en recuerdo del primer centenario

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A LA GLORIA
D EL INSIGNE
ESCULTOR MURCIANO
í-tí> s'^ F = ^ Í5 i= X ¡h ^ 'iW ® 5 3
Y
ALGARÁZ
Y
en recuerdo del primer centenario
D E SU M U E E ^ E ,
DEDICA
EL A YU N T A M IEN TO DE M URCIA
E S T E LIBRO
F O R M A D O C ON L A S C O M P O S I C I O N E S
LEID A S EN L A V E L A D A LIT E R A R IA
EN
LA
NOCHE DEL
EL
3
CELEBRADA
CASINO
DE
MARZO
DE
M URCIA, 1883.
IMPRENTA DB cEL DIARIO>.
1883.
En la sesión que el Exorno. Ayuntamiento de
Murcia celebró el dia 5 de Marzo de 1883, presentó
el Sr. Alcalde D. Eduardo Riquelme la siguiente
proposición.
«En el Gasino de esta ciudad ha tenido lugar en la
noche del 3 del corriente una fiesta literaria y artística
para honrar la memoria de un ilustre hijo de Murcia^
Don Francisco Salzillo y Alcaráz. Poco, muy
poco ha hecho el Ayuntamiento para esta fiesta del Cen­
tenario de la muerte del insigne escultor murciano; pe­
ro ha cooperado con cuanto el iniciador, Sr. JD. Javier
Fuentes y Ponte,le ha pedido. A él corresponde la glo­
ria de su iniciatwa, por lo cual merece híen de esta
ciudad, y un voto de gracias de su representante él
Ayuntamiento.
^Estas fiestas levantan él ánimo y honran como nin^
gima otra á los pueblos que las celebran. Sería conve­
niente perpetuarlas vivas, de cualquier modo digno que
fuese, en la memoria de todos; y, á estefin, propongo al
Ayuntamiento que acuerde hacer una edición de todas
las producciones literarias leídas en la noche de la Ve­
lada del Casino, y remitir egemplares á sus autores,
corporaciones de esta capital. Ayuntamientos de la pro­
vincia y principales de España. E d u a r d o R i q u e l m e .
E l Ayuntamieiito, en sa vista, aprobó la preceden­
te proposición, acordando, de conformidad con la
misma, autorizar al Sr. Alcalde para que disponga
lo conveniente á su cumplimiento.:»
Fueron presentes en esta sesión: el 8r. Alcalde,
los señores tenientes de alcalde D. Victor Soler, don
Juan Piqueras, D. José Lopez Cabezuelo, D. José
María Solis y D. Andrés Sobejano, los concejales
síndicos D. Abelino Salazar y D. Prudencio Soler, y
el concejal D. Manuel Mata,
ODA.
Gloria! Bendito nombre
que lauros brinda en lo futuro incierto;
vaga Deidad en quién adora el hombre,
si codicia vivir después de muerto;
estrella hermosa y pura
que entre apiñadas nubes escondida,
deja pasar un rayo que ftilgura
sobre el mar tormentoso de la vida;
con entusiasmo ardiente
contemplo absorto su preclaro brillo,
pues entre luz creciente
despliega ante los ojos de la mente
l a eterna apoteosis de S a l c i l l o .
Álzate, ilustre sombra,
de la morada de la tumba fria,
ornato á ser de tu nativo suelo,
y hollarás rica alfombra
de palmas y laureles
que en ventiu’oso dia
conquistaron tus hábiles cinceles.
Alzate, porque el pueblo que dichoso
meció la noble cuna
donde dormiste el sueño de la infancia,
hoy á su amor admiración aduna;
y con justa arrogancia
tu nombre vé cual don de su fortuna.
Mas ¡ay! aunque del seno de la muerte
6
no pueda resurgir tu cuerpo inerte,
el ahna tuya, libre de cadenas,
se ostenta explendorosa
en cada inspiración que al patrio suelo
(perpetuo Eden de rosas y azu cenas)
legar supiste con ardiente anlielo.
Y siempre vives, pues tu insigne historia
conservan con desvelo
juntos el corazón y la memoria.
¡Oh fortunada Murcia, patria mia!
Tú, reina antigua de siu par belleza,
deleite de la humana fantasia;
tú, cuyo escudo, timbre de nobleza,
muestra siete coronas que grabaron
perínclitos monarcas
que tu firme lealtad galardonaron;
con ufanía, cuando tanto vales,
ves brillar à Saldilo en tus anales.
¡Noble historia la tuya,
que cual áureos anillos eslabona
nombres donde la gloria centellea;
donde, entre ciento y ciento que pregona
la Fama que al olvido los arranca,
brillan junto á Cáscales y Romea
el gi’an Fajardo, el gran Floridablanca!
En esta patria de quien hijo fuiste
y en que aspirar pudiste
de floridos vergeles el aroma,
el numen ¡oh Saldilo! recibiste
que deben otros à Florencia y Roma.
artista cristiano
gozaste el misterioso
de inspiración
alimentó tu genio soberano;
Como
claro raudal
sagrada
que
y al amparo de cielo cariñoso
que resplandece en luz inmaculada,
y al rumor de las aguas del Segura
que mansas eorren, desparció tu msnte
ios destellos de sol sin occidente.
Tú lograste la palma
de hacer brotar como de arcano oscuro
los dolores del alma,
cuando con el cincel al tronco duro,
á obedecerte atento,
dabas, con noble forma, ser y aliento.
Y à par que en él vivificar sabias
celestiales encantos
de arcángeles y santos
que en sueños creadores presentías,
con fuego nunca visto
ante los ojos de la fé pomas
el gran dolor de la pasión de Cristo.
Sí, ya con alma de ternura llena
nos le mostraste en la sagrada Cena;
ya de sangre cubierto,
y ante el cáliz letal de la amargura,
alentado del ángel en el Huerto;
ora cuando el apóstata Iscariote
por codicia perjm’a
besaba su mejilla traicionero;
ora cuando sufrió bárbaro azote
de uno y otro sayón al golpe fiero;
y á más cuando en angustia pavorosa,
sucumbiendo al rigor que le abrumaba
de la cruz ponderosa,
en tierra sin vigor se desplomaba.
Más ¡oh suprema inspiración del Arte
que el cielo quiso darte!
¡Cómo el dolor del pecho destrozado
revelaste eu el rostro de María,
páhdo y moribundo
y en amorosas lágrimas bañado!
En memorable dia,
tu espíritu vivaz del bajo mundo
transpuso la región; en trono hermoso
la vió ceñida de inmortal pureza;
y tornando á la tierra presuroso,
y á través de los siglos que salvaba,
la siguió del Calvario en el camino
cuando, en honda aflicción, así clamaba
con muda voz á su Jesús divino:
«¡Mi dulce amado, que á morir te ofraces!
al suplicio te llevan,
y sin mirar que lánguido falleces
en tí de nuevo sus furores ceban.
¿Quién tornó melancóhco y sangriejtto
aquel puro color de tu megilla?
¿Quién te puso tan triste y macilento
que tu mirada celestial no brilla?
¿Cuáles manos traidoras
ciñéronte por colmo de crueldades
corona vil de espmas pxmzadoras?
Perdona en tus piedades
el pago que te dieron:
Perdónalos, Jesús: tus hijos fueron!»
Esta mortal angustia sorprendiste
en la Virgen sin mancha de Judea,
y en su celeste imagen la esculpiste
sobre faz adorable,
de su etérea beldad humana idea.
Y pues copiar pudiste
rasgos de perfección inenarrable,
hubiera sido en vano
que al cincel resistiese de tu mano
cualquier terrena forma,
cuando imitar quería
la verdad natural, dechado y norma
que en la senda del arte era tu guía.
Tan grande fué tu genio y envidiado
que con númen sublime y vivo anhelo
reprodujo inspirado
la belleza del mundo y la del cíelo.
Tan grande, que en el vuelo
de su fervor creyente
logró salvar el límite sombrío
que es noche de la mente.
Aguila audaz de inmenso poderío,
9
que asciende al sol, erguida la cabeza,
Dios, sólo Dios robusteció sus alas
para elevarse á la mayor alteza.
É l le prestó mirada escrutadora
para que hallase luz y resplandores
á través de tiniehla aterradora.
Por esto son tus obras peregrinas
poemas de dolores
que piedades divinas
en el humano corazón derraman;
y al ver que en ellas por insigne suerte
vago reflejo celestial se advierte,
inspirado de Dios todos te llaman. *
Así, pues, tu recuerdo esclarecido
no morirá jamás, pese a la muerte
en la insondable sima del olvido.
A
n t o n io
ARNAO.
Esta composición forma parte de un nuevo libro de poesías
que su inspirado autor tiene dispuesto para la imprenta.— Invitados á contribuir de algún modo al Centenario de Salcmo,
hemos logrado del Sr. Ariiao su hermosa oda al insigne artista
murciano, y la imprimimos, y la enviamos como la mejor ex­
p r e s i ó n que pudiéramos, hallar para unir nuestro patriótico
entusiasmo al que Murcia siente por el glorioso hijo que hoy
con m em ora.-P . A. B e r e n g u k r . - R i c a r d o G i l . — J.
d k g u e r .— G e r .^r d o V i c e n t e .— C . C a r l e s .— A n t o n i o G. A u x .
A. B
aquero
A
lm ansa.
...;v
:#5*
-VA'
EL ARTE.
Cuando allá en el principio de las cosas
al soplo omnipotente
de la divina voluntad, brotaron
los mundos en el éter;
cuando Dios les marcó fija y segura
carrera, en que pudiesen
girar en unas líneas invisibles
los centros de sus ejes;
formò del arte la creación primera,
y un númen prepotente
que inspirara lo bello, y que en lo bell®
su espíritu viviese.
Su aliento le infundió, y en los espacios
infinitos se extiende,
domina el unVerso, y las ideas
en él hallan su germen.
Y en carrera invisible veloz gira
á regiones celestes,
en donde la verdad y la belleza
sufirme asiento tienen.
Allí se postra ante estos fuegos sacros,
y prolifica vierte
su inspiración sobre las dulces liras,
les estros, los pinceles.
12
Su genio á las edades les infunde,
y en la huella indeleble
de su paso, después otras edades
inspíranse fervientes.
La llama de su númen es al orbe,
como es el sol naciente
cuando envia su luz do las tinieblas
sus densas capas tienden.
El conduce lo bello á todas partes;
su lenguaje solemne
es espresion del corazón, y todos
los hombres le comprenden.
Este es elgénio creador, el Arte,
que nacido enlámente
de Dios Eterno, basta los hombres llega
y en su cerebro hierve.
Dichoso el que en su clara inteligencia
le adivina y presiente,
que más cerca vé á Dios, si el pensamiento
hacia lo bello tiende.
Númen inspirador, numen divino,
llega hasta mí; desciende
de la altura infinita, que mí lábio
humilde hablarte quiere.
Tú que á los hijos de mi patria has dado
tu inspiración potente,
haz que mi lira cante las grandezas
de Dios y el A rte siempre.
JOSÉ
M a r ía
GARCIA.
En el primer Centenario de Salzillo
(3 de Marzo de 1883 )
¡Un siglo ya!... En polvo inerte
yace el héroe convertido,
mas su nombre no ha podido
borrar la inflexible muerte.
H oy su memoria inmortal
llena los fastos gloriosa
y alza la fúnebre losa
tomando forma real.
Del tiempo al rápido Amelo
mas se crece y agiganta...
si en tierra posa su planta,
toca su frente en el cielo.
Y de su grandeza al brillo
que cual estrella fulgiu'a,
vá resonando en la altura
el nombre del gran Salzillo.
¡Salzillo!... artista fecrmdo,
maravilla de altos dones,
que dió á su pàtria blasones
para estremecer el mundo.
Aguila que allá en la cumbre
del arte batió sus alas,
tejiendo sus ricas galas
en orlas de viva lumbre.
Torrente de inspiración
que de Dios muestra el reflejo,
cual puro y luciente espejo
14
que retrata la creación.
Coloso, en fin, que en raudal#«
de celestial armonía,
dió á su ardiente fantasía
nuevos campos ideales.
¿Quién, hoy, al ver de su memte
cuanto brotó prodigioso,
no se estremece gozoso
T al suelo inclina su frente?
Ved... su cincel soberano
basta el portento se eleva
y á lo sublime nos lleva
«u firme y potente mano.
Y allí, rasgando anhelante
de la grandeza los velos,
còpia con luz de los cielos
del mismo Dios el semblante.
Y alh, en su eterno palacio,
la faz del querub retrata,
mientras su fé se dilata
por las ondas del espacio.
Ai al descender á la tierra,
su dulce melancolía
muestra el dolor de María
con todo el amor que encierra:
amor de infinita esencia
que sólo en lo inmenso cabe,
que la razón no lo sabe,
mas lo siente la conciencia.
Sólo á su mimen dÍA-mo
fué el secreto revelado
cuando por génios guiado
corrio del arte el camino.
Y así, abarcando en un punto
cielo y tierra, muerte y vida,
mostró al alma sorprendida
el mas gi’anclioso conjunto,
¡Oh! cuán hermoso es cantar
»1 hombre, que en nuestra historia
nos dió páginas de gloria
15
donde poderle admirar.
Que, de virtudes ejemplo,
•upo forjar su diadema,
y hoy brilla cual noble emblema
de lo inmortal en el templo.
Alh la alígera fama
•u nombre orgullosa escribe,
y en su seno lo recibe
y su alto valor proclama.
Y al par que el tiempo derrumba
pueblos, tronos y naciones,
•e abrillantan los florones
que adornan su helada tumba.
Andrés
BLANCO Y GARCIA.
SALZILLO.
Una ciudad cercada de montañas;
un fértil valle y im risueño cielo;
un taller de escultor en casa humilde,
un padre laborioso, honrado y bueno,
esto fué lo que viera el gran Salzillo
cuando sns ojos á la luz se abrieron,
des la modesta cuna que su madre
amante perfumaba con sus beso*.
Y la ciudad, la vega, el cielo hermoso
que AÜó en su infancia, su cariño fueron;
Murcia era su amor, Murcia su vida,
Y Murcia su ambición, Murcia su anhelo.
De este radiante sol, la viva llama
en su mente smtió, y en su cerebro
brota la inspiración, como del cráter
del ftirioso volcan, lavas y fuego.
Y esclavo del trabajo, adivinando
los recursos del arte y lo» secretos,
estudiando en sus obras solamente
y realizando sns grandiosos sueños,
sin que el oro le ciegue con su brillo,
no ambicionando mas que los modestos
aplausos de su patria, ni otros lauros
que los que aquí lograba su talento;
produciendo sus obras admirables;
pensando acaso que llegara el tiempo
que la fama su nombre repitiera,
y que en sus alas lo llevara el viento;
18
^\ ,
y qu# cle«pué* de un sigio, «n 1» olvidada
tumba, do yacen s u b preciados restos,
depositara Murcia mia corona
de las mas bellas flores de su suelo;
bajo bóveda azul y trasparente,
contemplando los mágicos efectos
del sol poniente, que las nubes tiñe
de colores tan varios y tan bellos.
Aumentaba su fé, que trasmitiéndola
duro tronco que desbasta, presto
surge de un santo la acabada imágen
que le obliga á pensar al mas incrédulo.
El semblante de Cristo, cuando Judas
imprime con afan el torpe beso;
la espresion de Jesiis cuando rendido
al peso de la cruz cayó en el suelo;
El ángel que sostiene dulcemente
del divino Señor el débil cuerpo,
y le señala con temor el cáliz
que ha de apurar en su dolor inmenso;
E l rostro hermoso de la Virgen Madre
que corre tras el hijo; el llanto tierno
que brota de sus ojos, y el perfume
que parece escaparse de su aliento:
todos esos prodijios ¿quien los crea?
la fe, solo la fé; y basta yo creo
que sin la fé Salzillo hubiera sido
un oscuro escultor y nunca un gènio.
Y si, és un gènio, sí, ni busca á Fidias
para estudiar el arte entre los giegos,
ni en Roma estudia las preciosas joyas
que se ven hacinadas en sus templos,
ni tiene mas escuela que la suya,
ni sigile de un maestro los consejos,
y fiado en su fé, nada le arredra,
si tiene que luchar, triunfa el talento;
lo que no puede hallar entre los hombres,
su rica fantasia, en el silencio
del humilde taller, le proporciona
fácil y pronto los seguros medios.
19
¿Es el dolor tranquilo? ¿Es la ferviente
plegaria de los mártir«« que al eielo
»e eleA'a dulcemente como nube
blanca y suave de quemado inciemso?
¿Es la traición artera del malvado?
¿Son las iras y furias dcl averno?
¿Es la espresion sublime de la Virgen
que tiene fijo en Dios el pensamiento?
Pues él encuentra forma delicada,
adecuada y sencilla, el trage, el gesto,
la apropiada espresion para los ojos,
j la actitud mas propia al sentimiento.
¡Gran Salzillo! si Dios te ha concedido,
como premio á tu fé, en los eternos
lugares destinados á la dicha,
para gozar sin fin, seguro puesto;
si tu espíritu habita en las regiones
de la gloria, también el mundo entero
celebra tu memoria, y cada dia
es tu gloria mayor aquí en el suelo.
V
ir g il io
GUIEAO.
A N T E LA DOLOROSA DE SALZILLO.
Madres, que sin consuelo lloráis perdido
un ángel que á otro mundo tendió su vuelo,
calmad ante esa imágen vuestro gemido,
que en ella el gran Salzillo dejó esculpido
el dolor de la reina de tierra y cielo.
Él, él solo, las huellas de la amargura
sui)o imprinñr en esa pálida frente;
él, inmortal Murillo de la escultura,
al copiar de la Virgen la desventura
ciñó á su sien corona resplandeciente.
Cuando, al ver ese rostro que anubla el duelo,
de pena gime el alma desfallecida,
á la par que á la Virgen pide consuelo,
sus feridentes plegarias eleva al cielo
por el gènio enñnente que le dió vida.
Bien hayas, Murcia, que alzas á la memoria
de Salzillo tus cantos en este dia,
pues, al cantar de tu hijo la egregia historia,
serán tus notas himnos, himnos de gloria,
que eleves á la dulce Virgen Maria.
CÁELOS
CANO.
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A w iiÉ M É iiÉ iii
La Procesión del Viernes-Santo,
EN LA MAÑANA.
Toca la noche á su ocaso;
algimo que otro farol
con luz triste y moribimcla
alumbra la población,
y en la Catedral, con cahna
las cuatro anuncia el reloj.
Tranquilo duerme el murciano,
pero el estridente son
de bocinas y tambores
le quita el torpe sopor
y le recuerda que en breve
vá á salir la procesión.
Entonces, abandonando
el suavísimo calor
que el lecho le proporciona,
sale á la calle veloz
y á San Agustín camina
con más ó menos fervor.
Sobre el muro de la iglesia
se apoyan con profusión
cruce» que los penitentes
han de abrazar con amor;
y, en efecto, revestidos
con túnicas de algodón,
y descalzos, van llegando
los que ofrecieron á Dios
hacer santa penitencia
24
en tocia la procesión.
Mientras dá muerte á la nocho
el día que amaneció,
ante la sagrada iglesia
aumenta la confusion;
las plantas de las macetas
exhiben su j)ura flor,
y el ambiente matutino,
besándolas juguetón,
se difunde por la plaza
y anima al expectador.
Las músicas nos recuerdan
con armónica expresión
las creaciones inmortales
de BeUini ó de Gounod.
En cornisas y terrados,
el parlero gorrión,
con su rutinario canto,
hace el murmullo mayor:
la Imia en el Occidente,
débil, mas no se ocultó,
y al mismo tiempo en Oriente,
con vanguardia de arrebol,
ai'anza el astro del dia
á presidir la reunión.
Cuando la impaciencia agita
á todo el que madrugó,
ábrese la arcada j)uerta
de Jesús, que es la mansion
donde liay varias esculturas
%
eme el gran Salzillo esculpió:
y aparecen, entre esencia
de fresa, poma y limon,
trece estátuas, que recuerdan
la Cena que el Eedentor,
dió á sus doce predilectos
al empezar la Pasión.
Ante ese cuadro, la gente,
y todo cuanto acudió
á aquel sitio, se deleita
25
ensalzando al escultor.
¡Qué orgullo para la cuna
que al artífice meció!
Hoy á admirar sus trabajo»
acuden en pelotón
hombres, niños, aves, flores,
auras, notas, luna y sol,
Marchemos, por un momento,
con la santa procesión,
y sabremos lo que dice
el mortal admirador.
Uno;— ¡Qué belleza encierra
el grupo de la Oración
del Huerto! ¡La fantasía
no sueña un Angel mejor!
Otros: —¡Mira el Prendimiento!
¡Es digno de admiración!
De un tronco formó Salzillo
á Judas y al Redentor.
—Qué ropajes y qué bueno
es todo, pero no hay dos
brazos como el de San Pedro:
de fijo que ni Sansón
dió á sus brazos tanta fuerza
cuando el templo derribó,
como le ha dado á este solo
el inmortal escultor.
Una mujer de la huerta:
—La Caida! ¡Miraló!
Ese en los pu^-os infiernos
se estará haciendo carbón:
(se refiere á aquel judio
que con ademan feroz
vá tirando de la cuerda
que lleva al cuello el Señor.)
Estos y otros mil elogios
se mezclan con la oración
que el católico cristiano
de continuo eleva á Dios.
En el portal de una casa,
26
con indiferencia atroz,
un hombre se halla cubierto
mirando la procesión.
Jamás en segunda vida
el desgraciado creyó,
y, por recrear la vista,
es allí un expectador.
Admira tan sólo el arte,
que en su impío corazón
no hacen meUa las palabras
da los ministros de Dios.
A cada efigie que pasa
esclama: «¡Gran escultor
fué Salzillo!» Mas no reza,
que aunque á rezar aprendió
siendo niño, hoy que es hombre,
ciego lo tiene el error.
De pronto, fija la vista
en la sublime creación
del arte, en la Dolorosa,
y ante el tipo del dolor,
de la belleza y la angustia,
se le oprime el corazón,
y descubriéndose, humilde,
pronuncia el «Yo pecador».
Más ligero ó mas despacio,
recorre el negro pendón,
las mismas calles y plazas
que otros años recorrió.
El pueblo torna á reunirse
ante la casa de Dios,
que ha de guardar por im año.
las glorias del escultor,
y álas diez, ó diez y media,
que llega la procesión
á Jesús, el claro dia,
le permite al alto sol
que con sus rubios cabellos
almnbre la población,
principalmente la plaza
27
donde él pueblo se reunió.
Si mil almas acudieron
al empezar la función,
centuplicada la cifra
sufre el rayo abrasador
de Febo, por el capricho
de estar en la conclusión.
Entre la gente que empuja,
y el rendido pecador
que suelta el duro madero
que sobre el hombro llevó,
van llegando las efigies,
y con sin igual fervor,
se oyen tiernas despedidas
que brotan del corazón.
Todo es bello y agradable
allí, menos el olor
que dan las rojas pavesas
del cirio que se apagó.
El aire ha sido el primero
en notarlo, y previsor,
ligero, cual acostumbra,
á la vega se marchó,
y ya torna embalsamado
con perfume embriagador
de azahar, jacinto, violeta
rosa, jazmin, ababol,
eliotropo, nadreselva,
diamela, nardo, alazor,
y todo cuanto el Segura
con sus aguas sustentó.
De pronto el pueblo se humilla,
gime, y con doliente voz,
de rodillas sobre el polvo
hace santa contrición,
ante la que representa
á la Madre del Señor,
que con su entrada en el templo
termina la procesión.
De lo dicho, yo deduzco,
28
que juzgando con rigor
los hecho«, el gran Salzillo,
dos cosas hizo de pró:
al arte le dió modelos,
y muchas almas á Dios.
J. A. SORIANO HERNANDEZ.
Murcia
3 de Marzo de 1883.
DE SALZILLO.
Desde las altas cimas en que el Arte
tiene asentado su soberbio t emplo,
el ilustre Salzillo, á Murcia hermosa,
así dirige*su inmortal acento:
«Yo bendigo de Diosla amada diestra
que hizo arder en mi sien del almo ñiego
la chispa ardiente, la invisible llama
con que á la Humanidad alumbra el genio.
Plúgole á É l, que inspiración me diera,
que aquel Angel gallardo, gran portento
de humana forma y celestial encanto,
al cumplir Sus altísimos decretos,
esculpiera mi nombre en el Alcázar
do la inmortalidad tiene su centro.
Mas tan subhme inspiración ¡ob Miu’cia!
fecunda fué bajo tu limpio cielo,
en que brillan inmimeras estrellas
como en él tus encantos escribiendo.
Penetra el sol con sus ardientes rayos
en las profundidades de tu seno,
y de él Naturaleza hasta ser pródiga
hace brotar las flores á su aliento.
De sus dulces, suavísimas esencias,
mensagero feliz es blando céfiro,
y bí á partir á otra región llegara
á Murcia llamaría jardín eterno.
Sí, pues, cielos y luz y auras y flores
únense en tan gratísimo concierto,
30
¿qué mucho que produzca el que recibe
del Soberano Dios, chispa del gènio?
Así, sabe, mi pàtria bendecida,
pues que tan vivo guardas mi recuerdo,
que si la inspiración Dios me otorgara
también á tí mis concepciones debo.»
R
odolfo
CÁRLES.
SALZILLO.
No ha muerto, vive en los bellos pensamientos tlel poeta,
en las creaciones del artista, en el sentimiento de un pueblo,
en el tributo que la sociedad reimida le ofrece entusiasmada.
Este prodigio misterioso, es el poder del genio, el poder dé su
nombre, desús obras mas acabadas y períectas.
Las dos figuras mas bellas, mas esplendorosas del mistianismo, frieron la fuente délos mayores prodigios de Salcillo,
de las grandes concepciones de su mente, de las divinas ins­
piraciones de su ahna; para mostrarnos, dando vida con el
cincel á la materia inerte, á Jesús y Maria, con toda la verdad,
con todo el sufrimiento de la tragedia triste del Gòlgota. Pre­
guntad sinó, á uno por uno de los (pie demandan lenitivo á
sus penas, qué es lo que sienten ante la mirada de tristeza
proñmda, de ternísimo amor, de Jesús en la calle de la Amaiv
gura, y os dirán poseídos de fervor sacrosanto, cpie allí está la
reahdad de sus creencias, el venero mas fecundo de la vida
moral, la esperanza mas consoladora del espíritu.
Preguntad sinó, á uno por uno de los que aman y creen(pié es^'lo (pie sienten ante la imágen de la Dolorosa, con sus
amarguras, con sns lágrimas, con su rostro inspirado en au­
ras invisibles de la Divinidad, y os dirán cpie allí está la vida,
el amor brotando raudales de puras emociones, de dulcísimas
alegrías, mas puras, mas dulces que el cauto del ruiseñor sobre
su nido, (pie el suspiro suave de la brisa, (pie las armonías
universales de la creación.
¡Oh! que misión tan grata, tan tierna, tan consoladora la de
Salzillo, despertar el corazón á la vida del espíritu, para hacer
menos pesado, menos tormentoso, el camino sobre la tierra.
32
Si posible fuera animar con un solo soplo sus cenizas, y que
nos mostrara lo que pensó, lo que sintió, sus secretos mas Ín­
timos, sus mas recónditas ideas; tal vez se abrirían á su vista
los libros de la fisolofía y de la ciencia, para enriquecer con
elevados pensamientos alguno de sus huecos, alguna de las
páginas que todavía restan para llenar. Salzillo fué un gènio
su mente sentía las ideas luminosas de los sabios, inspiración
emanada de los cielos para asombrar la tierra, y, entre los bri­
llantes reflejos de su imaginación portentosa, dió realidad á las
ambiciones de su abna.
Su siglo, de decadencia para las artes bellas, no le dió lau­
reles para adornar su frente, no otorgó á su mérito el premio
merecido; pero nueva luz fulguró en los horizontes de la civi­
lización, y desprendiendo rayo luminoso sobre ciudad privi­
legiada, cuna de Salcillo, tocó oculto misterioso resorte, vago
rumor repetido en los espacios infinitos, y apareció esiiléndida
la natiu'aleza, con bellísimas y proftisas galas, doradas por re­
fulgente sol, y brotaron ideas en la mente de los artistas del
pensamiento, y notas celestiales arrancadas al arte de Mozart
y de Belliiii, que formando amoroso concierto con la hermo­
sura de la naturaleza, cantan las glorias, cantan al gènio del
inmortal Salzillo.
T omás
GALIANA.
SISTE M A ARTISTICO DE SALZILLO.
«El arte—decía el famosísimo pintor del Vaticano— es un
enviado de Dios. Debo, pues, consagrarme al arte para servir
á. Dios.»
Palabras que encierran una teoría estética tan trascenden­
tal como verdadera.
Pues, con efecto, siendo la belleza expresada en el arte ima
perfección y armonía relatVas, ó sea, una semejanza de lo fi­
nito con Dios, el arte bello no puede ni debe nunca prescindir
en sus concepciones del principio revelador de la esencia divi­
na, arquetipo de toda belleza, de todo bien y de toda verdad,
y único inspirador modelo por quien le es dado al verdadero
artista engendrar mundos enteros de verdad, de bien y de
belleza.
El arte no debe nunca perder de vista su objeto esencial
que no es por cierto el de producir una simple sorpresa, ó una
viva emoeion, resultado muchas veces de un pueril artificio
por parte del obrero, ó de una debilidad liumana por la del
contemplador, sino fínicamente el de expresar en formas ade­
cuadas la perfección armónica, ó la belleza, que es también la
bondad, imágen de la virtud infinita del Eterno.
El arte, se dice, tiene por fin inmediato la expresión de la
belleza. ¿Pero las notas esenciales de la belleza, no son las
mismas esenciales notas de Dios? ¿Y Dios, al mismo tiempo
que es la belleza absoluta, no es también la verdad absoluta
y la absoluta bondad? ¿Cómo puede llamarse arte bello al arte
separado de esta belleza, al arte separado de la virtud, al arte
separado de Dios?
Dios no ha podido legar á los hombres el don precioso de
34
*V
, #
' las beUas aa-tes para que ensalcen el vicio, sino para que lo co­
rrijan. Verdad perfectamente comprendida y pregonada por el
preceptista gidego, cuando dijo; «La Tragedia tiene por objeto
purgar al hombre de sus pasiones.»
Es, pues, obügacion ineludible el utilizar en provecho del
verdadejo progreso y de la verdadera civilización, esto es, del
eterno bien y de la eterna felicidad, aquello mismo que las be­
llas artes tienen de sorprendente y de mágico para la huma­
na fantasia. Es necesario pues, para que tal sorpresa no sea
estéril, producir algo mas que una simple ficción fundada mu­
chas veces en los caprichos de una imaginación estraviada. Es
necesario aprovecharse de esa sorpresa, como de un auxiliar
poderoso concedido por Dios al humano linaje, para la ense­
ñanza moral de sus perfecciones, esto es, de su caridad, de sus
bondades, de sus gi-acias infinitas, de su religión sublime y
aun de su culto espléndido.
Si el arte es necesario, lo es únicamente para dirijir la ima­
ginación liácia lo bello, es decir, hácia la virtud.
Separado de ella el arte, ya no es arte, sino artificio, mone­
da falsa, ñ’asco dorado de esencias venenosas, perla del Evan­
gelio arrojada á los pies de los puercos, imágen de Vesta m o­
delada con barro de muladar, metal precioso convertido por
la industria en arma homicida, cosa, en fin, opuesta ¿ su esen­
cia, una monstruosidad, en una palabra.
No hay arte sin belleza, se dice; y debemos añadir nosotros:
ni belleza sin Dios.
Por eso el arte religioso ha sido siempre el arte por exce­
lencia.
El pueblo griego, que ha sido el pueblo más artista del
mundo, decia que la poesía era el lenguaje de los dioses. La
divinidad más simpática del Olimpo, el dios de la luz y de la
vida, Apolo, era también el dios de la poesía y de la música:
Mercurio, el de la gimnástica, ó de la escultura; y Minerva»
diosa de la sabiduría, presidia también á las bellas artes.
Todos los grandes artistas, todos los grandes génios se han
distinguido siempre por sus tendencias elevadas y su afan
acendradísimo de hacer mejores á los hombres por medio de
maravillas religiosas expuestas en sus últimas concepcio­
nes. Así Homero, Virgilio, Dante, Fidias, Rafael y Miguel An-
las
35
gel, han desempeñado en el mundo la misión de verdaderoj
sacerdotes.
No lo dudemos. El arte, para ser adecuado y perfecto, tie:
por necesidad que ser religioso. Pues, como dice el insi
autor del «Tratado completo de la pintura.»—«Si la Eeligio:
«tiene por base el amor de Dios, que es el centro de lo bello
«y de la perfección, centro por consiguiente de toda felicidad,
«solo al fuego de este amor divino, han podido las artes encen«der la llama, origen de su luz sagrada, que deben conservar
«y poner siempre á la cabeza de la civilización.»
Mas, si la perfección en el arte no puede ser profana, por­
que suponer lo contrario seria lo mismo que afirmar la posi’
bilidad de un espíritu material ó de una fealdad bella, ¿no se­
rá entonces tanto mas excelente y tanto ma» perfecto el arte
cuanto mas directamente se inspire en las excelencias y per»
fecciones de la verdadera Religión, ó, por lo menos,— y hablo
ahora con aquellos que no admiten ninguna verdad absoluta
en esta materia,— de la religión mas bella, mas amable, mas
sábia y mas pi'ofimdamente patética de todas las conocidas
hasta el presente?
Y ai para orientales no hubo mas belleza que el panteismo,
ni otra inspiración para griegos que el naturalismo, ¿por que
ha de haber para nosotros mayor excelencia, mejor inspira­
ción, ni arte mas bello, que el verdadero arte romántico ó del
espíritu, que el arte cristiano, fuente inagotable de ideas su­
blimes, de sentimientos purísimos, de dulces armonías y de
infinitas virtudes?
Todo el arte clásico está inspirado en un hecho llevado á
cabo ante los muros de Troya, por causa de rivalidades y en­
vidias entre los dioses, ¿por qué no ha de inspirarse todo el
arte moderno en la divina epopeya reahzada en el Calvario
por el Dios que todo es bondad, todo virtud y todo belleza?
Jesucristo vino al mundo á enseñar el amor de Dios, ori­
gen de la caridad. Inspiradas las obras del arte moderno en
Jesucristo, vienen á ser como otros tantos medios de propa­
gación de este mismo amor y caridad, fínico bálsamo que pue­
de aliviar las heridas de nuestros corazones ulcerados por los
embates sociales.
No p u e d e , no, concebh’se un elemento artístico superior al
elemento religioso, ni arte religioso superior al arte cristiano.
36
Díganlo sino las maravillas de nuestras catedrales, los arre­
batos sublimes de la mistica, el drama calderoniano, los can­
tos del vate Florentino y las divinas concepciones del pintor
de Urbino.
Ahora bien: entre todos los artistas murcianos, ninguno
mejor que Salzillo ha sabido inspirarse en las bellezas del cris­
tianismo, para dar forma adecuada y animación sensible á sus
misterios mas sublimes y sacrosantos.^
Su carácter mas predominante como artista, se distingue
por su amor entrañable hacia el Dios de Nazaret, crucificado
en el Gòlgota por los pecados de los hombres.
Este es el latido de su corazón, el norte de su camino, la
llama de su fantasía y el blanco linico de su inspiración.
Tómalo, sienc|p niño, casi recien nacido, y no le abandona
ya hasta dejarlo, después de la sangrienta catástrofe, deposi­
tado en les brazos de su amantísima Madre inmaculada.
Mas de entre todos los hechos reahzados por el Eedentor,
ningunos, en verdad, como los de su pasión tristísima, se pre­
sentan á los ojos del artista mas profundamente conmovedo­
res; de tal manera, que bien podrían aplicársele aquellas her­
mosas frases de la mística doctora:
«Til me mueves, mi Dios, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
mnévenme tus angustias y tu muerte.»
Circunstancia que, sin duda, hubo de ponerlo á la altura en
que boy lo contemplamos, y á la cual nunca por otro camino
hubiera, acaso, llegado.
Salzillo —¿Por qué callarlo cuando todos lo sabemos?—no
disponía de un cincel perfectamente amaestrado, ni recibió
una educación artistica esmerada, ni tuvo por profesores á
verdaderos maestros,ni pudo contemplar modelos clásicos. Pe­
ro supo, por intuición, seguir directamente el camino que con­
duce á la gloria. Su inspiracio» lo suple todo; y su amor acen­
drado y su afición vehemente por los misterios de la sagrada
pasión del Redentor del mundo, le hacen á veces encontrar
Lineas de una pureza é ideahdad tales,que bien podrían poner­
se, al lado de las mas correctas debidas á los mas célebres esciütorea.
37
En la Oración del Huerto, por ejemplo, y merced á e»ta
misma inspiración, logró Salzillo realizar, dentro del género
romántico más puro, un poema entero de amor divino, de
mansedumbre infinita y aun de amargura lieróica. Lo huma­
no y lo divino están alli mezclados con admirable composición
armónica. Los Apóstoles duermen con el sueño que á su fia- ^
queza infunde la seguridad de sus buenos deseos. En el sem­
blante de Jesús vénse retratados, á la vez que la firmeza de
un propósito irrevocable, la inmensa amargura que experi­
menta al acudir en tropel á su divino entendimiento todos los
pecados é mgratitudes de la humanidad por quien vá á sacri­
ficarse. El Angel, complemento peri'ectísimo de este cuadro
insinrado, ha bajado allí por mandato del Padre para mostrar
al Hijo la copa de su pasión, y lo hace con la apacible tranquihdad, la inocente sonrisa y la inefable dulzura propias de
quien, libre completamente de las mortales cadenas y como
espíritu seráfico, solo se complace en las divinas complacen­
cias decretadas desde un jmincipio en las mansiones celes­
tiales.
¡Cuánta poesía, cuánta grandeza y cuánta sublünidad en
estos prodigios! ¡Cuánto talento en Salzillo por haberlos ex­
presado de la manera con que consiguió expresarlos!
Decían los griegos que el mismo Jiipiter olímpico se le ha-,
bia aparecido á Fidias. Alguna aparición celeste hubo tam­
bién de inspirarle á Salcillo la concepción de su ángel mis­
terioso.
De otra manera no era posible que hubiera llegado mmca
al grado de conveniencia y de acierto que resplandece en esta
obra cuasi perfecta. Sus conocimientos anatómicos, su apli­
cación constante, su vocación decidida por el arte estatuario,
no bastan á esplicarnos, dada su humilde educación artistica,
el encanto admirable de sus producciones.
Pero Salzillo abrigaba en su pecho un alma llena de senti­
mientos proñmdamente religiosos, tenia creencias y fé inque.
brantahles, amaba tiernamente los misterios de la sagrada
pasión de Jesucristo, la inspiración cristiana enardecía todo sit
espíritu; sentía, en mía palabra, el arte que ejecutaba, y este
es todo el secreto de su habilidad sorprendente.
Yo, en verdad, no comprendo cómo pueda tenerse amor al
arte sin el amor de su eterno principio; así como tampoco en»
38
tiendo cómo pueda amarse la moral y practicarse la AÚrtud
prescindiendo del amor de Dios, que es la misma moral ab­
soluta y el ñmdamento de toda virtud.
Salzillo no amaba el arte por el arte mismo, como ahora se
dice, sino por lo que en él liabia de ser expresado.
Pruébalo el carácter unigénito de todas sus obras. Y la D o ­
lorosa, la Oración del Huerto, el Prendimiento j la Caida,
son otros tantos testimonios elocuentes de que su autor ha
podido decir, como el dVino Rafael: «Quiero consagrarme al
arte sólo por servir á Dios.»
Y, con efecto, si es seindr á Dios propagar los fundamentos
de su religión.enseñando n Tas gentes su evangelio, ninguno
como Salzillo, entre todos los murcianos, ha sabido cumplir
mejor con esta misión apostólica.
Sns admirables Pasos han servido mas que todos los ser­
mones y pláticas doctrinales pronimciadas desde los púlpitos
de nuestras iglesias, para promover entre los habitantes de
esta ciudad cristianísima la piedad mas fervorosa, la devoción
mas acendrada y el mas ardiente celo.
Tal es y debe ser el triunfo mas elevado del arte. Lo demás
no es mas que vanidad y afan pueril de aplauso cuyo ruido
suele á veces extinguirse con la misma prontitud con que se
limpia el cristal empañado en presencia de los rayos solares,
«A imitación de Dios eterno, infinito y supremo artista—
dice el autor á que antes liemos aludido— debe el artista hu­
mano trabajar en corregir, reparar y mejorar todo lo que pue­
de santificar á nuestro ser y ennoblecer á la humanidad. Y es
evidente que la asistencia iiroviclencial del Eterno que ha que­
rido alumbrar al mundo con la divina antorcha de las bellas
artes, obliga á todos los misioneros de esta voluntad á cum­
plir con un deber sagrado.
»¡Cuan ingi'atos serian aquellos, —añade— cuya voluntad
quisiera sólo que las bellas artes sirvieran á su vanidad y á
su egoismo!»
Nunca tales imperfecciones afearon el carácter del escultor
murciano, ni como hombre, ni como artista. Nunca le movió
el deseo de una ganancia egoista. Todas sus obras obedecen á
un mismo plan y á un pensamiento único; la excitación de la
piedad cristiana! Y tenemos noticias perfeotaments auténticas
de que á esta sola idea sacrificó «iempre todo otro interés ó
39
miramiento humano; Salzillo, ni en la concepción ni en la
ejecución de ninguna de sus obras, conoció otro móvil que el
amor ardiente del arte sagrado que cultivaba. No es el talento
sofístico ni el genio Arenal que se adecúa fácilmente á las cir­
cunstancias ó al gusto predominante de la época; es el artista
que siento profundamente las grandezas de su religión henno.
sa, y desea, por medio de la manifestación artística de .BUS
misterios mas sublimes, conmover todas las almas, encen­
diendo en ellas el mismo apasionado fuego que enj sus entra­
ñas arde, como el tínico que puede guiarlas por el sendero
qne conduce al término donde todo es perfección, y donde na­
da es obstáculo. Es, en fin, artista cristiano, artista de creen­
cias positi\’as sin mezcla de vacilaciones, artista de rumbo
fijo y certero.
Amaba á Jesucristo, y puso, como Rafael, toda su habili­
dad al servicio de este Señor.
El cielo lo premió inspirándole eternos ideales.
¡Bendiga el cielo también á todos los que saben inspirarse
en el Dios verdadero!
J osé
PIO TEJERA.
1
A SALZILLO,
en el centenario de su muerte.
(Murcia 3 de Ma/rzo de 1883.)
Luz vacilante que al nacer espira,
breve sonido que arrebata el viento,
gemido de tristeza y suJfiimiento,
que lanza al aire la doliente lira,
es la existencia: su mezquino aliento
dura un instante, con tan triste suerte.
que este instante lo pasa en el tormento.
Nada se escapa bajo el golpe fuerte
de la segur; ¡la muerte despiadada
encuentra en el matar sn propia muerte!
Solo un punto se muere: después.....¡nada!
¿Tiniebla ó luz?.....¡Impenetrable dula!:
y la Esfinge que guarda aqneUa entrada,
no dice su secreto, sigue muda.
E l bárbaro tirano, que hizo al mundo
temblar ante su faz, fiera y sañuda.
el surco que su látigo, profundo.
en la cara del hombre señalando.
es hoy ceniza, tierra, polvo inmundo.
que el huracán de muerte vá aventando.
El templo colosal, que el hombre fuere.
•n rendimiento por su Dios, alzando.
vacila en su cimiento, rueda y muero.
La juventud, el fausto, la belleza.
el codiciado bien, que el alma quiere.
.
.
1
42'
la posición ansiada, la riqueza,
•el goce ambicionado y conseguido,
el poder, el dominio, la grandeza,
son sombra nada mas, sombra y olvido.
Nada resiste; todo rueda inerte,
y en abismo sin fin queda perdido;
que es la ley de la vida ley de muerto.
El suspirar del beso enamorado,
qiie la amante pasión al lábio vierte,
es mentira quizás, quizás pecado,
sonido nada más que lleva el viento
•con perjuras blasfemias enlazado,
Ò con ayes de pena y de tormento.
La flor de la pradera, pura y roja,
abre en la aurora todo su portento;
AÚve nn instante, su perfume arroja,
muestra las galas que le dió fortuna,
dobla su tallo, mustiase y deshoja,
y el viento la sepulta en la laguna.
Todo en el mundo muere: diferencia
de la vida á la muerte no hay ninguna,
¿Pero nada se escluye en la sentencia
que al mundo puso Dios? ¿Hay poderío ..
que resista del tiempo ála inclemencia?
¿Todo es pasado, tierra, polvo frió?
El Hacedor supremo. Omnipotente, ; ^ j
por propia voluntad de sn albedrio,
dióle al genio la vida eternamente:
siempre muestra su luz, su claro brillo;
no tiene el genio ayer, AÚve en presente.
Por eso. Murcia entera, el don sencillo
sobre tn tiunba deja en este dia,
y vierte á tu memoria, gran Salcillo,
sus lágrimas de amor la pàtria mia.
Tu fuiste genio, sí; tn levantaste,
por la potencia qne tn ser sentía,
la frente sobre
mundo, y
la sibílica cifra de la gloria,
del Dios infinito la heredaste:
tienes tabla aparte en miestra
Nacer del polvo; aparecer sin nombre;
el
que
tu
enseñaste
Historia.
43
de la masa social ser vil escoria,
y salir á la luz; hacer que asombre
el fruto de tu ingènio portentoso
en sus obras magníficas al hombre,
es ser gènio inmortal, es ser coloso.
Tu sentiste cruzaba por tu mente
la aspiración de gloria, y afanoso
vida le diste á la materia inerte:
vibró tu inspiración; sopló su aliento,
y en estátuas de luz, la masa fuerte
de la'encina trocaste en nn momento.
Del Gòlgota subiste hasta la cumbre,
por tn fé dirigido, y el tormento
viste de Dios por fiera muchedumbre.
Jimto á la cruz hallábas® Maria,
muerta en sus ojos del placer la lumbre,
pálido el rostro, sin aliento, fria,
el pecho compungido, y angustiada,
y la doliente lágrima caia
por la pura megilla resbalada.
¿.Qué mucho, qne una madre, de esta suerte
sufra y padezca por la AÚda amada
del hijo que batalla con la muerte?
¡Cuando el Hijo suspira atormentado,
ni aun la Madre de Dios sabe ser fuerte!
A la Virgen robaste el angustiado
rostro divhio, y de sn taz llorosa
modelo hiciste, que el cincel, grabado
dejó en la lufiaa bruta, perezosa.
La luz del gènio iluminó tu frante,
y á la vida brotó la Dolorosa.
Ambicionando mas, al refulgente
cielo subiste, y la forma pura
del ángel consiguiendo, diligente
bajas al suelo, tallas la escultura,
forma y color le das, brilla sn encanto,
y es nn Angel de luz y de hermosura.
Mas quién sabe? quizás amargo llanto,
regó el sendero de tu triste vida;
tal vez de las angustias el quebranto
gozaste nada mas, en la perdida
44
«xistencia del mundo: que la suerte
quiere que la palabra dolorida
del genio entiendan cuando vive en muerte.
H oy que reposas en la tumba fria,
•1 mandato de Dios supremo y fuerte,
ordena, por justicia, en este dia,
que esculpamos tu nombre en nuestra Historia.
Recibe, gran Salzillo, á tu valia,
las honras qne te dá la patria mia:
Que al Gènio paga Dios, paga con Gloria.
T omás
M AESTRE PEREZ.
7f¿^ .......
V -
■ \ %
A SALZILLO EN SU CENTENARIO.
Hoy que orgullosa de tu nombre y gloria
la noble Murcia á coronarte aspira,
y recordando con placer tu historia
en ella el genio y la virtud admira,
permite que también á tu memoria
dulces vibren las cuerdas de mi lira:
atrevida, tal vez, ella ambiciona
añadir ima flor á tu corona.
No es mi flor, por desgracia, tan hermosa
como mi dulce admhacion desea;
no tiene la belleza de la rosa,
en que la vista ansiosa se recrea;
no es la violeta tímida y graciosa;
no es clavel que el ambiente perfumea;
•8 del campo la pobre florecilla
que al lado de otras flores nunca brilla.
Pobre es mi flor y humilde. ¡Oh, si pudiera
de tus obras robar tanta poesía!
¡cuan bella! ¡cuan valiosa yo la hiciera!
¡ninguna ofrenda entonces cual la mia!
¡mas todo es ilusión! ¡vana quimera!
¡mi soñadora mente desvaría!
¡tener aquel encanto irresistible!
¡llegar hasta tus obras! ¡Imposible!
Tú eres el gènio. Al cielo plugo darte
UnTrifl, sagrada, inspiración divina.
En las regiones mágicas del arte
t i eres el sol que todo lo ilumina.
I
k
4'^
46
¿Qué ha de hacer el mortal sino admirarte?
¿Qué mucho si ante tí su frente inclina?
Gloria de Mm’cia, sin rival Salcillo,
á tu genio inmortal mi lira humiUo!
Hoy el murciano que en su pecho siente
latir el corazón con noble orgullo,
pulsa la lira con cariño ardiente
y se eleva su canto en loor tuyo.
Dichoso él, porque al ceñir tu frente,
al unir á tu nombre el nombre suyo,
sigue la voz de inspiración sagrada
canta glorias de su patria amada.
H oy quiere darte Murcia agradecida
una pequeña prueba de su amor.
H oy renne á sn pléyade escogida,
y dando fiesta artística en tn honor,
se pregunta á sí misma envanecida:
cual será de tus obras la mejor.
¡Que al contemplar las muchas que dejast«
no «abe en cuaj mas diestro te mostraste!
Ora es Jesús con su inirar doliente,
resignado, sublime, mdescriptible;
ora el sayón que en su malvada frente
demuestra que al dolor es insensible,
ya es Longinos, que mira al Inocente
con expresión de tinte indefinibls,
ya es el dolor inmenso que rebosa
«n Maria, la Madre dolorosa.
Su indefinible pena comprendiste
al trazar en tn mente esa figura,
y al modelarla con amor, supiste
dar a sn rostro, de sin par dulzura,
la j)ena inmensa de la Madre triste
que anegada en un lago de amargura
llora al pie de la Cruz à su Hijo amado,
y en él, al Dios, señor de lo creado.
Mas de tus obras, el mayor portento
es la Oración del huerto: allí se achnira
la grandiosa expresión de tu talento,
en el dolor del Angel que suspira
y
47
vencido por supremo sentimiento.
Misticismo sublime alli se aspira.
No exagero, si digo que es tu joya
el Angel bello dó Jesús se apoya.
¡Cuanta tristeza en su mirar amante!
¡Qué encanto tiene su piedad sublime!
Al contemplarlo, el ánimo anhelante
siente dolor intenso que le oprime!
¿Y qué mucho que el pecho se quebrante,
si el ángel, que es de piedra, trist« gime?
En la verdad suprema te inspiraste
cuando el Angel del Huerto modelaste.
Bien hace Murcia hoy en coronarte
rodeando tu trono de esplendor,
bien hacen sus poetas en cantarte
gozándose en tu gloria con amor;
que á Murcia, á España y al diAuno arte
tu buril inmortal siempre hizo honor,
,y justo es que eternice tu memoria
aquella á quien cubriste tú de gloria.
Perdona si también mi mente loca
con tu brillanta gloria deslumbrada,
al eacusliar el eco que convoca
á cantarte, sintióse arrebatada,
y sin pensar que su destreza es poca
soñó cantar tu gènio; ya hmniHada
conoce que es mentira siempre el sueño
y más, mientras más dulce y halagüeño.
M
Murcia Marzo 3]88.
a r ía d e
YARMOUTH.
SALZILLO, A R T IS T A M URCIANO.
Á. no mentir fehacientes datos, Salzillo era de origen ita­
liano: su padre, nacido habia en la patria del Arte.
Sin duda, esto ha motivado á algunos escritores, para que,
ocupándose del inmortal artista, hayan consignado sin empa­
cho, y siguiendo rutinarias costumbres, que si Salzillo fué
grande, y supo dar á sus esculturas inspiración y fantasia, fué
debido á que su alma, trasmitida por su jiadre, destello era
tan solo de la artística Italia.
No soy yo de esos patriotas esclusVista# que ponen ante
todas su ciudad natal, y después, en grado descendente, su
provincia, su nación y la humanidad entera: por el contrario,
he condenado alguna vez las estravagancias en que determi­
nadas personas caen cuando hablan de su pàtria; y pienso y
sostengo que el hombre à la primera colectividad que debe
sentir amor esá toda la humanidad, mas aún, al universo en­
tero; sin que esto quite para que tenga un afecto especial y
marcadísimo hacia la primera tierra que le sostuvo al nacer.
Mas, en lo que á la esfera del arte consierne, sin olvidar que
en el arte de todo el orbe hay un punto de partida y á la vez
otro de llegada, —que ambos áuna son la belleza— ha sido
siempre mi sentir, que esta belleza ss manifiesta de muy dis­
tinta manera, obstentando diversas formas, según la localidad
en que el artista se encuentre colocado, el medio-ambiente en
que tenga que vivir.
¿Y cómo nó, si la naturaleza, arsenal de la belleza, obsten*
50
ta diferencias esenaialisimas de zona á zona, de región á re­
gión? ¿Será posible que un genio artístico, colocado en las es­
tepas de la helada Siberia, entre los bosques frondosísimos
de la India, en las accidentadas montañas de Suiza,ó en la
región meridional de nuestra España, pueda modelar una es­
cultura, pintar un lienzo, que no respondan á las influencias
de la A'ária naturaleza que le rodea?
Seguramente nó.
Y hay mas todavía: sabido es de todos, que la mujer en la
tierra es, de los seres animados, el mas perfecto, mas armó­
nico, de mayor belleza, y, por consiguiente, el mejor modelo
para un artista. Y este ser mujer, que en todas partes es be­
llo, tiene especiales diferencias por la raza, por el clima en
que nace, basta por el modo de vivir que tiene.
No be de esforzarme para demostrar lo que vengo soste­
niendo; solo añadir quiero en su apoyo, que la perfecta, abso­
luta é invariable belleza, esa solo Dios la tiene; nada en la
creación la encierra, mas de Él hacia abajo, todas las belle­
zas, como relativas que son, varian y se cambian.
Aiín los mismos soles resplandecientes que alumbran tanta
y tanta porción del Universo, que permanecen con la misma
belleza por mucho tiempo; sus rayos, en los mundos á que
alumbran, se manifiestan bien distintamente: aqui en la tier­
ra, nubes y reflejos quitan á su belleza gran parte en mu­
chos puntos: allá, en la bóveda celeste, en otras esferas, tam­
bién palidecerán los soles, y no se reflejarán del mismo modo*
sus rayos en todos los puntos de sus respectivos meridianos.
Pues bien, si Salzillo nació en Murcia y en Murcia vivió,
si en la reina del Segura se dedicó á tallar sus innumerables
esculturas, ¿quien se atreverá á sostener que fué artista, sola­
mente por que venia de Italia?
Cierto es, que su padre era italiano; mas esto mismo es
otro fundamento de mi aserto.
Quiero convenir, por un momento, en que las almas pue­
dan trasplantarse; admito que solo en Italia nacen los artis­
tas, á despecho de toda nuestra pléyade. Siendo esto asi, es
lògico que D. Nicolás Salzillo, padre del artista murciano, es­
cultor también, debería ser un gran gènio, un hombre que
formara escuela; y, sin embargo, las noticias que de él nos
han quedado, atestiguan si su mucho valimiento, pero de esto
51
á poder«« eompamr con el autor de la Dolorosa, vá una enor­
me diferencia.
Salzillo, como todo artista, debería tener un alma nacida
del seno de la belleza: en su manifestación fué un artista mur­
ciano.
Díganlo sinó los finos contornos de todas sus vírgenes, el
delicado talle, d^ sus formas la concreta morbidez, las magis­
trales posturas; y fijaos eu los ojos de ellas, hermosos todos,
todos negros y rasgados y con sin igual espresion: acordaos
del Ángel, y sobre todo de su brazo inestimable, que parece
un brazo de mujer murciana, abrillantado, hecho divino, por
el destello de algo sobrenatural que se siente,aun que no se
esplique; recordad también el brazo férreo del San Pedro, sus
musculares formas, la apostura de la figura toda del Santo;
ved ese Prendimiento, joya preciosa, donde haj^ mucho de
divino, pero donde se ven también rostros y figuras sacadas
de las gentes de la vega; admirad, ba,jando la cabeza ante
magestad tanta, los sublimes Cristos, donde la materia se la
vé retorcerse sobre aquel leño, á la par que la espresion mas
propia del dolor asoma al rostro de la celestial figura; hacién­
donos recordar, aparte el sentimiento religioso, algún rostro
real que habéis visto en las angustias de la agonía.
Pero, por encima de todas las xuiiebas presentadas, hay
•una última, decisiva, concluyente: esta és la obra mejor del
escultor inimitable.
Mi plmna i’á á atrei^erse á hablar de la Dolorosa de Vier­
nes Santo; evocad su recuerdo; conmoveos.
Las manos de la Virgen, cárdenas y suplicantes, se alzan al
cielo; su boca entreabierta, deja adivinar un sollozo; sus pá­
lidas megillas, sus ojos divinos, soberanos, como faltándole
apoj^o aquí en la tierra, elevados liácia el Supremo Hacedor;
y de su órbita ráuda lágrima que en el párpado vacila, ma­
nifiestan su dolor inmenso. —¡Ali! de seguro, al recuerdo de
ella, á alguna de mis paisanas que me escuchan, cristalina
perla habrá rodado por su cara.
Si yo la viera, una vez mas me aferraría, á mi opinion; ]iuee
recuerdo que en Semana Santa no lejana, cuando pasaba la
excelsa Escultura ante mi vista, contemplaba también á una
52
mujer de «ata tierra que, conmovida, no podia contener uua
lági-ima incipiente; y que, á ella viendo y la escultura admi­
rando, me dije:
¡La mujer de Murcia, llora de igual modo que la Virgen de
Salzülo!
Salzillo, pues, que murciano ftié por haber nacido aquí, l'ué
murciano también por su arte; y así es que yo me imagino el
alma^ de Salzillo, teniendo por cuna el Cielo, manifestándose,
tomando vida y carácteres, en las ricas fuentes de belleza qne
en nuestra hermosa ciudad existen.
J u l iá n
LACTEIiVA.
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SALZILLO.
SN EL CENTENARIO DE SU M UERTE.
SONETO.
Hecho está jiolvo el que del polvo fuera;
dormida la cabeza pensadora;
yerta, inmóvil la mano creadora’
que forma y vida á la materia diera.
El genio, que en su frente Dios pusiera,
la muerte loa]iagó, ¡muerte traidora!
y solo queda de SalziUo ahora
la nada de la nada do saliera.
Mas, si el sepulcro guarda en lo proftmdo
solo polvo y miseria y desconsuelo;
El, artista y cristiano sin segundo,
Alzando audaz sobre la muerte el vuelo,
dejó un nombre inmortal en este mundo,
y un alma inmarcesible allá en el cielo.
M
K aitma 8 d* Marzo de 1883.
ig u e l
CtAZQUEZ LLOPIS.
DE AQUI AL CIELO.
No tengo ni mas sueños, ni mas anhelo,
que este valle y su hermoso sereno cielo,
•us huertos, sus pahneras, sus morerale«
y las rosas eternas de sus rosales.
Vivir no es ser el àtomo de un torbellino,
ni ir á donde lo lleven y sin cambio;
es procurarse dulce, tranquila calma,
y dar creencias y amores y fé al alma.
Quien ha tenido tanta, tan gi'an fortuna
de que Dios le haya dado para su cuna,
dulce nido formado entre azahares,
donde ni silvan vientos ni rugen mares;
debe, no una, mil veces, si es bien nacido,
adorar á los cielos reconocido.
Vale aqui el pan sabroso, de trigo de oro,
más que en cualquiera parte todo im tesoro,
más el sueño tranquilo dulce y profundo
que todos los honores que ofrece el mimdo.
¿Por qué dejar la dicha que ahora poseo
para ir luego viviendo con su deseo?
No ahrh’é yo en mi pecho tamaña herida;
quiero ser siempre tuyo. Murcia querida.
Lo que no sea tu cielo se me figura
interminable caUe de la amargura;
fuera de ti, mi esph'itu no se concibe,
¡por ahi se sufre mucho, aqui se vive!
Los rayo* que aqui bajan del sol radiante
no llevan solo lumbre vÍAÚficant§
50
para cuajar el grano d* la# espiga#
y resarcir la tierra de sus fatiga#;
llevan en el invierno terrible y crudo
be#os de fuego al pobre que está desnudo.
Emporio de bellezas, las terrenales
pedían á un artista las celestiales;
y im hijo de esta tierra privilegiada
vió los cielos abiertos con b u mirada.
De alh copió lo# ángeles y serafines;
del fuego con que aman los querubines
bebió el raudal divino, mimen glorioso,
Y del hombre, del genio, brotó el coloso.
Al calor de su mano, de las senciUas
líneas de sus cinceles, las maravillas
brotaban como nacen nimbos de estrellas,
cuanto el cielo es mas negro, más y más bellas.
Prometeo, del cielo baló aquel fiiego
que en ceniza j pavesa ae acaba luego:
pero Salzillo, en grato, dulce perfume,
bajó el fuego sagrado que no consume.
No hay lámpara bendita en los altares,
no haj’ fulgor en los cielos, no hay en los mare#
estrella mas fiilgente, no haj’ en 1» aurora
rosicler mas preciado, el sol no dora
ni astro, ni flor, ni cumbre, ni ola de espuma,
ni rayo de diamante, ni blanca bruma,
nada que tenga tanta, tanta poesía,
como esa Dolorosa, la madi'e mia,
que al Ajeria por la caUe, hombres, miijeres,
niños, todos decimos: ¡bendita eres!
Si yo no amara á Murcia, mi pàtria bella,
ai yo no desease morir en eUa,
y tener en su seno mi sepultura,
siquiera,seapobre, triste y oscura...
solo porque, apenado y dolorido,
cuanto he amado en la vida, cuanto be creído,
un Dios-hombre, portento que sufre y gime
con una cruz à cuestas que me redime;
la Virgen mas hermosa, la luz del cielo
que con sua muchas penas nos dá consuelo;
57
los ángeles divinos de etéreas galas
que siguen nuestros pasos con ténues a la s viendo todo ese mundo, yo me embeleso
y le digo á mi alma: ¡la gloria es eso!
¿Dónde irás, almamia, que halles mejores
dogmas para tus penas y tus dolores?
¿A dónde arte divino mejor se encierra?
¿Dónde la fé y las flores que dá esta tierra?
Amemos, alma mia, siempre creamos;
seamos siempre dignos de lo que amamos;
y Jesús y la Virgen, escudo fuerte
nos serán en la hora de nuestra muerte,
y por eUos al cielo nos subiremos
donde están tan hermosos como los vemos.
J o sé
M ARTINEZ TORNBL.
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EL ANGEL
DE L A O R A C IO N D E L H U E R T O D B D I C A D O Á M I Q U E R ID O A M IG O
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Jl Q U E T A .
En la falda del Gòlgota eminente
y en la nocturna oscuridad sumida,
con la fiebre del crimen que presiento,
inquieta duerme la ciudad deicida.
Toca á su fin el sacrosanto drama
en que el amor divino nos redime,
y ya Jesús en su ferviente Uama
•e abrasa el pecho y, abrasado, gime.
Gethsemani de la sublime escena
es silencioso y único testigo.
¡Noche de amor y de misterios Uena:
hijo fiel de la Cruz, yo te bendigo!
No bastó de mis ojos á borrarte
de veinte siglos la espesada sombra;
al fondo de esos siglos bajó el Arte,
y #n él revives con verdad que asombra.
¡Gloria al artista! Ved. Bajo mi oliy®
que seco y duro pedregal sombrea.
tíO
6l cuadro surge palpitante y vivo
que en tristes horas afrentó á Judea*
Duerme Pedro con sueño receloso,
grave la faz y contraido el ceño;
duerme Santiago con mayor reposo,
y es de dulce candor de Juan el sueño.
Sólo vela el Señor. Suspensa y muda
póstrase y caUa la Creación entera;
que habla asi de Jesús la pena ruda,
y le oye el Padre desde la alta esfera:
«Pase de mi este cáliz. Padre mió,
«cuyo ingrato sabor no tiene nombre;
•pues lo ha colmado, en su delirio impío,
«de amarga hiel la ingratitud del hombre.
«Pero si es mi martirio necesario,
«si el temor de morir mi labio mueve,
«yo resignado subiré al Calvario
«mañana entre los gritos de la plebe.»
Y en su flaqueza corporal le aterra
fin cercano y la maldad humana;
los vé, los pesa, y desplomado en tierra
¡sudor de sangre de su cuerpo mana!
BU
¿Y solo se ha de hallar en duelo tanto?
¿No habrá algún lenitivo á su amargupa?
¿Es que á tanto clamor de tal quebranto
tenaz silencio guardará la altura?
No, que rasgando de la azul cortina,
que oculta á Dios, el pabellón inmenso,
desciende un ángel de beldad divina,
huella dejando de fragante incienso.
¡Cpn qué noble adenián del bello brazo
muestra el cáliz que cerca se aparecel
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¡Con qué solicitud en su regazo
sostiene al Redentor que desfallece!
Miradle cuán airoso se presenta,
desceñido el cendal; la gallardía
con que en su bella desnudez ostenta
de eterna juventud la lozanía.
Sus formas de suavísima elegancia
tan indecisas son, tan ideales,
que tienen del mancebo la arrogancia
y las castas turgencias virginales.
No con las rosas místicas del cielo
su cuerpo alabastrino se colora;
sobre él tendió el dolor pálido velo;
pero.es su palidez la de la aurora.
Rúbia guedeja coronar se mira
la serena estension de su ancha frente,
y su pecho parece que aún aspira
de la etérea región el hbre ambiente.
Sus ojos
¡Ah! ¿Quién sonda su mirada
que allá en la azul inmensidad se anega?
En ella la tristeza reflejada
se pinta con que Dios su amparo niega.
Y con las alas recamadas de oro
cubre á Jesús como al hijuelo el ave,
en las que de color dejó un tesoro
el Iris preso en su plumón suave.
¡Celeste aparición encantadora!
¿quién en tu vaguedad no se extasía
admirando la fuerza creadora
de la más exaltada fantasía?
Puede el hombre en los senos de su inent«
imaginar al macerado asceta.
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al apóstol, al mártir sonriente;
porque el humano ser los interpreta.
¡Hasta á Maria, cuj^os ojos hieren
los tormentos del Hijo en quien adoran:
hay tantos hijos que inocentes mueren
y tantas madres que á sus hijos lloran!
Mas írener tal visión, acariciarla
dentro del ahna con ardor fecundo,
darle forma y color, y al fin mostrarla
llena de vida al asombrado mundo;
Es la linde salvar del pensamiento,
ver del Empíreo el refulgente brillo,
llamarse entre los hombres un portento,
es sentirse escultor y ser Salzillo.
Y uo es tan sólo la atracción del Arte
de que eres á la par modelo y palma:
impúlsanme también para cantarte
recónditos misterios de mi ahna.
Nodo son para tí. Desde que niño
te presté adoración en mi memoria,
que perfumada está con tu cariño
del corazón la accidentada historia.
¡Cuántas noches, sufriendo los terrore»
con que el miedo infantil nos acobarda,
junto à mí te miraba entre esplendore»
si aYAngel invocaba de mi Guarda!
Lejos, luego, del valle delicioso
que hoy te cubre de flores y laureles,
alentaste mi paso tembloroso
al trasponer del mundo los dinteles.
Prepintiendo el amor, sus bellas flores
quise brotasen á tu influjo amigo,
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dando al ángel ideal de mis ainoref
bajo tus alas protector abrigo.
Crecí, sufrí, lloré, y en esas horas
en que, por negras dudas combatida,
mira el alma do quier sombras traidora»
y amaga acaso maldecir la vida;
En medio de mi loco desconcierto,
cariñoso á mi lado te be sentido,
he recordado la Oración del Huerto,
y, coxno aUi á Jesús, me has sostenido;
Que el ángel eres tú que al ahna esclaf»
el límite señala con fijeza
donde la muerte del vivir acaba,
donde la vida del morir empieza.
Emanación del cielo peregrina,
cuanto emana de tí nos fortalece:
abismo á que te asomas, se üumina;
conciencia en que penetras, se engrandece.
Tú mspíraste á Salzülo, tú le diste
valor y fuerzas en el trance duro'
de abandonar nuestra morada triste
para volar al inmortal seguro.
Tú, con rápido vuelo, á las alturas
elevaste su espíritu cristiano,
dó animadas verá las esculturas
que aquí labrara su fecunda mano.
Y tú inspiraste á Murcia este homenage
á que entusiasta y sin valer acudo;
pues en mi pequeñez tan sólo traje
la humilde ofrenda de mi canto rudo.
¡Salzillo: duerme en paz! Pronto tu nombr«,
por la ancha redondez que el sol alumbra,
I:
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tan alto sonará, que al mundo asombre
dónde el aplauso imiversal lo encumbra.
Y siempre fresco tu lamel, sus galas
guardará enalteciendo tu memoria,
mientras con tanto honor bajo sus alas
cobije ¡E l Angel! tu preciada gloria.
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