CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.) BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N.° 124 AÑO XLI OVIEDO O ctu b re D ic ie m b r e 1987 SUMARIO Págs. El concejo de Piloña en el S. XVIII, según el Catastro del Marqués de la Ensenada, por A ndrés M artínez Vega .................................................. 939 Puntualizaciones a una comunicación, por Rodrigo Grossi Fernández ... 985 Los indianos en la literatura, por José Ignacio Gracia Noriega ................ 991 Un religioso capuchino de Navia en la Corte de Fernando VII, por Jesús M artínez Fernández ............................................................................................ 1.011 El Monte Medulio en territorio astur-bergidense, por Serafín Bodelón ... 1.023 La estela de Duesos, Caravia, por A lberto Fernández Suárez y A lejandro M iyares Fernández ............................................................................................... 1.035 Jovellanos. La enseñanza y las academias, por Fernando Muñoz F errer 1.055 Arte parietal paleolítico occidental. Técnicas de expresión e identifica­ ción cronológica, por Magín Berenguer Alonso ..................................... 1.063 Estudio de la satisfacción laboral en Asturias, por Antonio Lucas Marín 1.077 El yacimiento prehistórico de la cueva de Aviao (Espinareu-Piloña), por Ramón Obeso Am ado, Germán Rodríguez Calvo y Antonio Juaneda G avelas ...................................................... ............................................................... 1.109 Laboratorio Químico Municipal de Oviedo. Su importancia sanitaria, por M elquíades Cabal ................................................................................................ . 1.117 Pérez de Ay ala y Bergson, por Pelayo H. Fernández ..................................... 1.143 Escolares m édicos asturianos en Valladolid (1546-1936), por Juan Granda Juesas .................................................................................................................. 1.185 CONSEJERIA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.) BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N.° 124 AÑO XLI OVIEDO Octubre D iciem bre 1987 Depòsito Legal: O. 43-1958 I. S B. N. 0020-0384 Imprenta “ LA CRUZ” Hijos de Rogelio Labrador Pedregal Granda-Siero (Oviedo), 1987 B O L E T I N DEL I N S T I T U T O DE ESTUDIOS ASTURIANOS Año xli O c t u b r e -D ic ie m b r e Núm. 124 EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XV III, SEGUN EL CATASTRO DEL MARQUES DE LA ENSENADA POR ANDRES MARTINEZ VEGA Una vez más traem os a estas páginas la transcripción de las «Respuestas Generales» dadas al interrogatorio de la letra A, rela­ tivas en este caso al concejo de Piloña (1), que constituyen parte del conocido C atastro de Ensenada. Con tal em peño pretendem os cum plir un doble objetivo: continuar la labor de los num erosos investigadores (2) que desde años atrás vienen publicando en este mism o boletín las transcripciones de ciertos m unicipios asturianos, generalm ente de la zona occidental;, y por o tro lado, d ar a conocer a los estudiosos esta docum entación de Pilona, concejo centrooriental, tan falto h asta el m om ento de trab ajo s de investigación acerca de su devenir histórico. Con estas respuestas, ejecutadas durante el reinado de Fernan­ do VI (1746-1759), se intentaba establecer la real y «única contri­ bución», trib u to proyectado en España durante el S. X V III para su stitu ir los m últiples im puestos englobados en las llam adas ren(1) El m anuscrito de las m ism as se encuentra en el Archivo General de Simancas, Dirección General de Rentas, Estadística de Fernando VI, libro 368, fols. 102 y ss. (2) D esde el año 1960 el profesor Martínez Cachero comenzó esta tarea, que recibió un fuerte impulso de otros muchos investigadores, como el señor Pérez de Castro, Celsa García Valdés, Juan Manuel Estrada Alvarez, Ramona Pérez de Castro y Fem ando Inclán Suárez... ... : : . „ 940 ANDRES MARTINEZ VEGA tas provinciales. Ya durante los Ss. XVI y XVII se expuso repeti­ dam ente la necesidad de su stitu ir el com plejo sistem a trib u tario castellano, heredado de la Edad Media, por una contribución que unificara la m ayor p arte de los im puestos; y será en el S. XVIII cuando los m inistros ilustrados de los Borbones realizaron los p ri­ m eros intentos en este sentido. En el reinado de Fernando VI, el m arqués de la Ensenada inició la realización de una estadística sobre la riqueza de las provincias de Castilla y León p ara poder re p a rtir equitativam ente la contribución; sim ultáneam ente se crea una Ju n ta de la Unica contribución para que centralizara toda la inform ación. Sin embargo, cuando se pudo disponer de las encues­ tas (1756), el m arqués de la Ensenada había sido apartado del poder, y Fernando VI no se atrevió a im plantar una m edida tan radical, a la que se oponían amplios sectores sociales. No obstante, la labor desarrollada p o r Ensenada con la realización de estas en­ cuestas en los distintos municipios, y aunque se contradice en sus resultados con la que más tarde se realizará bajo el reinado de Carlos III (la riqueza de muchos concejos quedaba reducida a la m itad de lo calculado en 1756), tiene una im portancia capital para el conocim iento de las estructuras sociales y económicas de los di­ ferentes municipios. El tenor de dichas respuestas, referentes a Piloña, es el si­ guiente: «VILLA DEL YNFIESTO EN EL CONZEJO DE PILOÑA COPIA DE SUS RESPUESTAS GENERALES En la villa del Ynfiesto, caveza del concejo de Piloña, y casa de posada de el señor don Juan Luis Blanco, subdelegado a este dicho concejo p ara el establecim iento de la real y única contribución, a ocho dias del mes de mayo, año de mili setecientos cinquenta y dos, se ju n taro n los señores don Thomás de Valdés, juez po r el estado noble de dicha villa y su concejo, don Raphael Alvarez de el Pedrueco y don Francisco González, regidores com isarios de el A yuntam iento de él, don Manuel Ramón Menéndez Valdés, cura de la parroquial de Santa Eulalia de Coya, y el mas antiguo de los de este partid o p o r no aver al presente arcipreste en él; don Manuel de la Yglesia, pro cu rad o r general; y Luis González Cienfuegos, es­ cribano de Ayuntamiento; Manuel de Esteli, Jacinto Reguero, Ber­ nardo de el Cueto, Pedro de el Camino, Vizente González, Antonio EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 941 de la H uerta, Joseph Prieto, Manuel Peláez, Domingo Rubio, Joseph Solís, Francisco Alvarez, Francisco de Viyao, G abriel Molina y Zipriano Blanco, vezinos de dicho conzejo, peritos nom brados p o r la Justicia y Regimiento de él como prácticos y de conocimien­ to de las calidades de las tierras de el térm ino de este concejo y de los frutos que produzen los árboles de él, exquilmos de anim a­ les, rentas de casas, grangerías, artefactos, oficios y utilidades de sus vezinos a cuio fin han sido instruidos sobre las m aterias con­ tenidas en el real interrogatorio de la letra A p o r dicho señor subdelegado y m as ofiziales de su Audiencia, conform e a las instruziones, docum entos y práctica con que de ello se hallan in stru i­ dos de su señoría el señor don Gabriel Francisco Arias de Saavedra, del consejo de su M ajestad y su com isionado general deste P rin­ cipado, y Miguel González, vezino del conzejo de Oviedo, Francisco Antonio C antora, que lo es del coto de Abedul, don M athias Gon­ zález, Antonio Llagar, Joseph de G ierta y Juan García, vezinos de la m ism a jurisdición, peritos nom brados de oficio po r dicho señor subdelegado como igualm ente inteligentes que los arriva expresa­ dos. Y aviendoles tom ado su m erced juram ento de excepzion del cura p o r ante mi el presente escribano, le hizieron a Dios nuestro Señor y a la señal de la santa Cruz de dezir verdad de todo lo que supiesen y les fuere preguntado satisfaciendo a las qu aren ta pre­ guntas del citado real interrogatorio, y con especialidad los peritos nom brados p o r dicha Justicia y Reximiento m ediante a tener como tenían reconocido form alm ente todas las heredades y m as haveres del térm ino de dicha justicia y Reximiento y encargados todos en la conciencia con la representación del ju ram en to hecho, so los graves puntos sobre que responden para que según lo que decla­ rasen pueda establezerse po r su M ajestad la Ünica real co n trib u ­ ción sobre todas las utilidades de los vezinos, heredades y mas artefactos y ganados de el térm ino, en lugar de las provinciales, y siendo preguntado al thenor de dicho interrogatorio respondieron a cada u n a de sus preguntas lo siguiente: 1.a... A la prim era dixeron: Que esta población se llam a el con­ zejo de Piloña, cuia capital es la villa del Ynfiesto. 2.a... A la segunda: Que dicho conzejo es del Rey, y perteneze a su M ajestad (Dios le guíe) y a su real corona. 3.a... A la terzera: Que dicho conzejo tiene de oriente a ponien­ te tres leguas y M. a N. otras tres y de circunferencia nueve: uno 942 ANDRES MARTINEZ VEGA y otro, poco mas o menos, y se andaran a pie y no a cavallo po r el invierno en diez y ocho horas y por lo fragoso y áspero de sus confines, y de verano en quinze. Sus confrontaciones son por el O. el conzejo de Parres, hasta el rio que se llam a de Cúa; y de Poniente, térm inos del conzejo de Nava y de el de Labiana, hasta donde se ju n tan los ríos de el Mon, el de la Q uintana y de la Cas­ tañal y confines del conzejo de Cabranes; po r el N. el sitio que llam an Val de el Aguila, de el puerto de Sueve y confines de los conzejos de Colunga y de el de Villaviciosa; y por el M. el conzejo de Caso y el de Ponga, hasta la collada de Piedrafita; y su figura es la del m argen (Véase fig. n.° 1). Fig. n.° 1: Plano del concejo de Piloña incluso en la descripción física de las “R espuestas Generales”. 4.a... A la quarta: Que el térm ino de este conzejo sólo tiene al­ gunos prados de guadaña con paciones de prim avera y otoño, y d e s te ja s especies siguientes:- EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 943 1.a Tierras de d ar escanda un año, y maíz y favas otro, alter­ nando y sin descanso, con algunos controzos de co rta di­ m ensión de hortaliza y lino, que equivalen a la m ism a producción de pan, maíz y favas alternando en tierra de B.C., sin em bargo de que qualquiera de las dos especies se siem bre en ello, notándose que en algunos de dichos controzos de tierra donde se siem bra el lino, levantado, se coje tam bién panizo en un mism o año. 2.a T ierras que dan alcazer, y levantado se siem bran de maíz y favas, que uno y otro se coje tam bién en un m ism o año. 3.a Tierras que dan siem pre maíz, y favas segundam ente, sin año de interm edio. 4.a Tierras asim ism o que alternando produzen sin descanso pan y panizo. 5.a Prados de yerva de guadaña con paciones de prim avera y otoño. 6.a Prados de guadaña con sólo pación de otoño. 7.a Prados en herías y fuera dellas que p o r costum bre de rom perse, levantada la yerva, no se les aprovechan las pa­ ciones. 8.a Prados pacioneros que llam an pascon. 9.a Tierras incultas po r desidia, de m atorral y pasto, dentro de zierro y o tro sin el, a pasto común. 10.a Bosques y m atorrales, a rozo de argom a y zarzales. 11.a M ontes de robles y de castaños. 12.a T ierras de com ún, plantadas con diferentes árboles fru ta­ les, que se especificaran a la sesta. 13.a Tierras incultas por naturaleza, dentro y fuera de zierros. Y se nota que las tierras donde se siem bran dichas especies de verduras, alcazer, lino y panizo, como queda dicho, se reduzen a unos controzos de cortísim a dim ensión y que ninguna de las refe­ ridas produze con año de interm edio y el fru tificar todos assi se­ gundam ente en la form a expresada y sin descansar, consiste en el trab ajo y continuo abono con que los labradores las benefician y acuchan. 5.a... A la quinta: Que en las tierras de todo el térm ino hay de B.M. e Y.C. y tam bién de la subinfim a inculta p o r naturaleza, no­ tando que las de m ato rral y de m ontes plantados de castaños y robles son de Y.C. en su especie. 944 ANDRES MARTINEZ VEGA 6 .a... A la sexta: Que en las referidas tierras hay plantío de árboles frutales y no frutales como son: manzanos, perales, avella­ nos, nogales, castaños, higueras, zerezales, guindales, nisales y tal qual pavia y pescal, en algunas huertas de particulares, y robles, hayas, abedules, encinas, fresnos, álamos blancos, texos y laureles. ■ 7.a... A la séptim a: Que dichos árboles están plantados algunos dentro y en las m árgenes de las tierras, y otros a las orillas de los ríos y en las quintanas de las casas y territo rio de m ato rral espar­ cidos por el pasto com ún de este conzejo, sin orden ni form azion en hileras, de m anera que los plantados a las m árgenes de las m encionadas tierras y ju n to a sus cierros, aunque sirven de afir­ m arlos mas, ocasionan con la som bra y disipación de la tierra algún perjuicio en aquél sem brado que le cabe mas próximo. 8.a... A la octava: Que dichos plantíos se hallan echos en la form a que queda declarado en la respuesta antezedente. 9.a... A la novena: Que la m edida de que se usa en esta villa y su conzejo es p o r dias de bueyes y la dada por la Justicia y Rexim iento de la ciudad de Oviedo, y por lo mism o se usa de ella en la m ayor p arte de este Principado y se com pone de veinte y quatro varas claveras de frente y quarenta y ocho de costado o largo, cada una de cinco cuartas castellanas con que viene a com poner el frente de cada dia de bueyes trein ta varas castellanas y sesenta de largo; y que en el espacio que ocupa una m edida se siem bran nueve copines de escanda en erga, que hazen tres en limpio. Que una m edida de dia de bueyes de qualquiera calidad que sea se siem bra con un copín de maíz y q uarta p arte de copín de favas mezclado. P ara álcazer otros nueve copines de escanda en erga; y. de panizo se siem bra con q uarta parte de un copín, y que no se hace especificación de la linaza y verduras p o r que (como dicho es) se siem bran y plantan en unos pequeños controzos sin que haya tierras destinadas p ara estas semillas por lo que se regulan por aquellas de B.C. de d ar pan, maíz y favas alternando con la p arro ­ quia de su situación, y se nota que la fanega de este conzejo es como la que se usa en dicha ciudad y se com pone de ocho copines, cada uno (de dichos copines) de ocho quartillos y el todo de la fanega haze diez y seis zelemines castellanos po r com ponerse de dos el referido copín. EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 945 10.a... A la diez: Que en el térm ino de este conzejo hay dos­ cientas cinquenta y un mil seiscientos y setenta dias de bueyes, de los quales son de sem bradura doze mili novecientos setenta y nue­ ve, los onze mili quinientos ochenta y seis de d ar pan, maíz y favas alternativam ente sin descanso, y de estos los novecientos y quarenta de B.C. q u atro mili doscientos y trein ta de M. y seis mili quatrocientos diez y seis de Y., y de dar maíz y favas seguidam ente mili ciento y diez dias de bueyes, los ciento y noventa de B.C., qui­ nientos y quaren ta de M. y trescientos y ochenta de Y. de d ar alcacer, maíz y favas todo en un año, diez y nueve dias de bueyes onze de ellos B.C. y los otros ocho de M. de d ar otorlaliza doscien­ tos y diez dias de bueyes de B. y M.C. por m itad de d ar pan y panizo, alternando; quarenta y quatro dias de bueyes de Y.C. y de d ar lino, levantado, panizo en un mismo año dos dias de bue­ yes B.C. Que de prados de regadío hay tres mili trescientos sesenta y ocho dias de bueyes, y de éstos los seiscientos y cinquenta y ocho de B.C. mili novezientos y cinquenta de M. y setezientos y sesenta de Y.; y prados de secano doze mili novezientos setenta y quatro dias de bueyes, de los quales son de B.C. quinientos y veinte, de tres mili quatrocientos y quatro y de Y. nuebe mili y cinquenta, todos de guadaña. De los que llaman pascon novecientos ochenta y q u atro dias de bueyes S.Y.C., y de inculto po r desidia, bajo de cierros, trescientos dias de bueyes. De m atorral, tam bién con zierro, e inculto po r naturaleza un mili quinientos setenta y quatro dias de bueyes, y plantado de manzanos ciento veinte y nueve dias de bueyes, de perales doze, de avellanos setezientos, de nogales doscientos trein ta y uno, de castaños diez mili seiscientos y qua­ tro, de nisales veinte y quatro, de zerezos ochenta y seis, y de guindas un dozabo y un quinto, y los doscientos siete mili seis­ cientos ochenta y seis dias de bueyes diez dozabos y q u atro quintos de otro restan te son de m atorral en abertal, peñascos y de tierra árida e inculta p o r naturaleza que tam bién sirve de pasto com ún para los ganados de el vecindario, y en los que se incluyeron los árboles infructíferos que van expresados en la respuesta sexta y el suelo de las cassas, orrios, paneras, quintanas, cam inos y puer­ tos alios. 11.a... A la onze: Que en el térm ino de dicho conzejo se cogen las especies de fru to s referidas en la respuesta q u arta y sexta, assi de granos como de frutas. 946 ANDRES MARTINEZ VEGA 12.a... A la doze: Que la medida de un dia de bueyes sem brado de pan en tierra de B.C., de los que com prehenden las parroquias de S. Juan de Verbio, Santa Eulalia de Qués, San Christobal de Pintueles, San Román de Villa, San M artino de Borines, Santa M aría de Anayo y San Vizente de Cerezeda, produze con una arodinaria cultura y beneficio unos años con otros dos fanegas y media de pan en limpio. Que en las de M. produze dos fanegas y en las de Y. fanega y media. Que una m edida de tierra en las restantes diez parroquias de Santo Domingo de la Marea, San Pedro de Belonzo, San Lorenzo de Sellón, Santa M aría Magdalena de Valle, San Pedro de Villamayor, San Pedro de Sebares, San Pablo de Sorribas, Santa M aría de Fios, San Lázaro de Vallobal y Santa Eulalia de Coya con la mism a cultura y beneficio produze un año con otro y en cada uno siendo de B.C. dos fanegas de pan, de M. una y media y de Y. una y dos copines. Que la m edida de un dia de bueyes de B. y superior calidad en las cinco parroquias que gradúan en el producido de maíz, como son las citadas de San Pedro de Villamayor, Santa M aría Magda­ lena de Valle, San Juan de Verbio, Santa Eulalia de Coya y San Román de Villa produze quatro fanegas de maíz y quatro copinos de favas, que estos se reduzen a quarenta y un dias y medio de bueyes y son los siguientes: diez en la huerta que se llam a del Zercado, propios de don Antonio de Antayo; y otro dia de bueyes en la huerta de ju n to a la herm ita de Santa Theresa, propio de don B althasar de Cobián, sitos todos onze en térm inos de esta villa del Ynfiesto de la m encionada parroquia de San Juan de Berbio. Y en el lugar de Valle de dicha parroquia de Santa M aría Magdalena un dia de bueyes en la huerta que se dize abajo de casa que es de Gabriel Molina, perito nom brado por el Consejo; otro en la huerta de Cueto, propio de Fhelipa de Cueto, viuda de Joseph Vigil. Q uatro en el valle del Fuzero pertenecientes al Real m onasterio de San Pelayo de Oviedo. Otros dos de don Antonio de Argüelles en la llosa de abajo de su casa. Dos mas de don Joseph Piloña, en la llosa que tiene bajo de su casa. Y otros dos en el valle de Nueva que son de Luis Molina. E la parroquia de V illam aior y lugar de M elarde dos dias de bueyes que son del referido m onasterio. Otro en el lugar de V illam aior de Angel de el Arenal. Otro en Antrialgo que llam an la h u erta de Solises, perteneciente a Pablo González, Francisco y Antonio Solís. Uno y medio en Miyares y h u erta que llam an Grande, propiedad de don Francisco de la Villa; y o tro me­ dio de M athias García al sitio del Jabayón. E la parroquia de San EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 947 Rom án y lugar de este nom bre una huerta de dia de bueyes propia de don Francisco del Llano, presbítero. Otro dia de bueyes de Josep Díaz en la h u erta de Corbeio; y medio en la h u erta de el Riego que es de don Thom ás de Valdés, y en la h uerta delante de su casa posehe otro dia de bueyes de p artida con don B ernardo de el Lla­ no. Y en la h u erta de el M iyar un dia de bueyes de Joseph Espina, y otro de los herederos de Phelipe de San Miguel en la h u erta lla­ m ada San Miguel. Y medio mas en la h u erta de el Llagar delante de la casa de la requerida propia de Ysabel del Llano, viuda de Francisco Valdés y de Pedro de San Miguel. Y en la parro q u ia de Coia y h u erta del B arredo que es de don Pedro Días, tres dias de bueyes. O tros tres en la llosa de Soto, propios de don Pedro de Oviedo, y m edio en la llosa de la Cuerba que es de Julián del Ca­ mino. Que de los dem as dias de bueyes de las m encionadas cinco parroquias el de B.C. produze tres fanegas y m edia de maíz y dos copinos de favas, el de M. tres fanegas de maíz y copín y medio de favas, y el de Y. dos fanegas y media de maíz y medio copín de favas; y en las otras doze parroquias graduaron trein ta y nueve dias y medio de bueyes de la m ejor calidad como son: cinco en el valle de San Juan de dicha parroquia de Beloncio, pertenecientes dos de ellos a la herencia de don Phelipe de Casso y los otros tres a dicho don Antonio de Antayo y de Juan M artín de Arenas y he­ rederos de Joseph del Prado y de B ernarda de el Prado; y dos mas en la hu erta de Solavilla, propios de M agdalena Lobeto, viuda de Joseph Casin, vezina de el lugar de Belonzo donde están sitos. Y en la referida parroquia de Qués, ocho dias de bueyes a los sitios de el valle de Arroes, de el valle de ju n to a Palacio, y en la hería de la Miere, a los sitios del Ablanar y de del Toyo, propios de dicho m onasterio de San Pelayo. Y en la parro q u ia expresada de Pintueles y otería de San Vizcnte, al sitio del Requexo, dos dias de bueyes, propios del convento de San Vizente de Oviedo; y otro en la huerta de solafragua que es del deán y cabildo de aquella ciudad. Y en la dicha parro q u ia de Borines, un dia de btieyes del refe­ rido don B althasar de Cobián, en la huerta de ju n to a su casa; y medio dia de bueyes beneficial o de m anso de aquella p arroquia ju n to a la casa de Rectoría, y pegado a ello o tro m edio dia de bueyes que es de Thom ás y Francisco Miguel; dos dias de bueyes m as que son de don Zipriano Sánchez, presbítero, y de don Joseph, su herm ano, en las huertas que tienen ju n to a su casa; y otros dos dias de bueyes del mism o don Zipriano Sánchez en la h uerta de la Q uadra. 948 ANDRES MARTINEZ VEGA En la parroquia de Zerezeda, tres dias y medio de bueyes, pro­ pios de dicho don Antonio de Antayo, en el cierro y otu erta que tiene ju n to a su casa, y otro quarto en la h u erta de los Va(roto), que los dos de ellos son de don Pedro del Cueto Valdés y los otros dos de don Gregorio de el Queto, presbitero. Y en la parro q u ia de Sebares y vega de este nom bre, al sitio de entre la peña, quatro dias de bueyes, propios del beneficio sim­ ple de aquella parro q u ia y de don Raphael Alvarez del Pedrueco; de don Juan López Pandiello y de los herederos de don Andrés Palomo, y de los de don Juan Blanco; y otros dos en la h u erta de la Rienda de el lugar de Villar, propios de Domingo de el Collado y de la herenzia de don Raphael Alvarez. Y en la p arroquia y lugar de Vallobal dos dias de bueyes que son de aquel hospital, regulando que cada dia de bueyes de estos produze tres fanegas y media de maíz y dos copines de favas. Y que todos los referidos (digo) demás dias de bueyes de las referidas doze parroquias produzen el de B.C. tres fanegas de maíz y dos copines de favas, el de M. dos fanegas y dos copines de maíz y copin y medio de favas, y el de Y. una fanega y dos copines de maíz y medio copin de favas, cuia semilla se m alogra quasi todos los años y se estiriliza por no ser este terreno tan a propósito para ella como otros del Principado donde produzen con m ás abundan­ cia. Y un dia de bueyes de Y.C. sem brado de panizo produze quatro copines. Y un dia de bueyes de prado regadío B.C. produze un carro de yerva y la q u arta p arte de otro y paziones de prim avera y otoño siendo de M.C. un carro de yerva y paciones de prim avera y otoño. Y el de Y. tres partes de quatro de carro de yerva y una pación de otoño. Que un dia de bueyes de prado B.C. produze un carro de yerva y paciones de prim avera y otoño. El de M.C. las tres partes de quatro de un carro de yerva y una pación de otoño. Y el de Y. medio carro de yerva y una corta pazión de otoño cuia regulación se haze sin distinción de parroquias a todos los prados que hay en los térm inos dellas, notando que estas paciones no se contem plan a aquellos prados que por costum bre quedan en aber­ tal levantada su yerva como sucede a los que se hallan en herías padroner, esceptuando algunos controzos de tierra inculta por desidia dentro de ellas que, a frutos pendientes, sirven de pasto a diente; y otros prados que unidos a dichas oterías están zercados sobre si porque a estos se contem plan dichas paciones. 13.a... A la treze: Que en los térm inos de este conzejo hay los árboles frutales y no frutales que se refieren en la respuesta sexta EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 949 y no están plantados en devida form a si no es según queda expli­ cado en la séptim a, pero que si un dia de bueyes se p lan tara con regla de p lantería de manzanos, perales, nisales, zerezales o guin­ dales se ocuparía su fondo en cinquenta árboles, de avellanos con setenta y dos, de nogales, castaños o higueras o robles con diez y ocho; y que el producto de un dia de bueyes plantado de m anza­ nos se regula en una pipa de sidra, de perales en cinquenta copines de peras, de nisales en seis fanegas, de zerezales en q u atro y de guindales en dos, el de avellanas en otras dos fanegas, el de nogales en fanega y m edia, el de castaños en una fanega y el de higueras en quatro; y como estos árboles no están plantados con regla de planturia no se puede distinguir su calidad hablando de la m edida de dia de bueyes y siendo una m ateria m oralm ente im possible ex­ presar la calidad del terreno que ocupa cada árbol, según se hallan puestos, los regulan plantados en tierra de M.C. a excepción de los castaños que regularm ente lo están en terreno de Y. sin hazer quenta ni considerazión de los novales mui viejos de una equita­ tiva regulación, les pareze que aunque algunos experim enten gra­ cia, ninguno padezerá perjuicio y se nota que solo el fru to de los m anzanos sirve sólo para la compossición de la sidra, y que estos árboles y los perales no produzen seguidam ente sino es un año si y otro no. Y que no se haze frada o corta de robles p ara vender la leña aunque sean de dueños particulares porque sirven sólo de cortarles algunos ram os p ara las lum bres de los vezinos e sus ca­ sas, m ediante abunda de m ontes com unes y no hazer grangería alguna de la leña de otros árboles, y les pareze que un dia de bue­ yes plantado de ellos produzirá su corta de quinze en quinze años, doze carros de leña. 14.a... A la catorze: Que el valor que ordinariam ente tiene la fanega de escanda es de veinte y dos reales, y apreciado assi por la Audiencia de este Principado; la de panizo aunque no han visto (por escasez) venderlo en este conzejo consideran podrá valer a precio de ocho reales la fanega de maíz, su precio com ún es de onze reales; la de fru tas po r cogerse en este conzejo blancas y de las m anchadas regulan unas con otras a veinte reales; al de ave­ llanas a doze y medio. La pipa de sidra, que consiste en veinte y cinco cántaros de la m edida por donde se vende el vino que cada una haze veinte y dos quartillos para vender, la sidra en cinquenta reales declarando que cada pipa necessita de m anzana cinquenta copines y cada copín a precio de treynta y quatro m aravedís, y el mism o valor se da al producto de el dia de bueyes plantado de 950 ANDRES MARTINEZ VEGA perales po r regular su fruto en otros cinquenta copines; la fanega de nuez en seis reales; la de castaña en cinco; la de higos en dos y medio, y lo mism o la de zerezas; la de guindas en tres; la de nisos en trein ta y quatro maravedís. El dia de bueyes sem brado de alcazer, aunque esto sirve para reforzar los bueies con que prepararon las tierras y sem entera de maíz y favas desde abril a mayo y no se vende en este conzejo con todo esso y que este fruto dissipa la tierra y levantada produze la cosecha de maíz y favas en un mismo año, estim an el alcazer del expresado dia de bueyes siendo de B.C. en cinquenta reales, y de A. en lo mismo. Y un carro de yerva de los que se usan en este conzejo es de valor de quinze reales. La pación de prim avera de prado regadío la estim an en quatro reales, la de secano en tres, y la de otoño de unos y otros prados en dos. Y que el dia de bueyes de pascón se aprecia en veinte y quatro m aravedís. El inculto por desidia bajo de zierros en diez y siete m aravedís. Y no consideran utilidad algunas tierras incultas por naturaleza aunque sean due­ ños particulares por no se arren d ar su rozo o m ato rral y servir para pasto de los ganados de el vecindario; como tam poco del fruto de las pavías y pescales respecto que todas las que hay en dicho concejo tienen entendido no llegar a cinquenta. 15.a... A la quinze: Que sobre las tierras com prehendidas en este concejo se halla im puesto el derecho de diezmo, que es de diez uno de las espezies de pan y mayz que en las demas hay va­ riedad como suzede en las favas que solo se diezman en las seis parroquias de San Román, San Juan, San Pedro de Belonzo, San Lorenzo, Santo Domingo y Santa Eulalia de Qués. La yerva en las de San Lorenzo y Santa Eulalia de Coya. El lino en Santa María Magdalena, San M artín, San Vizente, San C hristobal y en las ci tadas de San Román y Santa Eulalia de Coya. La m anzana en las referidas de Santa María Magdalena, San Román y S anta Eulalia de Coya; y las hortalizas como ajos y zevollas en las expresadas de San Lázaro y San Román. Y de las de avellana, nuez y castaña se diezma en las parroquias de San Juan, San M artín, Santa Eula­ lia de Qués y San Vizente; y no se diezma la nuez en las de San Román, Santa Eulalia de Coya, Santa María de Fios, Santa María M agdalena, San Pablo, San Lorenzo, Santo Domingo y San Pedro de Sebares y San Pedro de Belonzo y en las de Santa M aría de Anayo y San Christobal. Tampoco se diezma la nuez v la avellana en la de San Lázaro ni castaña ni avellana, y esta tam poco se diez­ ma en San Pedro de Villamayor en donde tam bién se diezma el EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 951 lino y lo m ism o en la citada de Santa M aría de Fios, con la dife­ rencia de que dichas especies de frutas no se diezma a rigor sino al arb itrio y voluntad de el contribuiente. Y p o r lo tocante a fetos o naciones de yeguas, bacas, ovejas, cabras y puercas se paga de cada diez uno de cinco medio y quando no llega a quatro, dos m aravedís, excepto en la m encionada p arro ­ quia de Belonzo donde por cada ternero que cum pla dos San Juanes se contribuien veinte y ocho m aravedís, y en otras p arro ­ quias el diezmo de los guarros en tozino. Y de el derecho de prim icia paga cada vezino caveza de casa de las zitadas parroquias de San Pedro de Villam ayor y S anta Ma­ ría M agdalena tres p arte de quatro de un copín de pan. Dos copines en la de S anta M aría de Anayo y Santa María de Fíos donde por los vezinos de San Antonio de Nevares que lo son de este concejo, agregada una parro q u ia a la otra se contribuie con copín de pan y dos partes de otro. Y en las parroquias de San Pedro de Sevares, San Pablo, Santo Domingo, San Juan y San Pedro de Belonzo un copín; en la de San Lorenzo dos partes de tres de un copín; y en las doze de otro; en las de Santa Eulalia de Coya y San Román onze partes de doze de un copín; en las de San Christoval Lin copín y cinco partes de doze de otro; en la de San M artín un copín y onze partes de doze de otro; en la de San Lorenzo nueve partes de doze de otro, en la de Santa Eulalia de Qués diez partes de doze de un copín; en la de San Lorenzo dos partes de tres de un copin; y en las referidas de S anta Eulalia de Coya, San Pedro de Belonzo y Santo Domingo cada m olar de molino harinero contribuie tam bién de prim icia un copín de pan; y en las de San Román, San Pedro de Sevares, San Pablo, Santa Eulalia de Qués, Santo Domingo y San Pedro de Belonzo, San Juan y Santa María Magdalena contribuie dicha prim icia igualm ente la viuda o viudo que el casado, y en las restantes parro q u ias sólo los casados la pagan entera y los viudos y viudas m itad de dicha prim icia excepto en la parro q u ia de San Lorenzo donde la pagan enteram ente aquellas viudas que son tutoras y curadoras de sus hixos; y en la de San Vizente se exceptúa de pagar m itad de prim icia aquel feligrés que no tiene bienes o bacas de labranza porque teniéndolos la pagan por entero lo mis­ mo que sea cassado, viudo o viuda; notando que el miel y zera se diezma tam bién a la voluntad de los contribuientes y que uno y otro derecho perteneze a la dignidad episcopal, al Dean y cavildo, al real m onasterio de San Pelayo de Oviedo y al de San Pedro de Aslonza, a los párrocos y beneficios simples de las expresadas pa­ rroquias, y no en todas por que unos los tienen en unas y los otros 952 ANDRES MARTINEZ VEGA en otras, y en algunas corresponde por el todo a los curas y en las dem as con diversidad de porciones según resultara de las zertificaciones de dichos curas como tam bién en quales se diezman las referidas especies, respecto que en estas y en la de yerva es varia la costum bre entre las parroquias del conzejo. 16.a... A la diez y seis: Que no obstante de las m uchas p arro ­ quias com prhendidas en el térm ino de el, variedad de especies y calidades de su terreno por cuia causa no pueden acotar finxo saber las cantidades de granos, frutos y em olum entos a que ascien­ den dichos derechos de diezmos; sin em bargo, por satisfazer en la m anera possible a la pregunta dizen que el diezmo de pan asciende a quatrocientas sesenta y siete fanegas y media en limpio; el de maíz a mili seiscientas cinquenta y siete fanegas y dos copines; el de favas a trein ta y cinco fanegas; el de castaña a quinientas cinquenta y siete fanegas y seis copines; el de avellana a ciento trein ta y cinco fanegas y seis copines; el de m anzana a veinte y seis reales; el de panizo a quatro copines; el de hortaliza a diez reales; el de lino a doscientos y veinte y onze m aravedís; el de nuez a siete fanegas; el de tozino a ciento sesenta y seis arrovas y cinco libras que al presente y regularm ente corre a precio de veinte y dos reales la arrova, y adem ás en especie de dinero se exijirán noventa y seis reales y veinte y ocho m aravedís; de el de terneros seiscientos ochenta y siete reales; de el diezmo de leche, queso y m anteca seiscientos setenta y seis reales y catorze m ara­ vedís; de el de las colmenas ciento setenta y cinco reales; de el de lana ochenta y cinco reales y diez maravedís; de el de corderos ciento sesenta y cinco reales; sobre que se rem ite a las zertificaciones de los curas y tam bién por lo respectivo a la cantidad en que se pueden ar(borroso) dar dichos diezmos y que por la varie­ dad de sus rem ates y lo perteneziente a dichos curas llevarlo de su casa sin tener jarm ias ni libros de assiento de su im porte annual en ninguna de las citadas parroquias no pueden dar razón fixa. 17.a... A la diez y siete: Que en los térm inos de este conzejo no hay m inerales ni salinas algunas y que hay ciento y diez molinos harineros, a saber: 953 EL CONCEJO DE PILONA EN’ EL S. XVIII Parroquia de San Juan de Berbío : ^ ;.n!rr:: Uno que llam an de M estas, perteneziente, p o r m itad, a don An­ tonio de Argüelles y don Manuel de Salzeda, es de tres m olares, m ontado sobre el rio de Espinaredo, con el que muele de corriente y p o r falta de concurrirle granos regulan que trab a ja sólo con dos m olares tres meses del año al de pan, y seis con todos tres al de maíz, y que puede m oler en veinte y quatro horas, cada m olar, fanega y m edia de pan, o una de maíz, y que p o r el prem io de mo»ler paga la fanega de una u o tra especie quatro m aquilas, que doze com ponen un copín, y noventa y seis la fanega, a cuio res­ pecto rinde el todo útil al año, onze fanegas y dos copines de pan y veinte y dos fanegas y siete copines de maíz, dista de la villa del Ynfiesto m edia legua. El del Rabanal, de dicho don Antonio de Argüelles, de dos mo­ lares, m ontado sobre el mism o rio, que sólo de ellos m uele todo el año pan y maíz, por m itad; que al referido respecto le rinde de utilidad onze fanegas, tres copines y medio, de pan y siete fanegas y cinco copines de maíz, dista como el antezedente. El de F errán, de tres m olares, m ontado sobre el referido rio con que tra b a ja ’un mes a grano de pan, y tres al de maíz, es de don Francisco de Casso, vezino del conzejo de este nom bre y le rinde cinco fanegas y cinco copines de pan, y onze fanegas y dos copines de maíz, dista lo mismo. El de el Pandal, de don Raphael Alvarez, m ontado sobre el ci­ tado rio, que es de dos m olares, y trab aja medio mes a grano de pan, y -dos y medio al de maíz, que de este rinde seis fanegas y ............. . siete copines, dista como los antezedentes. ■ El d é l a Frecha, sobre el mismo rio, es de la: capellanía de N uestra Señora del Rossario de Espinaredo, de tres m olares, que trab a jan un mes a pan y dos a maíz, de que rinde siete fanegas y m edia, y de pan cinco fanegas y cinco copines. Llévalo arrendado Santiago de Obona en fanega y media de pan, dista de la villa de el Ynfiesto tres q uartos de legua. : El de Aviados, de dicha capellanía, sobre el m ism o rio, tam bién de dos m olares, con que sólo trab aja tres meses algunos de maíz, que rinde siete fanegas y media. Llévale el dicho Santiago en una fanega de pan, dista u n a legua. El de el Fabaion, de dos molares, m ontado sobre el rio de Es­ pinaredo, es de Zipriana Alvarez, viuda de Joseph del Llano, que po r estar muy reparado sólo se le consideró tra b a ia r un mes a grano de maíz, de que rinde al año dos fanegas y m edia, y po r 954 ANDRES MARTINEZ VEGA otro m olar que dentro de la mism a casa de este molino tiene para desergar el pan le regulan dos copines, dista como el antezedente. El de Miera, de Domingo Rodríguez de Espinaredo, m ontado sobre el rio de este nom bre, trab aja un mes a grano de pan, y dos al de maíz, que de este rinde dos fanegas y m edia y de aquél una fanega y siete copines cada año, dista legua y media. El de Raizedo, de un m olar, m ontado sobre el mism o rio, que es de Luis y Manuel Sotil y Pedro Cuiar, y sólo sirve de harina a los sobredichos p ara sus familias; y considerando tres personas a cada una que p o r todas se supone nueve, regulan seis fanegas de maíz a cada una para su alim ento quotidiano, y rinde dos fane­ gas y dos copines annuales, dista como el antezedente. El de Miera, de Manuel y Pedro Blanco, Francisco y Juan de Espina y Francisco Luis, de un m olar, sobre el rio de Raizedo, tra b a ja tres meses a maíz para otros vezinos, de que rinde tres fanegas y seis copines y por lo que surte a los dueños expressados y otros interesados y sus familias les suple cada año, respecto al antezedente, seis fanegas y seis copines mas de maíz, dista lo v mismo. El de Moniello, de un molar, m ontado sobre el arroyo de su nom bre, es de Gregorio Sánchez, muele de represa y trab a ja quatro meses a grano de pan, y tres al de maíz que de este rinde tres fanegas y seis copines y de aquél siete fanegas y media, está dentro de la población de esta villa. El de las Llamosas, de don Antonio de Antayo, es de dos mo­ lares, m ontado sobre el rio de la Cueva, que po r las continuas quiebras de el cauze regulan trab aja sólo con un m olar tres meses al año a pan y a maíz, m itad, y rinde dos fanegas y seis copines y medio de pan, una fanega y siete copines de maíz, dista medio quarto de legua. El de Ferreros, de dos molares, sobre el rio de su nom bre, es de don Luis Peláez, trab aja de corriente un mes a grano de pan, y tres al de maíz, que de este rinde siete fanegas y m edia y de aquél tres fanegas y seis copines, dista un quarto de legua. El de Candanedo, de don Francisco Antonio M elendreras, de tres m olares, sobre el mismo rio, trab aja el mism o tiem po que el antezedente y rinde de pan cinco fanegas y cinco copines y de maíz onze fanegas y dos copines, dista lo mismo. EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 955 Parroquia de Valle El de las Tercias, del zitado don Antonio Argüelles, que es de un m olar, m ontado sobre el arroyo de Rioseco, muele de represa y sólo m edio mes a grano de pan, y mes y medio al de maíz, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquél siete copines y m edio, dista de la villa del Ynfiesto un qu arto de legua. El de el Prado de el molino, de don Joseph Piloña, de dos mo­ lares, sobre el rio de Nueva, con que trab aja de corriente dos meses a grano de pan y dos y medio al de maíz, po r lo que rinde de este seis fanegas, cinco copines y tres partes de doze de otro, y de aquél siete fanegas y m edia, dista como el antezedente. En la m ism a casa, y con las mism as circunstancias, tiene don Jacinto Piloña, como capellan de la capellanía de San Antonio, otros dos m olares que trab ajan y rinden como el antezedente de dicho don Joseph Piloña, que le lleva de su casa como padre del m encionado capellan por tenerle en su com pañía. El de F riera de abajo, de un m olar, sobre el rio de Valle, que es de Luisa y M aría Francisca de la Villa, trab a ja mes y medio en grano de pan, y q u atro y medio al de maíz, que de este rinde cinco fanegas y cinco copines y de aquél dos fanegas y seis copines y medio, dista como los antezedentes. El de F riera de arriva, de dos molares, sobre el m ism o rio, pro ­ pio de Joseph Rivero y de Isabel Cierra, trab a ja nueve meses y de estos la q u arta p arte a pan y lo restante a maíz de que rinde al año ocho fanegas, tres copines y q u arta parte de otro y de aquél q u atro fanegas, un copin y tres quartas partes de otro, dista lo mismo. El de la Pipa, de las zitadas Luisa y María Francisca de la Villa, tra b a ja y rinde como el antezedente por ser de los m ism os m olares y hallarse sobre el citado rio, dista tres quartos de legua. El de el Pipotón, de un m olar, sobre el arroyo de su nom bre, propio de Luis Molina, muele de represa sólo medio mes a pan y mes y medio al de maíz, que de este rinde quinze copines y de aquél siete y medio, dista m edia legua. Parroquia de Qués El de Ferreros, sobre el rio de su al de maíz, que de una fanega y siete de dicho don Antonio de Antayo, de un m olar, nom bre, trab aja un mes a grano de pan, y tres este rinde tres fanegas y seis copines y de aquél copines, dista un quarto de legua. 956 ANDRES MARTINEZ VEGA El de Muniello, del mismo don Antonio de Antayo, de dos mo­ lares, m ontado sobre el rio de Dielva, trab aja dos meses a maíz y uno a pan, que de este rinde tres fanegas y seis copines, y de aquél cinco fanegas, dista media legua. Parroquia de Coya El de Solasribas, de un molar, propio de don Cipriano Alvarez, m ontado sobre el arroyo de su nombre, trab aja seis meses a grano de maíz, del que rinde siete fanegas y media, dista tres quartos de legua. Y a la m ism a distancia el de Valdés, sobre el arroyo de su nom bre, de dos m olares, trab aja uno de ellos a pan tres meses y seis el otro a maíz, que de este rinde siete fanegas y m edia y de aquél cinco fanegas y cinco copines, perteneze a doña Jacinta Val­ dés y sus herm anos y dista como el antezedente. El de Rioseco, de don Juan González, de un m olar, sobre el zitado arroyo de Solasribas, trab aja quatro meses a maíz y uno a pan, de que rinde una fanega y siete copines y de aquél cinco fa­ negas, dista lo mismo. El de el Taravico, de Thoribio Lagar, tam bién de un m olar, so­ bre el arroyo de la Cantera, muele seis meses a grano de maíz, de que rinde siete fanegas y media y dista como los antezedentes. El de la Llera, de dos molares, sobre el rio Grande, es de Antonio y Thoribio Lagar, muele quatro meses a maíz y uno a pan, que de este rinde tres fanegas y seis copines y de aquél diez fanegas, dis­ ta m edia legua. El de la Debesa, de tres molares, sobre el mism o rio, muele cinco meses a grano de maíz, y uno al de pan, que de este rinde cinco fanegas y cinco copines y de aquél diez y nueve fanegas, dis­ ta una legua. El de Argañoso, de Roque de Barzana, de un m olar, sobre el arroyo de su nom bre, muele de represa dos meses a maíz, de que rinde dos fanegas y media, dista como el antezedente. El de el Pico, de doña Melchora de la Villa, m ontado sobre el mism o arroyo, tam bién de un m olar, trab a ja quatro meses a maíz, de que rinde cinco fanegas y dista como el de la Debesa, penúlti­ mo, que es de don Pedro Díaz. EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 957' Parroquia de Belonzo El de Liñares, de Francisco Peláez, de dos m olares, sobre el rio del Mon, trab a ja un mes a pan y tres a maíz, que de este rinde siete fanegas y m edia y de aquél tres fanegas y seis copines, dista m edia legua. El de Sobiello, de un m olar, sobre el arroyo de su nom bre, propio de herederos de don Francisco y de don Phelipe de Caso, muele de represa medio mes a grano de pan y mes y m edio al de maíz, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquél siete copines y m edio, dista tres quartos de legua. El de abajo, de Diego y Domingo la Fuente, tam bién de un mo­ lar, m ontado sobre el arroyo de Sotiello, trab a ja medio mes a pan y dos y medio a maíz, que de este rinde tres fanegas y un copín y de aquél siete copines y medio, dista media legua. El de arriva, de don Francisco la H uerta, presbítero, de un m olar, sobre el mism o arroyo, muele, rinde y dista como el ante­ zedente, y le lleva arrendado Francisco Alvarez de Belonzo en dos ducados. El de Artedosa de abajo, de Gregorio M elendreras y herederos de Juan Carrio, de un m olar, sobre el citado rio de el Mon, con que regulan tra b a ja un mes a grano de pan y dos y medio al de maíz, que de este rinde tres fanegas y un copín y de aquél una fa­ nega y siete copines, dista una legua. Y a la m ism a distancia el de Artedosa de arriva, de Gregorio Melendi y M aría González, de un m olar, sobre dicho rio, tra b a ja y rinde como el antezedente. El de el Torno, de Domingo de el Fresno, es de un m olar, sobre el zitado rio de el Mon, con que trab aja un mes a pan y tres a maíz, que de este rinde tres fanegas y seis copines, y de aquél una fa­ nega y siete copines, dista tres quartos de legua. Y a la m ism a distancia tiene Francisco la Viña y Domingo Pe­ láez, ausente, el de B rananueba, de un m olar, sobre el rio de-Miera, que tra b a ja y rinde como el antezedente. El de San Juan, de dichos herederos de don Phelipe de Caso, de dos m olares, sobre el rio de Dielva, trab a ja un mes a pan" y tres a maíz, que de este rinde siete copines (digo fanega) y m edia y de aquel tres fanegas y seis copines, dista una legua.Y a la m ism a distancia el de Cueto, de los m ism os m olares que el antezedente, que por estar m ontado sobre el m ism o regulan muele y rinde lo mism o a sus dueños Joseph Cuiar y Joseph An­ tonio de Casso. ANDRES MARTINEZ VEGA 958 El de la Carcoba, de Francisco y Juan de la Viña, de un m olar, sobre el citado rio de Dielva, trab aja tres meses a maíz y uno a pan, y deste rinde una fanega y siete copines y de aquel tres fane­ gas y seis copines, dista tres quartos de legua. Y a la m ism a distancia el de Espina, de M aría de Pedro y Ma­ ría de Pedro, es de un m olar corriente y trab aja sobre dicho rio tres meses, q u arta p arte de ellos a grano de pan, y lo restante al de maíz, que de este rinde dos fanegas y siete copines y dos partes de doze de otro y de aquel y de aquel (sic.) una fanega, tres copi­ nes y q u arta p arte de otro. El de el Bango, de Juan González y de herederos de Santiago González, de un m olar, m ontado sobre el mismo rio, trab aja, rinde y dista como el antezedente. El de el Bayo, de Manuel de Prieda, tam bién de un m olar, so­ bre el citado rio, trab a ja -tres meses de el año, y de ellos ocho dias a pan y ochenta y quatro a maíz, que de este rinde tres fanegas y m edia y de aquel dia fanega, dista una legua. El de Peláez, de Fem ando C am era y de herederos de Gregorio Peláez. Y el de Cueto, de Gerónimo M artín y de Antonio M elendreras, uno y' otro de un m olar, sobre el mismo, rinde y muele cada uno como el antezedente y dista de dicha villa del Ynfiesto legua y m edia y de aquel dia fanega, dista una legua. El de la Cueva, de don Angel Reguero, presbítero, quien le lleva de su casa, es de un m olar, sobre el arroyo de su nom bre, trab aja de represa una y media de maíz, y media a pan, que de este rinde siete copines y medio y de aquél una fanega y siete copines, dista una legua. El de el Pradón, de un m olar, sobre el arroyo de la Trapa, es de Antonio Cobián y Francisco Peláez, muele de represa y trab aja ocho dias a grano de pan y ochenta y quatro al de maíz, que de este rinde tres fánégas y media y de aquél m edia fanega, dista co­ mo el antezedente. Sellón • El de el ero del rio, de Cathalina Sánchez, viuda de Pedro Gon­ zález, de un m olar, sobre el arroyo de su nom bre, trab a ja tam bién de represa y le regulan muele un mes a pan y tres a maíz, que de este rinde tres fanegas y seis copines y de aquél una fanega y siete copines, dista legua y media. EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 959 El de el m ism o nom bre, sobre el zitado arroyo, de la capellanía de Santo Thom ás, de un m olar, muele, rinde y dista como el antezedente; y le lleva arrendado Francisco de el Riego en una fanega de pan. El de Medio, de Juan Domingo y Ana M aría Forzelledo, de un m olar, sobre el arroyo de las Fuentes, muele de represa y trab a ja quinze dias a pan y tres meses a maíz, que de este rinde tres fane­ gas y seis copines y de aquél siete copines y medio, dista lo mismo. El de V alrrocin, de Manuela Rodrigo, viuda de M atheo Sánchez, de un m olar, sobre dicho arroyo de el ero de el rio, tra b a ja de represa quinze dias a pan y dos meses a maíz, que de este rinde dos fanegas y m edia y de aquél siete copines y medio, dista como el antezedente. El de Collado, de Pedro Forzelledo y Juan Collado. El de las Cabadas, de Cipriano Blanco, perito de el conzejo y de Ju an Ferrero y sus herm anos, am bos m ontados sobre el arroyo de las Fuentes. Y el de la M area, de Domingo Rodríguez y herederos de Juan Rodríguez, sobre el rio de su nom bre, cada uno de los tres m olinos es de un m olar, muele de represa, rinde y dista como el antezedente. Parroquia de Villam aior El de la venta de Antrialgo, de don B ernardo de Argüelles, es de dos m olares corriente sobre el rio Grande, tra b a ja dos meses a pan y seis a maíz, que de este rinde quinze fanegas y dos copines y de aquél siete fanegas y media, dista una legua. El de Lledo, de el citado don Bernardo, que aunque es de tres m olares sólo tra b a ja uno de ellos, sobre el mism o rio, ocho meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquél diez fanegas. Llévale en foro perpetuo Joseph Crespo p o r dos fanegas de pan annuales y dista m edia legua. El de la Cocina, de dos m olares, sobre el rio de Villam aior, re­ gulan tra b a ja sólo uno de ellos, seis meses a maíz y dos a pan, que de este rinde tres fanegas y seis copines y de aquél siete fanegas y media. Es del m onasterio de San Pelaio de Oviedo. Llévale arren ­ dado en siete ducados cada año don Nicolás de Mones y dista tres q uartos de legua. El de la Cal, de don Antonio M iranda, de dos m olares, sobre el m ism o rio, muele, rinde y dista como el antezedente. 960 ANDRES MARTINEZ VEGA El de la Cueva, de un m olar, sobre el rio de su nom bre, es de Domingo Zarabozo, trab aja de represa ocho dias a pan y dos me­ ses y medio a maíz, que de este rinde tres fanegas y un copín y de aquél m edia fanega, dista una legua. Y a la m ism a distancia el de la Tejera, de dos m olares, sobre el arroyo de su nom bre, muele tam bién de represa y trab a ja con uno de dichos m olares cinco meses a maíz y dos a pan, que de este rinde tres fanegas y seis copines y de aquél seis fanegas y dos copines a don Francisco la Villa, su dueño. Parroquia de Sevares El de la Piñera, del conde de Peñalva, vezino de la ciudad de Oviedo, es de tres m olares sobre el arroyo de su nom bre, con que trab a ja dos de ellos, un mes a grano de pan y tres con todos tres m olares al de maíz, que de este rinde onze fanegas y dos copines, y- de aquel tres fanegas y seis copines, dista legua y media. El de la Careaba, de un m olar, sobre el arroyo de la Rozar mue­ le de represa y trab a ja un mes a pan y dos a maíz, que de este rinde dos fanegas y media y de aquél una fanega y siete copines, dista lo mismo; es de dicho conde de Peñalva, y le lleva en foro po r tres vidas Domingo Pérez en tres reales cada un año. Y a la m ism a distancia, el de Medio, de Juan Díaz, Pedro Blan­ co y Juan de E strada, sobre el rio Tendi. El de el Llano, de Joseph y Fernando V illar y otros. El de las Duernas, de Thorivio de Diego, Thoribio Llerandi, Manuela y Thoribio Alvarez y otros. El de la Ro­ za, de la capellanía de San Antonio de la Faeda, que lleva en arrien ­ do M artín Alonso en una fanega y tres copines de pan. El de la. Pum arada, de B artholom é Sánchez, Cosme de el Roxo y herederos de Diego de Granda. El de Rehollada, de herederos de Juan Blanco,’ que lleva en foro perpetuo Joseph de Diego en dos copines de pan.;: El de Rodillado, de Santiago de Ardavín, Joseph, Thoribio y Andrés de Diego y de otros, cada uno de estos siete molinos es de un m olar sobre el citado rio, muele en represa, trab aja, rinde y dista como el-antecedente de la Careaba de dicho conde Peñalba, quien tam-, bién tiene o tro llam ado de Tendi de un m olar, sobre el mism o rio, trab a ja cinquenta y quatro dias al grano de maíz, de el que rinde dos fanegas y dos copines, dista lo mismo. El de arriva de Joseph Ferrado, de dos molares* sobre el arroyo de la Piñera, trab a ja, a represa dos meses y medio a maíz y otro medio mes a pan que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel seis fanegas y dos copines, dista como los antezedentes. 961 EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII El de Ardavín, de un m olar, sobre dicho rio de Tendi, po r m o­ ler de represa tra b a ja quatro meses a maíz de que rinde cinco fanegas, que es del referido conde de Peñalva, dista lo mismo. El de Tendi, de don Raphael Alvarez, sobre el m ism o rio, es de un m olar y tra b a ja tres meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel tres fanegas y seis copines, dista com o los antezedentes. Parroquia de Sorribas El de Cima, de don Pedro de Oviedo, vecino del conzejo de Langreo, de dos m olares, sobre el arroyo de la Escosura, muele de represa mes y medio a grano de pan y dos al de maíz, que de este rinde cinco fanegas y de aquél cinco fanegas y cinco copines; llevale en foro perpetuo Juan Pérez en fanega y m edia de pan cada año, dista legua y media. Y a la mism a distancia y sobre el mismo arroyo el de Cardín y Pedro Solís, es de dos m olares y muele y rinde como el antezedente. í- P íos ■■ ■ , ... ; . , ...... .... , El de Fonfría, de Cosme González, trab aja con un m olar, sobre el arroyo de Lloredo de represa dos meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel dos fanegas y m edia, dista dos leguas. El de Piñoli, beneficial de dicha parroquia, es de un m olar, so­ bre el jn ism o arroyo y trab a ja tres meses a maíz y uno a pan, que este rinde una fanega y siete copines y de aquel tres fanegas y seis copines; llévale arrendado Juan Fernández en doze copines de pan y dista como el antezedente. : Y a la m ism a distancia el de Medio, de herederos de Pedro Sam alea y de don Antonio Villanueva, tam bién de un m olar, sobre el citado arroyo, que muele y rinde como el antezedente. - Zerezeda /X&v: V:. r. " 'j ¿c/;;, El de Foíifria, de un m olar, sobre el arroyo de su nom bre con que m uele de represa quarenta dias a maíz y trein ta a pan, que de este rinde diez copines y de aquél treze y quatro partes de doze de 962 ANDRES MARTINEZ VEGA otro, es de Vizente González y dista legua y media. El de Medio, de don Antonio de Antayo, tam bién de un m olar, sobre el arroyo que sale de la fuente de San Justo, muele de repre­ sa dos meses a pan y seis a maíz, que de este rinde siete fanegas y m edia y de aquél tres fanegas y seis copines, dista como el ante­ zedente. Y a la m ism a distancia el de Ruvianes y el de las Llamiellas, am bos del dicho don Antonio, y de un m olar cada uno, trab ajan y rinden como el antezedente, uno y otro se hallan sobre el mismo arroyo. El de las Llamiellas de abajo, del citado don Pedro de Oviedo, de dos m olares, sobre el mencionado arroyo de San Justo, trab aja un mes a pan y tres a maíz, que de este rinde siete fanegas y media y de aquel tres fanegas y seis copines; llévale en foro vitalicio Francisco Laviana de Sorribas en dos fanegas de pan annuales, dis­ ta como los antezedentes. Anayo El de el Maladin, de un m olar sobre el arroyo de Soelcancio, trab a ja de represa dos meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquél dos fanegas y media, es de Josepha Suerdíaz, vezina del conzejo de Colunga, dista dos leguas. El de Miguel, de Juan Alonso Ruiz, Domingo de el Fresno y otros interesados. El de abajo, de don Thomás de Valdés, Juan Antonio Fernández y otros coherederos, m ontado sobre el zitado arroyo. El de Castañoso, sobre el arroyo del mismo nom bre, propio de don Manuel y don Joseph de Valdés, cada uno de estos tres molinos es de un m olar y muele, rinde y dista como el antezedente de el M aladin. San Rom án El de la Cantera, de Joseph de el Llano, de un m olar corriente muele de represa quatro meses a maíz, de que rinde cinco fanegas, hállase sobre el arroyo de Aguín y dista una legua. El de Berm üdez, de don Juan del Llano Casso, es de dos m ola­ res, que el uno está arruinado y el otro trab aja, rinde y dista como el antezedente, y este se halla sobre el arroyo de el Azebal. EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 963 El de Cadafrancia, de don Thomás de Valdés, tam bién de un m olar sobre el arroyo de Valdegrandes, trab aja de represa dos me­ ses y m edio a maíz y un mes a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquél tres fanegas y un copín, dista media legua. Y a la m ism a distancia, el Nuevo, de don B ernardo de el Llano. El de la Riega de el molino, de don Francisco Peláez, uno y otro de un m olar sobre el citado arroyo de V aldegrandes, muele y rinde cada uno como el antezedente de Cadafrancia. Pintueles El del Gayo, de Alonso de Sebares, de un m olar, m ontado sobre el arroyo de el N abalin con el que muele de represa, y po r falta de agua sólo tra b a ja un mes a pan y dos a maíz, que de este rinde tres fanegas y seis copines, y de aquél una fanega y siete copines, y de dicho m olino perteneze la m itad a, digo, que dista una legua. El del Rotello, de don Joseph del Llano, presbítero, una terzera parte de el, que lo dem ás es de Joseph García y otros ynteresados, es de un m olar sobre dicho arroyo y muele dos meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel dos fanegas y m edia, y lo que corresponde de el a dicho presbítero lo lleva a m itad de ganancia Juan García, dista como el antezedente. Y a la m ism a distancia el de Bárzana de don B ernardo de el Llano, Vizente y Phelipe González, de un m olar sobre el citado arroyo, que tra b a ja dos meses a maíz y medio mes a pan, que de este rinde siete copines y medio y de aquel dos fanegas y m edia annuales. Borines El m olino nuevo, llam ado del Azebal, de don Joseph Covian, de un m olar sobre el arroyo de Riega Bentana, muele de represa seis meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel siete fanegas y media, dista una legua. O tro del Azebal, tam bién de un m olar, sobre el m ism o arroyo, que es de don Joseph Sánchez y trab aja q u atro meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel cinco fanegas, dista como el antezedente. 964 ANDRES MARTINEZ VEGA Y a la m ism a distancia, el de la Roza, de don Francisco Gon­ zález, de un m olar sobre el rio de su nom bre, con que muele de represa quinze dias a grano de pan y dos meses y medio al de maíz, que de este rinde tres fanegas y un copín y de aquel siete copines y medio. El de el Prado, de un m olar, sobre el arroyo que baja de Borines, muele de represa seis meses a grano de maíz, de que rinde siete fanegas y media, es del hospital de San Lázaro de Vallabal; llévale arrendado Joseph de la H uerta en dos fanegas de pan cada año, dista cinco quartos de legua. El de Rioseco, de Cathalina Ruiz Diaz, viuda de Alonso San Pedro, tam bién de un molar, sobre el arroyo de Borines, trab aja tres meses a maíz y dos a pan, que de este rinde tres fanegas y seis copines y de aquel tres fanegas y seis copines, dista lo mismo. El de Santi, de don B althasar de Covián. El molino nuevo de don Manuel y don B ernardo Valdés, ambos de un m olar sobre el citado arroyo, cada uno de ellos muele, rinde y dista como el antezedente. El de el Espron, de Francisco de Diego, Juan de San Pheliz y de otros interesados, es de un m olar sobre el arroyo de su nom bre, trab aja de represa tres meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel tres fanegas y seis copines, dista una legua y media. Y a la m ism a distancia el de el Estapazo, de el conde de Nava, vezino de la ciudad de Oviedo, de un m olar sobre el dicho arroyo de Borines, que trab aja dos meses a maíz y uno a pan, que de este rinde una fanega y siete copines y de aquel dos fanegas y media. El de las B arrosas, sobre el arroyo de su nom bre, propio de dicho don B ernardo de Valdés. El de las B arrosas de arriba, sobre el mism o arroyo, que es del zitado don Manuel de Valdés. El de Peñaedrada, sobre el arroyo de la Robeca, de Francisco Pérez. Y sobre el de las Boras, otros dos de dicho Francisco Pérez y mas interesados, llam ado el uno del Paraíso y el otro de la Coviella, -y de cada uno de estos cinco, es de un m olar, trab aja, rinde y dista como el antezedente del Estapazo por ser de iguales circunstan­ cias. Y se nota que cada m olar de molino de los referidos muele en veinte y quatro horas con agua abundante fanega y media de pan, o una de maíz y que paga por el prem io de m oler cada fanega de una y o tra especie quatro maquilas, que doze com ponen un copin y nobenta y seis la fanega, y que po r ser quassi imposible cotejar la h arina de que surten dichos molinos a sus dueños o lle­ vadores para el alim ento quotidiano de sus fam ilias, considerando EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 965 esto prudencialm ente y con equidad regulan po r dicha razón una fanega m as de maíz a cada molino de utilidad annual declarando que todos m ontados sobre arroyos y que no lo están sobre el rio caudal, trab a jan p o r el verano de represa y el motivo de un m olar mas tiem po de lo que queda expresado los que abundan siem pre de agua, pende en las causas mencionadas al prim ero molino y de no les acudir frequentem ente al grano que pudieron moler. B atanes: Y que tam bién hay m ontados sobre el zitado arroyo de las Fuentes, térm ino de dicha parroquia de Sellón siete batanes, uno que se dize de las Cavadas, que es de Antonio Blanco. El de el Co­ llado, propio de Juan Collado. El que se nom bra del m olino viejo, perteneziente a Juan Ferrero y sus herm anos. El de el Prado del Pisón, de B ernardo Lobeto. El que se dize Pisón de la Riega, que es de dicho perito Zipriano Blanco. Y tam bién del m ism o dueño el de el Pisón de Rivera, y el que se llama de Soltoyo, de Juan Nieto y Thoribio Rivera, todos distantes de esta villa como legua y me­ dia; y por cada uno regulan de utilidad ciento veinte y ocho reales al año, y o tra ta n ta utilidad duplicada a dos batanes pertenezientes al zitado don Antonio de Antayo, que am bos están m ontados sobre el arroyo de la Fuente de San Justo, y se nom bran de Rubianes, term ino de la parro q u ia de Zerezeda, cuios nueve trab ajan en te­ las de sayal, fábrica de este concejo. Y que assim ism o hay ciento trein ta y seis molinos de m ano que sirven p ara desergar la escanda, propio uno de don Zipriano Alva­ rez, otro de don Juan González, otro de doña Rosenda de Casso; otro de don Manuel Menéndez Valdés, cura de la parro q u ia de Co­ ya, donde son vezinos los arriva dichos; otro de dicho rexidor don Francisco González, otro de Manuel González, otro de don Joseph Sánchez, otro de Francisco de Diego, otro de Joseph de Granda, otro de don B althasar de Covián, otro de Rodrigo San Pedro, otro de Joseph M artínez, otro de Domingo de Mones, otro de Juan Pérez, otro de Francisco y Thomás de Miguel, otro de Juan de San Pheliz, otro de Thoribio M artín, otro de Juan del Valle, otro de Francisco de el Valle, otro de Juan de Joglar, otro de Juan de el Valle, m enor en dias; otro de Andrés de el Valle, otro de don Pedro Antonio Estevanez, cura de la parroquia de Borines, donde son vezinos los dem as dueños. Otro de Joseph de la H uerta, vezino de Valladolid; otro de Pedro de C arrandi, otro del perito Domingo Rubio y mas 966 ANDRES MARTINEZ VEGA interesados en el, o tro de Juan Antonio Blanco, otro de Juan Fer­ nandez, otro de Juan del Sastre y Cosme González, otro de Ysabel Prieto y Juan de San Pheliz, otro de Francisco Fernández de Zerezeda, otro de Francisco Fernández y Juan de Villar de berduzedo, otro de don Pedro Sánchez, vezino de Fios, que lo tiene en Zerezeda; y en la m ism a parroquia de este nom bre otro de Juan de Buexex, vezino de los Collado, y otro de don Gregorio Carrio La­ vandera, cura de dicha parroquia donde son vezinos los arriva di­ chos; otro de don Francisco la Villa, otro de Rodrigo de el Conde, otro de Juan Crespo, otro de don Francisco de la Pum arada, otro Juan Blanco, otro don Joseph M iranda, otro Joseph Pérez, otro Juan de Zarabozo, otro María Sánchez, otro Juan Riega, otro Ge­ rónim o de Mones, otro don Alonso Pico Villa de m oros, cura de la parroqu ia de Villamayor en que son vezinos los dem ás dueños; otro Nicolás de la Yglesia, otro Juan de el Cueto, o tro los herede­ ros de Joseph Díaz Peláez, otro don Juan del Llano, otro Benito de San Miguel, otro Pedro Xoflar, otro Joseph de Espina y otro don Santos Canvilla, cura de la parroquia de San Román donde todos son vezinos; otro Juan Llerandi, otro Domingo Cofiño; otro Fran­ cisco Ignacio García Ramos, otro don Manuel de Mones, vezino de V illam ayor que le tiene en la parroquia de Sorribas donde están los demas, y bolvieron a decir que este y el de Ramos se hallan arruinados. Y en la parroquia de Valle, otro del perito Gabriel Mo­ lina, otro de Luis Molina, otro de Joseph Fernández Gutierrez, usables. Y en la parroquia de San Juan, otro de Antonio Cuyar, otros dos don Joseph Bena, capellán de la capellanía de N uestra Señora del Rosario de Espinaredo, otro Pedro Bermúdez, otro don Nicolás de Lozana, otro Francisco Blanco, otro Thom ás de Salzeda, otro Francisco de el Llano de la Pandiella, otro Domingo de la Canal, otro don Raphael Alvarez de el Pedrueco, rexidor comisio­ nado, otro Juan González, otro Agustín de Casso, otro Pedro Casso, otro Joseph Alvarez, otro B ernardo de Vien. En la parroquia de Sellón, otro don Francisco Sánchez, cura de ella, otro Thoribio Santos de Fresnedo y Joseph Bueno de Rozapanera, otro los me­ nores de Francisco González, otro Domingo y Cosme González, otro Pedro González. Y en la parro q u ia de la Marea, otro de Juan y Domingo de Ysoba, otro de Fernando y Antonio Rivera. Y a la de Beloncio, otro de don Francisco Antonio M elendreras, otro de Jacinto Antonio Menéndez Corrada, otro de Pedro de Escalar, otro de B ernardo Me­ lendreras, o tro de Susana, m itad; otro de don Angel Reguero, cura de la Marea, otro de Francisco de Espina, otro de Francisco Muñiz, EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 967 otro de Joseph Peláez, otro de Cosme de Forzelledo, o tro de Zipriano de Prieres, o tro de Francisco Morán, otro de Gregorio Melendi y Gregorio M elendreras. Y en la parro q u ia de Sebares, otro de don B ernardo González Alvarez, presbítero, o tro del zitado don Raphael Alvarez de el Pedrueco, otro de Raphael de la Escalera, o tro de Juan de el Llano, otro de Juan de Páram o, otro de Juan M artínez, dos de Agustín y Patricio Díaz, o tro de Joseph Llerandi, otro de Pedro Blanco, dos de Julián y Santiago Bermexo, otro de Miguel de Param o, dos de Diego y Francisco Díaz, otro de Joseph de Alvira, o tro de Pedro Pérez, otros dos de Cosme y Cosme de Rojo, m ayor y m enor en dias, otro de M anuel de Arenas. Y en la p arro q u ia de Pintueles, otro de Juan de Cuesta, o tro de don M elchor de Valdés, otro de Joseph de Cuesta, otro del perito Vizente González. Y en la parro q u ia de Anaio, otro de don Manuel Sánchez, cura de ella, tres de Alonso, Gregorio y Antonio de la H uerta, o tro de Juan de Villar, o tro de Juan Alonso Lozana, otro de Juan Alonso Ruiz, otro de Francisco Alonso de Coya, dos de Vizente y Gerónimo Alonso, otro de Diego del Llano, otro de don Gregorio de Coya, presbítero, otro de Joseph de Coya, otro de Juan Cardín, y o tro de Joseph González. Y en la p arro q u ia de Qués, otro de Francisco de Piernes, otro de Domingo de el Pando, otro de la capellanía de San Francisco de Assis y otro de Domingo Corrada, que con los siete antezedentes com ponen ciento q uarenta y tres y regulan a cada uno de ellos de utilidad annual un copin de pan. Lagares: Tam bién hay p ara fabricar sidra de m anzana los lagares si­ guientes que com ponen sesenta y quatro, los que son: uno de don Francisco Sánchez, cura de Sellón, el que tiene en la parro q u ia de San Juan y en la m ism a otro de Thomás de Salceda, otro de Alonso de Esteli, otro de doña Rosa y don B althasar de Vega, o tro de Gregorio Sánchez, o tro de Juan Cassin, otro de Francisco de Viedes, todos estos son de pesa y regulan que cada uno esprim e doze pipas de sidra. Y de zepo hay uno de don Nicolás de Lozana; otro en M irabete, de don Francisco de Casso, vezino del conzejo de su apellido; otro de don Luis Peláez; otro en la Paradona, de don 968 ANDRES MARTINEZ VEGA M athias González y otros dos de Estevan y B ernardo de Viéñ, ctiia utilidad se pondrá al fin de todos. Y en la p arroquia de Sorribas hay uno del conde de Peñalva, vezino de la ciudad de Oviedo, que exprim e quatro pipas de sidra. Y en la parroquia de Anayo dos lagares de pesa, el uno de don Manuel de Valdés a quien únicam ente sirve p ara exprim ir la sidra de su cosecha, cuia utilidad regulan en tres reales annuales, y el otro de Joseph de Coya que se le reguló lo mismo. Y en la p arroquia de Pintueles, otros dos de pesa, propio el uno de don Melchor de Valdés al que consideró exprim e cada dos años doze pipas, y al otro que es de Thomás Solares, ocho. Y en la parroquia de Valle oíros tres lagares de pesa, uno de ellos es ¡de Joseph Fernández Gutierrez que regulan trab a ja seis pipas de sidra, y los otros dos propios de don Antonio Argüelles y don Joseph Piloña, tres pipas en cada uno. ~ Y en la parroquia de San Román otros quatro lagares de pesa de don Francisco del Llano, presbítero, doña M anuela García Ciaño, don Raphael Alvarez de el Pedrueco y Luis González Cienfuegos, que regulan quatro pipas a cada uno, y otro mas de Joseph de Es­ pina que es de cepo. Y en la p arroquia de Qués, ai uno de pesa, propio de don Anto­ nio de Antayo, le regulan tres pipas, y otros tres de zepo, propios de Bartolom é Peláez, Francisco de Piernes y de herederos de Cos­ me Peláez. En la p arroquia de Zerezeda otros cinco de zepo, de Francisco Fernández, don Pedro del Cueto Antayo y de el citado don Antonio de Antayo, Francisco de Arango y Juan de Buejes, vezinos estos dos del conzejo de Parres. Y en la p arroquia de Belonzo, de pesa uno, de Francisco Peláez al que regulan seis pipas, diez a otro de don Francisco 'Antonio M elendreras, y q u atro a otro de Pedro Escalar, y tres por cada uno de otros dos, que son de Jacinto Antonio Menéndez Corrada y de M aría Ana de Viyao, vezina esta de el coto de Abedul. Y en la p arroquia de Borines dos de pesa de don Francisco González y de don Joseph Sánchez que a cada uno regulan seis pipas, en cuia parroquia tam bién hay otros cinco de zepo, propios de Francisco de Diego Munio, Alonso San Pedro, Joseph del Valle, Joseph de G randa, Thomás Pérez y don B althasar de Covián. En la p arroquia de Vallobal, otro de don Nicolás de (cortado), cura de dicha parroquia, y de Cathalina Valiente. - ■ Y en la parroquia de Villamayor hay de pesa otro de don Fran­ cisco de la Villa al que regulan seis pipas, quatro a otro de don EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 969 B ernardo de Argüelles, y ocho a cada uno de los otros que son de Josepha Blanco, Angel de el Arenal, don Nicolás de Mones, don Joseph M iranda y Francisco Pum arada; otros q u atro lagares de zepo de Juan Diaz, Juan Riega, Francisco Pum arada Reguero y Juan Blanco. Y en la parro q u ia de Sebares otro de pesa de don Domingo Roldán, presbítero, y otro de Juan de Ferrado, que a cada uno regulan dos pipas. En la p arro q u ia de Coya otro de zepo de Antonio de la H uerta, y de pesa uno de Rodrigo de la H uerta que le regulan trein ta pipas, seis a otro de don Juan González, ocho a otro de don Pedro Díaz y de otros interesados, y cada lagar de zepo de los expresados re­ gulan exprim e dos pipas de sidra y que cada una paga al dueño de el lagar, por el prem io de sacarlo en el, dos reales, a excepción de la p arro q u ia de Pintueles donde se cobra tres por cada pipa, y en la de Coya real y medio; notando que esta utilidad es cada dos años conform e a lo que queda mencionado en este punto de el modo de fructificar las m anzanas, que es alternando. Tejeras: Y que tam bién hay onze tejeras como son: En la parro q u ia de Valle, una que llam an de Cardes, propia de don Gabriel Molina y mas interesados, que de seis en seis años le regulan puede cozer ocho hornadas de texa y en cada una dos m illares y cada m illar en q u arenta reales; de que sólo se sigue la utilidad de los dueños de doscientas texas que po r costum bre contribuien los texeros en el año que trab a ja p ara la iglesia de dicha parroquia. Y en la de San Lorenzo de Sellón, la tejera de el Pando, la Arada, que es de aquel vecindario y trab aja de veinte en veinte años, y el año que trab a ja puede cozer ocho hornadas de texa y en cada una m illar y medio. La del Moro trab a ja de doze en doze años, y en el que trab a ja puede cozer seis hornadas de texa y en cada una otro m illar y medio, perteneze tam bién a dicho vezindario. Y en la parro q u ia de Sebares, la que llam an de el Canto, en térm ino de el lugar de Buergo que trab aja de veinte en veinte años y regulan puede cozer en el que trab aja ocho hornadas, y en cada una dos m illares y medio, es perteneziente a los vezinos de aquella parroquia. Y asim ism o la de Pontedo, en el lugar de Priede, y o tra en el de la Canal, que tam bién es de dichos vezinos y regulan que 970 ANDRES MARTINEZ VEGA una y o tra es de el mismo trabajo y surtido de texas que la citada de el Canto. Y en la parroquia de Beloncio otras dos, propias de el vezindario, la una de ellas llam adas de Beloncio y la o tra del Collado a la que regulan trab a ja de quinze en quinze años, y a la de Beloncio de veinte en veinte, y que cada una el año que trab a ja puede cozer cinco hornadas de texa y en cada una dos m illares y medio. En la parro q u ia de Villamayor, la que está en el lugar de Miyares, propia de don Francisco de la Villa, que regulan trab a ja de ocho en ocho años y que puede cozer el año que trab a ja diez ho r­ nadas de texa y en cada una dos millares. La de Mones que es de los vezinos de este lugar y le regulan trab a ja de veynte años, y en el que trab a ja que puede cozer seis hornadas de texa y en cada una dos m illares. Y en la p arroquia de Borines, la texera de Omedines, térm ino de el lugar de Cadanes, propia de sus vezinos que regulan trab aja de doze en doze años, y el que trab aja que puede cozer seis horna­ das de texa y en cada una dos millares. Y en la p arroquia de San Román, la que llam an de Pascual, sita en el lugar de Argandenes, que es de sus vezinos. y le regulan tra ­ baja igualm ente que el antezedente. Y en la parroquia de Qués y lugar de Berones la que se nom ina de M arianes, propia de sus vezinos, que regulan se usa de cinco en cinco años y que el que trab aja puede cozer dichas hornadas de texa y en cada una dos millares, y que excepto la tejera del citado don Francisco de la Villa a quien el año que trab aja se contribuie de ella la utilidad de el im porte de una hornada de texa de todas las dem as no se sigue a los dueños o tra utilidad la de poder com­ p ra r cada m illar de texa que necesitan p ara sus casas, al referido precio de quarenta reales, y no siendo assi, les fuera preciso traerlo de parajes mas distantes con maiores gastos y quiebras de su conduzión; notando que de dichas texeras sólo la parroquia de Valle dista de esta villa un quarto de legua, y la m ayor p arte de las de­ mas media; y otras, tres quartas de legua, una y dos, la mas dis­ tante, que es la de Villar de Buergo. 18.a... A la diez y ocho: Que este conzejo tiene esquilm o de yeguas, de bacas, obejas, cabras, zerdas y colmenas, y que a cada potranca m ientras m am a le regulan en ochenta reales, y al p o tran ­ co en sesenta, suponiendo que las yeguas paren dos vezes en tres años, y que a cada baca la consideran un ternero y m anteniéndole un quartillo diario de leche y regulan aquél m ientras m am a en EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII .971 trein ta y tres reales, y el quartillo de esta en q u atro m aravedis; a cada cabra la consideran un cabrito y m anteniéndole medio quartillo de leche al dia en los tres messes de el año, y que aquel le aprecian en tres reales y el quartillo de esta en q u atro m arave­ dís; y que a cada oveja consideran un cordero que regulan en tres reales y una libra de lana a cada caveza annualm ente, comprehendiéndose los carneros la qual aprecian en q uarenta m aravedís, y que no consideran este esquilm o a los corderos p o r quanto no se les corta lana h asta que cum plan diez y seis o diez y ocho meses de su nacim iento y entonzes se reputan por cavezas m aiores, y que la corta de dicha lana la hazen los dueños y tenedores de los ga­ nados en sus (ro to ) po r no aver en los térm inos de este conzejo esqu (ro to ) leo alguno. Que a cada puerca le consideran m antiene annualm ente dos lechonzitos, y cada uno m ientras m am a la aprecian en q u atro reales; considerándose assi unas yeguas, bacas, cabras, ovejas y puercas buenas por otras que no lo son_tanto y lo m ism o respecto de sus naciones, y que atendiendo es natural en todas las m encionadas especies de ganado particularm ente en las ovejas po r ser m as de­ licadas que se hagan preñadas todos los años y m alparan algunos y que assi en el p arto como despues de el se m ueren sus naciones y tal vez se degüellan p o r m antener la m adre, regulan annualm ente la m itad de el valor de los expresados exquilmos, excepto el de la lana que es annual y el de las puercas por ser anim al m as fuerte y fecundo y criarse y m antenerse en las casas y en los pastos co­ m unes sin que las trab ajen los dueños como suzede a las yeguas y bacas, y que echas varias consideraciones sobre el exquilmo de cada colm ena y que unas son mas abundantes que otras y los té r­ m inos de los lugares donde las hay de mas o menos flor, la regulan annualm ente en seis reales de vellón, y últim am ente a una yunta o p ar de bueyes regulares de labor en trein ta ducados, que valen trescientos y trein ta reales de vellón. 19.a... A la diez y nueve: Que en los térm inos de este conzexo hay un mili trescientos y veinte y dos colmenas, propias de dife­ rentes vezinos, que po r ser muchos los dueños y tener algunos sólo a dos, quatro o cinco, y la m aior parte a una, no los expresan por evitar prolixidad, y que resultaran de las relaciones las personas a que pertenezen y se rem iten a ellas. 20.a... A la veinte: Que hay en los térm inos de esta villa y su conzejo cinco especies de ganados que son: cavallar. b acu n o .Ja- 972 ANDRES MARTINEZ VEGA nar, cabrío y de zerda, y que ningún vezino tiene cabaña, yeguada, rebaño ni bacada alguna, excepto dos cavañas de ganado bacuno que pastan fuera de dichos térm inos la m ayor p arte del año en los de el conzejo de Ponga y coto de Cazo, que una de ellas es del zitado conde de Peñalva en aparzería con don Pedro de el Cueto E strada, y la otra perteneze a don Antonio de Argüelles Meres, que aunque no saben a punto fixo quanto es el núm ero de cavezas sólo sé que regularm ente tiene cada cabaña veinte y nueve bacas y un toro, y que conzede la del menzionado don Antonio de Ar­ güelles rem itiéndose a sus relaciones por constarles; y que el ga­ nado propio de vezinos que pasta en el térm ino de este referido conzejo se reduze a doscientas quarenta yeguas, ciento sesenta y dos potrancos y potrancas, ciento y veinte potros y potras, doscien­ tos cinquenta y ocho cavallos de carga, que sirven para la harriería; seiscientos setenta y cinco bueyes, quatro mili trescientas y quarenta y quatro bacas, dos mili quatrozientos y cinquenta novi­ llos y novillas, siete mili nobecientos quarenta y un ovejas, tres mili ochocientos y doze corderos, dos mili y doscientos carneros, dos mili doszientos sesenta y cinco cabras, doscientos ochenta y tres m achos de cabrío, dos mili quinientos quarenta y siete puer­ cas de vientre, dos mili trescientos veinte y q u atro m am ones, qua­ tro mili quinientos y ocho zerdos de m atanza; y que los recividos en aparcería propios de forasteros que pastan en el térm ino y los que algunos vecinos de este conzexo tienen dado en aparzería a otros de el de Casso, Ponga y otros contiguos de este Principado, no los pueden referir con yndudualidad a causa de ygnorar su nu­ m erario, por lo que se refieren tam bién a sus relaziones de las que constarán específicamente. 21.a... A la veinte y una: Que en el térm ino de esta villa y sus arrabales hay el núm ero de treinta y un vezinos, ocho viudas y dos solteras, que son de su derecho y potestad, y en el de su con­ zexo que ocupan las casas esparcidas por su d istrito con mas de lugares mili setezientos ochenta y quatro vezinos, quatrocientos trein ta y una viudas y veinte y ocho solteras, que tam bién son de su derecho y potestad, y todos hazen dos mili doscientos ochenta y quatro vezinos. 22.a... A la veinte y dos: Que en el térm ino de dicha villa y sus arrabales hay trein ta y nueve casas havitables, y en el de este con­ zexo esparcidas po r su población dos mili ciento v trein ta y seis; casa de corral p ara recoger ganado y yerva con yndependencia de EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 973 las viviendas, quinientas y ochenta; casas de lagar de hazer sidra tam bién yndependientes, treze; casas en los m ontes p ara abrigo de los pastores y sus ganados, quatrocientas veinte y ocho; cassas inhavitables, noventa y dos; arruinadas, ciento y siete y de corral quarenta y dos; paneras, miles doscientas y veinte y orrios un mili, arruinados veinte y tres; y que ningún vezino paga en p articu lar cosa alguna por razón de señorío m ediante lo respondido a la se­ gunda pregunta. Y por lo tocante a la regulación de alquileres de dichas casas, paneras y orrios se conform an con la que hiziessen los peritos de oficio en el reconocim iento p articu lar sin em bargo de que consi­ deran no se deve regular renta alguna a las m encionadas casas puestas en los m ontes, p o r quanto sólo sirven al referido fin y de beneficiar con el acucho que hazen dichos ganados algunas tierras y prados contiguos a ellas sin lo que produzirían poco o ningún fruto respecto de su calidad. 23.a... A la veinte y tres: Que perteneze a la bolsa com ún de esta villa y conzejo algunos propios como son la m itad de una pa­ nera y diferentes zensos, cuios réditos y ren ta tienen nota ym porta cada año ciento y noventa reales y diez y nueve m aravedís, y re­ sultarán p o r m enor de la realización del procu rad o r general a que se rem iten. 24.a... A la veinte y quatro: Que la Justicia y Reximiento de este conzejo arrien d a todos los años los reales servicios de m illones con que se paga el encavezado de rentas provinciales, y las sobras suelen ascender un año con otro a tres mili reales quinientos, mas o m enos, la variedad de sus rem ates en cada uno los que se aplican a los fines que se expresarán a la pregunta siguiente, y tam bién constarán p o r la citada relación del pro cu rad o r general, sin que puedan d ar razón si cubren o exzeden de su aplicación. 25.a... A la veinte y cinco: Que dicha Justicia y Reximiento no percibe salario alguno p o r razón de su empleo y que aplica la so­ b ra de dichos millones p ara los reparos de puentes y calzadas reales y satisfación de salarios de el citado p ro cu rad o r general, escribano de A yuntam iento, a la persona que expide y cobra el papel sellado, y el im porte de su consumo po r lo respectivo al conzejo, salario de el alcalde y de el correo y veredas como resul­ ta ra po r m enor y con yndividualidad tam bién de la relazión del m encionado procurador. 974 ANDRES MARTINEZ VEGA Y que el vecindario está en la costum bre inm enor de contrib u ir por repartim ientos para las fiestas de Corpus en sus respectivas parroquias, que por la diversidad que hay de unas a otras en el modo de pagar estos gastos annuales om iten especificar en p ar­ ticular los de cada una; notando que las fuentes em pedradas y cam inos servideros se reparan y m antienen por su respectivo vezindario, cada uno en su distrito, sin que p ara ello usen de sir­ viente y algunos. 26.a... A la veinte y seis: Que el com ún de dicho conzejo no tiene o tra carga de justicia ni otra alguna mas de las expresadas en la respuesta antecedente. 27.a... A la veinte y siete: Que dicho vecindario está cargado y contribuiendo con los derechos de alcavala, cientos m illones y mas com prehendidos en las rentas provinciales y servicio ordinario y extraordinario, en cada uno de los tres tercios del año; y que assi mism o pagan quatro reales de vellón al p rocurador general por los tres vecinos de estos derechos, que las de todo el año pueden su­ plir doscientos y quatro reales; y tam bién pagan en la ciudad de Oviedo al contador de millones otro real de vellón por el recivo de cada tercio. 28.a... A la veinte y ocho: Que el com ún de este conzejo contribuie a S.M. (Dios le guie) todas las referidas rentas y sus derechos porque paga annualm ente el vezindario a don Manuel de Cañas, duque de el Parque, vezino de la ciudad de Valladolid, un mili y ocho reales de vellón; si esta regalía y enaxenación de ella fué por servicio pecunario u otro motivo no tienen noticia de ello rem itente al título o instrum ento que sobre este asum pto huviere; y que la Justicia y Regimiento está usando sin utilidad annual ni diaria alguna los oficios perpetuos de alferez, alcalde y alguazil m ayor, regim ientos y escribanos, assi de la jurisdicción como del núm ero, los que pertenezían a cavalleros y particulares, que la razón por que usan de estas regalías unos y otros constará de los títulos y reales concesiones que para ello tengan a que igualmen­ te se refieren. 29.a... A la veinte y nueve: Que en esta villa y en los térm inos de su conzejo hay ocho tabernas, que provehen de vino para ven­ der po r m enor diferentes personas, que son: don Alonso González, el que tiene en dicha villa una, por la que le regulan de ganancias EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 975 al año, considerando las utilidades que le quedan assi del vino ven­ dido por m enor en ella como del que trahe a sus expensas de los reynos de Castilla p ara proveherla, doszientos reales. B althasar de Allende por la tab ern a que tiene en el Orín, térm ino de la p arro ­ quia de San Juan, razones y grangería expresada, le regulan ciento y quarenta reales. A Francisco de la P uerta que provehe de la m ism a form a la de la Reboria, térm ino de la parro q u ia de Santa M aría de Valle, regulan su utilidad en trein ta reales. A Francisco del Peruyero, p o r la taberna que tiene en el lugar de Belonzo, parroquia de San Pedro del mismo nom bre, y co n cu rrir las m ism as circunstancias le regulan ciento y veinte reales. A Domingo Gon­ zález que provehe la de la venta de los Llanos, cinquenta reales; y ciento y trein ta a Raphael de la Escalera por la tab ern a que tiene en la venta de la calle Nueva; y sesenta reales a Luis Rodrí­ guez po r la de Sotiello, cuias tres tabernas últim as están en tér­ m inos de la parro q u ia de San Pedro de Sebares y en la de San Pedro de Villamayor. La que provehe, en la venta de Antrialgo, Jacinta Riega a quien regulan por su utilidad annual noventa rea­ les. Y que tam bién hay algunas personas que se dedican a com prar algunas pipas de sidra p ara vender por m enor en sus casas y ta­ bernas, como son los citados Luis Rodríguez, Domingo González y Raphael de la Escalera, a cada uno de los quales regulan, cada dos años en que se logra el fruto de m anzanas, dos dos (sie) duca­ dos y medio de vellón, considerando se venden en sus respectivas tabernas y la de cada uno cinco pipas de sidra y la ganancia de medio ducado po r pipa. Y a M aría Palomo, vezina de la m ism a parroquia de Sevares, ducado y medio por tres pipas. Y a Domingo Fernández, vezino de la Goleta, parroquia de San Pablo de Sorribas, regulan tres ducados po r seis pipas; a Josepha M arina, vezina de la p arroquia de San M artín de Borines dos ducados p o r quatro pipas; y p o r otras q u atro la m ism a utilidad a Pedro Escalar, ve­ zino de Beloncio. Y en la p arro q u ia de Coya a Bartholom é Castaño diez ducados por veinte pipas; y po r cinco, dos ducados y medio a Ana Gutié­ rrez, viuda de Francisco el Cueto; dos a Francisco de Vien por q uatro pipas; y por dos un ducado a Domingo de la Prida; y lo mismo a Joseph de la Prida, su vezino. Y en esta villa, a Joseph Teleña siete ducados y medio por quinze pipas; y por veinte, diez ducados a Gregorio Sánchez; qua­ tro, po r ocho pipas a Manuel de la Fara; y a M aría de Allende, tab ern era de el O rrín, la m ism a cantidad. Y diez ducados p o r otras veinte pipas a Juan Casín; y tres por seis pipas a Francisco de Vie- 976 ANDRES MARTINEZ VEGA des, vezinos de el lugar de este nom bre en la parro q u ia de San Juan. Y en la de Villamayor, a Phelipe de la Arena por doze pipas seis ducados; y quatro por ocho pipas a Francisco Fernández, vezino de Miyares. Que tam bién hay en esta villa cinco cassas de possada para toda clase de huéspedes, que se provehen de zevada y yerva, como en los mesones, p ara vender a los huéspedes, las que dan Juan García, Francisco Blanco, Gabriela B ernardo de Quirós, M aría Co­ rral y Francisco Castañedo, a esta regulan de ganancias al año ciento ochenta y cinco reales, a la antezedente a ella zinquenta, y a cada una de las otras tres, ciento y cinquenta. Tam bién hay diez tiendas de por m enor de buhonería, propias de M athias Fernández, Francisco y Joseph Blanco, a este regulan por la suia de ganancia al año cien reales, ciento y noventa a Fran­ cisco, y ciento y ochenta a M athias, y la m ism a utilidad a cada uno de los tres siguientes que son: Antonio Cuervo, Juan de Montiquin y Pedro Muños; a Josepha Munñiz trein ta y cinco reales, veinte y seis a Josepha Fernández, sesenta a Domingo Zeñal, trein­ ta a Juan Zeñal, y aunque avia o tra tienda de este género propia de Domingo Suárez, cuia utilidad al año le podría suplir veinte y dos reales, al tiem po que se dió principio a esta operazión y despues de aver dado su relación se passó a bivir a la villa de Gixón con su fam ilia donde al presente reside. Que en esta villa y su conzexo no hay casa alguna de panadería, si diferentes m ujeres dedicadas a esta provisión y no de ordinario por no aver aquí panaderas con obligación de dar abastos, que por exzeder su núm ero de cinquenta y no llegar las ganancias que regulan a la de m ayor abasto a sesenta reales cada año y aver m ucho entre estas que no pasan a doze y de quinze reales no se expressan por evitar prolixidad, y consideran al todo de las tales tratan tes, un mili quinientos y noventa y seis reales al año. Tam bién hay una cassa de carnizería p ara la distribución y venta de baca y carnero, con su rastro para el degüello de los ani­ males de una y o tra especie, propia de don Antonio de Antayo, que la tiene arrendada a Manuela Fernández, viuda de Antonio González, y bividora de ella en dicha villa donde está sita como persona interesada en el rem ate de este abasto y tablafera de el, sin o tra utilidad p ara dicho don Antonio de Antayo que la de dos­ cientos reales annuales por su alquiler. - Y en los térm inos de este conzejo hay veinte y siete puentes, que sirben sobre el rio Grande, el de el Ynfiesto, Roza Cativa, de el Soto, el puente Nuevo, el de Antrialgo; y sobre el rio de Aguín, EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 977 el puente de este nom bre, el de Villaraaior, de la Vega y de la Mo­ za; sobre el rio de la Cueva y sobre el de la Piñera, el de este nom bre y el de Tendi, el de la Vega y el de las Llamiellas; sobre el rio de San Ju sto y sobre el rio de la Cueva, térm ino de la pa­ rroquia de Qués, el puente de la Cueva; y sobre el rio de el Mon, el de V egarrionda, Peñueco, Torno y el de Miera; y sobre el rio de Valle, el del mism o nom bre, Peleón y M elendreres; y sobre el rio de la E scosura, o tro de este nom bre y el de Cúa; y sobre el rio de el Fresnedal, el que llam an de este mote, N abarin y el de los Bayos, que son de pasaje, sin pagar cosa alguna las personas que los tran sitan como tam poco ningún carruaxe, y que todos los ex­ presados puentes los m antiene el vecindario de los lugares, cada uno en su distrito, excepto seis de ellos que estos se deven m ante­ ner a costa de todo el com ún por ser conzejiles. Tam bién hay m ercados todos los lunes en esta villa, y las ferias del lunes de la Flor Florina y de San Cipriano, esta se haze ju n to a la herm ita del santo, sita en la citada p arroquia de San Juan, a la que perteneze dicha villa. Que los m ercados y ferias m enciona­ dos son francos y libres de toda contribución, salvo la que p o r via de lim osna contribuien los m ercaderes para m aior culto de dicho santo y m anutención de su herm ita, que percive el m aiordom o de ella ciento cinquenta y siete reales anuales. 30.a... A la trein ta: Que en el térm ino de este concejo, donde se com prehende la parroquia de San Lázaro de Vallobal, hay un hospital real que sirve para recojer en el quatro pobres m alatos, naturales de el pays, de que es Antonio Sebastian de Possada y Castillo, cura de la p arroquia de Santa Eulalia de Qués, quien en conform idad de el título real de esta fundazión contribuie annualm ente a cada uno de dichos quatro pobres cinco fanegas de pan de escanda en grano, otros cinco al cura de dicha parro q u ia de San Lázaro, cinco m as al recaudador de las rentas del m encionado hospital, que consisten en quarenta y dos fanegas y m edia de pan y setenta ducados, im puestos a zenso, que se distribuien en la re­ ferida parro q u ia y dexando para si en razón de su adm inistración el citado cura de Qués, otras ocho fanegas de pan; el sobrante de dichas rentas que son exijibles cada año se aplican al culto y mas decencia de la iglesia expresada de San Lázaro, y como quiera sin em bargo de tenerlo entendido asi se rem iten a la relación que die­ re el referido Antonio como tam bién por lo tocante a la m anuten­ ción de este hospital. 978 ANDRES MARTINEZ VEGA 31.a... A la trein ta y una: Que no hay cosa de lo que en ella se pregunta. 32.a... A la trein ta y dos: Que por lo tocante a la prim era parte que habla de tenderos de paños, hay don Santiago García, a quien por el surtido que tiene de H errera de la Rioja y Segovia, esta­ meñas sem piternas y bayetas de Castilla y otras cosas m enores de buhonería, regulan de gananzias al año seiscientos y cinquenta reales, y trescientos a Juan García Entrego y no mas por no su rtir su tienda sino sólo de dichos paños de H errera, bayetas sem piter­ nas estam eñas de Castilla. Y que en esta villa y su conzejo hay un m aestro cirujano, que es Manuel Diaz, y le agan de sueldos los vecinos de quatro p arro ­ quias al respecto, de copin de maíz cada uno, en el todo quarenta fanegas annualm ente, que al precio de onze reales im portan quatrocientos y quarenta y le regulan por las m aniobras que efectúa en las dem as parroquias doscientos y sesenta reales, que una y o tra cantidad compone la de setecientos cada año de ganancia; Manuel Sánchez, sangrador y barbero, ciento y cinquenta reales, y a Pedro de Escalar, que es sólo barbero, setenta y cinco. Y notarios en causas eclesiásticas B ernardo Valdés, Francisco Ignacio García Ramos, Gerónimo de Cué, Rodrigo de el Conde, Bartholom é Sánchez, Fernando de Piernes y Francisco Santos re­ gulan cierto de utilidad al año veinte reales, al antezedente cin­ cuenta, y a cada uno de los demas treinta. Y escribanos del núm ero en dicha villa y su conzejo diez y nue­ ve, de los que sólo exercen diez, a saber: los zitados notarios B ernardo Valdés, Francisco Ignacio García Ramos, Gerónimo de Cué y Rodrigo de el Conde, Luis González, Francisco Miguel del Cueto, Juan Antonio Ferrado, Juan de Arenas, Antonio Jacinto Menéndez Corrada y Joseph Antonio de Casso, a este le regulan de ganancias en cada año ciento veinte reales, y a cada uno de los demas trescientos. También hay dos m aestros plateros y les regulan de utilidad al año en sus oficios a Sebastián Cuervo, novecientos reales; y a Bartholom é Santos, quinientos; doscientos y setenta reales a F ran­ cisco Aladro, de Qués, por la ganancia que tiene en hacer zenzerros. Y m aestros de m aconas hay tres, que a cada uno regulan de ga­ nancia al año noventa reales. También se dedican a la harriería y trajin o de conducir avellana a los puertos de m ar en los meses de septiem bre y octubre ciento sesenta y nueve personas, y de estos los quarenta y siete de transporte de vino de Castilla, y regulan de EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 979 utilidad cada año, po r cada uno de los quatro de ellos, quatrocientos reales, trescientos a cada uno de otros nueve, doscientos por cada uno de otros catorze, ciento y quarenta a uno de los mismos, que ren tan ciento, a cada uno de otros veinte y uno, cinquenta a otro, y trein ta po r cada uno de los restantes, ciento y diez y nueve; todos los quales se dedican generalm ente al exercicio de su la­ branza. Tam bién hay personas en este conzejo que en los térm inos de el po r encom iendas de m ercaderes de Oviedo, Gixon y Villaviciosa ju n tan y previenen avellanas para em barcarlas, que regulan llegará a novecientas sesenta y siete cargas, que las trescientas y quarenta ju n tan po r cinco eclesiásticos a cada uno de los quales queda de utilidad por q u atro reales, y al mismo respecto por seiscientas veinte y siete cargas de las referidas que ju n tan trein ta y quatro seglares se utilizan en dos mili quinientos y ocho reales. Tam bién hay q u atro m aestros de prim eras letras que uno de ellos tiene de situación cada año cinquenta ducados vellón, produ­ cidos de la Obra Pia de escuela de Lozana, p arroquia de San Juan, y a cada uno de los otros tres regulan utilizarán cada año cien rea­ les, y a costa de la Obra Pia de gram ática, cuio preceptor propieta­ rio es don Andrés del Fresno, presbítero, com unica ochenta ducados a don Francisco Peláez, por sobstituirle en la assistencia de esta obligación. Tam bién hay seis sachristanes, uno en la iglesia de S anta Eula­ lia de Qués, cuio servicio le regulan en tres ducados cada año; otro en la de San M artín por el útil de quatro ducados; otros dos en la de San Pedro de Sevares y su anexo por onze ducados el uno, y q u atro y medio el otro; y al de San Pedro de V illam ayor oíros onze, y al de San Juan, cinco. Y em pleados en las reales rentas de el tabaco de este conzexo hay un adm inistrad o r con el sueldo de tres mili ochocientos reales cada año, y dos verederos al de cien ducados cada uno, y el de tres­ cientos reales a la persona que tran sp o rta el tabaco desde la real casa de Oviedo a la de este conzejo. Y en las parroquias de el, veinte y cinco m anaguillos de por menor, a cuios estanqueros regu­ lan podrá ascender su útil dos mili ochocientos setenta y siete reales cada año. Y que tam bién hay cinquenta y tres personas seglares que usan de la industria de com prar y vender bueyes en los m ercados de los conzexos circum becinos y en el de esta villa, especialm ente desde el dia de San Miguel al de la Circuncisión; v otros dos ecle­ siásticos que a estos regulan les queda de utilidad al año doscien­ 980 ANDRES MARTINEZ VEGA tos y cinquenta reales, y aquellos quatro mili doscientos veinte y cinco reales en cada un año, com putando uno con otro sin em bargo de que no pueden dar quota fixa de la ganancia que les queda en cada buey porque en unos suelen ganar onze o veinte y dos reales, y perder de com pra a venta en los otros. 33.a... A la trein ta y tres: Que en el térm ino de este conzejo hay treze oficiales de cantería, dos de los quales regulan trab ajan quatro meses al año cada uno, y dos cada uno de los onze restan­ tes, y que su jo rn al diario es el de dos reales y com ida, que esta se regula en un real. Y tam bién treinta y cinco carpinteros de los quales reputan quatro por m aestros, uno al jo rn al de dos reales y medio y com ida diario, se le contem pla trab aja ocho meses, siete el otro y tres cada uno de los dos restantes, po r el de dos reales y medio y comida; y de los oficiales tam bién contem plan seis me­ ses de trab ajo a cada uno de dos de ellos y tres meses a cada uno de los veinte y nueve restantes con el diario de dos reales y medio. Tam bién hay m aestro de molinos harineros, llam ado Juan Fernán­ dez de Borines, consideranle seis meses de trab ajo al año y de jornal diario tres reales y de comida, y a su ofizio Thomás del Calero fixó el mism o tiempo, dos reales y com ida cada día. Maes­ tros de carros, Alonso García, Francisco Alvarez, de Belonzo y Francisco de la Villa, de Coya, consideran a cada uno dos meses y medio de trab ajo y su jornal diario es dos reales y comida, y esta y real y medio al dia por dos meses al m aestro de ferradas Antonio de el Canto, de Pintueles. Y por el mism o tiem po y jornal que el antezedente a cada uno de otros treinta y un m aestros de hazer m adreñas contem plan esta regulación. Y a M athias Fernán­ dez por tres meses de trabajo, a Juan Rodríguez y dos, y a Miguel de la Faza po r uno al año, todos tres caldereros regulan sus ganan­ cias en mili quatrocientos y quarenta reales. Tam bién hay diez y nueve m aestros herreros y regularon a uno de ellos quatro meses de trabajo y tres reales y com ida al dia de jornal, a otro por tres meses y medio dos reales y comida. Y al mism o jorn al diario por dos meses otros siete y al de tres reales y com ida los diez restantes dos meses, a excepción de uno de ellos que le regulan tres meses cada uno dos reales, sin comida. Que tam bién hay cinco m aestros herradores de los quales a uno de ellos por bivir dentro de la villa contem plan nueve meses de tra ­ bajo, quatro a cada uno de otros dos, y a los dos restantes otros dos meses, a cada uno, y a todos el jornal diario de tres reales. EL CONCEJO DE PILOÑA EN EL S. XVIII 981 Y assim ism o quarenta y un m aestros sastres de quienes regu­ laron a uno, ocho meses de trabajo; a dos, nueve por cada uno; a ocho, seis meses po r cada uno; a otro cinco o q uatro, quatro meses cada uno; a diez y seis, tres a cada uno; a cinco, dos meses cada uno, y a los q u atro restantes un mes cada uno y a todos el jo rn al diario de dos reales y comida, y esta y real y medio de ve­ llón a siete oficiales por dos meses de trab ajo cada uno. Y que tam bién hay trein ta costureras que cada una de las diez y siete de ellas contem plan trab a ja al año dos meses, quatro cada una de otras onze, y seis cada una de las restantes, cuio jo rn al es el de medio real y com ida regulada la de estas en otro medio real. Te­ jedoras hay ciento y doze, y contem plan seis meses de trab ajo a cada una de tres de ellas, cinco a cada una de otras trein ta, quatro meses a cada una de otras trein ta y dos, tres a cada una de otras veinte y una y dos meses a cada una de las veinte y seis restantes, y su jo rn al le contem plan igual al que llevan dado a las costure­ ras, excepto a dos texedoras que hay adem ás de las referidas, que a cada una de ellas contem plan cinco meses de trab ajo y su jornal diario en dos reales y medio. Y assim ism o hay tres m aestros de zapateros, que uno de ellos regulan tra b a ja cinco meses, otro quatro y el otro tres, y de jornal diario q u atro reales a cada uno; y el de dos y com ida a dos ofi­ ciales que uno de ellos contem plan trab aja cinco meses y el otro dos. Y a M anuela Fernández, tablajera, regulan tiene de salario cada sem ana seis reales y medio con excepzión de la quaresm a por no u sar en ella dicho oficio, notando que todos los referidos que usan de los que van expressados se dedican en el restan te tiem po del año al exerzicio del campo, cuios nom bres, apellidos y vezindario om iten po r la prolexidad, y que constarán en sus relaciones y assientos de los libros conforme a las anotaciones que dejan en poder del presente escribano a que se rem iten. 34.a... A la trein ta y quatro: Que sólo de lo que en ella se pre­ gunta y por lo tocante a arrendam ientos, regulan doscientos reales cada uno de ganancias a don Gregorio Alvarez, Gregorio Sánchez y Alonso de Esteli, m ancom unados en el de el préstam o de la pa­ rroquia de San Juan, y perteneziente al m onasterio de San Pedro de Aslonza, horden de San Benito, obispado de León. Y ochenta a don B althasar Pérez, presbítero, como arren d atario del beneficio sim ple de la parro q u ia de Santa Eulalia de Qués, propio de don E nrrique de Noriega, ausente en los reynos de las Yndias; qui­ nientos y cinquenta reales a don B ernardo González, presbítero, 982 ANDRES MARTINEZ VEGA vezino de este conzejo, y a Joseph de la Vega Pesa su consorte, vezino del coto de Llames. Y como arrendatario del beneficio prés­ tam o de la p arroquia de San Pedro de Sebares otros trescientos y treinta reales de ganancia en el beneficio sim ple de la parroquia de San Pablo, digo préstam o, perteneziente uno y otro a don Ni­ colás Ley, presbítero, vezino de la ciudad de Cádiz; y don Pedro de la Pum arada, presbítero, otros trescientos y trein ta reales como arrendatario del beneficio préstam o de la parroquia de San Pedro de Villamaior; y doscientos reales a don Santiago García por serlo de el préstam o de Santa María Magdalena de Valle; y a Cipriano Peri de Pivierda, conzejo de Colunga, cien reales como arren d ata­ rio del préstam o de San Vizente de Cerezeda; que este y los dos antezedentes pertenezen al real m onasterio de San Pelayo de Ovie­ do. Y el beneficio simple de la parroquia de San Christobal de Pintucles a Francisco Caletano de Valdés, de la orden de Predi­ cadores, po r cuio arrendam iento regulan de utilidad annual a don (roto) Sánchez trein ta y tres reales; y doscientos a Ignacio Mayor, vezino del coto de Tresali, como arrendatario del préstam o de Santa Eulalia de Coya; y serlo del beneficio simple de dicha pa­ rroquia de Sebares, don Raphael Alvarez, y tam bién de el de la citada de San Pablo, de este le regulan cien reales de utilidad y ninguna en el de Sebares por lo suvido de su rem ate que uno y otro y el dicho préstam o de Coya perteneze al Dean y cavildo de Oviedo; y el beneficio simple de la mism a parroquia de Coya pro­ pio de don Joseph Benito de Tozo, capitular del citado cavildo, contem plan a su arrendatario don B ernardo de Casso, vezino del conzejo de Nava, trescientos reales de utilidad, y quinientos a Jo­ seph de G randa como arrendatario del préstam o de San M artín, propio de don Juan Lobón Pedrejón, vezino y presbítero en el obis­ pado de Palencia; y el de San Pedro de Belonzo v de San Román de la mesa episcopal y contem plan que da de utilidad en el prim e­ ro a doña Theresa Fernández Solís, vezina de el conzejo de Bimenes, trescientos reales, y en el otro no consideran utildad alguna a Gregorio Sánchez, su arrendatario. Y por quanto el de la p arro ­ quia de San Antonio de Nevares, unida a la de Santa M aría de Fios, está inclusa quasi toda en el próximo concejo de Parres y en este de Piloña una cortísim a porción de la extensión de ella que no llega a doszientos reales el im porte de todo el diezmo de cura y prestam ero, que lo es y tal posehedor don Arias de Omaña, vezino del concejo de Siero, no pueden regular po r la referida cau­ sa si queda utilidad a don Juan de Escandón, presbítero, vezino del citado conzejo de Parres, notando que el beneficio simple de EL CONCEJO DE PILONA EN EL S. XVIII 983 esta parroquia de Santa M aría de Anayo, perteneciente a don Ci­ priano Sánchez, presbítero, m enor en dias, y los diezmos de las parroquias correspondientes a los curas de ellas, las benefician de su cassa sin arrendarlos. Y regulan de utilidad annual a don Alon­ so González p o r el abasto del azeyte, sesenta reales y quatrocientos por el de la (ilegible) a don Santiago García y Joseph Blanco, su com pañero, y no consideran utilidad en el de carnes a Francisco Cuyar mide el de vino al citado don Alonso González mas de la cantidad expresada en la respuesta veinte y nueve. 35.a... A la trein ta y cinco: Hay en esta villa y su conzejo de jornaleros, travajadores de el campo, en entrados en diez y ocho años y que no exceden de los sesenta, un mili seiscientos cinquenta y seis. Y que p ara las lavores que se ofrecen a estos y dem as veci­ nos se ayudan unos a otros sin ningún interés que la com ida, y que de no tener entre si esta correspondencia buscarían jornaleros, en cuyo caso se pagaría cada uno un real y de com er y esta com ida se regula en otro real de vellón, y lo que consideran dos reales el jornal diario a cada gañan. 36.a... A la trein ta y seis que contem plan en el térm ino de este conzejo p o r pobres de solem nidad hasta ciento y quatro. 37.a... A la trein ta y siete: Que no hay individuo alguno que tenga en los térm inos de este conzejo em barcación alguna en m ar ni en rio, y que aunque sobre el de Valle arm avan antes de ahora dos canales p ara la pesca de anguila don Antonio de Argüelles y don Antonio Suárez ninguno de estos arm a el suyo de dos años a esta parte, por haver pleito pendiente sobre el uso y aprovecha­ m iento de dichos cañales, y estando corrientes regulan su utilidad anual de diez y seis reales en cada uno. 38.a... A la trein ta y ocho: Que en esta villa y parro q u ia de su conzejo hay cinquenta y siete clérigos en que se incluyen los curas de dichas parroquias. A la trein ta y nueve y quarenta que no hay en los térm inos de este conzejo (que a su noticia llegue) cosa alguna de quanto en ellas se pregunta. Y que todo lo que llevan declarado es de verdad sin cosa en contrario en lo que se les alcanzan según saver y entender para el juram ento hecho, en el qual haviendoles leido su desposición se afirm aron y ratificaron, dijeron que pasan de 984 ANDRES MARTINEZ VEGA vente y cinco años de hedad y algunos de ellos de cinquenta y se­ senta. Lo firm aron el señor subdelegado ju n to con dicho juez y mas que supieron, excepto dicho cura de Coya que hace veces de arcipreste y po r los que no supieron dos testigos, que lo fueron: don Antonio Suárez y don Alonso, escrivano, vezinos de este conzejo; de todo lo qual yo el presente escrivano doy fee. Don Juan Luis Blanco. Don Thomás Valdés Estrada. Manuel de la Yglesia. Raphael Alvarez del Pedrueco. Gabriel Molina. Manuel Antonio Peláez. Francisco González. Vecinos: Juan de Viyao. Luis González Cienfuegos, Joseph de Cuesta, Mathías González, Joseph Prieto, Do­ mingo Rivero, Manuel de Esteli, Pedro del Camino, Bernevé del Cueto, Jacinto Antonio Reguero, Antonio Lagarto, Antonio de la H uerta Llano, Cipriano Blanco, Francisco Alvarez. Trestigos: Alon­ so González. Testigo: Antonio Suárez. Ante mi Francisco Antonio del Soto.» PUNTUALIZACIONES A UNA COMUNICACION POR RODRIGO GROSSI FERNANDEZ Por José M aría M artínez Cachero, en su prólogo a Clarín y La Regenta, de M anuel Avello, llegó a mi conocim iento que el Cronis­ ta Oficial de Oviedo había exhum ado un cuento de Leopoldo Alas, el de «La guitarra», «no incluido en ninguno de los varios volú­ menes de relatos clarinianos, sacándolo de las páginas del Alma­ naque de «El Carbayón» (diario ovetense) para 1896, donde yacía olvidado». No llegué a leer este cuento de «La guitarra», lleno de todos los elem entos constitutivos del estilo de Alas (hum orism o, ironía, crítica social, tern u ra, cierto pesim ismo) hasta la aparición el año de 1987 de la obra «Cuentos. Leopoldo Alas Clarín», edición de José M aría M artínez Cachero, en E ditorial Plaza-Janés. Debo con­ fesar que me parece un relato muy logrado, digno de figurar al lado de los cuentos más famosos del au to r de «La Regenta». Me llamó la atención en «La guitarra» la serie de térm inos astu ­ rianos que aparecen en tal cuento. Esto me movió a escribir unas breves líneas que pretendo sirvan para com pletar lo dicho po r mí en «Algunos m otivos asturianos en Clarín», com unicación publica­ da en las Actas del III Simposio de Lengua y L iteratu ra Españolas para Profesores de Bachillerato, celebrado en Oviedo los días 22, 23 y 24 de abril de 1982. Para confeccionar tal com unicación consulté un to tal de 83 obras narrativas de don Leopoldo, entre las cuales, es obvio de­ cirlo, no aparecía «La guitarra». 986 RODRIGO GROSSI FERNANDEZ En mi citado trab ajo señalo todas las voces bables que apare­ cen en las obras consultadas y que no son m uchas, 55, p o r lo cual es aún m ás destacable «La guitarra», donde aparecen nada menos que nueve voces de la lengua asturiana, que, p ara com pletar el con­ tenido de mi citado artículo, paso a detallar: 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9) andecha cam paña ñu mió panera pegollos pitu («echar un pitu») quintana, y el adverbio negativo non. «Pegollos» aparece tam bién en «Su único hijo» y en «Doña Ber­ ta»; «quintana» en «Su único hijo» y «Adiós, Cordera». Señalo adem ás los topónim os asturianos de «La guitarra», con la m ism a intención, com plem entaria a lo que se dice en la com u­ nicación citada: «Pajares», que aparece tam bién en «Tirso de Molina», y «Piloña», no señalado en tal com unicación, en la que se recogen 51 topónim os relativos a Asturias. Destacamos, p o r o tra parte, dos párrafos de «La guitarra» que aparecen repletos de térm inos de nuestra lengua regional: 1) 2) «Pensélo m ejor; y traigote eso. Si quiés al mío Pepe, guárda­ lo..., m íralo toos los días... y rezay poTalm a.» «Yo, pa acordam e del mió fiu hasta que Dios me llame na su com paña, ¡non necesito de músiques! » Debemos destacar que el posesivo asturiano m asculino, de pri­ m era persona y un solo poseedor, tónico frente al átono castellano, no aparece como mió, sino en un caso como m ío (mío Pepe) y en el otro como m ió (mió fiu), grafías que consideram os erróneas y sólo achacables a la im prenta. PUNTUALIZACIONES A UNA COMUNICACION 987 Al lado del vocabulario podemos destacar varios rasgos astu­ rianos en las citadas frases: a) Uso de pronom bres personales-objeto en posición enclítica: pensé/o, traigoíe. b) Aparición del pronom bre personal de com plem ento y: reza y. c) D esaparición de fonem as consonánticos en posición intervocá­ lica: quiés, toos, pa. "f ^: ^ d) Posesivo acom pañado del artículo: al mío Pepe, del mió fiu. En «Adiós, Cordera» el posesivo aparece sin artículo: mió pa, Cordera de mió alma, Pinín de mió alma. e) Contracciones: poT alm a, na. f) Un plural fem enino en -es, propio del bable central: m úsiques. Ya en la tantas veces nom brada «Comunicación» poníam os de relieve que suponíam os en «Clarín» un conocim iento superficial del bable y pretendíam os dem ostrarlo con varios ejem plos. Interesa añ ad ir aquí un ejem plo más de lo que afirm ábam os y que ahora nos llam a la atención p o r aparecer en «Adiós," Cordera» en form a casi idéntica a como lo hace en «La guitarra». Dice Alas en el prim ero de estos cuentos: «Pinín y Rosa, sen­ tados sobre el m ontón de cucho, recuerdo p ara ellos...» y dice en «La guitarra»: «Pepín... se sentaba sobre el estiércol de la quinta». Es bien evidente que nadie se sienta sobre m ontones de cuchoestiércol, ni aun cuando está seco. Las afirm aciones «asentadoras» de don Leopoldo, sobre todo en el segundovcaso, vienen a dem os­ trarn o s que, m ás que desconocimiento del bable, el docto profesor, a pesar de sus veraneos en Guim arán, no tenía una idea muy clara acerca de la vida y hábitos rurales. Y ya que a «Adiós, Cordera» acabam os de referirnos, me parece interesante poner de relieve que todas las ediciones que m aneja­ mos del citado cuento, joya inestim able de nu estra literatu ra, em­ piezan de la siguiente m anera: «Eran tres, siem pre los tres, Pinín, Rosa y la Cordera. El «prao» Som onte era un recorte triangular de terciopelo verde tendido...» Si cotejam os este inicio con el ejem plar autógrafo que de «Adiós, Cordera» se guarda en la Biblioteca Nacional, regalado p o r su au to r en diciem bre de 1892, y cuya prim era cuartilla reproducim os, ve­ rem os que hay dos diferencias: h ., 988 I) II) ‘ RODRIGO GROSSI FERNANDEZ En el original autógrafo se lee claram ente «prado» y no «prao». En el autógrafo aparece: «El prado Som onte era un pedazo trian g u lar de terciopelo verde tendido...», o sea: Pedazo y no recorte, que es la form a que viene figurando en tantas edi­ ciones. Acerca de la form a prao, que aparece en todas las ediciones que conocemos, señalándola como regionalismo, hem os de decir que el original de la B iblioteca Nacional figura tres veces como prado (cuartillas 1, 5 y 15). Sólo se escribe una vez prao (cuartilla 17), form a, adem ás, subrayada en el original. -►No pretendo que con estas puntualizaciones la gran obra clariniana gane en calidad o en claridad, pero conviene hacerlas, para respetar así la voluntad del autor. PUNTUALIZACIONES A UNA COMUNICACION 989 En coincidencia con el protagonista m asculino de «Adiós, Cor­ dera», su casi hom ónim o Pepín, el que tocaba la guitarra, ve cortado su destino po r la incorporación al Ejército, aunque el destino de Pepín, voluntariam ente asumido, es mucho más lam entable que el del herm ano de Rosa. Y, volviendo al principio de nuestro cuento de «La guitarra», cabe afirm ar, como hacíam os más arriba, que p o r su tem a, sus ti­ pos, su lenguaje, el cuento de Ram ona del Cabo y su m arido Ro­ sendo Tercias, de Remedios del Capellán y del desgraciado Pepín, es uno de los relatos más «asturianos» del Sr. Alas. B IB LIO G R A FIA “C larín y La R eg en ta ”. 1884-1894.— M inisterio de Cultura, D .G .L .B.— B ib lioteca N acion al.— M adrid, d iciem b re 1984-febrero 1985. “C larín y La R eg en ta ”.— M anuel F ernández A v ello .— E d ita : Cía. de FF.CC. Eco­ n óm icos de A stu ria s.— O viedo, 1985. “C uentos. L eopoldo A la s C larín ”.— Edición de José M aría M artínez C achero.— P laza y Jan és.— B arcelon a, 1986. “A lgu n os m o tiv o s astu rian os en C larín”.— Rodrigo G rossi.— A cta s d el III S im ­ posio de L en gu a y L iteratu ra E spañolas para P rofesores d e B a ch illera to .— G ráficas B araza.— O viedo, 1983. LOS IND IA N O S EN LA LITERATURA POR JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA En el núm ero 122 del últim o Boletín del In stitu to de Estudios A sturianos, correspondiente a abril-junio de 1987, figura un artícu ­ lo del profesor Rafael Anes Alvarez titulado «Asturias y América: la em igración», que se abre y term ina con parecidas palabras; tom em os las del final, porque resultan más literarias: «Ricos en ilusiones, cientos de miles de asturianos han salido m uy jóvenes de su tierra persiguiendo o tra riqueza que sólo han conseguido aquellos que a su actividad inteligente, sin escatim ar esfuerzo, vieron unirse lo que se conoce como 'buena estrella'. Por su mag­ nitud, y po r las consecuencias que tuvo, a esa em igración se la considera el fenóm eno social más im portante de la A sturias con­ tem poránea». E stas transm igraciones a América, que como escribe el profesor Anes «se hacen m asivas a p a rtir de la década de 1880 y duran has­ ta 1930», por su im portancia, tuvieron un reflejo en la literatu ra astu rian a y, p o r extensión, en la española, dado que el fenóm eno indiano que vam os a analizar presenta características com unes en A sturias, Galicia y Santander: Armando Palacio Valdés, José Ma­ ría de Pereda y Ram ón del Valle Inclán incluyeron a indianos en sus obras, bien que desde una perspectiva desfavorable. De todos modos,* nos centrarem os en la literatu ra escrita po r asturianos, por ser la m ás abundante y variada, aunque esto no suponga el olvido de obras como las de Castelao, Novás Calvo, etc. El propio Anes cita en su trab ajo unos versos del poeta bable M arcos del Torniello, 992 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA en los que celebra las rem esas de dinero enviadas por los indianos y que m ejoraron el nivel de vida de los cam pesinos: Asturias sin indianos, la probitina... lo que fos sin indianos no se adivina. Aunque la em igración dio lugar a m uchas polémicas, según verem os enseguida, no produjo dem asiada literatu ra buena, y en una de las m ejores obras en las que aparece el indiano como personaje, «Tirano Banderas», de Valle-Inclán, está tratad o como un tipo vil. De todos modos, y dejando aparte trab ajo s de carácter m ás técnico, sobre los indianos se escribieron num erosas obras que entran en el terreno de la literatura, bajo las form as de novela, poesía, teatro, artículo periodístico, ensayo (a la m anera de algu­ nos de Valentín Andrés Alvarez), evocación lírica, etc. Diversos autores asturianos desarrollaron la m ayor parte de su obra en América, como Alejandro Casona, M atías Conde, N éstor Astur, etc., e incluso hijos de indianos crearon obras notables, como los na­ rradores m ejicanos, oriundos de Llanes, Francisco Tario, au to r de diversas narraciones que se encuadran dentro de una literatu ra de signo fantástico y cosmopolita, o Adolfo Velázquez Garaña, cuyo libro de cuentos «Ya nos morim os de tiempo» trae ecos de Juan Rulfo. Sin em bargo, aquí nos ocuparem os de pasada de aquellos que m archaron a América y que dieron en escribir en lugar de dedicarse al comercio, y que, en buena parte, ejercieron el perio­ dismo, aparte de otras actividades (Nicolás Rivero, Manuel Fernán­ dez Juncos, Constantino Cabal, etc.), y de lo que se escribió, bien desde América, bien desde España, sobre los indianos. Algunos como el llanisco Angel García Peláez, que firm aba con el pseudó­ nim o de «Angel de la Moría», y que, cosa curiosa, se hizo clérigo en lugar de hacerse abarrotero, céntra su obra en la evocación me­ lancólica de su Llanes natal; otros, como los m encionados Nicolás Rivero y Manuel Fernández Juncos, crearon periódicos y revistas en las islas en que se asentaron, Cuba y Puerto Rico, respectiva­ m ente, y tuvieron una gran influencia sobre la sociedad antillana de su tiem po. Luis Alfonso M artínez Cachero, en su libro «La em igración as­ tu rian a a América», señala una literatu ra relacionada con los in­ dianos: «Muchas veces se ha dicho, y otras tantas se ha repetido, que. la obra literaria viene a ser, en definitiva, un trasu n to fiel de la realidad y de la vida de cada día, y sem ejante afirm ación alcan­ za plena aplicabilidad en el caso del fenómeno hum ano y social de I LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 993 la em igración, tan de hoy y tan de siem pre en el la tir de la vida de España en general y de la provincia astu rian a en particular». Y cita, a este respecto, un breve catálogo de obras referidas a la em igración am ericana, entre cuyos autores figuran Alfonso Camín, inevitablem ente; Conrado Villar Loza, de Taram undi, au to r de «Lonxe d'aquí»; el médico riosellano Antonio M artínez Cuéíara, con su soneto «El em igrante»; Luis Aurelio; la pieza de teatro en verso «La balada del em igrante», del llanisco Angel Pola; y, en la prosa, a C onstantino Suárez, 'Españolito', con sus novelas « ¡Emi­ grantes! » y «Oros son triunfos»; a Angeles V illarta y, sobre todo, a Leopoldo Alas, 'Clarín', con su cuento «Borona» y algunos signi­ ficativos pasajes de «La Regenta». Los indianos hicieron correr ríos de tinta, porque la em igra­ ción a América fue objeto de polémica desde sus comienzos, y ésta tuvo repercusiones en Asturias, por haber sido aquí el fenóm eno m ás constante y num eroso. Ya Jovellanos se hace eco de ella, preocupándose de cómo se podría llenar el vacío dejado por los em igrantes; pero otros autores son todavía más explícitos, como 'Clarín' en el prólogo a «Tipos y bocetos de la em igración astur», de E duardo González Velasco, donde escribe: «Estam os muy en­ ferm os: uno de los peores síntom as es la em igración, efecto de m uchos errores jurídicos y económicos, causa de innum erables males». Y en «La joven Asturias», el 14 de mayo de 1865, se escri­ be: «Entre los males que afligen a nuestra provincia figura en prim er térm ino la em igración a las Antillas. Nada basta a detener su desarrollo, nada a contener ese horrible contingente que da al sepulcro una juventud rica de esperanza y digna de m ejor suerte». Eva Canel, Félix Aram buru, Fermín Canella, Antonio L. Olive­ ros, entre otros, según enum era Juan Santana en un artículo pu­ blicado en el diario «Región» el 1 de diciem bre de 1974, m o straron su inquietud po r el problem a de la emigración. La p arte central del problem a la constituía la pregunta de quién trab a jaría la tierra si la m ayor p arte de la juventud estaba al otro lado del Océano. Por ejem plo, en el pueblo de Cué, próximo a Llanes, durante más de cuarenta años no entró ningún mozo en quintas, po r hallarse todos en Méjico al llegar a la edad m ilitar; y es probable que el nom bre de la ancestral danza del «pericote», que se baila po r tria­ das, de dos m ujeres y un hom bre, proceda del hecho de que en esta localidad el papel de hom bre hubiera de desem peñarlo una m u jer en función de virago, que recibía el nom bre de «perico». Pepín de Pría, que había em igrado a La H abana en la últim a déca­ da del siglo XIX sin resultados positivos, clama en un artículo de 994 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA la serie «Entre sábados», publicada en el sem anario «El O riente de Asturias» entre 1900 y 1901: «¿Quién ha de a ra r nuestros cam pos, perfo rar nuestras m ontañas, extraer y tran sfo rm ar los m inerales en su seno contenidos, dar elementos a la industria, capacidades al com ercio, brazos a la agricultura, vida, energía y robustez a España, si la juventud nos abandona?». Por lo general, escritores que fueron a la vez indianos se refie­ ren con am argura, o, cuando menos, de modo muy crítico, al fenó­ meno de la em igración, como es el caso de Manuel Alvarez M arrón, de Tineo, au to r de cuentos como «La boda del indiano» o «La fuga del indiano», de los que dice José María M artínez Cachero en su «Antología de narradores asturianos», I: «Claro está que ni el o p ­ tim ism o ni el hum or bienhum orado suelen hacer acto de presencia en las narraciones de Alvarez M arrón con asunto em igratorio, que son las más en núm ero y, también, las más representativas de su autor». En «La fuga del indiano», por ejemplo, el indiano, desilusio­ nado después de su regreso a Asturias, abandona definitivam ente su terruño natal: hecho que tam bién sucede en un relato bastante posterior, «El traje blanco», escrito por otro indiano, Andrés Peláez Cueto. No obstante, no puede hablarse de una postura un itaria acerca de los indianos ni siquiera en el mismo escritor. Clarín no los trata de la m ism a m anera en «Borona» que en «La Regenta»; y Palacio Valdés, que los critica con acritud en m uchas de sus novelas, los elogia, en cambio, sin reservas, en el brindis del banquete que le ofrecieron indianos orientales en La Franca en 1895, y los com pren­ de en una de sus últim as novelas, «Sinfonía pastoral». Pepín de Pría, en su pieza de teatro « ¡A L’Habana! », presenta a Ramón, el indiano que vuelve rico, como un hom bre generoso, que ha adqui­ rido una cultura y que, cosa digna de ser señalada, se expresa en español, frente al bable de los fam iliares que perm anecieron en la aldea. Igualm ente, en el cuento «Del otro mundo», de Antonio Fer­ nández Martínez, incluido en el volumen «Pinceladas» (1892), se indica la lengua española del indiano como un factor de diferencia­ ción social y cultural: «La prim era persona que llegó fue una tía del indiano. — ¡Ave María Purísim a!, dijo haciéndose cruces al ver­ le. Pero, ¿é esti? ¡Si paez’un médicu! ». Antonio L. Oliveros, que en ocasiones criticó Ja em igración, re­ conoce en «Americanos», artículo incluido en «Asturias en el re­ surgim iento español»: «La Asturias em igrante produjo una clase social cuyos com ponentes el vulgo ha bautizado con el apelativo de 'am ericanos'. Los am ericanos, gentes errantes del sentim iento LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 995 como de la voluntad, tienen una acción destacada y h asta ahora desconocida po r la H istoria en el resurgir to talitario de nuestro país. España, beneficiada grandem ente con la em igración, ha co­ rrespondido a los 'am ericanos' con una ingratitud que hiela el ánimo. ¿Será que no ha sabido apreciar sus servicios? Con exceso se ha discutido sobre que si la em igración de los españoles a Amé­ rica era p ara España un bien o un mal. La discusión se ha plan­ teado regularm ente en térm inos imprecisos». Y, al cabo, Oliveros reconoce a la figura individual del 'am ericano' o 'indiano': «El em igrante, aun cayendo en la lucha por la fortuna, vencía siem pre. T riunfaba, porque analfabeto, se instruía; lejos de la p atria, se ha­ cía p atrio ta; distanciado de la familia, añoraba el hogar y lo crea­ ba; castigado duram ente por el trabajo, en el trab ajo buscaba la liberación. Toda la América latina le debe su esplendor de hoy. España, la reconquista m oral de América y gran p arte de la m a­ terial y espiritual propias». José Saro y Rojas, en el capítulo «Llanes», de «Asturias», de Bellm unt y Canella, tam bién plantea el problem a de la em igración pero con neutralidad, sin em itir juicios, e incluso llega a reconocer algunas de sus ventajas: «La emigración a las Américas españolas, que ni censuram os ni aplaudim os por no ser oportuno, es tan ra­ dical que apenas perm ite ver a jóvenes de 15 a 25 años en el suelo patrio, y constituye el núcleo más im portante de riqueza para el concejo. Como la em igración es antigua y num erosa, no escasean los que han conquistado, a fuerza de trab ajar, posición desahoga­ da, habiéndose establecido en el país los que consiguieron realizar el fru to de sus afanes; otros, menos afortunados, socorren desde allá con largueza a sus familias, las que, prom oviendo obras de m ejoram iento m aterial, son poderoso elemento a contrib u ir al es­ tado relativam ente próspero en que el país vive, habiéndose aum en­ tado considerablem ente las com odidades de todo género». José Zorrilla, que vivió algún tiempo en Vidiago (Llanes), invi­ tado por el indiano Lam adrid, a quien había conocido en Méjico, escribió «El can tar del romero», según dice, p ara conseguir que la gente' astu rian a se corrigiese de dos vicios: de em igrar a América y de ser cosecheros de maíz. Sin embargo, más bien parece que la razón de «El can tar del romero», según insinúa Ignacio Q uintana, fue pagarle, siquiera fuera en verso, su hospitalidad a Lam adrid. De la crítica al fenómeno de la em igración se pasa, con m ucha frecuencia, a la crítica del indiano. Unos por razones estéticas, otros por orejeras ideológicas, se propusieron no ten er en cuenta lo positivo de esta figura, im portante en la m odernización de Astu­ 996 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA rias y en su desarrollo cultural y social, y de la que es ejem plo esta lápida que cam pea en la fachada de la escuela de Meré: «Es­ cuela nacional donada por D. Juan Sánchez Galán, hijo de este pueblo, en prueba de su am or a la enseñanza». La incom prensión, e incluso los ataques hacia el indiano, han sido habituales en textos literarios diversos y aun en obras de ca­ rácter pretendidam ente científico; así, en su libro «El m ovimiento obrero en Asturias», el profesor David Ruiz González, con el sec­ tarism o y la m ala inform ación que caracterizan a sus trabajos, escribe con toda tranquilidad: «No obstante, cabe hacer distincio­ nes entre una m inoría 'am ericana' que brillará incluso cu ltu ral­ m ente y que en política se siente arrastrad a por el reform ism o m elquiadista, y la que influirá decisivamente en el borde oriental de la provincia entre el Sella y el Deva-Cares, prim ero con la lle­ gada de enriquecidos y de form a persistente con las remesas, con­ tribuyendo al sostenim iento de una población de un bajo nivel de vida en la que fue creando una tendencia hacia la ociosidad im­ productiva que incluso consideró infam ante el laboreo de las minas, esperó las rem esas am ericanas y continuó em igrando. Esta com arca oriental, con centro en la antigua villa de Llanes, fue siem pre, sobre iodo desde la m uerte de Posada H errera, entronizador de la co­ rrupción electoral en España, un feudo conservador que volvió la espalda a la industrialización y se refugió en el cultivo del folklore y de las costum bres tradicionales». Este texto tan breve en el que cabe todo, como en botica, desde el ataque a Posada H errera hasta el desdén hacia las antiguas tra­ diciones, se com enta por sí mismo; de todos modos, no deja de ser un desatino demagógico afirm ar que los habitantes del Oriente asturiano consideraban «infame el laboreo en las minas», dado que en este territorio, salvo excepciones irrelevantes, no hubo ex­ plotaciones m ineras. Los indianos tuvieron una presencia muy considerable en la literatu ra escrita por asturianos a p artir del pasado siglo, aunque ocupando m uchas veces papeles secundarios y como objetos de críticas más o menos mordaces. El indiano que vuelve enriquecido sirve p ara retrato s crueles, como el cuadro «El indiano», de Eva­ risto Valle, donde la m áscara del «americano» se achica y a la vez se acentúa al lado de su opulenta esposa, tal vez tam bién sobrina; o a canciones burlescas, como las que siguen: LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 997 Dicen que con un indianu vas a m archar pa Madrid. Prefieres ser m urm urada antes que sayar maíz. * * * M aría, si vas a Gijón no te bajes de la acera, que los coches m ejicanos tom en toa la carretera. * * * Aquí me tienes, M aruja, que ya vengo de La Habana, voy com prarte unas m adreñas y un hórreo pa la manzana. Clarín, a quien vimos ya como crítico del fenómeno de la emi­ gración, no tra ta con sim patía a los indianos que aparecen en «La Regenta», de quienes dice: «Los indianos de la Colonia, que e n América oyeron muy pocas misas, en V etusta vuelven, como a una patria, a la piedad de sus mayores: la religión con las form as aprendidas en la infancia es para ellos una de las dulces prom esas de aquella España que veían en sueños al otro lado del m ar. Ade­ más, los indianos no quieren nada que no sea de buen tono, que huela a plebeyo, ni siquiera pueda recordar los orígenes de la es­ tirpe; en V etusta, los descreídos no son más que cuatro pillos, que no tienen sobre qué caerse m uertos; todas las personas pudientes creen y practican, como se dice ahora». De modo que la religión para los indianos, según Clarín ve con agudeza, es o tra m anifesta­ ción de su ascenso social, como la «cadena y el reloj» y la quinta con ja rd ín y en él, palm era. Sin embargo, su cuento «Borona» es una aproxim ación sentim ental y com prensiva al indiano que regre­ sa, cansado y enferm o, y que es víctima de la codicia de sus fami­ liares, uno de los cuales, el cuñado, es tam bién un indiano, pero fracasado, un «indiano de la m aleta al agua» o «am ericano del pote», como se le llam a en la aldea, que, colectivam ente, no está dispuesta a perdonarle su derrota en América. 998 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA Ya hemos indicado que la actitud hacia los indianos no es mo­ nolítica y que varía mucho, incluso en diferentes obras del mism o escritor. Así, Armando Palacio Valdés, en el referido brindis del banquete celebrado en La Franca el 12 de agosto de 1895, se dirige a los «Señores individuos de la Colonia Americana de Ribadeva y Peñamellera» en estos térm inos: «Entre las infinitas injusticias que diariam ente cometemos los hom bres, me parece una de ellas dar en el ro stro de los em igrantes a América con su falta de ins­ trucción. ¡Como si fuera posible a quien sale de su p atria en los prim eros años de su vida y en toda ella no cesa de luchar con las inclemencias de la naturaleza y las asechanzas de los hom bres ten­ ga tiem po ni sosiego para dedicarse al cultivo de las letras! El indiano no ha tenido la abnegación que ese cultivo engendra, y la estim ación que proporciona en sociedad; se ha privado de lo que todavía es más dulce, de las caricias de sus padres, la com pañía de sus amigos, la grata perspectiva de la patria, y tras larga y ruda batalla en la que la m ayoría perece, logra tra e r a España un pu­ ñado de oro. ¿Significa solam ente este oro su propio reposo? No; significa tam bién el de sus ancianos padres, el bienestar de sus deudos y convecinos, el pan de los m enesterosos, la salvación de los enferm os, y significa, lo que es aún más grande, el progreso de la patria. Si el indiano no ha podido hacerse sabio, prepara al sabio del porvenir, facilita medio a la futura generación p ara ele­ var su nivel intelectual». Para Palacio Valdés, en este discurso, el «oro bienhechor de las Indias» perm ite que se m uestren «las huellas que la caridad de los indianos ha dejado en esta tierra». Y concluye brindando «por la prosperidad y cultura de nuestra querida provincia, y brindo tam bién por vuestros herm anos de U ltram ar, que esperan con anhe­ lo la hora de venir a d erram ar el producto de su trabapo sobre esta afortunada comarca». No obstante, cuando se pone a escribir otras cosas, la actitud de Palacio Valdés sobre los indianos difiere radicalm ente. Los tra ta con dureza en «El M aestrante», en «El Cuarto Poder», en «El idilio de un enfermo», o en aquel cuento del indiano de Avilés en Cuba que tenía hijos con una negra para venderlos luego como esclavos, hasta el punto que tiene razón Jesús Evaristo Casariego cuando anota que «Don Armando parece que se complace en poner todo lo malo, lo grotesco, lo zafio, en los indianos». Rodrigo Grossi, en su trabajo «'El Cuarto Poder’, una novela asturiana de don Arman­ do Palacio Valdés», escribe: «En aquella sociedad trem endam ente dividida que encontram os en ’S arrio’ aparece, incrustada en la alta LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 999 burguesía, una clase o grupo social a la que Palacio Valdés m ues­ tra muy poca sim patía, no sólo en esta novela, sino tam bién en alguna otra. Nos estam os refiriendo a los indianos, los paisanos astures que han vuelto de América con algún dinero. N uestro au to r sabe las angustias que estos pobres em igrantes han de p asar desde el prim er m om ento, y así nos lo dem uestra en breve apunte al hablarnos de cómo 'allá se iban de cabeza los pobres chicos en la 'Bella Paula', en la 'Villa de Sarrio' o en otro barcucho de vela cualquiera, a perecer del vómito negro o del ham bre, m ás negra aún'. Conoce Palacio Valdés sus angustias, sabe cuáles fueron sus hum ildes orígenes, pero no parece disculparlos, se ceba en ellos una y m uchas veces, y los ridiculiza, presentándolos como petulan­ tes y avaros, hom bres cuya dicha 'se cifraba única y exclusivamen­ te en no tra b a ja r...', paseándose en pandillas que rem em oraran los tiem pos pasados. Llega a llam arlos 'asnos cargados de plata'. Son personas sensuales, que no están dispuestas a hacer un solo dona­ tivo para co n trib u ir a la m ejora de Sarrio». E sta actitud se m odifica en «Sinfonía pastoral», cuyo personaje indiano, Antón Quirós, es observado con menos inquina. Según Grossi: «El único indiano que se salva de la dura crítica de don A rmando tal vez sea el Antón Quirós de 'Sinfonía pastoral', la úl­ tim a novela de nuestro autor, que, ya viejo, conoció m ejor la per­ sonalidad de tantos indianos que supieron contrib u ir con sobrada frecuencia a la m ejora de los pueblos y de las villas de Asturias». Sin em bargo, puede que la razón que da Alvaro Ruiz de la Peña de este cam bio de actitud sea más realista: «Indudablem ente, este am ericano (Antón Quirós) ya no es el que poblaba las novelas de la prim era época de don Armando; podría decirse que su adm isión en el m undo de los valores consagrados por el novelista se ha efectuado de form a indirecta, es decir, no por su calidad hum ana intrínseca sino p o r sus posibilidades como reproductor de ideolo­ gía conservadora». Por el contrario, el poeta Pepín de Pría, crítico severo de la em igración, hace el elogio de la América que acoge a los em igran­ tes, al final de « ¡A L'Habana! », por boca de Ramón, el indiano: Con empeño, con rudeza, día y noche trabajos, y al fin y al cabo, domamos la agreste naturaleza. Prim ero estéril, ingrata, nos escondió sus tesoros, 1.000 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA después nos dio ríos de oro y peñas vivas de plata. Y enam orada, sumisa, de honrados trabajadores, nos sonrió con sus flores, nos halagó con su risa y su seno nos m ostró deslum bradora y lozana... ¡Bendita sea La Habana y el prim ero que la vio! Algunos de los ataques más despiadados al indiano son los de Ramón del Valle-Inclán en «Tirano Banderas». La Colonia españo­ la es recibida por Banderas en el capítulo V del libro prim ero: «La fila de gachupines asintió con m urm ullos: Unos eran toscos, encendidos y fuertes: Otros tenían la expresión cavilosa y hepática de los tenderos viejos: Otros, enjoyados y panzudos, exudaban zur­ da pedancia. A todos ponía un acento de familia el em barazo de las m anos con guantes». De esta Colonia, el gachupín Quintín Pe­ reda, usurero y asturiano, es presentado sin la m enor considera­ ción, con auténtica saña: «El em peñista colgó el rebenque de un clavo, pasó una escobilla por los cartapacios com erciales y se dis­ puso al goce efusivo del periodiquín que le m andaban de su villa asturiana. 'El Eco Avilesino’ colmaba todas las ternuras p atrió ti­ cas del honrado gachupín». A él le dice el ciego, al salir de la casa de empeños: «España podrá valer mucho, pero las m uestras que acá nos rem ite son bien chingadas». La desgracia literaria del indiano radica en que fue tratad o mal o por malos escritores. Sin embargo, su figura, en cuanto que per­ sonaje literario, es form idable; pero, de m om ento, las más de las veces sólo incita desaforados lirismos, como los que nutren la obra del padre jesuíta Ramón Cué Romano. Sobre los indianos se ha escrito m ucha literatu ra vana y mucha literatu ra adversa. Jesús Evaristo Casariego, en un artículo titulado «Exaltación del indiano españolismo», publicado en «ABC» el 11 de septiem bre de 1955, es­ cribe: «Si las letras españolas de un siglo acá no hubieran sido tan ralas y faltas de imaginación, si en vez de ser copistas o influidas de tendencias y m odas extranjeras se hubieran ocupado de las co­ sas entrañablem ente nuestras, los temas nacionales tendrían una representación literaria, una elaboración artística y, por consiguien­ te, una difusión m ucho más amplia y más noble. Y el indiano sería un gran personaje literario, como lo es de la realidad española LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 1.001 (sólo entre los famosos, Clarín se ocupó justam ente de él; Pereda y Palacio Valdés prostituyeron en eso su talento escribiendo la ­ m entables caricaturas de rasgos externos del indiano)». Benito Pérez Galdós, en un artículo titulado «España y Améri­ ca», publicado en el sem anario «El Pueblo», de Llanes, el 30 de mayo de 1914, defiende sin rodeos al indiano y «un hecho induda­ ble y feliz: la am ericanización de nuestra Península. Ciego está quien no lo vea. A lo largo de la región septentrional de España, em pezando por los valles de Roncal y Baztán y continuando sin interrupción en toda la zona cantábrica hasta Galicia tenem os una espesa población am ericana, com puesta de individuos que el vulgo llam a indianos con m ucha propiedad, porque ellos son las Indias conquistadas antaño por nosotros, que, hogaño son la riqueza, la inteligencia y el trab ajo que viene a conquistar y civilizar a la m a­ dre caduca, adueñándose de su suelo y fundiendo el vivir m oderno con el atavism o glorioso. Esto es tan cierto que salta a la vista de todo el que recorra de punta a punta la herm osa región en los placenteros días del verano. Es América la civilización conquistada con sangre y laureles de guerra que ahora, con filial generosidad, a su vez nos conquista trayéndonos laureles más preciados: el bie­ nestar, la cultura y la paz». Porque tam bién buena parte de la extensa literatu ra sobre in­ dianos intenta com prender el fenómeno em igratorio y al personaje que lo protagoniza, e incluso ofrece obras sum am ente efusivas, co­ mo en los versos de Alfonso Camín y Celso Amieva, indiano en varias ocasiones en Cuba y Méjico el prim ero, y exiliado político en Méjico el segundo. Camín le dedicó al indiano m uchas prosas y versos, algunos de tono e intención épicos: H erm anos en la lucha, rom ánticos paisanos que rubricáis la ru ta de los m ares lejanos; nazarenos del éxodo, dolientes peregrinos que jam ás de la p atria olvidáis los cam inos y aún recordáis con íntim o regocijo la era donde pacían, un tiempo, la Pinta y la Cordera. A pesar de estos versos, y de otros sem ejantes, como escribo en mi artículo «La poesía indiana», publicado en el núm ero mono­ gráfico «Indianos», de «Los Cuadernos del Norte»: «La em igración astu rian a a América tuvo fragm entarios reflejos literarios, tanto en prosa como en verso, en los que, pese al carácter aventurero de esta gesta peculiar, predom ina el aspecto nostálgico sobre la 1.002 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA épica». Y no deja de ser esto curioso, porque los indianos fueron tratados con am plitud, al tiempo que con falta de profundidad. Por ejemplo, pocos son los escritores llaniscos que no tra ta n di­ rectam ente, o cuando menos le aluden, al indiano, debido a que m uchos de ellos tam bién lo fueron; de este modo, hay referencias a la em igración en Salvador de la Fuente, poeta de Tresgrandas, que m archó a Méjico muy joven, mediado el pasado siglo; en Angel de la Moria, en Celso Amieva, etc. Y aunque no hubieran em igra­ do, Demetrio Pola Varela, Angel Pola Carral y Em ilio Pola Cuesta se refieren al indiano en diversas ocasiones. La novela «Aguas tu r­ bias», de am biente llanisco, escrita p o r un veraneante, Antonio Valbuena, dicen que para vengarse de unos am ores contrariados, pone su granito de arena (pues la novela no da p ara m ucho m ás) a la «leyenda negra» de los indianos (su título se refiere a los negocios no dem asiado honrados con los que el padre de la pro­ tagonista se había enriquecido en América). Luciano Castañón, en el núm ero dedicado a los indianos en el suplem ento literario del desaparecido «Asturias Diario», del jueves 22 de m arzo de 1979, escribe: «La bibliografía del in­ diano, del em igrante, suele concretarse a dos aspectos opuestos. Uno los dedicados a libros más o menos de creación, pues suelen apoyarse en el autobiografism o, o en el conocim iento de ciertas realidades, como Clarín, que cita en alguno de sus cuentos este am biente. El otro aspecto es el oficial, form ado po r E statutos, Re­ glam entos y, sobre todo, Memorias. En la novelística sólo darem os algún título como m era inform ación. Ceferino M artínez R iestra publicó 'Infierno y Paraíso', México, 1952, y 'Dos patrias y una tum ba en el m ar', Oviedo, 1958: en am bas se patentiza lo autobio­ gráfico, lo mism o que en las obras de Eva Canel, la cual residió en varios países hispanoam ericanos, y que es au to ra de una come­ dia titulada precisam ente 'El indiano', La H abana, 1894, de estilo m elodram ático». Otras novelas sobre indianos son: «El am ericanín del autom ó­ vil», de Andrés González Blanco; «El oro de América», de V entura Pérez Suárez; «Sonatina gijonesa», de José Barcia; «Un. hom bre de nuestro tiempo», de Constantino Suárez; «Mi com padre el ga­ chupín», de Andrés Peláez Cueto, etc. «Mi com padre el gachupín», por ejemplo, relata la historia de un indiano en situación no demasiado boyante y b astante decep­ cionado, que crea una familia en Méjico y term ina haciéndose súb­ dito m ejicano. LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 1.003 El tem a del regreso del indiano es el más frecuente en la n a rra ­ tiva acerca de este personaje, y quien más, quien m enos, lo tra ta con su buena dosis de sentim entalism o, que en ocasiones alcanza extrem os lacrim ógenos. Sin ir más lejos, en el capítulo titulado «La vuelta del indiano», de «El rediezcubrim iento de América», de Ceferino Díaz Fernández, el indiano se echa a llo rar al encontrarse ante su casa de Somiedo. Pueden citarse adem ás diversos cuentos: «El regreso del indiano», de Lorenzo Laviades; «Ida y vuelta», de Rafael Riera, incluido en «Pom arada asturiana», etc. La m eta que se fija el indiano cuando m archa a América es volver rico a su quintana, y tanto esta aspiración como ese m om ento del regreso han sido captados po r diversos escritores. El libro «Pinceladas», de Antonio Fernández M artínez, que está dedicado «a los llaniscos de U ltram ar», se abre con el cuento «Al otro mundo», en el que un m uchacho abandona su casa para tom ar el barco que le lleve a América, y se cierra con otro titulado «Del otro mundo», donde el indiano regresa en buena situación económica, bien trajead o y hablando correctam ente. Mas no todos los retornos son felices. En «Borona», de Clarín, el indiano tiene un final triste, entre unos fam iliares que no quie­ ren o tra cosa que sus bienes (caso que no desm iente la realidad, sino todo lo contrario), y «Manolín», de Alfonso Camín, publicado en el núm ero 33 de la revista «Norte», julio de 1932, donde el po­ bre y enferm o «indiano de la m aleta al agua» term ina arrojándose al río al tener la evidencia de que la tuberculosis no le p erm itirá volver a América, y que en Roces es una carga p ara sus fam iliares. L a novela «Allorales», de Andrés Peláez Cueto, que fue finalista del Prem io Ciudad de Oviedo, pero que perm anece inédita, relata en uno de sus capítulos todo el ritual del regreso del indiano: la visita a la escuela, la indum entaria, etc. Sobre los «signos externos» del indiano, im prescindibles en quien regresa p ara no ser tom ado por un fracasado, escribe Rafael Riera en el cuento «Ida y vuelta»: «La cadena del reloj, aunque no muy espesa, lucía el oro sobre su abdom en, m ientras que un brillante tem blaba en la m ano izquier­ da. Su vitola, en sum a, si bien no denunciaba al indiano ostentoso, tam poco delataba al vencido». La cadena y el reloj de oro repre­ sentaban el triun fo en U ltram ar, del mismo modo que, en tiem pos m ás recientes, lo representaría el coche, el enorm e «haiga», cuyo insólito nom bre se atribuye al propósito que se hace el mozo al­ deano cuando em barca de volver con el coche m ejo r que «haiga». Quien no llegara con cadena y reloj prim ero, y m ás tard e con un 1.004 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA buen coche, estaba sentenciado socialmente entre los suyos, como lo revelan estas dos canciones, burlescas y m alintencionadas: Americano del pote, ¿cuándo viniste, cuándo llegaste? La cadena y el reloj, ¿ya la vendiste, ya la em peñaste? Y, en lo que se refiere al coche: Los indianos de hoy en día vienen de día y con coche; cuando llegó Miguelín vino andando y por la noche. Sin em bargo, tam bién hubo indianos a los que bien poco les im portó llegar con la «maleta al agua», como Isaac Garavito, a quien Celso Amieva canta en un soneto de «Más poem as de Llanes»: De América volvió con jipijapa, espejuelos, bigote y voz criolla. Mas verse en Cué sin pesos ni bam bolla, indiano pobre, le im portó una papa. La indum entaria del indiano triu n fad o r es un elemento literario de prim er orden, que llamó la atención de num erosos narradores. Juan Ochoa describe al indiano don Cecilio en su novela inconclu­ sa «El señor de Bergamota» de este modo: «En cam bio, poseía el solterón mil cosas que le favorecían. Leontina como la de su reloj no la habían visto ojos hum anos. E ra de oro macizo. Parecía una cadena de levar anclas. Y en punto a poseer rentas, no había en el pueblo dos que le pusieran el pie delante». Félix Fernández Vega juzga a esa indum entaria como algo grotesco en su novela «Juan Polifacético»: «La indum entaria del indiano era po r demás pinto­ resca: zam arra con el cuello de astrakán y alam ares negros; cha­ leco; bufanda de terciopelo, azul; pantalón de hilo, color crem a; zapato blanco... Cuba y Asturias se disputaban aquel figurín, pero el eclecticismo de don Pacho había sabido conciliar lo antagónico, aunque ello pro d u jera estupefacción y escándalo en el espíritu se­ lecto del tío Recaxu, el cual, disim uladam ente, se santiguaba para LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 1.005 espantar un diablillo burlón que le bailaba en los ojos y en los labios, regocijándole el gesto». No obstante, y en la m ism a novela, Fernández Vega advierte la relación entre indianos e industrialización. Cuando Juan Polifa­ cético, que ha vuelto de indiano, le dice al cura don M anuel que va a com prar m inas de carbón en Laviana y fábricas de vidrio en Gijón, éste le anim a: «Compra, Juan, com pra. Esos negocios están m adurando ahora. Hacen falta hom bres con agallas y con sentido com ún. El carbón h ará de Asturias algo grande. ¡Ya es ocasión de desm ontar de la yegua rem olona a los terratenientes y de que desaparezca la com inera costum bre de contar p o r cuartos, como los mendigos! ¡Fuera, fuera la m ezquindad de los am os y la sor­ didez y m iseria de los criados del campo! ¡A la p o rra el colono y el aparcero! ¡Arriba la m ina y la fábrica! Tú, indiano afortunado, eres uno de los escogidos p o r la buena suerte...». V alentín Andrés Alvarez destaca, en diversos escritos, la gran contribución de los indianos a la industrialización de E spaña, es­ pecialm ente a p a rtir de la pérdida de Cuba: «Term inada la guerra de Cuba, com enzaron a llegar a Asturias aquellos soldados repa­ triados a los que sobró heroísm o y faltó arm am ento, pálidos y desfallecidos po r las penalidades de la guerra y del clim a tropical. Pero al mism o tiem po regresaban otros asturianos: con los solda­ dos repatriados co n trastab an m ucho po r su aspecto, bien vestidos, luciendo gruesas cadenas de reloj y sortijas de oro, flam antes jip i­ japas y fum ando grandes habanos. E ran los indianos ricos». Y, en otro lugar, afirm a: «Se sabe, en efecto, que según estim aciones prudentes, el volum en de los capitales repatriados en aquellos años sobrepasó la cifra de dos mil millones de pesetas oro, ¡de las pe­ setas de en to n ces!, y esta inyección, esta transfusión de sangre nueva, fortaleció la peseta enferm a, fom entó la industria, el com er­ cio y la banca, alivió la realización de los fam osos presupuestos de Villaverde; en fin, se hizo revivir aquella E spaña sin pulso de Silvela». José O rtega y Gasset señala en el indiano la continuidad de una cultura tradicional y ru ral al tiem po que con la adquirida y con sus pesos contribuye a la m odernización de España: «'Este vuelve tan vaquero como se fue', oía yo decir en un colm ado de Pravia a cierto com ensal m ientras designaba a un mozacón cuadrado y re­ cio, de jocundo sem blante pueril y, según las trazas, recién desem­ barcado de América. Estos hom bres que vuelven tan vaqueros, en el fondo, como el día que partieron, son los que están haciendo en A sturias —sin retórica, sin tópicos sonoros, sin gesticulaciones, 1.006 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA sin vanidades— un pueblo apto p ara realizar aquel m ínim um de m odernidad que es im prescindible para flo tar sobre la corriente de los tiem pos. ¡El valle, el valle húmedo, liento, con sus castaños densos en las praderas y sus vacas rubias que m ugen en el prado, con su hórreo peraltado sobre cuatro espigones y la casina pintada de añil y sangre de to ro !, y ju n to a ella —no en la ciudad, ju n to al Gobierno Civil— la villa espléndida del em igrante que un día se fue y otro volvió, como en los cuentos». En este mism o sentido se expresa el profesor Santiago Melón Fernández en su reciente libro «El viaje a América del profesor Altamira»: «Los indianos enlazaron de form a espontánea su p atria de adopción con la p atria de origen y tendieron un puente tra s­ atlántico p o r el que circularon fluidam ente las personas, las cosas, las m odas y los capitales. La historia de la A sturias contem poránea no será correctam ente entendida hasta que los hechos sociales y económicos de la em igración no sean investigados m eticulosam en­ te; p o r o tra parte, el sentido hispanoam ericanista no se asienta tanto en las lejanas epopeyas del descubrim iento y la colonización como en los vínculos reverdecidos en época reciente p o r estos emi­ grantes». En la novela «Bartolo o la vocación», de Luis Santullano, se habla de un indiano que ayuda económ icam ente a una institución y, de paso, apoya el deporte tradicional de su tierra: «...la Casa ha recibido un donativo de un antiguo alum no, con el encargo, entre otras cosas, de facilitar a estos chicos un juego de bolos. Ese antiguo alum no, que ahora vive en América, es del N orte de España, y piensa sin duda en los días de su infancia». Poco a poco se va acabando con la idea del indiano que m archa a América sólo con ánimo de enriquecerse, y que recoge Camilo José Cela en su libro de viajes «Del Miño al Bidasoa»: ..v ; «-—E stos asturianos se van a Méjico, y después, cuando ya son ricos, se vienen a dar una vuelta po r su pueblo, a enseñarse un poco, a hacer una casa y a levantar un grupo escolar. —Sí. — Son valientes y trabajadores, y si tienen suerte se ha­ cen ricos al cabo de los años. Los gallegos no van a Méjico. A Méjico suelen ir los asturianos». E ste indiano tópico está siendo desm entido po r u n a crítica más rigurosa, que destaca su influencia im portantísim a en las m ejoras LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 1.007 m ateriales y culturales de su tierra. Mucho antes, Pedro M orante escribe en la novela «Pasión»: «Era un indiano. Todo en él lo delataba: el tra je negro y limpio, de buen paño y de tosca hechura, el cuello blanco y alm idonado; la corbata negra y el negro som brero de fiel­ tro; las botas relucientes, bien em betunadas. Y la m oneda de oro, que de la cadena del mismo m etal pendía. Y ese as­ pecto general, inconfundible, que es como sello patroním ico de la am ericana tierra, sobre la que estos hijos de E spaña vieron pasar, acum ulando riquezas, la m ayor y aún la m ejor parte de su vida. —Créame usted —decía el indiano—, todo es cuestión de problem a pedagógico. Al niño español se le educa mal. Sale de la escuela en un estado deplorable de espíritu, lle­ vando en el cerebro, como un pesado bagaje, una cultura clerical sin alm a y sin raíces. ¿El culto a lo bello, a lo ideal, a la verdad? No. M ojigatería a todo trapo, y el que pueda, que se em ancipe p o r su cuenta y riesgo. Se hace creyentes antes que ciudadanos. Y ni aun eso siquiera; porque con el mal ejem plo, la fe p u ra muere. En América... El indiano, que saliera ignorante de su patria, vuelve a ella educado po r la batalla de la vida en un am biente de libertad en el que se im pone y m edra el más apto, el más fuerte, no el hipócrita ni el intrigante. Frente a lo áspero de la cruda N aturaleza, el indiano aprende a am ar a Dios, sin m ás esplendor que un sol de fuego, sin el refulgir de joyas y el ard er de cirios de los suntuosos tem plos europeos. Darío le replicaba poco, contento de escucharle, halagado po r su liberalism o, p o r la honrada palabra de aquel hom bre, que en su rincón de la feraz Asturias anhelaba p ara su pa­ tria todas las norm as de civilización y de progreso que aprendiera en las jóvenes repúblicas en las que am asara su fortuna». En los últim os tiem pos se han escrito diversas novelas en las que de una m anera u o tra aparece el indiano como personaje, co­ mo «El fabuloso im perio de Juan Sin Tierra», de Dolores Medio, o en «Víbora», de H éctor Vázquez Azpiri, presente en la figura del padre del bandolero, un individuo tenebroso que regresó de Amé­ rica sin fortuna; o en «Agua india», de V íctor Alperi y Juan Mollá, una de las escasas novelas en que se relatan aventuras de un in­ 1.008 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA diano en América: pues por lo general se le presenta en el m om ento de p a rtir o después del regreso. «La aldea despoblada», de Antonio García M iñor, es una novela de regreso, y de tono m arcadam ente idealista, pues refiere la historia de un em igrante que regresa a la aldea, la encuentra abandonada y la repuebla con el concurso de los amigos de la infancia y «una gran fam ilia bien avenida». Incluso un escritor muy reciente como José Méndez se ocupa de un indiano en «N ortum bría»: «Eran tiem pos de miseria. H asta el m onte llegaban mezclados con las voces de la sangre —los espa­ ñoles estaban m uriendo en Africa— arom as del café y la fortuna de América. Cada tres meses salía de Gijón un barco con destino a La H abana o Buenos Aires. Las tres ciudades eran para nosotros desconocidas, incluso la más cercana: signos en el aire, prom esas, vanos sueños que abrigaban el invierno. Yo era feliz con mi ali­ m ento, con mi austera desnudez, con el tabaco de picón, que éste sí traía a mi m ente fantasías e imágenes de América. Así me fui». A la reivindicación intelectual del indiano ha contribuido en gran m edida Juan Cueto Alas, que le dedicó un suplem ento litera­ rio del «Asturias Diario», ya citado, en 1979, y un núm ero mono gráfico de la revista «Los Cuadernos del Norte», en 1984. Gracias a estos trab ajo s colectivos, el indiano acapara, últim am ente, cierto interés. Hay form as diferentes de abordar el mism o fenómeno, la literaria y la académica, aunque algunos historiadores y econom is­ tas tengan críticas para el «punto de vista literario»; así, Germán Ojeda y José Luis San Miguel critican al econom ista Valentín An­ drés Alvarez, que fue uno de los prim eros en acom eter la defensa del indiano, aunque desde un punto de vista «literario»: «Esta in­ terpretación, siguiendo la literatu ra de la época —escriben Ojeda y San Miguel— olvida la im portancia de las rem esas enviadas du­ rante la segunda m itad del siglo XIX, ignora la significación de las inversiones entonces realizadas y, con una esquem ática con­ cepción 'industrialista', niega el impulso de diversificación econó­ mica que generaron los capitales venidos en ese medio siglo. Y al revés, sobrestim a el aporte del capital hum ano y las inversiones llevadas a cabo con el dinero venido de Cuba desde 1898». N aturalm ente, el punto de vista «literario» no puede ser adm i­ tido p o r ciertos historiadores y econom istas; pero, en mi m odesta opinión, el fenómeno indiano se reduce con dificultad a la cua­ driculación, porque es una em presa esencialm ente individualista, con todas las variantes que puede ofrecer cada caso concreto. La im portancia de los indianos, en el aspecto social y económico, fue LOS INDIANOS EN LA LITERATURA 1.009 enorme; pero si ha de ser llevada al libro, tendrá tanto que ver con la novela como con la teoría económica o política. Hemos visto, muy de pasada, a los indianos en la literatu ra, y vamos, p ara term inar, a referirnos a dos indianos, entre los m u­ chos que tom aron la plum a, que fueron más de los que se sospecha, entre otras razones porque representan las dos caras de la m oneda de la em igración; o, dicho de otro modo, el indiano con m oneda y el indiano sin m oneda. Por lo general, los escritores se ocuparon más del indiano que regresa triunfante que del que vuelve sin ha­ ber logrado sus objetivos o que se queda para siem pre en América, olvidado y anónim o. Hoy el nom bre de Manuel Fernández Juncos rotula una calle en el centro de San Juan de Puerto Rico en tanto que casi nadie recuerda la poesía, de tonos hom éricos cuando nom­ bra al m ar, de José M aría Uncal. M anuel Fernández Juncos nació en la aldea de Tresm onte, con­ cejo de Ribadesella, en 1846; emigró a Puerto Rico a los 12 años, y allí fundó el sem anario «El Buscapié» y la «Revista P uertorrique­ ña», que fue elogiada por Marcelino Menéndez Pelayo, y de cuya fundación, en 1887, se cum plen ahora cien años. Según escribe Concha Meléndez en su prólogo a «Galería puertorriqueña. Tipos y caracteres. C ostum bres y tradiciones», de Fernández Juncos, «El Buscapié» fue el único que prom ulgó entonces un program a de educación p ara adultos, por medio de artículos inform ativos sobre salud, bienestar y problem as de gobierno; era el único periódico que identificaba y retaba y cuando era necesario denunciaba los procedim ientos del gobierno dom inado por M adrid en Puerto Rico, que im pedía el progreso económico y social de la isla». Josefina Rivera de Alvarez, en su libro «Literatura puertorriqueña. Su pro ceso en el tiempo», escribe a propósito de él: «Por espacio de me­ dio siglo desplegó Manuel Fernández Juncos en Puerto Rico, su patria adoptiva, una extraordinaria labor periodística y literaria que abarcó distintas facetas, entre las cuales figuran diversos as­ pectos del cultivo del relato —cuadros de costum bres, tradiciones y leyendas, cuentos— vinculados al suelo isleño». Fernández Jun­ cos fue m inistro de Hacienda en el gobierno autonóm ico y gracias a su labor de educador se sigue hablando el español en Puerto Rico. En cam bio, José M aría Uncal, nacido en Caravia en 1902, em igró a Cuba, pero no tuvo suerte. Como escribe Constantino Suárez en «Escritores y artistas asturianos», tom o VII: «La ilusión que le llevó a América se fue trocando en desengaño». No obstante, ese 1.010 JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA desengaño no afecta a los acentos épicos y líricos de su poesía, que aún está p o r reconocer. Toda la literatu ra sobre indianos tiene un interés docum ental innegable, al estar basada en historias y, sobre todo, en com por­ tam ientos bien conocidos por el narrador. Pero aún en la novela predom inan las figuras dem asiado difusas o dem asiado generali­ zadas, y las situaciones tópicas. El tratam iento literario del indiano sigue sin ser eficaz, y sin aproxim arse, si no es externam ente, al personaje. Como escribe el profesor José Luis García Delgado en el prólogo a mi libro «Indianos del Oriente de Asturias»: «A 'la gesta de los indianos' asturianos —po r decirlo al modo de Valentín Andrés Alvarez— le faltaba, para en trar definitivam ente en los anales de la leyenda, la oportuna recreación literaria. Los hechos que la n u trían eran más o menos bien conocidos: la im portancia num érica de la em igración y de los retornos, los destinos y queha­ ceres en U ltram ar, el rito del regreso y la influencia de los indianos sobre la tierra natal recuperada. El propio don Valentín escribió pasajes muy bellos en su 'Guía espiritual de A sturias' acerca de 'la im portancia enorm e de lo que estos hom bres hicieron', im pulsando 'el desarrollo de la economía y la sociedad españolas, tradicional­ m ente atrasadas'; y muy en particular acerca de los regresados después de la G uerra de Cuba, muchos de los cuales, con m éritos sobrados, pueden considerarse integrados en esa 'generación pode­ rosa, activa y dinám ica' de em presarios españoles que protagoniza el inicio del novecientos, por citar a otro m aestro, el catalán Vicens Vives. Pero, con todo, la emigración de asturianos a América no ha encontrado aún su John Ford, ese providencial aliado que los irlandeses encontraron p ara hacer su m archa a N orteam érica, hu­ yendo del ham bre y de la plaga de la patata, un herm oso capítulo de la épica contem poránea». Y no hay duda de que, hasta que no se escriba la gran novela del indiano, con toda su fuerza y su com plejidad, no se podrá con­ siderar como novelada a Asturias. UN RELIGIOSO CAPUCHINO DE NAVIA EN LA CORTE DE FERNANDO VII POR JESUS MARTINEZ FERNANDEZ La vida de don José Francisco Campo Osorio (Fray Fidel de Piñera en religión) no fue heroica ni excepcional como la de m u­ chos ilustres paisanos y contem poráneos suyos. Pero fue adm irable por la ejem plaridad de sus virtudes, po r la fecundidad de su sa­ grada m isión apostólica y por la sublim ación de los sufrim ientos que se cebaron sobre él al final de sus días, recibidos con una infinita capacidad cristiana de aceptación y una elegante y emocio­ nada actitu d de patriotism o. Su piedad y su celo, que se proyectaron durante trein ta y cinco años entre sus sem ejantes se constatan, como luego verem os, en m uchos docum entos sobre su personalidad, expuestos y dados a conocer en diferentes circunstancias. Las tribulaciones y am arguras que padeció con motivo de los sucesos de la invasión francesa hacen conm ovedora y edificante su últim a singladura vital. Ambos aspectos biográficos justifican su difusión y publicación. Nació en P iñera (Navia) en 1753 y falleció en M adrid en 1817, a los 64 años de edad. En el Libro de Bautizados de la P arroquia de San Salvador de Piñera, A rciprestazgo de Navia, hay una p artid a en el folio 129 vto, Libro I, certificada en extracto por el párroco don Jesús Jardón Fernández, cuya copia dice así: «Don José Francisco-AntonioRaimundo-Vicente del Campo Osorio Trelles fue bautizado el 14 de 1.012 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ noviembre de 1753. Nació el día 14 de noviembre de 1753 en este lugar de Piñera de esta parroquia. Padres: Don Arias Antonio del Campo Osorio Villademoros y Riego, vecino de Piñera, y doña An­ tonia Trelles Navia y Villamil, vecina de Piñera. No constan los abuelos paternos ni m aternos. Fueron padrinos don José Riego Argüelles y Quiñones y doña Francisca Rosa del Campo, vecinos él de Coaña, ella de Piñera. M inistro don José Antonio Campo». Fueron, pues, sus padres don Arias Antonio, del palacio de Pi­ ñera, y doña Antonia, de la casa de los Trelles en Villaiz (Villapedre). Abuelos paternos don Arias del Campo Osorio y doña M aría Jacinta del Riego Lamas y Valdés. Y m aternos, don Domingo Antonio Tre­ lles Navia y Villamil y doña Bernarda Trelles y Osorio. Gozaban am bas casas de un reconocido abolengo desde los tiem ­ pos más rem otos, conservando las líneas sucesorias sin soluciones de continuidad hasta nuestros días. En las genealogías figura como punto de p artid a de la ram a paterna don Lope González del Campo en un padrón de 1533, sien­ do Regidor de la villa de Navia en 1562 y donante de 60 ducados para la redención del concejo. En los archivos de la casa existía una escritura de nobleza de sangre, librada en 1542, a favor del antepasado don Alfonso del Campo Cabernón, que colaboró con otros fam iliares en la guerra de Granada. Casó don Lope con doña Teresa García, vinculando su casa de campo, to rre y huertas, que se hallaban a la entrada de la villa de Navia, a favor de Juan Gar­ cía, su hijo legítimo y prim ogénito. Los descendientes edificaron a fines del siglo XVI en Piñera una casa-palacio, cerca de lo que fue m onasterio y vieja parroquial, que se conserva aceptablem ente aunque haya sido desposeída de sus blasones y riqueza m obiliaria a través de los tiempos. La m ansión de los Trelles en Villaiz era una casa con menos pretensiones que la de Piñera —con el escudo fam iliar que cam pea todavía en su fachada— , residencia de los padres de doña Antonia (abuelos m aternos del capuchino), doña B ernarda y don Domingo Antonio, abogado de los Reales Consejos y tristem ente célebre por su cooperación con el Regente Cepeda en las depredaciones que efectuó en el concejo de Navia durante los años 1707-1713 (1). E ntre las m uchas pruebas que se aportan a los expedientes fam iliares de hidalguía tram itados en el año 1815 existe una con­ testación del p atriarca de las Indias en 9 folios (6 de octubre de (1) A stu ria s: J e sú s M a r t í n e z F e r n a n d e z : “Un R egente im popular y arbitrario en D on A ntonio Joseph de C epeda”, BIDEA, núm . 120, 1986. UN RELIGIOSO CAPUCHINO DE NAVIA EN LA CORTE DE FERNANDO VII 1.013 1815) de la que entresacam os algunos datos: «Todos sus ascen­ dientes por línea p aterna y m aterna fueron hijos-dalgo notorios, de sangre, casa y solar conocido, arm as poner y p intar, habidos y com únm ente tenidos por tales; y que muchos de una y o tra línea han obtenido los em pleos más honoríficos de la República. Asimis­ mo, que de una Real Carta E jecutoria librada por la Chancillería de V alladolid consta que sus ascendientes por B aronía fueron Se­ ñores de Jurisdicción y de vasallos en el Concejo de Navia con todas las dem ás prem inencias anejas a dicha regalía. Que fueron y son actualm ente Señores de la Capilla Mayor de la Iglesia P arro­ quial de San Antolín y Copatronos de los curatos de Arbón y de Boal, con otras prem inencias heredadas de sus mayores. Que los ascendientes de su abuela m aterna Doña María Jacinta del Riego y descendientes de ella estuvieron y están en posesión del coto de San Goñedo, Concejo de Tineo en las mism as Asturias, y el coto de Lam as de M oreira, Concejo de Burón en Galicia, con Señorío de vasallos y dem ás prem inencias anejas, el cual parece haber sido dado en dote a un herm ano del Rey Don Fruela; por cuyo motivo se tom a a esta fam ilia por descendiente de dicha rama» (2). Se com pleta la aportación testim onial con unas notas del Dr. Don Lorenzo Serrano, Secretario de Número y del Secreto del Santo Oficio de la Ju n ta de Corte (25 de septiem bre de 1815), y la apro­ bación por la Comunidad de Capellanes de H onor de S.M. del Ban­ co de Castilla de las pruebas de legitimidad, limpieza de sangre, linaje, vida y costum bres y otras calidades de Fray Fidel de Piñera (8 de octubre de 1815), dirigidas al Excmo. Sr. P atriarca de las In­ dias don Andrés de Aransay Sancho, del Consejo de S.M. Las arm as del palacio de Piñera eran las de Campo Osorio. Se­ gún F. Sarandeses (3) los Campo lucían un escudo p artido con el prim er cuartel de sinople y torre de plata y doncella vestida de gules arrim ada a su hom enaje con espada y rodela. El segundo cuartel, de oro, tenía un pino de sinople. Se com pletaba con el bla­ són de los Osorio que pintaba de oro con dos lobos pasantes de gules puestos en palo y b ordura de gules con ocho aspas de oro (4). (2) A rch ivo del P atrim on io H istórico N acional. Caja 7.777. Exp. 6, 1815. Sobre e l C oto de San G oñedo, vid e G onzalo A n e s . “ L o s señ oríos a stu ria n o s”. 1980, pág. 89. (3) F. S a r a n d e s e s : “H eráldica de los ap ellid os a stu ria n o s”, I.D .E.A. 1966, pág. 89. (4) F. S a r a n d e s e s : Loe. cit., pág. 285. * : • : 1.014 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ Luis Navia Osorio (5) refiere haber visto en los papeles de la casa «un escudo de oro con tres gajos verdes de veros azules y blancos; orla de plata con ocho arm iños negros así como van pintados e ilum inados en el prim er cuartel en el escudo que hace cabeza a esta am plificación de armas». El blasón de los Trelles en Villaiz es un escudo medio partido y cortado. l.° De gules, guerrero de plata con espada en la siniestra, que es Villamil. 2.° De oro, con siete luceros de azur puestos en círculo con dos pinos de sinople, que es Trelles. 3.° Dos sierpes de sinople con la banda de gules atravesada, cruz de gules y águila de sable. Color quizás de sinople como Navia. De soporte dos leones y tim brado de yelmo a la diestra con cinco plum as. Del m atrim onio de don Arias con doña Antonia, celebrado en la iglesia de Villapedre el 1 de marzo de 1751 (7), nacieron nueve hijos: Arias José, José Francisco, Bartolom é, Miguel Francisco, Joa­ quín y otros cuatro, Antonio, Juan Rosalino, Rosalía y Manuel, que fallecieron de corta edad (8). Siguiendo la costum bre de las casas señoriales, se vincularon al prim ogénito, Arias José, las prerrogativas y títulos honoríficos de la familia, la casa solar y la hacienda correspondiente. Al resto de los herm anos, que fueron todos varones en este caso particular, les procuraron estudios superiores para destinarlos después según los casos al servicio de la iglesia, de las arm as, de las letras o de la jurisprudencia (9). Arias José cursó Leyes dos años en Oviedo y fue Regidor del concejo de Navia. M uerto en 1804 le sucedió en el mayorazgo su herm ano Joaquín Ramón, que llegó a ser abogado de los Reales (5) L u is N a v i a O s o r i o : “D atos para la historia del concejo de N a v ia ”, 1977, pág. 266. (6) Jesú s M a r t í n e z F e r n a n d e z : “Guía de N a v ia ”, 1986, pág. 41. (7) A .P.H .N . V ide 2. A rch ivo del palacio de P iñ era. A cta de m atrim onio. A rch. palacio de P iñ era. S. XVIII. (8) T estam en to de don A rias A n ton io del Campo O sorio V illad em oros y S. X V III. (9) A F ray F idel, por m uerte de su herm ano prim ogénito, le hubiera correspondido h ered ar lo s vín cu los y m ayorazgos de la casa de P iñ era. P a­ saron a l m enor, don Joaquín, por ser religioso el segu n d ogén ito. No ob stan ­ te, al e x ig ir sus d erech o s hereditarios, F ray F idel, para forzar la en trega de lo que le correspondía, señalaba en carta al herm ano, que era d iscu tib le que e l ser relig io so le im pidiera suceder en los citados v ín cu lo s y m ayorazgos. Carta del arch ivo de la casa de P iñera representada h oy por doña M aría L u isa Suárez V aldés, viuda de Ocampo. UN RELIGIOSO CAPUCHINO DE NAVIA EN LA CORTE DE FERNANDO VII 1.015 B arrio ex tra m u ro s d e N a v ia (S an R oque actual) con la s tierra s d e don A rias, según un p lano de 1739. En el C am ino R eal señ alam os con una O e l lu gar de la casa D el Campo, que no está representada. 1.016 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ Consejos y del Ilustre Colegio de la ciudad de Oviedo. Casó con doña Isabel de M iranda y Ponce de León. En los Archivos del Patrim onio H istórico Nacional del año 1815 hay un legajo relativo a José Francisco con datos fam iliares suyos y de los herm anos, faltando sus papeles académicos (10). Los referentes a don Joaquín aportan una «Relación de m éritos, grados y exercicios literarios de Don Joaquín Campo Osorio» (1789), que tenía 29 años de edad al redactar el informe. Su resum en, que se inserta al final en letra menuda, dice: «Es hijo legítimo. N atu­ ral del Concejo de Navia en el Principado de Asturias. Caballero Hijo-Dalgo notorio y de las más ilustres familias de él. Cursó por espacio de 13 años los estudios mayores en Filosofía, Leyes y Cá­ nones. Bachiller en ambos Derechos por la Universidad de Oviedo, aprobado nem in.? discrepante, y colocado en la clase superior de las Regulaciones de méritos. Sustentó tres actos m ayores y subs­ tituyó varias Cátedras de la Facultad con singular exactitud. Fue Individuo de una Academia teórica de am bos Derechos, y de otra de práctica, Derecho público y de Gentes, obteniendo en ellas los más distinguidos oficios. Presidió varios actos: dixo distintas di­ sertaciones, y desempeñó con el m ayor lucim iento otras im portan­ tes comisiones. Precedidos los quatro años de práctica se recibió de Abogado de la Real Audiencia de Asturias, incorporándose en aquel Ilustre Colegio el año de 87, y después en los Reales Conse­ jos. Es soltero, de buena vida y costum bres, honesto y desintere­ sado. Su padre y demás ascendientes exercieron, desde tiempo inm em orial, los honoríficos empleos de la República, habiendo nom­ brado a su abuelo Juan García del Campo en Ju n ta pública general, celebrada el año 1522, para form ar las Ordenanzas de régimen y gobierno de dicha Villa y Concejo de Navia, de cuya Jurisdicción, sus baldíos, pechos y derechos fueron Señores sus progenitores». B artolom é, el tercero de los hijos, tenía 30 años al red actar la lista de sus m éritos (1786), que tam bién se condensan al térm ino de la misma. Coinciden fundam entalm ente con los de su herm ano Joaquín, por cuya razón no vamos a repetirlos, aclarando que el examen de Licenciado lo recibió en la Universidad de Toledo. En '1798 y siendo Regidor de la Villa de M adrid, se le exigió certificaCión de hab er sido adm itido en el estado de Caballeros Hijos-Dalgo, firm ada po r don Manuel Bernabé Odón, Secretario del Estado de Caballeros Hijos-Dalgo de la Villa de M adrid y prim ero de su Mon­ tepío. (10) A.P.H.N. Vide 2. P alacio de Piñera. Casa y escu d o de los T relles en V illaiz. UN RELIGIOSO CAPUCHINO DE NAVIA EN LA CORTE DE FERNANDO VII Sello del protocolo de hidalguía de Fray Fidel. F irm a d el capuchino en 1815. 1.017 1.018 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ Don Miguel, colegial tam bién en el nobilísim o colegio de los Pardos, se m atriculó en escuelas de la U niversidad de Oviedo, en­ trando después m onje Benito y profesando en el Real M onasterio de Samos, Reino de Galicia, conservando el prim itivo nom bre de Miguel. ? A bordamos seguidam ente los com entarios sobre el tercero de los hermanos> José Francisco, sujeto principal de este trabajo. A los 13 años, después de haber aprendido las prim eras letras en su pueblo natal, ingresó en el mismo colegio de Oviedo, graduán­ dose después en am bos Derechos nem ine discrepante, verificando gran núm ero de ejercicios literarios y durando 16 años esta p ri­ m era etapa de su form ación. Sustentó y defendió varios actos, así en dicha U niversidad como en la Academia de Leyes, de la cual fue Individuo. Profesó después en el convento de capuchinos de Salam anca, tom ando el nom bre de Fray Fidel de Piñera. Siguió allí los estudios de la Religión y sufrió los varios exámenes de cos­ tum bre, obteniendo el título de Predicador. Hizo oposición a las cátedras de la Orden, mereciendo general aprobación en todos sus ejercicios. N om brado Presidente de conferencias m orales, des­ em peñó esta función durante 20 años en Salam anca, Valladolid, Segovia y M adrid, viviendo en el convento de la Paciencia en los últim os diez años, siendo nom brado D efinidor de la Orden, Califi­ cador del Santo Oficio y Misionero Apostólico. El 29 de junio de 1802 el Padre General Fray Nicolás de Bustillo y en 10 de abril de 1807 el Padre Vicario le concedieron licencia por sus m éritos p ara pretender la gracia de Predicador de S.M., as­ piración que le persiguió obsesivam ente en los últim os años y que vería colm ada dos antes de m orir. Detengámonos en los aspectos más destacables de su biografía: su honda religiosidad, im pulsora de una increíble actividad apos­ tólica, que absorbió trein ta y cinco años de su vida, y su proyección constante hacia sus sem ejantes. Cualidades y virtudes que se pue­ den com pulsar en inform es recabados oficialm ente a él y a sus fam iliares o superiores, en distintas épocas. Veamos algunos ejemplos: «Vida edificante, instrucción y gra­ cia de predicar», Fray Buenaventura de Gumiel, Juez y exam ina­ dor Sinodal del Obispado de Segovia, M inistro Provincial de am­ bas Castillas (16 de julio de 1815). «Religioso, m odesto y hum ilde, cuyas costum bres son las más castas y puras, sobresaliendo en las virtudes cristianas y celo por la m ayor honra y gloria de Dios N uestro Señor y p o r la salvación de las almas, y que lo tiene bien acreditado en el confesionario y púlpito», Andrés de Aransay, al UN RELIGIOSO CAPUCHINO DE NAVIA EN LA CORTE DE FERNANDO VII 1.019 Excmo. Sr. P atriarca de las Indias (6 de octubre de 1815). «En el m inisterio de su predicación sobresale en él la m oral m ás pura, es m odesto, hum ilde y bien inclinado, ejerciendo las sagradas fun­ ciones de su m inisterio con gravedad y edificación», Andrés Aransay, Capellán de H onor de S.M. (3 de octubre de 1815). Siguen testim onios parecidos de don Joaquín Ib arra, canónigo de la Real Iglesia de San Isidro de M adrid (3 de octubre de 1815) y de don Fernando Vázquez Trelles, m inistro jubilado del Consejo de S.M. (4 de octubre de 1815). Las m uestras de su patriotism o y lealtad al Soberano están patentes en un extenso Memorial dirigido al Rey el 16 de julio de 1815. R ecuerda en él que «predicó siempre, como es notorio, con el m ayor fervor y libertad contra la invasión de los franceses, ani­ m ando a los fieles vasallos de V.M. a la defensa de una ju sta causa, y luego que no pudo hacerlo en público, p o r h ab er tom ado aquéllos el m ando, lo hacía siem pre que podía, como lo verificó en una de las S ecretarías del Despacho, al tiem po que un criado M ayor del llam ado M inistro de los Cultos exhortaba a varias personas a la sum isión al gobierno intruso, habiendo sido sólo el exponente quien tuvo valor p ara contradecirles; y cuando le fue exigido ju ­ ram ento de obedecer al Rey intruso ju ró en voz inteligible en pú­ blico, y delante del Santísim o Sacram ento, obedecer solam ente a V.M. A su consecuencia, acabando de celebrar el Santo Sacrificio de la Misa el día 30 de noviem bre de 1809, fue arrestad o y condu­ cido a la cárcel de la Corona donde estuvo veinte días sin com uni­ cación, tem iendo ser puesto en un patíbulo como lo había sido aquellos días un abogado de esta Corte, y sin haberle oído ni to­ m ado declaración alguna, después de tres días de encierro en la cárcel del Buen Retiro, fue destinado al Castillo de Pam plona p ara donde fue arrancado violentam ente, enferm o y cayendo nieve, el 23 de diciem bre del m ism o año, entre las bayonetas de m ás de dos mil hom bres de tro p a francesa, que conducían los prisioneros de la desgraciada batalla de Ocaña, de los que por no poder continuar su cam ino, a causa de hallarse extenuados, fueron fusilados (según se dixo) diez y nueve, habiendo absuelto el exponente a uno de ellos al tiem po de expirar. H abiendo arrib ad o a Pam plona, después de 26 días de cam ino, se le encerró tres meses y medio en el castillo y perm aneció siete m ás en la ciudad, de la que se le conduxo con otros prisioneros de E stado a M ontauban de Francia, distante más de 60 leguas, y de allí a los diez meses a la villa de Chaum ont a donde cuentan m ás de 1.020 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ otras ciento y trein ta de posta en donde perm aneció dos años y medio sin recibir auxilio alguno del gobierno y sí sólo de la caridad del pueblo sano, y el que le sum inistraba su herm ano don Joaquín de Campo Osorio a pesar de hallarse con seis hijos y haber contri­ buido con crecidas cantidades para los gastos de la guerra, y sin em bargo de haber socorrido tam bién a otro herm ano, P rocurador de Religión de San Benito en La Coruña, a quien los franceses tom aron su casa, arrestándole con centinelas de vista, a que se si­ guió su m uerte. Después de cuatro años y medio de prisionero en Francia, habien­ do resuelto el gobierno internarle, porque se acercab an 'lo s exércitos, se ocultó el exponente a la prim era jo rn ad a y después de seis días, fue puesto en libertad po r los aliados; pero en la retirad a de éstos, en núm ero de ochenta mil por aquel pueblo, tem iendo caer de nuevo en m anos del tirano, y no pudiendo retroceder a España po r Bayona le fue forzoso em prender su viaje el 26 de febrero del año últim o, atravesando la Lorena, Alsacia, Suiza, Ducado de Ba­ dén, la Alemania y la H olanda en donde estuvo a la m uerte, y per­ m aneció dos meses vagando de ciudad en ciudad, y de puerto en puerto, sin poder conseguir que lo em barcasen los ingleses hasta que fue em barcado por últim o en H ervoesgir (11), puerto de Ho­ landa, p ara Deal, puerto de Inglaterra, de allí p ara P ortsm outh, y de allí p ara Plim outh, donde estuvo veinte y q u atro días, al cabo de los quales fue em barcado para España con otros españoles en un tran sp o rte inglés que después de haberles detenido trece días delante de Fallm outh, y corrido luego una furiosa tem pestad, en que tem ieron todos perecer, fue desem barcado en Pasajes a últi­ mos de julio del año, estropeado y casi m uerto; pero recuperado algún tanto y faltándoles aún como cien leguas de camino, se volvió a em barcar p ara Viavélez, cerca de su ciudad nativa en Asturias, en donde después de haber vestido su hábito capuchino y perm a­ necido algún tiem po con licencia de sus Prelados, se restituyó a su convento de San Antonio en esta Corte. En atención, pues, a su salud quebrantada en la edad de 62 años de resultas de los insultos, trabajos, penas, privaciones, en­ ferm edades y peligro de m uerte que ha sufrido el exponente en los cinco años de que tiene docum entos, son testigos fidedignos varios prisioneros y civiles, entre ellos el M arqués de Cilleruelo y los ofi- (11) P od ría referirse al H elv o et actual. UN RELIGIOSO CAPUCHINO DE NAVIA EN LA CORTE DE FERNANDO VII 1 .0 2 1 cíales de la Secretaría de Don V entura Palacios, Don Fernando Vázquez, Don Basilio Antelo y Don José Cafranga». Tras exponer Fray Fidel los últim os servicios prestados a la Religión, a la Nación y a la Corona, suplica reiteradam ente la gra­ cia Real p ara alcanzar una plaza de Predicador de la Corte, petición que ya había hecho en 1802 y en 1807, según dejam os apuntado. Pero p ara desgracia del capuchino, las cosas de Palacio iban despacio. El 16 de julio de 1815, en escrito dirigido al Rey, le pidió una vez m ás la plaza de Predicador Supernum erario con opción a la prim era vacante sin necesidad de nuevo decreto. El 10 de agosto del m ism o año, aun reconociendo los m éritos que aportaba, ju sti­ ficativos de la concesión, se aplazó ésta en atención a una Real O rden del 3 de mayo de 1797 que lim itaba los puestos existentes a un individuo de cada Religión. Y la del suplicante gozaba de esa prerrogativa en uno de sus hijos llam ado Fray Francisco de Solchaga. Por fin, en ese mism o mes de agosto le llegó el ansiado nom ­ bram iento de P redicador Supernum erario p ara prem iar sus labores literarias y servicios al Rey y al País, expedido por el M ayordomo M ayor de S.M. al Señor P atriarca de las Indias. Y el 26 de septiem ­ bre de 1815 Fray Fidel com pletaba la docum entación presentada con una declaración ju rad a de sus genealogías h asta sus abuelos inclusive. Una condecoración del Rey culm inaba los honores que pesaban ya dem asiado sobre sus hom bros abatidos p o r tan tas am arguras y calam idades. Dos años justo s le d u raría a Fray Fidel la felicidad experim en­ tada con la realización vocacional tan difícilm ente conseguida. El 10 de agosto de 1817 su herm ano en religión Fray B uenaventura de Gumiel p articip aría al P atriarca de las Indias la defunción de Fray Fidel, acaecida el mism o día en su convento de San Antonio de M adrid. Murió relativam ente joven. Y sin datos concretos fiables que pudieran aclarar la causa de la m uerte, sólo cabe sospechar que las desventuras, frío, ham bre y enferm edades que no le abandona­ ron desde el exilio hasta el retorno, podrían h ab er desencadenado alguna afección crónica de curso lento (una tuberculosis, p o r ejem ­ plo) o p recip itar cualquier o tra dolencia que estuviera evolucio­ nando larvadam ente. En el M emorial de julio de 1815 hay m uchas m enciones seguram ente indicativas de graves perturbaciones orgá­ nicas: «estuve a la m uerte», «estropeado y casi m uerto», «recupe­ rado algún tanto», «salud quebrantada», «enferm edades y peligro de m uerte», etc., etc. 1.022 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ Siem pre nos moveremos en la penum bra y en la conjetura al m editar en las posibles causas que pusieron punto final a su vida. Quedan bien claras, em pero, las que la hicieron sigular y ejem plar consagrándole socialm ente en una gran altu ra. Y que b astan p ara d ar p o r históricam ente interesante la redacción de este trabajo. EL MONTE MEDULIO EN TERRITORIO ASTUR-BERGIDENSE POR SERAFIN BODELON (*) Se ha escrito m ucho sobre la ubicación del M ons M edullius, al que aluden a propósito de la guerra cántabro-astur co n tra Roma (29-19 a.C.) las fuentes latinas. La revista AQUIANA preparó una fiesta, a la cual asistí el 27 de junio, con ocasión de la cual se inauguró un m onum ento a todos los m uertos del M onte Medulio (O m nibus m ortuis M ontis Medullii). Tal hecho bien m erece un com entario histórico, dado que mi plum a es proclive a efem éri­ des bercianas y muy especialm ente a eventos culturales. Pero antes quiero felicitar a la revista AQUIANA porque, en divino solipsism o, afrontó la totalidad de los gastos de tal m onum ento, al m argen de la incuria de las autoridades que debieran ocuparse de la cu ltu ra de un patrim onio berciano que es de todos, pero so­ bre todo, nuestro. Veamos las fuentes. FLORO escribe: C aptum tam en postrem o fu it M edulli m ontis obsidio, quem per­ petua quindecim m ilium fossa com prehensum undique sim u l adeunte Rom ano, postquam extrem a barbari uident, certatim igne, ferro inter epulas uenenoque, quod ibi uolgo ex arboribus taxeis exprim itur, praecepere m o rtem ... (edición de JAL, II, 71), que en ......... castellano quiere decir m ás o menos: (*) Doctor en Filología Clásica. 1 .0 2 4 SERAFIN BODELON «Finalm ente tuvo lugar el asedio del M onte Medulio, sobre el que avanzaron sim ultáneam ente desde todas partes los rom anos, tras rodearlo de una fosa todo alrededor de unos 23 km. de perí­ m etro; cuando los indígenas se ven sin escapatoria, se dieron m uerte con entusiasm o en medio de un banquete m ediante el fue­ go, la espada y con el veneno, que allí generalm ente se extrae de los tejos...». H asta aquí Floro. Floro vivió a principios del siglo II, es decir, m ás de un siglo después de la guerra cántabro-astur contra Roma; pero Floro be­ bió en Tito Livio, que fue contem poráneo de la guerra, adem ás de amigo de Augusto. Floro resum ió de modo caprichoso en dos libros la vasta obra de Tito Livio, dedicando un libro a las guerras civiles de Roma y otro a las guerras exteriores. Y digo de modo capricho­ so porque la obra de Tito Livio abarcaba 142 libros; sólo se con­ servan de Tito Livio los libros del 1 al 10 y desde el 21 al 45; entre la parte perdida se encuentra el libro que tratab a sobre la guerra cántabro-astur, con lo que se perdió esta fuente contem poránea de los hechos. No obstante Floro parece b astante fidedigno y po r ello resulta la fuente m ás objetiva. Veamos ahora o tra fuente. OROSIO escribe: Praeterea ulteriores Gallaeciae partes quae m ontibus siluisque consitae Océano term inantur, Antistius et Furnius legati magnis grauibusque bellis perdom uerunt; nam et M edullium m ontem Mi­ nio flum in i im m inentem , in quo se magna m u ltitudo hom inum tuebatur, per quindecim milia passuum fossa circum saeptum obsidione cinxerunt; itaque ubi se gens hom inum trux natura et ferox ñeque tolerandae obsidioni sufficientem ñeque ........... ad m ortem concurrit; nam se paene omnes certatim igne ferro ac ueneno necauerunt... (edición de ZANGENMEISTER, V, 421), que en lengua vulgar quiere decir aproxim adam ente lo siguiente: «Además Antistio y Furnio dom inaron, tras grandes y difíciles guerras, las partes m ás lejanas de Galicia situadas ju n to al Océano, llenas de m ontes y de bosques; pues tam bién cercaron m ediante un asedio el M onte Medulio, que se eleva sobre el Sil y en el que se protegía una gran m ultitud de hom bres; los rom anos los rodearon de un foso de 23 km.: así pues cuando la gente, p o r naturaleza dura y fiera, com prende que ni podrá soportar el asedio ni p lan tear ba­ talla..., corre hacia la m uerte; pues se m ataron casi todos a porfía con el fuego, con la espada o con el veneno...». H asta aquí Orosio. EL MONTE MEDULIO EN TERRITORIO ASTUR-BERGJDENSE 1.025 Orosio escribe a principios del siglo V, esto es, m ás de cuatro­ cientos años después de la guerra cántabro-astur co ntra Roma. Y no parece h ab er bebido en Tito Livio, sino en Floro, añadiendo algo de su propia cosecha. Es, por ende, Orosio fuente de im portancia m enor que Floro, aunque básicam ente coincide con él. Además Paulo Orosio había nacido en Braga hacia el 375 d.C. y tendería por ello a acercar hacia el Oeste los escenarios descritos, com etiendo inexactitudes: po r ejem plo, habla de Galecia refiriéndose a hechos del año 24-25-26 a.C., cuando aún no se había hecho ninguna divi­ sión te rrito ria l que aludiese a la Galecia. Basándose en Orosio m uchos piensan que el M onte Medulio estaba en Galicia; entre ellos Schulten (1), quien postula que el M onte Medulio es el m onte San Julián, a siete kilóm etros de Túy; apoyan a Schulten, Aguado Bleye-Bosch Gimpera (2), así como Gon­ zález Echegaray (3); H o rren t lo sitúa en Galicia, pero sin especificar ubicación concreta (4). Se basan en que Orosio habla de la conquista de Galicia, en que cita el Miño y en que alude al Océano. La m ás disparatad a de las opiniones es la de Eutim io M artino, quien pretende que el Monte Medullius es Peña Sagra, en S antan­ der, en la página 56 de su libro Rom a contra Cántabros y Astures, Santander, 1982. Resulta totalm ente descabellada la opinión de Schulten y sus seguidores por las razones siguientes: a) El M inius es el Sil como dem uestra el testim onio de Ptolom eo (II, 6,1), quien dice del Minius que nace al Oeste de Galicia, p o r lo que no puede ser el Miño sino el Sil; E strabón cree que el M inius nace entre los cántabros (III, 3,4), por lo que está m ás claro que no puede ser el Miño; «minius» signifca «cina­ brio» en latín y el Sil tiene esa coloración a su paso po r El Bierzo. (1) A. S chulten : FHA, V, p. 195. E igualm ente en su libro Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid, 1962, pp. 174-175. “Yo creo que el Mons M edullius corresponde al monte San Julián, a siete kilóm etros de Túy, cerca de la boca del M iño..., lugar que visité en 1906”, puntualiza Schulten. (2) P. A guado B leye-B osch G impera : “La conquista de Hispania por Roma”, en Historia de España, dirigida por Menéndez Pidal, Madrid, 1962, II, pp. 261 y ss. (3) J. G on zález E chegaray: L os cántabros, Madrid, 1966, p. 175. Asegu­ ra que el frente de la guerra se desarrolló sim ultáneam ente y sobre un frente de 400 kilómetros. (4) J. H orrent : “Nota sobre el desarrollo de la guerra cántabra del año 26 a.C.”, Emérita, XX I, 1953, pp. 287 y ss. 1.026 SERAFIN BODELON Cueva de la Encantada. Sus dimensiones alcanzan los treinta m etros de altura. EL MONTE MEDULIO EN TERRITORIO ASTUR-BERGIDENSE La Cuevona. 1.027 1.028 SERAFIN BODELON b) Orosio cita el Océano, pero no lo relaciona con el M onte Medulio, ni m enos dice que éste esté ju n to al m ar; pero sí dice que, como consecuencia de la guerra, Roma tam bién dom inó hasta el últim o rincón de Galicia, una vez sofocado el foco de resistencia de Las Médulas: el trágico final de los indígenas allí resistentes, y que allí perecieron «por el fuego, po r el pu­ ñal o p o r el veneno», tras ser rodeados por un foso de 23 km., apagó todos los focos de resistencias, cuando cundió tal no­ ticia por bosques, por cum bres y por brañas. c) La propia zona de Las Médulas, como todo El Bierzo, pertene­ ció a la Galecia en diversos m om entos de la H istoria, e incluso a Galicia, como en la época del siglo pasado en la que El Bier­ zo fue la quinta provincia gallega; hecho que contribuyó a increm entar el confusionism o reinante sobre el Monte Medulio. En los últim os tiempos, a medida que se ha ido profundizando en los estudios históricos, se ha ido im poniendo cada vez más la idea clarividente de que, en efecto, el Mons M edullius es la derruida mole aurífera de Las Médulas. Así lo creen, entre otros, Magie (5), Syme (6), Tovar-Blázquez (7), Lomas (8), Santos Yanguas (9), Te­ ja (10). Hay suficientes razones para pensar que tienen razón estos especialistas, dejando a un lado el lógico sentim entalism o regionalista: las pruebas están ahí. Basta visitar las Médulas para que (5) D. Magie : “Augustus war in Spain”, CPh, XV, 1920, pp. 227 y ss. Cree que a Las Médulas no confluyeron los diversos ejércitos romanos, sino solam ente uno de los tres en que Augusto dividió su expedición. (6) R. S ym e : “The Spanish war of Augustus (26-25 b.C.)”, APh, 1934, pp. 312. Cree que en Las Médulas Roma ahogó el último foco de resistencia. (7) A. T ovar-J.M. B lázquez: Historia de la Hispania Romana, Madrid, 1975, p. 117. Luego (Floro, II, 33, 50 ss.) parece que en el año 25 fue reducido el monte Medulio, que creemos son Las Médulas, exploradas por Gómez Mo­ reno sobre el Sil, hacia el lago de Carucedo, donde se hallaba oro que iba a ser una fabulosa riqueza para los romanos, según aseguran los autores. (8) F.J. L omas : Asturias prerromana y altoimperial, Sevilla, 1975, p. 109. Las Médulas, en la confluencia del Sil y el Cabrera, allí estaba el Mons Me­ dullius. (9) N. S antos Y anguas : El ejército romano y la romanización de los astures, Oviedo, 1981, p. 28. De este modo estam os de acuerdo con el emplaza­ m iento de dicho monte en la zona de Las Médulas y, en consecuencia, en contra de su colocación en la región cercana a Túy. (10) R. T eja : “Bim ilenario de las guerras cántabras”, Historia-16, n.° 61, p. 65. La resistencia final de los astures tuvo lugar en el Mons Medullius (El Bierzo). EL MONTE MEDULIO EN TERRITORIO ASTUR-BERGIDENSE 1.029 a cualquiera se le ocu rra que al cavar un foso de 23 km. en torno a las M édulas, suficientem ente ancho y profundo como p ara rendir por ham bre a los encerrados dentro de tan exiguo perím etro, los rom anos sin duda hallaron m uchas pepitas de oro. Los indígenas precisam ente habían buscado refugio en un lugar sagrado, donde el oro abunda, porque el oro es un don de los dioses, un conductor de efluvios divinos —no en vano es buen conductor eléctrico— . Y las m inas, rudim entariam ente explotadas en época celta, comenza­ ron seguidam ente a ser excavadas m etódica e insaciablem ente, constituyendo un secreto de Estado todo lo referente a ellas: be­ neficiario el fisco im perial. Son elocuentes las palabras de figuras tan eximias como los doctos Tovar y Blázquez (11) sobre el particular: «que Orosio diga que el M edullius es m ons Minio flum ini im m inens se basa en la im­ precisión que siem pre hubo sobre el Sil, que m uchas veces se con­ sideraba el Miño, p o r lo que no aceptam os la indicación de Schulten de que el M edullius estuviera hacia Túy». Y añadam os que el Sil, con el nom bre actual, no aparece nom ­ brado como corriente fluvial en ninguna fuente antigua, escaseando incluso durante la Alta Edad Media tal hidrónim o; siem pre se cita al Miño, a pesar de ser el Sil de más caudal y de más largo reco­ rrido. Siendo la fuente originaria Tito Livio, es lógico el confusio­ nism o entre Sil y Miño po r lo ignoto del territo rio y las dificulte des del terreno. Sí parece suficientem ente claro que Mons M edullius fue el punto en donde confluyeron los ejércitos que participaron en la guerrr : el ejército de la C iterior capitaneado po r Augusto y luego po r Antistio, cuando Augusto enferm a y se retira a Tarragona, y el ejército de la U lterior al m ando de Carisio encargado de reducir a los astures (Cariseda, un pueblo del alto Burbia, en El Bierzo, evoca aún el nom bre de Carisio —Carisii sedes—, cam pam ento de Carisio m ientras perseguía a los bergidenses que huían desde Bergida hacia el Mons Vindius). Mas no es mi propósito en tra r hoy aquí en otros detalles de aquella guerra. La batalla del Mons M edullius debió o cu rrir el año 25 antes de Cristo. Y allí se había refugiado mucha gente al decir de Orosio. (11) A. T ovar-J.M. B lázquez: Op. cit.. p. 351. Que Orosio, VI, 21,7, di­ ga que el M edullius es mons Minio flumini imminens se basa en la imprecisión que siempre hubo sobre el Sil, que muchas veces se consideraba el Miño, por lo que no aceptam os la indicación de Schulten de que el M edullius estuviera hacia Túy. 1 .0 3 0 SERAFIN BODELON Las Médulas. Vista parcial desde el Mirador de Orellán EL MONTE MEDULIO EN TERRITORIO ASTUR-BERGIDENSE 1 .0 3 1 Las antiguas explotaciones auríferas..., he aquí lo que dejaron: este paisaje rojizo y sorprendente. 1.032 SERAFIN BODELON Fueron, pues, m uchos los que encontraron la m uerte valientem en­ te «con el fuego, el puñal o el veneno», m ientras cantaban en m edio de un banquete. La m áquina bélica de Roma había podido m ás que los mágicos efluvios em anados de los dioses de ese herm oso m etal, que fluía de las am arillas entrañas de aquel divino m onte. Algo había fallado: lo que hoy sigue todavía fracasando: la voluntad despiadada de los hom bres por consum ar su avaricia a costa de otros hom bres. En la revista Ponferrada-FIESTA S se defiende la conocida tesis de Schulten de principios de siglo (12), puntualizando que el Mon­ te Medulio y Las Médulas nada tienen en com ún; el profesor Ma­ ñanes, de la Universidad de Valladolid, aduce conocim ientos de la geomorfología, flora y hábitat del entorno. Pero después de los testim onios anteriorm ente expuestos parece desechable la opinión que M añanes había citado ya en su libro E l Bierzo prerrom ano y romano. No se ve por qué la geomorfología puede im pedir ubicar en Las Médulas al m onte Medulio, pues hay suficientes 23 km. en Las Mé­ dulas y su entorno como para establecer tal cerco: bastaría con hacer un foso del Sil al Cabrera continuando tal cerco por dichos ríos hasta su confluencia en Puente Domingo Flórez. Respecto a la flora, parece que Mañanes opina que los asturesbergidenses se suicidaron con tejo y que po r allí no había tejo; podría tratarse del tojo y no del tejo; y aunque se tratase del tejo, bien podría haberlo traído a modo de industria bélica de donde lo hubiese, si es que allí no lo había por aquel entonces. En cuanto al hábitat del entorno, alude M añanes a que no quedan restos arqueológicos; veamos: en Bergidum aún no se ha excavado, pero aún están allí los m uros. De Villadecanes, topóni­ mo harto significativo en la vía de Bergidum hacia B racara y Las M édulas, se conserva una estela en el Museo San Marcos de León. En Villadepalos, topónim o latino en la vía entre Bergidum y Las Médulas, se halló una m uestra epigráfica en honor a un dios indí­ gena, m uestra hoy en el Museo San Marcos de León. En la colina sobre el Lago de Carucedo existió una opulenta villa rom ana, cuyos vestigios existían aún en la Edad Media y de la que se hace eco Gil y Carrasco en El señor de Bembibre, pero sin atribuirlos a (12) T. Mañanes : “El Bierzo en la antigüedad: La romanización”. Ponferrada-FlESTAS, publicación del Ayuntamiento de Ponferrada, 8 de septiem ­ bre de 1987, pp. 22 y ss. Textualm ente dice, no sin cierto encono, en la página 23: “el Monte Medulio estuvo en cualquier parte menos en Las M édulas”. EL MONTE MEDULIO EN TERRITORIO ASTUR-BERGIDENSE 1 .0 3 3 época rom ana. En el pueblo de Salas existe la llam ada «cueva de la palom bera», que n u tre aún hoy de agua al pueblo: se tra ta de una construcción rom ana p ara desagüe de las m inas de Las Médu­ las. P or Biobra, en la vecina provincia de Orense, la tradición po­ pu lar ha legado rom ances sobre cómo m urieron en Las M édulas debido al cerco rom ano los valientes guerreros astures y galaicos. Si ante todos estos testim onios, añadim os que adem ás las m inas de oro de Las M édulas eran algo así como hoy un secreto de E sta­ do, no se pueden exigir m ás testim onios en pro de la identificación m onte M edulio y Médulas. N ecesariam ente, adem ás, los miles de toneladas rem ovidas hicieron inevitable la pérdida de posibles res­ tos como huesos, etc. Concluimos, po r todo lo anterior, que el Mon­ te M edulio m uy bien podría ser el p araje hoy conocido como Las M édulas en el antiguo territo rio astur, actualm ente en El Bierzo, provincia de León, en las proxim idades de la confluencia del Sil con el C abreras, cerca del pueblo de Carucedo, aproxim adam ente a una veintena de kilóm etros en la carretera que desde Ponferrada conduce a Orense. LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA POR ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ EMPLAZAMIENTO La estela apareció en el exterior de la iglesia p arroquial de San­ tiago de Duesos, concejo de Caravia, en la zona costera oriental de Asturias. E sta es la localización geográfica dentro de los lím ites actuales, pero si pretendem os situarla de igual modo en época pre­ rrom ana tropezam os con la dificultad de que existen diversas teorías sobre el em plazam iento del lím ite entre cántabros y astures (1): m ientras que algunos autores lo sitúan en el Sella, otros lo hacen en Villaviciosa. Por lo tanto, según la teoría que se acep­ te, Duesos pertenecería a uno u otro territorio, pero en todo caso, estaría próxim o a la frontera. Por o tra parte, Duesos está enclavado en una zona de antiguos asentam ientos castreños. El núm ero de castros localizados en la zona varía según las fuentes que se consulten (2). (1) Marco S imón, Francisco: “Las estelas decoradas de los conventos Caesaraugustano y C luniense”. CAESARAUGUSTA, núms. 43 y 44. Zaragoza, 1974; págs. 11 y 12. (2) González, José Manuel: “Catalogación de los castros asturianos”. ARCHIVUM, XVI. Oviedo, 1966; págs. 264 y 265. Cita dos en Colunga y uno en Caravia. L lano R oza de A mpudia, Aurelio de: El libro de Caravia. Oviedo, 1919; p. 35. Cita cinco en Colunga y uno en Caravia. 1 .0 3 6 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ E sta es la prim era estela que aparece en Caravia, pero el h a­ llazgo no resulta extraño si tenemos en cuenta que en todos los concejos lim ítrofes se han encontrado piezas de este tipo (3). La estela se encontraba sem ienterrada en la p arte posterior de la iglesia, ante el um bral de la puerta de acceso a la sacristía, y adosada lateralm ente a la fábrica de la mism a. La p arte vista (ca­ ra A) estaba en el mismo plano que el suelo (fig. 1). En esta zona estuvo ubicado el cem enterio parroquial hasta que fue clausura­ do en 1916 y posteriorm ente m ondado en los años 1927 y 1928. La sacristía fue am pliada en 1928 (4). Existe una fotografía (fig. 2) que corresponde a las obras de 1928, en la que se aprecia que el terreno está excavado po r debajo del nivel en el que apareció la estela (5). En esa m ism a zona so­ bresale de la tierra algo, que podría ser el espigón de la estela. Si lo fuese, y dada su disposición, la estela estaría en terrad a oblicua­ m ente y en posición invertida. Pudo aparecer de este modo durante las obras y reaprovecharse como pavim ento ante el um bral. De todos modos, lo que es seguro es que antes de 1928 la estela no había sido colocada en la disposición en que nosotros la en­ contram os, puesto que no aparece así en la fotografía y adem ás estaba adosada a un paño de la sacristía que corresponde a la am­ pliación efectuada en ese año. Las personas ancianas a quienes hem os consultado sobre la estela la recuerdan desde siem pre, po r lo que es posible que fuese durante las m encionadas obras cuando se situase en ese lugar. Es frecuente que este tipo de piezas aparezcan próxim as a igle­ sias, o bien em potradas en la fábrica de las m ism as (6), lo cual.es interpretado por algunos autores como una cristianización de lu­ gares de culto pagano (7). (3) D iego S antos, Francisco: Epigrafía romana de Asturias. Oviedo, 1985; p. 9. (4) Libro de Fábrica de la iglesia parroquial de Santiago de Duesos y de su filial de N.a S.a de la Consolación. Libro corriente comenzado en 1908 ; p. 59. (5) Agradecem os las facilidades prestadas por los encargados del Archivo Diocesano del Patrim onio para su consulta, así como para la obtención de la fotografía, cuyo cliché pertenece a sus fondos. (6) A basolo A lvarez, J.A. : Epigrafía romana de la región de Lara de los Infantes. Burgos, 1974; págs. 13-21. También se da en Cantabria, Asturias, Sa­ lamanca y Soria. (7) Carballo, J. : “Las estelas gigantes de Cantabria”. CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS, T. III. Santiago de Compostela, 1948 ; p. 9. L opez Cuevillas, F. : La civilización céltica en Galicia. Santiago de Com­ postela, 1953; p. 409. ....... . . LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA 1 .0 3 7 HALLAZGO En la prim era sem ana de diciem bre de 1985, cuando nos en­ contrábam os realizando el «Inventario del Tesoro A rtístico de la Región A sturiana», don Faustino Rodríguez Noval, párroco de San­ tiago de Duesos, nos m ostró la estela sem ienterrada (8). Se creía que eran dos losas, ya que sólo aparecían a la vista los dos registros de lacería de la cara A, y el hecho de que am bos estén en diferente plano favorecía esta idea (fig. 1). Por lo tanto era difícil suponer que se tra ta b a de una estela m onolítica. LEVANTAMIENTO Cuando lo com unicam os a la Comisión Diocesana del P atrim o­ nio, aconsejam os que fuese recogida en lugar seguro, dado que el em plazam iento no era el adecuado para su conservación. El 17 de diciem bre de 1985 la Comisión Diocesana acordó pedir al párroco que procediese a su recogida en lugar seguro de la casa rectoral, previo levantam iento. El 6 de febrero de 1986 se procedió a dicho levantam iento bajo la dirección de don Em ilio O lábarri y posteriorm ente se trasladó a la hu erta de la casa rectoral, que está protegida p o r una cerca. NOTICIA EN LA PRENSA El día 14 de febrero el diario «La Nueva España» publicó en prim era página lá noticia, ju n to con una fotografía de la cara A. N uestra intención era esperar a la sem ana siguiente, p ara d ar la noticia cuando la estela estuviese m ejor docum entada. Al día siguiente se publicó en el mism o diario, en la quinta página, un artículo m ás am plio, en el que se intercalaban dos fotografías y algunos párrafos de un texto, que con n uestras prim eras conclu­ siones les habíam os entregado el día anterior. (8) El equipo de campo de dicho inventario estaba compuesto_por_ A lejan­ dro M iyares Fernández, Alberto Fernández Suárez y Amparo Fernández López. Esta últim a participó en el hallazgo y en las primeras investigaciones hasta que otras ocupaciones le impidieron la continuación del estudio, razón por la cual renunció a la elaboración del presente artículo. 1 .0 3 8 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ DESCRIPCION Cuando apareció estaba recubierta en algunas partes por una capa de cem ento que cum plía varias funciones (fig. 3): — — — — S ujetar partes fracturadas. Regularizar su form a, haciéndola más rectangular. U nirla a la fábrica de la iglesia. Com pletar de modo arb itrario los dibujos, por medio de inci­ siones practicadas sobre el cemento. Al librarla de dicha capa, los fragm entos que ésta sujetaba que­ daron sueltos. El núm ero de fragm entos de la p arte superior es de cuatro: dos grandes, que afectan a la esquina izquierda de la ca­ ra A y a la derecha de la cara B, y dos pequeños, que afectan al canto superior. E n la parte inferior sólo hay u n a fractura, en la esquina izquierda de la cara A, que afecta al espigón. Estos cinco fragm entos fueron unidos posteriorm ente. 1 Es una pieza m onolítica, de piedra arenisca carbonatada (9). Su form a es, en general, de prism a rectangular, aunque con algu­ nas irregularidades (figs. 4 y 5): — — — — El espigón adelgaza hacia el extremo inferior. La parte superior, que está fracturada, no ofrece un borde recto. El ancho es ligeram ente m ayor en el registro superior. El registro inferior es 2,5 cms. más grueso que el superior, lo cual se aprecia en el perfil de la estela. Sin em bargo, esto sólo afecta a la cara A, cuyo registro inferior está en un plano avan­ zado respecto al superior. DIMENSIONES Como son variables, debido a su irregularidad, optam os p o r re­ coger las máximas en cada caso. Las m edidas parciales las hemos tom ado de la cara A. (9) Datos facilitados por el,geólogo Javier B ravo. García tras uñ exam en visual de la pieza. Este tipo de piedra se puede encontrar en la zona en que apareció la estela. .. - V 1.039 . .. .. LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA Altura: Espigón: 17,5 eins. — Registro inferior: 57 cms. — Registro superior: 73,5 cms. — Total: 148 cms. — A nchura: r.. J.- - — Espigón: 72,5 cms. — Registró inferior: 76 erris. — Registro superior: 83 cms. G rosor: — Espigón: 17,5 cms. — Registro inferior: 22 cms. ^ ’ R eg istro 'su p erio r: 19,5 cms. ' - La descripción y las m edidas que hemos dado se corresponden con la form a que presenta en la actualidad, pero pensam os que ésta no sería la original. En p rim er lugar sería más alta, pues la ornam entación de am ­ bas caras se interru m p e en el borde superior, que está fracturado. H abría que añ ad ir en la cara B, al menos, lo que falta de la svás­ tica y del bocel que la enm arca. El diám etro de la figura com pleta sería la sum a del diám etro de la svástica, m ás el doble del ancho del bocel: 62 cm s.+ 13 cms. = 75 cms. La altu ra de la estela sería entonces la sum a de ese diám etro, más la distancia entre el bocel y la base de la estela: 75 cm s.+ 113,5 cms. = 188,5 cms. Sería, po r tanto, 40,5 cms. m ás alta que en la actualidad. En segundo lugar, el registro superior, que es 7 cms. m ás ancho que el inferior, lo sería aún más, puesto que la ornam entación tam ­ bién se interrum p e en los bordes laterales a causa de las fractu ras y retallas. P or lo tanto, desconocemos el contorno del registro su­ perior. .Es posible que el rem ate fuese red o n d ead o ,'p u es es muy frecuente en las estelas que ostentan en su cabecera m otivos astral 1 .0 4 0 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MI YARES FERNANDEZ les inscritos en circunferencias (10). No obstante, al hacer la des­ cripción de los motivos ornam entales plantearem os otras posibles soluciones. Las modificaciones y el deterioro que ha sufrido la estela no son extraños, pues este tipo de piezas fue muy codiciado p ara su reaprovecham iento en construcciones posteriores. P ara ello se re­ tallaban o fragm entaban, dándoles la form a más adecuada (11). En la zona central de la cara B se aprecian unos huecos sin aparente relación ni continuidad con la decoración, que pudieron practicar? se p ara su reaprovecham iento. En el interio r tienen un color rojizo que puede deberse al óxido de algunos hierros. En dos estelas de Soria, que sirvieron de quicialeras, se ven huecos sim ilares (12). TECNICA Talla redondeada que aparenta ser bajorrelieve, aunque en rea­ lidad los motivos no sobresalen del fondo ya que éste no ha sido rebajado. Esto se obtiene practicando incisiones y redondeando los espa­ cios interm edios, de modo que dan sensación de boceles o baque­ tones* En los bordes se redondea el espacio que queda entre la incisión y éstos. Se tra ta de la mism a técnica que se em plea en los relieves castreños. ¿•3re (10) Marco S imón, F . : Tipología y técnicas en las estelas decoradas de tradición indígena de los conventos Caesaraugustano y Cluniense. Zaragoza, 1976; p. 12. J imeno, Alfredo: Epigrafía romana de la provincia de Soria. Soria, 1980; p. 228. (11) N a v a s c u e s , J. M.a: “Caracteres externos de las antiguas inscripciones salm antinas”. BOL. DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, núm. 152. Madrid, 1963; p. 168. También hay ejemplos en Soria, Vigo, Cantabria y As­ turias. (12) J i m e n o , Alfredo: Op. cit. Estelas núms. 108 y 109. LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA 1 .0 4 1 DESCRIPCION DE LA ORNAMENTACION Y RECONSTRUCCION Se tra ta de un fragm ento de estela anepigráfico y decorado por sus cuatro caras. Esto últim o es un caso único, si exceptuam os la estela gigante de B arros, que tiene decoradas sus dos caras y cuyo canto es recorrido por unas estrías. La decoración aparece saltada y afectada por la retalla en al­ gunas partes. Cara A E spigón: Es en esta cara donde m ejor se conserva. El frente es liso, pero la p arte inferior presenta un acabado más tosco. E stá fracturado en el ángulo inferior izquierdo. Serviría p ara m antener la estela en posición vertical, hincándola en la tierra, o bien acoplándola en una pieza hueca que actuaría como caja. Dado el tam año y el peso de la estela, parece m ás ló­ gico lo últim o. El resto de la pieza estaría destinado a ser visto y se divide en dos registros que, como ya dijimos, están en diferentes planos. Registro inferior: E stá enm arcado por un rectángulo apaisado, form ado por un baquetón liso, que en algunas partes se encuentra afectado p o r las fracturas. El m otivo central es una lacería form ada po r haces de dos cin­ tas. Los espacios interiores de esta figura, libres de cintas, se ador­ nan con alm ohadillado y punto inciso. Registro superior: La separación entre registros viene dada por el desnivel entre sus planos y reforzada por una incisión, que se quiebra en los ex­ trem os y se pierde en los bordes. ... . La lacería está enm arcada lateralm ente por dos incisiones rec­ tas, y en la p arte inferior po r una línea ligeram ente curva, que 1 .0 4 2 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ sobrepasa el cruce con las verticales y continúa hasta la fractura. E sta incisión, en su últim o segmento, tiene una curvatura seme­ jante a la de la inferior. Ambas pudieron form ar un bocel que rem arcaría el contorno, lo cual es frecuente en las estelas rom anas de tradición indígena y en las propiam ente indígenas. La lacería es sim ilar a la inferior, aunque con algunas diferen­ cias: — Mayor tam año. — Disposición vertical. — Los haces de cintas se entrecruzan de modo inverso. Sería el resultado que se obtendría al ver reflejada en un espejo la la­ cería inferior. La lacería se interrum pe en la parte superior debido a la frac­ tura. Le faltan, al menos, 40,5 cms., lo cual perm ite que tenga m ayor núm ero de tram os que la del registro inferior,-pero no podem os hacer más que suposiciones sobre la form a en que se continuaría. Paralelas a la silueta de la lacería hay unas incisiones ondulan­ tes a cada lado. En la derecha está dividida en dos tram os. El pri­ m ero arran ca de la parte inferior de la lacería y concluye en una form a lanceolada que, en nuestra opinión, representa la cabeza de una serpiente. Existen varios ejemplos de estelas con representa­ ción de serpentiform es (13). Por otra parte, la asociación de m oti­ vos solares y serpentiform es no es extraña (14). En la cabeza se interrum pe la incisión, que se continúa un poco más arrib a hasta desaparecer en la fractura. La incisión de la izquierda comienza, de igual form a, en la parte inferior y se desarrolla de modo simé­ trico, pero se continúa sin interrupción hasta el borde superior. Tanto ésta como el segmento de la derecha pudieron concluir tam bién en cabezas de serpientes, pues en dos de las estelas que (13) M a r c o S i m ó n . F .: “Las estelas...” ; p. 51. Son las siguientes (nume­ ración correspondiente al Inventario de Materiales de Marco Simón): Urbiola (N-38), Lombera (C-9), Monte Cildá (0-43), dos en Lara de los Infantes (B-109 y B-121) y Clunia (B-10). En cuatro de ellas la serpiente no forma par.e de una escena, sino que enmarca la ornamentación, como en la de Duesos. (14) C a r b a l l o , J.: Op. cit. ; págs. 6 y 12. G o n z á l e z E c h e g a r a y : Museo Provincial de Prehistoria y Arqueología. San­ tander, 1963; p. 71. Para ambos autores sería un reflejo de la unión de los cultos solar y ofídico. L ó p e z C u e v i l l a s , F. y B o u z a B r e y , F .: “Os oestrimnios, os soefes e a ofio­ latría en G alicia”.'ARQUIVOS DO SEMINARIO D ’ESTUDIOS GALLEGOS, II, Sección de Prehistoria. Santiago de Compostela, 1929; p. 126. : . : LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA - •- - 1 .0 4 3 cita M arco Sim ón (Lom bera y Clunia) la orla está form ada por varias serpientes y en la de Clunia las serpientes están dispuestas asim étricam ente, como lo estarían en la de Duesos. En los bordes laterales se aprecian restos de o tra decoración. Son incisiones en form a de arco de circunferencia. Hay tres a cada lado, pero no se distribuyen de modo sim étrico, ya que las de la derecha están un poco más altas que las de la izquierda. Una de ellas, la inferior del lado izquierdo, conserva dos incisiones con­ céntricas que form an un bocel curvo. Se puede suponer que las dem ás serían sim ilares. Dos posibles soluciones de continuidad serían: — Seis circunferencias en torno a discos alm ohadillados. — Un bocel continuo a cada lado, de form a ondulante. ~ Pero con ellas no se agotan las infinitas posibilidades que se pueden dar. Como vemos, en esta cara se pueden ap u n tar una serie de hipótesis sobre la ornam entación original, pero sin poder m ate­ rializarlo en un dibujo concreto, como en la cara B. Cara B E spigón: E stá totalm ente fracturado. Tendría un perfil sim ilar al de la cara A. Registro inferior: Se encuentra muy afectado por las fracturas, conservando la decoración únicam ente en el lado izquierdo y un p ar de m arcas poco definidas en el derecho. Paralelas a los bordes tenem os tres incisiones rectas, que son seguram ente parte de un rectángulo que, de m odo sim ilar al de la cara A, enm arcaría la decoración de este registro. De ella se conservan, en torno a un disco alm ohadillado con punto inciso, un bocel en form a de circunferencia y otros dos en form a de arco de circunferencia. Estos últim os parecen in te ­ rrum pirse p o r la fractura. La circularidad de esta figura no es perfecta: el radio vertical es m ayor que el .horizontal y las cintas son m ás delgadas en el lado derecho. E ntre estos boceles y los án­ 1 .0 4 4 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ gulos del rectángulo hay unos discos alm ohadillados. El inferior con punto inciso. Por sim etría (15), resultaría lógico que estos motivos se repitie­ sen en la parte derecha, pero caben dos posibilidades: 1) Que los boceles en form a de arco fuesen originariam ente dos circunferencias. En este caso, dado que el diám etro horizontal —sería de 32 cms. (el radio es de 16 cms.), aun cuando la figura de la derecha fuese contigua, sólo restarían h asta el borde de la estela 2 cms. Aunque esta distancia podría aum entar ligera­ mente, debido a las irregularidades de la figura, el conjunto quedaría descentrado y no podría inscribirse dentro del rec­ tángulo. 2) Que las figuras de ambos lados se uniesen por un entrelazo. De este modo los centros de las figuras se aproxim arían, dejando así suficiente espacio a la derecha. Esto se puede com probar gráficam ente (fig. 6): se traspasa el dibujo a un papel vegetal, m arcando los bordes de la estela; se da la vuelta al papel y en la zona que queda en blanco se repite el calco de la figura. Vemos que una vez com pletada por medio de líneas disconti­ nuas, la lacería resultante sería factible y sim étrica. La m arca recta encaja perfectam ente en el rectángulo y la m arca curva queda paralela y próxim a al contorno de la figura. También se repetirían los pequeños discos de los ángulos. Registro superior: Ambos registros están separados por una incisión horizontal, m utilada p o r las fracturas del lado derecho. Sobre ella, o tra incisión paralela e interrum pida tam bién por las fracturas, que se curva hacia arriba cerca del borde izquierdo. E sta línea se corresponde con las que existen a la m ism a altu ra en la cara A y tiene una curvatura similar, lo cual refuerza la posibi­ lidad, antes apuntada, de que el contorno estuviese rem arcado por incisiones o boceles. (15) La sim etría es una constante en el arte castreño, así como en las es­ telas romanas de tradición indígena, con los que se relaciona la estela de Duesos, como verem os más adelante. Ademas en el resto de la decoración también se observa esta regla, aunque de modo un poco imperfecto. LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA 1 .0 4 5 Sobre esta incisión se desarrolla una lacería en torno a tres circunferencias, que albergan en su interior discos alm ohadillados con puntos incisos en su centro. El tram o central está un poco desplazado a la derecha del eje de sim etría de la estela y los dos laterales están un poco más altos que éste. El haz de cintas se con­ tinúa en el lado izquierdo hacia arriba, dando lugar seguram ente a o tro tram o de lacería. En la parte derecha, más afectada po r las fractu ras y el desgaste, se conserva el espacio liso que quedaría entre el bocel de la svástica y la lacería, e incluso un pequeño frag­ m ento de cinta. Todo ello conduce a suponer que tam bién en este lado se continuaría la lacería hacia la parte alta. Como vemos, el conjunto de la lacería se curva hacia arriba, adaptándose a la form a de la svástica, por lo que resulta muy probable que adoptase form a de circunferencia, albergándola en su in terio r (fig. 7). El diám etro total de esta figura sería la sum a del de la svástica con su correspondiente bocel, más el doble de la distancia entre éste y la parte externa de la lacería: 75 cm s.+ 70 cm s.= 145 cms. E sta sería la anchura de la estela, m ientras que la altu ra total sería el resultado de sum arle a ese diám etro la distancia entre la lacería y la base de la estela: 145 cm s.+ 81,5 cms. = 226,5 cms. Estas dim ensiones pueden parecer desm esuradas, pero existen ejem plos sim ilares e incluso superiores: la altu ra de las estelas de Vigo estudiadas por Dolores Juliá oscila entre 200 y 240 cms. (16), y la estela de Z urita tiene un diám etro de 200 cms. (17). Si se acepta la hipótesis de una lacería circular, la form a ñ u s lógica para el registro superior sería la discoidea, m ientras que el inferior cum pliría la función de vástago, lo cual explicaría su- m a­ yor grosor. En este caso la incisión que recorrería el contorno sería una circunferencia, con lo cual el diám etro aum entaría en 12 cms. Los tres huecos rectangulares afectan a la lacería en su parte central. Sobre ella se ve la parte inferior de una svástica m últiple, dextrógira y de radios curvos. Está rodeada por un bocel liso y en su centro se aprecia una incisión curva que podría pertenecer a un círculo in terio r concéntrico, del que partirían los radios. Existen (16) J ulia , Dolores: Etude èpigraphique et iconographique des esteles fu­ néraires de Vigo, Madrid-Heidelberg, 1971; p. 19. (17) C a l d e r ó n y G. d e R u e d a , F.: “Aportación al estudio de las estelas de la provincia de Santander”. REVISTA DE SANTANDER (separata). Santan­ der, 1934; p. 10. 1 .0 4 6 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ ejem plos de estelas en que se da este caso (18). Los radios curvos están saltados en algunas partes y en la esquina superior tiene una pequeña fractura. En la reconstrucción ideal que acom paña a este artículo (fig. 7) se puede advertir que las líneas que proponem os, en algún caso, no enlazan perfectam ente con las conocidas. No es extraño que suce­ da así, puesto que la reconstrucción se basa en equidistancias, m ó­ dulos y diám etros homogéneos, m ientras que en el fragm ento de estela conservado la ornam entación es im perfecta y sus tram os son heterogéneos y asim étricos: están a diferentes alturas, tienen diá­ m etros distintos y sus curvaturas son im perfectas. Sin em bargo, bastarían ligeras modificaciones para que el encaje fuese perfecto. L as car as l a t er a le s o can to s Aunque son sim ilares entre sí, la de la derecha (b) se conserva más com pleta y perfecta: lacería sencilla form ada por dos incisio­ nes ondulantes que se entrecruzan y se unen en los extremos. Llevan un punto inciso en el interior de cada lazo. E stá inscrita en un rectángulo inciso cuyos lados verticales se continúan hacia abajo, cruzándose perpendicularm ente con tres líneas horizontales, lo cual genera un reticulado. El izquierdo (a) sólo conserva parte del rectángulo, al que le falta el lado superior y su lacería está incom pleta, pues su sexto lazo no está cerrado. Todo ello se debe a que la p arte superior ha sido retallada. Además, tanto la lacería como el rectángulo están ligeram ente curvados hacia la derecha, lo cual denota cierta impe­ ricia en la talla. RELACION CON LAS ESTELAS ROMANAS DE TRADICION INDIGENA Este grupo de estelas se distribuye por una am plia zona del N orte y del Noroeste de la Península Ibérica, dentro de lo que fueron en época rom ana los conventus Caesaraugustanus, Cluniensis, Asturicensis, Lucensis y Bracaraugustanus. (18) G a r c í a y B e l l i d o , A . : Esculturas romanas de España y Portugal. Ma­ drid, 1949; estela núm. 343, Clunia. También hay ejem plos en Orense, Soria y Lara de los Infantes. LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA 1 .0 4 7 Revisando las descripciones y tipologías que dan los diferentes autores que se ocupan de su estudio, podem os extrapolar algunos rasgos característicos de estas estelas (19): — La form a predom inante es la prism ática, aunque tam bién se dan ejem plos de discoideas sobre vástago. — E stán concebidas para ser hincadas en la tierra y algunas con­ servan el espigón. — Se dividen en registros, en los que se distribuye la decoración. — Un rasgo fundam ental es que la cabecera se reserva, general­ m ente, para uno o más motivos astrales, que con frecuencia van inscritos en círculos. El más repetido es la svástica m últi­ ple de radios curvos. — Es frecuente que aparezcan cercanas a iglesias y capillas, reaprovechadas en su fábrica, o en la de cualquier o tra construcción. Como vemos, todas estas características, a excepción de la p ri­ m era, que no se puede determ inar con exactitud, coinciden con las de la estela de Duesos. La m ayoría de los autores que estudian estas piezas reconocen en ellas una tradición indígena (20). Marco Simón, por ejemplo, basa esta opinión en los siguientes argum entos: — El área en que aparecen sufrió una rom anización m enor que el Este y el Sur de la Península Ibérica. — La antroponim ia refuerza la raigam bre indígena. (19) Adem ás de las obras ya citadas hemos consultado las siguientes: A cuña Castroviejo , F .: “Notas sobre la morfología y la decoración en las aras y estelas de Galicia en época romana”. STUDIA ARCHEOLOGICA, núm. 32. Valladolid, 1974; págs. 17 y ss. Cardozo, M .: Catálogo do Museu de Arqueología da Sociedade Martins Sar­ m e n tó ; secgdo de epigrafía latina e de escultura antiga. Guim araes, 1972. F rankowski, E .: Estelas discoideas de la Península Ibérica. Madrid, 1920. I glesias G il , J.M .: Epigrafía cántabra. Estereometría. Decoración. Ono­ mástica. Santander, 1976. Inscripciones Romanas de G alicia: CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLLGOS. Santiago de Compostela. (20) M arco S imon, F .: “Las este la s...” ; págs. 6 92. A basolo A lvarez, J .A .: Op. c i t.; p. 5. García y B ellido, A.: Op. cit.; p. 321. N avascues, J. M.a : Op. cit,.; págs. 160 y 163. 1 .0 4 8 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ — Los motivos ornam entales, para los cuales no hay que b u scar un origen alóctono, pues son frecuentes en la simbología indí­ gena (21). Podemos añadir que es frecuente que aparezcan cerca de an ti­ guos asentam ientos indígenas, como la de Duesos (22). RELACION CON DOS ESTELAS ASTURIANAS Se tra ta de las estelas de Valduno y de Castiello, cuyas inscrip­ ciones en latín testim onian su carácter rom ano, lo cual refuerza la relación de la de Duesos con el grupo anterior. Ambas presentan motivos de lacería sim ilares a los de Duesos, pero en el caso de Castiello el parecido es mayor, tanto p o r la decoración com o po r la técnica empleada. Su historia tam bién re­ cuerda a la de Duesos, pues la de Castiello apareció cerca de un castro y reaprovechada, y la de Valduno cercana a una iglesia. Los antropónim os de las inscripciones son indígenas y los auto­ res les dan una cronología tem prana (23). Los motivos de lacería se encuentran raras veces en las estelas rom anas de la Península Ibérica. RELACION CON LAS ESTELAS DECORADAS POR LAS DOS CARAS Las estelas decoradas por am bas caras son muy escasas. Marco Simón cita nueve en la zona que estudió (24), y nosotros no hemos encontrado más ejem plos en el resto de los conventus arrib a cita­ dos. De esas nueve, dos son fragm entos que no p erm iten conocer todas sus características, por lo que las excluiremos de las consi­ deraciones que a continuación se hacen. T rabajarem os, po r tanto, sobre las siete restantes, que son las siguientes (la num eración co­ rresponde al Inventario de M ateriales de Marco Simón): (21) (22) F.: “Las e s te la s...; págs. 92-94. J.A.: Op. cit.; págs. 15 y 19. J u l i a , Dolores: Op. cit.; p. 5. (23) H ü b n e r , E .: Corpus Inscriptionum Latinarum, Vol. II , Suplementum. Berlín, 1892; p. 923, pieza núm. 5.750 (Castiello). La sitúa en el siglo I d.J.C. J o r d á C e r d á , F .: “La cultura de los castros y la tardía romanización de A sturias”. Coloquio Internacional sobre el Bimilenario de Lugo. Lugo, 1977; p. 33. Sitúa ambas piezas en la segunda parte del siglo I d.J.C. (24) M a r c o S im ó n , F .: Tipología...; págs. 20 y 21. M arco S im ó n , A b a s o lo A lv a re z . Fig. 1: La estela, tal como apareció, ante el umbral de la puerta de la sacristía. Fig. 2: Fotografía de las obras de ampliación de la sa­ cristía. La flechp señala el posible espigón. Fig. 3: D etalle del levantamiento, en el que se aprecia la capa de cemento. Figura 4 : Cara A Figura 4 : Cara B Figura 4 : Cara a Figura 4 : Cara b Figura 5 : Cara A Figura 5 : Cara B F igura 5 Cara b Cara a Z o n a f r a g m e n t a d a o r e t a l l a d a . ------- Figura 6 Figura 7 LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA 1.049 — Cantabria: B arros (C-3), Lom bera (C-9), Lom bera (C-10) y Zu­ rita (C-73). — Vizcaya: M eñaca (V-10). — Soria: B orobia (SO-6). — B urgos: Clunia (B-10). Sus características son las siguientes: — Todas ellas son anepigráficas. — Todas, excepto la de Soria, son discoideas. Incluso en B orobia hay una estela muy sim ilar a la m encionada que sí es discoi­ dea (la SO-5). — Atendiendo al rep erto rio iconográfico resultan dos grupos: M otivos geom étricos: - Cuatro de ellas coinciden en un motivo muy peculiar y poco frecuente, consistente en una serie de circunferencias concéntri­ cas en torno a un dibujo form ado p o r varias m edias lunas ins­ critas en un círculo. Son las de Barros, Lom bera (C-9 y C-10) y Zurita. - La de M eñaca resulta muy sim ilar a las anteriores: circunfe­ rencias concéntricas, de las cuales la más externa p resen ta un denticulado como en B arros y Zurita, y adem ás tiene svásticas como las dos de Lom bera. M otivos bélicos o cinegéticos: - Son las estelas de Borobia, Clunia y una cara de la de Zurita, que tienen un rep erto rio sim ilar, form ado p o r guerreros con caetras, caballos y otros animales. Pero entre estos grupos se pueden establecer los siguientes ne­ xos de unión: — La estela de Z urita ostenta en una de sus caras decoración geo­ m étrica y en su reverso una escena bélica del segundo tipo. — Las estelas de Clunia y de Lom bera (C-9) coinciden en ten er una orla circular form ada p o r serpentiform es. 1 .0 5 0 ALBERTO FERNANDEZ, SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ Se tra ta po r tan to de un grupo de estelas que tienen una fuerte relación entre sí. A su vez se puede establecer una relación en tre éstas y la de Duesos, po r coincidir con ella en las siguientes carac­ terísticas: ' — Todas ellas están decoradas por am bas caras como la de Duesos. — Todas ellas son anepigráficas. — R epertorio ornam ental similar: cinco con circunferencias con­ céntricas, tres con svásticas y dos con serpentiform es. — Además, como vimos anteriorm ente, cabe la posibilidad de que la de Duesos fuese discoidea como seis de ellas. Aunque estas estelas aparecen frecuentem ente en estudios de epigrafía rom ana, no hay en ellas ningún indicio de rom anización, como podría ser, po r ejemplo, las inscripciones. En realidad po­ demos h ab lar de una mayor antigüedad e indigenismo, basándose en los siguientes hechos: — Varios autores opinan que las estelas gigantes de C antabria son indígenas (25). — M arco Simón sitúa las cántabras y la de Meñaca entre los si­ glos II al I a.J.C. y la de Clunia en el siglo II o principios del I a.J.C. (26). — La iconografía del segundo grupo es indicativa, p ara algunos autores, de su carácter indígena (27). — En Clunia se encontraron dos piezas .sim ilares a la que está de­ corada p o r am bas caras, que tienen inscripciones en caracteres ibéricos (B-12 y B-13). Una de ellas, según M aluquer de Motes, sería de finales del siglo II o de principios del I a.J.C. (28). — En Borobia apareció una estela, sim ilar a la citada, con antroponim ia indígena (SO-7). (25) C a l d e r ó n y G. d e R u e d a , F .: “La estela gigante de Zurita” ALTAMIRA, núms. 2 y 3. Santander, 1946; p. 118. C a r b a l l o , J . : O p . c i t.; p . 6. (26) M a r c o S im ó n , F .: “Las este la s...” ; p . 90. (27) C a l d e r ó n y G . d e R u e d a , F .: “La e s te la ...” ; págs. 111 y 112. G a r c í a y B e l l i d o , A.: Op. cit.; págs. 326, 327 y 370. G o n z á l e z E c h e g a r a y : Op, cit.; p . 70. (2 8 ) M a l u q u e r de M o t e s , J . : Epigrafía prelatina de la Península Ibérica. Barcelona, 1968; p. 67. s6.7‘.'X IY: . * LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA RELACION CON EL REPERTORIO ORNAMENTAL CASTREÑO . 1 .0 5 1 ¿A L ' " Para M. Cardozo el arte ornam ental castreño es «bien típico y homogéneo en sus aspectos, p o r diversos que sean los m ateriales em pleados (piedra, cerám ica o metales)» (29). Pues bien, en todas estas facetas del arte castreño se pueden encontrar m otivos deco­ rativos sim ilares o idénticos a los de la estela de Duesos. A conti­ nuación dam os una relación de algunos de los que hem os podido constatar: — L a c e r ia s e n c il l a - Piedra: Es muy frecuente. Castros de S anta Tecla y de M onte Redondo. Este últim o con puntos incisos en el in terio r de cada lazo. - O rfebrería: Muy frecuente. Torques del castro de M asma y frag­ m ento de diadem a de Ribadeo, am bas con puntosr incisos. - Cerámica: Frecuente. Castro de Vigo, con puntos incisos. - Metal: Placas de bronce de la Citania de B riteiros y del Castro de Sabroso. . E sta m ism a lacería tam bién aparece form ando una circunferen­ cia como la que rodearía a la svástica de la estela de Duesos: to r­ ques de Langreo y torques de Lebuçâo. — L a c e r ia co m pleja Nos referim os al tipo de lacería que se desarrolla en la cara A. - Piedra: Frecuente. Castro de Santa Tecla y p u erta dé habitación de Cividade de Ancora. - O rfebrería: Diadem a de Ribadeo, con puntos incisos en los es­ pacios internos, como en la estela. - Cerámica: Castro de Coaña. (29) C a r d o z o , M .: “A lgunas observaciones sobre el arte ornam ental del ‘ Noroeste de la Península Ibérica”. IV Congreso de Arqueología del Sureste Español, Elche, 1948 (separata). Cartagena, 1949; p. 345. 1 .0 5 2 " ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ — SVASTICAS ’ - Piedra: Frecuente. Castro de Santa Tecla y Museo de M artins Sarm entó. - O rfebrería: Torques de Santa Tecla y torques de Tourem . En realidad se tra ta más bien de trisqueles. — C ir c u n f e r e n c ia s c o n c é n t r ic a s Aunque no quede claro que las del registro inferior de la cara B lo sean, se aprecia el gusto po r este m otivo y sus variaciones. - Piedra: S anta Tecla. Orfebrería: Torques de Foxados. Cerámica: «Picu l'Castro», en Caravia. Metal: Fíbulas del «Picu l'Castro». — D iscos CON PUNTO INCISO Son tam bién muy frecuentes y en algunos casos adoptan una disposición sim ilar a la del registro inferior de la cara B, o sea, ocupando las cuatro esquinas en torno a circunferencias concén­ tricas. De este m odo podemos verlos en los siguientes ejemplos: - Orfebrería: Casco de oro de Leiro y Lúnula de Chao de La­ m as (30). - Metal: Fragm ento de arreos de caballo del Museo Arqueológico de Oviedo, procedente del Castro de San Chuis. — S e r p ie n t e s - Piedra: C astro de Troña. En otra peña cercana se encontró un grabado solar. (30) C a b r é A g u i l o , J .: “El tesoro de Chgo de Lamas, Miranda do Corvo, Portugal”. ACTAS Y MEMORIAS DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE AN­ TROPOLOGIA, ETNOGRAFIA Y PREHISTORIA, T. VI, Memoria LXIII. Ma­ drid, 1927; objeto núm, 4. LA ESTELA DE DUESOS, CARAVIA 1 .0 5 3 - Cerámica: S anta Tecla. - Orfebrería: Lúnula de Chao de Lamas (31). En algunos de estos castros se com prueba la existencia de le­ yendas sobre serpientes (32). CONSIDERACIONES FINALES Y CONCLUSION Vemos, p o r tanto, que la estela de Duesos se relaciona, en p ri­ m er lugar, con el grupo de estelas rom anas, pero no podem os olvidar que éstas m antienen unas tradiciones indígenas y que son esos rasgos precisam ente los más sim ilares a los de n u estra estela. La relación con las estelas asturianas de Valduno y Castiello es m ás directa y nos hace pensar en una cronología m ás tem prana y en un m enor grado de romanización. Las sim ilitudes que existen con las decoradas p o r am bas caras son im portantes y refuerzan su carácter indígena, aum entando la posibilidad de una cronología an terio r a Jesucristo. A nuestro juicio, la relación con el arte castreño es la m ás des­ tacada, si tenem os en cuenta los siguientes hechos: — Identidad total con el repertorio ornam ental. — Coincidencia en la técnica empleada. — Aparición en una zona de asentam ientos castreños y concreta­ m ente cerca de uno, el del «Picu l'Castro», que según Aurelio de Llano no fue rom anizado (33), lo cual concuerda con la afir­ m ación de J.L. Maya de que se extinguió entre finales del siglo II y principios del I a.J.C. (34). Hemos visto adem ás que en tre los m ateriales extraídos de este castro existen ejem plos de de­ coración sim ilar a la de la estela. (31) (32) J . : Op. cit.', objeto núm. 3. F. y B o u z a B r e y , F .: Op. cit.; p. 136. L ó p e z C u s v i l l a s , F. y P e r ic o t G a r c ía , L . : “Excavaciones en la citania de Troña”. MEMORIAS DE LA JUNTA SUPERIOR DE EXCAVACIONES Y AN­ TIGÜEDADES, Vol. 115. Madrid, 1931; p. 11. (33) L l a n o R o z a d e A m p u d ia , A u r e lio d e : Op. cit.; p. 48. (34) M a y a G o n z á l e z , J .L .: “La cultura castreña asturiana” Indigenismo y romanización en el conventus Asturum. Oviedo, 1983; p. 43. C abré A g u il o , L ó pez C u e v il l a s , 1 .0 5 4 ALBERTO FERNANDEZ SUAREZ Y ALEJANDRO MIYARES FERNANDEZ P or lo tanto, esa fuerte relación con el arte indígena y en espe­ cial con el castreño, ju n to con el hecho de que la pieza sea anepi­ gráfica y de que carezca de cualquier otro indicio de rom anización, nos p e rm ite rconcluir- que puede tratarse de una estela castreña prerrom ana. Ello explicaría, por ejemplo, la aparición de lacería en las estelas de Valduno y de Castiello, sin necesidad de recu rrir a préstam os alóctonos. JOVELLANOS. LA ENSEÑANZA Y LAS ACADEMIAS* POR FERNANDO MUÑOZ FERRER** Desde que finalizó el III Congreso Nacional de Academias de M edicina y donde se tuvo el acierto de designar a esta capital co­ mo sede del próxim o Congreso, en nuestro pensam iento estaba ren d ir cálido hom enaje a sus m iem bros activos —p articipantes de nuestro Congreso— y a esta bella provincia española. Por todo ello, pensam os durante mucho tiem po cuál sería su m ejor hom enaje; y creo que había razones de peso p ara escoger la figura insigne de este asturiano de pro que fue don G aspar Mel­ chor de Jovellanos. De todas form as, constituye un atrevim iento por m i p arte h ab lar de tan im portante figura en su tie rra natal y, m ucho más, en el seno de la Real Academia de M edicina, cono­ cedora profunda de toda obra fundam ental. Pero existía o tra causa im portante, cual era la vinculación de don G aspar con m i tierra, pues no hay que olvidar que entre los diputados doceañistas —co­ mo así se les ha denom inado— figuraba Jovellanos, y es en el frontispicio de la iglesia de San Felipe Neri de Cádiz donde, en tre las placas dedicadas a esa efeméride, figura la de los diputados asturianos. * Comunicación al IV Congreso Nacional de Reales Academ ias de Medicina. Oviedo, 1-4 de octubre de 1987. ** Presidente de la Real Academia de Medicina de Cádiz. 1 .0 5 6 FERNANDO MUÑOZ FERRER O tra razón poderosa era, y este es el fundam ento de n uestro trabajo, conocer que don Gaspar había realizado una gran labor como m iem bro de la Ju n ta Central p ara la Comisión de In stru c­ ción Pública, y estas bases alcanzaron tal im portancia que el Rey ordenó tenerlo en cuenta para prom ulgar el Plan General de Es­ tudios. Finalm ente, al tratarse en este Congreso del futuro de las Aca­ dem ias no podíam os olvidar que dicho plan se ocupaba ya, en aquellas fechas — 1809—, del desarrollo de las m ism as, como más tarde veremos. Pasam os a com entar, aunque sea brevem ente, este inm enso tra ­ bajo que se titulaba »Bases para la form ación de un Plan General de Instrucción Pública». Es curioso señalar que, como siempre, los españoles de gran form ación cultural y categoría se han esforzado y preocupado de la form ación de los jóvenes y del prestigio de su patria. Es de total actualidad com entar estos hechos en el m om ento en que las olas de pasiones y los revuelos estudiantiles nos dicen que hay algo que no m archa en la educación de la juventud. Siem pre estam os inven­ tando lo que otros hicieron con conocimiento, cuando sería más fácil tom ar aquello que de bueno hicieron los demás, actualizarlo, m ejorarlo y encauzarlo en nuestros días. Pero es cierto que predo­ m ina nuestro egoísmo y nuestra presunción sobre lo que nos con­ viene y así, desgraciadam ente, se m architan n uestras instituciones. Al igual que el cam bio y la caída del m onarca hicieron olvidar estas m aravillosas bases, vemos en nuestros días cómo se olvidan cosas útiles y se crean otras nuevas que no dicen nada ni m ejoran lo existente. Me ha parecido oportuno trae r a vuestra consideración este trab ajo , ya que las Academias tienen sobre sus espaldas la organi­ zación y el asesoram iento a nuestra superioridad de aquellas ense­ ñanzas que deben ser controladas y m ejoradas p o r ellas y, adem ás, porque en este m om ento crucial de nu estra historia no hay duda que está en el candelero la reform a de la enseñanza, co n trastad a p o r una repulsa general de la mism a o, m ejo r dicho, a su form a, para ser m ás explícitos. Es hora que las Academias participen y que nos preocupem os más para intervenir directam ente en estas reform as que nos atañen a todos y, sobre todo, al bienestar de nues­ tro país. Se atribuyen nuestros contem poráneos ideas y actitudes que ya estuvieron propugnadas por anteriores estudiosos y a las que sólo JOVELLANOS. LA ENSEÑANZA Y LAS ACADEMIAS 1.057 añadiría yo, actualidad, pero que de ninguna form a podem os desestim ar. Pasam os directam ente a com entar el contenido del m aravilloso trab ajo de Jovellanos pero, por razones de espacio y tiem po, no podem os hacer un estudio exhaustivo del mism o y hem os decidido refundir los asuntos de m ayor im portancia. En prim er lugar, hace una descripción de intenciones y dice textualm ente: «Se propondrá como últim o fin de sus trabajos, aquella plen itu d de instrucción que pueda habilitar a los individuos del Estado, de cualquiera clase y profesión que sean, para adquirir su felicidad personal y concurrir al bien y prosperidad de la nación en el m ayor grado posible». Estas son sus palabras, pero no se lim ita a esta proclam ación de intenciones solam ente sino que insiste: «Mirando a su fin, la considerará cifrada en la perfección de las facultades físicas, inte­ lectuales y morales de los ciudadanos, hasta donde puedan ser alcanzadas». Pasa después a hablarnos de la educación privada y pública e insiste en la perfección de la misma, pues al no estar som etida al gobierno, será tam bién perfeccionada ya que este fin será el futuro del individuo, de la sociedad y, al final, del Estado. Es curioso ver cómo dedica un capítulo im portante a la educa­ ción del ciudadano cuyos fines son «mejorar la fuerza, la agilidad y la destreza de los mismos». Este desarrollo físico conduciría a dism inuir los vicios y los malos hábitos que haya podido contraer el individuo en su an terio r educación. Detalla los ejercicios que deben realizar: andar, correr, trep ar, mover, levantar y a rro ja r cuerpos pesados, forcejear, luchar, etc. Tam bién se ocuparán de perfeccionar los sentidos de la vista, oído —hacer ejercicios p ara reconocer ruidos a distintas distancias— , ejercitar el sabor, el olor, el tacto; todo ello m irando al porvenir de los alum nos. Detalla, asimismo, la capacidad de los profesores y las m edidas que han de seguir en la enseñanza. Por otro lado, insiste en que ningún ciudadano puede prescindir de esta form ación, ya que de ella dependerá la facilidad del Estado y ahonda, aún más, especificando que nadie debe estar excluido de esta preparación, interviniendo en ella el m ayor núm ero posi­ ble de individuos. Deberán, asim ism o, conocer el m anejo de las arm as útiles: es­ pada, sable, cuchillo, lanza, chuzo, etc., y todas las que puedan co n trib u ir a la defensa general de los pueblos y de la patria; pero sin olvidar que en esta preparación debe incluirse la form ación 1 .0 5 8 FERNANDO MUÑOZ FERRER ética y m oral, debiendo los individuos m antenerse en form a, h a­ ciéndose p ara ello concursos y ejercicios, com peticiones públicas (tiro al blanco en los pueblos, etc.) y privadas durante todo el tiem po de la form ación y después de ella (nos recuerda el régim en suizo). En el capítulo dedicado a la Educación Literaria hace una di­ visión en dos facetas: en la prim era, se describen los m étodos ne­ cesarios p ara alcanzar los conocimientos; y en la segunda, los principos de determ inadas ciencias que abarquen estos conocimien­ tos. La prim era p arte incluye a todos los ciudadanos y hay que garantizarla totalm ente; la segunda estaría destinada a aquellos que se distingan y estén capacitados para ello. En las prim eras letras se enseñará el arte de leer y escribir, la buena pronunciación, la buena ortografía. Al mism o tiem po se de­ be enseñar una form ación m oral a los alum nos, haciendo que los libros de texto tengan un contenido adecuado p ara su edad y cono­ cim ientos, en relación con la capacidad de com presión del alumno. La A ritm ética será im prescindible en estos estudios p ara el desarrollo de las ciencias. Respecto a la Lengua castellana, el hab lar se aprende en la niñez pero tendrá que ser perfeccionado con una gram ática; el arte de hablar constituye la retórica y la poesía nos deleita con lenguaje figurado y nos instruye; la dialéctica facilita la ordenación de las ideas a expensas del discurso p ara llegar, finalm ente, a la convicción. Ya decía Jovellanos que la prim era form ación y educación per­ tenece a las madres pero la instrucción de los individuos debe estar com prendida en los program as de educación de la In stru c­ ción Pública. Por ello y po r medio de los grandes hum anistas se purifica y se difunde el conocimiento llegando a las buenas letras, el buen gusto y la sabia crítica, para así llegar a la belleza. Después de todas estas consideraciones ordena a la Ju n ta «Que siendo la lengua nativa el instrum ento natural para la enunciación de las propias ideas y para la perfección de las ajenas, en ninguna otra lengua podrán los maestros exponer más clara y distintam ente su doctrina y en ninguna la podrán interpretar m ejor sus alum ­ nos». ¡Cuántos com entarios podríam os hacer a este párrafo! Se extiende en otras consideraciones im portantes como son, que todos los pueblos empleen su propia lengua, que el intercam bio po r la lengua castellana es perfecto, que aunque sea necesario el conocim iento de otras lenguas p ara ciertos estudios los dem ás se entenderán m ejor en la n uestra y, po r últim o, que debem os trad u ­ cir y p asar a n uestra lengua todas aquellas publicaciones de ver­ JOVELLANOS. LA ENSEÑANZA Y LAS ACADEMIAS 1 .0 5 9 dadero interés, lo cual constituye una buena selección de las obras de m ás valor, Aconseja, asim ism o, el estudio de la lengua latina p ara llegar al conocim iento de la antigua elegancia y sabiduría, aunque esta enseñanza estará dosificada según el camino que el alum no vaya a seguir en el futuro. Por el contrario, los estudiosos que se vayan a dedicar exclusivam ente a ello deberán estudiar la lengua m ás a fondo. El griego y el hebreo no deben encontrarse en las enseñanzas generales pero serán im prescindibles p ara ciertos estudios. Insiste en el estudio de las lenguas m odernas (inglés, italiano, francés) p ara ciertas profesiones y las recom ienda como m uy ú ti­ les p ara el porvenir. Nos llam a la atención que olvide el alem án entre ellas. Con respecto a las Ciencias, las divide en dos partes: el arte de pensar y el arte de calcular. Para ellas, aconseja un pequeño nú­ m ero de universidades pero bien distribuidas p o r el país, bien dotadas y sabiam ente instituidas. Es precisam ente la Ju n ta la que debe decir el núm ero de universidades en España así como debe encargarse de la construcción de institutos públicos en las capita­ les de provincia p ara las Ciencias exactas y naturales. Con respecto a la filosofía especulativa, ésta continuaba po r la lógica que constituía el verdadero arte de pensar. Indicaba que el comienzo se hiciese p o r el estudio de la Ontología que nos llevaría a conocer la causa prim era y norm al, objeto de la Teología n atu ­ ral; el estudio de la religión, profundizada por el estudio de la doctrina de nuestro Salvador, junto a la m oral social, pública y privada, base de la legislación y de la jurisprudencia, de la econo­ m ía pública y de la política y, fundam entalm ente, la ética, con ejem plos de virtudes sociales y morales. Tam bién se ocupó de la filosofía práctica, que abarca m atem á­ ticas puras, física, álgebra y cálculo integral; del dibujo n atu ral científico y de la geom etría práctica. Propone la m ultiplicación de los institutos en las provincias, con objeto de proporcionar una educación sabia y liberal p ara ele­ var, así, la categoría de los ciudadanos, contribuyendo, de este modo, a la de la p atria. Su objetivo fue la form ación de individuos que hicieran surgir en la nación la piedad, la justicia y el orden público, y ocupar dignam ente los cargos de la M agistratura, Iglesia y Foro. 1.060 FERNANDO MUÑOZ FERRER H abla tam bién de los colegios profesionales, bajo la tutela del Gobierno. Como ejemplos de estas instituciones están los Reales Colegios de G uardiam arinas, Artillería, Infantería, etc. Detalla, asim ismo, la form ación de las niñas p ara que den m a­ dres virtuosas y buenas y de las enseñanzas de la Iglesia. Cree que la enseñanza debe ser gratuita en los sem inarios y colegios y en los sitios donde exista una Universidad deben p articip ar las figu­ ras m ás relevantes dentro de la educación. Propone la unidad de las escuelas y de las universidades en toda la nación. Los profesores gozarán de la libertad de enseñar, siem pre que sus ideas no se opongan a la religión moral y al orden público. Los tratad o s de enseñanza serán breves y claros, im par­ tiéndose en lengua castellana, a la que se ad aptarán todos los me­ dios educativos, debiéndose convocar certám enes y prem ios para los alum nos m ás aventajados. Pero, para m ejor extender las ciencias y la literatura, éstas se harán en las Academias, destinadas a cultivar, a estudiar y a aplicar sus doctrinas, aprovechando todos los m edios que el gobierno les proporcione a este fin. Estas Academias se dividirán en cuatro grupos: Academias de H umanidades, donde se estudiará la lengua castellana, la historia y la geografía; Academias para Universidades, donde se estudiarán el latín y el griego y academias para todas las especialidades que abarca la filosofía especulativa; Academias para la filosofía prác­ tica; y, adem ás de las Academias provinciales, se harán Academias generales en la capital del reino que podrán ayudar al gobierno con su consejo para m ejorar la enseñanza general. Tam bién alude a las sociedades patrióticas; la creación de bi­ bliotecas públicas, bien dotadas en todos los aspectos; la creación de Museos y Gabinetes de H istoria N atural; a la m ultiplicación de las im prentas p ara la difusión de la cultura; a la creación de pe­ riódicos con libertad de opinión, ya que escribir e im prim ir son indispensables p ara la difusión de la cultura y el progreso de las ciencias. Tam bién cree que debe prodigarse la creación de teatros para cultivar a las gentes. Finalmente, piensa que debe crearse un Tri­ bunal o Consejo Superior de Instrucción Pública del Suprem o de E spaña e Indias. Sevilla, 16 de noviem bre de 1809. JOVELLANOS. LA ENSEÑANZA Y LAS ACADEMIAS 1.061 P or supuesto, este magnífico proyecto no llegó a realizarse por la caída del Gobierno. Una vez más la insensatez política condena­ ba una obra excelente p o r am biciones absurdas. Por últim o, tem inaría contando una anécdota que me sucedió en el curso de una conversación con un viejo cubano, profesor de U niversidad hace m uchos años. Comentábam os la situación, y yo me quejaba de las cacicadas oficiales y cómo no com prendía que ciertas cosas pudieran suceder, pues eran inconvenientes p ara to­ dos los españoles y las leyes iban en contra de ellas. El viejo profeso r me dijo certeram ente: «En mi país no tene­ mos m ás leyes que las vuestras; la diferencia estrib a en que allí las cum plim os». ARTE PARIETAL PALEOLITICO OCCIDENTAL TECNICAS DE EXPRESION E IDENTIFICACION CRONOLOGICA POR MAGIN BERENGUER ALONSO Organizado por el D epartam ento de Arte Prehistórico del Museo del H om bre de París, y bajo la dirección del Profesor Denis Vialou, tuvo lugar en 1985 el Sem inario Internacional de «Representaciones Prehistóricas», al que fue invitado el M iembro de N úm ero de este In sti­ tuto don Magín Berenguer Alonso. Su aportación en idioma francés, fue publi­ cada en el T. 90, núm ero 4, de 1986, en la Re­ vista «L’Anthropologie». Dado el interés del trabajo se estim ó conve­ niente darlo a conocer en el Boletín del I.D.E.A. en su versión española. C ircunstancias personales no me han perm itido elaborar con la suficiente calm a el presente trabajo. Por ello lo que a continuación expongo lo hago a título de un mero esquem a hipotético, sin p re­ tensiones teorizantes. Cuando el hom bre im planta en la superficie rocosa de abrigos y cavernas las fórm ulas expresivas de su arte y creencias, lo .hace 1.064 MAGIN BERENGUER ALONSO tras una previa y larga experiencia cuyos vestigios nos son desco­ nocidos. Y lo estim o así, porque las prim eras m uestras de esas m anifestaciones artísticas parietales llegan hasta nosotros con cla­ ras m uestras de haber alcanzado ya representatividad cultual y práctica técnica. Esas iniciales m uestras paleolíticas advienen a nuestro conoci­ m iento a través de los grabados de la Ferrassie, Cellier, Belcayre, Castenet, B lanchard des Roches, Souguett, Laussel, etc., con una gran m ayoría de representaciones vulvares en su repertorio. Con­ viene record ar que fueron grabadas sobre bloques de piedra en su día desprendidos de las bóvedas o de las paredes, y rescatados en niveles auriñacienses y que, aunque su rescate haya sido en tal datación, no podem os desdeñar la posibilidad de que el grabado haya sido realizado antes de la fractura, para sedim entar, después de ella, en el nivel conocido. La técnica es de surco profundo y ancho, en algún caso cercano al bajorrelieve. Probablem ente, con sim ultaneidad a la fijación de estas repre­ sentaciones signíferas de surco ancho y profundo realizadas en abrigos o en las entradas de las grutas, se llevan a cabo, en «san­ tuarios» más o menos profundos, las ejecutadas con p in tu ra de color rojo. Si m enciono la probable contem poreneidad de la ejecución po r am bos sistem as, lo hago porque sus fórm ulas de representación gráfica son sem ejantes y, en consecuencia, si en su apariencia físi­ ca lo son, lo han de ser tam bién en su filosofía tem poral. Incluidas pues en el arte parietal paleolítico las representaciones simbólicoabstractas —que el profesor Jordá Cerdá denom inó acertadam ente ideom orfos— en su técnica pictórica, hemos de hacer referencia a las que por tal medio quedan recogidas en la cueva «Tito Bustillo» (Asturias), entre las que se hallan las vulvares de form a oval (fig. 1), a las que el profesor Beltrán M artínez destacó como las más com­ pletas y naturalistas, resaltando su paralelism o con las figuras en bloques grabados con datas del auriñaciense1. El profesor Jordá adm ite tam bién que los signos vulvares de esta cueva, un escaleriform e en rojo y los laciformes, son del prim er ciclo auriñaciense. La «Cueva de Llonín» (Asturias) nos da, asim ismo, un am plísi­ mo repertorio de pinturas abstractas en color rojo (fig. 2) que, en su m om ento, hem os herm anado con las pinturas de la «Cueva de !) B e l t r a n M a r t í n e z , Antonio: “Las vulvas y otros signos rojos de la cueva ’Tito Bustillo’”. A ctas del Symposium internacional de Arte Prehistórico. Santander, 1972. Fig. 1.—Tito Bustillo: vulvas pintadas en rojo (según M. Berenguer). 'i Fig. 2.—L lon ín : conjunto de pinturas ideomórficas en color rojo (según M. Berenguer). Fig. 3.—M altravieso: signo pintado en co­ lor rojo (según M. Berenguer). Fig. 4.—Chufin: grabados en incisión pro­ funda y continua, representando cabras (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de M. Almagro Bach). Fig. 6.—Chufín: figuras pintadas en color rojo (dibujo de M. Berenguer, so­ bre foto de M. Almagro Bach). Fig. 5.—H ornos de la Peña: grabado de caballo en incisión profunda y continua (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de J. Vertut, en “Pre­ historia del arte occidental”, París, 1965). Fig. 7.—Les Combarelles: posibles figuras fem eninas grabadas en incisión profunda y continua (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 8.—Gargas: grabado en incisión pro­ funda y continua, representando una cabra (dibujo de M. Beren­ guer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 9.—La Pasiega: caballo pintado en rojo (según M. Berenguer). Fig. 10.—Pair-N on-Pair: grabado represen­ tando un caballo (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de J. V er­ tut, op. cit.). Fig. 11.—La P ileta: pintura representan­ do un caballo (dibujo de M. Be­ renguer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 12.—La Pileta: pintura representan­ do una vaca (dibujo de M. Be­ renguer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 14.—Santim am iñe: Pintura represen­ tando un caballo (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de J. Ver­ tut, op. cit.). Fig. 13.— Isturiz: pintura representando un caballo (dibujo de M. Beren­ guer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 15.—Llonín: grabado representando una cabra (según M. Berenguer). Fig. 16.— Llonín: grabado representando un ciervo (según M. Berenguer). Fig. 17.—L lon ín : grabado representando una cabra (según M. Berenguer). Fig. 18.—El Buxu: grabado representando un caballo (según M. Berenguer). Fig. 19.—Tito Bustillo: grabado represen­ tando dos cabezas de caballo (se­ gún M. Berenguer). Fig. 22.—La Peña de S. Román de Candamo: caballo pintado en línea ne­ gra (según M. Berenguer). Fig. 20.— Gargas: grabado representando una cabra (dibujo de M. Beren*guer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 21.—Las Monedas: reno pintado en línea negra (dibujo de M. Beren­ guer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 23.—El Castillo: cabeza de cierva gra­ bada sobre un omóplato de caba­ llo (según M. Berenguer). Fig. 24.—El Castillo: grabado representan­ do cabezas de ciervas (según H. Breuil). Fig. 25.—A ltam ira: grabado representan­ do cabezas de ciervas (según H. Breuil). Fig. 26.—Llonín: grabado representando una cabeza de ciervo (según M. Berenguer). Fig. 27.—Llonín: grabado representando dos ciervas (según M. Berenguer). Fig. 28.—Llonín: grabado representando una cierva (según M. Berenguer). Fig. 29.—Santim am iñe: pintura represen­ tando un bisonte (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 30.—N ia u x : pintura representando un caballo (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). Fig. 31.—N ia u x : pintura representando un bisonte (dibujo de M. Berenguer, sobre foto de J. Vertut, op. cit.). ARTE PARIETAL PALEOLITICO OCCIDENTAL 1.065 M altravieso» (Cáceres) (fig. 3)2, de las que el profesor Almagro di­ ce: ...«su época auriñaciense, o tal vez perigordiense antiguo, es indudable»3. Tam bién la «Cueva de Llonín» nos ha hecho llegar, en su extenso y variado repertorio, una figuración fem enina semiabstrac ta (la p arte p o r el todo), en la que se representa m uy destaca­ dam ente la vulva, abarcando casi un cuarto de la altu ra to tal de la figurita. Es ejem plo único conocido en todo el arte paleolítico de la región cantábrica. Se trata, quizá, de un p rim er intento de llevar en p in tu ra a los parietales la figuración n atu ralista rodeada de una extensa y variada nóm ina de ideomorfos. E stá dibujada de perfil —fórm ula m ás asequible p ara m anos no habituadas al trazo n atu ralista—, pero la vulva se representa frontalm ente, dado que la posibilidad de ser vista en la posición lateral era im posible. Es de subrayar que en esta etapa prim itiva del arte p arietal los signos vulvares constituyen un tem a muy destacado y reiterativo, acaso proveniente de una an terio r raíz, como luego tratarem o s de considerar. Todo este com plicado sistem a abstracto-sim bólico responde a la necesidad de d ar expresión física a unas inquietudes de carácter religioso m uy com plejas, p ara cuya representación evidente el hom ­ bre aún no había llegado a alcanzar suficiencia, o bien prefería un código m ás m isterioso. Pero estos signos, lejos aún de las re­ presentaciones zoom órficas, son alcanzables en su lectura e inter­ pretación p o r el hom bre paleolítico y repetidas en extensas áreas territoriales, dándonos con ello el conocimiento no sólo de la co­ m unidad de ideas sino, tam bién, de los estim ables niveles intelec­ tuales de la sociedad que los creó. Estas fórm ulas expresivas, por su hom ogeneidad y capacidad m ensajera, han supervivido a través de toda la cultu ra paleolítica, enriqueciendo su rep erto rio aún cuando su protagonism o quedara postergado al p erd er el carácter de fórm ula exclusiva, pues otras m anifestaciones de figuración im itativa del n atu ral vinieron a com partir con superioridad arro ­ lladora las superficies parietales de los santuarios. ¿Cuánto h a b rá durado el génesis y evolución de este código abs­ tracto? Conocemos su trasvase a las paredes, pero si en los inicios de este acoplam iento ya encontram os variedad de sím bolos y de posibles m ensajes, es de suponer que sus antecedentes contarían con una larga evolución. E sta etapa form ativa es posible que se 2) 3) B e r e n g u e r A l o n s o , Magín: “El arte parietal de la “Cueva de Llonín”, I.D.E.A. Oviedo, 1979. A l m a g r o B a s c h , Martín: “Cueva de Maltravieso” (Cáceres). Madrid, 1969. 1 .0 6 6 MAGIN BERENGUER ALONSO haya desarrollado en soportes móviles, facilitando su traslación y con ella la com unicación a todos los ám bitos de la sociedad. Tam ­ bién probablem ente eran expresados en m ateriales de fácil m anejo y elaboración —cortezas de árboles, pieles, m aderas—, y posible­ m ente tuvieron sus inicios en la decoración del propio cuerpo hum ano. Como podemos constatar, eran m ateriales fácilm ente co­ rruptibles, razón por la cual no han llegado hasta nosotros. Algunos autores estim an que el arte paleolítico tiene su inicia­ ción con la técnica del grabado y de m anera fortuita: rasguños en huesos po r disección cárnica, frotam iento de dos m ateriales de desigual dureza, etc., y que una serie de incisiones accidentales en un m om ento concreto crea la invención surgiendo la imagen. Pienso que la entrada del hom bre en el m undo del arte no se produce por casualidad. El hom bre tiene ya una larga historia den­ tro de su prehistoria, que cuenta con cientos de miles de años en la aplicación de sus esfuerzos conscientes para lograr la efectividad de sus arm as. Trabaja, esculpe la piedra y utiliza las tres dim en­ siones en un em peño que no tiene nada de casual, pues responde a una intención razonada y guiada desde sus inicios a la consecu­ ción de unos fines concretos, como son los de hacer más fácil —o m enos difícil— su vida. El utillaje, ya en el achelense, había alcan­ zado una perfección técnica y una variedad considerables. Por eso creo que cuando el hom bre siente inquietudes de carácter espiritual —segunda necesidad, ya que la prim era ha de ser de orden m ate­ rial— está en posesión de medios técnicos e im aginativos, desarro­ llados para poder representar el mito, m ensaje o im petración; llámese como se desée. Llegados aquí hemos de considerar la doble vía de expresión que el hom bre utilizó para m anifestar sus ideas cultuales. De una parte está la figuración im itativa del natural, principalm ente zoom órfica, y de la o tra la abstracción con el variado y com plicado catálogo ideomorfológico. La pregunta que se plantea es si las m anifestaciones ab stractas son anteriores a las figurativas, si son contem poráneas, o bien pos­ teriores. En el estado actual de nuestros conocim ientos resulta difícil pronunciarse en un sentido o en otro. No obstante creo que, en lo que respecta al arte parietal, el m undo de los ideom orfos es ante­ rio r al de la figuración im itativa o interpretativa del natural. Sin em bargo, tam bién creo que am bas tendencias han de estar próxi­ mas en el tiempo. La abstracción requiere un enriquecim iento ima­ ginativo —proceso intelectual más que de habilidad técnica— que ARTE PARIETAL PALEOLITICO OCCIDENTAL 1 .0 6 7 conduce a una fórm ula de expresión que tam bién ha* de ser «leída» y com prendida p o r la sociedad que la convive. Es un procedim iento indirecto reelaborado intelectualm ente, sin la inm ediatez n atural de figurar lo percibido po r los ojos, y supongo que se m anifiesta así po r la dificultad de poder desarrollar sobre una superficie pla­ na lo que el hom bre está habituado a ver en todo su volum en y movilidad. La o tra vía de expresión, la im itativa del natural, creo que nos propicia m ás facilidad de seguim iento en lo que se refiere a su nacim iento y evolución. Mas para ello es preciso que antes de in­ troducirnos en el tiem po de su ubicación en los parietales de los «santuarios», considerem os aquellos vestigios que nos pueden d ar noticias de la en trad a del hom bre en el m undo del arte. Fue E. Piette el prim ero en m anifestar que los cam inos recorri­ dos por el arte paleolítico comienzan con la escultura de bulto exento, seguida de los bajorrelieves y de los contornos recortados, m ientras que en el magdaleniense dom inan los grabados4. E sta teoría, años ha rechazada m ayoritariam ente, creo que m erece una reconsideración y, personalm ente, me parece en p arte aceptable, aunque p ara llegar a esta conclusión mi discurso tran scu rra por derroteros no exactam ente iguales. El arte im itativo naturalista, el gran arte paleolítico, nos en tre­ ga con la estatu aria fem enina una serie de dataciones en cierto m odo controladas. El magnífico estudio del profesor H enri Delporte 5 sobre las representaciones de la m ujer en el arte prehistórico, nos proporciona, entre otras im portantísim as aportaciones, un muy com pleto catálogo de los hallazgos de esculturas sobre dicho tema. De este catálogo hem os entresacado algunas de las esculturas de bulto exento que se refieren a las etapas más prim itivas. El profesor D elporte clasifica por grupos la situación geográ­ fica de las distintas estaciones donde se efectuaron los hallazgos y cita, con rigor y espíritu objetivam ente analítico, las circunstan­ cias de los hallazgos. Para nuestro fin vamos a resu m ir las particu ­ laridades de algunos de ellos. En el grupo renano-danubiano, o de la E uropa central, se reco­ nocieron en la estación de Trou-Magrite cuatro niveles, los dos más antiguos correspondían al Musteriense, y la estatuilla fue hallada 4) P ie t t e , E . : “N otes pour servir à l ’histoire de l ’art prim itif”. Anth. t. V., 1894. 5) Henri: “La imagen de la mujer en la prehistoria”. Traducción al español. Edt. Istmo. Madrid, 1982. D elporte, 1.068 MAGIN BERENGUER ALONSO en el tercer nivel. En la estación de H ohlenstein la estatuilla apare­ ció en situación estratigráfica auriñaciense. E n la estación de Vogelherd se reconocieron tres estratos auri­ ñacienses en los que se recogieron buena p arte de esculturas de animales y la estatuilla femenina. Todas las figuras talladas en m arfil. En la estación de Weinberg, una estatuilla antropom orfa en nivel auriñaciense superior, aunque en él fueron hallados útiles m usterienses y del auriñaciense inferior. En W illendorf, el prim er ejem plar de estatuilla fue hallado en nivel auriñaciense I I occidental. Catas posteriores de control, en las que parece que la industria era gravettiense. En Dolni Vestonive, excavaciones en 1924 reem prendidas en 1945. Utiles m u ste­ rienses y algunas piezas auriñacienses. Carbono 14=27.000/26.000 años a. de J.C. La Venus I hecha con una mezcla de arcilla y hueso, hallada entre cenizas de hogar. En la estación Petrkovice, planta de h áb itat al aire libre con ca­ bañas de form as ovales, en alguna de ellas varios hogares y un cierto núm ero de fosas excavadas en el suelo. Datado en período interestacial W ürm I I /I I I de E uropa central. Utiles m usterienses y auriñacienses. La estatuilla fue hallada al mism o borde de un aguje­ ro excavado en el suelo de una de las cabañas. En el grupo ruso, la estación de K ostienki 1-1 dio seis estatuillas, halladas entre 1923 a 1951. Zo'iak A. Abramova insiste en el hecho de que de ordinario estas estatuillas daban la im presión de haber sido «conservadas» o guardadas en fosas excavadas en el suelo de la habitación. En la estación de Gagarino, construcción tam bién en h áb itat al aire libre. Se puede advertir la presencia de varias fosas en el interior de la cabaña-, industria lítica publicada p o r Zam iatnin y clasificada como perteneciente al auriñaciense final; alguna pieza chatelperroniense. Ocho estatuillas o esbozos recogidos ju n to a las paredes de la habitación. En la estación de Eliseevitchi, cabaña como las anteriores. Una estatuilla fem enina: datación carbono 14 = 31.000 años a. de J.C. La estación de Mezine, con cabañas cam pam entarias al aire li­ bre. E l suelo de las casas presentaba hoyos que constituyen fosas de form as y tam años diversos. En el grupo siberiano, la estación de Malta, con abundantísim o m aterial de ornato personal. E scultura de bulto exento variada y rica; 29 estatuillas femeninas, algunas fragm entadas, que no pre­ ARTE PARIETAL PALEOLITICO OCCIDENTAL 1 .0 6 9 sentan una fórm ula muy homogénea. El estilo no es excesivamente opuesto a las europeas. Triángulo púbico vigorosam ente trazado. Nos hallam os ante el hecho de que algunas de estas estatuillas fueron halladas en niveles m usterienses, otras en auriñacienses su­ periores pero en los que, en algún caso, aparecen piezas m usterien­ ses, o del auriñaciense inferior, y, en ocasiones, chatelperronienses. A veces, análisis p o r carbono 14 proporcionan fechas de 27.000 a 31.000 años a. de J.C. Tam bién es curiosa la circunstancia de que en varios casos aparezcan las pequeñas fosas excavadas en el suelo de las casas y que se haya dicho que las estatuillas dan la im pre­ sión de h ab er sido «conservadas» o guardadas en ellas. E stas circunstancias que reseño me conducen a considerar la hipotética posibilidad de que algunas de las pequeñas esculturas, precisam ente p o r su carácter de piezas cultuales, p asaran de una generación a o tra, rigurosam ente custodiadas. Por o tra p arte nos hallam os ante m uestras de un trab ajo muy bien elaborado técni­ cam ente, que responde a un largo proceso de perfeccionam iento —acaso desconocido p ara nosotros por h ab er sido elaborado en m ateriales m ás frágiles, tales como la arcilla—, pues en los mo­ delos recogidos se em plean recursos de modelado, pulim ento, etc., sobre m ateriales de gran dureza. Si a ello unim os la am plia difu­ sión de este elem ento representativo de una com unidad cultual desarrollada y extendida a través de miles de kilóm etros, pienso que la antigüedad de estas pequeñas esculturas puede ser muy an terio r al que nos proporcionan los datos recogidos. O tra circuns­ tancia digna de ten er en cuenta es el tam año de estas pequeñas figuras. Su térm ino medio no llega a los diez centím etros, que responde, m ás o menos, a tam años que el hom bre está habituado a m an ejar en sus útiles. Como anteriorm ente he dicho, el hom bre talla la p ied ra en la confección de su utillaje con una tradición de cientos de miles de años; está habituado al m anejo de las tres dim ensiones y lo n atu ­ ral es que cuando se plantée la necesidad espiritual de rep resen tar sus m itos con figuración física, lo haga p o r el medio al que está habituado, que es el de las tres dim ensiones; en volum en que puede rodear y dom inar en todas sus partes, a las que ve de m odo com pleto. El trasvase de form as desde las tres dim ensiones a las dos en la superficie plana, es una conquista muy laboriosa. La representa­ ción artística im itativa del natu ral sobre un soporte plano, es falsa. Exige una reelaboración que requiere un proceso m ental com pli­ cado y, tam bién, un dominio en el trab ajo sobre las tres dimensio- 1 .0 7 0 MAGIN BERENGUER ALONSO nes p ara poder transform arlas en dos. Es necesario sim ular la presencia, la realidad, de aquello que no vem os porque está oculto tras o tra porción opaca, precisándose que, cuando alguna de sus partes se presenta a la vista, ha de conjugarse razonadam ente con el fragm ento que se quedó oculto. Por ello —insisto— el arte imi­ tativo n atu ralista form ulado en un solo plano, es la consecuencia del dominio previo de las tres dimensiones; en definitiva, es el resultado final después de haber pasado la escultura de bulto exento al relieve, que es la segunda fase lógica de articulación: bulto exento, bulto en relieve (sistem a interm edio; m itad dibujo en el plano, m itad m odelado con tím ida intervención de la tercera dim ensión) y, finalm ente, la figuración en la superficie plana. Y en la técnica de los relieves de figuración im itativa del n atu ral hem os de reseñar las m uestras muy representativas del G rand Abri de Laussel, relieves dedicados tam bién a la imagen de la m ujer, recogidos al parecer en estratos gravettienses. ' Debe de entenderse que nuestro propósito es determ inar la po­ sible prim acía de la escultura como el principio de las fórm ulas expresivas del arte paleolítico. Esto no quiere decir que, a través de su largo recorrido, el procedim iento escultórico carezca de_representatividád en pleno auge del arte parietal dibujístivo-pictóri-co, como lo dem uestran por ejemplo los m agníficos relieves de los uros de Bourdeilles o el gran friso de los caballos de Cap-Blanc, o la p areja de bisontes de Tuc d'Adoubert. ' Volviendo a los relieves de Laussel, en la «M ujer del cuerno» se observa una técnica de modelado sem ejante a la de las figuritas exentas, m as el contorno aparece profundam ente excavado. La m u­ je r que sostiene una especie de cesta de pelotari, tiene el relieve muy carcom ido, habiendo perdido toda sutileza de m odelado. En la visión frontal de las figuras es posible que aún prosiga la fórm u­ la tradicional de las estatuillas de bulto exento, para poder deter­ m inar con claridad el triángulo púbico. Recordemos a este propó­ sito las dificultades que se le presentaron al a rtista de la cueva de Llonín, en su intento figurativo de la m u jer en un solo plano, al dibujarla de perfil (situación más fácil), que le obligó a colocar la vulva totalm ente de frente. Una técnica de grabado muy tosca, de surco anchísim o y pro­ fundo qué recuerda alguno de los ejem plos de La Ferrassie, es la de la plaqueta con dos figuras femeninas de Term e-Pialat (Dordoñá), datada en el gravettiense. . !' •i''E s-c u rio so observar cómo en estas prim eras figuraciones en bajorrelieve él tem a sigue siendo el de la m ujer, circunstancia que ARTE PARIETAL PALEOLITICO OCCIDENTAL 1 .0 7 1 tam bién se da en las^ representaciones ab stra c ta s'c o n la form ula­ ción de signos vulvares. Y ello hace pensar en la continuidad de un ideal simbólico profundam ente arraigado y que vive los prim e­ ros tiem pos de representación cultual casi con exclusividad. ~ 1 ■ La siguiente experiencia en el arte parietal es la del grabado. Se realiza en línea única de surco bastante ancho y profundo, sin sutilezas ni m atices de movimiento. Con este sistem a hay represen­ taciones zoom órficas en las que sum ariam ente se dibuja el contorno de la cabeza, la línea cérvicodorsal, la parte an terio r del cuello, parte del pecho y, a veces, la tím ida iniciación de una de las patas. Ejem plos de este tipo de representación parietal los tenem os en la región cantábrica en la «Cueva de Chufín» (S antander) (fig. 4), es­ tim ados como gravettienses por el profesor Almagro6 y considerán­ dolos como uno de los ejem plos más antiguos del arte cuaternario. Tam bién la cueva de Chufín presenta la novedad de incluir los dos tipos de santuario: el exterior y el interior. H asta el descubrim ien­ to de la cueva de Chufín, sólo había en España como m uestras de con i untos exteriores los de las cuevas de Hornos de la Peña (San­ tander) y V enta de la Perra (Vizcaya). Almagro Basch paraleliza los tres conjuntos. Con posterioridad tuvo lugar en A sturias el im­ portante "hallazgo del Abrigo de la Viña con un extraordinario y extenso conjuntó de grabados de características sem ejantes a los de Chufín. En el"«Gran muro» de la cueva de «La Peña», de San Román de Candamo', tam bién en Asturias, hay varios grabados que se integran dentro del mism o grupo anterior. Nos queda p o r re­ co rd ar #que a la izquierda de la entrada de «Hornos de la Peña» hay una figura de caballo profundam ente incisa (fig. 5), que H. Breuil com paró reiteradam ente por su similitud, con la figura tam bién de caballo grabado en un om óplato del mismo anim al, hallado en un nivel auriñaciense de la cueva. Por últim o, y en relación nuevam ente con 'el conjunto de la cueva de Chufín, hem os de m encionar dos figuras pintadas en co­ lor rojo claro, desvaído, que representan toscam ente un toro y un caballo (fig. 6). Considero que estas figuras pueden ser uno de los prim eros intentos de llevar a cabo la p intura parietal de im itación figurativa, y con ellas la ^ m u je r de Llonín» y las cabecitas de ¿cá­ pridos? pintadás en la com unicación de la cueva^«Tito Bustillo» con la de la «La Moría», o r«Lloseta». — ' ' f>) A l m a g r o B a s c h , M artín: “Las pinturas y grabados rupestres de la* Cueva v de Chufín-Rielones (Santander)”. Instituto Español de Prehistoria. Madrid, 1973. ~ 1 .0 7 2 MAGIN BERENGUER ALONSO D entro del mism o tipo de grabados y ya fuera de la región cantábrica, incluiríam os algunos ejemplos como un bisonte de Montespán (Alto Garona); figuras femeninas de perfil de Les Combarelies (D ordoña) (fig. 7); un bisonte con la cornam enta en perspec­ tiva retorcida, uro y caballo en Le Gabillou (Dordoña); cabras en Gargas (Altos Pirineos) (fig. 8); caballos y cabras en Pair-non-Pair (Gironde); tres cabras y un ciervo en E rbou (Ardéche), etc. Todas estas form ulaciones creemos que se pueden considerar com pren­ didas en el ciclo auriñaco-perigordiense del profesor Jordá, o Estilo I del profesor Leroi-Gourhan. Del tiem po de estos grabados hay tam bién m uestras pictóricas en las que, aparte de las ya citadas en la región cantábrica, men­ cionarem os, a modo de ejemplo, el ciervo en línea rojo oscuro, solam ente representado po r la cabeza y línea cérvico-dorsal, en Pech-Merle (Lot); macho cabrío en color rojo de línea desvaída señalando solam ente la cabeza, el dorso y p arte an terio r del cuello, en Cougnac (Lot); cornam enta de ciervo, ciervo y caballo de Le Portel (Ariége); cabezas de caballo en El Pindal (Asturias); en la galería A de La Pasiega (S antander) (fig. 9), caballo y ciervo..., etc., pues seguiría una larga lista. D ispuestos a seguir el camino de la evolución, podríam os consi­ derar el tipo de grabado que anlaza con el reseñado y que tiene características de incisión de línea seguida m enos profunda y más fina que los anteriores, rara vez con repetición de trazos, y en la pintura, la línea tam bién seguida, menos ancha y m ás fina, en color rojo o negro. O tra nota im portante es que, tanto en el gratíado co­ mo en la p intura, los animales se representan con una sola pata adelante y o tra atrás; es decir, no se representan las cuatro patas en perspectiva, seguram ente po r dificultades en la práctica expre­ siva, insuficiente aún p ara la m odalidad del trab ajo sobre soporte plano. Sin em bargo la línea va haciéndose sensible en los movi­ m ientos dibujísticos. A modo de ejem plo de esta etapa, citaré, en los grabados, caba­ llos en Pair-non-Pair (Gironde) (fig. 10), con línea ventral muy abom bada y la dorsal hundida, y un bisonte, que tam bién tiene la línea ventral exageradam ente abultada con el m ayor pronuncia­ m iento hacia la zona posterior. En La Gréze (Dordoña), un bisonte; bisontes en M ontespán (Alto Garona); cierva en Istu ritz (B ajos Pi­ rineos); cierva y cabras en Ebbou (Ardéche), etc. En p in tu ra de esta etapa hemos de m encionar caballo y vaca de línea ventral abultada en La Pileta (Málaga) (figs. 11 y 12); un bison­ te en Echeberriko-K arbia (Bajos Pirineos); caballos en Istu ritz (fig. ARTE PARIETAL PALEOLITICO OCCIDENTAL 1 .0 7 3 13); en M arcenac (Lot), caballo; bisonte en Bedeilhac (Ariége); bi­ sonte y caballo en Santim am iñe (Vizcaya) (fig. 14); caballo de la ga­ lería 3 de Le Portel; en Altamira, bisonte en línea negra de la sala D y caballo, tam bién en línea negra, de la galería profunda; en PechMerle (Lot), caballos, bisonte, m am uts y antílopes, etc. Todos es­ tos ejem plos y, naturalm ente, m uchos más, creo que podrían ser clasificados dentro de un gravetto-solutrense inferior. A la etapa que com prende desde el Solutrense medio h asta el M agdaleniense medio, corresponde al gran arte parietal paleolítico. En el Solutrense medio entiendo que el grabado se m anifiesta con surco y delincación de una gran sensibilidad, haciéndose sum a­ m ente expresivo y, aunque m antiene la línea seguida, dentro de ella form ula gruesos y finos con precisión caligráfica, allí donde lo re­ quiere el dibujo, reforzando con pequeños trazos algunos contornos. Por o tra parte, recoge detalles tales como los párpados, agujeros de la nariz, m ovim iento de la boca y de toda la figura, pezuñas, pelo, etc., y, p o r supuesto, están plenam ente incorporadas las cuatro pa­ tas a las figuras. En la cueva de Llonín (A sturias) hay varios ejem plos de este tipo de grabados. Son los que en mi trab ajo sobre dicha cueva7 describo como «de líneas simples, ligeram ente repasadas en algún detalle» (figs. 15-16 y 17). En las cuevas de «La Peña de Candamo», «El Buxu» (fig. 18), «Tito Bustillo» (fig. 19), etc. (A sturias), hay tam bién, entre otros, este tipo de grabados. En Gargas (Altos Piri­ neos) una de las figuras de cabra (fig. 20), patas anteriores de un caballo, o tra figura b astante com pleta de caballo; en Lascaux, una cabeza de ciervo; en Teyjat (Dordoña), grupo de vacas y toro; en Les Com barelles (D ordoña), caballo; en Roufignac (D ordoña), con­ ju n to de caballos y m am uts. En Le Tuc d'A udoubert, cabeza de bi­ sonte; en Trois-Fréres (Ariége), cabeza de gran bisonte, etc. La p in tu ra p arietal de este m om ento recoge gran p arte de las representaciones form uladas en línea negra, incorporando al dibujo de las m ism as rasgos com plem entarios de un carácter m ás relacio­ nado con la pintura. Así tenemos en Las M onedas (S antander) la figura de caballo y reno (fig. 21). En El Pindal (A sturias), reno o ciervo del panel del fondo; en «La Peña de Candamo» (Asturias), caballo del «Camarín» (fig. 22); en Niaux (Ariége), ciervo y caballo del panel IV, y bisonte con el eje longitudinal perpendicular al sue­ lo; en Le Portel (Ariége), varios caballos, en alguno de los cuales ") B e r e n g u e r A lo n so , Magín: Obra cit. 1 .0 7 4 MAGIN BERENGUER ALONSO se dibuja tam bién la línea del m anteado; en Rouffignac (Dordoña), pareja de cabras y m am uts; en Lascaux, ciervos de la entrada, etc. D entro de la etapa Solútreo-magdaleniense, el grabado se define con una técnica de surco fino y superficial de rayado m últiple que busca una fórm ula dibujística con claroscuro p ara definir zonas claras del pelaje e incluso —por medio de ese claroscuro— el mo­ delado anatóm ico de la figura, intenciones éstas que Jo rd á Cerdá puso de m anifiesto ya en 1957 refiriéndose en térm inos generales a las m uestras del grabado cuaternario de este tip o 8. La intencio­ nalidad del claroscuro queda bien m anifiesta, pues la viveza de los tonos claros es resaltada por el abundantísim o rayado sobre la pie­ dra que, en m uchos casos, está entintada suavem ente de color rojo en los fondos y, si no lo está, siem pre tiene una p átin a más oscura que al ser rayada desaparece, aum entando esta riqueza de m atices la propia proyección de las som bras que producen los surcos de las finas y m últiples líneas grabadas. ~ ' Almagro Basch, en el estudio de los grabados en om óplatos de la cueva de El Castillo9 (fig. 23), nos da a conocer un muy com pleto repertorio de este tipo de grabados, que se herm anan de form a gfemela con los de técnica sim ilar en los parietales de dicha cueva de El Castillo (fig. 24) y de la de Altámira (fig. 25). Asimismo con­ tam os con varios modelos exactam ente iguales en la «Cueva de Llonín» (figs. 26-27-28). Todos ellos están bien datados en un solú­ treo-m agdaleniense10. Además de en las cuevas antedichas, tenemos esta técnica de grabado representada en el «Gran parietal» de la cueva «Tito Bustillo»; en dos renos y un caballo de Les-Trois-Fréres (Ariége) y en otras varias. La técnica en pin tu ra correspondiente a esta etapa, se definiría por el em pleo del color de tal form a que, aparte de delim itar la silueta del anim al en línea seguida, rellena con líneas sueltas —co­ mo si se practicara tam bién una especie de rayado en color— las zonas de cam bio de claroscuro, el pelo, y detalles de ojos, nariz, etc., así como una línea de m anteado, sobre todo en los caballos, que se define en form a de M, a veces suavizando en curva sus ángulos. Tendríam os tipos con estas fórm ulas en Santim am iñe (Viz- 8) n) J o r d á C e r d á , F . : ’’A lt a m ir a , c u m b r e d e l A r t e P r e h i s t ó r i c o ” . I n s t it u t o E s p a ­ ñ o l d e A n t r o p o lo g ía A p lic a d a . M a d r id , 1968. A l m a g r o B a s c h , M a r t í n : “L o s o m ó p la t o s d e c o r a d o s d e la C u e v a d e E l C a s ­ t i l l o ” . T r a b a j o s d e P r e h i s t o r ia . B o l. XXXIII. M a d r id , 1976.i° ) B e r e n g u e r A l o n s o , M a g ín : O b r a c it. ARTE PARIETAL PALEOLÌTICO OCCIDENTAL 1 .0 7 5 caya) (fig. 29) én los bisontes del panel central; en Niaüx (Ariège) (figs.’30 y 3l),r còri'la cabra del panel III, lòs bisontes d é los pane­ les II y III y en el caballo dèi panel III; en Le Portel (Ariège), el caballo de la galería III; en Font-de-Gaume, una vacá, etc. A continuación llega là excelente fase p ictórica'derm agdaleniense medio, que'hu n d e sus raíces en el antiguo y se extiende hasta el reciente. En este! estadio tendríam os como más representativos los grandes conjuntos de Altamira, Láscaux y Tito Bustilló, en sus figuracionés sobresalientes. ' " -^ f '^ v ' ? Lá^ m ancha pictórica se ha hecho más generosa invadiendo la superficie de la s'fig u ra s con sutilezas de fundidos de color,^polícróm íá, claroscuros, etc.; los tam años se hacen m ayores "y todo parece indicar que la técnica junto á la sensibilidad han" alcanzado su ápice, trasluciendo, en cierto modo, el disfrute que los artistas debieron de experim entar en esta labor creativa, ju n to con la se­ riedad y trascendencia de las exigencias cultuales. A p a rtir de esta gran m eta alcanzada, el arte parietal en trará en un período de decadencia tornando a la m onocrom ia, general­ m ente negra, esquem atizándose y llegando o tra vez a fórm ulas abs­ tractas. O tra faceta técnica en el arte parietal paleolítico es la com bina­ ción del grabado con la p intura en una m ism a figuración. En oca­ siones son grabados com pletos —bien en surco único o bien en surco m últiple— , los que son «tocados» en algunas zonas o deta­ lles con el color. O tras veces es el grabado previo, sobre el que se pinta com pletam ente la figura y, en otros ejem plos, es el grabado el que se superpone a la pintura. Estas com binaciones de grabado y pin tu ra juntos en una mism a figuración, no son frecuentes con exceso pero sí se dan. La determ inación cronológica de esta fórm ula expresiva no es fácil, pues es muy posible que el grabado y pintura, en su m ayoría, no se correspondan en el tiem po de su realización. * * * Contem plando en su conjunto el nacim iento v desarrollo del arte paleolítico parietal conform e a nuestra exposición, apreciam os una escala gradual, perfectam ente m atizada, que comienza con unos acentos secos y rotundos aún sometidos a la escultura, excavados en la piedra, cargados de un fuerte claroscuro real, m otivado p o r los efectos del relieve. 1 .0 7 6 MAGIN BERENGUER ALONSO Tras este efectismo descarnado se suavizará el surco y sensibili­ zará la línea haciéndose más ligera y graciosa, m arcando los carac­ teres, el gesto expresivo, la m irada, el movim iento, etc. H a llegado el dibujo dom inando las dificultades de reflexión sobre el soporte plano y, detrás de él, el claroscuro com pletando, agilizando, hacien­ do más trasparentes y sensibles las figuraciones; haciéndolas «mo­ verse» po r los grandes parietales. Ya no son las figuras atadas, entum ecidas, secas y pasm adas en la piedra. Finalm ente, con el empleo de todos los recursos de la pintura, llegamos a esa etapa final asom brosa, donde el arte parietal se com pleta plenam ente porque, en ese magnífico y últim o exponen­ te, entran en juego las tres fórm ulas que com ponen el arte sobre la superficie plana: el dibujo, el claroscuro y el color. ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS (*) POR ANTONIO LUCAS MARIN Los estudios em píricos sobre la satisfacción laboral son todavía escasos en E spaña, aunque en los últim os años se han realizado diferentes investigaciones sobre el tem a siguiendo pautas ya esta­ blecidas en otros países (1). El objetivo aquí propuesto es, por una parte, hacer algunos com entarios teóricos que nos puedan ir ayu­ dando a clasificar el concepto de satisfacción en el trab ajo , y, por otra, m o stra r los resultados de una investigación em pírica realiza­ da en A sturias, que in ten ta darnos una idea de la satisfacción la­ boral subjetiva de sus habitantes. (*) Deseo agradecer la ayuda prestada en la recogida de datos por los alumnos de 3.° curso de la E.U.E. Empresariales de la U niversidad de Oviedo. Especialm ente debo destacar la colaboración de Francisco F em ando González Valdés, sin cuya ayuda hubiera sido difícil la ter­ m inación de este trabajo en su parte empírica. (1) K o r m a n : Psicología de las organizaciones, Madrid, Marova, 1978, págs. 165-172. Un ejem plo de investigación por el m étodo comparativo con uti­ lización de índices y realizado en España, donde se confirman m uchas de estas conclusiones: A. L u c a s : “Una aproximación sociológica al estudio de la satisfacción en el trabajo en la provincia de Santander”, R.E.I.S., n.° 13, 1981, págs. 65-100. Otros estudios em píricos sobre la realidad española: J. C a s t il l o C a s t i l l o : “Satisfacción con el trabajo de los trabajadores andaluces”, Anales de Sociología, núms. 4 y 5, 1969, págs. 189-199; A. de M i g u e l y otros: Inform e Sociológico sobre la situación social de España, 1970, Madrid, Euroamérica, 1 .0 7 8 DR. ANTONIO LUCAS MARIN I. SUPERAR UN ENFOQUE IDEOLOGICO Vamos a referirnos, prim eram ente, a algunos planteam ientos teóricos que se mueven en el entorno del estudio de la satisfacción en el trabajo, pero que consideram os pueden a p a rta r de un tra ta ­ m iento sociológico, aunque su com prensión nos ayudará a precisar más el cam po en que nos movemos. Nos centrarem os en unos co­ m entarios sobre el concepto de alienación, que con frecuenca se utiliza superficial e im propiam ente confundiéndolo con el térm ino insatisfacción. E l'em pleo del térm ino alienación en el cam po de la Sociología Industrial tiene sus orígenes en las aportaciones de diferentes autores m arxistas. En efecto, la teoría m arxista de las clases socia­ les se basa en el concepto de alienación, el enajenam iento o extra­ ñam iento que existe entre el hom bre y el producto de su trabajo. El hom bre, en este esquema considera lo que produce como algo extraño a sí, pues ha sido hecho propio por otros, propietarios de los medios de producción. Se ve, por tanto, siguiendo los pasos de Rousseau, una definitiva disociación entre el hom bre y la n atu ra­ leza, como consecuencia de la propiedad privada. El am biente intelectual del concepto de alienación viene dado en la herencia de la filosofía hegeliana, donde desem peña un papel fundam ental. Pero en Marx hay una m aterialización del concepto, al referirlo* a posibles personas concretas, a obreros-y a em presa­ rios. En este sentido, com enta, acertadam ente Aron en su estudio de la teoría m arxista: «la alienación im putable a la propiedad priva­ da de los instrum entos de producción se m anifiesta en que el tra­ bajo,-actividad esencialm ente hum ana, que define la hum anidad del hom bre, pierde sus características hum anas, porque ya no es para los asalariados más que un medio de existencia. En lugar de que el trab ajo sea la expresión del hom bre mismo, se ve degradado a la condición de instrum ento de medio de vida.» (2). Pero p ara la com prensión profunda del proceso de alienación y de su evolución, tal y como es entendido por los m arxistas, es necesario tener en cuenta que en el curso de toda su vida Marx conservó en el tran s­ fondo estos tem as filosóficos. El análisis de la econom ía capitalista 1970t págs. 1.067-1.069; V. P e r e z D í a z : “L os obreros españoles ante la empre­ sa en 1980”, Papeles de Economía Española, n.° 7, 1981, págs. 282-309; J. F. Tez a ñ o s : “Satisfacción en el trabajo y sociedad industrial”, R.E.I.S., n.° 22, 1983, págs. 27-52. (2 ) Raymond A r o n : Las etapas del pensam iento sociológico, Buenos Aires, Siglo XX, 1980, vol. 1, p. 21 0 ...... ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS GRAFICO Indices de satisfacción 1 general por sectores. G R A F IC O 2 In d ic e s de satisfacción general por sexos. 1 .0 7 9 1 .0 8 0 DR. ANTONIO LUCAS MARIN era p ara Marx el análisis de la alienación de los individuos y las colectividades, que perdían el dominio de la propia existencia en un sistem a som etido a leyes autónom as. La crítica de la econom ía capitalista era al mism o tiempo la crítica filosófica y m oral de la situación im puesta al hom bre por el capitalism o (3). En definitiva —en versión m arxista m oderna— , el vago m a­ lestar que puede apreciarse en nuestra época, experim entado his­ tóricam ente como alienación o extrañam iento del hom bre de su propia naturaleza y de la realidad que le rodea, tiene su exacto sentido en la separación en el obrero, que caracteriza la sociedad capitalista, de la propiedad y el control de los m edios de produc­ ción. El obrero está alienado porque ha sido despojado del pro­ ducto de sus m anos p o r el capitalismo, al que ha vendido su fuerza de trabajo. Pero esta visión del hom bre, planteada con frecuencia como científica, no deja de tener una fuerte carga valorativa. Como ha sido erconocido más recientem ente al indicarse que la aliena­ ción es una categoría ideológica, que pertenece al análisis de la ideología, p o r lo que toda tentativa de objetivizar esta palabra, de captarla como objeto designado y no como esta designación m ism a, lleva a ocultar totalm ente las estructuras positivas del ob­ jeto de la ciencia. En consecuencia, que el fracaso del tratam iento sociológico de la alienación es su m ejor suerte (4). Los intentos de am pliar el concepto m arxiano de alienación para in ten tar su utilización sociológica han ido paralelos a las pro­ puestas encam inadas a perm itir el contraste em pírico. Y han venido fundam entalm ente po r tres caminos: el existencialista, el culturalista y el positivista. En prim er lugar, algunos autores em paren­ tados con la filosofía existencialista han intentado perm ear la alienación en el ám bito de otros conceptos como el apoliticism o, el desajuste, la anom ía o el aislam iento que caracterizan al hom bre industrial; pero los resultados no han dado lugar a estudios con­ tra s ta b a s (4). En segundo lugar, está la am pliación cultural del concepto, al referir la alienación al ám bito de la relación necesaria entre m edios y fines, considerándola como carencia de los medios institucionales convenientes para la consecución de los bienes cul­ turales; este intento, que habría que considerar dentro de la escuela (3 ) Ibidem , p . 2 11. (4) J. F. T e z a ñ o s : Alienación, dialéctica y libertad, Valencia, Eduardo Torres, 1 9 7 7 , p. 21. Cfr. Igor K o n : “El concepto de la alienación en la socie­ dad m oderna”, en La alienación como concepto sociológico, Buenos Aires, Ed. Signos, 19 7 0 , p. 87. ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS GRAFICO 3 Indices de satisfacción general por antigüedad. 1 .0 8 1 1 .0 8 2 DR. ANTONIO LUCAS MARIN funcionalista, tiene todas las dificultades señaladas en su m om ento al análisis estru ctu ral funcional (5). En tercer lugar, hay una am ­ plia corriente form ada por los que ponen el acento en la situación psicológica del individuo, buscando diferentes dim ensiones de esta situación que puedan ser objeto de medición directa (6); a esta nueva concepción de la alienación no puede negarse sus posibili­ dades em píricas, aunque sí su validez teórica pues lo que se intenta añadir es muy probable que esté im plícito en el térm ino insatis­ facción. Especial interés tienen estas propuestas positivistas de utilizar el térm ino alienación en la sociología em pírica, que provienen del ám bito cultural norteam ericano, y que m antienen fuertes influen­ cias psicológicas. En los orígenes de este m ovim iento se ha señalado a Melvin Seeman, en su distinción de cinco aspectos integrantes de una visión m ultidim ensional de la alienación: im potencia, falta de significado, anom ía, aislam iento y autoextrañam iento. Sobre cada uno de estos aspectos se considera que es posible elaborar unas escalas que han servido de punto de p artid a para num erosas investigaciones em píricas. El tratam iento es, p o r tanto, considerar m ás bien la alienación como insatisfacción, es decir, como im posi­ bilidad de conseguir los resultados buscados. Con todo lo dicho, hay que destacar tam bién los intentos re­ cientes de m antener el térm ino alienación en las ciencias sociales por el lado del estudio de las condiciones objetivas de trabajo, que hay que considerar como resultado de la experiencia histórica de un determ inado sistem a de relaciones de producción. E sta dim en­ sión estru ctu ral de la alienación es la considerada realm ente im­ p ortante p o r los neorrevisionistas m arxistas, que creen que debe prescindirse en la práctica de la consideración del estado psicoló­ gico del individuo, m ero reflejo del sistem a de valores dom inante. En este esquem a —como en el inicial de Marx— estam os muy probablem ente yendo más allá de una consideración sociológica, pues como nos ha señalado Castillo Castillo: «El concepto de alienación en el pensam iento de Marx y de los revisionistas adop­ ta una dim ensión esencialm ente ética... En consecuencia es un concepto que se sitúa en el dominio de los juicios de valor, cuyo (5) Robert M e r t o n : Teoría y Estructura sociales, Madrid, F.C. Económi­ ca, 1964, págs. 140-201. Cfr. A. L u c a s : Fundamentos de teoría sociológica, Ma­ drid, Tecnos, 1986, pp. 163-166. (6) M elvin S e e m a n : “On the meaning of alineation”, en A.S.R., vol. 24, n.° 6, 1959, pág. 783-791. ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1 .0 8 3 contenido no puede ser aprehendido po r asépticos conceptos operacionalm ente definidos» (7). En definitiva, el concepto m arxiano de alienación ha servido al mism o tiem po p ara denotar una clase de fenómenos y p ara expresar un juicio de valor sobre ellos. Si querem os seguir utilizándolo, se hace necesario establecer dos niveles de análisis: el objetivo, que G R A FICO Indices de s a t i s f a c c i ón por 5 e da d . m ás en consonancia con un esquem a ideológico se dedica al estu­ dio de las relaciones de poder, y el subjetivo, que h a acabado en el estudio de la valoración de las personas incluidas en la relación de trab ajo y que incide esencialm ente con el estudio de la satis­ facción en el trabajo. (7) J. C a s t i l l o C a s t i l l o : “Problemática del estudio em pírico de la alie­ nación en el trabajo”, en J. J. C a s t i l l o : Para acabar con la alienación, op. cit., p. 175. 1 .0 8 4 DR, ANTONIO LUCAS MARIN Para estu d iar em píricam ente la satisfacción laboral, sus posibles com ponentes y la estru ctu ra en que se organizan estas distintas partes, se ha acudido a tres m étodos que cubren lógicamente las posibilidades de acercarse al problem a: 1. El m étodo directo o de análisis de las actitudes expresadas, de las alegrías y de las quejas; 2. El m étodo indirecto, fundado en el análisis de los buenos y m a­ los recuerdos; 3. El m étodo com parativo, que profundiza en el tem a m ediante el análisis de las situaciones resultantes a diferen­ tes niveles en función de algunas variables individuales y sociales. Las dificultades de cada método han sido ya claram ente expre­ sadas (8). En el estudio empírico que hemos hecho de Asturias —cuyos datos ofrecemos a continuación— se ha procurado conju­ gar el m étodo directo con el com parativo, para soslayar algunas de las críticas evidentes, asumidas por el m étodo directo. Con este trab ajo se pretende dar una visión de la situación actual de la satisfacción subjetiva con el trab ajo en Asturias. El estudio es paralelo a otro con sim ilar m etodología, ya publicado, realizado en C antabria. Hemos realizado 612 encuestas, repartidas po r toda Asturias. Para la recogida de los datos hem os em pleado la entrevista personal, preguntando, en prim er lugar, a cada uno de los encuestados: sexo, edad, antigüedad en la em presa, catego­ ría profesional; com plem entando estos datos con: el tam año de la em presa, sector productivo a que pertenece y la zona en que se halla enclavada. En segundo lugar, se solicitó del encuestado que indicara su grado de satisfacción (MUY; BASTANTE; POCO; NADA) con su salario, tipo de trabajo, em pleados dependientes, jefes o superiores, com pañeros y organización del trabajo; y se term inó pidiéndole su grado genérico de satisfacción en el trabajo. El análisis de los resultados lo hacemos fundam entalm ente me­ diante la construcción de unos índices de satisfacción, que nos reducen y ponderan las respuestas, al intervalo 0-1, con un signi­ ficado exclusivamente ordinal (9). Las variables utilizadas en el (8) A. L u c a s : Sociología de la Empresa, Madrid, Ibéricc-Europea, 1984, págs. 214-218. (9) Ibídem , págs. 220-225. Las ciencias sociales, en su intento de buscar procedim ientos cada vez más exactos, han procurado por todos los medios cuantificar sus resultados, de una manera que pudieran establecer compara­ ciones en la intensidad y generalidad de los procesos estudiados. Así nacieron los índices sociales como un paso adelante en la metodología sociológica. En la práctica y en el campo de la ratisfacción laboral, la elaboración de índices se ha basado en la administración individual de un test, donde todos los miembros del grupo se definen en una escala acerca del grado de satis- ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1 .0 8 5 trabajo son las siguientes: sectores (prim ario, secundario y ter­ ciario); sexo; años de antigüedad en la em presa (9 colum nas agru­ padas de cinco en cinco años); profesión (agricultor, pequeño co­ m erciante, peón, em pleado, obrero cualificado y técnico); zona .■r • - • : G R A F IC O 6 ' >1 u ; Indices de satisfacción general por profesiones. facción sentido con cada uno de los aspectos determinados del trabajo. En esta escala, a cada uno de cuyos peldaños se concede una ponderación, para formar el índice en función de los porcentajes de los miembros del grupo que se consideran incluidos en cada peldaño o subgrupo. Si ponderamos, por ejemplo, como 3 al subgrupo de los m uy satisfechos, que formarán un porcentaje M; 2 a los bastante satisfechos, con porcentaje B ; 1 a los poco satisfechos, con porcentaje P ; y 0 a los nada satisfechos, en un porcentaje N. El índice obtenido sería: M .3+ B .2 + P.1 i — —------------------------, donde M + B + P + N = 100 300 ... .. " El valor del índice calculado oscilará entre 1 y 0, sin tener 0’5 significación estadística. DR. ANTONIO LUCAS MARIN 1 .0 8 6 (Gijón, Oviedo, Avilés, Cuenca Minera y las otras poblaciones que agrupam os en el «resto»); edad (6 columnas agrupadas de diez en diez años) y tam año de la em presa (pequeña, m ediana y grande). N uestro intento de analizar em píricam ente la satisfacción la­ boral en A sturias se realizará progresivam ente, con base en los re­ sultados de la encuesta efectuada. Dado que la encuesta nos da una gran cantidad de datos, nos fijarem os en una prim era aproxima- GRAFICO 7 Indices de satisfacción general por el tamaño de la empresa. ción sólo en la satisfacción general m anifestada p o r los encuestados, que m anejarem os a efectos em píricos m ediante los índices elaborados y que podrem os estudiar en función de las diferentes variables de análisis elegidas. En segundo lugar, centrarem os nues­ tra atención en cada uno de los diferentes aspectos de la satisfac­ ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1 .0 8 7 ción que se consideran en la encuesta (salario, tipo de trab ajo , jefes, subordinados, com pañeros y organización). Señalarem os com ­ parativam ente el valor de los distintos índices globales y podrem os ver incluso la influencia en cada uno de estos aspectos de las va­ riables objeto de estudio. Al final procurarem os hacer unas consideraciones que nos sir­ van a m odo de conclusión de esta investigación. II. ESTUDIO DE LA SATISFACCION GENERAL EN ASTURIAS Vamos a estu d iar el grado de satisfacción general de los habi­ tantes de la región astu rian a en función de las variables ya dichas. P ara ello, en esta prim era aproxim ación nos fijam os exclusiva­ m ente en la últim a fila de los cuadros que aparecen a continuación y cuyos índices representarem os gráficam ente en un diagram a de barras. Los dem ás aspectos de la satisfacción (salario, tipo de tra ­ bajo, etc.) serán analizados posteriorm ente. V eremos tam bién la satisfacción asturiana com parativam ente con la de C antabria, según los datos que tenemos. El punto de p a rti­ da es un grado sim ilar de satisfacción general (0,57 en A sturias y 0,54 en C antabria). 1. LA SATISFACCION GENERAL POR SECTORES PRODUCTIVOS Siguiendo los tres sectores económicos clásicos considerados po r Colin Clark, puede observarse claram ente en el Cuadro 1 que el m ayor índice de satisfacción general en Asturias corresponde al sector terciario (0,62), m ientras en el prim ario y secundario, a pe­ sar de no e sta r lejos de éste, se está po r debajo del índice global (0,57). Los niveles m ás altos de satisfacción aparecen en Asturias con los com pañeros (0,76), m ientras que con el salario, con los su­ periores y con la organización del trab ajo son los niveles m ás bajos. Todas estas pautas son sim ilares a las de Santander, aunque allí en el sector prim ario hay una satisfacción ligeram ente superior (0,55). 1 .0 8 8 DR. ANTONIO LUCAS MARIN CUADRO 1 INDICES DE SATISFACCION POR SECTORES Número de encuestas 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 2. Salario Tipo de trabajo Subordinados Jefes, superiores Compañeros Organización trabajo Satisfacción general Primario Secundario Terciario Indice Global 138 123 351 612 0,38 0,66 0,68 0,53 0,79 0,34 0,50 0,49 0,58 0,62 0,43 0,72 0,48 0,52 0,53 0,65 0,55 0,56 0,76 0,60 0,62 0,49 0,64 0,59 0,53 0,76 0,54 0,57 SATISFACCION EN FUNCION DEL SEXO Como vemos en el Cuadro 2, la m uestra está com puesta po r m a­ yoría de hom bres, cosa lógica debido a que en la «población activa» la m ayoría de los trabajadores son hom bres, y no tuvim os en cuen­ ta el trab ajo de las am as de casa. CUADRO 2 INDICES DE SATISFACCION POR SEXOS Número de encuestados Hombres Mujeres Indice Global Número de encuestados 468 144 612 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 0,50 0,65 0,62 0,54 0,77 0,52 0,57 0,45 0,61 0,50 0,52 0,72 0,59 0,59 0,49 0,64 0,59 0,53 0,76 0,54 0,57 Salario Tipo de trabajo Subordinados Jefes, superiores Compañeros Organización trabajo Satisfacción general ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1 .0 8 9 Los resultados obtenidos en Asturias nos confirm an que la in­ fluencia del sexo en la satisfacción laboral no ha sido establecida de una form a clara y uniform e. En nuestro estudio vemos que en la satisfacción general las m ujeres tienen unos índices un poco más altos (como en C antabria y en otros estudios nacionales), al igual que en la organización del trabajo. Sin em bargo, en el resto de las cuestiones, con diferencias, hay una m ayor satisfacción de los hom bres; esto es contrario a lo sue ocurría en S antander, donde en todos los aspectos considerados, las m ujeres estaban más sa­ tisfechas que los hom bres. 3. LA SATISFACCION CON BASE EN LA ANTIGÜEDAD Los resultados p ara estudiar la satisfacción en función de la antigüedad los hem os agrupado en el Cuadro 3. En él se han con­ siderado períodos de antigüedad de cinco en cinco años, dando lugar a nueve colum nas. Al final, como siem pre, figuran los índices globales del total de la encuesta. El grupo de personas com prendido entre 31 y 35 años de an­ tigüedad nos ofrece la m enor satisfacción (0,44). Parece que hasta los 15 años de antigüedad la satisfacción es superior a la global, para b a ja r en los grupos de 16 a 35 años, y volver a subir a p a rtir de los 36 años. En los grupos de los com prendidos entre 6 y 10 años y el de m ás de 40 años de antigüedad se dan los índices de satisfacción m áxim a (0,60). La conclusión que sacamos es que en Asturias, p ara las personas entrevistadas entre los 16 y los 35 años de antigüedad en la em pre­ sa, nos encontram os con un notable bajón en la satisfacción laboral, p ara luego volver a subir. Los resultados obtenidos en C antabria son diferentes, pues allí la satisfacción m ínim a se da en el grupo de m enor antigüedad y la máxima en los que tienen más de 41 años, m ientras que los grupos interm edios oscilan por encim a y po r de­ bajo de la global. 4. LA SATISFACCION SEGUN LAS ZONAS Hemos dividido la geografía asturiana, como se ve en el Cua­ dro 4, en cinco zonas, en función de los núcleos de trabajo. Y es en la zona central (Oviedo, Gijón y Avilés) más industrializada don­ de se han hecho la m ayoría de las encuestas. DR. ANTONIO LUCAS MARIN 1 .0 9 0 de encuestados Salario Tipo de trabajo Subordinados Jefes, superiores Compañeros Organización trabajo Satisfacción general Número 1. 2. 3. 4. 5. 7. 6. CUADRO DE SATISFACCION 3 POR ANTIGÜEDAD ;, 21-25 36 26-30 0,35 0,66 0,72 0,59 0,78 0,39 0,44 21 31-35 0,48 0,65 0,55 0,58 0,82 0,53 0,59 18 36-40 0,46 0,67 — 0,55 1,00 0,60 0,60 5 0,49 0,64 0,59 0,53 0,76 0,54 0,57 612 INDICES 16-20 35 0,54 0,58 0,74 0,53 0,81 0,49 0,53 Años de antigüedad 11-15 60 0,47 0,65 0,63 0,59 0,80 0,47 0,53 Indice Global 6-10 90 0,47 0,65 0,66 0,50 0,75 0,43 0,56 40 1-5 144 0,48 0,65 0,59 0,61 0,79 0,54 0,58 de 203 0,50 0,68 0,60 0,51 0,73 0,59 0,60 Más 0,51 0,61 0,50 0,73 0,74 0,58 0,59 f ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1.091 CUADRO 4 INDICES DE SATISFACCION POR ZONAS GEOGRAFICAS Zonas geográficas Número de encuestados 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Salario Tipo de trabajo Subordinados Jefes, superiores Compañeros Organización trabajo Satisfacción general Gijón Oviedo A vilés Cuenca Minera Resto Indice Global 132 103 100 137 140 612 0,50 0,69 0,75 0,58 0,84 0,75 0,71 0,49 0,59 0,41 0,48 0,68 0,50 0,57 0,45 0,59 0,44 0,45 0,74 0,42 0,50 0,40 0,68 0,69 0,55 0,80 0,46 0,51 0,51 0,62 0,62 0,59 0,76 0,53 0,56 0,49 0,64 0,59 0,53 0,76 0,54 0,57 Los resultados obtenidos señalan unas conclusiones evidentes a través del Cuadro 4 y de su correspondiente gráfico. Se nos m ues­ tra que en la satisfacción general la zona de Gijón tiene un índice alto (0,71), claram ente m ayor que el resto de Asturias. E ste m ayor índice de la zona de Gijón no es sólo en la satisfacción general, sino en todos los aspectos estudiados de la satisfacción, especial­ m ente con los com pañeros (0,84). Los índices m ínim os de satisfacción general los encontram os en Avilés (0,50) y en la cuenca m inera (0,51), coincidiendo Oviedo (0,57) con el global de Asturias. Llama tam bién la atención en el Cuadro 4 la b aja satisfacción existente en la zona de Oviedo en los diferentes aspectos de la satisfacción que hem os considerado, especialm ente en los m ás per­ sonales (con los subordinados, con los jefes y con los com pañeros), situándose en todos los casos po r debajo del índice global calcu­ lado p ara Asturias. 5. LA SATISFACCION ATENDIENDO A LA EDAD De form a sim ilar al análisis efectuado con la antigüedad, aun­ que en unos conjuntos más amplios, hemos agrupado los resultados de las encuestas de diez en diez años, considerando en total seis colum nas, la prim era de ellas con los encuestados de m enos de 20 años y la últim a con los de más de 61. DR. ANTONIO LUCAS MARIN 1.092 » CUADRO 5 SATISFACCIONPOR EDAD ' , 612 ¡ 4 0,49 0,64 0,59 0,53 0,76 0,54 0,57 DE 59 0,41 0,41 0,66 0,55 1,00 0,66 0,58 INDICES 31 a 40 138 0,50 0,69 0,66 0,58 0,79 0,54 0,56 Años 21 a 30 187 0,51 0,66 0,65 0,59 0,79 0,52 0,59 Indice Global Menos de 20 209 0,50 0,67 0,66 0,52 0,78 0,54 0,59 Más de 61 15 0,46 0,59 0,42 0,50 0,71 0,54 0,54 41 a 5051 a 60 Número 0,66 0,64 0,62 0,62 0,83 0,75 0,66 de encuestados 1. Salario 2. Tipo de trabajo 3. Subordinados 4. Jefes, superiores 5. Compañeros 6 . Organización trabajo 7. Satisfacción general ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1 :0 9 3 Siguiendo los resultados expuestos en el Cuadro 5, nos encon­ tram os con que el índice máximo es para el grupo de los m enores de 20 años (0,66) y un m ínim o p ara los que tienen entre 21 y 30 años (0,54), m ientras que los otros grupos oscilan en torno al índi­ ce global (0,57). La diferencia con Cantabria en esta variable es notable, pues allí el grupo de los de menos de 20 años era el más insatisfecho (0,46), quizás pueda influir en esta consideración la evolución creciente del paro en los últim os años; p ara los demás grupos de edad el índice de satisfacción calculado oscila alrededor del global. 6. LA SATISFACCION DE LAS CATEGORIAS PROFESIONALES Para estudiar la influencia de la situación profesional en la sa­ tisfacción hem os tom ado 6 denom inaciones en las cuales incluim os a toda la m uestra: agricultores y trabajadores del cam po, propie­ tarios de pequeños comercios, obreros y peones, em pleados, obre­ ros cualificados y técnicos. Los resultados obtenidos sobre la satisfacción en A sturias nos vienen dados en el Cuadro 6, que nos m uestra que el grado más alto corresponde a los técnicos (0,66), luego a los agricultores (0,62) y a los propietarios de pequeños comercios (0,60). Los obreros no cualificados son en esta provincia los que tienen un índice de satis­ facción global más bajo (0,47), prácticam ente el mism o que se encontró en S antander para el conjunto de todos los obreros. Sin em bargo los em pleados santanderinos —con un índice de 0,60— están en térm inos generales más satisfechos que los asturianos —con un índice de 0,52— . 7. LA SATISFACCION SEGUN EL TAMAÑO DE LAS EMPRESAS Para la clasificación po r el tam año de la em presa em pleam os la conocida tipología de em presas: pequeña (m enos de 100 personas), m ediana (de 100 a 500) y grande (más de 500). DR. ANTONIO LUCAS MARIN 1 .0 9 4 de encuestados Salario Tipo de trabajo Subordinados Jefes, superiores Compañeros Organización trabajo Satisfacción general Números 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. CUADRO 6 612 PROFESIONES Obrero 101 0,49 0,64 0,59 0,53 0,76 0,54 0,57 POR Empleado cualifi. 336 0,54 0,77 0,66 0,53 0,76 0,64 0,66 SATISFACCION Obrero peón 67 0,51 0,64 0,59 0,54 0,76 0,53 0,57 DE Propietario peq. comerc. 72 0,44 0,56 0,39 0,50 0,73 0,54 0,52 INDICE 28 0,42 0,55 0,61 0,55 0,76 0,43 0,47 Técnico Global 8 0,39 0,58 — — — 0,56 0,60 Agricultor 0,5 0,58 0,50 0,33 0,95 0,52 0,62 Indice 1.095 ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS CUADRO 7 INDICES DE SATISFACCION POR TAMAÑO DE LA EMPRESA Pequeña Mediana Grande Indice Global Número de encuestados 200 138 274 612 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 0,56 0,66 0,66 0,64 0,82 0,65 0,66 0,45 0,58 0,39 0,43 0,69 0,46 0,49 0,46 0,65 0,70 0,54 0,77 0,50 0,56 0,49 0,64 0,59 0,53 0,76 0,54 0,57 Salario Tipo de trabajo Subordinados Jefes, superiores Compañeros Organización trabajo Satisfacción general Nos encontram os aquí con que los obreros de las em presas me­ dianas son a nivel general los que tienen claram ente unos índices m enores de satisfacción (0,49); m ientras la pequeña em presa es la que tiene los índices más elevados (0,66), y la gran em presa está situada en una satisfacción interm edia entre las dos anteriores (0,56). Y esto es así tam bién en el resto de los aspectos de la sa­ tisfacción estudiados. En Santander, sin em bargo, los resultados del estudio parecían indicar una satisfacción m ayor en la em presa interm edia (0,62), seguida de la pequeña y en últim o lugar la gran em presa. III. D IFERENTES ASPECTOS DE LA SATISFACCION EN ASTURIAS Nos hem os referido anteriorm ente al carácter com plejo que tie­ ne la satisfacción en el trabajo, pues aunque podem os h ab lar de ella de una form a genérica, tam bién acudimos al estudiar su rea­ lidad a diferentes dim ensiones o aspectos de esta satisfacción. En el cuestionario utilizado distinguíam os los siguientes aspectos de la satisfacción: con el salario, con el tipo de trabajo, con los em­ pleados que dependen del entrevistado, con los jefes, con los com­ pañeros y con la organización del trabajo. Respecto a cada uno de estos aspectos podem os calcular unos índices globales que nos indiquen el grado de satisfacción de toda la m uestra. Estas m edidas de la satisfacción nos pueden servir en 1 .0 9 6 DR. ANTONIO LUCAS MARIN todo m om ento como punto de referencia p ara saber la influencia de las diferentes variables estudiadas, al d ar lugar a unos índices mayores o m enores que el global. En el estudio que vamos a hacer de cada uno de los aspectos de la satisfacción intentarem os conocer los cam bios de m agnitud de los índices según los valores de las variables y será el índice global el punto obligado de referencia. Pero antes vamos a mos­ tra r una com paración entre sí de los diferentes índices globales, que hemos puesto ordenadam ente en el Gráfico 8. GRAFICO 8 Indices globales de los diferentes aspectos de la satisfacción. Podemos ver que la máxima satisfacción en Asturias se da cla­ ram ente con los com pañeros (con un índice de 0,76), seguida de la satisfacción con el tipo de trab ajo (0,64); que el aspecto de m enor satisfacción es el salario (0,49), y que el índice global de satisfac­ ción general (0,57) se sitúa en este orden establecido, entre los ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS subordinados (0,69) y el correspondiente a la organización del tra ­ bajo (0,54). Si com param os estos resultados con los conseguidos en Canta­ bria, puede com probarse que en los dos sitios la m áxim a satisfac­ ción es con los com pañeros y la m ínim a con la organización del trab ajo y el salario. Igualm ente el índice de satisfacción con los subordinados y con el tipo de trab ajo es superior al global, y con los jefes y superiores inferior al global. Es decir, el índice global general de satisfacción es en Cantabria (0,54) inferior al asturiano, pero la estructuración de los diferentes aspectos es m uy sim ilar. Pasemos ahora a estudiar cada una de las dim ensiones de la satisfacción independientem ente. Para ello representarem os gráfi­ cam ente los valores que alcanza el índice de satisfacción en la dim ensión correspondiente para cada uno de los valores de las variables consideradas. 1. SATISFACCION CON EL SALARIO Todo lo referente al salario, contraprestación al trab ajo reali­ zado, encierra un entram ado de elementos de difícil com prensión y análisis. Puede decirse que la com plejidad del tem a hace que la determ inación de su cuantía dé lugar a num erosos conflictos, lle­ gando con frecuencia a unos sofisticados procedim ientos p ara el reparto de la m asa salarial. Sabemos que el térm ino encierra al m enos un triple significado: económico, psicológico y social. El salario da poder económico, es como una recom pensa al trab ajo realizado, y al m ism o tiem po da un status. Las respuestas que hemos recibido en nuestra encuesta a la pregunta sobre el grado de satisfacción con el salario las podem os plasm ar en el Gráfico 9, m ediante la elaboración de los correspon­ dientes índices. P ara hacer com paraciones con el índice global de­ bem os de tener en cuenta que el salario es el aspecto que obtiene la m enor satisfacción (Gráfico 8). Vemos que el índice más bajo de satisfacción con el salario está, en función de la antigüedad, en el grupo de los com prendidos entre 31 y 35 años (0,34), seguido del sector prim ario (0,38), de los pequeños com erciantes (0,39) (profesiones), de los habitantes de la cuenca m inera (0,44) (zonas) y de las personas m ayores (0,41), antes de jubilarse (0,34). El índice más elevado está en el grupo de los de edad inferior a 20 años (0,66), seguido de la zona de Gijón. 1.098 DR. ANTONIO LUCAS MARIN G R A FIC O 9 Indices üe s a ti s f a c c ió n con el s a la r i o . 0130 S ectores A:NTIGÍJEDAD 1. 2. 3. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. Primario. Secundario Terciario. S exo 1. 2. Hombres. Mujeres. 8. 9. De De De De De De De De De ZoNA P rofesión 1. Agricultor. 1 a 5 años. 1. Gijón. 2. Comerciante. 6 a 10 ” 2. Oviedo. 3. Peón. 11 a 15 ” 3. Avilés. 4. Empleado. 16 a 20 ” 4. Cuenca minera. 21 a 25 ” 5. Resto de Asturias. 5. Obrero cualificado. 6. Técnico. 26 a 30 ” E dad 31 a 35 ” T amaño 36 a 40 ” 41 y más. 1. Menos de 20 años. 1. Pequeña (menos de 2. De 21 a 30 ” 100). 3. De 31 a 40 2. Mediana (100-500). 4. De 41 a 50 ” 3. Grande (más de 5. De 51 a 60 ” 500). 6. De 61 y más. Si nos fijamos ahora en la influencia del salario y los valores de cada variable, tenemos que las mujeres asturianas que trabajan y han sido encuestadas están menos satisfechas que los hombres. En lo referente al tamaño de la empresa, hay una mayor satisfac­ ción en las pequeñas empresas, siendo la satisfacción en las media­ nas y grandes muy parecida. Si prescindimos de los agricultores, parece claro que el ascenso en la escala laboral viene acompañada de un crecimiento en el índice de satisfacción con el salario, cosa por otra parte que parece lógica. Con respecto a los sectores vemos que va aumentando la satisfacción al pasar del primario al secun- ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1.099 dario y de éste al terciario. Por zonas vemos que Gijón (0,60), Ovie­ do (0,49) y el resto (0,52) están por encima del índice global del salario, m ientras Avilés (0,45) y la cuenca m inera (0,40) se encuen­ tra n p o r debajo. Finalm ente, la variación de la satisfacción con la edad aparece oscilante, m áxim a en el grupo de edad inferior a 20 años, m ás b aja en el grupo de 21 a 30 años, para pasar a una situación sobre la m edia en los grupos de 31 a 60 años, y volver a b a ja r en los de 61 y más años, quizás ante la proxim idad de la jubilación. C om parando los resultados anteriores con los obtenidos en C antabria hay una coincidencia de pautas de satisfacción con el salario en cuanto a sectores productivos y a profesiones. E sta simi­ litud no está tan clara respecto a la antigüedad y la edad, que en am bas provincias presentan alternancias, aunque en C antabria no se da el alto grado de satisfacción con el salario de los m ás jóvenes que observam os en Asturias. El sexo y el tam año de la em presa dan lugar a pautas de satisfacción diferentes en las dos provincias. 2. GRADO DE SATISFACCION CON EL TIPO DE TRABAJO Los resultados obtenidos al m edir la satisfacción con el tipo de trab ajo en A sturias nos m uestran un índice global alto (0,64), situado en segundo lugar, después del obtenido globalm ente con los com pañeros. O bservando el Gráfico 10, que nos resum e la influencia de las diferentes variables en el grado de satisfacción con e-1 tipo de tra ­ bajo, vemos que respecto a los sectores económicos no se m antiene las m ism as pautas de satisfacción que con el salario, ya que el sector prim ario es el de más satisfacción (0,66) y el secundario el de m enos (0,58). Sin em bargo, con respecto al sexo, se sigue m an­ teniendo que los hom bres (0,65) están más satisfechos que las m ujeres (0,60). En lo referente a la antigüedad, se observa cierta uniform idad, con los índices más bajos en el grupo de 26 a 30 años (0,58) y en el grupo de 1 a 5 años (0,61), m ientras el resto está por encim a de la m edia (0,64), y siendo el más alto el grupo de 6 a 10 años (0,68). Por zonas geográficas, se sigue m anteniendo la m áxim a satis­ facción en Gijón (0,69), luego viene la cuenca m inera (0,68), el resto (0,62), Avilés (0,60) y finalm ente Oviedo (0,59). En Oviedo es pues donde aparece la m áxim a insatisfacción con el tipo de trab ajo . 1.100 DR. ANTONIO LUCAS MARIN Fijándonos tam bién en el Cuadro 10 en la edad, vemos cómo el grupo de m ás de 61 años sigue siendo el de m enos satisfacción y curiosam ente con el mismo índice que para el salario (0,42), lo que significa una satisfacción muy b aja con el tipo de trabajo; y el .resto se m antienen, con respecto a la satisfacción global, en unas pautas de variación sim ilares a las del salario. Con respecto a la profesión, es claro que existe una relación directa entre nivel profesional y grado de satisfacción con el tipo de trabajo, a m ayor nivel m ayor satisfacción, destacando especial­ m ente la gran satisfacción de los técnicos con el tipo de trab ajo (0,76). En el tam año de las em presas se m antiene la máxim a satisfac­ ción en la em presa pequeña (0,66), con unos índices muy sim ilares a los de la grande (0,65), significativam ente diferenciados de los de la m ediana (0,58). La com paración con la investigación hecha en S antander en este aspecto de la satisfacción no es fácil. Más bien se apuntan unas pautas de satisfacción diferentes en casi todas las variables. Pero no hay diferencias muy significativas. 3. GRADO DE SATISFACCION CON LOS SUBORDINADOS La relación entre los diferentes valores de las variables estu ­ diadas y el grado de satisfacción con los subordinados nos viene resum ida en el Gráfico 11, donde se nos m uestra un índice global de la satisfacción en este aspecto interm edio (0,59). Y es de destacar la elevada satisfacción con los subordinados detectada en Gijón (0,75), que contrasta con la encontrada en Oviedo (0,40). Aparece, claram ente, que la satisfacción con los subordinados es m ayor en el sector prim ario (0,69), seguida del secundario (0,62), y finalm ente, ya po r debajo del índice global, el sector terciario (0,54). En cuanto al sexo, se sigue m anteniendo el esquem a de una m ayor satisfacción en los hom bres (0,61). Con respecto a la anti­ güedad, parece que hay un crecimiento de la satisfacción con la edad, para em pezar a decaer en los últim os años de trabajo. Es el grupo de 26 a 30 años de antigüedad en la em presa el que m uestra unos índices superiores de satisfacción (0,74). Por zonas geográfi­ cas, tam bién se sigue m anteniendo destacada la situación de Gijón con el índice más alto (0,75); le siguen las cuencas de cerca (0,69), y muy alejados Avilés (0,45) y Oviedo (0,40). ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS G RAFICO 10 In d ic e s de s a tis fa c c ió n con el G R A F IC O Indices de satisfacción tipa de trabajo 11 con los subordinados. 1.101 1.102 DR. ANTONIO LUCAS MARIN Si estudiam os la satisfacción en relación con los subordinados por grupos de edades, podemos observar (Gráfico 11) que las per­ sonas m ayores de 41 años son las que tienen el m ayor índice (0,67); y que es el grupo de 31 a 40 años el de índice más bajo (0,43), m ientras que el resto de los grupos se m antienen más o menos po r encima del global con respecto a la satisfacción con el tipo de trabajo. En cuanto a la satisfacción con los subordinados por profesiones, vemos que los obreros tienen un índice (0,61) su­ perior al que tiene este mismo grupo en la satisfacción con el tipo de trabajo ; aunque el índice más alto sigue siendo el de los téc­ nicos (0,66). Finalm ente, y con referencia al tam año, vemos la elevada satisfacción existente en la gran em presa (0,71), algo me­ no r en la pequeña em presa (0,66) y muy baja en este aspecto en la m ediana em presa (0,39). En una visión general com parativa con los resultados de la m ism a encuesta efectuada en Cantabria, es de destacar la m enor satisfacción con los subordinados de las m ujeres, en térm inos ab­ solutos y relativos. También la clara influencia de la edad y la antigüedad en Asturias, que en Cantabria es m ás oscilante. Igual­ m ente que la máxima satisfacción en este aspecto corresponde a los técnicos. En cualquier caso, la satisfacción global en este as­ pecto es prácticam ente la misma. 4. GRADO DE SATISFACCION CON LOS JEFES El índice global de satisfacción con los jefes (0,53) es uno de los más bajos, sólo es m enor la satisfacción global con el salario (0,49). Lo mism o y en un grado sim ilar ocurre en C antabria (0,55 y 0,49). Analizando el Gráfico 12, que nos da un resum en de los índices p ara las diferentes variables, se observa que al igual que ocurrió en la satisfacción con respecto al salario, el sector terciario es el de un índice de satisfacción con los jefes más elevado (0,56), m ien­ tras que el sector secundario es el de m enor satisfacción (0,42) y adem ás el índice más bajo que hemos observado en este sector. El sexo no aparece como variable significativa en la satisfacción con los jefes. Sin embargo, con respecto a la antigüedad, nos en­ contram os con un índice sorprendentem ente alto en el grupo de los recién incorporados (de 1 a 5 años) (0,73). Con referencia a las zonas, vemos que la satisfacción con los jefes es sim ilar a lo que ocurría en otros aspectos: máxima en Gijón. Con respecto a la ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS G RAFICO 12 Indices de satisfacción G R A F IC O Indices de satisfacción con los jefes. 13 con los compañeros. 1.103 1 .1 0 4 DR. ANTONIO LUCAS MARIN edad, la satisfacción con los jefes es oscilatoria; observam os el índice más elevado en el grupo de menos de 20 años (0,62), p ara en el grupo siguiente de 21 a 30 años tener el índice m ás bajo (0,44), luego es m ayor en los grupos de 41 a 50 y 51 a 60 (0,59), p ara b ajar en el grupo de más de 61 años (0,55). Es de destacar que p o r p ro ­ fesiones, el índice más elevado corresponde a los obreros no espe­ cializados (peones) (0,55) y el más bajo a los agricultores (0,33). En lo referente al tam año, la pequeña em presa tiene el índice máximo de satisfacción con los jefes (0,63); la m ediana em presa sigue teniendo el m enor índice (0,43), como ya vimos en todos los apartados anteriores, y la em presa grande está en una posición interm edia con un índice de 0,53, muy próxim o al global. De la com paración con Santander debe destacarse, adem ás de la sim ilitud en el índice global en este aspecto de la satisfacción, la influencia inversa de la variable sexo, que en Asturias es peque­ ña. Tam bién son los agricultores en los dos sitios los menos satis­ fechos con los jefes, con el mismo índice en los dos casos (0,33). 5. GRADO DE SATISFACCION CON LOS COMPAÑEROS La relación con los com pañeros se m anifiesta siem pre como el aspecto m ás positivo del trab ajo realizado, Y en este sentido es ya norm al que los índices de satisfacción con los com pañeros sean tradicionalm ente los más elevados. En nuestro estudio los resulta­ dos no ofrecen duda, tanto por el índice global (0,76), como por los índices calculados para ver la influencia de cada una de las variables consideradas (Gráfico 13). Es definitiva la observación de que el índice mínimo de la satisfacción con los com pañeros —en Asturias se da en la zona de Avilés y es de 0,68— es superior al máximo absoluto alcanzado en el salario —0,66 en A sturias p ara los m enos de 20 años— . Por sectores, vemos cómo el prim ario tiene la máxima satisfac­ ción con los com pañeros (0,79), m ientras que al igual que en la satisfacción con los jefes el sector secundario tiene el menos (0,72); muy cerca del índice global está el del sector terciario (0,76). Si discrim inam os según el sexo, puede verse que es m ayor la satis­ facción en los hom bres (0,77). Si tenem os en cuenta la antigüedad, podem os afirm ar que la satisfacción con los com pañeros va creciendo con ella aunque hay altibajos; en cualquier caso se ha llegado a obtener el índice m á­ ximo (1,00) en el grupo de los trabajadores con una antigüedad ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1 .1 0 5 superior a 41 años, aunque lógicamente poco significativo. Por zo­ nas, como en otros casos, el m ayor índice está en Gijón (0,83), y los m enores en Oviedo (0,68) y Avilés (0,74). En relación con la edad, los índices más elevados están en los grupos de m ás de 61 años (1) y en el grupo de menos de 20 años (0,83), el m enor índice es el del grupo de 21 a 30 años (0,71) y los otros tres grupos restantes tienen unos índices sim ilares p o r enci­ m a del índice global. Por profesiones, observam os que destaca la satisfacción con los com pañeros de los agricultores (0,95), m ientras que el resto de profesiones consideradas oscilan en sus índices alrededor del global. Por su parte, al estudiar la satisfacción de los com pañeros en función con el tam año de las em presas, se vuel­ ve a rep etir que el m ayor índice es en la pequeña em presa (0,81) y el m enor en la m ediana (0,68). Com parando los resultados de las encuestas realizadas en As­ turias y C antabria puede deducirse un índice de satisfacción global muy sim ilar. Pero en C antabria las oscilaciones alrededor del índice global son muy pequeñas ( ± 0,1), cosa que no ocurre en Asturias. Una vez m ás la relación con la variable sexo es diferente en este aspecto de la satisfacción, están más satisfechos los hom bres. Los agricultores, que en Asturias son destacadam ente los m ás satisfe­ chos con los com pañeros, en Cantabria están con un índice inferior al global. Y m ientras que las em presas de tam año interm edio apa­ recen en A sturias como las de m enor satisfacción con sus com pa­ ñeros, en C antabria son las más satisfechas. 6. GRADO DE SATISFACCION CON LA ORGANIZACION DEL TRABAJO El índice global de la satisfacción con la organización del tra ­ bajo (0,54) se encuentra en Asturias por debajo del índice global de la satisfacción general (0,57), pero la organización no es aquí, como en C antabria, el aspecto menos satisfactorio. Vamos a ir analizando el Gráfico 14, que nos resum e los índices de satisfacción con la organización en función de las variables con­ sideradas. Vemos que, respecto a los sectores, vuelve a repetirse el orden de los índices que vimos en la satisfacción con el salario, aunque el m ayor índice, el del sector terciario (0,60), es m ás eleva­ do, y con índices m enos elevados que en la satisfacción con el sala­ rio en el sector secundario (0,48), y en el prim ario (0,34). Con res­ pecto al sexo, es la organización del trab ajo el único aspecto en 1.106 DR. ANTONIO LUCAS MARIN que las m ujeres (0,59) afirm an estar más satisfechas que los hom ­ bres (0,52). En relación con la antigüedad, los índices más elevados están en el grupo de más de 41 años (0,6), luego aparece el grupo de los com prendidos entre 6 y 10 años (0,59) y el de 1 a 5 años (0,58); m enos satisfechos con la organización del trab ajo están todos los grupos interm edios, con índices inferiores al global. G R A F IC O K Indices de satisfacción con la organización del trabajo. Con respecto a las zonas geográficas, tam bién alcanza Gijón los índices de máxim a satisfacción respecto a la organización (0,75), m ientras que las otras zonas ninguna supera el índice global, sien­ do los menos satisfechos los de Avilés (0,42) y de la cuenca m inera (0,46). Si tenem os en cuenta la edad, los índices más elevados son —como en la antigüedad— los de los grupos extrem os, de menos de 20 años (0,75) y de más de 61 años (0,66), m ientras el resto oscilan alrededor del índice global, aunque todos ellos muy pare­ cidos. En lo que a la profesión se refiere, el índice más elevado es el de los técnicos (0,64) y el índice más bajo el de los peones (0,43), m anteniéndose el resto bastante próximos al índice global. En lo referente al tam año de la em presa, volvemos a ver en este aspecto de la satisfacción que el índice más elevado es en la pequeña em­ presa (0,65) y el más bajo en la em presa m ediana (0,46). ESTUDIO DE LA SATISFACCION LABORAL EN ASTURIAS 1.107 CONCLUSIONES En todo este trab ajo hemos ido analizando la satisfacción en el trab ajo en A sturias, que sólo podemos entender en la idea de que nos m uestra unas tendencias probables, con m ás sentido al coincidir con los resultados de otras zonas con unos resultados en general sim ilares como la de Santander. Vamos, ahora, a enum erar las conclusiones más claras de los resultados ya vistos: 1. El sector productivo m ás satisfecho parece ser el terciario (se­ gún los índices de satisfacción general, con el salario, con los jefes y con la organización del trabajo), al igual que vimos en el estudio sim ilar de Santander. 2. En A sturias no parece claro que estén más satisfechas las m u­ jeres, com o ocurre en C antabria y parece indicar aquí el índice general de satisfacción, pues los hom bres tienen unos índices superiores de satisfacción en todos los aspectos parciales con­ siderados, a excepción de la satisfacción con la organización del trabajo. 3. En cuanto a las zonas, la de Gijón es la más satisfecha de As­ turias de form a clara. Todos los índices de satisfacción que hem os calculado dan p ara Gijón su máximo valor, de form a destacada. 4. No se aprecia ninguna clara relación entre satisfacción y anti­ güedad. Tampoco en lo referente a la edad es clara la relación con la satisfacción, aunque los más satisfechos son ord in aria­ m ente los m ás jóvenes, el grupo de los m enores de 20 años, tanto en la satisfacción general como en diversos aspectos de la satisfacción (con salario, jefes y organización del trabajo). Se confirm a la dism inución de la satisfacción en algunos aspec­ tos m ás personales (con los jefes, salario, tipo de trab a jo ) in­ m ediatam ente antes de la jubilación. 5. Se confirm a que los profesionales más satisfechos en general son los de m ayor nivel, en especial los técnicos en A sturias (en la satisfacción general, salario, tipo de trab ajo , subordinados y organización del trabajo). Y los menos satisfechos los em ­ pleados (con com pañeros y subordinados) y los obreros (con el tipo y la organización del trabajo y la satisfacción general). 1 .1 0 8 DR. ANTONIO LUCAS MARIN 6. En A sturias los trabajadores más satisfechos parece que son los de las pequeñas em presas, con unos índices de satisfacción superior prácticam ente en todos los aspectos considerados. Sin em bargo, en C antabria la máxima satisfacción era p ara los que trab a jan en las em presas de tam año interm edio, que en Astu­ rias han resultado las de m ínim a satisfacción. 7. La satisfacción más elevada la encontram os, según lo esperado, en la relación con los com pañeros, m ientras los índices m ás bajos están en la satisfacción con el salario, con los jefes y con la organización del trabajo. La tendencia es la m ism a que la observada en Cantabria. 8. La satisfacción en el trabajo en Asturias es muy sim ilar a la de C antabria, aunque ligeramente superior, tanto en térm inos generales como en los diversos aspectos analíticos en que he­ mos considerado se puede estudiar. EL YACIMIENTO PREHISTORICO DE LA CUEVA DE AVIAO (ESPINAREU - PILOÑA) POR RAMON OBESO AMADO GERMAN RODRIGUEZ CALVO ANTONIO JUANEDA GAVELAS En el curso de las prospecciones de tipo arqueológico y espeleológico que desde hace algún tiempo venimos realizando en la cuenca alta del río Piloña, realizamos una visita a la cueva de Aviao. La recogida de m ateriales arqueológicos en superficie, que creem os de gran interés, y el estado de abandono en que se en­ cuentra actualm ente nos ha motivado el darlos a conocer antici­ padam ente. La p rim era referencia sobre Aviao (1) se debe a E. H ernández Pacheco en 1919, quien nos dice que fue descubierta po r el Conde de la Vega del Sella ju n to a otros dos yacim ientos próxim os (Cue­ va de Collareu y Peña F errán) (2). Si bien existen referencias p ara la cueva de la Peña F errán de hallazgos m agdalenienses y neolíti­ cos, no tenem os inform ación alguna al respecto p ara la cueva de Aviao. Se conocen, sin em bargo, la existencia de algunos restos (1 ) H e r n á n d e z P acheco, C .I .P .P ., 1 9 1 9 , p á g . 27. (2 ) Se desconoce la E .: “La Caverna de Candamo (Asturias)”. Madrid, fecha exacta de su descubrim iento; se conserva, sin embargo, e l dibujo de un arpón de una hilera de dientes y perforación basal con indicación de procedencia: Peña Ferrán, P ilo ñ a : este dibujo está fechado en Labra el 31 de agosto de 1914, por lo que es posible que por esas fechas ya fuera conocida por el Conde la cueva de Aviao. 1 .1 1 0 R. OBESO AMADO, G. RODRIGUEZ CALVO Y A. JUANEDA GAYELAS conservados actualm ente en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo. Estos m ateriales fueron recogidos po r el Conde, aunque desconocemos si son el resultado de la realización de una cata o, por el contrario, fueron recogidos en superficie. A prim era vista no se observa en el yacimiento indicios de excavación alguna. Con vistas a la realización de este trab ajo hemos revisado estos m ateriales y que a continuación describim os (Lám ina 4): INDUSTRIA LITIGA Una lasca de sílex negro, de mala calidad, con retoques denticu­ lados inversos en la m itad de uno de sus bordes. Una raedera de cuarcita. Una pieza de cuarcita con retoques denticulados sobre el bor­ de distal convexo y pequeños retoques en un borde de la cara ventral. Un pequeño raspador sobre lasca de sílex. Un fragm ento de hoja de sílex. Tres hojitas sin retoque (dos de sílex y una de cristal de roca). Un fragm ento de hojita de dorso en sílex blanco. Un fragm ento am orfo de cristal de roca. Un canto de cuarcita areniscosa con posibles huellas de per­ cusión en uno de sus extremos. Un canto alargado de cuarcita de sección rectangular con hue­ llas de talla en uno de los bordes. Presenta huellas de machacaduras en el centro de las caras planas y en los bordes; así como huellas de percusión en uno de los extremos. Pudo servir de yun­ que y percutor. INDUSTRIA OSEA Dos pitones de ciervo; posiblemente sean dos frontales perte­ necientes a un mismo ejem plar. Un fragm ento distal de punzón de hueso de sección aplanada (Mide 40 mm. de largo por 8 mm. de anchura máxima). Un fragm ento de punzón de asta de sección circular (Mide 18 mm. de largo po r 8 mm. de anchura máxima). Un cilindro de candil de ciervo (Mide 64 mm. de largo po r 21 mm. de diám etro máximo). EL YACIMIENTO PREHISTORICO DE LA CUEVA DE AVIAO 1 .1 1 1 FAUNA Un m olar de caballo. Un fragm ento m andibular de ciervo. C uatro piezas dentarias de cabra. Tres ejem plares de Littorina littorea. Tres ejem plares de Patella vulgata «var. pleistocena» (con diá­ m etros máximos de 56, 60 y 63 mm.). Un fragm ento de Cardium sp. Un ejem plar de M onodonta lineata. Estos m ateriales se encontraban dentro de una caja con una ta rje ta m anuscrita en su interior que decía: «Infiesto, Cueva de Aviao. Donante: Conde de la Vega del Sella», y en su reverso: «en una caja cartón perfectam ente cerrada y con este papel dentro. Cueva de Aviao. Infiesto. En la tapa se respetan estos datos». SITUACION Y DESCRIPCION DEL YACIMIENTO La cueva de Aviao se encuentra a unos 250 m etros del pueblo de Espinareu, siguiendo curso arriba por el río del mism o nom bre y a escasos m etros de la carretera que va desde Infiesto a Riofab a r (Lám ina 1). Aviao es en realidad un abrigo en cuyo in terio r se desarrollan algunas galerías de escaso desarrollo. La en trada se abre al N orte y a una altu ra aproxim ada sobre el nivel del m ar de unos 300 me­ tros. Sus coordenadas son: 43° 17’ 50" Long. N. y Io 40' 15" Lat. W.; según la hoja núm. 54 del m apa de España 1:50.000 del I.G.C. «Rioseco» (1945). La cavidad se ha form ado en la caliza de m ontaña (edad Nam uriense) del carbonífero inferior (Paleozoico). Las dim ensiones del abrigo son: 9 m. de anchura máxima, 4 m. de altu ra máxima y unos 15 m. de profundidad. El techo debió tener m ayores proporciones que en la actuali dad, a juzgar por los grandes bloques de piedra desprendidos y observables en la superficie del yacimiento (Lám ina 2). En la actualidad el abrigo cumple la función de gallinero y alm acén de desechos, ocupando éstos gran parte de su superficie, y en tal cantidad que obstruyen prácticam ente la en trad a que da acceso a la galería. A estos inconvenientes hay que añadir la nu­ m erosa presencia de roedores que parecen residir en el abrigo. 1 .1 1 2 R. OBESO AMADO, G. RODRIGUEZ CALVO Y A. JUANEDA GAYELAS Estas circunstancias han hecho especialm ente penosa y desagrada­ ble nuestra tarea. Prácticam ente en toda la superficie puede apreciarse m ateriales arqueológicos, denotando la existencia de nivel(es) de ocupación. En algunos puntos del interior de la galería aparecen brechas for­ m adas por osam entas en su m ayor parte. En el suelo aparecen igualm ente vestigios de num erosos restos líticos y óseos mezclados con gran cantidad de desperdicios de época actual. La gran m ayoría de los restos faunísticos pertenecían a la cabra. A riesgo de recoger huesos actuales, procedim os a seleccionar aquellos que presenta­ ban restos de concreción. E ntre los m ateriales recogidos destaca un fragm ento de m asa brechosa com pacta, probablem ente despren­ dido de una de las paredes. La posterior limpieza de este fragm ento ofreció los siguientes materiales: Diez fragm entos de huesos indeterm inables. Dos fragm entos de hueso largo con algunas finas m arcas pa­ ralelas y oblicuas (¿huellas de descarnado?). Una lasca simple de cuarcita. Un fragm ento de m axilar de Capra pyrenaica (Cabra). Una lasca de sílex con retoques planos paralelos. Una punta triangular de cuarcita que presenta en am bos bor­ des una serie de retoques planos y paralelos que convergen en el ápice de la pieza (Lám ina 5, 3). Un fragm ento de estalagtita de sección circular. Mide 73 mm. de largo po r 29 mm. de diám etro máximo. E stá decorada por tres series de m arcas cortas y profundas, transversales al eje m ayor de la pieza y paralelas entre sí. Las incisiones, cuya sección del surco es en V, están rítm icam ente separadas. Las longitudes de las m ar­ cas oscilan entre los 5 y los 11 mm. (Lámina 8). La ru p tu ra de uno de los extrem os interrum pe la prolongación de este tem a y cuyo núm ero de m arcas conservadas es el siguiente: 8-10-8. En la parte opuesta de la pieza se observa un tem a decorativo de difícil in ter­ pretación. Hay una línea ondulante realizada con trazo m últiple, ancho y profundo, y que discurre paralelam ente al eje m ayor de la pieza. La alteración superficial de la pieza interrum pe la conti­ nuación de este motivo, que parece concluir al final de la misma. Al lado de él y siguiendo el mismo sentido aparece una figura com­ puesta principalm ente por dos form as cerradas, realizadas m edian­ te el entrecruce de trazos curvilíneos. Parte de este motivo está cubierto po r una delgada costra que im pide ver con claridad la totalidad del grabado. Una posterior limpieza de la pieza y su pos­ terio r estudio en detalle se dará a conocer en breve. Lámina 1: Situación geográfica de la cueva de Aviao, en Espinareu (Piloña). Lámina 2 : Planta de la entrada de Aviao. Lámina 3: Dibujo de la entrada de la cueva de Aviao, ocupada parcialm ente por la presencia de un corral y numerosos desperdicios. Lámina 4: Diversos materiales recogidos por Vega del Sella. Lámina 5. Lámina6. Lámina 7. Lámina 8. EL YACIMIENTO PREHISTORICO DE LA CUEVA DE AVIAO 1.113 El resto de los m ateriales recogidos en superficie se d istribu­ yen de la siguiente m anera: INDUSTRIA LITICA Una hoja simple de sílex (Lámina 5, 2). Tres núcleos de lascas de sílex. Dos núcleos mixtos de sílex. Tres núcleos am orfos de sílex. Una lasca de sílex de descorticado 1.° Siete lascas simples de cuarcita. Tres lascas sim ples de sílex. Dos fragm entos de cristal de roca. Una p unta trian g u lar de sílex con retoques en uno de los bor­ des (Lám ina 6, 1). Un raspador-buril de sílex (Lám ina 5, 5). Un raspador abultado de cuarcita (Lám ina 6, 2). Tres denticulados: dos de sílex (Lámina 5, 1,4) y uno de cuar­ cita (Lám ina 5, 6). INDUSTRIA OSEA Un fragm ento de diáfisis ósea con retoques directos en el ex­ trem o de uno de los bordes (Lám ina 7, 2). Una azagaya de asta (fragm entada en dos p artes) de sección oval y de base m onobiselada. Le falta el extrem o distal. La p arte conservada mide 160 mm. de largo po r 10 mm. de anchura m áxim a y 10 mm. de espesor. E stá decorada a lo largo de todo el fuste con las llam adas «m arcas de caza». El bisel, situado en la cara opuesta, presenta algunas m arcas paralelas «de enmangue» (Lám ina 7, 1). FAUNA Los pocos restos recogidos corresponden en su totalidad a la Capra pyrenaica. Estos son: un calcáneo, dos astrágalos, un frag­ m ento de cuerno, una falange y cuatro piezas dentarias. Un ejem plar de Turritella com m unis (Lám ina 7, 3). 1.114 R. OBESO AMADO, G. RODRIGUEZ CALVO Y A. JUANEDA GAYELAS La industria lítica conservada es muy escasa como p ara hacer un estudio estadístico, y máxime habiéndose recogido en superficie. Tipológicamente carecen de valor diagnóstico —a excepción de la punta solutrense—, pudiendo atribuírseles cualquier m om ento del Paleolítico Superior. La pun ta triangular con retoques solutrenses tiene sus parale­ los en algunos ejem plares aparecidos en el nivel E de Cueto la Mina. Este tipo de puntas bien pudieran ser esbozos, es decir, pie­ zas sin term inar. La punta triangular con retoques abruptos en uno de sus bordes parece ser relativam ente frecuente en algunos yacim ientos solu­ trenses, apareciendo en el nivel F de Cueto la Mina y en el nivel 7 del Buxu; siendo réplicas de las puntas de estilo m usterienses. La industria ósea, representada prácticam ente p o r una esplén­ dida azagaya. Tanto p o r la morfología como po r el tem a decorativo, esta pieza está presente en casi todos los períodos del Paleolítico Superior, po r lo que resulta difícil adscribirla a algún m om ento determ inado dentro del mismo. Aviao es un yacimiento de reducidas dim ensiones, con una su­ perficie en la actualidad de unos 35 m .2, cuya actividad principal, a juzgar p o r los restos de que disponemos, fue la caza de la cabra m ontés (Capra pyrenaica). Este tipo de actividad viene dada p o r el em plazam iento o enclave topográfico de la cueva. El río Espinareu está encajado, en esta zona, en un estrecho valle circundado por num erosas altitudes superiores a los 1.000 m., con fuertes pendien­ tes escarpadas. Según ascendemos río arrib a (aquí el río cam bia su nom bre por el de Infierno) el terreno se hace cada vez más abrupto, form ando pequeñas gargantas de paredes verticales. La actividad cárstica es más intensa, con la consiguiente form ación de cavidades todavía sin prospectar. En definitiva, un biotopo idóneo p ara el desarrollo de la citada especie. O tra especie de gran im portancia fue la del ciervo (Cervus elaphus), y de m anera más esporádica el caballo (E quus c.) y la recogida de algunos muluscos m arinos que m ás adelante com enta­ remos. Otros restos recogidos en Aviao, si bien escasos pero significa­ tivos, nos m anifiestan otros tipos de actividades aparte de la acti­ vidad cazadora recolectora, como es la talla de la piedra y del hueso en sus distintos procesos de elaboración (lascas, núcleos, candiles de ciervo, yunque-percutor, etc.). EL YACIMIENTO PREHISTORICO DE LA CUEVA DE AVIAO ' 1.115 La presencia de especies m arinas en Aviao evidencian una acti­ vidad recolectora en la costa con fines alim enticios (Littorina littorea, Patella vulgata, etc.) y decorativas (Turritella com m unis). E sta explotación de los recursos m arinos nos indican p o r o tra p ar­ te la existencia de un movim iento (¿estacional?) de gentes entre la costa y los valles m ontañosos del interior. Es posible que tuvieran un cam pam ento base en la costa, desde donde grupos de cazadores saldrían en expediciones de caza de corto plazo hacia la m ontaña. No es una excepción encontrar en un yacim iento del in terio r es­ pecies m arinas. Son num erosos los yacimientos situados a una considerable distancia de la costa, como son los casos de Chufi o Rascaño en C antabria, o el de la Peña de Candamo en A sturias (3). Los tam años gigantes de la lapa Patella vulgata var. (Pleistócena) nos indicaría una explotación poco intensiva de la costa du­ rante esa época como consecuencia de las condiciones clim áticas rigurosas durante el Pleistóceno, como parece confirm arlo la pre­ sencia de una especie de aguas más bien frías: La Littorina litto ­ rea. La presencia entre las m uestras recogidas p o r el Conde de especies term ófilas como la Patella v. y el bígaro M onodonta ju n to a las especies de aguas más frías arrib a indicadas, puede entender­ se bien como pertenecientes todas a un mism o m om ento cültural; esto puede resu ltar contradictorio a prim era vista, pero vemos sin em bargo cómo en algunos yacimientos, como el del nivel Magdaleniense (indeterm inado) de Balm ori y en el nivel 26 de La Riera, estas m ism as especies, de am bientes diferentes, llegan a coexistir en un m om ento determ inado, posiblem ente a p a rtir del Magdaleniense superior; o bien que pertenezcan a m om entos cronoculturales diferentes. CONCLUSION FINAL H acer una interpretación a p artir de los escasos restos recogi­ dos po r Vega del Sella y por nosotros en las circu n stan cias. ya reseñadas resulta siem pre difícil; sin em bargo, a juzgar p o r la presencia de algún elemento característico (p u n ta solutrense) de un período o la presencia de algunas especies m arinas significati­ vas suponen unos indicios como p ara poder reco n stru ir — siquiera hipotéticam ente— la existencia en Aviao de por lo menos dos asen­ tam ientos culturales diferentes: (3) La distancia entre la costa y A viao debió ser, durante el Peniglaciacial, de 5 a 7 kms. m ayor que en la actualidad. 1.116 R. OBESO AMADO, G. RODRIGUEZ CALVO Y A. JUANEDA GAVELAS 1.° Una ocupación Solutrense que viene dada po r una pieza (La punta) característica de esta cultura. En este período podrían encajar las especies m arinas Littorina l. y la Patella v. (Pleistócena), si bien am bas puedieran pertenecer a cualquier mo­ m ento del Paleolítico Superior, ai igual que el Cardium sp. y la Turritella c. 2.° Una ocupación posterior a la Solutrense, determ inada po r la presencia del bígaro Monodonta, especie en principio ajena a este período y más propia de un período cultural que com pren­ dería entre un Magdaleniense term inal y el Epipaleolítico. D entro de este espacio cultural en trarían asim ism o todas las especies citadas en el anterior apartado; si bien ya a p a rtir del Aziliense la Littorina l. y la Patella v. (Pleistócena) desapa­ recen, siendo sustituidas por el Trochas y la Patella vulgata, respectivam ente. Es la prim era vez que se constata la presencia de indicios de una ocupación Solutrense —hasta ahora ausente-— en esta «franja interm edia» de la región asturiana, es decir, entre las áreas geográ­ ficas conocidas: Por el Este, con Cova Rosa, El Cierro, El Buxu, Cueto la Mina, etc. Por el Oeste, con Cueva Oscura, Las Caldas, La Viña, etc. Sin duda, con el aum ento de prospecciones arqueológicas en la cuenca del río Piloña se irán conociendo nuevas ocupaciones solutrenses. Esperem os que lo aquí expuesto sirva de acicate p ara una m a­ yor atención hacia el yacimiento por parte de los organism os com petentes, con el fin de evitar el continuo deterioro al que está siendo sometido. AGRADECIMIENTOS Queremos expresar nuestro agradecim iento po r su colaboración en este trab ajo a los señores: Luis González H errero, Begoña Tejo, Angel Fernández Alvarez, Pablo Obeso e Iría Juaneda. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO SU IMPORTANCIA SANITARIA POR MELQUIADES CABAL ORIGEN DEL LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL El L aboratorio Químico M unicipal de Oviedo tuvo comienzo tras el inform e em itido p o r una comisión nom brada p o r e-1 Ayun­ tam iento en fecha 12 de noviem bre de 1884 p ara p rep arar las bases y reglam ento del fu tu ro laboratorio, haciendo presente en su in­ form e los m otivos de conveniencia y utilidad que aconsejaban su creación en una ciudad del rango científico que Oviedo poseía. Integraban el proyecto, adem ás de nueve bases y seis artículos del Reglamento, el presupuesto del m aterial necesario p ara su ins­ talación, que ascendía globalm ente a la cantidad de mil doscientas pesetas (1). P ara la ubicación del laboratorio propuso el arquitecto m uni­ cipal utilizar el local que ocupó en el patio de la escuela de niños de la calle Q uintana la Asociación de las Escuelas Dominicales, efectuando algunas pequeñas obras, reducidas a la ap ertu ra de una p u erta de com unicación con los almacenes, así como la construc­ ción de un fogón especial con su respectiva cam pana y salida de hum os, dotación de los servicios de gas y agua y el m enaje m ás indispensable p ara - las manipulaciones, suponiendo todo ello un gasto de setecientas sesenta y ocho pesetas. (1) AAO.—Libro de Acuerdos 1884, 12-1-1884, folio 7. 1.118 MELQUIADES CABAL Ante tan exiguo presupuesto, acordó la Corporación la ejecución de las obras, que habían de llevarse a cabo según indicase el facul­ tativo (2). En este local im provisado —dice don Ferm ín Canella— se fue­ ron colocando diversos útiles imprescindibles: una mesa, una es­ tantería, un m o strad o r de trabajo y los ya citados fogones y chi­ meneas, gas del alum brado y servicio de agua (3). Decidido el lugar de em plazamiento del laboratorio químico, se acuerda a la vez crear una plaza de quím ico-analítico con catego­ ría de director, dotada con el haber anual de mil quinientas pese­ tas, cantidad p o r entonces valorable, que había de proveerse por oposición ante un tribunal com puesto por el alcalde, que actuaría como presidente, un catedrático en ciencias físico-químicas, un in­ geniero industrial y dos doctores o licenciados en farm acia, jueces que serían nom brados por el presidente. El agraciado que obtuviese la plaza estaría facultado p ara pro­ poner la adquisición del m aterial necesario y el Jugar donde insta­ lar el laboratorio (4). Este trascendente acuerdo municipal ocurría en Oviedo en fecha 23 de mayo de 1884, firm ando la proposición don Cándido Díaz González, don Maximino Elvira, don Andrés Sánchez, don Antonio Landeta, don Adolfo G. Rúa y don Manuel Díaz Argüelles. Aclaraba la Comisión Municipal en su inform e que el quím ico nom brado no adquiriría otros derechos que los relacionados con la dirección del laboratorio en tanto subsista, y que si por cualquier motivo o causa se acordase la supresión del mismo, concluiría todo com prom iso u lterio r con el empleado, que cesaría en sus funciones sin opción a excedencia ni haberes po r ningún concepto. No obstante estas condiciones tan restringidas, se presentaron como aspirantes a la plaza tres personalidades científicas: don Luis González Frades, catedrático en propiedad en el In stitu to Provin­ cial de la asignatura de Física y Química; don Eugenio Piñerúa Alvarez, farm acéutico po r oposición de la Beneficencia Provincial, y don Elias Ricardo Gimeno Brun, catedrático en propiedad en el In stitu to Provincial, que enseñaba H istoria N atural, todos doc­ tores en sus respectivas disciplinas. (2) AAO.—Libro de Acuerdos 1887, 18-X-1887, folio 191. C a n e l l a S e c a d e s , Fermín.— “El Libro de Oviedo”. Imp. de Vicente Brid. Oviedo, 1887. (4) AAO.—Libro de Acuerdos 1884, 24-V-1884, folio 99v. (3 ) LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1.119 No m encionan con suficiente claridad los libros de acuerdos si hubo o no oposición, señalando po r el contrario haberse procedido a la elección p o r m edio de papeletas, obteniéndose el resultado si­ guiente: Votos: Don Elias R icardo Gimeno Brun, 11; don Luis Gonzá­ lez Frades, 4, y don Eugenio Piñe-ra Alvarez, 1. N om brado don Elias Ricardo Gimeno p o r m ayoría de votos, solicita licencia ilim itada p ara - la atención de asuntos propios, señalando que el im porte de las gratificaciones que pudieran corresponderle duran te su ausencia se aplicasen a los fondos destina­ dos a la adquisición de m aterial para el laboratorio (5). La experiencia analítica del doctor Gimeno, superior a los de­ m ás aspirantes, fue sin duda la razón que inclinó a su favor el ánim o del tribunal, así como el haber practicado análisis de sus­ tancias alim enticias, vinos, féculas, vinagre, sulfato de quinina, opio y té. Asimismo era el doctor Gimeno au to r de un trab ajo original publicado en 1879 p o r el cual era posible detectar la m ateria colo­ ran te agregada fraudulentam ente a los vinos —la fucsina— y aislar y reconocer dicha sustancia aun mezclada con otras que pudiesen encubrirla, siem pre que su proporción en el vino fuese del uno po r seis mil. Años antes, du ran te el curso 1872/73, residiendo en Zaragoza, su tie rra natal, fue profesor de H istoria N atural, Fisiología e Higiene en el colegio privado de don Miguel Bell, y en 1877 estudió en la Facultad de Ciencias de la capital aragonesa la licenciatura de Ciencias Físico-Químicas, siéndole expedido el título el 30 de octu­ bre de 1877, y un año después, en 1878, actuaría como profesor de A ritm ética y Algebra en la Escuela de Artes y Oficios creada por la Sociedad Económ ica de Amigos del País de Oviedo. Pero el m érito preferente, al buen juicio del tribunal, fue haber obtenido p o r oposición la cátedra de H istoria N atural del In stitu to ovetense, siendo el prim ero de la terna, y en v irtud de R.O. de 21 de junio de 1877, plaza de la que tom ó posesión el 17 de julio del mism o año. D urante algún tiem po an terio r a las oposiciones a cátedra fue encargado de explicar la asignatura de Fisiología e Higiene, tenien­ do entonces ocasión de dem ostrar experim entalm ente la acción del O2 y del ácido carbónico sobre la sangre y la presencia del mism o en los productos finales de la respiración. (5) AAO.— Libro de Acuerdos 1887, 14-VIII-1887, folio 136. 1.120 MELQUIADES CABAL Obtenida la cátedra, evidencia m ejor aún sus cualidades de in­ vestigador, instalando en el gabinete de H istoria N atural del Ins­ titu to la m icrografía, obteniendo preparaciones visibles con su rudim entario microscopio, por entonces en fase de perfecciona­ m iento, a la vez que enseña a un grupo de alum nos la determ ina­ ción por medio del análisis químico diversas especies m inerales, ejercicios que sin intervención del alum nado efectuaba como prác­ tica habitual desde su incorporación docente como com plem ento de las lecciones teóricas. Estudioso habitual, el 7 de enero de 1881 superaría con éxito los ejercicios del grado de doctor en la Facultad de Ciencias de la Universidad de M adrid. Al m argen de sus conocimientos analíticos, fue integrado en una com isión que intervino en el reconocim iento de una caverna «hue­ sosa» en Val de Dios, en colaboración con el In stitu to Provincial, de cuyo examen redactó una Memoria acom pañada de planos y texto que obra en el Archivo del Rectorado. En periódicos locales, colaboró con cierta asiduidad con artícu­ los de calidad científica sobre praderías e higiene, muy interesan­ tes al público en general. En fecha 22 de junio de 1878 formó p arte de la com isión espe­ cial encargada de estudiar la enferm edad de la p atata en Asturias, y en noviem bre de 1879 fue nom brado individuo nato de la Ju n ta de Defensa contra la Filoxera, dictando una conferencia sobre los m edios naturales, químicos y mecánicos capaces de com batir el insecto productor, conferencia que fue rem itida a M adrid por la Secretaría de la Junta de Industria, A gricultura y Comercio de Oviedo. A su vez y po r acuerdo del G obernador Civil, en septiem bre de 1882 evacuó inform e sobre las aves, insectos y plantas perjudicia­ les a la agricultura. Su prestigio se hizo tan popular que rara era la sociedad cien­ tífica de Oviedo a la que no perteneciese. El 4 de agosto de 1878 fue nom brado individuo de la Sociedad Antropológica correspon­ diente a Oviedo, y meses más tarde, el 27 de septiem bre del mismo año, ingresaría en la Sociedad Económ ica de Amigos del País de Oviedo, y seguidam ente, tras un breve período, el prim ero de enero de 1883 form aría parte de la Junta de Agricultura, In d u stria y Co­ m ercio de la Provincia, siendo posteriorm ente, desde el 11 de m arzo del año en curso, secretario de la proyectada exposición asturiana. El prestigio de que venía precedido y el alcanzado posteriorm en­ te como director del Laboratorio Químico Municipal le sirvieron LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1.121 de aval p ara p articip ar en todo acontecim iento local o provincial, recordando a este efecto que en diciem bre de 1885 fue incorporado al grupo de científicos integrado po r Loredo, Albuerne y Nocedo, médicos en ejercicio en Oviedo, al objeto de estu d iar la enferm edad colérica que reinaba en Gijón, con la m isión de exam inar en las deyecciones de los enferm os, en preparaciones m icroscópicas, y cultivos el tipo de bacilos supuestos responsables. A su vez, el A yuntam iento de Oviedo acordó en fecha 2 de m ar­ zo de 1966 d ar el nom bre de «Catedrático Gimeno» a una de las calles de la ciudad. COMIENZA A FUNCIONAR EL LABORATORIO QUIMICO El L aboratorio Químico Municipal comenzó a p re sta r público servicio a principios del año 1887, siendo su m isión prim ordial el análisis de los productos alim enticios obtenidos p o r los delegados de la autoridad m unicipal en las expendedurías o bien de p articu ­ lares abonando derechos tarifados en las oficinas del Ayuntam ien­ to, m isión im portante po r cuanto se tratab a de velar po r la salud e higiene públicas, castigando al infractor com erciante que come­ tiese fraudes actuando de mala fe. Si como señalam os anteriorm ente el local era poco adecuado para un com etido tan im portante, igualmente com enzaron siendo escasos y sim ples los instrum entos de trabajo, reducidos a m a tra­ ces, em budos, probetas, tubos de ensayo, frascos con reactivos, desecadores, cam panas, buretas graduadas al quinto y décimo de c.c., etc. Poco tiem po después se fueron añadiendo útiles m ás pre­ cisos e im portantes: una balanza de precisión, una estufa Wiesneg de regulador, un horno de calcinación del mism o autor, un horni­ llo p ara evaporaciones, un neceser acetim étrico de Raveil y Salieron, un aleuróm etro tipo Roland, un apreciador de Robiné, un oleómetro de Lefebre, un aparato G ranier para petróleos, un alím etro de Yusch, un baño M aría H oudart, alam biques, baróm etros, densím e­ tros, term óm etros de laboratorio, etc. El alim ento de Yusch, m odi­ ficado posteriorm ente po r Reichelt, era utilizado p ara determ inar la cantidad de agua que contenían ciertos líquidos, principalm ente la leche y la cerveza. A la relación instrum ental que porm enoriza Canella en su libro se fueron añadiendo poco a poco, según las necesidades, nuevos y num erosos instrum entos de trabajo: vasos de precipitado, probetas de pie, vasijas graduadas, reguladores de tem p eratu ra p ara las estu­ 1.122 MELQUIADES CABAL fas, trom pas para filtraciones en aire enrarecido, buretas, vasos p ara pesadas de sustancias higroscópicas, balanzas de media pre­ cisión, piknóm etros, extractores Soxhlet p ara sustancias grasas, tubos Rose p ara reconocim iento de alcoholes, lactolutinóm etros M archandt p ara ensayos de leche, densím etros, crisoles, cápsulas, hornos, etc., así como los reactivos adecuados a los tipos de aná­ lisis que se pretendía llevar a efecto. Cuando el L aboratorio Químico se estaba instalando le fueron ofrecidos a la Corporación Municipal por don Eugenio B ertrand otros útiles y reactivos por la cantidad de mil doscientas pesetas, lote que no porm enoriza el Libro de Acuerdos, existiendo constan­ cia no obstante de com ponerse de aparatos, utensilios y m aterial que sum aban cincuenta objetos y un núm ero sim ilar de reactivos, todo ello inventariado por el director del laboratorio y corporación del ram o (6). La consignación del Laboratorio Químico, mil pesetas anuales en un principio, se fueron increm entando en años sucesivos hasta alcanzar la cantidad de dos mil pesetas anuales al poco tiem po de com enzar a funcionar con norm alidad. REGLAMENTO DEL LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL El L aboratorio Químico se regía por un Reglamento que conte­ nía siete artículos, señalando el prim ero de ellos que su m isión principal era el reconocim iento de la pureza de los artículos de alim entación y consum o m ediante el análisis quím ico y micrográfico, desinfección de locales y ropas. Incum bía igualm ente al laboratorio el reconocim iento micrográfico de las carnes, pescados y em butidos, aspecto este últim o encom endado a los inspectores veterinarios, trab ajo que realiza­ ban en el laboratorio, facilitándoles el director los reactivos y m a­ terial necesario p ara ello, en tanto que el análisis quím ico estaba a cargo del d irector auxiliado por dos ayudantes y un mozo de ser­ vicio. Desde su comienzo, el laboratorio no sólo atendía los trabajos oficiales, sino tam bién los particulares, siendo los prim eros a ini­ ciativa del alcalde, concejales e inspectores técnicos, quím ico y veterinario en la parte que a cada uno pudiera corresponder, en tanto que los particulares podían ser a iniciativa de los vecinos o colectividades, devengando los honorarios estipulados en la tarifa. (6) AAO.—Libro de Acuerdos 1887, 29-X-1887, folio 204. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1 .1 2 3 El resultado de los análisis era norm a general expresarlos co­ mo bueno, malo no perjudicial para la salud o malo perjudicial cuando sólo se pretendía conocer el análisis cualitativo. Para com odidad del usuario, el laboratorio funcionaba todos los días no festivos, desde las diez de la m añana hasta las cinco de la tard e en los meses de invierno, aum entando el horario en una hora más en la tarde durante la prim avera y verano. La ta rifa de los análisis de leche, sal, azúcar, papeles, vasijas, té, café, achicoria, condim entos y especias estaba tarifado en 0,50 pesetas. El análisis de aceites vegetales, m anteca y grasas animales, chocolates, vinagre, conservas alimenticias, jarabes, petróleo y pro­ ductos de confitería increm entaban la tarifa a una peseta, en tanto que los realizados en aguas potables, vinos, bebidas ferm entadas, alcoholes, licores, pan, pastas, pasteles y harinas la aum entaban a dos pesetas y media. Aunque los precios se nos antojan hoy insignificantes, no lo eran tanto p o r entonces, y más aún cuando el análisis era cuanti­ tativo, pues un examen de alcohol y extracto seco a 100 grados habían de pagar p o r ello una m inuta de cinco pesetas; los sulfatos, alúm ina, azúcar reductor, antisépticos, m ateria colorante y sustan­ cias extrañas ascendían los honorarios a veinte pesetas; las hari­ nas, pan, pastas y pasteles, su examen microscópico, agua, ceniza y grado aleurom étrico para la determ inación de la cantidad de gluten contenido en las mism as, así como las m aterias extrañas, costaba diez pesetas; la investigación de las mezclas de azúcar, glucosa y miel, cinco pesetas; los jarabes y productos de confite­ ría, naturaleza del azúcar, colorantes y antisépticos, doce pesetas; otros análisis, com o m anteca de vaca y grasas de cerdo, aceite de oliva, tenían un costo de diez pesetas por cada uno de los alim entos; el té, pim iento, azafrán, sal y demás condim entos, cinco pesetas; el vinagre, conservas alim enticias y m etales tóxicos, diez pesetas; la densidad e inflam abilidad del petróleo figuraba igualm ente en la tarifa con diez pesetas. La im portancia higiénico-social de los análisis era aceptado en general con beneplácito po r fabricantes y usuarios, no obstante im plicar ello la prohibición de venta de todo género calificado por el L aboratorio Químico de malo perjudicial p ara la salud. ---La im portancia adquirida por el L aboratorio Químico fue no­ table en poco tiem po, al extremo de sugerir en la M emoria de 1907 la necesidad de am pliar el local, presentando con este propó­ sito el arquitecto m unicipal un proyecto que p erm itiría asociar el análisis m icrográfico de carnes y pescados, misión h asta entonces 1 .1 2 4 MELQUIADES CABAL llevada a cabo por los inspectores veterinarios, así como el estudio bacteriológico de aguas y otros elementos que en lo sucesivo se irían organizando, com pletando los servicios existentes relaciona­ dos con los exámenes de alimentos (7). El auge experim entado por el Laboratorio Químico M unicipal fue debido en gran parte a iniciativa y entusiasm o del p rim er di­ rector, don Elias Ricardo Gimeno Brun, que, tras h ab er dirigido el laboratorio durante dieciséis años, había de fallecer en acto de servicio el 20 de julio de 1903 a consecuencia de una hem orragia cerebral, cuando contaba cincuenta y un años de edad. N atural de Zaragoza, fue nacido en 1852 y había contraído m atrim onio en p ri­ m eras nupcias con doña M ariana Poderoso y Egurbide, del que nacieron dos hijos, Joaquín y Ricardo. Al enviudar, siendo aún muy joven, contrajo segundas nupcias con doña M arta Poderoso Egur­ bide, herm ana de su prim era esposa, con la que tuvo cuatro hijos, Elias, M ariana, Concepción y Manuel. Sus restos fueron inhum ados en el cem enterio de Oviedo (8). Al fallecer don Elias Ricardo Gimeno B run se procedió sin di­ lación alguna a la convocatoria de la vacante, señalando un plazo de veinte días p ara la presentación de solicitudes. Mas en esta oca­ sión no hubo más aspirantes que don E nrique Uríos, que interina­ m ente la estaba desempeñando y que, a juicio de la Comisión Municipal, reunía las condiciones necesarias para confiarle la di­ rección. El cargo objetivado por su rem uneración no era apetitoso, pues durante el tiem po que duró la interinidad estaba dotado con una gratificación de novecientas noventa y nueve pesetas anuales. El A yuntam iento, acorde con la propuesta de la Comisión Mu­ nicipal, ordenó se expidiese a su favor los correspondientes títulos y credenciales en fecha 18 de diciembre de 1903, señalando en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo las condiciones que había de poseer p ara desem peñar el cargo (9). A juzgar por los m éritos presentados en la solicitud, era don E nrique Uríos persona de excelente preparación p ara el cargo. Es­ taba en posesión del título de doctor en Ciencias Físico-Químicas, (7) AAO.—'‘Memoria del Laboratorio Químico Municipal de Oviedo de 1907”. Imp. de Eduardo Uría. Progreso, 4. Oviedo, 1903. (8) A rchivo Parroquial de San Juan el Real de Oviedo. Libro de difuntos 1899/1911, folio 103v. (9) AAO.—Cuerpo de estante 1, estante núm. 1, legajo 136, documento 21, 1903. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1.125 cuyos ejercicios practicó en M adrid el 12 de m arzo de 1881, sién­ dole expedido el título el 16 de noviembre de 1882. Un año antes, el prim ero de mayo de 1880 estudia farm acia en la U niversidad de M adrid, obteniendo el título el 15 de junio de 1886, aprobando posteriorm ente las asignaturas del doctorado en dicha disciplina. En virtud de oposición o concurso, según la legislación respec­ tiva, fue ayudante de clases prácticas y profesor auxiliar en la Facultad de Ciencias Físico-Químicas en la Universidad de Zarago­ za, obteniendo poco después, p o r oposición, la Cátedra de Química General en la U niversidad de Oviedo, cargo que desem peñaba al o p tar a la dirección del Laboratorio Químico. Por sus m erecim ientos y form ación profesional, fue designado vocal de tribunales de oposiciones para la provisión de cátedras de Química, nom bram iento otorgado por el M inisterio de In stru c­ ción Pública. Conocedor del idiom a alemán, tradujo las obras del profesor F. Beuleaux «Las fuerzas de la naturaleza y su aprovecham iento» y «La quím ica de la vida diaria». Se tenía conocim iento tam bién de haber practicado num erosos análisis de aguas, productos comerciales, etc., en un laboratorio de su propiedad y ser vocal de la Junta Provincial de Sanidad de Oviedo po r ser catedrático de Química. MEMORIA DE LA LABOR REALIZADA POR EL LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL La labor del Laboratorio Químico M unicipal había de quedar reflejada según el artículo 7.° del Reglamento aprobado por la C orporación en sesión del 30 de octubre de 1906 y com unicada por la Alcaldía en 1.° de mayo de 1907 en una M emoria cuya síntesis incum bía hacerla al director del establecim iento, abundando en datos estadísticos de los análisis tanto oficiales como particulares encargados al laboratorio, M emoria que se im prim ía en la Im pren­ ta de E duardo Uría, Progreso* 4, de Oviedo, conservándose en el Archivo M unicipal los ejem plares pretenecientes a los años 1907 y 1908. Estas M emorias, adem ás de perm itirnos conocer los datos re­ feridos a estos años y su com paración con la docum entación y antecedentes a la vida del laboratorio desde su inicio en 1887, ser­ vían de estím ulo para m ejo rar en cuanto fuera posible su quehacer, 1 .1 2 6 MELQUIADES CABAL siem pre que el Ayuntamiento no restrin ja o niegue los m edios ne­ cesarios para llevar a cabo mayores inquietudes como la desinfec­ ción de las viviendas, «hasta lograr que Oviedo deje de ser uno de los pueblos p ara los cuales son letra m uerta los progresos de las ciencias médicas y sus auxiliares en cuanto tienden a evitar las enferm edades com batiendo sus causas». No obstante ser consciente el equipo directivo del Laboratorio Químico de la dificultad que entrañaba la desinfección de edificios, ropas y dem ás objetos «contumaces», era una aspiración que al correr del tiem po habría de llevarse a efecto (10). Según la M emoria del año 1907, eran escasos y de poca im por­ tancia las adulteraciones, en su m ayor parte referidas a las leches y chocolate, consistente en la adición de agua y substracción de m anteca en las prim eras, y en la mezcla de harinas de cereales y otros granos en las segundas, siguiendo en im portancia y frecuen­ cia el aceite de oliva y vino. Los resultados obtenidos, recopilados en la M emoria, eran los siguientes: Mes de enero: Vinos, 3 malos no perjudiciales y 1 bueno; cho­ colates, 3 buenos. Mes de febrero: Vinos, 1 malo perjudicial y 6 buenos; chocola­ tes, 1 malo no perjudicial y 2 buenos; particulares, 1 malo. Mes de marzo: Vinos, 13 malos perjudiciales, 2 regulares y 4 buenos; aceites, 3 malos y 1 bueno; leche, 1 malo no perjudicial; particulares: vinos, 5 malos perjudiciales y 2 regulares. Mes de abril: Vinos, 15 malos perjuidiciales, 3 regulares y 4 buenos; aceites, 2 malos y 2 buenos; chocolates, l malo no p erju ­ dicial; leches, 2 buenas; particulares: vinos, 4 regulares y 1 bueno. Mes de mayo: Vinos, 5 malos perjudiciales; aceite, 1 bueno y 1 malo no perjudicial; aguas, 2 buenas. Mes de junio: Vinos, 9 malos perjudiciales; 5 regulares y 3 bue­ nos; aceites, 7 malos y 1 bueno; vinagres, 1 malo perjudicial; 1 re­ gular y 1 bueno; bombones, 1 malo no perjudicial. Mes de julio: Vinos, 12 malos perjudiciales, 7 buenos y 1 regu­ lar; aceites, 8 malos y 1 bueno; chocolates, 7 buenos; dulces, 7 bue­ nos y 1 malo; azafrán, 1 bueno; sal común, 1 bueno; gaseosa, 1 buena; particulares: vinos, 2 malos perjudiciales, 3 regulares y 1 bueno; leche, 1 mala no perjudicial; aceite, 2 malas; agua, 1 mala. (10) Se aplica la palabra “contumaz” en este caso a aquellas m aterias o sustancias que se estim an propias para retener o propagar los gérm enes de un contagio. Diccionario de la Lengua Española. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1.127 Mes de agosto: Vinos, 12 malos perjudiciales, 3 regulares y 4 buenos; aceites, 8 malos y 1 bueno; chocolates, 3 malos y 1 bueno; bom bones, 4 buenos; azafrán, 1 bueno; café, 3 buenos; prim iento, 1 bueno; azúcar, 1 buena; lim onadas, 4 buenas y 1 mala; particu ­ lares: vinos, 2 malos perjudiciales y 2 regulares; leche, 1 buena. Mes de septiem bre: Vinos, 5 malos perjudiciales, 8 regulares y 8 buenos; vinagres, 3 buenos y 1 regular; aceites, 8 malos; guisan­ tes, 2 buenos; té, 1 bueno; ciruela en conserva, 1 buena; dulce de ciruela, 1 buena; bom bones, 1 bueno; particulares: vinos, 1 malo y 1 regular; aceite, 2 malos; vinagre, 1 bueno. Mes de octubre: Vinos, 6 malos perjudiciales, 3 regulares y 1 bueno; vinagre, 1 bueno; leches, 14 buenas y 1 m ala perjudicial; licores, 2 buenos; aceites, 2 malos y 2 buenos; guisantes, 2 buenos; chocolates, 2 malos; pim iento, 1 bueno; dulces, 3 buenos; harina, 2 buenos; café, 1 bueno; particulares: vinos, 1 malo perjudicial, 1 regular y 8 buenos; ácido cítrico, 1 bueno; esencia de limón, 1 buena; esencia de zarza, 1 buena; jarabe de limón, 1 bueno; le­ ches, 2 m alas y 1 buena; aceite, 1 buena. Mes de noviembre: Vinos, 21 malos, 4 regulares y 1 bueno; aceites, 7 m alos y 1 bueno; chocolates, 2 buenos y 3 malos; vina­ gre, 1 bueno; dulces, 2 buenos; pim iento, 1 bueno; guisantes, 1 bueno; café, 1 bueno; azafrán, 1 bueno; particulares: vinos, 4 m a­ los perjudiciales y 1 bueno; aceites, 2 malos; leches, 2 m alas y 1 buena; chocolate, 1 malo no perjudicial. Mes de diciembre: Vinos, 3 malos perjudiciales, 4 regulares y 2 buenos; leches, 11 m alas v 68 buenas; cañas, 2 buenas; turrones, 24 buenos; particulares: vinos, 3 malos judiciales y 3 regulares; aceite 1 m alo no perjudicial; chocolate, 1 malo no perjudicial. E sta porm enorización del núm ero de análisis realizados po r me­ ses durante el año 1907, especificando las especies alim enticias m ás propicias al fraude, nos da idea exacta del rigor con que actuaba el L aboratorio Químico. De ahí la im portancia, a nuestro juicio, de plasm arlas anualm ente para conocimiento del público en general. Por o tra parte, el director del laboratorio era conocedor de la ley que protegía la salud pública y los intereses de los ciudadanos en cuanto afectase a la pureza de los artículos alim entarios y de consum o, que perm itía a las autoridades gubernativas y judiciales la persecución de todo fraude en el comercio de los referidos ar­ tículos, proscribiendo las adulteraciones fuesen o no perjudiciales a la salud de los consum idores. Además de la M emoria anual, editaba tam bién el L aboratorio Químico un boletín que comenzó a publicarse en 1908, insertando 1.128 MELQUIADES CABAL en el núm ero prim ero un artículo dirigido al público original del propio director, de fecha 27 de julio, donde advierte a los con­ sum idores la im portancia de los análisis para la evitación de las adulteraciones. Con esta ventaja de poder, al estar am parado por la ley, se in­ sertaba en el boletín relación nominal y domicilios de las personas o entidades que vendían productos de buena calidad, señalando el lugar donde podían ser adquiridos. En relación con los vinos, bebida de uso muy corriente en As­ turias, se hacía igualm ente la nominación, calificando como vinos m alos perjudiciales para la salud los que contuviesen más de dos gram os de sulfato potásico por litro procedente del enyesado. En relación con los aceites, se consideraban como de m ala ca­ lidad pero no perjudiciales para la salud los que estuviesen mez­ clados con aceite de sésamo. Para facilitar que el público tuviese conocimiento de lo que ad­ quiría, el boletín del laboratorio se daba gratuitam ente a toda persona que lo solicitase para previam ente orientarse antes de com prar ningún artículo alimenticio. En el Archivo del Ayuntamiento de Oviedo se conservan varios ejem plares del boletín: los núm eros 1, 2, 4, 5, 6, 7, 8, 10, 11, 12, 13, 14, 17, 20, 22, 23, 27 y 29. INSPECTOR Y AYUDANTE DEL LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL Como la vida y actividad del laboratorio aum entase sin cesar, fue necesario crear una plaza de ayudante, recayendo el nom bra­ m iento en don E nrique Luis Uría y Mata-Vigil en sesión del Ayun­ tam iento de fecha 25 de febrero de 1905, con el haber anual de setecientas cincuenta pesetas. El ayudante elegido, aunque de profesión abogado, había cur­ sado y aprobado los ejercicios de Perito Químico en fecha 25 de septiem bre de 1903, cuando contaba 27 años de edad. Se nos an to ja que su m érito principal fuera probablem ente la ayuda que le ofrecía el director don Enrique Uríos, pues al parecer figuraba ya inscrito voluntariam ente como asistente, trab ajan d o en la realización de los análisis habituales practicados en el labo­ ratorio. Por esta razón y no oirá fue propuesto p ara el cargo, que confirm ó el prim ero de año de 1905 el alcalde de la ciudad, don Ferm ín López del Vallado. D. Elias Ricardo Gimeno Brun, primer Director del Laboratorio Químico Municipal de Oviedo (1852-1903). 4 Laboratorio de A nálisis Químico adquirido por la Corporación Municipal de Oviedo a D. José Cima García, en el Campo de los Patos. Restauración edificio del Laboratorio Químico Municipal, destinado en la actualidad para Casa de Juventud. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1.129 Por ser preceptivo p ara validar el nom bram iento, había de evi­ ta r om itir el cúm plase m andando darle posesión y la certificación de haber tenido efecto po r la oficina correspondiente, pues de lo contrario no percibiría sueldo alguno (11). Un año después aproxim adam ente se planteó, p o r razones de vigilancia sanitaria, la necesidad de nom brar un inspector afecto al laboratorio, siendo designado p ara el cargo don M auro Olay Argüelles, con el sueldo anual de mil doscientas cincuenta pesetas, Este fue elegido entre otros aspirantes por reunir las condiciones exigibles, en especial no p resen tar incapacidad física p ara el desempeño del cargo y muy especialm ente por tener superados varios cursos de quím ica en un centro oficial. Procedía don M auro Olay Argüelles de Noreña, y tras conseguir el grado de bachiller en el Institu to de Oviedo y la licenciatura de quím ica en la Universidad, había realizado prácticas en un labora­ torio que poseía don Antonio Camino en Gijón, así como servicios de la m ism a naturaleza en el laboratorio de la Fábrica de Veriña y en la Azucarera de Lieres, con certificación expedida po r m íster John S. Arnot de Gijón, haciendo constar haber practicado análisis de alim entos y bebidas en su laboratorio. Con la preparación quím ica señalada y los certificados de las fábricas donde había m ejorado su form ación profesional, el Ayun­ tam iento acordó, en votación secreta y po r m ayoría de votos, nom ­ brarle para el cargo en fecha prim ero de septiem bre de 1906. Poco tiem po desempeñó don M anuro Olay Argüelles el cargo de ayudante inspector del Laboratorio Químico M unicipal, pues me­ diado el año 1911, el 4 de julio, se le declaró cesante al habérsele instruido expediente po r denuncia (12). In terp retan d o el interesado que el acuerdo de la Comisión de Beneficencia era ilegal y adem ás injusta, recurre al G obernador Civil al considerarse perjudicado de llevarla a efecto, am parado en los artículos 140 y 171 de la Ley Municipal. La Alcaldía entendía que en dicho expediente no se habían practicado todas las pruebas conducentes al m ejor esclarecim iento del hecho de la denuncia, pudiendo darse el caso que p o r la preci­ pitación de resolverlo sin la adm isión de pruebas se hubiera come­ tido un lam entable error. (11) AAO.— Cuerpo de estante núm. I, estante 1, legajo 136, documento 20, 1905. (12) AAO.— Cuerpo de estante núm. 1, estante 1, legajo 136, documento 23, 1911. 1 .1 3 0 MELQUIADES CABAL La Corporación, no sólo por razones de justicia, sino tam bién de equidad, debía haber adm itido al denunciado la am pliación de pruebas, opinión com partida por cuatro abogados en ejercicio que, como concejales, form aron parte del Ayuntamiento, dato elocuente en favor de la pretensión del recurrente, toda vez que las personas que po r su carrera interpretan con frecuencia los preceptos legales estim aban de im prescindible necesidad la am pliación de la prueba. H abía de tenerse en cuenta tam bién el daño que se podía cau­ sar a su honra profesional, máxime tratándose de una persona aún muy joven, que podría tener fatales consecuencias en su futuro, interpretando la Alcaldía debía concederse toda la am plitud necesa­ ria para el esclarecim iento de la verdad, y a la vista de las pruebas aportadas, juzgar con perfecto conocimiento de causa y condenar o absolver al expedientado. El ayudante inspector del Laboratorio Químico había sido ob­ jeto de una denuncia form ulada por doña Laura Fernández, vecina de Trubia, según la cual el señor Olay había recibido de ella la cantidad de quinientas pesetas que como tal inspector le había exi­ gido. Un asunto deplorable un tanto m anipulado, donde parece haber sido víctim a el inspector, que al final de todas las pruebas fue con­ firm ado su cese (13). ADQUISICION DEL LABORATORIO QUIMICO QUE DON JOSE CIMA GARCIA POSEIA EN EL CAMPO DE LOS PATOS D urante m uchos años, veintidós aproxim adam ente, el Labora­ torio Químico M unicipal de la calle Q uintana cumplió, superándose asim ism o con rigor y acierto, su cometido hasta el año 1909. Por esta fecha la Comisión de Beneficencia presentaba una mo­ ción al Ayuntam iento, signada por San Román y don José García Braga, interesando la adquisición por la Corporación del Labora­ torio Químico Aturiano que don José Cima García poseía en el Campo de los Patos (14). Consciente el Ayuntamiento que el L aboratorio Químico Mu­ nicipal 'de- la calle Quintana no ofrecía en la actualidad condiciones para la función que tenía asignada, y menos aún con perpectivas de futuro, se explica fuese tom ada en consideración la moción pre­ sentada po r los ediles del Ayuntamiento. T13) *AAO.—Libro de Actas, folio 93. Oviedo, 1911. (14) AAO.— Moción de la Comisión de Beneficencia, 17-11-1909. Oviedo. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1 .1 3 1 . El dueño del Laboratorio Químico Asturiano, don José Cima García, estaba dispuesto a ceder al Ayuntam iento el inm ueble y el laboratorio en él instalado previa tasación de lo que pudiera valer, efectuada por el arquitecto m unicipal y director del Laboratorio Químico. El prim ero en la valoración de los inm uebles y el segun­ do de los aparatos y m ateriales en él contenidos. La tasación —prueba que la moción interesaba al M unicipio ove­ tense— no sufrió dem ora alguna, pues un mes después, el 17 de m arzo del año aludido, iniciaba su hacer el arquitecto m unicipal. El laboratorio como inmueble, juntam ente con la vivienda del en­ cargado, ocupaba un solar rectangular de dieciséis m etros de frente por trein ta y cuatro de fondo, a los que había de añadirse la coche­ ra, otro rectángulo adosado al anterior, de nueve m etros de frente por veinticuatro de fondo. La extensión del laboratorio, excluyendo el resto de los inm uebles, tam bién de form a rectangular, era de once m etros de fachada por veinte de fondo. El inform e em itido por don Enrique Uríos y Grass, como direc­ to r del L aboratorio Químico Municipal, fue igualm ente favorable, pues el laboratorio ofrecido disponía de instalación com pleta de agua y gas, así como de grandes mesas y m ostradores de construc­ ción especial, con cám aras de humos, gases, chimeneas de ventila­ ción y una am plia red de desagües. El edificio para coches, cuadra y habitación del cochero, p ajar, etc., estaban pavim entados de hormigón, y como accesorios de la cochera, pesebres y tableros divisorios de la cuadra y la m arquesi­ na de ab rir con arm adura de hierro. El arquitecto municipal don Miguel de la G uardia valoró los terrenos y edificios en 67.448,20 pesetas, ascendiendo el inventario de los reactivos y productos químicos existentes según criterio del director don E nrique Uríos a 17.642,50 pesetas. Para una ju sta valoración de los reactivos y productos quím icos hallados en diversos departam entos y anaqueles, el d irector efectuó una relación porm enorazida y pesadas de todo el m aterial, así co­ mo un m inucioso recuento de los muebles; figurando dos mesas de form a m inistro, librería, sillas, portalám paras eléctricas, arm a­ rio para la trom p a de Schlesing, mesas para las estufas, m esa para la bom ba M ather, una mesa para el polarím etro, otra para la foto­ grafía, cristales y luz eléctrica, útiles en la sala de limpieza, ban­ quetas, aparatos p ara sostener pipetas, contador de agua y un arm ario con dieciséis huecos, p u ed as v v e n e r a . Com pletaba el m aterial cientíheo dos term óm etros calorim étri­ cos con su correspondiente estuche, dos tubos con -mil litros de 1 .1 3 2 MELQUIADES CABAL oxígeno líquido, una balanza, caja de pesas, o tra balanza de brazos cortos con caja de cristal y m adera sensible al quinto de m iligra­ mo, o tra balanza de alta precisión de dos colum nas, cuchillos de ágata, desecadores de Scheiller, cam panas de 500 c.c., etc., etc. La relación fue tan minuciosa que incluso fueron anotados los libros que, en opinión del director, se consideraban útiles: un dic­ cionario de quím ica de Wurtz, otro diccionario de adulteraciones Chevallier, otro de análisis agrícola de Grandean. otro de análisis electrolítico y otro de alim entos Girard. En realidad era un laboratorio que sin ser realm ente com pleto, llenaba las necesidades que una ciudad como Oviedo necesitaba, catalogado entonces a la altura de los m ejores, a un precio relati­ vam ente reducido. El A yuntam iento, considerando beneficiosa la adquisición, dio su conform idad a lo propuesto por la Comisión de Beneficencia, adquiriendo los terrenos, inmuebles, aparatos y demás enseres por la cantidad de 85.090,74 pesetas, cantidad que debía ser reintegra­ da en el plazo de veinte años, reditando las cantidades no satisfe­ chas un cuatro y medio po r cientp de interés anual al propietario enajenante, cum pliéndose los demás requisitos legales, siendo por entonces alcalde de la ciudad don Ferm ín López del Vallado (15). Conforme el Ayuntamiento, y según preceptuaba el artículo 85 de la Ley M unicipal y Real Orden de 19 de mayo de 1891, se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo el 18 de mayo de 1909, efectuándose la escritura de com praventa otorgada por don José Cima García a favor del Ayuntamiento de Oviedo ante el doc­ to r notario don Secundino de la Torre y Orviz, a 20 de junio de 1909, en Oviedo. Form alizada la com pra por la escritura, se tom ó posesión del edificio, laboratorio y demás pertenencias en fecha 17 de junio del año previam ente indicado po r don Emilio del Peso po r su condi­ ción de concejal; don Enrique Uríos Grass, como director del labo­ ratorio, y po r don José Alvarez Santullano en representación del arquitecto m unicipal, acom pañados en este acto por su an terio r propietario don José Cima García, quien hizo entrega al concejal señor Peso de las llaves de la casa y laboratorio, y éste a su vez se las dio al señor Uríos para que desde este m om ento dispusiese cuanto creyere conveniente, no sin antes firm ar los com parecidos don Em ilio del Peso, don E nrique Uríos, don José Cima García, don José A. Sntullano y don L. Estrada, concluyendo con este últim o (15) AAO.—Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, 21-V-1909, núm. 116. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1 .1 3 3 trám ite la adquisición del laboratorio del señor Cima p o r el Ayun­ tam iento de Oviedo. Una vez que el Ayuntam iento se posesionó del edificio que fuera laboratorio de don José Cima García, se procedió a su adecentam iento, arreglando techum bres y pintura, em pleando óleos finos, tratan d o de conseguir un aspecto esm erado y agradable, procedien­ do igualm ente al arreglo de canalones y m aderas. Al co n tratista encargado de las obras se le concedió un plazo de trein ta días, cuyo incum plim iento daría ocasión a un descuento diario de cinco pesetas en concepto de indemnización, ascendiendo el total de las reparaciones a mil trescientas cincuenta y cinco pesetas. Desconocemos la fecha exacta en que comenzó el trab ajo en el nuevo laboratorio, si bien todo hace suponer fue inm ediatam ente a la reparación y adecuam iento al que se hace m ención an terio r­ m ente, pero sí se puede asegurar llevó desde un principio una vida próspera, m ejorando y am pliando su cam po de acción sin aconteceres reseñables, existiendo una laguna de bastantes años, carente de toda inform ación. Con el fallecim iento de su director don E nrique Uríos y Grass, de nuevo surge docum entación refiriendo el suceso, ya que durante 24 años desem peñó con gran acierto la responsabilidad del centro, realizando duran te su m andato m ejoras sensibles en los m étodos y sistem as de trab a jo efectuados en el laboratorio. Procedía don E nrique Uríos y Grass de Alicante, contrayendo m atrim onio, después de llevar algún tiem po en Oviedo, con doña M aría Uría, probablem ente asturiana, de cuyo enlace nació una hija llam ada Dolores. Al fallecer su prim era esposa, contrajo nuevo m a­ trim onio con doña B ernardina Fernández Trapa, de quien no dejó descendencia (16). Le cupo a don Enrique Uríos conocer las dificultades po r las que hubo de pasar la Universidad de Oviedo h asta conseguir crear la Sección de Ciencias, en cuya Facultad llegó a. ser catedrático decano, siendo tan reducido el núm ero de alum nos m atriculados en los prim eros tiem pos, referidos a los años 1858/59, que entre am bos sum aban seis alumnos. Muchos años después, en 1897, sien­ do ya catedrático, el núm ero de alum nos m atriculados pudo p aran ­ gonarse con los asistentes a las ram as de Filosofía y Letras (17). (16) A rchivo Parroquial de San Juan el Real de Oviedo. Libro de difun­ tos 1923/1947, folio 118. (17) C a n e l l a S e c a d e s , Fermín.— “Historia de la U niversidad de O viedo”. Imp. de Flórez, Gusano y Cía. San José, 6. 1903-1904. Oviedo. ?_ 1 .1 3 4 MELQUIADES CABAL Su fallecim iento tuvo lugar en las últim as horas del día 14 de mayo de 1927, contando 67 años de edad, suceso que recoge el Libro de Actas de la Comisión Perm anente, según la cual y acogiéndose al artículo 36 del Reglamento del personal técnico acuerda nom ­ b ra r para el mism o cargo con carácter interino a don B ernardo Rodríguez (18). Sus restos fueron funerados en la iglesia San Juan el Real de Oviedo el día 16 y trasladados seguidam ente al cem enterio La Carriona de Avilés. Vivía don Enrique Uríos en la calle de Uría n.ü 20, sobreviviéndole su esposa doña B ernardina Fernández Trapa, su hija Dolores, su herm ano Balbino y sus herm anos políticos don E duardo y don Luis Uría y don Eladio Fernández Trapa (19). Según el cronista de «La Voz de Asturias», sus 67 años de edad no habían m erm ado su vigor físico ni intelectual, siendo grandes los prestigios ganados en la ciudad en una labor inteligente e inenterrum pida en un lapso de muchos años, y llevando una vida de austeridades, logró ganar el respeto, afectos cordiales y estim ación de todas las clases sociales (20). Meses después de fallecido don Enrique Uríos, su viuda, doña B ernardina Fernández Trapa, solicitaba de la Corporación Munici­ pal sufragase los gastos funerarios, acom pañando las facturas co­ rrespondientes, incluyendo entre ellos los ocasionados en la iglesia de San Juan, funeraria, esquelas en «El Carbayón» y «La Voz de Asturias», carroza de prim era, arbitrio municipal, derechos del Sub­ delegado de Medicina, médico del Registro Civil, comisión de la agencia, etc., gastos que ascendían a mil seiscientas setenta y tres pesetas. Como curiosidad anecdótica com entable, no dejó de llam ar nues­ tra atención la existencia de la factura del féretro, de caoba con doble tapa, valorado en cuatrocientas pesetas, más dos m etros de goma im perm eable para su interior y el servicio de cu atro mozos, que hacían un total de setenta pesetas. D urante veinticuatro años dirigió don E nrique Uríos con acier­ to el Laboratorio Químico Municipal, pero al o cu rrir su óbito fue cubierta la plaza p o r el funcionario m unicipal don B ernardo Ro­ dríguez, licenciado en Ciencias Químicas, en sesión de la Permanen(18) AAO.—Libro de Actas de la Comisión Permanente, 1926/27. folio 228. --(10.) “La Voz de Asturias”, año V, núm. 1.268, 15-V-1927. Oviedo. (20) “La Voz de A sturias”, año V, núm. 1.269, 17-V-1927. Oviedo. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO -1,135 te, el día 2 de junio de 1927, confirm ado posteriorm ente en el cargo en sesión del 18 de noviem bre del mismo año y 14 de enero de 1928 por el doctor en m edicina y teniente alcalde, presidente de la Co­ m isión de Beneficencia y Sanidad don Emilio Grande del Riego'.. Con anterioridad al fallecimiento del profesor Uríos, se había enriquecido en conocim ientos la plantilla del L aboratorio Químico M unicipal con la incorporación a ella del doctor Alfredo Martínez, quien en sus inicios profesionales estando destinado en Trubia co­ mo médico de la Beneficencia Municipal instala un modesto, labo­ ratorio por su afición a la bacteriología, conocimiento que había de am pliar posteriorm ente al ser pensionado po r la Ju n ta- de Am­ pliación de Estudios para trab a jar en el Institu to P asteur bajo la dirección de Roux y M etchnikof. Cuando regresa a E spaña vuelve a Oviedo, y es entonces destinado al Laboratorio M unicipal que el A yuntam iento tiene en el Campo de los Patos, encargándose de la Sección de Bacteriología, en tanto que don Enrique Uríos sería el jefe de la Sección de Química (21). . ••■■■£■ El fallecim iento dev don Enrique Uríos conm ociona en cierta m anera la vida del L aboratorio Municipal, dando ello lugar a que en noviem bre de 1927 se reuniesen las Comisiones de Beneficencia y Sanidad, asesoradas por sus respectivos secretarios, p ara estudiar la reform a de las plantillas de los Laboratorios M unicipales Quí­ mico y Bacteriológico. - . Como resultado de la reunión, establecen la siguiente escala: Un jefe de Sección de Química con el haber anual de 4.500 pesetas, un jefe de Sección de Bacteriología con el mismo haber, un auxiliar quím ico de 1.a con 4.000 pesetas y un auxiliar quím ico de 2.a con 3.000 pesetas anuales, que ocuparían, respectivam ente, don B ernar­ do Rodríguez, don Luis Valdés y don José A. Fernández Villaverde, asignando en el capítulo de gastos de los laboratorios las siguien­ tes cantidades: Jefe de Sección de Bacteriología, 4.500 pesetas; jefe de Sección de Química, 4.500; auxiliar químico de 1.a, 4.000; auxiliar quím ico de 2.a, 3.000; m aterial, libros, revistas química, 1.750; m aterial, li­ bros, revistas bacteriología, 1.750, y salidas, 457. En el Archivo Municipal de Oviedo se conservan im presas las M emorias de los trab ajo s efectuados'por el L aboratorio M unicipal durante los años 1926 a 1930, Memorias muy interesantes en cuan- (21) C a b a l , Melquíades.—“100 Médicos Asturianos”. Edtv Richard Grandío. Oviedo, 1976. i**-'? r ilit 1 .1 3 6 MELQUIADES CABAL to se refieren al quehacer de las Secciones de Química y B acterio­ logía. En el L aboratorio de Bacteriología se efectuaron durante el año 1926 las atenciones siguientes: Desinfección de habitaciones, 86; desinfección de ropas en la estufa, 22; análisis sobre reconocimientos de m asas encefálicas (gatos y perros) presuntos portadores de lesiones características de rabia (no se indica número); análisis de m uestras de aguas (no se indica núm ero). En el mism o año el Laboratorio Químico verificó los siguientes análisis: Sustancias alim enticias, 1.381, de las que 1.078 dieron resultado bueno, alteradas una, adulteradas sospechosas de peligro 162 y adul­ teradas no peligrosas 140. En cuanto a los análisis particulares sujetos a tarifa su núm ero fue muy reducido, verificándose solam ente 37, percibiendo 84 pe­ setas por derechos según tarifa (22). En el año 1927 la labor realizada fue la siguiente: Laboratorio Bacteriológico M unicipal: Desinfecciones practica­ das, 103; ropas de todas clases esterilizadas, 66; análisis de masas encefálicas (gatos y perros) con supuesta rabia (no se indica nú­ m ero); análisis de m uestras de agua (no se indica número). Laboratorio Químico M unicipal: Sustancias alim enticias anali­ zadas, 290; buenas, 221; adulteradas, 1; adulteradas peligrosas, 6, y adulteradas no peligrosas, 62 (23). La desinfección de las viviendas no fue fácil llevarla a efecto en un principio po r falta de medios y personal. Ello no obstante, la Comisión Municipal Perm anente en fecha 23 de noviem bre de 1928 propone, p ara que pueda ser realidad efectiva, agregar a la tarifa de desinfección la regla de no conceder perm isos para el tran sp o r­ te de muebles a las viviendas desalquiladas y que no hallan sufrido reciente e inm ediata reform a sin la presentación del volante del L aboratorio Bacteriológico que acredite haberse practicado la des­ infección en m om ento oportuno (24). (22) AAO.— “Memoria de la Secretaría de los trabajos realizados por el Excmo. A yuntam iento de Oviedo durante el año 1926”. Edit. Tip. “Región”. Altamirano, 5. Oviedo. (23) AAO.—'‘Memoria de la Secretaría de los trabajos realizados por el Excmo. Ayuntam iento de Oviedo durante’ el año 1927”. Edit. Tip. “Región”. Altamirano, 5. Oviedo. (24) AAO.—Libro de Actas del Pleno Municipal, febrero 1926-noviembre 1928, folio 106v. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1 .1 3 7 A p a rtir del fallecim iento de don Enrique Uríos en 1927, se ob­ serva un declinar en el trab ajo que realiza el Laboratorio Químico y un increm ento de actividad en la Sección del Laboratorio Bacte­ riológico que en un principio no afecta al com etido de la Comisión de Beneficencia y Sanidad, la cual tra ta de m ejo rar en distintos aspectos los centros que de ella dependen, instalando calefacción central en los Laboratorios Químico y Bacteriológico, Casa de So­ corro y T ribunal Industrial (25). Sin em bargo, próxim o a finalizar el año 1927 se solicita la ins­ talación en la Casa de Socorro de la Sección de Bacteriología y Análisis Clínicos que po r entonces incum bía realizarlos al Labora­ torio M unicipal, deseo que no se llevó a efecto por falta de espa­ cio (26). Como la desinfección de ropas y efectos que se vendían en el m ercado del Campillín (El Rastro) producían gastos, la Comisión M unicipal de Beneficencia con el fin de reducirlos pensó se podía aplicar una tarifa m ínim a a pagar por los vendedores, deseo que no se llevó a efecto por inform e desfavorable del d irector del La­ boratorio Bacteriológico, que consideraba que, dado el exiguo gasto de la desinfección y la m odestia de los vendedores y com pradores, debía seguir haciéndose gratuitam ente. Los docum entos examinados hacen pensar, sin que exista una evidencia indubitable, que am bas secciones, la Química y la Bac­ teriológica, tra ta n de independizarse, rom piendo la form a inicial que unía a las dos bajo el común denom inador de L aboratorio Químico M unicipal, pues en tanto el Laboratorio Químico se ins­ cribe a la Enciclopedia Química Industrial, el Laboratorio Bacte­ riológico M unicipal carece de útiles esenciales p ara el trabajo, ya que m ucho del m aterial allí existente era propiedad de don Alfredo M artínez, p o r entonces director del Laboratorio Bacteriológico (27). A su vez el director del laboratorio m anifiesta a la Comisión de Beneficencia y Sanidad que determ inadas especies alim enticias derivadas del reino animal, incumbencia del inspector veterinario, deben ser analizadas en el Laboratorio Químico Municipal, así co­ mo se procede con el análisis de las leches, recogiendo m uestras en las estaciones por ser más sencillo para el personal del labora(25) AAO.—Libro de Actas de Beneficencia y Sanidad, 1927/28, 23-IV-1927, folio 13. (26) AAO.—Libro de Actas de Beneficencia y Sanidad, 1927/28, 13-XII-1927, folio 46. (27) AAO.—Libro de Actas de Beneficencia y Sanidad, 1927/28, 22-VI-1927, folio 25. 1 .1 3 8 MELQUIADES CABAL torio y de m ayor seguridad para el comercio, si bien el no anali­ zarlas no exime de responsabilidad al com erciante si el resultado resultase desfavorable (28). Como el problem a suscitado con los inspectores de sustancias alim enticias no fuese resuelto de m anera breve y satisfactoria, se presentó una moción suscrita por don Santiago F. Peña, proponien­ do se cumpliese lo dispuesto en el R. D. de 22 de diciem bre de 1908 sobre la creación de inspectores de sustancias alim enticias, asu­ miendo dicha labor don B ernardo Rodríguez, don Luis Uría y don José Villaverde, restando tiempo a otros análisis exclusivamente quím icos, añadiendo que el nom bram iento de inspector, adem ás de ser un precepto legal su cum plim iento, era una necesidad sentida. Como insistiese don Santiago F. Peña en su deseo, el secretario de la Corporación señala que los químicos Uría y Villaverde desempe­ ñaban en su com etido una actuación de inspección. En la Memoria de 1929/30 se alude a la reform a del Laboratorio Bacteriológico, así como la necesidad de adquirir una cam ioneta para el servicio de desinfección, con rem uneración extraordinaria de veinte mil pesetas anuales al personal que atendiese este nuevo cometido. A su vez, en el Laboratorio Químico se efectúan obras de acon­ dicionam iento y reparación de varios departam entos, cuyo im porte, de mil ochocientas trein ta y ocho pesetas, se aprueba en sesión de la Comisión Perm anente en fecha 29 de diciem bre de 1930. Puesto de nuevo el Laboratorio Químico en servicio, fueron in­ coados setenta y cinco expedientes de análisis de distintos géneros recogidos po r los funcionarios encargados de este m enester, prac­ ticándose asim ism o mil ochenta operaciones de desinfección, ya por traslados a nuevo domicilio, enferm edades o defunciones. No obstante esta aparente actividad, existe un declinar en las actividades del laboratorio, pues en 1931 la M emoria de Secretaría sólo recoge haberse incoado en el año ciento trein ta y nueve aná­ lisis. A p artir de esta fecha existe como un colapso en el hacer del Laboratorio Químico que quizá pudiera estar relacionado con la inestabilidad política que culm inaría con el movimiento revolucio- (28) AAO.—Libro de Actas de Beneficencia y Sanidad, 1927/28, 17-IV-1928, folios 73 y 74. LABORATORIO QUIMTCO MUNICIPAL DE OVIEDO 1 .1 3 9 nario de 1934, renovado posteriorm ente en 1936 coincidiendo con el estallido de la guerra civil. Cercado Oviedo por las fuerzas republicanas, en tra el labora­ torio en una nueva fase de actividad, interesando las autoridades m ilitares el análisis diario del agua que abastece la población, or­ den que sin dem ora se lleva a efecto a p artir del día 20 de julio, dando p o r resultado ser todas ellas potables y sin peligro para la población, cerficación que firm aría el director del L aboratorio Químico, don B ernardo Rodríguez. Como hubiese preocupación de infección bacteriana, se p racti­ caron análisis de todas las fuentes de la ciudad y barrios próximos. En la fuente denom inada de Pando, fuentes del Prado Picón, Herm anitas de los Pobres, finca de H errero y Roel los resultados eran satisfactorios en su aspecto bacteriológico, siendo po r el contrario m alas p ara el consum o las aguas procedentes de la finca de Choco­ lates S arri y m anantial de Fitoria, según inform e de fecha 17 de agosto del año en curso. Extendiendo su cam po de acción el Laboratorio Químico y Bac­ teriológico, no quedó fuente o m anantial que no fuese debidam ente estudiado; el agua del túnel de Vega existente en las proxim idades de la Plaza de América resultó beneficiosa en su aspecto quím ico y bacteriano, en tanto que un grifo existente en la calle de Argüelies y una m uestra del depósito de Pérez de la Sala presentaban un aum ento del núm ero de bacilos coli que no tuvieron confir­ m ación en m uestras sucesivas, debiendo in terp retarse como un aum ento accidental transitorio al tom ar la m uestra. En todos estos trabajos colaboraron con acierto y desprendi­ m iento don Pedro Suárez Cabeza y don Francisco Pascual Martínez, am bos vecinos de la ciudad, el prim ero Químico de la Universidad de Oviedo y el segundo Licenciado en Ciencias Químicas. El personal del laboratorio en fecha 2 de noviem bre de 1936 era el siguiente: Jefe Bacteriología, don Luis Valdés Villazón, m uerto el 18 de septiem bre de 1936; jefe Química, don B ernardo Rodríguez; quí­ mico interino, don Domingo Casaos; auxiliar 1.°, don Luis Uría Mata-Vigil; auxiliar 2.°, don José Antonio F. Villaverde; practican­ te, don Domingo Pintado (fallecido), y ordenanza, don Angel Villar. Don Alfredo Martínez, que desempeñaba el cargo de jefe de Bacteriología, fue muerto a consecuencia de dos disparos efectuados en la noche del día 22 de marzo de 1936. 1 .1 4 0 MELQUIADES CABAL Retrocediendo en nuestro estudio al año 1931, algo parece en tu r­ biar la magnífica labor del Laboratorio Químico M unicipal, exis­ tiendo un escrito dirigido a la Alcaldía po r el G obernador Civil dándole cuenta de la obligación del Ayuntamiento de fo rm ar parte de la M ancomunidad para el sostenim iento del In stitu to Provincial de Higiene, acordando la Corporación elevar consulta a la Direc­ ción General de Sanidad solicitando una m ayor inform ación (29). No obstante esta aparente inquietud, continúa el Laboratorio Municipal ejerciendo su función con norm alidad, de tal form a que en 1932 se solicita de la Comisión de Beneficencia y Sanidad la adquisición de un microscopio, y en los comienzos del año 1933 se acuerda ap ro b ar el Reglamento por el que a p a rtir de entonces ha de regir el establecim iento, aceptándose el inform e de la Secretaría Municipal, a excepción de la parte que hace alusión a la dirección del laboratorio, y se adquiere a la vez m aterial p ara am bas sec­ ciones del laboratorio a la casa García Zaloña (30). En este mism o año el médico ovetense don B ernardo Antonio M artínez Vega solicita se le nom bre médico supernum erario de la Beneficencia M unicipal con destino al Laboratorio Bacteriológico, sin rem uneración alguna y sin que ello signifique derecho alguno para el solicitante. Siguiendo la cronología histórica, en 1939 se tra ta de reorgani­ zar el L aboratorio Municipal, dividiéndole en dos secciones: Quí­ mica y Bacteriológica, asignando la dirección de la prim era a un licenciado en Ciencias Físicas y Químicas y la segunda encom en­ dada a un licenciado en Farm acia y Bacteriología. A esta últim a sección le estaría encom endada los trabajos de desinfección, aná­ lisis de aguas, alim entos, alcoholes vínicos, esputos, sangre, orina. Las personas pobres acogidas al régimen de beneficencia y sanidad obtendrían los análisis sin abonar estipendio alguno, m ientras que los particulares pagarían los derechos tarifados. El servicio de m ayor im portancia, la desinfección a domicilio, obligatorio p ara todo inquilino que ocupase nuevo piso en la po­ blación, devengaría derechos por tal concepto, abono que incre­ m entaba la consignación asignada para cu b rir las necesidades del personal, calculada por entonces en veintiuna mil pesetas, desti­ nando para m aterial la cantidad anual de quince mil pesetas. (29) AAO.—Libro de Actas de Beneficencia y Sanidad, 1929/32, 7-X-1931, folio 73. (30) AAO.—Libro de Actas de Beneficencia y Sanidad, 17-1-1933, folio 20. LABORATORIO QUIMICO MUNICIPAL DE OVIEDO 1.141 La reorganización del Laboratorio Químico no pasó de ser un buen deseo, pues víctim a neutral de los acontecim ientos bélicos fue perdiendo en poco tiem po el prestigio adquirido en cincuenta y dos años de constante labor sanitaria, orgullo de la población. A p a rtir del año 1938/39 languidece la vida de actividad del La­ boratorio M unicipal, a tal extremo que raras veces se alude a él en las M emorias, y tal es el abandono que incluso la venta de las leches se hacía sin el análisis previo encom endado al centro. El problem a de la venta de leches, por su im portancia, dio lu­ gar a la redacción de un nuevo Reglamento, según el cual en su artículo 13 especificaba que los expendedores o repartidores de leche del concejo de Oviedo se atendrían a p a rtir de entonces a las siguientes condiciones. Los expendedores de una sola vaquería ha­ bían de satisfacer dos pesetas en concepto de autorización, en tanto que los vendedores de leche procedentes de varias vaquerías ha­ bían de abonar, como licencia, cinco pesetas. Estas cantidades se increm entaban notablem ente para la venta de leches procedentes de fuera del cocenjo, satisfaciendo por licencia quince pesetas, cantidades que se harían efectivas todos los años d u ran te la pri­ m era quincena del mes de enero, previo recibo-autorización, estan­ do incluido en ellos el im porte de las m edallas y un ejem plar del Reglamento (31). No obstante esta sensación de abandono, en sesión ordina­ ria del día 2 de diciem bre de 1938 aún se acuerda ad q u irir m ate­ riales y útiles de trab ajo para el Laboratorio Municipal por un im porte de seis mil trescientas cuarenta y dos pesetas con cargo al vigente presupuesto ordinario (32). Poco tiem po después la Comisión de Sanidad acordaba la rea­ lización de las obras precisas en los locales del laboratorio, a fin de restablecer los servicios e incluso el gabinete de desinfección y desratización, dedicando para tal fin cuatro mil ochocientas se­ senta y una pesetas (33). La realización de las obras no fueron hechas con la prem ura debida, por cuanto el secretario del Colegio Farm acéutico de Ovie­ do solicitaba el abono de gastos por consumo de agua y luz mien­ tras estuvo allí instalado provisionalm ente, cobro que no se llevó (31) AAO.—Libro Actas de Beneficencia y Sanidad, 20-111-1939, folios 96 y 96v. (32) AAO.—Libro de Actas de la Comisión Permanente, 1938/39, 29-XII1938, folio 147. (33) AAO.—Libro de Actas de Beneficencia y Sanidad, 1938/39, 2-1-1939, folio 167. 1 .1 4 2 MELQUIADES CABAL a efecto de inm ediato, acordando fuese som etido a estudio a pro­ puesta del presidente Rodríguez Sam pedro (34). Los años que siguieron, de im precisada exactitud, la vida física y científica del Laboratorio Municipal, sin dejar de existir, llevó un quehacer de mínimo rendim iento, muy próxim o a la inactividad, siendo escasas las referencias alusivas a su función y necesidades m ateriales, recibiendo la impresión, al m anejar docum entos de aquella fecha, que su fin estaba condenado al cierre definitivo del laboratorio. En efecto, el Laboratorio Municipal ya había dejado de funcio­ nar años atrás, pues los útiles y enseres pertenecientes al mismo habían sido recogidos por la M ancomunidad Sanitaria de la pro­ vincia, acordando recabar de este organism o el ingreso en las arcas del Ayuntam iento el im porte de los mismos, que ascendían a cin­ cuenta y tres mil ciento trece pesetas el m aterial incautado (35). De esta m anera imprecisa, poco clara en relación a fechas con­ cretas, dejaba de existir el antiguam ente famoso L aboratorio Quí­ mico Municipal de Oviedo, cuya función sanitaria fue de suma im portancia durante los sesenta y tres años que controló con acierto la bondad de los artículos alimenticios consum idos en la ciudad. (34) AAO.— Libro de Actas c7.e Beneficencia y Sanidad, 1939/42, 30-X-1939, folio 25v. (35) AAO.—Libro de Acuedos, 15-I-1942/23-1I-1944, 20-111-1942, folio 28v. PEREZ DE AYALA Y BERGSON POR PELAYO H. FERNANDEZ P R E A M B U L O El libro Le rire (La risa) (1) del filósofo francés H enri Bergson, que se im prim e por prim era vez en 1900, es una obrita de breves dim ensiones pero densa y con repercusiones que sobrepasan con m ucho su tam año físico. Su extraordinario éxito a través de los años — dentro y fuera de Francia— lo evidencia el hecho sobresa­ liente de que, la teoría de lo cómico que encierran sus páginas, haya sido «la más am pliam ente discutida entre todas» (Piddington, 169). O el m erecer juicios como éste: «La risa presenta la más ingeniosa y la más original de todas las teorías dz lo cóm ico» (S tern , 25). En lo concerniente a España, el libro fue leído pronto por los noventayochistas y, desde luego, por la generación que encabeza Ortega y Gasset (2), uno de cuyos principales representantes, Ra­ il) Para el presente estudio utilizo las siguientes ediciones: Le rire. Essai sur la signification du comiaue. París. Presses Universitaires de France, 1969. Y La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico. Valencia, Ed. Prometeo, 1971. Para entender correctamente el título del libro conviene tener presentes estas advertencias de Alfred Stern: “Compruébase, por lo pronto, que la teoría bergsoniana expuesta en su célebre libro La risa no es propiamente hablando una teoría de la risa, sino tan rólo de la risa provocada por lo cóm ico” Cp. 36).' (2 ) Ejemplos respectivos a cada generación, son: Pío B a r o j a , “La caverna del hum orismo”, Obras completas. V. Madrid, Biblioteca Nueva, 1948, p. 404. Y José O r t e g a y G a s s f t , “Meditaciones del Quijote”, Obras completas, I. Ma­ drid, Alianza Editorial, 1983, p. 395. ... ;■ 1 .1 4 4 PELAYO H. FERNANDEZ m ón Pérez de Ayala, utiliza conscientem ente su contenido en los ensayos que com ponen el libro titulado Las M áscaras, editado en 1917, pero con estudios que comienzan ya en 1910. Los criterios bergsonianos sobre lo cómico y el arte teatral le sirven de instru­ m ento al escritor asturiano para poder cum plir un doble propósito: enfrentarse con la dramaturgia de Jacinto Benavente, cuyos elem en­ tos negativos denuncia sistem áticam ente, y discurrir sobre el género dramático en general. Esto en lo tocante a esa colección de ensayos. En un plano más ancho, esos m ism os criterios — rebasando los con­ textos ensayísticos— se insertarán en la m ism a concepción ayalina del arte y se m anifestarán en la obra narrativa del autor en versión tragicómica: «De lo últim am ente apuntado interesa subrayar la co­ m ún actitud de Ortega y de Pérez de Ayala — con su raíz en Bergson— frente al tema de la tragedia y de la comedia, y el suave tránsito de una a otra. Por aquí se llega a la tragicomedia y a lo que de tragicomedia hay en toda novela, en el sentir de uno y otro escritor» (Baquero, 166) (3). Naturalm ente, esta fuerte y definitiva presencia de las ideas claves de La risa en el arte de Pérez de Ayala — iniciada significa­ tivam ente durante la etapa form ativa de su pensam iento— no supone detrim ento para la originalidad del escritor. Ayala mismo, al señalar la influencia de Cervantes en Dickens, acude indirecta­ m ente a su propio rescate: Por influencia literaria no debe entenderse imitación, re­ medo o calco serviles. La influencia fecunda siem pre ha con­ sistido en la revelación, repentina o gradual, de la propia genialidad creativa, por virtud de la claridad pue se desprende y recibe de una gran personalidad ajena. Es la influencia literaria. de una parte, del que la ejerce, magisterio, y de otra parte, del aue la recibe, herencia; el resultado es acaso la originalidad. La historia se prosigue y encadena mediante ese doble juee,o de magisterio y herencia: piedra y eslabón aue provoca la chispa de la originalidad. De lo contrario, la historia carecería de continuidad y fluencia, y no sería sino una yuxtaposición de fenóm enos incoherentes e inconexos sin sentido ni explicación (PN, 63). (3) He pretendido comprobar el paralelismo entre las ideas de Bergson y las de Ortega en mi artículo “La teoría de la novela realista de Ortega y la teoría de lo cómico de Bergson”, Cuadernos del Sur, núm. 14. Bahía Blanca (Argentina), 1982. PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 4 5 A fin de poder precisar con justeza la huella de Bergson en la obra de Pérez de Ayala, he rastreado el nom bre del filósofo galo por los escritos ayalinos aparecidos hasta hoy. Una pesquisa de tonalidades positivistas — de «pincharranas» diría Unamuno— me ha perm itido reunir 21 citas con mención expresa del nom bre de Bergson, seis de las cuales versan sobre la teoría de lo cómico. Las restantes — en general demasiado breves (con la excepción de una) y esporádicas para poder desarrollar una teoría— son sin embargo orientadoras en otro sentido, en guiarnos con respecto a los conocim ientos que Ayala poseía de la filosofía del escritor francés. E n consecuencia, un dato queda claro: después de La risa el libro m ás citado es La evolución creadora (1907). Para la m ente inquisitiva, añado al final del presente trabajo un apéndice con los textos de esas citas. Pero hay m ás aún. A m odo de recompensa, en esa m ism a rebus­ ca, he descubierto no sin grata sorpresa la existencia de un núm ero considerable de textos afines a otros que se encuentran en La risa, aunque el nom bre de Bergson no figure en absoluto. Como com ­ probará el lector, algunos de dichos textos constituyen verdaderos préstam os. Los ofrezco recopilados y contrastados en tas páginas que siguen (capítulo III). P.H.F. University of New México SIGLAS UTILIZADAS AA = Ramón P é r e z de A y * l a : Ante Azorín. Edición recogida y prolo­ gada por J. García Mercadal. Madrid, Biblioteca Nueva, 1964. AD = R. P. de A .: Apostillas y divagaciones. Selección de J. García Mercadal. Madrid, Ed. Cultura Hispánica, 1976. AR = R. P. de A .: Am istades y recuerdos. Edición recogida y ordenada por J. García Mercadal. Barcelona, Aedos, 1961. NS = R. P. de A .: Nuestro Séneca y otros ensayos. Recopilación de J. García Mercadal. Barcelona, Buenos Aires, EDHASA, 1966. PE = R. P. de A .: Pequeños ensayos. Edición recogida y ordenada por J. García Mercadal. Madrid, Biblioteca Nueva, 1963. PN = R. P. 1958. de A .: Principios y finales de la novela. Madrid, Taurus, PELAYO H. FERNANDEZ 1.1 4 6 OC = R. P. de A. : Obras completas, 4 tomos. Recogidas y ordenadas por J. García Mercadal. Madrid, Aguilar, 1963, TI = R. P. de A. : Tributo a Inglaterra. Prólogo de J. García Mercadal. Madrid, Aguilar, 1963. R = Henri B e r g s o n : La risa. Ensayo sobre la significación de lo có­ mico. Valencia, Ed. Prometeo, 1971. Rire = Henri B e r g s o n : Le rire. Essai sur la signification du comique. Paris, P resses U niversitaires de France, 1969. I. LA CITA DE 1905 (4) Comencemos nuestra navegación con la cita m ás trascendental de todas, la que reúne la triple virtud de ser la más tem prana, la más extensa y la que resum e lo más sustancial de la teoría de lo cómico de Bergson según se expone en La risa. Data de 1905 y se halla inserta en el ensayo ayalino que lleva p o r título «Don Quijote en el extranjero», publicado en tres partes en la revista La Repú­ blica de las Letras (5). Será el propósito de este p rim er capítulo fijar y ubicar los textos que integran la cita dentro de la estruc­ tu ra de La risa, pues aunque form en un todo y figuren juntos Ayala los ha extraído de distintas secciones del libro. Em pleo con tal fin un esquem a que reproduce y coteja los textos en francés y en español. El crítico asturiano Leopoldo Alas, «Clarín», había expresado en sus escritos el siguiente juicio: «verdaderam ente fam iliarizado con Cervantes, yo no conozco a ningún gran hom bre». Ram ón Pérez de Ayala lo recoge y denuncia a su vez la m ultitud de ocasiones en que los autores extranjeros —aquellos que han expuesto teorías sobre lo cómico— se han olvidado de tener presente el Quijote, viniendo como venía al caso. H enri Bergson será excepcionalmente uno de los contados teorizadores que trae a colación al fam oso hidalgo y (4) El m eollo de este capítulo, con el título “Bergson y Pérez de Ayala. Teoría de lo cómico”, salió publicado en la revista Cuadernos Americanos, con fecha mayo-junio de 1983, págs. 103-109. (5) He podido consultar La República de las Letras en la Hemeroteca Mu­ nicipal de Madrid. La primera parte del estudio ayalino vio la luz el 13-V-1905, p. 8; la segunda, e l 20-V-1905, p. 8, y en ella se encuentra la cita; la tercera parte, el 27-V-1905, págs. 2-3. José García Mercadal ha reproducido el ensayo entero —aunque con algún error ortográfico— en las Obras completas de R. Pérez de Ayala, tomo I Madrid, Aguilar, 1963, págs. 1.219-21. PEREZ -DJE AYALA Y.-BERGSON a su escudero al afro n ta r rigurosam ente el tem a de lo cómico, aunque todavía no tan a m enudo como Ayala quisiera. Lo prim ero que sorprende al lector erudito en las palabras in­ troductoras de la cita es que Pérez de Ayala presente el libro La risa como publicado «hace contados meses», cuando de hecho se había editado inicialm ente en 1900. Dice así: «Bergson, en un libro pu­ blicado hace contados meses, La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico, sienta una teoría muy ingeniosa y acertada, que pue­ de resum irse en los siguientes rasgos sintéticos». ¿E rro r de cálcu­ lo? ¿Una nueva edición? Sin duda lo prim ero, pues la segunda edición sale en 1901 y la tercera en 1906, fechas que no concuerdan con el contenido de la declaración ayalina hecha en 1905 (6). Se debe d escartar asim ism o una posible versión española ya que no se realiza h asta 1939, cuando aparecen sim ultáneam ente dos en Buenos Aires, editadas respectivam ente po r Tor y po r Losada (7). En verdad, si hubiera existido por aquel entonces alguna trad u c­ ción española en el m ercado, creo que Ayala —siem pre al acecho de novedades— se habría referido a ella en beneficio del lector, y tam bién que hab ría sido más esquem ático en la segunda m itad de la cita. De hecho, Pérez de Ayala presenta La risa como novedad editorial, p o r lo que se esm era po r transm itirle a sus lectores lo m ás sustancial de sus páginas. En este sentido, Ayala se convierte él mism o, autom áticam ente, en prim er traductor. Pasando ahora al resum en ayalino de rasgos sintéticos notam os prim eram ente que las cuatro prim eras líneas, «Cuanto nos sugiera ideas de autom atism o, de tiesura mecánica, es cómico: y al revés, todo lo cómico lo es en virtud de hacernos pensar en esta incons­ ciencia y agarrotam iento a lo fantoche», no reproducen exactam en­ te ningún texto bergsoniano, pero responden en. cam bio a conteni­ dos como éstos: _ - -■ .! (6) Por orden cronológico, Le rire se publica por primera vez en 1900, en Revue de Paris, I. Edita el libro el mismo año Félix Alean, quien lanza a su vez la segunda edición en 1901. Las ediciones sucesivas se siguen en 1906, 1908, 1911, 1912, etc. Consúltese : Henri B e r g s o n , Oeuvres (seconde édition). Paris, Presses U niversitaires de France, 1963. (7 ) Véase A lfredo C o v ie l l o , El proceso filosófico de'B ergson y su biblio­ grafía. Ed. R evista Sustancia. Tucumán (Argentina), 1941, segunda edición, p. 69. En la Biblioteca Nacional de Madrid se encuentra un ejem plar de La risa en español con la fecha puesta entre interrogantes (¿1914?), pero de acuerdo con los datos que constan en el libro de Coviello no parece que haya habido edición en lengua española antes de 1939. 1 .1 4 8 PELAYO H. FERNANDEZ «Ce q u ’il y a de risible dans un cas comme dans l'autre, c’est une certaine raideur de mécanique là où l’on voudrait trouver la souplesse attentive et la vivante flexibilité d ’une personne» (Rire, 8). «Cette raideur est le comique, et le rire en est le châti­ m ent» (Rire, 16). «Dès que nous oublions l’objet grave d'une solennité ou d ’une cérémonie, ceux qui y prennent p art nous font l'effet de s’y m ouvoir comme des m arionnettes. Leur m obilité se règle su r l’im m obilité d ’une formule. C'est de l'autom atis­ me (Rire, 35). E studia Bergson prim eram ente lo cómico en las form as, es de­ cir, en la fisonom ía y en las deform idades del individuo; y pasa luego a sorprender la comicidad en los gestos y los m ovim ientos hum anos. De ello resulta la subsiguiente ley: «Les attitudes, gestes et m ouvem ents du corps hum ain sont risibles dans l'exacte m esure où ce corps nous fait pen­ ser à une simple mécanique» (Rire, 22-23). (AYALA: «Actitudes, gestos y movim ientos del cuerpo son risibles en la exacta medida que este cuerpo nos hace pensar en una simple mecánica».) Distingue Bergson tres elementos principales de «lo mecánico calcado sobre lo vivo» («Du mécanique plaqué su r du vivant»); es decir, de toda rigidez que intenta im itar la flexibilidad de la vida. Y son: 1) el disfraz —incluyendo la moda— , las cerem onias socia­ les, la pedantería, etc.; 2) el cuerpo adelantándose al alm a —por éjem plo: el orad o r que estornuda, el tím ido a quien le estorba el cuerpo—, la explicación m aquinal de reglas, etc.; 3) la cosificación de las personas —el h ablar de ellas como si fueran simples cosas— ; ciertos saltos y m ovimientos de los clowns, etc. (págs. 29-50). Mien­ tras sintetiza los dos últim os apartados en sendas fórm ulas: «Est com ique tout incident qui appelle notre attention sur le physique d'une personne alors que le m oral est en cause», p. 39. «Nous rions toutes les fois qu'une personne nous donne l'im pression d'une chose». Y añade a continuación: «On rit de Sancho Pança ren­ versé sure une couverture et lancé en l'air comme un simple bellon», p. 44. PEREZ DE AYALA Y BERGSON (AYALA: «todo incidente parte física de una persona m oral, es cómico»; «reímos siem pre que una una cosa»; «se ríe viendo a los aires como una pelota».) 1.149 que lleve nu estra atención a la cuando la causa debiera ser lo persona nos da la sensación de Sancho Panza m anteado y p o r Uno de los síntom as que acom paña a la risa es la insensibilidad —indica Bergson— . Por lo que afirm a: «No hay m ayor enemigo de la risa que la emoción» («Le rire n ’a pas de plus grand ennem i que l'em otion», p. 3). Y es que para el pensador francés lo cómi­ co «se dirige a la inteligencia pura» («Il s'adresse à l'intelligence pure», p. 4). De ahí que al tra ta r la com icidad de los caracteres teatrales, declare: «Allí donde el prójim o deja de conm overnos, comienza la comedia» («Où la personne d 'au tru i cesse de nous ém ouvoir, là seulem ent peut com mencer la comédie», p. 102). Para que se dé lo cómico, pues, se requiere esta condición, doble y si­ m ultánea: la insociabilidad de los personajes y la insensibilidad del espectador. Resume Bergson: «En résum é, nous avons vu qu'un caractère peut être bon ou m auvais, peu im porte: s'il est insociable, il p o u rra deve­ n ir comique. Nous voyons m aintenant que la gravité du cas n'im porte pas davantage: grave ou léger, il p o u rra nous fai­ re rire si l'on s'arrange pour que nous n'en soyons pas émus. Insociabilité du personnage, insensibilité du spectateur, voi­ là, en somme, les deux conditions essentielles. Il y en a une troisièm e, im pliquée dans les deux autres, et que toutes nos analyses tendaient jusqu'ici à dégager. C'est l'autom atism e» (Rire, 111). (AYALA: «Lo distintivo de lo cómico en los caracteres es la insociabilidad. Si un carácter es insociable puede ser có­ mico. Grave o ligero nos h ará reír si se las arregla de modo que no nos conmovamos. Insociabilidad del personaje, in­ sensibilidad del espectador; he aquí las dos condiciones esenciales, ju ntam ente con el autom atism o que está im plíci­ to dentro de ellas».) Desde el com ienzo del libro destaca Bergson la distracción co­ mo un fenóm eno que procede de la m ism a fuente de lo cómico; razón —dice— p o r la cual el personaje distraído ha tentado siem­ p re a los autores cómicos. Será Don Quijote la figura que m ejor encarne el tipo: 1 .1 5 0 PELAYO H. FERNANDEZ «Et plus profonde est la distraction, plus haute est la comédie. Une distraction systém atique comme celle de Don Q uichotte est ce qu'on peut im aginer au m onde de plus co­ mique: elle est le comique même, puisé aussi près que possi“ ble de sa source», pp. 111-112. (AYALA: «Toda distracción es cómica, y cuanto más p ro ­ funda la distracción más alto linaje de lo cómico. La distrac­ ción sistem ática, la de Don Quijote, es lo que de más cómico se puede im aginar en el m undo. Es lo cómico mismo, agota­ do, dentro de lo posible, en su propio m anantial».) Una de las m anifestaciones más sobresalientes de la com icidad se asienta en la lógica que caracteriza al personaje cómico; lógica que puede d ar cabida a lo absurdo. El personaje cómico —afirm a Bergson— «peca siem pre po r obstinación de espíritu o de carácter, po r distracción o p o r autom atism o» («le personnage com ique pè­ che p ar obstination d ’esprit ou de caractère, p a r distraction, par autom atism e», p. 141). Don Quijote servirá nuevam ente de p ara­ digma (por la extensión de esta porción de la cita, transcribiré solam ente los aspectos más im portantes; baste añadir que Pérez de Ayala traduce el texto fielmente): Théophile G autier a dit du comique extravagant que c'est la logique de l'absurde. Plusiers philosophies du rire gravi­ tent au to u r d'une idée analogue [...] L'absurdité, quand on la rencontre dans le comique, n'est donc pas una absurdité quelconque. C'est une absurdité dé­ term inée [...] Don Q uichotte v erra'd o n c des géants là où nous voyons des m oulins à vent. Cela est comique, et cela es absurde. Mais :r r-- ' est-ce une absurdité quelconque? C'est une inversion toute spéciale du sens commun. Elle consiste à prétendre m odeler les choses su r une idée qu'on a, et non pas ses idées sur les choses. Elle consiste à voir devant soi ce à quoi l'on pense, au lieu de penser à ce qu'on voit [ „ .] Une fois l'illusion formée, Don Quichotte la développe d'ailleurs raisonnablem ent dans toutes ses conséquances; il s'y m eut avec la sûreté et la précision du som nam bule qui joue son rêve. Telle est l'origine de l'erreur, et telle est la logi­ que spéciale qui préside ici à l'absurdité (Rire, 139-41). (AYALA: Teófilo Gautier ha dicho de lo cómico extrava­ gante que es la lógica del absurdo. N um erosa filosofía de la risa se asienta sobre ideas análogas. PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 5 1 Lo absurdo en lo cómico no es un absurdo cualquiera. Es un absurdo determ inado [...] Donde vosotros veis molinos de viento, ve Don Q uijote gigantes. Esto es cómico y es absurdo. Pero ¿es un absurdo cualquiera? Es una inversión especial del sentido común. Consiste en pretender m odelar las cosas sobre una idea y no la idea so­ bre las cosas. Consiste en ver delante aquello en que se piensa, en lugar de pensar en aquello que se ve [...] Form ada la ilusión, Don Quijote razonable, la desenvuel­ ve, hasta sus últim as consecuencias: se entrega a ella, segu­ ro y preciso, como un sonámbulo. Ved, pues, el origen del e rro r y la lógica especial que rige aquí el absurdo.) Dos conclusiones fundam entales pueden obtenerse de esta re­ producción y cotejo de textos. Una, la gran fidelidad con que Pérez de Ayala traduce los originales bergsonianos; y otra, el gran inte­ rés y acierto con que selecciona las ideas principales que contiene La risa. II. APLICACION DE LA TEORIA BERGSONIANA AL ARTE TEATRAL Contiene este apartado exclusivamente citas que registran el nom bre de Bergson; otras, relacionadas tam bién con el género dram ático, aparecerán en la sección dedicada a lo cómico ininteli­ gente y lo cómico inteligente. Analiza Pérez de Ayala la obra de Jacinto Benavente Los cacho­ rros y declara que le produce una im presión de languidez debido a su estru ctu ra episódica, po r «ignorar la acción, concediendo valor intrínseco al episodio», peligro sobre el cual ya había advertido la preceptiva aristotélica: «los episodios deben ser escasos, im prescin­ dibles y sobrios, so pena de anular la unidad de la obra dram ática y suprim ir el interés de la acción». La acción —explica Ayala— ha de obedecer a un a «motivación recóndita» o a una «íntim a historia sentim ental» (O.C., III, 114 y 116), de lo contrario corre el riesgo de trocarse en una escena risible. La teoría bergsoniana respalda el aserto: Indica sagazm ente Bergson que la p rim era condición de lo cómico es la ausencia de sim patía po r p arte del especta­ dor. En el punto en que es espectador se interesa p o r el personaje risible, penetrándole el fuero de su vida interio r 1 .1 5 2 PELAYO H. FERNANDEZ y com penetrándose con él, con sus emociones y estím ulos de acción, en el mismo punto cesa el efecto risible (OC, III, 116). Pone a continuación Ayala dos ejem plos que elucidan esas ideas. El prim ero dice así: «Si en una sala de baile cerram os los oídos a la música, ¿habrá nada más extraño y risible que aquel tropel de personas moviéndose de un modo insensato e incongruente?» (OC, III, 1.116). Texto que reproduce este otro de Bergson: «Basta que cerrem os nuestros oídos a los acordes de la m úsica en un sa­ lón de baile, p ara que al punto nos parezcan ridículos los danza­ rines» (R , 10). El segundo ejemplo recrea la siguiente escena: «Paseamos po r la calle, oímos gritos burlescos y carcajadas que salen de un gran corro; nos acercamos y vemos dos m ujeres, en medio del círculo, que andan a la greña». Esa pelotera de m ujeres, concluye nuestro autor, es «tema de sainete» si se ve desde fuera; en cam bio, si «se nos revelase la historia sentim ental de las dos m ujeres» el sainete se convertiría «en dram a, quizás en tragedia». Benavente no revela la historia sentim ental de las dos m ujeres, por lo que la escena «no pasa de ser una pelotera cómica» (OC, III, 116). Ideas que reconfirm a Ayala en o tra ocasión al considerar nue­ vam ente la m etam orfosis de lo cómico en dram ático: Citábam os en un ensayo an terio r cierta observación de Bergson sobre lo cómico, y es que tan pronto como un per­ sonaje cómico inspira interés o sim patía, cesa el efecto risi­ ble, cesa lo cómico. Así es, en efecto. Cesa lo cómico, pero no nace necesariam ente lo dram ático sino cuando la interio­ ridad del personaje externam ente cómico, en la cual pene­ tram os, es de naturaleza dram ática, a causa de las pasiones o to rtu ras que le atosigan y remueven (OC, III, 324). No es difícil sorprender en esta aclaración, así como en las ex­ plicaciones que la preceden, los fundam entos del a rte tragicóm ico y el concepto del hum or ayalinos. Como suele ser costum bre en él, define Pérez de Ayala etim o­ lógicamente el térm ino comedia: «palabra griega, que significa 'burla o sim ulación chistosa'»; y el vocablo farsa de este modo: «La necesidad, obrando como fatalidad dentro de cada individuo, en form a de rutina, de instinto habitual». Para fundir el contenido de am bas definiciones en la siguiente declaración: «La com edia clásica, la com edieta italiana, la comedia de Molière, son, en el con­ cepto, farsas». La fusión se hace posible a través de la teoría de lo cómico bergsoniana: «La teoría de Bergson acerca de la risa con­ PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 5 3 viene con la esencia de la comedia clásica: nos hacen reír los organism os superiores cuando se mueven y obran como m ecanis­ mos». Se evidencia sobre todo en los personajes. Tanto en la com edia como en la farsa «cada personaje es una m arioneta, con un hilo que la mueve»; en am bas las pasiones se degradan, «pierden m úscu­ lo y descubren el esqueleto, la arm adura, el resorte; pasan a ser costum bres, vicios», que equivalen a infravitalidad, a «falta de elasticidad, de adaptabilidad». De ahí el castigat ridendo mores propio de la com edia clásica, donde el vicioso, po r incapacidad pa­ ra adaptarse a las norm as sociales, recibe el castigo del ridículo. La m oralidad de la comedia, concluye Ayala bergsonianam ente, se explica «porque despierta o esclarece el conocim iento de aquello que en nosotros es más bien autom ático que vivo y libre» (OC, III, 562 y 156-57). III. PRESTAMOS Y TEXTOS AFINES DRAMA Y TRAGEDIA Explica Bergson que en un buen dram a, «más que lo que nos contaron de otro, nos interesa lo que de nosotros m ism os nos de­ ja ro n entrever [ ...] como si hubiesen evocado en nosotros recuer­ dos atávicos», p o r lo cual el objeto del arte dram ático será siem pre el mism o: «descubrir una parte muy recóndita de nosotros, aquello que podría llam arse el elemento trágico de n uestra personalidad» (R, 129). Pérez de Ayala, com entando el m isterio de Gregorio M artínez Sierra titulado Navidad, reconoce que, quien carezca de ap titu d para sentir lo religioso, se quedará frío presenciando dicha pieza teatral, pues «es arte aquello que nos revela algo de nosotros mis­ mos. Se revela lo que anteriorm ente existía en senos arcanos» (OC, III, 429). Rechaza Bergson la com ún creencia de que la im aginación crea­ dora actúa recogiendo retazos en torno como si se tra ta ra de un traje de arlequín. La vida no se recompone, si se da el caso de que los personajes creados po r el poeta nos parecen vivos, «es porque son el poeta m ism o, el poeta m ultiplicado, el poeta ahondando den­ tro de sí m ism o [ ...] lo que la N aturaleza le dejó abocetado o como sim ple proyecto» (R, 134). De ahí que el poeta trágico no necesite observar a los dem ás hom bres, pues «la visión de hondos estados 1.154 PELAYO H. FERNANDEZ del alma, de ciertos conflictos com pletam ente íntim os» no se obtie­ ne desde fuera (R , 133). Le parece a Pérez de Ayala pueril alegato la afirm ación de Benavente de que ha arrancado todos sus personajes del natural, de la vida mism a, pues opina que si el arte fuera solam ente copia del natural cesaría de serlo. ¿E starán tom ados del n atu ral y extraídos de la vida corriente «el centauro, el sátiro, la sirena, la ninfa»?, pregunta. La creación artística —dirá el escritor a stu r en otro con­ texto— «no se concibe que sea copia m ecánica de la realidad exterior, ni la realidad artística es tal realidad, po r doblarse me­ ticulosam ente a im itar la realidad exterior». La realidad de una obra de arte así como su suerte se dan «en virtud de un don pere­ grino de que está dotado el verdadero artista, el don de crear» (OC, III, 189-90). Para Bergson, «el héroe de tragedia es una individualidad única en su género» {R, 131), puesto que ni se asem eja a nadie ni a nadie se asemeja. De ahí que al dram aturgo no se le o cu rrirá jam ás rodearle de personajes secundarios que sean una copia suya, pues ello equivaldría a una im itación paródica que lo transform aría inevitablem ente en tipo cómico. Niega Ayala que los tratados clásicos sobre las pasiones —el de Aristóteles, Epicuro, los estoicos, Espinosa y D escartes— versen, hablando con rigor, sobre caracteres trágicos; se tra ta más bien de caracteres de comedia, pues «el personaje trágico trasciende toda psicología especulativa; es un caso único, síntesis suprem a: no se da sino en la vida mism a o en la obra de arte trágico» (OC, III, 156). El título constituye según Bergson una diferencia esencial entre ■la com edia y el dram a. No adm iten el mismo título: Un dram a, aun cuando nos pinte pasiones o vicios que tienen su nom bre propio, los incorpora con tal arte a las personas, que aquellos nom bres se olvidan, se b o rran sus caracteres generales y ya no pensam os p ara nada en ellos, sino en la persona que los asume. He aquí po r qué el título de un dram a sólo puede serlo un nom bre propio (R, 18). O tra diferencia fundam ental es que la acción es esencial en el dram a y secundaria en la comedia, que repercutirá inevitablem en­ te en el título. En el dram a: Sus personajes y situaciones van ensam blados en un to­ do, o po r m ejor decir, los hechos form an p arte integrante PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 5 5 de las personas, de modo que si el dram a tuviese o tro argu­ m ento, ya no podrían conservar sus nom bres los actores, pues serían otros personajes totalm ente distintos (R , 117). P ara Bergson, el arte tiende siem pre a lo individual y el arte dram ático no es excepción. Si el p in to r fija en un lienzo con colo­ res una escena que no verá de nuevo; y si el poeta canta una expe­ riencia íntim a irrepetible, el dram aturgo presenta a nuestros ojos el desarrollo de un alm a, una tram a de sentim ientos y de hechos, algo, en fin, que se produjo una vez para nunca m ás reproducirse. Es difícil asignar nom bres generales a estos sentim ientos; en o tra alm a ya no serán com pletam ente iguales. E stán indivi­ dualizados (R , 129-30). Distingue Pérez de Ayala entre «grandes obras teatrales» y «obras dram áticas secundarias», situando dentro de esta últim a clasificación la obra teatral entera de Jacinto Benavente con la sola excepción de Señora Ama (OC, III, 147). No me voy a detener a especular sobre el severo juicio ayalino de que la dram aturgia del escritor m adrileño supone para el m om ento teatral español un «valor negativo» (OC, III, 107), la crítica lo ha hecho ya con gran extensión y m inuciosidad (8); pero sí me voy a fija r en una de las razones aducidas p o r Ayala cuando arguye que en el teatro benaventino «no hay situaciones dram áticas; pero, sobre todo, no hay personas dram áticas, no hay caracteres» (OC, III, 143). Prueba de ello es que no se les recuerda, como ocurre en cam bio con las fi­ guras del teatro griego, las de Shakespeare, Moliére o Galdós. Pero se revela adem ás —y esto es fundam ental— po r el título de las obras: «No sé p o r qué, pero ello es que las grandes obras dram á­ ticas siem pre llevan p o r título un nom bre personal: el del p ro ta­ gonista». Sin em bargo, «las obras dram áticas secundarias jam ás llevan po r título un nom bre personal» (OC, III, 144-45) (9). Se pre(8) Véase, por ejemplo, Cesáreo G. H o n t iy u e l o , “Pérez de Ayala, crítico teatral. El teatro español en Las Máscaras”, Nueva Conciencia, Mieres del Ca­ mino, octubre 1980, págs. 69-85 ; Mariano de P aco , “Pérez de Ayala y el teatro de B enavente”, Monteagudo, Unviersidad de Murcia, 1980, págs. 19-22 ; o ante­ riormente, A ngel L á z a r o , Vida y obra de Benavente. Madrid, A. Aguado, 1964, págs. 209-16. (9) Hay un interesante estudio sobre este tema — aunque sin trazar su raíz bergsoniana— por Manuel M a r t ín e z A r n a l d o s , “Sem ántica del título en la narrativa breve de R. Pérez de A yala”, Monteagudo, Universidad de Mur­ cia, 1980, págs. 23-29. PELAYO H. FERNANDEZ 1 .1 5 6 gunta Ayala po r qué quienes escriben obras dram áticas que aspi­ ran a com petir con las m ejores son incapaces de im itar el porm enor del título. Cree hallar la respuesta en esa doble génesis teatral —grandes obras y secundarias— : Acaso la razón se cifra en la génesis contrapuesta de una suprem a creación artística y de una simple obra de arte de esas de tensión media. Acaso en la im aginación creadora del verdadero dram aturgo el dram a nace como un individuo poderoso, con un carácter peculiar, del cual se engendran necesariam ente ciertas acciones desusadas, éstas o aquéllas, igual da, puesto que la tónica de las acciones la da el carác­ ter; así como las acciones dan la m edida del carácter; de donde el contenido de la creación dram ática son las accio­ nes... (OC, III, 145). El carácter de esa individualidad poderosa h ab rá de m anifes­ tarse en el modo como exalta la situación en que se encuentra —por insignificante que ésta parezca—, originando con su actua­ ción extraordinaria una natural dicotomía en los títulos y los tipos de obras teatrales: La situación entre dos enam orados no varía de una a otra pareja. Pero Romeo es Romeo, y Arlequín es Arlequín. Por eso las obras clásicas llevan un nom bre individual, y las obras que siguen el dechado de la Commedia dell’Arte sue­ len intitularse con una frase descriptiva, que define la situa­ ción culm inante o form ula una m oraleja (OC, III, 571). LA COMEDIA Los rasgos propios de la comedia destacan a su vez contrastán­ dolos con los del dram a. La esencia y el objeto de la comedia, declara Bergson, es «pin­ ta r caracteres, es decir, tipos generales» (R , 120); en eso se distingue del dram a, la tragedia y otras form as artísticas. El poeta cómico, «apenas ha ideado su personaje central, hace que giren a su alre­ dedor otros que presenten los mismos rasgos generales (R, 132). C ontrariam ente al dram aturgo, la observación del com ediante es externa: ... no alcanza sino la envoltura de las personas, el punto por donde m uchas de ellas se tocan y son capaces de ase­ m ejarse unas a otras [...] Para que nos dé la tentación de PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 5 7 la risa, es m enester que localicemos su causa en una región m edia del alma. Es m enester, por tanto, que el efecto se nos aparezca a lo sumo como expresión de un prom edio (.R , 135). El personaje cómico —dirá Ayala— «es un caso genérico» (OC, III, 156). Distingue nuestro au to r en tre actor y com ediante: «El actor hace; el com ediante, como no puede hacer, suplanta el acto con la parodia retórica, provocadora acaso de la risa». Este aspecto lo ejem plifica históricam ente el bobo de la comedia: «En nuestro teatro clásico y en Shakespeare, p ar a p ar del héroe, protagonista o actor sobre quien incum be la acción principal, va siem pre, como som bra deform e y eco truncado, su escudero, rem edándole servil­ m ente y dando que reír» (OC, III, 562-63). E ncuentra Pérez de Ayala en el teatro de Benavente el defecto de ser «antiteatral» por no necesitar de actores propiam ente dichos, ya que las personas dram áticas benaventinas apenas tienen nada de dram áticas, «y en cuanto a personas, no pasan de personillas. Son seres medios, seres habituales (average people), cuando no entes pasivos» (OC, III, 142). El vicio cómico —escribe Bergson— «por íntim am ente que se una a las personas, siem pre conserva su existencia independiente y simple. Si un personaje de tragedia «no cam biará en nada su conducta porque llegue a tener noticia del juicio que nos merece, el personaje cómico, hom bre ridículo, «desde el instante que ad­ vierte su ridiculez, tra ta de modificarse, al menos en lo externo». En este sentido se puede afirm ar «que la risa castiga las costum ­ bres, haciendo que nos esforcem os por parecer lo que debiéram os ser» (R, 18-19). «La com edia clásica, la com edieta italiana, la com edia de Moliè­ re, son, en el concepto, farsas», declara Ayala. Las pasiones pasan a ser costum bres, vicios, que se caracterizan po r su «falta de elas­ ticidad, de adaptabilidad». Si pasión equivale a «superabundancia biológica», vicio equivale a «infravitalidad»; de ahí que, si el apa­ sionado no se ad ap ta por exceso, el vicioso «no se adapta, p o r de­ fecto, y es vencido m ediante el ridículo» (OC, III, 156). Si el título de un dram a sólo puede ser para Bergson un nom bre propio, son m uchas, por el contrario, las com edias que llevan por título un nom bre genérico: El avaro, E l jugador, etc. Si hubiéseis de im aginaros una obra que pudiese llam arse, por ejem plo, E l celoso, seguram ente os acordaríais de Sganarelle 1 .1 5 8 -PELAYO H. FERNANDEZ : - o de Jorge Dandin, pero ni por un instante pensarías en O telo: El celoso no puede servir de título más que a una com edia (R , 18). Y es que, como sabemos, el objeto de la com edia es p in tar ca­ racteres que ya habíam os encontrado y que volveremos a encontrar. La com edia presenta tipos y subraya las semejanzas. «H asta los títulos de las grandes comedias lo dicen. El m isántropo, E l avaro, El distraído, etc., no son más que nom bres genéricos». Por la mis­ m a razón, po r darse cita diversos personajes que reproducen un mism o tipo fundam ental, «muchas comedias llevan como título un nom bre plural o un térm ino colectivo: Las m ujeres sabias, Las preciosas ridiculas...» (R, 132). Las obras dram áticas secundarias —afirm a Ayala— «jamás lle­ van por título un nom bre personal» (OC, III, 145). A diferencia de las grandes obras dram áticas, en las obras dram áticas secunda­ rias: . „ el punto original de su génesis no es un carácter, sino un hecho o serie de hechos, un argum ento, vistos desde fuera y no en su motivación; hechos encadenados m ecánicam en­ te, a modo de fábula; hechos genéricos, que no individuales; o bien sentim ientos e ideas genéricos asim ismo (el am or, la bondad, la tolerancia, el egoísmo, el m aurism o, la germanofilia), como en la m ayor parte de las obras del señor Bena­ vente; de donde, siendo las ideas y los sentim ientos de orden genérico, los personajes que las em iten e incorporan tendrán que ser im prescindiblem ente tipos indistintos y genéricos: Pepas y Juanas. ¿Cómo, entonces, han de llevar po r título el nom bre de un personaje singular? Esto es m aterialm ente im posible, aunque el autor se lo propusiera (OC, III, 146). De ahí que sería absurdo adscribir títulos genéricos a la trage­ dia griega o a los dram as de Calderón, Lope, Shakespeare y Galdós, títulos que llevan las comedias de Benavente: E l m al que nos ha­ cen, La noche del sábado, Lo cursi, etc. Los personajes benaventinos —dirá Ayala en otro lugar— «siempre se llam an Pepita, Juanita, Pepito, Juanito, doña Josefa [...] Lo que quiero d ecires que los per­ sonajes se llam an X» (OC, III, 144). PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 5 9 LA FRASE Y EL TONO Según Bergson, la frase ingeniosa «evoca siem pre la imagen clara y precisa de una escena cómica», lo cual viene a significar que «lo cómico del lenguaje debe corresponder, punto p o r punto, a lo cómico de los actos y de las situaciones» (R , 90). Las frases profundam ente cómicas «son esas frases ingenuas en que un vicio se m uestra al descubierto» (R, 118). La m ateria prim a del teatro —asevera Ayala— es «la palabra, yuxtapuesta y contrapuesta; o sea, el diálogo. El arte dram ático se reduce a la frase». Dos obras sem ejantes en todo puede resu ltar una adm irable y o tra fru strad a, «según que la frase sea o deje de ser ajustada, precisa, eficaz; en resolución, teatral. N ada más sen­ cillo que convertir E l rey Lear o La vida es sueño en una Venganza de Don Mendo, con un pequeño trastrueque de frases» (OC, III, 533). Una de las fuerzas cómicas de la transposición —escribe Berg­ son— es la que contiene esta regla: «Se obtendrá un efecto cómico siem pre que tran sp o rte a otro tono la expresión n atu ral de una idea». Es decir, una frase será cómica «cuando se la obtiene tran s­ portando una idea en el tono que no sea el suyo» (R , 99 y 96). Explicando el concepto de lo natural, resum e Ayala diciendo que su m anera de producirse «consistirá en el térm ino medio, en el tono habitual, afable pero indiferente, y en el adem án acom pa­ sado». Lo contrario —prosigue— «es ridículo, es afectado, es cari­ caturesco». Existe una serie de tonos —el trágico, el lírico, el paté­ tico, el iracundo, el sarcástico— que son para Ayala «salidas de tono», no «tonos naturales», por lo que sólo ha de hacerse uso de ellos «como parodias, al modo de recursos con que m over a risa» (OC, III, 631-32). BELARMINO, EL ZAPATERO FILOSOFO A la rica serie de interpretaciones —m últiples y polifacéticas— que la crítica ofrece sobre la gran figura hum orística del repertorio artístico ayalino que es Belarmino, quiero añadir un sugestivo pá­ rrafo de Bergson que no puede menos de evocarnos la peculiar idiosincrasia del genial filósofo de portal. Busca Bergson p recisar el sentido de la p alabra ingenio distin­ guiendo en ella dos acepciones, una más am plia y o tra m ás estricta. Conforme a la prim era, se llam a ingenio a «cierta dramática m a­ nera de pensar». Y lo explica en estos térm inos: PELAYO H. FERNANDEZ 1 .1 6 0 En vez de m anejar las ideas como símbolos indiferentes, el hom bre de ingenio las ve, las escucha, y sobre todo las hace dialogar entre sí como si fuesen personajes. Las hace salir a la escena y sale él tam bién en cierto modo (R , 86). Dos párrafos altam ente significativos —dentro de la estructura y total sentido de la novela Belarmino y Apolonio— casan con es­ pecial acierto con esa form ulación bergsoniana. En el prim ero co­ nocemos la m anera belarm iniana de concebir el talento: El talento, que él se lo figuraba como un ser sustantivo, independiente, hasta corpóreo, m isterioso huésped interior, com enzaba a rebullir, a desasosegarse, y dando unos golpecitos con los nudillos por la parte de dentro de las paredes del cráneo, le decía: «Ea, Belarmino, aquí estoy yo; vamos a discu rrir cosas nunca oídas» (OC, IV, 59-60). El segundo explica el modo belarm iniano de entender y utilizar el diccionario: Leía las palabras del cosmos —es decir, del diccionario— , evitando con el m ayor escrúpulo que rozase sus ojos la de­ finición de que iban acom pañadas. Leía una; en rigor, no es que la leyese, la veía, m aterialm ente, escapándose de los pajizos folios, cam inar sobre el pavim ento, o volar en el aire, o diluirse nebulosam ente en el techo. Unas veces eran seres; otras eran cosas; otras, conceptos e ideas; otras, sensacio­ nes de los sentidos; otras, delicadas emociones [...] Camello, decía el cosmos —es decir, el diccionario— ; Belarm ino veía, en efecto, b ro tar de la página el dicho cuadrúpedo rum iante, aunque muy m erm ado de proporciones, y salir andando des­ paciosam ente por el piso... (OC, IV, 99). LO RIDICULO Dice Bergson que en todos los objetos ridículos se da la imagen de «lo mecánico en lo vivo», y que «sólo somos ridículos p o r aquel aspecto de n uestra personalidad que se escapa a nuestra concien­ cia», pues «lo cómico es siem pre algo inconsciente —y visible para el resto del mundo» (R, 65, 135, 137)— . Don Quijote, personaje dis­ traído inconsciente de su distracción y p o r eso ridículo, se cae «por ir m irando a una estrella»; tropieza con la realidad m ientras per­ PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .16 1 sigue el ideal. Evidente desproporción entre lo que se cree estar ejecutando y lo que de verdad se hace. «La generalidad de los caracteres hum orísticos son ridículos sin saberlo», afirm a Ayala categóricam ente (OC, III, 326). El sentido ayalino del ridículo se apoya característicam ente en el concepto de seriedad que, como sabemos, consiste «en el som etim iento a la ley de la propia naturaleza, esto es, en llenar la función p ara la que uno ha sido creado, en ser útil». Fundam entalm ente, se incurre en el ridículo o po r defecto o por exceso. En el prim er caso el sentido del ridículo nace en las cosas «por no estar incluidas dentro de su arquetipo propio»; en el segundo «por rebasar con superfluida­ des la linde del arquetipo» (R , III, 43). La vieja fórm ula clásica del ju sto medio que sustenta la noción de seriedad rige aquí tam ­ bién. Otros textos enriquecen y redondean esta perspectiva: «El ri­ dículo, esencialm ente, consiste en la desarm onía entre el propósito y el acto». Cervantes, en el Quijote, «hizo ridículo el adem án caba­ lleresco, contrastando con deliciosa fruición la desarm onía entre su propósito y su logro [...] la discordancia entre lo que Don Qui­ jote cree estar ejecutando y lo que en rigor hace» (OC, III, 509, 511) (Ideas que vienen a rep etir en IV, 1.159). Al analizar el valor de la tragedia grotesca de Carlos Arniches, surgen nuevas explicaciones sobre el ridículo. Los antiguos —escribe Ayala— distinguían entre tragedia y comedia, según las personas que intervenían fueran gente noble o baja. Sem ejante diferenciación sigue prevaleciendo hoy. A los personajes vulgares, p o r ejemplo, no se les tom a en serio, y no precisam ente porque sean vulgares sino por otras razones. Para com prenderlo conviene sep arar lo vul­ gar de lo ridículo: Lo ridículo jam ás es una cualidad personal intrínseca; es un juicio subjetivo sobre la conducta ajena. No hay perso­ nas ridiculas, hay acciones m otejadas de ridiculas, y a una persona vulgar, esto es, a quien no tom am os en serio ni en cuya dignidad hum ana penetram os, se nos an to ja que no le cuadran sino acciones perfectam ente vulgares, y si en ella sorprendem os algo desproporcionado con su vulgarism o, de­ cretam os que esto es ridículo (OC, III, 508). Tres puntos de este texto encajan perfeclám ente dentro de la teoría de lo cómico de Bergsor Prim ern la insensibilidad que acom paña a la risa: persona vulgar «a quien no tom am os en se­ PELAYO H. FERNANDEZ 1 .1 6 2 rio». Segundo, en la comedia la observación es exterior, ve al personaje desde fuera: «ni en cuya dignidad hum ana penetram os». Tercero, lo mecánico incrustado en lo vivo: «si en ella sorprende­ mos algo desproporcionado con su vulgarismo». LO GROTESCO La transición de lo ridículo a lo grotesco se verifica en Pérez de Ayala m erced al mecanismo de la caricatura: Este sentido del ridículo en las cosas p o r no estar inclui­ das dentro de su arquetipo propio es el que m anifiesta el caricaturista. Lo han poseído en grado m aravilloso y tras­ cendental los m ejores caricaturistas que ha habido, a saber: los prim itivos de la p intura y los canteros y los tallistas de la Edad Media, cultivadores de lo grotesco (OC, III, 43). La definición de lo grotesco nos la proporciona la etimología del vocablo —recurso habitual en Ayala— : «grotesco» procede del italiano «grottesco», que a su vez viene de «grotta», gruta. Lo gro­ tesco, según Ayala, refleja la teoría de la evolución natural: «La N aturaleza está de continuo en vías de transform ación», de ahí que sus m anifestaciones sean «m onstruosas a la p a r que bellas» (OC, III, 330-31). Para nuestro au to r lo grotesco es «estilización» que deform a o transform a las form as naturales. Los personajes galdosianos en Sor Simona, en su falta de seriedad, «llegan a la deform ación de lo m onstruoso», convirtiéndose en modelos a pro­ pósito «para una gárgola o una m énsula de silla de coro». Son «almas de piedra, talladas a lo grotesco, hacinadas en una vaga aspiración hacia la verdad» (OC, III, 44). Vemos nuevam ente a través del concepto de seriedad el enlace entre lo ridículo y lo gro­ tesco. Si son alm as grotescas por falta de seriedad ello significa que no encajan dentro del arquetipo y son ridiculas p o r eso. En las grutas —dirá Ayala— se sorprende un «abigarrado ha­ cinam iento de form as fantásticas», animales y vegetales, que sin em bargo no se presentan separadas sino enredadas y entretejidas, obedeciendo a «una jerarq u ía de lo inferior a lo superior»: m undo m ineral, vegetal, animal, humano. Ahora bien, «cabe en lo grotesco la posibilidad de subvertir el orden de la naturaleza a voluntad del hom bre, comenzando por lo últim o para concluir po r lo prim ero, PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 6 3 como se hace, p o r ejem plo, con una cinta cinem atográfica», pro­ pone Ayala, y ofrece el ejem plo del salto de tram polín visto al revés. La definición de lo que es una tragedia grotesca al estilo de Arniches queda ahora m anifiesta: «Una tragedia grotesca será una tragedia desarrollada al revés». Si en la tragedia clásica «la fata­ lidad conduce ineluctablem ente al héroe trágico a la m uerte», en la tragedia grotesca «no hay m anera de que se m uera ni m anera de m atarlo» (OC, III, 334-35). La lectura de estos textos sobre la tragedia grotesca no pueden menos de evocarnos otros de Bergson. En el capítulo dedicado a lo cómico de las situaciones éstas —dice el filósofo galo— se apo­ yan en la siguiente ley: «Es cómico todo arreglo de hechos y acontecim ientos que, encajados unos en otros, nos den la ilusión de la vida y la sensación clara de un sueño mecánico». El p rim er arreglo o procedim iento nos lo proporciona «el diablillo del resor­ te» que al salir de su caja «se le aplasta y vuelve a levantarse. Cuanto m ás se le com prim e, con más fuerza se estira». Viene a ser «el conflicto entre dos terquedades», «de una fuerza que se obstina y de o tra obstinación que la com bate» (R f 59-60). El segundo procedim iento es el de «la bola de nieve» que se agranda a m edida que rueda. Se tra ta de un efecto que se va pro­ pagando, pero susceptible siem pre de hacerse reversible: «el m e­ canism o es cómico cuando el movimiento se desarrolla rectilíneo; pero es m ás cómico todavía cuando el movim iento se hace circular, cuando todos los esfuerzos de los personajes, p o r un encadena­ m iento de causas y efectos, tienden a volverle al m ism o sitio» (R , 69). C ontrastem os una vez más estas ideas con las de Ayala: Im aginém onos ahora un individuo desastrado que, ha­ biendo acudido inútilm ente a todos los procedim ientos p ara poder vivir, determ ina suicidarse; pero su ananké o Némesis han dispuesto que no lo consiga, y tantas veces como inten­ ta realizar su designio, sucede que causa a los dem ás algún contratiem po, pero él sale incólume. E sta era la tragedia grotesca de \Que viene m i maridol (OC, III, 508). Como m odelo de poetización patética de la esencia de lo gro­ tesco, escoge Pérez de Ayala la fam osa escultura de Rodrín, La pensée (El Pensam iento): 1 .1 6 4 PELAYO H. FERNANDEZ La pensée en donde una delicada y evanescente cabeza fem enina va surgiendo, an­ gustiada y serena, de un bloque de piedra m árm ol”. En el pensam iento más puro —dirá Ayala— actúa una fuerza de gravitación hacia la m ateria bruta, «como si la roca aspirase con ciega energía hacia el pensam iento, y el pensam iento, fatigado de conocer, sintiese en todo punto la nostalgia de ser roca». Obser­ vaciones que, trasladadas al terreno de lo dram ático y al m undo de las motivaciones psicológicas, configuran p ara nosotros las almas grotescas: ... aquellas en que las form as superiores de la conciencia aparecen implicadas, apenas nacientes y casi absorbidas en las form as inferiores del instinto; alm as oscuras que en vano se afanan hacia la claridad; pequeños m onstruos inofensi­ vos, porque ni el instinto ni la inteligencia están lo b astante deslindados para determ inar acciones violentas. En estas al­ mas hay un asomo de conciencia, que es lo que de ellas sale PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 6 5 al exterior; pero la conciencia está reintegrada en el instinto, que es el móvil recóndito y confuso de los actos que ejecu­ tan (OC, III, 331-32) (10). Estos textos nos rem iten a las páginas donde Bergson discurre sobre la fisonom ía cómica, las deform idades y la caricatura. Pro­ pone el filósofo galo que el efecto cómico gana en intensidad cuando el autom atism o, la rigidez, es atribuible a una causa pro­ funda, a cierta «distracción fundam ental» de la persona, «como si el alm a se hubiera dejado fascinar, hipnotizada p o r la m aterialidad de una simple acción». Para resum ir: En toda form a hum ana advertirá el esfuerzo de un alma que m odela la m ateria, alma infinitam ente flexible, de movi­ lidad constante, exenta de pesadez po r no estar som etida a la atracción terrena. Esta alma com unica algo de su ligereza alada al cuerpo que anima, le infunde su inm aterialidad, que al p asar a la m ateria constituye lo que llam am os gracia. Pero la m ateria se resiste obstinadam ente. Atrae a la activi­ dad de ese principio superior, y le querría infundir su propia inercia y reducirlo a un puro autom atism o (R , 26-28). De La evolución creadora —libro bien conocido p o r Ayala— po­ dríam os entresacar contenidos como éstos: «No hay inteligencia en la que no se descubran trazas de instinto, ni instinto que no se halle rodeado de una fran ja de inteligencia». «De ese modo puede ya presum irse que la inteligencia estará m ás bien orientada hacia la conciencia, y que el ins­ tinto lo estará hacia la inconsciencia». «De ese modo, todas las fuerzas elem entales de la inteli­ gencia tienden a tran sfo rm ar la m ateria en instrum ento de acción, es decir, en el sentido etimológico de la palabra, en órgano [...] la inteligencia siem pre se com porta, invariable­ m ente, como si estuviera fascinada po r la contem plación de la m ateria inerte» (La evolución creadora, págs. 128, 135, 149). (10) En otro contexto anterior, utilizando la imagen de la osm osis y la endósmosis, dice refiriéndose a las almas trágicas — otra denominación para “almas grotescas”— : “son aquellas que, con particular angustia y dolor, sien­ ten este fenóm eno de cómo el espíritu se les diluye en el medio y cómo otras veces el medio se les adentra tiránicamente en el espíritu” (OC, III, 46). 1 .1 6 6 PELAYO H. FERNANDEZ LOS CARACTERES HUMORISTICOS Los caracteres hum orísticos ay aliños constituyen personajes tragicóm icos que com binan en su composición psicofísica rasgos ridículos y caricaturescos (o sea, grotescos) con otros dram áticos o patéticos, envueltos todos ellos en un halo de sim patía com pren­ siva: «cuerpos de ridicula traza y de entrañas sanas, de alm a buena y un tanto ridicula al propio tiempo, criaturas conjuntam ente bu­ fas y adorables» (OC, III, 325). En un pasaje donde estudia lo cómico rom ántico vemos cómo Ayala cultiva esas diversas tonalidades: 1) cuerpo risible; 2) alma, no ya violenta y exaltada, sino de norm al diapasón, tierna y sencilla; 3) en servidum bre de flaquezas comunes y parvas contrariedades; 4) que ella, en la estrechez de su conciencia a que ha reducido el vasto m undo, se las figura de aspecto desm esurado y trágico sen­ tido. Tonalidades que originan en el espectador «un sentim iento equívoco, epiceno de serio y cómico»: ... con el corazón estam os al lado del alm a cuitada, pero con la inteligencia analizamos su cuita y echamos de ver que la desproporción entre la causa y el resultado nos induce a una sonrisa de burla que la com pasión nos reprim e; no ha cesado ahora p ara nosotros el efecto cómico del exterior del personaje, pero lo cómico m aterial se ha modificado, am al­ gam ándose con lo cómico-psicológico y con la sim patía (OC, III, 324). Sabem os que p ara Ayala el género apropiado p ara rep resen tar el hum orism o de los caracteres es la novela, cuya am plitud espa­ cio-tem poral perm ite desarrollar los personajes con porm enor y deleitación, según se aprecia en las novelas de Galdós donde el pergenio físico de los caracteres «abunda en trazos caricaturescos y agudos que punzan inm ediatam ente los m úsculos de la risa». No así en el teatro, que es suma objetividad artística. Allí los perso­ najes hum orísticos están «no más que insinuados» y «la caricatura se m itiga hasta casi desaparecer». (Como nota de excepción destaca Ayala al Sr. Trevélez, creación feliz de Carlos Arniches. A m edida que se va desarrollando como carácter se le está m ostrando conti­ nuam ente en caricatura. Por un lado el espectador halla en el per­ sonaje «un cúm ulo de ridiculas particularidades» que hacen que le tom e a chanza «y se ría a su costa». Pero po r otro, el espectador va com penetrándose espiritualm ente con el alm a del Sr. Trevélez PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 6 7 hasta descubrir que «es digno de veneración sin d ejar de ser ri­ dículo») (OC, III, 3.25-26). La concepción tragicóm ica la explica Ayala a través de las si­ guientes elucidaciones. Los tratad istas clásicos —como A ristóte­ les— exigían que los personajes de la tragedia fueran elevados y nobles, pues po r definición la tragedia es «fracaso de un em peño grande y derrocam iento de una cabeza eminente» (OC, IV, 1.159). Por eso el fracaso de Don Quijote es un fracaso trágico en su mag­ no em peño p o r tran sfo rm ar el m undo. Ahora bien, en lo tocante a lo elem ental hum ano, o sea a la dignidad, no hay clases sociales, según propone Ayala. Es decir, que los sentim ientos elem entales hum anos son los m ism os en el personaje trágico y en el cómico: «el toque está en p en etrar la dignidad hum ana de los personajes vulgares, sin p o r eso em anciparlos de su vulgaridad efectiva; en­ tonces el personaje es grotesco y es trágico de consum o, que no alternativam ente». En nuestro teatro clásico, p o r ejem plo, se yuxta­ pone lo dram ático y lo ridículo («lo ridículo es la contrafigura de lo dram ático»); y si en La Celestina se lee tragicomedia, «no se ha de entender que en la obra sobrevienen lances p ara llo rar y lances para reír, sino que intervienen prom iscuam ente personas nobles y personas plebeyas, con lo cual está sobrentendido que éstas darán que b u rla r tanto como aquéllas que sentir» (OC, III, 509-12). En este sentido y en el bergsoniano Don Q uijote es personaje tragicóm ico. La novela lleva po r título el nom bre del héroe y los vicios de éste son a la vez trágicos y cómicos. Transcribam os los textos de Bergson. En los vicios trágicos, «el alm a se hunde profundam ente, con toda su fuerza de potencialidad fecunda, lle­ vándolos m ás intensos, vivificados, a un círculo de eternas tran s­ form aciones». El vicio cómico, en cambio, «nos trae de fuera como un m arco ya hecho al que hemos de ajustarnos, aquel que nos im pone su rigidez en lugar de am oldarse a nuestra flexibilidad» (R, 17). LA PARODIA El arte narrativo perezayalino es intrínsecam ente paródico. La m irada del novelista asturiano es —como pedía Ortega— intencio­ nadam ente oblicua, es decir, irónica. Si el m ito es «ferm entó de la historia», según el m editador escurialense, la realidad, p o r su p a r­ te, es «ferm ento del mito» (Ortega, OC, I, 376, 383). La m irada irónica, que ve el espejism o como tal espejismo, critica el m ito en 1 .1 6 8 PELAYO H. FERNANDEZ un intento de destruirlo. En la narrativa de Pérez de Ayala acom ­ pañam os siem pre al m ito en su descenso, en su caída, y la novela se define así como tragicom edia (Baquero, 170). Indudablem ente los títulos, el simbolismo onom ástico y el len­ guaje orientan al lector de Ayala sobre las posibilidades paródicas de las obras, pero la intención ayalina trasciende lo obvio m edian­ te una estru ctu ra novelística com pleja y polifacética. Una breve ojeada po r el cam po de la crítica nos lo ilustra. En Alberto Díaz de Guzmán se ha visto a un nuevo H am let (Baquero, 182). En Teófilo Pajares, figura ridicula, a un símbolo del poeta m odernista (Amorós, 211). En Marco de Setignano, la antítesis del m ito del superhom bre (Salgués, 27). En Belarmino, la parodia de los poetas obscurantistas m odernistas y de los krausistas (Leighton, 55), nueva recreación de Don Quijote (Salgués, 61). En Apolonio, la parodia de los dram aturgos hueros y de los poetas pedestres de la estirpe de Cam poamor (Leighton, 54), o una ridiculización del dram aturgo gallego Manuel Linares Rivas y nue­ va recreación de Sancho Panza (Salgués, 70, 61). En la urraca do­ m esticada y encerrada en un tonel clara parodia de Diógenes (Suárez, 150). En Urbano y Simona, ecos de La vida es sueño de Calderón y del Ém ile de Rousseau (Baquero, 173), o del H ermán y Dorotea goethiano (Nora, 504), el m ito de Adán y Eva (U rrutia, 70). En Tigre Juan, un bosquejo del m ito de La Bella y la Bestia (Salgués, 88). A todo lo cual, y para resum ir, han de añadirse las «glosas a lo profano de motivos divinos» (Baquero, 202) y otras parodias bíblicas y dantescas (Suárez, 167). La tesis central de la teoría de lo cómico de Bergson apuntando siem pre a lo mecánico incrustado en lo vivo sirve nuevam ente de pauta para fija r la noción de parodia. Sugerir la interpretación m ecánica de los gestos «debe ser uno de los procedim ientos favo­ ritos de la parodia», escribe el filósofo galo (R , 32). La clasificación de la parodia la coloca dentro del juego de la «transposición» —tanto en lo tocante al lenguaje como en lo relativo a la come­ dia— : «Si la transposición va de lo solemne a lo fam iliar, tendre­ mos la parodia» (R, 99). Sin preten d er sugerir que Pérez de Ayala aprende exclusivamen­ te de Bergson el concepto de parodia, la transcripción de ciertos textos paralelos del escritor astu r cumple perfectam ente con los propósitos de nuestro estudio. Teorizando sobre la diversidad de tonos, distingue Ayala entre los tonos naturales y las salidas de tono, p ara concluir sobre estas últim as: «no se debe hacer uso de ellos [los tonos], sino como parodias, al modo de recursos con que PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 6 9 mover a risa» (OC, III, 632). Y en Nuestro Séneca, decide: «Todo conato de transposición de una obra clásica, desde su generatriz sensibilidad expresiva hasta o tra form a de sensibilidad in terp reta­ tiva, redundará en una especie de parodia cómica» (NS, 197). Afirma Bergson que «empezamos a ser susceptibles de im itación allí donde dejam os de ser nosotros m ism os... que no se pueden im itar nuestros gestos sino en lo que tienen de mecánico y unifor­ me» (R, 31). T rata Pérez de Ayala el tem a de la unicidad del estilo presentándolo como «un quid divino, un no sé qué evidente e in­ im itable», para advertir como contrapunto: «Tan pronto como un escritor se deja reconocer y distinguir [...] en virtud de ciertos sucesos, o bien defectos, o vicios [...] se deja, al propio tiempo, contrahacer y parodiar, de suerte que la parodia y contrafigura llegan a confundirse con el original». En la prim era p arte del Qui­ jote, por ejem plo, «casi todos los parlam entos del hidalgo manchego están calcados po r Cervantes con intención satírica sobre el lenguaje enfático y envuelto de los libros de caballería» (OC, IV, 1.054-55). Sin em bargo los recursos bergsonianos de la «transposición» e «interferencia de las series» arrojan, com binados, m ayor luz aún al in ten tar com prender el dualismo y la visión paródica del arte novelesco ayalino, caracterizado por «la am bivalencia, el gusto por los desdoblam ientos, la doble visión, el haz y el envés, los enfren­ tam ientos de perspectivas opuestas, las parejas, las polaridades, etc.» (Baquero, 171). «Toda situación es cómica —declara Bergson— cuando p erte­ nece a dos series de hechos absolutam ente independientes y se puede in terp reta r a la vez en dos sentidos totalm ente distintos». Tal la «interferencia de las series», una de cuyas form as es el quid pro quo, donde se da una situación que presenta sim ultáneam ente dos sentidos diversos, «posible el uno, el que los autores le dan, y real el otro, el que le da el público». O tra forma superior todavía al quid pro quo se produce cuando «en vez de dos series contem ­ poráneas podría tom arse una serie de hechos antiguos y o tra de sucesos actuales» (R, 79, 81). Fórm ulas en las que encajan perfec­ tam ente los tratam ientos ayalinos de los mitos clásicos y tradicio­ nales. PELAYO H. FERNANDEZ 1 .1 7 0 IV. COMICIDAD ININTELIGENTE Y COMICIDAD INTELIGENTE Nos trasladam os en esta fase de nuestro estudio de la etapa tem prana form ativa del pensam iento de Pérez de Ayala a la etapa m adura y definitiva (el escritor ha rebasado ya los 65 años). Sal­ tam os, pues, de Las Máscaras a los artículos aparecidos en el diario ABC de M adrid, donde, entre 1948 y 1962, nuestro au to r publica «unos 450 artículos en la tercera página» (Vázquez-Dodero, 7). Pérez de Ayala ha regresado de su exilio en la Argentina, nación con la que le une una experiencia vital de unos 12 años. En los artículos —verdaderos ensayos— de ABC resurge el tem a de lo cómico con nuevo ím petu y pretensiones novedosas. La teo­ ría de lo cómico de Bergson, rectificará ahora Ayala, «aunque cierta en parte, es notablem ente lim itada e insuficiente». El texto que utilizo para el presente trab ajo se haya recogido en el libro Ante Azorín, págs. 193-222. García M ercadal reproduce una porción del mism o en Amistades y Recuerdos, y Vázquez-Do­ dero o tra en Las terceras de ABC. He notado algunas variantes en ciertas frases u oraciones con respecto al texto de Ante Azorín, pe­ ro no afectan en nada sustancial al contenido. Se enfrenta Pérez de Ayala a las opiniones «peregrinas» que existen en España sobre el concepto de hum orism o; opiniones que, por otra parte, no obedecen a estudios serios en torno al tem a sino a presupuestos ajenos a toda posible definición. Ejem plo de ello son los escritores calificados com únm ente de hum oristas por el simple hecho de adoptar una actitud «de brom a frente a la vida». N uestro au to r reclam a para el hum orism o un «más alto abolengo». Si la opinión española interpreta lo hum orístico como «lo risible po r antonom asia», Ayala lo ve como «el único antídoto contra lo risible». El concepto de seriedad, fundam ental p ara el recto entendim iento del pensam iento ayalino, cim enta tam bién en este caso la teoría del hum orism o. El verdadero hum orista afronta y contem pla la vida «en la ju sta medida de seriedad, ni dem asiado por lo liviano, lo cual sería frivolidad desdeñable, ni dem asiado p o r lo serio, lo cual redundaría en flaqueza risible» (AA, 194-95). La falta o exceso de seriedad que Ayala identifica con la vanidad —propia de los escritores para quienes todo es tem a risible— se caracteriza po r «rebasar con superficialidades la linde del arqueti­ po que a cada ser y cosa les ha sido impuesto» (OC, III, 43). Con­ trariam ente, el hum orista, fiel a una ju sta m edida de seriedad y por tanto a su arquetipo, adopta la siguiente actitud: PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1.1 7 1 Cuando ante un acto o persona risibles, cuya com icidad percibim os de prim era intención, en vez de m anifestar esta sensación nuestra, la cual, por el m om ento, significa una superioridad a nuestro favor respecto del objeto cómico (persona o acto), nos esforzamos en com prender en su inti­ m idad afectiva y viviente y averiguar si aquello que al pronto hace reír no encerrará quizá un contenido de seriedad hu­ m ana, digno de recíproco afecto y de respeto, entonces es bien cierto que hem os dejado de tom arnos dem asiado en serio a nosotros mism os (abdicando de n u estra superioridad aparente, puesto que pudim os con razón reírnos de lo otro) y, en cam bio, hem os tom ado en serio la vida m ism a... (AA, 198-199) (11). M ediante esa polarización de lo serio fuera de él y hacia la vida m ism a, el hum o rista consigue que la risa que suscitaba lo cómico se convierta en «sonrisa com prensiva, afectuosa, entrañable y hu­ m ana: hum orística» (AA, 199). El concepto de seriedad ayalino sustenta un hum orism o cuya idiosincrasia exuda siem pre una com­ prensión tolerante y sonriente. Como la m ayoría de los escritores españoles que han considerado el tema, Pérez de Ayala contrapone la risa a la sonrisa, siendo aquélla propia de la com icidad y ésta del hum orism o (12). En las páginas venideras irem os com probando cómo Ayala busca perfilar las diferencias entre estos dos últim os conceptos m ediante la creación de una dicotom ía entre «comicidad ininteligente» y «comicidad inteligente», incluyendo dentro de la prim era la simple com icidad y en la segunda el hum orism o y la que el escritor denom ina «comicidad ejemplar». LO COMICO ININTELIGENTE Este tipo de com icidad, que Ayala califica de «pseudohumorismo» y de «risa incomprensiva», refleja en el observador de lo cómico una actitud fundam entalm ente ininteligente, pues «supone (11) Im plícito en este párrafo encontramos un rechazo de la teoría de la risa de Thomas Hobbes que se apoya en un súbito sentim iento de superiori­ dad: “gloria súbita surgida de una también súbita concepción de alguna em i­ nencia o distinción en nosotros m ism os; por comparación con la debilidad de los otros o con una nuestra anterior”. Un hombre del que se ríe es un hombre “sobre e l que se triunfa” (Piddington, 135). (12) Afirm a acertadamente Evaristo Ace vedo que se trata de una tesis ad­ m itida en España sin discusiones, tesis que sintetiza citando a Julio Casares: “Muy acertada y atrayente es la idea que recoge W enceslao Fernández-Flórez cuando señala la correspondencia entre lo cómico y la risa, por una parte, y entre la sonrisa y el humorismo, por otra” (Teoría, 67). 1.172 PELAYO H. FERNANDEZ una actitud de clausura en lo subjetivo del au to r cómico; no ve el objeto sino desde fuera». Es decir, «no ve sino la falla ocasional, aquello que no es ni el mismo objeto ni la m anera habitual de ser y de com portarse del objeto» (AA, 202, 206). Todas las teorías tra ­ dicionales que se ocupan del origen de lo cómico siguen según Pérez de Ayala ese esquem a y pueden sintetizarse en esta fórm ula: «la im presión de lo cómico se produce a causa de la falla en la m a­ nera de com portarse de un objeto (persona, o cosa, o fenómeno), según la naturaleza o rutina en el obrar que estam os acostum bra­ dos a atribuirle» (AA, 203). El vocablo clave es «falla» y se darán fallas accidentales u ocasionales y fallas naturales o innatas —y como fenómeno adicional encontrarem os fallas adquiridas. Las fallas accidentales u ocasionales provocadoras de la risa se caracterizan p o r su carácter obvio, juzgando po r los ejem plos que pone Ayala: «el gallo de un cantante, una nota falsa de un in stru ­ mento, una canción desentonada, una orquesta desafinada» (AA, 203). Las fallas naturales e innatas, en cambio, presentan una es­ tru ctu ra más com pleja. Sigamos con los ejem plos ayalinos —que se lim itan a fenómenos acústicos— y considerem os en prim er lu­ gar «el rebuzno del jum ento». Se trata de un sonido de por sí cómico, pero ¿de dónde proviene la hilaridad? Responde Ayala: Proviene, sin duda, de que al sonido que em ite un ser orgánico le atribuim os una especie de naturaleza más o me­ nos musical. Cuando ese sonido, a pesar de ser orgánico, falla en su m usicalidad y más bien repercute como ruido, esto es, sonido mecánico, inorgánico, en cierto modo contra natura, nos hace reír (AA, 203-204). Del mism o modo nos im presiona una persona falta de buen oído y buena voz, de la cual decimos que canta como un «serrucho» o un «cerrojo», am bos sonidos mecánicos. El ejem plo que sigue, sin em bargo, ofrece un cariz más sutil: Nos hace reír igualmente la voz aflautada de un varón corpulento y la voz profunda de una m u jer endeble. Pero en este caso no es por el tim bre ni la calidad del sonido en sí, sino porque estam os acostum brados a la voz robusta de la m asculinidad y al delgado acento femíneo, por donde la excepción se nos presenta como una falla en el com porta­ m iento esperado (AA, 204). La im portancia de este últim o ejemplo radica para nosotros en que le perm ite a Pérez de Ayala enfrentarse con la teoría berg- PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 7 3 soniana de lo cómico: «Este ejemplo concreto dem uestra que la teoría sobre la risa, de Bergson, aunque cierta en parte, es nota­ blem ente lim itada e insuficiente». Le parece al ensayista astu r innegable que se produzca la comicidad cuando bergsonianam ente «la realidad que corresponde al orden vital obra de m odo corres­ pondiente a la realidad de orden mecánico», pero advierte: «se produce en otros m uchos casos. Sirvan los ejem plos del varón con voz atiplada y de la m ujer con vozarrón de bajo». P ara concluir entre paréntesis con esta breve aclaración sum am ente relevante si querem os entender bien estas ideas: «(los cuales se producen den­ tro del orden vital)» (AA, 205-206). A fin de poder exam inar el contenido de las afirm aciones y los ejem plos ayalinos a la luz de la teoría de Bergson y averiguar si en efecto Pérez de Ayala modifica o supera en algún sentido o en algún grado dicha teoría, conviene que reproduzcam os ahora los ejem plos presentados por Bergson al comienzo de su libro. El prim er caso se refiere a un hom bre «que va corriendo por la calle, tropieza y cae; los transeúntes se ríen». El segundo describe a «la víctim a de una brom a de taller», «una persona que ejecuta sus quehaceres con regularidad m atem ática. Un chusco ha m ixti­ ficado los objetos que la rodean». Dos observaciones extrae Berg­ son de estos ejem plos. La prim era, que la fuente de la com icidad es una y la m ism a en am bos casos, o sea, «cierta rigidez mecánica que se observa allí donde hubiéram os querido ver la agilidad des­ pierta y la flexibilidad viva de un ser humano». La segunda que, aunque uno ha sido inesperado y otro provocado, los dos ejemplos obedecen a una circunstancia exterior, por tanto «lo cómico es... accidental, y queda, po r decirlo así, en la superficie del individuo» (R, 13-14). Ahora bien, confirm adas y aceptadas la accidentalidad y la ex­ terioridad de esos casos, ¿qué hará falta para que pasen al interior?, se pregunta nuestro autor. Y responde: Será m enester que la rigidez mecánica no necesite ya. para m anifestarse, de un obstáculo colocado an te ella por el azar de las circunstancias o por la malicia de los hom bres. M enester será que saque de su propio fondo, m ediante una operación natural, la ocasión constantem ente renovada de m anifestarse al exterior (R, 14). De esa m anera lo cómico «tendrá entonces su asiento en la persona m ism a, y ésta es la que se lo facilitará todo, m ateria y forma, causa y ocasión» (R, 15). Palabras que se encam inan a idcn- 1 .1 7 4 PELAYO H. FERNANDEZ tificar a un personaje cómico universalm ente popular: el distraído. Figura clásica cuya rigidez mecánica —la distracción— tiene su asiento en la persona misma. Su grado de com icidad puede ser doble. Hay una ley general, escribe Bergson, que se form ularía así: «cuando de cierta causa se deriva cierto efecto cómico, éste nos parece tanto más cómico cuanto más n atural juzgamos la causa que lo determ ina». En este sentido el hecho de la m era distracción ya nos mueve a risa. Sin embargo, el efecto cómico de la distrac­ ción es susceptible de incremento, de parecem os más ridículo. Y es cuando «conocemos su origen y podemos reconstituir su histo­ ria». Como ocurre con la distracción de Don Quijote: «No hay duda que una caída es siem pre una caída —adm ite el filósofo galo— ; pero una cosa es caerse en un pozo por torpe distracción, y otra cosa es caerse po r ir m irando a una estrella. Y una estrella es lo que contem pla Don Quijote» (R , 15-16). Comicidad doble e indicio de un doble tipo de distracción, la innata y la adquirida. Sólo que ésta, que comienza siendo acciden­ tal u ocasional —se inicia con las lecturas de los libros de caballe­ rías en el caso de Don Quijote—, llega con el hábito a constituirse en una segunda naturaleza, a hacerse constitutiva transform ada en distracción sistem ática; o sea, a asentarse en el mism o ser y el mism o obrar del personaje. De ahí su grado suprem o de comici­ dad: «Una distracción sistem ática como la de Don Quijote es lo más cómico que se pueda im aginar en el m undo: es lo cómico mismo, tom ado lo más cerca posible de su fuente» (R , 118). Y de ahí tam bién «la superioridad de su distracción sistem ática» sobre la de otros tipos de distraídos de m enor calibre, pues los grandes distraídos engendran a su alrededor «una risa que va agrandándose indefinidam ente» (R , 17). Es curioso, sin em bargo —pero revelador p ara com prender la postura de Pérez de Ayala, según veremos— , que, al ponerse a ex­ plicar el origen de la comicidad de esos grandes distraídos, Bergson no establece diferencia ninguna con los demás casos sino que los juzga a todos po r el mismo patrón, es decir, aplicando rigurosa­ m ente la fórm ula de lo mecánico superpuesto a lo vivo: Y, sin embargo, al restablecer la idea de distracción que debe servir de interm ediaria, vemos cómo este carácter có­ mico profundísim o se enlaza con lo cómico más superficial. Sí; estos espíritus soñadores, estos exaltados, estos locos tan entrañablem ente razonables nos hacen reír, hiriendo en nosotros las mismas cuerdas, poniendo en juego el m ism o mecanismo interior que la víctim a de una novatada o el PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 7 5 transeúnte que resbala en la calle. Tam bién ellos son anda­ rines que caen, ingenuos a los que se les burla, corredores que van tras un ideal y tropiezan contra las realidades, cán­ didos soñadores a quienes acecha maligna la vida (R , 16-17). Elucidem os ahora las ideas de Pérez de Ayala sobre lo cómico ininteligente al trasluz de los textos de Bergson. Lo cómico ininte­ ligente: 1) «Supone una actitud de clausura en lo subjetivo». Declaración que nos reenvía a la prem isa bergsoniana que postula la insen­ sibilidad en los personajes y los espectadores: «Lo cómico, para producir todo su efecto, exige como una anestesia m om en­ tánea del corazón» (R, 10). 2) «No ve el objeto sino desde fuera». Ciertam ente, lo cómico, para Bergson, es «accidental, y queda, por decirlo así, en la superficie del individuo». Por eso el género de observación de la com edia será siem pre «exterior» (R, 10, 135). Ahora bien, en la frase ayalina va im plícita la idea de que el objeto cómico es susceptible de ser visto desde otros ángulos. Por lo pronto desde tres: a) desde fuera; b) desde dentro; c) desde fuera y dentro a la vez. Las dos prim eras m iradas —diríam os p ara­ fraseando a Ortega— son rectas, la tercera oblicua o irónica, y como com probarem os en su mom ento, hum orística. La mi­ rada bergsoniana sorprende la comicidad del objeto risible solam ente desde fuera, incluso en el caso excepcional del dis­ traído, aun sabiendo que el origen de su mecanización es in­ terno, natural, o que, como en Don Quijote, ha adquirido carta de naturaleza. Y es que la pupila del filósofo galo persigue la simple com icidad y no precisam ente el hum or; en tan to que a Pérez de Ayala le subyuga este último. Pero esto se aclarará con m ayor profusión de datos más adelante. 3) «No ve sino la falla ocasional, aquello que no es ni el mismo objeto ni la m anera habitual de ser y de com portarse del ob­ jeto». Esto significa de m om ento dos cosas: una, que la falla ocasional no es el ser del objeto; y dos, que la falla ocasional tam poco es el o b rar del objeto. Ni el ser, pues, ni el obrar; si acaso un ser y un o b rar ocasionales. El erro r consistiría, en­ tonces, en confundir lo ocasional con lo perm anente; erro r que no podem os im p u tar a Bergson. Es más, en este aspecto el 1.176 PELAYO H. FERNANDEZ punto de vista de los dos autores concuerda perfectam ente; sólo tenemos que proceder a casar los térm inos. La «agilidad des­ pierta» y la «flexibilidad viva» que Bergson pide p ara el orden vital, corresponde a «la m anera habitual de ser y de com por­ tarse del objeto»; en tanto que «la rigidez mecánica» equivale a «la falla en la m anera de com portarse». En cuanto al ser y al obrar, una m ism a respuesta es válida para am bos pensadores: esse est percipi. Si la m irada que persigue la com icidad contem ­ pla el objeto sólo desde fuera, y si el objeto cómico m anifiesta su com icidad siem pre externamente, ser cómico es o b rar cómi­ cam ente —en el sentido de un ser y un o b rar ocasionales— . El mism o razonam iento es aplicable al distraído —nato o por adopción—, sólo que en este caso su ser y su o b rar cómica­ m ente son continuos y perm anentes. E ncerrada entre paréntesis, en una frase com pendiosa, nos con­ cede Ayala una variante interpretativa con visos de originalidad: «(Los cuales se producen dentro del orden vital)». La observación —con pretensiones correctivas y refutadoras— va encam inada di­ rectam ente al doble orden que establece Bergson para concebir la realidad: el vital y el mecánico. Cuando el escritor español califica la teoría bergsoniana de «notablemente lim itada e insuficiente», sabemos que una de las explicaciones se encuentra dentro de este paréntesis (otras las ofrece su concepto de com icidad inteligente). Bergson —insinúa Ayala— no incluye ni identifica, como debiera, fallas dentro de lo vital mismo; es decir, no vislum bra como posi­ bilidad ni menos como realidad lo mecánico en cuanto constitutivo de lo vivo, ab origine. Al menos no se lo plantea en estos térm inos: el orden vital tam bién comete aberraciones. Pérez de Ayala no acepta una concepción del mundo tan lím pidam ente dividida entre orden vital y orden mecánico. Por el contrario, se dan fallas en el orden vital ah initio y por ello, la teoría bergsoniana de lo cómico no es aplicable ni tan tajantem ente ni tan universalm ente como el filósofo francés pretende. Retomem os los ejemplos ayalinos sobre fenómenos acústicos cómicos. El prim ero es el del rebuzno del jum ento. Un ser vivo em itiendo un sonido mecánico. ¿No tenemos aquí la confirm ación de la teoría bergsoniana? Evidentem ente, pero con esta salvedad —advertiría Ayala— y es que se trata de un sonido congènito al animal, al jum ento, por lo que no nos hallam os ante un caso de superposición accidental de lo mecánico sobre lo vivo —ni de una falla en el com portam iento: los asnos rebuznan así; el rebuzno PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1 .1 7 7 resalta com parándolo con otros sonidos no con otros rebuznos— , sino de un fenóm eno de mecanización ocurrido dentro del orden vital ab origine, de una falla inherente al hecho de ser jum ento. El rebuzno es, pues, un sonido n atural que siem pre nos chocará e im­ presionará cóm icam ente, por constituir la m anifestación externa constante de una dualidad íntim a de lo vivo y lo m ecánico actuan­ do a la par. Los otros dos ejem plos, más significativos, com prenden «la voz aflautada de un varón corpulento y la voz profunda de una m u jer endeble». Cuestión no ya de tim bre ni de calidad de sonido sino de «una falla en el com portam iento esperado». Por lo que am bos casos encajan arm ónicam ente dentro de la definición de lo cómico propuesta por Ayala. Por costum bre y vía com parativa con perso­ nas de voces y estatu ras distintas solemos a trib u ir voz viril al hom bre corpulento y voz femínea a la m u jer endeble. Perfectam en­ te, se ratifica el concepto de «falla» ayalino, pero ¿y el concepto de «mecanización» bergsoniano? También, lo mecánico se ha su­ perpuesto a lo vivo y produce la consiguiente com icidad. Pero con la m ism a salvedad del ejem plo precedente: se tra ta de nuevo de una mecanización o falla originada dentro del mism o orden vital, ab origine. Ironías de la naturaleza, designios sorprendentes con faz jánica: p o r un lado notam os la inesperada falla externa; por otro percibim os su oriundez interna, contra natura. Con el tiem po nos habituam os a cap tar am bas sensaciones al unísono, pero sin cesar de sentirnos m otivados cómicamente. Surge ahora la pregunta de rigor. ¿Estam os ante un tipo de com icidad ininteligente según pretende Pérez de Ayala? La respues­ ta es afirm ativa puesto que se tra ta de fijarse exclusivam ente en la falla ocasional externa sin buscar trascenderla. Los apartados que siguen a continuación nos lo ilustrarán con nuevas perspec­ tivas. COMICIDAD INTELIGENTE Dentro de esta clasificación distingue Ayala dos m aneras de lo cómico: la com icidad ejem plar y el hum orism o. 1) Comicidad ejemplar: «castigat ridendo mores» Paradójicam ente, esta clase de com irH ?d posee en com ún con la com icidad ininteligente dos rasgos básicos: «no ver en el objeto sino sus fallas» y «se desentiende intencionadam ente de la subjeti­ 1 .1 7 8 PELAYO H. FERNANDEZ vidad e intim idad» del objeto cómico (AA, 209). Pero se diferencia en cam bio en algo fundam ental, en que trasciende la falla ocasio­ nal, pues el au to r se propone una «finalidad ética»: ... la com icidad no se agota en sí propia, sino que es un estado psíquico trascendente [...] nos hace trascender des­ de el objeto cómico hasta la totalidad del género hum ano, considerado como colectividad ética, como conjunto y teji­ do de costum bres saludables (AA, 208). «Comicidad inteligente es la de la com edia clásica, desde Menandro», afirm a Ayala. Sus personajes son «criaturas genéricas», prom edios de hom bres, sin que el au to r se afane p o r p en etrar en su psicología sino que los observa «de fuera y sólo en su m anera de obrar». Características que coinciden con las que definen la com icidad ininteligente y, por tanto, con la teoría bergsoniana, pues como advierte Ayala: «Vistos así los hom bres, más parecen autóm atas que seres vivos y racionales». Cree el escritor astu r que «acaso esto confundió a Bergson», pero insiste en que no «reside ahí la esencia de lo cómico» (AA, 209-10). Estos tipos genéricos «incorporan sendos vicios o fallas noto­ rias y frecuentes en la m anera de obrar»: la avaricia, los celos, la vanagloria, la lujuria, la mendacidad lucrativa e interesada, etc., que en la com edia son considerados desde un punto de vista ex­ terno al personaje, pero «dentro de una colectividad ética», de don­ de dim ana la función correctiva de la com edia — castigat ridendo m ores— (AA, 210-11). El personaje cómico —explica Ayala— p ertu rb a con su egoísmo individual las costum bres saludables de la colectividad ética, la cual «toma su desquite contra él y le inflige al fin duro escarm ien­ to». Este desenlace aflictivo «constituye el ápice de com icidad en las com edias clásicas». El individuo que «va de tropezón en tro ­ pezón» se convierte en objeto cómico, recibiendo la sanción m ere­ cida p o r su necedad y torpeza, tal sanción es «la risa» (AA, 211-13). La función correctiva de la comedia —am pliam ente reconocida p o r los escritores que han estudiado la risa— form a p arte inte­ grante de la teoría de lo cómico de Bergson. Un p ar de citas nos b astarán p ara establecer el nexo con Pérez de Ayala. «Es cómico todo personaje que sigue autom áticam ente su cam ino, sin cuidarse de ponerse en contacto con sus sem ejantes. Allí está la risa p ara corregir su distracción y sacarle de su letargo». Y más adelante: «La risa, algo hum illante siem pre para quien la motiva, es verda­ deram ente una especie de brom a social pesada» (R, 10-109). PEREZ DE AYALA Y BERGSON 2) 1.179 El hum orism o (nuevos aspectos sobre el tem a) Al igual que la com icidad ejem plar, el hum orism o es p ara Ayala un estado psíquico trascendente, pero en vez de trascender desde el objeto cómico h asta la totalidad del género hum ano, el hum o­ rism o «nos hace trascender desde n uestra subjetividad hasta la subjetividad del objeto cómico». El hum orism o aplica la facultad juiciosa «a una intim idad ajena, que estam os viviendo como pro­ pia nuestra» (AA, 208-209). M ediante esa polarización del sujeto hacia la intim idad del objeto —hacia su m otivación psíquica, emo­ tiva o intelectual— el objeto risible —cómico, ridículo o grotesco— se convierte en un «objeto serio y, por tanto, patético de signo po­ sitivo (puesto que la seriedad hum ana no es o tra cosa que la sim­ patía hum ana)» (AA, 200). Si el au to r cómico crea personajes genéricos y m ediocres, «ta­ llados por el p atró n medio y usadero de todos los hom bres (m itad risibles y m itad patéticos)», el hum orista, en cambio, se- propone más arduos em peños: «infunde la más irresistible y representativa sim patía hum ana en personajes de insuperable traza ridicula o repulsiva, grotescos» (AA, 221). Hemos visto cómo Bergson encuentra en Don Q uijote la fuente m ism a de lo cómico; pues bien, Ayala ve en él «el canon constante y arquetipo del hum orism o moderno» (AA, 200). Cervantes, según nuestro autor, tom a en un principio a Don Q uijote y a Sancho como personajes cómicos, ridículos y grotescos, pero luego se en­ cariña con ellos tom ándolos en serio hasta descubrir en ellos «una plenitud de sustancia hum ana que los hace patéticos, en el sentido de la sim patía sin que por ello hayan perdido su p rístin a v irtud de comicidad» (AA, 207) (13). (13) E ste tipo de hum or es e l que se ha id en tifica d o d esd e J u an P ab lo R ich ter com o lo “cóm ico rom án tico”. A yala le s concede e l honor a lo s e steta s rom ánticos alem a n es de h aberlo d escu b ierto, pero ad virtien d o que “lo d escu ­ brieron porque p r e e x is tía ” (A A , 201). El térm in o Einfüklung, sobre el que según O rtega y G asset gravitab a toda la estética alem ana con tem p orán ea y que el m ed itad or escu ria len se trad u ce por simpatía, lo h abía u tiliza d o P érez de A yala en Troteras y danzaderas, donde a tra v és de su alter ego A lb erto e x ­ plica el hech o prim ario en la activid ad estética de e ste m o d o : “e l h ech o esté­ tico e sen cia l es, yo diría, la con fu sión (fu n d irse con) o tra n sfu sió n (fu n d irse en) de un o m ism o en los dem ás, y aun en lo s seres in an im ad os, y aun en los fen óm en os físico s, y aun en los m ás sim p les esq u em as o fig u ra s geo m étrica s: v iv ir por en tero en la m edida de lo posible la s em ocion es ajen as, y a lo s seres in an im ad os h en ch irlo s y satu rarlos de em oción, personificarlos” (OC, I, 600). 1.180 PELAYO H. FERNANDEZ Bergson había afirm ado que «lo cómico se dirige a la inteligen­ cia pura: la risa es incom patible con la emoción» (R , 112), pero la justeza de ese principio ha sido puesta en duda por los teóricos po r considerarla lim itada. Sobre todo por los escritores ingleses cuya postura viene a estar representada por estos juicios de John Palm er quien, al enfrentarse con la teoría de Bergson, observa que el ensayo del filósofo galo «se basa casi enteram ente en las come­ dias de Molière», que el señor Bergson «no ha explicado la risa de toda la hum anidad» sino «la risa de los franceses» («M. Bergson's essay is based alm ost entirely upon the comedies of Molière. M. Bergson has not explained the laughter of m ankind. But he has explained the laughter of th e French»). Si los franceses se obstinan —prosigue más adelante— en separar diam etralm ente la com edia de la tragedia, los ingleses, en cambio, son incapaces de hacerlo. Shakespeare, p o r ejemplo, «no reía con sólo la mente. Reía con toda el alma» {«did not easily laugh w ith his brain alone. He lau­ ghed w ith his whole soul»). En Shakespeare, concluye Palm er, «no hallam os risa que no conviva con el sentim iento o rodeada de sim­ patía» («we find no laughter which cannot live w ith feeling or be edged w ith sympathy» (Comedy, 13, 22, 29) (14). Como afirm a AlEn su estan cia en A lem an ia para am pliar sus con ocim ien tos de E stética (1912), esta b lece A y a la con tacto directo con las escu ela s y las doctrinas de W olfflin y L ipps, que in flu y en d efin itiv a m en te en sus id eas (Concha, 295-97). (14) T hom as C arlyle, que considera a C ervan tes com o el m ás puro de los h u m oristas (“C ervan tes is indeed the purest of all h u m o rista s”, Critical..., 17), asevera que la esen cia d el hum or es la sen sib ilid ad , pero una sen sib ilid ad am able, de confratern ización tierna h acia todas la s form as de ex isten c ia (“The essen ce of hum our is se n sib ility ; w arm , ten d er fe llo w -fe e lin g w ith all form s of e x is te n c e ”. Ibid.. 16). Y luego reafirm a que e l verd ad ero hum or brota no tanto de la cabeza com o del co ra zó n ; no e s desprecio, su esen cia es e l a m o r ; se exp resa, no en risas, sino en sonrisas qu ietas, que ya cen m á s profu n d as (“T rue hum our springs no m ore from the head than from th e h ea rt; it is not contem pt, its essen ce is lo v e : it issu es not in lau gh ter, buy in still sm iles, w h ich lie fa r d eep er”, Ibid., 17). G eorge M eredith dice que el esp íritu hum orista se apiada d el in d ivid u o tan to com o le rid icu liza (“p ity him as m uch as you e x p o se ”, An Essay..., 134). V e tam b ién en el Quijote la form a m ás elev a d a de hum or, capaz de fu n d ir el sen tim ien to trágico con la n arrativa cóm ica. El corazón y la cabeza se ríen de D on Q uijote, pero tod avía te hace cavilar (“H eart and m ind lau gh out at Don Q u ixote, and still you brood on h im ”, Ibid., 136-37). M ax E astm ent, refirién d ose al hum or, em plea la frase “ sym p ath etic fe e in g ”, eq u iv a len te a la perezayalin a “sim patía sen tim en tal” (Enjoym ent..., 229). F in alm en te, en Jam es S u lly en cuentro un b reve párrafo cuyo con ten id o recuerda la d efin ició n ayalina de lo cóm ico en cuanto “fa lla ” : (“T he m ost pro­ m isin g w a y of b rin gin g the several lau gh ab le q u a lities and asp ects of th in g s PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1.181 fred Stern, «las entidades que nos hacen reír y llo rar no son ra­ cionales, sino emotivas», pues «la inteligencia com prende; ni ríe ni llora» (Filosofía, 37). Pérez de Ayala, adm irador de la cultura inglesa y sin duda lec­ to r de los teóricos del hum or, se sitúa dentro de esa p o stu ra y esa tradición al calificar la simple com icidad de «ininteligente», por adolecer de sentim ientos, de capacidad de com prensión em otiva del objeto cómico. La inteligencia pura, esfera abstracta, queda m anca sin la dim ensión de la esfera sentim ental. A P E N D I C E (C ITAS DE PEREZ DE A Y A L A R ELA TIV A S A BERGSO N) “Sin la filo so fía de B ergson y la psicología de Freud no acertaríam os a com prender la actu a l p oesía rem atad am en te cen trista y q u ie tista ” (OC, II, 133). “S en sib ilid ad e s lo m ism o que o rig in a lid a d ; es la fa cu lta d m á s alta, raíz de otras fa cu lta d es y p rin cip io de toda grande em p resa; sin ella, in telig en cia y voluntad no ex istir ía n , com o han dem ostrado R ibot y B erg so n ” (OC, III, 399). de donde se in fiere, como ex ig en cia o p ostulado racional, la creen cia (y aquí ’creen cia ’ en cierra el sentido bergsoniano de im agin ación creadora), la creencia, digo, de un Suprem o H acedor, para el p o eta ” (OC, III, 581). “ (La filosofía de Henri Bergson, por M anuel G. M orente, p u b licación de la R esid en cia de E stu d ian tes. A co n sejo la lectu ra de e ste profundo, am eno y pro­ vech o so libro, que acaba de p u b lica rse.)” (OC, IV, 829). “P lu tarco cita la sig u ien te d efin ició n : ’L as fa n ta sía s literarias, a causa de su en ergía, son su eñ o s de un hom bre d esp ierto’. Y para B ergson , la em oción estética es una esp ecie de h ip n o sis” (OC, IV, 862, nota). “H agam os la in sin u a ció n (sin tiem po ya para elu cid arla y ju stifica rla ) de que B ergson , aflu en te de im portancia en la corriente esteticista , es, en cierto m odo, una h iju ela de S ch op en h au er”. Y en nota al p ie: “P ara B ergson , la em oción estética e s una m anera d e h ip n o sis” (OC, IV, 1.073). “T am poco la filo so fía de B ergson es un sistem a que in ten te ap rision ar la últim a n atu raleza d el u n iverso. C om oquiera que, a ju icio d e B ergson , e l u n i­ verso n o es un sistem a com pleto de realidad, sino que está en continua m u­ danza, se in fiere q u e e l valor y la con vicción d e una filo so fía n o depen d en de su irrefu tab ilid a d ló g ic a ; an tes bien, d e la realidad y sig n ifica ció n de unos pocos y sim p les h ech o s de con cien cia h acia lo s cu a les d irige n u estra a ten ció n ” (OC, IV, 1.103). “D e e ste lin aje, en la F ran cia d el siglo X IX ha habido dos filó so fo s: Com te y B ergson. En C om te no ech a m o s de ver sim ilitu d ni p royección h elén ica n in ­ gunas. En B ergson n o s h ech iza una su p erficie form al de b elleza h elén ica y, under one d escrp tiv e head w ould seem to be to say th a t th e y a ll illu stra te a p resen tation of som eth in g in th e nature of a defect, a fa ilu re to sa tisfy som e standard-requirem en t, as th at of la w or cu stu m e”, An Essay..., 139). 1.182 PELAYO H. FERNANDEZ aquí y acullá, de estilo platónico. Pero ¿cuál es m ás h elén ico, en e l sen tid o d el helen ism o v ita l: B ergson o N ietzsche? B ergson nos perora de con tin u o acerca d e l’élan vital. P ero en N ietzsch e ex p erim en ta m o s e l esta d o de p resen ­ cia ; m á s aún, de contacto con e l im pulso vital, con e l cau d al tu m u ltu oso de au tén ticas a p eten cia s de vid a que e x ig en su p len itu d : id e a l h elén ico ” (OC, IV, 1.137). “ (A dvirtam os, al paso, la ascendencia d el panta rei h eraclitan o sobre B erg­ son )” (OC, IV, 1.142). “A esto s ’b ich os raros’, que producen una n u eva fórm u la v ita l, la recien te b iología le s lla m a sports ... y al fenóm eno en g en eral ’ev o lu ció n em erg en te’. Y o le s hubiera p u esto e l títu lo bergsoniano de ’evolu ción cr e a tiv a ’” (TI, 329). “V er es lo m ism o que eleg ir y e x clu ir (sea con lo s ojos de la carne, sea con la p u pila d el en ten d im ien to, com o advierte, con d elicad a y pulcra dialéctica, B erg so n ” (PE, 264). “E ste m ism o vocab lo conceptual, ’durar’, lo em p lea B ergson, a fin de cris­ talizar su filo so fía v ita lista . La esen cia de la vida, para B ergson, es ’la d u rée’, la d uración, o m ejor, la perduración en e l cam b io” (NS, 179-80). “L a n ov ísim a gen eración fran cesa se ha form ado con B ou rrou x [sic ] y B e r g so n ; B ou rrou x m ostrando la contingencia de la s le y e s de la n atu raleza, a la s cu a les se h ab ía sacrificado hasta el libre albedrío, asestó recio golpe a la ciencia. M ás tarde, B ergson oponía al rigor de la in telig en cia e l tem b lor con­ fuso de la c o n c ie n c ia ; aconsejaba desconfiar de la s p alabras y de todo esq u e­ m a lógico y rígid o; en señ ab a que había m u ch as m ás cosas en lo s oscuros lim b o s d e n u estro ser que en nuestra in teligen cia, que la vid a e s d em asiad o d en sa y rica, d em asiad o com pleja, d em asiado cam b ian te, d em asiad o continua, arm oniosa y libre, harto su til para que geóm etras y sab ios acierten a aprehen­ derla, d efin irla y enderezarla. Entre la in telig en cia y e l in stin to com o fa cu lta ­ d es d irectiv a s de la conducta, B ergson supone que lo e s el in stin to, al cual llam a in tu ició n de lo real. H e aquí en qué sentido e s ’r ea lista ’ la n u ev a gen e­ ración fra n cesa ” (AD, 24-25). “P or con traste, n o deja de guardar conexión la teoría de la relativid ad de E in stein con la doctrina de B ergson. Según e l filósofo, el con ocim ien to cien tí­ fico e s in sa tisfa cto rio e im perfecto, porque e l u n iv erso e s absoluto y continuo en tan to la cien cia no trasciende de los fen óm en os rela tiv o s y discontinuos. M as si, com o q u iere E instein, e l u n iverso e s relativo y discontinuo, la cien cia se em p in a a la jerarq u ía de verdadero conocim iento d e l u n iv e rso ” ( A R , 111-12). “H om o su m ”, quiero decir que yo tam bién procedo por saltos, y desd e la A tica, d esp u és de una parábola in stan tán ea de m uchos siglos, ven go a caer en n u estro s d ías no lejo s d el filósofo fran cés H enri B ergson. En él h allam os un esfuerzo, b a sta n te afortunado, h acia la con ciliación en tre lo p latón ico y lo aristotélico. P ara n u estro propósito, el b ergson ism o cabe reducirlo esq u em á ti­ cam ente a e s t o : la realidad e s continua, m ovim ien to sin solución de con tin u i­ dad ; su esen cia es la vida, su presencia la evolu ción creadora, y así el p resen te conduce consigo todo e l pasado y se resu elv e en un im p u lso h acia el fu tu ro ; por donde e l con ocim ien to del presen te v ale tanto com o con ocim ien to de la vida, de la realidad en su esen cia, y e s una in tu ición d e e te r n id a d ; e ste cono­ cim ien to n o lo p uede proporcionar la ciencia, porque la c ie n c ia 'e s producto de la in telig en cia y la in teligen cia conoce com o e l ojo ve, con cen trán d ose en un foco, separando e ignorando lo que no es ob jeto d e la aten ción actu al, y es p or tan to su fu n ción ignorar para conocer, por donde la in telig en cia recor­ PEREZ DE AYALA Y BERGSON 1.183 ta, disocia, reparte e l m o v im ien to flu id o de la realidad en esta d o s su cesiv o s de quietud — com o lo está e l m ovim ien to en una p elícu la de cin em atógrafo, d ice B ergson — sin trán sito ni n ex o en tre sí, pero relacion ad os h ip o tética m en ­ te por los p ostu lad o s de esp a cio y tiem po, los cu ales no e x is te n en e l conoci­ m ien to e se n c ia l d e la realid ad o in tu ición de p resen te ab solu to e in e x t e n s o ; síg u ese q u e la cien cia no p rovee, sin o en e l con ocim ien to de la p arte n eg a tiv a de la realidad, esto es, la realidad física o resisten cia que se ofrece al im p u lso v ita l en su ev o lu ció n creadora, y en e ste sentido la cien cia e s in stru m en tal, de orden práctico, en d ep en d en cia y b en eficio de la vid a, y a sim ism o lo e s en su órgano productor, e l in telecto , com o lo e s el in stin to, form a p ecu lia r d e in te li­ gen cia en la s e sp e c ie s in fra h u m a n a s; e l órgano d el con ocim ien to e se n c ia l e s la “con scien cia to ta l”, en cu ya m atriz se con tien en los d a to s in m ed ia to s e in ­ tu icio n es directas d e la vida, que e s la ú ltim a realidad, y el m odo de este cono­ cim ien to e sen cia l es la filo so fía y ta l vez e l arte. (E xcuso in d icar al lecto r de buen a fe q u e en esta ap retad a sin op sis, en la cual m e he preocupado an te todo de la claridad, se han preterid o no pocos rasgos im p o rta n tes de la doctrina de B ergson.) Las id ea s de B ergson han influ id o, acaso m ás que la s de n in gú n otro p en ­ sador contem porán eo, si se ex cep tú a a N ietzsch e, en e l p en sa m ien to y en e l arte de n u estros días, ya con in flu en cia confesada, ya por elip sis y d isim u la ­ dam en te. Su m a g isterio se d eja sen tir hasta en las teorías so cia les m o d ern ísi­ m as ; aludo al sin d icalism o, cu y o m áxim o d efin id or e s Sorel. U n a x iom a de la doctrina b ergson ian a e s que la vid a, en su im pulso de creación con tin u a, no co n sien te ser d iseca d a en cu ad rícu las in tele c tu a le s; si e l in telecto no puede conocer la vid a, ded ú cese que e l in telecto no podrá dar le y e s que som etan y en ca u cen e l curso d e la vid a, cuya esen cia e s la esp on tan eid ad creadora, el ilogism o, la lib ertad (e l a n á lisis que h ace B ergson d e la lib ertad , no com o acto in d iv id u a l aislad o, sino com o serie continua de actos, o ten d en cia ín tim a de la p erson alid ad a realizarse, con d icion ad as d e dentro a fu era, y no de fu era a dentro, e s d e lo m á s agudo y p ersp icu o); e l in telecto no pu ed e p reven ir, ni m enos ob ligar a la v id a a que adopte ta les o cu ales form as, sino sim p lem en te proporcionar cierto s p roced im ien tos p rácticos para e l p resen te com o corolario de cierto s con ocim ien to s lim ita d o s d el p retérito; al serv icio d e la in tu ició n e im p ulso v ita l: e l con ocim ien to in telectu a l jam ás precede, com o estím u lo , a la activid ad creadora, sino que le sigu e a gu isa de e x p lica ció n : a lo sum o, podrá m o v iliza r y a v iv a r a q u ella activid ad una in tu ición profunda, la cu al no se pu ede ex p resa r en una id ea o sistem a de ideas, sin o por m ed io d e un sím bolo o un m ito. T od os e sto s p rin cip ios lo s ha aplicado S orel en su p ropaganda re­ vo lu cio n a ria ” ( A R , 109-11). ESCOLARES MEDICOS ASTURIANOS EN VALLADOLID (1546-1936) POR JUAN GRANDA JUESAS La Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, desde el prim itivo em brión que representó la Cátedra de Física fundada por el rey E nrique III en 1404, hasta el inicio de la actividad do­ cente de la Facultad de Medicina de Oviedo en el curso 1969-70, fue uno de los centros españoles en los que se form aron en el arte de cu rar un buen núm ero de asturianos que desde los más distintos concejos se dirigían fuera del Principado para aprender los saberes de H ipócrates, Galeno y Avicena. Aun cuando la Universidad de Oviedo se fundó, tras grandes dificultades, en 1604 careció de sec­ ción de M edicina a pesar del deseo de prohom bres de la categoría de Antonio G arcía Valdés y de la presencia de médicos ilustres de la talla de Casal. Un tím ido intento llegó a cu ajar en 1785 (1), pero las ilusiones fueron vanas, pues irregularidades tanto académicas como financieras y la necesidad de revalidar la titulación en Ma­ drid m otivaron que en los inicios de 1800 se suprim iesen por Real Orden los estudios médicos (2). Avatares en la organización de la enseñanza, tanto de la m edicina como de la cirugía, a lo largo de casi cuatro siglos han restado uni­ form idad a las sucesivas promociones de alum nos tanto asturianos (1) F e r n a n d e z - R u i z , César. Historia médica del Principado de Asturias. Edit. I.D .E.A. O vied o, 1965. (2 ) A c t a s d e l A y u n t a m ie n t o de O v ie d o . Sesión ordinaria d el día 19 de feb rero de 1 800. 1.186 JUAN GRANDA JUESAS- como de cualquier otra procedencia. Las reform as de Carlos III en 1771, las disoluciones y posteriores reapariciones del T ribunal del Protom edicato en los años finales del siglo X V III y prim eros del XIX, la invasión francesa, la desafortunada gestión m inisterial de Calomarde y los continuos cambios en los planes de estudio im pedían la necesaria estabilidad de la enseñanza, logro que se consiguió con la prom ulgación en 1857 po r el entonces m inistro de Fomento, Claudio Moyano, de la Ley de Instrucción Pública, que organizó definitivam ente la form ación médica y que, con algu­ nos retoques, alcanzó los prim eros años de nuestro siglo. En este trabajo, tom ando como base docum ental la recopilación que ha hecho Raquel García González de los expedientes de todos los graduados en Medicina que se encuentran en el Archivo Univer­ sitario de Valladolid, se pretende realizar un análisis de la distribu­ ción cronológica y geográfica de los escolares de origen asturiano, buscando con ello obtener una relación entre la situación socioeco­ nómica del Principado a lo largo de casi cuatro siglos y el núm ero y procedencia de los asturianos desplazados a Valladolid a estudiar Medicina. La obra de la citada autora se condensa en dos tom os, el prim ero de los cuales abarca hasta 1870 (3), año en que se supri­ mió el grado de Bachiller, y el segundo (4) desde esa fecha hasta 1936. El listado de todos los bachilleres, licenciados y doctores apor­ ta en cada caso el lugar de origen concreto, tanto ciudades como villas y aldeas, pero se ha considerado más útil agruparlos por concejos, y en esta labor nos hemos guiado po r los datos sum inis­ trados p o r Pascual Madoz en su Diccionario (5). Con ello se dispone de una visión de conjunto más sencilla que facilita tan to la expo­ sición como la com prensión. También hemos acotado los 390 años objeto de análisis en períodos de 25 años, habida cuenta de lo ex­ tenso del período a considerar y porque ello no desvirtúa ni hace perder valor a las conclusiones que de este trab ajo puedan deri­ varse. (3) G a r c i a G o n z a l e z , R aquel. Bachilleres médicos en la Universidad de Valladolid (1546-1870). Edit. Secretariado de P u b lica cio n es de la U n iversid ad . V allad olid , 1974. (4) G a r c i a G o n z a l e z , R aquel. Licenciados en Medicina y Cirugía en la Universidad de Valladolid (1871-1936). Edit. Secretariad o de P u b licacion es de la U n iversid ad . V allad olid , 1979. (5) M a d o z , P ascu al. Diccionario Geográfico-Histórico-Estadístico (Asturias). E dición facsím il. Edit. AM BITO. V alladolid, 1985. ESCOLARES MEDICOS ASTURIANOS EN VALLADOLID (1546-1936) 1.187 Un total de 260 alum nos asturianos pasaron po r las aulas de la Facultad vallisoletana a lo largo de estos casi cuatro siglos. De ellos la casi totalidad se dedicó al ejercicio práctico de la m edicina con m ás o m enos fortuna. D urante los siglos XVI, XVII y X V III no todos los bachilleres y licenciados volvieron al Principado tras su graduación, optando muchos por trab a jar en la Corte, donde el m ayor núm ero de fam ilias con abundantes recursos económicos les perm itía m antener unos ingresos estables. E ntre los que re­ gresaban a Asturias se encontraban Luis de Balsera, form ado en Salam anca y Valladolid, y José Dorado González, de quien César Fernández-Ruiz sostiene que era natural de Aranda de Duero (B ur­ gos) y form ado en Salam anca, pero en nuestra investigación lo tenem os reflejado como n atural de Oviedo y graduado de Bachiller en M edicina en Valladolid el día 26 de abril de 1708, y José Ramón Tolivar Faes tam bién escribe de él como nacido en Oviedo, hijo de Francisco Dorado, y cuya labor profesional se desarrolló en Villaviciosa entre 1714 y 1715 y en Oviedo desde 1715 hasta su falleci­ m iento en 1735 como médico de la ciudad y del Cabildo (6). Tam bién H ernández de M onasterio, Francisco Menéndez Pavón y Diego Antonio Serrano de Paz y Quirós, fallecidos en 1706 (7), ejercieron la m edicina en Oviedo. El mism o Tolivar Faes (8) cita un licenciado Santoyo, residente en Oviedo entre 1584 y 1586, que no parece se corresponda con la figura de Andrés Santoyo, n atural de Oviedo, y que sólo alcanzó el grado de Bachiller, y ello no fue sino hasta el año 1591. Hubo una reducida m inoría que se incorporó a la docencia en Valladolid, encontrándose entre ellos Alonso de Ribera Quirós o Alonso Rodríguez de Ribera, quien tras obtener el grado de Bachi­ ller en Artes en Oviedo se desplazó a Valladolid, donde se graduó de Bachiller en M edicina en 1654, siendo con posterioridad su stitu ­ to en varias cátedras. Pero el que alcanzó un gran renom bre fue, sin duda alguna, Juan de las Cuevas Noriega (9), natural de Llanes, y que tras su bachilleram iento en 1629 y licenciatura en 1649 des- (6) T o l i v a r F a e s , José R am ón. Oviedo, 1705. D iscurso de recepción com o M iem bro de N úm ero d el In stitu to de E studios A stu ria n o s p ronunciado en se­ sión d el 19 de d iciem b re de 1975. Edit. I.D.E.A. O viedo, 1981. (7) Ibídem. (8) T o l i v a r F a e s , Jo sé Ram ón. Historia de la Medicina en Asturias. A yalga E dicion es. S alin a s, 1976. (9) A l c o c e r M a r t í n e z , M ariano. Historia de la Universidad de Valladolid. Bio-bibliografía de médicos notables. T ipografía C uesta. V allad olid , 1931. 1.188 JUAN GRANDA JUESAS em peñó en propiedad las cátedras de Súmulas, Método, y Prim a de Filosofía, de H ipócrates, de Medicina y de Avicena. V alorando desde un punto de vista exclusivamente estadístico los datos obtenidos en nuestra investigación, destacan los concejos de Oviedo y Gijón, el prim ero de los cuales arro ja un núm ero total de 62 médicos a lo largo de los 390 años considerados y el segundo una cifra de 31, ju sto la m itad de la anterior, pero muy por encima del resto de las estudiadas. En conjunto am bos concejos, que sobre el total de 78 que existen en Asturias sólo representan un 2'56%, suponen en lo referente al núm ero de escolares la elevada pro ­ porción del 35’76%, lo que nos habla de una extraordinaria con­ centración en núcleos muy concretos, con m ayor nivel económico y cultural. En el extrem o opuesto de la lista aparece un grupo constituido por 31 concejos en los que no hay noticia de que alguno de sus vecinos se hubiese form ado como médico en Valladolid. Supone este núm ero un 39'74% del total, cifra muy im portante porque indica que en casi dos quintas partes del Principado se carecía de las condiciones idóneas, fundam entalm ente económicas, para per­ m itir que alguno de sus habitantes se desplazase y residiese en la Facultad vallisoletana durante un período mínimo que oscilaba entre 4 y 7 años, dependiendo de la titulación conseguida. E ntre am bos puntos aparece un amplio abanico de concejos que pudieron enviar a la ciudad castellana a un núm ero más o me­ nos am plio de escolares. En casi todos ellos la cifra es mínima, aun cuando en los casos de Avilés. Aller, Mieres y Lena ésta alcan­ zó valores que oscilaron entre 14 para el prim ero y 11 para el últim o, lo que representa que sobre un valor del 5' 12% de todos los concejos les correspondía un 18'84% del conjunto de médicos, con una media de 12'25 médicos por concejo. Al referirse a la región asturiana es común h ablar de una zona costera o del interior, de una Asturias oriental, occidental o cen­ tral. H asta qué punto esa división coloquial y fam iliar se cumple en lo referente a la distribución de nuestros escolares médicos es algo que merece ser estudiado. La fran ja costera, en la que por razones obvias incluim os Pravia, representa, con un núm ero de 21 concejos, el 35'76% del total de ellos, agrupando a su vez 93 médicos, que corresponden al 26’92%, valores am bos que dan una media de 4'42 médicos por concejo. Profundizando en el análisis nos encontram os con la zona oriental, de Ribadedeva a Colunga, donde en 5 concejos el núm ero de médicos es de 14 y el valor medio de 2'80. Una zona occidental, ESCOLARES MEDICOS ASTURIANOS EN VALLADOLID (1546-1936) 1.189 de Castropol a Luarca, con 6 concejos y 14 médicos, valores am bos que suponen una m edia de 2’33. Finalm ente la zona central, de Cudillero a Villaviciosa, con sus 65 médicos y 10 concejos eleva la m edia al 6’50, cifra que se reduce a una más sim ilar a las anterio­ res, 2'50, si prescindim os de Gijón y Avilés que con sus elevadas cifras increm entan el valor final. P ara un m ejor estudio de la costa debemos, en últim o lugar, rep asar cuántos concejos no aportan ningún escolar médico, y nos encontram os que así como tanto en el oriente como en el centro sólo uno carece de representación, en el occidente son 3 de un to­ tal de 6, lo que nos dem uestra una m ayor uniform idad de la zona centro-oriental y una m ayor concentración en los concejos occiden­ tales de Castropol, Navia y Luarca. El in terio r del Principado, con sus 57 concejos, el 73'07% del total, y 168 médicos, el 64’61°/o, presenta una m edia de 2'9 médicos por concejo. Siguiendo el mismo protocolo de trab ajo que hemos llevado al estu d iar la fran ja costera, al subdividír el in terio r en una zona oriental, o tra central y otra occidental nos encontram os con datos reveladores. Así, en el oriente, en un total de 10 concejos, de los cuales 4, esto es el 40%, no aportan ningún médico, hallam os un total de 20 escolares, el 7’69%, valores que representan una m edia de 2 médicos po r concejo, cifra que se aleja un poco tanto de la media del interior como de la zona oriental costera. Oviedo, al igual que Gijón y Avilés lo hicieron en el centro de la costa asturiana, in­ troduce una variante al valorar la porción central del interior del Principado, donde en un total de 31 concejos se encuentran, ade­ m ás del ya m encionado, los de Aller, Lena y Mieres, que elevan el núm ero de médicos a 135, el 51’92% del total, con una m edia de 4’35 médicos por concejo, y una proporción sim par de concejos que carecen de escolares médicos, e! 38'70%. Finalm ente en el oc­ cidente a stu r es donde el interior se presenta con el m enor núm ero de m édicos en proporción al núm ero de concejos, como lo dem ues­ tra que en 16 concejos, el 20’51%, sólo se encuentran 13 médicos, el 5%, lo que explica que la media de médicos por concejo sea la m ás baja de todas, de 0'81. A estos valores tan bajos contribuyo que un 62'50% de los concejos de esta zona no aportan ningún médico form ado en Valladolid. Como síntesis de lo expuesto hasta ahora destacan dos hechos evidentes, como es que, en conjunto, la costa tiene un m ayor nivel de escolares médicos form ados en Valladolid que el interior, y por otro lado que la zona central del Principado, tanto costera como JUAN GRANDA JUESAS 1 .1 9 0 CONCEJOS NA VIA NOREÑA OVIEDO PARRES FEÑAMELLERA BA J A PILONA PONGA PRAVIA PROAZA QUIROS RIBADESELLA RIOSA SALAS S. MARTIN DEL REY A U R E L I O SAN TIRSO DE ABRES SIERO SOTO DEL B A R C O TEVERGA TIN E O VILLAVICIOSA DE CANGAS NAVA MUROS MIERES LUARCA LLANES LENA DE LAVIANA LANGREO IL LAS GRADO GRANDAS GOZON GIJON NARCEA SALIME O NIS NALON DE CUDILLERO COLUNGA CASTROPOL CASO CASTRILLON CARAVIA DE CANGAS CANDAMO CABRANES 30 A L A V IL E S ALLER ALLANDE CONCEJOS ESCOLARES MEDICOS ASTURIANOS EN VALLADOLID ( 1 5 4 6 - 1 9 3 6 ) 1.1 91 1.192 JUAN GRANDA JUESAS del interior, presenta unos valores muy superiores a los del orien­ te y occidente astur. Esta distribución geográfica se com porta de un modo unifor­ m em ente coordinado a lo largo de los 390 años estudiados. Obser­ vando la gráfica del reparto cronológico llama la atención el escaso núm ero de escolares médicos que aparecen en los siglos XVI, XVII, XVIII y prim eras décadas del XIX, con un total de sólo 25 médi­ cos en los prim eros 304 años, lo que supone sólo un 9’62% frente al 90'38% que representan los 235 médicos restantes que estudia­ ron en Valladolid en los 86 años que transcurrieron de 1851 a 1936. Esta desigualdad en el reparto cronológico es tam bién m arca­ dam ente discrepante en el período que abarca la segunda m itad del XIX y prim eros años del XX, pues de un núm ero de 17 esco­ lares entre 1851 y 1875 se pasó en los siguientes 25 años a un total de 59, cifra que se increm enta en las prim eras dos décadas y me­ dia del XX, llegando a 82, y que finaliza en nuestro repertorio con los 77 médicos form ados entre 1926 y 1936. El corto núm ero de referencias sobre estudiantes asturianos en Valladolid que hemos hallado entre 1546 y 1850 no perm ite que en este período podam os llegar a delim itar nítidam ente épocas de mayor o m enor incidencia, pero sí es notorio que los concejos de Oviedo, Gijón y en m enor medida los de Siero, Llanes, Colunga, Grado y Cangas del Narcea contaron entre su población en los años finales del XVII con un relativam ente alto núm ero de estudiantes de medicina desplazados a la capital vallisoletana. Es ahora el m om ento de i atentar ver si existe y es evidente una relación entre el nivel de desarrollo socio-económico del Prin­ cipado y la distribución geográfica y cronológica de los escolares médicos en Valladolid, o si por el contrario las diferentes d istri­ buciones y porcentajes hallados son datos que eslán por com pleto desconectados de las pautas de desarrollo que a lo largo de esos 390 años se han dado en la región asturiana. Desde antiguo su población, condicionada en gran m edida por " la orografía, se encontraba dispersa, con escasos núcleos urbanos de alguna im portancia, pues incluso la propia capital, Oviedo, en el siglo XVI no era sino una pequeña agrupación ciudadana nacida y m antenida al am paro de la Iglesia y de las delegaciones de los poderes centrales tanto ejecutivo como judicial. Aparte de ella destacaban algunas villas, principalm ente Avilés, cuya im portancia residía en ser la depositaría de los alfolís o almacenes de sal (10). (10) Hi s t o r i a d e A s t u r i a s . Tomo VI. x^yalga Ediciones. Salinas, 1977. ESCOLARES MEDICOS ASTURIANOS EN VALLADOLID (1546-1936) 1.193 artículo éste de grandísim a im portancia po r ser esencial p ara la conservación de carnes y pescados. A lo largo de los siglos XVII y X V III la situación sufrió pocos cam bios. Oviedo, con aproxim adam ente 6.000-7.000 habitantes; Gi­ jón, con poco m ás de 4.000, y en tercer lugar Avilés continuaban siendo las aglom eraciones urbanas más im portantes, no pasando la población to tal del Principado a finales del XVII de 258.000 personas, estru ctu rad as en tres estam entos sociales muy m arcados: los clérigos, los hidalgos de m ayor o menos rango y el estado llano, los pecheros. Casi todos ellos, independientem ente de su nivel so­ cial, se m ovían dentro de unos estrechos m árgenes económicos, con elevadísim os índices de pobreza y ham bre. En los años finales del XVIII y comienzos del XIX em pieza a surgir una incipiente actividad industrial al am paro de los prim e­ ros descubrim ientos y explotación de recursos m inerales, principal­ m ente carbón, que atrae capitales y hom bres de negocios, tanto nacionales como extranjeros, principalm ente franceses, ingleses y belgas (11). A este despegue económico del Principado se sum a el em puje de las rem esas, más o menos cuantiosas, de dinero enviado desde los países centro y sudam ericanos po r el contingente de as­ turianos que desde hacía algún tiempo, pero sobre todo desde me­ diados del siglo XIX, salieron de su región en busca de m ejores perspectivas de vida (12). La asociación de la ren ta agraria, tradicional en A sturias, con la sum inistrada p o r el trab ajo en la industria y los capitales de los «indianos» perm itieron que los recursos m onetarios del astu ­ riano m edio fuesen lo suficientem ente am plios p ara p erm itir con­ ta r con unos recursos de libre disposición tras h ab er cubierto los m ínim os precisos p ara la alim entación y el vestuario. Este breve repaso a las grandes líneas generales de la historia económ ica del Principado nos perm ite afirm ar que ellas corren parejas con la distribución cronológica y geográfica de los esco­ lares médicos asturianos en Valladolid. A lo largo de los siglos XVI, XVII y X V III fueron los núcleos de población m ás im portantes como Oviedo, Gijón y Avilés de donde salieron los futuros médicos, pues en ellos se aglutinaban las fam ilias que podían sostener su traslado y estancia en Valladolid. E ran hidalgos de ren ta media-alta y profesionales médicos que (1 1 ) (1 2 ) Historia de Asturias. Tom o IX. A ya lg a E diciones. S a lin a s, 19 7 7 . O j e d a , G erm án ; S a n M i g u e l , José L uis. Campesinos, emigrantes, in­ dianos. A yalga E diciones. S alin as, 1985. 1.194 JUAN GRANDA JUESAS buscaban la continuidad en sus hijos, aun cuando eran pocos los que volvían al Principado, como lo dem uestra que entre 1650 y 1725 se graduaron catorce médicos asturianos en Valladolid, pero la cifra total de los que ejercían en Asturias era de cinco: uno en Avilés, uno en Gijón, uno en Villaviciosa y dos en Oviedo. A p a rtir del siglo XIX, sobre todo de la segunda m itad, se asis­ te a un extraordinario increm ento tanto del núm ero de escolares como de sus lugares de origen. Provenían sobre todo de la costa y de los concejos del interior centro-oriental, lugares que fueron más beneficiados po r el increm ento de las rentas, bien de la in­ d ustria o de los «indianos». El in terio r occidental, con sus peores com unicaciones, vivió siem pre en un gran aislam iento, lo que dificultó la llegada a sus concejos de capitales e inversiones que m ejorasen su renta y por ello la posibilidad de invertir excedentes m onetarios en form ar ti­ tulados superiores, en este caso médicos. INDICE 1987 NUM ERO 121 P ágs. “N u estra N a ta ch a ”, en la p an talla, por Juan Bonifacio Lorenzo Benavente ................................................................................................................................. 3 Los e n ta lle s rom an os d e la Cruz de lo s A n geles, por Fabiola Salcedo Garcés ............................................................................................................................... 73 E pidem ia d e p este en O viedo en 1598. E studio y con sid eracion es, por Melquíades Cabal ....................................................................................................... 103 T eodoro C uesta: m ú sico y poeta, por Antonio García Miñor ..................... 145 P roceso de form ación d e las O rdenanzas d el P rin cip ad o de A stu ria s en la segu nda m itad d el siglo X V III. (H istoria d el p royecto de 1781), por Justo García Sánchez ......................................................................... 155 G radas d e b en ed ictin o s profesos en m on asterios astu rian os (S. X V IIIX IX ), por Ernesto Zaragoza Pascual ................................................................ 179 In form es de lo s v ec in o s de C abrales sobre su con cejo en e l siglo X V III y rép licas d el E stado por m edio de la cobranza de los d iezm os, por José Tomás Díaz-Caneja ......................................................................................... 201 E volución de la econ om ía astu rian a durante la crisis de lo s 70 y en lo s años de crecim ien to : A n á lisis com parativo de algu n os in d icad ores económ icos, por José Luis Sanz Benito ......................................................... 229 L os cam inos de L lan es a fin a les del siglo X VIII, por Eloy Gómez Pellón 253 “La elección de la “h isto ria ” y e l “d iscu rso” en el cu en to Miguelín y Margarita, de R am ón P érez de A y a la ”, por Adolfo Casaprima Co­ llera ............................................................................................................................. ••• 283 V ida de fra y Servan d o T eresa de M ier N oriega, por José Ignacio Gracia Noriega ............................................................................................................................ ^99 numero 122 La corte astu rian a de P ravia. In flu en cia s v isigod as en lo s testim o n io s arqueológicos, por F. J. Fernández Conde y M. C. Santos del Valle ... 315 San S alvad or de D eva y su m onasterio hasta la Edad M oderna, por Isi­ doro Cortina Frade ................................................................................................... 345 L ocalización y a n á lisis fu n cion al de la s en tid ad es de población d el con­ cejo de L ena, por Inocencia Fernández Fernández .............................. 383 A p ortacion es a la ep igrafía de V aldediós, por Leopoldo González Gu­ tiérrez .......................................................................................................................... 411 M enéndez P ela y o , senador por la U n iversid ad de O viedo. N otas d e su “E p istolario”, por Francisco Serrano Castilla ............................................ 429 A sp ectos reg io n a les en Jovellan os, P a la cio V ald és y C larín, por José Gon­ zález Fernández .......................................................................................................... 433 L a s v a ria n tes te x tu a le s de El señorito Octavio, de A rm ando P alacio V al­ dés, por Brian J. Dendle .................................................................................. . 463 U n son eto n ecrológico de M anuel Fernández Juncos, por J. I. Gracia Noriega ........ i....; .: .........."....V........ .................... .............................................;....... . 475 L os p rim eros n a tu ra les de N av ia que viajaron a Indias, por Jesús Mar­ tínez Fernández .......................................................................................................... 481 L as ca p itu la cio n es m a trim o n ia les en e l concejo de T ineo d u ran te lo s si­ glos X V III y p rin cip io s d el X IX , por Ramona Pérez de Castro ........ 489 N u ev a s con sid era cio n es en to m o a varias m a la tería s astu rian as, por José Ramón Tolivar Faes ............................................................................................... . 519 El historiad or F loro y la rom anización de A stu rias, por Narciso Santos Yanguas ........................................................................................................................... 527 A b adologio d el m on asterio de Santa M aría d e la V ega, de O vied o (1196- 1862), por Andrés Martínez Vega . . . . .................................... .......................... 565 La recuperación d el q u eiso d e bota y de pan de escan d a, por Celso Peyroux ............................................................................................................................ 579 A stu rias y A m é r ic a : L a em igración , por Rafael Anes Alvarez ................. 587 L IBRO S L as cruces de O viedo, por Helfnut Schlunk . . . . . . . . . . __ :...............609 N ECRO LOGICAS José M aría F ernán d ez P ajares, por José Ignacio Gracia Noriega ............ 615 R ecuerdo d e la v id a y la obra de José M aría F ernández, d irector d el B o letín d el ID E A , p or J. E. Casariego .............................................................. 617 M em oria de J o sé M aría F ern án d ez M enéndez, por José María Martínez Cachero ............................................................................................................................ 625 numero 123 D escrip ción d el P rin cip ad o de A stu ria s y d erech os e cle siá stico s de lo s m on a sterio s de C orias y Obona (1753), por Ernesto Zaragoza Pascual 631 A n á lisis de la m ala co fa u n a recuperada en la C ueva de “T ito B u stillo ” (R ib ad esella, A stu ria s), por Ruth Moreno Ñuño y Arturo Morales Muñiz ............................................................................................................................... 663 N om b res de sitio s relacion ad os con la b atalla de C ovadonga, por Ramón Sordo Sotres .................................................................................................................. 689 E l con cejo de A m ie v a , segú n e l C atastro del M arqués de la E nsenada, por Ramona Pérez de Castro ................................................................................ 697 U na ep id em ia de ca len tu ra s g á strico-b iliosas en el P rin cip ad o de A stu ­ rias (1800-1804), por Juan Granda Juesas ..................................................... 729 N ovela y crítica : N o ticia s d e una polém ica, por Adolfo Casaprima Co­ llera ............ ...................................................................................................................... 739 V ocabulario d e la fala de C adavedo (L uarca), por Oliva Avello Menén­ dez ................................................................................................................................. . 771 El cab ello fem en in o en la tradición asturiana, por Elsa P. San Martín (f) y J.L. Pérez de Castro ............................................................................................ 803 L a fu n d ación d e l m ayorazgo de la casa de N avia (A nleo) en e l siglo X V I, por Jesús Martínez Fernández ........................................................................... 825 L a in d u strialización de A stu rias en e l siglo X IX : U na transform ación econ óm ica parcial, por Rafael Anes Alvarez ............................................ 843 U na p u n ta de cobre tipo P a lm ela procedente de F ariza de S ayago (Za­ m ora), por Antonio Juaneda Gavelas ............................................................. 859 La corte de P ravia. F uen tes docum entales, cron ísticas y b ibliográficas, por F.J. Fernández Conde-M.C. Santos del Valle ................................... 865 LIBRO S M edicina popular en A sturias, por Enrique Junceda Avello ..................... numero 933 124 El concejo de P ilo ñ a en e l S. X V III, según el C atastro d el M arqués de la E nsenada, por Andrés Martínez Vega .................................................... 939 P u n tu aliza cio n es a una com unicación, por Rodrigo Grossi Fernández ... 985 L os in d ian os en la literatura, por José Ignacio Gracia Noriega ................. 991 U n religioso cap u ch in o de N a v ia en la Corte de F ernando VII, por Jesús Martínez Fernández ................................................................................................. 1.011 E l M onte M edulio e n territorio astur-bergidense, por Serafín Bodelón ... 1.023 La estela de D uesos, C aravia, por Alberto Fernández Suárez y Alejandro Miyares Fernández ................................................................................................... 1.035 Jovellan os. L a en señ an za y la s academ ias, por Fernando Muñoz Ferrer 1.055 A rte p a rieta l p aleolítico occidental. T écn icas de exp resión e id en tifica ­ ción cronológica, por M agín Berenguer Alonso ....................................... 1.063 E studio d e la satisfacción laboral en A sturias, por Antonio Lucas Marín 1.077 E l yacim ien to p rehistórico de la cueva de A viao (E spinareu-P iloña), por Ramón Obeso Amado, Germán Rodríguez Calvo y Antonio Juaneda Gavelas .......................................................................................... ................................. 1.109 L aboratorio Q uím ico M unicipal de O viedo. Su im portancia san itaria, por Melquíades Cabal ....................................................................................................... 1.117 P érez de A y ala y B ergson, por Pela/yo H. Fernández ....................................... 1.143 E scolares m éd ico s astu rian os en V alladolid (1546-1936), por Juan Granda Juesas ........................................................................................................................ 1.185 ULTIMAS PUBLICACIONES DEL I.D.E.A. Pts. Pts. CASA RIEG O , J. E.— A stu ria s por la In d ep en d en cia y la li­ bertad de E spaña.— 54 p ágs. 125 carbón y su im p ortan cia para la econ om ía astu rian a.— 174 p ágin as ............................................ 500 CASA RIEG O , J. E.— C am inos y v ia jero s de A stu ria s.— 179 páginas ............................................ 800 CLEMENT, J ea n -P ierre.— L as lectu ra s de J o v ella n o s.— 392 págin as ............................................ 1.100 BOLETIN NUM ERO I — R ee­ dición fa csím il.— 151 págs. ... 350 ROCA F R A N Q U E SA , J o sé M.a— C lases so cia les y tip o s rep resen tativos en la n o v e lís­ tica de P a la cio V a ld és ............ 250 TO LIVAR F A E S, J o sé R am ón. O viedo, 1705.— 299 p á g s........... 800 A G U ILER A CERNI, V icen te. V aquero.— 259 págs., con abun­ d ancia d e grab ad os e n negro y color ............................................ 3.000 M ARTINEZ, E lviro.— E l M o­ n asterio d e C elorio.— 122 p ágs. 400 BOLETIN DE L ET R A S, nú ­ m ero 100 ....................................... 250 BO LETIN DE L ET R A S, nú ­ m ero 101 ....................................... 250 250 C ABAL GO NZALEZ, M el­ q u íad es.— H istoria de lo s B o­ tica rio s en e l siglo X IX .— 107 p á g in a s ............................................ FER N A N D E Z M ENENDEZ, José M.a— M isterios y P rob le­ m as de la Cám ara Santa.— 45 p ágin as ............................................ SA NC H EZ-ALBO R NO Z, Clau­ dio.— El R ein o d e A stu rias. (S elección ).— 542 p á g s................ 400 150 800 TUERO B E R T R A N D , F ran­ cisco.— L a creación d e la R eal A u d ien cia en la A stu ria s de su tiem p o, sig lo s X V II y X V III.— 513 p á g s......................... 1.500 B O LETIN NUM ERO II DE L ET R A S.— R eed ició n fa csím il. 350 BOLETIN DE C IENC IAS DE LA N A T U R A L E Z A , n ú m e­ ro 27 ................................................ B oletín de C ien cia s d e la N a­ tu raleza nú m ero 25 ................. 250 BO LETIN DE L ET R A S, n ú ­ m ero 102 ....................................... 250 225 VARIOS. “P érez de A y a la ”. (O nce estu d io s crítico s sobre el escrito r y su obra), 529 p á g s........................................... 1.500 CORTINA FR A D E , Isidoro.— C atólogo H istórico y M onu­ m en tal de G ijón. 424 p ágs. ... 1.200 CASO GO NZALEZ, J o s é — El p en sam ien to pedagógico de J o v ella n o s y su real In stitu ­ to A stu rian o.— 62 p á g s............ PA T A C DE L A S TRA VIE­ SA S, J. M .a— L a G uerra de la In d ep en d en cia e n A stu ria s en los d ocu m en tos d e l a rch ivo d el M arqués d e S a n ta Cruz de M arcenado.— 161 p á g in a s ... P ER TIERR A PER T IE R R A , J. M.— La h id rogasifica ció n del 500 GREGOR O’OBR IEN. — El Id eal clásico de R am ón P é­ rez de A y a la e n su s en sa y o s en la p ren sa de B u en o s A i­ res. 209 p á g in a s .......................... 600 Pts. Pts. BOLETIN DE C IENCIAS DE LA N A T U R A L E Z A , núm . 29. BOLETIN DE LETR A S, núm . 105-106 ............................................ B USTO R O DRIG UEZ, Ma­ nuel.— El P en sa m ien to socio­ económ ico de C am pom anes. 358 p á g s........................................... C A BA L GO NZALEZ, M el­ quíades.— F arm acéu ticos as­ turianos. 492 p á g s........................ CLISSON A LD A M A , José — Juan A gu stín Ceán B erm údez escritor y crítico de BellaL Ar­ tes. 414 p á g s............................... 250 1.000 1.100 2.400 1.250 DISCURSO DE INGRESO DE M A NU EL L A IN Z : M is con­ trib u cion es a l con ocim ien to de la flora astu rian a ..................... 350 D ISCU RSO DE INGRESO DE “M A R O LA ” .................................. 225 D ISCU RSO DE INGRESO DE GARCIA DE C A S T R O : S em ­ blanza in telec tu a l de E stan is­ lao S án ch ez C alvo ..................... FER N A N D E Z CONDE, Fran­ cisco Javier.-L a C lerecía O ve­ ten se en la B aja Edad M edia. 176 págs. (D iscu rso de Ingre­ so) ..................................................... 350 600 LLA N O , A u relio .— La Iglesia de S. M iguel de L illo. 95 págs. 325 LLA N O , A urelio.— L a R evolu ­ ción en A stu ria s. 216 págs. ... 400 LLANO, A u relio.— El Libro de C aravia. 242 p á g s................ 600 TOLIVAR FA E S, J o sé R a­ m ón.— L os en ferm o s d el D oc­ tor Casal. 239 p á g s.................... 800 ARCE PIN IE LL A , E varisto.— “Obra In éd ita de C asona”. (C harlas rad iofón icas). 320 p á g s..................................................... 1.100 GARCIA MIÑOR, A n ton io.— “R om ances N u ev o s de la V ie­ ja L u arca”. 190 p á g s................ 600 CASARIEGO, J. E.— H isto ria s A sturianas de h ace m á s de m il años ....................................... 1.600 C UA RTAS RIVERO, M argari­ ta.— O viedo y e l P rin cip ad o de A stu ria s a fin es de la Edad M edia ............................................... 1.700 GARCIA F E R N A N D E Z , Efrén.— N A V IA : N orm as Ur­ banísticas M u n icip ales ........ 2.200 GOMEZ FERRER, G uadalu­ pe.— P alacio V ald és y e l m un­ do social de la restauración 1.700 BOLETINES DE LETR AS, n úm eros 107 y 108, cada uno a ......................................................... 500 BOLETIN DE CIENCIAS DE LA N A T U R A L E Z A , núm ero 30 ..................................................... 500 CASADO F U E N TE S, O vidio. D. F ran cisco Cuerbo V ald és .............................................................. 650 CABAL, C onstantino.— M ito­ logía A stu rian a. (R eedición) ................................................................... 1.100 CANO GO NZALEZ, A na Ma­ ría.— V ocabulario d e l B ab le de Som iedo ................................... 1.700 Pts. CASARIEGO, J. E —BOBESReivindicación del Mariscal Asturiano ..................................... LLANO, Aurelio.— D el Folk­ lore Asturiano. (Reedición) ........................................................... SANCHEZ A L B O R N O Z , Claudio.—El Reino de Astu­ rias. (Selección) ........................ HURLE MANSO, Pedro.—An­ tecedentes históricos de la Es­ cuela U niversitaria Técnica e Industrial de Gijón ................ FERNANDEZ DE LA CIGOÑA, Francisco. — Jovellanos, ideología y actitudes religio­ sas, políticas y económ icas ... 400 650 1.000 400 GARCIA V A L D E S , Celsa Carmen.—Teatro en Oviedo (1498-1700) ................................. 1.500 FERNANDEZ BUELTA, Jo­ sé.—Ruinas del Oviedo pri­ m itivo .......................................... GALAN MARTIN, Belén. — El pintor José Ramón Zara­ goza .............................................. TOLIVAR FAES, José Ra­ món.—José Robles, pintor de Asturias ..................................... 1.000 FERNANDEZ MENENDEZ, José María.— D el Folklore de Pajares .......................................... 600 JUNCEDA AVELLO, Enri­ que.—Historia del R eal Hos­ picio y Hospital Real de la ciudad de Oviedo .................... 1.300 CABAL, Constantino. — Con­ tribución al Diccionario Folk­ lórico de A sturias .................... 1.100 PUBLICACIONES RECIENTES 290 COLETES BLANCO, Agus­ tín.— Gran Bretaña y los Es­ tados Unidos en la vida de Ramón Pérez de A yala ....... 500 850 CASTAÑON, Luciano.—Noti­ cias en tom o a la vida airada en A sturias ................................. CARANTOÑA DUBERT, Fran­ cisco. — Las m ascaradas de Evaristo Valle ........................ Pts. SEVILLA RODRIGUEZ, Mar­ tín. — Toponimia indoeuropea prelatina en A sturias ............ GOMEZ TABANERA, José Manuel.—Orígenes sociales de la Monarquía asturiana a la luz de la antropología y etnohistoria.— 77 págs....................... 750 VARIOS: El Marqués de Sta. Cruz de Marcenado. 300 años después.— 206 págs.................... 1.300 BUSTO GARCIA, Mariano — Diccionario Bable de Gonzá­ lez Posada y Academ ia A stu­ riana de Letras.— 100 págs. ... 500 1.250 MARTINEZ FERNANDEZ, Jesús.— Navia M edieval.— 155 págs.................................................. 900 800 REDONDO CADENAS, Feli­ ciano.—San Tirso de Oviedo a través de la Historia .......... 900 400 2.000 Ptas. Ptas. RAMALLO ASENSIO, Ger­ mán.—Escultura Barroca en Asturias.— 634 págs., 225 gra­ bados ............................................. M. TORNER, Eduardo.— Can­ cionero Musical de la Lírica Popular Asturiana.— 276 págs. BARRIUSO FDEZ., Emilio.— La Lengua Marinera.— 118 páginas ......................................... 750 CASTAÑON FDEZ., Luciano. Poesías A sturianas: “Fabricio”.— 189 páginas .................... 1.000 FERNANDEZ AVELLO, Ma­ nuel.— N ovelas y Cuentos. 212 páginas ......................................... 1.300 BOLETIN DE LETRAS nú­ mero 122 ..................................... 500 JUNCEDA AVELLO, Enrique. Medicina Popular en Asturias. 339 páginas ................................. 2.000 PEREZ DE CASTRO, Ramo­ na.—Los señoríos Episcopa­ les en A sturias: El régimen jurídico de la Obispalía de Castropol.— 287 páginas ....... 1.500 BOLETIN DE LETRAS nú­ mero 123 ..................................... 500 GARCIA SANCHEZ, J u s t o Noticias de los expedientes de incorporación de colegiales en el Colegio de San Gregorio, durante el Siglo XVIII.—391 páginas .......................................... 1.900 4.200 1.500 BARRIUSO FDEZ., Emilio — El Léxico de la fauna marina en los Puertos pesqueros de Asturias central ....................... 2.000 BOLETIN DE LETRAS, núm. 119 .................................................. 500 BOLETIN DE CIENCIAS, nú­ mero 36 ....................................... 500 BOLETIN DE LETRAS nú­ mero 120 ............................ ........ 500 LA OBRA DEL I.D.E.A.......... 700 MARTINEZ CACHERO, José María.—Seis Narraciones. 193 páginas ......................................... 1.400 FRIERA SUAREZ, Florencio. Pérez de Ayala y la Historia de Asturias.— 519 páginas ... 2.800 BOLETIN DE LETRAS nú­ mero 121 ..................................... 500 FERNANDEZ CONDE, Fran­ cisco Javier.—La Iglesia de Asturias en la Baja Edad Me­ dia.— 207 páginas .................... 1.500 PEDIDOS A: LIBRERIA CIENTIFICA MEDINACELI VITRUBIO, 8.— M A D R I D , 6. INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS P L A Z A D E P O R L I E R , 5. O V I E D O . INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS P R E S ID E N T E : I ltm o . S r . D. M a n u e l F e r n a n d e z d e la Cera DIRECTOR : D. J e s ú s E v a r is t o C a s a r ie g o SECRETARIO EN FU N C IO N ES: D. E f r e n G a r c ía F e r n a n d e z PRECIO DE SU SCR IPCIO N ANUAL España. 2.0110 pesetas. Extranjero, 2.400 pesetas. Número sueltoi España. 500 pesetas. Extranjero. 600 pesetas. Dirección: Plaza Porlier.—OVIEDO Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores IDEA