Margarita siempre mete la pata y cuando intenta regar la flor de su vecina el agua se empeña en caer donde no toca. El agua moja la cabeza de un papá que no quiere ir al cine, el culo de un perrito que no quiere hacer pipí y el maravilloso peinado de una cursi relamida. ¡He vuelto a meter la pata! Piensa Margarita, pero eso es lo que ella se cree.