PRECIOS DE SÜSCRICION. IVIADIilD, por un rae» PROVINCIAS por tres meses, haciendo la suscririon en la AJininistrach);! Je I.A IBRUIA , 6 temidendo los finsnrllüres libranza sjbre correos ó p.irliciiiares. . Girando din^ctamanl? la Administración de L» UüRIA á car^o de lo> suscrilorcs PUNTOS DE SUSCRICIO^f. 10 r i . 31 36 Haciendo la suscrkion en casa de los comisionados. Por Por Por Por un mes 14 tres 40 seis 7S un «So ii6 . E R Í A se publica lodos los dias menos los domingos. LA IBERIA DIARIO LIBERAL DE LA TARDE. AÑO n . Los señores suscritores cuyo a b o n o c o n c l u y e e n 3 0 del presente, se servirán renovarle oportunamente para no tar r e t r a s o e n el esperiíjaen- recibo de L A IBERIA. l>OCTRINAL. Nada mas fácil que hacer la oposición á una situación dada; nada, sin emljavo, mas difícil que ennoblecer esta oposición con miras desinteresadas, patrióticos propósitos y aspiraciones superiores ai torpe espíritu de b.indería. Que cada cual, como particular ó como individuo de esta ó aquella fracción política, tiene el derecho de combatir dentro de la órbita legal, todo un sistema de gobierno y los actos oficiales de cada uno de los depositarios del poder supremo, es una verdad incontrovertible; pero otra no raenos inconcusa verdad es, en el orden de la conveniencia púbhca y de la moral privada, que .si la oposición ha de producir los resultados que se propone, debe aparecer revestida de esa fuerza moral que solo pueden prestar á quien lucha, la razón v el desinterés. Desgraciadamente, entre nosotros la oposición, mas que un medio pacífico de esclarecer las cuestiones arduas ó de señalar al poder ios peligros que de sus desaciertos pudieran surgir, no ha sido sino un medio de embrollar esas cuestiones, ó un poderoso ariete para derribar situaciones en cuya ruina veia envueltos los hombres que se proponía inutilizar; ha adolecido triste y ostensiblemente de un espíritu de personalidad, que no pocas veces ha eslerilizado sus esfuerzos, y que alguaas ha producido resultados diametral mente opuestos á los que I anhelaba. Fuerza es confesarlo : el inte- \ res de bandería ha trasporado harto mas de j lo que á ese mismo interés importaba, en j las absurdas exageraciones y en los cargos j gratuitos á que con tanta insistencia se han abandonado nuestros sistemáticos oposicionistas. Prescindiendo ahora de las numerosas pruebas que de esta amarga verdad nos suministra la historia contemporánea, y fijando nuestra atención en lo que hoy ocurre, veamos si la oposición que al actual orden de cosas hacen la prensa montemolinista y la moderada, es de mejor ley que la que en otras épocas han sostenido contra las ideas liberales. Los hombres que tanto se agitan y declaran en pro de sistemas irremisiblemente hundidos y de mandarines completamente desacreditados; los que con sus sempiternas alharacas é insidiosas provocaciones han traído al país al borde del abismo, entregándole con ciega temeridad á todos los horrores de la guerra civil, felizmente conjurada en su origen, ¿en nombre d e q u e dogmas combaten, que nuevos elementos de riqueza y prosperidad atesoran, que tan orgullosos y destemplados se muestran en sus diarios ataques á lo existente? ¿Qué nos dice el carlismo, impotente en todos 1(^ terrenos, hondamente dividido, sin recursos morales ni materiales; partido histórico, que solo vive de recuerdas y de ilusiones, cuyo lenguagc no comprende la generación actual; partido cuyas fuerzas ha gastado el tiempo, y cuyas verdaderas aspiraciones no puede esplanar ninguno de sus órganos en la prensa, sin declararse en abierta pugna con sus propios colegas, y sin ofrecer al mundo el desdichado espectáculo del desconcierto que lo devora? Partido colocado fuera de la ley, rebelde á la dinastía reinante y que no cuenta con otros medios de manifestación que la apelación facciosa al fanatismo y á la guerra civil, su eterna é insensata aspiración; ¿qué hombres de valer colocaría al frente del gobierno, con qué nuevas ideas ennobleceria las regiones del poder una vez encumbrado sobre las ruinas de la actual situación? lié aquí lo que los absolutistas no han sabido decirnos aún de una manera franca y esplícita. ¡No lo diráni El órgano deesa decrépita y exánime fracción que tal intentase, baria estallar eu el acto, entre sus mismos correligionarios, la mas violenta polémica; se le negaría, como en una cuestión secundaria acaba de verificarse respecto del mas antiguo y autorizado de ellos, hasta la facultad de representar las ideas monárquicas. ¿Y qué diremos de la oposición de nuestros hombres de urden! injusto en verdad sería compararlos con el partido religiosocarlista, bajo el punJLü ,de-. viita. iltil, ÍMIXUUÍ^^ miento de los negocios públicos, siquiera por la larga práctica en su gestión adquirida, y por los estudios especiales á que muchos de ellos se han consagrado. Y sin embargo, la pandilla que de arbitrariedad en arbitrariedad y de desafuero en desafuero hizo necesaria, nacional y salvadora la revolución de julio; la exigua fracción sostenida siempre por camarillas palaciegas y por la política de los golpes de Estado; que empezó entablando en 1843 una lucha desesperada con el pais, para concluir en iSM devorándose á sí misma, ¿en nombre de qué nuevos principios aspira á entronizarse una vez mas; qué felicidades promete á la nación, en cambio de los gravísimos trastornos que su vuelta al poder inevitablemente acarrearía? Dueños han sido los moderados del gobierno y de la Hacienda en mas de una ocasión, y durante muchos años: mudo el pais, aherrojados sus contrarios, cerradaslaspuer- AVEi\TlIRAS DE MARGARITA habia levantado porque en él me moría de frío: el sol vendrá dentro de poco: es mi única lumbre. Margarita abrazó fuertemente á Santiago. —¿V mi corazón?—le dijo. FOK XL. SECCIÓN Arséue PRECIO.S DE LOS ANU^•ClOS. !£l iiiiniíiuim i rs , y los qii.» p.isnn de ocho lineas ,í rajon de 2 011 irlos cada 30 lelras para los suscrilores y 4 para los que no lo sean. Los comunicados se inserlaián íi precios convencionales y se dirigirán á la Hedaccion, Plazuela de Celenque, número 4 , cuarto principal. No se admite correspondencia que no venga franca de porte. N D M E B C i 317 V i e r n e s 2 9 d e J u n i o de 1 8 5 5 . ADVERTENCIA. SECCIÓN r En la Redacción, Plazuela de Celenque, número 1, cuarto ; y en las libreriaí de Moriier , cali.; de la Victoria Srincipal ailly-llaillicre, calle del Prini;i¡>e , y liiie l a , ralle Mayor. RECREATIVA. UoanRMye. —¡Morir! ¡tan pronto morir! Santiago ocultó su cabeza entre los brazos de Margarita, como si viese venir la muerte. —Tengo frió—dijo. Margarita, espantada de su palidez lívida, y de sus ojos apagados, olvidó, ó mejor dicho, recordó que era su amante. Tendió sus brazos sobre su cuerpo tembloroso y se inclinó sobre 61 como una tórtola sobre sus hijuelos. Santiago estaba delirante. —Me creia en un desierto, — dijo levantando la cabeza ¡—¡estaba solo, solo y enfermo! y sin embargo, oigo voces que cantan y veo millares de mugeres en las ventanas. —¡Ay!—dijo Margarita.—Desde quo tú faltas. Martigny también es un desierto. —¡Y tú me has encontrado!—esclamó Santiago. Margarita le miró con amor. —Si, comprendo: el amor te ha conducido por la mano. Santiago volvió á inclinar su cabeza. -"¡Tengo frío!—repitió. Margarita miró á la chimenea. Se conocía que jamás habia estaiio encendida. — Es necesario acostarte, — dijo Margarita sosteniéndole. —¡En ese lecho!!—murmuró Santiago.—Me SEA TKNIDO POR INFA.ME QVIES PENSARE MAL. Después que Santiago recobró algún calor sobre el corazón de Margarita, murmuró: —¡Tengo hambre! Margarita volvió la cabeza para ocultar su dolor y miró al cielo, como si Dios debiese apaciguar el hambre de Santiago:~el maná no cayó •en el desierto del poeta. Acaso, sin Margarita, hubiese muerto repitiendo:—¡Tengo frió! ¡Tengo hambre! Pero Margarita estaba allí;—Margarita tenia un corazón airhente y una cruz de oro; la pobre joven esparció todo el fuego de su corazón sobre el enfermo aterido, y vendió la cruz de oro para apagar su hambre. Va podréis saber todos los dolores y las angustias que esperimentó ante la idea de tener que separarse de la cruz de su madre, de aquella cruz que conocía su amor y su desesperación, su alegría y su dolor; i)ero cuando pensó en que iba á salvar á Santiago desaparecieron sus dolores y sus angustias. Besó la cruz, pidió psrdon á su madre, y todo quedó concluido. El día se pasó entre el silencio y las lágrimas: la noche sobrevino mas fria y triste todavía: Santiago se había dormido, y Margarita le velaba rezando: arrodillada delante del lecho, con los ojos fijos sobre su amante, á quien un rayo de luna hacia aparecer mucho mas pálido, la pobre joven permaneció largo tiempo sin pensar tas del palacio legislativo, anulada la libertad de imprenta, ilusoria toda responsabilidad, esos hombres no carecieron de elemento alguno capaz de labrar la felicidad pública: ¡carecieron, cüipero, de la fuerza d; voluntad ó de la inteligenciaindispensabh'S para dar cima á tan honrosa empresa! Jamás partido alguno contará en España con mas recursos qiíe el que entre nosotros se apellida moderado, por lo mismo que ninguno será mas monopolizador y absurvente. ¿Por qué pues hemos de darnos á entender que lo que no logró en los largos dias de su fortuna, habría de lograrlo hoy si un capricho de aijuella le encumbrase de nuevo? ¿liase por ventura arrepenlido ó enmendado'! Ni su conduela ni su lenguaje nos autorizan á entregarnos á semejante creencia. Si pues esto es así; si boy no es mas tolerante ni mjuos esclusivista é iiupapularque ayer, ¿qué nos anuncia sino rivalidades y ambiciones inestinguibles, cuando formando coro con la prensa absolutista, nos ensordece con sus estereotipadas declamaciones y esas desmedidas pretensiones que tan tristemente pugnan con la historia entera de su dominación? Véase por lo tanto cómo, aun concediendo sin reticencias ni ambages que ciertos hechos que presenciamos y diferentes medidas de nuestros actuales gobernantes merecen severa censura, queda siempre en toda su abrumadora fuerza esta verdad, terrible por demás para el orgullo de nuestros adversarios: que en su aislada ó mancomunada oposición no se divisa otra cosa que el atormentador prurito de derribar lo existente, sin que en las conjeturas que acerca del porvenir se forjan á placer, se atienda sino á las eventualidades de reconquistar el poder perdido, aun cuando este deba encontrarse entre los escombros hacinados por fratricidas venganzas. La sesión celebrada ayer por la Asamblea, que empezó sosegada y tranquilamente, ofreció antes de concluir bastante interés. Con motivo de un discurso del señor mar([ués de Albaida, estraño y vulgar en la forina y no muy acertado en su fondo, puesto que separando la discusión de su verdadero terreno, le llevó al de las recriminaciones y alusiones, el ministro de la Guerra se levantó para dar seguridades acerca de su conducta, que de algún tiempo á esta parte es blanco de rudos ataques. El señor O'Donnall protestó contra los que le calumnian suponiendo en él la intención de dar un golpe de Estado, y manifestó que sería fiel á la causa de la libertad, cuya defensa habia tomado en el Campo de Guardias hacía un año, á pesar de la ingratitud de los partidos y de los ho.mbres. Nosotros no ponemos en duda la lealtad del conde de Lucena, cuyos co el frió: el cierzo, que atravesaba la boardilla, se deslizaba sobre sus espaldas, apenas cubiertas.—Bien pronto un estremecimiento glacial detuvo la oración sobre sus labios, haciéndola pensar en la vida material, y advirtiéndola que estaba espuesta á morir de frió. Santiago continuaba durmiendo: Margarita oía su respiración lenta é igual, y veia su sueño tranquilo y profundo. —¡Si yo también me durmiese!—dijo , inclinando su cabeza sobre el corazón del enfermo. Santiago hizo un movimiento: Margarita levantó la frente y continuó rezando—pero la densa bruma del sueño flotó delante desús ojos, y su cabeza volvió á caer sobre ol borde del lecho. La varita mágica de su imaginación trazó delante de sus ojos un mundo de badas, un mundo fantástico en donde ella se veia, tan pronto alegre y feliz con Santiago, tan pronto sola con su tristeza. Sus ojos, cerrados por este medio sueño, se abrían por intervalos: entonces veía el miserable refugio del enfermo y las estrellas de oro que brillaban en el cielo. Pero bien pronto volvían á cerrarse para ver otra vez las mentiras de los sueños, los juegos impalpables del insomnio. Al dia siguiente, cuando se despertó , se encontró en el lecho, al lado de Santiago, que continuaba dormido. Habia en el corazón de Margarita tanto candor y tanta castidad, que ningún pensamiento impuro pudo turbarla: su conciencia estaba tranquila y miró al cielo sin ruborizarse. Si los dos hubiesen muerto de frió, ¿quién hubiera arrojado la primera piedra á Margarita? servicios en favor de la causa popular no pueden negarse; confiamos en S. S., y no solo ponpie conocemos las prendas de su carácter, sino porque, aun dado el caso de que abrigase el señor O'DjnncIl planes conti'arios á la situación, cosa que como antes liemos dicho creemos de todo punto imposiiilc, no podría realizar su pensamiento; pues se vería abandonado por los progresistas, combatido por los moderados, censurado por todos los hombres de corazón. Habría, si, una fracción conservadora que se aprovecharía de sus servicios; pero que se volvería contra él en los momentos de peligro ó le rompería como un instrumento inútil después del triunfo. Aun cuando-, como acabamos de decir, no tuviéi'amos seguridad en la nobleza y lealtad de sciUimientos del señor O'üonuell, que tan ardientemente ha contribuido á crear la situación de <[ue hoy algunos mezíininos calumniadores le creen enemigo oculto, nos bastarían las razones que llevamos espuestas, para convencernos de ([ue la libertad no puede ni debe temer nada del vencedor de Vicálbaro, asi como de sus dignos compañeros en a([uella jornada. Tand)ien el señor Ros de Olano salió á la defensa de los generales libertadores, y pronunció con este oiíjeto un discurso incisivo y terrible coaira el señor Orense, á quien apellidó el Mario moderno; diciéndole que en dos ocasiones habia tratado de vencer á sus hermanos, á la aristocracia, poniéndose al frente del desorden y de la anarquía. Este fué el incidente notable que ofreció la sesión de ayer. Después de estos debates, la discusión volvió á seguir su curso natural, pronunciando un discurso en favor de la reserva el señor San Miguel. ñor Sánchez Silva, emitiremos nuestro juicio acerca de él con la imparcialidad que tenemos de costumbre. Anoche se reunió la comisión que entiende en el proyecto del señor ministro de üacienda sobre abono de tiempo á los empleados que cesaron, por causas políticas, en 1843. .asistió ala reunión clseñorBruil, que declaró á nombre del gobierno, no hacer del referido proyecto cuestión de gabinete. La discusión fué larga y animada, y dio por resultado que la mayoría de la comisión, co'upuesta de los señores Uivero Gidraque, Sagasta, Monares, Fuentes y Calvo Asensio, se opone á la aprobación del proyecto, apoyado únicamente por los señores Seoane y Hazañas. Por falta de espacio no insertamos hoy cí dií'iámen de la mayoría de la comisión y los votos particulares sobre el último proyecto del señor ministro de Hacienda; pero los daremos mañana íntegros. Abierta la sesión de hoy muy cerca de las once, el señor Gaminde leyó un voto particular sobre el proyecto presentado por el ministro de Hacienda para cubrir el déficit que resulta en el presupuesto; voto del cual no pudimos enterarnos por haberle leído con voz bastante apagada su autor. Entróse en seguida en la discusión del dictamen de la comisión encargada de formularle sobre el proyecto de ley creando la reserva. El señor Alfonso presentó una enmienda para que hubiese dos clases de MiliHoy quedará, probablemente, sobre la cia; una provincial y otra local: la primeva mcr^a de !*=• CórUi, un, proveció del señor coijipuesta de ióvenes de 30 á S i aSoe, y lo <a»,i.-ímA silva, /H-nmtt^ •aniormi.-r p o r TctrlOS segunda desde esta edad á la de treinta. miembros de la comisión de presupuestos, Combatida csla enmienda por los señores en el cual propone se levante un empréstito Mackroon y O'Donnell, no fué tomada en ; voluntario d: 200 millones, enlazado con los consideración. ; 4í) que pagaron los pueblos el año último á Suspendida esta discusión para entrar en ; cuenta del del señor Domenech. En cambio la de las bases constitucionales, abriéronse i de las cantidades anticipadas hoy por las los debales sobre el voto particular del señor í personas que se interesen en dicho emprés- Hios Rosas acerca de las bases adicionales. ' tito, recibirán, según nuestras noticias, tí- Habló en contra de este voto el señor San\ tulos ó billetes admisibles por todo su valor cho, que, como de costumbre, habló solo I en pago de bienes nacionales, con un 10 por para los que estaban á su lado, y en seguida : 100 de beneficio, aumentado desde luego á hizo la defensa de sus doctrinas el señor : aquel. A los que contribuyeron para el anti- Ríos Rosas en un largo discurso. A la hora ! cipo forzoso del señor Domenech, les serán en que escribimos, continúa hablando S. S., reconocidas las cantidades que dieron, y sin que haya promovido ninguna tempestad, compensadas con valores equivalentes en los cosa verdaderamente rara , si se tiene en títulos ó billetes dichos, siempre que ahora cuenta que el señor Ríos Rosas parece deI se interesen por otras equivalentes, ó en la leitarse con las tormentas parlamentarias I proporción que se interesen; pero solo se les que su palabra, siempre incisiva, suele ocaI abonará el premio del 10 por las que desem- sionar de vez en cuando. bolsen de presente. Luego que nos sea conocido en todos sus detalles el proyecto del se- jillas do Santiago , deiecadas por la fiebre, volvieron á recobrar sus colores ante las miradas de Margarita. A unes de noviembre, el cielo pareció sonreír á los amantes: los dias eran menos fríos, y el sol de otoño, tan dulce cuando se presiente el invierno, esparcía sobre ellos sus tibios rayos. —Estamos perdiendo el tiempo aquí,—dijo un dia Margarita á Santiago:—el valle de Martigny es mas bello que el palacio del rey, que vemos al través de esas chimeneas. —Es verdad—pensó Santiago;—pero en el. valle de Martigny no está el camino de la gloria. —Triste camino!—añadió un momento después, contemplando la miserable desnudez de su habitación. Ya no veia á Margarita. —Yo te lo suplico, Santiago—repúsola joven, ' que adivinaba los pensamientos de su amante— • abandona tu orgullo y volvamos á .Martigny. j Pero, lo pasado—Clotide— daba alas al poeta: • lo porvenir—Clotilde—-la gloria—soplaba bajo i sus alas,—y Santiago no veia la faz sombría y adusta de lo presente. —Margarita—la dijo,—tú ignoras el prestigio, la fascinación de la gloria: por ir á encontrarla se atravesarían los mares. —La gloria no quiere al amor,—dijo Margarita. —¡Pero la gloria yol amor!—repuso Santiago que pensaba en Clotilde. Santiago salió á la calle en este mismo dia: durante algún tiempo anduvo á la aventura, y después se encaminó á ver á un librero que soñaba con una enciclopedia moderna. Para llevar LI. á cabo esta obra colosal, le era preciso valerse SANTIAGO ABUSA DE LA SENCILLEZ DE MARGARITA. de toda clase de inteligencias. El librero creyó El amor desterró de la pobre bohardilla el frió, leer en la palidez y sobre todo en la frente del el hambre, la miseria y la enfermedad: las me- molinero que era uno de los Ghatterton dclsiglo^ uno de los mil genios desconocidos del romanticismo : dio gracias á la casualidad ,— la casualidad es el Dios de los libreros,—dio gracias á la casualidad por el hallazgo, y tomó á Santiago por colaborador de su obra. Santiago valía tanto como cualquiera otro: Santiago no era ya ningún ignorante: habia estudiado su corazón, habia visto todos los resortes que nos impulsan á obrar y podía escribir sobre las palabras:—Amor , orgullo, miseria.—Ninguno mejor que Santiago estaba iniciado en los grandes misterios do la naturaleza : él habia visto todas las formas y todos los colores de las nubes del cielo y de las producciones de la tierra: ningún astrólogo Jiabia mirado tan alto, ningún naturalista habia profundizado tanto. ¡Cuántas estrellas invisibles habia visto! ¡cuántas flores ignoradas habia descubierto! El cielo, la tierra, su alma, eran tres libros inmensos que 61 habia hojeado ardientemente durante sus noches solitarias, tres abismos gigantescos de donde muciías veces habia salido triunfante , tres mures infinitos que le habían mecido sobre sus senos espumantes y le habían arrojado sobre la ribera, mas fuerte y maj grande. Al volver Santiago , Margarita , tristemente apoyada sobre la ventana , seguía con la vista una nube d» color de púrpura que huía hacia Normandía. —¡Esa hermosa nube deberia llevarnos! — dijo Santiago apoyándose igualmente sobre ia ventana. —¡Oh! sí,—esclamó Margarita, Santiago dulcilicó su voz lodo lo que pudo. —Sin embargo, dentro de pocos dias estaremos en Martigny. Margarita, loca de alegría, se arrojó en loi brazos del engañador. —Tú marcharás antes-la dijo.