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Historia de la
filosofía
IES DRAGO - CURSO 2016/2017
C APÍTULO 1
Sabiduría y
felicidad en
la filosofía
Antigua.
De cómo en la Grecia y la Roma antigua
antigua, desde el siglo V a. C hasta el siglo I de nuestra era, los primeros filósofos buscaron la sabiduría articulando sistemas complejos de pensamiento ajenos
a la tradición mítica y religiosa.
S ECCIÓN 1
Sócrates
“La vivacidad de su palabra le jugaba frecuentemente malas pasadas: le golpeaban, le tiraban de los
pelos, se burlaban de él; pero él soportaba todo con calma imperturbable, hasta el punto de que,
habiendo recibido una vez una patada, permaneció impasible y a uno que se sorprendió de ello le
preguntó si a un burro que da una coz merecería o no denunciarlo. A diferencia de otros filósofos,
no tuvo necesidad de viajar: se quedó siempre en su ciudad, Atenas, conversando con sus amigos y
buscando no tanto combatir sus opiniones como descubrir con ellos la vedad.” Diógenes Laercio,
Vidas de filósofos ilustres.
Clase 1. Donde entenderemos que hay que tomar en serio a los Oráculos.
«Cuando supe la respuesta del oráculo, dije para mí; ¿Qué quiere decir el Dios?
¿Qué sentido ocultan estas palabras? Porque yo sé sobradamente que en mí no existe semejante sabiduría, ni pequeña, ni grande. ¿Qué quiere, pues, decir, al declararme el más sabio de los hombres? Porque él no miente. La Divinidad no puede mentir. Dudé largo tiempo del sentido del oráculo, hasta que por último, después de
gran trabajo, me propuse hacer la prueba siguiente: —Fui a casa de uno de nuestros conciudadanos, que pasa por ser uno de los más sabios de la ciudad. Yo creía
que allí mejor que en otra parte encontraría material para rebatir al oráculo y presentarle un hombre más sabio que yo, por más que me hubiere declarado el más
sabio de los hombres. Examinando, pues, a este hombre, de quien baste deciros era
uno de nuestros grandes políticos, sin necesidad de descubrir su nombre, y conversando con él, me encontré con que todo el mundo le creía sabio, que él mismo se
tenía por tal, y que en realidad no lo era. Después de este descubrimiento me esforcé en hacerle ver que de ninguna manera era lo que él creía, y he aquí ya lo que me
hizo odioso a este hombre y a sus amigos que asistieron a la conversación.
Luego que de él me separé, razonaba conmigo mismo y me decía: —Yo soy más sabio que este hombre. Puede muy bien suceder que ni él ni yo sepamos nada de lo
que es bello y de lo que es bueno; pero hay esta diferencia, que él cree saberlo aunque no sepa nada, y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Me parece, pues, que en
esto yo, aunque poco más, era mas sabio, porque no creía saber lo que no sabía.»
Platón, Apología de Sócrates.
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Clase 2. En la que aprenderemos a no tener miedo de los peces torpedo (o tembladera).
Sofistas. Los sofistas eran profesores de retórica y filosofía que, en el siglo V antes de J.-C., enseñaban el arte de hablar en público. Proponían a los jóvenes de familias adineradas una formación superior de tres o cuatro años a cambio de una suma elevada de dinero. Con sus alumnos visitaban diferentes ciudades y daban exhibiciones de su saber para atraer a nuevos alumnos; pero era sobre todo
en la democrática ciudad de Atenas donde se asentaron.
«El oficio de partear, tal como yo lo desempeño, se parece en todo lo demás al de
las matronas, pero difiere en que yo lo ejerzo sobre los hombres y no sobre las mujeres, y en que asisten al alumbramiento, no los cuerpos, sino las almas. La gran
ventaja es que me pone en estado de discernir con seguridad, si lo que el alma de
un joven siente es un fantasma, una quimera o un fruto real. Por otra parte, yo tengo de común con las parteras que soy estéril en punto a sabiduría, y en cuanto a lo
que muchos me han echado en cara, diciendo que interrogo a los demás y que no
respondo a ninguna de las cuestiones que se me proponen, porque yo nada sé, este
cargo no carece de fundamento. Pero he aquí por qué obro de esta manera. EI Dios
me impone el deber de ayudar a los demás, a parir, y, al mismo tiempo, no permite
que yo mismo produzca nada. Ésta es la causa de que no esté versado en la sabiduría y de que no pueda alabarme en ningún descubrimiento que sea una producción
de mi alma. En compensación, los que conversan conmigo, si bien algunos de ellos
se muestran muy ignorantes al principio, hacen maravillosos progresos a medida
que me tratan y todos se sorprenden de este resultado, y es porque el Dios quiere
fecundarlos.Y se ve claramente que ellos nada han aprendido de mí y que han encontrado en sí mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido,
no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con el Dios a hacerles concebir.»
Platón, Teeteto.
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La clase en casa
El conocimiento del bien conduce al bien.
Sócrates pensaba que tenía por dentro una voz divina y que esa «conciencia» le decía lo que estaba bien. «Quien sepa lo que es bueno, también hará el bien», decía.
Quería decir que conocimientos correctos conducen a acciones correctas. Y sólo el
que hace esto se convierte en un «ser correcto». Cuando actuamos mal es porque
desconocemos otra cosa. Por eso es tan importante que aumentemos nuestros conocimientos. Sócrates estaba precisamente buscando definiciones claras y universales
de lo que estaba bien y de lo que estaba mal. Al contrario que los sofistas, él pensaba que la capacidad de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal se encuentra en la razón, y no en la sociedad. Quizás esto último te resulte un poco difícil de
digerir, Sofía. Empiezo de nuevo: Sócrates pensaba que era imposible ser feliz si
uno actúa en contra de sus convicciones. Y el que sepa cómo se llega a ser un hombre feliz, intentará serlo. Por ello, quien sabe lo que está bien, también hará el bien,
pues ninguna persona querrá ser infeliz, ¿no? ¿Tú qué crees, Sofía? ¿Podrás vivir
feliz si constantemente haces cosas que en el fondo sabes que no están bien? Hay
muchos que constantemente mienten, y roban, y hablan mal de los demás. ¡De
acuerdo! Seguramente saben que eso no está bien, o que no es justo, si prefieres.
¿Pero crees que eso les hace felices? Sócrates pensaba que no. Jostein Gaarder, El
mundo de Sofía (1991).
Menos pragmático que los sofistas -y posiblemente con menos expectativas respecto a la democracia- Sócrates se presenta como el ilustrado comprometido con en la
reforma de las conciencias, tanto públicas, sobre todo, privadas. Se le conocía como “el tábano”, que aguijoneaba y avivaba la conciencia adormecida de sus conciudadanos. -jamás predicó en el sentido habitual del moralista al uso, ni escribió absolutamente nada-. Sócrates pensaba que los valores sociales, morales, políticos
-ámbitos que en la mente del griego se superponían- podrían y debían fundamentarse en valores universales y necesarios, independientes de la época, cultura, convenciones sociales. “Sólo sé que no se nada”, solía decir, entre humilde e irónico,
frente a los que juzgaba detentadores del poder y el saber. Tampoco, para él, la virtud es sin mas el privilegio de una clase social. La virtud es, sobre todo, cuestión de
conocimiento. Quien hace el mal no es porque sea intrínsecamente malo, sino porque es ignorante respecto de que sea el bien. Pero la ciencia de la virtud no se puede enseñar a la manera de los sofistas, transmitiendo un saber teórico. Más bien es
una destreza que debe ser despertada en cada uno de los humanos dotados de razón. El maestro no puede enseñar (transmitir) nada al aprendiz sino, en todo caso,
dirigir el proceso de aprendizaje, provocarlo, suscitar el saber que ha de ser, en definitiva, autoconocimiento (al igual que la comadrona no tiene los hijos, sino que ayuda a tenerlos a otras mujeres, que son quienes han de pasar, personalmente, por el
trance). Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente.
La definición de lo universal y el procedimiento inductivo.
Los sofistas, Sócrates y la ciencia de la virtud.
Por aquel entonces han comenzado a aparecer en la vida pública ateniense unos
personajes, orgullosos creyentes en el poder de la razón humana. Se autoproclaman sabios, aunque habrá quien acabe llamándolos, entre peyorativo, sofistas
(frente al sophós, que es el auténtico sabio), creídos tal vez de su propio saber. Son
viajeros impenitentes, conocedores, por tanto, de los usos y costumbres de muchos
pueblos y ciudades diferentes. Enseñan a los ciudadanos, a cambio de unos honorarios, el arte de discurrir, de hablar en público, de argumentar. Preparan, por tanto,
para ser buenos ciudadanos. Profundos demócratas, hacen del ser humano el gozne sobre el que toda la realidad ha de girar, independientemente de qué tipo de ser
humano se sea. Desarrollan un pensamiento ilustrado, antropocentrista, relativista
(no es posible afirmar nada con carácter absoluto, fuera del contexto en el que se
ha originado), lo que hará clamar contra ellos a Sócrates, su eterno antagonista filosófico.
Según Aristóteles, dos cosas se pueden atribuir a Sócrates: “lo razonamientos inductivos y la definición de lo universal; y ambas se refieren al principio de la ciencia” (Metafísica, 13, 4, 1078 b). Efectivamente, la pregunta fundamental que hace
Sócrates es “¿Qué es...?” y espera que el otro le conteste con una definición. El método socrático se encamina, pues, a la construcción de definiciones, las cuales deben encerrar la esencia inmutable de la realidad investigada. De este modo, Sócrates se opone al convencionalismo de los sofistas, e inaugura el camino de la búsqueda de las esencias. El procedimiento para llegar a la definición verdadera es inductivo: examen de casos particulares y ensayo de una generalización que nos dé ya la
definición buscada. Sócrates concentró su búsqueda en torno a conceptos morales
y curiosamente esa búsqueda -tal y como aparece en los primeros diálogos de Platón- terminó sin resultado. Así los diálogos Eutrifón (sobre la piedad), Cármides
(sobre la templanza) y Lisis (sobre la amistad) concluyen con un aparente fracaso.
Cesar Tejedor Campomanes, Historia de la filosofía en su marco cultural.
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S ECCIÓN 2
¿Y que los prisioneros no tendrán por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
Platón
Es de toda necesidad
Vivió entre el 427 y el 347 a. C.; fue discípulo de Sócrates, y como él, vivió siempre preocupado por
las injusticias y el deterioro de la vida política y social de la democrática Atenas, situación de la
que culpaba en parte a las enseñanzas relativistas de los Sofistas; en la República describe una
sociedad ideal guiada por una ambiciosa concepción del Bien y la Verdad.
Clase 3. Donde dejaremos que se nos explique a través de una alegoría.
SÓCRATES.- Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que
tiene la entrada abierta en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de
ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se
halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un
camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el
biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
GLAUCÓN.- Me lo imagino.
Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de
utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
Pero como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de
los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que
tienen frente a sí?
Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
Indudablemente.
Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los
objetos que pasan y que ellos ven?
Necesariamente.
Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que
pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene
de la sombra que pasa delante de ellos?
Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto,
sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto
antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas
más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no
piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran
más verdaderas que las que se le muestran ahora?
Mucho más verdaderas.
Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla,
volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?
Así es.
Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de
llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a
la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que
ahora decimos que son los verdaderos?
Por cierto, al menos inmediatamente.
Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar
miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los
otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los
astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
Sin duda.
Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares
que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito.
Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los
años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas
que ellos habían visto.
Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
Platón, La República, Libro VII.
¡Por Zeus que sí!
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Clase 4. Del verdadero conocimiento; del soñar y del no estar sano.
SOCRATES.- He aquí, por ejemplo, querido Cratilo, una cuestión que se me presenta
muchas veces como un sueño; lo bello, el bien y todas las cosas de esta clase, ¿debe decirse
que existen en sí o que no existen?
CRATILO.— Yo, Sócrates, creo que existen.
SÓCRATES.— No se trata de examinar si existe un bello semblante o cualquiera otro
objeto de esta naturaleza, porque todo esto me parece que está en un movimiento
perpetuo. Lo que importa saber es si la belleza misma existe eternamente tal cual es.
CRATILO.— Necesariamente.
SÓCRATES.— ¿Si lo bello pasase sin cesar, podría decirse con propiedad, primero, que es
tal cosa; y después, que es de tal naturaleza? ¿No sucedería necesariamente, que mientras
hablábamos, se habría hecho otra cosa, habría huido y habría mudado de forma?
CRATILO.— Necesariamente.
SÓCRATES.— ¿Cómo podría existir una cosa, si nunca apareciera de una misma manera?
Si existe durante un instante de la misma manera, es claro que, durante este tiempo, no
pasa. Si subsiste siempre de la misma manera, y siempre la misma, ¿cómo podría mudar y
moverse, no saliendo para nada de su esencia?
CRATILO.— No podría.
SÓCRATES.— Una cosa, que estuviera siempre en movimiento, no podría ser conocida por
nadie. Mientras que se aproximaba para conocerla, se haría otra y de otra naturaleza; de
suerte que no podría saberse lo que es y como es. No hay inteligencia que pueda conocer el
objeto que conoce, si este objeto no tiene una manera de ser determinada.
CRATILO.— Es cierto.
Platón, Cratilo.
SÓCRATES.- ¿Y si aquel del que afirmamos que opina se encoleriza contra nosotros y
arguye que no decimos la verdad? ¿No tendremos que apaciguarlo y convencerlo de que se
calme ocultándole que no está sano?
Platón, La República.
*
SÓCRATES.- El que cree que hay cosas bellas, pero no cree en la belleza en sí ni es capaz
de seguir al que conduce hacia su conocimiento, ¿te parece que vive soñando o despierto?
Examina ¿No consiste el soñar en que, ya sea mientras se duerme o bien cuando se ha
despertado, se toma algo semejante a algo, no por semejante sino como aquello a lo cual se
asemeja?
GLAUCÓN.- En efecto, yo diría que soñar es algo de esa índole.
SÓCRATES.- Veamos ahora el caso contrario: aquel que estima que hay algo Bello en sí y
es capaz de mirarlo tanto como las cosas que participan de él, sin confundirlo con las cosas
que participan de él, ni a él por estas cosas participantes, ¿te parece que vive soñando o
despierto?
GLAUCÓN.- Despierto.
SÓCRATES.- ¿No denominaremos correctamente al pensamiento de éste, en cuanto
conoce, conocimiento, mientras al de otro, en cuanto opina, opinión?
GLAUCÓN.- Completamente de acuerdo.
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Clase 5. En la que aprenderemos a defender la democracia.
todos. Además de la disposición de las viviendas, recordarás cuáles eran los bienes
que acordamos concederles.
Y una vez llegados a los cincuenta de edad, hay que conducir hasta el final a los que
hayan salido airosos de las pruebas y se hayan acreditado como los mejores en todo
Recuerdo, en efecto –dijo-, que nos parecía conveniente que nadie poseyera
sentido, tanto en los hechos como en las disciplinas científicas, y se les debe forzar
ninguna de las cosas que ahora poseen los demás y que, cual, atletas de la guerra y
a elevar el ojo del alma para mirar hacia lo que proporciona luz a todas las cosas; y,
guardianes de la ciudad, les prescribiríamos un salario por su labor, que consistiría
tras ver el Bien en sí, sirviéndose de éste como paradigma, organizar durante el
en la alimentación anual a entregar por los otros ciudadanos. Ellos, en cambio,
resto de sus vidas –cada uno a su turno- el Estado, los particulares y a sí mismos,
deberían atender al cuidado de sí mismos y de la ciudad”.
pasando la mayor parte del tiempo con la filosofía pero, cuando el turno llega a
cada uno, afrontando el peso de los asuntos políticos y gobernando por el bien del
Platón, La República.
Estado, considerando esto no como algo elegante sino como algo necesario.
*
Cada uno a su turno, por consiguiente, debéis descender hacia la morada común de
los demás y habituaros a contemplar las tinieblas; pues, una vez habituados, veréis
mil veces mejor las cosas de allí y conoceréis cada una de las imágenes y de qué son
imágenes, ya que vosotros habréis visto antes la verdad en lo que concierne a las
cosas bellas, justas y buenas. Y así el Estado habitará en la vigilia para nosotros y
para vosotros, no en el sueño, como pasa actualmente en la mayoría de los Estados,
donde compiten entre sí como entre sombras y disputan en torno al gobierno,
como si fuera algo de gran valor. Pero lo cierto es que el Estado en el que menos
anhelan gobernar quienes han de hacerlo es forzosamente el mejor y el más alejado
de disensiones.
*
Ea, pues, Glaucón, hemos convenido en que en una ciudad debidamente regida
habrán de ser comunes las mujeres, los hijos y toda la educación y, así mismo,
cuantas actividades tengan relación con la guerra y con la paz. Serán reyes de ella
aquellos hombres que se distingan entre todos en lo concerniente a la filosofía y a
las artes bélicas.
Sí, en esto hemos quedado –asintió.
Nuestro acuerdo se extendía también a lo siguiente: admitíamos que, una vez
instituidos los gobernantes, llevarían a los guerreros a unas viviendas como las
descritas, en las que no existiría nada de carácter particular, sino común, para
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Clase 6. En la que aprenderemos cómo separar el alma del cuerpo.
a tener las mismas costumbres y los mismos hábitos, lo cual la impide llegar nunca
pura al otro mundo; por el contrario, al salir de esta vida, llena de las manchas de
SÓCRATES.- Los filósofos, al ver que su alma está verdaderamente ligada y pegada
ese cuerpo que acaba de abandonar, entra a muy luego en otro cuerpo, donde echa
al cuerpo, y forzada a considerar los objetos por medio del cuerpo, como a través
raíces, como si hubiera sido allí sembrada; y de esta manera se ve privada de todo
de una prisión oscura, y no por sí misma, conocen perfectamente que la fuerza de
comercio con la esencia pura, simple y divina. Platón, Fedón o del alma.
este lazo corporal consiste en las pasiones, que hacen que el alma misma
encadenada contribuya a apretar la ligadura. Conocen también que la filosofía, al
apoderarse del alma en tal estado, la consuela dulcemente e intenta desligarla,
haciéndola ver que los ojos del cuerpo sufren numerosas ilusiones, lo mismo que
los oídos y que todos los demás sentidos; la advierte que no debe hacer de ellos
otro uso que aquel a que obliga la necesidad, y la aconseja que se encierre y se
recoja en sí misma; que no crea en otro testimonio que en el suyo propio, después
de haber examinado dentro de sí misma lo que cada cosa es en su esencia;
debiendo estar bien persuadida de que cuanto examine por medio de otra cosa,
como muda con el intermedio mismo, no tiene nada de verdadero. Ahora bien; lo
que ella examina por los sentidos es sensible y visible; y lo que ve por sí misma es
invisible e inteligible. El alma del verdadero filósofo, persuadida de que no debe
oponerse a su libertad, renuncia, en cuanto le es posible, a los placeres, a los
deseos, a las tristezas, a los temores, porque sabe que, después de los grandes
placeres, de los grandes temores, de las extremas tristezas y de los extremos
deseos, no sólo se experimentan los males sensibles, que todo el mundo conoce,
como las enfermedades o la pérdida de bienes, sino el más grande y el íntimo de
todos los males, tanto más grande, cuanto que no se deja sentir.
CEBES.- ¿En qué consiste ese mal, Sócrates?
SOCRATES.- En que obligada el alma a regocijarse o afligirse por cualquier objeto,
está persuadida de que lo que le causa este placer o esta tristeza es muy verdadero
y muy real, cuando no lo es en manera alguna. Tal es el efecto de todas las cosas
visibles; ¿no es así?
CEBES.- Es cierto, Sócrates.
SÓCRATES.- ¿No es principalmente cuando se experimenta esta clase de
afecciones cuando el alma está particularmente atada y ligada al cuerpo?
CEBES.- ¿Por qué es eso?
SÓCRATES.- Porque cada placer y cada tristeza están armados de un clavo, por
decirlo así, con el que sujetan el alma al cuerpo; y la hacen tan material, que cree
que no hay otros objetos reales que los que el cuerpo le dice. Resultado de esto es
que, como tiene las mismas opiniones que el cuerpo, se ve necesariamente forzada
8
La clase en casa
amor volará el alma «a casa», al mundo de las Ideas, donde será librada de la
«cárcel del cuerpo». Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991).
El mundo de las ideas, el cuerpo y el alma.
Acabamos de ver que Platón pensaba que la realidad está dividida en dos. Una
Como un organismo: cada órgano cumpliendo su función.
parte es el mundo de los sentidos, sobre el que sólo podemos conseguir
conocimientos imperfectos utilizando nuestros cinco sentidos (aproximados e
¿Qué sistema era este que, frente a la democracia de su tiempo, pretendía instaurar
imperfectos). De todo lo que hay en el mundo de los sentidos, podemos decir que
Platón? Un sistema en el que, conocidas las reales aptitudes de cada hombre o
«todo fluye» y que nada permanece. No hay nada que sea en el mundo de los
mujer, desde el punto de vista de sus tendencias anímicas, se organizara la
sentidos, solamente se trata de un montón de cosas que surgen y perecen. La otra
sociedad orgánicamente, dividiéndola en tres grupos humanos según ese criterio
parte es el mundo de las Ideas , sobre el cual podemos conseguir conocimientos
antropológico: personas con predominio de lo racional, que tras larguísimos años
ciertos, mediante la utilización de la razón. Por consiguiente, este mundo de las
de preparación, estarían dedicadas al gobierno (sin recompensa, sin más interés
Ideas no puede reconocerse mediante los sentidos. Es el Mundo de lo que “es”. Por
que la salud de la República); personas con predominio de lo pasional en su más
otra parte, las Ideas son eternas e inmutables.
noble sentido (empuje, coraje, agresividad) que estarían al servicio de la
comunidad para su protección y defensa; por último, aquellas personas en las que
Según Platón, el ser humano también esta dividido en dos partes. Tenemos un
predominara lo pasional en su sentido más material, más apegado a lo corporal,
cuerpo que «fluye», y que, por lo tanto, está indisolublemente ligado al mundo de
físico, animal, a lo instintivo, en suma, estarían dedicadas a producir bienes para el
los sentidos, y acaba de la misma manera que todas las demás cosas pertenecientes
sustento de la comunidad. No es posible, en es te sistema, el cambio social. Ni se
al mundo de los sentidos (como por ejemplo una pompa de jabón). Todos nuestros
asciende ni se desciende. Es más, la salud de la república, expresada por la virtud
sentidos están ligados a nuestro cuerpo y son, por tanto, de poco fiar. Pero también
de la justicia, consiste en este “ajuste” de estas tres partes para que cada una
tenemos un alma inmortal, la morada de la razón. Precisamente porque el alma no
cumpla bien su cometido. Así el todo, el Estado, funcionará. Si los gobernantes
es material puede ver el mundo de las Ideas. Las Ideas son eternas e inmutables.
usan bien su razón (prudencia), los guardianes ponen su empuje al servicio del
gobierno (fortaleza) y si los trabajadores moderan sus instintivas tendencias
Ya he dicho casi todo. Pero hay algo más, Sofía. ¡Te digo que HAY ALGO MÁS!
(templanza) tal ajuste (justicia) será posible y el Estado marchará sobre ruedas.
Platón pensaba, además, que el alma ya existía antes de meterse en un cuerpo.
Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente.
Érase una vez cuando el alma se encontraba en el mundo de las Ideas. [...] Pero en
el momento en que el alma se despierta dentro de un cuerpo humano, se ha
olvidado ya de las Ideas perfectas. Entonces, algo comienza a suceder, se inicia un
proceso maravilloso. Conforme el ser humano va sintiendo las formas en la
naturaleza, va teniendo un vago recuerdo en su alma. El ser humano ve un caballo,
un caballo imperfecto, pero eso es suficiente para despertar en el alma un vago
recuerdo del «caballo» perfecto que el alma vio en el mundo de las Ideas. Con esto,
se despierta también una añoranza de regresar a la verdadera morada del alma. A
esa añoranza Platón la llama eros, que significa «amor». Es decir, el alma siente
una «añoranza amorosa» por su verdadero origen. A partir de ahora, se vive el
cuerpo y todo lo sensible como algo imperfecto e insignificante. Sobre las alas del
9
S ECCIÓN 3
Aristóteles
Vivió entre el 384 y el 322; fue alumno y amigo de Platón, al que criticó su teoría de las Ideas
apostando en su lugar por un estudio de la naturaleza en el que no fuera preciso salir del propio
mundo natural. Sus obras abordan con profundidad y espíritu científico una vasta variedad de
temas; de la física, la biología a la metafísica y la lógica, pasando por la estética, la ética o la
política. Fundó otra famosa escuela griega, el Liceo, en la que tuvo como alumno al célebre
Alejandro Magno. En sus obras éticas y políticas siempre defendió la polis tradicional griega a
pesar de la crisis en la que ya estaba sumido el modelo de ciudades estado; pensaba que la
aspiración de los hombres a la felicidad solo podía realizarse a través de la virtud y que esta no
era imaginable fuera de la vida ciudadana.
Clase 7. Donde, entre otras cosas, comprobaremos que la amistad no está reñida
con el desacuerdo.
Si se separa de esta manera el ser de la forma, no habrá ya ciencia posible del ser, y
las formas, por su parte, no serán ya seres; y entiendo por separación que en el ser
bueno no se encuentre la forma sustancial del bien, o que en la forma sustancial no
se dé el ser bueno. Digo que no hay ciencia, porque la ciencia de un ser es el
conocimiento de la forma sustancial de este ser. Esto se aplica al bien y a todos los
demás seres; de suerte que si lo bueno no se encuentra unido a la forma sustancial
del bien, el ser tampoco estará unido a la forma sustancial del ser, la unidad o la
forma sustancial de la unidad. Además, o la forma sustancial es idéntica al ser
respecto de todas las ideas, o no lo es respecto de ninguna; de suerte que si la
forma sustancial de ser no es el ser, lo mismo sucederá con todo lo demás. Añádase
a esto que lo que no tiene la forma sustancial del bien no es bueno. Luego es
indispensable que el bien y la forma sustancial del bien sean una sola y misma
cosa; que haya identidad entre lo bello y la forma sustancial de lo bello; y que lo
mismo suceda con todos los seres que no son atributos de otra cosa, sino que son
primeros y en sí. [...] Resulta de lo que precede, que cada ser sólo constituye uno
con su forma sustancial, que le es esencialmente idéntica. Resulta igualmente que
conocer lo que es un ser es conocer su forma sustancial. Y así resulta de la
demostración que estas dos cosas no son realmente más que una sola cosa.
Aristóteles, Metafísica, Libro VII.
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Clase 8. En la que entenderemos la sutil diferencia entre movimiento y acto.
Puesto que de las acciones que tienen límite ninguna es fin, sino que todas están
subordinadas al fin por ejemplo del adelgazar es fin la delgadez, y las partes del
cuerpo, mientras adelgazan, están así en movimiento, no existiendo aquellas cosas
a cuya consecución se ordena el movimiento, estos procesos no son una acción o al
menos no una acción perfecta (puesto que no son un fin). Acción es aquella en la
que se da el fin. Por ejemplo, uno ve y al mismo tiempo ha visto, piensa y ha
pensado, entiende y ha entendido, pero no aprende y ha aprendido ni se cura y está
curado. Uno vive bien y al mismo tiempo ha vivido bien, es feliz y ha sido feliz. Y si
no, sería preciso que en un momento dado cesara, como cuando adelgaza; pero
ahora no, sino que vive y ha vivido.
Así pues, de estos procesos unos pueden ser llamados movimientos y otros actos.
Pues todo movimiento es imperfecto: así, el adelgazamiento, el aprender, el
caminar, la edificación; estos son, en efecto, movimientos, y, por tanto,
imperfectos, pues uno no camina y al mismo tiempo llega, ni edifica y termina de
edificar, ni deviene y ha llegado a ser, o se mueve y ha llegado al término del
movimiento, sino que son cosas distintas, como también mover y haber movido.
En cambio, haber visto y ver al mismo tiempo es lo mismo, y pensar y haber
pensado. A esto mismo llamo acto, y a lo anterior, movimiento. Aristóteles
Metafísica, LIX,6, 1046 b
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Clase 9. En la que descubriremos si perseguimos o no un fin último en nuestras
acciones.
Como, a lo que parece, hay muchos fines, y podemos buscar algunos en vista de
otros: por ejemplo, la riqueza, la música, el arte de la flauta y, en general, todos
estos fines que pueden llamarse instrumentos, es evidente que todos estos fines
indistintamente no son perfectos y definitivos por sí mismos. Pero el bien supremo
debe ser una cosa perfecta y definitiva. Por consiguiente, si existe una sola y única
cosa que sea definitiva y perfecta, precisamente es el bien que buscamos; y si hay
muchas cosas de este género, la más definitiva entre ellas será el bien. Mas en
nuestro concepto, el bien, que debe buscarse sólo por sí mismo, es más definitivo
que el que se busca en vista de otro bien; y el bien que no debe buscarse nunca en
vista de otro bien, es más definitivo que estos bienes que se buscan a la vez por sí
mismos y a causa de este bien superior; en una palabra, lo perfecto, lo definitivo, lo
completo, es lo que es eternamente apetecible en sí, y que no lo es jamás en vista
de un objeto distinto que él.
He aquí precisamente el carácter que parece tener la felicidad; la buscamos
siempre por ella y sólo por ella, y nunca con la mira de otra cosa. Por lo contrario,
cuando buscamos los honores, el placer, la ciencia, la virtud, bajo cualquier forma
que sea, deseamos sin duda todas estas ventajas por sí mismas; puesto que,
independientemente de toda otra consecuencia, desearíamos realmente cada una
de ellas; sin embargo, nosotros las deseamos también con la mira de la felicidad,
porque creemos que todas estas diversas ventajas nos la pueden asegurar; mientras
que nadie puede desear la felicidad, ni con la mira de estas ventajas, ni de una
manera general en vista de algo, sea lo que sea, distinto de la felicidad misma.
Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro I.
12
Clase 10. En la que entenderemos la relación que existe entre la sabiduría y la
actividad contemplativa.
En efecto la actividad contemplativa es la más excelente (pues el intelecto es lo
mejor de lo que hay en nosotros y está en relación con lo mejor de los objetos
cognoscibles); también es la más continua, pues somos más capaces de contemplar
continuamente que de realizar cualquier otra actividad. Y pensamos que el placer
debe estar mezclado con la felicidad, y todo el mundo está de acuerdo en que la
más agradable de nuestras actividades virtuosas es la actividad en concordancia
con la sabiduría. Ciertamente, se considera que la filosofía posee placeres
admirables en pureza y en firmeza, y es razonable que los hombres que saben,
pasen su tiempo más agradablemente que los que investigan. Además, la dicha
autarquía se aplicará, sobre todo, a la actividad contemplativa, aunque el sabio y el
justo necesiten, como los demás, de las cosas necesarias para la vida; pero, a pesar
de estar suficientemente provistos de ellas, el justo necesita de otras personas
hacia las cuales y con las cuales practicar la justicia, y lo mismo el hombre
moderado, el valiente y todos los demás; en cambio, el sabio, aun estando solo,
puede teorizar, y cuanto más sabio, más; quizá sea mejor para él tener colegas,
pero, con todo, es el que más se basta a sí mismo.
Esta actividad es la única que parece ser amada por sí misma, pues nada se saca de
ella excepto la contemplación, mientras que de las actividades prácticas obtenemos
más o menos, otras cosas, además de la acción misma. Aristóteles, Ética a
Nicómaco, libro X.
13
La clase en casa
perdemos unas para ganar otras nuevas que nos vayan aproximando a esa “forma
final”, perfecta. En cada momento somos ya algo, pero estamos en disposición, a la
Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad.
expectativa, de ser otras muchas cosas que aun no somos. El cambio el movimiento
no son sino el paso desde lo que es una mera posibilidad hasta su realización
Como los filósofos anteriores a él, Platón deseaba encontrar algo eterno e
efectiva. Y todo ello guiado por una espontánea e internalizada búsqueda de
inmutable, en medio de todos los cambios. Encontró las Ideas perfectas, que
nuestra perfectibilidad (tanto en una piedra como en un ser humano). La
estaban muy por encima del mundo de los sentidos. Platón opinaba, además, que
consecución del bien no es, por tanto, tarea que nos supere, por cuanto su
las Ideas eran más reales que todos los fenómenos de la naturaleza. Primero estaba
cumplimiento está previsto en el orden natural. De hecho, decir “naturaleza” es ya
la «idea de caballo», luego llegaban todos los caballos del mundo de los sentidos
estar hablando de ese principio de actividad que hace que los seres estén siempre
galopando en forma de sombras en la pared de una caverna. Esto quiere decir que
en tensión hacia su perfección final.
la «idea de gallina» estaba antes que la gallina y que el huevo. Aristóteles pensaba
Somos seres biológicos, pero lo que nos hace humanos es la racionalidad, que se
que Platón había dado la vuelta a todo. Estaba de acuerdo con su profesor en que el
expresa en la capacidad la convivencia política y en la comunicación. Y como seres
caballo individual «fluye», y que ningún caballo vive eternamente. También estaba
racionales, nuestro fin propio, nuestra meta, nuestra perfección es alcanzar un
de acuerdo en que el «molde de caballo» es eterno e inmutable. Pero la «idea de
estado peculiar. la felicidad de un pollo consiste en desarrollarse para llegar a ser
caballo» no es más que un concepto que los seres humanos nos hemos formado
ave madura, cumpliendo así con su funcionalidad propia, con su “tarea”, con su
después de ver un cierto número de caballos. Eso quiere decir que la «idea» o la
plan. La felicidad humana, aquello a lo que, según Aristóteles, todos tendemos,
«forma» de caballo no existen en sí. «Forma» del caballo es, para Aristóteles, las
consiste en poder cumplir nuestra función específica, nuestra tarea de humanos,
cualidades del caballo o lo que hoy en día llamamos especie. Para ser más preciso:
que no es otra que la de dirigir nuestra conducta, nuestra vida, desde la razón.
con «forma» del caballo, Aristóteles quiere designar lo que es común para todos
Cuanto más racionales seamos -o nos dejen ser- tanto más felices seremos. No se
los caballos. [...] Para Aristóteles las formas de las cosas son como las cualidades
trata , claro, de una razón teórica, sino del cálculo sabio, prudente acerca de las
específicas de las cosas. Esto quiere decir que Aristóteles está en desacuerdo con
decisiones que tenemos que ir tomando, para que éstas se ajusten siempre a un
Platón en que la Idea de «gallina» sea anterior a la gallina. Lo que Aristóteles llama
ideal de moderación y mesura. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la
«forma de gallina», está presente en cada gallina, como las cualidades específicas
razón en occidente.
de la gallina [...]. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991).
Teleología en Aristóteles.
Efectivamente, si se observan los procesos vitales parece que una ley de finalidad
los preside, los dirige. Desde las plantas a los mamíferos superiores, el desarrollo
de un organismo supone la paulatina complicación en aras de una finalidad,
alcanzar un estado de madurez, de perfección orgánica, tras de la cual se producirá
la corrupción orgánica y la muerte. “¿Por qué hay cambio?”, se pregunta
Aristóteles. Y él mismo se da cuenta de lo erróneo de la pregunta. Más bien hay que
preguntar “¿para qué hay cambio?”, como parecen indicarnos los procesos vitales.
Cada vez que algo cambia (o se mueve) avanza un paso en el cumplimiento de un
plan. Somos (toda la realidad) una materia que va adquiriendo sucesivas formas:
14
S ECCIÓN 4
Los epicúreos
Epicuro nace en Samos en 341 a.C. y muere en Atenas hacia el 270. Muy joven se inicia en el
estudio de la filosofía del atomista Demócrito. En el año 306 funda el Jardín de Atenas, villa en la
que acoge a sus discípulos y amigos, que viven en comunidad y llevan una vida frugal y sobria, a
ejemplo del maestro. Hombre de porte y gustos refinados, con gran dominio sobre sí mismo,
siempre sereno aun en la dolorosa enfermedad que sufre en la vejez. Ana María Andaluz, Historia
de la Filosofía a partir de los textos (1991).
familiarizados con sus propias virtudes, acogen a los que les son semejantes,
considerando como extraño lo que les es discorde.
Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y
todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos. Por lo
cual el recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la
mortalidad de la vida, no porque añada una temporalidad infinita sino porque
elimina el ansia de inmortalidad. Nada temible hay en efecto, en el vivir para quien
ha comprendido realmente que nada temible hay en el no vivir. De suerte que es
necio quien dice temer la muerte, no porque cuando se presente haga sufrir, sino
Clase 11. En la que descubriremos el fármaco que cura el temor a los dioses y a
porque hace sufrir en su demora. En efecto, aquello que con su presencia no
la muerte.
perturba, en vano aflige con su espera. Así pues, el más terrible de los males, la
Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues
nadie es joven o viejo para la salud de su alma. El que dice que aún no es edad de
filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha llegado o que ya
pasó el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el
joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el
recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su
impavidez ante el futuro. Necesario es, pues, meditar lo que procura la felicidad, si
cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hacemos por
poseerla.
Tú medita y pon en práctica los principios que siempre te he aconsejado, teniendo
muerte, nada es para nosotros, porque cuando nosotros somos, la muerte no está
presente y, cuando la muerte está presente, entonces ya no somos nosotros. En
nada afecta, pues, ni a los vivos ni a los muertos, porque para aquellos no está y
éstos ya no son. Pero la mayoría unas veces huye de la muerte como del mayor mal
y otras veces la prefiere como descanso de las miserias de la vida. El sabio, por el
contrario, ni rehúsa la vida ni le teme a la muerte; pues ni el vivir es para él una
carga ni considera que es un mal el no vivir. Y del mismo modo que del alimento
no elige cada vez el más abundante sino el más agradable, así también del tiempo,
no del más duradero sino del más agradable disfruta. Quien recomienda al joven
vivir bien y al viejo morir bien es necio no sólo por lo agradable de la vida, sino
también por ser el mismo el cuidado del bien vivir y del bien morir. Epicuro, Carta
a Meneceo.
presente que son elementos indispensables de una vida feliz. Considera en primer
lugar a la divinidad como un ser viviente incorruptible y feliz, según la ha grabado
en nosotros la común noción de lo divino, y nada le atribuyas ajeno a la
inmortalidad o impropio de la felicidad. Respecto a ella, por el contrario, opina
todo lo que sea susceptible de preservar, con su incorruptibilidad, su felicidad. Los
dioses ciertamente existen, pues el conocimiento que de ellos tenemos es evidente.
No son, sin embargo, tal como los considera el vulgo porque no los mantiene tal
como los percibe. Y no es impío quien suprime los dioses del vulgo, sino que
atribuye a los dioses las opiniones del vulgo, pues no son sino falsas suposiciones
los juicios del vulgo sobre los dioses. De ahí que de los dioses provengan los más
grandes daños y ventajas; en efecto, aquellos que en todo momento están
15
las falsas opiniones de las que procede la gran perturbación que se apodera del
Clase 12. En la que descubriremos qué vínculo hay entre el placer y la felicidad.
alma.
Parte de nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los
El más grande bien es la prudencia, incluso mayor que la filosofía. De ella nacen las
naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los necesarios, unos lo son para
demás virtudes, ya que enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir
la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros para la vida misma.
sensata, honesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir con
Conociendo bien estas clases de deseos es posible referir toda elección a la salud
placer. Las virtudes están unidas naturalmente al vivir placentero, y la vida
del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello consiste la vida feliz. Pues
placentera es inseparable de ellas.
actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido
ya no necesitamos de nada más.
Por eso decimos que el placer es el principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos
reconocido como bien primero y connatural, y a partir de él hacemos cualquier
elección o rechazo, y en él concluimos cuando juzgamos acerca del bien, teniendo
la sensación como norma o criterio. Y puesto que el placer es el bien primero y
connatural, no elegimos cualquier placer, sino que a veces evitamos muchos
placeres cuando de ellos se sigue una molestia mayor. Consideramos que muchos
dolores son preferibles a los placeres, si, a la larga, se siguen de ellos mayores
placeres. Todo placer es por naturaleza un bien, pero no todo placer ha de ser
aceptado. Y todo dolor es un mal, pero no todo dolor ha de ser evitado siempre.
Hay que obrar con buen cálculo en estas cuestiones, atendiendo a las
consecuencias de la acción, ya que a veces podemos servirnos de algo bueno como
de un mal, o de algo malo como de un bien.
La autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para que siempre nos
sirvamos de poco, sino para que cuando no tenemos mucho nos contentemos con
ese poco; ya que más gozosamente disfrutan de la abundancia quienes menos
necesidad tienen de ella, y porque todo lo natural es fácil de conseguir y lo
superfluo difícil de obtener. Los alimentos sencillos procuran igual placer que una
comida costosa y refinada, una vez que se elimina el dolor de la necesidad.
Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los
placeres de los viciosos -como creen algunos que ignoran, no están de acuerdo o
interpretan mal nuestra doctrina-, sino al no sufrir dolores en el cuerpo ni estar
perturbado en el alma. Porque ni banquetes ni juergas constantes dan la felicidad,
sino el sobrio cálculo que investiga las causas de toda elección o rechazo y extirpa
16
La clase en casa
afueras de la ciudad, rodeada, efectivamente, por un jardín o huerto (motivo que, a
partir de entonces se consagrará en la literatura, junto al del retiro), en el que el
El cálculo de los placeres (o cómo comer chocolate).
grupo de epicúreos, se solazaba mientras filosofaba... o viceversa. No se trataba de
una escuela en sentido académico del término, sino más bien de un lugar apacible
Epicuro fundó alrededor del año 300 una escuela filosófica en Atenas (la escuela
para que una reducida comunidad de amigos viviera en paz meditando y
de los epicúreos). Desarrolló la ética del placer de Arístipo y la combinó con la
disfrutando. Porque la filosofía es una actividad útil, a juicio de Epicuro, para
teoría atomista de Demócrito. Se dice que los epicúreos se reunían en un jardín,
quien nadie es ni demasiado joven ni demasiado viejo par filosofar: ¿y cuál es la
razón por la cual se les llamaba «los filósofos del Jardín». Se dice que sobre la
utilidad y provecho de semejante actividad? Algo que ya había sospechado
entrada al jardín colgaba una inscripción con las palabras «Forastero, aquí estarás
Sócrates: procurarse la salud del alma (quizás nosotros diríamos hoy la “salud
bien. Aquí el placer es el bien primero». Epicuro decía que era importante que el
mental”). Hay, pues, para Epicuro, en la filosofía, una profilaxis y una terapéutica
resultado placentero de una acción fuera evaluado siempre con sus posibles efectos
convenientes a nuestra alma, a nuestro espíritu, a nuestra mente. Por eso desde el
secundarios. Si alguna vez te has puesto mala por haber comido demasiado
propio círculo de seguidores se hablaba de un tetrafármaco epicúreo, una
chocolate, entenderás lo que quiero decir. Si no, te propongo el siguiente ejercicio:
cuádruple medicina o remedio, auténtica panacea que, como el bálsamo de
coge tus ahorros y compra chocolate por valor de 200 euros (suponiendo que te
Fierabrás de don Quijote , evitaría y curaría de todo mal: “no ha que temer a los
guste el chocolate). Es muy importante para el ejercicio que te comas todo el
Dioses (ellos están a lo suyo); no hay que temer a la muerte (es pura
chocolate de una sola vez. Aproximadamente media hora más tarde entenderás lo
insensibilidad); el bien es fácil de procurar; el mal es fácil de soportar”. Estos
que Epicuro quería decir con «efectos secundarios». Epicuro también decía que un
principios, deducidos de la sabiduría que llega a quien filosofa, procurarán la
resultado placentero a corto plazo tiene que evaluarse frente a la posibilidad de un
felicidad, la eliminación de toda preocupación de toda angustia, de todo dolor;
placer mayor, más duradero o más intenso a más largo plazo. (Por ejemplo si
ataraxia le llamaban ellos. Porque el fundamento de esta felicidad no es otro que
decides no comer chocolate durante un año entero porque eliges ahorrar todo tu
el placer.
dinero para comprar una bici nueva o para unas carísimas vacaciones en el
constructora de paraísos artificiales? Nunca estuvo una filosofía más alejada de
extranjero.) Al contrario que los animales, los seres humanos tienen la posibilidad
todo esto que el epicureísmo. El placer es la ausencia de dolor, un bienestar que no
de planificar su vida. Tienen la capacidad de realizar un «cálculo de placeres». Un
consiste tanto en sentir o experimentar sensaciones (en hacer algo) como en
chocolate delicioso es, evidentemente, un valor en sí, pero también lo son la
alcanzar un equilibrio anímico, mental o psíquico, estable, antidoloroso. [...]
bicicleta y el viaje a Inglaterra. No obstante, Epicuro señaló que el «placer» no
Epicuro nos traza un austero plan de vida para que alcancemos esa felicidad
tenía que ser necesariamente un placer sensual, como, por ejemplo, comer
placentera, que no reside tanto en tener como en ser. Y lo fundamental de
chocolate. También pertenecen a esta categoría valores tales como la amistad y la
semejante plan consiste en el cálculo del placer que puedo obtener cuando soy
contemplación del arte. Condiciones previas para poder disfrutar de la vida eran
consciente de mis deseos y necesidades reales. Sólo los deseos naturales y
los viejos ideales griegos tales como el autodominio, la moderación y el sosiego,
necesarios han de mover nuestros afanes. Magdalena García, Luces y sombras. El
pues hay que frenar el deseo. De esta manera también la calma nos ayudará a
sueño de la razón en occidente.
¿Equivale esto a una declaración escapista, transfuga de la realidad,
soportar el dolor. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991).
Jardines, tetrafármacos y un poco más sobre el cálculo de los placeres.
Tenía treinta y cinco años cuando fundó su escuela, a la que se acabaría
conociendo, metonímicamente, como el Jardín, por encontrarse en una casa a las
17
S ECCIÓN 5
Los estoicos
El fundador de la escuela estoica, llamada así porque nace en la Stoa, en los pórticos de Atenas, es
Zenón de Citio (335-263 a. C.); le suceden Cleanto y Crisipo, que sistematiza la doctrina. El
estoicismo se difunde en la época imperial romana, con el cordobés Séneca, el emperador Marco
Aurelio o Epícteto.
bastante vehemente, entendiéndose por «vehemente» el que está lejos de la
serenidad de la naturaleza. Cicerón, Disputaciones tusculanas.
Entre los vicios y las enfermedades pone Zenón la misericordia. El sabio nunca se
mueve por benevolencia; nunca perdona el delito de nadie; nadie es misericordioso
si no es tonto y frívolo; no es propio de un varón ser doblegado por súplicas ni ser
aplacado. Cicerón, Disputaciones tusculanas.
Clase 13. En la que entenderemos qué significa vivir conforme a la naturaleza.
Zenón fue el primero que, en el libro De la naturaleza del hombre, dice que el fin
es vivir conforme a la naturaleza, que quiere decir vivir según la virtud, puesto que
la naturaleza nos conduce a ella... así mismo, que vivir según la virtud es lo mismo
que vivir según la experiencia de las cosas acaecidas conforme a la naturaleza,
como dice Crisipo en el Libro I De los fines, pues nuestra naturaleza es una parte
de la naturaleza universal. Así, el fin viene a ser el vivir conforme a la naturaleza,
que es según la virtud propia y la de todos, no haciendo nada de lo que suele
prohibir la ley común, que es la recta razón a todos extendida. Diógenes Laercio,
Vidas de filósofos célebres.
Los estoicos sostienen que la virtud es cierta disposición permanente de la parte
principal del alma y una fuerza generada por la razón; más aún, suponen que ella
misma es razón armónica, firme e inmutable. Y piensan que lo pasional e irracional
no está separado de lo racional por alguna divergencia y por la naturaleza del alma,
sino que la misma parte del alma a la que llaman pensamiento y guía,
completamente mudada y transformada en las pasiones y en los cambios
referentes a la disposición y el hábito, engendra el vicio, igual que la virtud, sin
tener en sí nada de irracional, pero que se llama «irracional» cuando se deja llevar
por un exceso de deseo, se torna violenta y prevalece con alguna extravagancia
sobre la razón persuasiva. Y que, por consiguiente, la pasión es una razón perversa
e impúdica, que extrae su vehemencia y su fuerza de una elección vil y equivocada.
Plutarco, Sobre la virtud moral.
La definición de la perturbación, que considero bien utilizada por Zenón. Así, en
efecto, la define: la perturbación es un sacudimiento del alma, desviado de la razón
y contrario a la naturaleza, o, más brevemente, la perturbación es un apetito
18
Clase 14. En la que aprenderemos a distinguir entre la sabiduría y la
ignorancia.
Paréceles, en efecto, a Zenón y a los filósofos estoicos que lo siguen que hay dos
clases de hombres, la de los sabios y la de los ignorantes; que es propio de los
sabios practicar las virtudes durante toda la vida, y de los ignorantes practicar los
vicios. Por eso, a los unos les corresponde acertar siempre en todas las cosas que
emprenden, y a los otros, equivocarse. Y el hombre sabio, aprovechando las
experiencias de la vida en las cosas que realiza, todo lo hace bien, con sabiduría y
templanza y conforme a las demás virtudes; el ignorante, por el contrario, [todo lo
hace mal]. Y el sabio es grande, crecido, alto y poderoso. Grande, porque puede
lograr las cosas que residen y están bajo su albedrío; crecido, porque está bien
desarrollado en todas las direcciones; alto, porque participa de la elevación que
corresponde a un varón noble y sabio; poderoso, porque conserva la fuerza que le
ha tocado, y se hace invencible e inexpugnable. Por eso, ni es obligado por nadie ni
a nadie obliga; no es impedido ni impide; no sufre violencia de nadie ni a nadie
hace violencia; no domina ni es dominado; no perjudica a nadie ni él mismo es
perjudicado; no tropieza con los malos [ni hace que otro tropiece con ellos]; no es
engañado ni engaña a otro; no miente ni ignora ni [nada] se le oculta, ni, en
general, acoge lo falso. Es, en gran manera, feliz, afortunado, dichoso, rico,
piadoso, amigo de los dioses, venerable, regio, apto para el mando militar, sociable,
buen administrador de la casa y del dinero. Los ignorantes poseen todas [las]
cualidades contrarias a éstas. Estobeo, Églogas.
Si la pobreza es un mal, ningún mendigo puede ser feliz, aunque sea sabio. Pero
Zenón se atrevió a decir que éste no sólo es feliz, sino también rico. Cicerón, En
defensa de Murena.
Sólo los sabios, aunque muy indigentes, son ricos. Sólo los sabios, aunque muy
contrahechos, son hermosos. Cicerón, En defensa de Murena.
19
La hora feliz
a los seguidores de estas enseñanzas como los filósofos de la Estoa o, simplemente,
los estoicos. Ya el lugar elegido por Zenón nos dice algo del carácter de esta
La virtud como único bien.
filosofía, que pretende llegar a todo el mundo, exhortando al cambio desde la
predicación doctrinal y la presentación modélica de un modo de vida. Se trata de ir
Únicamente al hombre, como ser racional, le está dado conocer el gobierno de la
al encuentro del gran público, de ahí su ubicación en el ágora auténtico ombligo de
ley divina y orientarse por ella en su actuación consciente. De ahí que la vida de
la vida ateniense, como lo hizo Sócrates.
acuerdo con la naturaleza sea la palabra clave de la ética estoica. Puesto que el
hombre es un ser racional por su naturaleza, la vida de acuerdo con la naturaleza
¿Y cuál es el mensaje que el estoico pretende lanzar a la vox populi griega? Que
es, para el hombre, una vida de acuerdo con la razón. En esto consiste la única
somos parte integrante de una totalidad ordenada, armónica, el cosmos,
virtud, y en esto consiste la única felicidad. Todo ello significa lo mismo.
gobernado por una única ley universal -el logos- de carácter eminentemente
racional, con rasgos divinos; y a ese orden gobernado por semejante ley debemos
Semejante virtud es el único bien. Frente a ella, hay un solo mal; la perversidad
plegarnos, someternos voluntariamente. Tenemos con la naturaleza la misma
que consiste en la vida no conforme a la razón, y por ello no conforme a la virtud.
relación de sumisión y dependencia que una piedra una planta o un pájaro. Sólo
Todo lo demás: la vida, la salud, las posesiones, el honor, que los otros tanto
que nosotros poseemos una dignidad peculiar, que compartimos con la Razón
estiman, igual que la edad, la enfermedad, la muerte, la pobreza, la servidumbre, el
legisladora: su racionalidad; y esta capacidad, lejos de ser un trampolín para
deshonor, de los que los demás abominan, no es para los estoicos ni bueno ni malo,
intentar subvertir ese orden determinado y necesario, ha de poder permitirnos
sino indiferente.
cumplir con nuestro papel en la naturaleza con plena consciencia, sabiduría y
dignidad. Así, la felicidad para los estoicos también es sinónimo de sabiduría
Se trata, pues, sólo de reconocer qué es lo bueno, qué es lo malo y qué es lo
obtenida mediante la filosofía, puesto que esta nos enseña a “vivir conforme a la
indiferente. Tanto en el conocimiento de los valores correctos como en nuestro
naturaleza”; en ese mandato radica la única virtud y, por lo mismo, la única
afán de orientarnos en la acción por los valores conocidos, somos estorbados por
felicidad.
los afectos (instintos, pasiones). Ellos turban la razón, hacen que lo indiferente o lo
malo nos aparezca como valioso y nos impulsa a aspirar a ellos. La tarea del ser
En las convulsiones de un mundo en crisis, como era el del periodo helenístico, en
humano es, por ello, la lucha continuada contra los afectos. El fin de la virtud solo
el que uno podía acostarse rico y amanecer pobre -o no amanecer en absoluto- el
se logra cuando estos han sido superados y el alma está libre de pasiones. A este
estoicismo es la réplica a la posible desesperación. Es el culto a la resignación
estado los estoicos le llaman ausencia de pasión (en griego, apatheia; de ahí
soberana, dueña de sí misma, autosuficiente. “Aguantar el tipo”, “mantenerse
nuestras palabras “apatía” y “apático”). Joachim Störing, Historia universal de la
firme”, “no querer cambiar el curso de las cosas” (que, por supuesto, cae fuera del
filosofía.
alcance de nuestras posibilidades), son las consignas de esta sabiduría. Quien deje
de actuar -se entiende que para no intentar violentar el rumbo natural- y soporte
con gallardía los embates, buenos o malos, del destino habrá conseguido que nada
Naturaleza y apátheia.
exterior le afecte y será por tanto, en su imperturbabilidad o apátheia, feliz.
Abstinere et sustinere será la traducción latina de este mandato: no hacer nada y
Zenón de Citio, de origen chipriota, llegó a Atenas a los veintidós y al poco tiempo,
aguantar. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente.
quizá tratando de imitar los encuentros de Sócrates con sus condiscípulos, se
dedicó a difundir sis ideas en el Pórtico Pintado de la plaza ateniense, del ágora.
Como quiera que esa galería recibía en griego el nombre de Stoa Poikile, se conoció
20
C APÍTULO 2
Fe y razón en
la filosofía
del medievo.
De cómo en Europa, a partir del siglo II y
hasta el siglo XIV, los pensadores cristianos trataron de conciliar la racionalidad
propia del filosofar con la fe en la palabra
revelada.
S ECCIÓN 1
seos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole: "Señor, nosotros nos he-
Jesús según San Mateo
ré". Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discí-
mos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitapulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último enga-
El Nuevo Testamento es la parte de la Biblia compuesta por un conjunto canónico (autorizado
por la Iglesia) de libros escritos después del nacimiento de Jesús de Nazaret. Se le designa así desde
Tertuliano en la Iglesia Cristiana. Al contrario del Tanáj o Antiguo Testamento, los cristianos no
tienen esta parte de la Biblia en común con los judíos. El Nuevo Testamento comienza con los cuatro Evangelios, que narran los hechos más importantes de la vida de Jesús y sus enseñanzas. Cada
evangelio recibe el nombre de su autor: Mateo. Marcos, Lucas y Juan. El quinto libro se llama Hechos de los Apóstoles. Contiene una breve historia de las primeras comunidades cristianas y del
nacimiento de la Iglesia. A continuación aparecen 21 Cartas escritas por algunos discípulos a las
primeras comunidades cristianas. El último libro del Nuevo Testamento es el Apocalipsis, que enseña verdades sobre Dios y sobre el futuro del mundo.
ño sería peor que el primero". Pilato les respondió: "Ahí tienen la guardia, vayan y
Clase 1. Donde conoceremos el relato bíblico de la muerte y la resurrección de
Jesús.
tos. El Ángel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el
«Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región.
Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: "Elí, Elí, lemá sabactani",que
significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Algunos de los que
se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". En seguida, uno de
ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta
de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: Espera, veamos si Elías viene
a salvarlo". Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que
habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó,
entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los
hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: "¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!" [...]
Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en
una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en
la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fari-
aseguren la vigilancia como lo crean conveniente". Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la
otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de
tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó
sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas
como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muerCrucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver
el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado
de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán". Esto es lo que
tenía que decirles". Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron
rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto,
Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y,
abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen
a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban,
algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que
había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a
los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: "Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos". Si el
asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y
de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al
verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que
yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo"». San Mateo,
Evangelio, Nuevo testamento (70-100)
22
La hora feliz
avance en la comprensión de la figura de Jesús: es Dios, sin que ello signifique que
no sea hombre, como lo manifiesta el hecho central de su crucifixión».
Dos versiones del mensaje de Jesús en tensión.
«Existieron tensiones entre ambas versiones, como se puede leer en los mismos
«En el Nuevo Testamento pueden encontrarse dos grandes versiones del mensaje
Hechos de los apóstoles, o como se deduce en diversos pasajes de las epístolas de
de Jesús que no son totalmente compatibles. Por una parte está la que podemos
San Pablo. Lo importante es que los años en los que se fue consolidando el mensaje
asociar más directamente al círculo de sus discípulos inmediatos, asentado en
o doctrina cristiana, jamás se renunció a ninguna de las dos versiones y ambas
Jerusalén. Ve en Jesús el Mesías prometido por las escrituras y contempla el reino
permanecen en el Antiguo Testamento». Magdalena García, Luces y sombras. El
como una restauración de la soberanía de Yahve, unida a una destrucción de un
sueño de la razón en occidente.
orden social en el que los privilegiados oprimen a los más débiles. Es un mensaje
teñido de un fuerte nacionalismo político. La muerte de Jesús abre un breve
período de espera antes de la instauración definitiva del Reino, situado en el
futuro, pero en este mundo, en el que los pobres serán saciados y a los ricos se los
despedirá con las manos vacías. De ahí que proponga una ética radical de
interinidad, con absoluta despreocupación por lo más inmediato, abandono de la
familia, puesta en común de las riquezas, desinterés por el trabajo... Los nuevos
cristianos no se consideran fuera del pueblo judío y dirigen a éste en su mensaje
sin prestar excesiva atención a los gentiles. En su formulación más radical, esta
versión del cristianismo acabó posiblemente cuando Jerusalén fue destruida por
los romanos en el año 70».
«La otra versión es elaborada por los judíos que viven alejados de Jerusalén, en
ciudades profundamente helenizadas o romanizadas. Se centra principalmente en
el hecho de la muerte y resurrección para hacer una relectura completa del
mesianismo veterotestamentario [del Antiguo Testamento]. Rompen con el marco
nacionalista judío y consideran que el mensaje de salvación de Jesús va dirigido a
todos los seres humanos, judíos o gentiles. El reino de los Cielos no está ya en el
futuro, sino en el presente: la conversión a Cristo, obra de la fe y la gracia nos
permite vivir aquí y ahora de acuerdo con las expectativas del reino. Esto supone,
por una parte, una clara espiritualización del Reino de los Cielos. Por otra parte
mantiene una venida definitiva de Cristo al final de los tiempos, lo que significa
que los cristianos viven en un tiempo en el que ya se ha cumplido la promesa, pero
todavía no es definitiva. La humanidad tiene una historia que comienza en la
creación, alcanza un momento culminante en la encarnación de Dios y se
desenvuelve en un periodo de espera hasta la consumación de los tiempos en la
resurrección final, momento en el que la creación entera será reconciliada con
Dios, su creador. Por último, llama a Jesús Señor, con lo que muestra un claro
23
S ECCIÓN 2
San Pablo, el apóstol.
Pablo de Tarso, o san Pablo, nace entre el 5 y el 10 d. C., en Tarso de Cilicia (actual Turquía centro-meridional) y muere martirizado bajo el gobierno de Nerón entre los años 58 y 67 en Roma. Es
conocido como el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, o simplemente el Apóstol. Pablo se constituyó en artífice de primer orden en la construcción y expansión del cristianismo en el
Imperio romano; sus epístolas, escritas en los años 50 de nuestra era, forman hoy parte del Nuevo
Testamento.
pientan, porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia,
por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a
todos los hombres al resucitarle de entre los muertos. Y cuando oyeron de la resurrección de los muertos, algunos se burlaban, pero otros dijeron: Te escucharemos
otra vez acerca de esto. Entonces Pablo salió de entre ellos. Pero algunos se unieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y otros con ellos». Hechos, Nuevo Testamento.
Clase 2. Donde aprenderemos cómo San Pablo difundió la buena nueva cristiana
entre los atenienses.
«Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al
contemplar la ciudad llena de ídolos. Así que discutía en la sinagoga con los judíos
y con los gentiles temerosos de Dios, y diariamente en la plaza con los que estuvieran presentes.También disputaban con él algunos de los filósofos epicúreos y estoicos. Y algunos decían: ¿Qué quiere decir este palabrero? Y otros: Parece ser un predicador de divinidades extrañas -porque les predicaba a Jesús y la resurrección-.
Lo tomaron y lo llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué es esta nueva
enseñanza que proclamas? Porque te oímos decir cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significan. (Pues todos los atenienses y los extranjeros de visita allí,
no pasaban el tiempo en otra cosa sino en decir o en oír algo nuevo.) Entonces Pablo poniéndose en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, percibo
que sois muy religiosos en todo sentido. Porque mientras pasaba y observaba los
objetos de vuestra adoración, hallé también un altar con esta inscripción: “Al Dios
desconocido”. Pues lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo. El Dios
que hizo el mundo y todo lo que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres, ni es servido por manos
humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas; y de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre
toda la faz de la tierra, habiendo determinado sus tiempos señalados y los límites
de su habitación, para que buscaran a Dios, si de alguna manera, palpando, le hallen, aunque no está lejos de ninguno de nosotros; porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: “Porque
también nosotros somos linaje suyo. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la naturaleza divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el
arte y el pensamiento humano. Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de
ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arre-
24
La hora feliz
Para esta fecha, el cristianismo ya se había impuesto en las ciudades de todo el
imperio romano, En el campo, paganismo duró más tiempo. De ahí viene la
La propagación y la consolidación del cristianismo.
denominación de los no cristianos como paganos, los que viven en el pagus (en
latín, aldea). Hans Joachim Störing, Historia Universal de la Filosofía (1961).
La propagación del cristianismo se inició con la actividad misionera de los
apóstoles en el primer siglo después de Cristo, sobre todo, los tres viajes de misión
de San Pablo y su estancia final y martirio en Roma. Ya hacia la mitad del siglo II
había comunidades cristianas en todas las partes del imperio romano. Durante
mucho tiempo, el pueblo de Roma y sus gobernantes sólo vieron en los cristianos
gente que despreciaba la religión estatal romana y era enemiga del orden público.
Como el cristianismo era una de las religiones cuya práctica estaba oficialmente
prohibida, sus adeptos se veían obligados a celebrar clandestinamente sus
reuniones y actos religiosos. Esta actitud de secreto tuvo como fatal efecto
contraproducente el que se produjeran algunas calumnias de los cristianos y un
nuevo odio contra ellos. A los estallidos sueltos de la ira popular contra los
cristianos les sucedieron pronto persecuciones estatales organizadas, que muchas
veces eran continuadas sin piedad durante años. De entre los emperadores
romanos, eran a menudo los más cultos y los de mayor altura moral los que, por
tomarse en serio su tarea de preservar el viejo orden imperial y social frente a la
amenaza del cristianismo, más duramente procedían contra los cristianos. Las
persecuciones más duras tuvieron lugar bajo los emperadores Nerón, Domiciano,
Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio, Septimio Severo, Decio, Valeriano
y Diocleciano, es decir, desde el siglo I hasta el IV. Son infinidad los que tuvieron
que abjurar de su fe o padecer horribles martirios. Es notorio que las persecuciones
no acabaron con el cristianismo, sino que, al final, terminaron por hacerlo más
fuerte. Pues mucho más numerosos que los que morían o eran obligados a abjurar
por los horribles castigos eran aquellos a los que la grandeza moral y la
perseverancia de los mártires ganaba para la nueva fe. Su fuerza atraía
precisamente a los espíritus más profundos y a los caracteres más audaces. El
mártir, soldado de Cristo que sufría la muerte por sus convicciones, era el modelo y
el cristiano perfecto.
Bajo el emperador Constantino el Grande (323-337), el cristianismo fue reconocido
por el Estado, y a partir de entonces, con la interrupción de Juliano el Apóstata,
favorecido frente al paganismo. La definitiva victoria externa del cristianismo la
marca la prohibición general de sacrificios paganos, promulgada en el año 392.
25
S ECCIÓN 3
Los apologistas cristianos
Justino y Tertuliano. En el siglo II de nuestra era se desató una gran ola de persecución contra
los cristianos. Ante la situación, los apologistas Justino y Tertuliano defendieron la fe cristiana intentando demostrar a las autoridades romanas y a la opinión pública que su religión no era como la
pintaban. Su finalidad era hacer frente a sus enemigos, refutar sus supuestas calumnias y dar a conocer las virtudes del cristianismo.
Clase 3. Donde aprenderemos cómo hacerse amigos.
«Cuanto han dicho los filósofos y los poetas acerca de la inmortalidad del alma y de
la contemplación de las cosas celestes, lo han tomado de los profetas del Antiguo
Testamento. De ahí que parezca que hay en ellos unas semillas de verdad que no
fueron bien comprendidas, porque se contradicen unos a otros. [...] Nosotros, en
cambio, hemos recibido la enseñanza de Cristo, que es el Lógos de quien participa
todo el género humano. Y así, quienes vivieron en conformidad con el Lógos, son
cristianos, aun cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió entre los griegos
con Sócrates y Heráclito. [...] Y del Lógos que habló por los profetas tomó Platón
cuanto dijo acerca de que Dios creó el mundo transformando una materia informe
[...] En cuanto a los estoicos, se muestran moderados en su ética, gracias a la semilla del Lógos, que se encuentra ingénita en todo el género humano». Justino, Apología, I (150-155)
26
Clase 4. Donde aprenderemos como hacer limpieza.
«Quédese para Atenas esta sabiduría manipuladora y adulteradora de la verdad,
por por donde anda la múltiple diversidad de sectas contradictorias entre sí con
sus diversas herejías. Pero, ¿qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué relación
hay entre la Academia y la Iglesia? ¿Qué tienen que ver los herejes y los cristianos?
Nuestra escuela es la del pórtico de Salomón, que enseñó que había que buscar al
Señor con la simplicidad del corazón. […] No tenemos necesidad de curiosear, una
vez que vino Jesucristo, ni hemos de investigar después del Evangelio. Creemos y
no deseamos más allá de la fe: porque lo primero que creemos es que no hay nada
que debamos creer más allá del objeto de la fe». Tertuliano, La prescripción de los
herejes, VII (200).
27
S ECCIÓN 4
San Agustín: pasión y conversión
de la verdad, la cual se percibe por la inteligencia mediante las cosas visibles».
Agustín de Hipona, Confesiones, VII, 10 (397-401).
Agustín de hipona. Nace en Tageste, ciudad norteafricana por entonces parte del imperio romano. Desde su juventud se empeña en responder al problema de la verdad y el recto proceder en la
vida; pasa por diversos sistemas filosóficos hasta que en 387 se convierte al cristianismo, acontecimiento que marca su vida. En sus Confesiones explica con sinceridad y fuerza literaria el largo camino que recorre hasta llegar a Cristo. Se le considera, uno de los cuatro padres de la iglesia latina;
escritores cristianos que, en los primeros siglos de nuestra era, consolidaron teóricamente al cristianismo y fortalecieron a una iglesia aun frágil.
Clase 4. En la que aprenderemos a buscar tesoros en nuestro interior.
«Y amonestado por ello [los libros platónicos] a retornar a mí mismo, entré en mi
interior guiado por ti, y pude hacerlo porque tú te hiciste mi ayuda. Entré y vi con
el ojo de mi alma, sea el que fuere, sobre ese mismo ojo de mi alma, sobre mi mente, una luz inmutable, no esta vulgar y visible a todo ojo corpóreo [...] No era esto
aquella luz, sino algo distinto, muy distinto de todas estas luces. Ni estaba sobre mi
mente como el aceite está sobre el agua o el cielo sobre la tierra, sino como realidad
superior, porque ella me hizo a mí, siendo yo inferior, por ser criatura suya. Quien
conoce la verdad, conoce esa luz, y quien conozca esa luz conoce la eternidad. La
caridad le conoce. Oh, eterna verdad y verdadera caridad y amada eternidad. Tu lo
eres, Dios mío, por ti suspiro día y noche. Y cuando por primera vez te conocí, tú
me tomaste para que viera que existe lo que habría de ver, pero aún no estaba en
condiciones de ver. Y golpeaste hiriendo mi débil mirada al dirigir tus rayos con
ímpetu sobre mí, y me estremecí de amor y de horror. Y descubrí que me hallaba
lejos de ti en la región de la desemejanza, como si oyera tu voz desde lo alto: “Soy
manjar de grandes: cree y me comerás. Pero tú no me convertirás en ti, como el
alimento en carne tuya, sino que tú te mutarás en mí”. Y comprendí entonces que
tú corregiste al hombre por su iniquidad e hiciste que mi alma se deshilvanara como una tela de araña, y dije: ¿Acaso es nada la verdad porque no se extiende por
espacios finitos o infinitos de lugares? Y tu me gritaste de lejos: “Más bien, yo soy
el que soy”. Y oí esto como se oye en la interioridad del corazón. Y ya no había en
absoluto por qué dudar, y más fácilmente dudaría de que vivo que de la existencia
28
Clase 5. En la que aprenderemos a dejarnos (o no dejarnos) iluminar
Visible es la tierra, y lo mismo que la luz; pero aquella no puede verse si no está iluminada por ésta. Luego tampoco lo que se enseña en las ciencias como verdades
certísimas puede ser entendido sin la radiación de un sol especial. Así pues, del mismo modo que en el sol visible podemos notar tres cosas -que existe, que esplende y
que ilumina- del mismo modo se han de considerar tres cosas en el secretísimo sol
divino que deseamos conocer: que existe, que resplandece en el entendimiento y
que hace inteligibles todas las demás. San Agustín, Soliloquios.
Pero ¿qué es lo que yo amo cuando os amo? No es hermosura corpórea ni bondad
transitoria, ni luz material agradable a estos ojos; no suaves melodías de cualesquiera canciones; no la gustosa fragancia de los flores, ungüentos o aromas; no la dulzura del maná, o la miel, ni finalmente, deleite alguno, que pertenezca al tacto o a
otros sentidos del cuerpo. Nada de eso es lo que amo, cuando amo a mi Dios; y no
obstante eso, amo una fragancia, un cierto manjar y un cierto deleite cuando amo a
mi Dios, que es la luz, melodía, fragancia, alimento y deleite de mi alma. Resplandece entonces en mi alma una luz que no ocupa lugar; se percibe un sonido que no lo
arrebata el tiempo; se siente una fragancia que no la esparce el aire; se recibe gusto
de un manjar que no se consume comiéndose; se posee estrechamente un bien tan
delicioso, que por más que se goce y se sacie el deseo, nunca puede dejarse por fastidio. Pues todo esto es lo que amo, cuando amo a mi Dios. San Agustín, Confesiones, Libro X, 6 (397-401).
29
La hora feliz
ro él opinaba que antes de crear Dios el mundo, las “ideas” existían en los pensamientos de Dios. Incorporó de esta manera las ideas platónicas en Dios, salvando
Confesiones: la autobiografía y el encuentro.
así el pensamiento platónico de las ideas eternas.
Fecisti nos ad Te et iniquietum est cor nostrum, donec requiescar in Te. (“Nos has
Pero esto demuestra como San Agustín y otros Padres de la Iglesia se esforzaron al
creado a tu medida, Señor, y nuestro corazón permanece inquieto hasta que
máximo por unificar la manera de pensar judía con la griega. En cierta manera fue-
descansa en ti”). Esta frase incomparable figura al comienzo de las Confesiones de
ron ciudadanos de dos culturas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991)
Agustin Augustino, el pensador más profundo y la personalidad más vigorosa de la
patrística; en esta obra describe, en forma de una única oración y en trece libros, su
vida hasta el momento de su conversión. E inquieta, prendida en una incesante
búsqueda y en algunos extravíos fue de hecho su vida, hasta que encontró en el
cristianismo la paz interior. Joachim Störing, Historia Universal de la Filosofía.
Propagación y consolidación del cristianismo.
El cristianismo de San Agustín tiene fuertes rasgos de la manera de razonar del
platonismo. Así comprenderás, que no se trata de ninguna ruptura traumática con
la filosofía griega, aunque estemos entrando en la Edad cristiana. Gran parte de la
filosofía griega fue llevada a la nueva época a través de los Padres de la Iglesia
como San Agustín.
Evidentemente él mismo opinaba que era cien por cien cristiano. Pero no veía una
gran distinción entre el cristianismo y la filosofía de Platón. Pensó que la coincidencia entre la filosofía de Platón y la doctrina cristiana era tan clara que se preguntaba si Platón no habría conocido partes del Antiguo Testamento. Esto es muy dudoso, claro está. Podríamos decir que fue San Agustín el que “cristianizó” a Platón.
Señaló que, en cuestiones religiosas, la razón sólo puede llegar hasta unos limites.
El cristianismo también es un misterio divino al que sólo nos podemos acercar a
través de la fe. Pero si creemos en el cristianismo, Dios “iluminará” nuestra alma
para que consigamos unos conocimientos sobrenaturales de Dios. El mismo San
Agustín había descubierto que la filosofía sólo podía llegar hasta ciertos límites.
Hasta que no se convirtió al cristianismo, su alma no encontró la paz. “Nuestro corazón está intranquilo hasta encontrar descanso en Ti”, escribe.
Es verdad que San Agustín piensa que Dios creó el mundo de la nada. Esta es una
y consolidación del cristianismo.
Para Agustín, al igual que para sus contemporáneos preocupados por la difícil situación del Imperio [romano], la filosofía es ante todo la búsqueda de la felicidad; hay
una adecuación entre el verdadero filósofo y el hombre realmente feliz, recogiendo
la larga tradición del ideal del sabio. Eso lo lleva a afirmar que existe también una
perfecta adecuación entre el filósofo y el cristiano, pues sólo el cristianismo, que
nos conduce al sumo bien, nos proporciona la la felicidad que la sabiduría clásica
sólo puede vislumbrar. Por otra parte, esta búsqueda de la sabiduría-felicidad es
una tarea que corresponde a todas las personas y no se agota en una reflexión teórica. No hay conocimiento sin amor; es más, el amor es la auténtica vía del conocimiento que nos permite alcanzar la meta ansiada. Al mismo tiempo, el proceso que
nos conduce a la felicidad es un proceso que se realiza en la profundización de uno
mismo, en la vida interior: en el fondo de nuestra alma nos encontramos con Dios.
Es en lo más profundo de nuestra conciencia donde está presente Dios, haciendo
posible tanto la comprensión de la verdad como el amor al bien. Por último, en ese
esfuerzo del alma por apartarse del mundo y acercarse a la unión con Dios, la fe y
la inteligencia no van separadas sino unidas; se cree para entender y se entiende
para creer, sin que parezca necesario establecer con nitidez los límites entre ambos
campos dado el planteamiento global que preside su vida y su reflexión.
San Agustín insistirá en que el esfuerzo de la razón para remontarse desde lo sensible, mudable y frágil, hasta la verdad inmutable y segura sólo es posible gracias a la
iluminación. Dios es el sol inteligible, el Maestro interior, que con su luz hace posible el conocimiento de la verdad. Dios está, por tanto, presente en cada verdad a la
que accedemos, sin perder con ello nada de su trascendencia absoluta. Es más,
Dios es la realidad plena, el ser mismo, el ser verdadero e inmutable y el bien sumo. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente.
idea bíblica. Los griegos tendían a pensar que el mundo había existido siempre. Pe-
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S ECCIÓN 5
Tomás de Aquino: la razón
recuperada.
Tomás de Aquino entra en la orden de los dominicos con 17 años; pese a la resistencia de su familia, marcha a París y a Colonia para ampliar sus estudios. Su maestro fue Alberto Magno; con él inició la dura aventura de asimilar la imponente obra filosófica de Aristóteles. En lugar de rechazar la
filosofía, quiso convencer de que permite conocer el mundo y defender el cristianismo.
Clase 6. En la que entenderemos por qué razón todas las piezas encajan.
«Para
la salvación humana fue necesario que, además de las materias filosóficas,
cuyo campo analiza la razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera lo
divino. Y esto es así porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la
comprensión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Isaías 64,4: ¡Dios! Nadie ha
visto lo que tienes preparado para los que te aman. Sólo Tú. El fin tiene que ser
conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar. Por
eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina
lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana.
Más aún. Lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa
la revelación divina, ya que, con la sola razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con resultados plagados de errores. Y,
sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la total salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así, pues, para que la salvación llegara a los hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos acerca de lo divino, por revelación divina». Tomás de Aquino, Suma
teológica, I (1266-1276).
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Clase 7. Donde aprenderemos a demostrar la existencia de Dios.
«Vemos que las cosas que carecen de conciencia, como los cuerpos naturales, actúan según una finalidad, y esto se hace patente por el hecho de que actúan siempre, o casi siempre, del mismo modo, para obtener mejores resultados. Por tanto,
se aprecia con claridad que alcanzan su propósito no al azar, sino de manera intencionada. Ahora bien, todo lo que no tiene conocimiento no puede moverse a algún
fin, a menos que esté dirigido por algún ente dotado de conocimiento e inteligencia, como la flecha está dirigida por el arquero. Por eso existe un ser inteligente que
dirige todas las cosas naturales hasta su propio fin.
Es innegable y consta por los sentidos que en el mundo hay cosas que se mueven.
Pues bien, todo lo que se mueve es movido por otro.[…] Pero si lo que mueve a otro
es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y este a su vez otro. Mas
no es posible seguir así indefinidamente, porque así no habría un primer motor y
por consiguiente no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven
más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un
primer motor que no sea movido por ninguno. Y todos entienden que tal motor es
Dios». Tomás de Aquino, Suma Teológica, I (1266-1276).
32
La hora feliz
podemos, con la ayuda de la razón, llegar a las mismas verdades que las que nos
cuenta la Biblia.
Cristianizando a Aristóteles
–¿Como es posible eso? ¿La razón nos puede decir que Dios creó el mundo en seis
días? ¿O que Jesús era hijo de Dios?
Durante toda la Edad Media los árabes tuvieron una viva tradición aristotélica, y
–No, a esa clase de “dogmas de fe”, solo tenemos acceso a través de la fe y de la
desde finales del siglo XII, árabes eruditos iban al norte de Italia, invitados por los
revelación cristiana. Pero Tomás opinaba que también existen una serie de
príncipes de esa región. De esta manera muchos de los escritos de Aristóteles
“verdades teológicas naturales”. Con esto se refería a verdades a las que se puede
fueron conocidos y poco a poco traducidos del griego y del árabe al latín. Esto
llegar tanto a través de la revelación cristiana como a través de nuestra razón
despertó un nuevo interés por cuestiones científicas, además de revivir la antigua
innata o natural. Una verdad de ese tipo es, por ejemplo, la que dice que hay un
polémica sobre la relación entre las revelaciones cristianas y la filosofía griega. En
Dios. Tomás opinaba que hay dos caminos que conducen a Dios. Un camino es a
los asuntos de ciencias naturales ya no se podía pasar por alto a Aristóteles. ¿Pero
través de la fe y la revelación. El otro camino es a través de la razón y las
en que ocasiones había que escuchar al filósofo y en cuales había que apoyarse
observaciones hechas con los sentidos. Bien es verdad que, de estos caminos, el de
exclusivamente en la Biblia? ¿Me sigues?
la fe y la revelación es el más seguro, porque es fácil desorientarse si uno se fía
Sofía asintió brevemente, y el monje prosiguió.
exclusivamente de la razón. Pero el punto clave de Tomas es que no tiene que
–El filósofo más grande y más importante de la Alta Edad Media fue Tomás de
haber necesariamente una contradicción entre un filósofo como Aristóteles y la
Aquino, que vivió de 1225 a 1274. Nació en la pequeña ciudad de Aquino, entre
doctrina cristiana. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía.
Roma y Nápoles, pero trabajó también como profesor de filosofía en la universidad
de Paris. Lo llamo “filósofo”, pero también fue, en la misma medida, teólogo. En
aquella época no había en realidad una verdadera distinción entre “filosofía” y
Aquino y el filósofo.
“teología”. Para resumir podemos decir que Tomás de Aquino cristianizó a
Aristóteles de la misma manera que San Agustín había cristianizado a Platón al
Aquino es, por un lado, un ferviente admirador de Aristóteles, en quien ve una
comienzo de la Edad Media.
auténtica mina de ideas y sugerencias; en sus obras, Aristóteles será citado como el
–¿No era un poco raro cristianizar a filósofos que vivieron muchos cientos de años
Filósofo sin más y procurará tener traducciones directas del griego, sin el paso
antes de Jesucristo?
intermedio del árabe. Pero también es un hombre de fe, incluso con algunas
–En cierta manera si. Pero cuando hablamos de la «cristianización» de los dos
inclinaciones místicas que al final de sus días lo llevarán a renunciar a escribir. [...]
grandes filósofos griegos queremos decir que fueron interpretados y explicados de
Su posición es, en principio, sencilla. Si Dios nos ha creado y, por tanto, ha creado
tal manera que no se consideraran una amenaza contra la doctrina cristiana. De
nuestra inteligencia, no es posible en ningún caso que la razón, rectamente
Tomás de Aquino se dice que “cogió el toro por los cuernos”.
ejercida, llegue a conclusiones en contradicción con la palabra de Dios. Razón y fe
–No sabía que la filosofía tuviera que ver con las corridas de toros.
tienen sus propios ámbitos de aplicación y sus propios métodos de trabajo, que
–Tomás de Aquino fue de los que intentaron unir la filosofía de Aristóteles y el
deben ser cuidadosamente diferenciados. Pero la verdad es una y no hay que
cristianismo. Decimos que creó la gran síntesis entre la fe y el saber. Y lo hizo
esperar que se den muchos conflictos., por lo que en caso de no coincidencia habrá
precisamente entrando en la filosofía de Aristóteles y tomándole sus palabras. –O
que volver a revisar con cuidado todos los pasos seguidos para descubrir el error
por los cuernos. No he dormido apenas esta noche, de modo que me temo que
cometido en el proceso de argumentación. [...] Dejando esto en claro, podemos
tendrás que explicarte mejor. –Tomás de Aquino pensó que no tenía por qué haber
abordar -piensa Tomás de Aquino- con toda tranquilidad una lectura cristiana de
una contradicción entre lo que nos cuenta la filosofía o la razón y lo que nos revela
Aristóteles. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en
la fe. Muy a menudo el cristianismo y la filosofía nos dicen lo mismo. Por lo tanto
occidente.
33
Clase 5. En la que aprenderemos a dejarnos (o no dejarnos) iluminar
Visible es la tierra, y lo mismo que la luz; pero aquella no puede verse si no está iluminada por ésta. Luego tampoco lo que se enseña en las ciencias como verdades
certísimas puede ser entendido sin la radiación de un sol especial. Así pues, del mismo modo que en el sol visible podemos notar tres cosas -que existe, que esplende y
que ilumina- del mismo modo se han de considerar tres cosas en el secretísimo sol
divino que deseamos conocer: que existe, que resplandece en el entendimiento y
que hace inteligibles todas las demás. San Agustín, Soliloquios.
Pero ¿qué es lo que yo amo cuando os amo? No es hermosura corpórea ni bondad
transitoria, ni luz material agradable a estos ojos; no suaves melodías de cualesquiera canciones; no la gustosa fragancia de los flores, ungüentos o aromas; no la dulzura del maná, o la miel, ni finalmente, deleite alguno, que pertenezca al tacto o a
otros sentidos del cuerpo. Nada de eso es lo que amo, cuando amo a mi Dios; y no
obstante eso, amo una fragancia, un cierto manjar y un cierto deleite cuando amo a
mi Dios, que es la luz, melodía, fragancia, alimento y deleite de mi alma. Resplandece entonces en mi alma una luz que no ocupa lugar; se percibe un sonido que no lo
arrebata el tiempo; se siente una fragancia que no la esparce el aire; se recibe gusto
de un manjar que no se consume comiéndose; se posee estrechamente un bien tan
delicioso, que por más que se goce y se sacie el deseo, nunca puede dejarse por fastidio. Pues todo esto es lo que amo, cuando amo a mi Dios. San Agustín, Confesiones, Libro X, 6 (397-401).
34
La hora feliz
ro él opinaba que antes de crear Dios el mundo, las “ideas” existían en los pensamientos de Dios. Incorporó de esta manera las ideas platónicas en Dios, salvando
Confesiones: la autobiografía y el encuentro.
así el pensamiento platónico de las ideas eternas.
Fecisti nos ad Te et iniquietum est cor nostrum, donec requiescar in Te. (“Nos has
Pero esto demuestra como San Agustín y otros Padres de la Iglesia se esforzaron al
creado a tu medida, Señor, y nuestro corazón permanece inquieto hasta que
máximo por unificar la manera de pensar judía con la griega. En cierta manera fue-
descansa en ti”). Esta frase incomparable figura al comienzo de las Confesiones de
ron ciudadanos de dos culturas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía.
Agustin Augustino, el pensador más profundo y la personalidad más vigorosa de la
patrística; en esta obra describe, en forma de una única oración y en trece libros, su
vida hasta el momento de su conversión. E inquieta, prendida en una incesante
búsqueda y en algunos extravíos fue de hecho su vida, hasta que encontró en el
cristianismo la paz interior. Joachim Störing, Historia Universal de la Filosofía.
Propagación y consolidación del cristianismo.
El cristianismo de San Agustín tiene fuertes rasgos de la manera de razonar del
platonismo. Así comprenderás, que no se trata de ninguna ruptura traumática con
la filosofía griega, aunque estemos entrando en la Edad cristiana. Gran parte de la
filosofía griega fue llevada a la nueva época a través de los Padres de la Iglesia
como San Agustín.
Evidentemente él mismo opinaba que era cien por cien cristiano. Pero no veía una
gran distinción entre el cristianismo y la filosofía de Platón. Pensó que la coincidencia entre la filosofía de Platón y la doctrina cristiana era tan clara que se preguntaba si Platón no habría conocido partes del Antiguo Testamento. Esto es muy dudoso, claro está. Podríamos decir que fue San Agustín el que “cristianizó” a Platón.
Señaló que, en cuestiones religiosas, la razón sólo puede llegar hasta unos limites.
El cristianismo también es un misterio divino al que sólo nos podemos acercar a
través de la fe. Pero si creemos en el cristianismo, Dios “iluminará” nuestra alma
para que consigamos unos conocimientos sobrenaturales de Dios. El mismo San
Agustín había descubierto que la filosofía sólo podía llegar hasta ciertos límites.
Hasta que no se convirtió al cristianismo, su alma no encontró la paz. “Nuestro corazón está intranquilo hasta encontrar descanso en Ti”, escribe.
Es verdad que San Agustín piensa que Dios creó el mundo de la nada. Esta es una
y consolidación del cristianismo.
Para Agustín, al igual que para sus contemporáneos preocupados por la difícil situación del Imperio [romano], la filosofía es ante todo la búsqueda de la felicidad; hay
una adecuación entre el verdadero filósofo y el hombre realmente feliz, recogiendo
la larga tradición del ideal del sabio. Eso lo lleva a afirmar que existe también una
perfecta adecuación entre el filósofo y el cristiano, pues sólo el cristianismo, que
nos conduce al sumo bien, nos proporciona la la felicidad que la sabiduría clásica
sólo puede vislumbrar. Por otra parte, esta búsqueda de la sabiduría-felicidad es
una tarea que corresponde a todas las personas y no se agota en una reflexión teórica. No hay conocimiento sin amor; es más, el amor es la auténtica vía del conocimiento que nos permite alcanzar la meta ansiada. Al mismo tiempo, el proceso que
nos conduce a la felicidad es un proceso que se realiza en la profundización de uno
mismo, en la vida interior: en el fondo de nuestra alma nos encontramos con Dios.
Es en lo más profundo de nuestra conciencia donde está presente Dios, haciendo
posible tanto la comprensión de la verdad como el amor al bien. Por último, en ese
esfuerzo del alma por apartarse del mundo y acercarse a la unión con Dios, la fe y
la inteligencia no van separadas sino unidas; se cree para entender y se entiende
para creer, sin que parezca necesario establecer con nitidez los límites entre ambos
campos dado el planteamiento global que preside su vida y su reflexión.
San Agustín insistirá en que el esfuerzo de la razón para remontarse desde lo sensible, mudable y frágil, hasta la verdad inmutable y segura sólo es posible gracias a la
iluminación. Dios es el sol inteligible, el Maestro interior, que con su luz hace posible el conocimiento de la verdad. Dios está, por tanto, presente en cada verdad a la
que accedemos, sin perder con ello nada de su trascendencia absoluta. Es más,
Dios es la realidad plena, el ser mismo, el ser verdadero e inmutable y el bien sumo. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente.
idea bíblica. Los griegos tendían a pensar que el mundo había existido siempre. Pe-
35
C APÍTULO 3
Dios
Desplazado:
la filosofía
Moderna.
De cómo los filósofos de los siglos XVI y
XVII desarticularon en muy distintos
frentes el teocentrismo cristiano medieval.
S ECCIÓN 1
El giro copernicano
Clase 1. En la que aprenderemos que podemos estar del todo equivocados pese a
contar con buenas razones e incluso tener de nuestro lado la palabra de Dios.
Aristóteles. En su representación astronómica la tierra era esférica y estaba fija en el centro del
universo. Este estaba dividido en dos espacios heterogéneos, el sublunar, en el que dominan la
multiplicidad y el movimiento no circular, y el supralunar, en el que se desplazan circularmente y
a velocidad constante el sol y los planetas en torno a la tierra. El conjunto de las esferas perfectas
del mundo supralunar tenía por límite la esfera de las estrellas fijas.
Ptoloméo. Astrónomo y astrólogo griego que vivió en Alejandría en el siglo II de nuestra era,
Ptolomeo es el autor del Amagesto, un tratado de astronomía en el que perfecciona matemáticamente el modelo astronómico de Aristóteles.
Algunos pasajes del antiguo testamento en los que se hace referencia indirecta al orden del cosmos.
“Pusiste la Tierra sobre sus bases para que ya nunca se mueva de su lugar” (Sal
104, 5). “Dios la afirmó [a la Tierra] para que no se mueva jamás” (Sal 93,1), (I Cr
16,30). “Nace el sol por un extremo del cielo, y avanza por su circuito1 hasta llegar
al otro extremo, sin que nada escape de su calor” (Sal 19,6). “Entonces Josué habló
a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y
dijo en presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón”(Josué, X, 12).
37
Clase 2. En la que aprenderemos a darle la vuelta a todo.
Nicolas Copérnico. Desarrolla y defiende la teoría heliocéntrica, según la cual el sol se encuentra en el centro del universo y la tierra gira en torno a él, contra la creencia de que esta última
permanecía inmóvil en el centro del universo. Los cambios profundos en los campos religioso, filosófico y científico que esta teoría produce fueron denominados revolución copernicana. La obra,
De revolutionibus orbium coelestium, fue impresa por primera vez en 1543 en Nuremberg.
Galileo. En mayo de 1609, Galiléo recibe una carta proveniente de Paris y escrita por un antiguo
estudiante suyo, Jacques Badovere, que le confirma el rumor: un óptico holandés, Lippershey, ha
inventado un telescopio que permite ver los objetos lejanos ampliándolos alrededor de siete veces.
38
La hora feliz
Platón la esfera y el círculo se habían considerado las figuras geométricas más perfectas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991).
Copérnico y la revolución de los orbes celestes.
— Durante toda la Edad Media los hombres habían caminado bajo el cielo mirando
hacia arriba al sol y a la luna, a las estrellas y a los planetas. Pero nadie había dudado de que la Tierra fuera el centro del universo. Ninguna observación había dado
lugar a que se dudase de que la Tierra estaba quieta y que fuesen los cuerpos celestes los que daban vueltas alrededor de ella. A esto lo llamamos «visión geocéntrica
del mundo» es decir, que todo gira alrededor de la Tierra. También la idea cristiana de que Dios dominaba sobre todos los cuerpos celestes contribuyó a mantener
esta visión del mundo.
—Me gustaría que fuera así de sencillo
—Pero en 1543 salió un librito, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, escrito
por el astrónomo polaco Copérnico, que murió el día que salió el libro. Copérnico
sostuvo que no era el sol el que giraba en órbita alrededor de la Tierra, sino al revés. Opinaba que esto era posible basándonos en las observaciones de que se disponía sobre los astros. El que los hombres hubieran pensado que el sol se movía en
una órbita alrededor de la Tierra se debía simplemente a que la Tierra gira alrededor de su propio eje, decía. Señaló que todas las observaciones de los astros eran
mucho más fáciles de comprender si se suponía que tanto la Tierra como los demás
planetas se movían en órbitas circulares alrededor del sol. Es lo que llamamos «visión heliocéntrica del mundo», es decir, que todo gira alrededor del sol.
—Y ésa era una visión correcta del mundo?
—No del todo. Su punto principal, es decir, que la Tierra se mueve en una órbita
alrededor del sol, es evidentemente correcto. Pero también dijo que el sol era el centro del universo. Hoy sabemos que el sol no es más que uno de los innumerables
astros, y que todas las estrellas próximas que nos rodean sólo constituyen una entre miles de millones de galaxias. Copérnico creía además que la Tierra y los demás
planetas hacían movimientos circulares alrededor del sol.
—¿Y no es así?
—No, para lo de los movimientos circulares no contaba con otra base que aquella
vieja idea de que los astros eran completamente redondos y se movían con movimientos circulares simplemente porque eran «celestiales». Desde los tiempos de
Galileo Galileo: la observación de los cielos y el telescopio.
Lo primero que Galileo observó con su telescopio fue la luna. Para su asombro, descubrió que la superficie de la luna no era lisa. Tenía montañas y valles que se correspondían con las características lunares que se conocían desde siempre pero
que no se habían podido explicar. No se produjo mayor conmoción porque siempre se había supuesto que la luna estaba hecha de una substancia perfecta a la que
se llamaba éter. Galileo observó a continuación Júpiter y descubrió sus lunas. De
modo que Júpiter era un pequeño sistema solar que a su vez giraba alrededor de
un cuerpo celeste mayor. Por último, volvió su telescopio hacia el sol y descubrió
curiosas manchas en su superficie. Esas áreas oscuras no eran permanentes. Pudo
ver cómo cambiaban de forma y posición de noche a noche, de mes a mes.
Los cielos, pues, no eran inmutables e indestructibles. Em la luna se habían formado valles y por procesos que, concluyó Galileo, debían ser parecidos a los que se
producían en la Tierra. Júpiter era en sí mismo un sistema planetario en miniatura y puede que hubiera muchos más de esos sistemas que no podía todavía ver con
su primitivo instrumento. Y el sol era una cosa viva sujeta a cambios y que se transformaba ante sus ojos.
En 1611, Galileo fue a Roma a explicar lo que había visto en un tribunal pontificio.
Se llevó su telescopio. A muchos les impresionaron sus descubrimientos, cuyo significado no comprendieron al principio. Pero él les exigió que abrieran los ojos a
las consecuencias. Entre otras cosas, dijo que podía demostrar matemáticamente
que la tierra giraba alrededor del sol y no al revés, que Copérnico estaba en lo cierto y no Ptolomeo. E, insistió, sus observaciones con telescopio demostraban que
los cielos no eran básicamente distintos del mundo sublunar. El éter no existía.
Toda la materia, en todas partes, debía ser la misma o, al menos, muy similar.
“No puede probar tal cosa con sus matemáticas”, le dijo el cardenal Berllamino,
teólogo eminente de la iglesia católica. [...] “La realidad física no la explican las
matemáticas sino las Escrituras y los padres de la Iglesia, dijo el cardenal.
“Mire a través de mi telescopio y véalo usted mismo”, le contestó Galileo. Y Berllamino miró, pero no supo ver. Van Doren, Breve historia del Saber (1991)
39
S ECCIÓN 2
Escritura e interpretación
Galileo. “Por cuanto tú, Galileo, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años
de edad, fuiste denunciado, en 1615, a este Santo Oficio, por sostener como verdadera una falsa
doctrina enseñada por muchos, a saber: que el Sol está inmóvil en el centro del mundo y que la
Tierra se mueve y posee también un movimiento diurno; [...] así como por responder a las objeciones que se suscitan continuamente por las Sagradas Escrituras, glosando dichas Escrituras según
tu propia interpretación”. Sentencia del Tribunal de la Suprema Inquisición contra Galileo Galilei
(1633).
Clase 3. En la que aprenderemos a rebatir a los que aluden a un texto supuestamente sagrado para explicar cómo funciona la naturaleza.
«Me parece que, al discutir los problemas naturales, no se debería partir de la autoridad de los pasajes de la Escritura, sino de la experiencia de los sentidos y de las
demostraciones necesarias. Porque la Sagrada Escritura y la naturaleza proceden
igualmente del Verbo divino, aquélla como dictado del Espíritu Santo, y ésta como
la ejecutora perfectamente fiel de las órdenes de Dios; ahora bien, si se ha convenido en que las Escrituras, para adaptarse a las posibilidades de comprensión de la
mayoría, dicen cosas que difieren con mucho de la verdad absoluta, por gracia de
su género y de la significación literal de los términos, la naturaleza, por el contrario, se adecua, inexorable e inmutablemente, a las leyes que le son impuestas, sin
franquear jamás sus límites, y no se preocupa por saber si sus razones ocultas y sus
maneras de obrar están al alcance de nuestras capacidades humanas. De ello resulta que los efectos naturales y la experiencia de los sentidos que delante de los ojos
tenemos, así como las demostraciones necesarias que de ella deducimos, no deben
en modo alguno ser puestas en duda ni, a priori, condenadas en nombre de los pasajes de la Escritura, aun cuando el sentido literal pareciera contradecirlas. Pues
las palabras de la Escritura no están constreñidas a obligaciones tan severas como
los efectos de la naturaleza, y Dios no se revela de modo menos excelente en los
efectos de la naturaleza que en las palabras sagradas de las Escrituras». Galileo,
Carta a Cristina de Lorena (1615).
40
Spinoza. Por la decisión de los ángeles, y el juicio de los santos, excomulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch de Spinoza, con la aprobación del Santo Dios y de toda esta Santa
comunidad, ante los Santos Libros de la Ley con sus 613 prescripciones, con la excomunión con
que Josué excomulgó a Jericó, con la maldición con que Eliseo maldijo a sus hijos y con todas las
execraciones escritas en la Ley. Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se
acuesta y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa.
Que el Señor no lo perdone. Que la cólera y el enojo del Señor se desaten contra este hombre y
arrojen sobre él todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley. Decreto de excomunión de
Baruch Spinoza (1656).
Clase 4. En la que aprenderemos el sentido profundo de la palabra interpretar.
“El método de interpretar la naturaleza consiste primariamente en elaborar una
historia de la naturaleza y en extraer de ella, como datos seguros, las definiciones
de las cosas naturales; así también, para interpretar la Escritura es necesario diseñar una historia verídica y deducir de ella, cual de datos y principios ciertos, la mente de los autores de la Escritura como una consecuencia lógica.
Como deba ser esta historia y qué es lo principal que debe tener en cuenta lo decimos a continuación: (1) debe contener la naturaleza y propiedades de la lengua en
la que fueron escritos los libros de la Escritura y que solían hablar sus autores; (2)
debe recoger las opiniones de cada libro y anotar todas las que son ambiguas o parecen contradecirse -llamo oscuras o claras aquellas frases cuyo sentido se colige
difícil o fácilmente del contexto de la oración y no en cuanto que su verdad es fácil
o difícil percibir por la razón, puesto que sólo nos ocupamos del sentido de las oraciones y no de su verdad-; (3) y debe describir los avatares de todos los profetas de
los que conservamos algún recuerdo, a saber, la vida, las costumbres y gustos del
autor de cada libro.
Pero una vez que hemos descubierto su verdadero sentido, es necesario servirse del
juicio y la razón para darle nuestro asentimiento. Y, si la razón, por más que proteste contra la Escritura, tiene que someterse totalmente a ella, ¿debemos hacerlo, me
pregunto, con razón o sin razón y como ciegos? Si lo hacemos sin razón obramos
neciamente y sin juicio; si con razón, es que aceptamos la Escritura por el solo mandato de la razón y que no la aceptaríamos si contradijera a ésta. Nunca puedo admirarme bastante de que pretendan someter a la razón, que es el don supremo y la luz
divina, a las letras muertas que la malicia humana ha podido corromper». Spinoza,
Tratado Teológico Político, VII (1670).
41
La hora feliz
manda que este presenta de una religión adornada por imágenes y milagros; detrás
Spinoza y la interpretación histórico crítica de las escrituras.
–Spinoza pertenecía a la comunidad judía de Amsterdam, pero pronto fue excomulgado y expulsado de la sinagoga por heterodoxo. Pocos filósofos en la era moderna
de ella, el filósofo -para el cual esa cara podrá contener contradicciones y erroresreconoce los pensamientos profundos y eternos de los grandes guías espirituales de
sus pueblos y vanguardia de la humanidad. Ambos modos de interpretación están
justificados. Joachïm Störing, Historia Universal de la Filosofía (1961).
han sido tan calumniados y perseguidos por sus ideas como este hombre. Incluso
fue víctima de un intento de asesinato. La causa era sus críticas a la religión oficial.
Pensaba que lo único que mantenía vivo tanto al cristianismo como al judaísmo
eran los dogmas anticuados y los ritos externos. Fue el primero en emplear lo que
llamamos una visión «crítico-histórica» de la Biblia.
–¡Explícate!
–Negó que la Biblia estuviera inspirada por Dios. Cuando leemos la Biblia debemos tener siempre presente la época en la fue escrita. Una lectura crítica de este
tipo también revelará una serie de discrepancias entre las distintas escrituras. [...]
–Entiendo que ideas como ésas no fueran fácilmente aceptadas por las iglesias y
sinagogas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991).
*
Spinoza parte de que la Biblia no fue revelada para unos pocos elegidos, sino para
todo un pueblo o para toda la humanidad. Pero ello significa que el lenguaje de la
Biblia tendría que estar adaptado a las facultades de comprensión del pueblo llano,
que constituye la mayoría de la humanidad. A las masas no se les habla apelando a
la razón, sino por medio de los estímulos de la imaginación. Por este motivo, los
profetas y los apóstoles, aplican muy conscientemente un modo de exposición que
se movía en símbolos, parábolas, alegorías, etc. Por ello contaban sobre todo milagros. Pues mientras que, según Spinoza, el sabio reconoce en todas partes el poder
y la grandeza de Dios, y de modo mucho más penetrante allí donde puede seguir el
dominio de las grandes e inexorables leyes que rigen el curso del mundo, la multitud cree que Dios se revela precisamente allí donde el curso habitual del mundo es
interrumpido por un milagro.
La Sagrada Escritura, por tanto, debe ser comprendida e interpretada en un doble
sentido. Tiene, hasta cierto punto, una cara destinada al pueblo, adaptada a la de-
42
S ECCIÓN 3
Una política autónoma
Nicolás Maquiavelo ocupó un puesto de responsabilidad en la república de Florencia hasta 1512,
año en el que tuvo que abandonar sus cargos debido al retorno de los Médicis al poder. Es este el
momento en el que inicia la escritura de sus tres obras políticas: El Príncipe, Los Discursos sobre la
primera Década de Tito Livio y El Arte de la Guerra. El deseo que guía la escritura de Maquiavelo
en estas obras es siempre el mismo: ver a Italia unificada bajo instituciones políticas sólidas. Sus
consejos siempre están fundamentados en la su experiencia política directa y en la historia de diferentes reinos e imperios, especialmente el romano.
Clase 5. En la que descubriremos que a veces es conveniente gobernar como si
Dios y la religión no existieran.
“Un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiere mantenerse, debe comprender bien que no le es posible observar en todo lo que hace mirar como virtuosos a
los hombres; supuesto que a menudo, para conservar el orden en un Estado, está
en la precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes de humanidad, caridad, y
aun contra su religión. Su espíritu debe estar dispuesto a volverse según que los
vientos y variaciones de la fortuna lo exijan de él; y, como lo he dicho más arriba, a
no apartarse del bien mientras lo puede, sino a saber entrar en el mal, cuando hay
necesidad.
Debe tener sumo cuidado en ser circunspecto, para que cuantas palabras salgan de
su boca lleven impreso el sello de las cinco virtudes mencionadas; y para que, tanto
viéndole como oyéndole, le crean enteramente lleno de bondad, buena fe, integridad, humanidad y religión. Entre estas prendas no hay ninguna más necesaria que
la última. Los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos; y si
pertenece a todos el ver, no está más que a un cierto número el tocar. Cada uno ve
lo que pareces ser; pero pocos comprenden lo que eres realmente; y este corto número no se atreve a contradecir la opinión del vulgo, que tiene, por apoyo de sus
ilusiones, la majestad del Estado que le protege”. Maquiavelo, El Príncipe, XVIII
(1532).
43
Locke. Un filósofo inglés sobre todo conocido por su libro sobre el conocimiento humano, en el
que defiende una posición empirista, esto es, que el conocimiento se inicia con la experiencia sensible; al principio, antes de que los datos lleguen a través de los sentidos, la mente es como un papel
en blanco. La Carta a la Tolerancia responde al violento conflicto que se vivía en Europa entre las
comunidades católicas y las protestantes.
Clase 6. En la que nos entrenaremos en el arte de saber distinguir entre ámbitos
o esferas.
“La tolerancia hacia aquellos que difieren de otros en materias de religión es tan
conforme al Evangelio de Jesucristo y a la razón genuina de la humanidad, que parece monstruoso que los hombres sean tan ciegos como para no percibir claramente la necesidad y ventaja de ello. No censuraré aquí la soberbia y la ambición de algunos ni el apasionamiento y poco caritativo celo de otros. Estos son defectos de
los cuales difícilmente podrán liberarse los asuntos humanos; son de tal naturaleza
que nadie querrá aceptar que les sean imputados, sin adornarlos de ostentosos colores y buscar así alabanzas, mientras, pretendiendo condenarlos, se dejan arrastrar
por desordenadas pasiones. Pero aun cuando algunos disfracen su espíritu de persecución y crueldad poco cristiana con el pretexto del bienestar público y de la observancia de las leyes, y otros pretendan que con la excusa de la religión queden
impunes su libertinaje y licencias, estimo que nadie debe engañarse a sí mismo ni a
los otros con razones de lealtad y obediencia al príncipe o de ternura y sinceridad
hacia el culto de Dios; y considero que es necesario, sobre todo, distinguir la esfera
del gobierno civil de la esfera de la religión y establecer los límites exactos entre
una y otra. Si no se hace esto, jamás tendrán fin las controversias que surgen permanentemente entre los que tienen, o por lo menos pretenden tener, de una parte,
una preocupación por los intereses de las almas de los hombres y, de otra, una preocupación por la comunidad”. Locke, Carta sobre la tolerancia (1689).
44
La hora feliz
un gobernante exitoso, tienes que ser consciente de ello. Es peligroso confiar en
que alguien va a cumplir sus promesas a no ser que tema las consecuencias si no lo
El zorro y el León
hace. Si puedes conseguir lo que quieres mostrándote amable, cumpliendo tus promesas y siendo querido, deberías actuar así (o al menos hacerlo ver). Pero si no
Imagina que eres el príncipe que gobierna una ciudad-estado como Florencia o Ná-
puedes, entonces necesitas combinar esas cualidades humanas con otras animales.
poles en la Italia del siglo XVI. Tienes poder absoluto. Puedes dar una orden y será
Algunos filósofos aconsejan a los líderes que cuenten únicamente con sus cualida-
obedecida. Si quieres meter a alguien en la cárcel porque ha dicho algo en tu con-
des humanas, pero Maquiavelo creía que a veces un líder eficaz tenía que actuar
tra, o porque sospechas que conspira para asesinarte, puedes hacerlo. Tienes tro-
también como una bestia. Los animales de los que aprender son el zorro y el león.
pas dispuestas a hacer lo que les mandes. El problema es que estás rodeado por
El zorro es astuto y es hábil detectando trampas, mientras que el león es inmensa-
otras ciudades-estado regidas por ambiciosos gobernantes a los que les encantaría
mente fuerte y aterrador. De nada sirve comportarse constantemente como un le-
conquistar tu territorio. ¿Cómo deberías comportarte? ¿Deberías ser honesto, man-
ón, empleando únicamente la fuerza bruta, pues correrías el riesgo de caer en una
tener tus promesas, ser siempre amable y pensar lo mejor de la gente? Nicolás Ma-
trampa. Tampoco debes comportarte exclusivamente como un taimado zorro: oca-
quiavelo pensó que eso probablemente sería una mala idea, aunque sí deberías pa-
sionalmente necesitas la fuerza de un león para mantenerte a salvo. En cualquier
recer honesto y bueno. Según él, hay ocasiones en las que es mejor decir mentiras,
caso, si únicamente cuentas con tu propia amabilidad y sentido de la justicia, no
romper tus promesas e incluso asesinar a tus enemigos. Un príncipe no tiene por
durarás mucho. Afortunadamente, la gente es crédula. Se dejan engañar por las
qué preocuparse de mantener su palabra. Para Maquiavelo, un príncipe eficaz tiene
apariencias. Así pues, como líder, podrás salirte con la tuya aparentando ser hones-
que «aprender a no ser bueno». Lo más importante es mantenerse en el poder, y
to y amable al tiempo que rompes tus promesas y actúas con crueldad. Nigel War-
prácticamente todo aquello que sirva a tal propósito es aceptable.
burton, Pequeña historia de la filosofía (2011).
¿Cuáles fueron exactamente los consejos de Maquiavelo y qué escandalizaron a tan-
Locke: tolerancia.
tos lectores? Su idea principal era que un príncipe necesita tener lo que él llamó
virtù, palabra italiana que significa «hombría» o valor. Pero, ¿qué quiere decir es-
El siglo XVII encontró la solución teórica al problema que Lutero había contribui-
to? Maquiavelo creía que el éxito depende en gran medida de la buena suerte. La
do a crear. No se pudo llegar a ninguna posición común sobre el gobierno de la Igle-
mitad de lo que nos sucede se debe al azar y la otra mitad a nuestras elecciones. Pe-
sia, los sacramentos, el papel de los obispos o el matrimonio del clero. Así pues la
ro también creía que puedes aumentar tus probabilidades de éxito si actúas con
única solución pasaba por tener a la vez varias iglesias cristianas y no solo una. La
valentía y rapidez. Que la suerte desempeñe un papel tan importante en nuestras
cuestión, entones, pasó a ser que la Iglesia debía ser la nuestra, en esta nación, en
vidas no quiere decir que tengamos que comportarnos como víctimas. Un río pue-
esta ciudad. Y este asunto siguió provocando el caos mucho después de que la idea
de desbordarse, eso es algo que no podemos impedir, pero si hemos construido di-
de varias iglesias cristianas hubiera sido aceptada como principio. [...] Finalmente
ques y defensas para las inundaciones tendremos más oportunidades de sobrevivir.
las diferencias religiosas se convirtieron en sí mismas intolerables. Los hombres
En otras palabras, a un líder que se prepare bien y aproveche las oportunidades
razonables opinaban que la situación tenía que cambiar. El que con mayor elocuen-
probablemente le irá mejor que a otro que no lo haga.
cia defendió esta postura fue John Locke. [...] Durante los dos siglos anteriores a la
Carta sobre la Tolerancia, era fácil para los hombres creer que su fe les exigía tor-
Maquiavelo hace hincapié en que para un líder es mejor ser temido que amado. Lo
turar, matar o quemar en la hoguera a otros que estaban en desacuerdo con ellos,
mejor sería ser temido y amado ala vez, pero eso es muy difícil de conseguir. Si de-
aunque las diferencias de fe fueran difíciles de apreciar. En tiempos de Lutero, la
pendes de que la gente te quiera, te arriesgas a que te abandonen cuando las cosas
mayoría de la gente hubiera tenido dificultades hasta para entender por qué la no-
no vayan bien. Si te temen, estarán demasiado asustados para traicionarte. Esto
ción de matar por la religión era algo que debiera cuestionarse. Van Doren, Breve
formaba parte de su cinismo, de su pobre opinión de la condición humana. Creía
historia del Saber (1991).
que los seres humanos son poco fiables, ambiciosos y deshonestos. Si quieres ser
45
S ECCIÓN 4
El Dios de los filósofos
Descartes. La filosofía es como un árbol en el que las raíces son la metafísica, el tronco es la física, y las ramas que nacen del tronco son el resto de ciencias, que se reducen a tres principales, la
medicina, la mecánica y la moral”. Descartes, Principios de Filosofía (1644)
Clase 7. En la que aprenderemos a imaginar que todo empieza con el sujeto.
«Puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba
que era preciso que [...] rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que
pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto,
no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí
suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y
puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos,
juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas
todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado
mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era
falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que
todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla
tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la
filosofía que yo indagaba». Descartes, Discurso del método (1637).
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Clase 8. En la que entenderemos al barón Münchausen.
«A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi
ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar
en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en
virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con los
pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo, la
tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de
dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que
procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mi. Pero no
podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues
que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay
una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada,
concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas
las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo
con una palabra que fuese Dios». Descartes, Discurso del Método (1637).
47
Clase 9. En la que descubriremos una curiosa manera de entender a Dios.
Spinoza. Nace en el barrio judío de Amsterdam. Su familia procedía de Portugal, a donde habían
ido a parar grupos de judíos expulsados de España. Su evolución intelectual le vale la excomunión
y la expulsión de la Sinagoga en 1656. Incluso sufre un atentado en la calle y debe abandonar la
ciudad. [...] Se gana la vida puliendo lentes. Desde 1661 trabaja en su obra definitiva, la “Ética
demostrada según el orden geométrico”, pero ya no se atreve a publicarla. Cesar Tejedor Campomanes, Historia de la filosofía (1994)
PARTE PRIMERA: DE DIOS
I.—Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o, lo que es
lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente.
II.—Se llama finita en su género aquella cosa que puede ser limitada por otra de su
misma naturaleza. Por ejemplo, se dice que es finito un cuerpo porque concebimos
siempre otro mayor. De igual modo, un pensamiento es limitado por otro pensamiento. Pero un cuerpo no es limitado por un pensamiento, ni un pensamiento por
un cuerpo.
III.—Por substancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa.
IV.—Por atributo entiendo aquello que el entendimiento percibe de una substancia
como constitutivo de la esencia de la misma.
V.—Por modo entiendo las afecciones de una substancia, o sea, aquello que es en
otra cosa, por medio de la cual es también concebido.
VI.—Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que
consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e
infinita .
Proposición XIV: Aparte de Dios no puede darse ni concebirse ninguna sustancia,
de lo que se sigue con toda claridad: (1) que Dios es único, es decir que en la naturaleza no se da más que una substancia y que ésta es absolutamente infinita; (2) que
la cosa extensa y la cosa pensante son o atributos de Dios o afecciones de los atributos de Dios. Spinoza, Ética, I (1677).
48
La hora feliz
Descartes, Dios convertido en garantía
—Ahora Descartes se pregunta si hay algo más que reconoce con la misma seguridad intuitiva que lo de la existencia del yo como sujeto pensante. Llega a la conclusión de que también tiene una idea clara y definida de un «ser perfecto». Es una idea que ha tenido siempre, y para Descartes es evidente que una idea como ésa no puede proceder de él, porque:
«La idea de un ser perfecto no puede venir de algo que es imperfecto. De modo que esta
idea de un ser perfecto tiene que proceder de ese mismo ser perfecto, o, con otras palabras,
de Dios». En consecuencia, para Descartes resulta tan evidente que hay un Dios como que
el que piensa es un ser pensante.
—Ahora me parece que empieza a sacar conclusiones demasiado rápidamente.
—Si, muchos han señalado esto como el punto más débil de Descartes. Pero tú dices «conclusiones». En realidad, no se trata de ninguna prueba. Lo que opina Descartes es simplemente que todos tenemos una idea de un ser perfecto, y que resulta inherente a esta idea el
que ese ser perfecto exista. Porque un ser perfecto no sería perfecto si no existiera. Y además, nosotros no tendríamos ninguna idea de un ser perfecto si no hubiera tal ser perfecto.
Nosotros somos imperfectos, entonces no puede venir de nosotros la idea sobre lo perfecto. La idea de un Dios es, según Descartes, una idea innata, está impresa en nosotros desde
que nacemos, de la misma manera que el artista imprime su firma en la obra. [...]
— Ahora ha llegado a la conclusión de que es una persona que piensa y de que hay, además, un ser perfecto.
— Con esto como punto de partida prosigue. En cuanto a todas esas ideas que tenemos de
la realidad exterior, por ejemplo del sol y de la luna, podría ser que todo fueran simplemente imaginaciones o imágenes de sueños. Pero también la realidad exterior tiene algunas
cualidades que podemos reconocer con la razón. Esas cualidades son las relaciones matemáticas, es decir, todo aquello que puede medirse, como la longitud, la anchura y la profundidad. Esas cualidades «cuantitativas» son tan claras y evidentes para la razón como que
yo soy un ser pensante. Por otra parte, las cualidades «cualitativas» como el color, el olor y
el sabor, están relacionadas con nuestros sentidos y no describen realmente la realidad
exterior.
—¿De modo que la naturaleza no es un sueño, a pesar de todo?
—No lo es, no. Y en este punto Descartes vuelve a recurrir a nuestra idea sobre un ser perfecto. Cuando nuestra razón reconoce algo clara y nítidamente, como es el caso de las relaciones matemáticas de la realidad exterior, entonces tiene que ser así. Porque un Dios per-
fecto no nos engañaría. Descartes invoca la «garantía de Dios» para que lo que reconocemos con nuestra razón también corresponda a algo real.
—De acuerdo. Ahora ha llegado a la conclusión de que es un ser pensante, que existe un
Dios y que además existe una realidad exterior. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991).
Spinoza, Dios igualado a la naturaleza.
La mayoría de las religiones enseñan que Dios existe en algún lugar fuera del mundo, quizá en el cielo. Baruch Spinoza creía, en cambio, que Dios es el mundo. Para exponer su argumento, este pensador escribía acerca de «Dios o la Naturaleza», utilizando ambas palabras para referirse a la misma cosa. Dios y la naturaleza son dos formas de describir una
única cosa. Dios es la naturaleza y la naturaleza es Dios. Esto viene a ser una forma de panteísmo: la creencia de que todo es Dios. En su momento, fue una idea radical que metió a
su autor en muchos problemas.
Si Dios es infinito, razonó Spinoza, no puede haber nada que no sea Dios. Si descubres algo en el universo que no es Dios, éste no podría ser infinito, puesto que, en principio, Dios
podría haber sido ésa o cualquier otra cosa. Todo forma parte de él, incluídas las piedras,
las hormigas, las briznas de hierba y las ventanas. Todas las cosas conforman una totalidad increíblemente compleja, pero en última instancia todo lo que existe es parte de una
única cosa: Dios. Los creyentes religiosos tradicionales predican que Dios ama a la humanidad y responde a sus oraciones personales. Esto no deja de ser una forma de antropomorfismo: proyectar cualidades humanas, como la compasión, sobre un ser no humano, Dios.
La forma más extrema es imaginar a un hombre bondadoso con una gran barba y una dulce sonrisa. El Dios de Spinoza no tenía nada que ver con esto. Él –o, quizá mejor dicho,
«ello»– es completamente impersonal y no le preocupa nada ni nadie. Según Spinoza, puedes y deberías amar a Dios, pero no esperes nada a cambio. De hecho, el Dios que describe
es tan absolutamente indiferente a los seres humanos y sus quehaceres que muchos pensaban que Spinoza no creía para nada en Dios y que su panteísmo tan sólo era una tapadera.
Creían que se trataba de un ateo totalmente contrario a la religión. ¿Cómo iba a ser otra
cosa alguien que creía que a Dios no le importaba la humanidad? Desde la perspectiva de
Spinoza, sin embargo, él sentía un amor intelectual por Dios, un amor basado en una profunda comprensión a la que había llegado mediante la razón. Esto no se parecía demasiado
a ninguna religión convencional. Probablemente, la sinagoga había hecho bien en excomulgarle.
Spinoza no sólo admiraba la geometría; escribió filosofía como si fuera geometría. Las
«pruebas» que ofrece en su libro Ética parecen pruebas geométricas e incluyen axiomas y
definiciones. Poseen, pues, la misma lógica implacable que la geometría, pero en vez de
abordar temas como los ángulos de los triángulos y la circunferencia de los círculos, tratan
acerca de Dios, la naturaleza, la libertad y la emoción. Warburton, Pequeña historia de la
filosofía (2011).
49
S ECCIÓN 5
La crítica a la teología
Hobbes. Nace en Inglaterra pero publica su obra más importante, Leviatán, en París. En ella defiende el absolutismo, pero la autoridad del soberano no está fundada en un mandato divino sino en
un pacto o contrato voluntario por el que los ciudadanos abandonan la supuesta inseguridad del
estado de naturaleza.
Clase 9. En la que aprenderemos a desconfiar la idea de Dios y las religiones.
«La curiosidad o afición al conocimiento de las causas nos lleva de la consideración
del efecto a la investigación de la causa, y a su vez a la causa de la causa, hasta que
necesariamente se llega, en definitiva, a pensar que hay alguna causa de la que no
puede existir otra causa anterior si no es eterna: lo que los hombres llaman Dios.
Así, es imposible hacer una investigación profunda en las leyes naturales, sin propender a la creencia de que existe un Dios Eterno, aun cuando en la mente humana
no puede haber ninguna idea de Él, que responda a su naturaleza. En efecto, del
mismo modo, que un ciego de nacimiento que oye a los demás hablar de calentarse
al fuego, conducido ante éste, puede fácilmente concebir y asegurarse de que existe
algo que los hombres llaman fuego, y que es la causa del calor que siente, pero no
puede imaginar qué cosa sea, ni tener de ello en su mente una idea análoga a los
que lo ven, así por las cosas visibles de este mundo, y por su orden admirable, puede concebirse que existe una causa de ello, lo que los hombres llaman Dios, y, sin
embargo, no tener idea o imagen de él en la mente.
Y quienes se preocupan poco o nada de las causas naturales de las cosas, temerosos
por lo menos de su ignorancia misma, acerca de lo que tiene poder para hacerles
mucho bien o mucho mal, propenden a suponer e imaginar por sí mismos diversas
clases de poderes invisibles, y están pendientes de sus propias ficciones, invocando
a esos poderes en tiempos de desgracia, y mostrándoles su gratitud cuando existe
perspectiva de éxito: así hacen dioses de las creaciones de su propia fantasía. Por
esto tenía que ocurrir que de la innumerable variedad de fantasías, los hombres
crearan en el mundo innumerables especies de dioses. Y este temor de las cosas
invisibles es la semilla natural de que cada uno en sí mismo llama religión, y en
quienes adoran o temen poderes diferentes de los propios, superstición». Thomas
Hobbes, Leviathan, I, 11 (1651).
50
David Hume. La obras fundamentales del filósofo escocés David Hume abordan el tema del conocimiento humano; en ellas defiende, como el inglés Locke, una teoría empirista del conocimiento
humano, esto es, que todo conocimiento empieza con la experiencia sensible. Suele sospecharse que
su fama de ateo le impidió obtener la cátedra de Ética en la Universidad de Edimburgo; en lugar de
docente se hizo bibliotecario.
Clase 10. En la que aprenderemos a analizar con lupa nuestras ideas, en particular las más confusas.
«Cuando pensamos en una montaña de oro, unimos dos ideas compatibles: oro y
montaña, que conocíamos previamente. Podemos representarnos un caballo virtuoso, pues de nuestra propia experiencia interna podemos concebir la virtud, y ésta la
podemos unir a la forma y figura de un caballo, que es un animal que nos es familiar. En resumen, todos los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción
interna o externa. La mezcla y composición de ésta corresponde sólo a nuestra mente y voluntad. O, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o
percepciones más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones
más intensas.
Para demostrar esto, creo que serán suficientes los dos argumentos siguientes. Primero, cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas, por muy compuestas o
sublimes que sean, encontramos siempre que se resuelven en ideas tan simples como las copiadas de un sentimiento o estado de ánimo precedente. Incluso aquellas
ideas que a primera vista, parecen las más alejadas de este origen, resultan, tras un
estudio más detenido, derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser
infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones
de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de bondad y sabiduría. David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano
(1748).
51
La hora feliz
tatuas no hablan» o «nadie puede caminar sobre el agua». Hay una enorme cantidad de pruebas de que estas leyes de la naturaleza son válidas. ¿Por qué no debería-
La crítica de Hume a los argumentos en favor de la existencia de Dios.
Hume creía que el Argumento del Diseño estaba basado en una lógica pésima ¿Demuestra el Argumento del Diseño la existencia de Dios? Hume creía que no. Para
mos creer en ellas en el caso de los milagros? Piensa en lo que dirías si un amigo
tuyo entrara corriendo en la habitación y te dijera que ha visto caminar a alguien
sobre el agua.
él, no proporciona pruebas suficientes para concluir que debe existir un ser todopo-
Para Hume, siempre hay una explicación más plausible. Si un amigo tuyo te dice
deroso, omnisciente y de bondad suprema. Casi toda la filosofía de Hume se centró
que ha visto caminar a alguien sobre el agua, lo más probable es que te esté enga-
en el tipo de pruebas que podemos presentar para apoyar nuestras creencias. El
ñando o que se haya equivocado, no que sea un auténtico milagro. Sabemos que
Argumento del Diseño está basado en el hecho de que el mundo parece haber sido
hay gente a la que le gusta ser el centro de atención y que está dispuesta a llegar a
diseñado. Pero, argumentaba Hume, que lo parezca no significa que Dios fuera su
este extremo. Ésta es una posible explicación. Y, por otro lado, también sabemos
diseñador. ¿Cómo llegó a esta conclusión? Imagina una antigua balanza parcial-
que todos nos podemos equivocar. Continuamente cometemos errores sobre lo que
mente oculta tras una pantalla. Sólo puedes ver uno de los dos platos de la balanza.
vemos y oímos. A menudo queremos creer que hemos visto algo inusual y evitamos
Si ves que ese plato asciende, lo único que sabes es que, haya lo que haya en el otro
la explicación más sencilla. Incluso hoy día hay mucha gente que se precipita al con-
plato, ha de ser más pesado que el que puedes ver. No sabes de qué color es, si tie-
cluir que todo ruido desconocido que oye a altas horas de la noche se debe a una
ne forma de cubo o es esférico, si tiene algo escrito o está cubierto de piel; no sabes
actividad sobrenatural –fantasmas que deambulan– antes que considerar una posi-
nada. En este ejemplo, analizamos las causas y los efectos. En respuesta a la pre-
bilidad más normal, como que lo ha provocado un ratón o el viento.
gunta «¿Qué ha causado que el plato ascendiera? » lo único que puedes contestar
es «la causa ha sido la presencia de algo más pesado en el otro plato». Ves el efecto
Aunque criticó sistemáticamente los argumentos utilizados por los creyentes reli-
–el plato que asciende– e intentas deducir de ello la causa. Pero sin más pruebas
giosos, Hume nunca declaró abiertamente que fuera ateo. Puede que no lo fuera.
no puedes decir mucho más. Todo lo que digas es mera conjetura y, sin mirar de-
Las ideas que publicó se pueden leer como afirmaciones de que existe una inteligen-
trás de la pantalla, no hay modo de averiguar si es cierto o no. Hume pensaba que
cia divina detrás del universo, pero que no podemos decir mucho acerca de sus cua-
en el mundo nos encontramos en una situación similar. Vemos los efectos de varias
lidades. Hume no creía que mediante nuestros poderes racionales y la lógica pudié-
causas e intentamos deducir la explicación más plausible de esos efectos. Al ver un
ramos averiguar demasiado acerca de las cualidades de este «Dios». Basándose en
ojo humano, un árbol o una montaña, podríamos pensar que han sido diseñados.
esto, algunos filósofos creen que era agnóstico. Sin embargo, hacia el final de su
Sin embargo, ¿qué podemos decir acerca de su supuesto diseñador? Tomemos, por
vida probablemente era ateo. En el verano de 1776, cuando se estaba muriendo y
ejemplo, el ojo. Se podría pensar que su creador ha reflexionado previamente sobre
sus amigos fueron a visitarle a Edimburgo, dejó claro que no tenía intención algu-
cuál podía ser el mejor funcionamiento posible. De ello no se deduce, sin embargo,
na de convertirse en su lecho de muerte. Todo lo contrario. James Boswell, cristia-
que este creador sea Dios Otra cuestión que Hume atacó fue el Argumento de los
no, le preguntó si no le preocupaba lo que le pudiera suceder después de morir. Hu-
Milagros. La mayoría de las religiones aseguran que los milagros suceden. La gente
me le contestó que no tenía ninguna esperanza de que hubiera vida después de la
resucita de entre los muertos, camina sobre el agua o se recupera inesperadamente
muerte. Y añadió algo que podría haber dicho Epicuro: dijo que no le preocupaba
de alguna enfermedad, las estatuas hablan o lloran, etcétera. Pero, ¿deberíamos
más el tiempo posterior a su muerte que el anterior a su nacimiento. Nigel Warbur-
creer en los milagros sólo porque otras personas nos dicen que lo hagamos? Hume
ton, Pequeña historia de la filosofía (2011).
creía que no. Era muy escéptico al respecto. Que alguien se haya recuperado milagrosamente de una enfermedad no significa nada. Para que algo sea un milagro,
pensaba Hume, la recuperación tiene que desafiar una ley de la naturaleza. Por ley
de la naturaleza se entiende algo como «nadie muere y regresa a la vida» o «las es-
52
C APÍTULO 4
Razón e
historia en la
Ilustración y
el romanticismo.
De como los pensadores europeos del
XVIII y el XIX construyeron una filosofía
de la historia en clave de emancipación
colectiva.
S ECCIÓN 1
Les philosophes
Es tanta fuerza toma el movimiento ilustrado en Francia que cuando usamos el término filósofo en
francés todos sabemos que nos estamos referimos a Voltaire, Diderot, D’Alambert o Condorcet. En
el París del XVIII los burgueses compran y leen con pasión la nueva Encyclopedie, circulan, circulan manuscritos clandestinos con ideas provocadoras, la conversación inteligente se adueña de los
salones; se destierran las viejas ideas y todo quiere alumbrarse con la luz de la razón. La iglesia y la
monarquía terminarán sufriendo las consecuencias.
Clase 1: en la que aprenderemos a quedar fascinados con la idea de progreso.
Ha tenido lugar un cambio notable en todas nuestras ideas, y este cambio, debido a
su rapidez, promete mayores cambios futuros [...] Nuestra época gusta llamarse la
“época de la filosofía”. Y, de hecho, si examinamos sin prejuicios la situación actual
de nuestros conocimientos, no podremos negar que la filosofía ha realizado entre
nosotros grandes progresos. La ciencia de la naturaleza se enriquece día a día; la
geometría ensancha sus fronteras y lleva su luz a los dominios de la física, que le
son más cercanos; se conoce, por fin, el sistema del mundo, desarrollado y perfeccionado. [...] El descubrimiento y el uso de un nuevo método de filosofar despierta,
a través del entusiasmo que acompaña a todos los descubrimientos, un incremento
general de las ideas. Todas estas causas han colaborado en la producción de una
viva efervescencia en los espíritus. Esta efervescencia, que se extiende por todas
partes, ataca con violencia a todo lo que se pone delante, como una corriente que
rompe sus diques. Todo ha sido discutido, analizado, removido, desde las cuestiones teológicas hasta las de la economía y el comercio, desde la política hasta el derecho de gentes y el civil. Fruto de esta efervescencia general de los espíritus, una nueva luz vierte sobre muchos objetos y nuevas oscuridades los cubren, como el flujo y
el reflujo de la marea depositan en la orilla cosas inesperadas y arrastran consigo
otras. D’Alambert, Ensayo sobre los elementos de la filosofía (1759).
54
La hora feliz
Los ilustrados franceses: un tiempo de revuelta.
–Podemos decir que el centro de gravedad filosófico de Europa se encontraba en
Inglaterra en la primera mitad del siglo XVIII, en Francia a mediados del mismo
siglo y en Alemania hacia finales.
–Un desplazamiento del Oeste al este, por así decirlo.
–Exactamente, Mencionaré brevemente algunas ideas que fueron comunes en muchos de los filósofos franceses de la Ilustración, como Montesquieu, Voltaire,
Rousseau. Una primera frase clave es, como ya sabes, “rebelión contra las autoridades”. Varios de los filósofos franceses de la Ilustración visitaron Inglaterra, país
que, en muchos aspectos, era más liberal que su propia patria. Quedaron fascinados por las ciencias naturales inglesas, particularmente por Newton y su física universal. Pero también fueron inspirados por la filosofía británica, muy especialmente por Locke y su filosofía política. De vuelta a su patria, Francia, comenzaron a atacar a las viejas autoridades. Pensaban que era muy importante adoptar una postura escéptica ante todas las verdades heredadas, y que el propio individuo tenía que
buscar las respuestas a las preguntas. En este punto estaban influenciados por Descartes. [...] La rebelión contra las viejas autoridades se dirigía en parte contra el
poder de la Iglesia, del rey y de la nobleza. En el siglo XVIII estas instituciones
eran mucho más poderosas en Francia que en Inglaterra.
opresión se debían a la ignorancia y a la superstición. Por lo tanto, había que tomarse muy en serio la educación de los niños y del pueblo en general. No es una casualidad que la pedagogía como ciencia tenga sus raíces en la Ilustración.
–Entonces el sistema escolar data de la Edad Media y la pedagogía de la Ilustración.
–Pues sí, así es. La obra más representativa de la ilustración es una gran enciclopedia. Me refiero a la Enciclopedia, que salió en 28 tomos entre 1751 y 1772, con aportaciones de todos los grandes filósofos de la Ilustración. «Aquí está todo», se decía,
«desde cómo se hace una aguja hasta cómo se funde un cañón».
*
–Y vino la Revolución.
los filósofos de la Ilustración francesa no se con-tentaron con tener puntos de vista
teóricos sobre el lugar del hombre en la sociedad. Lucharon activamente a favor de
lo que llamaron los «derechos naturales» de los ciudadanos. En primer lugar se
trataba de la lucha contra la censura, y, consecuentemente, a favor de la libertad de
imprenta. - Había que garantizar el derecho del individuo a pensar libremente y a
expresar sus ideas referentes a la religión, la moral y la ética. Además se luchó en
contra de la esclavitud de los negros y a favor de un trato más humano a los delincuentes. Creo que estoy de acuerdo con casi todo esto. El principio de la «inviolabilidad del individuo» fue finalmente incorporado a la «Declaración de los Derechos
Humanos», que fue aprobada por la Asamblea Nacional Francesa en 1789. Esta
declaración de derechos humanos constituiría una importante base para nuestra
propia Constitución de 1814.
–Sí en 1789. Pero las nuevas ideas llegaron mucho antes.
–Pero todavía hay mucha gente que tiene que luchar por estos derechos.
*
–Al igual que los humanistas de la Antigüedad, como Sócrates y los estoicos, la mayor parte de los filósofos de la Ilustración tenía una fe inquebrantable en la razón
del hombre. Esto era tan destacable que muchos llaman a la época francesa de la
ilustración simplemente «Racionalismo». Las nuevas ciencias naturales habían demostrado que la naturaleza estaba organizada racionalmente. Los filósofos de la
Ilustración consideraron su cometido construir una base también para la moral, la
religión y la ética, de acuerdo con la razón inalterable de las personas. Esto fue precisamente lo que condujo a la propia idea de «Ilustración». Ése fue el punto número tres. »Ahora hacía falta «ilustrar» a las grandes capas del pueblo, porque ésta
era la condición previa para una sociedad mejor. Se pensaba que la miseria y la
–Sí, desgraciadamente. Pero los filósofos de la Ilustración querían afirmar ciertos
derechos que todos los seres humanos tenemos simplemente en virtud de haber
nacido seres humanos. Eso era lo que querían decir con «derechos naturales». Aún
hoy en día se habla de un «derecho natural» que a menudo puede contrastar con
las leyes de un determinado país. Todavía hay individuos, o grupos enteros de la
población, que indican este «derecho natural» para rebelarse contra la falta de derecho, la falta de libertad y la represión.
Gaarder, El mundo de Sofía
55
S ECCIÓN 2
Kant: le plan oculto.
La ilustración alemana, no tan radical como la francesa, tiene en Kant su máximo exponente. Su
imponente Crítica de la razón pura nos explica que el conocimiento humano de eso que llamamos
real es en parte fruto de condiciones previas que están desde siempre en el sujeto, así que no vemos
lo real tal y como es (noúmeno), sino como lo podemos ver (fenómenos). En el campo de la Ética, su
Crítica de la razón práctica también ha resultado clave: en ella se defiende que nuestras acciones
solo son morales cuando actuamos siguiendo el rígido deber, al margen de todo interés o deseo.
como única situación en que la naturaleza puede desarrollar por completo sus planes respecto a la humanidad.
9. Un ensayo filosófico para elaborar la historia universal del mundo según un plan
de la naturaleza, que aspira a la plena asociación civil en la especie humana, debe
considerarse posible e incluso propulsor de este propósito de la naturaleza. Enmanuel Kant, Idea de una historia universal con propósito cosmopolita (1784).
Clase 3. En la que aprenderemos a dar valor al Estado.
Proposición 1. Todas las disposiciones naturales de una criatura están determinadas a desarrollarse alguna vez de manera completa y adecuada
2. En los hombres (como únicas criaturas racionales sobre la tierra), aquellas disposiciones naturales que aspiran al uso de su razón deben desarrollarse por completo
sólo en la especie, pero no en el individuo.
3. La naturaleza ha querido que el hombre extraiga por completo de sí mismo todo
cuanto sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad o plenitud que la que él mismo, libre de instinto, se
procure mediante su propia razón.”
4. El medio del que se sirve la naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en la sociedad, hasta el extremo de que
éste se convierte en la causa de un orden legal de aquéllas”
5. El mayor problema de la especie humana, a cuya solución la naturaleza la apremia, es la instauración de una sociedad civil que administre el derecho en general.
6. Este problema es, a su vez, el más difícil y el que la especie humana resolverá
más tarde.
7. El problema de la instauración de una constitución civil perfecta depende del problema de una relación exterior legal entre los Estados, y no se puede resolver sin
este último.
8. Se puede considerar la historia de la especie humana en grande como la ejecución de una plan escondido de la naturaleza para llegar al estado de una constitución perfecta del Estado en el interior y, respecto a este fin, también en el exterior,
56
Clase 4. En la que aprenderemos a salir de nuestra minoría de edad
La ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento, sin la
guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de
ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor
para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de la ilustración. La pereza y la
cobardía con las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya tiempo la
naturaleza los liberó de dirección ajena y por eso es tan fácil para otros erigirse en
sus tutores.
Por tanto, es difícil para todo individuo lograr salir de esa minoría de edad, casi
convertida ya en naturaleza suya. Incluso le ha tomado afición y se siente realmente incapaz de valerse de su propio entendimiento, porque nunca se le ha dejado hacer dicho ensayo. Principios y formulas, instrumentos mecánicos de uso racional -o
más bien abuso- de sus dotes naturales, son los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien se desprendiera de ellos apenas daría un salto inseguro para salvar la más pequeña zanja, porque no está habituado a tales movimientos libres. Por
eso, pocos son los que, por esfuerzo del propio espíritu, han conseguido salir de esa
minoría de edad y proseguir, sin embargo, con paso seguro.
Pero, en cambio, es posible que el público se ilustre a sí mismo, algo que es casi inevitable si se le deja en libertad. Ciertamente, siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí mismos, incluso entre los establecidos tutores de la gran
masa, los cuales, después de haberse autoliberado del yugo de la minoría de edad,
difundirán a su alrededor el espíritu de una estimación racional del propio valor y
de la vocación de todo hombre a pensar por sí mismo.
Pero para esta Ilustración únicamente se requiere libertad, y, por cierto, la menos
perjudicial entre todas las que llevan ese nombre, a saber, la libertad de hacer siempre y en todo lugar uso público3 de la propia razón. Emmanuel Kant, Qué es Ilustración (1784).
57
La hora feliz
La moralidad kantiana
Llaman a la puerta. Abres y ante ti hay un joven que claramente necesita ayuda.
Está herido y sangra. Le haces entrar y le socorres; haces que se sienta cómodo y a
salvo y llamas a una ambulancia. Está claro que esto es lo correcto. Sin embargo,
según Immanuel Kant, si únicamente le ayudas porque te da lástima, no se trataría
de una acción moral. Tu compasión es irrelevante a la hora de determinar la moralidad de tus actos. Forma parte de tu carácter, pero no tiene nada que ver con lo que
está bien o mal. Para Kant, la moralidad no dependía sólo de qué haces, sino de por
qué lo haces. Aquellos que hacen lo correcto no lo hacen simplemente por cómo les
hace sentir: la decisión tiene que estar basada en la razón, ésta te indicará cuál es
tu deber, independientemente de cómo te haga sentir.
Kant pensaba que la moral no debía mezclarse con las emociones; que dispongamos o no de éstas es, en gran medida, una cuestión de suerte. Hay personas que
sienten compasión y empatía, otras no. Hay personas que son malas y a las que les
cuesta sentirse generosas; otras se desprenden fácilmente de su dinero y sus posesiones para ayudar a los demás. En cualquier caso, ser bueno debería ser algo que
cualquier persona razonable debería conseguir a través de sus propias elecciones:
Para Kant, si ayudas al joven porque sabes que es tu deber, se trata de una acción
moral. Es lo correcto porque es lo que debería hacer cualquiera en esa situación.
Esto puede que te parezca extraño. Seguramente piensas que alguien que sienta
lástima del joven y le ayude está actuando moralmente, y quizá incluso que es mejor persona por sentir esa emoción. Es lo que Aristóteles habría pensado. Pero
Kant lo tenía claro: si haces algo únicamente por cómo te hace sentir, no se trata de
una buena acción. Imagina que alguien siente rechazo cuando ve al joven, pero
que, a pesar de ello, decide ayudarle. A ojos de Kant, la acción de esta persona es
más moral que si únicamente lo hiciera por compasión. Esto se debe a que la persona que siente rechazo estaría claramente actuando según su sentido del deber,
puesto que sus emociones le estarían empujando en una dirección completamente
opuesta, animándole a no hacer nada.
Piensa en la parábola del buen samaritano. Éste ayuda a un hombre necesitado al
que ve al lado del camino mientras los demás pasan a su lado sin hacer nada. ¿Qué
convierte en bueno al Buen Samaritano? Si ha ayudado al hombre necesitado porque piensa que con ello irá al cielo, según Kant su comportamiento no sería moral
(pues estaría utilizando al hombre para obtener algo; sería un medio para lograr un
fin). Si, como ya hemos visto, le ayuda simplemente por compasión, tampoco. Aho-
ra bien, si le ayuda porque reconoce que se trata de su deber y que sería lo correcto
para cualquiera que se encontrara en esas circunstancias, Kant estaría de acuerdo
en que el Buen Samaritano es moralmente bueno.
La opinión de Kant sobre las intenciones es más fácil de aceptar que su opinión sobre las emociones. La mayoría de nosotros nos juzgamos por lo que intentamos hacer, más que sólo por lo que conseguimos. Piensa en cómo te sentirías si te derribara accidentalmente un padre que corriera a evitar que su niño pequeño cruzara la
carretera. Compáralo con cómo te sentirías si en cambio alguien hiciera lo mismo
por diversión. El padre no quería hacerte daño. El matón sí. Sin embargo, tal y como demuestra el siguiente ejemplo, tener buenas intenciones no es suficiente para
que tu acto sea moral.
Vuelven a llamar a la puerta. Abres. Es tu mejor amiga. Está pálida, preocupada y
sin aliento. Te dice que la están persiguiendo, que un tipo con un cuchillo la quiere
matar. La dejas entrar y ella corre al piso de arriba para esconderse. Momentos después vuelven a llamar a la puerta. Se trata del supuesto asesino y tiene apariencia
de perturbado. Quiere saber dónde está tu amiga. ¿Está en casa? ¿Se esconde en el
armario? ¿Dónde está? Tú sabes que está en el piso de arriba. Pero le mientes. Le
dices que ha ido al parque. Sin duda has hecho lo correcto al enviar al supuesto asesino a un lugar equivocado. Probablemente le has salvado la vida a tu amiga. Esto
ha de ser un acto moral, ¿no? No para Kant. Éste pensaba que nunca se debía mentir; bajo ninguna circunstancia. Ni siquiera para proteger a una amiga de un supuesto asesino. Sin excepciones. Esto se debe a que no se puede establecer un principio general en el que todo el mundo mienta cuando le convenga. En este caso, si
hubieras mentido y, sin que tú lo supieras, tu amiga hubiera ido al parque, habrías
sido culpable de ayudar al asesino. En cierto modo habría sido culpa tuya que tu
amiga muriera.
Este ejemplo lo utilizó el propio Kant. Demuestra lo extrema que era su opinión.
No había excepción alguna por lo que respecta a contar la verdad o a los deberes
morales. Todos tenemos el deber absoluto de decir la verdad o, según sus propias
palabras, el Imperativo Categórico de hacerlo. Un imperativo es una orden. Los Imperativos Categóricos difieren de los Imperativos Hipotéticos. Estos últimos adoptan la forma «Si quieres x, haz y». «Si quieres evitar la prisión, no robes» es un
ejemplo de imperativo hipotético. Los Imperativos Categóricos son distintos. Te
ordenan algo. En este caso el Imperativo Categórico sería simplemente «¡No robes!». Es una orden mediante la que se te indica cuál es tu deber. Kant creía que la
moral es un sistema de imperativos categóricos. Warburton, Pequeña historia de la
filosofía (2011).
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S ECCIÓN 3
Hegel y el despliegue del Espíritu
Hegel construye un sistema filosófico total, en el que todos los aspectos del conocimiento están
hilvanados con el hilo de una lógica oculta. El mundo y la lógica con la que entendemos el mundo
tienen un engranaje dialéctico: al momento A le sigue en el tiempo su negación; pero a la contradicción entre el primer y segundo momento le sigue siempre un tercer momento de superación que
volverá de nuevo a ser negado. Hegel o el idealismo alemán.
Clase 5. En la que entenderemos cual es el sentido más profundo de la palabra
fin.
“La historia universal comienza con su fin general: que el concepto del espíritu sea
satisfecho sólo en sí, esto es, como naturaleza. Tal es el impulso interno, más íntimo, inconsciente. Y todo el asunto de la historia universal consiste, como ya se advirtió, en la labor de traerlo a la conciencia. Precisamente así en la forma de ser natural, de voluntad natural, eso que se ha llamado el lado subjetivo, o sea, las necesidades, el impulso, la pasión, el interés particular, como también la opinión y la
representación subjetiva, existen por sí mismos. Esta inmensa masa de voluntades,
intereses y actividades son los instrumentos y medios del espíritu universal, para
cumplir su fin, elevarlo a la conciencia y realizarlo. Y ese fin consiste sólo en hallarse, en realizarse a sí mismo y contemplarse como realidad”. Hegel, Lecciones sobre
la Filosofía de la Historia Universal (1830).
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Clase 6. En la que entenderemos el sentido más profundo de la palabra medio.
Ahora bien, esto de que las vidas de los individuos y de los pueblos, al buscar y satisfacer sus propios fines, sean a la vez el medio y el instrumento de algo superior y
más amplio, de algo que ellas no saben y que realizan inconscientes, esto es lo que
podría ser puesto en cuestión y ha sido puesto en cuestión y ha sido negado también muchas veces y difamado y despreciado como fantasía, como filosofía. Pero ya
hemos explicado esto desde el principio y he expresado nuestro supuesto o creencia de que la razón rige el mundo y, por tanto, ha regido y rige también la historia
universal –creencia que, como se ha dicho también, será solo el resultado y no tiene aquí mayores pretensiones-. Todo lo demás, está subordinado y sirve de medio
a esto, que es lo más general y sustancia en sí y por sí. Pero, además, esta razón es
inmanente en la existencia histórica y se realiza en ella y mediante ella. Hegel, Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal (1830).
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La hora feliz
Hegel: El búho de minerva solo vuela en la oscuridad.
Piensa en la historia como en un largo trozo de papel doblado sobre sí mismo. No
podemos saber lo que hay dentro hasta que lo desdoblamos. Tampoco sabemos
qué hay escrito al final del papel hasta que lo hemos abierto del todo. Hay una estructura subyacente al modo en que se desdobla. Para Hegel, la realidad avanza
constantemente hacia el objetivo de comprenderse a sí misma. La historia no es en
absoluto azarosa. Tiene un fin. Cuando volvamos la vista atrás, advertiremos que
tenía que desarrollarse así. Esta idea resulta extraña la primera vez que uno la oye.
Sospecho que muchos de los que estén leyendo esto no compartirán la opinión de
Hegel. Para la mayoría de nosotros, la historia es algo más cercano a la descripción
de Henry Ford: «una maldita cosa después de otra». Es decir, una serie de cosas
que suceden sin ningún plan global. Podemos estudiar historia, descubrir causas
probables de determinados eventos y predecir algo de lo que sucederá en el futuro.
Eso no quiere decir, sin embargo, que tenga un patrón inevitable tal y como pensaba Hegel. No quiere decir que tenga un fin. Y desde luego no quiere decir que progresivamente sea más consciente de sí misma.
El estudio de la historia de Hegel no era una actividad separada de su filosofía, sino
que formaba parte de ella: la principal, de hecho. Para él, la historia y la filosofía
estaban entrelazadas. Y todo avanzaba hacia algo mejor. Esta idea no era original.
Las religiones suelen explicar que la historia se dirige a un fin, como el Segundo
Advenimiento de Cristo. Hegel era cristiano, pero su propuesta no tenía nada de
ortodoxa. El resultado final no era el Segundo Advenimiento. Para Hegel, la historia tenía un objetivo último que antes nadie había apreciado realmente: la progresiva e inevitable toma de conciencia de sí mismo del Espíritu gracias al avance de la
razón.
Pero, ¿qué es el Espíritu? ¿Y qué significa que se vuelva consciente de sí mismo? La
palabra alemana para Espíritu es Geist. Los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre su significado exacto; algunos prefieren traducirla como «Mente». Hegel parece referirse con ella a algo como la mente única de toda la humanidad. Era un idealista; pensaba que el Espíritu o Mente era fundamental y que encuentra su expresión en el mundo físico (los materialistas, en cambio, creen que el mundo físico es
básico). Hegel reformuló la historia del mundo en términos de incremento progresivo de la libertad individual. Avanzamos desde la libertad individual, a través de la
libertad de algunas personas pero no de otras, hacia un mundo en el que todos sean libres en un estado político que les permita contribuir a esa sociedad.
Él creía que nuestro pensamiento progresaba mediante el choque entre una idea y
su opuesto. Hegel creía que nos podemos acercar más a la verdad si seguimos su
método dialéctico. Primero alguien expone una idea: una tesis. Ésta encuentra entonces oposición, una opinión que la desafía: su antítesis. De este choque de dos
posiciones, surge una tercera idea más compleja que tiene en cuenta las dos anteriores, una síntesis. Luego, la mayoría de las veces, el proceso vuelve a comenzar. La
nueva síntesis pasa a ser una tesis, y se encuentra con una antítesis. Esto sigue sucediendo hasta que el Espíritu toma completamente conciencia de sí mismo.
El principal impulso de la historia, pues, resulta ser el Espíritu tomando conciencia
de su propia libertad. Hegel rastreó este progreso desde los pueblos que vivían bajo
tiránicos gobernantes en la antigua China y la India y no sabían que eran libres hasta nuestros días. En el caso de esos «orientales», sólo el gobernante sumamente
poderoso experimentaba libertad. Según Hegel, la gente común no era siquiera
consciente de la idea de libertad. Los antiguos persas eran un poco más sofisticados en su apreciación de la libertad. A éstos los derrotaron los griegos, lo cual trajo
progreso. Los griegos y luego los romanos eran más conscientes de la libertad que
las culturas precedentes. Y, sin embargo, tenían esclavos. Esto demuestra que no
apreciaban del todo la idea de que la humanidad entera debía de ser libre, no sólo
los ricos y poderosos. En un famoso pasaje de su libro Fenomenología del espíritu
(1807), Hegel habla de la lucha entre el amo y el esclavo. El amo quiere ser reconocido como un individuo autoconsciente y necesita al esclavo para conseguirlo, sin
admitir que este esclavo también merece reconocimiento. Esta relación desigual
conduce a una lucha en la que uno ha de morir. Esto es contraproducente y, finalmente, el amo y el esclavo terminan reconociendo que se necesitan mutuamente y
que han de respetar la libertad del otro.
Según Hegel, sólo con el cristianismo, que despertó la conciencia del valor espiritual, llega la auténtica libertad. Es entonces cuando el espíritu pasa a ser consciente de su propia libertad y, como resultado, la sociedad se organiza mediante los
principios de la razón. Esto era muy importante para él: la verdadera libertad sólo
surge en una sociedad debidamente organizada. [...]
Según Hegel, el resultado final de toda la historia era el momento en el que él mismo tomaba conciencia de la estructura de la realidad. Creía haberlo conseguido en
las páginas finales de uno de sus libros. Para él, ése era el momento en el que el Espíritu tomaba conciencia de sí mismo por primera vez. Warburton, Pequeña historia
de la filosofía (2011).
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S ECCIÓN 4
El positivismo
El progreso de las ciencias y la técnica en la Europa del XVIII y el XIX termina desembocando en la
formación de un movimiento que defiende sus métodos frente a la filosofía tradicional: son los llamados positivistas, entre los que destacan el francés Auguste Compte y el inglés Stuart Mill. En el
punto de mira de los positivistas se encuentra el idealismo hegeliano, que consideran obtuso e irrelevante.
cipal como inagotable para crear o perfeccionar los medios de conexión, ya definitiva, ya provisional. En una palabra, la revolución fundamental que caracteriza a la
virilidad de nuestra inteligencia consiste esencialmente en sustituir en todo, a la
inaccesible determinación de las causas propiamente dichas, la mera investigación
de las leyes, es decir, de las relaciones constantes que existen entre los fenómenos
observados. Auguste Comte, Discurso sobre el espíritu positivo (1842).
Clase 7 En la que aprenderemos a entender la vida como una sucesión de estados.
«Según esta doctrina fundamental, todas nuestras especulaciones, cualesquiera,
están sujetas inevitablemente, sea en el individuo, sea en la especie, a pasar sucesivamente por tres estados teóricos distintos, que las denominaciones habituales de
teológico, metafísico y positivo podrán calificar aquí suficientemente, para aquellos, al menos, que hayan comprendido bien su verdadero sentido general. Aunque,
desde luego, indispensable en todos aspectos, el primer estado debe considerarse
siempre, desde ahora, como provisional y preparatorio; el segundo, que no constituye en realidad más que una modificación disolvente de aquél, no supone nunca
más que un simple destino transitorio, a fin de conducir gradualmente al tercero;
en éste, el único plenamente normal, es en el que consiste, en todos los géneros, el
régimen definitivo de la razón humana.
*
Esta larga serie de preámbulos necesarios conduce al fin a nuestra inteligencia, gradualmente emancipada, a su estado definitivo de positividad racional, que se debe
caracterizar aquí de un modo más especial que los dos estados preliminares. Como
tales ejercicios preparatorios han comprobado espontáneamente la radical vaciedad de las explicaciones vagas y arbitrarias propias de la filosofía inicial, ya teológica, ya metafísica, el espíritu humano renuncia desde ahora a las investigaciones
absolutas que no convenían más que a su infancia, y circunscribe sus esfuerzos al
dominio, desde entonces rápidamente progresivo, de la verdadera observación, única base posible de los conocimientos accesibles en verdad, adaptados sensatamente
a nuestras necesidades reales. [...] La pura imaginación pierde entonces irrevocablemente su antigua supremacía mental y se subordina necesariamente a la observación, de manera adecuada para constituir un estado lógico plenamente normal,
sin dejar de ejercer, sin embargo, en las especulaciones positivas un oficio tan prin-
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Clase 8 En la aprenderemos a confiarlo todo a la ciencia.
«No es pues ninguna exageración decir que la ciencia encierra el futuro de la humanidad; que sólo ella puede decirle la consigna de su destino y enseñarle la manera
de alcanzar su fin. Hasta ahora no ha sido la razón la que ha dirigido el mundo: ha
sido el capricho, ha sido la pasión. Llegará el día en el que la razón ilustrada por la
experiencia recuperará si legítimo imperio, el único que es de derecho divino y guiará al mundo ya no al azar, sino con la vista clara de la meta que debe alcanzar.
Nuestra época de pasión y de error aparecerá entonces como la pura barbarie. La
política, es decir, la manera de gobernar el mundo como una máquina, desaparecerá en tanto que arte especial en cuanto la humanidad deje de ser una máquina. [...]
Organizar científicamente la humanidad, tal es la última palabra de la ciencia moderna, esa es su audaz, pero legítima pretensión». Ernest Renan, El futuro de la
ciencia (1848).
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S ECCIÓN 5
Marx: una historia material.
Lee Marx a Hegel, de quien toma el concepto de dialéctica. Pero a diferencia de Hegel, se sirve de él
para interpretar el mundo sino para transformarlo. La revolución industrial del XIX había convertido a muchas ciudades en fábricas, a muchos trabajadores del campo en proletarios; a una minoría
de burgueses en ricos socios capitalistas. Marx responde al drama de su época e marca nuestra historia contemporánea como ningún otro filosofo.
Clase 9. En la que aprenderemos la dinámica social que mueve la historia
“Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado sobre el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Mas para oprimir a una clase hace falta al menos poderle garantir condiciones de existencia que le permitan vivir en la
servidumbre. El siervo, en peno régimen feudal, llegaba a miembro del Municipio,
lo mismo que el pechero llegaba a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El obrero moderno, al contrario, lejos de elevarse con el progreso de la
industria, desciende siempre más; por debajo mismo de las condiciones de vida de
su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía es
incapaz de desempeñar el papel de clase dirigente y de imponer a la sociedad como
ley suprema las condiciones de existencia de su clase. No puede mandar porque no
puede asegurar a su esclavo una existencia compatible con la esclavitud, porque
está condenada a dejarle decaer hasta el punto de que deba mantenerle en lugar de
hacerse alimentar por él. La sociedad no puede vivir bajo su dominación; la que
equivale a decir que la existencia de la burguesía es en lo sucesivo incompatible con
la de la sociedad.
La condición esencial de existencia y de supremacía para la clase burguesa es la acumulación de riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento
del capital; la condición de existencia del capital es el salariado, que reposa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso de la industria,
del que la burguesía es agente involuntario y pasivo, sustituye el aislamiento de los
obreros, resultante de la competencia, con su unión revolucionaria por medio de la
asociación. Así, el desenvolvimiento de la gran industria socava bajo los pies de la
burguesía el terreno sobre el cual ha establecido su sistema de producción y de
apropiación. Ante todo produce sus propios sepultureros. Su caída y la victoria del
proletariado son igualmente inevitables”. Karl Marx, Manifiesto comunista (1848)
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Clase 10. En la que entenderemos que nada es ajeno a la historia
“Los economistas razonan de singular manera. Para ellos no hay más que dos clases de instituciones: unas artificiales y otras naturales. Las instituciones del feudalismo son artificiales y las de la burguesía son naturales. Aquí los economistas se
parecen a los teólogos, que a su vez establecen dos clases de religiones. Toda religión extraña es pura invención humana, mientras que su propia religión es una
emanación de Dios. Al decir que las actuales relaciones –las de la producción burguesa- son naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de
unas relaciones bajo las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones
son en sí leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De modo que hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay” K. Marx, Miseria de la Filosofía (1847).
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La hora feliz
Trabajadores del mundo, uníos.
Mientras tanto, los propietarios de las fábricas se hacían cada vez más ricos. Su
principal preocupación era obtener beneficios. Poseían capital (dinero que podían
utilizar para hacer más dinero); poseían los edificios y la maquinaria; y, en cierto
modo, también poseían a los trabajadores. Éstos no tenían prácticamente nada. Lo
único que podían hacer era vender su capacidad de trabajar y ayudar a los propietarios de las fábricas a enriquecerse. Mediante su trabajo añadían valor al material
en bruto que los dueños de las fábricas compraban. Cuando el algodón llegaba a la
fábrica, valía mucho menos que cuando salía. Ese valor añadido, sin embargo, se lo
llevaban en su mayor parte los propietarios que vendían el producto. En cuanto a
los trabajadores, los propietarios de las fábricas les pagaban lo menos posible; a
menudo lo justo para vivir. Los trabajadores no tenían ningún tipo de seguridad
laboral. Si la demanda de lo que fabricaran descendía, los echaban a la calle y los
abandonaban a su suerte, aunque pudieran morir si no encontraban otro trabajo.
Cuando el filósofo alemán Karl Marx comenzó a escribir en la década de 1830, éstas eran las penosas condiciones que había acarreado la Revolución Industrial no
sólo en Inglaterra, sino en toda Europa. Y esto le enojaba.
Marx se identificaba con los trabajadores. Toda la estructura de la sociedad les oprimía. No podían tener vidas plenas como auténticos seres humanos. Los propietarios de las fábricas pronto se dieron cuenta de que podían fabricar más artículos si
dividían el proceso de producción en pequeñas tareas. Cada trabajador se especializaba en un trabajo particular de la cadena de producción. Sin embargo, esto hacía
las vidas de los trabajadores todavía más tediosas, pues les obligaba a realizar tareas aburridas y repetitivas una y otra vez. No veían todo el proceso de producción
y apenas ganaban suficiente para alimentarse. En vez de estimular su creatividad,
los desgastaban y convertían en un mero engranaje de una enorme maquinaria que
estaba ahí sólo para hacer más ricos a los propietarios de las fábricas. Era como si
no fueran seres humanos; sólo estómagos a los que había que dar de comer para
mantener la cadena de producción en marcha y a los capitalistas ganando más dinero: lo que Marx llamó la plusvalía generada por la mano de obra del trabajador.
El efecto de todo esto en los trabajadores era lo que Marx llamó alienación. Con
esta palabra quería decir varias cosas. Los trabajadores estaban alienados o distanciados de su auténtica esencia como seres humanos. Las cosas que hacían también
les alienaban. Cuanto más duro trabajaban y más producían, más beneficios obtenían los capitalistas. Los objetos mismos parecían vengarse de los trabajadores. A
pesar de que las vidas de estas personas eran deprimentes y estaban completamen-
te determinadas por las circunstancias económicas, Marx creía que aún había cierta esperanza para esa gente, pues al final el capitalismo se destruiría a sí mismo. El
proletariado estaba destinado a hacerse con el poder mediante una revolución violenta. Tras ese baño de sangre, emergería un mundo mejor en la que las personas
ya no serían explotadas, podrían ser creativas y cooperarían entre sí. Cada cual contribuiría a la sociedad con lo que pudiera, y la sociedad a su vez cubriría sus necesidades: «De cada cual, según su capacidad, a cada cual, según su necesidad», era la
visión de Marx. Tomando el control de las fábricas, los trabajadores se asegurarían
de que hubiera suficiente para cubrir las necesidades de todo el mundo. Nadie tendría que morirse de hambre o carecer de ropa adecuada o refugio. Este futuro era
el comunismo, un mundo basado en el reparto de los beneficios de esa cooperación.
Marx creía que su estudio del modo en que la sociedad se desarrolla revelaba que
este futuro era inevitable. Formaba parte de la estructura de la historia. Pero se podía echar una mano y, en el Manifiesto comunista de 1848, que escribió con Engels, hizo un llamamiento a los trabajadores del mundo para que se unieran y derrocaran el capitalismo. Haciéndose eco de las líneas iniciales de El contrato social
de Jean-Jacques Rousseau, declararon que los trabajadores no tenían nada que perder salvo sus cadenas.
Las ideas de Marx sobre la historia estaban influenciadas por Hegel. Éste, como
hemos visto, había declarado que hay una estructura subyacente en todo, y que poco a poco avanzamos hacia un mundo que será de algún modo consciente de sí mismo. Marx tomó de Hegel la noción de que el progreso es inevitable, y que la historia tiene un patrón y no se trata únicamente de una sucesión de hechos. En la versión de Marx, sin embargo, el progreso tiene lugar a causa de las fuerzas económicas subyacentes.
En lugar de la lucha de clases, Marx y Engels prometieron un mundo en el que nadie poseería tierras, no habría herencias, la educación sería libre y las fábricas públicas abastecerían a todos. No haría falta ni religión ni moral. Es bien conocida su
afirmación de que «la religión es el opio del pueblo»: para él era como una droga
que mantenía a la sociedad en un estado somnoliento para que no que advirtiera la
opresión que sufría. En el nuevo mundo tras la revolución, los seres humanos podrían alcanzar su humanidad. Su trabajo tendría sentido y cooperarían en formas
que beneficiaran a todos. La revolución era el modo de lograr todo esto; y esto implicaba violencia, pues era improbable que los ricos renunciaran a su riqueza sin
oponer resistencia. Marx pensaba que los filósofos del pasado se habían limitado a
describir el mundo, mientras que él se proponía cambiarlo. Warburton, Pequeña historia de la filosofía (2011).
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