Juan Manuel Báez Mezquita, La Memoria de la Arquitectura

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PROLOGO AL LIBRO:
Juan Manuel Báez Mezquita,
La Memoria de la Arquitectura. Dibujos de viaje a Italia,
Secretariado de Publicaciones, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1997.
No tengo otro mérito, para prologar este libro, que el haber acompañado al
profesor Juan Manuel Báez en cuatro de sus viajes a Italia, y el haber sido testigo
ocular de la realización de muchos de los dibujos que aquí se publican.
Haciendo memoria, recuerdo el primer viaje a Italia, junto con otros
profesores de la Escuela de Arquitectura, en los primeros días de octubre de 1991,
con el fin de asistir en Lerici (Liguria) a un congreso que llevaba el sugerente título
de Diario di una ricerca. De entonces recuerdo a Juan dibujando un promontorio
rocoso sobre el mar, en el que se asentaba una curiosa arquitectura; pero sobre todo
quisiera evocar un dibujo memorable, más por las condiciones en que fue realizado
que por su calidad.
Nos encontrábamos en una pequeña cafetería, al atardecer y tras haber
realizado unas compras en la pintoresca localidad de Lerici, cuando comenzó a
llover de una forma inusual (al día siguiente los periódicos hablaban de una gota
fría). Allí protegidos de la inclemencia de la lluvia, Juan comenzó a dibujar en su
pequeño cuaderno de viaje para matar el tiempo –pues no paraba de llover–. Lo
alarmante fue que comenzó a entrar el agua en el establecimiento, y poco a poco a
inundarse, subiendo en escaso tiempo más de veinte centímetros. En aquella
penosa situación, Juan se entretenía con sus rasguños, con la acostumbrada
intensidad y concentración del artista que, llevado de su genio, olvida cuanto
acontece a su alrededor. Me parece aún verlo, apurando los minutos, y mojando el
pincel en un vaso de agua –bien podía haberlo hecho en el suelo del lugar– para
dotar de unos toques de aguada al motivo representado.
Volvimos a Italia en abril de 1993; esta vez con ocasión del congreso Il
Disegno di Progetto que organizaba el departamento de Rappresentazione e
Rilievo de la Facultad de Arquitectura de Roma. También conservo el recuerdo de
la realización de algunos dibujos de este viaje, especialmente de uno que cita en su
introducción. Serían las cinco de la tarde cuando esperaba con Juan a otros
profesores compañeros de viaje, en la famosa Piazza Campo de Fiori, cercana al
palacio Farnese. Nuestros compañeros –que habían ido a visitar el Trastevere– se
retrasaban más de lo que sería disculpable; y yo, impaciente, crecía en mi enfado.
Juan, por el contrario, tenía una actitud bien distinta; absorto en su trabajo,
realizaba un bellísimo apunte, también recogido en este libro, a la vez que en su
interior rogaba porque nuestros compañeros se retrasasen aún más, para así poder
acabar su dibujaba con todos sus detalles.
El tercer viaje tuvo lugar a primeros de septiembre de 1994. Fuimos a
Venecia con ocasión de la magna exposición sobre el Renacimiento que tuvo lugar
en el Palazzo Grassi. En aquella ocasión quise llevar un diario de viaje, pues
comenzaba a perder la cuenta de los itinerarios que había realizado en años
anteriores. Nos acompañaban los profesores Eduardo Carazo, Marta Ubeda y
Carmen, la mujer de Juan.
Resulta grato, dos años después, leer la memoria de esa semana en Italia, ya
que tras visitar Venecia, pudimos recorrer Verona, Padua, Milán, Mantua, Ferrara,
Bolonia, Cremona y Piacenza; parando a nuestro regreso, ya en Francia, en la
histórica ciudad de Avignon (en la ida pudimos disfrutar de Cannes, al atardecer
de un sábado, con su casco histórico encaramado en la colina, con la catedral en lo
alto, y abajo la bahía repleta de veleros y barcos de recreo).
No deja de ser curiosa esta experiencia de un mismo viaje, avivado en la
memoria a través de los dibujos de Juan y de las anotaciones de mi diario; sobre
todo, teniendo en cuenta que estas dos actividades –el dibujo y el registro literario–
constituían en la época del Gran Tour, antes de la invención de la fotografía, la
única manera de conservar las impresiones y vivencias de aquellos largos viajes
por Italia.
Lamento ahora no haberme extendido más en mis comentarios –que no son
más que anotaciones telegráficas–, ya que nos darían puntual nota de algunos de
los dibujos reproducidos en el libro. No obstante, creo interesante reproducir
algunos pasajes, porque ayudan a comprender cómo es el transcurrir del tiempo en
nuestros viajes.
De aquel lunes, cinco de septiembre –que para Eduardo tendría tan amargo
sabor, al conocer, entrada la noche y al llegar al hotel, el fallecimiento de su padre
en Valladolid–, escribía sobre nuestra estancia en Venecia:
“Visitamos el Palazzo Grassi la exposición del Renacimiento; de las cuatro a
las seis y media. Quedamos todos muy impresionados. Compramos catálogos y
recuerdos gráficos. Salimos a ver la Salute. Cruzamos el puente della Accademia y
llegamos a la Salute tras pasear por callejuelas sin gente. Vemos (Juan, Eduardo y
yo) el interior de la iglesia, pero nos la cierran a las siete. Nos sentamos allí un
rato. Juan dibuja San Giorgio Maggiore situada al otro lado del canal de la
Giudecca. Yo doy un paseo precioso, de una media hora, desde el Punto della
Dogana al Fondamenta Zattere Ponte Lungo. Recogemos a Marta Ubeda en San
Stefano, había estado dibujando en el Ponte della Academia. Tomamos un refresco
en el otro lado del Ponte, al aire libre, cerca del Palazzo Contarini dal Zaffo. Allí
Juan hace otro magnífico dibujo del Palazzo Barbaro, Palazzo Corner y otras casas
de la rivera opuesta, ya en el crepúsculo de la tarde”.
Del día siguiente esta otra anotación: “Mantua: llegamos a las seis, justo al
Palazzo del Té; cerrado; vemos el exterior y el patio; compramos algunas postales.
De allí en coche hasta el borde del lago Inferiore, a la altura de San Giorgio;
aparcamos en Piazza Virgiliana. Por via Verdi llegamos a San Andrea; la
visitamos; y a la Rotonda de San Lorenzo, donde conseguimos alguna información
para Eduardo. Juan se queda a dibujar en Piazza de Erbe; yo me acerco al Duomo”.
También registro algunas notas sobre Bolonia, una ciudad que me pareció
antipática por su abundante tráfico rodado, sobre todo en comparación con la
tranquila Ferrara que habíamos visitado por la mañana.
“Viaje a Bolonia; llegamos ya cansados. Entramos por via Zamboni (estaba
cerrada la Pinacoteca), pero luego, intentando acercar más al centro el coche, nos
perdemos y aparcamos en San Francesco (vemos el interior, sin interés). De allí,
andando, por San Salvatore, Palazzo Comunale, estatua del Neptuno de
Gianbologna; entramos en San Petronio; nos impresiona la fachada inacabada. No
tanto –a mí, al menos– la arquitectura urbana con sus soportales. Por via Rizzoli
llegamos a las impresionantes Torri Pendenti. Entramos en la librería Fettrinelli
enfrente; Juan compra un libro del viaje a Italia de Ruskin; yo un catálogo para
Eduardo. Descansamos en via Rizzoli. Juan dibuja las torres con Marta Ubeda; yo
leo pasajes del diario y cartas de Ruskin, que también se llevó una impresión
desfavorable de Bolonia. Al anochecer paseamos hasta el coche y salimos a
Padua”.
Volvimos a Italia hacia el veinte de septiembre del pasado año, para
participar en un congreso que organizaba la Facultad de Arquitectura de Florencia,
con el título de Il disegno luogo della memoria* . Fue una estancia corta, sin diario
de viaje, por lo que no recuerdo esas jornadas con la frescura del anterior viaje.
Pero aquí también Juan realizó algunos apuntes, recogidos ahora en el libro. Al
volverlos a contemplar mi memoria se ejercita; y con la imaginación puedo
regresar a la Piazza della Signoria, a sus atardeceres, cuando los turistas casi han
desaparecido en los hoteles o restaurantes para la cena; y nosotros, descansamos
sentados en algunas de aquellas terrazas; yo leyendo; Juan, como casi siempre que
hacemos un parón en nuestro caminar, dibujando.
Alguien ha dicho que el dibujo es como la mirada del arquitecto; yo –a la
vista de los dibujos aquí recogidos– me quedo con el lema del congreso último en
Florencia: “el dibujo es el lugar de la memoria”.
Carlos Montes Serrano
*
Organizado por el Dipartimento di Progettazione dell’Architettura dell’Università di Firenze y la Associazione
Europea per il Disegno. Florencia, 21 al 23 de septiembre de 1995.
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