ARGUMENTOS PARA ENVIAR A LA CORTE CONSTITUCIONAL

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ALFREDO RAMOS MAYA
Senador de la República
ARGUMENTOS PARA ENVIAR A LA CORTE CONSTITUCIONAL FRENTE A
DEMANDA DE CONSTITUCIONALIDAD DE LA PALABRA “ACUERDO”
En el expediente D-11329 que se tramita ante la Corte Constitucional, por
demanda elevada por Eduardo Montealegre Lynett, solicitando la declaratoria de la
constitucionalidad condicionada de la expresión “acuerdo”, contenida en el
denominado “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción
de una paz estable y duradera”, para evitar un exabrupto sin antecedentes en la
historia jurídica de Colombia, proponemos a los colombianos los siguientes
argumentos:
1. La Corte Constitucional es un órgano perteneciente a la rama judicial del
Poder Público y se le confía la guarda de la integridad y supremacía de la
Carta Política. Confiamos en que quienes la integran cumplan esta función a
cabalidad, alejados de cualquier presión política, mediática o inclusive
ideológica.
2. La
Corte
Constitucional
sólo
es
competente
para
estudiar
la
constitucionalidad de normas jurídicas de acuerdo con la función
expresamente consagrada en el artículo 241 de la Constitución Política de
Colombia.
3. La expresión “acuerdo” demandada por Eduardo Montealegre, no es más
que eso, una expresión, que ni siquiera alcanza la naturaleza de Acto
Administrativo, ya que la transcripción a la que el ciudadano se refiere fue
incluida en la parte considerativa de la Resolución No 139 de 2012.
Por
ello, la demanda recibida por la Corte Constitucional debió rechazarse de
plano.
4. Cualquier ciudadano puede demandar la inconstitucionalidad de una norma
a través de la acción pública de inconstitucionalidad.
Pero jamás podrá
solicitar que se declare la constitucionalidad de una expresión, y mucho
menos de un pacto firmado en un papel con narcotraficantes terroristas.
Cr. 7 Nª 8 – 68 of 616B – Edificio Nuevo del Congreso-Bogotá D.C.
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Tel: (571) 3823422 – Fax: (571) 3823423
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5. Con esta acción, el demandante pretende elevar una “expresión” contenida
en las consideraciones usadas en la Resolución 139 de 2012, mediante la
cual se autoriza la instalación y desarrollo de una mesa de diálogo, y se
designan delegados del Gobierno Nacional, a un nivel superior a la
Constitución sin que el pueblo se pronuncie al respecto. Esto es, darle a un
simple pedazo de papel, firmado con criminales, un valor superior a la Carta
que la propia Corte Constitucional juró defender.
6. Esto implica que los pactos entre el Gobierno y el grupo narcotraficante y
terrorista “farc” sean elevados a normas superiores a la Constitución Política,
sin tener en cuenta a los ciudadanos colombianos ni al Congreso de la
República, incluyéndolo de manera automática en nuestro ordenamiento
jurídico.
7. La Corte Constitucional acertadamente se pronunció en Sentencia C-458 de
2015, y respecto de la posibilidad de analizar la exequibilidad de una
palabra dijo: “El escrutinio judicial versa únicamente sobre el contenido
normativo de los enunciados legales, más no sobre la terminología en la que
se expresan las prescripciones jurídicas, porque esta dimensión lingüística
del Derecho carece en sí misma de relevancia normativa”.
8. Sólo se puede solicitar a la Corte Constitucional que mantenga en el
ordenamiento jurídico colombiano aquellas disposiciones que hayan sido
incorporadas válidamente al mismo. El pueblo colombiano no ha aceptado
ningún pacto con los narcotraficantes y terroristas de las “farc”.
9. La expresión “acuerdo” sólo es eso, una simple expresión, y por tanto no
puede infringir ninguna norma constitucional. El derecho a la paz es de
todos los ciudadanos, y quienes lo han violentado de manera sistemática y
cruel son los narcotraficantes terroristas de las “farc”.
10. Adicionalmente, se legitimaría la existencia de un supuesto “Conflicto
Armado No Internacional·, y se otorgaría a las “farc” el estatus de
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beligerancia, lo que significa que actuarían como un “Estado”.
Cualquier
persona con mínimo de conocimiento de Derecho Internacional sabe que
las “farc” no son un grupo insurgente por no cumplir requisito alguno de los
establecidos para ello, y por tanto no puede aplicarse el concepto de
“conflicto armado”.
11. Con este planteamiento, se busca sustituir la actual Constitución Política de
Colombia, la voluntad del pueblo y convertir la mesa de negociación en un
órgano constituyente, o mejor, supraconstituyente, tal como lo pretende el
demandante.
12. Tanto el Acuerdo General, como los acuerdos temáticos y el acuerdo final,
desarrollarían equivocadamente el artículo 3 común a los Convenios de
Ginebra y el artículo 6 del Convenio III de Ginebra.
Aun si alcanzaran el
rango de acuerdos especiales y dejaran de ser un asunto del derecho
interno, y convertirse en un documento vinculante respecto de las partes a
la luz del derecho nacional e internacional, no debe olvidarse que el artículo
3 común a los Convenios de Ginebra claramente establece: “La aplicación de
las anteriores disposiciones no surtirá efectos sobre el estatuto jurídico de
las partes”.
13. Afirma
el
demandante
que
estos
acuerdos
especiales
generarían
obligaciones para las partes, en virtud del principio de buena fe y en razón a
que involucran a diversos actores en el derecho internacional, lo cual es una
falacia grotesca.
Los denominados “garantes” no son más que simples
testigos del proceso, y a la fecha no han reconocido como par al terrorismo
de las “farc”.
14. De acuerdo con el artículo 6 del Convenio III de Ginebra, “las altas partes
contratantes podrán concertar otros acuerdos especiales sobre cualquier
cuestión que les parezca oportuno zanjar”, en materia de DIH. Lo que aquí
se
pretende
erróneamente
y
mediante
la
acción
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pública
de
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inconstitucionalidad es modificar el modelo agrario, político y económico
del Estado colombiano, de manera ajena al proceso democrático, sea directo
o indirecto.
15. En la Sentencia C- 024 de 1997, la Corte Constitucional manifestó: “(…) la
jurisprudencia de esta corporación denomina una petición de esta clase
como “inepta demanda”, pues repárese que mal puede apelarse a la acción
pública
de
inconstitucionalidad
si
no
se
plantea
una
verdadera
confrontación entre el precepto acusado de orden legal y la Constitución
Política”.
Cordialmente,
ALFREDO RAMOS MAYA
Ciudadano
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