La Malinche. Portavoz de dos mundos José Antonio Flores Farfán

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La Malinche.
Portavoz de dos mundos
José Antonio Flores Farfán
Malintzin. La Malinche. La lengua de Cortés, El Malinche, Doña Marina, La Malinche
(Malintzin en náhuatl, circa 1500-1527), es la más conocida intérprete de Cortés en la
conquista de México. La Malinche fue la primera mujer mesoamericana que adquirió el
castellano como tercera lengua, además del maya (chontal) y el ná huatl, probablemente
su lengua materna. Elemento clave en la conquista de México, sin cuya participación ésta
no se hubiera llevado a cabo, o por lo menos no en tan poco tiempo y con un costo mucho
más alto, La Malinche se ha convertido en el símbolo de lo que en Mé xico se denomina
Malinchismo, la preferencia por lo extranjero, derivada de su presunta traición. Este
artículo busca desmitificar semejante concepción, pugnado por hacer justicia a los
avatares que sufrió para sobrevivir y consagrarse como una de las primeras y más
célebres mujeres poliglotas en la historia de México, símbolo del mestizaje.
Introducción
En la Malinche se han vertido una serie de miradas, de ideologías en pugna, de prejuicios,
sesgos e intereses propios, todas volcadas en la figura más enigmática y emblemática de
la conquista de México. Por ejemplo las feministas, sobre todo chicanas, la reivindican
como una mujer que supo emanciparse ante un sistema doblemente patriarcal en el q ue,
efectivamente, se desarrolló como una suerte de proto feminista; los forjadores de la
identidad nacional mexicana la esgrimen como el arquetipo de la traición a la patria,
como la apátrida más recalcitrante, a través de la Malinche los hispanófilos por el
contrario se enfrentan a los indigenistas. La literatura la novela y produce una serie de
bestsellers, así como la vemos plasmada en obras dramáticas de todos estos signos. Así,
ante la imposibilidad de la autobiografía, un género muy socorrido por la antropología
contemporánea, una de las formas más interesantes de acercarse a su propia voz es
precisamente la literatura en la forma de novela histórica1. Por lo demás, las narraciones
que figuran en las fuentes en torno a la Malinche no están en absoluto exentas de dosis de
literatura en el sentido de ficcionalizar los hechos históricos. Esto queda de manifiesto,
entre muchas otras, en la fuente más completa sobre la Malinche , La Historia Verdadera
de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, quien incluso le
consagra un capítulo entero de su obra.
...los primeros relatos sobre la conquista se mueven en el terreno de lo legendario,
comenzando el proceso de ficcionalización que alcanzará su máximo desarrollo
en los siglos XIX y XX (Gonzá lez Hernández 2000: 190)
Sin embargo, esto no quiere decir que no podamos historiar a la Malinche, sino que para
ello debemos obrar con suma cautela, ubicando los “hechos” reportados por las distintas
voces en juego en el contexto en el que se producen, lo cual permite una más cabal
comprensión de la Malinche histórica.
1
Carole Achache La India de Cortés, México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
La Malinche histó rica
Lugar de nacimiento
Dentro de los escasos, fragmentarios y en ocasiones francamente contradictorios datos
sobre el origen geográfico de la Malinche, existen dos versiones principales. Una asienta
que es oriunda de Jalisco (de las Casas, López de Gómara), en el Occidente de México, la
otra que proviene de Veracruz (Bernal Díaz del Castillo, Clavijero). Aunque como todo
lo vinculado a la Malinche, su origen se disputa, lo más plausible es que fuera oriunda de
la región de Coatzacoalcos (de alguno de los siguientes pueblos: Painala, Olutla,
Xaltipan, Tetícpac, o Huilotlán, el mapa que elabora Clavijero en su Antigua Historia de
México traza el primero, actualmente inexistente en los mapas), en el actual estado de
Veracruz.
Si bien incluso algunas versiones de cronistas como Fernández de Oviedo asientan que
era oriunda de México (es decir, de México-Tenochtitlán, actual ciudad de México,
“capital” del “imperio azteca”) y que de ahí fue llevada a Tabasco por mercaderes para
después pasar a manos del cacique de esa región de habla maya, los argumentos para
atribuirle ser oriunda de la región de Coatzacoalcos son los siguientes.
Existe una mayor cantidad de fuentes para el estudio de la conquista de México, incluidas
las de primera mano como Bernal Díaz del Castillo, que asevera n que era oriunda de esa
región.
Otra evidencia es la que nos provee Hernán Cortés al transferir a Marina al capitán
Jaramillo después de la conquista de México para casarse con ella, dotándola de la
encomienda de Huilotlán y Tetícpac, precisamente e la región de Coatzacoalcos.
Otras fuentes que apoyan lo dicho son el testimonial de1605 de Fernando Cortés, nieto
del conquis tador, quien efectivamente afirma que la Malinche era:
“...hija del señor y casique de las provincias de Olutla y Jaltipan cerca de
Guazacuarero (sic) [Guazacualco [Coatzacoalcos]]”2 .
Adicionalmente, en el siglo XVIII Clavijero, uno de los cronistas más importantes de la
época, recoge de la tradición oral de la región veracruzana una versión de Painala que le
imputa a este lugar el nacimiento de la Malinche.
Por último, un documento de primera índole para esclarecer muchos aspectos de la vida
de la Malinche es la Probanza de Méritos y Servicios de Doña Marina, de 1542. Ahí se
confirma por los testigos declarantes ser la Malinche oriunda de Huilotlán, reiterando que
este pueblo le fue dotado a ella por Cortés por ser ésta oriunda de aquél.
2
Citado en Cristina González Hernández Doña Marina (La Malinche.), Madrid, Eds. Encuentro, 2000, pp.
195.Ésta y las demás evidencias aludidas están tomadas de esta obra.
Aparentemente la única evidencia contemporánea indirecta sobre el origen geográfico de
la Malinche que nos permite inclinarnos definitivamente hacia Veracruz como su lugar de
nacimiento, es la existencia y gran vitalidad que ahí y en estados aledaños como Oaxaca
tiene la Danza de la Malinche, una representación carnavalesca de la Conquista de
México.3
Aún cuando no quisiéramos admitir lo que parece el origen veracruzano de la Malinche,
cualquiera de las posibilidades aludidas implican una fulgurante pertenencia a una zona
de transición y una movilidad entre lo que euro céntricamente se ha denominado el
“imperio azteca” (más propiamente una confederación) y el área maya. Es probable que
cualquiera que sea la verdad, el haber crecido desde niña en una situación de semejante
movilidad geográfica y social----recuérdese que en la época prehispánica los recorridos
eran todos a pie----, resultara determinante para forjar el carácter de la Malinche.
Sobre la edad de la Malinche sabemos muy poco y sólo podemos conjeturar cuántos años
tenía cuando inició su travesía por el mundo mesoamericano. Por evidencias indirectas
podemos suponer que fue una mujer que ni siquiera llegó a los 30 años al morir, y que
por tanto fue entregada como una niña al ser vendida como esclava. El documento que
aporta más información fehaciente sobre la posible edad de la Malinche al morir es el la
Probanza de los buenos servicios y fidelidad con que sirvió en la conquista de la Nueva
España la famosa Doña Marina de 1542.Ahí se estipula que el regreso de Doña Marina de
la desafortunada expedición a las Hibueras después de la Conquista de México fue en
1526 y que Juan Jaramillo, su último esposo, volvió a casarse en 1527, después de la
muerte de Doña Marina, por lo que su deceso ocurrió ente esas dos fechas. Por lo tanto, a
la hora de pasar a manos de Cortés tendría alrededor de 15 años, una edad en la que
todavía hoy día en las comunidades indígenas la niñas se casan o embarazan, e incluso
antes.
Extracción social
De origen social noble, aunque caída en desgracia al haber sido hurtada y/o entregada
como esclava de niña, la Malinche, viniera de donde viniera, fue “vendida” en el mercado
de Xicalanco, un enclave comercial justo en los límites de la zona nahua y la maya. De
ahí pasó “de mano en mano”, como dicen muchos de los cronistas, al señor de Potonchán,
en el actual estado de Tabasco, donde se habla una lengua maya, el chontal. Es posible
que los atributos para convertirse en “lengua”, término con el que se denominaba a los
intérprete s en el siglo XVI, y el de “faraute” de la Malinche le vinieran así ya desde niña.
El término “faraute” se define como:
(forma primitiva de ´heraldo`...). Mensajero... Rey de armas de segunda clase que
tenían los ge nerales y grandes señores. Actor que recitaba y representaba el
prólogo o loa al princ ipio de las comedias. (ant) Intérprete. (fig. culto). Persona
que bulle mucho en un asunto, haciendo ver que es la más importante en él.... 4
3
4
Cf. M. Anguiano y Guido Münch La Da nza de la Malinche, México, Consejo Nacional de Turismo , s.f.
María Moliner Diccionario de Uso del Español, Madrid, Gredos, 1988, Vol. I, p. 1282.
No podría mos atribuir esta condición de faraute exclusivamente a su extracción de clase,
aún cuando es posible que tanto la educación de clase alta que recibió en los primeros
años de su vida, junto con el pasaje por la escala más baja de la sociedad y la oportunidad
que recibió para volver a encumbrarse clase arriba, tendieran a forjarle semejante
personalidad.
Si bien en sus Cartas de Relación Herná n Cortés elude hablar de la Malinche, Bernal
Díaz del Castillo, el soldado cronista que lo acompañó durante prácticamente toda la
gesta invasora, se refiere a ella sistemáticamente como Doña, otro indicio de su condición
nobiliaria, característica prefigurada además por el sistema de valores que como hombre
de su tiempo Bernal reprodujo al describir a los personajes de la conquista, como parte de
una épica caballeresca que ejercía una poderosa fascinación sobre la sociedad española de
la época, en las que las héroes y heroínas pertenecían desde leudo a la más alta alcurnia.
En general, la manera en que la interpelan los indígenas es a su vez indicativa de una
persona de alta extracción social, de manifiesto en el uso de la forma reverencial tzin que
acompaña a su nombre, Malin -tzin, “Doña Marina”.
Las fuentes indígenas resultan también unánimes al atribuirle una pertenencia a la
aristocracia indígena con la cual se unió Cortés en contra de los aztecas, en términos de
las alianzas que en gran medida hicieron posible la conquista misma, marco al cual desde
luego pertenece la Malinche. En este sentido, hay que recordar que para ella el último
tlatoani o “rey” Moctezuma representaba la tiranía azteca y en ningún sentido un
hermano de sangre, la versión estereotipada que se ha querido imponer para atribuirle el
papel de traidora.
Los nombres de la Malinche
Tampoco sabemos a ciencia cierta cuál era el nombre original de la Malinche. De nuevo
hay por lo menos dos versiones sobre su onomástica. Sin que se discuta mayormente,
algunas autoras simplemente asumen que su nombre era originalmente náhuatl, 5 su
supuesta lengua materna, nombre que nativizado al castellano da efectivamente
Malinche, derivado de Malintzin----en castellano no existe el fonema /¢/, el cual pasa, por
similitud fonética a /c/. González Hernández aventura otra posibilidad. Según ella 6
Malinche proviene de Malin- tzin-e, esta última la forma vocativa, equivalente a “Oh,
venerada Marina”, en su forma apocopada, Malintze! Si bien ésta es efectivamente una
posibilidad, su argumentación no es lo suficientemente contundente. Como contraargumento se pueden aducir, entre otros, la manera en que muchas otras palabras nahuas,
nahuatlismos o mexicanismos, con estructura similar, pasaron al español mexicano: así
tenemos que tlacua -tzin, pasó a tlacua-che, “zarigüeya, el Prometeo mesoamericano,”,
mapa-tzin, mapache, tipo de roedor nativo”tepa-tzin “tipo de bebida alcohólica, etc.
5
Cf. Margo Glantz, en La Malinche, sus padres y sus hijos, México, Taurus, 2001; González Hernández
op. c it., p. 184.
6
González Hernández, op. cit., 187.
El camino inverso es también perfectamente posible y el más plausible. No alteraría el
significado que el nombre llegaría a tener en náhuatl. Es decir, concediendo que los
castellanos la hayan bautizado como Marina sin atender en absoluto a su nombre original,
como aquí nos inclinamos a creer, Marina pasaría a Malina, al ser nativizada en náhuatl--no existe la /r/ en náhuatl. Añadiéndole el sufijo –tzin se pierde la vocal final, lo cual
produce el mismísimo resultado: Malin tzin. Lo más probable es que éste haya sido el
camino original que siguió el nombre, dado que es bastante difícil pensar que el padre
Olmedo, a la hora de bautizar a las indígenas hub iera indagado el nombre náhuatl de una
veintena de ellas, mucho menos ser capaz de pronunciarlos. 7
De cualq uier manera la re- lectura nativa del término es que proviene de malinalli, “hierba
torcida”.Esta raíz al aunarse al sufijo afectivo -tzin, que recubre tanto el significado
reverencial como el diminutivo, produce Malintzin, lo cual puede leerse, como hemos
sugerido, como “ve nerada Marina”. O bien simplemente como “Marinita”. Aún cuando
para nada espectacular, atendiendo a los hechos históricos, es posible que este último
significado resulte más plausible en el primer momento del contacto con los invasores
castellanos, dado que al ser ofrendada a Cortés como parte de la veintena de esclavas
entregadas para apaciguarlo después de la batalla de Cintla, la Malinche se encontraba en
la pubertad.
Si nos preguntamos por el significado en uso, es probable que tengamos una mejor
comprensión del nombre en su transcurso histórico, dado que, como en el caso de la
Malinche, la dinámica contextual permite, y es probable que así haya sid o, que el nombre
fuera adquiriendo variadas connotaciones. Así podemos ver que si bien efectivamente al
principio pudo referirse a la niña que como regalo fue entregada a Cortés para su
servidumbre, al momento de develar sus habilidades lingüísticas y diplomáticas,
rápidamente comenzó a adquirir un rol y por lo tanto un estatus de cada vez mayor
importancia, el que eventualmente le devolvería un rango social alto, tanto para los
indígenas como eventualmente también para los castellanos, con lo que el no mbre
Malintzin llegó probablemente a adquirir un significado reverencial, aunque no exento de
las ambivalencias que el nombre mismo vehicula en su significado náhuatl, como se
describe enseguida.
Concebido desde la perspectiva indígena, es decir, desde el tonalpohualli, el libro
calendárico de la cuenta de los días o los destinos, el significado náhuatl resultaba de mal
agüero, fatídico, por ser malinalli el signo de un día nefasto para el nacimiento, que
auguraba una vida llena de desdichas, asociado a la muerte. Esta interpretación resulta de
suyo tentadora al revisar la biografía por lo menos temprana de la Malinche, en la que
efectivamente pasó secuestrada de una condició n noble a la de esclava, abandonada y
negada por su padres, pasando a muy temprana edad a manos de desconocidos, violada
por los invasores castellanos en la pubertad, de donde probablemente le viene el epíteto
de la Chingada. Esta palabra en México se conjuga como verbo y tiene múltiples
acepciones, como los rostros de la Malinche, que van desde lo más injurioso, como
7
Cf. Frances Karttunen Between worlds. Interpreters, guides and survivors, New Jersey, Rutgers
University Press, 1994.
cuando se profiere como el peor de los insultos posibles para un mexicano “c hinga tu
madre”, hasta pasar a ser un halago, como cuando se dice que alguien es un chingón (o
chingona). El orige n del nombre también resulta polémico. El que le imputa Octavio Paz
del náhuatl es bastante inverosímil: “...xinachtli (semilla de hortaliza) o xinaxtli
(aguamiel fermentado)...”, 8 asociándolo a las bebidas alcohólicas y a sus efectos
devastadores sobre el cuerpo, a la agresión física que la palabra implica en mayor o
menor medida en sus polifacéticas acepciones en el español mexicano. Otra
interpretación más plausible que también la vincula a un origen náhuatl es la hipótesis de
que tiene que ver con –tzin en sus acepciones verbales, que no hay que confundir con el –
tzin con cantidad vocálica que figura en el nombre Malintzin, y que se refiere a las
asentaderas y como metáfora a la base o asentamiento, quizá como una alusión al sexo
que seguramente llegaron a forzar los castellanos con las indígenas violadas.
Aún otra versión sostiene que chingar deriva de la raíz romaní o romanés (”gitana ”)
zinga(r), que llegó al castellano a través del caló 9 . En romanés actual zingalo es “el
cornudo, el que comete adulterio”. Hoy día en muchos países del Car ibe, incluyendo
Cuba y República Dominicana, zingar es una forma coloquial vulgar que significa “tener
relaciones sexuales”, de donde tal vez haya pasado a México y expandido su significado
con base en la convergencia con la voz indígena referida con el significado sexual
aludido, una interesante posibilidad que no ha sido explorada y que enunciamos aquí. Si
bien se supone que el verbo chingar se instaura alrededor de la independencia de México,
me parece que la posibilidad de su irrupción ya se encuentra por lo menos prefigurada
mucho antes. Por su similitud fonética y de significado, las últimas dos interpretaciones
aludidas, en la incipiente mente bilingüe, quizá hayan llegado a confluir, resultando
complementarias, c ristalizándose en el léxico del español mexicano en la medida en que
históricamente los indígenas adquirían el castellano y algunos castellanos el náhuatl, la
lengua franca de México en la época prehispánica que la Malinche sin duda dominaba.
La historia de la Malinche
Antes de que la Malinche irrumpiera en escena como la “lengua” de Cortés, esa
sinécdoque a la que se ha pretendido reducirla por tanto tiempo, desde luego desde la
perspectiva patriarcal castiza, Cortes sólo contaba con Jerónimo de Aguilar, el castellano
que vivió y aprendió la lengua de los mayas de la Península de Yucatán como producto
de un naufragio anterior al arranque de la conquista de México, en 1511. En 1519,
cuando Cortés arribó a las costas yucatecas rescató a Aguilar, con lo que la Malinche no
es la primera intérprete de Cortés, aunque sí la más célebre.
Bernal Díaz del Castillo le consagra todo un capítulo en su Historia Verdadera de la
Conquista de la Nueva España, intitulado “Cómo Doña Marina era hija de grandes
señores y señora de pueblos y vasallos y de la manera en que fue traída a Tabasco”. Ahí
cuenta cómo Doña Marina llegó a Tabasco, donde fue entregada a Cortés. Se supone que
siendo muy niña, su padre, un poderoso cacique de Painala, Coatzacoalcos, falleció. Su
madre volvió a contraer nupcias con otro cacique con quien procreó otro hijo, quien sería
8
9
Octavio Paz El Laberinto de al Soledad , México, FCE, 1986, p. 68.
Francisco Santamaría Diccionario de Mexicanismos, México, Porrúa, 1959.
el heredero del cacicazgo, decidiendo deshacerse de Marinita quizá porque ya se
perfilaba como toda una faraute y por ser mujer, quizá incluso por haber nacido en el
signo calendárico fatídico, como se ha pretendido aseverar sin muchas bases.
Al morir una niña esclava del pueblo de edad similar, sus padres pretendieron que fue
Marina quien había fallecido, organizándole el funeral, mientras Marinita era enviada a
Tabasco a través de los comerciantes de Xicalanco, un lugar clave para el comercio
mesoamericano, donde la adquirió el cacique de Potonchán. Así creció entre los chontales
de Tabasco, aprendiendo el maya chontal, aunque es factible pensar que la Malinche no
sólo hablaba las variedades chontales locales, sino que ya para entonces por lo menos
tenía contacto con las lenguas francas de la época, el maya yucateco en el caso de los
mayas, así como el náhuatl para toda el área mesoamericana. Como hemos apuntado al
hablar de los nombres de la Malinche, recuérdese que después de la primerísima batalla
de Cintla, en Tabasco, en la que Cortés salió vencedor, el cacique de Tabasco trató de
apaciguar lo, dotándolo de 20 esclavas, entre ellas la Malinche. Cortés mando bautizar a
las esclavas, un ritual que permitía legitimar el uso que de ellas harían de inmediato los
castellanos, no sólo para las funciones de avituamiento, sino como parte de los deseos
carnales que éstos no tardaron en manifestar hacia las indias. Fue a uno de su
lugartenientes, Alonso Hernández de Puertocarrero, a quien primero le otorgó la
Malinche, aún cuando, al poco tiempo, en territor io totonaca, en no más de un mes,
Cortés se percató de su valor como intérprete, por lo que ideó una manera de deshacerse
de Puertocarrero, mandándolo a España con una de las primeras Cartas de Relación para
el rey Carlos V, evitando así enfrentamientos directos con su propia gente, en este caso
con un personaje influyente en la corte española.
Entre tanto la expedición ya había zarpado por la costa del Golfo hacia el este alcanzando
territorio de habla náhuatl en San Juan de Ulúa, cerca de la región de nacimiento de la
Malinche. Dado que Aguilar no pudo comunicarse con los emisarios de Moctezuma que
se acercaron a al expedición, Doña Marina irrumpió para empezar a brillar con luz
propia, dirigiendo a los emisarios nahuablantes hacia Cortés.
Así que en Veracruz empezó el complejo juego verbal de traducción que incluía el
pasaje por el náhuatl entre Marina y los emisarios de Moctezuma, para traducirle al maya
a Aguilar para que éste a su vez le tradujera a Cortés. Una primera triada lingüística que
incluso llegaría a complicarse aún más al entrar en tierra totonaca, el siguiente paso de la
gesta invasora. Vale la pena detenerse un momento a reflexionar en torno a cómo se
percató Cortés de las habilidades lingüísticas de la Malinche. Algunos cronistas dicen que
fue Aguilar el que se dio cuenta, informando de inmediato a Cortés; otras versiones
asientan que fue la propia Malinche quien espontáneamente interpeló a los emisarios de
Moctezuma al ver la incompetencia de Aguilar para comunicarse con ellos; mientras que
incluso, para exaltar la lealtad de Doña Marina, algunos aseguran que ésta se dio cuenta
de que unos indios traducían falsamente las palabras de Cortés, intercediendo ésta por él.
Todo esto alude ya al papel de faraute con el que se describe a la Malinche, una de las
funciones más importantes que cumplió, además de guía y consejera, por no hablar de
amante y de facilitadora de avituamiento, no sólo de intérprete, a lo que se le ha tratado
de reducir, como si esta función fuera una cuestión menor---hasta hoy día se valora poco
el trabajo del traductor y se habla de él como traidor. Incluso el cronista opuesto a Bernal,
Gómara, quien trasuda una profunda discriminación hacia la Malinche, enfatiza su rol
central como asesora, como “¨faraute y secretaria¨”10.
Al continuar la travesía hacia México Tenochtitlán y entrar en contacto con los totonacas
éstos tratan de entablar la primera alianza con los enemigos después de la batalla de
Cempola, en la que los castellanos los derrotan; la Malinche, como hablante de náhuatl y
maya reafirma su importancia, dado que los totona cas tenían como segunda lengua el
náhuatl. Dado que los totonacas es taban sujetos a los mexicas, a quienes les pagaban
tributo, el bilingüismo totonaco-náhuatl era inaccesible para Aguilar, por lo que ahí la
Malinche se consumó como pieza aún más clave para la comunicación interétnica. No
tardo mucho la Malinche en desplazar a Aguilar como intérprete, como sugieren las
crónicas, si bien éstas mitifican sus capacidades lingüísticas, llegando a afirmar que
aprendió castellano en un día. Los totonacas, si bien sometidos a los aztecas, so ñaban con
emanciparse de ellos, por lo que trataron de pactar una alianza con Cortés. Como era la
costumbre indígena, para ello se le ofrendaron una serie de presentes. De nuevo la hueste
castellana se hizo de una serie de mujeres, aunque esta vez hijas de caciques, las nobles
totonacas, con lo que estos pugnaban por sellar una alianza con los extranjeros en contra
de los enemigos aztecas. 11
Cuatro emisarios de Moctezuma llegaron a territorio totonaca a reprender al cacique
totonaca por su amigable recibimiento a los castellanos. Éstos fueron apresados por
Cortés, quien acusó a los totonacas de haberlos aprendido y se presentó como su
protector, liberando a dos de ellos secretamente, mientras, a través de Marina, a éstos les
10
González Hernández, op. cit., 217.
Tanto en la sociedad mexica como en la española de la época la poligamia estaba supuestamente proscrita.
Sin embargo, ambas toleraban el amancebamiento y el concubinato, en el caso de los castellanos se justificaba a
través de una doble moral consagrada en la institución de la barraganía, la cual sólo obligaba a profesar la fe
católica para poder contar con una segunda esposa. Esto explica la urgencia de bautizar a las indias
inmediatamente, dando lugar al arranque del mestizaje. Como hizo Cortés con el hijo que procreó con la
Malinche, Martín, los hijos naturales podían ser legitimados por bula papal, poniendo en igualdad de
condiciones a los hijos legítimos con los de las barraganas. Desde el punto de vista de la sociedad mexica, la
poligamia era directamente una cuestión de lo que hoy llamaríamos “poder adquisitivo”, una posibilidad
reservada a las clases dirigentes y que quedaba cobijada bajo la institución de las ahuianimeh, las mujeres
alegres de la época, que no necesariamente deben ser vistas como equivalentes a la prostitución, como han
querido hacernos creer los cronistas hispanos. Considérese que para los antiguos mexicanos el sexo, el
inframundo y las excrecencias están directamente relacionadas. También habría que tener en cuenta la
ambivalencia implicada en la concepción nahua de la dualidad, en la que el sexo es una de las cuestiones
mundanas que no sólo mitiga el dolor que caracteriza la vida terrenal, sino que permite la procreación. En
este contexto, no es de sorprender que para los nahuas la santa matrona de las “prostitutas” sea
precisamente una entidad que remite a dos de los emblemas más sublimes posibles de la belleza en el
mundo, la flor y el quetzal, los cuales paralelamente también representan los símbolos de la extrema
fragilidad de la vida y su naturaleza efímera. Un ejemplo aún más elocuente de la naturaleza dual del mundo
es el caso de Tlazolteotl, la diosa del amor, nombre derivado de tlazolli, "basura", pero que también quiere decir
"amor" y teotl es "dios". Amar a alguien es ensuciarlo, lo cual corrobora que para la cosmovisión nahua el
excremento, el sexo, y el inframundo estén todos relacionados, por lo que no resulta sorprendente que
Tlazolteotl fuera también la diosa de la tierra. Semejantes concepciones duales, profundamente ambivalentes,
serán muy importantes a la hora de concebir a personajes como la Malinche, por lo menos desde la perspectiva
indígena.
11
suplicaba comunicar a Moctezuma sus supue stas intenciones amistosas. Por la mañana
acusó a los totonacas de haber dejado escapar a los emisarios de Moctezuma y con ese
pretexto tomó en custodia a los dos restantes, de nuevo presentándose ante ellos como su
salvador. Todo esto debió constituir una lección de mentiras magistrales para Doña
Marina, quien si no poseía esta competencia, aquí empezó a adquirirla rápidamente..
El siguiente paso fue el territorio tlaxcalteca, contra quienes al principio Cortes peleó
despiadadamente, aunque al final se alió con ellos en contra de sus enemigos los aztecas,
de quienes los tlaxcaltecas, a pesar de la cercanía en términos de territorio y lengua, se
mantenían independientes. La descripción de estos eventos se plasma en el llamado
Lienzo de Tlaxcala, en el que la presencia de la Malinche resulta prominente,
desplazando prácticamente a Jerónimo de Aguilar. Más aún, es en este punto de donde
data el nombre de capitán Malinche para Cortés, como desde entonces comenzaron a
llamarlo los indígenas---epíteto que no debía hacerle mucha gracia--- y lo que
elocuentemente habla de lo inseparable que de él se volvió Marina desde ese instante, por
lo menos para la mente indígena. Esto es tan así que se llega a representar a Cortés junto
a Marina incluso cuando ésta ya había muerto, como en el documento de 1537 llamado
Castigo de aperreamiento, en el que Cortés, después de consumada la conquista, convoca
con el falso pretexto de bautizar a siete principales de Coyoacán sólo para liquid arlos,
lanzá ndolos a los mastines.
Ya aliado con los t laxcaltecas---de quienes recibieron más mujeres nobles para sellar el
pacto---- protegido por éstos y contando con apoyo totonaca, Cortés se dirige a Cholula,
ciudad aliada de los aztecas, donde se produce la masacre más célebre de toda la
conquista de México, en la que a la Malinche se le imputa un papel protagónico, de
donde proviene la leyenda negra de la Malinche y España, por su supuesta traición a sus
presuntos hermanos de sangre. La historia dice que en Cholula se respiraba un ambiente
de guerra, que Cortés fue preve nido de un posible ataque de los aliados de los aztecas, e
incluso trataron de disuadirlo de pasar por ahí y que és te decidió hacerlo para no mostrar
flaqueza. Se habían cavado pozos y barricadas y se les tendía una emboscada, con tropas
aztecas listas para atacar. Para poder entrar a Cholula los cholultecas exigen a Cortes
ingresar sin tlaxcaltecas, por lo que éstos tienen que acampar fuera de la ciudad. La
estrategia a la que recurre Cortés es detener a los emisarios que Moctezuma envía a
hablar con los cholultecas, junto con otros sacerdotes cholultecas, a quienes ofrece
regalos y suplica servir de intermediarios entre él y los señores de Cholula. De acuerdo
con la historiografía hispana, Cortés confirma que los indígenas están a punto de
atacarlos, lo cual se refuerza por la información que le proporciona Doña Marina, quien
se supone entró en contacto con una anciana que le ofrece escapar, salvarse e incluso
casarse con uno de sus hijos. En teoría la Malinche finge acceder a esto, y le solicitó a la
anciana tanto detalles del ataque como tiempo para ir a recoger sus cosas, la cuales
incluían sendos tesoros, sólo para ir a delatar a los cholultecas ante Cortés de la
conspiración en su contra, lo cual la historia oficial consagra como la traición de Cholula.
Si apelamos a fuentes basadas en narraciones indígenas, en particular a la Historia
General de las Cosas de Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún, no hubo tal
conspiración, la Malinche ni siquiera es mencionada, y el ataque más bien fue de Cortés
contra gente desarmada. De acuerdo con esta misma fuente, fueron los tlaxcaltecas los
que informaron a Cortés de la inminencia del ataque, instigando la masacre contra sus
enemigos jurados. La Malinc he sí aparece en el Lienzo de Tlaxcala en relación a este
evento, pero sólo en calidad de intérprete.
La inverosimilitud de los relatos hispanos no sólo ha sido cuestionada por la
historiografía más reciente, 12 sino que ya se encuentra prefigurada en fuentes semejantes
que cuestionan la calidad textual de los mismos. Es efectivamente poco creíble que en tan
poco tiempo---una noche---una persona como la anciana noble a la que se le imputa ser la
informante del complot contra los castellanos haya intimado a tal punto con la Malinche
y delatado las intenciones de sus paisanos. El propio relato de Cortés en sus Cartas de
Relación a Carlos V ofrece a su vez pautas autofágicas para cuestionar la validez del
relato, en el que a su vez se basa Díaz del Castillo. Recordemos que normalmente el
conquistador evita mencionar a la Malinche, probablemente como una forma de
minimizar el destacado papel que cumplió en la conquista y ensalzar el propio.
Curiosamente con relación a los sucesos de Cholula es Marina quien irrumpe
prominentemente en su trama textual, imputándole la delación del ataque que preparaban
los vencidos. La utiliza así para jus tificar su artera y terrible actuación, perpetrada en
contra de miles de personas inocentes. De esta manera, si hubiéramos de rebautizar las
fuentes que nos informan sobre de la Malinche, como la de Bernal, podríamos llamarla
“Historia legendaria de la conquista de la nueva España”.
La utilización de la Malinche para justificar hechos como éstos aparece no sólo en la
llamada traición de Cholula, sino a propósito de la también famosa huida de Tenochtitlán
conocida como la Noche Triste, batalla en la que los mexicas derrotan a las huestes
invasoras, después de la cual Cortés se refugia en Tlaxcala. Dado que un sector disidente
de los aliados tlaxcaltecas, encabezado por Xicoténcatl el mozo planeaba rematar a los
castellanos, Cortés reacciona y como castigo marcha en contra de varios pueblos
sublevados, empezando por Tepeaca, para hacerlos escarmentar. A pesar de que las
fuentes en general no mencionan a la Malinche en relación con este episodio, el cronista
Cervantes de Salazar “reporta” otra traición que descubre Doña Marina a través de la
simpatía que causa entre las mujeres tlaxcaltecas, que como parte de la solidaridad
femenina, resonante del episodio de la anciana cholulteca, le informa n del “complot de
Tepeaca”. Es así como la historiografía hispana crea un hada madrina, que, locamente
enamorada de Cortés, defiende fielmente los intereses castellanos, en contraste con la
visión nacionalista que ha llegado a instaurar a la Malinche como el símbolo maldito de
la traición a la patria, dando lugar al tan arraigado lugar común del Malinchismo que
prevalece en la imaginación popular hasta hoy en día. 13 Más que detenerme a narrar los
hechos históricos del final de la conquista, la toma de Tenochtitlán, de suyo bastante
conocidos, sobre la base de lo expuesto, pasaré a examinar las distintas miradas que sobre
la Malinche se han vertido, destacando la polarizaciones que su figura ha dado lugar y los
sentimientos encontrados que ésta concita, lo cual nos permitirá acercarnos a una visión
más serena, menos prejuzgada de la Malinche.
12
13
Cf. González Hernández, op. cit., pp. 235 y ss.
Cf. González Hernández, op. cit., pp. 237 y ss.
Los rostros de la Malinche
La Malinche es un figura señera del debate ideológico, pletórica de ambivalencias,
polivalente, multivocal. Sea cual sea la posición con que nos topemos, ya sea la versión
laudatoria y patriarcal de los hispanistas o la condenatoria de los nacionalistas, lo que hay
que destacar de entrada es que no es en absoluto un personaje menor en la historia de
México. No se trata de una figura aleatoria, marginal o accesoria, como quisiera hacerle
creer Cortes a Carlos V, sino de una pieza clave en la conquista de México y en el
surgimiento del mestizaje, sobretodo en sus dimensiones simbólicas.
La historiografía moderna ha buscado reivindicarla como un personaje fascinante que
supo sobreponerse a las peores adversidades, como el hecho de pasar de la condición de
noble a esclava, la de ser vendida cuando niña, negada por sus padres, abusada por los
poderosos, sucesivamente sometida. La Malinche supo sobreviv ir y darle un sentido a
tanto ultraje contra la condición de niña, de oprimida, de mujer explotada en un mundo
doblemente patriarcal. S upo adoptar y adaptar múltiples realidades, desarrollando un
plurilingüismo que ha sido poco comprendido, 14 como una verdadera políglota en lenguas
indígenas. Posiblemente hablaba no sólo náhuatl y maya, lo cual es una simplificación, y
a la postre castellano, como comúnmente se asume, sino variedades de estas lenguas;
incluidas las modalidades francas de las mismas, así como desde luego alguna(s)
forma(s) local(es) del maya chontal y de las variedades nahuas de Veracruz.
Más aún, como sugiere su condición de “faraute”en el sentido de una mujer con
agentividad, autoafirmada, con sentido de la independencia, la Malinche conocía, por lo
menos de oídas, si no es que poseía la competencia comunicativa, los géneros apropiados
para interpelar a personajes como Moctezuma, el lenguaje cortesano de los pillis, el
pillatolli, “el habla de los nobles”, el tecpantlatolli, “el habla palaciega”. Vale la pena
señalar que el conocimiento de seme jantes géneros conve rsacionales, adecuados para
interpelar cortésmente tanto a los emisarios de Moctezuma como al mismo gran tlatoani,
probablemente evitaron confrontaciones y malos entendidos mayores de las que ya de por
sí se produjeron. Recuérdese que para la sociedad mexica la palabra tlatoani, equivalente
a “cabeza de estado ”, se refiere precisamente a aquel que por definición posee el dominio
del discurso, al que por saber hablar manda. El hecho de que una mujer tuviera semejante
capacidad debió haber impresionado e impactado grandemente a los indígenas, de tal
manera que se llegara no sólo a reconocérsele como perteneciente a la clase alta, sino a
equipararla con una diosa; algunas autoras sugieren a Chalchitlicue, la diosa del agua . 15 A
mí me parece que sería más plausible que fuera Tlazolteotl o Xochiquetzal, la diosa del
amor. O incluso que haya sido mundanamente identificada con C ihuacoatl, el guerrero
por excelencia, cuyo nombre curiosa y extraordinariamente significa “serpiente
femenina”. Todas éstas pudieron, a los ojos de los indígenas, haber sido encarnadas por la
Malinche, figuras resonantes de lo que más tarde se convertiría en la Llorona, la mujer
fatal mesoamericana que seduce a los hombre sólo para devorarlos, quien de hecho
aparece ya en el Códice Florentino, como augurio de la fatalidad de la conquista, y que
14
Una excepción la constituye Frances Karttunen, op. cit.
Margo Glantz, “Nota Introductoria”, en La Malinche, sus padres y sus hijos, México, Taurus, 2001, p.
13.
15
sigue todavía haciendo de las suyas en la imaginación popular mexicana contemporánea
y desde luego en las comunidades indígenas.
La Malinche probablemente concitaba como sigue provocando sentimientos encontrados
y discursos antagónicos en la sociedad hispana e indígena por igual, como la profunda
fascinación ejercida sobre todo en Bernal, en contraposición a sus detractores potenc iales
como el capellán de Cortés, Gómara, como lo pone de manifiesto la ausencia de la forma
reverencial Doña para referirse a ella o el silencio mismo de Cortés en torno a su
“lengua”.
Estas ambivalencia s se perciben no sólo en semejantes fuentes hispanas, sino en las
indígenas, como los códices. En muchos de las descripciones plásticas, como el lienzo de
Tlaxcala o el Códice Florentino, la Malinche ocupa un lugar preeminente y prominente.
Se ha sugerido que de maneras muy transparentes la escritura indígena representaba la
importancia de los personajes descritos en función de su tamaño: a mayor tamaño mayor
prominencia social o protagónica, lo cual desde luego ya estaba consignado en las fuentes
indígenas antes de que se insistiera en ello en su historiografía reciente. 16 Pero no sólo es
el tamaño, sino el posicionamiento, central en la mayoría de las descripciones plásticas de
la Malinche, lo que nos habla de su papel nodal en el desarrollo de la conquista. Por
ejemplo, en el Códice de Tizatlán, las figuras más importantes son las de la Malinche,
junto con la del seño r indígena con quien interactúa en las primeras dos escenas, pasando
los castellanos a un segundo plano. |
16
Cf. González Hernández, op. cit., p. 222.
Nótese que también en esta imagen, que describe el saludo y la dotación de regalos a los
castellanos en su expedición a Tlaxcala, aparte de la estructura jerárquica vehiculada por
el tamaño de los personajes, en el que el de la Malinche es equiparable al de los señores
indígenas, en contraposición a los castellanos que o bien están en un segundo plano o
bien son más pequeños, ésta levanta la cabeza, en prácticamente el mismo ángulo que
Cortés. Esta señal ha sido interpretada como índice de arrogancia, típica de la condición
de noble y faraute que se le imputa y que también habla de su identificación directa con
Cortés. Todos estos son indicios de su importancia desde la representación indígena.
Adicionalmente, en este pasaje el que la Malinche lleve la voz cantante, de manifiesto en
que es la única que señala con los dos dedos de la mano, la hace aparecer como el
personaje más importante de toda la escena---compárese con por ejemplo el tamaño de
Cortés y sobre todo de Jerónimo de Aguilar en la última parte de la secuencia, ambos
muy minimizados, Cortés incluso no profiere palabra alguna, o por lo menos esto no se
representa.
La ambivalencia en la percepción de la Malinche se sugiere así ya en esta escena, en que
la arrogancia con la que se la describe indica un cierto desprecio e incluso franca
hostilidad hacia ella, de manifiesto sobretodo en las fuentes indígenas escritas desde la
perspectiva mexica, como el Códice Florentino, los Cantares Mexicanos y los Anales de
Tlatelolco. Esta última es la versión más antigua de la conquista, donde se le imputa el
haber delatado la intención de Cuauhtemoc de sublevarse ya siendo prisionero de Cortés
en su expedición a las Hibueras (Honduras), razón por la cual es ahorcado, sin mediar
juicio alguno; por no hablar del Castigo de Aperreamiento ya mencionado, en el que a la
Malinche se le atribuye la co-responsabilidad de los siete asesinatos de los señores de
Coyoacán. 17
Algunos autores han señalado un pasaje particularmente notable de la hostilidad y
desaprobación hacia la Malinche en el Códice Florentino, libro XII, en que se narra la
vergonzosa avidez por el oro compartida por Cortés y la Malinche, pasaje en el cual se le
describe despectivamente como la cihuatzintli, “mujercita” que se escondió la “mierda de
los dioses”, el oro, teocuitlatl, bajo la falda, un fino y directo insulto hacia ella. En
contrapartida están los documentos laudatorios del personaje en cuestión, como el códice
de Tepetlán, en el que incluso recibe más tributo que Cortés o el de Tizatlán, en el que es
a ella a la que se supone se le otorgan las mayores y más importantes dádivas, las de las
mujeres, en contraste con lo que se describe en las fuentes hispanas.18
Pero en general las fuentes indígenas reivindican una perspectiva muy distinta a la
hispana, como es predecible. Por ejemplo, en el Lienzo de Tlaxcala los tlaxcaltecas
tamb ién se presentan como conquistadores de los territorios del norte de México. En
ambos documentos, la Malinche se representa como figura central para la supervivencia
hispana, tanto después de la batalla de la Noche Triste como en la rendición de
Cuauhtemoc.19 Sin embargo, conforme avanza el proceso de castellanización, en el pasaje
17
Cf. Gordon Brotherson “ La Malintzin en los códices”en La Malinche, sus padres y sus hijos, México,
Taurus, 2001, pp. 19 y ss.
18
Gordon Brotherson op. cit, p. 23.y ss.
19
Gordon Brotherson op. cit, p. 28.
de los códices más antiguos a los más tardíos, de Tizatlán al Lienzo de Tlaxcala, en sus
últimas escenas, la Malinche se incorpora a lo que sería el discurso dominante de la
colonia, en el que la cruz desplaza literalmente a la Malinche, imperando el canon
patriarcal machista de la época que se mantuvo y afianzó en la colonia y que trasciende
hasta nuestros días. 20
Es muy difícil deshacerse de semejante visión androgénica de la Malinche, e incluso la
concepción de intelectuales contemporáneos de avanzada todavía la trasudan. Han sido
las feministas o por lo menos las mujeres, las que han buscado interrumpir este discurso
para dar paso a una visión más apegada a la condición fe menina de la Malinche. La
actitud general del mexicano medio hacia la Malinche sigue siendo de rechazo, se le
considera la traidora por excelencia, un arquetipo consagrado por el nacionalismo
mexicano incluso en los libros de texto oficiales para los niños, vinculada a un gachupín
---un mercenario despreciable, como sugiere su presunta etimología náhuatl---, opuesta al
otro arquetipo de mujer en México, la abnegada, inmaculada y piadosa Tonantzin,
“nuestra madre”, la Virgen de Guadalupe. En contraposición, la belleza de la Malinche es
engañosa, como lo es la Llorona. En su cara en ocasiones aparecen sierpes, lagartijas, es
la Eva mesoamericana, fusionada con las asesinas diosas indígenas. No sólo es bella. Es
la inteligencia indígena personificada, igual o más que el mismo Cortés, como sugiere su
representación en los códices o el hecho de que constituyan personajes fusionados,
recuérdese que a Cortés se le cono ce como el Capitán Malinche.
Sin ella la conquista no hubiera sido posible o hubiera tenido un costo mucho más alto en
términos de vidas humanas y de devastación ecológica. Las lecturas más contemporáneas
de la Malinche incluso presentan sarcásticamente a Cortés como un desvalido lingüístico,
quien sin su ayuda hubiera fracasado en su empresa conquistadora, interrumpiendo el
discurso histórico dominante, la versión recibida de una Malinche sumisa, dependiente de
los hombres para sobrevivir, el canon patriarcal que define la cultura nacional hasta hoy
en día. Desde esta mirada, la visión positiva de la Malinche que manifiesta Bernal la
califica como la Doña que acata la cristiandad, que habla en “cristiano ” como equivalente
a “castellano”, que habla castia, como dicen los indígenas todavía hoy.
La reivindicación de la Malinche se ha dado sobre todo desde la literatura, la
antropología de género y la historiografía contemporáneas. En particular las feministas,
aunq ue paradójicamente casi todas asumen que estaba locamente enamorada de Cortés, 21
enfatizan su papel no sólo como puente lingüístico, como traductora que traslada
mecánicamente un código a otro, como si esto fuera posible sin un ejercicio de
inteligencia colosal, sino como pie za clave en la supervivencia de los castellanos
invasores, como niños desvalidos que no han podido romper con el cordón umbilical,
como conocedora de la flora y la fauna locales, básicas para el avituamiento de las
huestes mercenarias; como guía que permite recorrer las rutas más óptimas, no sólo
geográfica---por ejemplo al dirigir la expedición por mar en vez de por tierra desde el
área maya a las costas de Veracruz, sino comunicativamente y políticamente hablando,
20
Gordon Brotherson op cit, p. 30-31.
Una excepción la constituye Sandra Messinger Cypess: “Re-visión de la figura de la Malinche en la
dramaturgia contemporánea, en La Malinche, sus padres y sus hijos, op cit., pp. 257-275.
21
por ejemplo al convencer a Moctezuma a acceder a ser arraigado en su palacio en vez de
asesinado por los castellanos.
Todas estas cualidades le otorgan un papel protagónico en el desarrollo y consumación
de la gesta invasora, una visió n positiva de la Malinche que no ha llegado a trascender ni
mucho menos a imponerse en los clichés interpretativos nacionales, que como el de la
Chingada, la traidora traductora, ha sido consagrada por el Nóbel Octavio Paz:
“Si la Chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado
asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido
histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es doña
Malinche , la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al Conquistador
pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura
que representa a las indias, fascinadas o violadas o seducidas por los españoles y del
mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandona para ir en busca del
padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche. Ella encarna lo abierto,
lo chingado, frente a nuestros indios, esto icos, impasibles, cerrados.”22
A más de 50 años de la publicación de este multicitado texto, la voces que sucesivamente
han interrumpido este canonpatriarcal ya no consideran a la Malinche el ser abierto,
sumiso, la figura cosificada, el objeto de consumo del imperialista lujurioso, sino
reivindican a la Malinche como un sujeta activa, plena de agentividad, asomándose
incluso a la individualidad que le provee de esa fisonomía particular de faraute que llega
a chocar con el canon patriarcal histórico que representa Cortes. Si la Independencia de
México marca un giro en que se afianza la noción de Malinchismo, la chingada
traductora traidora de Octavio Paz, es hora de que irrumpa esa otra Malinche que se
identifica con las indígenas todavía negadas y concebidas como objetos de interés público
por el estado mexicano, como las mujeres zapatistas que irrumpieron para ya no permitir
herencias coloniales tan aberrantes como el derecho a la piernada.
A la voz monológica patriarcal se ha opuesto la polifonía del cuerpo textual complejo que
figuras como la Malinche representan, en la que la figura de la mujer consagrada por el
machismo existe más no se reduce a ella. A través de una dramaturgia satírica autoras
como Rosario Castellanos en obras como el Eterno Femenino cuestiona semejantes
verdades monolíticas de la dramaturgia patriarcal, en que la posibilidad de las
contradicciones vinculadas a una personalidad escindida, dividida, como lo es el perfil
que representa la Malinche, característico de muchos indígenas de carne y hueso
contemporáneos, irrumpe como parte de una visión mucho más rica que nos permite
comprender más y mejor su complejidad en el marco de la sociedad mexicana
contemporánea. 23
Para deshacernos de la maldició n de la Malinche es sin duda necesario reconocer esta
esquizofrenia a la q ue se ha encuentra vinculada, una sue rte de esquizoglosa, en que no
22
Octavio Paz, op. cit., p 78.
Cf. Sandra Messinger Cypress, op. cit., p. 259 y ss. Esta y la discusión que sigue está basada en este
texto.
23
hay una verdad, sino verdades antagónicas en que las indígenas encarnan las
contradicciones del marco androgénico que las oprime y que no quisiera dejarlas escapar,
resistiéndose e interrumpiéndolo, cuestionando incluso los posicionamientos que han
pretendido reivindicar a la Malinche sólo para volverla a atrapar en el androcentrismo,
victimizándola o resarciéndola, ya no como la traidora sino como la procreadora,
acercándola a Tonantzin, al Malinchismo de Gorostiza como celebración del mestizaje,
ya no de lo extranjero, como en Paz. Sin embargo, sigue reproduciendo una perspectiva
de gé nero en que la mujer sólo puede definirse en función de la existencia de un hombre,
ya sea Cortés, ya sea Cuauhtemoc, como en Todos los Gatos son Pardos, de Carlos
Fuentes. Para la dramaturgia y la literatura patriarcal, el eterno femenino es el eterno
retorno a un esquema androgénico, diríamos, el eterno masculino.
En contraste, desde la perspectiva femenina que reivindican autoras como Castellanos o
Sabina Berman, a través del humor se destruyen los estereotipos de las versiones
recibidas de la Malinche . Ya no es la mujer locamente enamorada del conquistador, sino
la protagonista principal de los hechos que destruye los lugares comunes consagrados por
la historia oficial, como cuando Cortés se supone quema las naves como muestra de su
genio y osadía, para evitar sub levaciones. Es más bien la Malinche la que le da ésta y
otras ideas para mostrar su valentía y afianzar su poder:
Cortés: Ay, cuánto diera por yo por tener en mis manos...nada más un
momento...al marinero que se puso a fumar en la bodega del barco y se quedó
dormido...
Malinche: ...aprovecha...esta circunstancia para hacer correr el rumor de
que...tú...quemaste las naves...24
O cuando Cortés le pide a la Malinche que le ayude a quitarse la armadura, ésta lo
convence de que se la deje, dado que le da un aire divino, con lo que éste acaba
admirándose en el espejo. También cuando Cortés quiere hacerle el amor a la Malinche,
ésta lo elude recordándole la necesidad de pactar alianzas con los tlaxcaltecas, hecho que
históricamente resultó decisivo para ganar la guerra y que de paso destruye el lugar
común de que todos los indígenas eran hermanos de sangre y que ella traicionó a “su
pueblo ”; por el contrario, muestra cómo, efectivamente, la Malinche probablemente
aprovechó la ocasión para vengarse del tirano Moctezuma que por tanto tiempo oprimió a
las etnias que sometía, entre las que se encontraba a la que ella pertenecía.
Otra autora que desacraliza, parodiando la cultura canónica nacionalista, es Sabina
Berman. En su obra, valiéndose de una de las características más definitorias de la
Malinche, la de intérprete, se burla de Cortés, representante de todos los imperialismos,
casi como un hijo sobreprotegido, quien sin el apoyo de su madre no podía valerse por si
mismo, como cuando de comunicarse con los nativos se trata:
Cortés: ---Oí mexicanuss: oí: diez aztecas versus mil y los aztecas ¡bravo!
Malinche: ---Ha escuchado el dios que son los mexicanos muy bravos. Que un
mexicano vence a diez perfectamente.
24
Citada en Messinger Cypess, op cit., p. 270.
Cortés: Morgn morgn cascarita: hispanuss versus mexicanuss.
Malinche: ----Quiere medirlos. Mañana se hará en la playa un torneo. Se
guerreará por parejas: hombre blanco contra indio.
Cortés: Anden almohada.
Malinche: ----Les da permiso de ir a prepararse y descansar hasta entonces 25 .
Semejantes parodias permiten cuestionar y desmitificar los arquetipos de la cultura
nacional, que como la Malinche, permiten reproducir esquemas cada vez más caducos
que se resisten a desaparecer, y que sin embargo hay que cuestionar para eventualmente
lograr democratizar a la mujer en una sociedad profundamente machista. Es por ello que
el cuestionamiento de los mitos de la Malinche resulta no un ejercicio ocioso, sino una
necesidad de revisión permanente de los signos que cíclicamente nos invitan a hacer
reflexiones de nuestra identidad como mexicanos.
25
Citada en Messinger Cypess op. cit., p. 273.
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