Magnética Maria Bayo Bruno Serrou Scherzo, 7/VI/2003 París: Palais Garnier, 7/VI/2003 Mozart: Così fan Tutte Estrenada el 2 de marzo de 1996 en este mismo escenario del Palais Garnier, la producción de Ezio Toffolutti de Così fan tutte ha podido verse por tercera vez en siete años en la Ópera de Paris. El público de la primera escena lírica francesa ha tenido así la oportunidad de contemplar, en este mes de junio, las tres óperas nacidas de la colaboración Mozart/Da Ponte, puesto que, además del Così, se representaban en la Bastilla Le nozze di Figaro y Don Giovanni. Este espectáculo que en 1996 reabrió el Palais Garnier tras dieciocho meses de trabajos de restauración y modernización, ha conquistado al público por la escenografía de Ezio Toffolutti, pintor-arquitecto que sumerge al espectador en una Venecia bellamente estilizada aunque un tanto gris. Si la producción se revela más acertada en cada una de sus reposiciones -gracias al trabajo realizado por Christoph Lehnert, el regreso de este Così aún es más teatral de lo que era en origen-, el reparto se ha renovado por completo una vez más, reuniendo un grupo de cantantes que tienen la edad aproximada de sus papeles respectivos. Como ya es habitual con Hugues Gall, la Òpera de París ganó la apuesta de la reposición con un plantel de intérpretes de primer plano, en general superiores a los del reparto inicial. Así, la joven cantante greco-alemana Anja Harteros realiza una Fiordiligi noble y altiva que culmina en sus dos arias, particularmente en "Come scoglio" a la que restituye sin esfuerzo aparente sus fenomenales piriotecnias vocales, mientras que la mezo albanesa Enkelejda Shkosa es una Dorabella impulsiva y generosa. Frente a las dos hermanas, Roberto Saccà (Ferrando) y Russell Braun (Guglielmo) son dos prometidos tan espontáneos como entusiastas, vocalmente seguros y seductores. El escéptico Don Alfonso está magistralmente encarnado por el barítono turinés Alessandro Corbelli, tan sólido vocal como psicológicamente. Pero, last but not least, es la vivaracha Maria Bayo quien se lleva la palma de este vigoroso espectáculo. Con su voz ligera y fluida y su timbre resplandeciente, la cantante navarra se mostró en la cumbre de su arte consiguiendo una Despina absolutamente magnética. Y todo magnificado por la dirección polícroma y plena de sensualidad de Armin Jordan, que sabe destacar como nadie las jugosas sonoridades de una orquesta que responde a la menor de sus demandas, logrando una sonoridad genuinamente mozartiana. www.mariabayo.net