DIARIO LIBERAL DE LA TARDE. AVEi\TlIRAS DE MARGARITA

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LA IBERIA
DIARIO LIBERAL DE LA TARDE.
AÑO n .
Los señores suscritores
cuyo
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no
tar r e t r a s o e n el
esperiíjaen-
recibo de L A
IBERIA.
l>OCTRINAL.
Nada mas fácil que hacer la oposición á
una situación dada; nada, sin emljavo, mas
difícil que ennoblecer esta oposición con
miras desinteresadas, patrióticos propósitos
y aspiraciones superiores ai torpe espíritu
de b.indería. Que cada cual, como particular ó como individuo de esta ó aquella fracción política, tiene el derecho de combatir
dentro de la órbita legal, todo un sistema de
gobierno y los actos oficiales de cada uno de
los depositarios del poder supremo, es una
verdad incontrovertible; pero otra no raenos inconcusa verdad es, en el orden de la
conveniencia púbhca y de la moral privada,
que .si la oposición ha de producir los resultados que se propone, debe aparecer revestida de esa fuerza moral que solo pueden
prestar á quien lucha, la razón v el desinterés.
Desgraciadamente, entre nosotros la oposición, mas que un medio pacífico de esclarecer las cuestiones arduas ó de señalar al
poder ios peligros que de sus desaciertos pudieran surgir, no ha sido sino un medio de
embrollar esas cuestiones, ó un poderoso
ariete para derribar situaciones en cuya ruina veia envueltos los hombres que se proponía inutilizar; ha adolecido triste y ostensiblemente de un espíritu de personalidad,
que no pocas veces ha eslerilizado sus esfuerzos, y que alguaas ha producido resultados diametral mente opuestos á los que I
anhelaba. Fuerza es confesarlo : el inte- \
res de bandería ha trasporado harto mas de j
lo que á ese mismo interés importaba, en j
las absurdas exageraciones y en los cargos j
gratuitos á que con tanta insistencia se han
abandonado nuestros sistemáticos oposicionistas. Prescindiendo ahora de las numerosas pruebas que de esta amarga verdad nos
suministra la historia contemporánea, y fijando nuestra atención en lo que hoy ocurre, veamos si la oposición que al actual orden de cosas hacen la prensa montemolinista y la moderada, es de mejor ley que la
que en otras épocas han sostenido contra
las ideas liberales.
Los hombres que tanto se agitan y declaran en pro de sistemas irremisiblemente
hundidos y de mandarines completamente
desacreditados; los que con sus sempiternas
alharacas é insidiosas provocaciones han
traído al país al borde del abismo, entregándole con ciega temeridad á todos los
horrores de la guerra civil, felizmente conjurada en su origen, ¿en nombre d e q u e
dogmas combaten, que nuevos elementos
de riqueza y prosperidad atesoran, que tan
orgullosos y destemplados se muestran en
sus diarios ataques á lo existente?
¿Qué nos dice el carlismo, impotente en
todos 1(^ terrenos, hondamente dividido, sin
recursos morales ni materiales; partido histórico, que solo vive de recuerdas y de ilusiones, cuyo lenguagc no comprende la generación actual; partido cuyas fuerzas ha
gastado el tiempo, y cuyas verdaderas aspiraciones no puede esplanar ninguno de sus
órganos en la prensa, sin declararse en abierta pugna con sus propios colegas, y sin ofrecer al mundo el desdichado espectáculo del
desconcierto que lo devora? Partido colocado fuera de la ley, rebelde á la dinastía reinante y que no cuenta con otros medios de
manifestación que la apelación facciosa al
fanatismo y á la guerra civil, su eterna é
insensata aspiración; ¿qué hombres de valer colocaría al frente del gobierno, con qué
nuevas ideas ennobleceria las regiones del
poder una vez encumbrado sobre las ruinas
de la actual situación?
lié aquí lo que los absolutistas no han sabido decirnos aún de una manera franca y
esplícita. ¡No lo diráni El órgano deesa decrépita y exánime fracción que tal intentase,
baria estallar eu el acto, entre sus mismos
correligionarios, la mas violenta polémica;
se le negaría, como en una cuestión secundaria acaba de verificarse respecto del mas
antiguo y autorizado de ellos, hasta la facultad de representar las ideas monárquicas.
¿Y qué diremos de la oposición de nuestros hombres de urden! injusto en verdad
sería compararlos con el partido religiosocarlista, bajo el punJLü ,de-. viita. iltil, ÍMIXUUÍ^^
miento de los negocios públicos, siquiera por
la larga práctica en su gestión adquirida, y
por los estudios especiales á que muchos de
ellos se han consagrado. Y sin embargo, la
pandilla que de arbitrariedad en arbitrariedad y de desafuero en desafuero hizo necesaria, nacional y salvadora la revolución de
julio; la exigua fracción sostenida siempre
por camarillas palaciegas y por la política
de los golpes de Estado; que empezó entablando en 1843 una lucha desesperada con
el pais, para concluir en iSM devorándose
á sí misma, ¿en nombre de qué nuevos principios aspira á entronizarse una vez mas;
qué felicidades promete á la nación, en cambio de los gravísimos trastornos que su vuelta
al poder inevitablemente acarrearía?
Dueños han sido los moderados del gobierno y de la Hacienda en mas de una ocasión, y durante muchos años: mudo el pais,
aherrojados sus contrarios, cerradaslaspuer-
AVEi\TlIRAS DE MARGARITA
habia levantado porque en él me moría de frío:
el sol vendrá dentro de poco: es mi única
lumbre.
Margarita abrazó fuertemente á Santiago.
—¿V mi corazón?—le dijo.
FOK
XL.
SECCIÓN
Arséue
PRECIO.S DE LOS ANU^•ClOS.
!£l iiiiniíiuim i rs , y los qii.» p.isnn de ocho lineas ,í rajon
de 2 011 irlos cada 30 lelras para los suscrilores y 4 para los
que no lo sean.
Los comunicados se inserlaián íi precios convencionales
y se dirigirán á la Hedaccion, Plazuela de Celenque, número 4 , cuarto principal.
No se admite correspondencia que no venga franca de porte.
N D M E B C i 317
V i e r n e s 2 9 d e J u n i o de 1 8 5 5 .
ADVERTENCIA.
SECCIÓN
r En la Redacción, Plazuela de Celenque, número 1, cuarto
; y en las libreriaí de Moriier , cali.; de la Victoria
Srincipal
ailly-llaillicre, calle del Prini;i¡>e , y liiie l a , ralle Mayor.
RECREATIVA.
UoanRMye.
—¡Morir! ¡tan pronto morir!
Santiago ocultó su cabeza entre los brazos de
Margarita, como si viese venir la muerte.
—Tengo frió—dijo.
Margarita, espantada de su palidez lívida, y de
sus ojos apagados, olvidó, ó mejor dicho, recordó que era su amante. Tendió sus brazos sobre
su cuerpo tembloroso y se inclinó sobre 61 como
una tórtola sobre sus hijuelos.
Santiago estaba delirante.
—Me creia en un desierto, — dijo levantando
la cabeza ¡—¡estaba solo, solo y enfermo! y sin
embargo, oigo voces que cantan y veo millares
de mugeres en las ventanas.
—¡Ay!—dijo Margarita.—Desde quo tú faltas.
Martigny también es un desierto.
—¡Y tú me has encontrado!—esclamó Santiago.
Margarita le miró con amor.
—Si, comprendo: el amor te ha conducido
por la mano.
Santiago volvió á inclinar su cabeza.
-"¡Tengo frío!—repitió.
Margarita miró á la chimenea. Se conocía que
jamás habia estaiio encendida.
— Es necesario acostarte, — dijo Margarita
sosteniéndole.
—¡En ese lecho!!—murmuró Santiago.—Me
SEA TKNIDO POR INFA.ME QVIES
PENSARE MAL.
Después que Santiago recobró algún calor sobre el corazón de Margarita, murmuró:
—¡Tengo hambre!
Margarita volvió la cabeza para ocultar su dolor y miró al cielo, como si Dios debiese apaciguar el hambre de Santiago:~el maná no cayó
•en el desierto del poeta.
Acaso, sin Margarita, hubiese muerto repitiendo:—¡Tengo frió! ¡Tengo hambre!
Pero Margarita estaba allí;—Margarita tenia un corazón airhente y una cruz de oro; la
pobre joven esparció todo el fuego de su corazón
sobre el enfermo aterido, y vendió la cruz de oro
para apagar su hambre. Va podréis saber todos
los dolores y las angustias que esperimentó ante
la idea de tener que separarse de la cruz de su
madre, de aquella cruz que conocía su amor y
su desesperación, su alegría y su dolor; i)ero
cuando pensó en que iba á salvar á Santiago
desaparecieron sus dolores y sus angustias. Besó
la cruz, pidió psrdon á su madre, y todo quedó
concluido.
El día se pasó entre el silencio y las lágrimas:
la noche sobrevino mas fria y triste todavía:
Santiago se había dormido, y Margarita le velaba rezando: arrodillada delante del lecho, con
los ojos fijos sobre su amante, á quien un rayo
de luna hacia aparecer mucho mas pálido, la
pobre joven permaneció largo tiempo sin pensar
tas del palacio legislativo, anulada la libertad de imprenta, ilusoria toda responsabilidad, esos hombres no carecieron de elemento alguno capaz de labrar la felicidad pública: ¡carecieron, cüipero, de la fuerza d; voluntad ó de la inteligenciaindispensabh'S para dar cima á tan honrosa empresa! Jamás
partido alguno contará en España con mas
recursos qiíe el que entre nosotros se apellida moderado, por lo mismo que ninguno será mas monopolizador y absurvente.
¿Por qué pues hemos de darnos á entender que lo que no logró en los largos dias de
su fortuna, habría de lograrlo hoy si un capricho de aijuella le encumbrase de nuevo?
¿liase por ventura arrepenlido ó enmendado'! Ni su conduela ni su lenguaje nos autorizan á entregarnos á semejante creencia.
Si pues esto es así; si boy no es mas tolerante ni mjuos esclusivista é iiupapularque
ayer, ¿qué nos anuncia sino rivalidades y
ambiciones inestinguibles, cuando formando
coro con la prensa absolutista, nos ensordece con sus estereotipadas declamaciones y
esas desmedidas pretensiones que tan tristemente pugnan con la historia entera de su
dominación?
Véase por lo tanto cómo, aun concediendo sin reticencias ni ambages que ciertos
hechos que presenciamos y diferentes medidas de nuestros actuales gobernantes merecen severa censura, queda siempre en toda
su abrumadora fuerza esta verdad, terrible
por demás para el orgullo de nuestros adversarios: que en su aislada ó mancomunada
oposición no se divisa otra cosa que el atormentador prurito de derribar lo existente,
sin que en las conjeturas que acerca del porvenir se forjan á placer, se atienda sino á
las eventualidades de reconquistar el poder
perdido, aun cuando este deba encontrarse
entre los escombros hacinados por fratricidas venganzas.
La sesión celebrada ayer por la Asamblea,
que empezó sosegada y tranquilamente, ofreció antes de concluir bastante interés. Con
motivo de un discurso del señor mar([ués
de Albaida, estraño y vulgar en la forina y
no muy acertado en su fondo, puesto que
separando la discusión de su verdadero terreno, le llevó al de las recriminaciones y
alusiones, el ministro de la Guerra se levantó para dar seguridades acerca de su conducta, que de algún tiempo á esta parte es
blanco de rudos ataques. El señor O'Donnall protestó contra los que le calumnian
suponiendo en él la intención de dar un
golpe de Estado, y manifestó que sería fiel
á la causa de la libertad, cuya defensa habia
tomado en el Campo de Guardias hacía un
año, á pesar de la ingratitud de los partidos
y de los ho.mbres. Nosotros no ponemos en
duda la lealtad del conde de Lucena, cuyos
co el frió: el cierzo, que atravesaba la boardilla,
se deslizaba sobre sus espaldas, apenas cubiertas.—Bien pronto un estremecimiento glacial
detuvo la oración sobre sus labios, haciéndola
pensar en la vida material, y advirtiéndola que
estaba espuesta á morir de frió. Santiago continuaba durmiendo: Margarita oía su respiración
lenta é igual, y veia su sueño tranquilo y profundo.
—¡Si yo también me durmiese!—dijo , inclinando su cabeza sobre el corazón del enfermo.
Santiago hizo un movimiento: Margarita levantó la frente y continuó rezando—pero la densa bruma del sueño flotó delante desús ojos, y su
cabeza volvió á caer sobre ol borde del lecho. La
varita mágica de su imaginación trazó delante
de sus ojos un mundo de badas, un mundo fantástico en donde ella se veia, tan pronto alegre
y feliz con Santiago, tan pronto sola con su tristeza. Sus ojos, cerrados por este medio sueño,
se abrían por intervalos: entonces veía el miserable refugio del enfermo y las estrellas de oro
que brillaban en el cielo. Pero bien pronto volvían á cerrarse para ver otra vez las mentiras de
los sueños, los juegos impalpables del insomnio.
Al dia siguiente, cuando se despertó , se encontró en el lecho, al lado de Santiago, que continuaba dormido.
Habia en el corazón de Margarita tanto candor
y tanta castidad, que ningún pensamiento impuro pudo turbarla: su conciencia estaba tranquila y miró al cielo sin ruborizarse.
Si los dos hubiesen muerto de frió, ¿quién
hubiera arrojado la primera piedra á Margarita?
servicios en favor de la causa popular no
pueden negarse; confiamos en S. S., y no
solo ponpie conocemos las prendas de su
carácter, sino porque, aun dado el caso de
que abrigase el señor O'DjnncIl planes conti'arios á la situación, cosa que como antes
liemos dicho creemos de todo punto imposiiilc, no podría realizar su pensamiento; pues
se vería abandonado por los progresistas,
combatido por los moderados, censurado por
todos los hombres de corazón. Habría, si,
una fracción conservadora que se aprovecharía de sus servicios; pero que se volvería
contra él en los momentos de peligro ó le
rompería como un instrumento inútil después del triunfo. Aun cuando-, como acabamos de decir, no tuviéi'amos seguridad en la
nobleza y lealtad de sciUimientos del señor
O'üonuell, que tan ardientemente ha contribuido á crear la situación de <[ue hoy algunos mezíininos calumniadores le creen
enemigo oculto, nos bastarían las razones
que llevamos espuestas, para convencernos
de ([ue la libertad no puede ni debe temer
nada del vencedor de Vicálbaro, asi como de
sus dignos compañeros en a([uella jornada.
Tand)ien el señor Ros de Olano salió á la
defensa de los generales libertadores, y pronunció con este oiíjeto un discurso incisivo y
terrible coaira el señor Orense, á quien apellidó el Mario moderno; diciéndole que en
dos ocasiones habia tratado de vencer á sus
hermanos, á la aristocracia, poniéndose al
frente del desorden y de la anarquía.
Este fué el incidente notable que ofreció
la sesión de ayer. Después de estos debates,
la discusión volvió á seguir su curso natural, pronunciando un discurso en favor de la
reserva el señor San Miguel.
ñor Sánchez Silva, emitiremos nuestro juicio acerca de él con la imparcialidad que tenemos de costumbre.
Anoche se reunió la comisión que entiende en el proyecto del señor ministro de üacienda sobre abono de tiempo á los empleados que cesaron, por causas políticas, en
1843. .asistió ala reunión clseñorBruil, que
declaró á nombre del gobierno, no hacer del
referido proyecto cuestión de gabinete. La
discusión fué larga y animada, y dio por resultado que la mayoría de la comisión,
co'upuesta de los señores Uivero Gidraque,
Sagasta, Monares, Fuentes y Calvo Asensio,
se opone á la aprobación del proyecto,
apoyado únicamente por los señores Seoane
y Hazañas.
Por falta de espacio no insertamos hoy cí
dií'iámen de la mayoría de la comisión y los
votos particulares sobre el último proyecto
del señor ministro de Hacienda; pero los daremos mañana íntegros.
Abierta la sesión de hoy muy cerca de las
once, el señor Gaminde leyó un voto particular sobre el proyecto presentado por el
ministro de Hacienda para cubrir el déficit
que resulta en el presupuesto; voto del cual
no pudimos enterarnos por haberle leído con
voz bastante apagada su autor.
Entróse en seguida en la discusión del
dictamen de la comisión encargada de formularle sobre el proyecto de ley creando la
reserva. El señor Alfonso presentó una enmienda para que hubiese dos clases de MiliHoy quedará, probablemente, sobre la cia; una provincial y otra local: la primeva
mcr^a de !*=• CórUi, un, proveció del señor coijipuesta de ióvenes de 30 á S i aSoe, y lo
<a»,i.-ímA silva,
/H-nmtt^
•aniormi.-r p o r TctrlOS
segunda desde esta edad á la de treinta.
miembros de la comisión de presupuestos, Combatida csla enmienda por los señores
en el cual propone se levante un empréstito Mackroon y O'Donnell, no fué tomada en
; voluntario d: 200 millones, enlazado con los consideración.
; 4í) que pagaron los pueblos el año último á
Suspendida esta discusión para entrar en
; cuenta del del señor Domenech. En cambio la de las bases constitucionales, abriéronse
i de las cantidades anticipadas hoy por las los debales sobre el voto particular del señor
í personas que se interesen en dicho emprés- Hios Rosas acerca de las bases adicionales.
' tito, recibirán, según nuestras noticias, tí- Habló en contra de este voto el señor San\ tulos ó billetes admisibles por todo su valor cho, que, como de costumbre, habló solo
I en pago de bienes nacionales, con un 10 por para los que estaban á su lado, y en seguida
: 100 de beneficio, aumentado desde luego á hizo la defensa de sus doctrinas el señor
: aquel. A los que contribuyeron para el anti- Ríos Rosas en un largo discurso. A la hora
! cipo forzoso del señor Domenech, les serán en que escribimos, continúa hablando S. S.,
reconocidas las cantidades que dieron, y sin que haya promovido ninguna tempestad,
compensadas con valores equivalentes en los cosa verdaderamente rara , si se tiene en
títulos ó billetes dichos, siempre que ahora cuenta que el señor Ríos Rosas parece deI se interesen por otras equivalentes, ó en la leitarse con las tormentas parlamentarias
I proporción que se interesen; pero solo se les que su palabra, siempre incisiva, suele ocaI abonará el premio del 10 por las que desem- sionar de vez en cuando.
bolsen de presente. Luego que nos sea conocido en todos sus detalles el proyecto del se-
jillas do Santiago , deiecadas por la fiebre, volvieron á recobrar sus colores ante las miradas
de Margarita. A unes de noviembre, el cielo pareció sonreír á los amantes: los dias eran menos
fríos, y el sol de otoño, tan dulce cuando se
presiente el invierno, esparcía sobre ellos sus
tibios rayos.
—Estamos perdiendo el tiempo aquí,—dijo un
dia Margarita á Santiago:—el valle de Martigny
es mas bello que el palacio del rey, que vemos al
través de esas chimeneas.
—Es verdad—pensó Santiago;—pero en el. valle de Martigny no está el camino de la gloria.
—Triste camino!—añadió un momento después, contemplando la miserable desnudez de su
habitación.
Ya no veia á Margarita.
—Yo te lo suplico, Santiago—repúsola joven,
' que adivinaba los pensamientos de su amante—
• abandona tu orgullo y volvamos á .Martigny.
j Pero, lo pasado—Clotide— daba alas al poeta:
• lo porvenir—Clotilde—-la gloria—soplaba bajo
i sus alas,—y Santiago no veia la faz sombría y
adusta de lo presente.
—Margarita—la dijo,—tú ignoras el prestigio,
la fascinación de la gloria: por ir á encontrarla
se atravesarían los mares.
—La gloria no quiere al amor,—dijo Margarita.
—¡Pero la gloria yol amor!—repuso Santiago
que pensaba en Clotilde.
Santiago salió á la calle en este mismo dia:
durante algún tiempo anduvo á la aventura, y
después se encaminó á ver á un librero que soñaba con una enciclopedia moderna. Para llevar
LI.
á cabo esta obra colosal, le era preciso valerse
SANTIAGO ABUSA DE LA SENCILLEZ DE MARGARITA.
de toda clase de inteligencias. El librero creyó
El amor desterró de la pobre bohardilla el frió, leer en la palidez y sobre todo en la frente del
el hambre, la miseria y la enfermedad: las me- molinero que era uno de los Ghatterton dclsiglo^
uno de los mil genios desconocidos del romanticismo : dio gracias á la casualidad ,— la casualidad es el Dios de los libreros,—dio gracias á la
casualidad por el hallazgo, y tomó á Santiago
por colaborador de su obra. Santiago valía tanto
como cualquiera otro: Santiago no era ya ningún
ignorante: habia estudiado su corazón, habia
visto todos los resortes que nos impulsan á obrar
y podía escribir sobre las palabras:—Amor , orgullo, miseria.—Ninguno mejor que Santiago
estaba iniciado en los grandes misterios do la naturaleza : él habia visto todas las formas y todos
los colores de las nubes del cielo y de las producciones de la tierra: ningún astrólogo Jiabia
mirado tan alto, ningún naturalista habia profundizado tanto. ¡Cuántas estrellas invisibles habia visto! ¡cuántas flores ignoradas habia descubierto! El cielo, la tierra, su alma, eran tres libros inmensos que 61 habia hojeado ardientemente durante sus noches solitarias, tres abismos gigantescos de donde muciías veces habia
salido triunfante , tres mures infinitos que le habían mecido sobre sus senos espumantes y le habían arrojado sobre la ribera, mas fuerte y maj
grande.
Al volver Santiago , Margarita , tristemente
apoyada sobre la ventana , seguía con la vista
una nube d» color de púrpura que huía hacia
Normandía.
—¡Esa hermosa nube deberia llevarnos! —
dijo Santiago apoyándose igualmente sobre ia
ventana.
—¡Oh! sí,—esclamó Margarita,
Santiago dulcilicó su voz lodo lo que pudo.
—Sin embargo, dentro de pocos dias estaremos en Martigny.
Margarita, loca de alegría, se arrojó en loi
brazos del engañador.
—Tú marcharás antes-la dijo.
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