Punto de Vista POR ARTURO ORTEGA ¿Qué es la ciudadanía corporativa? “Ciudadanía corporativa” o Corporate Citizenship es una expresión que cada día se escucha más en las salas de consejo, al mismo tiempo que gana interés entre la fuente empresarial y las organizaciones sociales. Con frecuencia se intercambia por conceptos más conocidos, como “responsabilidad social empresarial” o “filantropía”, pero en ambos casos se comete una imprecisión. ¿Qué es realmente la “ciudadanía corporativa” y por qué resulta relevante en el momento actual? La definición La ciudadanía corporativa es definida por el World Economic Forum como “la contribución que hace una compañía a la sociedad a través de sus principales actividades, inversiones sociales, programas filantrópicos y su compromiso con las políticas públicas” (http://www.weforum.org/en/initiatives/ corporatecitizenship/index.htm). Así que estos tres temas —ciudadanía corporativa, responsabilidad social empresarial y filantropía— están relacionados, pero no son lo mismo. Para aclararnos aún más lo podemos expresar de otro modo: cuando una empresa se declara “ciudadana corporativa” en México, se declara “mexicana corporativa”. Lo que simplemente está manifestando esta compañía es su compromiso de comportarse según todos los derechos y deberes que le impone su “mexicanidad”, con independencia del origen de su capital, talento y tecnologías. 34 ENTORNO A pesar de la definición citada, un grupo relevante de expertos considera que la responsabilidad social empresarial es un concepto más amplio que el de ciudadanía corporativa (ver www.cauxroundtable.org), y desde mi punto de vista el tema distintivo tendría que ser la filantropía, porque un buen ciudadano realmente no está obligado a ser filantrópico; la filantropía no es algo que le pueda imponer su deber ciudadano a nadie, mientras que una persona sí es moralmente responsable ante quienes sufren necesidad y, por ello, se debe asumir responsabilidades filantrópicas, aunque ni la ley ni la autoridad se lo puedan exigir. Buenas prácticas de negocio Retomemos el asunto desde el principio: la primera responsabilidad empresarial consiste en hacer buenos negocios y negocios buenos, de modo que efectivamente el primer nivel de la responsabilidad social empresarial coincide con el primer nivel de la ciudadanía corporativa: “la contribución que hace una compañía a la sociedad a través de sus principales actividades”, y entonces para que una empresa pueda iniciar el camino “ciudadano”, lo primero es que genere y ofrezca productos de calidad a sus clientes, que retribuya honestamente a su gente, que cuide la calidad de vida de quienes le ofrecen su tiempo y trabajo, que compita limpiamente, que pague dividendos interesantes y contribuya a través de los impuestos para compartir la carga del gobierno a favor del bien común. Quien invierte espera una ganancia en el tiempo y, dicho sea de paso, es algo muy consistente con la primera responsabilidad: las buenas prácticas de negocio. De modo que cada empresa hace la mejor inversión en la sociedad cuando pone en ella lo que le es más propio —su experiencia, su talento, su patrimonio peculiar— y al mismo tiempo vela por el máximo beneficio sobre la sociedad. El criterio, pues, es doble: beneficio empresarial y beneficio social. Siempre que una empresa quiera transitar por el camino de la responsabilidad social y ciudadanizarse más cabalmente, debe reconocer sus fortalezas, retomar sus valores y ajustarse fielmente a su estrategia central de negocios, para alinear todo el esfuerzo de inversión social con la columna vertebral que le da razón de existir, de suerte que lo que ponga en la sociedad dé el máximo rendimiento posible en el tiempo más oportuno para todos los involucrados. Así pues, las empresas “Cada empresa hace la mejor inversión en la sociedad cuando pone en ella lo que le es más propio —su experiencia, su talento, su patrimonio peculiar— y al mismo tiempo vela por el máximo beneficio sobre la sociedad” Si no hay esto —buenas prácticas de negocio—, aunque una organización empresarial sea tremendamente filantrópica, hay algo torcido en ella que debe ser corregido de entrada. Un amigo lo explica también con una simple pregunta: ¿qué clase de persona es un padre de familia que trabaja intensamente a favor de la comunidad pero flojea en su empleo, se despreocupa de la educación de sus hijos y golpea a su esposa? ilustración: Istockphoto Inversión social En sintonía con lo dicho, las empresas son responsables de “invertir socialmente” y eso, como se ha visto en la definición precedente, es justamente el segundo nivel de la ciudadanía corporativa: “la contribución que hace una compañía a la sociedad a través de sus inversiones sociales”. Invertir es un concepto que tiene implícito otro: el retorno. Así que inversión social no es mera buena voluntad. tecnológicas hacen la mejor inversión social cuando aportan en el ámbito del desarrollo tecnológico, las empresas de transporte cuando aportan en el ámbito de la movilidad social, las empresas farmacéuticas cuando aportan en el ámbito de la salud, y todas cuando aportan a la sustentabilidad. Esto es importante reconocerlo sobre todo entre los mandos superiores de las empresas, porque entonces la ciudadanía corporativa y la responsabilidad social dejan de verse como asuntos añadidos al negocio central (que le pegan a la productividad y distraen presupuesto) y se convierten en un factor crucial de su visión de futuro. Compromiso con las políticas públicas El tercer nivel, tanto de la ciudadanía corporativa como de la responsabilidad social, es “la contribución que hace una compañía a la sociedad a través de su compromiso con ENTORNO 35 las políticas públicas”. Dicho de otro modo, un ciudadano es tan responsable de la cosa pública como cualquier político, porque se trata del tema común, de aquel ámbito en el que se juega la posibilidad misma de que cada empresa (cada ciudadano corporativo) pueda actuar conforme a la ley, la sana economía (eso que Michelin denomina “economía de libertad responsable”) y el bien social. La afiliación a los grupos empresariales, a los sindicatos patronales, a las asociaciones gremiales... son un modo específico de actuar en este rubro, más allá del propio cabildeo que tal o cual compañía puedan hacer a favor de sus intereses más inmediatamente convenientes. Entrar dentro de estos ámbitos más amplios, en los que la responsabilidad de cada actor es desafiada por otros interlocutores, tal vez competidores o usuarios, u otro la condición de los más necesitados y se compromete con su mejora. Me refiero a eso que se consolidó en la historia humana con la tradición cristiana de las llamadas “obras de caridad” y que hoy se multiplica en una multitud de organizaciones asistenciales: la filantropía (del griego filos: amor, amistad; y anthropos: hombre). En un mundo globalizado y tremendamente polarizado como el de hoy, donde una importante porción de la sociedad no sólo no cuenta con los medios de superación, sino que no puede acceder a ellos, la filantropía juega un papel crucial. No obstante, la regla máxima de discreción de la filantropía fue también determinada en el origen mismo del cristianismo: «Cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha» (Mt 6,3). De este modo se zanja también el dilema que se presenta a muchas de las empresas que realizan las más importantes contribuciones sociales en el mundo y en México: ¿debo o no debo publicarlo? Para mí la cuestión es clara: debo comunicar a quien es más conveniente todo lo que constituye mi responsabilidad, distinguiendo lo más claramente posible entre mis diversas obligaciones: prácticas de negocio, inversiones sociales y compromiso con las políticas públicas. Pero debo callarme lo que constituye mi acción filantrópica. “Es relevante la ciudadanía corporativa en nuestro país, porque sin ella las empresas no harán su parte y no contribuirán al impostergable deseo de desarrollo de México, principiando por abatir la tremenda pobreza, que es nuestra mayor vergüenza y flagelo” tipo de miembros de su propia cadena de suministro, las autoridades y las organizaciones sociales, resulta en una más amplia y generosa visión, simplemente porque los contrapesos obligan a la negociación. Personalmente cultivo la convicción de que hasta el momento las mismas organizaciones empresariales en México no han caído en cuenta de lo que esto significa y de que es necesario hacer un trabajo de convocatoria más serio en este sentido. Amor por los hombres Hasta aquí la responsabilidad ciudadana. Pero, como hemos dicho, hay algo más que hacen los bien nacidos; es decir, hay algo más que hacen los buenos ciudadanos, aunque no estén obligados a ello; algo más que hace la gente que mira con pasión la dignidad propia tanto como la dignidad de cualquier otro, y por ello se conduele por 36 ENTORNO Antes de comunicar, debo determinar los públicos con los cuales me comunico y las metas específicas que esa comunicación debe cumplir, de modo que con la comunicación se colabore justamente a dar efectividad, permanencia y crecimiento a la responsabilidad social y a que la cultura de responsabilidad empresarial permee en el ambiente. Obviamente, no hay nada de qué presumir por hacer lo que es mi obligación y mucho menos mentir acerca de lo que no logro. Informar y no alardear, pero al mismo tiempo ofrecer una ocasión de seguimiento por acciones y esfuerzos que podría haberme ahorrado y en los cuales no escatimé. Desde muchos puntos de vista, informarlo es también una obligación (ver Sanjeev Khagram, Christin Hokenstad y Maria Cecilia Coutinho de Arruda: “Ponga orden a la información social de su empresa”, publicado en Harvard Business Review América Latina, diciembre 2004, www.hbral.com). Importancia de la ciudadanía corporativa Paso finalmente a responder la segunda pregunta que planteaba al inicio: por qué es hoy relevante la ciudadanía corporativa en nuestro país. La respuesta es simple: porque sin ella las empresas no harán su parte y no contribuirán al impostergable deseo de desarrollo de México, principiando por abatir la tremenda pobreza, que es nuestra mayor vergüenza y flagelo. En particular creo que en México hay siete líneas de acción que no pueden ser evadidas sin que ello suponga mayor injusticia y una desmejora significativa de nuestra competitividad y, con ello, de nuestra calidad de vida: 1. Toda empresa socialmente responsable en México tiene que profesionalizarse, crear el mayor valor social posible hoy y seguir creándolo en el futuro (no se trata sólo de hacer negocio, sino empresa). 2. Toda empresa socialmente responsable en México tiene que operar cuidando promover la multiplicación y calidad de los empleos y la distribución de la riqueza, comenzando por el pago de mejores salarios. 3. Toda empresa socialmente responsable en México tiene que promover la educación como apertura a la realidad total y por ello influir para superar en el sistema educativo los cotos de poder y las barreras ideológicas, reinsertando en la formación el enfoque de familia en vez del enfoque de género, que está destruyendo la raíz de la que se nutre la existencia misma de la sociedad. 4. Toda empresa socialmente responsable en México tiene que trabajar para destruir los sistemas monopólicos persistentes en México, tanto a nivel de empresas como de sindicatos. 5. Toda empresa socialmente responsable en México tiene que hacer todos los esfuerzos posibles para apoyar la multiplicación de la ciencia hecha en México e implantar las mejores soluciones tecnológicas del mundo, de modo que el sistema productivo nacional mejore dramáticamente su posición competitiva. 6. Toda empresa socialmente responsable en México tiene que invertir en operar limpiamente y resarcir tan pronto como le sea posible, los daños causados al ambiente, comenzando por los daños causados al ambiente social. 7. Toda empresa socialmente responsable en México tiene que luchar desde su ámbito contra el narcotráfico, la ilegalidad y la corrupción. E Arturo Ortega Ibarra es director fundador de Concepto Total, catedrático con 20 años de experiencia, Licenciado en Filosofía y Licenciado en Diseño Gráfico, especializado en teoría de la comunicación por la Universidad Católica de Milán. Actualmente es candidato a la maestría en Historia del Pensamiento por la Universidad Panamericana. ENTORNO 37