Dr. Eduardo Arsenio Oré Sosa

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Instituto de Ciencia Procesal Penal
LA RESERVA DEL FALLO CONDENATORIO
Dr. Eduardo Arsenio Oré Sosa
Abogado. Pontificia Universidad Católica del Perú.
Magíster en Derecho con Mención en Ciencias Penales
(UNMSM)
Doctor por la Universidad de Salamanca, España.
Miembro del Estudio Oré Guardia
Miembro del Instituto de Ciencia Procesal Penal.
1. Concepto, naturaleza y fundamento de la reserva del fallo condenatorio.
A pesar de que la Constitución establece que el régimen penitenciario tiene por
objeto la reeducación, rehabilitación y reincorporación del penado a la sociedad,
los hechos han terminado por demostrar que estos postulados poco tienen que
ver con una realidad lacerante en la que el cumplimiento de estas condenas puede
tener efectos criminógenos. Con lo cual, una vida sin delito tras el cumplimiento
de una condena, parece convertirse en una vana ilusión, en una quimera, pues no
se crean las condiciones para una adecuada “reincorporación” del penado a la
sociedad.
Y es que la imagen de los centros penitenciarios dista mucho de aquella de hace
unos pocos siglos, cuando la prisión fue concebida ―gracias al pensamiento
ilustrado del siglo XVIII― como una alternativa humanitaria a la pena capital, al
tormento o al exilio. Hoy en día las prisiones constituyen un microcosmos en el
que imperan la promiscuidad, el hacinamiento, las reyertas o la corrupción.
Ambientes degradantes en los que difícilmente se puede aprender a vivir en
comunidad.
En este contexto, la reserva del fallo condenatorio es una medida que surge como
alternativa a las penas privativas de libertad de corta duración, la misma que fue
incorporada en nuestro sistema jurídico con la promulgación y entrada en vigor
del Código penal de 1991. Es de reconocer, sin embargo, que esta institución
también es aplicable como alternativa a la imposición de penas de distinta
naturaleza: multa, prestación de servicios a la comunidad, limitación de días libres
e inhabilitación. Estamos hablando, ciertamente, de una institución cuya
incorporación se inscribe en un proceso de humanización del Derecho penal, una
corriente que busca limitar la potestad punitiva del Estado como exigencia básica
de un Estado social y democrático respetuoso de la dignidad de la persona.
No obstante, es de mencionar que Villa Stein considera que el objetivo de la
reserva del fallo condenatorio no radica en evitar los efectos de traumáticos y
desocializadores de la prisión, sino en servir de notificación y advertencia al
delincuente de que su comportamiento es intolerable, que dada su personalidad y
arrepentimiento —materializado en la reparación de la víctima— se le brinda una
oportunidad a través de la suspensión del fallo. Medida que va en la línea, según
este autor, de la amonestación con reserva de pena del sistema alemán.1
Sin embargo, como señala Prado Saldarriaga,2 la vocación despenalizadora ya se
pone de manifiesto desde la propia Exposición de Motivos del Código penal de
1991. En efecto, en ésta se puede leer: “La Comisión Revisora, a pesar de
reconocer la potencia criminógena de la prisión, considera que la pena privativa
de libertad mantiene todavía su actualidad como respuesta para los delitos que
son incuestionablemente graves. De esta premisa se desprende la urgencia de
buscar otras medidas sancionadoras para ser aplicadas a los delincuentes de poca
peligrosidad, o que han cometido hechos delictuosos que no revisten mayor
gravedad. Por otro lado, los elevados gastos que demandan la construcción y
sostenimiento de un centro penitenciario, obligan a imaginar nuevas formas de
sanciones para los infractores que no amenacen significativamente la paz social y
la seguridad colectivas”.
Es correcto encontrar en la probation del sistema anglosajón o norteamericano una
fuente de la reserva del fallo condenatorio. No obstante, cabe señalar que en
dichos sistemas el régimen de prueba no siempre supone una abstención en el
pronunciamiento de la condena. En Estados Unidos, por ejemplo, el término
probation alude a una sentencia que establece el estatus legal del procesado
sometido a determinadas reglas de conducta bajo la supervisión de agentes
oficiales. En dicho sistema, el régimen de prueba no es incompatible con el
eventual encarcelamiento del autor. Con lo cual, en el sistema norteamericano,
puede haber probation cuando no se impone la condena; cuando se suspende la
ejecución de la pena impuesta; o cuando ésta se ejecuta por un breve tiempo, tras
el cual se somete al condenado a un régimen de prueba.
La reserva del fallo condenatorio es una medida potestativa del juez, como se
desprende de la propia redacción del artículo 62 CP: “El juez podrá disponer…”.
De este modo, la decisión de aplicar una reserva del fallo, si bien está sujeta a
determinados parámetros —presupuestos—, queda finalmente a criterio judicial,
sin que el procesado pueda articular mecanismo alguno para exigir del juez la
disposición de la misma. Con lo cual, más que un derecho del procesado, la
reserva del fallo constituye una oportunidad que se brinda a determinados autores
en función de sus características personales, y según la naturaleza y circunstancias
del delito cometido.
VILLA STEIN, Javier. Derecho penal. Parte general. Lima, Editorial San Marcos, 1998, pag. 477-478.
PRADO SALDARRIAGA, VÍCTOR. Las consecuencias jurídicas del delito en el Perú. Penas / Medidas de
seguridad / Consecuencias accesorias / Reparación civil. Lima, Gaceta Jurídica, 2000, pag. 195.
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Dos parecen ser las características fundamentales de la reserva del fallo
condenatorio. La primera, como se desprende del primer párrafo del artículo 63,
que se trata de una medida consistente en una abstención en el pronunciamiento
judicial de la condena. El Juez se abstiene, de este modo, de dictar la parte
resolutiva de la sentencia en la que estaría fijada la pena, tal como señala el
legislador en la propia Exposición de Motivos del Código penal. Lo que se
condice, por lo demás, con el mismo nombre de esta institución. Esta
característica es justamente la que marca la diferencia con una institución afín,
cual es, la suspensión de la ejecución de la pena, en donde sí se produce un fallo
condenatorio. La disposición de la reserva del fallo presupone que el agente ha
sido hallado responsable penalmente. A este respecto, el Pleno Jurisdiccional
Penal de 1999, tema 4 (Consecuencias Jurídicas del Delito)3, acordó: “Toda
sentencia que dispone la reserva del fallo condenatorio contiene una declaración
de culpabilidad que afecta la presunción de inocencia, por consiguiente, debe ser
leída en audiencia pública.”
Y si la reserva del fallo condenatorio presupone una declaración de culpabilidad,
se entiende que la resolución que la dispone puede ser objeto de un recurso de
apelación por parte del procesado, al estimar que lo que conviene a su derecho es
un fallo absolutorio.
La segunda característica de la reserva del fallo condenatorio radica en la
imposición de un régimen de prueba consistente en un determinado número de
reglas de conducta. Estas reglas están recogidas en el artículo 64 CP, y su
imposición guarda inocultables similitudes con el régimen de prueba de la
suspensión de la ejecución de la pena. Claro está que no se exige al procesado que
se convierta en un ciudadano ejemplar. Lo que se le pide es que cumpla, por lo
menos, con las reglas de conducta fijadas por el Juez, y que se abstenga de
cometer un nuevo delito. El incumplimiento de las reglas de conducta, así como
la comisión de un nuevo ilícito puede acarrear —según la gravedad de las
circunstancias— una severa advertencia, la prórroga del plazo o la revocación del
régimen de prueba.
Si la reserva del fallo condenatorio supone una abstención en el pronunciamiento
de la condena y de la sanción penal, podemos convenir en que el Juez no puede
disponer esta medida e imponer, al mismo tiempo, una pena privativa de libertad,
una multa, una prestación de servicios a la comunidad o una pena de
inhabilitación. Lo que puede fijar es tanto la reparación civil —pues así queda
reconocido en el primer párrafo del artículo 63 CP— como las reglas de
conducta. De esto, parece criticable que una Sala haya confirmado una sentencia
que resolvió:
vid. Gaceta Jurídica. Guía Rápida de Jurisprudencias Vinculantes y Acuerdos Plenos Jurisdiccionales. Lima, 2002,
pag. 263.
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“RESERVANDO EL FALLO CONDENATORIO a la procesada
MARIA… como autora del delito de LESIONES LEVES, en agravio de
EVELYN…, por el término de un año, a condición de la observancia de
las reglas de conducta impuestas, e IMPONE la suma de CIEN nuevos
soles por concepto de Reparación civil, a favor de la agraviada, e
IMPONE SESENTA DIAS MULTA en favor del Estado”.4
Está claro que la imposición de una pena de multa es incompatible con la reserva
del fallo condenatorio. En esta línea, otra resolución declaró:
“Se desnaturaliza el sentido de la reserva del fallo condenatorio en caso de
señalarse la aplicación de dicha figura e imponerse al mismo tiempo una
pena de multa al inculpado, por lo que ha de ser declarada nula la
sentencia”.5
Aunque parezca obvio, debemos señalar que la falta de certeza sobre la
responsabilidad penal del agente no puede fundamentar una reserva del fallo,
pues en ese caso lo que procede es un fallo absolutorio. El hecho de que esta
medida carezca de efectos criminógenos o que no genere antecedentes penales,
no puede generar una suerte de relajamiento y predisposición a dictar esta medida
en aquellos casos en que lo oportuno sería absolver al procesado.6
Cabe destacar que en el Derecho comparado, el régimen de prueba es percibido
como una medida con fines socio-pedagógicos. Sin embargo, en nuestro sistema
esta institución tiene fines más modestos. Constituye una oportunidad que se
brinda a ciertos delincuentes que, por sus características personales, pueden
cambiar su forma de vivir sin necesidad de cumplir una condena. Esto se
corresponde con el principio de mínima intervención, que niega toda
conveniencia a las penas cuando no se afecta gravemente los fines preventivos
del Derecho penal.
2. Presupuestos de aplicación
2.1 Presupuesto subjetivo.- El primer párrafo del artículo 62 establece como
requisito para disponer la reserva del fallo condenatorio, que el Juez llegue a un
pronóstico favorable en el sentido de que dicha medida bastará para que el agente
no cometa un nuevo delito. En casos como estos, la pena no resulta necesaria
Exp. N° 148-2000-SP / Trujillo (Compuleg).
Exp. N° 3118-97 Cono Norte (Lima). Serie de Jurisprudencia 3, Academia de la Magistratura, pag. 328.
6 Pensar que “por último, si el procesado no fuese responsable, tampoco habría sido condenado, sino
sometido a una reserva del fallo” constituiría un razonamiento inadmisible, una verdadera abdicación de
las funciones jurisdiccionales. Felizmente estamos ante una medida que se va asentando cada vez más en
el sistema penal peruano, siendo aplicada, las más de las veces, correctamente.
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desde el punto de vista de la prevención especial.7 Desde luego, dicha medida,
aunque potestativa del Juez, no puede disponerse de manera arbitraria o
antojadiza, sino que debe apoyarse en un diagnóstico positivo que se funde en el
análisis de una serie de circunstancias recogidas en el referido precepto: la
naturaleza, modalidad del hecho punible y la personalidad del agente.
Como escribe Hurtado Pozo, la referencia a la naturaleza y modalidad del hecho
punible no debe entenderse en el sentido de cómo ha sido recogida la conducta
en el tipo legal, sino a las características que asume en concreto la acción por la
que es procesado el agente.8
En este cometido, el Juez tomará en consideración las circunstancias que
rodearon al hecho punible: la naturaleza y grado de afectación del bien jurídico; la
comisión a título de dolo o imprudencia; los móviles; el comportamiento
posterior (auxilió o no a la víctima); los medios usados; el modo de ejecución, etc.
Cabe destacar que, en la práctica, los Jueces también toman en cuenta la carencia
de antecedentes penales del agente, el reconocimiento voluntario del delito, el
grado de arrepentimiento y el comportamiento hacia la víctima.
Exp. N° 8750-97 Lima
“Habiendo el procesado reconocido su ilícito proceder, tanto al rendir su
manifestación policial como al deponer instructivamente, manifestando
además estar totalmente arrepentida; estando a las calidades personales del
encausado, a la naturaleza del delito cometido y concurriendo los
presupuestos indicados en el artículo 62 del Código Penal, resulta
conveniente en el presente reservar el fallo condenatorio”.9
Es de mencionar que el legislador no prevé como requisito para la disposición de
una reserva del fallo condenatorio el hecho de que el procesado tenga la
condición de primario o que carezca de antecedentes penales. Con lo cual, nada
parece obstar a que un individuo que había sido hallado responsable de un delito
o falta anterior ―por el cual pudo ser condenado, sujeto a una suspensión de la
ejecución o, incluso, a una reserva del fallo―, pueda verse favorecido con esta
medida con ocasión de la perpetración de un segundo delito.
Sobre este punto, Gracia Martín y Alastuey Dobón señalan, en el comentario a la medida de suspensión
de la ejecución de las penas privativas de libertad, lo siguiente: “La aplicación de la pena se justifica en el
delito cometido y además en su necesidad para evitar delitos futuros de la generalidad o del autor. […] De
lo que aquí se trata es, precisamente, de decidir si la pena justa determinada sobre la base de la culpabilidad
del autor puede ser suspendida o no en virtud de la necesidad que quepa inferir sobre su aplicación en
función de la peligrosidad criminal que revele el sujeto”, vid. GRACIA MARTÍN / BOLDOVA
PASAMAR / ALASTUEY DOBÓN. Lecciones de consecuencias jurídicas del delito. Valencia, Tirant lo Blanch,
2004, 3ª ed., pag. 308.
8 HURTADO POZO, José. Suspensión de ejecución de la pena y reserva del fallo. En: Anuario de Derecho
Penal, (1997-1998), pag. 244.
9 Cit. ROJAS VARGAS, Fidel. Jurisprudencia penal comentada. Tomo I, Gaceta Jurídica, pag. 815.
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No obstante, el Juez podría considerar la naturaleza y entidad de aquellos ilícitos
para fundar un pronóstico desfavorable hacia el futuro comportamiento del
agente. Como se lee en la siguiente resolución: “que dicha medida [la reserva del
fallo condenatorio] ha sido impuesta al sentenciado antes y después de la
sentencia venida en grado, por el mismo delito y en agravio de las mismas
personas, sin cumplir la función preventiva que le asigna la doctrina, por cuya
razón es evidente que no cabe su reiterada aplicación por ineficaz y habiéndose
reservado nuevamente el fallo condenatorio, resulta cabal aplicación el inciso 1)
del artículo 298 del Código de Procedimientos Penales”.10
En el mismo sentido, el Juez puede tomar en cuenta la habitualidad como uno de
los elementos que llevaría a un pronóstico desfavorable sobre el comportamiento
futuro del agente. Bien visto, no estamos ante un factor de agravación del injusto
—propio de la reincidencia—, sino ante un dato que crea en la conciencia del
juez un pronóstico desfavorable hacia el comportamiento futuro del procesado.
En el extremo opuesto tenemos al delincuente ocasional,11 aquel que se encuentra
adaptado a las normas de convivencia, que no presenta graves riesgos para la
sociedad y, por tanto, puede ser favorecido con una reserva del fallo
condenatorio.
2.2 Presupuestos objetivos.- Un pronóstico favorable sobre la futura conducta
del agente no es razón suficiente para disponer la reserva del fallo condenatorio
cuando estamos frente a delitos de acusada gravedad. De lo contrario, los fines
preventivo generales de la pena quedarían sensiblemente resentidos.
Por esta razón, el legislador ha establecido una serie de presupuestos objetivos
que atienden a la entidad y naturaleza de la sanción, los mismos que están
previstos en los tres numerales del segundo párrafo del artículo 62.
El primer inciso alude a la pena privativa de libertad y multa. En el caso de la
pena privativa de libertad, el parámetro establecido es la pena conminada ―la
prevista en el Código para cada delito—, fijándose dicho límite en los tres años.
De esto, la reserva del fallo condenatorio no es de aplicación para delitos
sancionados con una pena privativa de libertad superior a los tres años. En el
caso de delitos para los que se prevé una pena de multa, el Juez sí podrá recurrir a
esta institución, sin que a ello interfiera el número de días-multa previstos como
sanción.
Inst. N° 496-02. Editorial Normas Legales. Revista Peruana de Jurisprudencia, T. 27, §12.
Vid. ROMEO CASABONA, Carlos. Peligrosidad y Derecho penal preventivo. Barcelona, Bosch, 1986, pag.
65-67.
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En los incisos restantes el legislador no atiende a la pena conminada, sino a la
pena a imponer: no superior a las noventa jornadas de prestación de servicios a la
comunidad o de limitación de días libres, en el caso del inciso segundo; no mayor
a los dos años de inhabilitación, en el caso del inciso tercero. No debe haber
mayores problemas para que el Juez determine cuál es la pena a imponer, toda
vez que se está ante una resolución que pone fin a la instancia y, por tanto, se
cuenta con todos los elementos de juicio necesarios para fijar la pena —cuyo
pronunciamiento justamente se suspende.
Ahora bien, es usual que el legislador haya previsto para algunos delitos más de
una sanción penal, las mismas que pueden ser aplicadas tanto de manera conjunta
como alternativa. Esto puede plantear algunas dudas sobre la estimación de los
presupuestos objetivos. Ante todo, cabe mencionar que el Pleno Jurisdiccional de
1999 señaló: “Procede también disponer la reserva del fallo condenatorio
tratándose de delitos sancionados con penas conjuntas o principales, de la clase y
con los límites previstos en el artículo 62 del Código Penal”.12 Lo que buscaba
resolver el problema de si la reserva del fallo condenatorio era aplicable para
aquellos delitos para los que el legislador había previsto más de una sanción
penal, impuesta de manera conjunta o principal. Sobre este punto, ya existe
jurisprudencia:
“Es posible aplicar la reserva del fallo condenatorio si las penas conminadas para el
delito cometido son privativa de libertad y multa, pues, desde una perspectiva de
razonamiento lógico, si la reserva del fallo es procedente en delitos con pena privativa de
libertad no mayor de tres años y también es procedente para otros delitos con penas
conminadas de multa, la consecuencia resultante sería que dicha medida puede también
utilizarse para hechos punibles que estén sancionados simultáneamente con ambas
penas”. 13
Sin embargo, como se verá a continuación, quedan cosas por aclarar, las mismas
que no han sido abordadas por la judicatura.
Tratándose de penas alternativas (privativa de libertad o prestación de servicios a
la comunidad; privativa de libertad o limitación de días libres; privativa de libertad
o inhabilitación; privativa de libertad o multa), no basta con que el Juez piense
imponer una multa o una pena inferior a los límites previstos en los incisos 2 y 3
del artículo 62 para que pueda disponer la reserva del fallo condenatorio. No
podrá hacerlo cuando el delito también esté reprimido con una pena privativa de
libertad superior a los tres años. Por tanto, consideramos que no cabe disponer
una reserva del fallo en los delitos de infanticidio (artículo 110) ni de violencia
contra funcionario público (artículo 366), casos en los que sí resultaría aplicable
una suspensión de la ejecución de la pena.
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13
Gaceta Jurídica. Guía Rápida… ob. cit., pag. 263.
Exp. N° 503-2000, en: Diálogo con la Jurisprudencia, Ed. Gaceta Jurídica, N° 61 (2003), pag. 316-317.
7
Fíjese que si se atendiese tan solamente al inciso 2 —saltándose el 1—, sí podría
disponerse la reserva. La pregunta es entonces, ¿prevalece el inciso 1 sobre los
demás o basta con que concurra cualquiera de ellos? Por razones de prevención
general consideramos que sí prevalece el cuantum de la pena privativa de libertad,
con lo cual, cuando ésta supera los tres años no cabe la reserva del fallo. Desde
luego, sí será aplicable la reserva del fallo cuando la sanción prevista sea no mayor
de tres años de pena privativa de libertad.
En el caso de delitos para los que se prevé más de una pena principal (privativa
de libertad y prestación de servicios a la comunidad; privativa de libertad y
limitación de días libres; privativa de libertad e inhabilitación; privativa de libertad
y multa), tampoco consideramos aplicable la reserva del fallo condenatorio
cuando la pena privativa de libertad ―la conminada― supera los tres años, aun a
pesar de que se vaya a imponer una multa o una pena inferior a los límites fijados
por los numerales 2 y 3 del artículo 62 CP —conjuntamente con una pena
privativa de libertad inferior a los tres años. De esto, no resultaría aplicable la
reserva del fallo condenatorio en los delitos aduaneros (Ley 28008); en las formas
agravadas de los delitos contra el medio ambiente (artículo 305 CP); en algunos
delitos contra la administración pública14 (concusión, peculado, malversación,
corrupción, prevaricato, etc.) y otros.
3. Plazo de la reserva del fallo condenatorio
El último párrafo del artículo 62 aborda el tema del plazo, el mismo que va de
uno a tres años. Es posible la prórroga del plazo inicial, en atención a lo
establecido por el artículo 65, inc. 2 del Código penal. Desde luego, el plazo
queda sujeto a determinación judicial, siempre dentro de los límites previstos por
el legislador.
En cuanto al vocablo utilizado, tenemos que el legislador emplea en este artículo
la palabra “plazo”, mientras que en el artículo 63 utiliza la palabra “periodo”. En
el artículo 65 hace referencia tanto al “régimen” como al “plazo”. El concepto de
plazo alude sobremanera a la duración de la medida, esto es, a sus límites
temporales. Régimen es un término que, en este caso, hace referencia al conjunto
de normas y reglas de conducta a que se ve sometido el favorecido por esta
medida. Periodo, a su vez, parece designar el tiempo dentro del cual el procesado
está sujeto a las reglas de conducta impuestas por el Juez. No obstante, estos
términos son tan semejantes, que parece ocioso buscar diferencias sustanciales
entre uno y otro.
14
Vid. artículo 426 CP, que prevé la pena de inhabilitación de uno a tres años.
8
Ciertamente, sería inadmisible someter al procesado a la incertidumbre de una
condena por un tiempo indeterminado. De ahí que la fijación de un plazo tiene
por objeto evaluar el comportamiento del autor del delito con posterioridad a la
disposición de la reserva del fallo condenatorio. Estamos ante un periodo de
prueba en el que se espera del agente que observe las reglas de conducta
impuestas judicialmente.
4. Reglas de conducta
Las reglas de conducta son cargas que el Juez impone al agente con una doble
finalidad: ayudar a una adecuada reinserción social, y como medida de control
sobre el comportamiento del agente.
El pago de la reparación civil no parece tener la naturaleza de una regla de
conducta, pues, a nuestro criterio, constituye una verdadera obligación nacida de
delito cuya ejecución puede ser exigida coactivamente. Lo que no ocurre con el
incumplimiento de una regla de conducta, caso en el que procede, más que un
cumplimiento forzoso, la revocación de la medida.
La imposición de las reglas de conducta debe hacerse con atención al principio de
razonabilidad, y nunca de manera mecánica e irreflexiva. Por ello, debe existir
cierta relación entre la regla de conducta y el delito cometido. Así, se puede
prohibir al familiar culpable de sustracción de menor (art. 147 CP) de merodear
por el colegio o domicilio de la víctima. No parece razonable, en cambio, que al
culpable de un delito de violación de la libertad de trabajo (art. 168 CP) se le
imponga como regla de conducta el abstenerse de concurrir a “lugares de dudosa
reputación”. Por lo demás, las reglas de conducta deben ser claras y precisas, al
menos si se quiere que sean cumplidas. De ahí que deba desterrarse el uso de
términos ambiguos, genéricos o indeterminados.
En cuanto a la prohibición de ausentarse del lugar de residencia sin autorización
judicial y la comparecencia mensual al Juzgado, podemos decir que son medidas
mínimas de control sobre el culpable. Dado que no contamos con toda una
organización destinada al control y supervisión de los beneficiados (oficiales del
régimen de prueba), se busca solucionar este problema con medidas que suponen
un mínimo control sobre el procesado.
La regla de conducta consistente en no poseer objetos susceptibles de facilitar la
realización de otros delitos debe distinguirse claramente del decomiso, pues este
último, que puede incluso ser parcial y facultativo, alude a los efectos e
instrumentos relacionados con el delito en concreto (art. 102 y 103 CP). La regla
de conducta se refiere a objetos susceptibles de facilitar la realización de otros
9
delitos, con independencia de que hayan servido o no a la perpetración del delito
juzgado.
5. Razones para la eliminación de la Reserva del Fallo en una futura
reforma
Cabe mencionar que la reserva del fallo condenatorio tiene como antecedentes
los proyectos españoles de 1980 y 1983. Pero éstos eran eso, “proyectos” de
Código penal. España, finalmente, dejó en el olvido la suspensión del fallo
condenatorio, no apareciendo ya en el Proyecto de 1992 ni, mucho menos, en el
vigente Código Penal de 1995.
Consideramos que esta medida alternativa bien podría ser eliminada del Código
Penal peruano atendiendo, como mínimo, a tres razones fundamentales. La
primera, que se trata de una institución con un uso poco extendido, al menos si
se la compara con la suspensión de la ejecución de la pena. Segundo, su
revocación podría incrementar la sobrecarga de nuestros tribunales, ya que
tendría que volverse al estado de dictar sentencia (entiéndase la parte resolutiva)
con la posibilidad de que el procesado apele el cuantum o la naturaleza de la
sanción. Esto supone, además, que el procesado pueda ganar la prescripción, con
lo cual, uno puede preguntarse la utilidad de haber llevado adelante un proceso
con este final. En tercer lugar, no parecen existir razones de fondo que se
opongan a la aplicación de la suspensión de la ejecución de la pena o a la
exención de pena, en lugar de la reserva del fallo condenatorio. Para ello, desde
luego, debería extenderse el ámbito de aplicación de la suspensión de la ejecución
de la pena (art. 57 CP), no limitándola a condenas en las que se haya impuesto
pena privativa de libertad, sino también a otro tipo de penas. Y para los casos de
responsabilidad mínima, bien podría aplicarse una exención de pena (art. 68 CP).
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