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10 momentos del Proceso de Paz entre las FARC y el
gobierno de Colombia; por Gaby Arenas de Meneses
Gaby Arenas de Meneses · Tuesday, June 28th, 2016
Tras 54 años de un conflicto armado que deja más de 220.000 muertes y seis millones
de víctimas de secuestros, desplazamientos, lesiones y duelo, el 23 de junio de 2016,
en La Habana, Juan Manuel Santos, Presidente de Colombia, y Rodrigo Londoño
Echeverri (alias “Timochenko”), máximo comandante de las FARC, firmaron el
acuerdo para el cese bilateral y definitivo de hostilidades.
El proceso de negociación no ha sido fácil ni expedito. Este acuerdo es producto de
más de cuatro años de negociaciones que se iniciaron en octubre de 2012, luego de la
instalación de la mesa de conversación en Oslo, Noruega. Por eso es necesario
conocer sus claves para comprender cuán importante es la firma de este cese bilateral
y definitivo de hostilidades:
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Momento 1. El 26 de mayo de 2013 se anunció el primer acuerdo entre las
FARC y el gobierno colombiano. Contemplaba todo lo relativo a la
formalización de propiedad de la tierra y el estímulo a la producción
agropecuaria. En noviembre de ese año se anunció un compromiso sobre la
participación política.
Éste es el cuarto intento de negociación entre el gobierno de Colombia y la guerrilla.
Aunque la expectativa fue mucha, tanto dentro como fuera de Colombia, la opinión
pública los colombianos pedían justicia y castigos para los responsables de los delitos
cometidos por el grupo armado.
Momento 2. En mayo de 2014 se firmó un tercer acuerdo relacionado con las
drogas ilícitas. Contemplaba programas de sustitución de cultivos de uso
ilícito, planes integrales de desarrollo con participación de las comunidades,
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programas de prevención del consumo y la solución al fenómeno de
producción y comercialización de narcóticos.
Después de alcanzar estos acuerdos, quedaba por definirse lo más álgido: los
procedimientos para la reparación de las víctimas y de justicia restaurativa, además
de los mecanismos para la dejación de armas y el cese de hostilidades. Frente a este
panorama, el gobierno y los negociadores de las FARC decidieron convocar a otros
actores al diálogo: representantes de otros gobiernos, organismos internacionales, las
iglesias cristianas, las organizaciones de mujeres, los movimientos LGBTI y las
organizaciones sociales. Todos se sumaron a un proceso que se estableció La Habana
como escenario neutral para las conversaciones.
Momento 3. Luego del secuestro del General Rubén Darío Álzate y sus
acompañantes, el gobierno suspendió los diálogos de paz en noviembre de
2014.
Para los colombianos, la esperanza de vivir en paz siempre ha sido superada por la
desconfianza. Estas nuevas agresiones por parte de los frentes armados del grupo
volvieron a despertar la duda sobre la posibilidad de negociar la paz.
Momento 4. Luego de varias pausas en las negociaciones, las FARC
entregaron a los secuestrados y anunciaron un cese al fuego unilateral.
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Momento 5. En febrero de 2015, la Comisión Histórica del Conflicto y sus
Víctimas entregó su informe final, ratificando en sus hallazgos que el conflicto
armado colombiano ha sido uno de los más largos y cruentos en la historia.
Algunas de las consecuencias de la guerra son evidentes para todos, como los
homicidios, los secuestros y las lesiones por minas antipersonales. Sin embargo, la
guerra también ha dejado consecuencias nefastas que no están a la vista. Hoy en día
Colombia lucha por disminuir la trata interna de personas que se ha generado como
consecuencia de los desplazamientos de familias y huérfanos en el territorio.
Momento 6. Las conversaciones siguieron avanzando y se llegó a un acuerdo
sobre el desminado humanitario. También se anunció una suspensión de los
bombardeos contra los campamentos de las FARC por parte del ejército.
La clave para que el desminado humanitario sea exitoso está en contar con el apoyo
de las comunidades para lograr identificar los sitios afectados por minas. Y en las
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regiones de Colombia el silencio ha sido clave para la supervivencia de las familias por
lo que este proceso tomará su tiempo y un esfuerzo particular.
Momento 7. El año 2015 fue, quizás, el más complejo para los diálogos de
paz. En abril, 11 soldados murieron en un ataque de las FARC contra el
ejercito en Buenos Aires, Cauca. En respuesta el gobierno reanudó los
bombardeos y ataques contra los frentes armados matando a 26 guerrilleros
en varios operativos militares. Como resultado, Iván Márquez, jefe del equipo
negociador de las FARC, anunció el levantamiento del cese al fuego
unilateral.
Momento 8. Luego de que un soldado del ejército colombiano muriera
durante el desminado humanitario en Antioquia, las Farc ordenaron un nuevo
cese al fuego unilateral y el gobierno hizo lo propio de forma gradual.
Durante ese estadio de las negociaciones, eran pocos los detalles que los ciudadanos
conocían sobre los acuerdos. Algunos mantenían la esperanza en que tendrían éxito y
traerían la paz a Colombia, otros cuestionaban el proceso y los compromisos que el
gobierno establecía con las Farc, mientras algunos pocos comenzaban a hablar de
postconflicto y de los retos que el país debería enfrentar una vez se llegara a un
acuerdo de paz definitivo.
Momento 9. En diciembre de 2014 se presentó un acuerdo completo sobre el
tema de reparación de víctimas y se acordó un modelo de justicia transicional
para aquellos agresores que reconozcan su responsabilidad.
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Momento 10. El gobierno, las FARC y la ONU acordaron un mecanismo
tripartito para verificar la dejación de armas, se anuncio un acuerdo sobre la
salida de menores de los frentes armados y se estableció que el acuerdo final
sería refrendado para que sean los colombianos quienes acepten o no lo
pactado.
Ahora parece que el proceso ha llegado a su trecho final. El pasado jueves 23 de junio
las FARC y el gobierno colombiano firmaron en La Habana el acuerdo para un cese al
fuego y de hostilidades bilateral y definitivo: el punto final del conflicto armado con el
cual han crecido más de dos generaciones de colombianos. Sin embargo, la
construcción de paz en Colombia apenas comienza.
La dejación de armas será realizada en 23 veredas donde los excombatientes deberán
entregar su armamento y se prepararán para la reincorporación a la vida como civiles.
En la subcomisión técnica del Ministerio de Defensa Nacional utilizaron los siguientes
criterios para determinar cuáles serán estas veredas:
“Distantes de cascos urbanos o cabeceras municipales; con una extensión
razonable que garantice la verificabilidad; con condiciones que faciliten el
suministro de la logística; distantes de áreas de frontera; y que no estén
ubicadas en parques naturales, áreas de infraestructura estratégica, cultivos
ilícitos, explotación minera, grupos étnicos y resguardos indígenas”
La ONU será la encargada de verificar el proceso de desarme y velará porque estos
campamentos sean territorios transitorios donde no podrá establecerse población
civil. Y el desplazamiento de los excombatientes de las FARC hacia las veredas se
realizará siguiendo unos protocolos establecidos por el Ministerio de la Defensa para
garantizar la seguridad de los civiles que habitan en zonas aledañas. De acuerdo con
el acuerdo firmado el desarme será un procedimiento
“técnico, trazable y verificable, que se desarrollará en dos tiempos,
denominados Control de Armamento y Dejación de las armas, que integran los
siguientes procedimientos técnicos: registro, identificación, monitoreo y
verificación de la tenencia, recolección, almacenamiento, extracción y
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disposición final”
En 180 días se espera que culmine el proceso de desarme para que la ONU destruya
todo el armamento recuperado. Y ese material será utilizado para la construcción de
tres monumentos.
Por su parte el gobierno anunció que intensificará las acciones contra cualquier
organización criminal que amenace la construcción de paz en el país. Adicionalmente
se creará una Comisión Nacional de Garantías de Seguridad que “tendrá como objeto
el diseño y el seguimiento a la política pública y criminal en materia de
desmantelamiento de cualquier organización o conducta de que trata este acuerdo”. Y
este compromiso final incluye también
“un modelo de garantías de derechos ciudadanos y protección para los
movimientos y partidos políticos, incluyendo el movimiento o partido político
que surja del tránsito de las FARC-EP a la vida civil, organizaciones sociales,
de derechos humanos y las comunidades en los territorios”
Tanto el gobierno colombiano como las FARC anunciaron que acatarán la decisión que
tome la Corte Constitucional sobre la constitucionalidad de la ley que crea el
plebiscito por la paz. Este acuerdo representa un hito histórico para la construcción
de paz en Colombia.
A muchos colombianos la firma del acuerdo de paz les sonaba imposible. Ahora que se
ha concretado, quizás sea momento de pensar que la construcción de paz será posible
para todos. Es a lo que hoy apuestan los colombianos. Y aunque muchos saben que los
secuestros y las extorsiones que sufren los habitantes de las regiones no son
necesariamente cometidos por las FARC, también están seguros de que este primer
paso puede dar pie a que el gobierno evite la actuación de otros grupos armados.
Aunque es necesario considerar que durante los cincuenta años del conflicto armado
colombiano se cometieron más de 220.000 homicidos, en la última década se han
cometido más de 296.048 crímenes fatales no directamente relacionados con grupos
guerrilleros, paramilitares o militares. En el 70% de estos casos, los asesinos son
familiares o conocidos de las víctimas, a la vez que 90% de las agresiones con lesiones
no fatales en Colombia están vinculadas con violencia familiar.
No se puede hablar de construcción de paz y post-conflicto desde una
única dimensión. Hay que considerar que existen otros tipos de violencia como
(interpersonal, intrafamiliar, institucional, delincuencial) que afectan la convivencia
cotidiana y las relaciones cercanas. Y, por tanto, afectan a la paz.
Si Colombia quiere evitar los errores que se han cometido en otros procesos de paz
alrededor del mundo debe tener en consideración que no se trata sólo de un tema del
gobierno de turno: se debe contar con la participación y la veeduría de la ciudadanía,
así como de los demás factores políticos e institucionales que hacen vida en el país.
Ahora en Colombia deben atenderse, evitarse y condenarse todos los tipos de
violencia, para que de esta forma pueda existir una convivencia pacífica y armónica
para todos.
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