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DEPÓSITO PARA APELAR Y PROCESO DE MENOR CUANTÍA:
DOS INCONSTITUCIONALIDADES DEL NUEVO PROCESO LABORAL
Santiago Pereira Campos1
1.
Consideraciones previas
La ley 18.572, que regula el nuevo proceso laboral, genera múltiples debates
académicos y judiciales, siendo objeto de duras críticas y encendidas defensas.
No es el propósito de este trabajo el análisis de la conveniencia o
inconveniencia de las soluciones acogidas en el nuevo marco legal ni tampoco
evaluar los logros y retrocesos que genera el mismo2.
Nuestro propósito es centrarnos en el análisis de la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de dos regulaciones de la ley 18.572:
a)
El art. 17 que exige el depósito previo del 50 % de la condena como
condición de acceso a la segunda instancia en el proceso que la ley
llama “ordinario”.
b)
Los arts. 19 a 23 que regulan el llamado proceso de menor cuantía
de instancia única previsto para asuntos de hasta $ 81.000.
En efecto, uno de los puntos centrales de discusión es si la nueva ley contiene
disposiciones inconstitucionales, encontrándose para resolución de la Suprema
Corte de Justicia decenas de pretensiones al respecto.
Debe señalarse antes que nada que la inconveniencia, falta de lógica o
imprecisión de una norma no basta para calificarla de inconstitucional. Toda
norma legal se presume ajustada a la Constitución y para hacer cesar tal status
y declararla inconstitucional se requiere que infrinja una o más disposiciones de
la Carta. De las múltiples inconstitucionalidades que se le imputan a la nueva
ley del proceso laboral, muchas no son tales (aunque la norma sea
técnicamente inadecuada), otras están en el terreno de la duda técnica y otras
son a nuestro juicio manifiestas y patentes.
1
Socio de RUEDA, ABADI & PEREIRA. Profesor Titular de Derecho Procesal en la Universidad
de Montevideo y en el Centro de Estudios Judiciales del Uruguay. Miembro del Instituto
Iberoamericano de Derecho Procesal, de la Asociación Internacional de Derecho Procesal y de
la Asociación Uruguaya de Derecho Procesal Eduardo J. Couture. Fue consultor de PNUD,
BID, FOMIN y CEJA sobre reformas procesales. [email protected].
2
Al respecto ya nos hemos pronunciado en el Informe de fecha 29 de abril de 2008, elevado
por el Instituto uruguayo de Derecho Procesal a la Suprema Corte de Justicia que
suscribiéramos junto a los Dres. Ángel Landoni Sosa, Alejandro Abal y Luis M. Simón.
Asimismo ver nuestro artículo PEREIRA CAMPOS, S., “El nuevo proceso laboral” en “El
Observador”, 17 de setiembre de 2009, p. 19. Nuestra posición crítica sobre el nuevo proceso
laboral, sin perjuicio de reconocer varias virtudes de la ley, surge del “Curso interdisciplinario
sobre el nuevo proceso laboral” a ser publicado por la Universidad de Montevideo.
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Nos referiremos a las dos mencionadas regulaciones de la ley que, en nuestra
opinión, infringen claramente la Constitución.
Creemos que los dos supuestos de inconstitucionalidad que analizamos son
extremadamente graves y palmarios, habiéndose perdido el legislador una
oportunidad única de modernizar el proceso laboral en el marco de nuestra
Constitución.
La última palabra la tiene nuestra Suprema Corte de Justicia.
2.
Inconstitucionalidad del art. 17 de la ley Nº 18.572 (el depósito
previo para apelar la condena)
El art. 17 inc. 2º dispone: “Si la sentencia fuera de condena, el apelante deberá
depositar el 50 % del monto a la orden del Juzgado y bajo el rubro de autos. En
caso de no cumplirse con este requisito la apelación será rechazada sin más
trámite y se tendrá por desistido al apelante”.
Ya en el Informe de fecha 29 de abril de 2008, elevado por el Instituto uruguayo
de Derecho Procesal a la Suprema Corte de Justicia, señalábamos3:
“Nos oponemos radicalmente a la solución de que si la sentencia es de
condena, el apelante debe depositar el cincuenta por ciento del monto a la
orden del Juzgado y bajo el rubro de autos:
•
Se afecta el derecho al acceso a la segunda instancia, violándose el
principio
de
igualdad,
pudiendo
incluso
cuestionarse
la
constitucionalidad de la disposición proyectada.
•
Puede colocar injustamente a los empleadores individuales o a las
empresas pequeñas en la encrucijada de aceptar la sentencia de
primera instancia por no tener posibilidades de depositar el monto
requerido en el exiguo plazo de 5 días (en el sistema bancario nacional
obtener un préstamo en ese plazo es ilusorio).
•
La solución es contraría a la posición de la SCJ en otras materias. En
efecto, en la S. 154/07, la Corporación afirma que pagar para poder
apelar vulnera el orden público internacional y es una restricción
inadmisible al derecho a la debida defensa en juicio.
•
Dado que nuestro país tiene jurisprudencia cambiante y alto porcentaje
de revocatorias (al menos parciales), parece poco razonable exigir este
depósito.
3
El informe fue suscrito por los Dres. Ángel Landoni Sosa, Alejandro Abal, Luis M. Simón y
Santiago Pereira Campos y contó con el apoyo de los demás miembros. Igual posición se
sostuvo al comparecer invitados a la Comisión Parlamentaria que trataba el proyecto de ley.
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•
No resulta claro el régimen de impugnación de la resolución que
rechaza la apelación por no depositar el 50 % de la condena. El
Anteproyecto no admite el recurso de queja por denegación de
apelación. Se admitiría sólo reposición en una providencia de gran
trascendencia. La apelación con efecto diferido prevista para los
incidentes no sería aquí aplicable porque no hay otra sentencia posterior
para apelar (no podría ser diferido a nada). La determinación del monto
a depositar puede generar discusiones y tampoco está claro si el monto
a depositar es actualizado, con intereses o sin ellos, con el recargo
(multa) o sin él. Por ende es imprescindible contar con un medio
impugnativo al respecto.
•
No resulta claro cuándo se libera la suma depositada si la sentencia de
segunda instancia absuelve al demandado.
•
Tampoco se regula la siguiente situación: en primera instancia se
condena al demandado quien para apelar deposita el 50 % de la
condena; en segunda instancia se revoca la sentencia y el actor
interpone casación (cuya procedencia no resulta clara en el
Anteproyecto). ¿El demandado ganancioso en segunda instancia puede
solicitar la liberación de la suma que debió depositar o debe aguardar la
sentencia de casación? ¿Qué sucede si la sentencia de segunda
instancia aumenta o disminuye la condena de primera instancia y se
interpone el recurso de casación? ¿Debe reducirse o aumentarse el
depósito?”.
La Suprema Corte de Justicia fue receptiva ante esta opinión del Instituto
Uruguayo de Derecho Procesal, eliminando del acertado Proyecto de Ley que
envió al Parlamento el depósito previo. No obstante, el Parlamento no aprueba
el proyecto de la Suprema Corte de Justicia, sino el que presenta la bancada
oficialista, consagrándose legalmente el depósito previo para apelar.
Esta restricción casi inédita en nuestro país al derecho a apelar, es una
cuestión diversa a la prohibición de apelar de la que si existen mayores
antecedentes. No estamos acá ante un proceso en única instancia sino ante un
proceso en doble instancia en el cual se condiciona sólo para una de las partes
el derecho a la revisión del fallo en segunda instancia. Y esa condición es que
una de las partes (el demandado condenado) deposite la mitad de la condena.
Por ende, no creemos que sea válido argumentar que si el legislador pudo
haber eliminado la segunda instancia, con más razón puede condicionarla.
Porque el punto en debate aquí no es la eliminación de la segunda instancia
-que sigue existiendo-, sino que a una de las partes se le limita gravemente la
segunda instancia al grado de cercenársela y a otra no; o lo que es más grave:
los demandados poderosos tendrán acceso a la segunda instancia y los
demandados débiles no.
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Por ende, a nuestro juicio, el debate no refiere a la prohibición de la segunda
instancia, donde sí se ingresa a toda la discusión de las normas internacionales
sobre el punto. Cuando se elimina la segunda instancia, se la elimina para
ambas partes y por ende, reiteramos, allí la cuestión es otra. Omitiremos por
ende aquí esta cuestión por entenderla secundaria en relación a la limitación a
la segunda instancia que genera el depósito previo.
En nuestra opinión, la norma en análisis vulnera los artículos 8 y 12 de la
Constitución y eventualmente también el art. 254 de la Carta, en virtud de las
razones que expondremos a continuación.
a) La norma genera, en primer lugar, un tratamiento discriminatorio e
injustificado entre actor y demandado, ya que el primero puede
apelar sin condicionamiento alguno cuando se desestima su pretensión,
mientras que el segundo, al ser condenado, sólo puede apelar si
previamente realiza el depósito. MANGARELLI al comparecer ante la
Comisión de Constitución y Legislación de la Cámara de Senadores ya
sostuvo por esta razón que la norma proyectada, a la postre aprobada,
era “claramente inconstitucional”. VALENTÍN4, por su parte señala “que
la exigencia de consignar el 50% del monto de la condena para que la
apelación sea admisible limita el acceso del demandado a la segunda
instancia, consagrando una estructura absolutamente desigual para las
partes, en franca violación del principio de igualdad procesal”.
b) Pero lo más grave, desde el punto de vista del control constitucional, es
que la norma genera un tratamiento discriminatorio e irracional entre
una misma categoría de sujetos –los demandados- en tanto podrán
acceder a la segunda instancia sólo aquellos que dispongan del dinero
para el depósito, perdiendo el derecho a la apelación los que no puedan
obtener los fondos para hacerlo.
Paradojalmente, la discriminación opera en perjuicio de los más débiles
de la categoría –los demandados que no disponen de dinero- frente a los
más fuertes de ella –los que si disponen del mismo-.
Y ello es especialmente grave en nuestro país, donde la enorme mayoría
de los empleadores son personas físicas y micro y pequeñas empresas.
VALENTÍN5 también releva el punto, señalando que la norma “consagra
una desigualdad entre demandados, ya que sólo podrán acceder a la
segunda instancia aquellos que puedan consignar ese monto (además,
en el breve plazo establecido para apelar), en abierta violación del más
general principio de igualdad de acceso a la jurisdicción”.
4
VALENTÍN, G., “Los medios impugnativos” en “Nuevas especialidades del proceso sobre
materia laboral”, Montevideo, 2010, FCU, p. 152.
5
VALENTÍN, G., “Los medios impugnativos” en “Nuevas especialidades del proceso sobre
materia laboral”, Montevideo, 2010, FCU, p. 152.
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c) Pero la norma legal en cuestión (art. 17 inc. 2º) no puede ser analizada
solamente en forma aislada desde el punto de vista del control
constitucional. Cuando lo que está en juego es una eventual afectación
del debido proceso y del principio de defensa, cabe además analizar si
la ley no suma al instituto del depósito previo, circunstancias que lo
tornan aún más limitativo de garantías esenciales. Y, como
habremos de verlo, en el caso se suma más de una circunstancia
gravosa.
d) En efecto, en el caso la inequidad se vuelve especialmente gravosa en
virtud del art. 17 inc. 1º, en tanto el plazo de que dispone el
demandado condenado para apelar -y por ende obtener el dinero y
realizar el depósito- es de tan sólo 5 días (no se aclara si hábiles o
corridos) desde la fecha de dictada la sentencia (el plazo para apelar es
de “cinco días perentorios e improrrogables contados desde la fecha de
dictada” la sentencia). Plazo que en los hechos, será de 4 días hábiles
en el mejor de los casos, en tanto se computa el propio día de dictado
de la sentencia y los jueces en la práctica la están dictando sobre el fin
del horario de funcionamiento de las oficinas.
Es indudable que en tan exiguo plazo ya de por sí resulta cuestionable
desde el punto de vista constitucional que pueda ejercerse el derecho a
apelar en forma razonablemente adecuada, pero lo que resulta
esencialmente gravoso es que deba obtenerse los fondos y depositarlos
en tan limitado plazo. Obsérvese que, por ejemplo, no existe en el país
la posibilidad de obtener un préstamo bancario en tan breve plazo.
Atendiéndose a estas circunstancias, VALENTÍN6 señala con razón que
“esta exigencia, en muchos casos, resultará impracticable”.
Como señala SIMÓN7, “las innovaciones introducidas por la ley Nº
15.872 en materia de plazos, resultan en general poco convenientes,
implican desde el punto de vista técnico-procesal, en varias ocasiones,
un retroceso en nuestro ordenamiento jurídico, y pueden llegar a
lesionar garantías esenciales de la defensa en juicio” (los destacados
corresponden al texto original). Agrega con razón: “La ley parece
haberse inspirado en el simple e incorrecto postulado de que la
abreviación de los plazos es el medio de obtener celeridad en los
procesos, sin considerar qué puede estar sacrificando con ese métodos,
ni contemplar el empleo de otros más eficaces y más garantistas que
pueden conducir al mismo objetivo.”
Como antecedente, resulta interesante la Sentencia de la Suprema
Corte de Justicia Nº 154/07 que rechazó el reconocimiento y ejecución
6
VALENTÍN, G., “Los medios impugnativos” en “Nuevas especialidades del proceso sobre
materia laboral”, Montevideo, 2010, FCU, p. 152.
7
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, ps. 109 y 110.
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de una sentencia extranjera por violatoria del orden público, señalando
que se habría conculcado el derecho de defensa de la demandada en
tanto la apelación de la sentencia estuvo condicionada al depósito de la
condena y accesorios en plazo de 7 días. Si en ese fallo 7 días
parecieron violatorios del derecho de defensa, parece serlo mucho más
el plazo de 5 días (en realidad 4) que prevé la nueva ley procesal
laboral.
e) Pero la suma de gravámenes que impone la ley en cuanto al depósito
previo no termina allí. Se suma que en caso de que el empleador realice
el depósito pero el juez lo entendiera insuficiente y desestimara la
apelación por ello, la ley no prevé el recurso de queja por
denegación de la apelación. En efecto, en los primeros fallos que se
han dictado en el marco de la nueva ley, ya se plantean problemas
porque a pesar de que la ley impone a los jueces el dictado de
sentencias líquidas (incluidas las multas, intereses, actualizaciones y
recargos que correspondieren –art. 15), suelen dictarse sentencias en la
que se emplean fórmulas genéricas para los referidos conceptos
accesorios. Y la ley no da otra solución que agraviarse al apelar pero
depositando el 50 % de la condena para evitar perjudicar la apelación.
Si apelada la sentencia, el juez no comparte la forma de calcular el 50 %
de la condena y rechaza el recurso, el demandado condenado no
dispone en la ley –al menos expresamente- de un instrumento idóneo de
impugnación, como lo es el recurso de queja por denegación de
apelación previsto en el Código General del Proceso.
f) Los gravámenes limitativos del acceso a la apelación para una sola
de las partes, se verifican también por vía de omisión o imprevisión
legislativa.
En efecto, la ley no regula hasta cuándo debe mantenerse la suma
depositada, lo que se prestará a discusiones y riesgos de abusos.
¿Qué pasa si la sentencia de segunda instancia absuelve al
demandado?.¿Se libera el depósito o habrá que aguardar la instancia de
casación?
¿Procede el recurso de casación? La ley nada dice y la doctrina ya está
dividida al respecto.
Si procediera la casación, tampoco se regula la siguiente situación: en
primera instancia se condena al demandado quien para apelar deposita
el 50 % de la condena; en segunda instancia se revoca la sentencia y el
actor interpone casación. ¿El demandado ganancioso en segunda
instancia puede solicitar la liberación de la suma que debió depositar o
debe aguardar la sentencia de casación? ¿Qué sucede si la sentencia
de segunda instancia aumenta o disminuye la condena de primera
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instancia y se interpone el recurso de casación? ¿Debe reducirse o
aumentarse el depósito?.
¿Qué ocurre si la sentencia de primera instancia desestima la demanda
y la de segunda instancia condena? ¿El depósito debe constituirse al
interponer casación?
¿Qué ocurre cuando se condena a dos o más empleadores en forma
solidaria? ¿Cuánto debe depositar cada uno? ¿El 50 % del total de la
condena o una parte de ella? ¿Qué pasa si un condenado deposita y
otro no lo hace?
Estas perplejidades sobre la ley, no hacen más que agravar la limitación
al derecho de defensa que, en el contexto de todas estas regulaciones
inadecuadas, omisiones o imprecisiones, configuran una vulneración
injustificada y no razonable del derecho de defensa y de acceso en
similares condiciones a la segunda instancia.
g) Todo lo expuesto, en suma, vulnera el principio de igualdad
consagrado en el art. 8 de la Constitución y el concepto
constitucional del debido proceso legal (art. 12 de la Carta). Señala
GUERRA8 comentando las disposiciones de la nueva ley y,
específicamente el depósito previo: “El debido proceso es otro de los
derechos fundamentales de los justiciables que en mi opinión está
afectado por esta ley. Doctrina y jurisprudencia lo han reconocido en
forma unánime como derecho fundamental emanado de la Constitución
y se ubica en el derecho interno en el art. 12 de la Carta”.
SIMÓN9 expresa sobre el punto: “El condicionamiento de la apelación de
una sola parte (la condenada) que en el pasado preveía la legislación
arrendaticia para la sentencia definitiva del desalojo de mal pagador, fue
certeramente criticado para ese caso por los Dres. Adolfo Gelsi Bidart y
Edgar J. Varela Méndez, por la inconstitucional afectación de la
igualdad.”
“El condenado en el proceso laboral será generalmente el empleador,
pero incluso puede llegar a serlo el trabajador, y ambos verse sometidos
a esta draconiana disposición que busca la buena fe, pero, dado el
modo en que fue regulada, afecta la garantía de la defensa además de
la igualdad de trato de los litigantes”.
8
GUERRA, W., “Nuevo proceso laboral. Fundabilidad y su constitucionalidad y
convencionalidad” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”, Montevideo,
2010, FCU, p.39.
9
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, p. 117.
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Por su parte, dice STIPANICIC10: “se cree inadecuada la solución legal
que impone que si la sentencia es de condena, el apelante –el
demandado condenado- debe depositar el cincuenta por ciento del
monto a la orden del Juzgado y bajo el rubro de autos (art. 17),
arriesgando incluso la tacha de inconstitucionalidad de la ley por
violatoria del principio constitucional del debido proceso por afectar el
derecho al acceso a la segunda instancia, violándose el principio de
igualdad, pues pagar para apelar vulnera el orden público internacional y
es una restricción inadmisible al derecho a la debida defensa en juicio
(arts. 7, 8 y 12 de la Constitución)”. Aunque sin citar la fuente, transcribe
luego con idénticas palabras lo que señalamos en el Informe de fecha 29
de abril de 2008, elevado por el Instituto Uruguayo de Derecho Procesal
a la Suprema Corte de Justicia11 “Puede colocar injustamente a los
empleadores individuales o a las empresas pequeñas en la encrucijada
de aceptar la sentencia de primera instancia por no tener posibilidades
de depositar el monto requerido en el exiguo plazo de 5 días (en el
sistema bancario nacional obtener un préstamo en ese plazo es
ilusorio)”. Sigue luego –aunque sin citar la fuente- transcribiendo el
referido Informe del Instituto uruguayo de Derecho Procesal.
h) Pero también podría verificarse una violación del art. 254 de la
Constitución que prevé que cuando el demandante acceda a la justicia
gratuita, el demandado gozará del mismo beneficio hasta la sentencia
definitiva12. Si el trabajador accede gratuitamente a la justicia por
imperio de los arts. 1º y 28 de la nueva ley (principio de gratuidad),
podría sostenerse que el empleador demandado debiera gozar de igual
beneficio al menos hasta la sentencia definitiva firme y que, por ende
10
STIPANICIC, E., “Los sujetos de los procesos laborales regulados por la ley Nº 18572” en
“Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”, Montevideo, 2010, FCU, p. 101.
11
El informe fue suscrito por los Dres. Ángel Landoni Sosa, Alejandro Abal, Luis M. Simón y
Santiago Pereira Campos y contó con el apoyo de los demás miembros. Igual posición se
sostuvo al comparecer invitados a la Comisión Parlamentaria de la Cámara de Senadores que
trataba el proyecto de ley.
12
Desde 1934 nuestra Constitución consagra en el actual art. 254 la siguiente solución: "La
justicia será gratuita para los declarados pobres con arreglo a la ley. En los pleitos en que tal
declaración se hubiere hecho a favor del demandante, el demandado gozará del mismo
beneficio hasta la sentencia definitiva, la cual lo consolidará si declara la ligereza culpable del
demandante en el ejercicio de su acción". Como lo explica COUTURE, la solución de la Carta
es la siguiente: a) Si el actor es pobre y ha obtenido el beneficio de auxiliatoria de pobreza, el
demandado actúa sin pagar gastos de justicia hasta que la sentencia definitiva resuelva cómo
han de satisfacerse. Si la sentencia pone a cargo del actor pobre los gastos de justicia, el
Estado releva al demandado de satisfacer las costas de actuación; si la sentencia pone a cargo
del demandado rico el pago de los gastos de justicia, éste debe abonar todos los causados: los
que él, rico, hubo de pagar y no pagó y los que su adversario, pobre, hubo de pagar y no pagó.
b) Si el demandado es pobre y el actor no lo es, el primero litiga gratuitamente y el segundo no,
porque lo que constituye normalmente un peligro es la auxiliatoria de pobreza en manos de un
actor que la esgrime con fines vejatorios y no en manos de un demandado que lo más que
podrá hacer es prolongar maliciosamente el litigio (COUTURE, E., "Estudios de Derecho
Procesal", T. I, p. 67).
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obligarlo a realizar un depósito como condición para ejercer el derecho a
la apelación, vulneraría el precepto del art. 254 de la Constitución.
i)
El argumento fundamental esgrimido por ERMIDA13 y FERNÁNDEZ14,
defensores de la constitucionalidad de la ley, es que si el legislador pudo
haber eliminado la segunda instancia, con más razón puede limitar la
misma. Creemos que el argumento resulta falaz, porque en el caso el
punto central no está en el hecho de condicionarse la segunda
instancia, sino en que tal condicionamiento es discriminatorio
respecto de una de las partes (el demandado) y dentro de los
demandados perjudica a los más débiles (los que carecen de
recursos para apelar) y que, por otra parte, parece una medida que va
más allá de lo que razonablemente se admite para no vulnerar el
debido proceso. Para que quede claro, y llevada la discusión a la
eliminación de la segunda instancia: ¿qué hubieran opinado los
defensores de la constitucionalidad del depósito previo si en lugar de tal
regulación, la ley hubiera dispuesto que el actor tendrá derecho a apelar
la sentencia definitiva y el demandado no? Su respuesta –queremos
creerlo- hubiera sido que la ley sería inconstitucional. Pues es aun más
grave lo que ocurre con el depósito previo. En efecto, privar a una de las
partes de la apelación vulnera todos los principios constitucionales de
garantía en el proceso pero al menos pondría a todos los demandados
en pié de igualdad. El depósito previo, además de vulnerar dichos
principios, priva a los demandados débiles de apelación y no afecta en
nada a los demandados poderosos.
j)
En cuanto a los antecedentes jurisprudenciales de nuestra Suprema
Corte de Justicia que, a nuestro juicio permitirían apoyar la
inconstitucionalidad de la norma legal del depósito previo, pueden
mencionarse:
a. S. SCJ Nº 154/07 que rechazó el reconocimiento y ejecución de
una sentencia extranjera por violatoria del orden público,
entendiendo que se conculcó el derecho de defensa de la
demandada en tanto la apelación de la sentencia estuvo
condicionada al depósito de la condena y accesorios en plazo de
7 días y que tales condiciones, de hecho, la habrían privado del
recurso.
b. S. SCJ Nº 212/65, 220/65, 223/65 que dispusieron la
inconstitucionalidad de la norma que previó la consignación de
arriendos en el desalojo de mal pagador, por afectar la garantía
del debido proceso legal.
13
ERMIDA, O., “La constitucionalidad de los nuevos procesos laborales autónomos (Ley
18.572)” en Revista Doctrina & Jurisprudencia, CADE, abril 2010.
14
FERNANDEZ, H., “La constitucionalidad de la ley procesal laboral Nº 18.572” en RDL Nº 237,
ps. 31 y ss.
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Por todo lo expuesto, en nuestra opinión, el art. 17 inc. 2º de la ley Nº 18.572
es claramente inconstitucional.
3.
Inconstitucionalidad de los arts. 19 a 23 de la ley Nº 18.572 (proceso
de menor cuantía)
3.1.
Planteo de la cuestión
La segunda regulación que en nuestra opinión presenta patente
inconstitucionalidad es la del proceso de menor cuantía en única instancia,
previsto para asuntos cuyo monto total no supere los $ 81.000 (arts. 19 a 23).
Compartimos con SIMÓN15 y COBAS16 que la inconstitucionalidad de este
proceso se plantea por la vulneración del principio de igualdad y, sobre todo,
por la excesiva restricción de garantías para las partes, particularmente en el
derecho a esgrimir defensas y probar, lo cual infringe el debido proceso legal.
Dice SIMÓN17 en su primer trabajo sobre el tema: “La estructura regida por los
art. 19 a 23 fue abreviada en forma tal que vuelve cuestionable que este
proceso pueda ser considerado “debido” desde la óptica constitucional”.
Agrega SIMÓN18: “Tanto trabajadores como empleadores ven prácticamente
negadas sus posibilidades y también el Tribunal, en un esquema legal en el
que todo se sacrifica en pos de la celeridad y abreviación”.
Luego desarrolla más esa idea, concluyendo en forma clara que en la
estructura que la ley le da, el proceso de menor cuantía es inconstitucional por
lesionar gravemente las garantías de defensa de las dos partes19.
3.2.
Estructura del proceso de menor cuantía
15
Opinión expuesta en las dos ediciones del Curso Interdisciplinario sobre el nuevo proceso
laboral realizado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Montevideo que será
publicado por dicha Universidad.
16
COBAS, F., “Ultimas Noticias”, 6 de mayo de 2010, pág. 20.
17
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, p. 121.
18
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, p. 129.
19
Opinión expuesta en las dos ediciones del Curso Interdisciplinario sobre el nuevo proceso
laboral realizado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Montevideo que será
publicado por dicha Universidad.
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El esquema del proceso de menor cuantía se representa en el siguiente
cuadro:
EL NUEVO PROCESO LABORAL “DE MENOR CUANTÍA”
Esquema general
JUEZ
ACTOR
DEMANDADO
DIRIGE EL PROCESO
Presenta
demanda escrita
con prueba y
liquidación
CONTROLA
DEMANDA
Emplazamiento +
traslado + convocatoria
audiencia (10 d. desde
demanda)
•Examina medios probatorios
ofrecidos por el actor y ordena
diligenciamiento de la prueba
AUDIENCIA UNICA (dentro de 10 d. de demanda)
Verificación de la presencia de las partes
Contestación de demanda con prueba y eventual oposición de
excepciones
Traslado de las excepciones al actor
Tentativa de conciliación
Fijación del objeto del proceso y de la prueba
Diligenciamiento de la prueba
Alegatos
Sentencia resuelve excepciones y fondo (en audiencia o dentro
de 6 d.)
NO HAY
SEGUNDA
INSTANCIA
Dispone la ley que la demanda se deducirá por escrito y que interpuesta la
demanda y dentro de las cuarenta y ocho horas de recibida, el Tribunal
ordenará el traslado y emplazamiento del demandado, previniéndolo que
deberá concurrir a la audiencia única munido de toda la prueba que pretenda
ofrecer.
Se convocará a las partes a la audiencia única en un plazo no mayor a los diez
días contados a partir de la fecha de la presentación de la demanda.
Examinando los medios probatorios ofrecidos por el actor, el juez ordenará el
diligenciamiento de los que corresponda, instrumentando todos los
mecanismos necesarios para que ello se agote en la audiencia única.
A la audiencia única las partes deberán comparecer en forma personal, salvo
que a juicio del Tribunal exista motivo justificado que habilite la comparecencia
por representante.
La inasistencia no justificada del actor a la audiencia determinará el archivo de
los autos. En caso de inasistencia no justificada del demandado, el Tribunal
dictará sentencia de inmediato, teniendo por ciertos los hechos afirmados por el
actor en la demanda.
En la audiencia se cumplirán las siguientes actividades:
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1) El demandado contestará la demanda y podrá oponer excepciones. En
ningún caso podrá reconvenir o solicitar el emplazamiento de terceros.
2) De las excepciones se dará traslado al actor, quien deberá contestar en la
audiencia y todas serán resueltas en la sentencia definitiva.
3) El Tribunal tentará la conciliación y, en caso de no prosperar, fijará el objeto
del proceso y de la prueba y acorde con ello la recibirá.
4) Oirá los alegatos de ambas partes y dictará sentencia en la misma
audiencia o dentro del plazo de seis días, a cuyos efectos fijará fecha sin
necesidad de realizar otra convocatoria.
Las resoluciones dictadas en el curso del proceso sólo admitirán el recurso de
reposición.
3.3.
El enfoque desde el cual se manifiesta patente la inconstitucionalidad
La cuestión esencial a resolver es si los arts. 19 a 23 de la ley regulan un
proceso acorde al postulado constitucional del debido proceso legal.
Nuestra respuesta es negativa.
En efecto, las regulaciones del proceso de menor cuantía vulneran en su
conjunto el debido proceso legal constitucional. La suma de sus
disposiciones no permiten al demandado una defensa mínimamente razonable
ni en cuanto a las alegaciones ni en cuanto a la prueba.
Las defensas doctrinarias que realizan ERMIDA20 y FERNANDEZ21 acerca de
la constitucionalidad del proceso de menor cuantía se centran en postular la
legitimidad de un proceso en instancia única, alegándose que nuestra
Constitución no impone la segunda instancia.
Allí el debate académico consiste en analizar si la eliminación de la segunda
instancia es o no inconstitucional o si implica o no responsabilidad internacional
del Estado por infringir eventualmente la normativa internacional. Sea cual sea
la posición que se adopte al respecto, es un hecho que en Uruguay existen
procesos de instancia única y la Corte no ha declarado su inconstitucionalidad.
Por eso, para nosotros, el tema que cabe debatir es si –aún admitiendo la
legitimidad constitucional de la instancia única- el proceso que regula la ley es
estructuralmente acorde al debido proceso constitucional. Y allí es donde a
nuestro juicio se vuelve palmaria la inconstitucionalidad. Pensamos que el
20
ERMIDA, O., “La constitucionalidad de los nuevos procesos laborales autónomos (Ley
18.572)” en Revista Doctrina & Jurisprudencia, CADE, abril 2010.
21
FERNANDEZ, H., “La constitucionalidad de la ley procesal laboral Nº 18.572” en RDL Nº 237,
ps. 31 y ss
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punto central no está en la eliminación de la segunda instancia sino en que el
legislador reguló un proceso que no reviste las mínimas garantías
indispensables para ajustarse al concepto de debido proceso
constitucional.
El tema no es nuevo. Ya el maestro COUTURE se planteaba qué ocurría
cuando un proceso en única instancia no regulaba las garantías esenciales del
debido proceso. Analizando la inconstitucionalidad por privación de recursos,
COUTURE22 sostuvo que en el sistema de única instancia, la Constitución no
está necesariamente en peligro, en términos generales, preguntándose: “Pero,
qué decidir si la única instancia se encuentra privada de garantías de defensa
de tal forma que prácticamente invalida sus resultados? ¿Qué concluir cuando
la instancia es solo aparentemente un proceso, pero en sustancia no permite
formar un juicio acerca del derecho cuestionado?”. Y es acá donde está la
clave del debate. Y es acá donde la conclusión científica puede ser sólo una: el
proceso laboral de menor cuantía es solo aparentemente un proceso pero en
sustancia infringe el concepto constitucional de “debido proceso”, y así debiera
ser declarado por la Suprema Corte de Justicia.
3.4.
Los conceptos constitucionales de debido proceso e igualdad que
resultan vulnerados
Es unánimemente reconocido que el derecho constitucional de defensa se
compone de una razonable oportunidad del demandado de comparecer y
exponer sus derechos y de una razonable oportunidad de aportar prueba a su
favor. Y es indudable que la estructura del proceso laboral de menor cuantía no
permite ejercer el derecho de defensa. La especial tutela que se le confiere al
trabajo y que inspira a privilegiar la celeridad y economía procesal para dar
curso ágil y expeditivo a pretensiones de carácter social, no puede conllevar el
flagrante desconocimiento de los derechos esenciales de los otros actores del
proceso.
Es necesario en consecuencia recordar algunos conceptos básicos del debido
proceso que el legislador parece olvidar, arropado en el entusiasmo febril de la
celeridad. Cabe recurrir a las preclaras enseñanzas de COUTURE23 al analizar
la tutela constitucional del proceso. Dice el maestro que la ley no puede instituir
formas que hagan ilusoria la concepción del proceso consagrada en la
Constitución, y si la ley instituyera una forma de proceso que privara al
individuo de una razonable oportunidad de hacer valer su derecho, esa ley
sería inconstitucional. Señala textualmente: “El proceso es, por sí mismo, un
instrumento de tutela del derecho. Lo grave se ha dicho, es que más de una
vez, el derecho sucumbe ante el proceso y el instrumento de tutela falla en su
cometido...”.
22
COUTURE, E., ”Fundamentos de Derecho Procesal Civil”, p. 159.
23
COUTURE, E., “Fundamentos de Derecho Procesal Civil”, p. 148 y ss.
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“El problema consiste en la hipótesis de que el legislador instituya leyes
procesales de tal manera irrazonables que virtualmente impidan a las partes
defender sus derechos o a los jueces reconocer sus razones”.
Se preguntaba, como lo hacemos nosotros ahora, “…qué es una razonable
oportunidad de hacer valer el derecho?” Y respondía enumerando un elenco,
no taxativo, pero sí mínimo, de garantías procesales que se sintetizan en la
denominación genérica de tener derecho a su día ante el tribunal (“his day in
court”).
Los principios de raigambre constitucional de legalidad y del debido proceso
indican que compete a la ley ordenar las formas de los procesos (principio de
legalidad, art. 18 de la Carta), pero no de cualquier manera, sino de forma tal
que asegure a las partes su día ante el tribunal; esto es: la garantía de defensa
en juicio. Señala VESCOVI24 que cuando se hace referencia a las garantías del
debido proceso, pensando en las mínimas que deben existir para que pueda
hablarse realmente de un proceso, se incluye el principio de la inviolabilidad de
la defensa en juicio, que consiste en la posibilidad de tener una “razonable
oportunidad de defensa”, al decir de COUTURE “su día ante el tribunal”, que
incluye la de ser citado, ser oído, y haber tenido oportunidad de hacer pruebas,
que en definitiva se resume en la posibilidad de ejercer sus derechos en la
forma y con las solemnidades que establece la ley25. Por otra parte, como lo
señala VESCOVI26, el principio de igualdad procesal es una aplicación o
derivación del principio constitucional de igualdad ante la ley. Y, por lo tanto, si
bien se admiten mecanismos de desigualdad compensatoria, ellos no pueden
llegar al extremo de dejar a una de las partes sin posibilidades reales y
razonables de defensa.
Como lo hemos señalado con VESCOVI, KLETT, DE HEGEDUS, SIMON y
LANDEIRA27, “la noción de igualdad no es de índole matemática. Las leyes
deben trascender las apariencias de la igualdad aritmética para discernir
desigualdades esenciales y hallar el modo de compensarlas mediante
24
VESCOVI, E., “Derecho Procesal Civil”, T. I, pág. 79.
25
También TARIGO, recogiendo las enseñazas de COUTURE, enumera entre otras
manifestaciones del debido proceso, la noticia del proceso al demandado, que se le haya
otorgado una razonable oportunidad de comparecer y exponer sus derechos, la oportunidad
razonable de aportar medios de prueba, etc. Y, aun en los procesos dotados de estructura
monitoria, como el ejecutivo o el desalojo, en los que el tribunal se pronuncia sobre el fondo en
forma inicial, el contradictorio está asegurado por la posibilidad de oponer excepciones o de los
medios impugnativos existentes en cada caso (TARIGO, E., “Lecciones de Derecho Procesal
Civil”, T. I, pág. 68).
26
VESCOVI, E., "Los principios rectores del proceso", en "Curso de Derecho Procesal", T. I,
Instituto Uruguayo de Derecho Procesal, Montevideo, 1974, p. 81.
27
VESCOVI, E., KLETT, S., DE HEGEDUS, M., SIMON, L., LANDEIRA, R. y PEREIRA
CAMPOS, S., “Código General del Proceso – Comentado, concordado y anotado”, t. 1,
comentário al art, 4 del CGP.
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aplicaciones o exenciones que igualen ante la ley a todos los comprendidos en
su régimen. Por ello es perfectamente lícito que el proceso incluya algunas
pequeñas desigualdades motivadas en distintas necesidades -generalmente de
orden técnico-, y que por otra parte se instrumenten mecanismos
compensatorios que en definitiva tiendan a que la igualdad sea real”. Pero,
reiteramos, esas desigualdades pueden ser mayormente dadas en el Derecho
Sustantivo y en menor escala en el Derecho Procesal y en ningún caso pueden
vulnerar la esencia del debido proceso.
El principio de igualdad ha sido también definido por uno de sus aspectos
esenciales: la bilateralidad o contradicción, perfectamente sintetizada en la
clásica expresión audiatur et altera pars (óigase a la otra parte). La bilateralidad
o contradicción, como premisa básica del proceso democrático, encuentra su
fundamento en el propio principio de igualdad que exige que todas las partes
del proceso sean oídas, y en la norma constitucional que impone el debido
proceso legal (art. 12 de la Constitución).
La vigencia del principio de contradicción requiere que las leyes procesales
acuerden a las partes, y eventualmente a los terceros, una suficiente y
razonable oportunidad de ser oídos y de producir pruebas.
La posibilidad de que las partes sean oídas debe mantenerse, en principio,
durante todo el desarrollo del proceso: actos de proposición (demanda y
contestación), prueba, alegatos, recursos, etc. Señala COUTURE28 que en la
etapa de conocimiento la igualdad debe consistir en dar a ambos contendientes
análogas posibilidades de expresión y prueba.
Por otra parte, cabe señalar que la inviolabilidad de la defensa es una
manifestación del principio de igualdad que está sumamente vinculada con la
regla de la contradicción o bilateralidad que se viene de ver. En efecto, son
distintos aspectos de la igualdad y el debido proceso. La bilateralidad o
contradicción implica un análisis de la igualdad de oportunidades y por ende
atiende la situación de ambas partes. La inviolabilidad de la defensa implica
centrar la atención en el demandado; en que éste pueda tener una debida
defensa, con todas las garantías y oportunidades.
El derecho de defensa emana del art. 12 de la Constitución que expresa:
"Nadie puede ser penado ni confinado sin forma de proceso y sentencia legal".
Señala COUTURE29 que la Suprema Corte de los Estados Unidos ha sostenido
sistemáticamente, que la garantía del proceso debido, en cuanto se refiere a
las actuaciones judiciales, consiste en una razonable posibilidad de hacerse
escuchar, constituida por una "notice" y una "hearing". Esta razonable
oportunidad de hacerse escuchar significa, en definitiva, asegurar al
demandado "su día ante el tribunal".
28
COUTURE, E., "Estudios...", T. I, p. 66.
29
COUTURE, E., "Estudios...", T. I, p. 59.
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Interpretando el sentido de esta garantía, la doctrina procesal, partiendo de los
fallos de la Suprema Corte de los Estados Unidos, ha sostenido que "his day in
Court" implica:
1) Que el demandado haya tenido debida noticia de la promoción de los
procedimientos con los cuales el derecho puede ser afectado ("notice"). Este
elemento, está constituido en el régimen procesal hispanoamerciano por los
actos de citación y emplazamiento. La comunicación de la demanda en forma,
constituye una efectiva garantía, piedra angular del proceso. La rebeldía del
demandado sólo puede funcionar mediante un emplazamiento pleno de
garantías.
2) Que se le haya dado una razonable oportunidad de comparecer y
exponer sus derechos. Afirma COUTURE30 que la defensa es, en sí misma,
un acto de persuasión dialéctica; la persuasión va dirigida hacia el
razonamiento del que debe decidir. Si al demandado se le privara,
prácticamente, de crear el convencimiento del magistrado para conducirlo por
la vía del razonamiento hacia su absolución, se le habría quitado el natural
modo de expresión de la defensa.
3) Que se le haya dado una razonable oportunidad de aportar prueba en su
favor. O sea que tenga derecho a declarar por sí mismo, suministrar testigos,
introducir documentos relevantes y otras pruebas.
4) Que el tribunal ante el cual los derechos son cuestionados esté constituido
de una manera tal que dé una seguridad razonable de su honestidad e
imparcialidad.
5) Que sea un tribunal de jurisdicción adecuada.
Concluye COUTURE31 que "su día ante el tribunal" quiere decir, dentro de la
técnica de los actos procesales, poder hacer estas tres cosas requeridas por la
necesidad de la defensa: pedir, dar el motivo de lo pedido, convencer de la
verdad del motivo. Nuestra jurisprudencia ha invocado reiteradamente el
derecho de la defensa como una garantía esencial32.
30
COUTURE, E., "Estudios...", T. I, p. 64.
31
COUTURE, E., "Estudios...", T. I, p. 62.
32
Véase, por ejemplo, RUDP, 3/89, p. 336, n. 1; ADAdm., T. II, p. 70, n. 269; LJU, T. XCIX, c.
11.258, p. 115.
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Como lo hemos señalado anteriormente33, el principio de igualdad y la garantía
del debido proceso constituyen dos premisas centrales del Derecho Procesal,
mutuamente vinculadas e inescindibles, que forman parte de la historia misma
de la libertad civil. Referirse al principio de igualdad procesal significa afirmar la
garantía del debido proceso; no existe debido proceso sin igualdad ni igualdad
procesal real sin debido proceso.
El ya mencionado art. 12 de la Constitución consagra la garantía del debido
proceso. COUTURE34 define esta garantía del siguiente modo: "Garantía
constitucional consistente en asegurar a los individuos la necesidad de ser
escuchados en el proceso en que se juzga su conducta, con razonables
oportunidades para la exposición y prueba de sus derechos" (los
destacados son nuestros).
Afirma luego: "Esta garantía Constitucional es, pues, la garantía de la justicia
en sí misma, establecida en todas las Constituciones desde los primeros textos
que se conocen”.
"Se necesita, no ya un procedimiento, sino un proceso. El proceso no es un fin
sino un medio; pero es el medio insuperable de la justicia misma. Privar de las
garantías de la defensa en juicio, equivale, virtualmente, a privar del derecho.".
Como señala BARRIOS DE ANGELIS35, el debido proceso legal "no se trata de
un principio singular, que manifiesta la política del normador, respecto de una
conexión particularizada sino de algo diferente: la síntesis de todos los
principios procesales, en el marco del principio constitucional de igualdad de
las partes ante la jurisdicción".
La jurisprudencia hace referencia al postulado del debido proceso y a sus
diversos componentes en reiterados fallos36.
3.5.
Análisis de las regulaciones legales inconstitucionales
La inconstitucionalidad por violación del concepto de debido proceso puede
devenir:
•
porque una norma legal específica infrinja el referido derecho esencial
constitucional; o
33
VESCOVI, E., KLETT, S., DE HEGEDUS, M., SIMON, L., LANDEIRA, R. y PEREIRA
CAMPOS, S., “Código General del Proceso – Comentado, concordado y anotado”, t. 1,
comentário al art, 4 del CGP.
34
COUTURE, E., "Vocabulario Jurídico", Buenos Aires, 1988, p. 199.
35
BARRIOS DE ANGELIS, D., "El Proceso Civil - Código General del Proceso", T. I, Montevideo,
1989, p. 26.
36
Ver, por ejemplo: RUDP, 2/82, p. 260, n. 371; RUDP, 3/83, p. 313, n. 322 y 323; RUDP, 3/89, p.
337, n. 1; ADAdm., T. II, p. 70, n. 269 y 270; LJU, T. XCIX, c. 11.258, p. 115; S. 943/90 y S.
949/90, J. Ldo. Civ. 24 T.
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•
porque la suma de las regulaciones legales de una estructura procesal
determinada configuran un trámite que no se ajusta al debido proceso.
En el caso en análisis se verifican ambos supuestos.
Sobre las premisas conceptuales que venimos de exponer conforme la más
destacada doctrina, veamos entonces en cada una de las regulaciones legales
concretas y en la suma de ellas, por qué el nuevo proceso laboral de menor
cuantía es inconstitucional.
a) Ante la ausencia de plazo mínimo asegurado al demandado para contestar
la demanda, en los hechos el demandado dispone en el mejor de los
casos, de 3 o 4 días, desde que conoce la demanda, para analizar los
hechos, obtener la prueba y contestar la demanda en audiencia.
En efecto, en tanto la ley dispone que la audiencia en la cual se contesta la
demanda debe celebrarse dentro de los 10 días de presentada la demanda,
debemos considerar cuál será en los hechos el plazo que insumirá a la oficina
judicial analizar la demanda para realizar su control inicial, disponer las
resoluciones iniciales, elaborar los cedulones y efectivizar la notificación del
emplazamiento. Recién una vez notificado el emplazamiento el demandado
conocerá la demanda y podrá preparar la contestación. Considerando los
tiempos que, actuando con la mayor celeridad, insumen el control de la
demanda y dictado de la resolución inicial por el tribunal, la confección de los
cedulones y la notificación, en el mejor de los casos el demandado será
emplazado cuando resten 3 o 4 días para celebrarse la audiencia de
contestación de demanda.
Ello surge reconocido en la Acordada de la Suprema Corte de Justicia Nº 7676
(aplicable exclusivamente a los procesos laborales de menor cuantía en virtud
de la Acordada Nº 7677), en la cual se señala que los Juzgados expedirán los
recaudos en que hayan de ser practicadas las notificaciones en un plazo
máximo de 2 días a partir de la fecha de la providencia que la ordena (art. 2º); y
para efectuar las notificaciones y devolver los recaudos, las Oficinas Centrales
de Notificaciones dispondrán como máximo de 3 días hábiles prorrogables por
otros 2 con anotación fundada del jerarca (art. 3º).
Llevado esto a los hechos, si se cumpliera lo previsto en la ley y en la
Acordada, la cronología sería la siguiente: el día 1 se presenta la demanda, el
día 3 se dicta la resolución (dice el art. 21 de la ley que la resolución se dictará
dentro de los 48 hs. de recibida), entre los días 4 y 5 se expiden los recaudos,
entre los días 6 y 10 se notificará. Aún en la propia regulación de la Acordada,
si ella se pudiera cumplir en su formulación más estricta, se vulneraría el
debido proceso en forma patente. En efecto, no es un término razonable
acorde al concepto de debido proceso legal, disponer de 3 o 4 días para definir
la estrategia de la defensa, elaborar los argumentos y reunir la prueba.
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Pero en la práctica judicial de los primeros meses de aplicación de la ley, los
casos son aún más graves y la solución propuesta en la Acordada no se ha
podido cumplir en muchos casos. Más de un demandado ha sido notificado de
la demanda el mismo día de la audiencia, disponiendo por ende de pocas
horas o minutos para informarse, preparar la contestación y obtener la prueba.
Y ello siempre y cuando el demandado se encuentre en su domicilio el día que
lo notifican. Ello contradice el concepto de debido proceso legal en tanto éste
comprende una “razonable” -y no cualquier- oportunidad de defensa.
Como señala SIMÓN37, “las innovaciones introducidas por la ley Nº 15.872 en
materia de plazos, resultan en general poco convenientes, implican desde el
punto de vista técnico-procesal, en varias ocasiones, un retroceso en nuestro
ordenamiento jurídico, y pueden llegar a lesionar garantías esenciales de la
defensa en juicio” (los destacados corresponden al texto original). Agrega con
razón: “La ley parece haberse inspirado en el simple e incorrecto postulado de
que la abreviación de los plazos es el medio de obtener celeridad en los
procesos, sin considerar qué puede estar sacrificando con ese métodos, ni
contemplar el empleo de otros más eficaces y más garantistas que pueden
conducir al mismo objetivo.”
b) Es inconstitucional la regulación del proceso de menor cuantía ante la
ausencia de una norma que establezca que el demandado deba ser
notificado de la demanda con una antelación mínima a la fecha en que
deberá contestar la misma en audiencia. En otras palabras: aunque parezca
insólito, la ley carece de plazo mínimo asegurado para que el demandado
conteste la demanda.
SIMÓN38 también destaca este elemento: “No se establece plazo para
comparecer ni contestar, solamente la convocatoria a audiencia, y es en la
misma que el demandado ha de contestar y ofrecer prueba”.
La falta de tal plazo mínimo asegurado en la ley es inaceptable desde la óptica
del debido proceso en tanto no se prevé una razonable oportunidad mínima de
defensa (arts. 8 y 12 de la Constitución). Ello es aún más grave en sistemas
como el nuestro donde toda la prueba debe presentarse u ofrecerse al
contestar la demanda, siendo por ende generalmente desacertadas las
comparaciones y referencias que se han hecho al derecho comparado.
Como señala BARBOSA MOREIRA39, el debido proceso exige, ante todo, que
la conformación del procedimiento no quede sujeta al arbitrio del juez, sino que
37
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, ps. 109 y 110.
38
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, p. 121.
39
BARBOSA MOREIRA, J., La igualdad de las partes en el proceso civil", RUDP, 2/87, p. 117.
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se ajuste al modelo previamente instituido por la ley para los procesos en
general. Por ello es necesario un ingrediente razonable de formalismo. En ese
enfoque, una ley que no asegure al demandado un plazo mínimo para
contestar la demanda, implica dejar al arbitrio de la diligencia judicial la
oportunidad razonable de defensa, lo cual es inaceptable.
c) La ausencia de un plazo mínimo asegurado para contestar la demanda,
también vulnera el art. 18 de la Carta en tanto la ley no fija el orden y la
formalidad del proceso, dejando al arbitrio de los hechos si el plazo para
contestar la demanda es de 3, 4 días o escasos minutos. La regulación de la
Acordada, por su parte, no asegura un plazo mínimo de defensa ya que es un
mandato a la oficina sin que pueda ampararse en ella el litigante y, por otra
parte, no tiene fuente legal que es de la única que puede emanar la fijación del
plazo mínimo asegurado para la contestación de la demanda.
Obsérvese que queda en mejor posición el demandado que es emplazado
luego de la fecha de la audiencia, ya que podrá alegar que está impedido por
justa causa y no le corrió el plazo (no se puede comparecer a una audiencia de
la cual se toma conocimiento cuando ya se celebró) que aquél demandado que
toma conocimiento de la audiencia para contestar la demanda el día anterior a
la misma. En efecto, mientras que en el primer caso la nulidad se probará con
el propio cedulón donde conste la notificación con fecha posterior a la
audiencia, en el segundo caso si el demandado se jugara a la nulidad del
emplazamiento, además de correr enorme riesgo en virtud del principio de
eventualidad, probablemente resulte desestimado su reclamo atendiendo a la
jurisprudencia existente sobre el punto.
Curiosamente la ley regula con mejor tino (art. 4º, inc. 1º), para la conciliación
administrativa previa, que la audiencia se convocará con una anticipación no
menor de tres días, previéndose así cierta garantía para el empleador en la
fase pre judicial, de la que carece totalmente en la audiencia de juicio nada
menos que para contestar la demanda (acto esencial de defensa).
d) En nuestra opinión, no cabe a la Suprema Corte de Justicia, en fase de
control constitucional, analizar si en cada caso concreto en que se
plantea la excepción el demandado pudo o no defenderse efectivamente,
sino que corresponde analizar si el plazo que concede la ley (o como en el
caso: el plazo mínimo que no asegura) privan objetivamente al demandado de
una defensa razonable. En efecto, no olvidemos que el principio de
eventualidad que rige en nuestro sistema, impone al demandado –según cierta
doctrina y jurisprudencia- la pesada carga de hacer un esfuerzo sobrehumano
para contestar la demanda a la vez que se interpone la excepción de
inconstitucionalidad. Y no puede juzgarse la razonable oportunidad de defensa
que concede una ley a la luz de esfuerzos no razonables. El punto central,
entonces es cotejar la estructura procesal de la ley procesal laboral con el
modelo constitucional de debido proceso, y si de tal cotejo resulta que dicha
estructura no se adecua al modelo constitucional porque no habilita una
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defensa objetivamente razonable a una o ambas partes, declarar la
inconstitucionalidad.
e) A ello se suman otras normas que limitan irracionalmente las defensas
en este proceso de menor cuantía e imponen que la situación de indefensión
sea aún más gravosa. Las analizaremos en los literales siguientes.
f) Ni siquiera puede alegarse que el demandado pudo prever el alcance y
contenido de la demanda por la conciliación administrativa previa, ya que la
propia ley permite al trabajador prescindir de la misma si el Ministerio de
Trabajo no la celebra en el plazo de 30 días de solicitada (art. 6º). Ergo: en
muchos casos el primer conocimiento del reclamo del trabajador llegará al
empleador directamente con la demanda.
g) Los plazos de que disponen los jueces son imposibles de cumplir si se
respeta el derecho de defensa, y la ley dispone en el art. 26 que todos los
plazos previstos en ella son perentorios e improrrogables, apartándose de la
solución del art. 92 del CGP que prevé la perentoriedad de los plazos sólo para
los que corresponden a las partes, pero no a los plazos del tribunal. No se
ajusta al debido proceso constitucional una ley que prevea plazos imposibles
de cumplir sin vulnerar derechos esenciales de las partes.
h) Se impone a la parte la carga de ir a la audiencia “munido” de toda la
prueba que pretenda ofrecer (art. 21 num. 1). Tal exigencia vulnera el debido
proceso en uno de sus contenidos esenciales: disponer de oportunidad
razonable de presentar y ofrecer prueba y que la misma efectivamente se
diligencie. En efecto, es inaceptable para los cánones constitucionales del
debido proceso que se imponga a la parte la carga de llevar a la audiencia
la prueba que no está en su esfera de acción. Así, por ejemplo, la parte no
puede obligar a un testigo a comparecer (sólo el tribunal dispone de medios
para ello), la parte no puede obligar a un perito a aceptar un encargo y
realizarlo en escasos días u horas, la parte no puede obligar a un ente público
o privado a que responda un oficio en los plazos que la ley pretende.
Como señala SIMÓN40, “debería priorizarse el derecho a probar, esencial en la
garantía constitucional del debido proceso y la calidad de la instrucción, por
sobre la mera celeridad, en casos de conducta diligente y de buena fe de los
litigantes y tribunales, pues de poco vale ganar tiempo si la tarea de
instrucción, clave para la adopción de sentencias justas, se cumple
inadecuadamente, con perjuicio de los derechos sustanciales de las partes y
de la calidad de la administración de Justicia”.
40
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, p. 127.
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Específicamente sobre el proceso de menor cuantía advierte SIMÓN 41: “en la
práctica, entonces, será imposible que se incorpore prueba testimonial si las
partes no obtienen el concurso de los testigos para concurrir voluntariamente
luego de breve aviso; no podrá incorporarse prueba por informes solicitada en
audiencia ni menos aún pericial. Los tiempos no alcanzan para preparar esos
medios e incorporarlos a la audiencia, ni siquiera si el demandado adelanta su
contestación y la formula por escrito antes de la audiencia”.
“Que un tracto procesal tolere esta posibilidad, determina que deba
calificárselo de lesivo del derecho a probar, impeditivo de una razonable
instrucción, y por consiguiente, violatorio de la garantía del debido proceso
legal que contempla nuestra Constitución” (los destacados son nuestros).
i) Las limitaciones irracionales al derecho a probar inherente al debido
proceso afectan no sólo al demandado, sino también a actor. Porque el
actor también puede verse perjudicado si los testigos que ofrece en su
demanda no comparecen voluntariamente a declarar a su pedido o aún ante la
primer citación judicial. Vulnera toda garantía procesal pensar que en ese caso
la solución es prescindir de los testigos porque no comparecieron y, sin
embargo, la estructura del proceso tal como se regula conduce a esa absurda
conclusión. La ley no prevé solución siquiera excepcional ni prórroga de la
audiencia para estos casos.
j) En un proceso en el cual es altamente probable que el demandado no tome
conocimiento de la demanda en tiempo razonable para preparar la contestación
y comparecer a la audiencia, se adiciona la gravedad de la sanción que
prevé la ley por su incomparecencia. En efecto, en caso de incomparecencia
del demandado a la audiencia única, el Tribunal dictará sentencia de inmediato,
teniendo por ciertos los hechos afirmados por el actor en la demanda (art. 22
inc. 2º). La sanción al demandado es de enorme gravedad.
Adviértase que en el proceso laboral “ordinario” regulado por la nueva ley que
admite dos instancias, en caso de incomparecencia del demandado a la
audiencia única, conforme el art. 14.1, el Tribunal dictará sentencia de
inmediato, teniendo por ciertos los hechos afirmados por el actor en la
demanda y estando a la prueba obrante en autos con anterioridad a la
audiencia.
En cambio, en el proceso de menor cuantía no existe atenuante alguno a la
regla de admisión que prevé la ley. No se prevé la consideración siquiera de la
prueba del propio actor obrante en autos, lo que además de ser de por sí más
grave, se torna especialmente gravoso por la ausencia de segunda instancia
41
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, ps. 128 y 129.
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El trabajador, verdadero titular de la pretensión, es quien inicia el proceso
poniendo en funcionamiento el sistema de justicia. Por ende, no resulta
razonable que cuando incomparezca a la audiencia sin justificación alguna,
quede él liberado de toda consecuencia trascendente, cuando si quien
incomparece es el demandado, la sanción es gravísima. De ello se desprende
que frente a la situación jurídica concreta carga de comparecer a la audiencia
única en los procesos laborales, no se verifica en los hechos una hipótesis de
desigualdad real que justifique que el legislador haya adoptado –como lo hizouna solución procesal notoriamente más beneficiosa para el trabajador como
mecanismo compensatorio.
Por otra parte, no queda claro si el archivo previsto como consecuencia de la
incomparecencia del actor habilita a presentar una nueva demanda –como
sostienen algunos- o a reiniciar el juicio desde la etapa en que quedó archivado
-como sostenemos otros-. En cualquiera de las dos interpretaciones, se plantea
aquí una nueva vulneración del debido proceso.
En efecto, si el archivo del expediente por incomparecencia injustificada del
actor habilita a que presente una nueva demanda, se legitima en la ley la
posibilidad de que el trabajador reinicie el proceso cuantas veces quiera
replanteando y alterando sus pretensiones. Y ello vulnera contenidos
esenciales del debido proceso: el trabajador podría presentar la nueva
demanda cuando advierta que se equivocó en su anterior demanda, tanto por
el planteo erróneo de los hechos como por la falta de prueba. Por otra parte, el
actor podría realizar “forum shopping”, optando por no ir a la audiencia cuando
la sede en que se inició su caso no le resulta “conveniente” y plantear la
demanda en otra sede, violando un contenido esencial del debido proceso
como lo es la imposibilidad de elegir al juez de la causa. Además de que ello
constituiría la legitimación del ejercicio abusivo de las vías procesales por el
actor en perjuicio del demandado.
Si, en cambio, se sostuviera que el archivo por incomparecencia del actor,
supone que cuando él quiera reinicia el proceso continuándose desde la
audiencia (no pudiéndose presentar una nueva demanda), también la ley en
análisis vulneraría el debido proceso en tanto dispone que las notificaciones
todas, con la sola excepción del emplazamiento inicial, se notifican fíctamente
(art. 25). Ergo, el demandado debiera estar permanentemente concurriendo a
la sede del Juzgado para verificar si no se dictó una resolución reiniciando el
proceso. Ello constituye una carga irracional para el demandado, violatoria del
principio de igualdad, sin una razón lógica que justifique la desigualdad
compensatoria42.
42
En el Informe de fecha 29 de abril de 2008, elevado por el Instituto Uruguayo de Derecho
Procesal a la Suprema Corte de Justicia, señalamos:
a) No se comparten las modificaciones al régimen del CGP que el Anteproyecto propone
sobre sanciones por incomparecencia injustificada de las partes.
b) Creemos que debe mantenerse la solución coherente y sistemática del art. 340 del CGP,
cuya interpretación jurisprudencial ha sido prudente, existiendo ya criterios claros al
respecto.
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Señala STIPANICIC43: “Este desigualitario tratamiento procesal de las
incomparecencias de las partes a la audiencia única de ambos procesos, de
inmediato provoca el análisis de su constitucionalidad, no pareciendo
razonable alterar el sistema en perjuicio de una de las partes, confiriéndole al
actor una sanción casi irrelevante (el archivo) y manteniendo para el
demandado la sanción de admisión de los hechos alegados por el actor”.
k) También el actor sufre otro perjuicio. No se prevé la oportunidad procesal
para que el actor presente y ofrezca prueba de las excepciones. En efecto,
el art. 22 num.1) de la ley habilita al demandado a oponer excepciones en la
audiencia al contestar y el num.2) prevé el traslado de las mismas al actor en la
propia audiencia, pero omite prever que el actor puede requerir de una
instancia procesal para obtener la prueba que esté a su alcance y presentarla u
ofrecer y solicitar el diligenciamiento de prueba sobre el excepcionamiento del
demandado. Desde la óptica del debido proceso, es inadmisible una estructura
procesal que no habilite esta instancia probatoria. Sin embargo la ley en
análisis no lo prevé y tampoco deja margen interpretativo o integrador
razonable para preverlo, atendiendo a la estructura regulada y a la
perentoriedad e improrrogabilidad de todos los plazos, sin distinguir entre
plazos de las partes y plazos del tribunal.
l) No se prevé la posibilidad de prorrogar los plazos o las audiencias para
habilitar las instancias de defensa y prueba no reguladas. Por el contrario, la
ley dispone la perentoriedad e improrrogabilidad de todos los plazos.
m) En este marco de indefensión para las partes se torna especialmente grave
que el fallo no admita apelación. Dice SIMÓN44: “Cabe además destacar que
c) Menos aún parece razonable alterar el sistema en perjuicio de una de las partes,
confiriéndole al actor una sanción casi irrelevante (el archivo) y manteniendo para el
demandado la sanción de admisión que incluso ante la reiteración expresa en el
Anteproyecto, puede verse agravada si no se aplican las tendencias morigeradoras de la
jurisprudencia al respecto. Más aún cuando en casos excepcionales el actor puede ser el
empleador y el demandado el trabajador.
d) La doctrina laboral más calificada es conteste en que en el Derecho del Trabajo se admite
la transacción y la conciliación con algunas limitaciones (el propio Anteproyecto lo ratifica al
regular la conciliación administrativa y la conciliación intraprocesal), por lo cual no existe
impedimento para admitir el desistimiento de la pretensión, como lo ha aceptado la
jurisprudencia en casos claros de incomparecencia injustificada.
e) No está claro si la consecuencia del archivo ante la inasistencia injustificada del actor
implica que puede replantearse nuevamente el proceso desde el inicio o deba continuarse
desde la fase en que se encontraba al momento del archivo. Ello es especialmente
relevante y peligroso porque la parte actora podría incomparecer a la audiencia
intencionalmente para presentar una nueva demanda o modificar la presentada una vez
conocida la contestación del demandado.”
43
STIPANICIC, E., “Los sujetos de los procesos laborales regulados por la ley Nº 18572” en
“Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”, Montevideo, 2010, FCU, p. 99.
44
SIMON, L., “Régimen de los plazos y potestades de instrucción del tribunal y procedimiento
probatorio en la ley Nº 18.572” en “Nuevas especialidades del proceso sobre materia laboral”,
Montevideo, 2010, FCU, p. 129.
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el único recurso admisible contra toda providencia es el de reposición, lo que
restringe todavía más la defensa”.
Aún dejando de lado el debate de si es constitucionalmente admisible o no en
nuestro país el proceso en única instancia, la privación del recurso de
apelación deviene en indefensión cuando a ella se suma un proceso en
instancia única carente de las mínimas garantías. Como ya enseñaba
COUTURE45 en la cita antes realizada, una cosa es regular un proceso en
instancia única con las debidas garantías y otra cosa muy distinta es privarle de
apelación a un trámite que no reúne las garantías mínimas del debido proceso
constitucional.
En conclusión, la estructura del proceso laboral de menor cuantía en instancia
única tal como es regulada por la ley, viola el concepto constitucional del
debido proceso, careciendo de las necesarias notas de razonabilidad e
igualdad –aún en un enfoque compensatorio- que posibilite la oportunidad de
defensa (alegaciones y prueba) para ambas partes y las garantías para un
proceso acorde al modelo de nuestra Carta.
45
COUTURE, E.,”Fundamentos de Derecho Procesal Civil”, p. 159.
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