AÑO XVIIL—NÚM* 5,265 MIÉRCOLES 7 DE SETIEMBRE DE 1892 MIÉRCOLES 7 DE SETIEMBRE DE 1892 GLOF DIARIO CATÓLICO PRECIOS DE SUSCRICION: EDICIÓN GRANDE: En Madrid, 3 pts. un mes. En provincias, un trimestre, 10 pts., remitidos á esta Administración en letras de fácil cobro, libranzas del Giro Mutuo. En las islas do Puerto-Rico, Cuba y Filipinas, satisfaciéndolo en casa de nuestros corresponsales en la Habana, Puerto-Rico y Manila, un trimestre 20 pts. En el extranjero, un trimestre 20 francos. Número suelto en la Administración, 25 céntimos de peseta. •••Vi •i PUNTOS DE SUSCRICION: Adminiátracion on Madrid, Soldado, núm. 11, principal, y en las principales librerías de la capital. En provincias, ea las principales librerías, quo soa nuestros corresponsales. Ea Puerto-Rico, D. Celestrino Díaz. En Cuba, D. Federico T. Alteridgo, callo de Aíercadcras, núm. 26. Apartado núm. 59Í), Habana. Y en las islas Filipinas D. Timoteo Manrique, convento de Recoletos, Manila. Para los anuncios de la Península y extranjeros, en esta Administración á 85 céntimos de peseta la línea. K^SS^i®SS!^KS^E3!K!SiB^^S!ag^^^3:^^0 ADVERTENCI \. Mañana, fiesta de la Natividad de Nuestra Seiíora, no se publicará E L S I GLO FUTURO. 11 Sr. iocedal eii Oyarzun Con gran ccncurrencia ds entusiastas correJigionarioa nuestros tuvo lugar antes de ayer, en el valle de Oyarzun, la reunión tradicionalista que teníamos anunciada. A las diez se celebró la Misa mayor, asistiendo á ella todos nuestros amigos. Ü.i nutrido coro de voces cantó con admirable acierto la Misa en/a de D. Cosme de Benito y el O salutaris del maestro Cherubini, bajo la inteligente dirección del organista de !a parroquia D. Hipólito Azanza. Terminó la función religiosa á las once y media, y así en el espacioso atrio de ¡a iglesia como en la plaza del pueblo, formáronse numerosos y animados grupos de amigos nuestros que conversaban fraternal y alegremente, felicitándose de que se les hubiese deparado ocasión tan propicia para comunicarse sus más íntimos afectos. Llégala la hora del banqus-te, dirigiéronse nuestros compañeros al magníñco salen en que aquél ss había preparado, adornado primor sarnentí; con escaios bauderaa y guirnaldas de ratní je y flues. Ea el lado déla presidencia se ostentaba un bonito cuadro con la imagen de la Inmaculada Concepción, á la derecha el S' grado Corazón de Jesús, á la izquierda el Purísimo Corazón de María, y en frente se levantaba sobre un lindo pijiestal el busto del insigne Padre Mendiburu, hijo del nobilísimo valle de Oyarzun y propagador incansable de la devoción del Corazón Deífico. Además de la mesa presüíncial, habíanse colocado otras que en tres fi!as se extendían á lo largo del espacioso salón. El número de comensales era de 124. Ocupó la presidencia el venerable, virtiioso y celosísimo Cura párroco del valle, D. óabino Sein, y á su derecha é izquierda los insignes diputados á Cortes don Ramón Nocedal y D. Liborio Ramery, D. Benito de Ameztoy, D. Ceferino Irigoyen, D. Rafael Bandrés y D. Sebastian Aldalur. Dióse principio á la comida coa la bendición, de la mesa y vivas al Sagrado Corazón de Jesús, á San Ignacio da Loyok y al Padre Mendiburu, que fueron contestados todos ellos con grande entusiasmo por los concurrentes. Durante la comida, en la que reinó la mayor cordialidad, ejecutó el tamboril algunas piezas, siendo calurosamente aplaudidas la marcha de San Ignacio y el Guernikako arbola. Inició después los brindis el simpático é ilustrado joven D. Juan Muñoa, quien hizo votos por la verdadera uaion de los católicos bajo la dirección del Papa y ios Obispos, y porque desapareciendo ciertas lamentables diferencias entre aquéllos, formemos todos eñ aguerrida falange para luchar contra los enemigos de Dios y de nuestras venerandas tradiciones bajo la gloriosa bandera en cuyos pliegues está escrito el lema santo: tTodo, todo para la mayor gloria de Dios.» Las sentidas y elocuentes palabras del Sr. Muñoa fueron acogidas con una nutrida salva de aplausos. Le siguió en el uso de la palabra el señor Gorrochategui, obrero de condición, el cual con calurosa frase brindó también por la verdadera unión de los católicos, por los diputados á Cortes Sres. Nocedal y Ramery, y por el exterminio da la secta liberal, causa da todas nuestras desventuras. Iraiiediatamsate despuf s hablaron los señores D. J; sé M rfa Aizpuru y D. Juan Bautista Saoz y OAoa. El Sr. Aizpuru saludó á los nobles y heroicos hijos de Oyarzun en nombre de sus correligionari ;s de Azpeitia, y eii un elocuente período ds su discurro, que arraticó nutridísimos aplausos, hizo ver que mereed á ¡os esfuerzos y al entusiasmo de nuestros amigos del integérrimo distrito de Azpsitia, se habia conseguido que U voz del denodado caudillo de la causa católico-tradicional española se dejase oif en las Cortes, comunicándose, no solamente á España, sino á Europa y al mundo entero, terminó manifestando que á la manera que San Ignacio de Loyola fué iatransigente en el combate con el error de sus ideas, así lo es hoy también el señor Nocedal y la comunión tradicionalista al defender la verdad sin transacciones ni componendas que denigran y envilecen. Grandes aplausos y vivas á San Ignacio de Loyola, á Azpeitia y al Sr. Nocedal- Hace luego una extensa relación de los agravios que el liberalismo ha inferido á nuestra: leyes seculares, y exclama con acento enérgico: «no comprendo que haya vascongados de buena fe que conociendo á dónde va el espíritu liberal y á qaé abismos nos conduce, sean liberales.» Concretándose después al fandamento sobre que descansan los fueros vascongados, dice que no es otro que un contrato bilütera!, en el que se estipula, como base esencial para la unión de estas provincias á Castilla, el respe to y la guarda ñel de los fueros, buenos usos y costumbres. Yo bien sé, añadió, que hay quienes niegan este fundamento á nuestro derecho foral, pero hay negaciones que por lo absolutas y radicales, prueban todo lo contrario de lo que con ellas se pretenda. Además, y en último término, puede invocarse por nosotros la prescripción, fuente 6 medio de adquirir un 4erecho, y ¿nada significa una prescripción sacular de seiscientos años? ¿No está, por consiguiente, perfectamente justificada nuestra actitud ante la iniquidad que se ha cometido arrebatándonos los fueros? Con motivo de celebrarse ea Oyarzun la reunión integrista, refirió lo que la tradición cuenta de Lartaun. No pudiendo los romanos conseguir la conquista de ¡a Vasconia, concertaron romanos y vascones qae trescientos soldados de uno y otro campo librasen tres batallas consecutivas, y que los que triunfasen en dos de ellas, serían proclamados vencedores. Dióse la batalla en los campos de Regil, y la suerte fué adversa para los romanos. Se convino en que la segunda se librase en Roma al o'.ro lado del Tíber. Dos barcas se destinaron para el paso de los combatientes; iban en una los romanos y en la otra los vascones. Como hubieran de-embarcado en k opuesta orilla y se nota-íe por el pueblj que faltaba Lartaun, jefe de los valientes euskaldunas,* todas las miradas se volvieron á la barca, y observaroo con asombro que lartaun e&tab» de.^ié en popa, con los b»z7»levantados, oÁActitad de de'cargar un golpe de formidable hacha. Da el golpe, y ábrese de repente un gran boquete en el fondo de la barca, hace ésta agua, y con el esfuerzo de Lartaun para saltar á tierra y unirse á sus valientes, húndese la barca en las profundidades del Tíber. Habiéndosele preguntado dónde volverían los vasco» que sobreviviesen á la pelea, contestó señalanAL LIBERALISMO.» do la barca de los romanos: «Ahí; porque Dice que en estos tiempos de falsa libertad hemos venido á vencer á naorir.» Esta relay de progreso mal entendido y peor aplicado ción del orador fué acogida con atronadores se quiere arrojar á Dios de todas partes; de los gobiernos, de los parlamentos, de las di- aplausos. Nuestra consigna, pues, continuó, ha de putaciones, de la prensa, y hasta del mismíser ésta: «6 vencer 6 morir;» y á la manera simo altar. Frente á este torrente desvastador de perversas doctrinas queremos nosotros la que Lartaun, observando que los romanos soberanía social de Nuestro Señor Jesucristo; vestían cotas de malla, gritaba á sus soldados: queremos que el espíritu católico informe Zabeliattjo, xabelian, y éstos dirigían sus cer* nuestras leyes, nuestras costumbres, los órde- teros golpes á esa parte del cuerpo humano, nes todos de la vida de modo tal que hasta en así también nosotros debemos atacar al poder. La lucha está planteada hoy en el terreno los juegos y diversiones se perciba y se sienta ese espíritu vivificante bajado de las alturas electoral; trabajemos con empeño y decisión del cielo. Y al trabajar por conseguir tan be- para conseguir por medio del voto 6 de las llos resultados, entendemos notros que coope- elecciones la conquista del poder. Y concluyó ramos fielmente á los fines de la Iglesia de Je- diciendo: no tenemos nosotros la barca de sucristo, y á las exigencias de este noble pue- Lartaun, pero tenemos otra mejor y más seblo que clama por la restauración de sus fue- gura; la barca dt Pedro, donde jamás pereceros venerandos y cristianas libertades, á cuyo remos. Nueva salva de aplausos puso digno amparo nuestros ascendientes fueron grandes remate al discurso del Sr. Ramery. • El Sr. Nocedal se levantó en medio de los y felices y llenaron de admiración al mundo aplausos, vivas y aclamaciones de la concurcon sus proezas legendarias. Dijo y demostró elocuentemente el Sr. Ra- rencia que llenaba el espacioso salón. Me levanto, dijo, á hablaros con muy poca mery, que mientras I01 vascongados fueron fieles á su Dios conservaron incólumes sus gana, y esto no lo toméis á mal, ni lo echéis fueros; pero que desde el instante en que se ha á mala parte. Os aseguro con ingenuidad que permitida y isonsentido que el error sentara no me gusta pronunciar discursos fuera del sus reales en esta bendita tierra y se llegasa Parlamento, donde los taquígrafos trascriben con las ideas de falsa libertad hasta la nega- fielmente io que allí se habla; pero cuando hación de Dios, la pérdida de loa fueros ha teni- blo fuera de aquel lugar, es una desdicha; los enemigos me atribuyen palabras que no he do en los hechos una tristísima realidad. Hizo luego una brillante disertación histó- pronunciado y tergiversan los conceptos y falrica sobre las creencias del pueblo vasconga- sean las manifestaciones. Pero claro está que do, y citando á Strabon refiere que, según cite si con semsjarite modo do proceder no consihistoriador, los vascos adoraban la Cruz, el guen hacer variar en un ápice nuestro progralaubum, y que en tal veneración la tenian los ma, EÍn embargo legran una cosa, que es eanaturales, que se consideraban dichosos con gañir á los tontos, que, según frase de la Esmorir en ella, á lo cual llamaba el citado Stra- critura, son infinitos en número. Es soberana majadírfi, y n^f tnereca otro bon «locuracantábrica,» «irracional barbaria,» á la manera que ahora nuestros enemigos nos nombre, todo lo que en estos días se nos está atribuyendo. Notadlo bisa; todas las causas, llaman á nosotros fanáticos intransigentes. Nadie en sus conquistas, continuó dicie-idí, menos la nuestra, pueden variar sin inconsepudo llegar á dominar el país vascongado, y si cuencia en loa que las siguen, porque son percon los godo? llegáronse á mantener relacio- sonales. A los republicanos lea basta ser repunes, fué debido á que, una vez proclamada la blicanos de Ruiz ^órrilia 6 Pí y Mirgall y seUnidad Católica en el tercer Concilio ds To- guir á sus jsfís para no ca«c en inconsecuenledo, se consideraron hermanos en la íi y coa- cia, de la misma manera qae los alfcnsinos servaron siempre sus fueros, buenos usos y serán consecuentes siguiendo á Cánovas 6 Sacostumbres, sin que nalie pretendiera concul- gasta como serviles lacayos, á trueque deque les den din;ro ó los mantengatj. Cualquiera cárselos. E! Sr. Sanz y Ochoa, haciendo notar qas este año, á diferencia dvl anterior, faltaba en la reunión un ejemplar sacerdote, por haber pasado á n:?jor vida, dtdicó un cariñoso recuerdo á la memoria de D. Manuel Juambeltz, incaoFable defensor de !a causa católico tradicicnalista en Guipúzcoa, varón integérrimo que en ocasiones difíciles supo infundir en nuestra alma vigor y energías bastantes para luchar, fuertemente asidos á la bandera de la santa intransigencia, contra toda clase de enemigos con sus miras egoístas y personalismos bastardos. Cumplido este deber de piadosa gratitud, el Sr. Sanz y Ochoa recordó la mutua promesa que hacia un año se dieron nuestros correligionarios de Oyarzun y el Sr. Nocedal; y para ver si la habían realizado como cabe á cumplidos caballeros, hágase, dijo, aquel examen de conciencia á que entonces retó el señor Nocedal. Y, en efecto, hecho el examen resultó que los valientes y heroicos hijos de Lartaun y Mendiburu habían puesto término felii; á la obra de sus compromisos, y que el Sr. Nocedal, con sus brillantes trabajos parlamentarios, admiración de propios y extraños, habia superado con creces á nuestras esperanzas, que ciertamente no eran pequeñas, conocido el gran valer del insigne diputado por Azpeitia. Antes de concluir el Sr. Sanz y Ochoa hizo resaltar la nota característica de la comunión tradicionalista, diciendo que no es otra que la intransigencia católica, inspirada en las doctrinas salvadoras del Oráculo infalible de la verdad; intransigencia que debe sostenerse sin desmayos y vacilaciones, rechazando todo género de componendas con el error y sus secuaces, hasta llegar, con la gracia de Dios, á conseguir la restauración completa de nuestras gloriosas tradiciones. Con nutridos y prolongados aplausos fueron acogidas las palabras de nuestro querido amigo el Sr. Sanz y Ochoa. ^Seguidamente se levantó el ilustre diputado por .Z^umaya D. Liborio Ramery, y después de una breve introduccioa i su erudito discurso, llena de rasgos de ejemplar modestia que tanto enaltecen al caballero guipuzcoano, comenzó por asentar que los propósitos de la comunión tradicionalista pueden sintetizarse en estas gráficas palabras: «GUERRA Á ifuaRTE •»'• * - i ^ : w . que defienda una causa personal es confecuente yendo en pos del hombrt: qus la reprisentr; pero nosotros tenemos otr^ profesión, tenemos otro amo, tenems otio programa, y para ter consecuentes no podeoios apartarnos de elics jamás. Lo qus áh ra voy á deciros es cosa puramente fersonal mia. Dicsn quefaí isabelino y esto no es verdad; lo que sucelió fu5 que nací bajo la bandera de d.ñ^ Isabel, pero nunca fui ni he siio isabelino, porque jamás creí que aquella monarquía pudiera ser la salvación ds España. Entonces defendí io que ahora defiendo, entonces sostuve y amé con toda mi alma lo que ahora sostengo y amo, auxiliado por la gracia de Di js. Nadie, absolutamente nadie, podrá, por lo tanto, llamarme iaconsecusnte, ni en aquella época ni ahora; ahí están mis compañeros de UniversiJad, qus podrán dar testimonio de esto, muchos de los cuales ocupan hoy altes puestos del Estado. Sucedió, señores, que aquello que yo defendía al lado del gran Aparisi Guijarro y de mi padre, no podia encarnar en la monarquía de doña Isabel, así que la Revolución se encargó de arrojarla al otro la lo del Pirineo, no sin antes haberla prodigado toda clase de insultos y oprobios. Cierto que esa monarquía volvió de Francia más tarde, pero volvió en brazt s de los mismos que la insuitarsn, entregada á sus enemigos y autorizando la libertad de cultos y demás errores. Esa monarquía la hemos visto y la vemos cambiar de conservadora en fasioni&ta y viceversa, pero yo siempre he permanecido el mismo defendiendo el programa de la España tradicional, y este programa lo defendimos entonces unos con la plumi, otros en los campos de batalla derramando su sangre generosft; por eso yo, á la vista de un voluntario de la fe, me descubro con el noás profundo respeto. Y haciendo ahora una laguna, hemos de afirmar que nosotros no hemos variado nunca. No quiero contestar á los que me insultan, á los qué me íojurían, A loa que m« hieren; todo lo perdono. Y adviértase bien; á todos los que defiendan lo que nosotros defendemos, los miraré como hermanos, sean quienes fueren. Pueden afendernos, no importa; dispuesto estoy á abrazarlos para que, todos unidos, trabajemos en conquistar á España para la fe de Jesucristo, implantando en ella su reinado social, modo único de curar les males qae la afligen y la tienen moribunda. Esta es la unión de los católicos, por la que suspira el Papa, y esta es la que nosotros apetecemos. La lucha actual es una lucha de principios; hoy no hay revoluciones, ni guerras, ni batallas; hoy sólo se defienden principios abstractos; de modo que, en la cuestión de forma, no debemos pararnos; es cosa de suyo tan acci • dental, que nada tiene por qué preocuparnos. Con tal de que se defiendan nuestros principios, pueden ir eon nosotros; paro si no van* es porque evidentemente, dentro de esas formas, prefieren las personas á lo que exigen de consuno el Papa, Vicario de Cristo, y la madre patria. Paso la pluma, notadlo bien, paso la pluma sobre la última acusación que se nos ha dirigido. Pueden variar todos los partidos, y también nosotros podemos claudicar si abusamos del libre albedrío que Dios ha concedido al hombre; pero así como en los otros no habría inconsecuencia, si variásemos nosotros en los principios, nos envileceríamos. Los que me llaman soberbio, los que me designan con cuantos epítetos denigrantes se les ocurre, esos no me ofenden; los que me ofenden, los que verdaderamente me ofenden, son los que dicen de mí que soy capaz de vender por un plato di lentejas mi conciencia y raí dignidad. El que se canse de pasturas, busque otra possda, porque aquí no caba. Yo sé que nos solicitan de ia izquierda y de la derecha: ¿nos quisren? Un camino f^cii y sencillo tienen: venirsj aquí y el que no qua lo deje. J<Io sotiios de nadie, ni de Carlos, ni ds Alfonso, DÍ de la m^nsrquía, ni de ¡a república; pero estamos dispuestos á marchar con monarquía como la dt; B'eüpc 11 6 con república como k de Garcíi Moreno. Datí^nsoi gustosos teda nuestra saigre si el llamado á regir los destinos de nusstra amada patria, i^áraese como S3 quiera, enarbolasj nuestra bands'a y defendiese nuestro programa. Como nuastros enemigos no pueden luchar con nosotros á razones, tier.ei que filsifl ar mis pal-.ib'-as diciendo que Eo;; alfons'nr^. Co?Bpleland> ei ¡ár. N.K-3-ÍÍI uni i'Ica d,l discurso del S-. Raraíry, dijo q i? en el p-ríodo de lí lu'ha de:tor'.l r r a l a , hubo ds • , tlA« .-:,. . 4 • • . » . hacerse armas contra él llamándole cssteüano. Pero advertid—continuó—que Castilla no os robó vuestros fueros; Cas'.iUa fué ia primtra víctima, prrque tambitn ella tenia y gozaba de f.us fueros y l.yes traaicionalrs. La misma mano que á vosctri.8 es arrebató vuestra veneranda legislación tr/diciona!, esa raifmafué !a que antes arrebató las suyas á Castilla, Aragón, Valerciay Calaluña. Quien primeramente conculcó y maíó el derecho tradicional español fué FeÜpe V, el primer Borbon que se asentó para desdicha nuestra en el trono de San Fernando y Felipe 11. No tengáis, pues, recelos de Castilla, hermana vuestra en infortunio, sino compasión por su defgracia. Hizo enseguida el vSr. Nocedsl una elocuente y brillantí«ima narración histórica acerca de la invasión sarracena, y dijo que asi como los cristianos con su fe y constancia y valor consiguieron arrtj»r á la moriscra del suelo da la patria clavando sus pendones ea Jai almenas de la Alhambra, de la misma manera hoy los hombres de la intransigencia lograrán levantar á España de la ruina y postración á que la ha reducido el moderno libera¡ismo. Nosotros defendemos la Unidad Católica; pero no la Unidad Católica de f^g'» como lo fué la que nos regalaron les moderados en el reinadS de Isabel II, ^í.'20 aquella qUí exige que el jefe del Estado y tudos y cada uno de los ciudadanos españoles sean católicos; de tal modo que, como dice el Fuero Juzgo, no será legítima ninguna autoridad ni ninguna ley si no son católicas. De todas esas zarandajas de la tesis y de la hipótesis, del per se y del per accidens, palabras que no se hallan escritas en nuestros clásicos, del lobo un pelo, y otras, hablarán y entenderán mucho si se quiere los filósofos; pero nosotros no nos cuidamos de esas filosofías; somos españoles con Pe'ayo y demás héroes de la fe, y solamente acpiramcs á ser lo que ellos fueron, y á conseguir lo que ellos consiguieron. Se dice que perseguimos un imposible, pero esto no es verdad, porque ese llamado imposible no lo SQiia, Mi «odas ¡o quisieran y trabajaran de buena fe. ¿GÓOBO? ¿Con quiéní Esto nos es á nosotros compíetaineato iadiferente. Nos acusan ds que no tenemo8.cabtxa} pues decidles á esos tales que después de caatro reinados donde las cabezas eran grandes y aun largas las narices, España, la pobre España, se hallaba casi moribunda. Ocupaba el trono otra cabeza, Fernando VII, y ¡oh, otMia singular y sobremanera instructiva! llevado á Francia-prisionero, España sin rey, 6 sin íabeza, vence en la gloriosa guferra dé líi ítidé» pendencia aj coloso de nuestro sigío, á Napoleón, que era la {limera cabeza del mundo» Volvió Femando VII á España después de ominoso cautiverio, pero bastó que i los pocos años un hombre de infausta memoria diera en Cabezas de San Juan el grito de viva la libertad, pam que aquella cabeza., el rey, m entregiy^ajii manos de la revolución. Id,..po«i, á buscar cabezas por esos caminos, que ya lograreis salvar los grandes intereses religiosos y social«i. No son los pueblos para los reyes, sino los reyes para los pueblos. ¿Que no tenemos -rey? No es culpa nuestra. El católico pueblo español no tiene por qué ir á amoldarse á un rey; Dios nos lo deparará amoldado y ese será el que verdaderamente nos ha de convenir para bien nuestra, ds la Re'ijjion y da la patria. Tal fué en síntesis el discurso deí Sr. Nocedal, que sentimos en el alma no haberlo podido trascribir íntegro y coa todss sus delicados pormenores. Todos y cada uno de los períodos del elocuente discurso del Sr. Nocedal fueron aplaudidos con el mayor eituHPsmo, pero sobre todo aquellos en qae ss a-.eatuaba más la nota m di una absoluta ictransigenjia., Ejecutáronse de-!.paes al piano pre^^iosos zortxicos y sirts vaseoTsgadcs, caritándoss pov último UQ valiente y hermoso hiinno al Sagrado Co?az~'n du J-sus. Tal fué, dcs:rita á grandes rangos, b. brilia:.te fiestx que en ur-icn ds mullilud dé amigts celebramos íiit;s ---s ayer en Oyarzun. De desear es que cs,tas f.aíen a^es reuniones, lien3.s ds s-.bor pn-fa-sia-ne. te cristiano, se repitan con a'gíim frecu-nciu para que se estrechan tadi vez rn;--.:. \.s ]-z)s de un puro paTiolbín) auru ! s homb.'íís cíe buirsa VDU{xdi,á. (Oc ri Fiiíii^h.)