JUZGADO DE LO PENAL NUMERO 5 DE MURCIA JUICIO ORAL Nº 329/12 SENTENCIA En la ciudad de Murcia, a veinte de marzo de dos mil catorce. Vistas por Doña Natividad Navarro Abolafio, Magistrada-Juez del Juzgado de lo Penal número cinco de esta ciudad, en audiencia oral y pública, las presentes actuaciones de Juicio Oral número 329/12, dimanantes del Procedimiento Abreviado número 115/09 del Juzgado de Instrucción Nº 8 de Murcia, por UN DELITO DE TRATO DEGRADANTE, UN DELITO DE PREVARICACION ADMINISTRATIVA y UN DELITO CONTINUADO DE LESIONES, en las que han intervenido: el Ministerio Fiscal, representado por Don Javier Escrihuela, en el ejercicio de la acción pública; Cecilio Hernández Rubira, representado por el Procurador Don José María Jiménez-Cervantes Nicolás y asistido por la Letrada Doña Begoña Fernández Torres, como acusación particular; y FERNANDO MATEO ASENSIO, representado por el Procurador Don Francisco Aledo Martínez y defendido por el Letrado Don Francisco Javier Martínez-Escribano Gómez, como acusado; ha dictado la presente resolución en atención a los siguientes ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- Que la presente causa fue repartida a este Juzgado para su enjuiciamiento y fallo, habiéndose señalado los días 24 y 26 de febrero de 2.014 la vista del juicio oral, y tras la práctica de la prueba propuesta y declarada pertinente, el Ministerio Fiscal, en sus conclusiones definitivas, consideró a FERNANDO MATEO ASENSIO autor de UN DELITO DE TRATO DEGRADANTE del artículo 173.1 del Código Penal, en concurso ideal con UN DELITO DE PREVARICACION ADMINISTRATIVA del artículo 404 del Código Penal y de UNA FALTA ASISTENCIAL del artículo 619 del Código Penal, sin concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, solicitando se le impusiera, por el primer delito, la pena de 1 año de prisión con la accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena; y por el segundo delito la pena de 7 años de inhabilitación especial para empleo o cargo público y pago de las costas. La Acusación Particular, en sus conclusiones definitivas, consideró a FERNANDO MATEO ASENSIO autor de UN DELITO DE TRATO DEGRADANTE del artículo 173.1 del Código Penal, o del párrafo segundo del artículo 173.1 del Código Penal en su redacción vigente, de UN DELITO DE PREVARICACION ADMINISTRATIVA del artículo 404 del Código Penal y de UN DELITO CONTINUADO DE LESIONES de los artículos 147 y 77 del Código Penal, sin concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, solicitando se le impusiera, por el primer delito, la pena de 2 años de prisión e inhabilitación especial para empleo o cargo público durante el tiempo de la condena; por el segundo delito la pena de 7 años de inhabilitación especial para empleo o cargo público; y por el delito continuado de lesiones la pena de 3 años de prisión y pago de las costas. SEGUNDO.- Por su parte, el Letrado de la defensa solicitó la absolución de su defendida por falta de pruebas y no ser los hechos constitutivos de infracción penal, instando la expresa condena en costas a la Acusación Particular por el delito continuado de lesiones. TERCERO.- Que en la tramitación del presente expediente se han observado las prescripciones legales. HECHOS PROBADOS UNICO.- Se declara probado que el acusado, FERNANDO MATEO ASENSIO, mayor de edad y sin antecedentes penales, como Director General de Carreteras, dependiente de la Consejería de Obras Públicas, Vivienda y Transporte, cesó como Director de obras, en virtud de Resolución dictada por delegación del Consejero por el referido Director General de carreteras, al querellante en esta causa, Cecilio Hernández Rubira, que es funcionario de carrera de la Administración regional perteneciente al Cuerpo superior Facultativo, escala de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, y que venia ejerciendo sus funciones en el servicio de Conservación y Explotación, con puesto de trabajo TO-0008, como Jefe del departamento de Conservación, y últimamente como Técnico Responsable, en virtud de Orden de 15 de marzo de 2005 de la Consejería de Hacienda, desempeñando sus labores en Murcia-capital en la sede de la propia Consejería de obras Públicas en la Plaza Santoña, de las siguientes: -El 20 de octubre de 2004 fue cesado como Director de las obras de Ensanche y Mejora de la Plataforma de la carretera MU-410, cuyo nombramiento se realizó el 11-02-2004, alegándose como motivo del cese el no haberse iniciado la ejecución material de las obras cuatro meses después de la firma del contrato de adjudicación, sin causa justificada. -El 26 de octubre de 2004 fue cesado como Director de reparación del firme y acondicionamiento en la MU-514, cuyo nombramiento se realizó el 2901-2004, alegándose como motivo del cese el no haberse iniciado la ejecución material de las obras cuatro meses y dos días después de la firma del contrato de adjudicación, sin causa justificada. -El 2 de diciembre de 2004 fue cesado de las obras de refuerzo de la MU301 donde se le releva de la dirección facultativa de dichas obras, cuyo nombramiento se realizó el 05-08-2004, alegándose como motivo del cese el interés de la Dirección General de Carreteras en la elaboración de una propuesta de redenominación de las carreteras de la red regional , así como el estudio y valoración económica de las actuaciones necesarias en las carreteras MU-404, MU-403 y A-20, que se iban a encargar al Sr. Hernández Rubira y que iban a requerir una dedicación importante de dicho funcionario. -El 27 de abril de 2005 fue cesado como Director de las obras de adecuación de drenaje de la B-10, cuyo nombramiento se realizó el 18-102004, alegándose como motivo del cese el interés de la Dirección General de Carreteras en la agilización de la redacción de otros proyectos que el Sr. Hernández Rubira tenía encargados. Por Decreto 42/2005 de 6 de mayo de la Consejería de obras Públicas, Vivienda y Transportes se modificó la estructura orgánica de la Consejería, donde se establecía que el servicio tecnológico, otra de las unidades administrativas dependientes de dicha Dirección General, contaría con un laboratorio de carreteras con competencia en materia de control de calidad de las obras y con el numero de técnicos que se determinaren en la relación de puestos de trabajo, si bien dicha relación no preveía ningún técnico responsable en la plantilla. Pese a ello, y careciendo de competencia para un traslado forzoso que implicaba cambio de localidad, el referido acusado, por comunicación interior, como Director General de Carreteras, de fecha 1 de julio de 2005, notificada el 4 del mismo mes a Cecilio, se le ordenó que "en virtud de la reorganización le comunico que a partir del día 1 de julio desarrollará sus funciones en el servicio Tecnológico", sin que se le informara al querellante sobre los fines, la organización, o el funcionamiento del nuevo trabajo a desempeñar ni se le motivara la decisión, reiterándose nueva comunicación el 8 de julio de 2005 en el que se le notificaba que "desde el próximo lunes 11 del presente deberá desempeñar las funciones que tiene encomendadas en el servicio Tecnológico, en las dependencias que este servicio tiene en el laboratorio de Mecánica del suelo", radicado en Espinardo, personándose el 24 de enero de 2006 el querellante en dicha sede, tras no acordarse la suspensión del acto administrativo en el procedimiento 973/05 del Juzgado número 2 de lo contencioso administrativo de Murcia, negándose el mismo al desempeño de las funciones en dicho centro ya que las mismas no se acomodaban a su cargo y puesto de trabajo, según su entender, motivando la incoación de expediente disciplinario que finalizó con una sanción de fecha 19 de mayo de 2006 de 6 meses de empleo y sueldo, que fue recurrida en la vía contencioso administrativa. En el laboratorio Mecánica del suelo de Espinardo, adscrito a la Dirección General no quedaba incluido ningún técnico responsable en su plantilla de nivel 26 correspondiente al querellante. Además tratándose de un cambio de localidad la competencia para dictar la resolución le competía al Secretario General. El Juzgado de lo contencioso 2 de Murcia en autos 973/2005, en virtud de sentencia de 11 de mayo de 2007, declaró la nulidad del traslado al centro de Espinardo, resolución confirmada por la Sala de lo Contencioso Administrativo del TSJ, en sentencia de 30 de septiembre de 2008. En fecha 17 de febrero de 2005, el Director General comunico a Cecilio Hernández Rubira que debía de cambiarse al despacho num. 215 en función de la "reagrupación de los técnicos en función de los servicios a que pertenecen", traslado que debía realizarse el día 20 de dicho mes, precediéndose por el servicio de mantenimiento al traslado del mobiliario y utensilios desde su despacho que venia utilizando, el num. 239 al referido, de menores dimensiones. Las medidas de dicho despacho son de 2,20x5, y disponía de superficie y volumen mínimo según el RD 487/97, si bien el trabajo que venia desempeñando no podría realizarse en funciones ergonómicas aceptables, ya que el mobiliario que Cecilio tenía en el despacho 239, el cual trasladó al despacho 215, no cabía en éste último. En la actualidad dicho despacho 215 es un archivo. FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO.- Los hechos declarados probados no son constitutivos ni de UN DELITO DE TRATO DEGRADANTE del artículo 173.1 del Código Penal, ni de un DELITO DE PREVARICACION ADMINISTRATIVA del artículo 404 del Código Penal, ni de un DELITO CONTINUADO DE LESIONES de los artículos 147 y 74 del Código Penal. Es preciso analizar en este caso todos y cada uno de los delitos de los que se acusa a Fernando Mateo Asensio, en relación con las pruebas practicadas en el acto del juicio oral y las obrantes en autos. En primer lugar, en cuanto al delito de trato degradante, hay que poner de manifiesto que habrá que determinar si la conducta del acusado puede o no incardinarse en el artículo 173.1 del Código Penal, en su redacción anterior a la LO 5/10, ya que el segundo párrafo de dicho precepto penal en el que se castiga el llamado “acoso laboral”, no es de aplicación en este caso, pues los hechos enjuiciados tuvieron lugar entre los años 2.004 a 2.006, no pudiendo aplicarse el párrafo segundo introducido por la LO 5/10 con carácter retroactivo al ser perjudicial para el acusado. El artículo 173.1 del Código Penal, vigente en la fecha de los hechos, sanciona al que infligiera a otra persona un trato degradante, menoscabando gravemente su integridad moral. Por trato degradante hay que entender todo aquél trato que humilla y envilece. Así la Sentencia del Tribunal Constitucional de 27/06/1990 establece que los tratos degradantes denotan la causación, sean cuales fueran los fines, de padecimientos físicos o psíquicos inflingidos de modo vejatorio para quien los sufre o con esa propia intención de vejar o doblegar la voluntad del sujeto paciente, añadiendo que la degradación moral debe tener una cierta intensidad. Como señala la Sentencia del Tribunal Supremo de 27 de Enero del 2011 resolviendo el recurso nº 10755/2010: "La jurisprudencia, aún habiendo reconocido las dificultades de interpretación que presenta el artículo 173.1 del Código Penal (STS nº 2101/2001), ha venido señalando que la integridad moral se identifica con las nociones de dignidad e inviolabilidad de la persona y que, exigiendo el tipo que el autor inflinja a otro un trato degradante, por éste habrá de entenderse, según la STS de 29 de septiembre de 1998, "aquel que pueda crear en las víctimas sentimientos de terror, de angustia y de inferioridad susceptibles de humillarles, de envilecerles y de quebrantar, en su caso su resistencia física o moral". (STS nº 1061/2009, de 26 de octubre). Como elementos de este delito se han señalado (STS nº 233/2009, de 3 de marzo, 1061/2009, de 26 de octubre y 255/2011, de 6 de abril): "a) un acto de claro e inequívoco contenido vejatorio para el sujeto pasivo del delito; b) un padecimiento, físico o psíquico, en dicho sujeto; y, c) un comportamiento que sea degradante o humillante e incida en el concepto de dignidad de la persona afectada por el delito". Y, en cuanto al resultado, exige el precepto que el trato degradante menoscabe gravemente la integridad moral, lo que excluiría los supuestos banales o de menor entidad. Según establece la STS 325/2013, de 2 de abril, “los dos ejes sobre los que pivota la conducta penal objetiva descrita en el artículo 173.1 del CP son el infligir a una persona un trato degradante y el causarle con ello un menoscabo grave a su integridad moral”. Continúa diciendo la citada sentencia que “Con respecto al concepto de trato degradante, la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos lo viene definiendo como aquellos tratos que pueden “crear en las víctimas sentimientos de temor, de angustia y de inferioridad, susceptibles de humillarles, de envilecerles y de quebrantar en su caso su resistencia física y moral. Resulta pues relevante la creación en la víctima de una situación de envilecimiento y de humillación, y también la susceptibilidad de doblegar la resistencia física y moral de las víctimas”. “El Tribunal Constitucional afirma al respecto que los tres comportamientos absolutamente prohibidos por el artículo 15 CE (torturas, tratos inhumanos y tratos degradantes) se caracterizan por la irrogación de “padecimientos físicos o psíquicos ilícitos e inflingidos de modo vejatorio para quien los sufre y con esa propia intención de vejar y doblegar la voluntad del sujeto paciente” (STC 34/2008, de 25 de febrero)”. “En cuanto al bien jurídico de la integridad moral que ha de ser menoscabado gravemente, la doctrina viene conceptuándolo como el derecho de la persona a no sufrir sensaciones de dolor o sufrimientos físicos o psíquicos humillantes, vejatorios o envilecedores”. “Tales conductas constituyen un atentado frontal y radical a la dignidad humana, “bien porque cosifican al individuo, rebajándolo a un nivel material o animal, bien porque lo mediatizan o instrumentalizan, olvidándose de que toda persona es un fin en sí mismo” (STC 181/2004, de 2 de noviembre)”. Resulta pues necesario resolver y decidir sobre la gravedad de la conducta que se imputa, habiendo establecido la mencionada STS que para ello ha de estarse a las pautas que marca la jurisprudencia, tanto en el ámbito internacional como en el interno de nuestro país. “A este respecto, el TEDH establece en reiteradas sentencias que para sopesar la gravedad de un hecho susceptible de violar el art. 3 del Convenio Europeo ha de estarse al conjunto de las circunstancias de caso, entre las que cita “la duración de los malos tratos, sus efectos físicos y mentales y, en algunos casos, el sexo, la edad y el estado de salud de la víctima” (STEDH de 18/01/1978, 14/11/2002, 10/02/2004). “Por lo que hace referencia al resultado se precisará un menoscabo de la integridad moral, como bien jurídico protegido por la norma, y que se configura como valor autónomo, independiente del derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad o al honor, radicando su esencia en la necesidad de proteger la inviolabilidad de la persona”. Pues bien, establecidas estas bases y pautas, hay que señalar que al acusado se le imputa un delito de trato degradante por unos hechos concretos cuales son: el cese del denunciante como director de cuatro obras en menos de 1 año; el traslado a la localidad de Espinardo; y el cambio de despacho. En cuanto al cese como director de las obras decir, en contra de lo que se alega por las acusaciones, que no es cierto que dichos ceses fueran notificados sin el motivo del mismo, siendo cesado las dos primeras veces por retraso injustificado en la ejecución material de las obras y las dos últimas por interesar a la Dirección General de Carreteras que el Sr. Hernández Rubira realizara otros trabajos distintos. Se alega por las acusaciones que no hubo retraso alguno en la ejecución material de las dos primeras obras que fuera imputable al denunciante, siendo en todo caso el retraso debido a la tardanza en el nombramiento de Coordinador de Seguridad y Salud para dichas obras, nombramiento que correspondía precisamente al acusado como Director General de Carreteras. Si bien es cierto que en la primera de las obras, transcurrieron más de dos meses desde que el Sr. Hernández Rubiera propusiera a la persona que había de ser designada a tal fin, hasta que fue nombrado el coordinador por el acusado, también lo es que precisamente ese intervalo de tiempo correspondía a los meses de verano de julio y agosto, meses en los que habitualmente se disfrutan las vacaciones, y además en la segunda de las obras sólo transcurrió algo más de un mes desde la designación por el querellante hasta el nombramiento por el acusado, por lo que tampoco puede estimarse acreditado que sí no habían dado inicio la ejecución de las obras fuera debido precisamente a la conducta del acusado, ya que el querellante fue cesado con posterioridad al nombramiento del coordinador, resultando que en el juicio oral no ha quedado probado cuál era el tiempo normal para iniciar la ejecución material de las obras. Además lo que sí ha resultado probado es que el Sr. Hernández Rubira no era el único director de obras al que se cesaba después de su nombramiento, pues a través de la documental aportada por la defensa ha quedado acreditado que Federico Amorós Collado, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos fue cesado como director facultativo de obras hasta en cinco obras en poco más de un año, habiendo manifestado el mismo en prueba testifical en el plenario que efectivamente también había sido cesado como director de obras, aunque dijo que lo suyo era distinto, sin aclarar esta expresión, cuando además dijo que no sabía porque habían cesado al Sr. Hernández Rubira. También consta documentalmente el cese de Juan José Parrilla Cánovas, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, como director de obras hasta en tres ocasiones en un año, aunque manifestó en el juicio que el cese como director de obras no era algo normal. Así mismo José Guijarro Gallego, Subdirector General de Carreteras en la fecha de los hechos, también fue cesado como director facultativo de una obra en fecha 18/10/2006. En cuanto a los testimonios vertidos en juicio sobre el cese del querellante como director facultativo de obras, Fernando Albaladejo Navarro, Ingeniero Técnico de Obras Públicas, declaró que sabía que al Sr. Hernández Rubira lo habían cesado como director de algunas obras y que a él también lo habían cesado en algunas obras, aunque nunca había visto que hubiera habido ceses en Conservación y que al querellante lo habían cesado sin motivo. Francisco Asís Alvarez Vera, Jefe de Servicio y jefe inmediato de Cecilio Hernández, declaró que creía que los ceses habían sido sin motivo y que la obra de la carretera B-10 no creía que fuera inejecutable porque no se había detectado ningún problema, añadiendo que hasta ese momento no se había cesado a nadie como director de obra. Eduardo Pascual Ponce Molet, jefe del servicio de contratación de la Consejería de Obras Públicas, depuso en juicio que fue el Director General de Carreteras el que acordó los ceses del querellante, que en uno de los ceses ponía que era por retraso y en los demás nada, que a él no le constaba que hubiera retrasos, que no intervenía en los ceses, sólo los comunicaba, que el cese de un director de obra era normal, que lo que no era normal era cesar al mismo director en cuatro obras en poco tiempo. Llama la atención respecto de esta última declaración que cuando prestó declaración dicho testigo en instrucción, hace siete años, manifestara que le constaba que en los ceses del querellante figuraba en alguna de las resoluciones un argumento, pero que no lo sabía de memoria y que no estaba dentro de sus funciones saberlo (folio 327) y que siete años después afirme que sólo en uno de los ceses se hizo constar que era por retraso y en los demás nada, cuando además esto no es cierto, según lo ya expuesto. El testigo Fernando María Roca Guillamón manifestó en el plenario que el informó sobre el cese en las obras de la carretera MU-410 diciendo que era una resolución de cese sin motivación alguna, que creía que el informe se lo había solicitado el Vicesecretario General, añadiendo que sólo le remitieron para emitir informe el decreto de cese. El testigo José Antonio Guijarro Gallego declaró que en esas fechas era el Subdirector General de Carreteras y que desconocía el motivo de cese del querellante como director de las obras. El testigo Federico Jacob Amorós Mellado, dijo que sustituyó a Cecilio en una dirección de obra y que creía recordar que era por un retraso en la ejecución, (en su declaración en instrucción dijo que creía recordar que en el decreto de sustitución no había motivo, folio 377), y que cuando él cogió la obra no encontró ningún impedimento para empezar las obras, que ya estaba nombrado el Coordinador de Seguridad y Salud y existía el plan de seguridad, pero que sabía que mientras Cecilio llevó la dirección no hubo plan de seguridad, añadiendo que al coordinador lo nombra el Director General de Carreteras a propuesta del director facultativo de las obras, debiendo el coordinador dar el visto bueno al plan de seguridad y salud en las obras, porque hasta que no lo haga no se empiezan las obras. El testigo Isaías García Salcedo, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, declaró que sustituyó al querellante en la dirección de las obras de la carretera B-10 y que tuvo que redactar un nuevo proyecto modificado porque no entendía lo que había que hacer en el proyecto redactado por el Sr. Hernández Rubira, teniendo que firmar el acta de replanteo, añadiendo que cuando se encargó de la dirección de dichas obras él pertenecía a Seguridad Vial y puede que no entendiera el proyecto al no estar en Conservación. Igualmente dijo que había sustituido a Cecilio en otras dos obras en las que no tuvo que hacer ninguna modificación en el proyecto, desconociendo la causa de la sustitución, pero que en una de esas obras tuvo que empezar la ejecución en menos de un mes. Nos encontramos pues ante cuatro ceses como director de obras del querellante, los cuales se acordaron por el acusado por unos motivos que no han quedado plenamente desvirtuados, ya que los testigos o no saben porque se produjeron los ceses o manifiestan que fue sin motivo, pero sin acreditar este dato, siendo el único testigo que arroja algo de luz el Sr. García Salcedo que manifiesta que tuvo que modificar uno de los proyectos para poder ejecutar las obras porque con la redacción dada por el querellante no sabía hacerlo y que otra de las obras tuvo que iniciarla rápidamente, no siendo además el querellante el único Ingeniero de Canales, Caminos y Puertos que era cesado como director de obras antes de su ejecución, tal y como sí ha resultado probado. Además en cuanto al cese como director de las obras en la carretera B-10, el propio querellante manifestó en el juicio que le sorprendió mucho que le dijeran que la obra era impracticable, y que esto lo dijo tanto la empresa adjudicataria de las obras como el ingeniero que lo sustituyó en la dirección. Respecto al traslado a la localidad de Espinardo, traslado que será objeto de un estudio más detallado posteriormente, al ser el hecho que según las acusaciones constituye el delito de prevaricación, decir que efectivamente consta al folio 41 de las actuaciones, que en fecha 1 de julio de 2.005, el acusado, en su calidad de Director General de Carreteras, remitió comunicación interior a Cecilio Hernández Rubira, cuyo tenor literal era: “La reciente reorganización de esta Dirección General ha quedado recogida en el Decreto 42/2005 de 6 de mayo por el que se establece la estructura orgánica de la Consejería de Obras Públicas, Vivienda y Transportes y en las Ordenes de 15 de marzo y 23 de mayo de 2005. En virtud de dicha reorganización le comunico que a partir del día 1 de julio desarrollará sus funciones en el Servicio TEGNOLOGICO”, teniendo dicho servicio su sede en Espinardo. Este hecho no es negado por el acusado, el cual afirma que el traslado a Espinardo se debió a un cambio legal al crearse un nuevo servicio, el Servicio Técnológico con sede en Espinardo, donde había un laboratorio de control de calidad y que su intención era precisamente aumentar el control de calidad en las obras que se estaban ejecutando en esa época que eran muchas, pero que no quitó al Sr. Hernández Rubira los trabajos que venía realizando en conservación, sino que lo que hizo fue ampliarle las funciones, no revocándole el encargo de proyectos de obras, los cuales siguió realizando, ya que no lo apartó de conservación y siguió llevando los mismos asuntos que antes, encargándosele nuevos proyectos de obras, al completarle las tareas que llevaba en conservación con las tareas de control de calidad de las obras, añadiendo que era cierto que en el laboratorio de Espinardo no existía un puesto vacante con la categoría del Sr. Hernández Rubira, pero sí había funciones que podía realizar, ya que además en los años 80 había sido director del laboratorio, siendo su única intención reforzar los controles de calidad en un momento en el que había muchas obras en ejecución. Igualmente manifestó que de hecho no ejecutó nunca la orden de traslado a Espinardo porque esperó a que resolviera la justicia contenciosoadminsitrativa, pese a que dicha jurisdicción no acordó la suspensión de la ejecución. Por su parte el querellante afirmó que el 1-7-2005 le enviaron una nota interna diciéndole que tenía que prestar sus servicios en el laboratorio de Espinardo, y aunque no le comunicaron que seguía con sus funciones anteriores, entendió que tenía que terminar las obras que estaban ejecutándose, añadiendo que no recordaba que le hubieran encargado nuevas obras de conservación, pero él seguía sus funciones en Murcia, ya que en Espinardo el Jefe de Servicio le dijo la primera vez que allí no había funciones para él, y la segunda vez le dio unos trabajos y él le contestó que no eran trabajos de su competencia. Las únicas testificales relevantes en esta materia son las prestadas por Francisco Asís Alvarez Vera, Antonio Rubio Rubio, Juan José Parrilla Cánovas, Diego Pardo Domínguez, Tomás Bernal Zamora e Isaías García Salcedo. Francisco Asís Alvarez Vera, Jefe de Servicio y jefe inmediato de Cecilio en el departamento de conservación, depuso en el plenario que al querellante se le mandó al laboratorio de Espinardo, pero que siguió realizando sus funciones en conservación en la plaza Santoña, de la que no llegó a irse nunca, continuando trabajando en los proyectos ya realizados que generaban nuevos proyectos, ya que en Espinardo no había ningún trabajo a realizar para un Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, añadiendo que en Espinardo antes había habido un servicio de conservación y que fue el acusado el que creó el servicio tecnológico allí, añadiendo que el acusado le dio instrucciones de no encargar ningún trabajo a Cecilio. Respecto de esta última afirmación llama la atención que no dijera nada sobre este tema en la declaración que prestó en instrucción hace más de 7 años, dada la importancia y relevancia de este hecho en relación con el objeto de este procedimiento, por lo que dicha afirmación ha de ponerse en duda en cuanto a su valor probatorio. También hay que mencionar que en su declaración en instrucción dijo que en el laboratorio de Espinardo nunca había habido un puesto de Técnico Responsable, pero que desconocía las funciones que pudiera tener Cecilio en dicho centro. Antonio Rubio Rubio, jefe de personal en la fecha de los hechos, según su afirmación, manifestó en el juicio que Diego Pardo Domínguez, Secretario General de la Consejería de Obras Públicas, Vivienda y Transporte, le preguntó que había que hacer para quitar al Sr. Hernández Rubira de la dirección de carreteras y él aconsejó que sólo se podía hacer por necesidad de funciones o porque hubiera falta de trabajo en su puesto, advirtiendo al Sr. Pardo que el traslado a Espinardo suponía un cambio de destino y un cambio de puesto de trabajo y de localidad. Igualmente dijo que también habló del tema con el acusado “off de record” indicándole lo que se podía o no hacer, y que era palpable que el acusado quería quitarse de encima a Cecilio, diciéndole que el traslado a Espinardo tenía que ser acordado por el Secretario General. Al igual que se ha dicho respecto al testigo anterior, también llama la atención que el Sr. Rubio no dijera nada en su declaración en fase de instrucción de que había hablado del tema del traslado con el acusado y lo diga siete años después, lo cual también pone en duda su testimonio, resultando además que sí es cierto que informó tanto al Secretario General como al Director General de Carreteras que dicho traslado debía ser acordado por el Secretario General, lo lógico es que si realmente lo que querían era apartar al Sr. Hernández Rubira, la orden de traslado la hubiera dado el Sr. Pardo Domínguez y no hubiera sido entonces ilícita. El testigo Juan José Parrilla Cánovas afirmó que sabía que habían enviado al querellante al laboratorio de Espinardo, pero que no había motivo técnico para ello ni era un lugar para un Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. El testigo Diego Pardo Domínguez, Secretario General de la Consejería de Obras Públicas, declaró en el juicio que el traslado del Sr. Hernández Rubira a Espinardo fue debido a un cambio en la estructura de la consejería, habiendo sido el acusado el que reforzó el laboratorio de Espinardo, añadiendo que para él el traslado a Espinardo no lo consideraba un cambio de localidad, y que en los cambios de destino que impliquen un cambio de localidad el competente para acordarlos era él y no el Director General de Carreteras. Tomás Bernal Zamora, Jefe de Servicio del Servicio Tecnológico de Espinardo, manifestó que le comunicaron que el querellante iba a desempeñar sus funciones de su puesto de trabajo en conservación en el centro de Espinardo, que eso se lo comunicó el acusado y que le dijeron que le prepara un despacho. Igualmente afirmó que en el servicio tecnológico no había funciones que pudiera desarrollar Cecilio, salvo que él le hubiera cedido sus funciones propias, ya que no había un puesto de trabajo de técnico responsable. Además añadió que el querellante se presentó un día en Espinardo, pero que no subió al laboratorio porque dijo que no subía, no hablando con él de sus funciones, así como que a él nadie le dijo que le diera funciones de trabajo al Sr. Hernández Rubira. Respecto a este testimonio decir que el mismo se contradice con lo manifestado por el propio querellante en el juicio, el cual reconoció que se le asignaron funciones por el Sr. Bernal, pero que no las realizó porque no eran de su competencia, lo que también viene corroborado por el escrito del propio querellante obrante al folio 221 y el de Tomás Bernal Zamora obrante al folio 222, en el que por escrito manifiesta que le dijo a Cecilio que le serían encomendadas funciones de aforos e inventario y que él le contestó que no eran funciones propias de su cargo, retornando a la Dirección General, manifestación que viene corroborada al folio 235, siendo dichas funciones también las que se le informó por parte del acusado que debía realizar en el laboratorio de Espinardo, en fecha 30 de enero de 2.006 (folio 228). El testigo Isaías García Salcedo, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos de nivel inferior al querellante, manifestó que él estuvo antes en el laboratorio de Espinardo, el cual dependía de la Subdirección General de Carreteras, y que cuando él estuvo también estaba Tomás Bernal Zamora, que el Sr. Bernal era el jefe de servicio y que los dos realizaban funciones en dicho laboratorio, añadiendo que las diferencias de nivel entre los Ingenieros de Caminos afectan al sueldo, pero no a las funciones a realizar. El citado traslado a Espinardo fue declarado nulo por la jurisdicción contenciosoadministrativa, tanto en primera instancia, como en segunda, en sendas sentencias del Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2, de fecha 1105-2007, como de la Sección Segunda de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Murcia, al estimar ambas resoluciones que dicho traslado implicaba un cambio de localidad, siendo competencia su adopción del Secretario General y que además el acuerdo de traslado carecía de la motivación necesaria. Atendiendo pues a todo lo expuesto resulta que se acordó por el acusado un traslado del querellante a un centro de trabajo distinto, que además implicaba un cambio de localidad, así lo ha manifestado la jurisdicción contencioso administrativa, cuyo pronunciamiento al efecto resulta vinculante en el presente procedimiento, al ser dicha jurisdicción la competente para resolver sobre este tema, careciendo de competencia para ello, pero que no llegó a materializarse, ya que aunque se le asignaron allí algunas funciones de aforos e inventarios por el jefe de servicio, el acusado no aceptó su realización al estimar que no eran de su competencia, sin llegar a trasladarse físicamente a dicho centro, ya que continuó desarrollando sus funciones en la plaza Santoña de Murcia, habiendo además continuado con las obras que ya estaban ejecutándose y además realizando otros nuevos trabajos que se le fueron encargando en materia de conservación, tal y como consta en los documentos obrantes en autos a los folios 254 a 257 y 449 a 453, que aunque el querellante ha calificado de “trabajillos” en el acto del juicio oral, no dejan de ser trabajos de conservación. Por último en cuanto al traslado de despacho, ha resultado probado que efectivamente el Sr. Hernández Rubira fue trasladado al despacho nº 215 en fecha 17-02-2006, comunicándole dicho traslado el acusado mediante comunicación interior, en la que se hacía constar que dicho traslado era debido a la reagrupación de los técnicos en función de los servicios a los que pertenecen, debiendo realizarse dicho traslado el día 20-02-2006 (folio 68). Que el despacho nº 215 era de menor dimensiones al que venía ocupando el querellante, hecho éste no objeto de discusión. Que el despacho nº 215 disponía de la superficie y el volumen mínimo indicado en el Anexo I Apartado A artículo 2 1º a, b y c del RD 486/97, de 14 de Abril, sobre las Disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, para el desarrollo del trabajo del querellante sin riesgos para su seguridad y salud, según el informe emitido por la Técnico de Prevención, Mª Dolores Nicolás Carrillo (folios 132 a 135), en el cual se hacían una serie de recomendaciones, que no consta se llevaran a cabo. Dicho informe fue ratificado en el plenario por la citada técnico, afirmando además que en el despacho nº 215 no cabía todo el mobiliario que el Sr. Hernández Rubira tenía en su despacho anterior, pero que el despacho nº 215 es un sitio hábil y sólo había un problema de ubicación del mobiliario del querellante, no siendo el problema del despacho, sino del mobiliario. Igualmente ha resultado probado que el citado despacho nº 215 también había sido ocupado anteriormente como despacho por Juan Abenza Barquero, Técnico de Gestión del Servicio de Seguridad Vial y por Isaías García Salcedo, Ingeniero de Caminos Canales y Puertos, y así lo afirmaron ambos testigos en el juicio. Dicho cambio de despacho, según afirmó Fernando Mateo Asensio fue debido al nombramiento de Moisés Lázaro Blázquez como nuevo Jefe de Servicio de Conservación, el cual precisaba la ocupación de un despacho, teniendo que elegir entre el despacho del técnico cesante, el del querellante y el de otro Ingeniero de Caminos de mayor antigüedad que el Sr. Hernández Rubira, por lo que para no perjudicar aún más al técnico cesante optó por el de Cecilio, siendo el despacho nº 215 el único que estaba libre en ese momento en la 2ª planta, habiendo aportado la defensa documental acreditativa de la incorporación del Sr. Lázaro, primero con carácter provisional el 19-02-2.006 (coincidiendo así con el cambio de despacho del querellante) y después con carácter definitivo el 12-04-2007 (folios 785 a 789). En cuanto a los informes emitidos por el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales, decir que el informe obrante a los folios 636 y siguientes, fue ratificado en el plenario por Jesús Enrique Fernández Marín, el cual manifestó que dicho informe se refería a toda la Consejería de Obras Públicas, Vivienda y Transportes, habiendo sido muchos los funcionarios que emitieron quejas sobre el comportamiento de sus superiores, añadiendo que hablaron con el acusado y éste manifestó su predisposición a solucionar el problema, aunque luego no siguieron los consejos del Sr. Fernández Marín. De otro lado, el informe obrante a los folios 624 y siguientes, también fue ratificado en el juicio por Joaquín Gil Muñoz, el cual depuso que llegó a la conclusión de que había una situación de conflicto interpersonal entre Cecilio Hernández y el acusado, señalando que lo que recogió en el informe es lo que le manifestó el Sr. Hernández Rubira y que el propio Sr. Hernández Rubira entendía como actuaciones de hostigamiento por parte del acusado, pero que él como psicológo no entró a valorar sí las manifestaciones del Sr. Hernández Rubira eran o no ciertas, constando en dicho informe que un juicio valorativo que integre el total de los datos que están al alcance del Servicio de Prevención, no podía llevar a concluir, de forma inequívoca, que nos hallemos ante un problema de hostigamiento psicológico en el trabajo. Expuestos todos los hechos anteriores hay que determinar sí las conductas realizadas por Fernando Mateo Asensio pueden o no tener acogida plena en el delito de tratos degradantes, y la respuesta ha de ser negativa al entender que los actos llevados a cabo por el acusado no reúnen los requisitos del delito que nos ocupa. En primer lugar porque dichas actuaciones, a juicio de esta juzgadora, no pueden considerarse como actos de claros e inequívocos contenidos vejatorios, pues se trata de decisiones adoptadas en el ejercicio de su cargo como Director General de Carreteras, que pueden considerarse más o menos acertadas, pero que desde luego no se estima que produzcan en el sujeto pasivo sentimientos de temor, angustia o inferioridad, ni que hayan creado en el querellante una situación de humillación susceptible de doblegar su resistencia física o moral, y ello, porque basta con observar el comportamiento del propio querellante desde que supuestamente, y según su punto de vista, empezaron los tratos vejatorios, para concluir que difícilmente podemos apreciar que nos encontremos ante una persona que se sintiera totalmente acosado, humillado y ninguneado, según sus propias palabras en el juicio, pues de una lectura de sus numerosos escritos y comunicaciones internas se extrae la conclusión de que su actitud fue en todo momento combativa ante lo que él consideraba injusto, como se pone de manifiesto al folio 66, donde ante la falta de respuesta a la petición de un permiso, incluso solicita la inmediata autorización al Secretario General de la consejería, provocando incluso que el Secretario General le respondiera rogándole que en lo sucesivo se abstuviera de dar ultimátum a esa secretaría. Igual actitud se denota en la comunicación remitida al Consejero de Obras Públicas (folio 71), así como en su negativa a ocupar el despacho que le fue habilitado en el laboratorio de Espinardo y su negativa a realizar las funciones que le asignó el Jefe de Servicio de dicho laboratorio. Así mismo consta en el informe emitido por el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales, realizado entre los meses de octubre de 2.005 y marzo de 2.006, que en el estilo básico de personalidad de Cecilio Hernández destacan los siguientes rasgos: persona disciplinada, respetuosa, predecible, controlada y perfeccionista; segura de sí misma, se siente especial y más capacitada que los demás y puede mostrarse con autoconfianza, esperando reconocimiento de los demás. Permanece vigilante para anticipar y rechazar desprecios y decepciones previstos, puede manifestar suspicacia. Puede expresar temor a la pérdida de independencia y resistencia al control e influencias externas. Rasgos todos ellos que difícilmente pueden considerarse concurran en una persona que se encuentra en ese momento humillada y vejada. Además tampoco se estima que el acusado tuviera un comportamiento degradante o humillante para con el acusado, pues todas las decisiones se hicieron constar por escrito y se comunicaban al Sr. Hernández Rubira, sin que conste en modo alguno que Fernando Mateo Asensio descalificara al querellante ni personal ni profesionalmente, ni en público ni en privado, ni que de forma intencionada intentara someter a Cecilio a una situación degradante de humillación e indigna para la persona humana. Tampoco se ha acreditado en este caso que el Sr. Hernández Rubira tuviera algún tipo de padecimiento físico o psíquico como consecuencia de la actuación llevada a cabo por Fernando Mateo Asensio como Director General de Carreteras, pues no consta que haya seguido ningún tipo de tratamiento psicológico, ni que haya estado ningún periodo de baja laboral por estos hechos, no habiendo quedado probado que las enfermedades que padece guarden relación de causalidad con los hechos objeto de este procedimiento, tal y como se expondrá más detalladamente al analizar el delito de lesiones continuado del que también se le acusa por la Acusación Particular. En último lugar tampoco ha quedado probado en modo alguno la concurrencia del elemento subjetivo del injusto o voluntad o al menos conocimiento por parte del acusado de que con su comportamiento estaba vejando o humillando al querellante, pues como ya se ha mencionado dicho comportamiento no puede considerarse como maltrato reiterado, degradante o vejatorio y humillante, no suponiendo tampoco un ataque frontal y radical a la dignidad humana y aún menos puede considerarse intencionado y dirigido a vejar y doblegar la voluntad del Sr. Hernández Rubira. SEGUNDO.- En segundo lugar se acusa a Fernando Mateo Asensio de un DELITO DE PREVARICACION ADMINISTRATIVA previsto y penado en el artículo 404 del Código Penal, en el que se sanciona a la autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo. Por lo tanto, como ha señalado la Sentencia del Tribunal Supremo de fecha 25 de septiembre de 2.007, “se sancionan penalmente conductas realizadas por quienes forman parte de los órganos administrativos, con capacidad resolutoria, y dentro del ámbito propio de funcionamiento de la Administración Pública”. Sigue diciendo la citada STS “Como se decía en la STS núm. 1015/2002, de 31 de mayo, el delito de prevaricación tutela el correcto ejercicio de la función pública de acuerdo con los parámetros constitucionales que orientan su actuación. Garantiza el debido respeto, en el ámbito de la función pública, al principio de legalidad como fundamento básico de un Estado social y democrático de Derecho, frente a ilegalidades severas y dolosas, respetando coetáneamente el principio de intervención mínima del ordenamiento penal (Sentencias de 21 de diciembre de 1999 y 12 de diciembre de 2001, entre otras). La acción consiste en dictar una resolución arbitraria en un asunto administrativo. Ello implica, sin duda, su contradicción con el derecho, que puede manifestarse, según reiterada jurisprudencia, bien porque se haya dictado sin tener la competencia legalmente exigida, bien porque no se hayan respetado las normas esenciales de procedimiento, bien porque el fondo de la misma contravenga lo dispuesto en la legislación vigente o suponga una desviación de poder (STS núm. 727/2000, de 23 de octubre), o en palabras de otras sentencias, puede venir determinada por diversas causas y entre ellas se citan: la total ausencia de fundamento; si se han dictado por órganos incompetentes; si se omiten trámites esenciales del procedimiento; si de forma patente y clamorosa desbordan la legalidad; si existe patente y abierta contradicción con el ordenamiento jurídico y desprecio de los intereses generales (STS núm. 2340/2001, de 10 de diciembre y STS núm. 76/2002, de 25 de enero)”. Pero no es suficiente la mera ilegalidad, pues ya las normas administrativas prevén supuestos de nulidad controlables por la jurisdicción contenciosoadministrativa sin que sea necesaria en todo caso la aplicación del Derecho Penal, que quedará así restringida a los casos más graves. No son, por tanto, identificables de forma absoluta los conceptos de nulidad de pleno derecho y prevaricación. La jurisprudencia se ha ocupado de la cuestión en numerosos precedentes, estableciendo la diferencia entre la ilegalidad administrativa y la prevaricación. Así, la jurisprudencia anterior al Código Penal vigente, y también algunas sentencias posteriores, siguiendo las tesis objetivas, venía poniendo el acento en la patente y fácil cognoscibilidad de la contradicción del acto administrativo con el derecho. Se hablaba así de una contradicción patente y grosera (STS de 1 de abril de 1996), o de resoluciones que desbordan la legalidad de un modo evidente, flagrante y clamoroso (SSTS de 16 de mayo de 1992 y de 20 de abril de 1995) o de una desviación o torcimiento del derecho de tal manera grosera, clara y evidente que sea de apreciar el plus de antijuridicidad que requiere el tipo penal (STS núm. 1095/1993, de 10 de mayo). Otras sentencias de esta Sala, sin embargo, sin abandonar las tesis objetivas, e interpretando la sucesiva referencia que se hace en el artículo 404 a la resolución como arbitraria y dictada a sabiendas de su injusticia, vienen a resaltar como elemento decisivo de la actuación prevaricadora el ejercicio arbitrario del poder, proscrito por el artículo 9.3 de la Constitución, en la medida en que el ordenamiento lo ha puesto en manos de la autoridad o funcionario público. Y así se dice que se ejerce arbitrariamente el poder cuando la autoridad o el funcionario dictan una resolución que no es efecto de la Constitución y del resto del ordenamiento jurídico sino, pura y simplemente, producto de su voluntad, convertida irrazonablemente en aparente fuente de normatividad. Cuando se actúa así y el resultado es una injusticia, es decir, una lesión de un derecho o del interés colectivo, se realiza el tipo objetivo de la prevaricación administrativa (SSTS de 235-1998; 4-12-1998; STS núm. 766/1999, de 18 mayo y STS núm. 2340/2001, de 10 de diciembre), lo que también ocurre cuando la arbitrariedad consiste en la mera producción de la resolución -por no tener su autor competencia legal para dictarla- o en la inobservancia del procedimiento esencial a que debe ajustarse su génesis (STS núm. 727/2000, de 23 de octubre). Puede decirse, como se hace en otras sentencias, que tal condición aparece cuando la resolución, en el aspecto en que se manifiesta su contradicción con el derecho, no es sostenible mediante ningún método aceptable de interpretación de la Ley (STS núm. 1497/2002, de 23 septiembre), o cuando falta una fundamentación jurídica razonable distinta de la voluntad de su autor (STS núm. 878/2002, de 17 de mayo) o cuando la resolución adoptada -desde el punto de vista objetivo- no resulta cubierta por ninguna interpretación de la Ley basada en cánones interpretativos admitidos (STS núm. 76/2002, de 25 de enero). Cuando así ocurre, se pone de manifiesto que la autoridad o funcionario, a través de la resolución que dicta, no actúa el derecho, orientado al funcionamiento de la Administración Pública conforme a las previsiones constitucionales, sino que hace efectiva su voluntad, sin fundamento técnico-jurídico aceptable”. “En particular la lesión del bien jurídico protegido por el artículo 404 CP se ha estimado cuando el funcionario adopta una resolución que contradice un claro texto legal sin ningún fundamento, para la que carece totalmente de competencia, omite totalmente las formalidades procesales administrativas, actúa con desviación de poder, omite dictar una resolución debida en perjuicio de una parte del asunto administrativo". Además, es necesario que el autor actúe a sabiendas de la injusticia de la resolución. “Será necesario, en definitiva, en primer lugar, una resolución dictada por autoridad o funcionario en asunto administrativo; en segundo lugar, que sea contraria al Derecho, es decir, ilegal; en tercer lugar, que esa contradicción con el derecho o ilegalidad, que puede manifestarse en la falta absoluta de competencia, en la omisión de trámites esenciales del procedimiento o en el propio contenido sustancial de la resolución, sea de tal entidad que no pueda ser explicada con una argumentación técnico-jurídica mínimamente razonable; en cuarto lugar, que ocasione un resultado materialmente injusto, y en quinto lugar, que la resolución sea dictada con la finalidad de hacer efectiva la voluntad particular de la autoridad o funcionario, y con el conocimiento de actuar en contra del derecho”. La mera omisión de los requisitos puramente formales no supondrá por sí misma la arbitrariedad e injusticia de la resolución. El derecho penal solamente se ocupará de la sanción a los ataques más graves a la legalidad, constituidos por aquellas conductas que superan la mera contradicción con el derecho para suponer un ataque grave y consciente a los intereses que precisamente las normas infringidas pretenden proteger. De manera que es preciso distinguir entre las ilegalidades administrativas, aunque sean tan graves como para provocar la nulidad de pleno derecho, y las que, trascendiendo el ámbito administrativo, suponen la comisión de un delito, debiendo tener presente a este respecto lo dispuesto en el artículo 62 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, del Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, donde se contienen una serie de actos que se consideran nulos de pleno derecho, lo que revela que, para el legislador, es posible un acto administrativo nulo de pleno derecho por ser dictado por órgano manifiestamente incompetente o prescindiendo total y absolutamente del procedimiento, sin que el mismo sea constitutivo de delito. Centrando la cuestión en el hecho concreto del traslado de Cecilio Hernández Rubira al laboratorio de Espinardo, ya que es esta actuación la que las acusaciones entienden que es constitutiva del delito de prevaricación, al haberse acordado dicho traslado por el acusado, no siendo el órgano competente para ello y además por no existir en el laboratorio de Espinardo un puesto de trabajo correspondiente a la categoría y nivel del querellante, decir, como ya se ha expuesto en el fundamento jurídico anterior, que con fecha 1 de julio de 2.005, el acusado, en su calidad de Director General de Carreteras, remitió comunicación interior a Cecilio Hernández Rubira, notificándole que a partir de dicha fecha, y debido a la reciente reorganización de la Dirección General de Carreteras, debía desempeñar sus funciones en el Servicio Técnológico, el cual se encontraba en Espinardo. Este hecho es incuestionable y así consta dicha comunicación como documento de la causa. Este traslado acordado por el Director General de Carreteras fue declarado nulo por la jurisdicción contencioso admnisnistrativa, tanto en primera como en segunda instancia, al implicar el mismo un traslado de localidad, no haberse acordado por el órgano competente y no haber expresado las razones por las que venía motivado el traslado. La defensa mantiene que el acusado no consideró dicho traslado como un traslado forzoso con cambio de localidad, sino que lo consideró como una ampliación de las tareas asignadas al Sr. Hernández Rubira, ya que el mismo debía seguir desempeñando sus funciones en el servicio de conservación y además realizar las que le fueren encomendadas en el servicio tecnológico. Si atendemos al tenor literal de la comunicación del traslado a Espinardo (folio 41), en la misma no se contiene mención alguna sobre ampliación de tareas, comunicando sólo el hecho de que “sus funciones” las debía desarrollar en lo sucesivo en el servicio tecnológico, sin especificar cuáles eran esas funciones. Además no se puede obviar que los pronunciamientos de la jurisdicción contencioso administrativa sobre la legalidad de la actuación llevada a cabo por el acusado, así como sobre la calificación y naturaleza del traslado, son vinculantes en este juicio, ya que es la jurisdicción competente para resolver sobre la materia y controlar la legalidad de la actuación administrativa. Ahora bien, una vez expuestos estos hechos, y partiendo de que nos encontramos ante un traslado forzoso que implicaba cambio de localidad, que no fue adoptado por el órgano competente, ya que el órgano competente era el Secretario General de la Consejería de Obras Públicas, Vivienda y Transporte, así como que en la relación de puestos de trabajo del laboratorio de Espinardo no había un puesto correspondiente a Técnico Responsable, lo que hay que dilucidar es si nos encontramos ante una resolución administrativa que sea además de nula constitutiva de delito, y para ello hemos de tener en cuenta no sólo los documentos obrantes en la causa, sino también lo que ocurrió realmente. Así nos encontramos con que el Sr. Hernández Rubira, tras recibir la comunicación interna de traslado, no acudió a desempeñar sus funciones al laboratorio de Espinardo, remitiendo escrito al Consejero instándole que dejara sin efecto la resolución de 01-07-2005 y apercibiera al promotor de la misma (folio 142). Posteriormente contra la resolución de traslado el querellante interpuso recurso de alzada que fue desestimado, interponiendo después recurso contencioso administrativo en fecha 22-12-2005, dictándose auto por el Juzgado Contencioso Administrativo número 2 de Murcia, en fecha 28-12-2205, en el que se denegaba la suspensión del acto administrativo recurrido. En fecha 23 de enero de 2.006 se remitió oficio a Cecilio Hernández por parte del acusado en el que se le comunicaba que la resolución de fecha 01-07-2005 era plenamente ejecutiva y que por tanto a partir del día 24-01-2006 debía personarse el querellante en el servicio tecnológico a fin de desempeñar las funciones que le había asignado la Dirección General de Carreteras. Que el día 24-01-2006 el querellante compareció en el servicio tecnológico, remitiendo escrito al acusado en el que le ponía de manifiesto que las funciones del laboratorio de Espinardo no se acomodaban a su cargo y posible puesto de trabajo, por lo que interesaba seguir cumpliendo con las funciones encomendadas en el despacho de Murcia. Que el Jefe de Servicio del Servicio Tecnológico, Tomás Bernal Zamora, informó a Cecilio Hernández que las funciones que le serían encomendadas en dicho laboratorio serían las de aforos e inventario (folios 220 a 222). Que en fecha 30-01-2006 se reitera el oficio al querellante de fecha 23-01-2006, por parte del Director General de Carreteras. Que el acusado nunca llegó a ocupar el despacho que le fue habilitado en Espinardo, no volviendo a comparecer en dicho laboratorio, continuando desarrollando sus funciones en su despacho de la plaza Santoña de Murcia. Que como consecuencia del incumplimiento por parte del querellante de su personación en el Servicio Tecnológico, por parte de la Secretaría General, visto el informe emitido por la Dirección General de Carreteras, se incoó a Cecilio Hernández Rubira expediente disciplinario, en el que se dictó resolución en fecha 19-05-2006 por el Consejero de Obras Públicas, Vivienda y Transportes, en la que se le imponía la sanción de suspensión de funciones durante seis meses, como autor de una falta grave de desobediencia debida a los superiores y autoridades, la cual fue recurrida ante la jurisdicción contencioso administrativa por el hoy querellante, dictándose sentencia en fecha 20-01-2009 por el Juzgado Contencioso Administrativo número 4 de Murcia anulando dicha sanción. Actualmente ésta última sentencia está recurrida en segunda instancia. Que la resolución dictada por el acusado en fecha 01-07-2005 fue declarada nula por la jurisdicción contencioso administrativa en fecha 11-05-2007, ratificada en segunda instancia por sentencia del TSJ de fecha 30-09-2008. Resulta pues, que la resolución acordando el traslado de Cecilio Hernández al servicio tecnológico nunca fue ejecutada por la propia voluntad del Sr. Hernández, sin que hasta que por la jurisdicción contencioso administrativa se denegara la suspensión del acto administrativo, se intentara por parte del acusado ejecutarla y hacerla efectiva, ya que los requerimientos efectuados en el mes de enero de 2.006, fueron posteriores al pronunciamiento al respecto por parte del Juzgado Contencioso Administrativo número 2 de Murcia. Que además con posterioridad a la denegación de la suspensión por la jurisdicción contencioso administrativa, el querellante siguió manteniendo la misma postura, negándose a desempeñar sus funciones en Espinardo, ante lo cual se le abrió un expediente sancionador, pero sin que se adoptara tampoco ninguna resolución por parte del acusado obligatoria para el querellante en cuanto a su traslado al servicio tecnológico. De otro lado, también hay que tener en cuenta que la sentencia de fecha 11-052007 del Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 2 de Murcia, declara la nulidad del acto administrativo de fecha 01-07-2005 por no haberse dictado por el órgano competente y por no estar debidamente motivada con expresión de las razones que motivan el traslado, lo que pone de manifiesto que sí dicha resolución hubiera sido dictada no por el acusado, sino por el Secretario General de la consejería, haciéndose constar las razones que motivaban el traslado, el acto administrativo hubiera sido ajustado al ordenamiento jurídico. En cuanto al elemento subjetivo del injusto, consistente en que el acusado dictara la citada resolución a sabiendas de su injusticia, es decir con pleno conocimiento y conciencia de que resolvía al margen del ordenamiento jurídico y de que ocasionaba un resultado materialmente injusto, anteponiendo su voluntad a cualquier otra consideración (STS de fecha 01-07-2009), decir que la única prueba existente al respecto es la declaración testifical prestada en el acto del juicio oral por Antonio Rubio Rubio, jefe de personal en la fecha de los hechos, según su afirmación, el cual, como ya se ha expuesto anteriormente, depuso en el plenario que Diego Pardo Domínguez, Secretario General de la Consejería de Obras Públicas, Vivienda y Transporte, le preguntó que había que hacer para quitar al Sr. Hernández Rubira de la dirección de carreteras y él aconsejó que sólo se podía hacer por necesidad de funciones o porque hubiera falta de trabajo en su puesto, advirtiendo al Sr. Pardo que el traslado a Espinardo suponía un cambio de destino y un cambio de puesto de trabajo y de localidad. Igualmente dijo que también habló del tema con el acusado “off de record” indicándole lo que se podía o no hacer, y que era palpable que el acusado quería quitarse de encima a Cecilio, diciéndole que el traslado a Espinardo tenía que ser acordado por el Secretario General. Si bien, este testimonio ofrece dudas razonables sobre su veracidad porque en la declaración que prestó en el juzgado de instrucción no mencionó a Fernando Mateo Asensio, no diciendo nada al respecto de que hubiera hablado con él del tema del traslado, ni oficial ni extraoficialmente, y sin embargo lo dice sin vacilar siete años después. Por tanto, se estima que en este caso no concurren tampoco los elementos del delito de prevaricación administrativa, en primer lugar, porque aún cuando la resolución acordando el traslado no era ajustada a derecho, por las razones expuestas, sí podría haber sido ajustada a derecho si se hubiera acordado por el órgano competente y con las formalidades legales, pudiendo ser sostenible legalmente, al resultar cubierta por la ley sí se hubiera dictado en forma, por lo que no concurría el elemento objetivo de la arbitrariedad, al no reunir el acto administrativo las notas de ilegalidad evidente, patente, flagrante y clamorosa, que implicaría un plus de antijuridicidad en la conducta del acusado. Y tampoco concurriría el elemento subjetivo del injusto al no haber quedado probado que el acusado hubiera dictado la citada resolución única y exclusivamente por ejecutar su propia voluntad, apartando al querellante de sus funciones, pues además en este caso Cecilio Hernández no sólo no desarrolló función alguna en el servicio tecnológico, sino que siguió desarrollando las funciones encomendadas en el servicio de conservación, tanto las asignadas antes de comunicársele el traslado, como las que se le asignaron después, y todo ello siempre en el centro de trabajo de la Plaza Santoña de Murcia. TERCERO.- Respecto al DELITO CONTINUADO DE LESIONES del artículo 147 del Código Penal, en relación con el artículo 74 del mismo texto legal, ha de correr la misma suerte que las infracciones penales ya examinadas. El artículo 147.1 del Código Penal, sanciona la conducta del que “por cualquier medio o procedimiento, causare a otro una lesión que menoscabe su integridad corporal o su salud física o mental, siempre que requiera objetivamente para su sanidad, además de una primera asistencia facultativa, tratamiento médico o quirúrgico”. Para la apreciación del tipo, es necesario que concurran en el supuesto de hecho objeto de enjuiciamiento todos los requisitos que la jurisprudencia exige respecto de esta infracción penal, como son: a) una acción voluntaria de herir, golpear o maltratar a otro; b) un resultado dañoso corporal, con el consiguiente menoscabo en la salud o capacidad fisiológica del perjudicado, siendo preciso que para su completa y definitiva sanidad, requiera tratamiento médico, quirúrgico o rehabilitador distinto de la primera asistencia facultativa; c) una relación de causalidad adecuada entre la conducta del agente y el resultado dañoso producido; y d) el dolo genérico de atacar la integridad física y corporal o la salud psíquica, no siendo preciso que el agente se represente previamente un resultado determinado y concreto, sino que éste le sea imputable en cuanto tal por la cobertura de un dolo lesivo genérico. Si atendemos a las pruebas practicadas en el juicio oral resulta que Cecilio Hernández Rubira estaba diagnosticado de padecer diabetes mellitus tipo 2, siendo seguido por el Doctor Francisco Javier Tebar Masso desde el mes de octubre de 2.004. Posteriormente en el mes de julio de 2.005 desarrolló hipertensión arterial (folio 73). En fecha 13 de julio de 2.005 se le aprecia un trauma acústico y una hipoacusia neurosensorial leve en el odio izquierdo (folio 72). Resultando pues acreditado que Cecilio Hernández Rubira padece las enfermedades mencionadas, lo que no ha quedado probado es que dichas enfermedades sean consecuencia de la actuación realizada por Fernando Mateo Asensio. Así, el Doctor Francisco Javier Tebar Masso, tras ratificar su informe en el juicio, dijo que el motivo de la consulta de Cecilio en octubre de 2.004 fue por la diabetes que padecía, y que posteriormente le detectó hipertensión en el mes de julio de 2.005, y aunque manifestó que el estrés puede ser generador y agravante de la hipertensión y que la diabetes que padece no tiene complicaciones, por lo que dicha diabetes no le pudo causar la hipertensión, también dijo que el sobrepeso sí puede causar hipertensión, y que desconocía en este caso cuales eran las causas de las enfermedades del Sr. Hernández Rubira, no pudiendo descartar que la diabetes fuera de tipo genético, añadiendo que en su informe no se hace mención alguna al posible estrés del querellante, ni a las existencia de depresión alguna, ya que no lo trató por estos hechos, afirmando que que él supiera Cecilio no había seguido ningún tratamiento psicológico ni psiquiátrico. La Doctora Mª Asunción Muñoz Tomás, ratificó su informe obrante al folio 588, señalando que era médico de familia y que Cecilio era su paciente desde el mes de noviembre de 2.005. Que cuando Cecilio fue a su consulta le dijo que le habían diagnosticado diabetes e hipertensión, señalando que es un enfermo crónico que sigue en tratamiento hoy día. Igualmente manifestó que las causas de la hipertensión son muy variadas, pudiendo ser una de las causas el estrés, el cual puede ser tanto causante como agravante de la hipertensión, pero que también influía la genética, no disponiendo dicha doctora de antecedentes médicos de Cecilio, añadiendo que cuando ella lo vio por primera vez ya estaba diagnosticado de diabetes y de hipertensión por lo que desconocía la causa en este caso de sus patologías. El Doctor Carlos Sprekelsen Grasso, ratificó su informe obrante al folio 72, y declaró que Cecilio le dijo en fecha 13-07-2005 los problemas que tenía de oído, afirmando dicho doctor que la sordera padecida por el querellante es una sordera brusca que aparece de repente, a la cual se ha denominado sordera del opositor porque se produce por causa vascular, añadiendo que la diabetes, a la larga, también puede producir problemas de vascularización, por lo que podría haber relación entre la diabetes y la sordera. El Médico Forense, Pedro Francisco Marín Sánchez, tras ratificar su informe obrante a los folios 501 y 502, manifestó en el plenario que el Sr. Hernández Rubira ya antes de los hechos tenía hipertensión y diabetes, señalando que el estrés puede descompensar tanto la diabetes como la tensión y que la diabetes podía afectar a la pérdida de oído, pero que en este caso desconocía cual era la causa de las enfermedades padecidas por Cecilio. En cuanto al informe emitido por el Doctor José Antonio García Andrade, cuya lectura se pidió por la acusación particular, al no haber podido ser ratificado en el juicio oral por fallecimiento del citado doctor, oponiéndose la defensa a su valoración como prueba, decir que efectivamente dicho informe ha sido emitido a petición de la acusación particular, siendo pues un informe de parte, el cual no ha sido sometido a contradicción, ya que cuando se citó al referido doctor para su ratificación, no se citó a la defensa, la cual no ha podido por tanto realizar pregunta alguna sobre su contenido, por lo que efectivamente no puede ser valorado como prueba válida. Así mismo consta al folio 456 informe emitido por la Jefa de Servicio de Prevención de Riesgos Laborales, en el que se pone de manifiesto que para poder determinar las causas de las enfermedades del Sr. Hernández Rubira sería necesaria la realización de pruebas diagnósticas específicas, que en este caso no se han realizado. Al folio 500 consta informe emitido por la Jefe del Servicio de Régimen Interior en el que se expresa que no consta en dicho servicio ningún parte de baja de Cecilio Hernández. Resulta pues que no ha quedado probado que exista relación de causalidad alguna entre las acciones ejercitadas por el acusado como Director General de Carreteras y las enfermedades diagnosticadas a Cecilio Hernández Rubira, por lo que procede el dictado de una sentencia absolutoria por este delito. CUARTO.- A tenor de lo dispuesto en el artículo 240.2º.2 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, en ningún caso se impondrán las costas del juicio a los acusados absueltos. La defensa solicitó que se condenara a la acusación particular en costas por el delito continuado de lesiones, si bien se estima que en este caso el querellante no ha actuado con temeridad o mala fe, sino que ha ejercitado su derecho a la tutela judicial, por lo que no resulta procedente condenarlo en costas. Por cuanto antecede, y atendidos los preceptos de aplicación general, adopto el siguiente FALLO Que debo ABSOLVER Y ABSUELVO al acusado FERNANDO MATEO ASENSIO con todos los pronunciamientos favorables, del DELITO DE TRATO DEGRADANTE del artículo 173.1 del Código Penal, del DELITO DE PREVARICACION ADMINISTRATIVA del artículo 404 del Código Penal y del DELITO CONTINUADO DE LESIONES de los artículos 147 y 74 del Código Penal, que se le imputaban, declarando de oficio las costas procesales. Contra la presente sentencia cabe interponer, ante este mismo Juzgado, RECURSO DE APELACIÓN en el plazo de DIEZ DÍAS siguientes al de su notificación, a resolver por la Ilma. Audiencia Provincial de Murcia, mediante escrito presentado en dicho plazo ante éste Juzgado, exponiendo ordenadamente las alegaciones sobre quebrantamiento de normas, garantías procesales, error en la apreciación de las pruebas o infracción de preceptos constitucionales o legales en que se base la impugnación, así como, en su caso, motivos de nulidad del procedimiento que hubiere podido determinar indefensión para el recurrente, acreditando, en su caso, haber solicitado la subsanación de la falta o infracción en la primera instancia. Se podrá, así mismo solicitar por el recurrente la práctica de diligencias de prueba que no pudo proponer en dicha primera instancia, de las propuestas e indebidamente denegadas y de las admitidas que no fueron practicadas exponiendo las razones por las que su falta hubiere producido indefensión. Así por esta mi sentencia, de la que se llevará testimonio a la causa de su razón, lo pronuncio, mando y firmo. PUBLICACIÓN.- Seguidamente, la anterior sentencia fue leída y publicada por el Magistrado-Juez que la ha dictado, estando constituido en Audiencia Pública. Doy fe.