Álvaro Carmona López Los Dolores de María Pregón de la Semana Santa de Espartinas 6 de Marzo de 2016 Créanme si les digo, que no me hubiera gustado empezar este Pregón así. No suele ser mi estilo. Porque un Pregón no debe hablar de penurias y faltas, solo habría de hacerlo de fe, devoción y de Dios. De Dios siempre. Hoy, me veo en la obligación, de empezar a recordar en este atril, una más de las atrocidades que se están cometiendo en nuestro país en contra de la Iglesia, los católicos y sus símbolos. Pero claro, la Iglesia es siempre parte de la política, cuando faltan resultados. ¿Habrá cosas que hacer en un ayuntamiento cuando se entra a gobernar, que ir a quitar los crucifijos? Porque, claro, eso molesta. No vaya a ser que se firme una ordenanza, se dé una subvención, se firme un contrato de trabajo, un convenio y porque esté el crucificado, se vaya todo a ir al traste. Parece que le tienen miedo. Estos nuevos aires políticos son en realidad gestos, algunos de ellos de mentiras, absurdas mentiras que compran votos. ¿Cómo se ganan votos? Quitando crucifijos, poniendo reinas magas, destrozando portales de belén, asaltando capillas universitarias… Política antirreligiosa. Esto es bastante serio, señoras y señoras. Y vuelvo a pedir perdón, no quería empezar así. Pero les pido una cosa. Tengan fe, resistan. Hagan uso del amor, cuando ataquen. No entren en su juego, la verdad siempre prevalece. Desgraciadamente, nos toca vivir tiempos convulsos y difíciles para nuestra Iglesia y por ende, para nuestras hermandades y cofradías. Justo en esa capilla, tenemos la auténtica verdad de las cruces. Cristo es una cruz imborrable. A quien mira, a quien habla, lo convence para siempre. Está siempre hablándonos, casi siempre por medio de los hombres. Y si escucháramos más…Otro gallo cantaría. En esa cruz, están los cristianos perseguidos, las muertes injustas por ser de Cristo. Están todos los que se fueron y nos enseñaron a ser discípulos de Jesús. Tenemos historia, un líder, un amigo que nunca falla. Jesús de Nazaret, así se llama al que quieren quitar de todos los sitios y lugares. Ese Jesús Sacramentado que es blasfemado e injuriado por quienes coleccionan hostias para hacer exposiciones y ofender nuestra fe. Ese es el Jesús que quieren. No, el que queremos y vemos nosotros. Hoy, aquí en Espartinas, junto a Cristo, empieza a todo. Yo soy de Cristo… ¿Y tú? Hay cruces que están vacías porque no tienen a Cristo. Cruces que vienen y van sin saber dónde han venido. Esas cruces ya no existen, son las cruces del olvido. Se tiran por las desidias por el rencor y egoísmo de aquellos que nos gobiernan para llenarse de bolsillos, de dinero y de promesas que no se creen ni ellos mismos. Gobiernan con las mentiras de los votos más sumisos, si me votas, yo te doy, tú me entregarás lo mínimo. Votando no quiero nada que maltrate a Jesucristo. ¡Anda que no existen cosas que recuerdan lo vivido! Ya si hablamos de Podemos… Mejor me callo y me rindo. Solo quiero recordarlo por amor a Jesucristo. Pueden quemar las iglesias, pueden arañar discípulos… pero jamás arderá la figura del Altísimo. Ese Dios que nos protege de las garras del maligno. Padre Nuestro, no te olvides, del cristiano arrepentido, hay muchos que te ofendieron sin saber que por tu hijo, se alcanza primero el cielo para entrar al paraíso. Y se empeñan en negar que hay verdades del destino, donde la fe se quebranta y hasta su altar acudimos en busca de las respuestas que como humanos pedimos. Allí si vale el cristiano cuando hay miedo, con abismos que nos hablan de la muerte en un alto precipicio. Allí si vale el cristiano en hospitales y sitios donde está la enfermedad rondando nuestros caminos. Allí si vale la fe. Vale todo… ¡Sin prejuicios! Esas cruces que no quieren son las cruces que te digo. Cruces que salen de dentro de lo tuyo y de lo mío. Allí me siento más fuerte cuando oyen lo que digo. Por eso solo hablan de quitarnos crucifijos. Pero queda la Esperanza de verlos en entresijos, que los conviertan de nuevo a la fe de Jesucristo. Me da pena que la vida sea odiarnos sin avisos. Odiarnos porque nos odian sin habernos conocido. Y a las cruces le rezamos no para pedir castigo… ¡Ya tenemos con vivir siendo cristianos encíclicos! ¡Qué sepan que en esta causa estamos todos unidos celebrando nuestra fe en la fiesta del domingo! Sin temores que nos callen, sin rencores resarcidos. Sin palabras que te ofendan pues serás el espejismo que veremos al pasar camino del paraíso. Solo cruces verdaderas para encontrarnos contigo. Perdona Dios, las ofensas de los hombres que ya mismo andarán por tus balcones reclamándote su sitio. Mientras tanto por la vida seguiremos tu camino. Yo soy de Cristo… ¿Y tú? ¿Podrías decir lo mismo? Yo soy del Cristo que vive en las cruces que sentimos. Soy del Cristo que me llama para decir que está vivo. ¡Qué sepan que en esta causa estamos todos unidos celebrando nuestra fe en la fiesta del domingo! Yo soy de Cristo… ¿Y tú? ¡Y pongo a Dios por testigo! ¡Qué si hubiera que morir bajo la cruz me persigno y dejo la vida entera junto al sagrario de Cristo! 2. Cuando es corta la espera… Presentación Saluda presentador Cuando quedan 15 días, las cosas parece que pueden llegar a tocarse. Son las realidades paralelas de la Semana Santa. Ver y tocar, se confunden en la memoria del cofrade. Son los recuerdos junto a las ganas porque llegue lo que todos deseamos. Es una sensación que aproxima las páginas que componen ese armonioso calendario, que todos llamamos: “espera”. Es así desde mucho antes que nacieras, pues el cofrade, nace, no se hace y se alimenta diariamente de las señales inequívocas de que hay mucha verdad en lo que vemos y sentimos por las imágenes procesionales. Parece que vivimos pensando en una fecha y un lugar determinado. Es esa locura que solamente entiende quien está cerca de ti, compartiendo la pasión por la Semana Santa. Es momento de pensar desde cuando eres cofrade, por qué y cómo llegaste hasta aquí. Creo que es una de las mejores formas de valorar lo que tenemos y seguir luchando por ello. A nadie suelen regalarle nada en este mundo. Por eso lo que se consigue se recuerda con tanta intensidad. Queda poco, hay que preocuparse ya de algunas cosas. No me gustaría estar en la piel de los priostes, ahora es cuando realmente se arrepiente uno de estar en el cargo y de que los días sean tan cortos. A vosotros, la mayor de las gratitudes, pues sois la máquina que mueve la ilusión junto a todos los miembros de la junta de gobierno. Si tecleamos desde nuestro ordenador lo que significa “pregonar”, la Real Academia Española (más conocida como la R.A.E), nos salta con que “pregonar”, entre otras acepciones es: “Publicar, hacer notorio en voz alta algo para que llegue a conocimiento de todos”, “Publicar lo que estaba oculto o lo que debía callarse” o “Alabar en público los hechos, virtudes o cualidades de alguien”. Ese alguien: es Dios. Eso escondido y oculto, es la manifestación de la Semana Santa en nuestros corazones cofrades. Lo notorio, la llegada inminente de la semana de Pasión. En los últimos retoques a los guardabrisas, a la atención expresa y medida del fiscal, a los priostes desvelados en la madera y en la purificación del rito ancestral de la parihuela y las insignias bien limpias. La fiereza con que ataca la rampa de la puerta, esperando ser pisada en la tarde, dilatándose como signos de los fríos de lo noche. Realmente, la previa toma caminos de nostalgia y pesadumbre, puesto que significa todo. Todo, porque no escatima en signos y presagios, valiéndose de todas las cosas y formas, como punto de partida. El aire, cambia sustancialmente. Ahora huele a primavera. No me pidan que lo describa, pues es algo que nunca alcanzaré. Lo sé porque el termómetro y el olfato, reclaman nuevas mediciones constantes y late cada vez más fuerte el corazón. No nos enseñan a ser así, nos va bastando cada año, para aprender y mucho. Cada año, es un tiempo de espera nueva, que trae consigo, un elemento más que es incluido en el diccionario cofradiero particular. En ese que solamente sabes tú. Si reconoces su aroma estarás sintiendo algo. El aroma de la fiesta que tanto habías soñado. Han pasado muchos días y nos cuesta recordarlo. Aquella noche cerrada era del mes de Marzo. Llovió siempre que salías. Llovió durante tres años. Eras un año más joven ibas de negro tapado. aquella noche cerrada en la que el tiempo fue malo y te volviste a tu casa envuelto con el desánimo, como mejor compañero en cada sitio a tu paso. Guardarías la ilusión en el fondo de tu armario doblada junto a la túnica envuelta con el esparto. Aquella Semana Santa fuiste de negro rosario. Porque veías tu rostro en otros rostros tapados y pensabas el porqué de aquella noche de Marzo en la que hubieras vendido lo que tienes por cambiarlo y haber salido a la calle junto a todos tus hermanos. Pasaron los meses rápidos pasó deprisa el verano cuando llegó Septiembre la capilla era el palacio que dejaste sorprendido cuando fuiste a visitarlo y te recibió su nombre en la cima del Sagrario. Te levantas y no sabes como aprieta el calendario. Pasan de nuevo las fiestas, el niño como regalo se adelanta a la pasión naciendo como esperábamos. Entonces todo es sencillo cuando revisas tu cuarto encontrando el boletín que anuncia que ha regresado. Regresa porque no muere porque no había marchado. El cofrade no renuncia, es un cofrade arraigado que vive con su hermandad todos los días del año. Es la junta de gobierno, los costaleros rezando, las papeletas impresas con tu nombre reservándolo. La paciencia resistiendo, los altares bien montados, José Antonio de visita con las sayas y bordados. El timón del capataz, la belleza de su palio, el candor con que amanece esas flores del naranjo. La dulzura de tu madre, el añoro del pasado, de los que se fueron pronto porque se fueron buscando un sitio en la cofradía de los cielos más cristianos. El amor de sus priostes, los diputados mandando, los cirios en sus asientos y el incienso resguardado de las manos de los niños que ya ansían por quemarlo. Los ciriales en sus puestos, las insignias demandando, los tramos de capirotes bien dispuestos y ordenados. Ya los últimos retoques los cabildos de sumario. Los nervios a flor de piel y tu mujer soportando los días que llevas fuera llegando tarde a su lado. Pero mujer, vida mía, es la cuaresma que narro, que se expande por mi mente sin quererlo, sin pensarlo. No harán falta más palabras pues está todo cerrado. Cuando comience, mi sitio, será lo que haya marcado el fulgor de las pisadas de aquella noche de Marzo. Esta vez será distinto, cumpliremos lo pactado. Y estaremos repitiendo el amor que profesamos. Esa Rosa de Espartinas será el sol de los sufragios, el sol que con nuestra fe nos conduce hasta su manto, iluminará de auroras lo que tanto hemos pensado. Nazareno de Espartinas no te sueltes de mi mano. ¡Qué alcanzaremos la vida con la que tanto soñamos! ¡Y ya comienza de nuevo la gloria del Martes Santo! 3. El Cristo de la Sangre Dice San Pío de Pieltrecina que: “casi todos vienen a mí para que les alivie la cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla”. Nos da miedo la cruz, aun teniéndola cerca de manera que sea un testimonio más de nuestra existencia cristiana. En demasiadas ocasiones, nos olvidamos que seguimos a un crucificado, con todo lo que eso conlleva. Que hay que aprender a dar gracias y a pedir menos. ¿Acaso no crees que Dios sabe lo que quiere para ti? Hablamos mucho del destino. Y fijaros dónde acabó Jesús. Cada uno tiene un final, una meta y un camino. Somos nosotros quienes decidimos ir más o menos rectos. Cristo está siempre hablando. Es un libro abierto sin ningún tipo de secretos. Lo escuchamos en el interior. Más si cabe la tarde del Martes Santo, cuando recorre las calles sedientas de su cuerpo. Esa es la grandeza del crucificado, llenarlo todo, quererlo todo, apoderarse de todo. En innumerables ocasiones, hay instantes y recuerdos que nos hacen reforzar nuestra fe. Suele ser un momento cualquiera, de un día cualquiera, a una hora cualquiera. Y aunque pudiera parecer ambiguo y obsoleto, es esa acción de no prejuzgar, la que hace que nos encontremos con Cristo. “Fuera de la Cruz no hay otra escalera por donde subir al cielo” argumenta Santa Rosa de Lima. Y es esta frase de la Madre Maravillas de Jesús: “más nos acerca a Dios una temporadita de cruz que todos nuestros pobres esfuerzos” con la que muy posiblemente estemos acercándonos a lo que realmente quiere Cristo de nosotros. ¿Tú sabes lo que quiere? A veces no lo sé. Aquí no hemos venido a mentir, diciendo cosas que no son. Nos perdemos constantemente y debe ser algo normal. Puede que no veamos las señales de su presencia. En aquella capilla, todo es mucho más sencillo. Espero su palabra con ansia, con necesidad. Cristo aunque callado, aunque envuelto en sangre, dicta leyes que los hombres acatamos sin pensar. Pensar no sirve de nada, cuando la cruz a los lejos, es un revuelo de llamas, que va quemando por dentro. Y es una diatriba lo que se presenta delante. Hay quien ve muerte, cuando nosotros vemos la vida. Vida no hay más que una. Pero eso pasa aquí, en la tierra. La vida del Cristo de la Sangre, te busca hasta en el último rincón de la tierra. Somos discípulos de un hombre que murió por nosotros. Lo seguimos porque queremos, nadie nos obliga. Si vamos tras de Él, hagámoslo bien. “Si alguien quiere ser discípulo mío, tome su cruz cada día y me siga” dice el evangelio de Marcos. Toda Espartinas en cruz, por ti, Cristo de la Sangre. Toda la cruz se ennegrece velando el cuerpo dormido. Se ha apagado su latido y por la verdina crece, el silencio que florece ante su augusta presencia. Queda en cruz como la herencia que en el tiempo se mantiene. Es el único que tiene el saber y la experiencia. La cabeza se traslada hasta el pecho que lo acuna. Es la sombra de la luna quien contiene su lanzada. En la madera, tallada, hay muerte predicadora dejando paso a la hora de los rezos personales. Por las lágrimas, las sales buscan su luz mediadora. ¿Dónde te quedas Dios mío? ¿Dime por donde te fuiste? ¿Es que llegaste y viniste por las barcazas del río? ¿Te perdiste en el vacío que te ofrece el universo? Gota a gota, verso a verso, te derramas sin sustento. El tiempo pasa tan lento que no alcanzo tu reverso. El amanecer sorprende siempre tu melancolía. Es la noche quien al día sobre su carne se tiende. La luz sola lo comprende y en jirones de madera se ha enmarcado con la espera el dolor crucificado. Es el rojo acentuado por una u otra manera. Siento que todo se mueve en mi cuando lo imagino. Escucho al fondo su trino llenando la Parasceve, del blanco que lo renueve para contarnos su historia. Recorre por la memoria su tristeza en el final. Es la cruz su memorial para perseguir la gloria. Sangre sobre sangre va esculpiendo su calvario. Se recoge en el sudario lo que hasta el cielo se irá. Así siempre seguirá siendo un hombre verdadero. En esa cruz, va primero, el amor en penitencia. Dejándose en la creencia la fe de este mundo entero. Arrodillado me quedo sabiendo que ya te has ido. Te espero por si has venido en las palabras del credo. Y sé que contigo heredo el alma de los cristianos. Enlazados por las manos empezamos la oración. Es así la devoción que entendemos los hermanos. La vida se queda rota cuando nos falta el Señor. No se vive sin amor porque la vida se agota. Conocerás la derrota pues no creerás en nada. Entonces en la mirada habrá silencio templado. No habrá nada imaginado ni palabra recordada. No habrá mal que lo traspase, ni centinela que quiera pasar la noche a su vera aun cuando la muerte hablase. Dejar que en el tiempo pase, lo que tenga que pasar. Dediquémonos a amar, al bien que dejara escrito. No amar bien es un delito del que nos pueden juzgar. Al tiempo del gozo eterno lleva pensarte y quererte. No tener miedo a la muerte si al final, en el invierno de la vida, tu gobierno me lleva donde tú estás. “Quién crea en mí, vivirá” -palabra de Dios al hombre¿Cuándo en el cielo me nombre, él mismo me esperará? La parroquia se transforma en orbe sacramental. Estás vivo en lo real siempre presente en la forma. Acompañarte es la norma que tengo de estar contigo. Rezar sintiendo el abrigo de tu cuerpo lacerado y así me quedo a tu lado para encontrarme conmigo. Allí siento lo que soy, comprendo por qué he venido. Revive en cada latido por donde quiera que voy. Y cuando de frente estoy mirando su plenitud, me aconseja con virtud que no le falle jamás. Sabe que así volverás con la misma exactitud. Crecí viéndote pasar por las esquinas del hambre. Fuiste siempre generoso, sobre mis hombros te alzaste. Te he llevado en el recuerdo para poder alcanzarte, las veces que estuve mal y abierto en cruz, me llamaste. Somos hombres penitentes del dolor que sobresale de la herida de su pecho rompiendo de luz la tarde. Señor, que te has derramado como el lirio que se abre. ¡Señor qué vives muriendo por las entrañas del arte! Venga a nosotros, tu reino, -el cielo que nos dejastey dinos que el paraíso no es un solamente un paisaje. Me quedo absorto contigo te falta el sueño y el aire y entre todo lo que tienes estás vivo en el mensaje. Espartinas con su Cristo pues pase el tiempo que pase, hay amores que no mueren aunque la muerte los llame. Espartinas en los labios tiene palabras al Padre. Padre nuestro de los cielos deja tu amor inefable y vuelve sobre nosotros la cruz de los despertares. Y rezándote lo pido, no me pidas que me calle. Tú qué sabes que la vida es un recuerdo imborrable. Pasará la vida entera junto a la cruz del que abre las puertas que dan al cielo de los cielos inmortales. ¡Qué aunque te rezo cautivo mi amor se queda esperándote! ¡Y qué suerte hemos tenido! ¡Señor que nunca te marches! ¡La vida que conocemos está completa al mirarte y así vivo renuevo mi fe con el Cristo de la Sangre! 4. Soles de otro tiempo Documentalmente se sabe, que en 1880, las bordadoras Ana y Josefa Antúnez realizaron para la dolorosa de esta corporación de la O, un manto de terciopelo negro bordado en oro a realce. El diseño fue realizado por Manuel Beltrán Jiménez. Esta obra se estrenó en la madrugada del Viernes Santo del citado año. Solo estuvo una década en la corporación trianera. Pasando luego a formar parte, como todos saben, de esta corporación. Son las cosas que pasaban antes. Y gracias a Dios, se quedó aquí entre nosotros. Esta cuaresma ha estado en la exposición de los 450 años de la Hermandad de la O, pudiendo contemplarlo toda Sevilla. Me contaron una vez que el hermano número 1 de la O vino a la casa hermandad y al ver el manto, se echó a llorar. Así se quedan las cosas en la memoria popular, impregnadas de forma y manera que nunca se pueden olvidar. Quiero hablarles del manto, porque tiene cosas escondidas. En el negro y en el oro de las hermanas Antúnez, debe haber tantas y tantas puntadas que sin duda, podrían formar perfectamente un puente entre el tiempo de ejecución y el mundo actual. Cuando se hace una obra, se busca la inmortalidad. Las hermanas Antúnez vivirán en este y en muchos de los trabajos que realizaron de manera sobresaliente en todas nuestras cofradías. La primera vez que visité la hermandad, no tuve más remedio que admirar y certificar lo que tantas veces escuché en los mentideros cofrades: “en Espartinas hay un manto con historia y solera que nadie debería perderse”. Y en su afán de exponerlo y que todo el mundo lo contemple, abre su casa hermandad para que podamos recrearnos en su belleza. Más allá del diseño, de la técnica, de la ejecución, de la singular decoración de sus bordados. Más allá del tiempo y del cariño de los hermanos. En ese manto hay escondidas muchas cosas. El Martes Santo desprende toda su luz, regalándonos la esencia de su bordado. Y allí hay cosas que es necesario contar… Hay dos orillas bordadas en los filos de ese manto, está el verde de Triana por sus hilos enhebrado igual que viaja el azul de su Domingo de Ramos. Hay dos orillas que cruzan el puente por lo más alto. Sevilla luce en el negro recuerdos de Viernes Santo, los del siglo diecinueve por el río que surcaron los navíos que en América trajeron oro en los fardos. “Puente de Barcas” sin leyes para escribir lo narrado. La “O” levanta los pulsos y las mareas del paso remueven todos los soles por ser cielo constelado. De un lado a otro, se mece las hechuras de su paso. Hay dos orillas fijadas en las conchas de ese manto, está el sol de los caídos llevando en peso el cansancio de la tarde misteriosa y el día que contemplamos. Está Sevilla de luto -rizos aterciopeladosde lo que fueran los soles en la gracia de su palio. La historia así nos lo cuenta llorando pena, llorando como Sevilla perdió la hermosura y el encanto que tienen todos los soles del firmamento estrellado. Cuenta una hermosa leyenda que nunca de allí marcharon. Y sale todos los viernes a recordar el legado. Y se marchó de Triana por las modas y los cambios. Y así llegó hasta Espartinas en donde todos hablamos, de la brisa marinera que el Guadalquivir nos trajo. Dos orillas relatadas para albergar lo pasado. De Triana a Espartinas van los soles de tu manto. De la Esperanza al dolor siendo ya negro y morado. La historia viene y repite que es cierto lo que contamos. Hubo lágrimas de amor, cuando en el suelo postrado un hermano de La O ya reconoció en el manto el silencio de la noche, cuando en la vuelta, callado, el lirio florece en paz en las jarras de su paso. Hay vida que no se muere y es un negro poemario con callejas de Triana y Espartinas en su manto. El dolor de la Señora viaja con él traspasado. Brilla en la luz de la noche siendo brújula y el faro que nos guía por la senda la tarde del Martes Santo. Triana nunca se olvida de que perdió su pasado y en olores de albahaca es Castilla su palacio. Más de un siglo ya pasó pasan rápido los años pero la luz no se baja de los soles de tu manto. Allí se quedó la esencia de las rosas y los nardos, del ayer que ya no está soñando volver despacio. Quedó en tierra la promesa de quedarse bien anclado en las puertas de La Cava y macetas de geranios. Las cosas no son igual que en esos tiempos pasados, mil ochocientos ochenta era el número grabado. Y desde entonces, los soles, guardan aquí, desparpajo, gracia que a todos alumbra en el negro de su manto. Y en la calle, su color, en el día va cambiando, por la tarde es diferente, por la noche es el llanto de todas las luminarias que en el cielo se han juntado. Y relucen las estrellas y hay auroras en los marcos que dibujan los planetas en el negro de su manto. Y hay espacios imposibles y hay suspiros levitados intentando que no salgan las penas que da el pasado. Y vuelve de nuevo así a repetirse el milagro. Un conjunto insuperable deja en la mente a su paso los matices de Triana y Espartinas, sin descanso. Juntas quedaron de nuevo en el negro de su manto. Y la Virgen las recibe en los soles acabados que dan lugar al romance que aquí con los versos traigo. Parece que el tiempo corre por el terciopelo raso que dan las formas al negro y hace que el negro enlutado lleve el nombre de María por ser icono mariano. Cuando lo veas presume de la Virgen y su palio. El Aljarafe celoso bien querría resguardarlo en otros pasos de Virgen, en otros pueblos cercanos. Ese manto es de Espartinas pues la historia y sus legajos atestiguan pertenencia tras tanto tiempo pasado. Cuando venza a las claritas de las mañanas de Marzo. Cuando venga a repartir el negro de sus quebrantos. Cuando Abril ya la reciba como la reina del páramo, será todo diferente y habrá historia y habrá canto del ave del paraíso para todos los cristianos. Aquí se queda el recuerdo, muchos años a tu lado nos permiten admitirlo y esta historia que contaron aquellos espartineros, en tu palio se ha quedado. Cuando dejes la mirada perdida por sus dos manos, no te olvides que la vida en su palio se ha quedado. Cuando llegue su momento la tarde del Martes Santo piensa que vuelve a vivir todo aquello que soñaron esas hermanas Antúnez en las luces de tu manto. Desde Triana llegó y más de un siglo ha pasado. Y cuando vengas Señora en la noche de tu palio, la noche se hará ya día con los fulgores bordados. Y todo vuelve a lucir es el mañana anhelado. ¡Y solo veo a Espartinas en los soles de tu manto! 5. Los Dolores de María Ese nuevo firmamento tiene dueña, la Virgen de los Dolores. Dice el Papa Francisco que “la Virgen María es un vaso rebosante de la memoria de Jesús y su sabiduría”. San Agustín escribe: “Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena de fe has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes”. Eso debemos ser nosotros, creyentes. Nunca incrédulos porque no podamos tocar las cosas en las que nos dicen que hay que creer. Es ahí donde entran en juego el creer sin ver y la fe. La Virgen de los Dolores es toda fe. También creo en todo lo que hace y dice, porque de alguna u otra manera, transmite el mensaje. Está todo el año aquí, con nosotros. A veces, la familiaridad nos hace ocuparnos poco de ella. Pero casi siempre, solemos estar junto a su inigualable imagen. La belleza de la Virgen no reside solamente en la hermosura de sus facciones, la posición de sus manos, cómo va vestida o el palio que tiene. Es algo interior. Porque puede tener lo mejor y no llenarnos. En este caso, lo tiene todo. Quiero ver dentro de su corazón, como se integra en el pueblo. Hay pertenencia a todo lo que sea de Ella. Desde el grupo joven, a la junta de gobierno. Los hermanos, los devotos, el pueblo de Espartinas en general. Eso es lo que hace grande a una imagen. Podríamos considerar que en Ella está todo lo que queremos y ansiamos. Tiene una profundidad su rostro, digna de pararse y contemplar durante horas. José Antonio Grande de León, cuida que no le falte nada. Serán estos próximos días la primera vez que la vista para el Martes Santo. Es amor de amigo, pero… no hay nadie mejor que él. Tienen suerte. No la desaprovechen. Pero he querido trasladarnos hasta el pasado mes de noviembre. Un Rosario extraordinario hasta el cementerio es el motivo fundamental de todas las letras que vienen a continuación. Allí hubo diálogo, unión, fraternidad y más que eso, la Virgen se encontró con todos esos hermanos que hicieran posible que hoy disfrutemos de esta maravillosa hermandad. No hay mayor orgullo para todos nosotros, el saber que estuvo con quienes la amaron y quisieron hasta la muerte. Los hombres y mujeres de la Sacramental. Vuestros padres, madres, abuelos y abuelas. Los que os dieron la fortaleza para asumir el destino en los días que ya han llegado. Viven en Ella para encontrarse con vosotros, en cada mirada y rezo. Cierren los ojos. Vamos a encontrarnos con ellos. Siete Dolores se fueron directos al corazón. Siete puñales que son espadas que se blandieron En el pecho se fundieron haciendo daño a su paso. Y sin encontrar ocaso tan dolorosa, María, deja su pena en la mía mitigando su traspaso. No tiene comparación la belleza que desprende. Solo al mirarla se aprende lo que es la devoción. Rozando la perfección, recoge de su pañuelo un trocito de ese cielo que se esconde en su mirada -constelación estrelladabordada en oro en su velo. Tan delicada es la flor que en su jardín la regamos. Todo por Ella entregamos para pedir su favor. Rosa que desprende olor a santidad. Su fragancia se funde con la prestancia de la Reina más hermosa. De nuestro mundo, esposa, sin lejanía y distancia. Te queremos entregar el alma y en esta vida danos la fe recibida para podernos amar. Por ti vamos a luchar contra el viento y la marea, para que el mundo te vea como la Madre perfecta. De Dios eres predilecta y en ti todo se recrea. Un conjunto de ilusiones llenan de vida la tierra. Todo tu gracia se encierra para cumplir las misiones. Ya no hablo de prisiones pues liberas al que reza. Me quedo con tu entereza con esa bendita gracia, porque no existe desgracia que se empañe en tu pureza. No sabemos quién te hizo y por más que lo supiera estás viva en la madera sin encontrarte el hechizo. Sobre tus manos deslizo el beso de los mayores. Porque hubo tiempos peores y siempre de ti cuidaron. A tu vida se aferraron para saberse mejores. Deja de llorar, Señora, Espartinas te lo pide. Porque en ti el llanto mide lo que en tu piel ya se ignora. Por ese llanto atesora el cristal de sus reflejos, sabiduría y consejos al mirarla cara a cara. La verdad desenmascara su rostro en los azulejos. La tarde del Martes Santo desparramas tu congoja. Estás pidiendo que acoja la fiereza del quebranto. Sabes que te quiero tanto que no me puedo negar. Y me pongo a caminar junto a ti, Señora mía. ¡Qué en el llanto hay alegría cuando te vuelvo a mirar! ¿Dónde escondes las pupilas cuando al fondo ves la cruz? ¿No es esa la Vera-cruz que con misterio vigilas? ¿Has visto que por las filas llevan tu nombre grabado? ¿Y sabes que te han llevado cientos de generaciones? ¿Sabes que tengo razones para cumplir lo pactado? Te hablé y tú me escuchaste, quizás no lo mereciera. Puede que de pronto viera todo el amor que dejaste. Dentro de mí, perpetraste esta unión con las palabras. Y es que con ellas te labras lo que has querido decirme. Y así pude decidirme a esperarte a que me abras. En la puerta ya te esperan. Quiero llevarte de nuevo al lugar donde las cosas terminan con el silencio. Donde se quedan tus hijos cuando se marchan al cielo. Allí donde todo pasa para encontrarnos eternos en el mármol de las piedras tallado por el recuerdo. Por las flores de Noviembre, por tantos y tantos rezos porque tus hijos te llevan aun sabiendo que ya han muerto. Se han abierto los portones para quedársela dentro. Allí se quedó plantada la puerta del cementerio. Un azulejo te invita a que pases por sus tientos. Noviembre que no termina porque se ha quedado inmerso en un millón de oraciones para quedarse con ellos. Con los que fueron hermanos, con aquellos que nunca fueron cristianos porque las cosas de Dios, no les gustó luego. Allí la Virgen quedó para acompañar el tiempo de los que viajan heridos por la muerte del lamento porque en vida no pudieron amarla, por sus secretos. Noviembre que no termina para buscarla sin miedos. Aquel Noviembre la vida era domingo de adviento. Te quedaste con los tuyos junto a los padres y abuelos, junto a los niños cansados de rezarte el padrenuestro. Te quedaste con las madres que hasta allí arriba se fueron. Con los hermanos que narran cómo de grande es el cielo. No olvidaré tu visita, así supe que hay momentos donde la vida se esconde para encontrarse en tu cuerpo. Tú llenaste los vacíos de aquellos que estaban muertos y sin embargo ya viven junto a los vivos riendo. Cuanto amor en los detalles para quedarte con ellos. Un rosario de Esperanza porque al rezarte el recuerdo los vio vivos en las cosas de los que quedaron presos por la vida y por la muerte de los sucesos terrenos. Allí te quedas Señora. Allí te quedas con ellos, para que sepan volver al paraíso del credo junto a Dios en las alturas y al Cristo de tus anhelos. Noviembre que por la historia no morirá para ellos. Su Virgen ya los recoge y están viviendo en su pecho. Ahora sabes la verdad. La verdad de todo esto. ¡La tarde del Martes Santo no te olvides que están ellos, son las luces que refulgen para encontrarlos de nuevo! ¡Aquí tienes a tu Madre la que los cuida despiertos! ¡Aquí tienes a la Madre que en Noviembre fue a verlos y están en su corazón toda la vida viviendo! 6. El sueño de un paso de palio Llegaríamos a entender la vida, sencillamente con un paso de palio. Dejarlo irse en el maremágnum de cabezas que forman parte de una bulla primaveral, de ésas que hacen que el sueño retome una actividad rutinaria que acontece una semana al año. La noche es de los palios y del olor a cera, confundiendo la orientación, pues en la noche, nos orientamos por la luz, la música y la cadencia armoniosa de unos pies que tergiversan la realidad que conocemos por una en donde la vida se vuelve feliz al verla caminar. Tenemos por delante muchas cosas en esta Cuaresma que se consume poco a poco, en noches idílicas. Ahora son las importantes, el preludio de las que nos enseñaron que se podía estrenar sonrisa al caer la tarde, mientras los nazarenos eran una paleta de colores en una plaza cualquiera. Podría ser el azul, el morado, el rojo. La capa, la cola, el ruan o simplemente, una bola de cera anónima que va contando los años, por eternidades de cuentos infantiles. Es el negro penitencial quien la corteja. La noche es la penumbra de lo que escondemos y sentimos. Se alardea en los reflejos hipnóticos de los guardabrisas, viaja con la constelación de nuevas promesas que se extienden por un universo llamado: palio. La historia se va a escribir con una pluma diferente. Es un sentimiento común, intransferible que incluso contiene melodías armónicas que nos hacen andar ya, como si estuviéramos bajo las trabajaderas. Tenía prisa y está llegando. Le quedan días de devaneos, de florituras, de imperfecciones contrastadas con el crecimiento itinerante de sus estructuras y segmentos. Vivimos esperando que llegue, al final, las cosas suceden porque las deseamos, porque las soñamos de tal manera, que aunque no se hicieran realidad, por un momento, en nuestra mente, ocurrieron y eso es lo que importante. El calendario compite con el reloj, hay tiempos que no se parecen en nada. La hora no llega a esgrimir con rotundidad, la solemnidad de su paso. Tampoco hay adjetivos en los números que nos acercan, de cuando en cuando, a esta rapsodia de versos mullidos. Solo hay, quietud y algo de un movimiento lacerante, que se engrana de manera armónica, para ilusionarnos. El paso está detenido. ¿Notáis ese calor de las trabajaderas? ¿Y las flores dando aroma a su alrededor? El crujido de la madera antes de la “levantá”, el jadeo del costalero cuando recibe el peso, el vaivén de los candelabros cuando decide andar la Señora. No hay nada más perfecto que un paso de palio. Los cuatro zancos en el suelo. No hay movimiento. Tan solo los ojos recorren con velocidad, cada uno de los puntos de luz. Parece que hoy está más guapa que nunca, queremos decir. Los cirios en llamaradas permanentes, nos recuerdan que hemos vivido un año más. Somos solamente eso, lo que pasa mientras nos vamos marchando. Podríamos definir nuestra vida en el momento de la última “chicotá”. El manto negro aflora todo lo conocido, la historia y el recuerdo. Es la hora de acordarnos de los que ya no están, de los que nos legaron esta maravillosa herencia. Un padrenuestro, un Avemaría con la mayor de las constricciones. Así quedaremos. Es de noche, la noche es de los palios. Y ahora exactamente, del palio de la Virgen de los Dolores. Pero en ese palio hay muchas más cosas. Todo un año de trabajo. La satisfacción de que las cosas hayan salido bien, lo paga todo. La hermandad unida, trabajando por lo mismo. Eso es lo bonito de la Semana Santa. Juntos somos invencibles. Es tan importante el que participa, como el que ve. La oración de los franciscanos, el insuperable abrazo de la Virgen de Loreto, la esencia de un pueblo que quiere a su hermandad Sacramental. Empezamos a poner esta cuenta atrás, que no entiende calendarios escritos y son pellizcos al corazón cofrade. Estamos en el final. A nadie le gustan los finales. Pero este es el final de lo pasado. El principio de lo nuevo está muy cerca. Apenas unos días y parece que ya puedo ver al fondo de la Iglesia los dos pasos. Y os veo a vosotros, vestidos de negro. El negro Sacramental del Aljarafe. El del Cristo de la Sangre y la Virgen de los Dolores. La Hermandad de Espartinas. En el dintel de la puerta la marcha me sobrecoge. No sé si el cielo la escoge para encontrarla despierta. Sin saberlo a ciencia cierta estoy allí, sin remedio, las filas pasan por medio de la bulla que acompaña. En este tiempo se araña la condición del asedio. Porque llega la añoranza del que se va sin volver. Porque se junta el querer con la palabra Esperanza. Porque en canto de alabanza, la oración, se distribuye y entre el gentío ya fluye el llanto de despedida. Con Ella se va la vida, la vida en Ella concluye. El manto entero lo sabe, dentro de nada, se encierra. Anda siempre con la guerra de que por allí no cabe. En los soles va la llave del final del Martes Santo. Es el único amaranto que sacia las peticiones. Tiene Ella sus razones para no enjugarse el llanto. Aunque llora, no lo dice, las mejillas la delatan. En los pómulos se atan y en su mente desdice. No hay llanto que cicatrice por sus almenas quebradas. Son esas luces forjadas de tantas formas distintas. Son esas luces sucintas que brillan como alboradas. Dentro, quieto, quedó en cruz el Señor crucificado. Hábilmente colocado frente a frente con la luz. Tan señero y andaluz descansa por todo un año. Se revela como antaño real y omnipotente. Es la devoción latente que nunca te lleva a engaño. Los nazarenos avanzan al interior parroquial. Un inmenso ventanal donde a la gloria se lanzan. En este momento alcanzan el sufragio que han pedido. Un caminar convencido refleja su penitencia. Creemos en esta ciencia del que nada ha recibido. Tan solo queda el honor, puede que la valentía. Solo al llamarte María puedo vencer al temor. Entre dolor y dolor murmuramos el rosario. Porque siempre es necesario encontrarnos con la Madre cuando se dirige al Padre en este mismo escenario. Amarga trompetería la que avisa su llegada. Es la muerte consumada como la ley predecía. Esta sin par letanía en el rezo, se consuma. Se multiplica y se suma por todos nuestros pecados que quedarán indultados en un papel con su pluma. Hemisferios contrapuestos en una sola mirada. Siente la vida callada con esos paños funestos que en alfileres impuestos, reciben sus bendiciones. Con sus cientos de oraciones un suspiro la quebranta y entre el llanto se levanta el negro de sus crespones. La noche entera se acaba recorriendo sus perfiles. Sueño que llegan abriles para llegar donde estaba. Mientras la vida pasaba por aquello que no he sido. Me quedo con lo vivido pues fue mucho, Madre mía. Estás siempre al lado mía porque aquí lo he escogido. Año a año te recibo con esta misma ilusión. Te entrego mi corazón para sentir que estoy vivo. En ti he encontrado el motivo por el que no derrumbarme. Y nunca podré quejarme de todo lo que me das. Y sé que siempre estarás para volver a encontrarme. La vida pasa ligera por tus cirios encendidos. Se apagan estremecidos cuando el paso se acelera. Solo el mismo Dios pudiera cambiar tu llanto por risa. Pero el dolor no te avisa y cae la noche despacio. Y brillas más que el topacio y eres más que una divisa. Soy de la Sacramental porque por vosotros vi que ya era parte de mi la fiesta trascendental, que hace que no haya igual celebración en el mundo. Hoy se queda en lo profundo el tiempo, el verbo y la fe. Y siempre recordaré este renacer fecundo. De los palios es la noche pero aquí, en Espartinas, sobre tu palio iluminas tu amor con tanto derroche. Serán los palios el broche a tanta historia contada. Un palio de luz alzada caminando por la calle. Un palio que por el talle sorprende con su llegada. Tienes la Semana Santa prendida por tus encajes. Te pido ahora que bajes por si mi amor se adelanta. Y ya ni la pena aguanta a consolarte Señora. La quiero porque atesora en Ella, toda mi vida. Porque ha sanado la herida que me dejó cuando llora. Señora de los Dolores aquí termina el Pregón. Me dejas la salvación para calmar mis temores. Tuyos todos los amores que en Espartinas renuevas. Mientras a todos elevas doy gracias por ser un hombre. ¡Iré soñando en tu nombre el cielo donde me llevas! Álvaro Carmona López