01. Costaleras de la pobreza Seudónimo: Carmen Pobreza y mujer

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01. Costaleras de la pobreza Seudónimo: Carmen Pobreza y mujer. Dos términos antagónicos. La mujer, fértil, generadora de vida y
transmisora de un afecto umbilical. La pobreza, yerma, arraiga el dolor allá donde
habita. Pero los opuestos tienden a ir de la mano, no podemos apreciarlos plenamente
sin la existencia de su antítesis. Quizá sea por eso que estas dos realidades tienden a
cohabitar. Las mujeres no tienen el monopolio de la pobreza, pero donde hay miseria se
ceba especialmente con ellas. Pensemos entonces que una fuerza centrípeta imana estos
dos polos. Que se unen para mostrar al mundo el ejemplo de unas mujeres que de la
subsistencia hacen su lucha y en la carencia nutren su fuerza. Creamos entonces
también que la pobreza sin mujeres sería demasiado insoportable, oscura y egoísta. En
su silencio son el altavoz de la esperanza, en su invisibilidad alimentan la solidaridad. 02. Pobre entre los pobres Seudónimo: Carmen Era domingo por la tarde. La pequeña Pari acudió al zoco con dada y sus hermanos. Ese
día su padre mostraba un inusual buen humor. Contadas eran las ocasiones en que podía
gozar del privilegio de tomar un té y comprar algunos dátiles. Los niños revoloteaban
alrededor de su padre paladeando ya el dulzor del manjar. Llegó el momento del
reparto. Uno para su hijo mayor, otro para su hijo pequeño y dos… para él. Pari
decepcionada preguntó entonces por qué. La respuesta, contundente : “Eres mujer”. Su
inocencia se diluyó en ese instante, al comprender que en la vida sería pobre entre los
pobres. No disfrutaría nunca ni tan siquiera de unos pocos dulces que ocultasen por un
instante la acidez de una vida contemplada tras las rejas de su burka. 03. Imaginando a mi madre
Seudónimo: verano2014
Querías salvarme de tu destino. Creías que no nos engañarían y que tu fuerza sería
suficiente contra el oleaje. Soñaste que viviríamos con nuestro calor en los países fríos
del norte.
Ahora te duele mi tiritar. La suavidad de mi piel de bebé se ha vuelto aspereza. Pero, tú
y yo, nos bastamos. Rodeadas de miedo, de seres amontonados sedientos, me miras y
tus brazos me cobijan.
En este oscuro mar, sientes los cuerpos bajo las aguas. Cuerpos como el tuyo y el mío.
Las horas pasan. No quieres que te doblegue el cansancio. Piensas que, quizá, no puedas
protegerme, que quizá no haya esperanza.
Entonces, sientes que alguien nos sujeta y dejas que me abrace. Le miras y sabes que ya
sólo queda confiar.
Cuando la pobreza borra el miedo, los muertos bajo el mar y los huérfanos que llegamos
solos, seremos testigos de este océano de injusticia.
04. Virus imperceptiblemente más letales
Seudónimo: 1espectadora+
Las dos tenían piel, carne, huesos y sangre. Las dos ayudaban, conscientes de su misión
imposible en aquel destartalado hospital. Su vocación no siempre hacía que los finales
fueran felices porque la falta de medios era demasiado grande.
A la precariedad cotidiana se sumó el peligro de un virus contagioso.
Sin miedo, las dos cooperantes siguieron trabajando duramente.
Las dos enfermaron y, entonces, la piel, la carne, los huesos y la sangre de una de ellas
adquirieron repentinamente un mayor precio al querer el azar que ella naciese
kilómetros arriba.
Su familia reza porque el médicamente experimental funcione. La familia de la otra reza
por una vida que no admite diferencias de valor. Y, mientras, la palabra “África” guarda
historias de humanidad tan desconocidas como imprescindibles.
05. No hay palabras
Seudónimo: Inmaculada Concepción
No hay palabras para describir el momento. Sus niños, después de cuatro años, llegan de
muy lejos. Los dejó con su abuela, mirando a un futuro mejor que pensó próximo. No
había sido fácil salir de tanta penuria, emprender el viaje y llegar a un país desconocido
que la convertía en una latina más sin profesión conocida. A duras penas pudo
encontrar un trabajo doméstico que una prima del barrio le aconsejó. Había sido difícil
sobrevivir sin ellos. La privación cotidiana le adelgazó el alma y también el exterior
Sólo ver a sus hijos en skype le permitía respirar, aunque la sempiterna pregunta de
¿cuándo estaremos juntos mamá? le hería el corazón. Hoy se ha puesto su mejor ropa
y espera anhelante el reencuentro. Intuye que no será fácil pero no quiere arriesgar más
su amor y seguro que sacrificándose todos podrán aprender mucho para alcanzar
mejores metas que ella…
06. Homenaje a las mujeres campesinas de la posguerra: A Faustina, Juana y
Teresa
Seudónimo: LEVIATAN
Eran tiempos difíciles, faltaba casi todo…
Tenían que sembrar y recoger las cosechas, cuidar y ordeñar el ganado...
Muchos hogares no tenían agua; había que caminar para ir a buscarla a la fuente, al
pozo... A veces, traían en la cabeza el cántaro, en una mano el botijo y en otra la
criatura.
Algunas viviendas no tenían electricidad, se encendían velas, candiles…
Los alimentos eran cocinados lentamente en pucheros, en la chimenea que encendían
todas las mañanas con la leña recogida.
La indumentaria era tejida con algodón, lino… bordada y almidonada; los jerséis
tricotados con lana de las ovejas. Se lavaba en el río, en el lavadero… en verano con
calor, en invierno con frío…
La casa estaba impoluta: fregados y encerados los suelos, a mano, de rodillas…
Al anochecer, al calor del fuego, contaban cuentos a las criaturas que, ensimismadas,
miraban chisporrotear las maderas y subir las llamas fantasmagóricas…
07. Tú sí que vales
Seudónimo: Women Power
“Se precisa doméstica para hacer recados, preparar comidas y asistir eficiente y
eficazmente a pareja de profesores eméritos”
CURRICULUM:
GANADORA del concurso Máster Chef “low cost”, por “estirar” un pollo para toda la
semana en tiritas de pechugas rebozadas, sopa (con un poco de esqueleto), bocaditos de
muslo, croquetas y arroz con el resto…
SOBRESALIENTE Cum Laude en el Título Propio “Prácticas de campo en Cuidados
Geriátricos”. Acreditación de más de trescientas horas atendiendo a sus mayores.
Incluye: higiene personal de personas discapacitadas, vigilancia en la toma de
medicamentos, acompañamiento y afecto…
MENCIÓN HONORIFICA como analista de mercados, por su contrastada experiencia
en localizar el “super” donde están los yogures más baratos , los cursos gratuitos en los
que inscribirse o las entidades que subvencionan las actividades extraescolares de sus
hijos…
Con todo…
-No das el perfil!
Y no es porque fuera mayor de treinta años.
08. Palabras
Seudónimo: Alma
Gritos, llantos, terror. Son tres palabras demasiado comunes en mi desdichada
existencia. Una fina capa negra causada por los estragos me distorsiona la realidad, pero
sé que algún día conseguiré deshacerme de ella, simplemente para poder disfrutar de la
vida tal y como lo cuentan en las historias.
Fui rechazada cual producto defectuoso nada más nacer. Lo único que conservo de mis
padres biológicos es una carta escrita a mano que profana el odio que sentían hacia mí
por haberles destrozado la juventud.
Soy fruto de un error, y como tal he sido tratada. Voy de casa en casa, pero
desgraciadamente nunca he hallado mi verdadero hogar.
Aun así, puedo afirmar que seré la mujer que siempre he soñado ser. Como el ave fénix,
resurgiré de mis cenizas y demostraré que aunque esté sola y sin pertenencia alguna,
mis palabras siempre estarán dispuestas a enriquecer los corazones.
09. Cuando la vida no vale nada
Seudónimo: Cocolate
Se busca jovencita desaparecida en Ciudad Juárez. Vive en el barrio del narcotráfico,
del desempleo y del machismo. En la calle de la desolación. Su ocupación es
maquiladora, mano de obra barata. Esta señorita cambia diariamente riesgo e
inseguridad, a cambio de su explotación laboral. Viste de miseria y frustración.
Por favor, si la ha visto, llame al teléfono de los feminicidios o póngase en contacto
directo con la Declaración de los Derechos Humanos.
Atención: No caigan en el horror de la desesperación y no hagan demasiadas
averiguaciones. Pasividad. Para las instituciones esta joven podría dedicarse a la
prostitución, ya que la madrugada no es lugar para las muchachas de bien.
10. Submujeres
Seudónimo: Cocolate
Chica joven, 27 años, divertida, con buen físico y saber estar presto mi cuerpo a cambio
de oportunidades de vida. Las oportunidades a las que nunca llego a tiempo.
Canjeo cariño por miedos. Los miedos que me invisibilizan.
Alquilo mi tiempo por una esperanza. La esperanza que me ayuda a defenderme.
Cambio alegría por estabilidad. La estabilidad que me permite reinventarme.
Entrego mi ternura a cambio de cicatrices. Las cicatrices que me paralizan.
Vendo mi amistad por pesadillas. Las pesadillas que no me dejan soñar.
Ofrezco servicios de compañía a cambio de una vida digna. La dignidad que otros no
ven en mí. 25 euros completo.
11. El muro de los actos olvidados
Seudónimo: Colibrí
El muchacho inclinaba el vaso y contemplaba cómo las gotas caían al suelo con un
chapoteo. Mientras tanto pensaba… ¿cómo había llegado allí? Primero había sido la
muerte de su madre. Se había ido como había vivido: con una sonrisa y una reflexión:
“nosotros somos pobres, pero el mundo también lo es” Cuando se dio cuenta de que esa
pobreza no tiene nada que ver con el dinero, sino con la importancia que le damos a las
cosas, tuvo una idea: escribiría en un muro todas las cosas pequeñas que ella había
hecho por ese mundo pobre, por su familia, porque a veces, lo pequeño es lo más
grande. Y a esas palabras se le unieron muchas más. Habían dado la vuelta al mundo, y
ahora él estaba preparado para contar su historia. Dejó el vaso vacío encima de la mesa.
El público lo recibió con un fuerte aplauso.
12. Oda a ellas
Seudónimo: A.A.R
Cuando pienso en sus pechos doloridos
sin una gota de leche para darles…
Cuando veo sus manos curtidas
cuyos dedos ya no valen…
Cuando entiendo sus miradas perdidas
y sus pocos sueños nublarse…
Cuando siento sus almas vendidas
por otro amanecer al que agarrarse…
Cuando sé que fueron mujer algún día
aquellas que hoy no son nadie…
Cuando olvidamos quién da la vida
la nuestra quizá ya no vale.
13. Es la mujer
Seudónimo: A.A.R
Levanta cada mañana al despuntar el alba
y recoge su morada sin mediar palabra
El niño en la cuna la mira y sus ojos la alaban
Es la madre y su vida, en sus primeras semanas
Su marido la toca despacio
pues sabe que es sagrada
Es la mujer que cuida cada día
de toda su casta
Es la mujer atacada y perseguida
la que nunca descansa
Es la mujer que trabaja y se entrega
por lo que otros no hacen nada
Es la mujer pobre y sufrida
la imagen de quien nunca gana
Es la mujer por Dios querida
la que en su corazón aun canta
Es la mujer que aunque rota y vacía
aun conserva su alma.
14. “Será libre”
Seudónimo: Estrella
Aquel día amaneció caluroso, un halo de viento rozaba la mejilla fatigada de Makena…
-Amina! ayúdame a preparar la comida que pronto llegarán tu padre y tus hermanos.
Mientras su madre cogía el pot y esperaba a que se llenara de agua para preparar él
“maafe”, Amina con su mirada despierta y profunda la observaba fijamente.
-Mami… ¿el sol de Europa es igual al de África?¿y cómo es el viento? Quiero
conocerlo, quiero ir allí a correr, a cantar, a bailar….
-Hija, no creo que a tu padre le guste, es muy caro y no tenemos mucho dinero.
Además, acuérdate lo que le pasó a Seyni, puede que te engañen, o te hagan cosas malas
y sea muy difícil que vuelvas a casa.
-Pero…a mí no me pasará….trabajaré mucho y ganaré mucho dinero….iré a buscar a
Seyni y cuando la encuentre le ayudaré a volver a casa. Será libre!
15. Los cinco sinsentidos
Seudónimo: JSJ
Debía tener poco tacto y mal olfato para no comprender que aquel hombre debía dejar de ser
ciego y sordo para que aquella mujer dejase de ser muda.
16. Jaqueline y su hija Ziortza
Seudónimo: JSJ
Jaqueline solo lleva sesenta segundos con los pies sobre la tierra. Hace tiempo que
hemos diagnosticado su pertenencia al sexo femenino y sabemos que la suerte le ha
otorgado un físico sin defecto alguno. Le ha tocado una familia modesta, lo cual la resta
varias oportunidades y varios derechos. Sabemos que tendrá que luchar con uñas,
dientes, modas y curvas para ser bienvenida.
Cuando cumpla diecisiete años, ya formará parte de las guapas o de las feas y de las
listas o de las tontas. Si no alegra las vistas, será rechazada y, si habla muy bajo,
ignorada. Con veintitrés, tendrá que cuidar la casa, trabajar y mantenerse en pie hasta
que, a cambio de quedarse embarazada, pierda su trabajo, su casa y su marido.
Yo, médico y escritor, solo espero que, con la ayuda de todos, pueda imaginar un futuro
más lindo, cuando llegue el turno de Ziortza.
17. Shiaya
Seudónimo: Matías Lárrate
Los habitantes de la aldea de Shiaya no dejan crecer sus cabellos hasta el matrimonio.
La razón de tal costumbre es simple: la belleza física no es importante para ellos, más
concentrados en encontrar inteligencia, humor, dureza, empatía o dulzura que una fina y
larga cabellera. Aunque pudiera parecerlo, este hecho no es una imposición; los mismos
niños, al tener la edad debida, afeitan su cabeza por iniciativa propia, sin presiones ni
exigencias. Paradójicamente, esta ley implícita no supone un contratiempo; gracias a
ella, todo habitante en Shiaya acaba encontrando a su esposo o esposa ideal. Después, al
dejar crecer al fin su cabello, se dan cuenta de que, si en efecto lo hubieran hecho desde
niños, el resultado hubiera sido el mismo, pues todos los shiayanos tienen el cabello
fino, puro y brillante.
Curiosamente, la sorpresa por este hecho se da en cada nueva generación.
18. Espejito mágico
Seudónimo: Temeño
Alguien que no leí dijo que el rostro es el reflejo del alma; alguien que no conocí dijo
que la pobreza se escribe con nombre de mujer. Yo de nombre Olvido me miro al espejo
y solo veo orgullo y dignidad ¿Quizá será que no pude aprender a leer ni a escribir y
únicamente tengo mi mirada?
19. A la deriva
Seudónimo: Temeño
Mañana iré a estudiar al colegio y jugaré con mis amigas; después iré a casa y veré la
televisión; comeré, me ducharé, echaré la siesta, haré los deberes, merendaré; luego,
quizá, si hace bueno saldré al parque y me daré una vuelta por ahí en busca de… De
repente, la zozobra me despierta cansada del aún largo viaje y me doy cuenta que el
mañana es hoy.
20. Ecos de libertad
Seudónimo: Sophie Demond
Desde pequeña la habían educado para ser una buena esposa, una buena madre y una
ama de casa digna. Lo que ella sintiera y pensara solo conformaban una pequeña parte
de su vida. Ninguna mujer destacaba en aquella pequeña ciudad de la India; todas
estaban bajo el yugo de sus maridos, que cosechaban su fama mientras ellas se
quedaban en casa cuidando de sus numerosos hijos.
Su esposo había muerto cuando ella apenas tenía unos 16 años, y desde entonces era
viuda. Ya no tenía derecho a enamorarse, ni a volver a casarse. Ahora era, simplemente,
un alma en pena vagando por las calles de aquella triste ciudad. A nadie parecía
importarle su sufrimiento o el de mujeres como ella. Por eso, cuando tuvo ocasión, huyó
de la India y, a pesar de que sus padres la consideraban una paria, consiguió convertirse
en un ser humano lejos de aquel país.
21. Deseos hambrientos
Seudónimo: Emma
Continuó deslizando el vestido suavemente por su cintura. Era una bonita pieza de estilo
princesa que sabía que gustaba a los hombres y el de esa noche no era distinto.
Comenzó a oler los aromas de la cena que emanaban del piso de debajo. Apreciaba
cierto olor a orégano y albahaca mezcladas con la carne.
Se colocó sus sandalias y rodeó la amplia cama hasta la mesita de noche, donde
encontró sus ganancias. Descendió las escaleras lentamente y se dirigió hacia la puerta
principal, no sin antes echar un vistazo al interior de la cocina al pasar por delante de
ella. El hombre se encontraba de espaldas ataviado con su exquisita bata granate.
Salió a la calle y comenzó a alejarse. Volvió a mirar el dinero y una pequeña sonrisa
apareció en su rostro, su pequeño ya tendría qué comer al día siguiente.
22. El rostro de la pobreza
Seudónimo: A.R.A
El hambre y el cansancio han hecho mella en ella. Piel curtida por sol y viento cubre su
huesuda cara. Es delgada, muy delgada. Sus labios agrietados por falta de agua. Su
lengua anudada. Es delgada, muy delgada. Las arrugas marcan su rostro como las líneas
de un mapa. Ironía del destino para la que nunca vio nada. Es delgada, muy delgada.
Ojos tristes por lo visto durante su dura estancia. Una mirada infinita que aun denota
esperanza. Es delgada, muy delgada. Es el rostro de la pobre, de la mujer olvidada. El
rostro de la mujer que un día será preciada.
23. Compromiso con promesa
Seudónimo: Iratxe
En las 50 pulgadas tu pecho parece aún más vacío
no puedo no mirar los 12 ojos y sus moscas que quieren beberte
a ti o a lo que sea
y no pueden mojar las grietas en su paladar
Ikea go ahora si no es dejarme caer del puff de arena
que es tu pecho de arena
que aplasto contra mi dignidad
que me humedece la cara más
que lo que tus labios lo estarán nunca
Pesa tu presencia a mí y al mundo
Pulso off jurándome hacer algo por ti
Pero me he equivocado y estoy viendo ese programa del que a veces
surgen estrellas de la cocina
Y al posarse de aquellas moscas
se une el fantasma de que ya no existes
ni los 12 ojos gigantes
ni tu muerte
ni la suya
24. Las raíces invisibles de Aisha
Seudónimo: Iratxe
Quería ser arquitecta, pero ella era el pilar de carga.
25. Iker
Seudónimo: 007
DECLARACIÓN DE ENTRADA EN TERRITORIO ESPAÑOL
(RD 557/2011)
Nombre
THABU
2º Apellido UNDU
Nacionalidad
NIGERIANA
A00704593
Fecha de nacimiento(1) 22/03/1980
NIGERIA
Nombre del padre EMMANUEL
Estado civil(2) SOLTERA
Domicilio en España
Localidad
Teléfono
Representante legal en su caso
Título(3)
1er Apellido KAMATA
NIE
Pasaporte Nº
Localidad ABUJA
País
Nombre de la madre MUTHONY
Provincia
Email
NIF/NIE/Pasaporte
DECLARO ante las autoridades españolas mi acceso a territorio español en fecha
25/09/2014 procedente de: País NIGERIA
en cumplimiento de la obligación establecida en el art 13 del RD 557/2011
Motivo de la permanencia Recoger la mitad del importe del premio ganado por Iker
con su novela acerca de las mujeres invisibles contando mi propia historia. Darle un
abrazo.
Tiempo previsto
24 horas
En MADRID a 25 de SEPTIEMBRE de 2014
FIRMA (representante legal en su caso)
X
Tabhu K
DIRIGIDA A : OFICINA DE EXTRANJERÍA/COMISARIA DE POLICÍA
PROVINCIA MADRID
26. Sólo fue un sueño
Seudónimo: Tomás Moro
Esta mañana todo ha salido mal. El despertador no sonó a su hora, el coche se negó a
arrancar, un atasco infernal me hizo llegar tarde a mi oficina. Un día horrible que me ha
hecho sentir que soy la persona más desafortunada del planeta.
Pero… sólo fue un sueño, aunque un sueño extraño, ya que cuando me he levantado de
mi manta sobre el duro suelo todo ha vuelto a la normalidad.
Mi marido se ha quedado urmiendo esperando a que yo camine una hora hasta el pozo
para traer el agua, haga su desayuno y atienda sus apetitos sexuales matutinos.
Sigo aquí, bajo este cielo ardiente y sobre esta seca tierra, sin poder alimentar a mis
hijos, sabiendo que la mayoría no llegará a vivir lo suficiente.
El día ha terminado, he vuelto a mi manta, sabiendo que lo que anoche soñé sólo fue
eso, un sueño.
27. A veces olvido
Seudónimo: M.A.C
A veces olvido que mi olvido las vuelve invisibles
A veces olvido que mi silencio las deja sin voz
A veces olvido que mi hacer engendra su desgracia
A veces olvido que mi ceguera agudiza su dolor
A veces olvido que mi recuerdo las vuelve a la vida
A veces olvido que mi boca canta su palabra
A veces olvido que en mis manos esta su esperanza
A veces olvido que mis ojos reflejan su alma
A veces olvido que puedo ayudarlas
A veces olvido que debo apoyarlas
A veces olvido que soy una de tantas
A veces olvido que olvido recordarlas
28. Canta a la vida
Seudónimo: M.A.C
Canta a la vida la mujer
a pesar de sentirse nada.
Canta a la vida por su vida
y por la de sus entrañas.
Canta a la vida cada día
y a ella fuerte se agarra.
Canta a la vida a la espera
de un día ser salvada.
Canta a la vida porque es digna
aunque otros la degradan.
Canta a la vida tú con ella
y ambas seréis hermanas.
29. Vivere parvo (Vivir con poco)
Seudónimo: Elena
« Aún recuerdo su mirada y sus pies llenos de polvo.» - No dejaba de repetírmelo desde
su regreso. Kenya había cambiado algo en él.- «Era consciente de la escasez de agua,
pero jamás me había planteado cómo y dónde se saca, tampoco quién. ¿Te lo puedes
imaginar…? Tú misma, andando todos los días con un bidón. Después harías la comida
y atenderías a tu hijo de cinco años.»
¡Si solo tengo veinte años! Todavía debo terminar la carrera y más tarde me gustaría
trabajar, ¿cómo imaginarme estar en la situación de una kenyata?
« Pero lo que me espantó no fue esa realidad, ni la falta de dinero. Me espanta
comprender que pobreza no es escasez, sino necesidad. Y como te decía, aún recuerdo a
una niña camino al pozo de agua que en realidad debía estar en la escuela, con la
necesidad de aprender. »
30. Lili
Seudónimo: Egunsenti
Lili sale cada domingo a las 19:15 de su casa en Pasaia Antxo y coge el topo de las
19:27. Sus dos hijos, Adrián de 7 y Maite de 3 años, se quedan con el padre, su marido,
que lleva 3 años en paro. La jornada laboral de Lili comienza a las 20:00 y no termina
hasta las 17:00 del siguiente sábado. Su trabajo consiste en cuidar a Mª Carmen, una
señora de 90 años que vive sola en Amara y que sufre Alzheimer. Lili le da la cena, la
lleva al baño, la ducha, le prepara sus medicinas, la desviste, la acuesta, la levanta, la
viste y vuelta a empezar. Y con el sueldo que gana apenas le alcanza para llegar a fin de
mes. Es domingo y Lili se despide de su familia. Maite ya no llora al verla marchar.
Nuevas formas de esclavitud. No tan nuevas.
31. Brote de Sonrisas
Seudónimo: Kalam Mekhar
El barro salpica y deja translucir el bello de una piel curtida. El sol reseca en un
parpadeo el lodo y lo deja quebradizo, tanto que en la siguiente recogida, el brazo de
Aurelia lo desprenderá, lanzándolo al olvido para que vuelva a convertirse en barro
húmedo. Las lágrimas no acompañan ese proceso, están secas tras noches y días de
desconsuelo.
Elisabeth, levanta una gran piedra y bajo ella encuentra un diminuto brote verde,
aplastado por la autoridad de la roca. Se queda inmóvil durante un breve instante,
momento en el que Fidel se acerca apretando sus gruesos puños. Su mirada lo dice todo.
Fidel se acerca y no está de buen humor. Pero Aurelia ya no lo ve tan claro.
Se endereza como puede. La rodean bosques, campos y una ciudad lejana. Avanza.
Fidel está cada vez más lejos. Sus gritos pierden fuerza. La sonrisa de Aurelia la
recupera.
32. La memoria de la certidumbre
Seudónimo: M.K.
Deslizándose en la oscuridad hacia el pasillo. Cada paso, cada sonido de sus viejas
zapatillas parecía agrandarse en los oídos de sus cinco hijos.
Asustada, el miedo no le había dejado dormir, necesidad, era la palabra clave en su vida.
La cocina no se podía iluminar con las brasas de la chapa porque no había zaborra.
-No os preocupéis hijos míos, seguir durmiendo.
Hundió la cabeza entre sus manos y se puso a llorar.
¡Qué va a ser de nosotros sino hay zaborra en la playa!
Agarró su ropa y se puso a vestir, imaginando donde podría haber algo para calentar su
casa y poder dar de comer a sus hijos.
En la playa, un murmullo enfebrecido de mujeres.
Aligero el paso.
Era hora de trabajar en grupo!
De regreso, comenzó a preparar la única comida del día.
Recordando “el mundo no se rige por la necesidad sino por azar”.
33. Al lado del super
Seudónimo:
No se oía apenas nada. Había esperado más de un hora hasta que el barrio quedó
completamente en silencio. Estaba entumecida de tanto estar quieta. Se incorporó, pero
no del todo, puesto que se habría golpeado la cabeza. Hizo pequeños movimientos con
los brazos y piernas para recuperar un poco el tono muscular. Entonces sacó la linterna.
Era tal y como se lo habían dicho. El contenedor de al lado del supermercado era una
mina. Packs enteros de yogures de todo tipo. Bandejas de pollo, carne y fruta. Cartones
de huevos intactos.
Le había compensado estar dentro todo ese rato a pesar del asco que aún sentía.
Entonces le oyó a Marce:
- Date prisa, que estará a punto de venir el camión.
Rápidamente le pasó la mercancía. Se encaramó al borde y agarró la mano que le
ayudaba definitivamente a salir. Suspiraron aliviadas: tenían suministro para dos
semanas.
34. Desembarco
Seudónimo:
- Por favor, apresúrense. Cojan una manta y avancen.
El grupo de 40 personas se agita casi sin desplazarse. Algunas apenas pueden tenerse en
pie. Para abreviar, les van echando mantas sobre los hombros y empujándoles
levemente.
Después hay que hacer cola para subir a los vehículos. Una joven mujer se queda
rezagada, la última para subir, como esperando a alguien. Llora. Su embarazo está muy
avanzado y se le acerca un voluntario.
- Suba, mujer. Ya están a salvo. Usted y la criatura.
La joven articula algunas palabras en un idioma que él no comprende.
Entonces interviene otra mujer que hace de intérprete.
- Dice que vino por ella, por darle un futuro.....a la niña que cayó al mar en mitad de la
noche...
35. Itxaropenak
Seudónimo: Mirentxu
Como un huracán, Fátima caminó por las calles de Tanger tratando de disimular su
emoción. Era una mañana luminosa de Diciembre. Como cada día, después de ocuparse
de la casa y de sus hermanos se dirigió al mercado para, por fin, entregar la última
cantidad de dinero que le había mantenido presa del trapicheo y la mala vida durante
casi tres años. Tenía mucho miedo, pero a la vez esperanza.
Cuando llegaba al punto de encuentro, Fátima pensaba en lo que iba a dejar atrás.
¿Cómo iba a reaccionar su familia? Bueno, lo cierto es que después de la ruptura de su
compromiso con Amín, Fátima jamás podría optar a una vida digna en su ciudad.
Necesitaba huir. Esta vez iba a salir todo bien. Tenía que salir bien.
Pero de pronto… El maldito sonido del despertador estremeció a Fátima. Eran las
nueve, hora de ir al mercado.
36. Carta al Olentzero
Seudónimo: Leticia T.
Kaixo, soy Xabi Merino, y tengo nueve años.
Te escribo para decirte que estas navidades no quiero otro superhéroe de esos que
veo en la tele. Estas navidades sólo quiero ese del que tanto me habla mi amatxu, ese
que dice que, a pesar de no salir por la tele, pelea y pelea y, aun así, siempre sigue en
pie, que tiene el poder de hacer muchísimas cosas a la vez, que ahora está aquí y al
minuto está al otro lado de la ciudad, que cuida y protege a su familia sin quejarse del
cansancio, capaz de hacer grandes sacrificios sin pedir nada a cambio, que aguanta
también a los villanos que no quieren reconocer su duro trabajo.
Estas navidades sólo quiero ese superhéroe que no sale por la tele pero del que mi
amatxu me habla cada noche y ella llama “la Supermujer”.
Un abrazo,
Xabi.
37. “Al Egoísmo”
Seudónimo: Leticia T.
Dedicado al Egoísmo
Que lleva a pensar en uno mismo
¿Y el empobrecimiento material tras la esquina?
Qué importa, la ganancia total es tu golosina
Mientras la vulneración de los derechos
Un estropicio más hecho, como si fueran deshechos
Hablan los periódicos, feminización de la pobreza
Tener tres trabajos, eso sí que es una proeza
Ponte en su lugar
Ya va siendo hora de tender la mano
Presta ayuda sin a los malos momentos esperar
Pequeños detalles son los que deben contar
Dedicado al Egoísmo
Que lleva a pensar en uno mismo
¿Y la brecha salarial tras la esquina?
Qué importa, la ganancia total es tu golosina
Tantas almas viviendo al día
Sin oportunidad de otra vida
Egoísmo, corren tiempos de maleza
Deja respirar a la pobreza
Dirige tu mirada a los lados
Verás a iguales enfrentándose a los Hados
Pregúntate qué puedes hacer
Pequeños detalles abrirán un nuevo amanecer
38. Siara
Seudónimo: Thronos, Rey de los Desdichados
Siara significa pura, sagrada. Pero Siara ya no es ni pura ni sagrada: está en el suelo
sucia, tirada. Siara recuerda el "no te haremos daño, guapa". Pero Siara no puede
moverse y ya jamás volverá a sentirse guapa. Siara quería ser doctora, pediatra. Pero en
su pueblo no hay escuelas, solamente hambre y malaria. Siara amaba a Kulumba, de
Braika. Pero su padre lo mató porque no eran del mismo clan, de la misma raza. Siara
había sido una niña buena, de palabra. Pero los diamantes valían más que una promesa
vana, que una montaña. Siara mira al cielo, cansada. Pero la luz se escapa y Siara no
encuentra estrellas, no encuentra esperanza. Siara piensa en su vida, horrorizada.
¿Cuándo había vendido su alma y sus bragas? Siara desea dormir, desangrada. Pero
Siara no puede: está embarazada.
39. “La imposición social para la perfección de la mujer”
Seudónimo: Petunia
Como cada viernes noche Paula meditaba frente al ordenador, ¿Qué debía esperar de su
vida? Se sentía vacía, no esperaba ya que le llamara su ex novio, no quería saber nada
de él. Tampoco quería salir con sus amigas de siempre. Sus pensamientos la habían
conducido a alejarse totalmente de su entorno. Se sentía, triste, vacía y pobre, más pobre
que nunca. Había dejado de preocuparle el vivir. Acudir a su Facultad de Derecho cada
día se le hacía más cuesta arriba, comenzó por su padre, ¡cómo no!, quería la hija
perfecta, se lo consentía todo, y la mantenía a pesar de sus muchos desprecios y caros
caprichos.
Lo que el padre ignoraba era la dura lucha interna que estaba sobrellevando Paula. Se
levantaba por las mañanas viéndose, sintiéndose gorda, fea y sucia. Ella no era como
aquellas suntuosas chicas de las revistas. No, ella nunca sería así.
40. Ane, eres mi vida
Seudónimo: Lauri
Marisa salía todos los días de su casa a las ocho de la mañana para llevar a Ane, su hija,
al colegio. Cogía el autobús hasta la casa del Sr. Andrés, enfermo de cáncer. Trabajaba
durante la mañana en las labores de limpieza y, posteriormente se dirigía a casa a
cuidar de su marido, que se encontraba encamado desde hacía tres años por un problema
neurológico. A las cinco de la tarde, con paso acelerado, iba al colegio a buscar a su
hija, que cada tarde le regalaba una sonrisa y un beso. Marisa se sentía querida.
Un día, Marisa, cansada, se quedó dormida en el sofá y no acudió a buscar a su hija.
Ane, viendo que su madre no venía, y atemorizada porque se hacía de noche, se dirigió
a casa. Cuando atravesaba una calle, le atropelló un coche y murió en el acto. Marisa no
despertó nunca.
41. Objetividad subjetiva
Seudónimo: Kratos
El mundo, regido por las fuerzas de la naturaleza y las leyes de los hombres, sería
inexistente, de no ser por la caprichosa voluntad del universo. La vida humana, se
fragua en las entrañas femeninas, fuente de la consciencia humana. La mujer, sobran las
palabras.
La supervivencia, ha llegado a tal punto, que ha encontrado su máximo exponente en la
ponderación entre riqueza y pobreza.
El ideal de supervivencia se encuentra sobrevivir, no en super-vivir. El homo-consumis,
se ha olvidado de donde viene y por qué razón existe.
Mientras el hombre gobierne la tierra, el uso de la fuerza será su bien más preciado. El
alma de los hombres está podrida, su moral, destruida, y su capacidad para evolucionar
a un mismo ritmo, condicionada por más de 60.000 lenguas.
Cuando la mujer gobierne, valores como el amor, la ternura, y el cariño enriquecerán el
mísero legado del hombre.
42. El trayecto
Seudónimo: Magoi
El trayecto en autobús hasta la Falcultad era largo, pero a él le resultaba placentero. Se
acomodaba al lado de la ventana y empezaba su diversión particular.
Desde pequeño le gustaba inventar historias, y tenía una historia para cada persona que
observaba a través del cristal. Eran historias interminables porque cuando volvía a ver a
la misma persona añadía otro capítulo.
Un día observó que una chica caminaba con la mirada al frente y las manos
desocupadas. Al día siguiente quiso empezar su historia pero fue incapaz. Pasaron los
días y la chica continuaba con las manos desocupadas y sin historia.
Hoy llueve, por lo que no puede ver con mucha nitidez, pero hoy también está la chica
con las manos desocupadas y sin historia.
A Beatriz se le había olvidado coger el paraguas y se estaba mojando…
Pero un desconocido le dijo: “no te mojes”.
43. Ella volvía a casa
Seudónimo: Sorgin
Aquellos niños lo tenían todo: comida abundante, dulces, buenos colegios, médicos,
juguetes, aparatos electrónicos última generación… tenían todo lo que querían, tanto,
que ya no tenían qué pedir.
Se despidió de ellos con un abrazo y algunas carantoñas, que quizá en el fondo eran solo
la sombra de la añoranza que sentía por otros niños.
El regreso a casa suponía una hora larga de autobús, caminos polvorientos, una
caminata cuesta arriba entre matorrales…
Aquellos niños no tenían comida caprichosa, ni colegios de pago, ni médicos cerca, ni
juguetes modernos, ni aparatos electrónicos… Jugaban en la calle, se subían a los
árboles y sentados en el suelo escuchaban cuentos de las personas mayores del lugar.
Tenían todo lo que querían.
La recibieron con sentidos abrazos y muchos besos, porque en el fondo la habían
añorado y mucho. Con lo poco que ella ganaba podían comer, con lo que sentían podían
vivir.
44. Viracocha
Seudónimo: Pol Kastre
Gregoria Condori vive en Sunchuchumo, una minúscula aldea a la sombra de un cerro
pelado en el valle del rio Vilcanota, a varias horas en carro desde Cuzco. Gregoria es
vieja, dulce, y desconfiada. Me recibe sentada en la puerta de su choza de adobe. Vive
sola. Me siento frente a ella mientras elige cuidadosamente tres hojas de coca que
primero ofrece al viento y después masca ceremoniosamente.
-Sé que quiere verme porque dicen que soy la persona más pobre del pueblo, murmura
escondiendo la mirada… - ¿Y usted de dónde viene, viracocha?
Con un palo seco dibujo un mapa en el suelo. Señalo su aldea, Cuzco, y trazando un
vuelo imaginario sobre el polvoriento océano, Euskadi.
Gregoria recoge su mirada y arranca una sonora carcajada mientras señala al cielo y se
tapa la boca.
-Perdone, viracocha, pero dice que ha venido volando desde tan lejos para verme a mí.
45. Sueños de otra vida
Seudónimo: Vera
Ella recogió todo rápidamente, había que irse cuanto antes.
No era el nuevo Iphone 6 lo que le esperaba, sino, los truenos que a su casa se
asomaban.
Sin escapatoria, solo la de evadirse.
Si algo había aprendiendo era que cuando su madre gritaba “corre” había que hacerlo.
Ella grita, yo corro, ayuda pido y por un instante me la dan.
Silencio. Nada más que silencio. Tiempos de paz, de tranquilidad, hasta que regresa la
fiera con más maldad y mi cuerpo ya no puede soportar ni una más.
¿Por qué a mí? ¿Por qué a esa niña que era tan feliz? ... Por que las malas personas
padres de alguien también serán.
No pude elegir, determinado estaba y ahora que me queda sino las ganas de huir.
Querer salir, escapar, sin medios donde ira.
No tengo dinero, solo lo puedo soñar con sueños de otra vida que me gustaría amar.
46. Labrando realidades del mañana
Seudónimo: Vera
Ojos de gata, piel de miel, sueño con poder estudiar, estudiando de lo que me gustaría
trabajar.
Sueño con ser artista, veterinaria o juez.
Los años pasan, mi ropa empequeñece, yo entre rejas envejezco. Entre rejas me siento
cada vez que levanto la cabeza y mi mundo contemplo.
Es una condena que debo pagar por haber nacido donde no me gustaría labrar.
Aun así, sigo soñando, sueño con sobrevivir, con salir de aquí.
De sueños se construye la vida y de realidades se destruyen sueños.
Pero esta vez mi sueño no se destruirá y realidad se convertirá porque soy fuerte, soy
mujer y soy valiente.
47. La digna rabia
Seudónimo: Metik
Anda rápida, ligera, con paso firme. Recorre el laberinto de la facultad de comunicación
para llegar al aula del máster de feminismo y estudios de género.
No tiene hora, pero aprieta el ritmo para no llegar tarde. Al subir las escaleras repara en
una carpeta de cartón morada en el suelo. La abre y, mientras lee el documento, se
esfuman las prisas.
Se pregunta para qué correr, ¿para obtener otro título para el currículum? ¿para volver a
pensar que la vida se puede organizar de otra forma? ¿para tener aún más curiosidad
sobre cómo se hará en otros lados?
Para seguir teniendo un sueldo precario a pesar de que la sociedad les vendió otras
cosas.
Aprieta la mandíbula y la carpeta morada hacia su pecho. Decide seguir a delante, para
poder algún día, cambiar las reglas del juego. La rabia llega para ayudarla a vivir cada
día con dignidad.
48. Paola
Seudónimo: Metik
Llegó ese día tan esperado, la marcha de las mujeres migrantes por la dignidad.
Estábamos en uno de los 32 Estados de México, el calor sofocaba, pero no nos
persuadía de llegar hasta el D.F. reclamando trato humano para las personas que migran
de Centroamérica en un tren de mercancías llamado “la bestia”.
Paola va junto con las demás, cantando, riendo, viviendo. La noche antes habíamos
estado hablando hasta tarde y hoy anda fresca, con energía. Siento que me percibe, se da
la vuelta, mira con sonrisa contagiosa y dice en voz alta: hoy tengo mi fuerza y la de mi
niña, que me espera en Honduras para que pueda llevarla, algún día, a un lugar sin
miedos.
Me estremezco antes de separarme de ellas, ¿cuántas llegarán sanas y salvas a los
destinos que se proponen?
Dicen que luchó, se rebeló y resistió antes de que las Maras la agarraran.
49. Y la vida degradada
Seudónimo: Ariel
Unos días después la manta manchada seguía ocupando el hueco de la cama. La semana
siguiente seguía sangrando, la faja, el colchón, el cabestro, estaban manchados, junto
con la manta, que había quedado marcada con un tatuaje de garras y violencia, de
sangre amarga, y su cuerpo, que no había vivido, se preguntaba si algún día lo haría.
Quince días más tarde, el fuego todavía ardía debajo de la falda.
No era fuego amigo, no era de pasión, eran llamas vivas, que comían sus órganos
empezando por debajo. Habían alcanzado el esternón, la obligaban a vomitar, a pagar
por haber sido mancillada. La obligaban a soportar, porque sabían que el hospital era
una mera utopía.
Cinco días antes no esperaba que esa sangre cayera por sus piernas por haber
correspondido a una mirada.
50. Reiteración
Seudónimo: Ariel
Otra comida y la nevera estaría vacía de nuevo. Marta calculaba entre vaivenes de polvo
y fregonas el tiempo necesario para recorrer las seis calles que separaban aquella casa
de la parroquia de Santa Mónica. Repetía el proceso mental al ritmo que raspaba
sartenes, pensando en otra alternativa, el centro social del barrio. Era sencillo. Uno u
otro. La decisión se basaría en su instinto, en su estómago. La diferencia la sentencia de
hambre un día más. Un día más en el que sus hijos volverían del colegio reclamando
golosinas como las de sus compañeros. Marta los calmaba inventando historias, que ya
se le estaban agotando. Y Juan cobraba en dos semanas. “Y qué más da, por lo menos
tenemos techo encima de nuestras cabezas, suelo bajo los pies”. Pero recordaba los
relatos sobre comida racionada y con vergüenza, con tristeza, aceptaba que se debía
vivir mejor en la guerra.
51. Caminar
Seudónimo: Zianude
Partí sola, triste y desorientada. Polvo, perseverancia, hambre, resistencia y dolor
lastraron mis hombros desafiando mi equilibrio mientras lugares, gentes y sentimientos
se aglutinaban. Enfrentando la oscuridad con coraje caminé atravesada por el frío,
aplastada bajo el sol, tenaz ante la fatiga, feliz con la amistad, descorazonada tras la
traición, emocionada de la solidaridad,...
Y la barbarie.
Destrozada, abandonada e impotente sin poder ser dueña de mi misma, de mi destino ni
de mis entrañas, te negué, repudié y odié con desgarro. La desesperación me desbordó
entre lágrimas. Pero lenta y pausadamente la tibieza ha crecido en mí y ya espero con
sosiego, con ternura, el momento de conocernos.
Ahora que el penetrante olor a salitre de la muerte se ha desvanecido alzo la mirada con
el orgullo de luchadora, no desde la meta, sino en la salida. Sin hogar, lugar, ni
identidad, pero con esperanza y vida, nuevamente camino.
52. Veía
Seudónimo: Calira
Veía formas y colores que no entendía. Los miraba todos los días al llevar los canastos
de verduras al pueblo, junto a imágenes de niños extremadamente delgados, con la cara
sucia y vistiendo harapos, junto fotografías de mujeres en poca ropa, coches, comidas,
edificios y más.
Nunca supe mucho de nada, a decir verdad, aprendí a contar de niña cuando ayudaba a
mi padre a vender los víveres. Mi madre me enseño de lo poco que sabía.
Veía como algunos niños de la aldea llevaban sus cuadernos a la escuela. Yo no podía ir
con ellos, era estudiar o comer.
Hoy sé que dicen esos carteles gigantes y, siendo sincera, no siempre es muy
importante, pero junto a mi marido hacemos la lista de cosas que buscar al mercado, y
juntos, felices y orgullosos, nos tomamos el café por las mañanas leyendo el bendito
periódico.
53. Mejor vida
Seudónimo: Silente
Madia ve su hijo morir.
A lo lejos la mira el santero y le dice: “Ten calma”, mientras caen de sus ojos lágrimas
amargas.
Dos monedas y un viejo reloj era todo lo que podía dar por su pequeño. Ya no tiene más
que un cuenco, una navaja, un colchón hecho de paja y una sábana que había
encontrado hace meses por el camino. Su chozna le ofrece refugio, pero sólo eso.
La pobre no entiende que está pasando, pero su bebé ya no se mueve. Lo examina
lentamente desde sus piecitos hasta llegar a sus ojos inertes. No respira, no grita, no se
queja. Aún caliente, está muerto.
Muy de cerca, le dice el curandero: “Ha pasado a mejor vida”.
Y súbitamente el hierro conoce la sangre, el dolor y la furia, conoce el tejido de su
corazón.
54. El atasco
Seudónimo: Valiente
En el barrio la conocemos como la Mangui porque a todos nos ha quitado algo: el
móvil, la bolsa de los recados o el bocadillo para el recreo. Aunque, normalmente, lo
que hace es pedir a la puerta del súper o en el banco que hay enfrente de la iglesia.
Siempre saluda, con su voz de enferma, y hay quienes dicen que es una bruja, por su
boca mellada, la ropa llena de mugre y su pelo, que parece centrifugado. Yo sé que es
mentira, pues a veces se la ve con un niño (las brujas no tienen hijos). Hace poco se
quedó atascada en el contenedor de la ropa. No podía ir para adelante ni para atrás. Los
niños del barrio nos acercamos y no paramos hasta que conseguimos desencajarla. Era
casi de noche cuando llegué a casa, sintiéndome un héroe. Mis padres me castigaron.
55. La ida
Seudónimo: Pequeña estrábica
Dicen las malas lenguas que no pudo soportarlo. Tenía una oenegé como quien tiene un
pañuelo, una cartilla en el banco, una herida, una conciencia herida, una herencia. Se
dedicaba, en sus días de asueto, a ayudar a otras mujeres que atravesaban —atraviesan,
atravesarán— situaciones difíciles. El caso es que se ha ido, dicen que para siempre. La
extrañarán sus hijos, ya huérfanos; la extrañará su viudo; la extrañarán sus clientes, los
chóferes, los cocineros, el chico que paseaba los perros, las limpiadoras que venían los
viernes, los guardias de seguridad, los del camión blindado, sus superiores (tan pocos),
sus subalternos (tantos), a quienes exigía —ya no exige, ya no exigirá— cada vez más
beneficios, contribuir al engaño, vender, vender, vender, venderse hasta el alma. Pero ya
descansa, probablemente, de sus contradicciones. Esta pobre mujer, tan rica.
56. Pies
Seudónimo: Anselmo Cifuentes
Bajo la sabana podían entreverse unos piececillos descalzos, bastante sucios y
agrietados la verdad, pero de alguna manera eran los pies más hermosos de la tierra.
Ella se dedicaba a besarlos y tocarlos sin parar, amaba esos diminutos pies, los amaba
con locura, conocía todas las líneas, las formas irregulares e imperfectas de cada dedito,
los colores de la piel en cada una de las oquedades y el número exacto de pequeñitas
pecas, los había visto crecer y transformarse, y aunque en los últimos días se
encontraban algo más flacos y desmejorados, ella seguía amándolos con locura.
Tras uno intensos minutos de dolor, alguien la aparto suavemente con la mano y volvió
a tapar los pies con la sabana. Es una desgracia que las lágrimas de una madre no tengan
el poder de volver a dar vida a unos hermosos pies.
57. Pozo de melancolía
Seudónimo: Mikare
La tristeza, sensación que creía haber enterrado tiempo ha, regresó con tal intensidad,
que la azotó mediante un dolor insoportable. No pudo detener aquella oleada de
recuerdos que acabó invadiéndola. La vida se había cebado con ella, llevándose consigo
a su familia y su único amor, aunque dejándole una semilla que se gestó en su ser.
Con el tiempo, su ánimo pareció crecer al mismo compás que su vientre y tras aquella
odisea, cuando tuvo entre sus brazos la razón de su ser, se sorprendió extrañada,
sonriendo de nuevo.
Paradójicamente, la penumbra en la que se estaba sumiendo la despertó de sus
ensoñaciones devolviéndola a la cruda realidad. Sintió perder la vida cuando aquellos
desconocidos, que nada sabían de ella, se llevaban a su hijo alegando que ella no era
capaz de mantenerlo. Y se sintió desdichada, muerta en vida, la mujer más pobre del
mundo.
58. Resignación
Seudónimo: Mikare
Sumida en el conformismo de sentirse en una situación común, Aeren perdía fuerza
cada vez que su famélico recién nacido hijo trataba de alimentarse de sus marchitos
pechos. Tenía el vientre hinchado, a pesar de no haber probado bocado en los últimos
cuatro días. El cadáver del padre de su hijo yacía a escasos metros de su posición,
impasible ante el sufrimiento de su amada. Por más que miraba el rostro de su bebé,
tratando de encontrar unas fuerzas que la permitieran salir a cazar, no hallaba rastro de
ellas en su ser. Con apenas catorce años, sentía estar viviendo la última de las
calamidades de su vida.
Una lágrima corrió por su huesudo rostro dando a parar a la tez del niño, que ya no
mamaba, ni parecía respirar. Aeren, impasible, cerró los ojos y se sumió al fin en un
descanso eterno y merecido.
59. Bolsas
Seudónimo: Sebastián Markena
La habitación apenas recordaba a la que conoció su marido en vida. Aún mantenía el
papel pintado que inicialmente fue de color crema y que el tiempo había ennegrecido.
Desde su asiento cansado ve montones de bolsas repletas de comida caducada “por si
acaso” y ropa dispuesta en cúmulos “para no poner el radiador en invierno”. El resto de
la casa no estaba más limpia u ordenada que el salón. La cocina era una clase de
vertedero donde se depositaban las bolsas de basura con delicadeza, y ahí, sobre la mesa
donde antes comía, en la única parte de la mesa donde el material no parecía exudar
grasa de color naranja, se hallaba, sellada y con membrete oficial, una carta.
- Martín, de esta no salimos - le dijo a su gato, con lágrimas en los ojos, mientras
esperaba que llegara el juez para ejecutar el desahucio.
60. Un nuevo día
Seudónimo:
Amanece un nuevo día. Es temprano, y la cima de la montaña, un día más, se encuentra
oculta tras la densa niebla. Me levanto con ánimo. Sin el equipamiento adecuado, pero
con las ideas claras. Me pongo en camino. Para mi sorpresa, no estoy sola. ¡Somos
multitud! El gélido viento invernal golpea. Es el aliento de una sociedad, enferma de
ceguera, el que intenta detenerme. Pero no. Me siento pletórica. Fue Flora Tristán quien
definió el camino, pedregoso y embarrado. Somos nosotras quienes lo acometemos. Y
nosotros. Continúo. Paso a paso. Metro a metro. La cima está más cerca. Continúo.
Finalmente, la alcanzamos. ¡Vaya! Nunca imaginé lo que desde aquí podía verse. Ahora
el camino se vuelve descendiente. Cada paso es más sencillo, cada metro. Cada logro se
ha vuelto más factible. La niebla se ha ido. Más bien, la hemos echado. Todas. Todos.
Amanece un nuevo día.
61. Sólo un número
Seudónimo: Atenea
Al despertar al nuevo día, Miren no puede saber que será el último de su vida.
Su vida. ¿Puede llamarse así a esa losa que va aplastándola hasta convertirla en un
número más? Uno de esos que manejan los dueños de su destino.
Como todas las mañanas, ayuda a sus hijos a vestirse. ¡Oh, no! Jon ha vuelto a crecer y
sus flacos tobillos asoman bajo el pantalón heredado de su hermana. Tendrá que volver
al local de Cáritas. Otra vez.
Reparte entre ellos las últimas galletas, mientras se pregunta qué les dará para cenar.
Mejor no pensarlo todavía. No pensar, no sentir. Ni siquiera mirarlos para no encontrar
tantas preguntas en sus ojos sabios.
Cabizbaja, sale hacia la oficina de empleo. Un día más... ¿para qué?
Un número en la puerta del estanco. El gordo de la lotería.
¿Ese número...? ¡Imposible...! ¡El que le regalaron ayer!
Ahora sí, VIDA.
62. Sueños y realidad
Seudónimo: Esperanzada
Se levantó temprano, y acompañando a su madre a la compra se detuvo frente a un
maniquí que representaba su imagen de mujer ideal, lejos de duras jornadas de trabajo
doméstico después de largos años de educación. Los hombres tenían que trabajar y la
mujer, en casa, dedicarse a sus labores, aunque fueran añadidas a las que hacían los
hombres y mejorasen la escasa economía doméstica.
En casa encendió la radio, cogió el costurero y se puso a zurcir con la imaginación en un
futuro matrimonio, la realidad entre sus manos y la vista en los títulos académicos. Pero
estaba en el paro.
63. Adela y Mihaela
Seudónimo: Esperanzada
Mihaela trabajaba afanosamente cuidando de Adela, una mujer mayor sin familia. Era
feliz, tenía un contrato y podía mantener a sus hijos. Sin embargo, un día decidió
abandonar su empleo repentinamente. “He encontrado algo mejor”, decía entre lágrimas
justificadas por el apego hacia Adela tras su tiempo en común.
La vida siguió, pero una tarde Adela descubrió a Mihaela mendigando en la ciudad.
“¿Qué ha pasado?”, preguntó dubitativa. La joven rompió a llorar y confesó que su
marido le había prohibido trabajar, “son demasiadas horas fuera y tengo que cumplir
mis obligaciones”. Adela no podía comprender cómo la vida de la muchacha podía ser
tan dura: emigrante, en la miseria y con su propio esposo como peor enemigo. No lo
dudó, se acercó a la habitación donde vivía Mihaela y habló con su marido utilizando el
afecto como única arma. Esa misma tarde Mihaela volvió a casa con Adela.
64. Del salón en el ángulo oscuro…
Seudónimo: Triskelion
Dos de Mayo, y ni el año ni el lugar importan porque la historia y su historia poco
tienen que ver.
Es madre soltera de dos hijas (como si no hubiera habido padre...). Es difícil. Y motivo
de vergüenza ajena, por lo visto. Sólo ajena: se le grapó, joven, la carga al vientre; y
vive Dios (eso quiere) que aún duele.
Nunca fue una niña tonta: huyó de él cuando pudo, escuchando a quien debía y
canjeando su dignidad por la de sus hijas.
La mayor ve lo que la pequeña ni intuye. Mamá habla de resistir, valentía, integridad.
Así como viven de su sueldo mísero e intermitente (gajes del cobrar en negro), sus niñas
habrán de aprender a no esperar nada.
Sólo una cosa permite el sueño: si un día consiguen una oportunidad, vive Dios
(nuevamente) que se aprovechará. Porque aprendieron, hace mucho, a oler la escasez
desde lejos.
65. El motor ruge de nuevo
Seudónimo: Piloto
Hace apenas unos meses Eki comía sentado a la mesa ayudado de su madre. Sandy
sostenía el avioncito con una mano y la cuchara con la otra, al tiempo que simulaba el
rugido de un motor y el niño balbuceaba gozoso entre los metales. No era un mero
truco. Era un juego buscado que a veces hacía reír sonoramente a ambos. Desde que el
mecánico un día abandonase sigilosamente el hangar, la aeronave deteriorada ya
acumula polvo en la alacena. Las hélices ahora silentes quisieran girar de nuevo. El
viento huracanado sopla con fuerza al otro lado de la ventana sin cristales. Pero casi
confundiéndose con el clamor ventoso, hoy parece que, como el eco, el motor del
aeroplano otra vez resuena y las provisiones impactan melodiosas en el pavimento.
66. Adivinanza solidaria
Seudónimo: Ligurrire
Una adivinanza sin parangón presentamos a continuación
Si la curiosidad os nubla la razón, seguid leyendo, hacednos el favor
Una palabra mágica tras estos versos se oculta y desenmascararla os ocupa:
Sufren las mujeres su ausencia en silencio
Los mandatarios rara vez se paran a pensar lo que significa en sí
Dos segundos bastan de ella para mejorar la Historia
Razones sobran para que esté ahí
Derechos faltan para romper la brecha
Debemos tenerla en cuenta para la posteridad
Si tras estas pistas, la solución aún os despista,
Donde nace y muere cada verso las letras habréis de juntar
Y la palabra mágica se os revelará.
67. Sexo débil
Seudónimo: Neverland
Suena el despertador. Otra vez. Perezosa me hago un ovillo en la cama, abrazando el
edredón que cubre mi cuerpo. Cinco escasos minutos. Vuelve a sonar; y esta vez no hay
pausa posible. Inclino mi torso y asomo las piernas. Le doy un beso para coger fuerzas.
Volvemos a empezar.
Despierto a Dani y Nerea y mientras remolonean preparo su desayuno. Entre naranja y
naranja exprimida compruebo mi correo electrónico. Desayunan. Les ayudo a vestirse.
Preparo su hamaiketako. Me cepillo el pelo y le hago a mi hija una trenza.
Les dejo en el colegio y les recuerdo que hoy le toca a papá ir a buscarles. Les doy un
beso y a trabajar.
Vuelvo a casa, con una sonrisa. Entre los dos hacemos la cena. Veo mi serie favorita
mientras plancho sus camisas. Y cuando me miran, vuelvo a sonreír.
Soy muchas cosas.
Pero no soy el sexo débil.
68. “Yo tengo un sueño” – Decían
Seudónimo: Neverland
Cuántas veces habré recordado ese gran discurso. Cuántas veces habré cambiado las
palabras “negro” por “mujer”, imaginándome -pobre ilusa de mí- que alguien
reivindicaba mis derechos.
Pero no. Ya no quedan oradores como los de antes. Ya nadie llama la atención. Ahora
hay cosas más importantes por las que luchar. No hay tiempo que perder. En nosotras.
Cada día recuerdo ese gran discurso y soy yo la que sueña. La que desea que una mujer
valiente se levante entre la multitud y abarrote las plazas con un logrado y espontáneo
discurso que nos quite la etiqueta de “sexo débil”.
Pero cada noche vuelvo y junto los pedazos de mis ilusiones rotas. Y sólo me acuesto,
soñando de nuevo.
Mas ojalá no necesitara cerrar los ojos para sentirme igual que el resto. Ojalá la
dignidad nunca dependiera del sexo.
Ojalá dejara de ser nada más que un sueño.
69. Ana
Seudónimo: Antonia
Ana siempre quiso ser solidaria; de hecho, siendo muy niña, ya soñaba con hacer felices
a los otros. La adolescencia llegó para presentarle a una persona excepcional. Así que,
casi sin darse cuenta, quedó sin sentidos para nada que no fuera su pequeño mundo de
dos. Por supuesto que tenía vecinos con dificultades… ¡Pero no eran sus problemas!
Los días pasaron, la alegría no llegaba a tocarle el alma y se sentía rodeada de
banalidad. “Me pasa algo, creo que he dejado morir a mi propio yo”, pensó decidida a
escucharse. Entonces su deseo de aportar valor se agudizó; detectó carencias, dedicó
tiempo, palabras y afecto a su alrededor y, en poco tiempo, Ana por fin recuperó a la
niña solidaria que fue. Desde entonces, su pareja, excepcional como es, le regala cada
día ración extra de abrazos para llenarla de energía.
70. Sonrisa, manos y corazón
Seudónimo: Antonia
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‐
Mamá no entiendo porqué han cerrado el comedor solidario, si tú siempre has
dicho que era muy importante compartir y has dado dinero.
Si, hija, es importante compartir pero yo no lo he hecho. El dinero que he dado
no tiene sonrisa, ni manos, ni corazón. Sólo el dinero ha resultado insuficiente.
Entonces, ¿Qué va a pasar con las personas que iban a comer allí? Vas a darles
de comer tú?
Me lo pones muy difícil hija.
No te preocupes, vamos a hacer algo; en clase hay un niño que nunca lleva
bocadillo, podemos hacer dos y yo le llevo uno.
71. De amigo a amigo
Seudónimo: Dron
Este es el rap, de la solidaridad,
Este es el relato, que mola un rato,
Si no te comprometes, la pata que metes,
Le dije a mi colega, que a todo pone pegas!
Las mujeres que no tienen,
Que no se mantienen,
No pueden, no deben,
Prohibido se lo tienen!
No va conmigo,
Me suelta mi amigo,
Tú de que vas,
Escucha este rap!
Echa una mano,
No mires de lado,
Es lo que distingue,
Al bueno del malo!
Vaya marrón,
Tienes toda la razón,
No quiero ser testigo,
Muchas gracias amigo!
Y así terminamos.
Los dos agarrados,
Saltamos, gritamos,
Y a todos os cantamos!
Ayuda a las mujeres,
Que quieren y no pueden,
Que sufren, que lloran,
Que les abandonan!
Este es el rap, de la solidaridad,
Luchar por la pobreza,
Con personalidad!
72. Sonrisa de despertar
Seudónimo: Petirrojo
En cada genuflexión, una gota de sudor. Un día decidí recogerlas, añadirme una tarea
más. Un día llegué a pensar, que si las almacenaba, llegaría un caudal. Un día llegó ese
día, y como me sobró, lo dejé secar. Ante mis ojos, sal. Sonrisa de despertar
73. Mujer y pobre y nada más
Seudónimo: Petirrojo
Que no es verdad que no existas
Que no es verdad que no temas
Que no es verdad que eres simple azucena
Que veo tus ojos llenos de tierra
Que no estás lejos, más bien cerca
Y que te quiero,
invisible guerrera.
74. La persona que está a su alrededor
Seudónimo:
Ane está feliz: hoy va a ser su último día como fumadora, ya no necesita justificar ese
dinero de más que ha ido faltando en el presupuesto familiar. Nunca fue adicta al
tabaco, no fumaba ni una décima parte de lo que decía. Esos cinco euros diarios no iban
a parar al fondo de sus pulmones sino a una hucha bien escondida. Nadie dijo que la
libertad fuera rápida. Si había podido aguantar tanto tiempo en una relación que la
estaba envenenando lentamente, podía aguantar un día más. Todas esas palabras y
caricias a las que había sido adicta se habían convertido en humo, nada quedaba ya de
aquel hombre a quien se enganchó en su juventud. Mañana será libre de un veneno
mucho más fuerte que la nicotina.
75. Ruinas agónicas
Seudónimo: Erik
Tengo templanza, la necesito a la vera de mi templo. Rostro tendido ora entre horas, ora
entre piedras… marchitas. Volqué volcanes de lágrimas. Y así, caminé hasta el rincón
más concurrido: la desesperación…
Quisiera sostenerme entre columnas, torreones de monedas forradas de valor. Dirijo mi
mirada hacia una inscripción. La leo: Pobre rareza: mujer, inferior. Firmado:
Naturaleza. Ignoro quién lo esculpió. Inquiero a la bóveda celeste, mi condición.
Rebotes sonoros revoloteando sobre mi oído, sola…, mi voz. Mientras, realizo ofrendas
a mi dios: Nummus. Dios andrógino, de rostro argénteo y cuerpo áureo.
Arcos, circunstancias que tensan la cordura, cedidas, hacen que el techo que cubre mi
seguridad se venga abajo. Se abalanzó sobre el suelo y yo, sepultada entre ruinas
agónicas, loca…gritos indignados recorrieron pasillos aéreos, se juntaron con el polvo
suspendido. Afonía socorrió a mi llamada de auxilio. Nummus no vino a
rescatarme…todavía.
76. Tribulada tripulación
Seudónimo: Edith Woolf
Mujer vestida de desnudez empobrecida,
Monedas, farolas titilantes que gotean…espesas, sobre la mesa
Derramadas en una cortina de lágrimas, hirviendo.
Hoy, a ir viendo miríadas de mujeres ahogadas se le llama “rutina”.
Ruta, que atina a lanzar chorros derrochados de pensamiento.
Mar de dudas titubea antes de arrojarse a mis ideas.
Lucha pertinaz contra unas suicidas que viven, latentes.
Balsa que no salva a un angosto monedero,
real heredero de una circunstancia de bajeza real, vidriosa.
Mar, marco de vaivenes grises, retrata mi suerte.
Cada marca de las olas, solas, asolan mi cubierta…abierta.
Me mantengo fría, azul, titánica iceberg ante un Titanic
Encharcada, sin voz, entre torrentes de lloros,
salpican la proa, pican al salir de mis ojos.
Compañeras extrañas cruzan el puente, penosamente:
tribulaciones suben a mi tripulación.
Tribu que tributa maldiciones:
¡Lucha sol a diario, solitario.
Solidario, irradia abanicos de cuchillas,
esperanzadas en anclarse en un corazón, brillan…!
77. Al encuentro de Conciencia
Seudónimo: LiTTeRaTo
(Mujer se despierta extrañada con Pobreza acurrucada en un dormitorio)
Mujer: ¿Dónde estoy?
Pobreza: Este es tu hogar heredado. Llevas eones en este sitio.
Mujer: ¿Por qué motivo?
Pobreza: Lo desconozco. A mí me trajeron a la par que a ti.
(Observan que están ligadas con unas cadenas ígneas)
Mujer: Oye. ¿Sabes cómo escapar de este inhóspito lugar?
Pobreza: Sí.
Mujer. ¿Cómo?
Pobreza: El Vigía posee una llave que nos puede liberar.
Mujer: ¿Quién es?
Pobreza: No lo sé. Jamás he visto su rostro.
(Las cadenas comienzan a abrasarles)
Mujer: ¿Qué podemos hacer?
Pobreza: No lo sé. Prefiero quedarme aquí y fenecer.
Mujer: Haz lo que desees, yo me voy a soltar y a buscar al Vigía.
Pobreza: No me abandones.
(Mujer vacila)
Mujer: Ya sé que llevamos toda una vida juntas, pero he de encontrar al Vigía.
(Mujer rompe las cadenas y sale del hogar)
78. Solidaridad femenina, pobreza intempestiva
Seudónimo: LiTTeRaTo
Nacida en un lugar innombrable en cautiverio sentimental.
Heme aquí, en jaula pétrea: mujer de Cristal.
Pobreza atravesando miríada de miradas, tan sólo la mitad.
Algunas rozan la laguna de lágrimas anhelando una alternativa.
Miseria ignota en el lodo, mota de polvo.
Señales oriundas en la habitación baldía
reflejan la vida paupérrima de cualquier mujer.
La agonía chilla y su mente comienza a llamar al pensamiento
ideas arcanas, cercanas al empoderamiento.
Prisión monetaria con fondo, ella sin él: solamente hiel.
Hoy, se deshiela con la vela del ardiente deseo.
Se oye un silencio, un susurro, un grito de superación por volver.
La riqueza abraza la pobreza, deshecha ya con entereza.
La esperanza advenediza aterriza en las zarpas
que desgarran el vetusto dolor del ayer.
¿Qué he de esperar siendo mujer?
Un despertar somnoliento...
Quizás mejor una tempestad intempestiva
para impulsar a sus congéneres.
Sé mujer, siéntete viva.
79. A mi dulce Jaqueline
Seudónimo: Basquepacker
Amorcito de mi vida:
Llora fuerte por mí.
Tu mami se va lejos, muy lejos de nuestra Nicaragua, a un lugar llamado Europa.
Me dicen que voy a cuidar a una señora, pero me encerrarán en un burdel. Y unos
hombres vendrán a sacarme todo lo que tengo: los besos que quisiera darte antes de
dormir, las caricias con las que iba a curar tus dolores de barriguita, los abrazos que
tenía guardados para ti.
Pero un día mami volverá. Pero tú ya será mayor y mami estará muy enferma. Y te
enterarás de que tu mami es puta. Y sentirás vergüenza de mí.
No habré estado contigo en tu primera menstruación. Tampoco te habré escuchado
contarme cómo besaste a tu primer chamaquito. Me odiarás.
Pero tú, mi amor,no caigas en la misma trampa que tu mami. Quiero que estudies, y que
seas libre.
80. Detrás de una ventana
Seudónimo: Alberto
Viajó por amor a una ciudad lejana con su compañero. Las cosas iban mal en el pueblo
y en la ciudad todo parecía muy nuevo. Se aposentaron en un motel corriente. Él no
encontraba trabajo, y el dinero se esfumaba en agua ardiente. Un día cogió la puerta y se
fue. Nada más volvió a saber ella de él. Solo le dejó el recuerdo de una barriga
creciente. Ella se negó a volver al pueblo: “Las zonas de campo están anticuadas, ¿qué
dirán si vuelvo sola y preñada? Aquí todo es más moderno, encontraré trabajo y saldré
de esta, espero.” No encontró un oficio, embarazada y rechazada, le resultó todo un
sacrificio. Sin dinero, ni amor, y con un hijo en camino, eligió la libertad como destino.
Encontró su senda detrás de una ventana. Sin consuelo, ahora su cuerpo yace inerte
sobre el suelo. Suelo de conciencias resignadas.
81.
Seudónimo: Ncanca
Tendrás que adentrarte un poco más, cierra tus ojos, mira tu riqueza interior para poder
alcanzar un punto donde obtengas el coraje moral suficiente para reconocer tu unidad en
los otros. Establecer vínculos reales y contribuir a fraternizar. Entonces SI!! Esa
solidaridad, bondad y empatía que se haya en ti podrá ser compartida.
Sólo haciéndonos seres solidarios podemos aproximarnos a ser completos caminando
hacia la paz y bienestar. Por ello nos debemos de reconciliar con esa faceta imperfecta
que todos tenemos. Acompáñala, comparte su carga tan pesada y condicionada
socialmente desde esa reconciliación con la imperfección. Y colmarás de riqueza su
AHORA...
82. La constancia
Seudónimo: A.L.
La biblioteca era ya un lugar familiar. En ocasiones acudía con entusiasmo, otras con
pereza y la mayoría, sin pensar. Sabía que era su lugar. Conocía perfectamente la cojera
de la silla del fondo, las manchas de la mesa y los títulos del tercer pasillo: obras
completas, culturas del mundo, historia natural y mujeres: Historia, antropología
feminista, la sección femenina, diosas o damas. Siempre se quedaba pensativa al
contemplar estos libros. Realmente, no habían aprendido nada del arte femenino, sus
conocimientos no iban más allá de la representación de unos cuerpos acariciados por el
pincel o por las manos del artista y, sin embargo contaban con una sección de tres
estanterías, aisladas del número 7 de ARTE. En el lomo de unos libros vio la mirada de
la mujer del Fayoum, de la dama del Armiño y de la Venus; entendió sus mensajes y
volvió al trabajo.
83. El pueblo. Homenaje a Lorca
Seudónimo: A.L.
¡Despierta! ¡hija! ¡Despierta!
¡Madre! ¿qué sucede? ¿dónde está padre?
Padre está bien, se ha muerto la cochina. Ha bajado a la cuadra porque ha oído a los
pequeños gritar.
¡No me diga! ¡No me diga eso!
Hija, no vayas a despertar a los vecinos. Vístete y baja a llamar a Domingo, quizá nos
dé algo por la cerda si le dices que acaba de morir. Ve antes de que el pueblo despierte o
no querrá la carne. Maldita sea, ya lo dijo Bernarda, es así como se tiene que hablar en
este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el
miedo de que esté envenenada.*
Madre déjelo, descanse un poco.
Igual que al animal, así nos pasará a todos.
(*) Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba (Cholsamaj Fundacion, 1978). Pág. 7
84. Anciana
Seudónimo:
“Un día los machacaré” pensaba la anciana a la vez que se agachaba. Aquella foto de su
hermano, un tipo corriente que no supo más que ser un hombre, le recordaba al fuerte
olor que perseguía a los hombres de taberna. Un olor que producía en ella rabia e
impotencia. Nunca se solidarizó, le parecían idiotas por muchas consignas que
defendieran. Siempre con la angustia que le inspiraba el mañana, conoció hasta el
último rincón de aquella barriada con la esperanza de encontrar nuevas sensaciones.
Pero no era su culpa, o sí. Siempre le dijeron lo que hacer y ya era tarde para aprender.
Pero la duda era constante y, a veces, necesaria: “¿Por qué?”. Nunca encontraba la
respuesta. Solo sabía que los idiotas que olían a rabia e impotencia vivían tranquilos.
85. Viernes de pipas
Seudónimo
Le encantaban los viernes. Ricardo que salía antes de trabajar, recogía a los mellizos de
fútbol e iban al bar “de las pipas” donde se reunían con ella. Lo llamaban así porque
comían pipas hasta que la noche caía. A ella le gustaba compartir ese momento junto
con su familia, le hacía feliz. Además de vuelta a casa, los niños se quedaban dormidos
en el monovolumen nuevo y era entonces cuando charlaba con Ricardo. Así sucedió
aquel día. Cuando Ricardo, tranquilamente le contaba que estaba ultimando un artículo
sobre economía nacional unas luces le cegaron y un tremendo estruendo se oyó a
continuación. Entonces abrió los ojos. Frente a ella, las borrosas siluetas comenzaban a
definirse. Un hilo de su voz preguntó por Ricardo y los niños. Los ojos vidriosos de su
madre delataban la tragedia. Pobre de ella, supo que nunca volvería a tener más viernes
de pipas.
86. 3 mujeres
Seudónimo: E9
“La noche en el slum cae como un borrón, como un velo de sudor sobre los ojos,
todavía sangraba, cuando entré en el vertedero. Rezaba porque la criatura hubiera
muerto ya. El profundo hedor a descomposición me detuvo, y abandoné la bolsa con mi
hija sobre un montón...”
“Esa mañana ningún otro recolector había trepado la colina de basura de Radpur. Si me
daba prisa, sacaría algo de provecho. Pero no pude hacer mucho, de pronto escuché
algo, un berrinche rabioso, que me condujo hasta un montón ratas. Debajo se retorcía un
bebé…“
“Cuando aquella chica me trajo al Centro todos se asombraron de que hubiera resistido
mi primera noche en el mundo. Yo no sabía que estaba contrahecha, que unas ratas me
habían dejado ciega e inservible para siempre, no sabía que estaba por debajo de los
parias, yo solo ERA una MUJER, que VIVÍA.“
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