EL HOLOCAUSTO ¿Donde estaba Dios durante el Holocausto (1939-1945) y por qué no intervino en beneficio de las victimas judías? ¿Cuál fue el pecado que cometieron los judíos para merecerse un castigo de la magnitud de millones de victimas civiles? Estas son preguntas que el pueblo judío y muchos historiadores judíos y gentiles se han hecho, hasta la fecha. De ninguna manera voy a presumir que tengo una respuesta definitiva y conclusiva a este respecto. Sin embargo, voy a intentar de la manera más seria y responsable posible, traer un poco de luz, echando mano de la historia, antes y después del Holocausto. En 1897, en Basilea, Suiza, se celebró el primer concilio sionista mundial. En él se reconoció la necesidad de reestablecer la identidad judía, como pueblo y como nación. En 1917, se produjo la declaración del ministro británico Balfour por la cual la corona inglesa se comprometía al reestablecimiento de un hogar nacional judío en Palestina. En 1922 se produjo el mandato británico en Palestina, por parte de la liga de naciones. A pesar de todo esto, la emigración judía no alcanzó niveles relevantes, en virtud del poco interés que demostraron las comunidades judías europeas porque cada cual vivía confortablemente en su país y se consideraba más nacionalista que judío. El fundador del sionismo, Herzel, motivado por el juicio contra el oficial judío Alfred Dreyfus, en Francia, luchó incansable e infructuosamente, dejándose literalmente el pellejo en el intento, tratando de despertar entre las masas judías, el interés de volver a la tierra prometida, después de 2,000 años de diáspora. Sólo unos pocos judíos, movidos por motivaciones socialistas y comunistas, decidieron emigrar a Palestina, en virtud de que la revolución rusa de Octubre, a pesar del derrocamiento de la monarquía oligárquica de Nicolás II, no logró desarraigar el antisemitismo en el flamante gobierno bolchevique del proletariado. Entre los emigrados se encontraban David Ben-Gurión y Golda Meir (Meyerson). Con el advenimiento del nazismo en Alemania, en 1933, y de la segunda guerra mundial, en el 1945, se produjeron oleadas forzadas judías de emigraciones a tierra santa, procedentes de Europa, hasta llegar, en 1947-1948, a contar con una población judía en Palestina de 600,000 almas, en el momento del reconocimiento por parte de la ONU de la partición de Palestina en una nación judía y otra árabe. Es justo reconocer que, de no producirse este caos, con el correspondiente movimiento de masas de millones de refugiados por toda Europa, el estado de Israel, posiblemente, no se hubiera reconstituido. El Holocausto sirvió para que los judíos se concentraran masivamente en Israel, en virtud de haber perdido sus hogares nacionales en Europa y del rechazo de las naciones a aceptar judíos emigrantes en su territorio (el barco San Luis fue obligado a retornar a Europa, donde la mayoría murieron en campos de exterminio, en virtud de que tanto Cuba como USA se negaron a recibir a unos pocos centenares de judíos). Es obvio que la identidad nacional judía, prácticamente, no existía antes del Holocausto, y que la famosa frase: “…never again…” o “…nunca más…”, surgió como resultado del Holocausto, merced al cual, se restauró la conciencia nacional del pueblo judío, dos mil años después. Consecuentemente, el pecado, si se me permite usar este vocablo, consistió en la falta de unidad nacional del pueblo judío, previo al Holocausto. De hecho, a partir del Holocausto se formaron todas las organizaciones políticas y propagandísticas con el fin de evitar que ese luctuoso suceso pudiera volver a ocurrir. En definitiva, sin el Holocausto, el estado de Israel, muy posiblemente, no se hubiera aún restaurado. ¿Cuál fue el pecado que cometió esa generación, en particular, para merecer el cruel castigo de ser asfixiados en cámaras de gas e incinerados en hornos crematorios? Su pecado consistió en el pecado de toda la humanidad, la cual se ha de redimir, a través del sufrimiento reflejado en generaciones y generaciones de agonía existencial. La vida es como una rueda y la destrucción y muerte suceden hoy aquí y mañana allá. A mi entender, no es justo buscar una correlación en la responsabilidad de forma directa, sino indirecta, en el esquema de la humanidad en su conjunto. Por ejemplo, a la generación que salió de Egipto, les tocó vivir la esclavitud; a los Tutsi les tocó vivir el genocidio nigeriano y a los cubanos les tocó vivir bajo la cruel y devastadora batuta de Fidel Castro Rus por cerca de 50 años. El problema hay que proyectarlo en la escala de la humanidad, no localmente, en un pueblo. Esto nos enseña que la labor, no es simplemente del pueblo elegido, sino de toda la humanidad porque todos debemos de participar en la obra santa de Dios. Por eso, cuando un pueblo sufre, Dios sufre y toda la humanidad sufre, en virtud de que todos somos uno, en Dios. Dios es absuelto, no en opinión de Su Augusta Veredicto: y absoluta esencia y perfección, sino incluso en opinión del imperfecto humano, cuando este, se esfuerza en reconocer la verdad, con amor, justicia y recto juicio. Por donde uno lo considere, Dios es perfecto y en Él no hay pecado ni mancha, como reza en Deuteronomio 32:4-5: !"#$%& #'( )*+!, $- +."/(0 12! 34*$" La roca cuya obra es perfecta ya que todas sus veredas son justas. Dios fiel sin mancha, justo y recto es él. La mácula no proviene de Él sino de sus hijos (los humanos)…”, o como reza en Salmos 19:2 o “…Los cielos (el universo) declaran la grandeza de Dios…”. 4 &5(*6%'+!$%7*+89:;3 ¿Por qué permitió Dios que el Holocausto genocida sucediera si Dios protege a Israel? Primero y principal, los problemas del humano, los tiene que resolver el humano y no Dios, en virtud de que Dios le hizo a su imagen y semejanza, con lo cual está más que capacitado para sobrevivir. Si Dios desea intervenir es para reforzar la condición de santidad y de justicia, es decir, si Dios consideró que el pueblo de Israel, en esa coyuntura, estaba desunido, en virtud de que el judío francés, se consideraba primero francés y luego judío, y el judío inglés, lo mismo, y así sucesivamente, a través de toda Europa, Dios permitió que el Holocausto ocurriera para que los uniera la desgracia con el fin de, luego, poder crear el estado de Israel, de sus cenizas. Sin unidad, no era posible restaurar el estado de Israel y el pueblo judío carecía de conciencia de nación, en el sentido de que no existía la necesidad por la unidad. Como mencioné arriba, justo después del Holocausto es que surgió la frase “Never again”, o “nunca más”, lo cual quiso significar que el pueblo judío se reorganizó, como entidad nacional, para poder sobrevivir entre las naciones del mundo. Sin el Holocausto pongo en seria duda la existencia del estado de Israel. ¿Por qué existen calamidades como terremotos, tsunamis, enfermedades, muerte de bebes, etc.? a) El pecado original de desobediencia hizo que Dios expulsara a la humanidad del jardín del Edén, en el cual Dios proveía por absolutamente todo, sin que el humano tuviera que evolucionar para superar los peligros de un medio ambiente hostil, en virtud de estar expuesto a un sistema de infinitas posibilidades. Consecuentemente, el humano, en las condiciones post Edén, es decir, en la dimensión actual, se ha de preocupar por su propia supervivencia. Por consiguiente, tiene que evolucionar (no rezar) para superar todo tipo de adversidad, si desea sobrevivir, ya que si desea morir, no tiene que molestarse mucho, entre otras formas de destrucción posibles se encuentran la indiferencia, la búsqueda del placer (Hedonismo) o puede echar mano de las multiples creencias y tradiciones mundanas para asegurar su muerte espiritual. Por el contrario, si lo que escoge es la iluminación, Dios le dotó ya, al nacer, del potencial intelectual necesario para superar todo tipo de adversidad. Lo que tiene que hacer es comprometerse con la virtud espiritual, es decir, con el amor y con la verdad para evolucionar y expandir los límites de su conciencia. Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que si hay evolución, tanto en las ciencias naturales como en las espirituales, incrementalmente, se superarán todos los problemas, como se han superado ya muchísimos problemas, otrora, mortales de necesidad. b) El resarcimiento del pecado original va a conducir al humano a Dios, de nuevo, en función de que habrá alcanzado cierta merecida gloria, en virtud de la superación de la mayoría de los escollos que Dios le puso en el camino para su redención espiritual. La superación del pecado y de la muerte se realizará, en virtud de la expansión de la conciencia, como reza en Isaías 25:8: o “…(Dios) se tragará a la muerte (y al sufrimiento) con victoria y borrará mi Señor Jehová, la lagrima de todas las caras…”. La muerte será abolida cuando el humano supere el pecado original de desobediencia haciendo que su presencia sea compatible con la Santa Presencia de Dios, en comunión espiritual. +8& ' :"08(<=>5?22 [email protected] c) Finalmente, tengamos en cuenta que Dios hizo un mundo incompleto para que el humano lo perfeccionara y se ganara, no solamente su redención, sino cierta merecida gloria, a ojos de Su Santísimo Creador, en virtud de que Dios hizo una obra incompleta, tal y como reza en Génesis 2:3: o “…(la creación) que Dios hizo para ser completada (por el humano)…”. De ahí el pacto entre Dios y los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, en el sentido de “…Yo (Jehová) seré tu Dios y tu, Israel (espiritual), serás mi pueblo…”. 41(*>B?* +"/$.&$C ? ¿Es justo y lícito que el humano juzgue a Dios? Dejemos bien claro, de una vez y para siempre que el humano no se encuentra por encima de Dios para juzgar lo que Dios hace o deja de hacer. El rol de Juez supremo le queda grande en función de que la imperfección humana trata, desde su injusta perspectiva, juzgar al Dios perfecto, en el cual no existe iniquidad, como reza en Deuteronomio 32:4-5: $" !"#$%& #'( )* +!,$-3 3 >*,% :1%D "E!$(+."/(0 12! 34* o “…La roca (Dios) cuya obra es perfecta y cuyos caminos son justicia, Dios confiable y sin iniquidad, justo y recto es Él. La corrupción no es de Él; de sus hijos (los humanos) es la mancha, generación torcida y perversa…”: Es asombroso contemplar como el humano, pretende condenar al juez supremo el cual, en su justicia divina y perfecta, le reclama a él, porque lo justo es que Dios, el cual contempla toda la figura desde el antes hasta el después de la creación universal, sea el que le juzgue y no al revés. Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.