Todos los derechos reservados conforme a la ley. © icocult © Diseño de portada y diagramación: Nereida Moreno Rodríguez Fotografía portada: Víctor Salazar Cuidado editorial: Odila Fuentes / José Antonio Santos / Miguel Gaona Impreso en México PRESENTACIÓN Q uienes laboramos para el pueblo de Coahuila desde el Gobierno del Estado somos conscientes de que, además de las estrategias institucionales en materia de seguridad, salud, educación y obra pública que hemos implementado, algo indispensable para generar riqueza e igualdad entre los coahuilenses es el compromiso activo de todos los miembros de nuestra sociedad. Los programas tienen un impacto inmediato y cuantificable, pero es sólo la voluntad y el trabajo de la gente lo que puede transformar estos hechos del gobierno en beneficio comunitario permanente. Es por ello que ofrecemos a los ciudadanos este proyecto editorial: Nuestra Gente, colección de semblanzas biográficas de quienes desde la iniciativa privada, la academia, el servicio público, el activismo comunitario o la asistencia pública no gubernamental, contribuyen día a día a hacer de Coahuila un estado más seguro, más competitivo, y, sobre todo, más justo. Esta edición constituye un merecido reconocimiento a la señora Lupita Aguirre de Molina, cabeza de una ejemplar familia saltillense, que con su incansable trabajo ha logrado mantener el negocio 5 Nuestra Gente que su esposo fundó hace más de cincuenta años: el Café Viena. Doña Lupita y sus hijos Rolando y René, se han preocupado por continuar la tradición de ayuda al prójimo iniciada por su esposo y padre, y su labor de beneficio social, callada pero efectiva, es el mejor homenaje a la memoria del hombre sensible y generoso que en vida llevó el nombre de René Molina de la Cruz. A través de títulos como éste, la colección de libros Nuestra Gente se propone un doble objetivo: por una parte, ofrecer justo homenaje a quienes hoy por hoy han sido pilares de nuestra ciudadanía, dando a conocer al público coahuilense los detalles de su vida y su obra. Por otra, nos interesa que el ejemplo de estos hombres y mujeres se arraigue en los lectores y cristalice, a la larga, en nuevas generaciones de individuos cuya voluntad y espíritu de servicio estén a la altura del porvenir. Gobierno de Coahuila 6 Lupita y el Viena S i usted es de Saltillo, seguramente conoce el Café Viena. Ahora está ubicado en la calle Presidente Cárdenas, entre Allende y Zaragoza, pero nació en la calle de Abott hace 51 años, y su fiel clientela lo ha acompañado a través de los años y de su paso por los distintos locales que ocupó. Y si usted acostumbra ir a desayunar o a comer en ese cálido lugar, con seguridad habrá notado la grata presencia de su propietaria, una hermosa señora de grandes y expresivos ojos zarcos y carácter alegre y jovial, Lupita, que cotidianamente acude al restaurante que fundó don René Molina, su inolvidable esposo, para asegurarse, con el apoyo de sus hijos René y Rolando, de que las cosas marchen bien, y que los comensales reciban el trato esmerado y los sabrosos platillos que se han vuelto una tradición en la capital del estado. Lupita Aguirre de Molina, protagonista de esta semblanza, tiene tres amores: don René Molina de la Cruz, el amado compañero de su vida que dejó este mundo hace 16 años, pero sigue presente en el corazón de los suyos; su querida familia que siempre está a su lado; y el negocio familiar que inició don René con mucha ilusión en 1959, y bautizó con el nombre de Café Viena. 7 Nuestra Gente Desde que faltó don René, Lupita ha consagrado sus afanes a mantener la unión de su familia y a cuidar que sus hijos sigan el ejemplo de trabajo y servicio a los demás que su esposo les dejó como una herencia valiosa. Y qué mejor escuela para lograr ese propósito que el Viena, donde tantas lecciones de vida aprendieron sus hijos de don René. Por eso su empeño en conservar el restaurante que él les dejó y les enseñó a apreciar. Como muchos saltillenses que gustan de la comida casera bien preparada, voy al Viena con mucha frecuencia. Es el único lugar en Saltillo donde sirven unas estupendas palomas de ternera, que si las preparan en tortilla de harina integral son exquisitas; unos insuperables lonches- que así se llaman ahí las tortas- de ternera; un inusitado caldillo de machacado, un soberbio menudo, y otras delicias de la cocina tradicional que me recuerdan mi niñez, como las migas con huevo, o los tacos que suelen consumir los obreros, y alguien bautizó como “tacos cifunseros”, y no son otra cosa que tacos de huevo con chorizo y frijoles, pero hechos con ingredientes de calidad especial. La comida casera y sabrosa, el atento servicio del personal y el trato gentil de los dueños del lugar, hacen de cada visita al Viena una experiencia tan agradable que la gente queda invitada a volver una y otra vez. Cuando recibí la encomienda de entrevistar a la señora Lupita Aguirre de Molina para redactar su semblanza pensé que mi tarea sería elaborar la bio8 Lupita Aguirre grafía de una persona. En la primera entrevista me di cuenta de que estaba equivocada. Doña Lupita me recibió en casa de su hija Nely, que es como si fuera la suya propia, porque con ella vive desde hace varios años. Ya conocía a Nely, que es amiga de juventud de mi cuñada Chayo, pero no había tenido el gusto, y esto lo digo con sinceridad, no por mero formulismo social, de conocer a doña Lupita. De inmediato me trató con gran familiaridad, como si nos conociéramos de toda la vida, y me condujo a la confortable salita donde me platicaría su vida, o al menos eso creía yo. Lupita es una mujer encantadora, que aunque está en la octava década de su vida, no aparenta la edad que tiene. Luce radiante, con un rostro sonriente que los años han respetado, su cabello rubio amoldado en un favorecedor peinado, y la mirada franca de sus hermosos ojos claros. Se mueve con agilidad, impulsada por la efervescente energía que emana de su interior. Después de las presentaciones habituales y de explicarle el procedimiento para elaborar el libro que llevaría su nombre, le pedí que me contara su historia, que me hablara de su niñez, de sus padres, de sus abuelos, de sus hermanos, etc. Encendí la grabadora y me dispuse a escuchar. Y efectivamente, Lupita comenzó a narrar su vida con un agradable timbre de voz, propio de una persona más joven, pero a los cinco minutos ya me estaba platicando de don René, y no habían pasado ni diez minutos cuando el Viena apareció en la charla. Varias veces intenté que retomara el hilo de 9 Nuestra Gente su relato, que ampliara la crónica de los años que vivió al lado de sus padres y hermanos, pero mis esfuerzos fueron infructuosos, porque la vida de Lupita Aguirre de Molina está inevitablemente ligada a la de don René y al Viena. Separar las historias de Lupita, don René y el Viena es tan difícil como tratar de aprisionar el agua entre los dedos. Esta es, entonces, una historia cuya trama se entreteje con los hilos de tres vidas. La gozosa niñez Los abuelos de Lupita eran de Santo Domingo, una pequeña comunidad del extenso municipio de Ramos Arizpe. Allá nacieron sus padres, Everardo Aguirre y Delfina Coss. Pero la vida en un rancho ofrece pocas opciones para una pareja de jóvenes que quieren formar una familia, así que tan pronto pudieron Everardo y Delfina emigraron a Saltillo, donde nacieron sus doce hijos: María Eugenia, Óscar, Manuelita, Jovita, Elisa, Onodelia, Irma, Lupita, Arnulfo, Sergio, Everardo y Mario Humberto. Lupita nació el mero doce de diciembre, en el domicilio de la familia Aguirre Coss, que estaba en la calle de Múzquiz, muy cerca del Santuario de Guadalupe, entre Ahuízotl y Emilio Carranza. “Contaba mi mamá que en el momento en que nací iban pasando los danzantes por enfrente de la casa, porque iban a bailarle a la Virgen”, refiere Lupita. Tal vez a esa singular circunstancia se deba el ca10 Lupita Aguirre La familia Aguirre Coss en las Bodas de Oro de don Everardo Aguirre y doña Delfina Coss. Lupita y René aparecen en la tercera fila, al lado de doña Delfina. rácter alegre de esta niña que andando el tiempo se iba a convertir en el pilar de una familia ejemplar. El Saltillo de 1932 era muy diferente de la moderna ciudad que es ahora. En ese entonces había muchas huertas con árboles de tejocote de color rojo encendido que las señoras de antes aprovechaban para hacer lucidos frascos de conserva y jalea color de rubí; crecían ahí nogales frondosos y álamos muy altos que los niños trepaban para sentarse en sus ramas. Relata Lupita que ella y sus hermanos solían jugar en una huerta muy grande que estaba en Múzquiz y Emilio Carranza, y que su mamá compraba la verdura en un sembradío que cultivaba una familia de chinos en la esquina de 11 Nuestra Gente La familia Molina de la Cruz en la boda de Juanita Molina y José Castillo. Doña Lupita de la Cruz aparece en medio de los novios. Atrás están sus hijos, de izquierda a derecha: María del Rosario, Sergio, Romeo, Tereso, Pedrito, Ramiro, René, Lupita, Catarino, Josefina, Gloria y Francisco. Don Ambrosio Herrera se ve entre Tereso y Pedrito. Presidente Cárdenas y Emilio Carranza, donde ahora hay un centro comercial. Las vías del tren iban por toda la calzada Emilio Carranza, y Lupita recuerda con emoción el paso del tren: “De niños gozábamos mucho porque el tren pasaba tan cerca que se cimbraba la casa. Para nosotros era un gusto verlo pasar. A las ocho de la mañana pasaba el pasajero que iba a México, y a cada rato desfilaban los trenes de carga, largos, largos. Nunca supimos de algún accidente, porque la gente respetaba el tren, y nosotros no nos acercábamos a las vías cuando cruzaba por ahí, lo veíamos desde la banqueta. A mí me parecía hermoso, imponente. Ya estábamos acostumbrados al ruido y no despertábamos cuando pitaba por la noche”. 12 Lupita Aguirre Con una docena de niños que cuidar y un tren que pasaba muy cerca de su casa, aunque para los niños fuera un espectáculo fantástico, don Everardo y doña Delfina no se sentían tranquilos. Por eso cambiaron su domicilio a la calle De la Fuente, entre La Llave y Abasolo. Eso ocurrió cuando Lupita tenía siete años, y estaba lista para ir a la escuela. En la Coahuila la inscribieron sus papás, y ahí cursó la primaria. “Tuve muy buenas maestras - recuerda-, en primer año me dio clases la profesora Andrea Alejo, que era muy inteligente y para que aprendiéramos mejor y de manera divertida nos enseñaba con rimas y coritos; recuerdo también a las profesoras Celia Aguilar, Jesusita Galindo, Emilia Hilario, todas ellas muy capaces. Mis amiguitas de entonces eran Virginia López, Socorrito Dávila y Carmelita Valdés, que desde chiquita declamaba y bailaba muy bien. En ese tiempo hacían unos festivales preciosos el día de la madre y en las fiestas patrias, nos ponían muy bonitos bailables y tocaba la banda de música del estado. En la escuela teníamos maestro de música, que era Ismael Fuentes, y el maestro de deportes era Estanislao Flores, que le decían ‘la maquinita’. A mí me gustaba jugar voleibol y béisbol.” Para las amas de casa de los años treinta los quehaceres domésticos eran más pesados en comparación con los que se hacen en la actualidad, porque además de la limpieza del hogar, el lavado y planchado de la ropa, y la preparación de los alimentos, había que hacer las tortillas en casa. Eso implicaba cocer el maíz y llevar el nixtamal al molino para tener la masa 13 Nuestra Gente para las tortillas. Así como ahora hay tortillerías en cada barrio, antes había molinos de nixtamal, donde se molía además el membrillo cocido para elaborar la cajeta y el trigo para hacer el pan y las tortillas integrales. Don Everardo Aguirre era molinero, al igual que sus hermanos, que a eso se dedicaban. Comenta Lupita que su tío Casimiro tenía su molino en la calle de Guerrero, y su tío Julio en la de Leona Vicario. “Mi padre era un hombre muy bondadoso, nunca perdía la paciencia, a pesar de tener una docena de hijos. Se levantaba a las cinco de la mañana a preparar el molino, porque la gente llegaba temprano a moler, pero a las ocho de la noche estaba dormido. De vez en cuando había que picar las piedras del molino; era todo un arte, y papá sabía hacerlo muy bien.” Lupita hace una pausa, como añorando los tiempos idos, y se lamenta: “ya quedan muy pocos molineros”, dice con cierta nostalgia. La dorada juventud Pasó la niñez como un sueño y de pronto Lupita se encuentra trabajando en una tienda de abarrotes. Tiene ya 14 años y quiere colaborar con sus padres para el sostén del hogar y de paso disponer de algún dinero para sus gastos personales. La tienda se llamaba “De la Peña y Montelongo”, y era una tienda grande que estaba por la calle de Venustiano Carranza, que ahora se llama Pérez Treviño. Los dueños eran personas muy amables y Lupita les simpatizó al punto 14 Lupita Aguirre René Molina en San Antonio de las Alazanas con Raúl de la Cruz, don Ambrosio Herrera, dos personas no identificadas, y el General Reynaldo Nuncio, quien le dedicó esta foto, tomada en 1967. René es el segundo de izquierda a derecha, y a su lado está el general Nuncio, de sombrero blanco y corbata vaquera. que la presentaban a sus clientes como sobrina suya. Se llamaban Adelina de la Peña y Severo Montelongo. Ahí conoció Lupita a un muchacho que solía ir al establecimiento a platicar con el dueño. Se llamaba René Molina, y ella presintió que ese joven que don Severo le había presentado iba a ser el compañero de su vida. Después supo que René también quedó impresionado con ella. Al poco tiempo se hicieron novios. René tenía un rancho cerca de San Antonio de las Alazanas, que su abuelo paterno, don Catarino Molina, le había heredado. Don Catarino era veterano de la Revolución. A los 21 años ya había participado en 15 Nuestra Gente 37 batallas bajo el mando de Francisco Coss. También combatió a los reyistas en el cuerpo de rurales que comandaba Rafael de Cepeda. Cuando lo licenciaron, con el grado de Mayor de Caballería, se estableció en Saltillo, y se dedicó a la agricultura en el cañón de Ciénega del Toro, de la sierra de Arteaga. Le fue bien sembrando trigo, y con el tiempo se hizo de algunas tierras en otros lugares de la sierra, entre ellos el rancho San Isidro, que a su muerte le heredó a su nieto René. El 13 de junio se celebraba una fiesta muy famosa en San Antonio de las Alazanas, en honor del santo de ese nombre. Doña Adelina y don Severo decidieron asistir a la fiesta y convidaron a Lupita y a René, porque era muy amigo de don Severo. Como René necesitaba ir a su rancho, salió para San Antonio antes que los demás, y quedó de encontrarse con ellos en la plaza del pueblo. Llegó Lupita a la plaza con sus patrones y se sentaron a esperar a René, pero los minutos pasaban y no se veía al muchacho por ningún lado. Lupita comenzaba a desesperarse, cuando lo vio llegar montado en un hermoso caballo de raza árabe que llevaba por nombre Barba Azul. “Era un caballo negro reluciente, precioso, que ganó el primer lugar en la primera Feria de Saltillo que tuvo lugar en la Alameda. Ese caballo se lo regaló su abuelo. René se veía muy gallardo montado en el Barba Azul, y yo me quedé emocionada. Se bajó del caballo a saludarnos con mucha cortesía, y luego nos fuimos al baile. Ahí nos hicimos novios”. 16 Lupita Aguirre Panorámica de una reunión de la Legión Nacional de Hijos de Veteranos de la Revolución. René aparece al extremo derecho de la cuarta fila, de traje oscuro. En los bailes de pueblo de aquella época los músicos cantaban un son que se llamaba ‘Los Panaderos’, para que los muchachos invitaran a bailar a las muchachas. La letra era la siguiente: ‘Aquí están los panaderos, ay qué bonitos están. Arriba los panaderos, arriba y a trabajar. Que busquen su compañera, que la tienen que encontrar. Que parece una gardenia acabada de cortar’... y siguen los versos hasta que la mayoría de los bailadores están en la pista. Terminó el baile y René invitó a cenar a Lupita y sus acompañantes, don Severo y doña Adelina. Ese día quedó grabado para siempre en el impresionable corazón de la protagonista de esta historia. Así comenzó el romance de René Molina y Lupita Aguirre, un noviazgo feliz, tranquilo, como se usaba en aquellos años. Él la esperaba a la salida del trabajo y la acompañaba a su casa, pero se despedían antes de llegar, porque no era bien visto que el pretendiente entrara a la casa de la novia. Platica Lupita que René les caía muy bien a sus papás, sobre todo a su papá, pero había que seguir las normas sociales. “Los días de descanso iba René a buscarme a mi 17 Nuestra Gente casa. Se paraba en el poste que estaba cerca y me silbaba, yo estaba muy pendiente para oír su señal y salía a encontrarlo engalanada con mi mejor vestido. En aquellos años empezaban a popularizarse los tríos, y René los aprovechaba para llevar serenata a su novia. Ella escuchaba las canciones de amor desde su recámara, y a veces lograba pasar hasta la sala sin que sus padres la sorprendieran; entonces levantaba un poquito la cortina para ver a su enamorado. Eran otros tiempos, otras costumbres. En 1948, ya pedida en matrimonio y otorgada la aprobación de sus padres, asistió Lupita con René a la Plaza de Toros que estaba en la Villa Olímpica, en los terrenos que después ocupó el Hotel Imperial, a presenciar la corrida en que se presentó el diestro saltillense, Fermín Espinoza “Armillita”. La historia de René La familia de René era de Galeana, Nuevo León, y sus padres se avecindaron en Saltillo en los años cincuenta del pasado siglo. Don Tereso Molina Saucedo y doña Guadalupe de la Cruz Valdés procrearon 15 hijos: René, Gloria, Ramiro, Romeo, Francisco, Pedro, Josefina, Juanita, Catarino, Sergio, María Guadalupe, Tereso, María del Rosario y dos niñas que murieron recién nacidas, con diferencia de dos años, y fueron bautizadas con el mismo nombre, Felícitas. René era el mayor de sus hermanos, y desde muy pequeño lo llevó su abuelo Catarino a vivir con 18 Lupita Aguirre René con su cuñado Horacio Suárez y su hermano Romeo, en el Viena de Abott. él y con su esposa, Sara de la Cruz, a Saltillo. El niño se crió en casa de sus abuelos, aunque nunca se desligó de sus papás ni de sus hermanos, a los que apoyó toda su vida. Era muy apegado a don Catarino, y disfrutaba mucho cuando él lo llevaba a San Isidro, el rancho que tenía en la sierra de Arteaga, porque le gustaba el campo, los caballos, la agricultura. Era feliz en el rancho, al lado de su abuelo Catarino. Ya mayorcito lo acompañaba con frecuencia a las reuniones que el viejo revolucionario tenía con sus amigos, veteranos de la revolución como él. René escuchaba encantado las pláticas de aquellos señores, por eso se acostumbró desde niño a convivir con personas más grandes que él. Algunos de los amigos que tuvo René en su juventud eran señores de respeto, como don Ambrosio Herrera, el 19 Nuestra Gente general Reynaldo Nuncio, don Severo Montelongo y don Enrique López de la Fuente, el papá del Niño Fidencio. Entró René a la Academia “Victoriano Cepeda”, que dirigía el profesor Severiano Urteaga, para hacer estudios de Contador Privado, y según refiere Lupita, era un alumno muy aplicado, respetuoso con los maestros, y de un carácter alegre y amistoso que le ganó la estimación de sus compañeros y los profesores de la escuela. “Faltaban unos meses para la graduación cuando falleció su abuelo Catarino, y René se puso tan triste que se encerró en su cuarto y no salió en un mes…ni a la academia iba…tuvo que ir el profesor Urteaga a platicar con él para convencerlo de que volviera a la escuela y se graduara junto con sus compañeros”,-relata Lupita. Con su título de Contador Privado en la mano, René consiguió trabajo en el negocio de don Guibert Verástegui. Además de trabajar con don Guibert atendía el rancho que le había dejado su abuelo, San Isidro, que estaba cerca de San Antonio de las Alazanas, por el rumbo de San José y El Dieciocho. Por esa época conoció a Lupita y comenzó a cortejarla. Luego entró a trabajar en el Departamento de Glosa de la Tesorería del Estado, y su situación económica, que había mejorado lo suficiente, le permitió pensar en formalizar su noviazgo. Pero antes necesitaba vender su preciado caballo, el Barba Azul, cuyo mantenimiento consumía más de la mitad del sueldo de René, y como era tan fino y valioso había el riesgo de 20 Lupita Aguirre Los Caballeros del Santo Cristo conducen la sagrada imagen a su altar. Don René sostiene con devoción el extremo izquierdo de la cruz. que se lo robaran. Don Enrique López De la Fuente se interesó en adquirirlo y cerraron el trato. Don Enrique se llevó el caballo a su propiedad y prometió al muchacho pagarle el precio convenido en el plazo de unos meses. Boda y familia Lupita aceptó de inmediato la propuesta de casamiento de su novio, y después de las formalidades de rigor se celebró el matrimonio de Lupita y René, en la Capilla del Santo Cristo. Lupita fue con su madre a Monterrey a comprar su vestido de novia. “Era un vestido hermoso, de raso color perla; tenía encaje 21 Nuestra Gente muy fino en el talle, y mangas largas con muchos botoncitos. Era de cuello alto y tenía faldones en la cadera. La falda era más amplia en la parte de abajo, y me puse una crinolina para que luciera la cola que arrastraba al caminar. Mi prima Socorrito me hizo el ramo de novia con orquídeas enceradas, y también me hizo la corona. Al entrar a la iglesia me puse el velo sobre la cara. Manuelito Rodríguez me dijo: ‘Nunca he visto una novia tan bonita como tú’. Mi hija Nely se casó con ese vestido, y sus amigas no podían creer que yo hubiera escogido un vestido tan hermoso a mis dieciocho años”. La fiesta de bodas tuvo lugar en la casa que fue de don Catarino y habitaban René y su abuela Sara. La espaciosa casa de la calle de Humboldt rebozaba de amigos y parientes que bailaron al compás de la orquesta de Lorenzo Hernández, y disfrutaron las exquisitas viandas que se prepararon para la ocasión. Narra Lupita: “Don Enrique fue nuestro padrino de bodas y trajo de Espinazo unas barras de queso delicioso. Con eso hicieron unos macarrones. Hubo cabrito y mole. El pastel lo hizo Cuquita Gil, que era una repostera muy acreditada de Ramos Arizpe, con mucha mantequilla y huevos de rancho…un pastel de lujo. Fue un banquete como a René le gustaba: que hubiera comida abundante y sabrosa”. Los recién casados se fueron en el tren a San Luis Potosí. En esa ciudad pasaron su noche de bodas. De ahí se fueron a San Juan de los Lagos porque René era muy devoto de la Virgen de esa advocación. Lupita dejó su ramo de novia a los pies 22 Lupita Aguirre de la milagrosa imagen. Luego partieron a la Perla Tapatía. “Allá escuchó René en la radio que iba a haber un partido de béisbol en Torreón, y regresamos para ver el juego”. La joven pareja se estableció en la casa de doña Sara, y comenzó su vida de casados con buena estrella. Don Jesús Martínez invitó a René a trabajar como cajero en su Restaurante Saltillo, y los hijos comenzaron a llegar a la familia Molina Aguirre. Dieciocho años tenía Lupita cuando se casó, y cuando cumplió treinta, ya habían nacido sus seis hijos. Educada en la tradición del cuidado del hogar, la joven señora Molina se esmeraba en atender con cariño y dedicación a su esposo y a sus pequeños, mantener su casa siempre limpia, cocinar los alimentos para su familia y enseñar a sus niños buenos modales. Su mayor satisfacción era tener a sus hijos limpios, bien vestidos, bien peinados y guardando perfecto orden en cualquier lugar donde la familia Molina Aguirre se presentaba, ya fuera la iglesia, algún restaurante o en una visita social. El buen desempeño de René en su trabajo motivó el ascenso que le otorgó su jefe. De cajero del Restaurante Saltillo pasó a ser gerente de todos los restaurantes de don Chuy, que eran, además del Saltillo, el Elite, el JeMa, y el Saltiburguer. Recuerda René Molina Aguirre que a él y a sus hermanos los llevaban a una peluquería que estaba cerca del Restaurante Saltillo, y después los llevaban a visitar a su papá en su trabajo. “A mí me daba un gusto enorme ver a papá sentado detrás del escritorio en su 23 Nuestra Gente función de gerente…yo me sentía como pavorreal, orgulloso de saber que él mandaba ahí…yo decía ‘él es la ley’…Nos fascinaba que nos dieran un lonche de huevo con chorizo…qué cosa más rica…luego nos daban unas golosinas y nos llevaban a la casa”. El Viena Durante el tiempo que estuvo trabajando para don Chuy Martínez, René fue aprendiendo la manera de manejar un restaurante. En 1959 decidió renunciar a su empleo para instalar su propio negocio. Platicó con su esposa y ella no dudó en brindarle todo su apoyo. El Café Viena empezó a funcionar en un pequeño local de la calle Abott, en el número 323, entre Allende y Padre Flores. Tenía dos plantas el lugar, y siempre estaba lleno. Lupita refiere que en esa calle estaba la Casa Cabello, el Banco Mercantil, y el Restaurante San Luis Inn. Por la de Padre Flores estaba la terminal de los Transportes Monterrey Saltillo, y en esa misma calle había algunos hoteles que solían frecuentar los agentes viajeros, particularmente los que trabajaban para los laboratorios farmacéuticos. Como la cocina del restaurante era muy chiquita, Lupita tenía que preparar en su casa algunas cosas, como las tortillas de harina para las palomas de ternera, que le dieron fama al Viena, los frijoles y el menudo. Era un trabajo pesado porque se hacían cantidades grandes de comida, pero ella lo hacía con 24 Lupita Aguirre René y su hermana Gloria, pilares de la familia Molina de la Cruz. 25 Nuestra Gente Maximiliano Alvarado, el célebre “Marzo”, atiende con celo profesional s sus comensales. gusto porque sabía que estaba ayudando a su esposo. Su carácter alegre le ayudaba a aligerar la tarea y se sentía feliz contribuyendo al éxito del Viena. Ahora nos narra sus vivencias de aquella época: “Cuando pusimos el restaurante ya teníamos cuatro hijos y yo estaba esperando al quinto-relata Lupita-, pero me daba tiempo para atender a mis hijos y ayudar en lo que se ofreciera. Yo me encargué de enseñar a las muchachas a hacer las tortillas de harina. Aquellas tortillas de harina fueron muy especiales, por eso se hizo famoso el Viena, por las palomas de ternera. Había una muchacha que hacía cinco bultitos de harina diarios…veinticinco kilos. Fue a dar a mi casa cuando tenía quince años, y duró doce años conmigo. Se llamaba Mela. 26 Lupita Aguirre Lupita y don René, puntales de la familia Molina Aguirre. Ella me hacía las tortillas y la comida. Le enseñé cómo se hacían las cosas, cómo se guisaba, cómo se ponía el menudo, cómo se hacían los tamales… Era mucho trabajo, pero yo lo hacía contenta y no lo sentía pesado porque estaba apoyando a mi esposo. La carne de ternera para los lonches y las palomas la compraba René con don Antonio Galicia. Era una carne de primera calidad. Ahora la traen de Torreón, que es donde se consigue la mejor. Para el menudo se usaba el menudo fresco de la res. Se hacían cincuenta kilos diarios. Lo lavábamos en la casa. Yo tenía bien calculada la cantidad de chile que se necesitaba, y las horas de cocción. ”Una vez estaba haciendo las tortillas y Nana, como le decíamos de cariño a la abuela de mi esposo, 27 Nuestra Gente Los Saraperos de Saltillo visitan la tumba de don René Molina. Doña Lupita observa la escena, en compañía de algunos de sus hijos y nietos. me estaba ayudando a voltearlas...Al mismo tiempo se estaban cociendo los frijoles en una olla de presión. Era una olla grande, para diez kilos. En otra olla se cocía el menudo. ‘Peque’- así le decíamos a Arnoldo cuando estaba chiquito- tenía como un año, y estaba en medio de la cocina sentado en el piso. Lloraba porque quería un dulce. Le pedí a la señora que me ayudaba con el quehacer, Sefi, que lo llevara a la tienda a comprarle lo que él quería, y acababa de salir la mujer con el niño cuando escuchamos un ruido muy fuerte…había explotado la olla de los frijoles porque se tapó el escape. La tapa se partió en dos y salió volando… por poco nos pega a Nana y a mí…la olla se hundió en la estufa…la campana de la cocina se cayó y Nana quedó debajo…yo pensé que había explotado el tanque de gas y salí al patio, pero 28 Lupita Aguirre cuando me vi la ropa reaccioné, estaba toda mojada con el caldo de los frijoles…Nana gritaba que la sacáramos de la campana…los vecinos estaban en las azoteas viendo qué había sucedido, porque el ruido fue muy fuerte. ”Al fin pude liberar a Nana de su escondite involuntario y nos salimos al patio a reírnos de aquel percance. De momento nos asustamos mucho, pero gracias a Dios ni una quemadita sufrimos. René estaba dormido porque había trabajado toda la noche, y se levantó al oír el ruido y las voces. Entró a la cocina, aquello era un desastre: había caldo de frijoles por todas partes…la vitrina se había caído y todo lo que había ahí se quebró…la vajilla, las copas…todo. René vio todo el tiradero y preguntó: –¿Qué pasó? –Explotó la olla de los frijoles. –Pero ¿no les pasó nada? -No. Estamos bien. -Ah, bueno…- dijo, y se fue otra vez a dormir. ”Ya no funcionó la estufa, y la harina se nos había echado a perder. Entonces saqué otro costalito de harina, la manteca, la vasija, el palote y la tabla y me fui a casa de mi suegra a amasar la harina y hacer las tortillas. Allá terminamos de cocer los frijoles y el menudo. Aquel accidente doméstico no impidió que en el Viena hubiera aquel día tortillas de harina, menudo y frijoles, como siempre. Por unos días estuvimos preparando todo en casa de doña Lupita, mi suegra, que estaba en la esquina de Centenario y Jacobo M. Aguirre, hasta que compramos otra estufa. 29 Nuestra Gente El Viena ofrecía a sus comensales la comida tradicional del norte en un ambiente familiar. Ahí se podía comer tostadas de pollo, tacos y palomas de ternera, lonches de ternera, caldillo de machacado, menudo al vapor, enchiladas saltilleras, bisté ranchero, queso con salsa, migas con huevo…todo ello elaborado con ingredientes de la mejor calidad. Don René buscaba proveedores que le surtieran buenos productos. El queso y la crema eran de leche de vaca, y el machacado lo traían de Congregación Calles, cerca de Montemorelos, Nuevo León; el chorizo lo elabora un sobrino de don René, Luis Horacio, desde hace muchos años; es un chorizo de muy buena calidad, y la gente lo pide porque no provoca problemas digestivos. Explica René, el mayor de los hijos varones de Lupita, que el menudo al vapor se hacía con el menudo completo de la res, es decir, con los cuatro estómagos que tiene un bobino rumiante, a saber: panza, rumen, librillo y cuajo, y se le añadían unos buenos trozos de pata de res. “Era todo un arte preparar aquel menudo, que tenía un sabor y una consistencia muy especial. Había veces que en una noche se vendían diez o doce ollas de menudo, y cuando había baile ranchero en la Acuña o baile Blanco y Negro en el Casino, se vendía casi el doble. Cuando hacían el balance de los bancos en fin de año nos pedían que les lleváramos menudo a sus empleados, que se pasaban todo el día y gran parte de la noche en el banco; recibían el año nuevo trabajando. Ahora se hace el menudo de panza congelada, y es más sencillo, pero no se compara con el sabor de antes”. 30 Lupita Aguirre El personal del Viena, en el local de Abott 323. Don René quiso involucrar a sus hijos en el negocio desde pequeños para que aprendieran a valorarlo, que le fueran tomando cariño, que aprendieran a manejarlo para que algún día se hicieran cargo del restaurante. Desde que cumplían los diez años los llevaba al Viena para que le ayudaran. Les asignaba tareas sencillas, como hacer algún mandado, acomodar el pan de la vitrina, ayudar en la limpieza, lavar la loza… Conforme iban creciendo les daba responsabilidades mayores, como ir a comprar la verdura, la fruta, el pan, o ir a los bancos y a las oficinas a cobrar las notas pendientes. En esas labores aprendieron los niños Molina Aguirre a practicar los valores que dan sentido a la vida de las personas, como el trabajo, la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad con el prójimo. Cuando el negocio empezó a ser más productivo, don René adquirió el Restaurante San Luis 31 Nuestra Gente Don René, en sus labores de gerente del restaurante Saltillo y los demás negocios de Chuy Martínez. Inn, que era de don Roberto Siller. Era un lugar de postín, con mobiliario elegante, cortinas, y grandes ventanales de cristal. René contrató dos cocineros que tenían experiencia en platillos de alta cocina: Ramón Argendegui, que había trabajado en la Casa Colonial, y el maestro Melesio, que estuvo mucho tiempo en el Hotel Arizpe. El menú era diferente, no sólo por el tipo de platillos, sino porque estaba en inglés y español. Cuenta Lupita que los meseros andaban vestidos de esmoquin, y hablaban inglés, por lo menos el necesario para atender a los clientes que hablaban ese idioma. En ese restaurante trabajaron dos de los hermanos menores de don René: Catarino, y Sergio. Cuando ellos se fueron a estudiar fuera de Saltillo, los suplieron Martha Elvia y Mario, hijos de don René. Refiere René hijo que en los cristales de ese establecimiento había una calcomanía que decía: 32 Lupita Aguirre Doña Lupita muestra orgullosa la Presea a la Perseverancia que le otorgó la CANACO Saltillo en 2006. La acompaña su hijo Arnoldo. SAMBORN’S OK, como una especie de acreditación que otorgaba la empresa. Relata Lupita que muchas veces los clientes no encontraban lugar en el Viena, estaban todas las mesas ocupadas, y ella les sugería ir al San Luis Inn, que estaba a unos cuantos metros de distancia, pero los clientes preferían esperar de pie hasta que hubiera lugar para ellos. “Tal vez no se sentían cómodos en el otro restaurante por el ambiente, la comida distinta y, desde luego, porque los precios eran un poco más altos”. Un detalle simpático referente a estos dos restaurantes, tan cercanos pero tan diferentes, lo comenta René chico: “Los muchachos de la Narro iban con 33 Nuestra Gente papá a pedirle que los financiara para la publicidad de sus campañas estudiantiles, y ponían en las carpetas que repartían entre sus compañeros el siguiente mensaje: Si quiere comer como ballena, vaya al Viena. Si quiere comer como catrín, vaya al San Luis Inn”. El Viena busca su lugar El local de la calle de Abott era de don Manuel J. García y él lo quería remodelar; y por otra parte ya resultaba insuficiente para dar una buena atención a la numerosa clientela de René. El Viena había estado veinticinco años en ese lugar y era tiempo de buscar un sitio mejor. Don Manuel le ofreció a René rentarle otro local, más grande que el de Abott, que tenía por la calle de Manuel Acuña. Y René se cambió allá con todo su equipo y su personal. Siguió trabajando el Viena en su nueva casa, René se ocupaba de mantener la calidad en el servicio, y los saltillenses siguieron visitando su restaurante predilecto, donde podían comer a gusto y gastar poco, platicar con los amigos, convivir en familia, o restaurar las fuerzas con un sustancioso menudo después del baile ranchero de la Sociedad Manuel Acuña o de las fiestas del Casino. Todo parecía ir de maravilla y René pensaba en comprar el local, pero don Manuel nunca le quiso vender, y en 1985 le pidió a René que desocupara el lugar. Comenta Lupita: “Dios obra en todo. Qué bueno que don Manuel no le vendió ese local a René, porque no era un lugar apropiado para un restaurante. No 34 Lupita Aguirre Tres bellas damas. Lupita disfruta la cena que ofreció la CANACO con motivo de la entrega de preseas en compañía de Nely, a la izquierda, y Marthita, a la derecha. hay dónde estacionarse, y los clientes necesitan un espacio para dejar sus automóviles, si no lo encuentran se van. Además hay muchas cantinas por ahí, casi una en cada esquina”. No tuvo René tiempo suficiente para buscar un lugar que cubriera todas las necesidades de su restaurante y de su clientela, de modo que tuvo que cambiarse a un local que estaba disponible por la misma calle de Acuña, donde estuvo la panadería La Chontalpa. Cinco años duró el Viena en esa ubicación. Fue un tiempo difícil, porque el local era pequeño, la gente batallaba para encontrar dónde estacionarse, el punto no era el adecuado… Pero la familia Molina Aguirre puso al mal tiempo buena cara, y gracias al trabajo y a la perseverancia de don René, al apoyo de sus hermanos y de sus hijos, y al optimismo que Lupita les 35 Nuestra Gente La familia en pleno rodea a la feliz homenajeada. transmitía a todos, el Viena resistió el temporal, hasta que en 1990 se presentó la oportunidad de comprar un local mucho mejor por la calle Presidente Cárdenas, donde hasta la fecha está ubicado el Café Viena. La nueva casa del Viena estaba lejos del centro comercial de Saltillo, donde había permanecido por más de treinta años, y don René sabía que un cambio de esa naturaleza es aventurado, pero decidió correr el riesgo. En unos cuantos días supo que había acertado en su decisión. La clientela de siempre siguió acudiendo al Viena, y demostró con eso que la calidez del trato y la calidad de la comida son la sazón que atrae a los comensales. Los clientes fueron aumentando cada año, y don René los recibía con su amabilidad habitual. Afirma Lupita que su esposo tuvo muy buen personal, cocineros, ayudantes, meseros. Uno de los meseros más estimados por la clientela del Viena 36 Lupita Aguirre Lupita posa con Graciela Garza Arocha, Alberto Madrigal, el chef Ricardo Cámara y don Braulio Cárdenas Cantú, con la presea que Canirac les entregó en 2007 a los fundadores. Lupita la recibió en nombre de su esposo, don René Molina. fue el célebre “Marzo”. Se llamaba Maximiliano Alvarado, pero la gente le decía así, “Marzo”. Era muy eficiente, servicial, atento con los clientes, procuraba anticiparse a sus deseos. Cuando murió, otro mesero tomó su lugar, y los clientes notaron la diferencia. Platica Lupita que el primer día que el nuevo mesero atendió a don Roberto Orozco Melo y al licenciado Armando Fuentes Aguirre, éste le dijo: ‘Te voy a decir cómo nos atendía Marzo: nos veía llegar desde la puerta, y nos esperaba en la mesa con el café servido’. Otros meseros que se hicieron apreciar por los clientes son Rogelio Martínez y José Pilar Ramírez. “Todos respetaban a mi esposo y lo obedecían en todo, pero además lo estimaban, porque era muy buen patrón”-dice Lupita, y añade: “nunca tuvo un pleito en la Junta de Conciliación y Arbitraje porque pagaba salarios justos y había buenas condiciones 37 Nuestra Gente Lupita con una esplendorosa sonrisa, el día que sus hijos la festejaron con motivo de sus 70 años de vida. La flanquean Nely y Marthita. 38 Lupita Aguirre laborales en su negocio. Muchas veces regalaba a sus empleados boletos para que fueran al béisbol o a los toros”. Todo eso contribuyó al buen ambiente que se respira en el Viena y hace que la gente se sienta a gusto. Las buenas obras Tenía unos tres años el Viena en la de Presidente Cárdenas cuando don René comenzó a tener problemas de salud. Siempre fue gordito, pero con los años su peso se incrementó en forma considerable. Lupita nos narra esta parte de su vida: “René se veía muy bien, tenía muy bonito cutis…era hermoso. Su problema era que había aumentado mucho de peso. Comenzó a consultar doctores, por dondequiera iba a ver médicos, pero no dejaba de comer, no cuidaba su alimentación, ni le bajaba al consumo de grasas o de pan. No tenía platillo aborrecido. Le gustaba mucho la carne, especialmente la que tenía grasa, como el menudo. Cuando lo acompañaba a ver un médico él entraba solo, y me dejaba en la sala de espera para que no lo ‘echara de cabeza’. Cada mes se hacía sus análisis de glucosa y colesterol, pero los escondía para que yo no los viera, los guardaba en un cajón. Una vez logré entrar a la consulta junto con él, y cuando el doctor le advirtió que tenía que dejar de comer lo que le hacía daño, él le contestó: ‘Mire, doctor, yo estoy muchas horas en el restaurante, mi puesto de trabajo está a la entrada 39 Nuestra Gente de la cocina, y pasan por enfrente de mí las palomas, los lonches de ternera, el menudo, cómo quiere que no se me antojen…tengo que comérmelos’. Ésa fue su vida…era mucha la tentación. Luego empezó aponerse malito, pero así como se enfermaba se aliviaba. Él tenía su doctor en Saltillo, que era Poncho Valdés, y su médico en Monterrey, el doctor Uribe, un cardiólogo muy prestigiado. Cuando se ponía malo en la noche yo lo abrigaba muy bien en una cobija y llamaba al doctor Poncho para que nos alcanzara en el hospital. Allá le ponían su medicamento y al día siguiente amanecía perfectamente bien. Pero ya su corazón estaba muy crecido por el esfuerzo de trabajar para ese cuerpo tan grande, y por la grasa que se había acumulado. Fuimos a Houston a que lo atendieran, y el médico de allá, un cardiólogo alemán, le dijo: ‘Qué anda haciendo acá, si en Monterrey hay muy buenos cardiólogos’. ”El día que falleció, el 15 de octubre de 1994, vi que se sentó en la cama y le pregunté qué tenía. ‘Me siento muy mal’, me dijo. Eran como las doce de la noche. Llamé por teléfono a mi hijo Rolando, que es médico y vivía cerca de la casa, y llegó apresurado. Le iba a tomar la presión, pero René dijo que lo lleváramos al hospital. Lo cubrí muy bien y lo tomamos entre Rolando y yo, cada uno de un brazo, y antes de llegar a la puerta de la calle se desvaneció. No se quejó, ni un sonido salió de su boca. Ahí mismo murió. Yo me arrodillé, le puse su cabeza en mi pecho, lo abracé, y empecé a gritar de dolor... Rolando me dijo ‘Cuídalo mamá, voy a llamar al 40 Lupita Aguirre Con sus hijos, su yerno y sus nueras. Sentadas, de izquierda a derecha: Luz Elena, Alhelí, Nely, Lupita, Marthita e Imelda. Tras ellas, Arnoldo, Rolando, Mario, Jesús y René. doctor, a la ambulancia, a mis hermanos’… Llegaron todos juntos, pero ya no había nada que hacer. Fue una muerte muy bonita, tranquila, serena. ”Su misa fue en la Capilla del Santo Cristo. La iglesia estaba llena. El padre Plácido Castro ofició la misa, y dijo ‘Esta iglesia es demasiado chica para don René, porque aquí están todas las personas que él ayudó, desde la señora que pide limosna en el atrio’… la gente no cupo en la capilla, el atrio también estaba lleno y uno de mis nietos se quedó en la Plaza de Armas, porque no pudo llegar más cerca. Cuando terminó la misa, un señor que pide limosna en Catedral iba por en medio de la iglesia, 41 Nuestra Gente Los nietos se incorporan a la sesión de fotos el día del cumpleaños número 70 de su abuelita. en el atrio y en la calle, abriendo paso para el féretro…decía ‘Ahí viene René…Ahí viene René…Ahí viene René’… ”Cuando él murió, encontré en el área de mantenimiento del Viena un tonel de 200 litros de capacidad lleno de notas que jamás le pagaron. Era la evidencia del corazón de oro de mi esposo, que jamás le negó a nadie un plato de comida, aunque no tuviera con qué pagarlo. Las quemé todas, para que de esas buenas obras sólo nos quedara el recuerdo. ” Hace cosa de un año vino al Viena un ingeniero que vive en , y me preguntó si yo era la señora Molina. ‘A la orden’, le respondí, ‘¿Qué se le ofrece, ingeniero?’ ‘Mire-me dijo- vengo a enseñarle esta nota’, era de 1970. Me dijo ‘Yo nunca le pagué esta nota a don René, y así como yo, sé que hay muchas personas que 42 Lupita Aguirre él ayudó, y nunca nos cobró las notas’. René atendía a todos los estudiantes, les daba de comer y no les cobraba, por eso cuando hacían los desfiles chuscos donde había tanto desorden, tantos desmanes, a él nunca le hicieron ninguna travesura, lo respetaban mucho. También ayudó a algunos sacerdotes para que estudiaran en el seminario. Ellos no lo olvidan, dicen que fue su benefactor en la tierra y ahora los sigue ayudando desde el cielo. ”La mayoría de las notas sin pagar eran de estudiantes foráneos, casi todos de la Narro. Venían a comer y firmaban la nota. Luego se iban a su tierra y jamás regresaban. René ayudaba a los niños que vagaban solos y se paraban en la puerta del Viena con carita de hambre, a los ancianitos desamparados, a los pordioseros…a mucha gente. Fue muy querido en la ciudad, porque hizo mucho bien. ”Después de la muerte de mi esposo me fui al Viena con mis hijos René y Rolando. Uno atiende el turno de la mañana y otro el de la noche. Yo voy de las nueve de la mañana a las cuatro de la tarde. Nuestra familia sigue unida, como siempre. Seguimos viajando y cultivando las aficiones que nos transmitió don René. ”En una ocasión fuimos a Nueva York a ver un partido de los Yanquis. Éramos ocho, entre ellos mi nieto Rolando, que traía el encargo de su papá de llevarnos a ver el juego. Compramos los boletos en el estadio; los pedimos para el día siguiente, porque queríamos ir al teatro esa noche, y no nos fijamos que los boletos que nos vendieron eran para el día 43 Nuestra Gente que los compramos. A la noche siguiente nos presentamos en el estadio, y no nos dejaron entrar. Entonces Rolandito se formó en la taquilla para comprar otros boletos. Yo traté de disuadirlo, le dije que podíamos ir al teatro, o a dar un paseo por la ciudad…pero él insistió en adquirirlos, me dijo ‘¿Cómo cree que no las voy a llevar al béisbol? Papá se me enojaría muchísimo si se entera que no fuimos’. Y esa noche asistimos al juego de los famosos yanquis. Niños de ayer, hombres y mujeres de hoy En el proceso de reconstruir la historia de las personas o de los lugares hay que colocarse en varios puntos para tener distintas perspectivas. La realidad es un todo complejo que cada persona percibe desde su propio mirador, y matiza con su particular manera de interpretarla. Por eso estimé conveniente entrevistar a los hijos de don René y doña Lupita. Esas entrevistas aportaron datos importantes. Nélida, Rolando, René, Arnoldo y Jesús Eduardo, el hijo de Martha Elvia, me dieron los hilos que faltaban para completar la trama de esta historia de tres vidas. Escuchemos las voces de quienes fueron parte de esta historia, y la vivieron con la misma emoción y alegría que parece anidar en el corazón de esta ejemplar familia. 44 Lupita Aguirre En medio de sus hijos, Lupita sonríe al futuro. Atrás están Arnoldo, Rolando, René y Mario. Nely y Marthita a los lados de su mamá. Nélida “Nací la primera de los seis hijos de mis padres. Luego nacieron René y Mario. Yo jugaba con ellos, pero quería tener una hermanita. Una navidad le pedí Santa que me la trajera, y me concedió mi deseo, porque Marthita nació unos meses después, en junio del siguiente año. Desde entonces hemos estado siempre juntas. Después llegaron mis otros hermanos, Rolando y Arnoldo. Me sentía feliz con todos mis hermanos, aunque me gustaba más estar con los chiquitos y ayudarlos en sus 45 Nuestra Gente tareas. Parece que mi vocación de maestra comenzaba a despertar. ”Papá era un hombre enérgico, muy conservador. Bondadoso, siempre tratando de ayudar a la gente. Muy responsable. No era expresivo, no se usaban en ese tiempo las demostraciones de cariño, pero nos demostraba su amor con detalles. Siempre me dio mucha responsabilidad, tal vez por ser la mayor. Lo acompañé en momentos importantes de su vida… era como su brazo derecho, me tomaba en cuenta y me pedía opinión, o consejos. Nos enseñó a trabajar y a conseguir las cosas con nuestro esfuerzo. Me sentí orgullosa cuando compré mi primer carro con mis ahorros y con mi sueldo de maestra; comprobé así el valor del trabajo y la conveniencia del ahorro. ”Mi mamá tenía un carácter distinto. Ella siempre ha sido muy alegre, optimista, entusiasta. Siempre nos dice ‘Vamos, adelante’. La siento más como amiga, somos muy unidas las tres, mamá, Marthita y yo. ”Mis papás siempre me han apoyado mucho. En los momentos en que los he necesitado estuvieron conmigo. Me hace feliz la familia, verlos a todos juntos, que estemos unidos. Así estamos acostumbrados. Papá nos enseñó la fraternidad, él era así con sus hermanos…aprendimos mucho de esa familia porque ellos son un ejemplo de apoyo fraternal. Se quedaron sin su papá cuando estaban muy chicos, y salieron adelante ayudándose unos a otros. ”También nos enseñó papá el amor y la espiritualidad. Cada año nos llevaba a México a visitar 46 Lupita Aguirre Sofía y José Alberto Molina Orta. a la Virgen de Guadalupe en la Basílica. Durante el novenario del Santo Cristo íbamos a la misa de cinco de la mañana. En esas fechas estaba la Feria, y él nos llevaba al palenque a ver a los artistas que se presentaban, porque le gustaba la música y que nosotros disfrutáramos de todo. Pero al día siguiente teníamos que levantarnos para estar en la misa de cinco, aunque nos hubiéramos acostado a las doce de la noche o la una de la mañana. A mí no me gustaba ir al novenario, por las desmañanadas; pero ahora si no voy me siento mal. ”Papá nos dejó algo muy valioso: el trabajo, la honestidad, el apoyo entre nosotros. Nos enseñó a disfrutar la vida, como él la disfrutó. Si venía a Saltillo un torero o una artista, él los iba a ver. Le 47 Nuestra Gente Alejandro y José Alberto Molina Orta. encantaba viajar, le gustaba el circo, el teatro de carpa, como el Tayita, que se ponía por la calle de Colón. Para la época que le tocó vivir tenía mucha visión. Cuando nos llevaba a México, él ya sabía a qué lugares nos iba a llevar a pasear, y hasta a qué restaurantes íbamos a llegar a comer. Para mí, papá fue una persona admirable. ”De mamá admiro su alegría, su energía, su optimismo. Es una mujer muy valiente, muy luchona, nunca se da por vencida. Si se presenta una dificultad, algún momento difícil, nos tranquiliza, para ver con calma lo que se puede hacer. Nos dice ‘No se desesperen, esto pasa’. Mamá no le tiene miedo al trabajo, lo que la pongan a hacer, eso hace, y lo hace bien. El pilar de la familia está fuerte. 48 Lupita Aguirre René “Tengo recuerdos muy bonitos de mi papá, imborrables. Era una persona muy carismática, muy buena persona, muy buen hombre, muy buen papá, muy buen esposo, muy buen hermano, muy buen patrón. Toda su vida se dedicó a trabajar. Nunca lo vi que se quedara en la casa un domingo. Claro que nosotros le ayudábamos en ciertas horas. Teníamos que estar pendientes cuando él nos llamara; teníamos que estar listos, o presentes; y entonces él se dedicaba a hacer otras cosas, como ir a la iglesia, sobre todo en las festividades del Santo Cristo. Era muy devoto del Santo Cristo de la Capilla, era soldado del Santo Cristo, era su Primer Caballero. ”Papá era muy creyente, y eso lo hacía un hombre más bueno. Nunca le hizo daño a nadie, jamás hizo un mal comentario, no hizo enemigos. Tenía un carácter muy ameno, le encantaban las bromas, era especialista en hacer bromas y travesuras. Su travesura favorita era que al llegar en la noche accionaba el interruptor que controlaba el paso de la energía eléctrica al interior de la casa, y nos dejaba a oscuras. A grandes y a chicos nos tomaba desprevenidos, y nos asustábamos…él se carcajeaba…era feliz haciendo esas bromas. ”A veces se enojaba, y era entendible, porque yo era muy travieso, muy inquieto, y era el mayor de los hijos varones, y había otros tres…yo creo que pensaba que si no me corregía a mí primero, no iba a po49 Nuestra Gente der con los demás. Por eso fue un poco más estricto conmigo, aunque era una miel. Había veces que me ganaba uno que otro cintarazo, porque era muy vago. Me gustaba mucho el béisbol, desde muy chico, y me iba a jugar con los niños del barrio cerca de la casa…y no avisaba…me perdía todo el día. Papá se angustiaba porque no sabía dónde andaba yo. Tenía un carrito verde, Chevrolet 41, y me iba a buscar en su carro. Para llegar al campo donde jugábamos había un camino con una pendiente de subida. Yo veía la trompita del carro y ya sabía lo que me esperaba. Él llegaba, se bajaba, abría la puerta del copiloto, doblaba el respaldo del asiento y me decía ‘Súbase’. Me iba en el asiento de atrás y no había ninguna conversación en el trayecto a la casa. Él iba serio, callado. Llegábamos a la casa y yo entraba por delante. La puerta de la calle tenía un pasador alto que yo no alcanzaba, y él lo cerraba, para que no me volviera a salir. Y entonces me daba uno o dos cintarazos, no muy fuertes; no lo hacía porque estuviera enojado, sino porque tenía miedo de que me fuera a pasar algo; lo que él quería era que me diera cuenta de que no debía salirme sin avisar, ni pasar tanto tiempo fuera de la casa. A veces lloraba yo, y él se ponía a llorar conmigo. ”Extremaba sus cuidados con nosotros. No le gustaba que pasáramos la noche fuera de la casa, no nos dejaba quedarnos a dormir en otra parte, ni siquiera con familiares. No quiso que fuéramos a la Escuela Anexa porque tenía miedo de que nos ahogáramos en el lago. Tampoco quiso que estudiáramos en el Ateneo porque estaba muy lejos y podíamos hacer50 Lupita Aguirre nos vagos. Estuvimos en escuelas públicas donde había mucho control de la asistencia. Eran muy buenas escuelas, muy formativas. ”Cuando papá trabajaba en el Restaurante Saltillo llegaba a la casa como a las diez de la noche. Nosotros nos acostábamos con mamá hasta que él llegaba, Nely, Mario y yo. Cuando entraba a la casa despertábamos, porque nos llevaba chocolates Constanzo, muy ricos. Valía la pena la despertada, y nos íbamos a nuestras camas. ”Yo tenía ocho años cuando papá puso el Café Viena, pero desde los diez participaba en las tareas, porque estaba en el turno vespertino; siempre nos ponían en ese turno para que en la mañana le ayudáramos en el restaurante…viéramos cómo era el manejo…fuéramos aprendiendo. Al principio le ayudaba a llevar recados, a hacer mandados…Cuando el Viena estaba en la de Abott la comida se guisaba en casa de mi abuela Lupita, por Centenario y Jacobo M. Aguirre. Allá se iba el cocinero a preparar los alimentos de mediodía que servían en el restaurante. Papá tenía su carrito adaptado para llevar las ollas. Mi trabajo consistía en ser el ayudante del cocinero. Le acarreaba los ingredientes que iba a necesitar: las verduras, el arroz, las pastas, lo del postre…Yo traía mi red de ixtle. En esa casa las hermanas de mi papá y su hermano Romeo tenían una tienda de abarrotes, y mi papá surtía la tienda. Una de mis tías me daba dinero para ir a comprar la fruta y la verdura por el rumbo del Mercado Juárez, donde estaban las fruterías, por la calle de Manuel Acuña. Iba a la Casa Chapa o con don 51 Nuestra Gente José L. Udave a comprar los abarrotes. Yo viajaba en camión. Tomaba el de la ruta Zarco y me bajaba en el mercado, y mientras el autobús iba a dar la vuelta hasta la Alameda, yo hacia las compras; cuando el camión volvía, ya lo estaba esperando para regresar a casa de mi abuela. Dejaba las compras y me iba al Viena. Ahí me empleaba papá en ir a comprar cigarros para los clientes, con los García; o me mandaba a comprar fruta con los Esquivel. A veces me tocaba hacer labores de cobranza. En aquellos años papá les fiaba a muchos empleados de los bancos, y cada día quince y último de mes me tocaba ir cobrar…Iba al Banco Nacional, al Banco de Coahuila, al Banco de Comercio…Como a las doce y media o la una papá me daba una pequeña remuneración y me decía ‘Ora sí váyase a la escuela’. Iba a la casa por los útiles y de ahí a la escuela. Nunca faltaba, tenía mucho sentido de responsabilidad. ”Eso era a de lunes a viernes. El sábado no había escuela, y el domingo papá se iba a misa y al volver me daba las hojitas que repartían en la iglesia con el texto de la misa y me decía ‘Tenga, ahora vaya usted’. A mí no me gustaba ir, en esos años era muy aburrido para un niño escuchar la misa en latín, y con el sacerdote de espaldas, no había participación de los fieles. Yo todavía no tenía desarrollado el sentido de la fe. Si había misa de boda me encantaba, o si oficiaba el padre Olache o el padre Almaraz. ”Papá hacía la lista de los víveres todos los días, y la escribía con una letra muy elegante, manuscrita, que se llamaba Palmer. Él hacía su lista en una libreta 52 Lupita Aguirre Los nietos de Lupita comparten la felicidad de los novios, Silvia y José Alberto, el día de su boda. Regina, la bisnieta mayor de Lupita, posa feliz, con su vestido de damita de honor, al lado de su tío Beto. de taquigrafía y me la pasaba, me decía ‘Pase el mandado’. Yo hablaba por teléfono a la tienda de mis tíos para pedir lo que se necesitaba…el aceite, el azúcar... Ya después me daba su pluma y me pasaba la libreta, me decía ‘Haga usted la lista’. Siempre fuimos muy respetuosos con papá, así nos enseñó él. Nunca nos tuteamos, ni de niños. Yo siempre le decía ‘sí señor’, nunca le decía ‘papá’. El trato era de ‘usted’. ”Cuando ya estaba en la secundaria, como a las dos y media o tres de la tarde me decía ‘Haga la lista del pan de dulce’. Yo hacía la lista y tomaba una caja de lata de esas donde se empacaba manteca, y me iba por el pan a La Chontalpa, que estaba en Acuña, bajando Lerdo, y de ahí me iba a La Reina a comprar los molletes y volvía al restaurante. 53 Nuestra Gente ”En la familia se hacían unas fiestas muy bonitas, sobre todo el día del cumpleaños de papá, el día de santo de su mamá, el día de las madres…El padre Humberto Molina Dávila era muy buen amigo de papá y de todos nosotros; a algunos nos casó, bautizó a nuestros hijos…En uno de los bautizos bailó con mamá El Querreque; cuando le enseñó las fotos al señor Obispo Villalobos, él le dijo ‘Pues salió usted muy bien, pero qué descarado’…Al padre Molina le gustaba tomarse una copita de tequila antes de la comida, y para evitar que la clientela del restaurante se escandalizara al ver un sacerdote tomando alcohol en público, papá y él idearon una clave: cuando el padre quería su tequila, pedía ‘huevos tibios’. Los meseros, que estaban en antecedentes de la clave, le servían el tequila en una taza, y le llevaban además unos trozos de limón en un platito. Unos meses después de ese ingenioso acuerdo, el Obispo Villalobos preguntó a papá si el padre Molina todavía pedía sus ‘huevos tibios’. También Monseñor Felipe Torres Hurtado fue amigo de papá, y el padre Carlitos López comía muy seguido en el restaurante. Infinidad de sacerdotes comían aquí. El padre Molina bendecía los alimentos, y después decía ‘Ora sí, ¡Pley bol!’. ”Papá era muy respetuoso de los preceptos de la iglesia, y procuraba transmitirnos eso. En cuaresma, el martes de carnaval nos decía ‘Este es el último día para ir al cine’, y ni quién protestara. Nos llevaba a visitar los siete templos, a oír el sermón de las Siete Palabras…a las celebraciones de la noche no 54 Lupita Aguirre nos llevaba, sólo iban los adultos. Los primeros viernes de cada mes comulgaba y no fallaba a misa los domingos. Hacíamos en familia el novenario del Santo Cristo, en la misa de las cinco y media de la mañana, y luego él iba a misa el mero día seis de agosto con mi mamá y mis hermanas. Cada año íbamos a San Juan de Los Lagos en autobús. Mi abuela y mi mamá llevaban las redes con lonches para la familia porque éramos muchos. Llegando a San Juan primero íbamos a misa y después papá nos llevaba a almorzar. Hasta la fecha seguimos la tradición. Cada año vamos, en vacaciones de verano. ”Ya como adulto me analizo y me doy cuenta de que lo trabajador lo saqué de mamá, y el lado humano, generoso, bonachón, de mi papá. Me siento orgulloso de haber heredado lo mejor de cada uno. Siempre me gustó el restaurante, nunca fue un trabajo pesado para mí. Soy feliz en el restaurante. Me hubiera gustado estudiar para chef, pero en aquellos años no existía esa carrera. ”Cuando estuvo en la calle de Abott, el Viena trabajaba las 24 horas. Sólo de cinco a siete de la mañana se suspendía el servicio para hacer la limpieza, pero siempre había gente. En esa zona estaban varios hoteles; eran hoteles decentes, serios… Ahí se hospedaban los agentes viajeros de laboratorios médicos…También estaban por ahí los tríos, había varios, y tocaban música muy bonita. Mariachi nomás había uno, Los Alteños de Jalisco. ”Platicaba papá que una vez cayó una nevada muy fuerte. No circulaban camiones ni carros. Él se 55 Nuestra Gente quedó en el restaurante sin poder salir por lo fuerte de la nevada. En la esquina estaba la terminal de los autobuses Monterrey-Saltillo, y había muchos pasajeros que se quedaron varados. Ahí pasaron la noche. No había corridas, las carreteras estaban cerradas, y toda esa gente se fue al Viena a desayunar, a comer…Hasta que las condiciones mejoraron y pudieron seguir su viaje. ”Pienso que nadie puede hacer las cosas solo en la vida. Sobre todo en un negocio se necesita la colaboración de alguien, y papá siempre se rodeó de sus hermanos. Llegaron a ser hasta cinco los que trabajaron con él en el restaurante. El que más le ayudaba era Pedro, y después otro que se llamaba Ramiro. ”Papá tenía detalles muy humanos. Cuando yo era pequeño había dos niños de mi edad que llegaban solitos por la noche y se refugiaban en un rinconcito del Viena. Tal vez sus papás los habían abandonado. Papá les daba de cenar y luego los metía a su carrito para que se durmieran; los tapaba con una cobijita y los llevaba a la casa en el automóvil. Ahí amanecían. Se llamaban Eugenio y Fidel. ”Cuando Arnoldo empezó a ejercer su profesión de abogado papá se ponía triste cuando él le platicaba que había una familia que estaba a punto de perder su casa, o que alguien quería embargar los bienes de alguna pobre viuda. Era muy sensible, y se conmovía con las desgracias ajenas. ”Durante el tiempo que nosotros estudiamos nuestras carreras, a papá le ayudaron sus hermanos. Yo conviví mucho con él. Lástima que partió 56 Lupita Aguirre Los pequeñines de la familia Molina Aguirre, bisnietos de Lupita: Valentina, Regina y José Pablo. 57 Nuestra Gente tan joven. Me hubiera gustado seguir nutriéndome de sus enseñanzas, de sus hechos. Rolando “Papá era una persona muy trabajadora, emprendedor, muy buen padre, muy comprensivo, nunca se enojaba, no nos regañaba. Nos enseñó el valor del trabajo, a portarnos bien, a dedicarnos a nuestras familias, y a prepararnos para salir adelante en la vida. A todos nos dio estudio. ”Soy el quinto de mis hermanos, y cuando nací ya existía el restaurante. A todos nos involucró papá en el negocio, aunque yo siento que a René y a mí nos gustó más que a mis otros hermanos. En vacaciones nos íbamos a trabajar al restaurante, unos en una cosa, otros en otra, pero todos ayudábamos en lo que se ofreciera. Cuando papá nos llevaba de vacaciones, René se quedaba al frente del restaurante. Para él no había vacaciones. ”Era muy apasionado del béisbol y de los toros. Una vez nos llevó a México al Parque del Seguro Social a ver un partido de Diablos Rojos contra Tigres. A mí me llamó la atención porque era un parque que tenía asientos alrededor. Nunca había visto un parque como ése. ”Mi padre nos traía para todos lados. Cuando iban a celebrarse las olimpiadas del 68 nos llevó a conocer las instalaciones de la villa olímpica cuando apenas se estaban construyendo. Era muy buena gente, fanático 58 Lupita Aguirre de los Saraperos, y en su juventud, de los Pericos de Saltillo. A mí me tocó ir al béisbol con él en la ciudad de México, Arnoldo fue a Tampico, René, a Hermosillo. También nos llevaba a los toros. A mis hermanos les tocó ir con él a la Plaza México. Él nos inculcó valores morales, y el valor del trabajo. ”Mamá también es parte importantísima. Como papá siempre estaba en el trabajo, ella era la que estaba al pendiente de nosotros, que hiciéramos la tarea, que estudiáramos, que nos portáramos bien, que fuéramos ordenados, que nos bañáramos, que anduviéramos limpios. Era la que nos arreglaba si hacíamos alguna travesura, aunque éramos niños más dóciles, diferentes a los de ahora. Arnoldo “El recuerdo más vivo que tengo de mi papá es que era un hombre muy generoso, muy bueno, muy entregado a su familia…jamás nos dejaba. Como soy el más chico de sus hijos era muy protector conmigo, pero sí me enseñó a trabajar, igual que a los demás. Ayudaba en el restaurante en las vacaciones, y también sábados y domingos, a lavar la loza. A mí me gustaba ir al banco a cobrar las notas. ”Me acuerdo que los domingos le preparaban a papá una barbacoa muy rica, de pura cabeza de res. Se la hacía Mónico, un señor de la Colonia González. Nosotros íbamos a recogerla, y era un espectáculo ver cómo destapaban aquel pozo, y se veía la 59 Nuestra Gente La primera, tercera y cuarta generación de la familia Molina Aguirre representadas aquí por Lupita, dos de sus nietas mayores y sus tres bisnietos. De izquierda a derecha: José Pablo, Paola, Regina, Lupita, Alicia y Valentina. cabeza tapada con las pencas de maguey. Mamá hacía el menudo, lo cocía durante la noche y se levantaba a guisarlo a las cinco de la mañana, para que reposara y estuviera listo a la hora del almuerzo. ”Era toda una ceremonia el almuerzo del domingo. Había un orden para sentarnos. Papá en la cabecera, mamá a su derecha, al lado del comal; luego Nely y Marthita, después René, Mario, Rolando y yo. Después del almuerzo se repartía el domingo; papá era muy generoso, nos daba 100 pesos de los de aquéllos. ”Recuerdo que cuando llegaba del Viena, como a las doce de la noche, nos llevaba pan de La Chontalpa 60 Lupita Aguirre y coca colas de las chiquitas. Nos despertaba para que comiéramos. En esos años salían las revistas semanales: Memín Pinguín, Lágrimas y Risas, Kalimán, y él las llevaba a la casa; nosotros nos subíamos todos a la cama de mamá y papá las leía en voz alta para todos. Pero era muy bueno para inventar, le pegaba lo que se le ocurría, puras cosas formativas, y los más chicos le creíamos todo. ”Nos llevaba a la feria y nos subía a los juegos que nos gustaban. Íbamos a cenar con Doña Petra, o al puesto de las Damas Leonas. Nos llevaba al palenque, a ver a los artistas. Todos los dueños de restaurantes lo conocían y no le cobraban, y los guardias de la entrada lo dejaban entrar gratis, porque comían todos los días en el Viena. ”Me acuerdo que papá era muy pulcro en su persona. Se metía a bañar y mamá le llevaba todos los utensilios. Después de bañarse reposaba el baño. A él le hacían sus trajes, sus zapatos, el peluquero iba a la casa…Usaba sus lociones después de rasurarse, y platica mamá que se ponía un poco de aceite Johnson en el cabello para que no se le notaran tanto las canas. Le comenté una vez a mi sobrino Gustavo René que a papá le gustaba andar siempre muy limpio, muy arreglado, con sus lociones…y él me dijo ‘Oye tío, por lo que me dices, mi abuelo era metrosexual’. ”Una de las cosas que admiré de papá era su bonhomía, su buen corazón. Era muy buen cristiano, de mucha apertura, era amigo de todos. Tenía un amigo peluquero que era metodista, y lo invitó de 61 Nuestra Gente padrino de bautizo. Fuimos con él a la iglesia en la calle de Victoria. Papá me decía ‘Mira, hijo, todas las religiones son buenas, lo que importa es apegarse a ellas y hacer el bien a los demás. Era amigo de muchos políticos y a veces lo invitaban a trabajar en un puesto público, pero a él no le gustaba el ambiente, decía que él no era para esas cosas. ”Cuando se hacían las ceremonias del Plan de Guadalupe hacíamos 15,000 lonches. Empezábamos el 25 a las cuatro de la mañana, todo el día, toda la noche, nadie dormía. A las cuatro de la mañana del 26 ya estábamos entregando los lonches. Todos trabajábamos, todos los hijos, todo el personal, unos partiendo el pan, otros untando, otros llenando, otros envolviendo, otros empacando… éramos 30 personas. Usábamos el pan de todas las panaderías de Saltillo, hasta la del penal del estado. ”En una ocasión, cuando era estudiante del Ateneo, unos compañeros me invitaron a ir a Piedras Negras. Le dije a papá que iba a ir para allá, y él me dio el nombre y el domicilio de un señor y me dijo que fuera a saludarlo de su parte. Al llegar a Piedras fui a buscarlo, y me presenté: ‘Soy hijo del señor René Molina y papá me pidió que viniera a saludarlo. El señor se alegró mucho de verme, y me dijo ‘Te voy a hacer una cena especial, te traes a tus amigos’. Fuimos mis amigos y yo a cenar a su casa, y me explicó que estaba muy agradecido con papá, y no había tenido la oportunidad de retribuirle un favor muy grande que le hizo… Me contó que él era 62 Lupita Aguirre agente viajero, y en Saltillo se le murió su esposa. No tenía ni un peso. Y papá le dio dinero para el traslado, para los gastos funerarios, para todo lo que se ofreció, sin conocerlo. ”Cuando vino el presidente Echeverría a pasar la navidad en Ocampo, a papá le tocó proporcionar el servicio de alimentación a los policías y a la gente de menor rango, y al restaurante Los Magueyes atender a los oficiales y a los funcionarios de mayor rango. Cuando llegamos nos fuimos a instalar a una escuela que habilitaron como cocina y restaurante. Don Eulalio Gutiérrez estaba pendiente de que no nos faltara nada para atender a la gente. Estuvimos ahí varios días, nos tocó saludar a Echeverría y a don Óscar Flores Tapia. En la noche poníamos unos catres en el comedor para dormir. ”Una noche, ya tarde, nos tocaron la puerta. Era Celestino Salcedo Monteón, el líder de la CNC, con otros señores del sector campesino; querían comida casera. A esas horas levantamos al personal y nos pusimos a jalar, y en quince minutos les servimos de cenar bistec ranchero, queso con salsa, frijoles, tortillas de harina... ”Nosotros llevábamos un camión de víveres para preparar los alimentos. Si necesitábamos tortillas o pan teníamos que ir a Cuatro Ciénegas, que estaba a 100 kilómetros de distancia y el camino era de terracería. Fue una experiencia muy bonita. 63 Nuestra Gente Jesús Eduardo “No he conocido a nadie que no me diga que mi abuelito era muy bueno. Cuando mis papás salían de viaje yo me quedaba con mis abuelos. Acompañaba a mi abuelo René al Viena, nos íbamos caminando desde la de Humboldt hasta Presidente Cárdenas. Llegábamos a la iglesia que está enfrente de la escuela Miguel López; él se esperaba al rosario y se ponía a rezar un rato. ”Recuerdo que íbamos al rancho, San Isidro, y visitábamos a los vecinos. Jugábamos béisbol en una explanada cubierta de pasto que estaba cerca del panteón. Mi abuelo no jugaba, pero mi abuelita era el pitcher. Nos divertíamos mucho y hacíamos ejercicio. En Semana Santa rentábamos unas cabañas en Jamé y nos quedábamos allá desde el Viernes Santo hasta el domingo. Disfrutábamos la comida de vigilia que preparaban mi abuelita, mi mamá y mi tía. Había tortas de papa, de camarón, de pescado…el sábado hacíamos carne asada y el domingo llegaban mis tíos con barbacoa. ”Mi abuelito era muy tranquilo, nunca lo vi enojado ni preocupado. Mi abuelita siempre anda a la carrera, activa, limpiando la casa, lustrando el patio, cuidando las macetas…Nunca ha estado quieta, ella es la que nos trae correteando todo el tiempo. Le gusta organizar las fiestas y cocina muy rico. Todos los primos nos llevamos muy bien. La navidad la pasamos en familia, ahí se está mejor que en otra parte. 64 Lupita Aguirre ”Yo tuve la oportunidad de ayudar a mis tíos en el restaurante desde los trece o catorce años. Hacía mandados, entregaba pedidos, o ayudaba a servir mesas. Siempre pongo en mi currículum el Café Viena porque desde niño aprendí a trabajar ahí. Aprendí que un negocio propio requiere la atención de uno, es muy demandante. ”En nuestra familia todos tenemos nuestros valores bien firmes: honestidad, trabajo, responsabilidad. Mi abuelito nos dejó esos valores y también la fe católica. Siempre ayudaba a la gente. Cuando íbamos al béisbol siempre llevaba lonches y palomas, pero no eran para nosotros, se los daba al señor que recogía los boletos, a los vendedores del estadio…a nosotros nos compraba lo que vendían en los puestos. Nunca les cobraba a las monjitas ni a los padres que iban al Viena. Nunca fue fijado, si alguien no podía pagar no cobraba. ”Mi abuelita tiene muy firmes sus convicciones, valores y metas. Siempre hace lo que se propone. Todo el tiempo está pendiente de que estemos bien. Para definirlos en pocas palabras, diré que mi abuelito fue un hombre completo en los aspectos moral y civil, y una persona comprometida con la sociedad y con su familia. Mi abuelita es trabajadora, alegre, leal y optimista. El Viena es un negocio que nos une a todos y una fuente de trabajo y de ingresos para toda la familia. 65 Nuestra Gente La herencia de don René Los seis hijos de Lupita Aguirre y don René Molina estudiaron una profesión: Nely es maestra, René, zootecnista, Mario, administrador de empresas. Actualmente es un reconocido anticuario. Martha Elvia tiene dos títulos profesionales: administradora de empresas y contadora pública; Rolando es médico, y Arnoldo, abogado. Además de una profesión, su padre les dio una sólida formación moral que fortaleció con su ejemplo. René y Rolando están ahora al frente del Café Viena, uno de los pocos negocios en Saltillo que se ha mantenido por más de 50 años. Siguiendo la mística de trabajo de su padre, afirman: “Continuamos en el camino que nos señaló papá. Nos esforzamos por mantener la tradición de calidad en el servicio y calidez en el trato. Nos gusta ver que la gente se vaya contenta. Para honrar el ejemplo de nuestro padre participamos en campañas para ayudar a la gente. Cada año apoyamos a la Cruz Roja, a los bomberos… ”Nosotros no tenemos riquezas, tenemos los valores que nos heredó papá. Seguimos dando de comer a los indigentes, niños, ancianos, enfermos. Todos encuentran aquí un plato de comida y cuando hace frío una taza de chocolate o un café con pan. Es una labor muy bonita, que nunca termina, porque hay mucha pobreza”. Doña Lupita tiene ahora una familia numerosa, sus seis hijos le han dado trece nietos: Paola, René, 66 El Viena, una tradición de cincuenta años del buen comer en Saltillo. José Alberto, Marcela, María Elena, María Fernanda, Jesús Eduardo, Gustavo René, Diego Alejandro, Rolando, Laura Elena, Sofía, y Alejandro Andrés. Y tiene ya tres bisnietos: María Regina, José Pablo y Valentina. Al lado de sus hijos, René y Rolando, continúa la encomienda que su esposo le dejó: cuidar el Viena, que es, como bien dice su nieto Jesús Eduardo, un negocio que une a toda su familia. En esa tarea Lupita ha recibido siempre la inapreciable ayuda de su yerno, Jesús de la Peña, el esposo de Marthita, y de sus tres nueras: Imelda Pérez, esposa de René; Alhelí Almanza, esposa de Rolando; y Luz Elena Berrueto, esposa de Arnoldo. Ellos se han integrado de manera tan completa a la familia Molina Aguirre que participan con igual entusiasmo en todas las actividades familiares, ya se trate de paseos, fiestas, reuniones, o de arrimar el hombro a la hora del trabajo. Por eso se han ganado el cariño y la gratitud de Lupita, y el reconocimiento de la familia entera. Y hablando de reconocimiento, Lupita ha recibido también el de la sociedad saltillense, expresado en los galardones con que la distinguieron dos prestigiados organismos empresariales: hace tres años CANIRAC Saltillo entregó un reconocimiento a doña Lupita Aguirre de Molina, “por la trayectoria de trabajo, el ejemplo de entrega, y la dedicación al servicio” de don René Molina de la Cruz, uno de los cinco fundadores de esa organización. En el año 2006 recibió nuestra homenajeada la presea a 68 Lupita Aguirre la perseverancia que otorga la CANACO de Saltillo, por su trabajo en el Viena. En febrero de 2003 el Cronista de la Ciudad, Armando Fuentes Aguirre, dedicó al Café Viena su columna “Presente (lo tengo yo)” que apareció en el periódico Palabra. El texto de la columna es el siguiente: “El Café ‘Viena’ fue democrático mucho tiempo antes de que México lo fuera. A sus mesas han llegado siempre los pobres y los ricos, y en ellas se confunden todos de tal manera que no hay entre ellos diferencia alguna. El ‘Viena’ es heredero de una gran tradición, la del café popular, ayer representada aquí por el Kalionchiz, en la Ciudad de México por ‘La copa de leche’, en Guadalajara por ‘La blanca’ y en Monterrey, ahora, por ‘La puntada’, el ‘Palas’, que se llamaba el ‘Palace’, pero la gente pronunciaba así, con todas las letras, y entonces los propietarios le cambiaron al nombre la grafía; o el ‘Al’, denominado así porque un ventarrón tumbó a los pocos días de puesto el anuncio con el nombre original, ‘Alaska’, y dejó nada más las dos primeras letras, que se quedaron así para siempre. Don René Molina es el fundador del Viena. No incurrirá en hipérbole quien lo equipare a don Andrés S. Viesca, don Luis A. Beauregard o don Antonio Narro. Estos señores fundaron tres instituciones: el Ateneo, la Normal, y las Escuela Superior de Agricultura. Don René Molina fundó 69 Nuestra Gente otra institución, el Café ‘Viena’, destinada como las otras tres a perdurar. Eso quiere decir la palabra ‘institución’: lo que se funda para que quede establecido, para que permanezca y dure. Va en la segunda generación el Café ‘Viena’. Otras vendrán, si Dios lo quiere, a continuar la obra del fundador y a hacer que el benemérito establecimiento perviva para bien del cuerpo y del espíritu de los saltillenses. Recuerdo a don René Molina. Era ventripotente, de cuerpo robusto y proceroso. Presidía desde la caja los ires y venires de la clientela; con una mirada ordenaba a sus meseros lo que debían hacer. Igual que obras maestras fueron surgiendo poco a poco las especialidades que le han dado fama al Viena: el insigne menudo, tan bueno que no necesitas andar crudo para que te sepa bien; los chilaquiles apoteósicos; el bisté ranchero; el queso con chile; los lonches, tacos o palomitas de ternera, cuyo sabor y olor nos llevan instantáneamente, maravillosa máquina del tiempo, a los años cuarentas de Saltillo. Don René Molina era cofrade del Santo Cristo. Yo nunca dejo de asistir a la emotiva ceremonia del descendimiento. La hermosa imagen del Crucificado es bajada de su camarín en la Capilla. Se le pone cada año un cendal nuevo, y se limpia y se pule con esmero su corona de tres potencias. Luego, después de expuesta la benditísima imagen a la veneración del pueblo, los cofrades la cargan tomándola con paños blancos y 70 Lupita Aguirre la llevan a la Santa Iglesia Catedral. Ahí la ponen en el altar mayor, donde estará los días de su novenario. En esa ceremonia vi siempre a don René Molina, devotísimo del Señor de la Capilla. Un grande acierto tuvieron las señoras y los señores del IMARC cuando acordaron entregar su presea al Café ‘Viena’, sitio entrañablemente saltillero. Es como nuestra casa el Viena; ahí recibimos cordial hospitalidad y viandas sabrosísimas. En sus mesas florece la conversación, nace la gala de la risa y se cultiva la amistad. Ahí se hacen tratos de negocios, y ahí parejas juveniles y no tanto tratan ese supremo negocio de la vida que se llama amor. Yo felicito a la señora esposa y a los hijos de don René Molina por darnos ese sabroso café, el ‘Viena’, y por cuidar para nosotros esa casa a la que vamos a encontrarnos con nuestros amigos, para encontrarnos a nosotros mismos”. Para cerrar esta semblanza, con la experiencia que le han dado tantos años de trabajo y de lucha constante, Lupita Aguirre de Molina deja aquí un mensaje dirigido a quienes, como un día lo hicieran ella y su esposo, tengan la intención de iniciar un restaurante: “Les recomiendo que sean muy cuidadosos y responsables. Que siempre estén al pendiente de su negocio, que no lo dejen en manos de otras personas. Un negocio, cualquiera que sea, requiere una atención permanente de su dueño, y un restaurante con mayor razón. Hay que atender bien a la gente, recibirla con 71 Nuestra Gente cortesía, que se sienta bienvenida, y brindarle el mejor servicio. Ahorita la situación es difícil porque hay mucha competencia. A la gente le gusta probar lugares nuevos. Hay que aguantar…esperar a que pase la novedad. Hay que defender la fuente de trabajo, y seguir adelante, les aseguro que vale la pena”. Así piensa doña Lupita Aguirre de Molina, una mujer valiente, sabia, luchadora, optimista, alegre; entregada a su familia, al recuerdo de su esposo, y al Café Viena, la segunda casa de los saltillenses. 72 Lupita Aguirre, Nuestra Gente se terminó de imprimir en diciembre de 2010. El cuidado editorial estuvo a cargo de la Coordinación de Literatura de ICOCULT Las familias tipográficas usadas son Lucida Bright, Arial y Garamond.