (2008), aplicado a más de 1500
alumnos de distintas instituciones educativas demostró la relación entre las
capacidades cognitivas y emocionales de los participantes. Las conclusiones
de ese estudio fueron que quienes manifiestan tener un cierto grado de bajas
habilidades muestran también una considerable dificultad para expresar y
gestionar sus sentimientos, caso contrario, quienes manifiestan estar
conformes consigo mismos y con sus habilidades que a través del estudio se
manifiestan como altas, y poseen mayor capacidad de expresión de sus
sentimientos. Las personas con desajuste emocional presentan un perfil
caracterizado por una alta atención a sus emociones, baja claridad emocional y
la creencia de no poder modificar sus estados emocionales. (Salovey, 2001).
También hay evidencias que sugieren que la inteligencia emocional permitiría
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Inteligencia emocional
elaborar e integrar de manera correcta los pensamiento intrusivos y rumiativos
que acompañan habitualmente a los sucesos altamente estresante, así como a
aquellos otros que obedecen a un estrés normal y están presentes en
población no clínica (Extremera et al., 2001).
Extremera et al. (1997). Hicieron una investigación sobre el ajuste emocional
asociado con la IE y con dimensiones culturales. Entre sus resultados
destacaron que las personas con mayores puntuaciones en claridad y
reparación percibida presentan indicadores de ajuste emocional mejores tal y
como ocurre en estudios previos (Extremera et al., 2001; Salovey, et al., 1999;
Salovey et al., 1995). Los resultados con respecto a las culturas individualistas
de su estudio tuvieron peores indicadores de ajuste emocional, lo cual coincide
con los resultados de otras investigaciones que señalan que en este tipo de
culturas se intensifica la expresión y vivencia de las emociones negativas.
(Candía et al., 2000). Por otra parte, en las culturas colectivistas las redes
naturales de apoyo social sirven como un amortiguador del malestar emocional
permitiendo que las situaciones estresantes y problemáticas para las personas
sean menos perjudiciales. (Basabe et al., 2000). Al contrario de lo que
esperaban, la dimensión individualismo-colectivismo no varió la relación entre
IE y ajuste emocional. En otros estudios, esta dimensión si varió los efectos de
otras variables individuales aspectos de satisfacción subjetiva (Diener y Suh,
1999).
Influencia de la inteligencia emocional en el mundo laboral
En general, los resultados de todas las investigaciones encontradas ponen de
manifiesto que existe una relación positiva entre la IE y el éxito laboral, y una
relación negativa entre dicha variable y el estrés ocupacional y burnout.
Como se ha mencionado al empezar esta revisión, personas con un nivel de
estudios, objetivos y oportunidades similares han acabado con destinos muy
diferentes. Siguiendo con los ejemplos propuestos inicialmente dónde personas
en las que según el nivel académico eran promesas laborales y en la
actualidad no tienen éxito, y sin embargo, otros con un modesto expediente
académico han conseguido objetivos profesionales abrumadores. Según
Cortese, 2008, las personas que obtienen mayor éxito en la vida no son
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Inteligencia emocional
siempre las que tienen más capacidades ni más experiencia, ni incluso más
eficacia real, todos estos factores son importantes pero no suficientes. Otros
autores también confirman esto realizando investigaciones para demostrarlo,
como el realizado por Boyatzis y Spencer (2008) que pusieron de manifiesto
que de las 16 habilidades que distinguían a los mejores empleados con los
mediocres, excepto dos, eran habilidades emocionales. Estos estudios se
repiten en el trabajo llevado a cabo por Spencer, que concluyó en que más del
80% de las aptitudes que discriminan entre los trabajadores superiores y los
mediocres, dependen de la IE, no de la capacidad puramente cognitiva. Otros
estudios como los realizados por Goleman (1998).
Los resultados obtenidos en esta línea de investigación han hecho que los
criterios de selección de personal cambien. A la hora de decidir al candidato
que contratan, también tienen en cuenta variables como la IE y la autoeficacia
percibida, ya que se ha comprobado que estás variables mejoran la capacidad
de predicción del éxito laboral. (García-Izquierdo et al. 2007). Si una empresa
fomenta el desarrollo de la IE en sus empleados, conseguirá que éstos mejoren
la ejecución de tareas de las que son directamente responsables, que
cooperen
con
sus
compañeros, realicen
sugerencias
constructivas
y
contribuyan a un ambiente de trabajo positivo porque como afirman Lopes et
al.(2007) las emociones desempeñan un papel fundamental en la interacción
social.
Moon y Hur (2011) Realizan un importante estudio a través de 600 encuestas
con las cuales se buscaba identificar elementos relacionados entre la
Inteligencia Emocional, el agotamiento emocional y el desempeño laboral.
Estudio en el cual encontramos varios aspectos similares con el realizado por
Umashankar K. y Ranganatham G (2011), donde coinciden en señalar que los
individuos con altos niveles de IE tienen más probabilidades de hacer frente
con eficacia a los problemas y presiones que se les puedan llegar a presentar
en las organizaciones. Coincidiendo además según lo mencionan Moon y Hur
(2011) con el estudio realizado por Nikolaou y Tsaousis (2002), quienes
encontraron que la IE se asoció negativamente con el estrés laboral el
agotamiento y la mala salud. El estudio permite además identificar varios
elementos como la satisfacción laboral, el cansancio emocional y el optimismo
entre otros para intentar analizar si las relaciones existentes entre estos y el
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Inteligencia emocional
desempeño laboral general puede o no ser negativo, identificando entonces de
manera general las habilidades emocionales terminan siendo determinantes del
éxito en las labores. Sin embargo lo importante que se puede relatar de este
último estudio es que lo que básicamente se busca es demostrar como la
Inteligencia Emocional es determinante en el desempeño laboral. Siguiendo en
la misma línea es importante añadir el efecto protector de la IE frente al burnuot
que sufren muchos profesores como consecuencia del estrés al que se ven
sometidos en su labor profesional (Extremera et al., 2003) Estos autores
realizaron un estudio en la universidad de Málaga dónde constaron la influencia
de las emociones en la aparición del burnout, citado anteriormente, en el
desajuste emocional de profesores. Los resultados revelaron que los aspectos
de la inteligencia emocional y supresión de pensamientos explican parte de la
varianza de las dimensiones de burnout no explicada por variables
sociodemográficas tales como la edad, el sexo o los años de docencia de los
profesores. Por ejemplo, evidencian como las personas con más tendencia a la
supresión y menor capacidad de reparación emocional indicaban un mayor
cansancio emocional. Todo esto adquiere mayor importancia cuando se trata
de los profesores-tutores ya que “son considerados como un factor
determinante para promover la formación en competencia socio-emocionales
de los estudiantes y recién titulados” (Respetto y Pérez González, 2007). Otros
estudios que hablan del burnout aunque sin aportar nada nuevo, son
Fernández-Berrocal et al. (2004) que señalan que existe una relación negativa
entre la regulación emocional y este tipo de estrés. Agusto et al., (2005)
realizan una investigación cuyos resultados les llevan a concluir que la atención
a las emociones predice dos de las dimensiones del burnout: el cansancio
emocional y la despersonalización.
Para concluir este apartado, los estudios que analizan la relación entre la IE y
la satisfacción laboral aportan datos que permiten concluir que los individuos
emocionalmente inteligentes están más satisfechos en su trabajo. (Abraham,
2000).
Perspectiva de género
Con respecto a las diferencias de género, existen varias opiniones que se
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Inteligencia emocional
contradicen las unas a las otras. Algunos, como Bramel, y Gibbon (2001)
sugieren que hombres y mujeres tienen estilos emocionalmente diferentes, es
decir, que existen diferencias significativas en inteligencia emocional.Estudios
sobre las diferencias en IE desde la perspectiva de género es otro de los
aspectos resaltados en la investigación de Guil et al. (2004) y en la que todos
coinciden en señalar el hecho de ser hombre o mujer, en donde cada género
presenta un perfil personal de puntos fuertes y débiles ( Caballero, 2004). Estas
diferencias de género sugieren tratar los estudios de validez predictiva de la IE
por separado hombres y mujeres para evitar efectos de regresión a la media
(Mestre y Guil, 2006); en este sentido, es muy interesante la aportación de Guil
et al. (2007) en el que se presentan los aspectos diferenciales, en cuanto al
género, de las cuatro habilidades del modelo de Mayer y Salovey;
paralelamente, es significativo el hecho de que, dependiendo del tipo de
medida utilizada-autoinforme o prueba de habilidad- las diferencias observadas
sean distintas en función del género (Extremera et al. 2006; FernándezBerrocal et al. 2004). Sin embargo, (Sotil et al.2008) realizaron un estudios con
varios estudiantes de distintos colegios donde comprobaron que no existen
diferencias emocionales entre el tipo de colegio de procedencia ni el sexo de
los alumnos, dado que presentaban niveles similares en las escalas de
inteligencia emocional. Otro estudio realizado difiere del visto anteriormente,
pues existe evidencia que las mujeres prestan niveles más altos de atención
hacia las emociones. Sin embargo, esta alta atención hacia las emociones se
relaciona también con estrategias de afrontamiento inadecuadas frente a las
empleadas por los hombres, que se caracterizan por tener una mayor
capacidad de autorregulación emocional ante situaciones de estrés. Una
posible explicación de estas diferencias tiene que ver con la adquisición de los
roles de género mediante el proceso de socialización, que produce la
internalización de las estructuras sociocognitivas.
Así, en el varón se fomenta la aserción defensa de los derechos personales y
expresión de desagrado), la iniciativa en las relaciones con el género opuesto y
el comportamiento competitivo/agresivo, mientras que en las mujeres se
enseña a anteponer las necesidades ajenas, ceder la iniciativa al otro sexo,
reservarse las opiniones e inhibir los deseos por deferencia a los demás,
produciéndose una mayor internalización de estructuras sociocognitivas. En
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Inteligencia emocional
general, con respecto a las diferencias de género, cabe decir que la mayoría de
los resultados obtenidos reflejan un uso diferente entre hombres y mujeres de
los procesos emocionales. Asimismo, en varios trabajos muy recientes en los
que se emplean instrumentos de medida de la IE como el MSCEIT, se han
encontrado diferencias significativas a favor de las mujeres. (Extremera et al.,
2006). Petrides y Furnham (2000) realizaron un estudio con el objetivo de
profundizar en las diferencias de género en Inteligencia emocional, sus
resultados evidenciaron cómo el género era un predictor significativo del nivel
de inteligencia emocional. Por ejemplo, la evidencia de que las mujeres son
más hábiles socialmente que los hombres, obteniendo puntuaciones más altas
en los test de evaluación de inteligencia emocional.
Así algunos autores han sugerido que las emociones desempeñan un papel
diferente en las interacciones sociales de hombres y mujeres hasta el punto de
que forman mundos emocionalmente diferentes. (Mestre et al., 2007) Sin
embargo, todavía no se ha aclarado ni hay ninguna verdad absoluta sobre
como la IE influye en las perspectivas de género.
Finalmente, otras variables que han sido motivo de atención por parte de
investigadores y que se han relacionado con la IE son: estrés y burnout
(Extremera et al., 2007) ansiedad y estrés en adolescentes (Alcaide et al.
2006; Lozano et al. 2006) optimismo y pesimismo (Durán et al. 2007) salud
física y mental (Extremera y Fernández-Berrocal, 2006), satisfacción personal
(Extremera y Fernández-Berrocal, 2005), empatía (Fernández y Barraca,
2005), calidad de vida (Augusto et al. 2004) y apoyo a la integración escolar
(Lucas, 2005). En la actualidad, las líneas de investigación abiertas buscan
analizar los vínculos de la IE con una gran cantidad de aspectos educativos y
variables relevantes como la autoestima, la percepción de felicidad, el
optimismo, el clima familiar, la agresividad y la ira, entre otros. (Extremera y
Fernández Berrocal, 2002).
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Inteligencia emocional
Conclusión
A modo de conclusión, considero que la sociedad está cambiando y la escuela
debe adaptarse a esas nuevas necesidades para formar a las nuevas
generaciones
para
que
estén
preparadas
y
puedan
desenvolverse
adecuadamente respondiendo a las demandas que les exijan en un futuro.
Pero en esa formación no sólo estamos hablando de conocimientos teóricos,
sino de una enseñanza en valores que a día de hoy se están perdiendo cada
vez más. Esa enseñanza es la llamada inteligencia emocional, definida por
Mayer y Salovey como la habilidad de las personas para percibir (en uno
mismo y en los demás) y expresar las emociones de forma apropiada, la
capacidad de usar dicha información emocional para facilitar el pensamiento,
de comprender y razonar sobre las emociones y de regular las emociones en
uno mismo y en los demás. Considero que es fundamental una colaboración
entre toda la comunidad educativa para promover y que esta enseñanza sea
una realidad en nuestras aulas, debido a todas las ventajas propuestas por
numerosos autores como Extremera, Fernández-Berrocal, Guil, Maestre, entre
otros, que han demostrado los grandes beneficios, en los que estoy de
acuerdo, que tienen en la salud, tanto mental como física, en el ajuste
psicológico, en las relaciones sociales en la escuela, el rendimiento académico
y las conductas disruptivas. Por otro lado, también tiene beneficios y
consecuencias a largo plazo como se demuestra en el apartado de relación con
el mundo laboral, donde sólo quien tenga un nivel alto de inteligencia
emocional destacará y será feliz en su trabajo, evitando el llamado burnuout.
Por último, se ha mencionado el tema de la perspectiva de género, un tema
que ha creado controversia y una gran afluencia de diversas opiniones.
Personalmente, considero que cada individuo es diferente y está sujeto a unas
circunstancias y a un contexto, donde el sexo es una parte de todas las
características que forman a esa persona.
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Inteligencia emocional
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