Compedio - Capsulas Año Eucaristico

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DIOS ES AMOR Y NOS CONCEDE EL PRIVILEGIO DE SER
INSTRUMENTOS DE SU AMOR.
INTRODUCCIÓN
La Comisión Arquidiocesana del
Año Eucarístico y del Congreso Eucarístico Nacional tiene el gozo de compartir con ustedes un camino espiritual y pastoral de «pequeñas cápsulas»,
en las que nos empeñamos en refrescar el conocimiento y la aplicación de
las NOTAS PREVIAS DEL RITUAL DEL
CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA
MISA, con el fin de potenciar la piedad
de nuestro pueblo en torno al gran
misterio del Dios humanado que se
ofrece, se entrega y se da en alimento
para nosotros sus hermanos.
En esta edición se presenta una
compilación de las primeras veinte
cápsulas.
CÁPSULA
1
SENTIDO DE LA RESERVA
EUCARÍSTICA Y DE SU LUGAR
EN LA IGLESIA.
Esto es lo que enseña el Catecismo:
«EL TABERNÁCULO -sagrario- debe
estar situado dentro de las iglesias en un
lugar de los más dignos con el mayor
honor. La nobleza, la disposición y la seguridad del tabernáculo eucarístico deben
favorecer la adoración del Señor realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar» (CIC, nº 1183).
Índice
COMPILACIÓN DE CÁPSULAS
1-Sentido de la Reserva Eucarística y de
su lugar en la iglesia. Pág. 1
2- La adoración eucarística. Pág. 2
3- El Papa Benedicto y el lugar de la
Reserva. Pág. 3
4– Pureza y dignidad del Culto
Eucarístico. Pág. 4
5-Sagrario, Altar, Sede, Ambón ¿Dónde?
¿Cómo? Pág. 7
6– Comer la Sagrada Comunión. Pág. 8
7– Disposiciones para recibirla Pág. 9
8– Testimonios de devoción. Pág. 11
9-Varias formas de culto. Pág. 12
10– Relación Exposición - Misa. Pág. 13
11– Formas de exposición Pág. 15
12– Formas de exposición II. Pág. 16
13-El ministros de la exposición Pág. 17
14– Notas previas del ritual. Pág. 8
15– Congresos Eucarísticos Pág. 21
16– La Comunión Pág. 22
Iniciamos el camino hablando del
sentido de la Reserva Eucarística y de
su lugar en la iglesia.
El Catecismo de la Iglesia Católica
recoge el sentir de la Iglesia expresado
en varios documentos posteriores al
Concilio Vaticano II, incluyendo algunos muy recientes, tales como SACRAMENTUM CHARITATIS, del Sumo Pontífice reinante Su Santidad Benedicto
XVI.
17-¿De rodillas o de pie? Pág. 23
18– ¿En la mano o en la boca?. Pág. 24
19– La Mano Trono del Rey Pág. 27
20– La Mano Trono del Rey
(Continuación) Pág. 29
Letra del himno del IV Congreso
Eucarístico Nacional Pág. 31
2
31
El lugar de la reserva eucarística
no es, de por sí, un lugar celebrativo,
sino un lugar de oración personal. Esto no quiere decir que la reserva eucarística esté desligada de la celebración
litúrgica. Lo que se quiere es subrayar
que el creyente que se recoge ante el
Santísimo no se sitúa en la dinámica de
la celebración sacramental, sino de la
oración personal.
Apuntando a la misma finalidad y
naturaleza, la III Edición de la INSTRUCCIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO, de
2002, señala que:
«Por razón del signo, es más conveniente que el sagrario en el que se reserva la Santísima Eucaristía no esté en el
altar donde se celebra la misa.
Conviene, pues, que el sagrario se
coloque, a juicio del Obispo diocesano,
o en el presbiterio, fuera del altar de
la celebración, en la forma y en el lugar
más convenientes, sin excluir el altar antiguo que ya no se usa para la celebración
(cf. N. 303);
o también en alguna capilla idónea
para la adoración privada y para la plegaria de los fieles, que se halle estructuralmente unida con la iglesia y a la vista
de los fieles” (IGMR, n. 315b).
4. El centro es el sagrario: incluso un foco con luz directa al sagrario,
no las imágenes que pueda haber en
ninguna capilla sacramental.
La ubicación del Sagrario debe permitir una cierta intimidad para
la oración personal, creando un espacio de recogimiento, así como favorecer mucho su ubicación la cercanía
física con el presbiterio para las celebraciones litúrgicas y que sea fácil
reservar después de distribuir la comunión en la celebración eucarística.
Es conveniente que se destine
para la reserva de la sagrada Eucaristía una capilla o lugar fuera del cuerpo
central de la iglesia, adecuado para la
adoración y la oración privada de los
fieles. Este lugar ha de ser verdaderamente destacado y noble, de fácil acceso desde el atrio o pórtico y desde
la nave de la iglesia. El ambiente debe
ofrecer un clima de recogimiento y
de atención a la presencia eucarística.
CÁPSULA
2
LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA
Un poco de historia
COMENTARIO:
Centralidad de la Eucaristía
1. Al ser para la oración personal,
lo primero es que se debe procurar
que sea aparte del lugar de la celebración, para facilitar la intimidad, el silencio y recogimiento. Su sitio no es el
presbiterio. De ahí que, si la planta de
distribución de la iglesia ofrece comodidad, se aplica lo indicado en el parágrafo b) del texto citado.
2. Lugar sereno: por la luz, por la
comodidad, por los bancos.
3. Una vela encendida, signo de la
presencia del Señor.
Desde el principio del cristianismo,
la Eucaristía es la fuente, el centro y el
culmen de toda la vida de la Iglesia. Como memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo Salvador, como
sacrificio de la Nueva Alianza, como
cena que anticipa y prepara el banquete celestial, como signo y causa de
la unidad de la Iglesia, como actualización perenne del Misterio pascual,
como Pan de vida eterna y Cáliz de
salvación, la celebración de la Eucaristía es el centro indudable del cristianismo.
Normalmente, la Misa al principio se celebraba sólo el domingo,
pero ya en los siglos III y IV se generalizó la Misa diaria.
La devoción antigua a la Eucaristía lleva en algunos momentos y
lugares a celebrarla en un solo día
varias veces.
El papa San León III (+816) celebraba con frecuencia siete y aún
nueve veces en un mismo día. Varios concilios han moderado y
prohibido estas prácticas excesivas. El papa Alejandro II (+1073)
prescribe una Misa diaria: «muy
feliz ha de considerarse el que
pueda celebrar dignamente una
sola Misa» cada día.
Himno del IV Congreso Eucarístico Nacional
- 2013 -
Reserva de la Eucaristía
En los siglos primeros, a causa
de las persecuciones y al no haber
templos, la conservación de las
especies eucarísticas se hacía normalmente en forma privada, y tenía, como ahora, por fin la comunión de los enfermos, presos y
ausentes.
Esta reserva de la Eucaristía, al
cesar las persecuciones, fue tomando formas externas cada vez
más solemnes.
I
III
No te vemos, Señor, y te adoramos
Banquete y sacrificio se unen en
oculto en las especies consagradas.
la Misa, en la que el pueblo se alimenta
Y también tu presencia confesamos
de la fuente y la cumbre de la vida en
oculta entre las gentes por Ti amadas.
Cristo, cuya gracia a amar nos alienta
Estribillo
IV
Gloria, alabanza y honor al Señor:
Hijo único amado del Padre,
que tomó carne y sangre de una Madre
para ser nuestro amable Salvador.
De forma natural, es evidente,
sentado estás del Padre a la diestra.
En sacramental forma estás latente
en la Hostia Divina que se muestra.
II
El sacrificio cruento de la cruz
V
¡Pan que da vida eterna es tu Palabra!
incruentamente aquí se hace presente.
¡Vida eterna nos da la Eucaristía!
Y en la Misa también brilla la luz
Y Costa Rica entera con María
del Resucitado resplandeciente.
terrenos solidarios de amor labra.
30
3
más bien, la etapa posterior al mismo,
la que estamos viviendo.
Como fruto de ese Movimiento
Litúrgico, comenzó a surgir una nueva
conciencia de la íntima unión entre la
comunión y la celebración. Así lo consigna la Constitución sobre la Liturgia,
en su nº. 55: «Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la
Misa, la cual consiste en que los fieles,
después de la comunión del sacerdote,
reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del
Señor.»
Dos cosas se coligen de aquí:
La primera: que los fíeles deben
comulgar de hostias consagradas en
la misma Misa de la que participan.
Esto está legislado. Hablaremos en
otra ocasión. Solo ocasionalmente, se
puede recurrir a la reserva, en caso de
necesidad.
La segunda: que la comunión fuera de la Misa debe considerarse una
situación excepcional.
Sobre el modo de recibir la comunión, oficialmente han sido restablecidos el modo de recibir la comunión "de pie", como fue durante todos
los ocho primeros siglos del cristianismo, y el de recibirla en la mano, caso
que nos ocupa en esta serie de artículos, aunque nuestra intención es continuar exponiendo la legislación correspondiente a cada punto referente a la
comunión, con su debida interpretación y con las recomendaciones pastorales pertinentes.
Por el momento, nos ocuparemos,
en conformidad con la naturaleza de
esta serie de publicaciones, de lo que
respecta a
LA COMUNIÓN EN LA MANO
Una serie de peticiones provenientes de varios países, movió a Su Santidad, el Papa Pablo VI a realizar una
consulta sobre el asunto. La primera
reacción, es decir, la respuesta a la
consulta, fue, como era de esperar,
tímida. Aproximadamente un 33 por
ciento de los obispos del mundo cristiano católico respondió favorablemente. Sin embargo, este dictamen
de minoría fue suficiente para que el
Papa constatara que había un sector
considerable que creía en la importancia de rescatar esta tradición. Fue
entonces cuando el Santo Padre ordenó elaborar una primera Instrucción de la Sagrada Congregación para
el Culto Divino, la Instrucción
«Memoriale Domini», del 29 de
mayo de 1969, en la que ratifica, basado en el resultado de la votación de
los señores Obispos, la forma de distribuir al santa comunión, colocándola en la lengua, pero, deja abierta la
posibilidad de que se introduzca la
comunión en la mano.
Éstas son las palabras de la Instrucción al respecto:
«Pero si el uso contrario, es decir, el
de poner la santa comunión en las manos, hubiera arraigado ya en algún lugar,
la misma Sede Apostólica, con el fin
de ayudar a las Conferencias Episcopales a cumplir el oficio pastoral, que
con frecuencia se hace más difícil en
las condiciones actuales, confía, a las
mismas Conferencias el encargo y el
deber de examinar las circunstancias
peculiares, si existen, pero con la condición de prevenir todo peligro de que
penetren en los espíritus la falta de
reverencia o falsas opiniones sobre la
santísima Eucaristía, como también
de suprimir con todo cuidado otros
inconvenientes.»
Esta apertura, consignada en la
misma Instrucción de 1969, es el
punto de partida para que comiencen a aflorar las peticiones de las
Conferencias Episcopales, proceso
que culminará en la situación actual, es decir, en la generalización
de este uso, y que vendrá acompañado de diversas intervenciones
orientadoras de parte de la misma
Santa Sede.
Entre estas intervenciones, hay
que citar, de manera especial, dos
documentos, a saber: la CARTA
ANEXA
que acompañó a la
«Memoriale Domini», y la Instrucción «Inmensae Charitatis». De la Sagrada Congregación
para la disciplina de los Sacramentos (29 de enero de 1973), para
facilitar la comunión sacramental
en algunas circunstancias. En nuestra próxima entrega comentaremos las implicaciones de estos
dos documentos.
Créditos
Director:
Pbro. Alfonso Mora Meléndez
Colaboraron en la realización:
Cinthia Chacón Gamboa
José Antonio Mora Solano
Luis Carlos Bonilla Soto
Vicaría Episcopal de Pastoral Litúrgica
Arquidiócesis de San José. Apdo. 4971000, San José, Costa Rica. Mayo del
200 7.
Las Constituciones apostólicas -hacia
el 400- disponen ya que, después de
distribuir la comunión, las especies
sean llevadas a un sacrarium. El sínodo
de Verdun, del siglo VI, manda guardar
la Eucaristía «en un lugar eminente y
honesto, y si los recursos lo permiten,
debe tener una lámpara permanentemente encendida». Las píxides de la
antigüedad eran cajitas preciosas para
guardar el pan eucarístico. El papa
León IV (+855) dispone que
«solamente se pongan en el altar las
reliquias, los cuatro evangelios y la
píxide con el Cuerpo del Señor para el
viático de los enfermos».
Estos signos expresan la veneración
cristiana antigua al cuerpo eucarístico
del Salvador y su fe en la presencia
real del Señor en la Eucaristía. Todavía, sin embargo, la reserva eucarística
tiene como fin exclusivo la comunión
de enfermos y ausentes; pero no el
culto a la Presencia real.
de la consagración, suscita también la
adoración interior y exterior de los
fieles. Hacia el 1210 la prescribe el
obispo de París, pero antes de esa
fecha ya era practicada entre los cistercienses, y a fines del siglo XIII es
común en todo el Occidente. En el
siglo recién pasado, en 1906, San Pío
X, «el papa de la Eucaristía», concede
indulgencias a quien mire piadosamente la hostia elevada, diciendo
«Señor mío y Dios mío» (Jungmann II,
277-291).
Lugar del sagrario en la
CÁPSULA
3
EL PAPA BENEDICTO Y EL
LUGAR DE LA RESERVA
La adoración eucarística
dentro de la Misa
Ha de advertirse, sin embargo, que
ya por esos siglos el cuerpo de Cristo
recibe, de parte de los fieles, dentro
de la misma celebración eucarística,
signos claros de adoración, que aparecen prescritos en las antiguas liturgias.
Especialmente antes de la comunión Sancta santis, lo santo para los santos-,
los fieles realizan inclinaciones y postraciones:
«San Agustín decía: "nadie coma de
este cuerpo, si primero no lo adora",
añadiendo que no sólo no pecamos
adorándolo, sino que pecamos no adorándolo» (Pío XII, Mediator Dei 162).
Por otra parte, la elevación de la
hostia, y más tarde del cáliz, después
al respecto. Esto no es exacto. En
realidad, lo que hace, más bien, es
asumirla y reafirmarla.
Es por eso que, además de consignar el texto literal, quiero compartir con ustedes un desglose del
mismo y los puntos que conviene
rescatar de la legislación vigente,
dado que, en no pocos lugares,
han sido mal aplicados. A continuación, el texto:
Ante una pregunta de un compañero, dedicamos esta cápsula a este
tema:
En la Exhortación Apostólica PostSinodal SACRAMENTUM CARITATIS
promulgada el 22 de febrero de 2007,
el Santo Padre felizmente reinante
dedica el número 69 –que, de seguido, consignamos literalmente en su
versión española- a la ubicación del
sagrario.
Una lectura de “primera vista”, es
decir, sin leer entre líneas su verdadero contenido, ha dejado en algunos
la impresión de que el Santo Padre
está aboliendo la legislación anterior
iglesia
69. Sobre la importancia de la
reserva eucarística y de la adoración y veneración del sacramento
del sacrificio de Cristo,
el Sínodo de los Obispos ha reflexionado
sobre la adecuada colocación del sagrario en
nuestras iglesias.[196]
En efecto, esto ayuda a
reconocer la presencia
real de Cristo en el
Santísimo Sacramento.
Por tanto, es necesario
que el lugar en que se
conservan las especies
eucarísticas sea identificado fácilmente por cualquiera que
entre en la iglesia, gracias también
a la lamparilla encendida. Para ello,
se ha de tener en cuenta la estructura arquitectónica del edificio
sacro: en las iglesias donde no hay
capilla del Santísimo Sacramento, y
el sagrario está en el altar mayor,
conviene seguir usando dicha estructura para la conservación y
adoración de la Eucaristía, evitando poner delante la sede del celebrante. En las iglesias nuevas conviene prever que la capilla del Santísimo esté cerca del presbiterio;
si esto no fuera posible, es preferible poner el sagrario en el presbiterio, suficientemente alto, en el
4
centro del ábside, o bien en otro punto donde resulte bien visible. Todos
estos detalles ayudan a dar dignidad al
sagrario, del cual debe cuidarse también el aspecto artístico. Obviamente,
se ha tener en cuenta lo que dice a
este respecto la Ordenación General del
Misal Romano. [197] En todo caso, el
juicio último en esta materia corresponde al Obispo diocesano.
Analicemos:
«Es necesario que el lugar en que
se conservan las especies eucarísticas
sea identificado fácilmente por cualquiera que entre en la iglesia, gracias
también a la lamparilla encendida. (No
requiere comentario)
… se ha de tener en cuenta la estructura arquitectónica del edificio
sacro: en las iglesias donde no hay capilla del Santísimo Sacramento, y el
sagrario está en el altar mayor, conviene seguir usando dicha estructura para
la conservación y adoración de la Eucaristía, … . (Obsérvese, al respecto, lo
consignado en el número siguiente. Además, téngase en cuenta, según lo establece la legislación vigente, que la base del
sagrario debe estar a la altura mínima de
1,80 m. sobre la base del altar).
… evitando poner delante la sede
del celebrante (a no ser que se cumpla
lo señalado en el paréntesis que comenta
el n. 2).
En las iglesias nuevas conviene prever que la capilla del Santísimo esté
cerca del presbiterio; si esto no fuera
posible, es preferible poner el sagrario
en el presbiterio, suficientemente
alto, en el centro del ábside, o bien
en otro punto donde resulte bien
visible. (Como se puede ver, no es taxativo que el sagrario esté en el centro del
ábside, como algunos lo han entendido).
29
Se ha tener en cuenta lo que dice
a este respecto la ORDENACIÓN GENERAL DEL MISAL ROMANO. (Como ya
lo habíamos consignado en la primera
cápsula, la OGMR dice textualmente:
«Por razón del signo, es más conveniente
que el sagrario en el que se reserva la
Santísima Eucaristía no esté en el altar
donde se celebra la misa.
Conviene, pues, que el sagrario se
coloque, a juicio del Obispo diocesano,
o en el presbiterio, fuera del altar de
la celebración, en la forma y en el lugar
más convenientes, sin excluir el altar
antiguo que ya no se usa para la celebración (cf. N. 303);
o también en alguna capilla idónea
para la adoración privada y para la plegaria de los fieles, que se halle estructuralmente unida con la iglesia y a la vista
de los fieles” (IGMR, n. 315b).
(UNA VEZ MÁS SE VE CLARO
QUE NO SE ESTÁ ABOLIENDO LA
LEGISLACIÓN ANTERIOR).
En todo caso, el juicio último en
esta materia corresponde al
Obispo diocesano.
4
CÁPSULA
PUREZA Y DIGNIDAD
DEL CULTO
EUCARÍSTICO
Con el correr del tiempo han
venido apareciendo diversas
prácticas en torno a la exposición del Santísimo Sacramento,
algunas de ellas muy loables y
dentro del espíritu de la recta
disciplina que garantiza el decoro y la dignidad con que debe
ser tratado el culto eucarístico;
pero hay otras que deben ser
atendidas porque aparecen como desviaciones que ya no conviene mantener.
Mencionamos algunas de ellas:
En toda reunión pastoral, no
cultual sino evangelizadora o catequética (o de carácter académico
en algún caso), con frecuencia se
traslada el Santísimo y se expone
en el lugar de la actividad a desarrollar.
En las iglesias, se dan ocasiones
parecidas a lo mencionado en el
número 1, es decir, que no son de
carácter cultual sino académico, y
también allí se expone el Santísimo.
En reuniones de carácter organizativo, sea en la iglesia (lo cual
no debería ser) o bien en algún
salón o casa particular, como es,
entre otros, el caso de reuniones
con padres de familia de catequizandos.
Para que se eviten tales abusos,
enviamos de nuevo, actualizado, el
documento que a continuación
aparece en su integridad.
demás presbíteros y a los diáconos –
en la mano- la santa comunión. El resto de los fíeles debería comulgar en la
boca. Entonces la figura del sacerdote
se acrecienta, y la separación entre
clero y fíeles se acentúa.
Esto, que por una parte, tiene la
santa intención de valorar en toda su
altura y dignidad la reverencia a los
santos misterios, no obstante comienza a tener también algunas consecuencias negativas, tales como el alejamiento de! pueblo de la liturgia.
Desde luego, hay que reconocer
que este fenómeno no nace allí, sino
que solamente se acentúa, puesto que,
ya desde el mismo siglo IV, viene poco
a poco presentándose en las celebraciones litúrgicas un enriquecimiento
que llega a ser excesivo, porque aleja
las posibilidades de que el Pueblo Sacerdotal pueda tener lo que hoy la
Constitución sobre la Liturgia, en su
número 14, llama «una participación
activa, consciente y fructuosa» Poco a
poco la asamblea pasa de ser celebrante a ser expectadora, la separación del
presbiterio" (entendido por "lugar de
la celebración") se acentúa al punto de
que los fieles no pueden ni siquiera
mirar allí dentro, se guían por la campanilla, y otras situaciones similares.
20
CÁPSULA
LA MANO: EL TRONO DEL
REY (CONTINUACIÓN)
EL USO DEL PAN ÁCIMO EN
FORMA DE OBLEAS (hostias).
4. El uso del pan ácimo se acentúa
en Occidente. La forma corriente del
pan cede su puesto a las obleas
(hostias), delgadas, blancas, frágiles,
ligeras, y que, por otra parte, fácilmente se adhieren a la lengua, lo que
da mayor seguridad de protección.
Resulta, al parecer de algunos, más
seguro dar la comunión en la boca
que en la mano.
Conviene hacer notar aquí que
también se venía acentuando una depreciación, de parte de los fíeles, de
la participación eucarística mediante
la comunión. Cada vez más fieles se
alejaban de la participación sacramental. Este fenómeno se debió a que, en
torno a la comunión hubo una bifurcación de caminos de reflexión doctrinal. Mientras que unos partían de la
palabra de Cristo: "Quien come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (entonces se recomendaba la comunión frecuente), otros, en cambio,
se aferraban a la advertencia de San
Pablo: «Que cada uno examine su
conciencia cuando va a comer del
Pan o a beber de la Copa. De otra
manera, come y bebe su propia condenación, al no reconocer el Cuerpo» (I Cor. 11, 28s).
Esta grave disminución de la
comunión llevó a los pastores a
establecer diversos mandatos, tales como comulgar tres o cuatro
veces en el año, hasta llegar al extremo de que el Concilio Lateranense IV, en el año 1215, estableció el mandato de comulgar al
menos por pascua florida.
SE RECUPERA LA TRADICIÓN
En los inicios del recién pasado
siglo XX, con el Papa San Pío X, ya
se consideraba superado el alejamiento del pueblo fiel de la mesa
eucarística. Pero estaba presente
otro problema: la comunión frecuente había cobrado una aparente "autonomía" que la desligaba de
la celebración eucarística.
Su solución se venía buscando
desde el inicio del movimiento
litúrgico, que arrancó alrededor
del año 1835, condujo a la renovación actual y remató, en sus principios doctrinales, no con el Concilio Ecuménico Vaticano II sino,
28
munión en la boca -ya lo habíamos
mencionado no era del todo desconocida. Se consideraba la comunión en la
boca como la forma apropiada para
los enfermos. Se la practicaba también
en el bautismo de niños, puesto que
Oriente y Occidente coincidieron en
dar al niño todo el complejo sacramental de la Iniciación Cristiana. Sólo
a partir del siglo IX fue que la Iglesia
Occidental dejó de practicarlo.
5
ron recomendaciones parecidas a las,
que se dan hoy día, a saber, que el fiel
debía sumir la santa hostia en presencia del ministro.
Se menciona también en esa época
la necesidad de impedir que los fieles
se sirvan, por ellos mismos, directamente del copón o de la patena.
(Lamentablemente abusos como éste
se dan también hoy, porque existen
entre nosotros ministros
El cambio venía gestándose en los
siglos inmediatamente anteriores al
IX. Se pueden apuntar cuatro géneros de razones para que esto
se produjera:
La primera; los abusos.
La segunda: El fomento, de parte de la Jerarquía
Eclesiástica, de una más
profunda reverencia hacia
tan augusto sacramento.
La tercera: Una separación cada vez mayor del
clero, junto con formas de
celebración litúrgica, cada vez
más alejadas de la participación
del pueblo.
La cuarta: Se impone y generaliza en Occidente el uso del pan ácimo.
1. En lo que respecta a los abusos,
se constataba antes, como ahora, que
era más fácil que se dieran abusos
(esconder la hostia y llevarla para
prácticas sacrílegas o supersticiosas)
con la comunión en la mano, que con
la comunión en la boca. (No obstante,
también en esa época como hoy, no se
desconocía la posibilidad de que, quien
quisiera abusar, subrepticiamente se
sacara la hostia de su boca). Un afán
de alcanzar mayor control de los mismos, impulsó primero la práctica y
luego, la legislación que vino en el siglo
IX (año 878) en el Concilio de Rouen.
Ya antes de esta legislación aparecie-
[sacerdotes] que no han entendido
correctamente la mente de la Iglesia
al recuperar la tradición venerable de
la comunión en la mano).
2. Debido a los mismos abusos,
(que no provenían necesariamente
del hecho de que la comunión fuera
en la mano, como lo veremos en las
próximas líneas), abusos de los que ya
antes San Cipriano y San Juan Crisóstomo, entre otros, se habían quejado,
se tomó una serie de medidas tendientes a proteger y fomentar la pro-
funda reverencia debida a la Santa
Eucaristía. Entonces desapareció la
posibilidad de acercarse al altar.
A esto se refiere directamente
San Juan Crisóstomo, cuando señala a sus fíeles de Constantinopla
un abuso que, como él mismo lo
expresa, se daba por todas partes.
Dice- el Santo Obispo:
«Cuando ustedes se acercan a la
sagrada mesa, no guardan el respeto
debido...: golpean con los pies (hoy
diríamos "zapatean"), se impacientan, gritan, se injurian el uno al
otro, empujan a sus vecinos
(¿No sucede esto también
hoy en algunas celebraciones masivas?); en suma, arman un gran desorden» Y continúa el
Santo llamando la
atención con las siguientes palabras:
«En el circo, bajo el
mandato del vigilante,
está en vigor una disciplina mucho mayor. Si,
por tanto, se observa un
orden en medio de las
pompas del demonio, cuánto más debiera existir junto a
Cristo».
Fue para prevenir abusos muy
concretos, como éste al que se
refiere San Juan Crisóstomo, que,
tiempo después, se impuso la barandilla divisoria del presbiterio y,
a la vez, desapareció la costumbre
de comulgar de pie, única forma
vigente hasta el siglo VIII inclusive.
3. Proveniente de la gran preocupación por rodear la santa Eucaristía de un máximo de reverencia, se llegó a considerar que solamente manos consagradas deberían tocar directamente el Cuerpo
del Señor. Así vinieron prescripciones en el sentido de que el
obispo o el sacerdote que presidía
diera, de su propia mano, a los
DIRECTRICES
PARA LOS MINISTROS
EXTRAORDINARIOS
DE LA DISTRIBUCIÓN DE LA
SANTA COMUNIÓN
«Son ministros ordinarios de la comunión el Obispo, el presbítero y el diácono» (CDC 910, §1)
«Es ministro de la exposición del Santísimo Sacramento y de la bendición eucarística el sacerdote o el diácono; en circunstancias peculiares, sólo para la exposición y reserva, pero sin bendición lo son
el acólito, el ministro extraordinario de la
sagrada comunión u otro encargado por
el Ordinario del lugar, observando las
prescripciones dictadas por el Obispo
diocesano». (CDC 943).
En el ejercicio de su ministerio, el Ministro Extraordinario para la distribución
de la santa comunión debe tener en
cuenta las siguientes normas:
Horas santas en casas particulares:
No está permitido celebrar Horas
Santas en casas particulares o en otros
lugares que no sean de culto, sino únicamente en Iglesias debidamente bendecidas (o consagradas).
La exposición del Santísimo Sacramento: Si en una Hora Santa no hay ministro
ordinario, el ministro extraordinario hará
la exposición simple, (abrirá el sagrario y
dejará visible el copón con el santísimo
sacramento, lo cual puede ser sólo
abriendo las puertas del sagrario, o bien
colocando el copón sobre el altar) y al
final hará la reserva (cerrará el sagrario)
sin dar la bendición. En lugar del copón,
el ministro extraordinario puede colocar el
píxide en la custodia, dejándola colocada
frente al sagrario o en el altar de la celebración (NOTAS PREVIAS DEL CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA MISA, nn. 91 y 92).
Distribución de la Sagrada Comunión:
«La manera más perfecta de participar
en la celebración eucarística es la comunión sacramental recibida dentro de la
misa.» (Praenotanda del Culto Eucarístico fuera de misa, n. 13) «Se debe persuadir a los fieles a que comulguen en la
misma celebración eucarística.» (Ibid.
14). Por consiguiente, fuera de la celebración eucarística, únicamente se dará
la santa comunión a personas que, por
su condición de salud, están imposibilitadas de asistir a la celebración.
Sacar y reservar el santísimo
sacramento ¿a quien le toca? Según
IGMR 162 b y 163, corresponde al sacerdote celebrante, o a uno de los concelebrantes, o al diácono, extraer del sagrario y regresar a él las hostias consagradas para completar el número de los
comulgantes. Por consiguiente, queda
claro que no es función del Ministro
Extraordinario de la Comunión.
En celebraciones con poca concurrencia de pueblo, el MEC estará atento para ayudar a la distribución de la comunión, si las condiciones del que preside lo
requieren.
No es necesario que el MEC se lave
las manos en presencia del pueblo, para
distribuir la santa comunión. Es más, no
conviene, para no crear en el pueblo la
impresión de que se trata de un gesto
ritual.
Cuando sea llamado a colaborar en
la distribución de la comunión en la Misa, el MEC subirá al altar después
de que el celebrante haya comulgado. «Los ministros mencionados sólo
deberán acercarse al altar después de
que el sacerdote haya recibido su comunión, y deben recibir siempre de manos
del sacerdote los copones o patenas que
contienen las especies de la santísima
Eucaristía para distribuir la santa Comunión a los fieles.» (IGMR, 162 b)
Cuiden los ministros de que, cuando
el fiel recibe la comunión en la mano, la
lleve a su boca en presencia del ministro.
Salvo en casos de escasez de lectores, no es recomendable que el MEC, en
la misa en que distribuye la santa comu-
nión, ejerza otro servicio, tal como el
de lector, o monitor, o animador del
canto. Tampoco se recomienda que
haga la colecta para el culto.
El día señalado para visitar a los
enfermos, se ruega a los ministros
que se reúnan todos en el templo a
una misma hora, para que hagan
oración en común antes de iniciar sus
visitas.
6
27
¿cómo podría yo rebautizarlo?»
6. San Juan Crisóstomo (354407), en su homilía n. 47, nos deja este
legado: «Acercándote, pues, no pongas
las manos extendidas, sino la izquierda
sea apoyo de
la derecha, teniendo ahuecada la palma, lista para acoger al Rey.» En otro
lugar, el Crisóstomo -llamado «el
Doctor de la Eucaristía»-, exalta la más
grande dignidad de quien recibe con la
mano el Cuerpo del Señor respecto a
los mismos serafines.
7. Y, en su segunda homilía sobre la
Misa, Teodoro de Mopsuestia, (+
428), nos da esta explicación tan detallada y, a la vez, tan llena de contenido
doctrinal: «entonces cada uno de nosotros se acerca con la mirada baja y las
dos manos extendidas. La mirada baja
para expresar como un deber de conveniencia, la adoración, y es como una profesión de fe, porque recibe el Cuerpo
del Rey, (...) Y por el hecho de que las
dos manos están igualmente extendidas,
se reconoce verdaderamente la grandeza
de lo que se va a recibir. Es la mano derecha la que se extiende para recibir la
ofrenda, pero bajo de ella se pone la izquierda, y por este gesto se revela un
gran respeto; si la derecha se extiende y tiene un rango más elevado, es porque recibe el Cuerpo regio, mientras
que la otra sostiene y conduce a su hermana y compañera, no mirando ofensivo
un papel de "sierva" de la que le es igual
en dignidad, a causa del Cuerpo regio que
lleva.»
8. San Juan Damasceno, del siglo
VIII (+ 759), en su obra Sobre la fe
ortodoxa, dice: «Acerquémonos, pues,
con temor, con la conciencia pura y con
gran fe; nos será dado tal como creemos,
sin dudar. Acerquémonos a Él con deseo
ardiente y, puestas las manos en forma de cruz, recibamos el Cuerpo del
crucificado (…)».
Como se puede ver, por este breve recorrido, en el que sólo se han
invocado algunos de los muchos testimonios, el uso de la comunión en
la mano, durante los ocho o nueve
primeros siglos, fue prácticamente la
única y normal forma de comulgar. Sólo se citan excepciones en
caso de enfermos muy débiles o de
niños, sobre todo en Oriente, donde
antes y ahora los sacramentos de la
Iniciación Cristiana se confieren al
niño infante en un solo acto.
19
CÁPSULA
LA MANO: EL TRONO DEL
REY (CONTINUACIÓN)
EL CAMBIO: RAZONES Y
CIRCUNSTANCIAS
Si bien la comunión en la mano
fue la forma normal y universalmente aceptada y practicada en los
nueve primeros siglos del cristianismo, como lo vimos en las páginas anteriores, no obstante, la co-
26
7
5
CÁPSULA
SAGRARIO, ALTAR, SEDE,
AMBÓN, ¿DÓNDE? ¿CÓMO?
En las entregas (o cápsulas) anteriores hemos hablado de la ubicación del
sagrario o tabernáculo.
De ahí surgen nuevas búsquedas.
Con los templos que hoy se diseñan,
un buen estudio de la planta de distribución nos permite dar una adecuada
ubicación a cada uno de los elementos
mencionados.
Pero, en los templos antiguos, no
resulta fácil adaptar de modo que el
espíritu de la Iglesia expresado en las
normas, quede bien asumido.
Cuando se trata de templos
(iglesias) grandes y el presbiterio es
espacioso, se logran encontrar formas
de ubicar los diversos elementos. No
así cuando se trata de iglesias pequeñas o de aquellas, que, aunque grandes, tiene un espacio estrecho de
presbiterio. De ahí que es conveniente
que los sacerdotes responsables
(párrocos, rectores, etc.) busquen asesoramiento en la Dirección de arquitectura y ambientación de la Curia.
La IGMR 2002 ofrece el siguiente
criterio general:
«El presbiterio es el lugar donde está
el altar, se proclama la palabra de Dios y
el sacerdote, el diácono y los demás ministros ejercen su oficio. Se diferencia
oportunamente con respecto a la nave de
la iglesia, bien por una cierta elevación,
bien por una estructura y ornato peculiar.
Sea de tal capacidad que pueda cómodamente desarrollarse y verse la celebración
de la Eucaristía» (IGMR 295).
¿Cuáles son, entonces los elemen-
tos (o mobiliario) que ocupan un lugar en el presbiterio?
El texto citado hace alusión al altar, el ambón, la sede presidencial y
los sitiales de los ministros mayores y
menores.
Para lograr una buena distribución
de estos elementos, las normas que
rigen son las siguientes:
La sede del que preside la celebración no debe dar la espalda al sagrario ni al altar.
Para evitar lo anterior, hay varias
posibilidades:
Si el sagrario no está en el centro
del ábside, la sede puede ubicarse
detrás del altar de la celebración, a
condición de que quede a una altura
conveniente para garantizar la buena
comunicación entre el que preside y
la asamblea.
Si el sagrario está en el centro del
ábside, hay varias cosas a tener en
cuenta:
la primera, que la sede no debe
ubicarse delante del sagrario, salvo
que éste se ubique notoriamente alto
(la base del sagrario a 1,80 m. sobre
la base de la sede;
la segunda: la sede no debe estar
delante del altar de la celebración, a
no ser que se le ubique en un plano
notoriamente más bajo que el plano
del altar, a fin de que el que preside
no dé la espalda al altar de la celebración;
la tercera: en caso de que las dos
primeras recomendaciones no resulten aplicables, se impone la necesidad
de buscar una ubicación no central de
la sede, de manera que no choque
ni con el sagrario ni con el altar.
Puede ubicarse ladeada, sea al lado
del lugar del sagrario, o bien con
respecto al altar de la celebración.
En todos los casos, recordemos
lo recomendado en las cápsulas
anteriores, tanto en cuanto a la
dignidad de la ubicación del sagrario, el decoro del lugar, la buena
comunicación con el presbiterio y,
por último, el fácil acceso de los
fieles para los momentos no
celebrativos.
8
CÁPSULA
25
6
COMER LA SAGRADA
COMUNIÓN
Hoy iniciamos unas pocas entregas comentando los números 13 a
25, en los que se consigna todo lo que
atañe a la sagrada comunión.
Teniendo en cuenta que «la
más perfecta participación de la celebración eucarística es la comunión
sacramental recibida dentro de la Misa», conviene evitar al máximo que en
otros momentos se establezca como
costumbre distribuir la comunión. Tal
es el caso, por ejemplo, de las Horas
Santas.
En una Hora Santa, o en otro
tipo de celebración, como la celebración dominical en ausencia de presbítero, sólo se justifica distribuir la santa comunión cuando no se celebra la
eucaristía en ese mismo día y en ese
mismo lugar sagrado.
Hay parroquias muy extensas
territorialmente, con pequeñas comunidades muy lejanas del centro parroquial, en las que es normal que, no
habiendo celebración eucarística con
frecuencia, se designe un laico que
asuma la celebración en ausencia de
presbítero. En esos casos, el prudente
celo pastoral de los presbíteros
orientará a los responsables para que,
por sí mismos, si son Ministros Extraordinarios de la sagrada comunión
debidamente instituidos, o con la
compañía de un Ministro, distribuyan
a los fieles la santa comunión. En una
cápsula aparte explicaremos más detalladamente la naturaleza y la disciplina de dichas celebraciones.
Por otra parte, el n. 14 de las
Notas previas recomienda que se
tomen las precauciones necesarias
para dar la debida atención a todas las
personas que, por diversas razones y
situaciones, están imposibilitadas de
acudir a la celebración eucarística, a
fin de que también ellas tengan la posibilidad de comulgar en sus casas,
hospitales, hogares de adultos mayores, lugares de privación de libertad,
etc. Estemos siempre cuidadosos de
brindar a los Ministros Extraordinarios de la Comunión, no solamente
las instrucciones de carácter práctico,
sino una sólida formación doctrinal,
espiritual y pastoral, que tenga en
cuenta aspectos específicos tales como el saber desarrollar una breve
liturgia de la palabra, tener los conocimientos elementales del trato al
enfermo, saber manejarse con los
casos difíciles que presenta, con frecuencia, el clima de indiferencia o de
hostilidad de quienes rodean al enfermo o al anciano.
Es necesario tener en
cuenta que los Ministros Extraordinarios deben ser instituidos ritualmente por el obispo o por un
sacerdote colaborador cercano
del obispo, debidamente delegado
por el mismo.
Una preciosa recomendación,
para todos los fieles que comulgan
fuera del contexto de la celebración eucarística, lo ofrece el n. 15
de las Notas Previas, que consignamos aquí textualmente, como aparece en la versión española de las
mismas y del Ritual:
«Enséñese con diligencia a
los fieles que también cuando reciben
la comunión fuera de la celebración
de la Misa se unen íntimamente al
sacrificio con el que se perpetúa el
sacrificio de la cruz y participan de
aquel sagrado convite en el que, “por
la comunión del Cuerpo y de la Sangre del Señor, el pueblo de Dios participa en los bienes del sacrificio pascual, renueva la nueva Alianza entre
Dios y los hombres, hecha de una vez
para siempre con la Sangre de Cristo,
y prefigura y anticipa en la fe y la
esperanza el banquete escatológico
en el reino del Padre, anunciando la
muerte del Señor hasta que venga”.»
Ofrezco un breve comentario a este párrafo de las Notas
Previas:
Todos los ritos importantes celebrados en el Antiguo Testamento han sido precedidos por
la palabra que da sentido al rito,
puesto que éste sólo tiene razón
de ser como sello de una Alianza.
Jesucristo, Palabra eterna, pone
sello a su presencia salvadora cumpliendo hasta la muerte su propia
inmolación. En cuanto al Antiguo
Testamento, basta con que recordemos la palabra por la que Dios
hace su promesa a Noé y su familia, que culmina con el sacrificio
que éste ofrece a Dios; la gran
alianza del Sinaí tiene la proclama-
teólogos y pastores de la Iglesia que
desde su mismo nacimiento hasta el
siglo IX, tuvo como la práctica normal,
la comunión en la mano y estando de
pie.
Los testimonios de santos Padres,
de obispos y de Sumos pontífices de
todo este largo periodo de la vida de
la Iglesia, son abundantes.
Extraemos aquí unos pocos, representativos de diversas épocas:
1. San Hipólito de Roma
(Traditio Apostólica (a. 215), explicando
el rito de la comunión a los recién
bautizados dice que "el obispo, partiendo el pan y entregándolo (porrigens) al
comulgante mientras le dice: El Pan celestial en Cristo Jesús..."
L a
e x p r e s i ó n
"porrigens" (alargando la mano para
entregar), indica claramente que se
trata de colocar el Pan en la mano del
comulgante.
2. El Papa San Cornelio, denunciando los abusos del cismático Novaciano, comenta el texto de San Hipólito y demuestra que, efectivamente,
San Hipólito hablaba de la comunión
en la mano. Veamos lo que dice el Papa:
“Hecha la oblación (Novaciano) partiendo una porción para cada uno y entregándola, en lugar de la bendición
(costumbre del tiempo a la hora de la
comunión), los obligaba a jurar, mientras
retenían el Pan encerrado en ambas manos, y no les permitía retirarse
antes de jurar así: uso -dice San Corneliolas mismas palabras: Júrame por el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, que nunca te separarás de mí y que
nunca regresarás a Cornelio”.
3. San Cipriano afirma que el fiel,
recibido el pan sobre la palma abierta,
debía cerrarla después, para volverla a
abrir cuando, vuelto a su lugar, lo tra-
gaba.
4. El testimonio de San Cirilo de
Jerusalén, ya citado al comienzo, inspiró a otros de su tiempo para orientar, casi con las mismas palabras, a los
fíeles comulgantes. Las manos puestas
en cruz, una sobre la otra, tal como
lo indicaba san Cirilo, es mencionada
también por Teodoro de Mopsuestia,
y fue costumbre estable, desde el inicio del cristianismo hasta el siglo IX.
5. Eusebio de Cesárea, historiador
de la Iglesia (265-340) transmite
una carta de Dionisio, obispo de
Corinto (fines del siglo II y comienzos del s. III), que éste dirige
al Papa Sixto I, a propósito de un
fiel suyo que había sido bautizado
por herejes y le pedía ser rebautizado. Dice Dionisio en su
carta al Papa: «Dado que éste ha
asistido frecuentemente a la Eucaristía, ha respondido "amén" junto con
los otros, se ha acercado a la mesa
extendiendo las manos para
recibir el santo alimento; ha comido el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
24
Es bueno tener en cuenta que esta
postura de rodillas no fue la única manera de expresar la reverencia al Sacramento. Santa Hildegarda ordenó a
sus monjas acercarse a la comunión
vestidas de blanco y ataviadas, como
para un desposorio, con una corona
que llevaba encima de la frente la imagen del Cordero. Así también sucedió
en otras comunidades religiosas, de
modo que no solamente vestiduras
especiales, sino también ritos que rodeaban el gesto de comulgar expresando esplendor y reverencia, también
se hicieron presentes además de la
comunión de rodillas.
Como se puede notar por los
apuntes anteriores, la posición de rodillas para recibir la comunión es muy
tardía, no antes del siglo XI.
Ahora, después de este breve recorrido histórico, miremos cuál es la
mente de la Iglesia en torno a las posiciones “de pie” y “de rodillas”.
«Según la costumbre de la Iglesia, los
fieles pueden recibir la comunión de rodillas o de pie. Elíjase uno u otro modo según las normas establecidas por la competente autoridad eclesiástica territorial,
teniendo en cuenta las diferentes circunstancias, ante todo la disposición del lugar
y el número de los comulgantes. Sigan los
fieles de buen grado el modo indicado por
los pastores para que la comunión sea
verdaderamente signo de unidad entre
todos los comensales en la misma mesa
del Señor. – Cuando los fieles comulgan
de rodillas no se exige de ellos otro signo
de reverencia con el Santísimo Sacramento, porque la misma genuflexión expresa
adoración. Pero cuando se comulga de
pie se recomienda encarecidamente que
los que se acercan procesionalmente
hagan una reverencia debida antes de la
recepción del Sacramento, en lugar y
tiempo oportuno para que no se entorpezca el acceso y retiro de los fieles.» (Instrucción EUCHARISTICUM MYSTERIUM, de 25 de mayo de 1967; cfr.
Instr. INÆSTIMABILE DONUM, 11).
9
18
CÁPSULA
¿EN LA MANO O EN LA
BOCA?
Comentando: La recomendación
que aparece en las últimas líneas, que
se refiere a la comunión de pie, hay
que atenderla delicadamente, porque
se ha creado un clima de superficialidad, aun entre presbíteros en la concelebración. Pero también entre los
laicos. Unos y otros debemos tener
en cuenta la reverencia debida al Señor a quien recibimos en la comunión. Una postura reverente, un gesto, sea de genuflexión o de inclinación
profunda, es lo que se recomienda
antes de comulgar, teniendo el cuidado de dejar expedito el espacio para
la movilización de los demás comulgantes.
En lo que toca a los presbíteros y
los otros ministros, es preciso tener
en cuenta que, un derecho de los fieles es para nosotros un deber. Los
ministros -sacerdotes, diáconos o
laicos-, debemos respetar el deseo de
cada comulgante, de comulgar de pie
o de rodillas. No es atribución de
quien preside imponer una u otra
forma de posición a la hora de comulgar. Véase al respecto, la Instrucción
REDEMPTIONIS SACRAMENTUM en el n.
91.
Este tema nos va a ocupar varias entregas, a fin de que quede
clara la fundamentación históricodoctrinal de ambas formas, así como con la intención de que sea
bien comprendida la recuperación
de auténticas tradiciones y la normativa actual al respecto.
Para iluminar el presente tema,
rescato algunos elementos de un
artículo que escribí en 1976, a raíz
de la promulgación de las instrucciones MEMORIALE DOMINI e INMENSÆ CHARITATIS, del Papa Pablo
VI.
LA MANO: EL TRONO DEL
REY
(A propósito de la Comunión
en la mano)
ción solemne del decálogo que
remata (Ex 24) en un holocausto,
una sangre derramada y una comida sagrada. Hay otros ejemplos
que, por falta de espacio, no se
consignan.
En el culto cristiano, todo
sacramento y los sacramentales
mayores, tienen, no solamente la
palabra de Dios que antecede el
rito, sino la palabra sacramental
que lo sustenta.
Por esa razón es importante que los fieles que comulgan
fuera de la Misa tengan, en el momento de la comunión, contacto
cuasisacramental con la Palabra
proclamada en la celebración.
7
CÁPSULA
D I S PO S I C I ON ES PA RA
RECIBIR LA SAGRADA
COMUNIÓN
“Cuando te acercas, no avances
con las manos abiertas, ni con los
dedos separados, sino la izquierda
como un trono, sosteniendo la derecha, puesto que vas a recibir al Rey
y, poniendo tu mano cóncava, recibe
el Cuerpo de Cristo, diciendo:
"Amén".» (Catequesis mistagógica
V)
Una entrega más para hablar de
la sagrada comunión, asumiendo
lo que las Notas Previas señalan en
los nn. 23 a 25.
La educación de los fieles, y de
nosotros mismos los ministros
consagrados, en el profundo amor
y respeto a la sagrada eucaristía,
viene a ser apoyada con las reflexiones que aquí se ponen a
nuestro alcance, para nuestro propio crecimiento espiritual y el de
los fieles de nuestra Iglesia.
Con esta hermosísima y expresiva exhortación, San Cirilo, Arzobispo de Jerusalén (313-386)
enseñaba, durante la semana siguiente al domingo de Resurrección, a los que acababan de recibir
los sacramentos de la Iniciación
Cristiana.
Se puede afirmar, sin titubeos,
que san Cirilo fue el faro que iluminó el camino de otros grandes
23. La Eucaristía, que continuamente hace presente entre los
hombres el misterio pascual de
Cristo, es la fuente de toda gracia
y del perdón de los pecados. Sin
embargo, los que desean recibir el
Cuerpo del Señor, para que perciban los frutos del sacramento pascual, tienen que acercarse a él con
la conciencia limpia y con recta
disposición de espíritu.
10
COMENTARIO:
La razón de ser de la encarnación es
el rescate del pecado de la humanidad y
la reconciliación, en Cristo, con el Padre.
La eucaristía se identifica totalmente con
el misterio de muerte y resurrección de
Cristo. Incorporados en Cristo por el bautismo, participamos plenamente de la
inmolación de Cristo en condición de víctimas en el sacrificio de alabanza al Padre.
Como Abel, el verdadero sacrificio es la
persona de Cristo, y en él la persona de
cada uno de nosotros. Es la persona, es la
pureza de intenciones, es el corazón en
armonía con la fidelidad a Dios, lo que
cuenta.
Además la Iglesia manda «que nadie
consciente de pecado mortal, por contrito que se crea, se acerque a la sagrada Eucaristía sin que haya precedido la confesión sacramental». Pero
cuando urja la necesidad de comulgar
y no haya suficientes confesores, haga
un acto de perfecta contrición con el
propósito de confesar en el debido
tiempo todos los pecados mortales,
que al presente no pueda confesar.
23
necesidad cuando no se cumple la condición indispensable, que es el estado de
gracia. Posponer la confesión requiere
una situación de urgencia y la firme decisión de acudir cuanto antes al sacramento.
Pero los que diariamente o con
frecuencia suelen comulgar, conviene
que con la oportuna periodicidad,
según la condición de cada cual, se
acerquen al sacramento de la Penitencia.
Por lo demás, los fieles miren también a la Eucaristía como remedio
que nos libra de las culpas de cada día
y nos preserva de los pecados mortales; sepan también el modo conveniente de aprovecharse de los ritos
COMENTARIO:
No es el sacramento de la penitencia
condición para comulgar. Se impone su
penitenciales de la liturgia, en especial
de la Misa.
24. Los que van a recibir el Sacramento no lo hagan sin estar durante
una hora en ayunas de alimentos sólidos y bebidas, exceptuada el agua.
El tiempo del ayuno eucarístico, o
sea la abstinencia de alimento o la
bebida no alcohólica, se abrevia a un
cuarto de hora aproximadamente
para:
1) Los enfermos que residan en
hospitales o en sus domicilios, aunque
A partir del siglo VIII (en Roma en
el siglo IX) se restringió el acercamiento de los fieles al altar y se redujo sólo a algunas ocasiones. Se les
enviaba a un altar lateral, donde recibían la comunión.
no guarden cama.
2) Los fieles de edad avanzada,
que por su ancianidad no salen de
casa o están en asilos.
3) Los sacerdotes enfermos,
aunque no guarden cama, o de
edad avanzada, lo mismo para celebrar Misa que para recibir la sagrada comunión.
4) Las personas que están al
cuidado de los enfermos o ancianos, y sus familiares que desean
recibir con ellos la sagrada comunión, siempre que sin incomodidad
no puedan guardar el ayuno de
una hora.
25. La unión con Cristo, a la
que se ordena el mismo sacramento, ha de extenderse a toda la vida
cristiana, de modo que los fieles
de Cristo, contemplando asiduamente en la fe el don recibido, y
guiados por el Espíritu Santo, vivan
su vida ordinaria en acción de gracias y produzcan frutos más abundantes de caridad.
Para que puedan continuar más
fácilmente en esta acción de gracias, que de un modo eminente se
Aparece el comulgatorio, pero
se mantiene la comunión de pie.
Partiendo de África del norte
(siglo IV) y extendiéndose a otros
sitios (siglos posteriores), los fieles se
acercaban a la barandilla que rodeaba
el altar (en San José pueden hacerse
una idea de esa barandilla visitando la
iglesia de La Merced). La altura de la
barandilla alcanzaba a los hombros de
una persona de estatura media, por lo
que sólo estando de pie se podía recibir la comunión.
No será sino a partir del siglo XIII,
que podremos hablar de diversas
medidas que se fueron tomando a fin
de que los fieles pudieran comulgar
de rodillas.
Continuaremos en nuestra próxima entrega.
17
CÁPSULA
¿DE RODILLAS O DE PIE?
(Continuación)
los ministros se desplazaban distribuyendo la comunión. Pero no fue así en
todas las regiones, porque en otras se
admitía el acercamiento de los fieles al
altar, para lo cual se abría el portón de
la barandilla que separaba el presbiterio del resto de la iglesia. Estamos
hablando del siglo IV.
En la entrega n. 16 iniciamos un
breve recorrido histórico en torno a
la posición en que los fieles deben
recibir la santa comunión. Hoy nos
proponemos continuar con este recorrido en busca de un remate que
nos ubique en el momento actual para conocer y asumir la legislación vigente.
La comunión “de rodillas”
Antes de entrar expresamente en
la mención de la costumbre de comulgar de rodillas, veamos algunos
antecedentes de la genuflexión, vista
como expresión corporal de oración, de penitencia, de reverencia
y de adoración.
Los hebreos oraban, en el templo y en la sinagoga, de pie y con
las manos en alto; así lo hicieron
también los primeros cristianos,
pero cambiando el significado de la
postura y del gesto: ya no era expresión de la esclavitud del pecado, sino que, gozando de la libertad en Cristo, levantaban espontáneamente sus brazos como hijos
libres de Dios.
No obstante, no se desconoce
la posición de rodillas en la oración privada, mucho antes de que
entrara ritualmente, en una primera etapa, como gesto expresivo de
penitencia. Veamos claros ejemplos consignados en el Nuevo Testamento: San Pablo dice: «Doblo
mis rodillas al Padre de Nuestro Señor Jesucristo» (Ef 2,14); El Señor
Jesús, la noche antes de su muerte,
habiéndose hecho acompañar de
los apóstoles Pedro, Santiago y
Juan, «se apartó de ellos como un
tiro de piedra, y puesto de rodillas,
oraba …» (Lc 22,41). El diácono
san Esteban se arrodilló en el momento supremo de la entrega de
su vida (cf. He. 7, 60). También el
historiador Eusebio de Cesarea da
testimonio de que San Ireneo (año
190), antes de su martirio, de rodillas oró por las iglesias.
Si ahora nos referimos directamente a la posición de rodillas
como postura para recibir la comunión, tendremos que asumir
que la práctica de recibir el cuerpo
del Señor de rodillas se fue imponiendo en la Iglesia latina muy lentamente, entre los siglos XI y XVI.
En la liturgia bizantina (oriental) no
se conoce la postura de rodillas; la
comunión allí sigue siendo de pie.
22
CÁPSULA
11
16
LA COMUNIÓN
En una entrega anterior habíamos
hablado de las disposiciones espirituales necesarias para comulgar dignamente. Hoy nos ocupamos de las distintas formas externas de recibir la
comunión.
Pero, antes de hablar de estas formas, hoy un tanto discutidas, hablemos de algo mucho más profundo.
Hablemos de la Comunión, entendida
como la íntima unión con Cristo y con
la Iglesia. El Padre José Jungmann, extraordinario teólogo liturgista, que nos
ofreció un tratado histórico-litúrgico
de la misa, nos deja como preciosa
herencia esta enseñanza:
«Al sacrificio de la Nueva Ley, tal como lo instituyó Cristo le sigue necesariamente un convite sagrado: es la fiesta de
la familia de Dios, es decir, de aquellos
que, en virtud del bautismo pertenecen a
Cristo, formando con Él una comunidad
entrañable. Se acercan a Dios como pueblo santo. La Iglesia comunidad que vive
del Espíritu de Cristo, debe encontrar su
expresión en la comunión sacramental».
(J. Jungmann, MISSARUM SOLEMNIA, n.
383).
Ampliando la enseñanza del P. Jungmann, manejamos una nota al pie de
página de la que rescatamos lo siguiente: “De modo que la palabra comunión, no significa en primer lugar una
acción individual de unión con Cristo,
sino el bien supremo que une entre sí
a la comunidad de fieles. Entendemos,
por consiguiente, que para poder
acercarnos a comulgar, es requisito
indispensable “estar en comunión”.
Se comprende, entonces por qué las
notas previas del Ritual del Culto Eucarístico fuera de la misa, señalan claramente condiciones que garanticen
la ausencia de cualquier clase de ruptura con Cristo y con la Iglesia.
Entre las condiciones allí señaladas rescatamos las siguientes: Conciencia limpia y recta disposición de
espíritu y estar en comunión con la
Iglesia. Se entiende, entonces, que es
indispensable encontrarse en estado
de gracia, o recuperarlo previamente
mediante el sacramento de la reconciliación. Además, no mantener ninguna actitud de ruptura con la Iglesia,
sino mantenerse en total fidelidad y
adhesión.
En esa misma línea de comunión,
agrega el n. 25: «La unión con Cristo, a
la que se ordena el mismo sacramento,
ha de extenderse a toda la vida cristiana, de modo que los fieles de Cristo,
contemplando asiduamente en la fe el
don recibido, y guiados por el Espíritu
Santo, vivan su vida diaria en acción de
gracias y produzcan frutos más abundantes de caridad».
Y después de estas consideraciones que nos llevan a comprender la
exigencia de estar totalmente identificados con Cristo y con el santo Pueblo de Dios, para que nuestra comunión eucarística sea signo que ratifique nuestra comunión en el espíritu
de Cristo y su Iglesia, ahora sí, pase-
mos a responder algunas preguntas que pululan en el ambiente.
¿DE RODILLAS O DE PIE?
Hablemos, en un primer momento, de las posiciones a asumir
para recibir la comunión, es decir,
si se recibe de rodillas o de pie.
Comencemos mirando a los
apóstoles en la última Cena con el
Señor Jesús. Ni de rodillas ni de
pie, sino postrados en el suelo y
apoyados, inclinando su cuerpo,
sobre el borde de una mesa baja.
Y así lo hicieron las comunidades
cristianas que fueron naciendo a la
luz de la actividad apostólica, tales
como Jerusalén, Corinto, Antioquía, Efeso, y otras muchas que se
mencionan en los Hechos de los
Apóstoles, las cartas apostólicas y
el Apocalipsis. Y, para sorpresa
nuestra, la posición para comulgar
que surge en la etapa siguiente, es
la posición de pie. Datos provenientes del siglo IV, consignados
como prescripciones en un ritual
para ceremonias papales conocido
con el nombre de Ordo Romanus
I, nos llevan a constatar que los
fieles permanecían en su lugar y
da a Dios en la Misa, se recomienda a
los que han sido alimentados con la
sagrada comunión que permanezcan
algún tiempo en
oración.
8
CÁPSULA
TESTIMONIOS EN TORNO A
LA DEVOCIÓN EUCARÍSTICA
Interrumpimos los comentarios que
venimos haciendo de las Notas Previas, para dar lugar a dos testimonios
profundamente edificantes de amor a
la Eucaristía, uno de ellos hasta el martirio.
El primero: Misa en la cárcel
comunista.
¿Cómo celebraba la misa el cardenal vietnamita Van Thuan, que estuvo
años en un campo de concentración?
El arzobispo vietnamita que estuvo
años en prisión, hoy cardenal de la
Iglesia Católica, da testimonio sobre
cómo logró celebrar la misa en un
campo de concentración comunista.
«Cuando me arrestaron, tuve que
marcharme enseguida, con las manos
vacías. Al día siguiente me permitieron
escribir a los míos, para pedir lo más
necesario: ropa, pasta de dientes…
Les puse: “Por favor, envíenme un poco de vino como medicina contra el
dolor de estómago”. Los fieles comprendieron enseguida.
Me enviaron una botellita de vino
de misa, con la etiqueta: medicina contra el dolor de estómago, y hostias
escondidas en una antorcha contra la
humedad.
La policía me preguntó:
¿Le duele el estómago?
Sí.
Aquí tiene una medicina para usted.
Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de
vino y una gota de agua en la palma
de la mano, celebré la misa. ¡Éste era
mi altar y ésta era mi catedral! Era la
verdadera medicina del alma y del
cuerpo: Medicina de inmortalidad,
remedio para no morir, sino para
viviré siempre en Jesucristo, como
dice Ignacio de Antioquía.
A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la
cruz con Jesús, de beber con él el
cáliz más amargo. Cada día, al recitar
las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con
toda el alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante
su sangre mezclada con la mía. ¡Han
sido las misas más hermosas de mi
vida!»
El otro: Mártir por amor a la
eucaristía
Unos meses antes de su muerte, el
Obispo Fulton J. Sheen fue entrevistado por la televisión nacional: «Obispo
Sheen, usted inspiró a millones de
personas en todo el mundo. ¿Quién
lo inspiró a usted? ¿Fue acaso el Papa?»
El Obispo Sheen respondió que su
mayor inspiración no fue un Papa, ni
un Cardenal, u otro Obispo, y ni siquiera fue un sacerdote o monja. Fue
una niña china de 11 años de edad.
Explicó que cuando los comunistas
se apoderaron de China, encarcelaron a un sacerdote en su propia rectoría cerca de la iglesia. El sacerdote
observó aterrado desde su ventana como los comunistas penetraron en la iglesia y se dirigieron al
santuario. Llenos de odio profanaron el tabernáculo, tomaron el
copón y lo tiraron al piso, esparciendo las Hostias Consagradas.
Eran tiempos de persecución y el
sacerdote sabía exactamente cuántas Hostias contenía el copón:
treinta y dos.
Cuando los comunistas se retiraron, tal vez no se dieron cuenta,
o no prestaron atención a una niñita que rezaba en la parte de
atrás de la iglesia, la cual vio todo
lo sucedido. Esa noche la pequeña
regresó y, evadiendo la guardia
apostada en la rectoría, entró a la
iglesia. Allí hizo una Hora Santa de
oración, un acto de amor para
reparar el acto de odio. Después
de su hora santa, se adentró al
santuario, se arrodilló e, inclinándose hacia delante, con su lengua
recibió a Jesús en la sagrada comunión (en aquel tiempo no se permitía a los laicos tocar la eucaristía
con sus manos).
La pequeña continuó regresando cada noche, haciendo su hora
santa y recibiendo a Jesús Eucarístico en su lengua. En la trigésima
segunda noche, después de haber
consumido la última Hostia, accidentalmente hizo un ruido que
despertó al guardia. Éste corrió
detrás de ella, la agarró, y la golpeó hasta matarla con la culata de
su rifle.
12
21
Este acto de martirio heroico fue
presenciado por el sacerdote, mientras, sumamente abatido, miraba desde la ventana de su cuarto convertido
en celda.
Cuando el Obispo Sheen escuchó
el relato, se inspiró a tal grado que
prometió a Dios que haría una hora
santa de oración frente a Jesús Sacramentado todos los días, por el resto
de su vida.
9
CÁPSULA
VARIAS FORMAS DE CULTO A
LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA
En la cápsula n. 7, de fecha 30 de
julio presentamos los nn. 23 a 25, sobre
las disposiciones espirituales del comulgante, con algunos comentarios. En la n.
8, de fecha 6 de agosto, interrumpimos
la presentación y los comentarios de las
Notas Previas del Ritual, para presentar
dos preciosos testimonios de amor a la
Eucaristía. Hoy reanudamos la labor que
nos propusimos de ir presentando y comentando las mencionadas Notas Previas.
Saltamos del n. 25 al n. 79, porque
los nn. 26 a 78 desarrollan el rito para
distribuir la comunión fuera de la misa.
Continuamos, entonces, a partir del
primer número del cap. III, que trata
de las varias formas de culto a la
Eucaristía.
79. Se recomienda con empeño
la devoción privada y pública a la
santísima Eucaristía, aun fuera de
la misa, de acuerdo con las normas
establecidas por la autoridad competente, pues el sacrificio eucarístico es la fuente y el punto culminante de toda la vida cristiana.
En la organización de tan piadosos y santos ejercicios, téngase en
cuenta los tiempos litúrgicos, de
modo que vayan de acuerdo con la
sagrada liturgia, en cierto modo se
deriven de ella y a ella conduzcan
al pueblo.30
80. Los fieles, cuando veneran a
Cristo presente en el Sacramento,
recuerdan que esta presencia proviene del sacrificio y se ordena al
mismo tiempo a la comunión sacramental y espiritual.
Así, pues, la piedad que impulsa
a los fieles a adorar a la santa Eucaristía los lleva a participar más
plenamente en el misterio pascual
y a responder con agradecimiento
al don de aquel que por medio de
su humanidad infunde continuamente la vida en los miembros de
su Cuerpo. Permaneciendo ante
Cristo, el Señor, disfrutan de su
trato íntimo, le abren su corazón
por sí mismos y por todos los suyos y ruegan por la paz y la salvación del mundo. Ofreciendo con
Cristo toda su vida al Padre en el
Espíritu Santo sacan de este trato
admirable un aumento de su fe, su
esperanza y su caridad. Así fomentan las disposiciones debidas que
les permiten celebrar con la devoción conveniente el memorial del
Señor y recibir frecuentemente el
pan que nos ha dado el Padre.
Traten, pues, los fieles de vene-
CÁPSULA
15
LOS CONGRESOS
EUCARÍSTICOS
Estamos llegando al final de la presentación comentada de las Notas Previas
del Ritual del culto eucarístico fuera de la
misa. Hoy nos toca presentar los números
que hablan de los congresos eucarísticos.
109. Los Congresos eucarísticos,
que en los tiempos modernos se han
introducido en la vida de la Iglesia como peculiar manifestación del culto
eucarístico, se han de mirar como una
statio, a la cual alguna comunidad invita a toda la Iglesia local, o una Iglesia
local invita a otras Iglesias de la región
o de la nación, o aun de todo el mundo, para que todos juntos reconozcan
más plenamente el misterio de la Eucaristía bajo algún aspecto particular y lo
veneren públicamente con el vínculo
de la caridad y de la unión. Conviene
que tales Congresos sean verdadero
signo de fe y caridad por la plena participación de la Iglesia local y por la significativa aportación de las otras Iglesias.
C.: El n. 109 abre la posibilidad de
celebrar congresos eucarísticos en distintos ámbitos, a saber: diocesanos, nacionales e internacionales. Siempre habrá una
sede en la que se concentrarán los actos
principales o concluyentes de un congreso
eucarístico. Esta sede es lo que el documento llama “statio” (estación). El último
congreso eucarístico internacional (no.
50), acaba de tener lugar en Dublín,
Irlanda, del 10 al 17 de junio del presente año, con el tema “La comunión con
Cristo y entre nosotros”.
Durante el presente año y parte del
siguiente, en todo el territorio de Costa
Rica estamos en la etapa preparatoria
para nuestro 4º congreso eucarístico nacional, con sede (statio) en Cartago, con
el tema “La Eucaristía: Pan de vida
para nuestro pueblo”, cuya parte
conclusiva tendrá lugar del 17 al 21 de
abril del 2013.
110. Háganse los oportunos estudios, ya en la Iglesia local ya en las
otras Iglesias, sobre el lugar, temario
y el programa de actos del Congreso
que se vaya a celebrar, para que se
consideren las verdaderas necesidades y se favorezca el progreso de los
estudios teológicos y el bien de la
Iglesia local. Para este trabajo de investigación búsquese el asesoramiento de los teólogos, escrituristas, liturgistas y pastoralistas, sin olvidar a los
versados en las ciencias humanas.
C.: El no 111 se encarga de detallar
la puesta en práctica de las recomendaciones sugeridas en el 110.
111. Para preparar un Congreso
se ha de hacer sobre todo:
a) Una catequesis más profunda y
acomodada a la cultura de los diversos grupos humanos acerca de la Eucaristía, principalmente en cuanto
constituye el misterio de Cristo viviente y operante en la Iglesia.
b) Una participación más activa en
la sagrada liturgia, que fomente al mismo tiempo la escucha religiosa de la
palabra de Dios y el sentido fraterno
de la comunidad.
c) Una investigación de las ayudas
y la puesta en marcha de obras sociales para la promoción humana y para
la comunicación cristiana de bienes
incluso temporales, a ejemplo de la
primitiva comunidad cristiana, para
que el fermento evangélico se difunda
desde la mesa eucarística por todo el
orbe como fuerza de edificación de la
sociedad actual y prenda de la futura.
C.: Para el efecto, cada diócesis es
responsable de diseñar el plan de trabajo a realizar durante el año y los actos
especiales para la conclusión. La Arquidiócesis de san José ha presentado un
plan variado, de acento muy espiritual,
cuyo centro son las celebraciones y las
catequesis, y en el que también se incluyen símbolos evocativos que se hacen
visibles en las iglesias y otros lugares.
Dicho plan ha sido difundido por
otros medios, y puede adquirirse en
las oficinas de VICEPAL, en la Curia
Metropolitana de San José.
112. Criterios para organizar la
celebración de un Congreso eucarístico:
a) La celebración de la Eucaristía sea verdaderamente el Centro
y la culminación a la que se dirijan
todos los actos y los diversos ejercicios de piedad.
b) Las celebraciones de la palabra de Dios, las sesiones catequéticas y otras reuniones públicas
tiendan sobre todo a que el tema
propuesto se investigue con mayor profundidad, y se propongan
con mayor claridad los aspectos
prácticos a fin de llevarlos a efecto.
c) Concédase la oportunidad
de tener ya las oraciones comunes, ya la adoración prolongada,
ante el Santísimo Sacramento expuesto, en determinadas iglesias
que se juzguen más a propósito
para este ejercicio de piedad.
d) En cuanto a organizar una
procesión, en que se traslade al
Santísimo Sacramento con himnos
y preces públicas por las calles de
la ciudad, guárdense las normas
para las procesiones eucarísticas,
mirando a las condiciones sociales
y religiosas del lugar (cf. núms.
101- 104).
Concluimos así la presentación de
las Notas Previas y sus comentarios.
Las próximas cápsulas versarán en
torno a las disposiciones espirituales
para recibir la santa comunión, y las
formas externas de recibirlas, acompañadas de sus signos de reverencia
y adoración.
Con un cordial saludo, les invito a
que continúen compartiendo con nosotros estas breves reflexiones, y que,
con lenguaje catequético, las compartan con el pueblo de Dios.
20
13
rar a Cristo en el Sacramento de
acuerdo con su propio modo de vida.
Y los pastores en este punto vayan
delante con su ejemplo y exhórtenlos
con sus palabras.31
81. Acuérdense, finalmente, de prolongar por medio de la oración ante
Cristo, el Señor, presente en el Sacramento, la unión con él conseguida en
la comunión y renovar la alianza que
los impulsa a mantener en sus obras,
costumbres y en su vida la que han
recibido en la celebración eucarística
por la fe y el Sacramento. Procurarán,
pues, que su vida transcurra con alegría en la fortaleza de este alimento
del cielo, participando en la muerte y
resurrección de Señor. Así, cada uno
procure hacer buenas obras, agradar a
Dios, trabajando por impregnar al
mundo del espíritu cristiano y también
proponiéndose llegar a ser testigo de
Cristo en todo momento en medio de
la sociedad humana.32
COMENTARIO:
Los tres números que presentamos en
esta entrega son como la parte introductoria de toda una serie de prácticas, especialmente de carácter público, con la que
la Iglesia, a través de los siglos, ha venido
enriqueciendo nuestro camino de adoración a la santísima Eucaristía. En los
próximos números corresponderá analizarlas y valorarlas una a una.
El n. 79 – el primero de éstos – parece una recomendación práctica, pero
más bien nos invita a profundizar en la
Historia de la Salvación y en su íntima
relación con el momento culminante que
tiene lugar en la plenitud de los tiempos,
con el sacrificio del Calvario y la institución de la Eucaristía.
El n. 80 nos conduce a reafirmar el
hecho de que la Eucaristía es cumbre
hacia la que se dirige todo acto de culto, y
fuente de donde dimana la fuerza sacramental que imprime valor de alabanza y
de santificación a cada uno de los actos
que de ella derivan. Sacrificio de la Cruz y
entrega de muerte de Cristo, que culmina en la glorificación y genera nueva
vida, nos compromete a nosotros, incorporados en Cristo, a ser con Él ofrenda
de alabanza y proyecto de santificación
para nosotros mismos y para toda la
humanidad. El culto que se desprende
de la celebración del sacrificio, nos prepara y nos motiva para una más plena
participación en dicha celebración.
El n. 81 nos indica que nuestros momentos de intimidad con el Señor nos
predisponen y nos enriquecen para el
testimonio de nuestra fe y la práctica del
amor.
10
CÁPSULA
RELACIONES ENTRE
EXPOSICIÓN Y LA MISA
LA
En esta décima entrega de cápsulas
para el clero, que hemos iniciado con
ocasión del año eucarístico y con miras
al 4º Congreso Eucarístico Nacional, continuamos con las Notas Previas del Ritual
del Culto Eucarístico, a partir del n. 82.
Con gozo hemos venido constatando que
muchos compañeros han estado anuentes a que grupos de feligreses, en especial animadores de Liturgia, los conozcan
y los vayan asimilando, para fortalecer
así el amor de clero y fieles a la presencia eucarística de Cristo entre nosotros.
Hoy asumimos un tema muy importante, como es el de la relación entre la
celebración eucarística y las otras manifestaciones de culto eucarístico.
82. La exposición de la santísima
Eucaristía, sea en el copón, sea en la
custodia, lleva a los fieles a reconocer
en ella la maravillosa presencia de
Cristo y les invita a la unión de corazón con él, que culmina en la comunión sacramental. Así promueve adecuadamente el culto en espíritu y en
verdad que le es debido.
Hay que procurar que en tales
exposiciones el culto del Santísimo
Sacramento manifieste, aun en los
signos externos, su relación con la
misa. En el ornato y en el modo de
la exposición evítese cuidadosamente lo que pueda oscurecer el
deseo de Cristo, que instituyó la
Eucaristía ante todo para que fuera nuestro alimento, nuestro consuelo y nuestro remedio.
A MANERA DE COMENTARIO
«La celebración de la Eucaristía
en el sacrificio de la misa es realmente el origen y el fin del culto que se
tributa fuera de la Misa. Porque las
sagradas especies que quedan después de la Misa no sólo proceden de
ella, sino que se guardan después de
la Misa para que los fieles que no
pueden asistir a la misa se unan a
Cristo y a su sacrificio, celebrado en
la Misa, por medio de la comunión
sacramental recibida con las debidas
disposiciones.
Así el Sacrificio eucarístico es
fuente y culminación de todo el culto
de la Iglesia y de toda la vida cristiana.
Nadie debe dudar “que los cristianos tributan a este Santísimo Sacramento, al venerarlo, el culto de adoración que se debe al Dios verdadero,
según la costumbre siempre aceptada de la Iglesia Católica. Porque no
debe dejar de ser adorado por el
hecho de haber sido instituido por
Cristo, el Señor, para ser comido”.
También en la reserva eucarística
debe ser adorado, porque allí está
sustancialmente presente por aquella
conversión del pan y del vino que,
según el Concilio de Trento, se llama
apropiadamente transubstanciación.
(Cuad. Phase, n. 148, pg. 17)
83. Se prohíbe la celebración
de la misa durante el tiempo en
que está expuesto el Santísimo
Sacramento en la misma nave de la
iglesia u oratorio.
14
19
Pero si se trata de grandes ciudades, y la necesidad pastoral así lo
aconseja, se puede, a juicio del Obispo
diocesano, organizar otras procesiones en las barriadas principales de la
ciudad. Pero donde no se pueda celebrar la procesión en la solemnidad del
Cuerpo y de la Sangre de Cristo, conviene que se tenga otra celebración
pública para toda la ciudad o para sus
barriadas principales en la iglesia catedral o en otros lugares oportunos.
C.: Esta celebración nace en la Iglesia
Occidental durante el siglo 13, en signo
de manifestación de devoción a la sagrada forma y de fe en la presencia eucarística, como respuesta a la fuerte crisis que
se vivió durante tres siglos y, sobre todo,
de cara a los errores de Berengario de
Tours, que negaba la presencia real del
Señor. Se celebró por primera vez en
Lieja (Bélgica), por el obispo Roberto de
Thourotte. El papa Urbano IV en 1264 la
extendió a toda la Iglesia. Después del
Vaticano II se denomina en nuestra lengua, SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y
SANGRE DE CRISTO.
103. Conviene que la procesión
con el Santísimo Sacramento se celebre a continuación de la misa, en la
que se consagre la hostia que se ha de
trasladar en la procesión. Sin embargo,
nada impide que la procesión se haga
después de la adoración pública y prolongada que siga a la misa.
C. 1.: Lo indicado en el n. 103 en las
dos primeras líneas es teológicamente lo
correcto. Alguna vez ha sucedido que, con
muy buena voluntad pero con ausencia
de un buen enfoque teológico, se ha
hecho la procesión eucarística antes de la
misa y rematando con ésta. Eso no es
correcto. – La cumbre de la celebración
sacramental del misterio eucarístico está
en la celebración de la eucaristía que,
comúnmente llamamos MISA. Es en ese
contexto que se da, reproduciendo los
gestos y las palabras de Cristo, la presencia eucarística o presencia real que se va
a adorar luego en la procesión que, por
lo mismo, es justificada por la Iglesia
como prolongación de la celebración
eucarística.
C. 2.: En este mismo contexto, la
adoración pública prolongada que se
sugiere en las líneas siguientes, forma
también parte de la misa y antecede la
procesión que prolonga la celebración y
concluye con la bendición final que es,
para este caso, la bendición con el Santísimo Sacramento.
C. 3.: En el calendario universal se
mantiene el jueves posterior al domingo
de la Santísima Trinidad como día propio
para celebrar la solemnidad. No obstante, esa fecha de celebración ha quedado
únicamente para aquellos lugares (muy
pocos) en los que se mantiene esta solemnidad con carácter de PRECEPTO. De
hecho las NORMAS UNIVERSALES PARA EL
AÑO LITÚRGICO Y EL CALENDARIO legislan
en estos términos: «En los lugares donde no sean de precepto las solemnidades de Epifanía, la Ascensión y Corpus, señáleseles el domingo como día
propio, de la siguiente manera: - a) La
Epifanía, el domingo que cae entre el
2 y el 8 de enero; - b) La Ascensión,
el domingo VII de Pascua; y – c) Corpus, el domingo después de la Santísima Trinidad.» (NUAC 7). El tenor de
la ley es claro, lo cual indica que la escogencia entre jueves y domingo no es
optativa. En otras palabras, no se debe
adelantar a jueves lo que es vinculante
(obligatorio) celebrar en domingo.
104. Las procesiones eucarísticas
organícense según los usos de la región, ya en lo que respeta al ornato
de plazas y calles, ya en lo que toca a
la participación de los fieles. Durante
el recorrido, según lo aconseje la costumbre y el bien pastoral, pueden
hacerse algunas estaciones o paradas,
aun con la bendición eucarística. Sin
embargo, los cantos y oraciones que
se tengan ordénense a que todos
manifiesten su fe en Cristo y se
entreguen solamente al Señor.
C.: Antiguamente era de rigor que
se prepararan cuatro altares para
hacer otras tantas estaciones. En el
régimen actual se deja a criterio de
los organizadores el número de estaciones y se recomienda la orientación
de los elementos que solemnizan
cada estación y el recorrido de la
procesión. Es digna de encomio la
gran dosis de entusiasmo, entrega y
devoción que ponen quienes colaboran directamente en la preparación y
ornamentación del recorrido, así como la manifiesta devoción de todo el
pueblo santo de Dios en una celebración tan amada por nuestros fieles.
18
15
Sacramento en el sagrario. No les es
licito, sin embargo, dar la bendición
con el Santísimo Sacramento.
C: Las últimas cuatro líneas se refieren, obviamente, al ministro extraordinario (un acólito, un ministro de la comunión, u otra persona autorizada por el
obispo). Tres formas se proponen, a saber: 1) dejar el copón “asomado” a la
puerta del sagrario; 2) colocar el copón
sobre el altar; 3) colocar el píxide en la
custodia. La reserva se hará sencilla, sin
bendición.
92. El ministro, si es sacerdote o
diácono, revístase del alba (o la sobrepelliz sobre el traje talar) y de la
estola de color blanco.
Los otros ministros lleven o la
vestidura litúrgica tradicional en el
país, o un vestido que no desdiga de
este sagrado ministerio y que el Ordinario apruebe.
C: En lo que respecta a la vestidura,
cuidémonos de no “clericalizar” a los
laicos con vestiduras que no les corresponden; respetémosles la condición de
tales. Se dio varias veces en alguna parroquia el abuso de que un seglar, a la
hora de hacer la reserva del santísimo,
vestía alba, cíngulo y ¡¡¡paño de hombros
(velo humeral)!!! Véase el párrafo siguiente.
Para dar la bendición al final de la
adoración, cuando la exposición se ha
hecho con la custodia, el sacerdote y
el diácono pónganse además la capa
pluvial y el velo humeral de color
blanco; pero si la bendición se da con
el copón, basta con el velo humeral.
C.: Como se ve claro en estas últimas
líneas, el velo humeral es ornamento que
sólo pueden usar los ministros ordinarios,
a saber, el presbítero y el diácono. Bien,
vamos ahora a iniciar algunas constataciones y reflexiones en torno a
2. LAS PROCESIONES EUCARÍSTICAS
101. El pueblo cristiano da testimonio público de fe y piedad religiosa
hacia el
Santísimo Sacramento con las procesiones en que se lleva la Eucaristía
por las calles con solemnidad y con
cantos.
Corresponde al Obispo diocesano
juzgar sobre la oportunidad, en las
circunstancias actuales, acerca del
tiempo, lugar y organización de tales
procesiones, para que se lleven a cabo con dignidad y sin desdoro de la
reverencia debida a este Santísimo
Sacramento.
C: A este respecto, es una bendición del Señor que todavía, en nuestros pueblos, se guarda respeto hacia
estas manifestaciones y, salvo algún
caso rarísimo, no se corre el riesgo de
profanación. En las ciudades populosas y de mucho tránsito de vehículos,
todos sabemos que conviene calcular
bien la conveniencia, el recorrido, y
tener en cuenta la solicitud de los
permisos correspondientes de los
poderes civiles. Con un cordial saludo, les invito a que continúen
compartiendo con nosotros estas
breves reflexiones, y que, con lenguaje catequético, las compartan
con el pueblo de Dios.
14
CÁPSULA
NOTAS PREVIAS DEL RITUAL PARA EL CULTO EUCARÍSTICO FUERA DE LA
MISA.
Continuamos hoy con la presentación de los últimos números de las
Notas Previas del Ritual para el Culto
eucarístico fuera de la misa. Partimos
del número 102, que tiene referencia
específica a la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
(Corpus Christi).
102. Entre las procesiones eucarísticas adquiere especial importancia y significación en la vida pastoral de la parroquia o de la ciudad
la que suele celebrarse todos los
años en la solemnidad del Cuerpo
y de la Sangre de Cristo, o en algún otro día más oportuno, cercano a esta solemnidad. Conviene,
pues, que, donde las circunstancias
actuales lo permitan y verdaderamente pueda ser signo colectivo
de fe y de adoración, se conserve
esta procesión de acuerdo con las
normas del derecho.
Pues, aparte de las razones propuestas en el número 6, la celebración
del misterio eucarístico incluye de una
manera más perfecta aquella comunión
interna a la que se pretende llevar a
los fieles con la exposición.
A manera de comentario, incorporamos aquí dos textos del Magisterio
post-conciliar.
El primero de ellos, tomado de la
Instrucción EUCHARISTICUM MYSTERIUM
de la S. Congregación de Ritos y la
Comisión Concilium, de fecha 25 de
mayo de 1967, es el siguiente:
“Los fieles, cuando adoran a Cristo
presente en el sacramento, recuerden que
esta presencia proviene del sacrificio y
ordena a la Comunión al mismo tiempo
sacramental y espiritual” (EM 50).
El segundo proviene de la Carta
Encíclica MYSTERIUM FIDEI, de Su Santidad el Papa Pablo VI, de fecha 3 de
setiembre de 1965. Dice el Santo Padre:
«Exhorto, pues, a los cristianos a visitar regularmente a Cristo presente en
el Santísimo Sacramento del altar,
porque todos estamos llamados a
estar de modo permanente en la presencia de Dios, gracias al que se quedará con nosotros hasta el fin de los
tiempos.
En la contemplación, los cristianos
perciben con mayor profundidad que el
Misterio Pascual está en el centro de toda
la vida cristiana. Este camino los lleva a
unirse más intensamente al Misterio Pascual y a hacer del Sacrificio Eucarístico,
don perfecto, el centro de su vida, según
su vocación específica, en cuanto que
confiere al pueblo cristiano una dignidad
incomparable». (MF 67).
Con un cordial saludo, les invito a
que continúen compartiendo con nosotros estas breves reflexiones, y que,
con lenguaje catequético, las compartan con el pueblo de Dios.
11
CÁPSULA
DISTINTAS FORMAS DE
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO
SACRAMENTO
Hoy vamos a dedicar nuestra atención a las distintas formas de exposición
del Santísimo Sacramento, teniendo en
cuenta su significado espiritual y las normas que las rigen.
El n. 83 de las Notas Previas del
Ritual, en su tercer parágrafo, termina
diciendo: «Si la exposición del Santísimo Sacramento se prolonga durante
uno o varios días, debe interrumpirse
durante la celebración de la misa, a
no ser que se celebre en una capilla o
espacio separado del lugar de la exposición y permanezcan en adoración
por lo menos algunos fieles».
COMENTANDO Y RECORDANDO
Antes de la renovación conciliar existía la costumbre de celebrar eucaristías
llamadas “misas coram Sanctísimo” (Misas ante el Santísimo expuesto).
Un análisis serio de la teología de la
celebración y de la presencia eucarística,
condujo a la conclusión de que es un
contrasentido celebrar la eucaristía, que
por su misma naturaleza hace sacramentalmente presente al Señor bajo la
apariencia de las especies eucaristizadas, ante la presencia.
Por otra parte, la reserva eucarística
nace de la celebración eucarística. Así es
desde los orígenes y así es por naturaleza. Es por eso que las mismas Notas
Previas, en otro momento, recomiendan
que la exposición, la Hora Santa o cualquiera otra expresión de adoración pública, arranquen de la celebración eucarística y no al revés, como inocentemente lo
hemos manejado en no pocos casos.
Pasemos ahora a analizar las normas.
NORMAS QUE SE HAN DE
OBSERVAR EN LA EXPOSICIÓN
84. Ante El Santísimo Sacramento, ya reservado en el sagrario, ya expuesto para la adoración
pública, sólo se hace genuflexión
sencilla.
Comentario: A generaciones
jóvenes y de edad madura podrá
causar sorpresa el que se mencione
esta prescripción. El caso es que,
antes de que aparecieran las presentes normas, era de rigor que la adoración se hiciera con genuflexión doble y, al mismo tiempo, inclinación
profunda.
85. Para la exposición del Santísimo Sacramento en la custodia se
encienden cuatro o seis cirios de
los usuales en la misa, y se emplea
el incienso. Para la exposición en
el copón enciéndanse por lo menos dos cirios; se puede emplear
el incienso.
Comentario: Existe abundantemente la tendencia, por una devoción explicable pero que debe llevarse al conveniente equilibrio, de llenar
de luces (velas) y flores el lugar de la
exposición, al punto que lo que destaca es la ornamentación opacando el
ostensorio. Por otra parte, es preciso
tener en cuenta que la realización
culminante de la eucaristía es la misma celebración sacramental, al punto
de que no puede haber presencia
eucarística ni exposición ni adoración
si no se da la celebración que hace
presente sacramentalmente al Señor
que adoramos. Por esa razón, la ornamentación e iluminación en la exposición no debe sobrepasar la misma en la celebración del sacramento
y sacrificio eucarístico.
Exposición prolongada
86. En las iglesias y oratorios en
que se reserva la Eucaristía, se
recomienda cada año una exposición solemne del Santísimo Sacramento, prolongada durante algún
tiempo, aunque no sea estricta-
16
mente continuado, a fin de que la comunidad local pueda meditar y adorar
más intensamente este misterio. Pero
esta exposición se hará solamente si
se prevé una asistencia conveniente de
fieles.
Comentario: ¡Cuántos buenos recuerdos podemos invocar a este respecto!
Pero también, ¡cuántos nuevos caminos
se han abierto! Antes de la renovación
conciliar hablábamos de los jueves eucarísticos (La Hora Santa es tradición de
muchos años), los terceros domingos: Era
costumbre exponer el Santísimo después
de la segunda misa de la mañana (en las
tardes no se celebraba) y reservarlo en la
tarde con procesión eucarística dentro de
la iglesia y bendición. Cuántos libros piadosos están aúnen las bibliotecas de muchos con subsidios para las Horas Santas,
los 15 minutos delante del santísimo, etc.
Hoy hablamos de prácticas como la Adoración Circular en todas las parroquias,
rectorías y capellanías, adoración nocturna en algunas parroquias, mientras que
en otras ya se ha establecido la exposición diurna y en algunas la adoración
permanente. En todos los casos hay que
tener el cuidado de que esté garantizada
la presencia permanente de fieles adoradores.
17
12
CÁPSULA
DISTINTAS FORMAS DE
EXPOSICIÓN DEL SANTÍSIMO
SACRAMENTO – II PARTE
En conformidad con el propósito que
nos hicimos cuando iniciamos estas entregas, continuamos hoy presentando y
comentando las Notas Previas del Ritual
para el Culto Eucarístico fuera de la misa.
87. En caso de necesidad grave y
general, el Ordinario del lugar puede
ordenar preces delante del Santísimo
Sacramento, expuesto durante algún
tiempo más prolongado, y que debe
hacerse en aquellas iglesias que son
más frecuentadas por los fieles.
C.: En tiempo de guerra, o de catástrofes cuyas consecuencias perduran
haciendo daño, o de pestes (epidemiasendemias), o de carestía, etc. Hay sugeridas en las orientaciones de la Iglesia
Universal varias medidas que puede ordenar el Ordinario en línea de Rogación.
88. Donde, por
falta de un número
conveniente
de
adoradores, no se
puede tener la
exposición sin interrupción, está
permitido reservar
el Santísimo Sacramento en el sagrario, en horas determinadas y dadas
a conocer, pero
no más de dos
veces al día; por
ejemplo, a mediodía y por la noche.
C.: La costumbre
laudable que se va
generalizando de
que, al menos en las
iglesias parroquiales y en algunas
capillas de casas religiosas, permanezca el Santísimo expuesto durante
el día, conlleva la necesidad de establecer un mínimo de vigilancia que
garantice la continuidad en los actos
de adoración de parte de los fieles.
En las iglesias parroquiales sucede
que hay determinadas horas en que
la afluencia de fieles
para adorar no se mantiene permanente. Una buena vigilancia determinará las horas en que no hay fieles.
Dos caminos:
1) reorganizar la presencia por
turnos, de modo que la continuidad
se
garantice, o bien, 2) reservar la
exposición en las horas en que no
hay afluencia de fieles.
Esta reserva puede hacerse de
modo más simple; el sacerdote o
el diácono, revestido de alba (o de
sobrepelliz sobre traje talar) y de
estola, después de una breve adoración, hecha la oración con los
fieles, devuelve el Santísimo Sacramento al sagrario. De mismo modo, a la hora señalada se hace de
nuevo la exposición.
Exposición breve
89. Las exposiciones breves de
Santísimo Sacramento deben ordenarse de tal manera que, antes de
la bendición con el Santísimo Sacramento, se dedique un tiempo
conveniente a la lectura de la palabra de Dios, a los cánticos, a las
preces y a la Oración en silencio
prolongada durante algún tiempo.
C.: Bienvenidos los clamores del
Concilio de Trento, asumidos por el
Vaticano II:
Palabra y Rito son insepara-
bles. Recomienda el C. Vat. II, (CS 51) y
los documentos posteriores que aplican la
renovación, que se tenga muy en cuenta
la estrecha relación entre la palabra y los
ritos expresivos de la eucaristía y los sacramentos. El decreto conciliar sobre el
orden de los presbíteros enseña que «se
requiere la predicación de la palabra para
el ministerio de los sacramentos, puesto
que son sacramentos de la fe, la cual
procede de la palabra y de ella se nutren» (P.O. 4)
De ahí la importancia de que no se
haga la bendición simplemente por hacerla, sino que, lo mínimo, sea enmarcada
en una celebración de la palabra de Dios,
aunque sea breve, pero que dé lugar a la
meditación de la intervención del Eterno
en nuestro tiempo.
Se prohíbe la exposición tenida únicamente para dar la bendición.
C. Se aplica para esta última línea el
mismo comentario anterior.
las
Constituciones o
normas de su Instituto, tienen la adoración perpetua o
prolongada
por
largo tiempo, se les
recomienda
con
empeño que organicen esta piadosa
costumbre según el
espíritu de la sagrada liturgia, de forma que, cuando la
adoración
ante
Cristo, el Señor, se
tenga con participación de toda la comunidad, se haga
con sagradas lecturas, cánticos y algún
tiempo en silencio,
para fomentar más eficazmente la
vida espiritual de la comunidad. De
esta manera se promueve entre los
miembros de la casa religiosa el espíritu de unidad y fraternidad de que es
signo y realización la Eucaristía y se
practica el culto debido al Sacramento de forma más noble.
C. Igualmente, en cuanto a la adoración en comunidades religiosas, se dan
recomendaciones de que se aplique
la modalidad de Celebración de la Palabra de Dios, de manera prolongada,
enriqueciendo con momentos de silencio
y contemplación, lecturas bíblicas y otras
fruto de la espiritualidad de la Iglesia,
cantos, algún testimonio, etc.
CÁPSULA
13
EL MINISTRO DE LA
91. El ministro ordinario de la
exposición del Santísimo Sacramento es el sacerdote o el diácono, que al final de la adoración,
antes de reservar el Sacramento,
bendice al pueblo con el mismo
Sacramento.
En ausencia del sacerdote o
diácono, o legítimamente impedidos, pueden exponer públicamente la santísima Eucaristía a la adoración de los fieles y reservarla
después, el acólito u otro ministro
extraordinario de la sagrada comunión, o algún otro autorizado
por el Ordinario del lugar.
C: En este caso, como también en
lo que atañe a la distribución de la
sagrada comunión, se hace la diferencia clara entre lo que es un ministro ordinario, y lo que es un ministro
extraordinario. En la exposición, bendición y reserva del santísimo Sacramento, estando presente el ministro
ordinario (presbítero o diácono) no
debe delegar su función en un ministro extraordinario. En este caso el
ministro extraordinario sólo puede
ejercer su función en ausencia del
ordinario. (Conviene advertir que,
cuando se trata de la distribución de
la comunión dentro de la celebración
eucarística, el ministro extraordinario
sólo entra en acción cuando el ministro ordinario se lo pide, pero nunca
en suplencia de éste último, sino colaborando con él, que es, en primer
lugar, quien debe actuar).
EXPOSICIÓN DE LA
SANTÍSIMA EUCARISTÍA
La adoración en las comunidades religiosas
90. A las comunidades religiosas y
otras piadosas asociaciones que, según
reservar el Santísimo
Sacramento. Partimos, entonces,
del n. 91 de las Notas Previas.
Corresponde analizar qué niveles de
compromiso se dan entre las personas
autorizadas o habilitadas para exponer y
Todos éstos pueden hacer la
exposición abriendo el sagrado, o
también, si se juzga oportuno, poniendo el copón sobre el altar, o
poniendo la hostia en la custodia.
Al final de la adoración guardan el
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