Carla BOCCHETTI, La geografía de la Ilíada: una

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Carla BOCCHETTI, La geografía de la Ilíada: una perspectiva cultural, México, UNAM, 2011,
140 pp. ISBN 978-607-02-2305-1.
El anuario del Centro de Estudios Clásicos de la UNAM, Nova Tellus, publica su tercer
anejo, un nuevo suplemento desde que se inauguraron en 2009. En este caso, se trata
de parte de la Tesis Doctoral Cultural Geography in Homer: Studies in Nature and Landscape in Homer, defendida en 2002 en la Universidad de Warwick por Carla Bocchetti,
bajo la dirección de Penelope Murray. El libro cuenta además con la garantía de
haber sido revisado no solo por los miembros del tribunal (Catherine Clarke, Michael Whitby e Ian Rutherford), sino también por otros reconocidos investigadores
que han leído algunos capítulos, como Oswyn Murray, Jasper Griffin, Oliver Taplin,
Tim Rood o Gregory Nagy, cuyos comentarios y sugerencias agradece la autora expresamente.
Este sugerente ensayo resulta novedoso al aplicar el concepto de geografía cultural a la Ilíada y, más en concreto, al catálogo de guerreros (tanto el de las naves
como el troyano) que aparece en el libro II. La geografía cultural atiende aquellos
aspectos de la tierra que dan forma a las ideas que la gente tiene acerca de sí misma
y que otorgan a su identidad una expresión característica. Estamos, por tanto, ante
el primer estudio que asocia la geografía homérica con el tema de la identidad. Así,
se estudia la relación entre el paisaje y la construcción de la identidad de los héroes.
En el primer capítulo, “Geografía cultural” (pp. 11-42), se hace un estado de la
cuestión del acercamiento a la geografía en Homero (y en la literatura griega) y de
los estudios de geografía cultural y su evolución desde diversas perspectivas (postestructuralismo, marxismo, feminismo, estudios post-coloniales…). También se
precisan cuestiones terminológicas como ‘identidad’ o ‘nación cultural’. La autora
relaciona el catálogo con los conocimientos geográficos del siglo VIII a.C. y la representación del espacio, es decir, con los periplos y los mapas, entendiendo el catálogo
no solo como un mapa oral que habla de tierras, cultura y fronteras (recordemos el
uso pedagógico de la obra), cuya estructura está basada en los periplos, sino también
como un intento de construcción de la identidad griega y, por tanto, de propaganda
política.
El capítulo segundo, “Paisaje e identidad” (pp. 43-71), estudia los problemas
atribuidos al catálogo (su valor literario, su historicidad y datación, interpolaciones…) y enfatiza la importancia del paisaje como vehículo de identidad heroica,
estudiando así minuciosamente los rótulos geográficos, su significado cultural, su
relación con los epítetos… (sintetizados en unas útiles tablas finales). En la geografía
cultural el paisaje puede ser interpretado como un sistema textual, y esta consideración permite analizar el papel dramático de la geografía en el catálogo. La autora
señala acertadamente cómo el catálogo va construyendo dos imágenes principales y
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opuestas: el aspecto montañoso, escarpado y áspero del paisaje de los griegos, frente
a las llanuras fértiles y llenas de ríos del de los troyanos.
“Poesía de catálogo y genealogías”, el tercer capítulo (pp. 73-95), examina el
papel del paisaje en la construcción de la identidad (el establecimiento de un vínculo entre la sangre y el suelo). Para Bocchetti, genealogías y catálogos son mecanismos específicos involucrados en mantener la identificación social a través del dominio geográfico. Así, en la oposición entre aqueos y troyanos antes vista, se observa
cómo las identidades no se construyen por diferencias étnicas, sino por diferencias
topográficas (la escarpada Grecia contra la fértil Asia), enfatizándose así el papel del
paisaje. La relación entre paisaje e identidad heroica1 se percibe, además, en escenas
en donde la información geográfica toma la misma forma y sigue el mismo patrón
narrativo del catálogo, como sucede en los obituarios (notas introducidas antes de la
muerte del héroe), en las genealogías (puesto que la topografía forma parte del origen del héroe, las genealogías no dejan de ser construcciones de etnicidad que permitían conectar pueblos distantes mediante lazos familiares, por lo que, después de
Homero, los troyanos fueron ‘el otro’ en la construcción de la identidad griega) y en
los episodios en que una persona se enfrenta a un evento trágico. Así, el catálogo de
las naves da unidad a un grupo de gente (panhelenismo), interactuando el paisaje
con la identidad heroica, pues es la carta de presentación de los guerreros homéricos cuando dicen quiénes son y de dónde vienen. Esta interactuación también se
produce en un nivel religioso, como podemos ver en el culto al héroe, que de un
fenómeno local se convirtió en panhelénico gracias a la épica. Lo mismo sucedería
con las genealogías. Además de prefigurar una identidad colectiva, el catálogo de las
naves encripta historias de nóstoi. También se hace referencia al tema del témenos, es
decir, a la tierra cultivada que el héroe abandonó para ir a la guerra, prácticamente
sinónimo de ‘patria’.
El cuarto y último capítulo, “La apertura y el cierre del catálogo aqueo y troyano” (pp. 97-116) compara la apertura y el cierre de los dos catálogos. Ambos comienzan con un paisaje urbano (Beocia y Troya) y terminan con escenarios naturales
(monte Pelión y río Peneo frente a río Janto). Llama la atención el hecho de que
Beocia, que no ejerce un papel importante en la guerra de Troya, encabeza el catálogo, demorándose además el poeta en ella, por lo que la autora recopila varios argumentos sobre esta cuestión y señala que dicha posición refuerza el aspecto urbano de Troya. En este sentido debemos recordar que no hay una correspondencia
entre la importancia del héroe y el dominio que rige, pues el reino de Aquiles o el de
Odiseo, por ejemplo, son insignificantes. Respecto al cierre, como en los mapas de la
época, encontramos el elemento acuoso que envuelve la tierra.
1
Sobre las implicaciones del paisaje en la construcción de la identidad heroica, BOCCHETTI ya
tiene publicado El espejo de las musas: la descripción de obras de arte en la Ilíada y Odisea, Santiago
de Chile, Centro de Estudios Griegos, Neohelénicos y Bizantinos de la Universidad de Chile,
2006, obra que, por cierto, no incluye en su bibliografía.
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La obra termina con unas convincentes conclusiones (pp. 117-121) y una completa y exhaustiva bibliografía sobre el tema (pp. 123-138), en la que echamos de
menos el estudio de F.J. González García, El catálogo de las naves. Mito y parentesco en la
épica homérica, Madrid, Ediciones Clásicas, 1997, en el que el autor se aproxima al
mismo espacio geográfico desde otra perspectiva, pero atiende al análisis genealógico y de parentesco de los héroes mencionados en el catálogo homérico.
En este riguroso trabajo, Bocchetti propone el estudio de la geografía homérica
desde una perspectiva novedosa y diferente. Tierras, ríos y montañas identifican a
los héroes o sus ancestros y son símbolos que expresan identidades y sentidos de
pertenencia. Así, a partir de ciudades, epítetos y rótulos geográficos se va construyendo el espacio en el catálogo. Nos parece acertada la consideración del catálogo
como un mapa cultural en el que se plasma por primera vez una concepción panhelénica, que luego, históricamente, se desarrollará cuando los griegos se enfrentan
con los persas. Es interesante y pertinente el campo que la autora deja abierto para
estudiar las genealogías como textos geográficos del mismo modo que se resalta la
importancia visual en la poesía oral.
Ramiro GONZÁLEZ DELGADO
Universidad de Extremadura
ESQUILO, Tragedias, IV. Coéforos. Euménides, edición e introducciones Francisco RODRÍGUEZ ADRADOS, traducción y notas Esteban CALDERÓN DORDA, Madrid, CSIC (Alma
Mater), 2010, 98 pp. ISBN 978-84-00-08981-8.
Hace ya cincuenta años que el CSIC viene editando clásicos grecolatinos en las cuidadas ediciones bilingües de la colección “Alma Mater”. De los trágicos griegos, Sófocles
ha sido editado al completo y Eurípides cuenta ya con seis volúmenes. Con este volumen
cuarto de las Tragedias de Esquilo, en que han visto la luz en 2010 Coéforos y Euménides,
concluye la Orestíada y resta tan solo por editar Prometeo Encadenado.
El trabajo conjunto de Francisco Rodríguez Adrados (responsable del prefacio,
las introducciones, los textos griegos y sus correspondientes aparatos críticos) y
Esteban Calderón Dorda (autor de las traducciones y sus notas), continúa el esfuerzo
que el primero iniciara en 1997 con su discípula, ahora fallecida, Mercedes Vílchez
Díaz. Juntos publicaron Los persas (1997), Los siete contra Tebas y Las suplicantes (1999),
así como Agamenón (2006) que, ante la desaparición de su colega, hubo de concluir
Rodríguez Adrados en solitario, contraviniendo parcialmente la premisa de la colección de incluir únicamente traducciones nuevas. Y es que el profesor Rodríguez
Adrados ya había sido autor de una de las mejores traducciones de Esquilo a nuestra
lengua en 1966. Por esta misma razón, el cuarto Esquilo de “Alma Mater” está dedicado al recuerdo de ella y lleva la firma de Esteban Calderón, asiduo colaborador de
la colección y traductor de los volúmenes quinto y sexto de Eurípides.
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Como en los volúmenes precedentes, hay que alabar en este la exquisita y cuidada edición, que proporciona a la vista y al tacto el adecuado marco en el que apreciar el rigor y belleza de los textos griegos y españoles. Si alguna diferencia presenta
este cuarto Esquilo con respecto a los anteriores es la revisión de la bibliografía
general, que el profesor Rodríguez Adrados ha considerado oportuno poner al día en
forma de suplemento a la de 1997. En lo demás, la edición es idéntica a las anteriores, incluyendo para cada una de las tragedias una introducción, una bibliografía, el
texto con su aparato crítico y su traducción con el de notas.
Las introducciones se ocupan de manera concisa de situar las dos piezas en esa
unidad que es la Orestíada, de explicar la tradición de la saga hasta que fuera asumida por Esquilo y de poner de relieve la fuerza e implicaciones con que el más antiguo de los trágicos griegos la dotara. Rodríguez Adrados comprende como pocos el
pensamiento de Esquilo, por eso su análisis de las obras resulta tan certero y sus
introducciones constituyen un estímulo a una más atenta lectura. Todas aquellas
cuestiones referentes al teatro griego, el mito y los ciclos literarios, la vida, el pensamiento y obra de Esquilo, el contexto histórico y cultural, la crítica literaria y la
transmisión de los manuscritos, fueron abordadas ya por él en la prolija introducción general de 1997 y no se repiten aquí. No obstante, el autor aporta también en
las introducciones la pertinente información sobre las estructuras de las tragedias y
su métrica, así como las indicaciones precisas sobre el texto y su edición, para el que
ha seguido principalmente el manuscrito M y consultado las ediciones de P. Mazon
en Belles Lettres (1949), O. Murray en Oxford (1953), D. Page en Harvard (1972) y
M.L. West en Teubner (1998), a las que añade las de M. Ewans en Dent (1995), M.
Untersteiner en Hakkert (2002), S. Goldhill en Cambridge (2003), L. Bardollet, B.
Deforge y F. Jouan en Laffont (2001). Como editor poco amigo de las conjeturas,
ofrece un texto conservador y opta por no eludir los lugares difíciles de un autor
que fue considerado oscuro incluso por los antiguos. El aparato crítico, que mejora y
revisa el de su propia traducción, es positivo, amén de cómodo y escueto.
El resultado es un texto bien presentado, muy legible y riguroso, en el que apenas se encuentran erratas. Y esto gracias al concienzudo trabajo del editor y el traductor, así como de José María Lucas de Dios, quien ha revisado el volumen completo. Cabe señalar, a pesar de ello, un descuido en el inicio de Coéforos (v. 2): σύμμαχος
τ’αἰτουμένῳ en lugar de σύμμαχός τ’αἰτουμένῳ.
Si el texto griego de las tragedias es bueno, las traducciones y notas de Esteban
Calderón no lo son menos. Pero, como en la valoración de un texto literario entran
en juego criterios estéticos, es lícito que uno prefiera para la versión castellana de
las tragedias un tono más o menos poético, una reproducción mayor o menor de las
estructuras de la lengua original, etc. Todas las combinaciones son válidas, siempre
y cuando el traductor sea fiel al original y consecuente con las decisiones que vaya
tomando. Esteban Calderón ha cumplido con todos los requisitos.
Como traductor de poesía, debía escoger entre la prosa y el verso. Los primeros
traductores de Esquilo, el trágico menos y más tarde vertido a nuestra lengua, Fer-
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nando Segundo Brieva Salvatierra (1880) y Juan Ramón Sales (1941), optaron por el
verso. Sin embargo, Esteban Calderón, siguiendo la tendencia predominante en los
últimos tiempos, traduce las tragedias en prosa, con un lenguaje más coloquial en
las partes dialogadas y más elevado en los coros. Quizá podría haberse servido de sus
amplios conocimientos de la métrica griega para intentar una prosa rítmica y poética en las partes corales, como hiciera Rodríguez Adrados en su momento y, después
de él, José Luis Calvo Martínez (1984), pero, al igual que Bernardo Perea Morales
(1986), ha optado por una prosa homogénea. Así la traducción resulta muy asequible, su tono, cercano, y su estilo, poco retórico. En lugar de reproducir los efectos de
estilo con otros análogos del español, que hubieran preservado la oscuridad, y también la poesía, de Esquilo, se ha tendido a la paráfrasis de los pasajes difíciles. De este
modo se evita una dependencia excesiva de las notas y se localizan bien los paralelos
griegos. Parece probable que fuera precisamente el carácter bilingüe de la edición el
que moviera al traductor a proponer una versión en prosa, a fin de que la confrontación de los textos resultara más sencilla.
En las notas, cuyas dimensionas son variables pero nunca excesivas, Esteban
Calderón aclara aspectos filológicos, culturales y literarios. En cierto sentido su
aparato de notas amplía el de Rodríguez Adrados, fijándose además en el de José
Luis Calvo. Su mayor mérito, a nuestro modesto juicio, consiste en no escatimar
referencias a otros autores y obras, así como el de remitir a la bibliografía pertinente, siempre que un tema resulte susceptible de ser ampliado.
Gracias a este reciente volumen, los filólogos disponemos de un nuevo instrumento para el estudio de Esquilo, una herramienta de hermosa factura, planteada y
elaborada con tanta seriedad como amor por el trabajo bien hecho.
Helena GONZÁLEZ VAQUERIZO
Universidad Autónoma de Madrid
Ángel MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, Επιγραφές Πολυρρήνιας, Atenas, Υπουργείο Πολιτισμού
και Τουρισμού (∆ημοσιεύματα του Αρχαιολογικού ∆ελτίου αρ. 103), 2012, 264
pp. ISBN 978-960-386-028-0.
La publicación de corpora epigráficos supone siempre una destacada contribución
para el conocimiento de la Antigüedad por el valioso material de primera mano que
proporciona. Si esa publicación cuenta además con una edición de notable calidad y
reúne por primera vez todo el material epigráfico conocido de una ciudad concreta,
su contribución se vuelve aún más valiosa, pues permite conocer la historia, la organización y la lengua de dicha ciudad a través de sus propias fuentes. Este es el
caso del libro que reseñamos, Inscripciones de Polirrenia, de Ángel Martínez Fernán-
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dez, publicado por el Ministerio Heleno de Cultura y Turismo dentro de la serie
“Publicaciones del Boletín Arqueológico” (número 103).
La ciudad de Polirrenia, situada en Creta occidental, alcanzó su mayor esplendor en época helenística e imperial, si bien su historia se remonta a época micénica
y fue conocida durante la Antigüedad como un lugar donde se acudía a ofrecer sacrificios. De hecho, la expresión “sacrificio cretense”, que se aplica a los sacrificios que
se celebran con cierta agitación o desorden, tal como explican Zenobio (ZEN., Ath.
5.50) y Suda (SUD. s.v. OI 83), tiene su origen precisamente en un sacrificio que realizaba Agamenón en Polirrenia, y que quedó interrumpido cuando el héroe se enteró
de que unos prisioneros habían prendido fuego a su nave.
Sin embargo, el antiguo esplendor de la ciudad, cuya importancia como centro
político se refleja en las propias inscripciones, pero no en los restos arqueológicos,
no ha servido para atraer la atención de los estudiosos sobre Polirrenia. En efecto,
desde la publicación en 1939 por parte de Margherita Guarducci de las inscripciones
de Polirrenia conocidas hasta ese momento, en el segundo volumen de sus monumentales Inscriptiones Creticae, no se había realizado ningún estudio de conjunto del
material epigráfico. Desde finales de la década de los ochenta, no obstante, la situación ha empezado a cambiar, pues bajo la dirección de la arqueóloga Stavroula Markoulaki ha comenzado la labor de localización, catalogación y revisión de todas las
antigüedades relacionadas con Polirrenia. El presente volumen, dedicado a las inscripciones, inaugura la publicación sistemática de los resultados obtenidos por este
proyecto, al que seguirá otro volumen sobre el material numismático de la ciudad.
Ochenta y tres inscripciones conforman el corpus actual de Polirrenia (dos de
ellas en latín). Cada una cuenta con una entrada independiente, información detallada acerca de su ubicación, así como una descripción completa de sus características externas y estado de conservación. Sigue el texto, traducción, aparato crítico y
comentarios, donde se explica principalmente el contexto histórico-cultural de la
inscripción, pero también se aclaran cuestiones relativas al vocabulario y la onomástica, se introducen paralelos literarios y epigráficos de expresión y contenido, y
se discuten las distintas posibles interpretaciones del texto o alguna de sus partes.
Cada entrada finaliza con la bibliografía referente a la inscripción.
El estudio de las inscripciones está precedido de una breve introducción sobre
la historia de la ciudad a partir de las fuentes literarias y epigráficas, cuyos textos el
autor recoge al final de este apartado. La idea de incluir las inscripciones procedentes de otras ciudades que aportan información sobre Polirrenia es especialmente
acertada en este caso, pues se trata de veintiocho epígrafes, sobre todo alianzas,
decretos de proxenía y honoríficos, que transmiten valiosa información y completan, y en ocasiones superan, a la procedente de la propia ciudad.
Tras el corpus de inscripciones, aparecen detallados índices de nombres propios y vocabulario, catálogo de concordancias y registro de la ubicación actual de las
inscripciones. El libro se cierra con uno de sus mayores atractivos: más de cincuenta
láminas donde se pueden encontrar fotografías de la ciudad, imágenes de todas las
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inscripciones y copias de muchas de ellas, que ayudan a comprobar las descripciones y lecturas ofrecidas por el autor.
La edición de los textos epigráficos se ha realizado con sumo cuidado, insistiendo siempre en los cambios de lectura respecto a los editores anteriores y teniendo en cuenta la información proporcionada por el contexto arqueológico, pues
el autor ha examinado en persona los monumentos, siempre que ha sido posible.
Así, ha seguido el rastro de la carta de los polirrenios sobre la inviolabilidad del
templo de Dioniso en Teos (inscripción nº 7) hasta la colección privada del norte de
Irlanda donde hoy se encuentra, y se ha valido en numerosas ocasiones del testimonio de habitantes de la actual Polirrenia sobre el lugar y modo de descubrimiento de
las inscripciones (como en el caso de la inscripción nº 76). Esta labor ha permitido al
autor encontrar nuevo material y proporcionar información contrastada acerca de
la ubicación y lectura de las inscripciones ya publicadas. La revisión de los textos
con frecuencia tiene como resultado la propuesta de nuevas lecturas e interpretaciones, como por ejemplo el antropónimo Χώσιμος de la inscripción nº 53 en vez de
Ζώσιμος, que era la lectura de la primera edición (IC II, XXIII, 263, nº 48).
Dado que el criterio de la colección es puramente geográfico, y la ciudad aún
no ha sido excavada de forma sistemática, el material epigráfico es muy dispar y
quizá el lector pueda echar en falta en la introducción una descripción de las características generales del mismo. En primer lugar, de las ochenta y tres inscripciones,
las únicas que no pertenecen al período helenístico-imperial son la primera, del
segundo cuarto del siglo V a.C., y la última, cristiana, de los siglos V-VI d.C. La primera inscripción, además, una dedicatoria a la diosa Hera Argiva, presenta la peculiaridad (apenas destacada por el autor en su comentario) de estar grabada sobre un
caduceo de bronce que, por la rigidez de las curvas y la sencillez con la que está
representada la cabeza de serpiente que lo adorna, fue datado por Karl Schefold
(Meisterwerke griechischer Kunst, Basel-Stuttgart 1960, p. 40) en torno al 550 a.C., al
tiempo que señala su claro paralelo con otro caduceo procedente del área de Bríndisi, también con mango en forma de columna jónica y terminado en dos serpientes
cruzadas que se miran de frente (Carlo. de Simone, “Un caduceo bronzeo proveniente da Brindisi”, ArchClass 8 [1956] 15-23). Este segundo caduceo, no obstante, data de
mediados del siglo V a.C. o incluso de la segunda mitad del mismo siglo. Según De
Simone (ibid., 15-16), representa un tipo evolucionado de caduceo, algo que en nuestra opinión podría aplicarse igualmente al caduceo de Polirrenia y, de esta manera,
aproximar la datación del artefacto y del epígrafe y fijarla en la primera mitad del
siglo V a.C.
En cuanto al contenido, más de la mitad de las inscripciones (en concreto cuarenta y ocho) son listas de nombres propios, inscritos en las paredes de los templos
de la ciudad, con frecuencia de manera descuidada y caótica, que el autor, sin embargo, se ha esforzado en clasificar con todo detalle. Muchos son los antropónimos
que no están atestiguados fuera de Polirrenia, como Τασκαιννάδας (nº 9A, l. 4) o
Τασκαννάδας (nos 6, l. 12; 58, l. 3; 76, ll. 1, 11, 22), Νακοπίας y Ποσθύλος (nº 57, ll. 4 y
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6), o que incluso cuentan con un único testimonio, como Κάραιθος (nº 10, l. 2) y
Μνανώι (nº 76, l. 12), y hay que esperar que el número siga aumentado con el descubrimiento de nuevos epígrafes.
Por último, es importante asimismo indicar que son cuatro las inscripciones
del corpus que se publican por primera vez: una estela funeraria familiar con dos
epitafios (nº 22), un bloque con una lista de nombres propios (nº 69), un fragmento
de columna inscrito igualmente con nombres propios (nº 76) y una marca de construcción (nº 82). También se presentan las inscripciones que han ido apareciendo
durante las dos últimas décadas y que se han publicado en diferentes momentos y
lugares, como la inscripción honorífica nº 3, las diez inscripciones funerarias recogidas en nº 23, o la inscripción en latín nº 80, publicadas por el autor en 2001, 2006 y
2005 respectivamente.
Por lo demás, la organización del contenido es clara y coherente, la edición
impecable y la bibliografía exhaustiva y actualizada. Esta obra pone así a nuestra
disposición un material epigráfico rico y fiable, que ayuda en gran medida a recuperar la historia de la ciudad de Polirrenia y proporciona interesantes datos sobre
onomástica, léxico e instituciones. Hay que agradecer, por tanto, al Ministerio Heleno de Cultura y Turismo que continúe apoyando y difundiendo la importante
labor arqueológica desarrollada en la isla de Creta.
Elena MARTÍN GONZÁLEZ
Universidad de Valladolid
Jesús María NIETO IBÁÑEZ, Cristianismo y profecías de Apolo. Los oráculos paganos en la patrística griega (siglos II-V), Madrid, Trotta, 2010, 221 pp. ISBN 978-84-9879-153-2.
Los estudios de Filología Clásica en España tienen un nivel excepcional y de rango
internacional. Para llegar a este nivel ha sido necesario un esfuerzo continuado de
varias generaciones y la existencia de un sistema educativo que permitiera este
extraordinario florecimiento. Por desgracia, como tantas veces en nuestro país, se
destroza lo bien hecho y se opta por papanatismos de segunda mano en el momento
más inoportuno.
Me he permitido este desahogo inicial a la hora de reflexionar sobre cómo
puede surgir una publicación especializada de este nivel y sobre esta temática en un
país como el nuestro. Hay una historia floreciente de los estudios clásicos detrás de
cada una de sus páginas, pero también quería advertir de que el panorama está
cambiando aceleradamente. Cuando tanto se habla de excelencia, mediante unas
reformas educativas de mentalidad pacata, hace años que se ha comenzado a laminar un ámbito en el que la habíamos alcanzado.
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Pero gocemos ahora de los frutos de esos años dorados. Porque este estudio
que reseño podrá ser leído y utilizado con gran provecho por especialistas de variados terrenos y por interesados no especializados que simplemente quieran conocer
mejor los mecanismos de defensa y difusión del cristianismo en un determinado
momento de su historia, en este caso el período que va de los siglos II al V (lo que
con frecuencia se etiqueta como “Antigüedad tardía”).
Se trata de una investigación muy bien estructurada, con tratamiento sencillo
y, a la vez, exhaustivo (sin excesos ni nada sobrante) de cada uno de sus apartados.
Son tres los capítulos en que se articula. El primero contiene un planteamiento teórico e introductorio en el que se encuadra, cronológica, histórica y culturalmente, la
relación entre la profecía cristiana y la tradición adivinatoria del Mundo Antiguo.
Este capítulo, titulado “Mántica pagana y profecía cristiana” (pp. 23-34), se centra
en cuatro aspectos que ayudan a perfilar el panorama objeto de estudio: la profecía
en el mundo judío, con atención a la evolución seguida en época helenística; la consubstancialidad de lo profético con el propio cristianismo; la situación del mundo de
los oráculos en el entorno pagano de los siglos I y II d.C.; y, por último, la reflexión
teórica sobre el fenómeno profético en la filosofía del siglo III (sustancialmente, los
neoplatónicos), con una referencia detallada a Porfirio de Tiro.
El segundo capítulo es una espléndida síntesis de las opiniones expresadas por
los autores de la patrística griega acerca de la adivinación “pagana”: “Los protagonistas de la polémica. La mántica pagana en la patrística griega” (pp. 35-57). En él se
encuentra un completo elenco de referencias, pero destaca el tratamiento que se
dedica a Eusebio de Cesarea, perfectamente justificado. De este capítulo subrayo la
importancia del análisis que el autor dedica a la polémica contra los oráculos paganos que se encuentra en la Praeparatio evangelica, una obra que debe ser leída teniendo presente (en lo que se refiere a este aspecto) la difusión en el mundo griego
del neoplatonismo, en concreto de la tradición representada por Porfirio y Jámblico
y la importancia que atribuyen a la adivinación y los oráculos. De hecho, la mayor
parte de las citas oraculares de Eusebio proceden de los tratados del de Tiro y del
cínico Enómao de Gádara quien, como es comprensible, le provee de abundantes
argumentos críticos.
Tras la descripción de fuentes y sus características en los dos primeros capítulos, el autor dedica la parte más amplia de la obra al análisis detallado de los motivos, temas y constantes que se aprecian en la utilización de los oráculos apolíneos
por los autores cristianos: “Apolo y sus oráculos en la literatura cristiana” (pp. 59149). Hay aquí tres partes bien definidas. La primera resume los datos que nos permiten apreciar el aprovechamiento positivo de los oráculos apolíneos: primero,
como elemento propagandístico por parte de los judíos y, segundo, ya en ámbito
cristiano, por la utilización interesada y sesgada de los más diversos oráculos, bien
como apoyo del monoteísmo, bien mediante un uso de los mismos en relación con
cuestiones teológicas. Pero este uso positivo, lógicamente, será minoritario. Lo que
abunda en los autores cristianos es una crítica feroz de los oráculos apolíneos con
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argumentos muy bien desmenuzados y clasificados por el autor: por descalificación
de Apolo y de los dioses paganos, por demonización de los mismos, por ridiculización o por vinculación con prácticas perseguidas astrológicas o similares, además de
otros muchos argumentos curiosos. En la última parte se recuerdan y comentan los
hechos más significativos en relación con el final de la mántica.
El libro se cierra con las “Conclusiones” (pp. 151-154) y una utilísima antología
de textos traducidos (pp. 157-185): 124 oráculos y 10 fragmentos de textos patrísticos referentes a la mántica. El volumen se acompaña de la correspondiente “Bibliografía” (exhaustiva), una “Tabla cronológica” e “Índices”.
Se trata de un libro necesario, bien planteado y que amplía nuestro conocimiento tanto de la evolución argumentativa del cristianismo en la Antigüedad tardía como de la fortuna de que gozaron los oráculos griegos en ese período, tan rico y
complejo desde el punto de vista religioso e ideológico.
Emilio SUÁREZ DE LA TORRE
Universidad Pompeu Fabra
PLAUTO, El ladino cartaginés, introducción, traducción, notas y comentario Rosario
LÓPEZ GREGORIS, Madrid, Cátedra, 2010, 320 pp. ISBN 978-84-376-2709-0.
El presente volumen constituye un trabajo realizado en el marco del proyecto “La
comedia y la tragedia romanas. Estudio y tradición” (FFI2008-01611), dirigido por la
traductora, Rosario López Gregoris. Nos presenta una versión bilingüe de la obra
plautina Poenulus, así como una introducción, notas y comentario.
Verter una comedia de un idioma a otro es una de las labores más difíciles con
la que se puede enfrentar un traductor: requiere un dominio completo de ambas
lenguas y un conocimiento profundo de la obra original. Reproducir las bromas,
juegos de palabras y efectos sonoros de un autor cómico en otro idioma, siendo fiel a
la vez al texto original, no es tarea fácil. Por tanto, una traducción de una comedia
de Plauto, autor conocido por su estilo y creatividad lingüística, merece particular
atención. Y quizá más, si cabe, la que aquí nos ocupa, Poenulus, pues se trata de una
obra que presenta varios problemas adicionales para el traductor: entre otros, la
presencia de una lengua extranjera en los versos púnicos del protagonista Hanón.
A pesar de las dificultades con las que se enfrenta un traductor de Plauto, existen varias traducciones de sus obras a la lengua castellana a partir de las adaptaciones del siglo XVI. Las de Poenulus comienzan con la traducción de Pedro Antonio
Martín Robles de la primera mitad del siglo XX, que traduce el título por El cartaginesillo. Todas se realizan desde perspectivas diferentes, pero con el mismo objetivo: el
de transmitir y reflejar los elementos cómicos del autor romano. La aportación
principal del presente volumen es que, además de ofrecer una traducción castellana
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vigorosa, actual y que transmite la esencia de la obra original, facilita la lectura del
latín por medio de un número medido de notas que nos ilustran sobre la lengua y los
recursos literarios de la obra, la situación socio-política en la que se escribió y el
género literario al que pertenece.
El libro se abre con una introducción amplia en la que repasamos los hechos de
la vida del dramaturgo y de las obras que se le atribuyen. A continuación, nos centramos en Poenulus, comedia cuyo título alude al protagonista, Hanón, un cartaginés
“bueno” que ha pasado años buscando a sus dos hijas raptadas. El título se compone
del gentilicio de la obra original griega de Alexis, en la que probablemente se basa
Plauto (καρχηδόνιος), y el sufijo de diminutivo, con el objetivo de menospreciar al
protagonista. La justificación de su traducción por El ladino cartaginés aparece más
tarde en los comentarios, donde López Gregoris explica que el uso del diminutivo es
llamativo en otras comedias (sobre todo en sus títulos) para aludir a la astucia. Así,
con su traducción del título latino hace referencia tanto al bilingüismo de Hanón
como a su perspicacia. Además de esta importante aportación, López Gregoris ofrece otra propuesta para la datación de la obra: el año 190 o 189 a.C, cinco o seis años
después del año en el que los críticos la suelen situar. Explica que los versos 524-525
hablan del periodo de paz que merece un pueblo después de derrotar al enemigo, lo
cual podría referirse a la batalla de Magnesia y el final de la guerra contra Antíoco.
Sigue un resumen tanto del argumento principal de la obra como de la situación
histórica del periodo en el que se escribió, pocos años después de la Guerra Púnica y
la victoria sobre Aníbal. Revela la traductora, además, algunos de los rasgos más
llamativos del latín arcaico en general, y el de Plauto en particular, para facilitar su
lectura junto con la traducción. El último apartado de la introducción se compone
de nueve páginas sobre la transmisión de la obra desde época de Plauto y sobre su
pervivencia, donde se mencionan las diferentes traducciones realizadas en Europa
hasta el día de hoy. La introducción termina con una bibliografía básica, acorde con
el tenor de la colección.
Como es de esperar, la mayor parte del volumen se compone del texto latino
original, basado sobre todo en la edición de W.M. Lindsay (1904-1905), y su traducción al castellano, incluyendo notas a pie de página detalladas que explican tanto el
contenido del texto como cuestiones de interés lingüístico. El dominio de la lengua
latina que posee la traductora, especialista en Plauto, queda patente en una traducción que logra transmitir el estilo literario y las referencias extralingüísticas del
comediógrafo con suma diligencia y precisión. López Gregoris tiene presente en
todo momento que la comedia se escribió con la intención de representarse en escena e incluso incluye algunas acotaciones en su traducción.
Las últimas 29 páginas del volumen se dedican a un comentario del texto, en el
que la traductora se propone examinar algunos de los elementos más llamativos de
la obra Poenulus y aquellos que se manifiestan en todas las obras del comediógrafo
(como, por ejemplo, el prólogo y su importancia, debida a la información que aporta
al público). Aquí, entre otros aspectos, trata de nuevo el título de la comedia
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Poenulus, así como el uso de la lengua púnica en el discurso de Hanón y su conversación con Milfión. Por último, repasa el uso de ritmo y música en la comedia, destacando y explicando cuáles son los versos cantados y los versos salmodiados, señalados mediante el uso de distintas fuentes a lo largo de la obra –algo que, sin duda,
constituye un aliciente más de este trabajo–, para facilitar al lector la identificación
de cada tipo. Acaba el volumen con un resumen de los recursos literarios y dramáticos que emplea el autor, para insistir en la naturaleza de la obra como comedia escrita para su representación en escena.
En resumen, la traducción de Poenulus (El ladino cartaginés) presentada en este
libro captura con sumo esmero lo que pretendía transmitir Plauto con las palabras
de la comedia latina. Refleja un conocimiento profundo del latín de los siglos III-II
a.C. y de la cultura y situación socio-política en la que se escribió la obra. Además de
proporcionar al lector una traducción fiel al espíritu de Plauto, facilita la lectura del
latín del texto original. El libro, acertadamente estructurado, es fácil de seguir y de
suma utilidad tanto para estudiantes de Plauto como para especialistas.
Olivia Claire COCKBURN
Universidad Autónoma de Madrid
Innocenzo MAZZINI, Storia della lingua latina e del suo contesto. I. Linguistica e lingua letteraria, Roma, Salerno Editrice, 2007, 319 pp. ISBN 978-88-8402-598-2; II. Lingue
socialmente marcate, Roma, Salerno Editrice, 2010, 351 pp. ISBN 978-88-8402598-2.
Reseñamos aquí en conjunto los dos volúmenes que el profesor Innocenzo Mazzini
ha dedicado a la historia de la lengua latina2.
La división en dos volúmenes responde a las dos diferentes perspectivas que el
autor adopta predominantemente en cada uno de ellos para abordar la historia de la
lengua de Roma. En el primer volumen, subtitulado Linguistica e lingua letteraria, el
punto de vista que emplea es el diacrónico y literario, es decir, sigue la evolución de
la lengua literaria latina a través del tiempo. En el segundo volumen, Lingue socialmente marcate, aplica un punto de vista social y estudia diversas manifestaciones de
la lengua latina atendiendo a un criterio diastrático3.
2
Hemos de señalar también que el autor realizó en 2002 una excelente puesta al día sobre los manuales
de historia de la lengua latina, como reflexión previa a la realización de su trabajo: I. MAZZINI, “Il manuale
di storia della lingua latina: ieri e oggi. (Sintesi e proposta)”, Paideia 57 (2002) 281-310.
3
Mazzini define así las lenguas marcadas socialmente (vol. I, p. 20, y vol. II, p. 16): “variazioni della lingua
comune, prodotte e utilizzate all’interno di gruppi sociali, i cui componenti sono uniti tra loro da uno o
piú vincoli i quali, a loro volta, possono essere di carattere ideologico, professionale, culturale, di classe,
di etá, di sesso, o altro”.
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En sendos prefacios se indica que el manual va dirigido a los estudiantes universitarios de “Historia de la lengua latina”, asignatura que Mazzini ha impartido en
la Universidad de Macerata (Italia), circunstancia que explica la forma sistemática y
ordenada de exponer la materia, tal como comentamos a continuación al señalar las
partes de las que consta cada uno de los volúmenes.
Volumen I. Linguistica e lingua letteraria
Tras una parte introductoria (pp. 9-14), que incluye el prefacio, las siglas y abreviaturas de las obras más citadas, y las normas seguidas para la transcripción del griego, se pueden distinguir dos secciones: “Introduzione alla storia della lingua latina”
(pp. 17-43) y “Linguistica e lingua letteraria" (pp. 45-302).
La primera sección es una introducción general en la que se tratan cuestiones
básicas relacionadas con la materia y que, como señala Mazzini, sirve tanto para
este tomo como para el segundo. Expone en esta parte algunos conceptos básicos de
lingüística general e histórica, como por ejemplo el concepto de lengua, de lenguaje,
de niveles de lengua, de sincronía, de bilingüismo o de familia de lenguas. A continuación, explica las fuentes para la historia de la lengua latina, que divide en documentos de primera mano, y en textos y documentos de segunda mano, abordando
también los instrumentos de investigación. En esta sección introductoria incluye la
prehistoria y la protohistoria de la lengua latina, es decir, la fase anterior a los primeros testimonios escritos. Concluye con una bibliografía clasificada según los diversos temas tratados para que el lector pueda profundizar en ellos.
En la siguiente sección traza la evolución de la lengua latina a través del tiempo distinguiendo diferentes períodos, los cuales recogemos más abajo. El plan general que sigue en cada período lo explica en la página 46:
In coerenza con le convinzioni oggi difusse e condivise dai piú, circa l’esistenza di
uno stretto rapporto tra la lingua (letteraria o meno) e il suo contesto storico, culturale, economico, letterario, ecc., in ogni capitulo prima vengono sintetizzati i
caratteri essenziali della storia e della letteratura, poi presentati quelli della lingua.
Per ogni periodo storico si è puntato piú che alla individuazione dei caratteri propri dei singoli scrittori o generi letterari, alla presentazione e descrizione di alcuni tratti tipici del periodo e sostanzialmente comuni, prendendo esempi dai vari
autori.
Per le epoche in cui la problematica è stata trattata dagli antichi e comunque i
temi affrontati sono a nostra conoscenza, si è cercato di trattegiare anche un quadro delle tematiche linguistiche dibattute nell’antichità, piú o meno strettamente
correlate con i canoni letterari dei vari periodi storici: la concezione della lingua,
della lingua letteraria in sé e nei vari generi, le norme grafiche e/o fonetiche,
morfologiche, sintattiche e stilistiche.
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Así pues, en cada capítulo expone, en primer lugar, las características históricas y
literarias más importantes y, posteriormente, presenta las características lingüísticas. Estas últimas se exponen atendiendo a los rasgos generales del período más que
a los autores y géneros literarios por separado. También incluye, cuando existen, las
reflexiones lingüísticas realizadas por los autores de la Antigüedad.
El primer período que distingue lleva por título: “Età dei re, delle leggi delle XII
tavole e di Appio Claudio Cieco (753-275 a. C.)” (pp. 47-66). Abarca desde la fundación de Roma (753 a.C.) hasta la derrota de Pirro en el 275 a.C., un hecho histórico
que marca la fecha de comienzo de la influencia artística de Grecia sobre Roma y el
comienzo de la literatura latina a través de la imitación de los modelos griegos,
como fruto de la expansión romana hacia el sur de la Península Itálica y la sumisión
de las colonias griegas de la Magna Grecia. Las fuentes de que disponemos para este
período son, sobre todo, las que Mazzini denomina de primera mano, es decir, principalmente epigráficas, aunque no son muy abundantes.
El capítulo se articula en varias partes:
1. Una introducción (“Premessa”) con una caracterización general del período.
2. Un apartado de historia (“Storia”), cuyo objetivo es describir las circunstancias históricas donde se enmarcan los cambios lingüísticos. Comprende, además,
una tabla cronológica y el contexto político, social, económico y cultural.
3. En el tercer bloque (“Letteratura e documenti”) se exponen los testimonios
de los que disponemos para trazar la historia de la lengua de este período.
4. A continuación, tenemos la descripción lingüística propiamente dicha (“Lingua”), dividida en varios subapartados: alfabeto, hechos fonético-gráficos, morfología, sintaxis y léxico.
5. Hay una quinta parte (“Storia letteratura lingua”), en la que pone en relación
los datos históricos, literarios y lingüísticos para evidenciar sus conexiones y dar
una visión global del período.
6. Finalmente, introduce un repertorio bibliográfico (“Bibliografia”) comentado y dividido según los puntos tratados anteriormente.
El siguiente período que distingue lleva por título “Età degli Scipioni e di Plauto (275-78 a.C.)” (pp. 67-98). Según indica el autor (p. 67), se denomina así para subrayar el peso de la “dinastía” de los Escipiones en la vida política y cultural de la
época, y de Plauto en la creación literaria. El criterio seguido para delimitar este
período es la formación de la lengua literaria bajo el influjo de otras civilizaciones y
lenguas, en especial la greco-helenística.
El capítulo tercero lleva por título “Età di Cesare e di Cicerone (78-31 a.C.)” (pp.
99-142). Se trata de una época convulsa desde el punto de vista político y social, que
en el plano de la historia de la lengua se caracteriza (p. 99) por la reflexión lingüística, por la formación de una lengua literaria aristocrática, por la creación de lenguajes cultos (retórica, astronomía, física, filosofía) y la utilización de la literatura y de
su lengua como instrumento de propaganda política. El esquema es similar al empleado en anteriores capítulos, salvo en el punto tercero (“La Letteratura”) que,
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como indica el título, se centra exclusivamente en la literatura sin tratar los documentos. Lo mismo ocurre en los capítulos siguientes.
El capítulo cuarto se titula “Età di Augusto e di Virgilio (31 a. C.-14 d. C.)” (143173). Aunque es un período de tiempo relativamente breve, Mazzini (p. 143) justifica
su distinción debido a que la época de Augusto está marcada por una estrecha colaboración entre el poder político y los artistas y literatos, hecho que confiere al período unos rasgos peculiares desde el punto de vista lingüístico y literario. Asimismo, es una época de transición entre la literatura de la República y la del Imperio.
El capítulo quinto, “Età di Nerone e Domiziano, di Seneca e Marziale (14-96)”
(pp. 174-208), se individualiza como tal porque algunas tendencias que en la época
precedente estaban en sus comienzos, encuentran aquí su más completa realización,
tanto por lo que se refiere a la historia como a la literatura y a la lengua literaria (p.
174).
El capítulo sexto lleva por título “Età di Traiano e Marco Aurelio, di Tacito e
Frontone (96-192)” (pp. 209-237). Destaca en esta época, sobre todo, la compenetración entre la literatura griega y la latina, el interés y cuidado por la selección de los
términos y la confluencia de ambas lenguas.
El capítulo séptimo, “Età di Settimio Severo e Costantino, di Tertulliano e Ambrogio (193-378)” (pp. 238-266), tiene su justificación más destacada en la formación
del latín cristiano y la eclosión de la literatura cristiana.
El último capítulo tiene por título “Età di Teodorico il Grande, Gregorio Magno
e Beda il Venerabile. Età Romanobarbarica (378-800)” (pp. 267-299). Corresponde al
período denominado tradicionalmente “latín tardío”, a lo largo del cual el latín deja
de ser una lengua hablada y, a un nivel literario, se aparta de las reglas clásicas sin
ser todavía propiamente medieval. Como señala Mazzini (p. 268), Bruno Luiselli ha
propuesto recientemente la sustitución de la denominación de “tardo-antiguo” por
la de “romano-bárbaro”, para indicar el encuentro/desencuentro entre la cultura
romana y las culturas bárbaras.
La obra termina con un epílogo (pp. 300-302), donde resume y destaca muy sintéticamente las principales tendencias evolutivas y las características más importantes de la historia de la lengua latina en relación con su contexto histórico, político, social, económico y cultural.
A continuación (pp. 303-306) se introducen dos mapas, uno con la situación
lingüística de Italia en la Prehistoria y otro del Imperio Romano a la muerte de Teodorico (año 506), donde aparecen los reinos romano-bárbaros. Además de estos
mapas, en la obra encontramos insertadas entre las páginas 208 y 209 varias láminas
con fotografías y dibujos de diferentes testimonios epigráficos, como el Lapis Satricanus, el Vaso de Duenos o el Decreto de Paulo Emilio.
En las páginas finales se incluyen los índices: el índice de nombres (pp. 309315), donde se recogen los nombres propios, tanto de autores antiguos como posteriores, incluidos los estudiosos actuales; el índice de ilustraciones (p. 316), y el índice
general del volumen (pp. 317-319).
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En resumen, podemos decir que la obra, desde el punto de vista cronológico,
comprende la historia de la lengua latina desde la fundación de Roma (753 a. C.)
hasta el momento (fijado en el año 800), en que deja de ser una lengua hablada. Los
orígenes indoeuropeos y la situación lingüística en época prehistoria se tratan brevemente en la introducción. Desde el punto de vista metodológico, sigue la tendencia actual dentro de la historia de la lengua, es decir, combinar la descripción de los
cambios lingüísticos y literarios con el contexto histórico, cultural, político y social
en el que se enmarcan. Siguiendo este criterio mixto, distingue ocho edades en la
historia de la lengua latina, en cuyo epígrafe aparece, como hemos visto, el nombre
de un político o emperador junto al nombre de un escritor. En esta clasificación se
aprecia una articulación de la historia de la lengua latina en cuatro fases: arcaica
(capítulos 1 y 2), clásica (capítulos 3 y 4), postclásica (capítulos 5 y 6) y tardía (capítulos 7 y 8). En los dos primeros capítulos incluye testimonios epigráficos, pero a
partir de aquí se basa en las fuentes literarias.
Volumen II. Lingue socialmente marcate
Como señalábamos al principio, en este segundo volumen aborda Mazzini la historia
de la lengua latina aplicando un criterio social. Desde esta perspectiva estudia, en la
medida que las fuentes lo permiten, las variedades lingüísticas del latín según diversos grupos sociales.
El autor trata de forma extensa seis de estas variedades en sus correspondientes capítulos, donde explica sus características más importantes y su evolución a
través del tiempo: el latín vulgar, el latín cristiano, el latín sagrado pagano o de los
sacerdotes romanos, el latín jurídico, el latín agrícola y el latín de la medicina. No
obstante, como las variedades lingüísticas marcadas socialmente y documentadas en
mayor o menor medida son muchas más, el autor trata de forma sintética en la introducción de este volumen, con el fin de ofrecer una idea de tal diversidad, otros
dieciséis “latines” diferentes, que comentamos más abajo.
El volumen se articula de la siguiente manera. Tras el prefacio (pp. 9-10) y la
lista de siglas y abreviaturas de las obras más citadas (pp. 11-12), tenemos una amplia introducción general (“Introduzione”: pp. 15-61), donde expone los conceptos
fundamentales sobre las lenguas marcadas socialmente: su definición, variedad, los
documentos disponibles para su estudio y las características generales. A continuación, dentro de esta introducción, está el tema que dedica a los dieciséis latines
sectoriales: latín de los filósofos, latín de los políticos, latín de los astrónomos y
astrólogos, latín de los gramáticos, latín de los arquitectos, latín de los zoólogos,
latín de los veterinarios, latín de los botánicos, latín de los militares, latín de los
soldados, latín de los marineros, latín de los gladiadores, latín de los banqueros,
latín de los cocineros, latín de las mujeres y latín de los niños. Esta sección termina
con una bibliografía esencial clasificada según los temas vistos y brevemente comentada.
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Tras la introducción dedica un capítulo a cada uno de los siguientes latines: 1.
“Latino volgare o dei ceti medi e inferiori” (pp. 63-97); 2. “Latino cristiano o dei
cristiani” (pp. 98-135); 3. “Latino sacrale pagano o dei sacerdoti” (pp. 136-175); 4.
“Latino giuridico o degli avvocati e giureconsulti” (pp. 176-211); 5. “Latino agricolo o
degli agricoltori” (pp. 212-245): 6. “Latino medico o dei medici” (pp. 246-280).
El esquema seguido para tratar cada uno de los latines es similar en todos los
casos: “1. Premessa” (expone un breve estado de la cuestión sobre el estudio de la
variedad lingüística tratada); “2. Preliminari” (explica los datos históricos, sociales,
literarios y culturales relacionados con la variedad en cuestión e indica las fuentes
disponibles para su estudio); “3. Caratteri linguistici” (realiza una síntesis de las
características lingüísticas más destacables); “4. Evoluzione” (presenta la evolución
en el tiempo, diferenciando las diversas fases); “5. Storia, letteratura, lingua” (a
modo de conclusión, pone en relación todos los elementos que intervienen en la
configuración de la lengua tratada); “6. Bibliografia” (recoge la bibliografía más
destacada, que comenta brevemente y clasifica según los puntos que ha distinguido
al desarrollar el tema en los apartados anteriores). Esta estructura solo varía ligeramente en el tema del latín vulgar, debido a las características peculiares de esta
categoría, que articula de la siguiente manera: “1. Premessa”, “2. Preliminari”, “3.
Caratteri linguistici e loro collocazione cronologica”, “4. Il contesto storico, sociale,
psicologico” y “5. Bibliografia”.
Tras los capítulos tenemos un ‘Epilogo’ (pp. 281-283) donde se recogen, a modo
de conclusión, las características fundamentales de los latines marcados socialmente. Bajo el epígrafe “Profili letterario-linguistici” (pp. 284-334) se presenta un glosario, ordenado alfabéticamente, con breves reseñas sobre los autores, obras anónimas o documentos mencionados en los dos volúmenes. Al final tenemos los correspondientes índices (pp. 335-351): el de autores citados en el volumen, el de ilustraciones y el índice general.
La obra presenta ocho láminas insertadas entre las páginas 192 y 193, donde se
reproducen, a modo de ejemplo, varias fotografías y dibujos con inscripciones.
Dentro de los manuales de historia de la lengua latina, la gran aportación de
este segundo volumen radica en reunir los últimos estudios en torno a este tipo de
latines sociales y hacerlos accesibles de una manera sencilla, aunque exhaustiva.
En referencia ya a los dos volúmenes en conjunto, uno de los atractivos de la
obra es la importancia concedida al contexto, pues el autor tiene en consideración
todos los aspectos que intervienen en la evolución de la lengua integrando los hechos lingüísticos dentro de su contexto político-social y cultural, y abarcando no
solo las manifestaciones literarias, sino todas las manifestaciones lingüísticas en
general.
Estos contenidos están expuestos de una manera eminentemente práctica, que
refleja un enorme esfuerzo de reflexión y síntesis, fruto de un gran conocimiento de
la historia de la lengua latina y de la civilización romana en todos sus aspectos.
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La experiencia docente del autor se hace evidente en la presentación didáctica
de la materia, que destaca por la claridad y el orden de su exposición. La obra se
estructura de una forma sistemática y homogénea con secciones similares en cada
capítulo, lo cual permite realizar una comparación muy cómoda de un mismo aspecto, ya sea a lo largo de los diferentes períodos distinguidos, en el caso del primer
volumen, o bien entre los distintos latines sectoriales, en el caso del segundo. Por
otra parte, la obra está provista de un útil glosario y de una bibliografía comentada,
lo cual es una gran ayuda para profundizar en la materia.
Podemos afirmar, en conclusión, que estamos ante una obra que se convertirá
en un referente dentro de los manuales de historia de la lengua latina y que, sin
duda, será de gran utilidad, por su orientación didáctica, para los estudiantes universitarios, pero también para todos los investigadores de la lengua latina, dada la
gran erudición y experiencia que hay en sus páginas.
Alberto ALONSO GUARDO
Universidad de Valladolid
Rubén FLORIO, Transformaciones del héroe y el viaje heroico en el Peristephanon de Prudencio, 2ª ed., Bahía Blanca, Ediuns, 2011, XXXV + 267 pp. ISBN 978-987-1620-56-2.
El profesor Rubén Florio (F.) nos presenta una edición corregida y ampliada de este
libro que ya publicara en 2001, aunque, como se desprende de la “Nota a la segunda
edición”, estas adiciones parecen haber sido bastante limitadas. Como gran conocedor de la literatura latina en general y de los poemas de Prudencio en particular, F.
nos ofrece una lectura del Peristephanon en perspectiva sincrónica, esto es como
documento de una época de consolidación del Imperio cristiano de Roma, superadas
ya las primeras fases de lucha y resistencia frente al ideario pagano, pero también
en perspectiva diacrónica, es decir, como fruto de la adaptación consciente –aunque
no solo– de todo el bagaje literario clásico griego y latino y, de forma muy destacada, de las obras de Virgilio y de Lucrecio.
El libro consta de una introducción, cinco capítulos, conclusiones y bibliografía. En la Introducción (pp. XI-XXXV) se aborda un concepto genérico como el de
‘tradición’ y su aplicación a la “transacción y trasiego” que del género épico y la
figura del héroe se produce en textos latinos cristianos como los de Juvenco, Sedulio
o el propio Prudencio. Aunque el planteamiento y lo que aquí se dice es plenamente
aceptable, echo en falta una referencia a los trabajos en los que específica o tangencialmente Christian Gnilka ha abordado este fenómeno de la chrêsis orthé o usus iustus del corpus literario clásico por parte de los cristianos (véase por ejemplo mi libro
La poesía de Prudencio, Huelva-Cáceres, 1996, p. 193, o bien mi reseña a los “Collected
papers” de Gnilka en Exemplaria 6, 2002, 275-282).
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Los cinco capítulos llevan los títulos de “Continuidad y transformaciones” (pp. 18), “Prudencio” (pp. 9-65), “Viaje heroico: hasta y en Prudencio” (pp. 67-174), “Culto de
los mártires” (pp. 139-174) y “El ideal heroico cristaliza en Prudencio” (pp. 175-221),
y en ellos F. despliega su profundo conocimiento de la obra prudenciana y del pensamiento cristiano de la época, a la vez que los pone en relación con personajes,
pensamientos y géneros literarios de la antigüedad pagana, todo ello apoyado en las
notas (situadas, lamentablemente, al final de cada capítulo) mediante el sólido soporte de muchos textos y de bibliografía secundaria. El lector que recorra estas
páginas alcanzará una visión más plena de los himnos martiriales de Prudencio, por
cuanto son vistos a la luz de la doble perspectiva a que he hecho referencia, pero
además podrá entender mejor el ambiente político, cultural, religioso y artístico de
este final del siglo IV, así como el decurso de Roma desde su sometimiento a Augusto hasta la humillación de Alarico. Esa es, en mi opinión, la mayor aportación de la
obra que analizamos, suficiente por sí sola para hacer recomendable su lectura.
Como contrapartida debo señalar que la organización de los capítulos me parece su punto más débil. Del propio título de estos tal vez pueda el lector inferir esa
ausencia de delimitación clara de los contenidos, siendo así que el título mismo del
libro parecía invitar a una ordenación muy simple. Las observaciones y planteamientos de F. en todas las páginas del libro son –con las salvedades que luego señalaré– válidas y aun lúcidas, pero el lector tiene en más de una ocasión la sensación
de volver sobre argumentos ya tratados y, al mismo tiempo, no le resulta fácil adivinar el tenor de las páginas que tiene por delante. La rica información contenida en
este libro habría encontrado, tal vez, mejor acomodo en el formato de un comentario filológico de todos y cada uno de los himnos del Peristephanon, tarea sin duda
ardua pero para la que F. está sobradamente capacitado.
Como detalle sin duda menor, me permito la siguiente sugerencia: en el por lo
demás acertado análisis (pp. 80-91, y de nuevo en pp. 192-193) de los himnos de Inés
y Eulalia me sorprende la ausencia total de referencias a un claro modelo de ambas
passiones en la muerte de Políxena tal como es narrada por Ovidio (Met. 13,450-480),
pues también allí aparecen elementos comunes como el motivo del puer-senex, la
calificación de la puella como fortis, la referencia (v. 457) a su generoso sanguine (cf.
Perist. 3,51), al gozo por la propia muerte (necis gaudia, v. 463), a la inquebrantable
pudicitia de la joven (vv. 466-467, 479-480) y al llanto del propio verdugo (vv. 474475). También echo en falta alguna explicación del erotismo situacional y aun fraseológico presente hacia el final de la tortura física de Inés (14,74-78), y ello más allá
de su vaga vinculación con el motivo de Eros-Tánatos (así en p. 42). Por último,
puesto que sí se pone debidamente en relación la muerte de ambas mártires con el
motivo del de contemptu mundi, quizá no habría estado de más destacar la posible
función axial de la apoteosis de Inés entre la pagana concepción igualitaria de la
muerte y el género medieval y renacentista de las Danzas macabras (véase El retrato
literario ─ Tempestades y naufragios ─ Escritura y reelaboración. Actas del XII Simposio de la
Sociedad Española de Literatura General y Comparada, Huelva, 2000, 645-652).
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Hay, en fin, dos aspectos generales en los que no comparto del todo los planteamientos del autor. El primero es la identificación que parece realizarse (cf. por
ejemplo pp. 12, 195-201) entre “tono épico” y “género épico” y el consiguiente tratamiento que se da a la colección del Peristephanon como obra épica, algo no aceptable, desde mi punto de vista, por muy evidente y extendido que fuera entre los autores de esta época el fenómeno de la hibridación de géneros. Que el personaje central
de un himno martirial tenga altura heroica y que sus gestas alcancen niveles épicos de
mérito no son factores que conviertan ipso facto en épica una obra que, por tratarse
de himnos, pertenece claramente al género lírico (dicho sea con la autoridad de
Píndaro), pues ese mismo razonamiento debería llevarnos a considerar épica buena
parte de la tragedia antigua (baste Antígona de ejemplo). Precisamente podría señalarse el fuerte componente dramático de muchos de estos himnos (obsérvese, por
ejemplo, que, siendo tal vez el más cercano a una epopeya, el anómalo himno X,
dedicado a Román, por estructura, metro y extensión se acerca más a una tragedia
que a un poema épico), elemento sin duda relacionado con su eventual uso litúrgico
o al menos didáctico (me permito aquí recordar el diálogo directo que, en el himno
V, se produce entre el narrador (vv. 421-432) y uno de los personajes (v. 433), expediente para el que no recuerdo paralelo, pero que en todo caso apunta claramente a
un contexto de representación dramática). Del mismo modo, que en su intención
claramente doctrinal Prudencio se haya servido de abundantes recursos del epos
didáctico de Lucrecio tampoco significa que estos himnos sean genéricamente equiparables a la Apotheosis, donde tal asimilación al poema epicúreo sí es verosímil.
El segundo aspecto es la “toma de partido” de F. en su afán por hacer visible el
valor de la producción poética prudenciana, ayuda que yo entiendo que Prudencio
no necesita. Valgan tres ejemplos: al analizar (p. 13) ciertos “defectos” detectables
en estos himnos, y con la mirada claramente puesta en el mencionado himno a Román, F. sostiene que el “estilo “efectista” de muchos de los pasajes de la obra de
Prudencio [...] lo vincula con un público que sin duda era receptivo a esa clase de
discurso”, llegando a plantearlo un poco más adelante en estos términos: “¿La consolidación definitiva del cristianismo [...] no justificaba el sacrificio de una estética
clásica en el altar de algunos pasajes de panegírica desmesura?”. Particularmente
encuentro más sencillo interpretar que estos defectos son el resultado de la excesiva
importancia concedida al mensaje y apostolado, pero que son defectos al fin y al
cabo y que probablemente sitúan ese himno entre las composiciones del Prudencio
más bisoño: ningún poeta escribe mal a sabiendas de que lo hace, y no escapaban a
este principio unos creadores que precisamente supieron encontrar en la belleza de
la palabra el arma más poderosa para la transmisión de su mensaje. Es más, dentro
de la obra misma de Prudencio afortunadamente Román se queda solo en esos excesos verborreicos y de sobreactuación, siendo Vicente y Eulalia, Inés o Lorenzo, héroes mucho más comedidos y por ello tanto más eficaces.
Otro ejemplo de esta parcialidad encuentro en el tratamiento de lo maravilloso. Dice así F. (p. 32): “A la [mitología antigua] que acusaba de invención poética
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ficticia, sin verificación de ninguna naturaleza, Prudencio opone passiones históricas
[...] Las dota, también, de un marco de verosimilitud [mis cursivas] aun en lo que se refiere a sus componentes maravillosos, todos ellos son observados por testigos oculares, históricos...” (y véase de nuevo pp. 177-178). En primer lugar, me parece más
ajustado decir que Prudencio opone los antiguos seres mitológicos no tanto a los
mártires cuanto al nuevo Dios de los cristianos, como se ve claramente en los poemas doctrinales y, sobre todo, en Contra orationem Symmachi. En segundo lugar, la
aportación de testigos oculares para hacer creíble lo increíble no es un expediente
nuevo, antes bien lo vemos empleado por los clásicos en compañía de otros recursos
como las expresiones parentéticas del tipo mirabile uisu etc. Baste como ejemplo el
momento en que Virgilio nos dice que Dido (Aen. 4,453-455) uidit [...] / (horrendum
dictu!) latices nigrescere sacros / fusaque in obscenum se uertere uina cruorem.
Un último ejemplo de este subjetivismo (en el que por desgracia F. dista de estar solo entre los críticos prudencianos) lo encuentro cuando el autor llega a reconocer (p. 166) “una estatura mayor” a los héroes de estos himnos que a los de la
epopeya antigua, y ello tanto por su extracción social más humilde como por su
excepcional resistencia física como, en fin, por su “sabiduría natural, conferida por
la fe en la palabra revelada”, haciendo así suya lo que fue una tesis argumentada y
sostenida por los tratadistas cristianos de la época (cf. pp. 175-183). Naturalmente
cualquier lector puede tener la convicción o creencia que estime oportuna, y lo que
unos ven legítimamente como resistencia heroica en busca de la vida verdadera
para otros puede resultar fanatismo suicida. Ahora bien, en nuestra condición de
críticos de poesía (y recuérdese que “censurar y alabar son operaciones sentimentales que nada tienen que ver con la crítica”: Borges dixit) tenemos que atenernos a la
calidad poética de los personajes, a la adecuación ética de sus acciones y sus vidas, a
su capacidad de empatía con el público... y en esa comparación se hacen dolorosamente visibles las diferencias entre Aquiles, Ulises o Eneas, de una parte, y Emeterio,
Celedonio, Casiano o Román, de la otra. Por lo demás, y al margen de las convicciones personales del propio Prudencio, esta comparación se inscribe en el motivo
literario olim / nunc, según el cual la época contemporánea sobrepuja los mayores
hitos de las pasadas (para la comparación entre Símaco y Cicerón, cf. Symm. 1,632634).
Las conclusiones llevan el título de “Recapitulación y observaciones finales”
(pp. 223-243) y en ellas encontramos la esencia de toda la valiosa aportación del
libro, que se cierra con el apartado de “Bibliografía” debidamente agrupada (pp.
245-267). Dado que se trata de una obra valiosa, a la que el estudioso y aun el lector
curioso habrán de volver en más de una ocasión, habría sido deseable que se acompañara, al menos, de índice de nombres y de pasajes citados.
Luis RIVERO GARCÍA
Universidad de Huelva
HUM-4534 // FFI2008-01843
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Rosario LÓPEZ GREGORIS-Luis UNCETA GÓMEZ, eds., Ideas de mujer. Facetas de lo femenino
en la Antigüedad, Alicante, Centro de Estudios de la Mujer-Universidad de Alicante, 2011, 172 pp. ISBN 978-84-9717-152-6.
This book tackles, with a fresh and innovative approach, a subject about which
much has already been written. It is an excellent collection of papers on women in
Antiquity and the many different aspects that this topic encompasses. It focuses not
only on the important women of Antiquity, but also on the way in which females in
general are portrayed in ancient literature, the key issues that affected them in
their daily lives (love, death, marriage, work and pregnancy) and other marginal
activities in which they were involved, such as magic. There is also a limited amount
of reflection on the history and state of affairs of Gender Studies as a whole, which
serves as to reinforce the relevance of this book.
The idea for this volume sprang from a meeting that took place at the
Autónoma University in Madrid between 25 February and 4 March, 2008, twentythree years after the first meeting on the role of women in Antiquity was held at the
same university. It is made up of contributions from fourteen different academics
working in the fields of Classics and Ancient History at the Universities of Malaga,
Granada and the Complutense and Autónoma Universities in Madrid.
The first two chapters of the book focus on Gender Studies as a discipline. The
first, by Elisa Garrido, provides an overview of the field as a whole, paying particular
attention to the advances made in Spain in recent years, whilst the second, by
Lourdes Prados, offers a brief summary of the work that has been done on Gender
Studies in Archeology in the U.S. and Europe over the last forty years. Garrido is
keen to highlight that studies on women still contend with certain difficulties within academia, since many scholars, including women, fail to appreciate its viability as
a new scientific field amongst other established areas of research.
The remaining chapters of the book cover a range of different aspects relating
to the lives, attitudes and achievements of women living in the ancient world. Although the majority focuses on literature, there are also papers on history, mythology and other issues affecting women of the time.
Important Women in History
The third chapter of the book, by Marcos Such, informs us that the first writers of
history were, in fact, women. The first of these was a so-called “Enḫeduanna” who
lived in Mesopotamia in the third century B.C., and at least two other women at the
time (the wife of Šū-Suen and dInanna-KA) are known to have written poetry. We
are given a brief overview of what is known of these three women’s lives and it is
suggested to us that, contrary to what has been thought until now, some women of
the upper classes of the day may have been able to read, write and compose and
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play music. Interestingly, the only writings attributed to men from this time are the
work of scribes.
The second chapter on the role of women in history is the penultimate of the
book and focuses on women and power in ancient Rome. Esperanza Torrego explores some of the historical events in which certain women (Livia, Agrippina the
Elder and Agrippina the Younger) were a pivotal force. She also looks at the legal
and social situation of women in the Republic and at the beginning of the Roman
Empire.
Women in Greek Mythology
In the fourth chapter, María Eugenia Rodríguez Blanco deals with ‘monstrous’ females (such as Medea) and female monsters (such as the Gorgons) in Greek mythology. Mythology, as suggests the author, may reflect certain social structures and
relationships and, in this way, myths should be considered a source for the study of
women in Antiquity. Mythological women are almost always associated with trickery, seduction, fear and death and, as such, myths may give us important information on how the Greeks used females to explore topics with negative connotations.
Marriage and Motherhood
In the tenth and eleventh chapters of the book, we explore arguably two of the most
important issues affecting women in Antiquity: those of marriage and motherhood.
The former, as we are told by Leonor Pérez Gómez, was often controlled by the
interests of others, such as the families of the couple in question. Love, on the other
hand, often arose outside of the institution of marriage. Given that cases of passionate love are often documented in poetry written by men, we have little information
about how the women involved in these situations may have felt.
The topic of motherhood is examined in the twelfth chapter by Javier del
Hoyo, using some of the epitaphs of women that died in childbirth as well as iconography, medical treatises and literature. The author also looks at other aspects of
women’s lives, including the age at which girls were married, puberty and attitudes
towards sterility and pregnancy. We also look at abortion and breastfeeding in addition to some tributes to women that died in childbirth.
Women in Ancient Literature
In the fifth chapter of the volume, Helena Gónzalez Vaquerizo focuses on the way in
which females are portrayed through the image of Helen of Troy. The corpus of
literature that contains a mention of this famous character is endless and literature,
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in general, can teach us important information about the origins of Western attitudes towards women.
The sixth chapter, by Marta González González, looks at female writers as well
as the reasons behind the lack of classical literature written by women. Indeed,
none of the Greek female authors that we know of (such as Sappho and Corinna)
wrote in Athens in the Classical period, with the exception of Hedyla, Mother of
Hedylus. The author suggests that, although few in number, female writers seemed
to be aware that they were creating their own literary tradition and she goes on to
explore some modern female poets that have based their work on their ancient
predecessors.
The seventh chapter, by Pilar Hualde, looks at ‘abandoned’ women in Classical
literature, exploring the traditional idea that many women in Classical literature
are seduced, and sometimes even used and abandoned by men (as is Dido by Aeneas,
for example). She also examines the portrayal of the female as a ‘Seducer’ throughout Greek and Latin literature.
The eighth chapter, by Emilio Crespo, focuses on the heroines of Greek novels
written in Classical Antiquity and the different types of love explored in these novels, arguing that the passionate love that arises between male and female characters
in Western fiction, which is both long-lasting and mutual (with the female as an
equal to the male), has its origins in the Greek novel.
In the ninth chapter, Francisco García Jurado examines the character of the
Matron and the Prostitute in Roman Comedy and the ways in which they are portrayed in various fragments of the works of Plautus, Titinius and Afranius. Mimy
Flores also explores the representation of women in literature in the tenth chapter:
this time, the focus is on the women to whom elegiac poets direct their work, exploring their qualities and characteristics. Alongside the positive elements attributed to women in poetry, such as physical beauty, we also see some interesting negative traits: namely greed, fickleness and cruelty towards lovers.
The final chapter of the book, written by one of the editors, Luis Unceta, focuses on females that practiced magic in the ancient world. Having defined the concepts of magic and witchcraft, he examines the literary representation of the Witch
in Antiquity using, in particular, Roman sources.
To conclude, then, this collection of papers offers a fascinating insight into the lives,
attitudes and achievements of women in Antiquity. There is no doubt that it represents a welcome contribution to research in this area as well as that of Gender Studies as a whole. The editors explain in their prologue that their aim is not to provide
an exhaustive study and this allows them to delve into a wide range of topics that
are all mutually complementary. The result is an enthralling read for all those interested in women in Antiquity, whilst the photographs included in some articles
also make the book visually attractive. The clear way in which it is written and put
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together, with the extensive bibliography at the end of the book and detailed contents page at the beginning, ensure that it is accessible to all kinds of reader.
Olivia Claire COCKBURN
Universidad Autónoma de Madrid
Enrique MONTERO CARTELLE, Tipología de la literatura médica latina. Antigüedad, Edad
Media, Renacimiento, Oporto, Brepols, 2010, 243 pp. ISBN 978-2-503-53513-5.
Il libro è occasionato dalla necessità di introdurre i dottorandi, interessati a lavorare
nel settore, alla letteratura medica di lingua latina, soprattutto quella prodotta nel
Medioevo e nel Rinascimento. In effetti il libro di Montero Cartelle (M.C.) rappresenta la prima presentazione e descrizione organica della letteratura medica in
lingua latina scritta nel Medioevo e nel Rinascimento. Lo studio è “esterno”, così lo
definisce lo stesso autore, nel senso che non si occupa primariamente degli aspetti
dottrinali di questa vasta letteratura (peraltro non del tutto ignorati), ma piuttosto
della sua tipologia, in rapporto alle differenti finalità, domanda sociale, preparazione culturale dei singoli autori. Lo studio non intende prendere in considerazione
tutta la produzione dell’epoca, vastissima e, in alcuni casi, ancora allo stato manoscritto, ma piuttosto individuare i vari generi o tipologie, e presentarne i principali autori.
Il libro si articola in tre capitoli: 1. La letteratura medica latina classica; 2. La letteratura medica latina medievale; 3. La letteratura medica latina del Rinascimento. I
tre capitoli sono organizzati secondo uno schema che si ripete: il contesto culturale
della letteratura medica del periodo; gli autori più significativi e i vari generi; il
livello letterario e linguistico. Un bibliografia molto ampia, come anche gli indici dei
nomi antichi e moderni concludono il volume.
Il libro, all’interno dei limiti e degli obiettivi che l’autore si è posto, presenta
dei pregi e delle utilità estremamente importanti che vanno sottolineati. In estrema
sintesi, in particolare, i seguenti.
1. Chiarezza espositiva: l’ organizzazione logica e coerente degli argomenti dal
generale al particolare, come anche il periodare semplice, ma non piatto, rendono la
lettura facile e gradevole.
2. Periodizzazioni globalmente fondate e convincenti: quando il M.C. ad esempio distingue all’interno della medicina medievale due periodi: secoli IV-X e secoli
XI-XIV, è particolarmente convincente, perché in effetti non si limita esclusivamente a considerare i contenuti medici della letteratura del periodo, ma il suo contesto,
economico, ideologico, culturale.
3. Presentazione di scritti importanti e significativi, ignorati dal pubblico dei
non specialisti e talora anche da costoro: tra gli scritti di interesse, pressoché o del
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tutto ignorati, ma segnalati al giovane ricercatore, si può menzionare il poema in
versi Phlebotomia di Giovanni d’Aquila del secolo XV, o il Breviarium practicae dello Ps.
Arnaldo da Villanova, o una significativa ricetta tràdita dal cod. Avranches 235, ff.
51r e 51 v, e da altri manoscritti.
4. Ripresa di una serie di brani, talora anche inediti, comunque molto interessanti: questi passi significativi consentono al lettore di farsi un’idea più precisa, di
generi ed opere poco noti, così per esempio delle conciliationes, tipico prodotto di un
ambiente caratterizzato dal culto dell’autorità, oppure dei dialogi, genere medico
che in qualche modo riprende soprattutto un genere filosofico, proprio delle letterature classiche.
5. Efficace caratterizzazioni della lingua medica latina nelle specificità di una
determinata epoca: ciò che trovo metodologicamente corretto e molto positivo è la
correlazione tra le caratteristiche precipue della lingua medica di un certo periodo
ed il contesto: in questa direzione ad esempio la correlazione tra grafie incorrette di
forme classiche e arabe ed una serie di fatti come la non conoscenza del greco,
l’evoluzione fonetica e grafica del latino, gli errori della tradizione manoscritta ecc.
6. Importante correlazione tra le tematiche e i generi da un lato, e il sorgere di
nuove situazioni storiche, sanitarie o patologiche: è chiaro che il poema Syphilis del
Fracastoro ad esempio è il prodotto di una nuova patologia diffusasi in Europa dopo
la scoperta dell’America.
A fronte di questi ed altri rilevanti pregi del lavoro di M.C., si possono rilevare
talune insufficienze, per altro comprensibili in considerazione della vastità della
materia da un lato e dell’ampio spazio cronologico, considerato nel volume.
In questa direzione e pur con le giustificazioni del caso, mi sembra che un
maggiore spazio forse andava dedicato alla figura di Celio Aureliano (p. 17), in realtà
non semplice traduttore, ma anche un rielaboratore originale, che scrive in un latino di buon livello, in rapporto ai tempi. La figura di medico e insieme anche di
scrittore di Celio Aureliano è stata notevolmente rivalutata in questi ultimi tempi,
soprattutto a partire da un convegno a lui dedicato negli anni novanta del secolo
scorso: Ph. Mudry et alii (eds.), Le traité des “Maladies aiguës” et des “Maladies chroniques” de Caelius Aurelianus. Nouvelles approches, Nantes, Institut Universitaire de France, 1999.
È profondamente vero quanto a p. 149 afferma il M.C. citando anche Nutton,
cioè che nel Rinascimento la medicina greca finisce per essere molto enfatizzata, nei
confronti sia di quella araba, sia di quella latina, soprattutto in conseguenza della
centralità assunta dai classici della medicina greca, non solo Ippocrate e Galeno, ma
taluni bizantini. Forse valeva la pena, in questo contesto, sottolineare che il fenomeno della enfatizzazione della medicina greca finisce per influenzare profondamente anche la lingua latina di alcuni autori dell’epoca, che sovente introducono
lessemi greci integrali, senza nemmeno traslitterarli, con tutta naturalezza, talora
come elemento puramente esornativo, talora con scopi didattici (insegnare cioè agli
utenti studenti il lessico greco del settore), talora per motivi di chiarezza e precisio-
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ne. In sintesi si può parlare di un uso del greco meramente retorico, uno didattico,
uno funzionale. Solo qualche esempio tratto da Gabriele Falloppio: G.Fallopii Mutinensis, De humani corporis anatome, compendium, Venezia, Meieti, 1571, pp. 17-25, e da
Bartolomeo Eustachi: B. Eustachii Santoseverinatis medici ac philosophi Opuscula anatomica, Leiden, J. Van der Linden, 1707, pp. 1-15. Si può parlare di uso essenzialmente
retorico, quasi blasone di nobiltà ed elemento di distinzione per una scienza ed una
lingua di antichissime tradizioni, soprattutto nel caso in cui il termine greco è introdotto senza un particolare bisogno espressivo, come sinonimo, solitamente fatto
precedere da espressioni tipo: Graeci appellant, Graeci dicunt, ecc. Così ad esemepio
Falloppio: duo organa, quos renes Latini, Graeci nefri (sic !) appellant.
Si può parlare di uso prevalentemente didattico quando l’introduzione del greco è funzionale all’etimologia che, a sua volta, non nasce da interesse linguistico ma
tecnico; un paio di esempi: Falloppio, p. 19, 1-4: circumdatum fuit collum hoc a musculo
quodam transversas obtinente fibras, qui eo quod sygmae litterae graecae figuram obtineat,
sygmoides appellatur; Eustachi, p. 3, 9-12: (Renes) appositissime a Graecis νεφροί, a Latinis
renes appellati sunt; nimirum quum νείφρειν καὶ ῥέειν fluere ac stillare significent.
Si può parlare di uso funzionale delle parole greche, quando esse sono le uniche in grado di significare la cosa (esigenze espressive), oppure, quando sono indispensabili ad evitare ripetizioni dello stesso termine latino (esigenze di variatio): si
veda ad esempio Falloppio, p. 19, 12-15 prima a peritonaeo quam erytroidem; secunda
dartos ex carnosa membrana, tertia cutanea substantia constans; Eustachi, p. 4, 16-19:
Plerique enim ipsorum hoc faciunt, quod renes non secus atque alios adenas et mammas,
substantia glandulas esse credunt.
Innocenzo MAZZINI
Università di Macerata
Raquel MARTÍN-Sofía TORALLAS (eds.), Conversaciones con la muerte. Diálogos del hombre
con el Más Allá desde la Antigüedad hasta la Edad Media, Madrid, CSIC, 2011, 205 pp.
ISBN 978-8-400-09347-1 [recurso electrónico].
Bajo este título se recogen en formato digital diez trabajos dedicados al estudio de la
concepción de la muerte en las culturas mediterráneas en un marco cronológico que
abarca desde el siglo VIII a.C. hasta la Edad Media y en un ámbito geográfico que
incluye el Mediterráneo hasta la India.
En el primer capítulo, titulado “Mot, Hades y la muerte personificada en el Levante y Grecia” (pp. 9-22), Carolina López-Ruiz estudia los paralelismos y divergencias existentes entre la cultura griega y las semíticas noroccidentales, donde la
muerte se representa, bien como divinidad antropomorfa, bien como espacio escatológico destinado a las almas de los difuntos.
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La segunda contribución, “Diálogos entre vivos y muertos en los poemas homéricos (Ilíada XXIII 65-107 y Odisea XI)” de Marco Antonio Santamaría (pp. 23-50),
tiene como objeto de estudio dos pasajes en los que se produce un contacto entre los
vivos y los muertos: la aparición del espectro de Patroclo ante Aquiles en la Ilíada y
la Nekuia o invocación de las almas de los difuntos en la Odisea. Se analiza el acto
comunicativo atendiendo no solo al contenido comunicado, sino también al tipo de
relación que se establece entre los interlocutores (parentesco, posición jerárquica,
vínculos sentimentales, etc.), información con la que se procede a comparar ambas
escenas.
En el tercer capítulo, bajo el título “El tíaso de los elegidos. El Hades órfico como utopía” (pp. 51-66), Alberto Bernabé, a través de textos escogidos de la literatura
griega y de las laminillas de oro, reconstruye la perspectiva teleológica del culto
órfico en la esfera tanto individual como social.
El cuarto capítulo, “El Más Allá en inscripciones dionisíacas” de Ana Isabel Jiménez San Cristóbal (pp. 67-94), se centra en la representación del mundo de ultratumba en las inscripciones dionisíacas, donde se estudia el significado de la muerte
y el papel que la divinidad juega en este trance.
En “Invocaciones a los muertos en los textos griegos mágicos” (pp. 95-116), Raquel Martín Hernández explica y analiza algunos documentos en los que hay una
clara intención de contactar y dominar a las entidades ultraterrenas mediante el
poder mágico de la palabra escrita. Se desarrolla en esta contribución el tema de los
“muertos inquietos”, ánimas conjuradas y obligadas a realizar determinadas acciones mediante fórmulas mágicas.
El trabajo de Sofía Torallas (pp. 117-128), titulado “Textos y contextos funerarios en el Egipto Grecorromano: el caso de las etiquetas de momia”, describe, por un
lado, el contenido de este tipo de documentos y, por otro, nota el influjo que ejerce
sobre otras manifestaciones escritas, tanto en su forma como en los contenidos.
Mª. Jesús Albarrán, en “El monacato y el Más Allá en el Egipto Tardoantiguo”
(pp. 129-146) ofrece un interesante análisis sobre las facultades que se atribuían a
los monjes cristianos en el Egipto del s. IV d.C, donde se considera su capacidad de
predecir o ver el futuro a través de la divinidad, de presentir o percibir su propia
muerte y de comunicarse con el mundo de los difuntos.
La contribución de Juan Antonio Álvarez-Pedrosa, “La reconstrucción de la escatología eslava precristiana. Los testimonios de las fuentes indirectas” (pp. 147166), se centra en la cultura eslava a través de la información que ofrecen los rituales y sacrificios, donde la muerte se presenta también como divinidad o espacio
geográfico.
Los dos últimos capítulos, titulados “El paso al Más Allá: entre los Vedas y la
teoría de las Upaniṣad” de Julia M. Mendoza (167-182) y “Los caminos al Más Allá en
los himnos del Ṛgveda: Traducción y comentario de los himnos RV 10.14, 10.16 y
10.56” de Madayo Kahle (pp. 183-205) se dedican al estudio de la concepción de la
muerte y del paso al más allá en la tradición védica. En ellos se exponen las distintas
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vías de salvación, analizándose el proceso vital de metempsícosis o de transmigración de las almas.
Las contribuciones abarcan un ámbito espacio-temporal muy amplio y, sin duda, variado, que se identifica con la llamada “cultura mediterránea”. Este objeto de
estudio, de considerable magnitud, ha de dividirse en otras partes más asequibles
desde las que abordar el todo. Conversaciones con la muerte acierta, primero, al dedicarse a la muerte desde sus distintas interpretaciones y, segundo, al parcelar este
campo de estudio en distintos ámbitos culturales. Esta labor ofrece información
sobre el individuo y su cotidianidad, sobre el pueblo o estado al que pertenece y, en
definitiva, se adentra en la “cultura mediterránea”. La obra inicia, así, un trabajo
titánico, pero necesario, desde lo concreto hasta lo abstracto, erigiéndose como
piedra angular sobre la que profundizar en la perspectiva conceptual de este fenómeno de la “muerte”, tan característico y determinante en toda cultura.
Para lograr este fin, sin embargo, sería tal vez necesario enmendar algunas carencias y descuidos, cuya subsanación darían más brillo y, sin duda, mejor conducción a la empresa que se pretende. En primer lugar, se echa en falta una forma y
estilo más homogéneos en los trabajos, donde la mano personal de cada autor es
bastante evidente. Llama la atención, por ejemplo, la distinta extensión de los artículos: ante la prolijidad de algunos, choca la brevedad de otros. Por otra parte, a lo
largo de los trabajos no se sigue una estructura argumentativa uniforme, sino que
cada autor procede a presentar los contenidos de su investigación de manera distinta. Varía, además, el modo en el que se citan y presentan los textos objeto de estudio, con traducciones que no siempre vienen acompañadas de sus originales, y se
ofrecen en ocasiones grafías distintas para un mismo nombre propio, por ejemplo
‘Core’ y ‘Kore’. Por último, facilitaría la comprensión establecer una lista de abreviaturas al principio de la obra mejor que al final de las contribuciones, así como explicar algunos conceptos abstractos –y metafóricos– de los trabajos dedicados a la
cultura védica.
Como se indica en el prefacio de la obra, Conversaciones con la muerte nace como
deseo de ahondar en el pensamiento escatológico de la “cultura mediterránea” a
través de la filología como herramienta de análisis. Este trabajo, que se inicia aquí –y
que esperamos prosiga–, plantea la necesidad de descubrir e interpretar la perspectiva existencial y el sentir teleológico de la amalgama de distintos pueblos e individuos que se cuentan bajo el apelativo de “culturas mediterráneas”. Estudios de este
tipo describen, explican y, lo que es más importante, comparan las distintas concepciones sobre la muerte, lo que permite entender la unidad y diversidad de estas
culturas y, en una proyección más amplia, abren una vía importante hacia el entendimiento del pensamiento occidental actual.
José Ramón URÍZAR SALINAS
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Maurilio PÉREZ GONZÁLEZ-Estrella PÉREZ RODRÍGUEZ (coords.), Influencias léxicas de otras
lenguas en el latín medieval, Valladolid-Léon, Universidad de ValladolidUniversidad de León, 2011, 365 pp. ISBN 978-84-8448-622-0.
No me resisto a recordar aquí aquel comienzo de diciembre de 1993, cuando éramos
convocados a León al Primer Congreso Nacional de Latín Medieval. Dos Mesas Redondas plantearon entonces una doble necesidad. La de crear una revista bibliográfica “de aparición frecuente y puntual, económica en su producción y adquisición”,
la primera; estudió la segunda “la necesidad de un repertorio léxico medieval”, del
que en España solo contábamos entonces con las letras A-D del Glosarium latinitatis
medii aeui Cataloniae, mientras que en otros países ya se habían creado repertorios
lexicográficos mucho más completos.
Se propusieron en esta segunda mesa un ámbito geográfico (reinos occidentales hispanos y centro-norte de Portugal), un ámbito lingüístico (el léxico latinoromance), y unos límites cronológicos (desde el período post-visigótico, siglo VIII,
hasta 1230, cuando se unificaron definitivamente León y Castilla). El paso del tiempo
ha justificado por completo tal planteamiento: estos dos últimos años, 2010 y 2011,
nos han proporcionado los primeros e importantes frutos.
El primero, y hago aquí especial referencia a él porque ha sido base importante de
muchos de los estudios presentados en el segundo, fue el Lexicon Latinitatis Medii Aeui
Regni Legionis (s.VIII-1230) imperfectum, Turnhout, Brepols, 2010, cuya edición se debe al
equipo presidido por Maurilio Pérez y en el que tuvo un importante papel Estrella
Pérez. Consiste este Lexicon imperfectum (no en el sentido de su calidad, sino en el de que
está inacabado) “en la elaboración y redacción de un diccionario latino-romance a
partir de los textos escritos en latín, o mayoritariamente en latín”, comprendidos en el
período temporal citado. Contempla el diccionario textos tanto “de obras más o menos
literarias”, principalmente crónicas, como documentos notariales del reino asturleonés.
El volumen que nos ocupa constituye el segundo de los frutos a los que nos
referíamos. Se trata en realidad de las Actas del IV Coloquio Internacional de Lexicografía
Latina Medieval, celebrado (bajo el patrocinio científico de la Union Académique
Internationale, Bruselas) en León en los primeros días de junio de 2010 con la temática
exclusiva de las influencias de otras lenguas en dicho latín medieval. Ya de hecho
constituye por sí un gran logro que se celebre en León un coloquio internacional que
reúna a “los equipos reponsables de los diccionarios de latín medieval de Alemania,
Bélgica, Dinamarca, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Hungría, Irlanda, Italia, Polonia,
República Checa, Suecia, así como a los equipos españoles de Cataluña, Galicia y
Alicante”, a los que se sumaron los Institutos de Florencia (Italia) y Heidelberg
(Alemania). No nos extraña para nada que las Universidades de León y Valladolid hayan
respondido a tan pretigiosos interlocutores con este precioso volumen, exquisitamente
editado, que cuenta con diecinueve trabajos en cinco (seis, pues el “resumen” del
primer trabajo está escrito en latín) lenguas distintas.
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Me resulta imposible, debido precisamente a esa diversidad de lenguas, referirme
de manera pormenorizada a todos y cada uno de los artículos que forman el volumen.
Sea suficiente en un principio reseñar que en él encontramos influencias en el latín
medieval de diversas lenguas romances (francés, italiano, leonés…), del imprescindible
árabe en el hispánico, y de otras lenguas más extrañas y ajenas como “del celta, polaco,
el sueco o el checo, sin olvidar el griego”, como leemos en el prólogo. Artículos firmados
por grandes conocedores y especialistas de toda Europa en el trabajo lexicográfico sobre
el latín medieval, cuya relación y “ocupación” puede leerse en el prólogo.
Sí me referiré, sin embargo, a algunos de ellos. Y en primer lugar a los de los
editores. Pérez González, tras distinguir distintos niveles de penetración “de la lengua
hablada en el latín de los diplomas”, se centra “únicamente en términos romances
generalmente exclusivos de Asturias y León que se refieren a la vida rural”. Estudia así
leonesismos rurales (grafico)fonéticos y leonesismos rurales semánticos. Entre los
primeros, unos nueve con sus distintas formas, se encuentra plano/-um, lema que
prefiere a planum/s -i, y que también ha sido estudiado en el primer artículo del volumen
de forma específica y en campo del significado por Bruno Bon y no exactamente como
leonesismo. Veinte son los ejemplos de leonesismos semánticos con múltiples acepciones como, a modo de ejemplo, “baraganna”, que puede significar: 1) tierra laborable de
propiedad no individual, perteneciente sobre todo a una institución religiosa; 2)
recolección de productos cosechados en esas baragañas tierras; y 3) beneficios, impuestos o gravamen sobre esas mismas tierras. Es un artículo muy documentado que pone de
manifiesto no solo su capacidad de resumen, sino el cuidado, empeño y altura que ha
puesto el autor en la redacción del Lexicon.
De manera distinta, pero con la misma solvencia, procede Pérez Rodríguez. Limita
su trabajo a la voz quomodo, en la que sintetiza la “tensión entre latín y romance en el
latín medieval diplomático”. Ofrece en primer lugar unos cuadros con las formas
gráficas y distribución cronológica de quomodo. Y estudia, a continuación, escenificándolos con ejemplos, los distintos valores y usos que dicho vocablo tiene en la
documentación estudiada: 1) como adverbio relativo, valor interrogativo-exclamativo y
valor modal; 2) como conjunción: a) valor completivo dependiendo de verbos de declaración o percepción (aunque son más los casos introducidos por quod) y dependiendo de
sustantivos, a los que complementa; b) valor de conjunción coordinante copulativa; c)
valor de conjunción subordinante circunstancial, bien sea causal, final o temporal; 3)
como adverbio indefinido; 4) como partícula de refuerzo o expletiva; 5) en lugar de un
pronombre relativo (“que”); y 6) como preposición. Si a esto añadimos que refuerza su
escrito con alusiones diacrónicas y se detiene en el tanto por cierto de cada uno de los
valores de quomodo en cada uno de los siglos que abarca la documentación empleada,
deduciremos la exquisitez y precisión del extenso y documentado trabajo.
El campo semántico de algunos vocablos es el objeto del estudio de algún que otro
autor. José Manuel Díaz de Bustamante, con el título “Aspectos léxicos de la ‘cautelas’ y
de ‘cautelar’ en el latín medieval diplomático del reino de León”, dentro de las
sanciones diplomáticas (cláusulas finales en el documento para garantizar el eficaz
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cumplimiento de cuanto dispone), fija su atención en el verbo caueo, que aparece
solamente en veinticinco ocasiones y bajo más de una fórmula sintáctica, de las que
[caueo] + [ab + ablativo] + [dativo] (= ab inimicis suis sibi caueat) es la menos frecuente
(solo aparece en una ocasión), si bien la más europea; y en el par cautela/cautio, de
distintas formas gráficas y diversos significados.
Estudia Juan Francisco Mesa Sanz el campo semántico de habitacio, definido
como “el asentamiento que otorga la condición de habitator y estructurado con el
sema domicilio, vivienda frente a núcleos de población”. “Aspectos léxicos innovadores
–concluye– se producen en la aparición de arabismos en zonas siempre marginales del
campo semántico”. Entre ellos “barraca”, “rafallus”, “alquería” y “açuchacus” son
exclusivos de los documentos que él aborda. Otra cuestión es si son exclusivos del Reino
de Valencia o deben extenderse a todos los territorios de la Corona de Aragón
“Latinización constatada. Dudas y dificultades en el Glosarium mediae latinitatis
Cataloniae” es el trabajo que presentó en el coloquio Ana Gómez Rabal. Constata la
autora un hecho en la reedición del primer volumen del glosario: no se había empleado
para la redacción de los artículos la edición de Pedro Sanahuja, Historia de la villa de Áger,
Barcelona, Seráfica, 1961, en la que ya el profesor Joan Bastardas había dejado señales
de atención. ¿Cómo incluir en el glosario una palabra (o sus variantes) de las que se
encuentran en esta obra? Tras describir los documentos que incluye la obra, distingue
“ejemplos indudables”, “un ejemplo no indispensable” y, bajo el epígrafe “La tesis del
error”, dos sustantivos de origen desconocido, pero presumiblemente no latino. Como
ejemplos indudables destaca: 1) alfanec, arabismo latinizado, que en la primera edición
se documentaba con un solo ejemplo, y ahora con muchos más; 2) armelinus, -lina, que
en la primera aparecía como adjetivo y que ahora se documenta también como
sustantivo; y 3) austurino, cuya primera datación se ha adelantado. Berregano es un
ejemplo no indispensable, y becer y bogs (variante de broca) los dos sustantivos de origen desconocido.
Resaltaré, al menos como curiosidad, una particularidad anotada por el italiano
Larson Pär que, si bien lexicógrafo, se confiesa no latinista sino italianista. Considera
que en la relación “latín-vulgar” o viceversa debe abrirse también un espacio donde
tal relación sea nula. Y ofrece el ejemplo del códice Vaticano latino 3793 (V), uno de
los tres grandes cancioneros italianos, de alrededor de 1300, y que contiene la más
antigua tradición lírica de Italia. No se encuentra en él absolutamente ningún caso
de latinismo gráfico. “La componente volgare nel latino medievale d’Italia (interferenze tra latino e volgare nella Toscana medievale)” es el título de su trabajo. En
contraposición, un elenco de 52 vocablos nos ofrece Thomas Städtler en su aportación con un título ya de por sí parlante, “…Y se fecundaron mutuamente. Observaciones sobre las interferencias entre el latín medieval y el francés medieval”, basado
en una colección de carácter jurídico de los siglos XI a XIII. Aunque nos habla de
varios presupuestos, me permito subrayar un párrafo indicativo del contenido: “Hay
también palabras francesas tomadas de una palabra del latín medieval, que por su
parte, viene del mismo francés”. Y aduce el siguiente ejemplo: “installer”, vocablo
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francés tomado del latín medieval installare, formado por su parte del latín medieval
stallum, forma latinizada del francés “stal”.
Atiba y Alfetema son dos vocablos árabes que utiliza Pascual Martínez Sopena para “mostrar que, en algunos casos notables, la lengua escrita latina incorporaba palabras árabes de forma coyuntural”. En los diplomas leoneses de los años 980 a 1050 la
palabra atiba era frecuente: con ella se solicitaba que se atemperase cualquier pena
legal, “una expresión que ofrecía una semántica más rica y más técnica que hablar de
rogum, misericordia o cualquier otro término deudor de lo sacro”. Alfetema, por su
parte, designaba la guerra, el conflicto abierto, quizás con un sentido semejante a la
perífrasis latina bellum inter cristianos. Por el contrario, Carlos M. Reglero de la Fuente
(“El uso de arabismos en la descripción del espacio”, titula su trabajo) dedica su atención a aquellos arabismos de semántica espacial que se encuentran en la documentación asturleonesa y que se han conservado en el español actual: “alfoz”, “aldea”, “alcázar” y “almunia”.
Enormemente rico es, en suma, el volumen que tenemos en las manos. Rico por
la cantidad de trabajos que contiene, rico por la trayectoria profesional de los firmantes, rico por la diversidad de vocablos que se estudian y por las lenguas de las que
proceden y que llegaron al latín medieval, y rico también por los idiomas en que están
escritos. Pero, tal vez debido a esa misma riqueza, pensamos que el volumen carece de
uniformidad: sucede como si los editores no hubieran establecido unas normas de
publicación. Encontramos “resumen”, “abstract”, “résumé”, “zusammenfassung”,
“sommaire”, escritos en cualquier idioma (incluido, como hemos dicho, el latín), menos en español, que no obstante es la lengua que predomina en los trabajos. Unos
artículos no aportan bibliografía, otros la incluyen y otros incluso indican al final los
documentos en los que se basaron. Quizás el poco tiempo transcurrido entre la celebración del encuentro y la publicación de sus Actas, poco más de un año, justifique lo
que considero falto de unidad, aunque a la vez es una señal más de riqueza.
Sea lo que fuere, creo que la comunidad científica y en especial los amantes y estudiosos del latín medieval podemos felicitarnos por la publicación de esta obra. Y hay
que felicitar cordialmente a los que la han hecho posible.
Luis CHARLO BREA
Universidad de Cádiz
Milagros DEL AMO LOZANO, Aelii Antonii Nebrissensis grammatici in A. Persium Flaccum,
poetam satyricum, interpretatio. Edición y estudio, Frankfurt am Main, Peter Lang,
2011, XXIV + 527 pp. ISBN 978-3-631-61603-1.
Comienza este libro con una breve Introducción (pp. IX-XI), donde la autora explica
su método de trabajo y los objetivos perseguidos, y una relación de Bibliografía (pp.
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XIII-XXIII), a las que sigue un extenso Estudio dividido en tres apartados: “Persio y
Nebrija” (pp. 1-68), “El texto de las sátiras” (pp. 69-143) y “La Interpretatio” (pp. 145248). A continuación se encuentra la edición crítica que, precedida de un capítulo
donde se explican los criterios seguidos para la misma (pp. 249-259), consta del
texto de las Sátiras de Persio (pp. 261-295) y del comentario de Nebrija propiamente
dicho (pp. 303-527). Este último va acompañado de traducción enfrentada y notas.
En cuanto al Estudio, encaminado a situar y valorar el comentario de Nebrija
sobre el poeta latino en el contexto de su época y de la obra del autor, está realizado
con tal exhaustividad que realmente llega a conseguir el objetivo previsto. En efecto, la enorme cantidad de datos aportados sobre ediciones previas y posteriores de
los poemas de Persio y de sus comentarios humanísticos, la comparación entre ellas
y particularmente la confrontación del comentario de Nebrija con los anteriores, y
los datos ofrecidos sobre su valoración posterior, consiguen que el lector llegue a
tener una visión clara de la relevancia de esta obra renacentista y entienda perfectamente por qué la autora la considera “un hito en la transmisión de Persio” (p. XI).
Solo en algún caso se puede echar de menos alguna aclaración, como cuando se
mencionan las traducciones del poeta latino de Bartolomé Melgarejo y Luis Jerónimo Sevilla, donde –en mi opinión– habría sido adecuado añadir alguna referencia
cronológica o biográfica sobre ellos en las notas correspondientes (50 y 51), que en
cualquier caso sí remiten a la bibliografía oportuna (ahora puede leerse sobre el
primero –y con los escasos datos existentes sobre el segundo– el artículo de la profesora Del Amo recientemente publicado en Myrtia 26 [2011] 171-221: “La traducción
de Persio de Bartolomé Melgarejo: edición y nota introductoria”). También en lo
relativo a la aparición de esta obra de Nebrija como consecuencia de la relación con
su mecenas Juan de Zúñiga, arzobispo de Sevilla, se podría haber precisado en el
capítulo en que se habla de ello (“El comentario de Nebrija”, pp. 36-52) que las dos
ediciones hispalenses, de 1503 y 1504, fueron fruto de un momento único en esta
ciudad en lo referido a la publicación de poetas clásicos paganos, impulsado por
Juan de Zúñiga y detenido después durante años con el nombramiento del arzobispo
que le sucedió, el dominico Diego de Deza (1505-1523).
Particularmente destacable, por interesante y acertada, me parece la parte del
Estudio sobre “El texto de Persio de Nebrija”, dedicada a explicar por qué y cómo en
la edición la autora ha intentado establecer, fundamentalmente a partir de los lemas
que inician cada fragmento del comentario, qué texto de las Sátiras utilizó el lebrijano en su interpretatio, texto que no coincide con el que ofrecen las 4 ediciones
manejadas de la misma: Sevilla, 1504; Logroño, entre 1503 y 1505; Alcalá de Henares,
1514; y Logroño, probablemente 1529. El estudio de la Interpretatio propiamente
dicha, extenso también y minucioso porque se detiene en los numerosos temas
atendidos por Nebrija, destaca su papel de gramático y de comentarista sobre diversos aspectos de realia.
En lo que se refiere a la edición del comentario, está precedida, como se ha indicado antes, de la del texto de las Sátiras, alterando la estructura más común de las
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ediciones renacentistas de la obra, que lo ofrecen seccionado y acompañado del comentario correspondiente. Además, se trata, como he indicado arriba, de ese texto
que pudo haber utilizado Nebrija. Todo ello –que, como hemos visto, ha sido anunciado en la parte precedente del Estudio– se aclara de nuevo en la necesaria sección del
mismo dedicada a explicar los criterios seguidos para la edición (pp. 249-259). Ese
texto reconstruido de las Sátiras se acompaña, además, de un informativo aparato
crítico donde se recogen variantes de seis ediciones anteriores y posteriores (dos de
ellas modernas), que permiten al lector comprender en cada caso el alcance de las
elecciones del autor.
También en seis ediciones se fundamenta la edición del texto del comentario
de Nebrija, que toma como base la hispalense de 1504, de la que hay ejemplar en la
Biblioteca de la Universidad de Murcia, y que es considerada por la profesora Del
Amo más completa y menos manipulada que el resto. Igualmente, las variantes significativas se recogen en el aparato crítico.
A la edición de ese texto, seccionado y numerado convenientemente con referencias a los versos de las Sátiras, se enfrenta la correspondiente traducción, acompañada de algunas notas que suponemos la autora ha valorado por encima de otras
posibles anotaciones que, dada la extensión y minuciosidad del comentario de Nebrija, habría sido difícil incluir. A ello se añade que muchos términos y conceptos de
las Sátiras o del comentario sobre ellas quedan aclarados en el comentario mismo.
La autora ha superado con éxito distintas dificultades en la fijación y edición del
texto, como la necesaria y evidente valoración de sus ediciones y la adopción de normas de utilización de grafías. Pero hay que destacar, porque es muy de agradecer de
cara a la lectura y la comprensión del texto, el establecimiento de criterios de distribución del mismo para la edición, con los que consigue que el lector maneje de manera adecuada la relación con las Sátiras correspondientes, que tenga siempre a la vista
los lemmata del comentario y que encuentre localizadas y consignadas las numerosas
citas de autores antiguos que ofrecía Nebrija, aspectos todos ellos que no siempre se
reflejaban del mismo modo y tan claramente en las ediciones renacentistas.
No menores han sido las dificultades superadas en el ejercicio de la traducción,
a la que se trasladan muchas de las soluciones formales adoptadas en la edición para
la distribución del texto. La autora se ha enfrentado a un léxico relativo a una infinidad de conceptos de los más distintos ámbitos, desde la mitología y la religión a la
medicina y la geografía, pasando por aspectos de lengua y métrica. Como ella misma
explica (p. 257), ha sido necesario presentar los lemmata en latín y en español y añadir en ocasiones, convenientemente indicados, términos para facilitar la comprensión de las explicaciones. Y complejo ha sido también adaptar a la versión española
en las aclaraciones gramaticales de Nebrija expresiones a veces inexistentes en
nuestra lengua, o los sobreentendidos que introduce el autor.
Precisamente las dificultades que plantea la traducción de este texto llevan a la
autora a afirmar (p. 258) que en algunos casos se podrían haber adoptado soluciones
de interpretación distintas de las elegidas por ella. Y esto, efectivamente, es así,
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porque la diversidad de los temas y la consiguiente variedad de léxico implican
frecuentemente todo un campo de estudio detrás de cada término y frase. Así, por
ejemplo, en lo referido al ámbito de la medicina, creo que la explicación relativa a
las propiedades curativas del eléboro a propósito de los versos 63-64 de la sátira
tercera de Persio (p. 404: VIDEAS POSCENTEM HELLEBORUM, quo purgatur humor ille redundans, quanquam peculiariter ea herba bilis atra purgatur), que la autora traduce como
“(puedes ver al que pide eléboro), con el que se remedia la humedad que sobra,
aunque esta hierba de manera particular remedia la locura” (p. 405), habría encontrado una traducción a mi juicio más acertada si se hubieran utilizado los términos
“purgar” para purgare (que sí utiliza la autora para el comentario a los versos 51-52
de la sátira primera en pp. 331-332: plena elleboro, quo se purgabant qui...) y “bilis negra” para bilis atra. En el primer caso hay que tener en cuenta que el eléboro es en
los textos médicos antiguos (y los posteriores que derivan de ellos) un medicamento
purgante por excelencia que se utiliza para eliminar los excesos de este y otros humores en determinadas enfermedades; y, en este sentido, “purgar” resulta aquí más
técnico y preciso que “remediar”. En cuanto a la traducción de bilis atra, si tomamos
en consideración que se está hablando del concepto antiguo de curación a través del
restablecimiento del equilibrio de los humores (alterado por exceso en este caso),
parece más adecuado traducir con la denominación del humor propiamente dicho
(“bilis negra”) que con uno de los significados patológicos de melancholia: “locura”. En
este mismo párrafo, la autora convierte dos términos del ámbito de la patología empleados por Nebrija, veternus e hydrops, en dos “cuasi sinónimos”, “inflamación serosa”
e “hidropesía”, argumentando en nota que para Nebrija ambos equivalían al segundo.
Pero en este punto se hubiera agradecido una explicación que, además de aclarar que
el significado habitual de veternus en los textos latinos es el de la afección denominada
“letargo” o “letargia” (griego lethargus), en la que por cierto también se recomienda el
uso del eléboro o veratrum (cf. Cels., Med. 3,20), informase de que esa sinonimia de
veternus e hydrops existe más bien desde época latina tardía, a partir especialmente del
gramático Servio (in Georg. 1,124) y de glosas medievales. Con aclaraciones de este tipo
el lector podría valorar mejor la traducción de la autora y decantarse, en su caso, por
la suya propia, a la vez que comprender la complejidad de significado de tales términos médicos y, por tanto, la dificultad de traducirlos.
Si algún fallo puede señalarse en este libro es el relativo a algunos errores tipográficos y de presentación formal. En cuanto a las notas del Estudio, encontramos
varias que han saltado desde su página a la siguiente (por ejemplo, notas 5, 6, 51,
128, 183, etc.); en muchas de ellas faltan comillas o cursivas en títulos, términos y
fragmentos latinos y en lenguas modernas (por ejemplo, en notas 18, 98, 201, 212,
247, 248, 249, 267, 269, 434, etc.); en la nota 15 falta la referencia del apellido del
autor que permita localizar la obra cuyo año y páginas se citan; en nota 72 se remite
al manual de literatura del profesor Michael von Albrecht con el año 1997, que sin
embargo es 1995 en la Bibliografía (p. XIII). El índice inicial de la obra presenta error
de numeración en las páginas (417ss.) donde se ofrecen unas láminas de la edición
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hispalense de 1504: en realidad aparecen en pp. 299-301. En la Bibliografía faltan las
páginas del capítulo de Moya-Amo-Fortuny (2006). Y se repiten dos páginas al final
de la obra (526 y 527). Hay además algunas pequeñas erratas: “muestro” por “nuestro” en p. 257; o en nota 312 (p. 70) se atribuye el año de 1504 a la edición complutense del comentario de Nebrija (C), cuando es de 1514 (cf. pp. 58-59).
Nada de ello resta, sin embargo, valor a este trabajo de Milagros del Amo, que
está realizado con exhaustividad y rigor en los contenidos que ofrece y con buen
criterio en lo relativo a la ordenación de los mismos. Un estupendo trabajo que contribuye al conocimiento de la labor de latinista de Antonio de Nebrija.
Mª. Teresa SANTAMARÍA HERNÁNDEZ
Universidad de Castilla-La Mancha
Laura MONRÓS GASPAR, Cassandra the Fortune-Teller: Prophets, Gipsies and Victorian Burlesque, Bari, Levante Editori, 2011, 330 pp. ISBN 978-88-7949-575-2.
A mediados del siglo XX se inició en Inglaterra un campo de investigación nuevo
dentro de los estudios de recepción: la relación entre la mitología clásica y el teatro
burlesco, un tipo de entretenimiento popular de la época victoriana. En este campo,
que ha tenido un gran auge en los últimos años, es donde se ubica el libro de la Dra.
Laura Monrós Gaspar, una licenciada en Filología Inglesa y Filología Española, con
una amplia formación en teatro clásico, obtenida a través de su colaboración como
investigadora asociada durante el año 2007 en el APGRD (Archive of Performances of
Greek and Roman Drama) de la Universidad de Oxford, donde trabajó bajo la supervisión de la Dra. Fiona Macintosh, y por su pertenencia, que se remonta al 2004, al
GRATUV (Grupo de Recerca i Acció Teatral de la Universitat de València), dirigido
por la Dra. Carmen Morenilla, de la Universidad de Valencia. A las dos obras que
anteriormente había publicado sobre la recepción del mito (Mitos en escena, Valencia, Generalitat, 2010, y Persiguiendo a Safo: escritoras victorianas y mitología clásica,
L’Eliana, JPM Ediciones, 2010) se añade ahora esta tercera, que está basada en su
tesis doctoral (centrada en la recepción de la figura de Casandra en el teatro del
siglo XIX), enriquecida con la edición de Agamemnon and Cassandra; or, the Prophet and
Loss of Troy de Robert Reece (Appendix III).
Cuestión clave en todos los trabajos sobre recepción del teatro es la metodología a seguir, dada la multiplicidad de vías desde las cuales se afronta. El tema es
abordado en el “Prefacio”, en el que se repasan las obras de referencia sobre este
controvertido tema, y se da cuenta de los posicionamientos metodológicos de la
autora (Jauss, Hardwick, Venuti, Steiner, Lotman, Bobes, Eco), elegidos por su adecuación al objeto de su trabajo: explicar cómo las diferentes reescrituras culturales
de la figura de Casandra confluyeron en la bipolar recreación burlesca de la obra de
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Reece. Este objetivo se logra por medio de un análisis amplio, que abarca no solo el
teatro burlesco del XIX, el resto de la literatura del siglo y los tratamientos literarios
precedentes del mito, sino también el resto de las manifestaciones culturales de la
época (cf. Appendix II: “List of Mordern Cassandras”, donde se citan todas las traducciones, adaptaciones, pinturas, danzas, recreaciones operísticas y literarias, así
como cualquier mención de la figura de Casandra que aparece en el libro, desde el
año ca. 1380 al 1953; y Appendix I: “Illustrations”, donde se recoge una selección de
representaciones gráficas relacionadas con Casandra que abarca desde el año 1776 al
1851).
La primera parte del trabajo (Introduction: “Cassandra from Homer to the
1600s”) está destinada a mostrar que Casandra tuvo una presencia constante en la
literatura y las artes inglesas desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. Las recreaciones de esa época se centran en su faceta de vidente, de adivina, de manera que se
favorece un sincretismo con figuras de la realidad contemporánea: la hechicera, la
bruja o la gitana. La heterogeneidad en el modo de adquisición de este conocimiento
se refleja icónicamente en una particular descripción física, focalizada en los ojos y
en la boca, así como en la agitación que conmueve su hermoso cuerpo, la cual se
relaciona pronto con la inestabilidad emocional y la locura.
El análisis de la Casandra burlesca viene precedido (Chapter I: “Cassandra and
the Classics in Translation [1820-1868]”) de un estudio de dos traducciones del siglo
XIX, el Agamenón de Esquilo y la Ilíada de Homero (las dos obras principales para el
conocimiento de esta figura mítica en el siglo XIX), en el que se muestra que los
términos utilizados para describir a la hija de Príamo refuerzan su asociación con
figuras contemporáneas visionarias, caracterizadas por su acceso no convencional al
conocimiento, a la vez que se constata que su gestualidad se amplifica, haciéndola
convergente con la representación que la ciencia victoriana hacía de la histeria y, en
general, con el retrato del mal.
En el siglo XIX (Chapter II: “Nineteenth-Century Cassandra”) se advierte que
Casandra tenía ya una entidad estética y social que la hacía adecuada para encarnar
y proyectar tensiones relacionadas con la distribución del poder en términos de
clases y, particularmente, de género. En efecto, en la sociedad de la época el conocimiento ortodoxo era solo accesible a los hombres, pero una corriente de pensamiento reclamaba el acceso paritario de las mujeres a la educación y a las ventajas
sociales que el conocimiento reportaba, dado que estas se habían ido integrando en
los círculos artísticos y políticos. La figura de Casandra, en tanto que portadora de
conocimiento, aunque distinto del ortodoxo, se convirtió en esta centuria en blanco
del rechazo que tal reivindicación despertaba.
El teatro burlesco victoriano (Chapter III: “Comic Cassandra”) se sirve también
de la bella profetisa troyana para tratar, desde la óptica del humor, el cuestionamiento contemporáneo del poder patriarcal. Casandra se convierte en objeto de
burla tanto por su conocimiento inspirado, que resulta inútil a los demás, como por
la sesgada representación de su gestualidad. Sin embargo, junto a esta corriente de
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pensamiento, se observa que el hecho mismo de ser la imagen de la transgresión la
hizo apta, a partir de la segunda mitad del siglo, para convertirse en emblema de las
nuevas voces femeninas que reivindicaban el cambio. La obra de Robert Reece’s
Agamemnon and Cassandra; or, the Prophet and Loss of Troy (Chapter IV: “Cassandra,
Robert Reece and the heyday of burlesque”), representada en 1868, refleja por primera vez las ambivalentes posturas de la época con respecto al rol que las mujeres
debían desempeñar en la sociedad. El análisis de los procesos culturales que subyacen a las distintas reinterpretaciones del mito permite comprender la capacidad del
teatro burlesco para reflejar la realidad de su época, para actuar como espejo de las
inquietudes político-sociales que conmovían a la sociedad, mostrando una vertiente
que lo acerca a los medios de comunicación de masas.
Este trabajo, modélico por su exhaustividad, tanto en la utilización de la bibliografía como de las fuentes, es un claro exponente de los beneficios que procura la
interdisciplinariedad y constituye una útil herramienta para los estudiosos de la
literatura inglesa, para los filólogos clásicos interesados en la recepción de los mitos
y, en general, para la historia del pensamiento occidental, en cuanto desvela tanto la
interacción entre arte y realidad, como el permanente diálogo entre pasado y presente.
Elena REDONDO MOYANO
Universidad del País Vasco
Jesús BARTOLOMÉ GÓMEZ (dir.), Los desastres de la guerra: Mirada, palabra e imagen, Madrid, Liceus, 2010, 315 pp. ISBN: 978-84-9822-909-7.
Las apretadas páginas de este desigual volumen suponen un recorrido en cuatro
partes (a las que hay que añadir un “Prólogo” del director [pp. 9-18] y una coda en
forma de “Apéndice de imágenes” [pp. 305-315], que hace honor a una de las palabras del título), en las que se analiza la visión y representación de la guerra en la
antigüedad griega y romana (parte 1: “La Antigüedad griega: la narración y la escena
[pp. 19-92]; parte 2: “La Antigüedad romana: el relato épico y el histórico” [pp. 93185]); parte 3: “El Renacimiento: escritura e imagen” [pp. 187- 228]; parte 4: “Los
tiempos y los medios modernos” [pp. 229- 304]).
Esta amplia trayectoria, en la que prima la atención al mundo clásico, ofrece
una disposición cronológica y analiza manifestaciones artísticas, “por lo que no
debemos olvidar su naturaleza estética a la hora de afrontar la compleja cuestión de
cómo representar los horrores y la violencia” (“Prólogo”, p. 11). Entre las formas
artísticas destacan las literarias –épica, drama e historiografía son los géneros más
estudiados–, pero asoman el cine, el cómic, la pintura o el grabado, a partir de la
idea de que en la representación de la guerra desde la Antigüedad al mundo mo-
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derno las diversas manifestaciones artísticas evolucionan de forma paralela (“Prólogo”, p. 12).
Otro elemento que vertebra el volumen es la contemplación mayoritaria de los
aspectos más oscuros y dramáticos, “los aspectos más amargos” (“Prólogo”, p. 13) de
la guerra, aun cuando sea esta –y sobre todo en la antigüedad– un mal necesario,
útil para la expansión o la defensa, en clara contradicción con el espíritu moderno
(“Prólogo”, p. 10). Por ser necesaria, se sublima en los poetas, la historia defiende la
versión dominante (“Prólogo”, p. 10), aun cuando el relato tradicional, que evita la
crudeza y oculta la representación del desastre, obedece no a criterios estéticos,
sino ideológicos (“Prólogo”, p. 11).
El objeto común (la representación de la guerra en sus aspectos más oscuros,
sobre todo en el mundo antiguo y en las manifestaciones literarias) se presenta de
forma muy dispar, como reconoce el editor: “las formas de abordar el tema responden a las particularidades de cada uno de los participantes, pero subyace un interés
y un anhelo común por explorar los significados profundos de la palabra y la imagen
artística y sus efectos en quienes los contemplan” (“Prólogo”, pp. 13-14).
Aunque el director no lo señala, una particularidad del volumen es, en nuestra
opinión, la atención a la perspectiva femenina o aparentemente femenina (Iratxe
García Amutxastegi) sobre o desde la guerra, una transversalidad que va desde el
mundo griego al contemporáneo, desde los sufrimientos de Troyanas (Marta González González) al rechazo a la guerra de Virginia Wolf (Mª. Teresa Muñoz García de
Iturrospe), algo que no marca ni una línea ni una tendencia editorial, pero que indudablemente está presente.
En el libro se analiza el alto grado de formalización que en la tragedia griega (y
persiste en la tradición literaria) alcanza la descripción de la guerra y cómo se
transmite la ideología de una época (trabajo de Milagros Quijada Sagredo, “El discurso de la guerra en la tragedia griega: entre retórica y relato” [pp. 21- 37]) o se
ven, por ejemplo en Eurípides, “los escrúpulos del poeta trágico como narrador, su
sofisticación y experimentación como heredero de la narración homérica” (p. 33).
Se presenta el lamento por las consecuencias de la guerra de Troyanas de Eurípides
(Marta González González, “Lamento por Troya en la escena ateniense” [pp. 39 51]), no como una proclama “pacifista” del poeta (la exhibición de argumentos en
pro y en contra nos impide ver la postura del trágico [p. 40]), sino como una reflexión contra la desmesura del vencedor: la tragedia condena los excesos. En parte, a
esta tesis se suma Iratxe García Amutxastegi (“Las mujeres y la guerra en Punica de
Silio Itálico: Imilce y Marcia” [pp. 137- 152]) al plantear que, pese a las quejas ante la
guerra de Imilce y Marcia que presenta Silio Itálico, no hay “rechazo a la utilización de la violencia bélica y mucho menos una actitud pacifista” (p. 149); estas
mujeres –retratadas desde un punto de vista masculino– le sirven al poeta para
insistir en el papel tradicional de la mujer romana y, así, el sacrificio de una a cambio de sus hijos, la dedicación de la otra a su cuidado, “enfatizan, una vez más, las
oposiciones sociales: la mujer es el elemento débil de la sociedad, del que se puede
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prescindir; el hombre, en cambio, es fuerte e indispensable, porque es el único que
puede participar en la guerra”, “claro testimonio de la separación tajante entre la
esfera masculina y la femenina” (p. 149). Rechazo y condena de la guerra encontramos en la obra de escritoras como Virginia Wolf (Mª. Teresa Muñoz García de Iturrospe, “Modernas cronistas de guerras ajenas: de Margaret Cavendish a Virginia
Wolf” [pp. 231-250]), autora que mira a la antigüedad y a Grecia, “que para ella personificaba un mundo mágico con un lenguaje perfecto, representante de una franqueza imposible en una nueva época que rechazaba la emoción y la honestidad por
considerarlas sentimentales e ingenuas” (p. 231). En buena medida, se trata de
“desafiar otra vez la vinculación mantenida a lo largo de la historia de la masculinidad con violencia y la fatalidad” para, en definitiva, buscar “una redefinición de los
papeles asignados tradicional e históricamente a los sexos” (p. 237).
Más allá de la tendencia a la visión negativa de la guerra o sus consecuencias,
los trabajos que integran el volumen analizan aspectos de forma y función dentro
del género literario. Por ejemplo, cómo en Tucídices la arenga adquiere carta de
naturaleza y se convierte en una forma de alocución muy influyente en la tradición
historiográfica, y “hasta qué punto las arengas han jugado un papel destacado en
este género a lo largo de los siglos” y en particular las de Brásidas, que serán uno de
los “referentes de la creación y desarrollo de un modelo exhortativo que será imitado a lo largo de más de dos mil años” (p. 72) (Juan Carlos Iglesias Zoido, “La incitación a la batalla en Tucídides: Brásidas y la creación de un modelo de arenga militar”
[pp. 53-75]).
Se inscribe en esta línea el análisis de los discursos intercalados en un texto
historiográfico renacentista (Felipe González Vega, “Arquetipo heroico y discurso
de la victoria en el Bellum Navariense de Antonio de Nebrija” [pp. 213-228]). El autor
parte de Cicerón y su vinculación entre retórica e historiografía y la construcción de
los discursos de acuerdo con la lógica de la narración y la expresión. Analiza un
discurso del rey Fernando y dos del Duque de Alba, los elementos que los forman y
su función en el relato, pues “desde el código historiográfico la monografía era el
género idóneo para articular y dotar de sentido político cualquier acontecimiento
bélico … a este propósito quiero fijarme en el sentido narrativo que puede asignarse
al empleo que Nebrija hace del discurso en su monografía sobre la guerra de Navarra” (p. 219).
Se atiende también a la forma y función de la representación de la guerra o a
las actuaciones de piratas (y asaltantes de caminos) en la novela griega antigua (Elena Redondo Moyano, “La violencia de los ejércitos y las bandas armadas en la novela
griega antigua” [pp. 77-92]). En buena medida, se da una interpretación pedagógica a
este tipo de obras, pues preparan a los jóvenes “para un matrimonio entre iguales y
legítimo, basado en la fidelidad conyugal” (p. 78). Es el ideario de las clases altas de
las ciudades griegas, para mantener su casta, sometidas al mundo romano en el periodo de la segunda sofística. Mientras las guerras se describen de forma “muy sesgada” y se excluyen “los elementos negativos”, porque son el procedimiento que
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facilita el happy end (pp. 89-90), la violencia de las bandas implica “las pruebas que
los protagonistas deben sufrir para alcanzar su estatus de adultos con plenos derechos” (p. 90).
Otro elemento común a los textos historiográficos es la descripción del campo
de batalla tras el combate. En el trabajo de Pedro Redondo (“Vencedores y vencidos
en la descripción del campo después de la batalla [Sall. Cat. 61; Liv. 22,51,5-9; Tac.,
Hist. 2,70; Ann. 1,61-62]” [pp. 153 - 166]) se analizan los temas y motivos que comparten las escenas propuestas (dos derrotas romanas ante enemigos [Canas en Livio y
Teutoburgo en los Anales de Tácito] y dos enfrentamientos civiles [Pistoya en Salustio y Bedríaco en las Historias de Tácito]): causa de la visita al campo, disposición de
los cadáveres, voluntad de visualización por el narrador, representación de los sentimientos de los espectadores.
La Farsalia de Lucano, mencionada en el trabajo anterior, es el texto que estudia
Jesús Bartolomé Gómez (“Los desastres de la guerra civil. Una visión de Lucano a
través de Goya” [pp. 111-136]). Analiza la compleja representación de la guerra en
un poema que anula el código épico y “muestra en toda su crudeza los horrores de la
guerra y promueve una actitud de rechazo” (p. 111), entre otras cosas porque el
narrador se muestra implicado e indignado. Este trabajo cuenta con la sugerente
presentación de técnicas “narrativas y descriptivas” (si se nos permite) paralelas en
Lucano y en las estampas de Los desastres de la guerra de Francisco de Goya; uno y
otro rompen la composición clásica con una representación directa de la violencia.
El héroe épico (Antonio Alvar Ezquerra, “El piadoso Eneas” [pp. 95-109]) es otro
foco de atención. Además de perfilar lo que pudiéramos llamar “tradición” del personaje, se interesa por los aspectos y fases de su creación antes de Virgilio y en la
Eneida: “El Eneas virgiliano se nos presenta ... como un héroe de extraordinaria
complejidad y de progresiva formación” (p. 107).
Los usos del lenguaje son analizados en textos antiguos y contemporáneos.
Juan Luis Conde Calvo (“Guerra y libertad: el lenguaje bélico en Roma antigua: de
Paulo Emilio a Petilio Cerial (167a.C.-70 d.C.)” [pp.167- 185]) revisa el sentido y la
evolución del complejo concepto de libertas desde la novedad del empleo de la palabra ante la recién sometida población griega en el 196 a.C. –la ambigüedad que el
término implica radica en su propia polisemia y el anisomorfismo con los términos
griegos– hasta su uso en las obras de Tácito, que no ignora que libertas fue el eslogan
de Roma en la fase crucial de su expansión imperial (p. 184).
En el lenguaje periodístico de la España contemporánea se fabrica una imagen
interesada del otro, del enemigo, en este caso del “rojo” (Francisco Sevillano Calero, “La
representación del ‘rojo’. La construcción y la estigmatización del enemigo en la Guerra
Civil española” [pp. 267-282]). A partir de testimonios de prensa, entre enero de 1937 y
marzo de 1940 (los precisa en nota 4), estudia cómo progresa el discurso escrito para
hacer del enemigo interno algo así como un extranjero sometido al poder de la internacional comunista –así la contienda no es civil–, hasta la caracterización de un enemigo
encubierto de conducta cuestionable: “en aquella hora interesaban ya no las conviccio-
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nes sino las mismas conductas, la autovigilancia, el cumplimiento estricto de los deberes,
porque también era un modo de ser rojo” (p. 276).
Otras formas artísticas tienen cabida en el trabajo: además de los de Goya, los
grabados que desde el lado rebelde se emplean “como instrumento de propaganda o
crítica referida a una serie de hechos de índole religioso-político-militar” (p. 189)
(José Julio García Arranz, “La imagen grabada de la revuelta de los Países Bajos
[1566-1580]: una visión documental y alegórica” [pp. 189-212]). Se pasa aquí revista a
la evolución de estas imágenes, “ilustraciones con un notable potencial informativo
y documental … si bien los detalles puedan exagerarse … en función de la intención
propagandística o carga crítica que estas estampas siempre van a llevar implícitas”
(p. 196).
En los cómics de la serie de Astérix (Isidora Emborujo Salgado, “Una aproximación cómica a la guerra: Astérix y la guerra de Roma” [pp. 251-266]), se presenta el
mundo al revés de una guerra donde, sin sangre y sin armas –basta la fuerza de los
puños–, un grupo de galos se enfrenta a una incompetente legión romana. Es una
“lectura irónica de la historia”, donde los asustados son los romanos, mientras que
el objetivo de los galos “no es … la venganza, actúan movidos por el afán de mantenerse independientes, de mantener su cultura, su identidad” (p. 266).
Aunque se trata de cine (Loreto Casado Candelas, “Le silence de la mer, una adaptación cinematográfica” [pp. 283-304]), el elemento literario está también muy analizado en este trabajo, suponemos que porque le interesa la transversalidad de la
literatura en la enseñanza-aprendizaje (p. 287). La comparación entre la versión
literaria de Vercors y la cinematográfica de Jean-Pierre Melville descubre, pese a los
necesariamente diferentes lenguajes, la fidelidad de la imagen a la novela.
Aunque podamos echar de menos más formas artísticas y otros géneros literarios, el volumen ofrece una muestra “de las relaciones complejas y conflictivas entre
la representación artística y la guerra” (“Prologo”, p. 17).
Mª. Jesús PÉREZ IBÁÑEZ
Universidad de Valladolid
Ignacio RODRÍGUEZ ALFAGEME, Mnemosyne: disfraz y noticia. Trazas de tradición clásica en
la literatura española desde los orígenes hasta el siglo XX, Valencia, Institució Alfons
el Magnànim, 2011, 459 pp. ISBN 978-84-7822-595-8.
El título aporta algunas pistas. La titánide Mnemósine es la personificación de la memoria, y refiere el mito que Zeus se unió a ella durante nueve noches consecutivas.
Al cabo de un año le dio nueve hijas: las Musas. Quizá fueran ellas ocasionales fuentes de inspiración de los autores en los que Ignacio Rodríguez Alfageme busca y, casi
siempre, encuentra noticias o referencias de autores griegos y latinos. Sin embargo,
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sería injusto atribuir todo el mérito a la iluminación divina, lo que deja bien claro el
profesor en la declaración de intenciones que ofrece en el “Prólogo”, donde asegura
que su punto de partida está en la tesis de que la presencia del Mundo Clásico, en
cualquier autor, comienza a arraigarse en su formación literaria.
Sostiene Rodríguez Alfageme que sí, que son las obras que el poeta tiene a su
alcance durante toda su vida las que influencian su legado, pero si hay obras que
realmente dejan huella son aquellas que cada uno conoce en su juventud. Por ese
motivo, en este libro se hace especial hincapié en la educación y las inquietudes de
cada uno de los escritores que se estudian.
También en el prólogo anticipa Rodríguez Alfageme que la tarea no ha sido fácil, pues la tradición clásica ya no tiene como objetivo encontrar la mención directa
del mito. El propósito es más complicado: se trata de descifrar los significados simbólicos transmitidos por la mitología. Y es precisamente esa dificultad la que embellece la labor del filólogo, amante por naturaleza de los retos espinosos. A veces la
alusión a la fuente es evidente y, cuando eso ocurre, puede que el esfuerzo termine
sabiendo a poco. Sin embargo, en una gran mayoría de casos, las referencias son tan
veladas que parecen haberse disfrazado, como hiciera Zeus en tantas ocasiones para
unirse a las mortales a las que deseaba. Y es entonces, en el momento en que descubre y es capaz de transmitir esas noticias que estaban tan ocultas, cuando el filólogo
sabe que puede sentirse orgulloso de su trabajo.
El libro promete un viaje por la literatura española cuyo itinerario se traza en
torno a ocho estaciones convertidas en capítulos. El recorrido comienza en los orígenes, para destacar la aparente carencia de fuentes clásicas que presenta el Cantar
de Mío Cid. La siguiente parada se realiza en la prosa de los siglos XV y XVI, concretamente en el legado de Alfonso Martínez de Toledo y de los hermanos Valdés. Después se nos deleita con la obra de Góngora y, en esta ocasión, el título habla por sí
solo: “Góngora: presencia y ocultación de los clásicos”.
La Ilustración tiene como protagonista en este trabajo a José Cadalso, que tradujo a Virgilio, Ovidio, Horacio, Catulo, Tibulo y Propercio y que, aunque también
parece haber tomado como modelos a Anacreonte, Safo o Píndaro, no oculta su
devoción por los poetas latinos. Se nos transporta después a Nicaragua de la mano
de Rubén Darío, original y único en su forma de proceder, lo que le hace aún más
atractivo. Y regresamos a España para profundizar en las creaciones de Antonio
Machado, “Don Antonio” (así se refiere a él el autor), y de Federico García Lorca.
La parte dedicada al granadino es diferente. Mientras que los capítulos anteriores se iniciaban con un periplo por la formación de los distintos autores, en el caso
de Lorca nos adentramos directamente en las composiciones por medio de dos secciones: una destinada al estudio del mito de Baco y Ciso en el universo lorquiano y
otra, más general, titulada “Los mitos como alusión”.
El trayecto finaliza con un repaso a la figura de la fiel Penélope en la poesía española y una reflexión sobre la evolución de las referencias clásicas desde la Ilustra-
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ción hasta el siglo XX. El colofón lo ponen la bibliografía y dos útiles índices, uno
onomástico general y otro de autores antiguos.
El libro rebosa erudición, como reflejan las 703 notas a pie de página con las
que Rodríguez Alfageme intenta facilitarnos su comprensión. La intención es buena,
pero el efecto que se obtiene es el contrario, ya que tanta llamada de atención entorpece bastante la lectura. Demasiada interrupción si tenemos en cuenta, sobre
todo, el completísimo catálogo bibliográfico (26 páginas) que se nos ofrece al final
del trabajo.
También hay algunos errores ortotipográficos y se echa en falta una unificación de criterios en las traducciones de los pasajes griegos y latinos. Chirría el hecho
de que algunas veces encontremos el texto original seguido de su traducción sin que
suceda lo mismo en otros momentos. Estas presencias y ausencias se encuentran,
incluso, en páginas casi contiguas. Puede comprobarse, por mencionar algún caso,
consultando las páginas 40, 42 y 43, donde se traduce a Safo, pero no a Aristóteles o
a Galeno.
Estos detalles, no obstante, no desmerecen la importante labor llevada a cabo por
su autor que, además, abre las puertas a futuras investigaciones (lo hace, por ejemplo, al
finalizar el capítulo dedicado a Góngora, donde asegura que pese a la inmensa bibliografía existente y a los numerosos investigadores que se han dedicado a estudiarla, aún
resta un importante campo de investigación en la poesía gongorina).
Este volumen muestra, en definitiva, una excelente panorámica de la presencia e
importancia de las fuentes griegas y latinas en la poesía española, y se trata de un paradigma modélico de documentación, un auténtico manual que, a buen seguro, será imprescindible consultar cuando se aborden futuros trabajos de tradición clásica.
Raquel FORNIELES SÁNCHEZ
Universidad Autónoma de Madrid
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