Hace más de medio siglo, durante el régimen nazi se escribió uno de los capítulos más oscuros de la humanidad. A pesar del saber que hemos adquirido en la escuela y mediante la lectura de libros, nunca podremos imaginarnos o concebir lo que pasó ahí. Donde un cigarrillo prolonga la vida Pasar hambre, vivir bajo condiciones infrahumanas, no saber nada de sus seres queridos, padecer de enfermedades, del clima y de sufrimientos de toda clase y, a pesar de todo, decir sí a la vida. De ahí que nos preguntemos ¿qué les ha hecho sobrevivir en este universo de horror y hambre? ¿Qué les ha ayudado a salir de allí ? El campo de concentración representaba para gran parte de los presos la última etapa de su vida. Los SS no tenían piedad. Hubo excepciones, por cierto, pero en general trataban a las personas de uniforme a rayas como animales. Su concepto de la raza pura impedía ver a los presos de diferentes procedencias como seres humanos. A los presos, gente que había tenido familia y trabajo, en los campos de concentración, junto con las últimas pertenencias, su pelo y el nombre, les robaban el resto que les había quedado de su vida. Así que todo lo que les restaba era su cuerpo, su mera existencia. Al entrar en el campo la gente vivía un shock. En aquel estado de conmoción todavía no se hacían cargo de la realidad. La segunda etapa se caracterizaba por la apatía y después poco a poco se iban acostumbrando a su nuevo entorno. De hecho, el hombre puede vivir bajo diversas condiciones y a ellas se acostumbra de manera muy rápida, lo que en muchos casos hizo posible la supervivencia. En cuanto los presos se recuperaban psíquicamente, empezaban a reorganizar su vida. De alguna manera había que volver a convertirse en una persona, en un individuo. Había que sobrevivir física y psíquicamente. Una manera de lograr lo primero era un puesto elevado. Un puesto elevado significaba mejores condiciones de trabajo y a veces había estraperlo, por ejemplo en la Effektenkammer en Mauthausen, donde había estraperlo con los cocineros, es decir que cambiaban ropa por pan. Asimismo tabaco a granel o cigarrillos eran moneda de cambio para obtener pan u otros alimentos. En concreto se podía cambiar un cigarrillo por una sopa, en otras palabras por unos días más de vida. A todo esto hay que decir que la fortaleza física o estar habituado a toda clase de sufrimientos o a incomodidades externas no era suficiente para perdurar en el campo. El buen estado físico no ayudaba a soportar la monotonía de los días, la triste realidad. Más bien eran la moral, los amigos y la esperanza lo que jugaba el papel clave para desear la llegada del nuevo día. Además ayudaba mucho tener una fe sólida, como los patriotas, los comunistas o los católicos. Por el contrario los escépticos, los pesimistas o los temperamentos sensibles lo tenían muy difícil. Amill en su testimonio sobre Bretstein subraya el papel de los amigos. Entre los españoles existía una solidaridad muy fuerte. A pesar de que los presos, aunque fuesen uña y carne, no podían ayudar al prójimo con una ración de pan o sopa, existían muchas formas de dar fuerza. Amill y su amigo solían debatir sobre la marcha de la guerra, estaban convencidos de que un día la guerra acabaría con la derrota de los alemanes. A las preguntas concernientes a la marcha de la guerra siempre contestaban « venceremos » y aún en los momentos más desesperados encontraban un motivo de esperanza para no dejar caer la moral. Pues bien, ¿qué es la moral, en qué consiste? En el caso anterior es el espíritu o la confianza en la victoria. Además tiene que ver con el respeto humano, la forma ética de actuar e incluso puede significar ánimo y coraje, en otras palabras fuerza mental. Los testigos no se cansan de repetir la importancia de la moral. Como he dicho al principio, los SS tenían el objetivo de degradar a los presos a un estado animal. La diferencia entre un animal y un hombre es que este último tiene capacidad de decisión, puesto que no actúa impulsado por su instinto. Los SS no les dejaban ninguna libertad, a excepción de la de la mente. En el fondo fueron los SS quienes se convirtieron en animales y actuaron de manera inhumana, pero muchos presos lograron “vivir en la luz”. Según M. Roig la luz estaba en los que morían con esperanza, cuando dabas tu pedazo de pan o cuando seguías creyendo en un mundo mejor. En cambio la sombra estaba en robar a sus compañeros su única ración de pan. ¡Había que sobrevivir con dignidad! Otro aspecto importante era la ilusión, otra libertad de la mente. Los presos trataban de huir de la triste realidad – había que olvidar a los muertos, el hambre y el dolor, de manera que trataban de acordarse de sus seres queridos y de los lugares de su pasado. Amill nos cuenta que ellos inventaron un restaurante imaginario y cada día era él quien confeccionaba el menú para el día. Además discutían sobre toda clase de temas, por ejemplo sobre literatura, sociología, arte y, desde luego, sobre la marcha de la guerra. Incluso organizaban todo lo que podían para distraerse: Esto podía ser una partida de ajedrez con piezas fabricadas con jabón endurecido, o canciones. Con el mismo objetivo y para seguir con su vida de antes, celebraban la Nochebuena u otras festividades, cumpleaños y aniversarios. Al final quiero contar una anécdota que leí en un extracto sobre Mauthausen. El asturiano Montero cuenta que un día un Kommandoführer se dirigió a él en alemán. Le dejó hablar durante diez minutos y cuando el nazi terminó, él le contestó que no había entendido nada de nada. Uno podía jugarse la vida con estas bromas o con otras actividades - la muerte estaba siempre presente.