addenda - Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación

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UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
XXV SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA
EDUCACIÓN "LAS EMOCIONES Y LA FORMACIÓN DE LA
IDENTIDAD HUMANA"
Salamanca. Noviembre de 2006
ADDENDA
.
Este documento está sujeto a los derechos de la propiedad intelectual protegidos por las
regulaciones nacionales e internacionales.
LAS ARTES EDUCAN LAS EMOCIONES
José Ángel López Herrerías
Universidad Complutense
[email protected]
1. PRESENTACIÓN TEMÁTICA.
La construcción de la identidad humana es un relato complejo, que se articula en
torno a la referencia de los procesos conscientes, mediante los cuales nos
autorreconocemos. La consideración de esa conciencia identitaria a lo largo de nuestra
cultura occidental ha manifestado diferentes subrayados y matizaciones1. En un largo
período pasado, la conciencia de nuestra personal identidad se concibió reducida a la
racionalidad del circuito pensamiento-palabra2. Era la conciencia del humano
racionalizado, capaz de conocer la verdad, esforzada en el afán de objetividad del
conocimiento de la realidad. Criticada y superada esa visión, en los siglos XIX y XX,
aparecen retos y saberes que nos acercan a otra perspectiva de nuestra consciente
identidad. Es el paso a una conciencia más compleja en la que se asume la presencia de
aspectos preconscientes en nuestra identidad. El trasfondo de lo biológico como fuerza
condicionante de nuestra autorreferencia se hace presente. Entonces, nos comenzamos a
reconocer como seres educables no sólo en el circuito humano de lo psico-racional:
ideas-pensamientos-palabras. Aparece también como ámbito de atención educativa el
mundo de lo que desde el ámbito “bio-“ anima y define nuestra conducta, nuestra
identidad. Es el mundo de las emociones: aquello que nos mueve, -moción, desde el
fondo del e- de nuestra realidad biológica. Entonces, reconocernos como seres
complejos, de conciencia pluridimensional, emergida desde fondos de realidad
diferenciados y complementarios, exige indagar también en contextos diferentes de
incidencia general y de educación. Unos, los más ligados directamente con la tradicional
conciencia racional, están más entrenados y presentes. Educación de lo cognitivo. Otros,
los referidos al mundo emocional del trasfondo más biológico de nuestra identidad, por
desatención histórica, han estado olvidados. Es en lo que quiere insistir esta
comunicación. ¿Cómo animar la educación del fondo endotímico emocional, presente
en nuestra referencia identitaria y activo en nuestro mundo consciente? Creo que por
1
Hoy se tiene conciencia de la imperiosa amenaza de alienación de los seres humanos: vivir cosificado
entre las cosas del mercado, como un objeto más de intercambio. La réplica tiene que ver con los
discursos sobre la identidad. Afirmarse persona, sujeto. Lo dice el informe Delors de la UNESCO,
Aprender encierra un tesoro (1996, Madrid: Santillana): aprender a ser sujeto, a sujetarse
personalmente y ser el responsable de la bio-grafía personal. Los libros de Bürger, Ch. Y Bürger, P.
2001, La desaparición del sujeto. Una historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot. Madrid:
Akal, y de Lipovetski, G., 1993: La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo,
Barcelona: Anagrama, presentan bien esta problemática actual sobre la experiencia problemática del
sijeto.
2
En la Política de Aristóteles (1951, Madrid: Instituto de Estudios Políticos) quedó plasmada la
relevancia de ese circuito configurador de manera definitiva: “La razón por la cual el hombre es, más que
la abeja o cualquier animal gregario, un animal social (politikon) es evidente: la naturaleza, como
solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra (logon). La voz es
el signo del dolor y del placer, y por eso la tienen también los demás animales, pues su naturaleza llega
hasta tener sensación de dolor y de placer y significársela unos a otros; pero la palabra es para manifestar
lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto, y es exclusivo del hombre frente a los demás animales el
tener, él sólo, el sentido del Bien y del Mal, de lo justo y de lo injusto, etc., y la comunidad de estas cosas
es lo que constituye la casa y la ciudad” (p. 67).
1
medio de las artes. Son un lenguaje directo, intuitivo, sensitivo, que no exige la
mediación de la consciente reflexión, del pensamiento apalabrado de la abstracción, y
que no obstante incide en el condicionamiento de nuestra autorreferencia personal.
2. DE LA CONCIENCIA RACIONAL A LA CONCIENCIA COMPLEJA.
Entiendo por conciencia la experiencia psicodinámica por la que cada persona se
reconoce, y desde la que decide y actúa. Durante los tiempos modernos (siglos XVXIX), la conciencia se autorreferenciaba como una experiencia racional. Conciencia
racional. Una conciencia definida como una realidad unitaria, capaz de conocer la
verdad. El trasfondo del problema presentado en gran medida viene condicionado por la
traducción del griego “logon”. Traducible por “razón”, lógica, (ver nota de pié de
página número 2), o por algo más concreto e inmediato, “ palabra”, ambos extremos
condicionan los dos horizonte valorativos y existenciales de Occidente. La tradición de
la modernidad greco-ilustrada, Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, pese a las
diferencias señalables, ha vivido anclada en la relevancia del “logon” como “razón”.
Muestra intuitivamente esta tendencia la famosa definición del hombre como “animal
racional” La historia de la racionalidad y sus efectos es el tema del muy definido
recorrido del progreso moderno fracasado o, al menos, criticado. Precisamente, los
críticos de la modernidad de la racionalidad establecida, entre otros, F. Nietzsche y M.
Heidegger3, desarrollan su visión alternativa desde el entronque de la otra traducción
de “logon”, “palabra”, que es lo recogido por la “razón comunicativa” de Habermas. El
hombre nuevo de la “razón comunicativa” que por medio de la dialogicidad es capaz de
superar los problemas planteados por el dominio de la razón lógica dominadora. Es un
programa de mejora que consiste en cambiar la “animalidad lógica” moderna de la
jerarquía y el dominio por el “ser de palabra” dialogante, del respeto y del
reconocimiento del otro.
Este hecho histórico de nuestra cultura ( el dominio del “logon” como razón) deriva
de una determinada propuesta, desarrollada en la Edad Media por un motivo (debate ferazón) y en la edad Moderna por otros motivos (logros científicos), de la expresión
aristotélica, que definía al ser humano como zoon logikon. En aquel humano teológico
(Edad Media) y científico (modernidad) no había lugar para el humano complejo y
problemático que en los griegos se hacía presente en la otra grandeza interpretativa de
aquella cultura, que no la filosofía, por medio de la tragedia (Esquilo, Sófocles,
Eurípides) y de la comedia (Aristófanes).
En la Ilustración, tiempo de la “Diosa Razón”4, reconocimiento grandioso de los
logros de la ciencia (Galileo, Kepler, Newton), y respaldo sustentador de las
revoluciones política e industrial se abren las ventanas del conocimiento a otra
consideración de la conciencia que la racional, que había dejado mucho desencanto y
tragedia en el camino5. Esta renovadora apertura puede concretarse globalmente en el
3
Nietzsche, F. (1987) Genealogía de la moral. Madrid, Alianza Editorial. Heidegger, M. (1951) Ser y
tiempo. México: FCE.
4
Kitcher, Ph. (1993) The advancement of science. New York: Oxford University Press.
5
Así E. Levitas (1990), en El sujeto europeo. Madrid: Pablo Iglesias sintetiza este cuadro: “ [...] la
conciencia europea no está en paz. Mala conciencia tras varios milenios bajo el imperio de la razón
gloriosa, de la razón triunfante del saber, pero igualmente después de milenios de luchas fratricidas,
políticas pero sangrientas, de imperialismo tomado por universalidad, de desprecio humano y de
explotación; incluso en nuestro siglo, dos guerras mundiales, la opresión, los genocidios, , el Holocausto,
el terrorismo, el paro, la miseria cada día mayor del Tercer Mundo, las despiadadas doctrinas del
fascismo y del nacionalsocialismo, hasta la suprema paradoja de la defensa de la persona que genera el
estanilismo. Podemos preguntarnos si la razón ha convencido, efectivamente, a las voluntades. ¿No teme
2
inicio y el desarrollo de las ciencias humanas y más en concreto en los logros del saber
alcanzados por Marx, Darwin y Freud.
Estos tres analistas críticos ven diferenciados y complementarios matices de lo
humano, que contribuyen decididamente a poner entre paréntesis la traída concepción
de la conciencia racional y acercarla a la ya hoy ineludible visión de la conciencia
compleja. Una conciencia que integra elementos no racionales (lo bio-) y elementos que
aunque racionales integran aspectos no racionales y que, en todo caso, configuran la
conciencia personal sin que ésta pudiese controlarlas en su iniciación (lo cultural).
Elementos no racionales de la conciencia. Conciencia compleja.
Así, en este recorrido del siglo XIX, Marx historifica la conciencia, devolviéndola a
la materialidad de las condiciones de la historia. “No es la conciencia de los hombres lo
que determina su existencia, es al contrario su existencia social lo que determina su
conciencia. [...] El cambio en la vida económica se acompaña de una distorsión más o
menos rápida en todo este enorme edificio (social)” (Marx, 1965, 273). Darwin
naturaliza la conciencia integrándola en el recorrido de la experiencia de la vida, dado
que aquélla no es sino una presencia de la secuencia evolutiva de ésta. “Todos estos
resultados ( los de las variedades o especies nacientes) son la consecuencia de la lucha
por la existencia” (Darwin, 1973, 73). Por último y como cumbre de esa secuencia de
la conciencia racional a la conciencia compleja, Freud desde la medicina alcanza el
logro antropológico más relevante de nuestra cultura occidental mostrando la ineludible
complejidad de la conciencia. “Nuestra experiencia cotidiana más personal nos pone en
presencia de ideas que nos llegan sin que tengamos conocimiento del origen, y
resultados de pensamientos cuya elaboración nos permanece oculta” (Freud, 1968, 67).
La conciencia, experiencia viva de re-conocimiento, capaz de acercamiento a la
verdad, está instaurada en la base de las necesidades biológicas preconscientes (ello) y
se concreta en el intercambio de vivencias con un nicho cultural (super yo) que la
antecede. En este contexto mental, Nietzsche (1965) sintetiza el pathos del
conocimiento del siglo XIX, a través de los tres estudiosos considerados, vuelto hacia la
para él deleznable influencia socrática del humano razón. Por eso, la vuelta a la
tragedia, por eso el clamor por lo dionisiaco, y la búsqueda del superhombre, como el
nuevo Zaratustra, que más allá de la apolínea racionalidad sometedora anhela la libertad
creativa de lo irracional.
E. Morin (1994), pasado también ya casi el siglo XX, en un largo recorrido de
complicación de aquella conciencia racional (Vigotski (1977) paradigma histórico
cultural; G. H. Mead (1972) interaccionismo simbólico; Habermas (1987) comunicación
y diálogo), desarrolla una concepción compleja del sujeto, en esta sintonía: el yo es un
ser geno-feno-eco-ego-re-organiativo. A mí mismo me parece significativo arrancar la
visión antropológica de toda propuesta pedagógica definiendo al ser humano como una
realidad “bio-psico-socio-cultural”.
Morin
López
Herrerías
geno
bio
feno
bio
eco
Socio-cultural
Ego
psico
Re-organizativo
Interactivo/interdependiente
3. LAS EMOCIONES, PRESENCIA ENDOTÍMICA DE LA VIDA EN LA
CONCIENCIA.
Europa la insuficiencia social de su propia verdad, o a una ciencia que, en su apogeo, amenaza al
individuo humano en su ser en tanto que ser, problema cuyo planteamiento vitalizó e iluminó la filosofía
griega?” (p. 5).
3
La vida no es, en su general globalidad, una experiencia consciente, expresada en
una determinada racionalidad. La vida concretada en los seres vivos con diferentes
grados de conciencia, animales y humanos, expresa movimientos, tendencias, dinámicas
desde las exigencias de su especificidad (e-moción). Desde la etimología, e-moción
significa la referencia a la fuente de la acción: -moción, movimiento; e-, desde una
fuente u origen. En este sentido, y en sintonía con Maturana (2003) en la compleja
conciencia humana referida, la fuente de nuestras acciones en el permanente
intercambio en que consiste la vida y la derivada construcción de nuestra identidad,
emerge como expresión autopoiética de la propia biología. Como seres sensoriales, eso
sí integrados esto en niveles cognitivos más complejos, tenemos una relación intuitiva,
directa, sensitiva, con otros seres autopoiéticos. Es en esos encuentros convividos en
donde se dan o no acoplamientos estructurales con predominio de unas u otras
emociones. Esto es, de unas u otras presencias vitales en el desarrollo personal de la
existencia. Ya sentires, fantasías, expresiones de alegría, amor, y otras muchas
matizaciones de nuestra compleja presencia comunicacional con los muy variados
contextos de la existencia.
En el emocionar (movernos desde nuestra configuración vital) permanente en que
consiste la vida como expresión de las derivas comportamentales de unos organismos
con otros, realizamos nuestra identidad de una forma o de otra. Con mayor o menor
acción desde el emocionar como experiencias de sentir, de soñar, de expresarse. Por
ejemplo, en nuestra cultura occidental analizada como presencia racional de los
encuentros se devaluaron las emociones, porque se consideraban como un impedimento
y una molestia que dificultaba y/o minusvaloraba la racionalidad. Maturana en En el
sentido de la humano (1995) defiende la tesis, añadible a la breve referencia anterior a
los debates medievales y a los logros modernos, de que fue el afán de diferenciar lo
bueno y lo malo lo que provocó la relevante fama de lo racional y el olvido, cuando
menos de lo emocional. Y es que con la razón se puede, según se entendía en ese mundo
de racionalidad, controlar lo malo, y acercarnos a lo bueno. Por eso, se ha vivido en
lucha contra las emociones: nos alejan de la razón y nos acercan a la arbitrariedad de lo
malo.
Además, hoy se han encendido otras luces de preocupación cultural y educativa
respecto de la fuente constructora y dinamizadora de la propia identidad, desde la
incidencia del mundo emocional vivido y elaborado. Me refiero a la relevancia del
mundo comunicacional de los medios de comunicación social y de la imagen, como
predominante medio aglutinador. Las imágenes, como instrumento comunicador
provocan en los organismos vivos convivientes derivas de acoplamiento conductual
correspondiente a esas imágenes. Eso se convierte en el gran instrumento manipulador y
dominador de las identidades al quedar éstas sometidas a los consensos acoplados que
provoca el mundo transmitido por las imágenes. Así habríamos pasado de un largo
tiempo histórico-cultural de muy escasa atención a la fuente identitaria y conductual del
emocionar, a una cultura que se nos ofrece como una potente presencia sugeridora de
sus peculiares estilos emotivos. Que a su vez estarían en muchos casos y ambientes en
la raíz del hipotético control que ese emocionar podría tener sobre la conciencia al
quedar ésta desnutrida de valor por la dominante carencia de más acoplamiento
estructural, al no estar activos autopoiéticamente respecto de esta dimensión analíticoracional de nuestro ser.
En este panorama de saturación de experiencias de acoplamiento emocional,
derivado de fuentes culturales de poder económico manipulador, generador de
audiencias clientes, y del concomitante reduccionismo de las experiencias provocadoras
4
del acoplamiento racional, se corre el riesgo psico-cultural de animar identidades
débiles, manipuladas, carentes de autonomía y del valor existencial requerido para dar
una responsabilidad ética de la existencia. Por eso, es tema de actual vigencia
enfrentarse del reto educacional de las emociones y la construcción de la identidad. En
definitiva, ¿cómo educar las emociones?
4.
¿CÓMO EDUCAR LO EMOCIONAL? POR MEDIO DE LAS ARTES.
Dada su enorme presencia e incidencia, hoy más que ayer, recuperado el
conocimiento de la complejidad y la globalidad de lo humano, se ha retomado y
profundizado el interés por el reto de cómo educar lo emocional. Y es que durante siglos
y siglos, como ya se ha advertido en el inicio de este escrito, la atención a lo emocional,
como menos humano, así considerado, que lo racional, era un asunto que quedó de
alguna manera hibernado. Tan es así la relativa sorpresa y, al tiempo, la naciente
inquietud por la vuelta a los temas de la emocionalidad, que, por ejemplo, una sencilla
Editorial barcelonesa, CEYR, ligada a un centro de Formación de Profesores de
Primaria, que convocaba un “Premio de Investigación Pedagógica”, en el año 1985
otorgó dicho premio a un trabajo mío que presenté a la referida convocatoria.
“Psicopedagogía de la vida afectiva”, publicado, como decían las bases del Premio,
poco después. Era un intento de llamar la atención y de animar operativamente la
realización educativa de lo emocional en el mundo escolar, centradas las emociones en
dos: la alegría y el amor. Allí, en aquella ocasión, decía: “El didactismo espiritualista
que recorta el “alma” humana en el vigor y dominancia del “intellectus”, -educando el
intelecto se educa la persona plena, “prius cognoscere, posterius facere”-, vive el
angelismo descontextuado de las situaciones concretas” (1985, 16). Acordarse ahora de
la emociones, de la educación de las emociones, es referirse a la necesaria globalidad de
la compleja persona que está presente en todo proceso personal y educativo.
Comprender que la racionalidad no es un añadido diferente, que se relaciona con la
base “bio-“ de la experiencia humana, sino reconocer la racionalidad como una
emergencia de la complejidad humana, que se hace presente siempre transida de e
involucrada en otras dimensiones de esa realidad personal. La racionalidad es emocional
y la emoción, racional. Son caras complementarias y profundamente implicadas de
nuestra personalidad. Educar lo emotivo es educar lo racional y a la inversa.
Pues bien, se trata de ver la relación entre lo emotivo y lo artístico. Ambos
vocablos se refieren a dimensiones de la realidad humana, que aunque, en definitiva,
envueltas en el complejo de lo humano, y, por tanto, también de la racionalidad,
configuran otra peculiaridad y otro estilo de expresividad de lo humano. Así, ambos
aspectos, uno más expresión de la presencia de lo bio- en lo humano, y otra más
expresión comunicacional de las experiencias personales, tienen una serie de
características que los acercan entre sí y que les da cierta autonomía en relación con lo
experiencia de lo racional.
Lo emotivo y lo artístico se caracterizan por ser manifestaciones humanas:
a) que no apelan directamente a esferas lógicas de la racionalidad personal;
b) que son ámbitos vivenciales que se realimentan en cuanto que experiencias
preconscientes o no directamente conscientes de la personalidad (Cirlot, 1988);
c) que, en consecuencia, lo artístico tiene más directa e inmediata incidencia sobre
lo emocional, dado que son realidades humanas del mismo orden,
eminentemente ligados a la raíz biológica de la compleja realidad humana;
5
d) que lo artístico, ya como experiencia expresiva o apelativa de la interacción
humana, es el más eficaz desencadenante de unas u otras emociones en función
de aquello que se comunique;
e) que siendo esto así, atender al desarrollo de lo emotivo mediante las
experiencias y actividades artísticas es estar en el proceso de una buena base del
conjunto de la personalidad. Atendible siempre como un básico objetivo
educativo.
Reflexionar y actuar sobre y en relación con el arte, sus abiertas connotaciones,
sugeridoras de otras visiones y creencias, además de su tensión misteriosa, son
aportaciones que desde siempre los hombres han considerado presentes en el hacer de la
existencia. El arte es la primigenia plasmación material de la radical caracterización
que hace de lo humano un ser diferente. Un ser que se iba a diferenciar, precisamente,
en y por la palabra. En el balbuceo de esa innovadora posibilidad como especie, hacerse
presente en la palabra, se manifestaba dicha creatividad en la palabra artística. En la
pintura, en la danza, en el rito religioso, en el teatro,... antes que en la racionalidad de la
Historia, de la Matemática, de la Filosofía, de la Ciencia, el ser humano decía que era
diferente, ser de palabra, en el arte. El arte es vida apalabrada. Ahí y desde ahí todos los
pueblos han expresado sus orígenes, han vivificado su espíritu y lo han biografiado para
decirlo a la posteridad. La vida humana es la presencia viva de la palabra. Así lo dice
Aristóteles en La Política: “La naturaleza, como solemos decir, no hace nada en vano, y
el hombre es el único animal que tiene palabra” (1951, 67). Octavio Paz en un Discurso
pronunciado en el I Congreso Internacional de la Lengua Española, México, 1998,,
Signo mayor de nuestra condición humana escribió: “[...] los hombres somos hijos de
la palabra, ella es nuestra condición y también es nuestra creadora, sin ella no seríamos
hombres. El lenguaje está abierto al universo y es uno de sus productos prodigiosos. La
palabra es nuestra morada”. Por última, una referencia más de la vida humana
apalabrada, raíz ineludible de nuestro ser emocional y artístico, fuente viva y expresión
directa, respectivamente, de lo humano palabra. Es del lingüista francés Coseriu: “[...]
el lenguaje determina en primer lugar al hombre como tal y lo hace aparecer como
hombre. [...] El lenguaje es el primer presentarse de la conciencia humana como tal”
(1991: 65). Este presentarse de la conciencia humana como tal desde el flujo expresado
de la vida, sin otras elaboraciones, por medio del lenguaje artístico, de la palabra
abierta y maleable, es la manifestación de lo emocional, esto es, sentir, soñar, expresar,
vivir alegría y amor.
Las diferentes manifestaciones de los riesgos, temores, retos, preguntas,
horizontes,... de la existencia se anuncian como apertura al mundo, que trasciende el
instinto y las reacciones primarias de los seres vivos, gracias a la palabra. Más
originaria que la palabra de la ciencia, que la palabra de la reflexión, y por ello más
intuitiva y directa, más profunda y arraigada, es la palabra de cualquier tipo de arte. Así,
despertar y provocar en el espíritu de cada persona la presencia de palabras dinámicas,
abiertas, creativas, es sedimentar los apoyos que provocarán personalidades capaces de
apertura, de creatividad, de bondad. De emociones, que potencien el sentido del vivir, y
que se sedimenten con fuerza en el apoyo o sostén de otros procesos apalabrados más
elaborados y de expresividad posterior y secundaria. Y es que nos acercamos más a los
substratos del sentido de lo vivido, por medio de lo experimentado emocionalmente a
través de las artes, que aquello que alcanzamos comprender desde las palabras de la
lógica y la ciencia.
4.1 Lo emocional y el arte de la palabra: la Literatura.
6
Todos los pueblos han puesto en sus orígenes literatura. Palabras en estado
espontáneo, creativo, en definitiva, emocional. En nuestro Occidente greco-judeocristiano, nos hemos vuelto hacia la otra racionalidad de la ciencia y de la filosofía, en
las últimas centurias. Antes y durante siglos, la Biblia, la Ilíada, la Odisea, las tragedias,
han sustentado los significados y los sentidos de la vida. Palabras menos dichas desde
los afanes parcelados de la objetividad y los afanes, tanto reiterados, de conseguir
representar la realidad. En definitiva, manifestaciones de afanes de dominio, de poder,
de control, de imperio de unos sobre otros. Sí palabras más generadas para irrumpir en
los avatares de la existencia con cánticos de exaltación, con explosiones de luces
trágicas o jubilosas, cuando no telúricas, que nos acercaban un mundo bien nutrido de
bondad y belleza.
En la literatura se hace presente el mundo de la palabra como el arte que más
directamente se nutre de la presencia de sí misma. En las otras artes, la palabra se
encarna, se mantiene encarnada en el cuerpo. Ya en la danza, ya en la música, ya en la
pintura, las palabras se hacen cuerpo, se hacen sonido, ya hacen color. Los diferentes
sentidos se acrecientan y potencian en el placer expresivo de la apertura apalabrada que
les nutre de otros mundos de experiencias. En la literatura, como si fuese un mundo
artístico, básico y universal, todos nos sentimos más directa e inmediatamente
provocados. Todos y cada uno somos responsables cuidadores de nuestra máxima joya
existencial. La palabra como germen y fruto de nuestro mundo personal, de nuestra
realidad biográfica. Podemos ser más o menos artistas del sonido, de la danza, de la
pintura, pero como experiencia globalizadora, todos nos vemos apelados por el amor y
la atención a la palabra. Somos en la comunicación. Vivimos y nos construimos en el
intercambio de palabras. Somos literatura viviente. Entonces, una de las maneras más
atinadas y profundas de definir el horizonte y programa activo de nuestra existencia es
sentirnos cuidadores de nuestras palabras, de nuestros silencios, de nuestros mensajes,
de lo que nos comunicamos. Desde aquí, todo la actividad educativa institucionalizada
o no puede definirse como un programa transversal y permanente por vivir desde la
emoción de la palabra el interés porque éstas sean respetadas. Los ejemplos son
inagotables. Cada uno hemos de tener los nuestros. Nidos de susurros y racimos de
palabras que nos hagan vivir el valor artístico de la bella expresión emocional. Pablo
Neruda, en un poema, Pido silencio, dice: “soy como un pozo en cuyas aguas/ la noche
deja sus estrellas/ y sigue sola por el campo”. Breve, sencillo, poco. Pero todo. Que el
mundo podría ser de otra manera si viviésemos más racionalidades que estuviesen
nutridas de emociones, que provocados por un diferente encabalgamiento de palabras,
las cosas se nos ofertasen de otra manera. El mundo lo viviésemos en otras secuencias
léxicas. Y por ello, en otras expectativas de otras experiencias y otras vivencias. Y
todos nos podemos acordar de Don Antonio Machado, cantando a Soria. Un buen
ejemplo del valor transformador de la realidad. Cómo no, el auge de la arteterapia. Si
toda dolencia del alma es un inadecuado montaje de interiorizadas imágenes
apalabradas, lo requerido para el cambio es el desmontaje. Y este se produce desde el
impacto emotivo de otras y nuevas palabras. Otras palabras que sepan a serenidad, a
equilibrio, a libertad. Decía Don Antonio de su gran creación, de su Soria: “¡Álamos del
amor que ayer tuvisteis / de ruiseñores vuestras ramas llenas!” De nuevo, sencillez y
limpia espontaneidad en la mirada. El resultado, lo comentado referido al deseable
cuidado por el uso de las palabras. Educarnos en las palabras potencia nuestro sentido
emocional, nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás y con el mundo.
La poesía es la palabra que se libera. La poesía es el permanente recuerdo del amor
humano, deseo de búsqueda y de donación. “Espadas como labios”, en decir de V.
Aleixandre. Para decir, ¿qué? ¿Se puede decir mejor? ¿Qué? Que la palabra, los labios
7
de donde emerge la palabra son “espadas” que me dicen del mundo lo que traspaso y me
traspasa. ¡Qué agudos son los labios que me acercan al amor, la muerte, el hombre, el
mundo! Los temas de la existencia. La poesía es un desvelamiento, un esfuerzo por
desvelar.
El acercamiento educativo a la poesía no puede ser impuesto, ni momentáneo. Es
más potencial efecto de un circuito ambiental, de un contexto poetizado.. Como casi
todo. En la casa puede haber algún trabajo en madera, en mármol, en baldosa, en papel,
que en algún rincón, algo cambiable, diga algún verso. “Yo voy soñando camino de la
tarde”, A.. Machado. Igualmente, en el colegio. Muchos espacios pueden estar sencilla,
limpiamente, adornados con sugerencias poéticas. También cambiables. “Ser en la vida
romero”, L. Felipe. En la escuela, en cualquier curso, en todas las asignaturas, con
cualquier pretexto, ¿cómo está dicho esto en la poesía? No es sólo un asunto de la clase
de Literatura. Es sencillamente un estar atentos a algo profundo y emergente en el
espíritu: animar y provocar la vivencia de lo bello, el acercamiento a entender y a sentir
lo más bello hecho por la historia humana. Es buena fuente de culturalización y de
perfeccionamiento humano. Buena educación.
4.2.La educación estética y la música.
Las multinacionales del comercio musical lo saben bien. Invierten en investigación,
que, luego, pronto recuperan. Es un negocio. Las músicas dominantes que a millones
de niños, adolescentes y jóvenes, en general, encantan, no son producto del azar. Son el
final de un proceso de estudio de los gustos, de las tendencias, de los sonidos más
dormidos en el cerebelo. La música bakalao, los rapps, los grupos electrónicos de
origen anglosajón, expandidos por el mundo, son paquetes de profesionales
comercializados por el mundo, de manos de fuertes inversiones de promotores de tan
rentable actividad.
Y es que de nuevo aparece claro el trasfondo dinamizador de muchas de las
experiencias socio-culturales: se conoce lo que más gusta, lo que está hundido en las
raíces atávicas de nuestro cerebelo, más apelables como polo de comunicación
estimulable. En definitiva, las raíces de nuestra emotividad, lo previo a la manifestación
elaborada de la propia conciencia. Conocido ese arsenal de productividad, a invertir,
producir, vender, consumir. El gran negocio con el humano. Y se conocen los sonidos
más raíz del sensorio atávico humano: el mantenimiento del ritmo reiterativo, la rutina
sonora y entremezcladas breves rupturas mantenedoras. Las músicas tribales del tambor,
los sonidos acompasados, mucha de la música comercializada. Desde el seno materno,
nueve meses conectados al tambor de un corazón resonante, más otras exigencias
biológicas de ritmo y repetición nos hacen oyentes perfectos de ciertas músicas. Y esa
es la “mejor”, la más abundante, la más vendida.
Razones de carácter muy originario en nuestra evolutiva y compleja realización
histórica nos hacen seres radicalmente musicales. Igual que somos seres pictóricos. Y
literarios. Todo ello, particulares y complementarias manifestaciones de la única y
global diferencia: que somos seres de palabra. Puede que en cierto sentido la música,
antes el sonido sin más, fuese el anuncio paleontográfico de la palabra humana. En la
misma especie humana, desde los primeros prehomínidos y en los muchos siglos de
deambular del homo faber, el juego de ruidos, de esfuerzos comunicacionales a través
del aire, pueden considerarse anticipación de la palabra. De tal modo que a las hipótesis
culinaria de F. Cordón (1982) y galanteadora de C. Levi-Strauss (1958), explicaciones
naturales de cómo los póngidos dieron en seres parlantes, se podría añadir esta otra
hipótesis: que los póngidos evolucionaron al habla tras muy largos tiempos de
8
experiencia auditivo-comunicacional. La naturaleza, orquesta inagotable, cortejos,
avisos de variada índole, multitud de medios naturales, el tambor, el silbido,
comunicar, fueron experiencias-exigencias que acomodaron columna, pies, manos
sensorios, cerebro, a esa potencial complejidad de la palabra, musicalidad de ulterior y
definitiva complejidad.
Todos sentimos la fuerza y el impulso de la comunicación musical. Es la palabra
más arraigada de nuestro atavismo. Así como una palabra nos permite, al atribuirnos su
significado, cambiarnos de alegres a tristes, de apesadumbrados a eufóricos, de igual
modo ocurre con la música. Muchas terapias se articulan solitaria o
complementariamente en el manejo de audiciones musicales. Cada vez toma más
relevancia la hipótesis del valor de la música como estimulador muy adecuado en la
infancia para generar conexiones neuronales potenciadoras de las capacidades
personales.
No obstante, también es aquí preciso plantear el valor de la selección. No todas las
músicas son igualmente liberadoras, enriquecedoras. Hay músicas que existen para
controlar, para manejar, apetencias y deseos de cada uno de nosotros. Músicas que están
hechas para dominar, para controlar, para impulsar, para robotizar. Por eso, en las
familias, en las escuelas, en los grupos de amigos, en las asociaciones, es valioso
escuchar música, músicas variadas en todos los aspectos,, tiempo, instrumento, cultura,
y comentarlas. Saber qué suena, conocer qué sugiere, comparar las emociones y
sentimientos que unas y otras producen. También aprender a producir música, tocar un
instrumento. También cantar, conocer canciones de la tradición, símbolos de unidad y
amor a la tierra, a la vida, a los demás. Sin apasionamientos rechazantes ni totalitarios.
Sí como muestra de sensibilidad, de identidad, de reconocimiento interpersonal. Hoy,
es notorio conocer cómo muchos jóvenes si cantan algo, cantan desde la tele. No saben
ninguna canción ritual, proveniente del pueblo, mantenida en el surco de las bellas y
profundas tradiciones. No comparten emociones con la memoria de su vida. Se les ha
conseguido conectar emocionalmente con el mundo mercantilizado de los consumos
provocados desde la musicalidad publicitada. Lo empobrecido se ha rellenado de
superficialidad, de artificio y de lo transitorio y vacío de cualquier espectáculo.
4.3.La educación estética y la pintura, la escultura y la arquitectura.
Es universal la presencia humana de nuestras exigencias comunicacionales. Todos
los resquicios de todos los tiempos y de todas las culturas están saturados de
representaciones y de construcciones. Comunicar y sobrevivir. Convivir y permanecer:
las dos más radicales apelaciones de nuestra emotividad, en cuanto que seres bio-psicosocio-culturales. Esas manifestaciones son muestra de nuestra emocional inquietud por
lo bello, por lo agradable,
En concreto, contextos como el nuestro, europeo y español, además de la relevancia
de cada rincón, desde la clara conciencia de la universalidad del fenómeno, están
saturados de creación. Miles de edificaciones religiosas y civiles, desde los abrigos y
cuevas primitivos hasta las más avanzadas y atrevidas muestras de acción creativa y
bella. Son la manifestación estética del arte. La manifestación artificial intencionada
para expresar el mundo desde la emoción globalizante de las dudas, los deseos y los
amores. Aquello que somos.
Desde los primeros tiempos de la propia presencia personal, en la escuela, en las
familias, en los diferentes grupos de convivencia, siempre, el punto de mira
globalizador de la emoción estética debe ser entrenado y alertado. Es un contrastado
medio de aprender a respetar la realidad, cuidar los detalles, sentirse comprometidos con
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lo recibido y aprender el ánimo para aportar generosamente la personal impronta. Es
fácil provocar tensión positiva hacia la belleza y la contemplación enriquecedora de lo
que nos rodea. Sólo hay que cuidar la adecuada puesta en contacto. Además, proponer y
proponer la más abundante presencia de lo mejor y más bello elaborado por la mano de
los hombres. Es provocación de un triste lamento que, de nuevo, ocurra el control de las
mayorías por lo más fácil, espontáneo, atávico.. Que nos empeñemos, se empecinen
quienes pueden, en divulgar más lo menos valioso. El magnífico invento de los MCS,
sobre todo la televisión, tendría que estar volcada hasta la saciedad en divulgar, ofrecer,
mostrar, todas las grandes obras de todo tipo que la humanidad ha atesorado. Lo que
guardamos en los museos, lo que poco mostramos, lo que parece que está para unas
minorías, vale y es valioso para todos. Es la negación de la dignidad humana, es la más
brutal discriminación, creer que sólo es apelación válida aquello que parece más
inmediato, cercano, vulgar. Es mantener un estereotipo inconfesable de manos de
quienes creen que el ser humano es sólo una bestia reducida a los signos más
ancestrales.
La conciencia actual de aumentada exigencia respecto de la dignidad humana, de la
igualdad de oportunidades, del respeto a la naturaleza, de la conservación de los bienes
legados y mantenibles, acelera la promoción de la conciencia estética. Y esto no puede
hacerse sin atender al mundo emocional. Aumentar el acercamiento a los museos,
mejorar el nivel y atención y cuidado de los espacios públicos, difundir todos los tesoros
artísticos inmediatos y lejanos. Son bienes comunes que deben ser puestos, hoy más
que nunca y de manera más fácil que lo hasta hace poco soñable, a disposición de todos.
Animar el aprendizaje dialogado y, sobre todo, contemplativo, sereno, desligado de
situaciones escolares de exámenes, para saber y sentir lo que significan y representan
tan innumerables muestras pictóricas, escultóricas y arquitectónicas.
4.4.La educación estética y el cine.
El cine, séptimo arte, Academia de Hollywood, Premios Goya, Festivales
Internacionales de Berlín, Cannes, Valladolid, San Sebastián, es otro magnífico y
creativo invento. Reúne todos los componentes de aquello que puede ser fácil generador
de apelaciones: imagen, movimiento, inmediatez, tragedia, erotismo, música,... En
definitiva, emocionalidad. Es la vida reflejada y contemplable. Desde esas condiciones,
de nuevo, ha florecido el mismo discurso y acción que con muchas otras experiencias:
utilizarlas predominantemente, para que las mayores masas de ciudadanos puedan
encontrar allí algo agradable, apelante de un fondo emocional atávico. La misma
dialéctica: El cine puede ser un medio prodigioso de culturalización, de presencia y
divulgación de todo lo generable por los humanos. Con más profusión y presencia de lo
más bello. Siempre desde la libertad. Sin censuras. Sin oportunidades dogmáticas para
que grupos de poder incontrolados ofrezcan lo que les apetezca, con prohibiciones
ideológicas, políticas, ... para nadie.
No obstante, es tarea de todos elegir lo más humanizador. Así, alcanzar un proyecto.
Hacer posible que en nuestra realidad humana emocional haya cada vez más
apelaciones cargadas de belleza, bondad y verdad. La alternativa no es todo vale. Vale
el arrojo y la actitud dialogante y creativa para animar, sugerir, potenciar, elegir,
proyectar lo más ennoblecedor, justo y esperanzado. No vale sólo el cine de la captación
de clientela apelada desde lo más primario, para quedarse ahí. El cine es tiempo de
expansión, de distracción, de apertura a otros ambientes, lugares, culturas, vivencias. Es
básicamente una expresión artística. El cineasta, director, guionista, actores, creador
musical, todos, expresan creativamente el mundo expandible de sus sentimientos, de su
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visión y latido de lo real. Por eso, el cine debe ser explotado para una tarea más de
fondo que sólo la distracción alienante de algo fácil y globalmente analizable como
privado de emoción creadora y escaso de trama y sentido humanizador.
El cine desde las familias, las escuelas, los diferentes contextos de actividad, puede
ser animado como un medio de potenciación personal, de educación. Con sencillez y
facilidad el cine puede alargar nuestras experiencias de la vida. Ampliar nuestra
percepción de la realidad. Una buena manera de crear criterios de selección, de gusto,
de calidad estética, respecto del cine, es hacer sesiones de cine-forum: hablar antes y,
sobre todo, después de la película, de los valores, del mensaje,... La sesión de cineforum ha de ofrecerse de manera espontánea, con casi ninguna exigencia reguladora.
Todo dependerá del entrenamiento de las personas participantes. Se puede hacer en
casa, en familia, tras la visión conjunta de una película, padres e hijos; en la escuela, en
una asociación,...
En la sesión de cine-forum nadie es maestro de nada. Nadie impone una única
lectura de la película. Nadie valora negativamente las opiniones de nadie. No se
indoctrina, ni apabulla. Sencillamente, es un tiempo de diálogo, de espontaneidad, de
clarificación, de resaltar ideas, planos, sugerencias; de expresar emociones, provocadas
por lo visto, y de intentar situar esas emociones en campos de racionalidad.
La racionalidad se realimenta de emoción. La emoción está presente en nuestros
circuitos racionales. Si las experiencias emocionales se nutren de actividad artística
estaremos haciendo por el desarrollo liberador y autónomo de nuestra compleja
realidad.
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