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cent»,
Año VI.—Núm. 259.
Barcelona 14 Octubre de 1906,
Dirección, redacción, administración é imprenta, Casa Editorial Maucci, Mallorca 166
EN RETIRADA HACIA EL SUNGARI
ÚLTIMOS HERIDOS DE LA GUERRA
RUSO-JAPONESA.
CRÓNICA DE LA GUERRA RUSO-JAPONESA
D
de breves dias se habrá ratificado el
tratado de Porlsmouth y la guerra ruso-japonesa pasará al dominio de la historia.
Se ha calmado la agitación que durante unos días
reinú entre los japoneses y no hay que temer—como
ya dijimos oportunamente—que ocurraningún incidente capaz de hacer que el tratado no se ratifique.
Algo y aun mucho ha contribuido á calmar los ánimos en el Japón el hecho de haberse hecho público
el tratado que se ha firmado con Inglaterra. Algunas de sus cláusulas son favorables hasta más no
poder para los ingleses; pero hay otras, y no pocas,
que son de magníficos resultados para el Japón.
Aun las que más parecen redundar en favor de Inglaterra resultan beneficiosas para los subditos del
Mi ka do, porque implícitamente reconocen que su
ejército está en condiciones de oponerse á los mejores del mundo.
Las ventajas logradas por el tratado de Portsmouth y aseguradas por el de Londres, son muy
grandes, mucho más de lo que puede creerse á primera vista. No son aparatosas, quizá no satisfagan
el amor propio de los vencedores, quizá dejen creer
á la nación vencida que aun inspiraba temor su actitud cuando tan fácilmente ha terminado la guerra;
pero son tan claras, tan positivas, tan grandes, que
dentro de pocos años podrá notarse el resultado de
ellas. Cuando Corea esté colonizada por los japoneses y á la cultura rudimentaria de sus tierras suceda una cultura inteligente y activa; cuando las naves que salen de Nagasaki, Osaka, Yokohama,
Yokosuka y Sasebo se dirijan cargadas de mercancías á DaWiy é Inkeu, acaparando, 6 poco menos,
el comercio con China, se comprenderá entonces lo
mucho que se ha ganado con hacer la paz, hasta sin
cobrar indemnización, hasta perdiendo la mitad de
la isla de Sakhalin.
ENTRO
Pueden, pues, no estar contentos los japoneses;
pero tengan la seguridad de que el esfuerzo cumplido ejercerá su acción y producirá sus consecuencias naturales. La suerte del Japón ha variado por
completo durante los dieciocho meses de guerra.
No sólo lia adquirido la deseada preponderancia en
Asia, sino que se ha puesto en condiciones de convertirse, dentro de pocos años, en una de las primeras entre las grandes naciones del mundo. ProIlfica, enérgica, inteligente la raza, teniendo tierra
fértil donde explayarse—Corea—puede hacer, y
hará, grandes eosas en poco tiempo. Ahora que ha
hecho sus pruebas como nación militar y que las
potencias europeas pueden haber visto que si no
tiene la famosa divisa: nenio impune me lacessit, la
practica por lo menos, es probable que pueda vivir
en paz, que es lo que desea, y que desarrolle sus
maravillosas aptitudes para el trabajo y para la cultura moderna. Esto no quiere decir que olvide que
por las armas ha vencido y que por ellas es actualmente respetada. Mientras subsista en el mundo
la torpe y suicida manía de la paz armada no puede
desarmar el Japón, por más que las tendencias y
aficiones de su raza antes la inclinan á las artes de
la paz que á las de la guerra.
Rusia, en cambio, que acaba de ganar una estruendosa victoria diplomática, por la cual la felicitan todas las naciones á coro, ha salido quebrantada,
empequeñecida, débil, impotente por mucho tiempo, de la lucha que provocó con su desatentada
conductaNo sólo pierde Port-ArLhur é Inkeu y Dalny; no
sólo marchan definitivamente sus soldados de esa
Manchuria tan deseada y del Norte de esa Corea
que tantas codicias despertara; no sólo ha perdido
en los tremendos choques navales todas sus escua-
dras y en las batallas terrestres todo su prestigio,
sino que debe renunciar, por medio siglo cuando
menos, á toda su influencia en Asia. China se le ha
escapado de las manos y la expedición del coronel
Younghusband le ha arrebatado hasta la posibilidad
de ejercer en lo sucesivo influencia alguna en la
región del Tliibet.
La revolución, apresurada por la guerra, que reveló al pueblo de quó manera se derrocha en Rusia
el dinero que el mujilí y el obrero ganan con trabajo y que una administración despiadada les arrebata, la revolución aumenta en lugar de disminuir y
hace que la situación de Rusia y de su gobierno sea
muy precaria.
Al terminar la guerra es cuando puede apreciarse los resultados de ella. Andando el tiempo serán
plata de sus respectivas naciones. El fenómeno era
inexplicable, pero ocurría. Fijáronse los cajeros y
advirtieron con estupor que casi todas las monedas
de plata que estaban en circulación eran falsas, ó
por mejor decir, que no habían sido acuñadas en
Inglaterra, Francia, Alemania, ni en los Estados
Unidos. Pero como eran de plata de ley y costaba
gran trabajo distinguirla de las buenas; como, por
otra parte, todas las pesquisas de los agentes más
activos y listos no hablan dado ningún resultado,
dejaron que esos duros y pesetas secilianas ó alicantinas ó cartageneras continuaran circulando.
Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo
aumentaba de tal modo la circulación de la plata,
que decidieron los agentes de Jas cuatro naciones
perjudicadas presentar una reclamación al gobierno
LAS TROPAS JAPONESAS EVACUANDO LA MAKCHURIA
mucho más visibles que añora; pero, de todos modos, se advierte ya que la situación de los dos antiguos adversarios ha variado por completo desde
1904. Todo lo que en prestigio y en extensión territorial gana el Japón eso pierde Rusia, y hay indicios que parecen denunciar que tardara mucho
en recobrarlo.
Venganza china
Los chinos acaban de jugarles una pasada abominable á los europeos y americanos. Y, además, la
cosa tiene gracia.
Desde hace cosa de año y medio notaban los Bancos ingleses, franceses, alemanes y norteamericanos que había una abundancia extraordinaria de
de Pekín, porque, según indicios, en China era
donde se falsificaba las monedas. La reclamación
fue enérgica y atendida. Se dispuso que empezaran
en todo el Imperio pesquisas muy activas, y el resultado de ellas fue <jue, el 8 de Junio recibieron
los banqueros de Hong Kong, Shangai, Cantón y
Singapore una carta circular, escrita con maquiniUa, que decía así:
«La codicia ha hecno cometer A vuestros paisanos las mil y una atrocidades que de sobra sabéis.
Era, pues, muy justo que se os castigara atentando
contra lo que más estimáis, contra el dinero. AGÍ lo
hemos hecho. En un par de años hemos realizado
la bonita suma de 300 millones de francos de ganancia y vosotros sois los que los pagaréis. Hemos
inundado todos los mercados asiáticos de monedas
DANDO GRACIAS POR LA TERMINACIÓN DE LA GUERRA
de vuestra nación y no os quedará otro recurso que
retirarlas sino queráis que vuestra moneda su Ira
una gran depredación. Con los millones que os hemos birlado podremos causaros nuevos daños. Estáis avisados. Temed la nueva jugarreta que os
preparan
tusiasta, se adivinaba ó se lela entre líneas un velado sentimiento de asombro y desilusión: el contraste entre las palabras orgulíosas del ministro y la
obra de la diplomacia, parecía demasiado grande.
Los escritores políticos tuvieron que esforzarse mucho para exaltar las cualidades de los nuevos aliados: el público tenia formado un falso concepto acerLos VENGADORES.»
A los pocos dias de recibir esta carta que llenó ca del Japón, concepto que, por otra parte, comparde indignación á europeos y norteamericanos, la tían losdemáseuropeos y americanos. La ignorancia
policía china avisaba que, á unos 120 kilómetros de debía producir el estupor y el asombro y hacer maCantón, había hallado una fábrica de monedas que yor la admiración cuando el pueblo que se reputaba
podía competir con las más renombradas zecas del de «pequeño y débil» dio prueba inesperada de su
mundo. Estaba abandonada. En el despacho de la vigor y potencia.
dirección habla una carta en la que se decía que los
Es indudable que esa prueba cruenta y decisiva
que falsificaron dollars y soberanos y trancos r.o no hubiese sido posible si no se hubiera firmado
eran vulgares estafadores, sino patriotas que ha- antes el pacto de alianza. Las protestas pacificas
bían querido vengar parce del daño que los extran- que acompañaron el primer anuncio de esa alianza
jeros habian causado á los chinos. La carta iba fir- eran ciertamente sinceras en gran parte; pero no
mada Los Vengadores.
pudieron resistir á la lógica imperiosa de los he-
DSPÓSITO DE MUNICIONES C O G I D A B A LOS RUSOS POR LOS JAPONESES
Cuáles y cuántos sean éstos no ha sido posible
averiguarlo todavía. Lo que se sabe de un modo
que no deja lugar á dudas es que se han vengado
de un modo magistral.
Alianza renovada
Una mañana de invierno, á principios de 1902, la
población inglesa, abriendo en la hora del breakfast los periódicos, lopó con una noticia que ocupaba el lugar preferente de li s diarios y que se le antojó una enormidad. Aun no se hahía extinguido el
eco de los altaneros discursos de Chamberlain que
cantaban las ventajas del «espléndido aislamiento»
de la nación hritánica y de pronto se daba cuenta
de un pacto firmado con la «pequeña» nación insular del Extremo Oriente. Entre los elogios de oficio
que daba al Gobierno una prensa disciplinada y en-
chos. Mucho más que la inepta y vacilante política
rusa en Asia, fue la prudencia británica la que allanó la via de la guerra formidable: un juicio desapaMonado y objetivo de la concatenación délos hechos
lo demostrará asi; pero deberá rendir at mismo
tiempo homenaje á la perspicacia del gobierno inglés que supo adivinar la ignorada fuerza de) Japón.
Y su mayor elogio consistirá en recordar que los
estadistas japoneses, antes de negociar secretamente la alianza con el gabinete de Saint-James, la habían propuesto á la imprevisora cancillería rusa.
El homenaje más caluroso á la perspicacia y habilidad gubernativa lo ha rendido la opinión pública inglesa, que ha quedado embriagada, por decirlo asi, de gozo al observar el triunfo de la nueva
política exterior. Los predicadores del aislamiento
han visto palidecer rápidamente su estrella: el mis-
casi un carácter triunfal. Se ve en
él la unión entre los dos pueblos
más fuertes é invencibles, nuevamente sellada. En un rápido abrazo los dos pueblos insulares parecen
estrechar como en una presión poderosa é irresistible, el entero continente europeo asiático. E involuntariamente et pacto aparece a la
fantasía popular como un arma formidable esgrimida contra los ad-
mo Chamberlain, caído de su pedestal, lia debido, para recobrar alguna
popularidad, cantar las alabanzas de
su excolega Lansdowne. El alma inglesa sintió un súbito afán de expansión y de amistad, casi un deseo de
recuperar el tiempo perdido en el
aislamiento: y hasta a los seculares
enemigos de ultramancha se prodigó
tas más impetuosas demostraciones
de simpatía. Dada tal disposición de
los espíritus, la renovación de la
alianza, aun r,o llegada á su término, invocada con insistencia y fácilmente firmada, ha sido acogido
RESERVAS DEL Ü.° REGIMIENTO EN MARCHA
como el fruto mas glorioso de una
larga serie de triunfos diplomáticos. iCuán lejana
aparece aquella fría mañana invernal en que se ex- versarlos de la grandeza británica: é la complacenperimentaba un sentimiento de humillación por cia que inspira el haberse sabido asegurar el conliaberse aliado con ios diminutos japoneses! En- curso de una nación guerrera tan valerosa se mezcla un vago presagio de futuras victorias. Los idilios
de las potencias modernas no desdicen
de los espectáculos guerreros y el alma
de la muchedumbre cede de un modo
inevitable á la sugestión; así es que
los entusiasmos de las recientes fiestas
en honor de los huéspedes franceses
eran á los ojos del público una amenaza contra la supuesta rivalidad germánica.
La impresión popular ea satisfactoria
por otras razones sentimentales secundarias. La conclusión de la paz de
Portsmouth habia provocado cierto
tonces algunos periodistas debían sos«
tener que los aliados no eran tan amarillos como ae suponía, y que la habilidad en pintar abmicos podia ser tomada por una señal de progreso. Ahora
un escritor joven puede escribir un libro entusiasta sobre el «Grande Japón», proclamando que el ideal inglés
es la realidad japonesa. El tradicional
orgullo británico no podía plegarse á
una confesión más espontánea. Para
la opinión pública de la mayoría, que
obedece casi siempre á impulsos de
sentimentalismo, et nuevo pacto tiene
L A 7 . a BRIGADA DS ARTILLERÍA RUSA BN LA BATALLA DK MuKDBN
6
sentimiento de amargura: parecía que los aliados
hubiesen recibido una afrenta y que de nuevo se
viesen privados de frutos á tanta costa ganados- El
triunfo diplomático atribuido á Rusia vencida irritaba á los admiradores ingleses del Japón vencedor.
Ahora obtiene éste un desquite y pueden sentirse
orgullosos los japoneses reflexionando que el tratado de Londres colma las lagunas del de Portsmouth
y que el nuevo pacto procura á los aliados una compensación á los sacrificios realizados. Durante un
momento el Japón ha podido inclinar ¡a cabeza sometiéndose á la dura ley de la necesidad á pesar de
la grandeza no superada de sus victorias; ahora
puede afirmar de nuevo su poder al lado de la «dominadora de los mares», á la vanguardia de las naciones.
La opinión pública celebra especialmente aquellas cláusulas del acuerdo que parecen destinadas
á suscitar largas discusiones políticas. Ante todo no
se puede poner en duda el sentido pacífico del tra-
un desquite de sus enemigos. El antiguo tratado se
refería únicamente al caso poco probable de un doble ataque simultáneo contra el aliado; ahora la
guerra ruso-japonesa no puede renovarse sin /a intervención armada de Inglaterra: la marina británica repetiría en el Báltico los fastos japoneses del
mar Amarillo y el almirante Bereslord emularía
las glorias centenarias de Nelson y las más recientes de Togo.
Los términos corteses de la carta de lord Lansdowne, no quitan al acto diplomático por él cumplido el carácter hábil que reviste en la lucha gigantesca de intereses opuestos que se desarrolla en
Asia. Por medio de su diestro ministro, digno heredero de Disraeli, Inglaterra ha dado jaque mate
á su rival humillada, vencida, pero aun temida.
Obligado á retirar de Manchuria el brazo mutilado,
el Briareo moscovita aparece aun formidable detras
de las montañas indostáni-as, adonde no pueden
CHINOS, VENDEDORES DB F-OTOGRAFÍAS, BN DALNY
tado: pero tampoco se debe olvidar que hace tres
años se usaba idénticas expresiones para afirmar el
carácter arcádico de la primera alianza, la cual no
pudo, sin embargo, impedir el más sangriento y
atroz de los conflictos modernos. Si ahora se puede
dar alguna fe á los buenos propósitos de los aliados,
hay que buscar la causa en la ruina de la nación
contra la cual la alianza se ha pactado: si Rusia estuviese menos convencida de la necesidad que tiene
de un largo periodo de reposo, las frases de paz podrían quedar muy pronto ahogadas por el estruendo de Jos cañonazos. Creer en la infalibilidad de las
previsiones diplomáticas sería acto de imprevisión
pueril. El carácter belicoso del tratado se evidencia más por la deferencia que ha usado el ministro
inglé3 respecto de Rusia: la carta de lord Lansdowne contiene una alusión apenas velada á la afirmación de que si los japoneses se han mostrado tan
desinteresados en Portsmouth se debe á que Inglaterra les ha garantizado que no tienen que temer
llegar los proyectiles de ningún acorazado: los rusos vencidos aun pueden infundir temor á los vencedores de los boers; pero los ingleses ya no serán
los solos que defiendan el Himalaya.
La forma ambigua de algunos artículos del tratado no permite decir con seguridad si en caso de un
conflicto anglo-ruso las tropas japonesas deberán
rechazar á los invasores de la India; pero tal es la
interpretación más común. En todo caso el pacto
declara de un modo terminante que los japoneses
gaiantizan la seguridad de las posesiones inglesas
del Asia central así como los ingleses se comprometen á mantener el protectorado japonés en Corea.
Esta es, ciertamente, para los vencedores de Rusia
una satisfacción moral que vale más que cualquiera
indemnización pecuniaria. ¿Cómo Inglaterra lia podido parangonar la defensa de su vastisimo imperio
asiático con el mantenimiento del protectorado sobre un pala relativamente pequeño?-No implica esto
una confesión de impotencia respecto de Rusia?
DESPUÉS DEL BOMBARDEO
hecho dominante es el tratado anglo-japonés que
regula, por un decenio, los destinos de un continente.
iSerá acaso que los datos secretos que ha enviado
lord Kilchener al Gobierno, dejen entrever la posibilidad de que las tropas rusas pueden fácilmente
abrir brecha en los bastiones del Himalaya ti éstos
sólo están defendidos por el débil ejército indiano?
¿No es posible que el recurrir al ejército japonés
marque el principio de la decadencia del prestigio
británico en Asia/ Tales son las preguntas que hace
la prensa liberal inglesa y que se formularán con
mayor energía cuando en el próximo periodo electoral se discutirá la obra del gobierno tory. ¿Hay
alguna relación entre la firma del nuevo tratado y
el eclipse político de lord Curzon, el más decidido
artífice de la primera' alianza y de quien, según se
dice, las victorias japonesas han entibiado un tanto
el entusiasmo! Lo que se puede decir con certeza
1. Vista general de Alej&ndrovslti.—2.
barcando cationes.
En Bakú
Los telegramas de Bakú indican que la represión
de los desórdenes que acaban de dar triste relieve
a aquella industrial ciudad, tendrá que ser laboriosa y enérgica en alto grado.
Los tártaros, que según parece tienen laconsíína
de la insurrección, llevan hasta el fanatismo el desprecio de la muerte, y si hemos de creer los últimos
despachos, el número de los revoltosos es tan exorbitante, que casi puede asegurarse que las tropas
encargadas de sojuzgarlos se verán imposibilitadas
Trabajos dD fortificación.—3. Grupo de rusos y japonesea en Korsakova.—*. Desetn-
es que el tratado constituye un innegable triunfo
moral para el Japón del cual consagra del modo
más solemne y generoso las victorias militares: es
una generosidad que puede compensar en cierto
modo la humillación que para la nación asiática
implica la intervención de sus aduanas como garantía de sus empréstitos de guerra
. Pero as¡ como al firmar el primer tratado el gobierno inglés dio pruebas de su previsión y habilidad, muchos dudan de que ahora, tres años más
tarde,haya obrado con igual prudencia. Únicamente los acontecimientos futuros dirán f-i los diplomáticos londonenses han acertado ó no. Muchos creen
que la alianza con Rusia, preconizada por algunos
liberales ingleses, hubiese asegurado mejor la paz
asiática y el porvenir de Europa; pero las hipótesis
son inútiles ante los hechos cumplidos. Y ahora el
de hacerlo, aun á pesar de hallarse perfectamente
armadas.
Un antiguo vicecónsul de Francia en Tifiis, que
ha vivido durante largo tiempo en las costas del
mar Caspio, ha hecho á un periódico parisién interesantes declaraciones acerca del estado de anarquía reinante en aquella parle del imperio moscovita: oSe equivocan—dice — los que piensan que
existe alguna conexión entre los triste;- acontecimientos últimamente desarrollados en Bakú y la
guerra rusu-japonesa.
Yo he pasado dos años en Bakú, de donde eall no
hace aun dos meses, y puedu asegurar que cuanto
ocurría en el Extremo Oriente era mirado por los
tártaros del Cáucaso con la más absoluta indiferencia, lo cual no obsta para que éstos se hayan aprovechado del desamparo de tropas en que se encon9
HUSOS INTBRROGANDO A UN PRISIONERO JAPONÉS
traba la región, para dar rienda suelta a sus odios
de raza, seculares e irreductibles.
Ei tártaro es mahometano, eminentemente mahometano, hasta el punto de llegar al verdadero fanatismo en sus creencias. Instalóse ,en el Cáucaso
al azar, por efecto de las emigraciones, y allí ha vivido conservando su lengua, sus ideas y sus odios,
siendo de éstos el más enconado el que profesa al
cristiano, bien sea ortodoxo ó católico romano. Si
se ba mantenido sumiso á los ruaos, si no ha intentado expulsarlos de las orillas del mar Caspio, que
él considera como su patria, es porque no se siente
lo bastante fuerte y porque teme que sus mezquitas
sean arrasadas y cerradas sus escuelas, dondelajuventud es educada en el espíritu de la raza sin mezcla ni adulteración alguna.
Las costas del mar Caspio cuentan alrededor de
1.4OU.O0O individuos de la raza que, siendo de condición sumamente laboriosa é inteligente, han' acaparado la industria de toda la región desde que el
aumento de producción de nafta vino a modificar
las condiciones económicas del país. Las explotaciones petroleras se multiplicaron prodigiosamente
y bien pronto se notó la falta de brazos. Esto coincidió con las matanzas por los turcos de armenios,
muchos de los cuales escaparon á la dominación
turca, y prefiriendo el régimen ruso, fueron á instalarse á las orillas del mar Negro, enJ3attura, Potti y Anaklia, desde cuyos punios losiobligaron á
trasladarse en masa a Tiflis y Bakú. >
Los tártaros dispensaron mala acogida á los recién llegados, quienes en virtud de su extremada
sobriedad, inteligencia y destreza, trabajaban más
barato, y no tardaron en apoderarse de los empleos
que antes disfrutaban los tártaros, dando lugar con
esto á que el odio de razas entre musulmanes y armenios se exacerbase, en términos que no pasaba
una semana sin que los armenios viesen á sus hermanos degollados por los tártaros, en partidas cada
vez más considerables.
El gobierno ruso mandó entonces cerrar las iglesias armenias, donde se predicaba la execración de
los infieles, pero no se atrevió á adoptar la misma
medida con respecto á las mezquitas tártaras.
Sea que se considerase impotente, sea que no juzgase oportuno mezclarse en querellas de raza, cuyo
resultado quizás no le importaba maldita la cosa, es
el caso que la policía local hubo de mantenerse
dentro de la más exquisita neutralidad. Ni aun siquiera se percató que era su deber vengar á tres de
los suyos, que en los alrededores de Tiflis fueron
atropellados en el curso de cierta colisión entre tártaros y armenios en que creyeron prudente imponer su autoridad.
Esta situación insostenible y anárquica se agravó
notablemente, cuando á fines de Julio se redujo en
gran parte el contingente efectivo de la guarnición
caucásica para mandar tropas á Odessa y á otras
regiones rusas en que habían surgido desórdenes.
A partir de esa época, los conflictos entre armenios y tártaros se repitieron con inusitada rapidez,
pero no adquirieron proporciones verdaderamente
temibles é imponentes hasta que una cuadrilla de
tártaros que trabajaba en una fábrica de petróleo
fue despedida y substituida por otra de armenios al
día siguiente.
Y esta fue la consigna para el levantamiento.
Los tártaros atacaron el barrio armenio, matpndo é hiriendo á un centenar de éstos, que al día siguiente respondieron á la represalia con la repre10
salía, saqueando el barrio tártaro y quemando una
mezquita.
Las tropas rusas trataron de restablecer el orden;
pero siendo su número insuficiente para afrontar la
lucha, tuvieron c¡ue replegarse, no sin haber sufrido
pérdidas de consideración.
Esto ocurrió el 31 de Agosto en la región de
Schirvan, y desde entonces vienen sucediéndose
casi á diario las colisiones y las matanzas, mejor
dicho, el duelo de exterminio entre dos razas tan
belicosas como antagónicas.
tidas. Más allá de las avanzadas, hacia el enemigo,
el campo presenta un aspecto salvaje. Las casas están derribadas, la mies, no recogida, cubre la tierra, pareciéndose á una embrollada cabellera de
hierba seca, los rastrojos que no han sido quitados
por el hombre han caído á los fosos invadiendo los
campos como un ejército enemigo, que el invierno,
vencedora su vez, ha consumido y arrasado. El
suelo, en algunas partes, está cubierto de nieve. En
los bosqueciilos, donde nadie ha cortado leña para
encencer hogueras, se enlazan las desnudas ramas
que el frío ha adornado con soberbias florescencias
de hielo. A mil metros de nosotros, hay otra muralla como la nuestra, llena también de troneras. Es
el límite ruso. Allá abajo otros centinelas nos miran, otros fusües apuntan y semejantes municiones
están colocadas simétricamente.
Una columna de zapadores, excava á setecientos
metros de nosotros y los útiles de trabajo centellean
al sol. Construyen una trinchera avanzada. Detrás
de la hilera de hombres, van y vienen carros que
transportar tierra. Poco después, aparece un nuevo
baluarte. Los oficiales rusos pasean de arriba
abajo; se reconocen fácilmente por sus capotes
azules.
Los japoneses observan.
Es un espectáculo extraño.
Pregunto al oficial que manda el puesto, y que
de tan lo en tanto examina atentamente los trabajos
rusos:
—¿Estas nuevas fortificaciones no os molestan?
—¡Algo!—responde sonriendo mientras arregla
cuidadosamente un anteojo que parece un cañóncito,
—¿Y no se pueden impedir?
El oficial mira durante largo rato, después con
aire satisfecho, cierra el anteojo, se lo pone bajo el
brazo, y me responde:
En las avanzadas
i
Desde el cuartel general del 2,° cuerpo
de ejército japonés.
A lo largo de la muralla fortificada que es el úllimo baluarte de la ocupación japonesa, los vigías,
apoyados sobre los sacos de tierra de los parapetos,
ó escondidos tras las troneras, miran atentamente
con FUS anteojos. A su alrededor, centenares de fusiles tstán apoyados contra la muralla, las cartucheras han sido llenadas de proyectiles, y las cajas de
municiones están alineadas en tierra á espacios regulares. Algunos fusiles han sido colocados en las
troneras, apuntando, y casi parece que vigilen también ellos y que deban disparar por si solos á la
primera alarma.
A lo lejos, en la llanura luminosa, se advierte un
confuso movimiento de hombres vestidos de gris.
Son rusos.
La mañana es tranquila, límpida, fría, á través
del aire cristalino, se di&tingue las casas más distantes, un poco azuladas, algo temblorosas, pero ní-
CAMPAMENTO JAPONÉS KN PKIKOTAO
11
—¿ImpedirT [En seguida! ¡Dos shrapnels! ¡A. suspender el trabajo!
Yo no tengo el menor deseo de que los dos shrapnel» interrumpan el trab'jo de aquellos valientes
jóvenes, pero no puedo menos de preguntar:
—¿Por qué lo permitís, pues?
—Porque si no trabajasen de día, trabajarían de
noche, y entonces nosotros no veríamos nada. Los
ru^os no nos lian permitido nunca trabajar de dfa,
y hemos trabajado de noche, excepto en casos urgentes. I látpd ha visto que nuestras torlifijaciones
están completas. Y. además, eso que ahora hacen
es absurdo, pues trabajan para nosotros. Construir
suelo para andar solamente bajo tierra. La llanura
parece desierta, mientras batallones invisibles maniobran quizá en las gigantescas minas.
La trinchera desemboca en las minas de un pueblo. Ue éste ya no queda nada, sus restos son esccmbros vacilantes ennegrecidos por el humo de
los incendios, cascotes irreconoscibles t n medio de
los cuales se elevan viejos y despedazados árboles,
corlados por las explosiones, y vigas quemadas tendidas entre montones de vajilla y muebles. Los demás pueblos no eí-tán en mejores condiciones. No
hay ni un solo techo bajo el cual guarecerse. Y, sin
embargo, desde hace cuatro meses un batallón está
1. Río Kur.—2. Cosaco conduciendo caballo» ol bailo.—3. Ruinas de Erivan.ticos.—6. Templo de Zoroaetro.
trincheras avanzadas en estas posiciones es una temeridad.
Dicho esto el oficial sonríe con aire de triunfo, y
me deja que medite sobre ello-pero confieso que
sin pruveclto.
Las fortificaciones japonesas están completas, es
verdad. E¡-ta parte de la línea de las avanzadas se
halla á poniente dt-1 ferrocarril y del Sha ho, y de
Chiaoliapu y Sanjatsu. Lo que aquí veo existe en todas las posiciones atanzadus del ejército, desde el
Hun-ho hasiq el extremo limite del primer cuerpo
de ejército. Tiene una extensión de ochenta kilómetros, defendida por trincheras, reductos, ca.-amaia-, fosos, pozos de lobo, alambradas y minas.
Selle^aá las posiciones avanzada» a través de
varios kilómetros de trincheras, te deja el nivel del
Monasterio de David.—5. Calle do loa
acantonado en estas ruinas. Para ser más exactos
hay que decir: bajo estas minas. El batallón está
enterrado.
El bajo suelo está perforado, lleno de galerías,
pasajes protegidos y trincheras. Las calles descienden en la sombra, se precipitan en profundas hendiduras, remontante á la luz, bifúrcanse en todos
sentidos, y forman un curioso laberinto en el cual
sirven de gula los pianos trazados sobre tablítas.
Las viviendas de los soldados tienen entradas de
catncumba. Sus chimeneas apuntan al nivel del
suelo. Cuando la vi>ta se ha acostumbrado á la obscuridad de estas cavernas, llama poderosamente la
atención el ver un interior que tiene una preiendidida elegancia con sus planos fijos á las paredes,
sus ramos de ñores de papel metidos en jarrones
12
adornando los ángulos. Los fusiles se alinean sobre
improvisados rastrillos, todo está en orden, todo
esió limpio. Dirlase que esta gente tía vivido siempre bajo tiorra.
En algunos puntos el camino desciende como la
entrada de una mina, y conduce á varias cavernas,
bajas y obscuras, pero espacio-as, cujas bóvedas
están sujetas por vigas. En estos antros se refugian
los soldados cuando el enemigo bombardea con la
artillería gruesa. Algunas cuevas contienen municiones y víveres—cada pueblo posee para una semana.
En este enorme hormiguero humano los soldados
viven alegremente.
Loa contactos con el enemigo son va tan frecuentes, que nadie se preocupa de ellos. En las trincheras, se trabaja de un modo tranquilo v continuo. Se
limpian las armas, se amasa el pan y se prepara el
cuya invariabilidad es en extremo celosa la humanidad.
Los desocupados corren, bromean, ríen y cantan.
De vez en cuando se oye el tañido dulce y plañidero de un se a mi sen y una voz modula los melancólicos cantos de la patria: Ciaiyá.
(Continuará)
Staed y el Czar
El señor Staed, director de la Recietc of RCDÍCICS
ha realizado un i>cto de valor: ha hecho poner un libertad al profesor Melinkoff uno de los jefes de la
Liga constitucional, arrestado y detenido pnr orden
expresa del gobernador general Tr-epotf. El mismo
Siaed cuenta lo ocurrido en el Sloco — órgano du los
nacionalizas democráticos rusos.
Cuando se operó el arresto del profesor ruso el
UNA AMBULANCIA JAPONESA BN PKITATSEO
rancho. Esta última ocupación atrae á mucha gente; la cocina seduce; la diaria transformación de
algunas docenas de infelices gallinas en decalitros
de sustancioso caldo la siguen atentamente un numeroso circulo de amalcurs. Los soldados engordan en las avanzadas. Las autoridades japonesas
saben que la máxima fundamental de la guerra y
el secreto de la victoria es como sigue: el heroísmo
se desarrolla en un estómago bien alimentado,
como el vapor en una caldera encendida. El combustible se mantieoe perfectamente en los estómagos del ejército japonés; el heroísmo está bajo presión.
No muy lejos de las gigantescas calderas de la
cocina, humean las calderas del baño, al aire libre,
cerca de las cuales los soldados se desnudan—con
algunos grados bajo cero—y esperan su turno abandonándose á una violenta gimnasia, y á un masage
parecido á un pugilato, á fin de mantener el cuerpo
á esos misteriosos 2T grados de temperatura de
señor Staed se hallaba tranquilamente en Londres.
Habiendo hablado ya una vez al Czar, el insigne
periodista inglés pensó que el Emperador habla
sido engañado por alguno de sus consejeros, pues
ti arresto de Milinkoff es un acto arbitrario, y que
hablando directamente al soberano, se desharían
el error y la injusticia. Y el señor Staed, sin pensarlo dos veces, emprende el viaje á Rusia, llega á
San Petersburgo y es recibido inmediatamente en
audiencia privada por Nicolás II.
Siaed vuelve k la fonda entusiasmado por las
ideas liberales del Czar, quien ordena á Trepoff
que no ponga obstáculos á fa celebración de comicios electorales ni á las reuniones privadas. Staed
visita á Trepoff y 6ste le declara que también él es
partidario del sistema administrativo inglés.
El gobernador general autoriza al propio tiempo
al señor Staed para explicar públicamente á los rusos el sistema inglés, basado en la libertad y en
el respeto mutuo. Staed, conmovido, da lasgracias.
13
ÚLTIMOS ESTUDIOS ESTRATÉGICOS REALIZADOS POR LOS JEFES RUSOS
pero rehusa empezar la turnee en Rusia si no se
pone en libertad á su amigo Milinkofl. Pocas horas
despué3 sale éste de la cárcel y parte para Moscou.
Si estos hechos no los narrara el mismo Staed,
cuya seriedad es de todos conocida, en un periódico
ruso, no habría quien los creyera. ¿Qué impresión
será la que sientan todos los patriotas rusos al saber
que cerca del Czar tiene más influencia un periodista inglés que todos los delegados de Moscou? Si
el señor Staed no hubiese tenido la feliz inspiración
de ir á visitar á Nicolás II, nadie sabría que el ge*
neral Trepoff tiene ideas liberales y el pobre pro-
fesor Nílinkoff continuarla en los calabozos de la
fortaleza de Petropavlovsk.
Más vale tarde que nunca. El eminente periodista inglés siguió á su amigo MÍIinkoff á Moscou y
habló al día siguiente á los representantes de los
Zemstvos, entre los cuales hay muchos hombres
eruditos que conocen tan bien como el audaz periodista de Londres las instituciones inglesas. Y los
representantes de la nación rusa sentirán una nueva desilusión al ver que el Czar no les atendió hasta que el señor Staed abandonó la redacción de la
Jiecteic of Remetes y acudió á San Petersburgo.
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espacio de tiempo, en Peí Yalú á friut^gn ha podido dar amplitud al asunto y abrazar el conjunto de la tremenda lucha, analizando sus causas,
patentizando sus resultados y previendo sus futuras consecuencias.
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Oriente, desde Febrero de 1904hasta la batalla de Tsushima. Obra es
hecha á conciencia y que recomendamos á nuestros lectores.
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Tan interesante como POKT-AETHUR y DEL TALU A MÜKDEN
es el tomo que va á publicarse. He aquí su sumario:
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en Rusia.—La revolución.—La toma de Sakhalin.—Intervención de Roosevelt.—
La Conferencia de la paz.—En Portsmouth.—Komura y Witte.—La paz.—Texto
del Tratado.—Efecto que produce en Rusia y en el Japón.—Tratado anglo-japonés.
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