GENERACIONES DE LOS BIOCOMBUSTIBLES Los biocombustibles se clasifican en generaciones dependiendo de la materia prima empleada en su elaboración. PRIMERA GENERACIÓN Son los biocombustibles que provienen de cultivos alimenticios y que se procesan por medios convencionales, como el bioetanol que se obtiene de la caña de azúcar o la remolacha, o el biodiesel que proviene de las semillas de cártamo o girasol. La crítica más fuerte que han recibido estos biocombustibles es que ocupan tierras destinadas a cultivos alimenticios. Para México, existe la oportunidad de producir biocombustibles de primera generación aprovechando tierras de baja productividad, sin perjudicar la producción de alimentos. SEGUNDA GENERACIÓN Son los biocombustibles que se elaboran a partir de materias primas que pueden convertirse en celulosa, como los desechos de los cultivos alimenticios (por ejemplo los tallos del trigo o del maíz) e incluso el aserrín o plantas con un alto contenido de materia lignocelulosa (que es la estructura biológica que hace que la planta se mantenga erguida) como el miscantus, un pasto o hierba muy alta originaria de Japón y las Filipinas. Muchos de estos métodos están en experimentación y todavía no son económicamente rentables, pero la velocidad a la que se desarrollan sus tecnologías es muy alta, por lo que existe la posibilidad de que en el mediano plazo den resultados satisfactorios que permitan su implementación. TERCERA GENERACIÓN Esta es la que pretende crear bioetanol a partir de cultivos específicos, como las algas. Las algas tienen un potencial energético que puede llegar a ser 30 veces mayor que el de los cultivos energéticos en tierra, ya que capturan una gran cantidad energía solar y se reproducen rápidamente. Existe un tipo de algas que de manera natural produce bioetanol. Sin embargo, la producción de bioetanol a partir de algas todavía se encuentra en etapa experimental por lo que el uso de esta tecnología para producción en masa de biocombustibles no es económicamente viable.