DEL PRIMER INQUISIDOR TOMAS DE TORQUEMADA A JAMES L. CARTER La historia se repite, aunque con diferentes protagonistas, porque es cíclica. En tiempos de grandes crisis, surge el fenómeno del antisemitismo (Ramses II el Faraón en Egipto; Hamán en Persia; la inquisición en España y Portugal; los pogroms en Rusia; el Holocausto Nazi). Parece ser que, cuando las cosas andan mal, Dios castiga primero al pueblo judío, como pueblo elegido, en virtud de su responsabilidad, para luego castigar a gran parte de la humanidad, la cual también es responsable. Las reiteradas declaraciones recientes del premier Iraní Mahmud Ahmedinejjad, en el sentido de “borrar del mapa a Israel, junto con la conferencia en Teherán, cuestionando la veracidad del Holocausto Nazi, a la que asistieron figuras como el ex-líder del Ku-Klux-Klan, David Duke y otros detractores del pueblo judío, entre los que hay que contar a los Niturei-Karta, secta Mesiánica fundamentalista, la cual se oponen al reestablecimiento del estado de Israel, en virtud de que el Mesías aún no ha llegado, demuestran hoy, tristemente, cierta reiterativa realidad, la cual testimoniamos con vehemente estupor, perplejidad y desconsoladora preocupación, en virtud de que se ciernen, una vez más, sobre Israel, el pueblo judío y la humanidad, nubarrones muy negros con la amenaza de otro Holocausto (Israel cuenta hoy con una población de 6 millones de personas, aproximadamente…¿Casualidad?). Si esto no fuera poco, el más reciente libro del ex-presidente Jimmy Carter, titulado: “Peace Not Apartheid"” o “paz (verdadera) no segregación (permanente)”, viene a añadir más leña al fuego, al verter toda un veneno de medias verdades históricas, amen de consideraciones tendenciosas e inflamatorias contra Israel. Se ve que Carter, en el celo protestante fundamentalista que se le conoce, se esforzó por emular la memoria del primer inquisidor católico Torquemada. Posiblemente, Carter odia a los judíos porque no aceptaron a Cristo, su salvador. Israel parece tener pocos defensores porque las cosas andan muy mal y Dios no parece estar satisfecho, en virtud del virulento fundamentalismo sectario religioso, por un lado, y del materialismo exacerbado consumista, por el otro. Pocos humanos parecen estar interesados en el verdadero crecimiento espiritual, sin distinción de credo, raza o cultura. La humanidad aún no ha realizado que el amor, la verdad, la virtud, la justicia, la compasión y otros atributos divinos no pertenecen a ninguna religión en particular sino al patrimonio de la humanidad hecha a imagen y semejanza del Santísimo Creador.