Responsabilidad civil del empresario y terceros de trabajo

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> JURISPRUDENCIA
FICHA TÉCNICA
AUTOR: TOSCANI
XXXXXXXX,GIMÉNEZ,
Xxxxxx. Daniel
TÍTULO: Xxxxxxxxxxxxxx.
Responsabilidad civil del empresario y terceros derivada del acciFUENTE:
dente de trabajo
Gestión Práctica de Riesgos Laborales, nº 57, pág. 40, febrero 2009.
FUENTE: Gestión Práctica de Riesgos LaRESUMEN:
borales, nº 57,Xxxxxxxxxxxxx
pág. 40, febreroxxxxxxxxxx
2009.
xxxxxxxxxx xxxxxx xxxxxxxx. Xxxxx
RESUMEN:
En este artículo
se analizan
xxxxxxx xxxxxxxxxx
xxxxxxxxxx
xxxxx
los diferentes
problemas
que plantea la
xxxxxxxxx
xxxxxxxxxxx
xxxxxxxx.
responsabilidad civil que puede derivar de
DESCRIPTORES:
un accidente de trabajo. Desde las conse•cuencias
Xxxxxxxxxxxx.
de la concurrencia de culpa del
trabajador accidentado, pasando
•propio
Xxxxxxxxxxxx.
la posibilidad de exigirles responsa•por
Xxxxxxxxxxxx.
bilidad a otros sujetos, como especialistas de servicios de prevención ajenos,
etc., en función de los distintos tipos de
responsabilidad, tanto contractual como
extracontractual, y los problemas que esto
ofrece en la práctica en cuanto a acumulación de acciones y orden jurisdiccional
competente. También se analizan las dificultades para determinar la cuantía de
la indemnización y la propia prescripción
de la acción para exigir la responsabilidad.
Este artículo forma parte de una serie de
cuatro sobre las diferentes responsabilidades en materia de prevención de riesgos laborales; en el número 55 de GPRL,
correspondiente a diciembre de 2008, se
profundizó en la Responsabilidad penal,
mientras que en el número 56 se analizó
la Responsabilidad administrativa.
DESCRIPTORES:
• Jurisprudencia
• Responsabilidad civil
• Responsabilidad del empresario
• Accidente de trabajo
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Responsabilidad civil
del empresario y terceros
derivada del accidente
de trabajo
De todas las posibles responsabilidades que pueden derivar de un accidente de trabajo, la civil o patrimonial es probablemente la más compleja
y problemática. Además de la interpretación del requisito de culpabilidad,
plantea en la práctica un sinfín de puntos críticos que la jurisprudencia ha
ido determinando.
Dr. Daniel Toscani Giménez, profesor titular de la Universidad de Valencia.
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E
n el supuesto de producirse un accidente de trabajo, se dice que existe
una responsabilidad civil del empresario cuando derive de una conducta
culposa o negligente de índole personal o de las
personas por las que deba responder, que exista
una realidad del daño producido y que haya una
relación de causa entre el daño y la conducta o
actividad. Por lo tanto, y en primer lugar, es necesario diferenciar la responsabilidad por accidente
de trabajo del sistema de Seguridad Social, cuyo
origen está, evidentemente, en el riesgo profesional y no en ningún principio de responsabilidad
culposa del empresario. Esto es, aun cuando el
empresario hubiera cumplido escrupulosamente
todas las obligaciones que establece la normativa de prevención de riesgos laborales, y siempre
que no exista una imprudencia temeraria por parte del trabajador, el accidente se calificará como
laboral o profesional.
Cabe recordar que, incluso existiendo imprudencia temeraria, la Seguridad Social no deja de
abonarle una prestación al trabajador. Y siempre
que reúna los requisitos de tiempo mínimo cotizado, también tendrá derecho a una prestación,
sólo que será por contingencias comunes y de
inferior cuantía. De este modo, se puede hablar
de una responsabilidad objetiva, pero únicamente para el sistema público de la Seguridad Social,
que siempre deberá abonar una prestación al
trabajador si éste reúne los requisitos necesarios
por el hecho de ser trabajador y haber sufrido un
accidente, pero no para el empresario.
Al empresario no se le puede exigir responsabilidad, sin embargo, por el hecho de que efectivamente se materialice un accidente en su empresa.
Para poder articularse otro tipo de responsabilidades, entre ellas, el pago de indemnizaciones por la
responsabilidad civil, es necesario que concurra su
culpa en la causa del accidente. Así, de producirse
el resultado lesivo para la salud del trabajador, la
jurisprudencia exige que exista necesariamente un
nexo de causalidad entre la omisión de medidas
de prevención y el accidente. De lo contrario, se
podrá sancionar, de forma independiente, el incumplimiento de las medidas de prevención, pero
dicha omisión no conllevará la correspondiente
responsabilidad empresarial por el acaecimiento
del accidente.
De nuevo, sin embargo, la exigencia de este
nexo causal entre omisión y accidente lleva a la
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Algunas
sentencias exigen
que la omisión
de medidas de
prevención debe
consistir en el
incumplimiento
de una norma
específica o una
medida concreta
pregunta de si esa necesaria causa-efecto debe
ser directa o puede, por el contrario, ser indirecta o remota. A tales efectos, hay sentencias que
exigen que la omisión de medidas de prevención
debe consistir en el incumplimiento de una norma
específica o una medida concreta de prevención,
encaminada, precisamente, a evitar el riesgo que
produce finalmente el accidente.
Así, por ejemplo, no haber facilitado arnés
para trabajo en alturas y se cae del andamio el
trabajador. No haber facilitado casco y se golpea
en la cabeza el trabajador, etc. (STSJ de Madrid
de 22 de julio de 2004, Rec. 2041/2004 y
STSJ de Aragón de 28 de febrero de 2007, Rec.
69/2007). No, en cambio, el hecho de no haber
realizado el preceptivo reconocimiento médico y
que el trabajador se caiga de un andamio, etc.
(STSJ de Andalucía de 7 de enero de 2004, Rec.
2113/2003 y STSJ de Cataluña de 17 de mayo
de 2006, Rec. 1471/2005).
Omisión del plan de prevención
No obstante, a efectos de la aplicación de
esta exigencia, es especialmente significativo el
tratamiento que deba recibir el hecho de no haber
llevado a cabo la detección y evaluación inicial de
los riesgos, así como el plan de prevención correspondiente en aplicación de tal evaluación. A
mi modo de ver, es evidente que si no se realiza
la evaluación de riesgos inicial o las sucesivas, o
no se hace de forma correcta, como se ha visto,
detectando los riesgos existentes que no se pueden eliminar, cualquier accidente que acaezca en
lo sucesivo traerá su causa de ese incumplimiento
empresarial, existiendo entonces el necesario nexo
causal para que entre en juego la responsabilidad
del empresario respecto al accidente de trabajo.
Es cierto que en tales casos no se ha incumplido una norma específica o una medida
concreta de prevención encaminada a evitar el
riesgo, sino un deber general de prevención y
evaluación de daños. No obstante, a mi entender, no es menos cierto que precisamente por
la falta de llevar a cabo dicho deber general de
evaluación no se ha detectado el riesgo, lo que
comporta que no se hubiera concretado la medida que debió ser adoptada para evitar el accidente. En contra, sin embargo, se pueden encontrar
sentencias que mantienen la no responsabilidad
de la empresa en tales supuestos. Por ejemplo,
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la normativa de prevención de riesgos laborales en
sus propias manos. A nadie se le puede escapar
que la obligación de evaluar los riesgos que no se
puedan evitar no es una medida preventiva específica independiente de cualquier otra cuyo incumplimiento únicamente generará riesgos puntuales y
específicos. De tal modo que sólo se pudiera hablar
de responsabilidad cuando esos riesgos puntuales
o específicos hayan sido la causa de un accidente.
© Latin Stock
Éste es el caso de no llevar un calzado protector reglamentario, porque existe un riesgo de
caída de objetos pesados sobre los pies. No obstante, si el trabajador no lleva el calzado y se corta
un dedo con una sierra, a pesar de poder sancionar a la empresa, de forma independiente, por
no asegurar que los trabajadores lleven el calzado
reglamentario, no se podrá decir que tal incumplimiento haya sido la causa de la amputación del
dedo. Sólo si el trabajador sufre una fractura de
pie porque se le cae un objeto pesado sobre él y
no llevaba el calzado, existirá el correspondiente
nexo causal y se le podrán reclamar al empresario
responsabilidades por el accidente.
El empresario responderá pese a que el trabajador haya cometido distracciones
o imprudencias simples, es decir, que debe contar con los descuidos ocasionales
o puntuales de sus trabajadores.
en un centro de educación especial, donde el
empresario no había llevado a cabo la evaluación de riesgos, una profesora sufre una agresión
por un alumno oligofrénico.
La sentencia argumenta que lo esencial para
que entre en juego la responsabilidad de la empresa es, en todo caso, la omisión de medidas
preventivas específicas de las que se deriven el
accidente, y no el simple hecho de haber incumplido un deber general de prevención de evaluación, máxime cuando no se ha concretado qué
medida debió ser adoptada para evitar la agresión (STSJ de Asturias del 11 de marzo de 2005
Rec. 305/2004). Otras sentencias que mantienen la misma solución la basan en el hecho de
que, aun cuando la empresa hubiera incumplido
la obligación de evaluar los riesgos del puesto de
trabajo, los empleados, por su antigüedad y/o
profesionalidad, debían conocer el funcionamiento y los riesgos inherentes al desempeño de sus
concretas funciones.
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De forma que el deber genérico de no llevar
a cabo la evaluación puede ser sancionado de
forma independiente, pero no puede considerarse como la causa del accidente, entrando en
juego la institución de recargo de prestaciones
y las responsabilidades civiles y penales (STSJ
del País Vasco de 27 de octubre de 2007, Rec.
316/2004). En este caso, se trataba de un trabajador que levantaba con una frecuencia elevadísima, a lo largo de su jornada laboral, objetos muy
pesados y finalmente, sufre una hernia discal. Sin
embargo, a mi modo de ver, es evidente que en
ambos casos resultaba previsible la posibilidad
del daño, por las condiciones de trabajo y, por lo
tanto, que tales circunstancias previsibles hubieran podido ser constatadas y contrarrestadas con
una eficaz evaluación de los riesgos.
En consecuencia, la doctrina descrita sólo
puede ser objeto de una durísima crítica, pues en
última instancia dejaría el cumplimiento de todas
las obligaciones que para el empresario surgen de
No obstante, esto no ocurre con la obligación de evaluar que no es un deber que se agota
en sí mismo sino sobre todo, y principalmente,
la vía o la herramienta imprescindible para poder
aplicar las demás obligaciones que se establecen
en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales
(LPRL). De lo contrario, siempre que no se llevara a cabo la obligación genérica de evaluar, no se
pondrían de manifiesto los riesgos existentes en
el puesto de trabajo y así no se sabría que medidas preventivas específicas habría que tomar y,
evidentemente, nunca se incumpliría una normativa específica ni habría responsabilidad empresarial por los accidentes, sólo sanciones mucho más
leves por el incumplimiento del deber de evaluar.
Pero como ya se ha analizado, esto equivaldría
a dejar en manos de los propios empresarios el
cumplimiento de las obligaciones que emanan de
la normativa de prevención de riesgos laborales.
Algunas sentencias adoptan una postura
ecléctica, es decir, una solución intermedia o a
medio camino, entre los dos extremos anteriores.
Así, establecen que aun cuando no se hubiera
llevado a cabo la evaluación de riesgos o el plan
de prevención y acaece un accidente, la empresa
no incurrirá en responsabilidad directa por él si el
método de trabajo seguido era el adecuado. Esto
es, sólo si de haberse realizado la evaluación y el
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plan correspondiente se podría haber previsto los
riesgos concretos y haber llevado a cabo otro método de trabajo que hubiera evitado el accidente
entrará en juego la responsabilidad empresarial
por él. De lo contrario, de nuevo, sólo se podrá
sancionar el incumplimiento del deber general
de evaluar, pero no achacar al mismo la consecuencia del accidente.
En este sentido, la sentencia contempla un
supuesto en el cual un trabajador debe cortar
dos tubos de vapor que sobresalían del techo de
un pabellón de la empresa y retirarlos. Para ello,
sube a una pasarela con barandillas que lo unía
con otro pabellón, también de la empresa y, una
vez cortado el primer tubo, procede a retirarlo, tirando de él. Sin embargo, al desprenderse el primero, lo hizo también el segundo, al resultar que
el primero estaba enganchado con el segundo
por su parte superior, entre el revestimiento de
calorifugado. En consecuencia, el segundo cayó
encima del trabajador dándole un fuerte golpe
sobre la pasarela.
El Tribunal argumenta que, aun cuando una
evaluación y un plan pudieran haber previsto la
utilización de grúas articuladas o tijeras o la exigencia de haber estibado el tubo por su parte superior
antes de cortarlo, en cualquier caso el trabajador
tendría que haber subido a ellas para cortar el tubo. No parece razonable que un plan de evaluación hubiera previsto la opción de trabajar desde
grúas, existiendo ya una pasarela fija y estable con
barandillas desde la cual se podía realizar la operación. También se hace difícil pensar que se pudiera apreciar en una razonable inspección de la
zona que el primer tubo estuviera enganchado al
otro. De tal forma que concluye que el método o
la técnica de trabajo no era inadecuada, sino lógica
y razonable y no es previsible que se hubiera seguido otra de haberse llevado a cabo la evaluación
y el plan correspondiente (STSJ del País Vasco de
16 de abril de 2002, Rec. 1518/2001).
Los sucesos fortuitos
Además queda excluida la responsabilidad
empresarial cuando el evento acontece de manera fortuita o imprevisible. Así, por ejemplo, un
trabajador de medio ambiente que limpia los
bosques y sufre un accidente al resbalar sobre
unas heces animales (STSJ del País Vasco de 18
de abril de 2006, Rec. 16/2006). No, en cambio,
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el caso de un trabajador que resbala sobre un líquido que accidentalmente otro había vertido en
el suelo de la empresa. Ni tampoco uno que se
quema por la manipulación de sustancias peligrosas, concretamente, sosa cáustica, pese a haber
recibido la información y formación preceptiva,
así como equipos de protección individual, guantes, gafas, mascarilla, etc., puesto que uno de los
sacos de sosa estaba roto.
En cambio, sí sería el caso de un técnico encargado de reparar una línea telefónica, para lo
cual era necesario subirse a un poste a una altura
de seis metros. A tales efectos, apoyó una escalera
de mano que llevaba en el poste y se subió hasta
una altura aproximada de seis metros, procediendo a fijar en el poste un cinturón de seguridad, tras
lo cual comenzó el cambio de acometida. Cuando
se encontraba tensando la acometida, el poste
se partió por su base y cayó con él, y el poste
le atrapó en su caída la pierna derecha que quedó fracturada. No, en cambio, en otro supuesto
similar, porque queda comprobado que el poste
se rompe porque se encontraba en mal estado
de mantenimiento (STSJ del País Vasco de 15 de
abril de 2003, Rec. 508/2003).
La conducta del trabajador
El empresario responderá pese a que el
trabajador haya cometido distracciones o imprudencias simples. Esto es, el empresario tiene
que contar con los descuidos ocasionales o puntuales de sus trabajadores, debidos a excesos de
confianza. De este modo, la sentencia de la Sala
4ª de 12 de julio de 2007 (Rec. 938/2006) afirma que no rompe el nexo causal el comportamiento negligente del trabajador, que no pueda
ser calificado de temerario, sin perjuicio de su
valoración, al efecto de determinar la cuantía de
la indemnización. Únicamente en ocasiones excepcionales, la conducta del trabajador accidentado puede determinar no sólo la graduación de
la responsabilidad del empleador, sino también
su exoneración, cuando sea dolosa o temeraria
y además constituya la causa exclusiva del accidente. Sin embargo, como se verá, si no merece
este calificativo, puede ser tomada en consideración a efectos de cuantificar la indemnización.
El dolo implica que el trabajador con su conducta en el trabajo busca deliberadamente el resultado, esto es, la lesión corporal. Evidentemente,
se trataría de supuestos más bien extremos de autolesiones llevadas a cabo por el trabajador, con la
finalidad de conseguir una prestación económica
de la Seguridad Social. Dentro de este contexto, el
supuesto más conflictivo, sin duda, es el del suicidio del trabajador. Obviamente, en última instancia
es la auto-lesión por excelencia, causándose el trabajador su propia muerte, en principio, de forma
voluntaria. Ahora bien, los tribunales admiten la calificación de accidente de trabajo de la muerte por
suicidio, siempre y cuando no se cause de manera
consciente y voluntaria, sino como consecuencia
de trastornos mentales originados o que tengan
conexión con el desempeño del trabajo. Así, por
ejemplo, una grave depresión causada por un supuesto de acoso psicológico o sexual en el trabajo
que aboca en el suicidio del trabajador.
En la imprudencia temeraria, por el contrario, el trabajador no busca directamente con su
conducta el resultado, esto es el accidente, como ocurre en el supuesto de dolo. Sin embargo,
asume y es consciente de que con su comportamiento hay una muy alta probabilidad de que
ocurra o se produzca un accidente. Así, por ejemplo, trabajar con grados de alcoholemia muy elevados que afectan visiblemente la capacidad del
empleado, saltarse un semáforo en una avenida
principal de una ciudad en hora punta y a una
velocidad muy elevada, etc.
En este sentido, se estima imprudencia temeraria el siguiente caso: una empresa dedicada a la
fabricación de tableros de madera para lo cual se
emplea una máquina descortezadora, que dispone de una pasarela protegida a lo largo de todo su
recorrido para evitar el acceso. Al ser frecuentes
los atranques y atascos de troncos en la máquina, se habilita una plataforma segura en la parte
superior de la máquina, desde donde se debían
emplear pértigas para desplazar los atascos producidos por los troncos. El trabajador, tras haberse
producido un atasco y haber permanecido durante dos horas intentando quitarlos con una pértiga,
perdió la paciencia y decidió saltar por encima de
las barandillas que delimitaban la maquinaria y
trepar por la estructura mecánica hasta situarse
por debajo de una de las cintas transportadoras,
donde se había producido el atasco. Sin embargo,
queda atrapado en los rodillos de la cinta, produciéndose en el instante la muerte.
También en el supuesto de un trabajador que
conduciendo una carretilla elevadora y mientras
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descendía una rampa, en un momento dado, las
ruedas laterales izquierdas se salieron de la rampa
en su lado izquierdo, que era abierto, produciéndose el vuelco de la carretilla, sufriendo la fractura
de su pie izquierdo que quedó atrapado entre la
carretilla y el suelo. La carretilla que conducía el
actor en la fecha del accidente, disponía de cinturón de seguridad en el asiento, no llevándolo
puesto el trabajador en ese momento. Además,
pocos días antes del incidente el responsable
de seguridad de la empresa le había llamado la
atención, tanto por el hecho de no llevar puesto el cinturón, como por su forma de conducir
agresiva y a excesiva velocidad. El mismo día del
accidente, y pocos segundos antes de su acontecimiento, también le advirtió de que iba excesivamente rápido.
Asimismo, un trabajador que en el trayecto
de vuelta a su casa, se detiene para sacar dinero
de un cajero, pero para ello cruza por una autovía
arrollándole un camión y causándole la muerte
(STSJ de Castilla y León de 10 de septiembre de
2001, Rec. 1064/2001 y STSJ de Cataluña de
21 de septiembre de 2005, Rec. 9279/2004).
Por su parte, la imprudencia profesional o simple
puede conllevar la infracción de reglamentos o
normativa de seguridad y salud. Así, por ejemplo, no llevar los medios de protección individual
obligatorios, cascos, botas, guantes, gafas, etc.
En caso de accidentes de circulación, la simple
infracción de la normativa del código de circulación, en principio, no deja de ser una imprudencia simple o profesional y no temeraria, incluso
el conducir sin el permiso de conducir correspondiente o sin el seguro obligatorio.
En este sentido, el supuesto en que el trabajador, camarero de un restaurante, era, además,
el encargado de abrir el centro de trabajo por las
mañanas. A tales efectos tenía las llaves del local.
Iba al trabajo con un vespino de poca cilindrada.
Un día al llegar, se percata de que se ha olvidado
las llaves en casa y para tardar menos, coge, por
vez primera, la moto de un compañero de 500
centímetros cúbicos, para la cual no tenía el permiso correspondiente ni experiencia y sufre un
accidente (STSJ de Asturias de 17 de mayo de
2002, Rec. 2224/2001). En el caso de trabajar
bajo los efectos del alcohol u otras sustancias
psicotrópicas no se puede fijar una cantidad con
carácter general o en abstracto que determine
la ruptura del nexo causal con el trabajo y deje
de ser una mera imprudencia simple, ni siquiera
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El empresario
incurrirá en
responsabilidad
si se constata un
incumpliendo
sistemático o
frecuente de las
obligaciones en
seguridad de los
trabajadores y se
muestra permisivo
o pasivo con ellas
cuando se conduzca con grados de alcoholemia
superiores a los establecidos. En definitiva, hay
que tener en cuenta las circunstancias de cada
caso en concreto para apreciar el dolo y, especialmente, la diferencia entre imprudencia temeraria y meramente profesional o simple, que es
la verdadera frontera entre accidente de trabajo
y accidente común.
Así, por ejemplo, como se ha destacado antes, si el trabajador se salta un semáforo en una
avenida principal de una ciudad en hora punta y a
una velocidad muy elevada y sufre un accidente,
no se puede decir que haya buscado deliberadamente las lesiones que haya sufrido, pero sí que
asumiera que pudiera pasar y, pese a ello, realizó
la conducta imprudente. Sin embargo, si ese mismo trabajador se salta un stop en una carretera comarcal a las cuatro de la mañana, con poco tránsito, sin peatones y con una visibilidad buena en
ambos sentidos, aun cuando infringe la normativa
del código de circulación, precisamente es porque
piensa que en esas condiciones no hay ninguna
probabilidad de que ocurra un accidente.
Además, en estos casos, si concurren incumplimientos graves de la empresa en materia de
prevención, subsistirá la responsabilidad de esta
última pese a la imprudencia del trabajador, sin
que se pueda hablar de compensación de culpas
para eliminar la responsabilidad de la empresa. Sí,
en cambio, para modular la fijación de la indemnización civil por daños y perjuicios, por ejemplo,
en el caso de un trabajador empleado como peón
para el ayuntamiento de una pequeña localidad.
Se encuentra, junto con otros compañeros de trabajo, limpiando la maleza de los márgenes del río
Segura en la estación de aforos de Ojós. Como se
encontraba en campaña de riego el río registraba
un caudal de unos 18,800 metros cúbicos por segundo, con un caudal medio en esa zona de unos
3 metros cúbicos por segundo.
En un determinado momento el trabajador, que se encontraba sobre una plataforma de
cemento con plantas acuáticas y maleza en sus
proximidades, sin disponer de elementos de seguridad de anclaje alguno a punto firme, resbaló y
cayó al río, siendo arrastrado por la fuerte corriente. Recuperado el cadáver, y según el informe del
Instituto Nacional de Toxicología, en las muestras
de sangre del fallecido se encontró una tasa de
alcohol de 3,34 gramos por litro (STSJ de Murcia
de 3 de octubre de 2006, Rec. 937/2005).
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La obligación de vigilar al trabajador
Además, a estos efectos cabe recordar que
el empresario deberá tener en cuenta las capacidades profesionales de los trabajadores a la
hora de asignar trabajos (formación, experiencia,
capacidad) –art. 15.2– y deberá asegurarse de
que hayan recibido la información suficiente y
adecuada antes de acceder a zonas de riesgo, así
como de haber proporcionado todos los medios
de protección necesarios. De lo contrario, podría
incurrir en culpa in eligendo.
En este sentido, en un supuesto de un trabajador joven al que se contrata por primera vez,
de forma temporal, para trabajar en el manejo
de una máquina peligrosa, concretamente una
plegadora, y se atrapa un dedo en la maquinaria
el primer día. De este modo, el tribunal concluye
que, aun cuando conste formalmente la información y formación (escrito firmado por el trabajador en tal sentido) es evidente que, por sus características personales y por el hecho de haber
sufrido el accidente el primer día de trabajo, el
cumplimiento formal no está corroborado por la
realidad práctica, que pone de manifiesto que el
trabajador no era el adecuado para el manejo de
dicha maquinaria (STSJ de Andalucía de 26 de
abril de 2007, Rec. 317/2007).
Asimismo, deberá vigilar que los trabajadores
cumplan las medidas de protección, adoptando
las medidas necesarias para hacer efectivas las
órdenes empresariales, de lo contrario, incurriría
en culpa in vigilando. A este respecto, la jurisprudencia matiza, no obstante, que el deber de
vigilancia del empleador no puede concebirse
como una fiscalización constante o permanente, minuto a minuto, de todas las operaciones
llevadas a cabo en su empresa, para obligar al
empleo de las medidas preventivas indicadas
en cada caso, incluso a los trabajadores rebeldes a sus indicaciones. Eso supondría un poder
cuasi policial, permanente y exhaustivo e iría en
contra de la propia dignidad y profesionalidad
del trabajador, presumiendo en ellos la falta de
sentido común. De tal forma que no habrá responsabilidad por parte del empresario si éste ha
articulado un procedimiento de trabajo seguro,
pero surge un incumplimiento puntual de éste
por parte del trabajador.
Por ejemplo, es el caso de un encofrador, al
que la empresa ha proporcionado la formación
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preceptiva en materia de prevención y todos
los equipos de protección individual necesarios,
entre los cuales se encuentra las gafas reglamentarias. La empresa ya había sancionado a varios
encofradores de la empresa por no llevar las gafas, pero nunca a éste en concreto que siempre
las utilizaba. Sin embargo, en una ocasión, se le
rompen y en lugar de informar de ello y pedir
otras gafas, decide seguir trabajando sin ellas. Y
mientras estaba cortando un tablero en la máquina tronzadora le saltó un diente de la sierra
que se le clavó en el ojo derecho, lo que le provocó la pérdida completa de la visión en ese ojo
(STSJ de Murcia de 13 de junio de 2005, Rec.
626/2005).
Ahora bien, el empresario sí incurrirá en
responsabilidad si se constata un incumplimiento sistemático o frecuente de las obligaciones a
cargo de los trabajadores y se muestra permisivo
o pasivo con ellas. Por ejemplo, unas empresas
contratistas de una obra, que envían su trabajador
a la obra tras haberle proporcionado la preceptiva
formación en prevención de riesgos laborales, así
como equipos de protección individual, casco,
ropa de seguridad y arnés de sujeción a elementos fijos. Sin embargo, no le acompaña ningún
encargado de la empresa para vigilarlo y aquél se
cae de un andamio por no llevar puesto el arnés
de seguridad.
No obstante, no se estima responsabilidad
en un supuesto similar donde el trabajador también se cae, pero en este caso porque resbala
descendiendo la escalera que llevaba hasta el andamio. El tribunal estima que no queda demostrado que se resbala y cae por medidas omitidas
por la empresa.
Contenido y modalidades
de responsabilidad civil
La legislación de prevención de riesgos laborales no regula directamente la responsabilidad
civil o patrimonial. El art. 42 de la LPRL la inserta
en el cuadro de posibles responsabilidades en
materia de prevención de riesgos laborales, pero no entra en su regulación. La responsabilidad
civil consistirá en la restitución del bien siempre
que sea posible, en la reparación del daño y en
la indemnización de daños y perjuicios materiales
y morales. Fundamentalmente existen dos tipos
de responsabilidad civil:
> Una responsabilidad civil contractual (art.
1101 del Código Civil) impuesta a los que en
el cumplimiento de sus obligaciones incurren
en dolo, negligencia o morosidad y los que,
de cualquier modo, contravinieran dichas obligaciones. Este tipo de responsabilidad sería
la imputable al empresario, por antonomasia,
con base al contrato de trabajo que une a las
dos partes y del cual emana la obligación de
protección frente a los riesgos laborales (art.
14 de la LPRL).
Por lo tanto, si se cumplen las obligaciones
legales en materia de afiliación, alta y cotización
a la Seguridad Social, la situación que se contempla cuando se produce el accidente de trabajo está amparada por el contrato de trabajo y
por la relación de Seguridad Social. La culpa que
dimane de él será, sin duda, contractual, porque
el empresario, al concertar el contrato de trabajo,
asume una obligación adicional de protección de
la salud y la seguridad de los trabajadores, como
se desprende del art. 14 de la Ley de Prevención
de Riesgos Laborales.
> Una responsabilidad civil extracontractual (art. 1902 del Código Civil) exigible a los
que por acción u omisión causen daño a otro,
interviniendo culpa o negligencia, sin existir
ningún vínculo obligacional. Lo que significa
que podrán ser responsables civilmente no
sólo aquellas personas que teniendo obligaciones en materia de prevención de riesgos laborales las incumplan o las cumplan de forma
deficiente, sino también aquellas otras que, sin
haber asumido deberes u obligaciones específicas, causen a otro daños y perjuicios.
La cuestión adquiere especiales dimensiones
cuando el accidente se produce al margen de la
ejecución del contrato de trabajo, como puede suceder cuando lo provoca un tercero, o cuando la
dolencia se manifiesta fuera del lugar y del tiempo de trabajo; en tales casos, habrá que determinar en primer término si se trata realmente de un
accidente de trabajo y, después, si al empresario
le puede alcanzar alguna responsabilidad. A tales
efectos cabe recordar ahora que el art. 115.5 b)
de la Ley General de la Seguridad Social (LGSS)
dispone que no impedirá la calificación de accidente de trabajo la concurrencia de culpabilidad
civil o criminal del empresario, de un compañero
de trabajo del accidentado o de un tercero, salvo
que no guarde relación alguna con el trabajo.
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> JURISPRUDENCIA
En este sentido, podrán considerarse responsables no sólo al empresario, sino también a
los trabajadores especializados a los que se encomiendan actividades de prevención de riegos
laborales o a las entidades especializadas como
servicios de prevención ajenos, sin que esto signifique per se la exención de responsabilidad del
empresario. En cualquier caso, parece razonable
determinar que este tipo de responsabilidad sólo
sería exigible al empresario cuando un trabajador
subordinado causara daños a otro trabajador o a
terceros (art. 1903 del Código Civil).
A la existencia de estas dos modalidades
básicas de responsabilidad civil, se podría añadir,
asimismo, la responsabilidad civil derivada de delito, que comprende la restitución o reparación
del daño, así como la indemnización de los perjuicios materiales o morales causados al agraviado, familares o terceros, por la comisión de un
hecho tipificado como delito o falta por el Código
Penal (art. 110 del Código Penal).
Orden jurisdiccional competente
En cuanto al orden jurisdiccional competente para conocer las demandas impuestas por los
trabajadores exigiendo responsabilidad civil, ha
habido en los últimos años sentencias contradictorias, tanto de la Sala 1ª del Tribunal Supremo
(del orden civil) como de la Sala 3ª (del orden
social). Es evidente que ambas órdenes jurisdiccionales tienen sus ventajas y desventajas para
el trabajador demandante. Así, en la jurisdicción
civil, por ejemplo, la admisión del recurso de casación no precisa una sentencia contradictoria, al
contrario de lo que sucede en la casación para la
unificación de doctrina, en el que hay que cumplir la exigencia del art. 217 de la LPRL.
Asimismo, como regla general, en la vía civil
es más probable alcanzar mayores sumas en la
indemnización. En contra, se podría destacar la
posible condena en costas, que para los trabajadores o sus causahabientes no rige en el proceso laboral y puede afectarle en el proceso civil, y
la menor celeridad, que hoy por hoy, se aprecia
en el enjuiciamiento civil. La Sala de Conflictos
de Competencia del Tribunal Supremo, en auto
de 28 de febrero de 2007, atribuye la competencia al orden social cuando se demanda una
indemnización por el contrato de trabajo. Para
ello argumenta que:
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Gestión Práctica de
Riesgos Laborales
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> En la relación entre empresario y trabajador,
la responsabilidad tiene un marcado carácter
contractual al derivarse el daño de un contrato de trabajo.
> La obligación de prevención forma parte, normativamente, del contrato.
> La obligación impuesta ex lege debe implicar que la inobservancia de las normas garantizadoras de seguridad en el trabajo por
el empleador constituye un incumplimiento
del contrato de trabajo, que es parámetro
esencial para determinar y delimitar la competencia.
El orden jurisdiccional civil opera cuando
el daño sobrevenido no se produce con motivo u ocasión del trabajo, sino que se vincula a
una conducta del empleador ajena al contenido
obligacional del contrato de trabajo. Así, en este
sentido, la sentencia del TS de la Sala 1ª de 15
de enero de 2008 (Rec. 2374/2000) argumenta
que, en cuanto a la responsabilidad de la empresa por accidente de trabajo, ésta nace del incumplimiento de una obligación legal, porque la
ley está determinando el contenido obligacional
del contrato de trabajo. La obligación de seguridad pertenece al ámbito estricto del contrato de
trabajo, porque forma parte del contenido contractual establecido en la Ley de Prevención de
Riesgos Laborales en el art. 14.
Sin embargo, la responsabilidad de terceros
que no sean el empresario, como pueden ser los
técnicos de un servicio de prevención ajeno, en el
acaecimiento de un accidente laboral no se depurará en el marco del art. 14 de la LPRL, precepto
únicamente aplicable a las empresas, y no a las
personas físicas. Parece evidente que la responsabilidad, en estos casos, no tiene su origen en
un contrato de trabajo preexistente entre el trabajador accidentado y la persona física demandada,
por lo que esta última no puede asumir la obligación de seguridad y salud en el trabajo, lo que
supone que la responsabilidad que se exige es
extracontractual, y la acción para hacerla efectiva
es distinta de la que se ejercita en la demanda
frente a las empresas.
No obstante, el problema surge cuando,
como ocurre en el supuesto que analiza la citada sentencia, el trabajador demanda tanto a la
empresa como a terceros responsables, ajenos
al contrato de trabajo. En estos casos, la misma
sentencia del TS afirma que las circunstancias
concurrentes aconsejan atribuir la competencia
al orden civil pues, si bien es cierto que se produce un incumplimiento del contrato de trabajo,
por parte de la empresa, sin embargo, al haber
sido demandadas en el presente procedimiento
personas completamente ajenas a él, debe descartarse la declaración de exceso de jurisdicción,
y en virtud de la vis atractiva de la jurisdicción
civil establecida en el artículo 9.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ), debe declararse
la competencia de esta jurisdicción para conocer
de la acción de responsabilidad interpuesta.
Por lo tanto, en definitiva, parece que la sentencia establece que bastará con que la demanda,
además de contra la propia empresa o empresas
del trabajador accidentado, vaya dirigida además
a personas ajenas a la relación laboral, para que
la competencia afluya a la jurisdicción civil. Sin
embargo, a mi modo de ver, si en estos casos
la acción principal de las ejercitadas suele ser la
que va dirigida contra las empresas para cuyo
conocimiento sí es competente el orden social, y
la adicionada es la que reclama responsabilidad
al técnico, parecería más lógico, si no se quiere
que las acciones se ejerciten en procedimientos
separados, por cuestiones de economía procesal,
cambiar la dirección de la mencionada vis atractiva y atribuir la competencia para el conocimiento
de todas las cuestiones suscitadas en la demanda al orden social de la jurisdicción, que presenta
mayores garantías para los trabajadores.
Determinación de la cuantía
de la indemnización
La Sala 4ª del TS, en su sentencia de 11
de febrero de 1999, establece que la función
de fijar la indemnización correspondiente para
los daños y perjuicios derivados de accidente de
trabajo y enfermedad profesional está atribuida
a los órganos judiciales de lo social de la instancia, siempre que en el ejercicio de tal función les
guíe la íntegra satisfacción del daño a reparar, así
como que lo hagan de una forma vertebrada o
estructurada que permita conocer, dadas las circunstancias del caso que se hayan probado, los
diferentes daños y perjuicios que se compensan
y la cuantía indemnizatoria que se reconoce por
cada uno de ellos, razonando los motivos que
justifican esa decisión.
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La STS de 10 de diciembre de 1998 afirma que, ante la pluralidad de vías procesales para obtener la reparación de tal tipo de daños,
debe recordarse que existe un único daño que hay que compensar o indemnizar.
La STS de 10 de diciembre de 1998 (Sala
General) afirma que, ante la pluralidad de vías
procesales para obtener la reparación de tal tipo
de daños, debe recordarse que existe un único
daño que hay que compensar o indemnizar,
sin perjuicio de las distintas reclamaciones que
puedan plantearse. Así, como el daño a reparar
es único, las diferentes reclamaciones para resarcirse de él que pueda ejercitar el perjudicado,
aunque compatibles, no son independientes,
sino complementarias y computables todas para
establecer la cuantía total de la indemnización
(sentencias de 30 de septiembre de 1997, 2 de
febrero de 1998, 2 de octubre de 2000, 3 de
junio de 2003 y 24 de abril de 2006). De este
modo, en la sentencia del 22 de julio de 1998
se dice que la pretensión social necesariamente
debe tener una integración unitaria de las distintas reclamaciones.
Debe existir también, en principio, un límite
en la reparación del daño, conforme a las previsiones del Código Civil, aplicables a todo el ordenamiento. En consecuencia, las cantidades ya recibidas han de computarse para fijar el quantum
total. El quantum indemnizatorio debe ser único.
Nº 57 • Febrero de 2009
040_Respons civil empresario.ind47 47
La STS del 2 de febrero de 1998 argumenta
que dentro de las evidentes dificultades de fijar
una cuantía en concepto de indemnización por
accidente de trabajo, ha de hacerse teniendo
en cuenta la naturaleza de los hechos, el grado
de culpabilidad, la dependencia económica, las
sumas ya percibidas (conceptos de pensión, mejoras voluntarias pactadas, aunque no debe detraerse la cantidad recibida en recargo de prestaciones) –STS de 21 febrero de 2002– y criterios
que pueden servir de referencia. En este sentido,
la STS del 17 febrero de 1999, entre otras, afirma
que el baremo que establece la correspondiente
normativa administrativa con relación a las secuelas derivadas de los accidentes de circulación es
un criterio indicativo, pero no determinante.
Así, en primer lugar, la sentencia del 17 de
julio de 2007 justifica el sistema de baremación
por imperativos del principio de seguridad jurídica consagrado en el art. 9.3 de la Constitución
Española (CE) y por las ventajas que representa,
pues establece un mecanismo de valoración que
conduce a resultados muy parecidos en situaciones similares; facilita la aplicación de un criterio
unitario en la fijación de las indemnizaciones con
el que se da cumplimiento al principio de igualdad del art. 14 de la CE; agiliza los pagos de
los siniestros y disminuye los conflictos judiciales
pues, al ser previsible el pronunciamiento judicial, se evitarán muchos procesos y, finalmente,
da respuesta a la valoración de los daños morales que, normalmente, está sujeta al subjetivismo más absoluto.
Añade la sentencia que, aun admitiendo las
dificultades que entraña la baremación de un
sistema de valoración de daños, es cierto que,
sobre todo cuando se trata de daños morales,
goza de mayor legitimidad el sistema fijado por
el legislador con carácter general que la valoración
efectuada por los órganos jurisdiccionales con
evidente riesgo de quiebra de los principios de
igualdad y seguridad jurídica, pues la invocación
genérica a la prudencia del juzgador a la ponderación ecuánime de las circunstancias del caso
que realiza no son garantía de corrección, ni de
uniformidad resarcitoria. En este mismo sentido,
el propio Tribunal Constitucional, en su sentencia
181/2000, de 29 de julio, declaró correcta la aplicación por los órganos jurisdiccionales del sistema
valorativo del baremo.
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Riesgos Laborales • 47
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> JURISPRUDENCIA
En segundo lugar, la STS de 9 de febrero de
2005 determina que las prestaciones de Seguridad Social no agotan la indemnización total que
pudiera proceder en concepto de responsabilidad civil por culpa o negligencia del empresario
en la producción de un accidente de trabajo, pero se integran en ese total indemnizatorio y son,
por lo tanto, deducibles del importe que hubiera
tenido que abonarse si no hubieran existido tales
prestaciones, ya que éstas no alteran ese importe
total y no pueden adicionarse al mismo porque
se produciría un exceso carente de causa, como
resulta evidente si se tiene en cuenta que el asegurado social percibiría indemnización superior a
quien no estuviese cubierto por tal aseguramiento y hubiese sufrido daño equivalente por culpa
también equiparable.
Se puede llegar al supuesto de que, si el
importe acreditado y no controvertidamente abonable como responsabilidad civil total es inferior
al de las prestaciones deducibles, no existirá diferencia alguna susceptible de pago en concepto
de indemnización. En cuanto a la concreta forma
de realizar el descuento de las prestaciones o
pensiones de la Seguridad Social, el capital coste
de la pensión reconocida es la cuantía correspondiente a tal pensión. De tal forma que debe ser,
obviamente, la cantidad correspondiente a este
último concepto la deducible de la indemnización total reclamada según la doctrina expuesta,
ya que es la forma de comparar y compensar
prestaciones de tracto único y de tracto sucesivo,
mediante la capitalización correspondiente a esta
última, sin que haya razón para aplicar tratamiento distinto a las de uno y otro carácter.
Para concretar el quantum de la indemnización a percibir por los perjudicados debe tenerse
en cuenta la cuestión relativa al abono de intereses, por ser un factor que incrementa la suma
total. La sentencia de la Sala 4ª, de 30 de enero
de 2008, introduce una importante rectificación
en la doctrina anterior; tradicionalmente se había
declarado que no había lugar al abono de intereses cuando el retraso en el pago por parte de la
aseguradora estaba fundado en situaciones discutibles, tales como la determinación de la entidad aseguradora responsable, la fecha del hecho
causante o la cuantía de la indemnización.
De este modo se exigía que la deuda fuera
exigible, vencida y líquida, es decir, que de antemano se conociera su importe. Sin embargo,
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Gestión Práctica de
Riesgos Laborales
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Para concretar el
quantum de la
indemnización
a percibir por
los perjudicados
debe tenerse en
cuenta la cuestión
relativa al abono
de intereses, por
ser un factor que
incrementa la
suma total
ahora la sentencia citada asume el criterio de una
interpretación más flexible y menos restrictiva de
la obligación de abonar intereses moratorios, con
el fin de alcanzar una solución satisfactoria para los
intereses del acreedor, como está haciendo la jurisprudencia civil en torno a la regla in iliquidis non
fit mora que se deriva de los arts. 1100, 1101 y
1108 del CC, doctrina que adopta la Sala Cuarta,
como regla de general aplicación, sin perjuicio de
que en supuestos excepcionales deba acudirse al
mecanismo de la actualización, con la advertencia de que abono de intereses y actualización son
métodos incompatibles.
La sentencia mencionada advierte, asimismo,
que la no aplicación en supuestos concretos de
los intereses previstos en el art. 20 de la Ley de
Contrato de Seguro (LCS), en forma alguna excluye el débito de los intereses fijados ex arts. 1100
y 1108 del CC, porque se trata de intereses diversos. Como conclusión a su razonamiento, en
la sentencia se declara que, con la interpretación
de los artículos del CC mencionados, la regla general en la materia ha de ser la de que las deudas
a favor del trabajador generan intereses a favor
de éste desde la interpelación judicial (en el caso
concreto allí tratado, la sentencia reconoció la indemnización a favor del trabajador casi ocho años
después de ocurrir el accidente de trabajo).
Cabe recordar ahora que la sentencia de la
Sala 4ª de 12 de julio de 2007 (Rec. 938/2006)
afirma que no rompe el nexo causal el comportamiento negligente del trabajador, que no pueda ser calificado de temerario, sin perjuicio de su
valoración, al efecto de determinar la cuantía de
la indemnización. Únicamente en ocasiones excepcionales, la conducta del trabajador accidentado puede determinar no sólo la graduación de
la responsabilidad del empleador, sino también
su exoneración, cuando sea la causa exclusiva
del accidente.
Sin embargo, si no merece el calificativo de
temeraria, puede ser tomada en consideración
a efectos de cuantificar la indemnización. En el
mismo sentido, la sentencia del Tribunal Superior
(Sala 1ª) de 10 de septiembre de 2007 declara
que “la responsabilidad civil, compatible con la
laboral, por muerte o lesiones causadas en accidente de trabajo, es imputable al empresario,
cuyo nexo causal aparece acreditado, incluso
si aparentemente ha cumplido la normativa
laboral y administrativa también, aunque haya
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concurrido el propio trabajador en causa de su
propio daño, lo que se valora en el cálculo del
quantum indemnizatorio”.
Asimismo, la Sala 1ª admitió la compensación
de culpas en la sentencia de 11 de julio de 2007,
acudiendo al art. 1103 del CC, pero advirtiendo
de que este criterio de la moderación no tiene
acceso a la casación por tratarse de una auténtica
facultad discrecional del juzgador de instancia, según reiterada doctrina de la Sala, proclamada en
las sentencias de 15 de diciembre de 1999, 20
de mayo de 2004 y 20 de julio de 2006, salvo
en supuestos aislados basados en una aplicación
desmedida o fuera de la lógica o raciocinio.
La cuestión relativa a la duración del plazo
para su ejercicio no plantea mayores dificultades,
toda vez que ambos ordenamientos señalan el
mismo plazo de un año. El art. 59 del Estatuto
del Trabajador (ET) establece que las acciones
derivadas del contrato de trabajo que no tengan
señalado plazo especial prescribirán al año de su
terminación. Si se entendiera que la responsabilidad exigible es de naturaleza extracontractual, la
norma aplicable sería la del art. 1968.2 del CC,
como viene haciendo la Sala 1ª (entre otras, en
las sentencias de 9 de mayo de 1996, 9 de octubre de 2007 y 3 de diciembre de 2007), aplicando la prescripción de un año para las acciones
encaminadas a exigir la responsabilidad por las
obligaciones derivadas de la culpa o negligencia
de que trata el art. 1902 del CC.
Su cómputo comienza desde el momento
en que pudieron ser ejercitadas (art. 1968 del
Código Civil). Ese conocimiento vendrá dado por
la fecha de notificación, que debe acreditarse, de
la resolución del INSS o resolución judicial correspondiente, que declare el alcance de las lesiones
(STS de 22 de marzo de 2002). En el supuesto
concreto de incapacidad permanente el plazo de
prescripción se inicia en la fecha de notificación
de la resolución forme en el proceso de declaración y calificación de dicha incapacidad (STS de
20 de abril de 2004).
El TS viene sosteniendo (sentencias de 22
de marzo de 2001, 20 de abril de 2004, 4 de julio de 2006 y 9 de octubre de 2007) que es imprescindible requerir judicial o extrajudicialmente,
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Plazo de prescripción
La responsabilidad civil es compatible con la penal y con las de Seguridad Social.
de modo individualizado, a cada uno de los posibles implicados en el hecho dañoso, sin que los
efectos interruptivos, derivados del requerimiento
dirigido a uno de ellos, se haga extensivo o aproveche a los demás, salvo “en el ámbito de la llamada solidaridad impropia, de que por razones
de conexidad o dependencia pueda presumirse
el conocimiento previo del hecho de la interrupción, supuesto en que la interrupción afectará
también a quien no fue directamente destinatario del requerimiento”. El párrafo primero del art.
1974 únicamente contempla el efecto interruptivo cuando el carácter de la solidaridad deriva de
norma legal o pacto convencional, como apunta
la propia sentencia. Puesto que la naturaleza jurídica y los fines de la responsabilidad civil son
distintos a los del resto de responsabilidades, será
compatible con las demás de la siguiente forma:
> Las responsabilidades administrativas que se
deriven del procedimiento sancionador se-
rán compatibles con las indemnizaciones por
los daños y perjuicios causados (art. 42.3 de
la LPRL), pues las primeras no contemplan
medidas reparadoras.
> La responsabilidad civil es compatible con la
penal como consecuencia de sus distintas
finalidades.
> También es compatible con las responsabilidades de Seguridad Social (STS de 20 de julio de 2000), puesto que las segundas nacen
del incumplimiento de obligaciones legales
por parte del empresario (afiliación, alta, cotización o medidas de seguridad y salud en el
trabajo), no se dirigen a la compensación de
los daños en sentido estricto y se actualizan a
través de las prestaciones tasadas por la ley,
tanto las objetivas de Seguridad Social, como
los recargos; pero no agotan los daños y perjuicios de responsabilidad civil.
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