CHRISTIAN DÜRR “Los sitios conmemorativos de Mauthausen y

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CHRISTIAN DÜRR
“Los sitios conmemorativos de Mauthausen y Gusen en el
imaginario histórico-político en Austria”
Condiciones teóricas
El filósofo y psicoanalista esloveno Slavoj Žižek constata que en la base de cualquier
orden –sea este social o político– yace una negación que lo impone –mediante un
acto violento de fundación– en contra de otros órdenes posibles, pero no realizados.
En el origen de cada negación se encuentra un acto violento de fundación mediante
el cual el orden es establecido. No obstante, el orden nunca puede establecerse de
forma definitiva sino que sigue siendo por siempre un terreno de luchas y disputas.
Esto es lo que el psicoanálisis llama la esfera de “lo real”.
Para estabilizar, por lo menos temporalmente, el eterno flujo de lo real, la cultura
humana establece sistemas de simbolización positivas. Así, el flujo de lo real se
traduce al mismo tiempo en un sistema de identidades simultáneas y en una
sucesión de eventos históricos consecutivos y concluidos. Esto es lo que el
psicoanálisis llama la esfera de “lo simbólico”.
Lo que llamamos “la historia”, realmente, es una paradoja, porque se refiere
igualmente a lo real y a lo simbólico, al acontecimiento y a su simbolización. Eventos
históricos como el “holocausto” son eventos al mismo tiempo únicos y
paradigmáticos. Entedidos de esta manera, la narrativa histórica es como la otra
cara del acontecimiento histórico, es como su prolongación, su “realización
simbólica”.
La tesis central de esta ponencia es que este momento de “realización simbólica”
yace en el fondo de todo lo que llamamos “procesos de memorialización” –la
representación simbólica de memoria colectiva mediante monumentos y sitios
conmemorativos. En lugar de evocar la “historia negada”, la “historia perdida”, estos
lugares y monumentos muchas veces sirven de afirmación del presente y de su
orden simbólico. De esta manera también llevan a su conclusión el acto violento
originario.
Los campos de concentración de Mauthausen y Gusen
El campo de concentración de Mauthausen se fundó en agosto de 1938, pocos
meses después del “Anschluss”, de la anexión de Austria al Tercer Reich. Las SS
eligieron este lugar porque allí existían varias canteras de granito en los alrededores.
En estas, los presos debían trabajar para una empresa perteneciente a las mismas
SS, la “Deutsche Erd- und Steinwerke GmbH”. En la misma época, se empezaron a
trazar planes para la fundación de un segundo campo en la aldea de Gusen,
también provista da varias canteras y a cuatro kilómetros de Mauthausen. El campo
se erigió a partir de los últimos meses de 1939. Desde entonces en adelante, el
complejo de Mauthausen y Gusen tenía las caracteristicas de un doble campo.
Al principio, los presos eran en su mayoría alemanes y austríacos. Empezada la
guerra, un creciente número de personas procedentes de los países ocupados de
Europa occidental y oriental fueron deportados a Mauthausen y Gusen (polacos,
españoles, soviéticos, franceses, italianos...). En esta época, el campo de Gusen
desempeñaba la función de un verdadero campo de exterminio de determinados
grupos de presos, sobre todo de la inteligencia polaca y de españoles republicanos.
Durante largos períodos, más personas fueron internadas en el campo de Gusen
que en el de Mauthausen (hasta un máximo de 25.000 en Gusen y 18.000 en
Mauthausen). A partir de 1943, los trabajos forzados de presos para la industria de
guerra se transformaban en la principal preocupación de las SS y se fundaron más
de cuarenta campos satélites. No obstante, Mauthausen y Gusen siguieron siendo
lugares de exterminio masivo hasta el último momento.
Los métodos de dominación de las SS tenían como su fin el ahogo de cualquier
interacción social autónoma entre los presos y, de ahí, su aniquilamiento como
sujetos sociales. Su espacio para actuar como tales fue limitado a lo mínimo. A la
vista de los perpetradores, los presos no eran más que unos objetos –o una masa
de objetos– que tenían que ser administrados –vivos o muertos. Como
consecuencia, el aniquilamiento social iba seguido por el aniquilamiento físico –sea
por medio del trabajo en la cantera, de la tortura, del fusilamiento o del ahogo en la
cámara de gas.
Se estima que un total de 200.000 presos pasaron por los campos de Mauthausen,
Gusen y sus sub-campos. Cerca de la mitad de ellos murió de inanición o como
consecuencia de las matanzas de las SS y sus esbirros.
A pesar de su historia común dentro de un complejo concentracionario, en la época
de posguerra, ambos lugares, Mauthausen y Gusen, tuvieron dos destinos muy
diferentes. A sólo cuatro años de su liberación, Mauthausen se convirtió en el
monumento nacional central para la conmemoración de los crímenes nazis, mientras
Gusen cayó en el olvido. El antiguo campo fue desplazado por casas particulares y
la tradición conmemorativa se vió reducida durante décadas a algunos lugares
“informales”. Para entender el significado de la historia de posguerra de estos dos
lugares es preciso echar antes un breve vistazo al discurso histórico-político en
Austria después de 1945.
El discurso conmemorativo sobre la época nacionalsocialista en la Austria de
posguerra
Desde los primeros momentos de la fundación de la Segunda República en
adelante, una tesis particular formaba el centro de la autoconciencia del nuevo
Estado con respecto a su pasado nacionalsocialista: En la declaración de Moscú del
1 de noviembre de 1943, los Estados aliados constataron que Austria había sido la
primera víctima de la política expansionista de Hitler. Las autoridades austríacas
instaladas después del fin de la guerra, asumieron esta idea como mito fundador de
la Segunda República.
La declaración de Moscú y la tesis de la primera víctima del nazismo, tenían dos
consecuencias en cuanto a la referencia simbólica de Austria a su propia historia
entre 1938 y 1945. Austria no se responsabilizó de las crímenes del NS y, por lo
tanto, tampoco de su reparación. Y para llegar a una imagen creíble a la vista de los
aliados, Austria, al mismo tiempo, tuvo que poner de relieve su resistencia política
contra el nacionalsocialismo.
En realidad, la tesis de Austria como primera víctima del nacionalsocialismo se basa
en una negación fundamental: En 1938, el nuevo régimen nacionalsocialista había
sido bienvenido por grandes partes de la sociedad austríaca. Perdida la guerra, el
nuevo Estado austríaco se erigió y se desarrolló en parte en fundamentos que se
remontaban a la época nazi.
Algunos ejempos:
•
La industrialización de Austria después de 1945 se remontaba a
grandes rasgos a la industria de guerra nacionalsocialista. La fábrica
de acero más importante en Austria, por ejemplo, la entonces llamada
VOEST, fue fundada en mayo de 1938 bajo el nombre “Reichswerke
Hermann Göring”
•
La sociedad fue reorganizada durante la época nacionalsocialista por
medio de la marginalización, la expulsión y el asesinato de importantes
grupos de actores políticos y sociales (judíos, el movimiento obrero,
grupos sociales marginales como gitanos, homosexuales, etc.)
•
Una acumulación originaria de capital había sido realizada por medio
del robo de bienes y propiedades, sobre todo, judíos. Después de
1945, Austria, como país víctima no se sentía obligada al pago de
reparaciones. El apoyo financiero que se otorgaba exclusivamente a
víctimas del nazismo austríacos se definía como un acto de caridad,
“Opferfürsorge”.
•
Debido a la desnazificación incompleta, las élites políticas y
económicas después de 1945 seguían penetradas por antiguos
nacionalocialistas. Con la creciente importancia del conflicto entre
EE.UU. y la Unión Soviética, a partir de los años ‘50 el número de
perpetradores y beneficiarios del régimen nazi imputados en juicios fue
disminuido de forma radical.
Discursos histórico-políticos de posguerra: Mauthausen
En el año 1947 el antiguo campo de concentración de Mauthausen fue entregado a
la República Austríaca por la fuerza de ocupación soviética. A cambio, la República
se obligó a transformar el lugar en un sitio conmemorativo en honor de las víctimas
del nazismo. En el período transcurrido hasta su inauguración, amplias partes del
antiguo campo fueron demolidos, desmantelados o vendidos: toda la zona ocupada
por las SS excepto al edificio de la comandancia; la gran mayoría de las barracas en
el campo de los presos; enteras subáreas como el llamado “campo sanitario“
(“Sanitätslager”) o el campo n° III; talleres e infraestructura económica.
La idea era conservar solamente aquellos edificios que –a los ojos de los
supervivientes– simbolizaban mejor el sufrimiento de los presos. Aquellos lugares
incluían los ámbitos centrales del campo de presos (como la plaza de las
formaciones –el “Appellplatz– y solamente tres de las barracas) y sobre todo los
lugares de matanzas y torturas masivas como la cámara de gas, los crematorios y el
llamado “Bunker” (la cárcel dentro del campo). Para decirlo en las palabras de
Volkhart Knigge, director de la Gedenkstätte Buchenwald, el fin de esa estrategia fue
la minimización de los vestigios arquitectónicos para la maximización de su
significado simbólico. Mientras fue reducido a sus partes simbólicamente más
importantes, el antiguo campo se desprendió de su concreto entorno social y se
transformó en un lugar abstracto, un lugar casi extraterritorial. De esta manera, las
preguntas acerca de las relaciones concretas –políticas, económicas, sociales– que
el campo mantenía con su entorno, con la sociedad fuera de los muros, dejaron de
ser planteados.
Una exposición permanente sobre la historia del campo se inauguró en el año 1970.
Concebida por Hans Marsalek, un superviviente y representante del comité de expresos políticos del campo, la exposición remarcaba sobre todo el aspecto de la
resistencia de los presos contra el régimen de las SS. Aunque habían sido una
minoría minúscula, los protagonistas de la narrativa eran los presos políticos activos
en la resistencia organizada austríaca e internacional.
Después de que, durante las primeras dos décadas, el discurso sobre el sitio
conmemorativo de Mauthausen estuviera marcado por altercados entre las varias
organizaciones de supervivientes afiliadas a los grandes partidos políticos, se llegó a
un consenso en el marco de las preparaciones de la exposición en los años sesenta.
El denominador común en el que todos los actores pudieron ponerse de acuerdo,
era la tesis de Austria como la primera víctima del NS. La resistencia política y
patriótica (austríaca) se transformó así en la narrativa central sobre Mauthausen. El
antiguo campo de concentración nacionalsocialista junto a sus víctimas empezaron a
ocupar su lugar en el centro del imaginario histórico-político del país. Los
protagonistas de esta narrativa eran los presos políticos. Ellos formaban el único
grupo de presos a quienes se adscribía un estatus de actores sociales autónomos,
mientras la gran mayoría de los presos quedaba reducida a unas víctimas pasivas,
no capaces de actuar.
Dentro de este discurso “conmemorativo”, ambos grupos –los presos “políticos” y las
“víctimas inocentes”– representan una identificación total con el orden simbólico de
la sociedad de posguerra austríaca: los unos porque eran imaginados como
luchadores patrióticos; los otros porque eran vistos como “inocentes” en el mismo
sentido en el que los austríacos mismos se imaginaban “inocentes”: No sabían cómo
ni por qué se les había venido encima el horror del nacionalsocialismo.
Los únicos que se quedaban fuera de esta narrativa identificadora eran los
perpetradores. Empezando por los altos rangos de las SS, pasando por la
comandancia del campo hasta el pequeño guardia, en la exposición de Mauthausen
los perpetradores eran trazados como unos psicópatas sadistas y literalmente
antisociales –fuera de la sociedad. Una línea estricta los separaba a ellos –los
Nazis–, del resto de la sociedad “normal”. Los nazis siempre eran los otros.
Discursos histórico-políticos de posguerra: Gusen
Lo que queda fuera, lo que queda negada en esta narrativa de historia nacional, es
el crimen nacionalsocialista en su función de “crimen fundacional” de la Segunda
República (como lo describimos antes). La manera en la que esta negación sigue
funcionando hasta el presente, se puede mostrar a través del ejemplo del otro gran
campo de concentración, el de Gusen.
Desde la liberación, en mayo de 1945, hasta 1955 el antiguo campo servía de base
militar para la fuerza soviética que también seguía explotando las canteras de
granito en Gusen. La mayor parte de la estructura arquitectónica del campo
desapareció durante este período. En 1955 toda el área del campo y sus
instalaciones pasaron a manos del Estado austríaco. Como en esta época
Mauthausen ya estaba establecido como el centro de conmemoración nacional, el
Estado persiguió otros planes más pragmáticos con los predios heredados en
Gusen: El área fue dedicada a la costrucción, y en los años sesenta se construyó un
asentamiento de casas particulares que existe hastael día de hoy. A partir de
entonces, casi nada recordaba que éste había sido el lugar donde había funcionado
el campo de concentración más grande en territorio austríaco.
Lo que dijimos antes sobre los fundamentos de la Segunda República construidos
durante la época nazi, hoy en día se puede observar de una manera muy concreta
dando un paseo a través del pueblo de Gusen: Por lo menos en partes, este pueblo
está construido literalmente en los fundamentos del antiguo campo, que fue un lugar
de muertes y asesinatos masivos.
Hasta el presente, unos edificios del campo –como la antigua comandancia, el
burdel, así como barracas de los presos y de las SS – siguen preservados pero
alterados de una forma que no permite reconocer sus funciones originales. Hoy la
mayoría son de propiedad privada, son casas particulares o partes de complejos
industriales. Todos están integrados en la “vida del lugar“, nada recuerda su historia.
Sin embargo, la historia del lugar no se quedó por completo fuera de la memoria
común. Esto se debe exclusivamente al empeño de supervivientes no-austríacos del
campo. Mientras el antiguo campo había desaparecido en los años siguientes a la
liberación, aún años más tarde el antiguo horno crematorio del campo seguía
conservado y sobresaliendo en medio de un baldío como una última huella
acusadora de las crímenes cometidos en este lugar.
Cuando en los años sesenta se trazaban los planes para construir el nuevo pueblo,
se iniciaron intensivas disputas sobre el futuro destino del horno entre las
organizaciones de los supervivientes y las autoridades políticas locales y regionales.
A los ojos de la población y los políticos locales, los restos del crematorio
representaban una “perturbación de la paz”. También lo eran los supervivientes
“extranjeros”, que hacían todo para conservar un pedazo de memoria. A fin de
cuentas, en los años sesenta un grupo de supervivientes italianos compró el predio
en el que estaba situado el horno y erigió un monumento en conmemoración de las
víctimas del campo. El llamado “Memorial de Gusen” hoy día es un centro
conmemorativo para supervivientes y sus descendientes de toda Europa. Por fin, en
1995 el Estado austríaco se obligó a encargarse del mantenimiento del lugar. Como
sitio conmemorativo, sin embargo, hasta hoy día es aceptado exclusivamente por
sus visitantes extranjeros. Los conflictos con la población local, que no quiere
aceptar el lugar como parte de una historia común europea basada en un crimen
inenarrable, siguen vivos.
En contraposición al sitio conmemorativo de Mauthausen, de estatus nacional, el
Memorial de Gusen yace como un cuerpo extraño, como un disturbio en medio de
un asentamiento construido en la época de posguerra. Es la disonancia que surge
de la presencia simultánea de dos estratos históricos contradictorios, de dos órdenes
simbólicos contradictorios –la época nacionalsocialista y la sociedad de posguerra
austríaca – que hace de Gusen un lugar “excitante” en el más literal de los sentidos.
Lo paradójico es que es exactamente la larga tradición de negación de la historia lo
que hace de Gusen, hoy en día, un lugar muy prometedor para la educación
histórico-política. Al contrario de aquellos monumentos históricos de autoafirmación
nacional como Mauthausen, Gusen evoca el NS como crimen originario de la
Segunda República Austríaca.
Pensar el crimen como crimen originario y fundacional toca a la sociedad en las
raíces de su propia identidad. El crimen está en la base de lo que somos como
miembros de esta sociedad. Esto puede ser le lección que nos da el sitio
conmemorativo de Gusen.
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