Presentación del libro: Nos hacen falta. Memoria histórica de la

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Presentación del libro:
Nos hacen falta. Memoria histórica de la violencia antisindical en Antioquia,
Atlántico y Santander (1975 – 2012).
Gonzalo Sánchez Gómez
Director Centro Nacional de Memoria Histórica
El título del libro que se presenta hoy al país, contiene una de las expresiones más
comunes, y por lo mismo, más abarcadoras del significado del ejercicio de la memoria:
“Nos hacen falta”, es una frase que se lee y se escucha con el corazón en la mano, como
la declaración de un sentimiento que quisiéramos evitar en un presente convulso en el
que no siempre podemos darnos el tiempo para la tristeza. Pero también es, al mismo
tiempo, una manifestación significativa del carácter de la memoria, siempre presente,
siempre desde el presente, atendiendo al “instante de peligro”, como dijera Walter
Benjamín.
Con ese punto de partida, la Escuela Nacional Sindical le entrega hoy a la ciudadanía
colombiana, a las instituciones, a la academia, al sindicalismo y a las víctimas de la
violencia sindical, un documento de valiosísimas contribuciones para clarificar las
lógicas e impactos de dicha violencia. Esto resulta fundamental hoy no sólo en los
vínculos con la construcción de paz en Colombia, sino en sus relaciones más directas
con a tarea específica de resolver la deuda de reparación colectiva al movimiento
sindical, otorgando la centralidad debida a las voces de las víctimas.
Este texto está precedido de una larga tarea de acopio y de construcción de archivos
escritos y orales indispensables para una tarea de construcción de memoria histórica
que hoy valoramos mucho más de lo que pudimos hacerlo antes. En este sentido la
Escuela Nacional Sindical se convierte en ejemplo del empeño que todas las
organizaciones sociales deberían tener en la documentación de su propia historia. Esto
pone de presente igualmente la dimensión participativa real de este proceso que da
vida a lo que pudiéramos llamar una autoconciencia del movimiento sindical.
Por supuesto, este esfuerzo pasa también en primer lugar por un gran ejercicio de
conceptualización que rebasa la necesaria determinación de un marco teórico. Cuando
se habla de violencia antisindical en Colombia se está hablando de un complejo
entramado de discursos y prácticas que tienen como consecuencia la violación de los
derechos a la vida y la integridad de los y las sindicalistas. Pero más allá, y esta es una
conclusión muy clara en el libro, se habla de un modo particular de configurar las
relaciones políticas, económicas y sociales, en las que tiene gran relevancia la acción
sindical, no sólo a partir de hechos de violencia física sino de fuertes prácticas de
violencia simbólica. De este modo, la violencia antisindical, sistemática y selectiva,
conlleva a una racionalidad que debe ser desentrañada, así como debe serlo el contexto
que posibilitó esa violencia, su legitimación e impunidad, y la forma como ésta misma
ha contribuido a configurar el escenario actual.
Como bien lo afirman los autores, si debemos reconocer el avance que han logrado
algunos estudios en la cuantificación de los hechos de victimización, también debemos
reconocer la gran deuda existente con respecto al análisis de los propósitos y
consecuencias de esos hechos, labor que corresponde a la memoria histórica. Por ello
mismo, debe resaltarse la comprensión que hay en este texto con respecto al carácter
de la memoria como un campo de disputas, que supone, de entrada, la disputa por la
definición del rol sindical, ya sea en un sentido amplio, siguiendo la noción de libertad
sindical de la OIT, desde el reconocimiento del rol sindical como una actividad
profundamente política, ligada a múltiples luchas y reivindicaciones sociales, o en un
sentido restringido que pretenda reducir la acción sindical al mundo de las relaciones
laborales. Sólo desde la primera perspectiva, integradora y proyectiva, de lo
reivindicativo y lo político puede comprenderse la violencia contra los y las
sindicalistas que han exigido justicia social más allá de su ámbito laboral, y que han
denunciado la corrupción, el paramilitarismo, la parapolítica y la acción coercitiva de
las guerrillas. Sólo desde esa misma visión puede comprenderse que la reparación que
requiere el movimiento sindical tiene entonces que tomar en serio su liderazgo
comunitario, cultural, deportivo, político y social, concibiéndose como un actor en un
proceso de democratización.
Este libro nos recuerda las escandalosas cifras de victimización contra los y las
sindicalistas en Colombia, dando cuenta de sus dimensiones y revisitando la magnitud
del daño a la humanidad que podría quedar oculta tras la repetición y naturalización de
la afirmación según la cual Colombia se convirtió en uno de los países más peligrosos
del mundo para el ejercicio de la actividad sindical. También es deber de la memoria
histórica trabajar para que la sociedad comprenda la magnitud de las 12.000
violaciones a la vida, la integridad y la libertad, y los 2.940 homicidios entre 1986 y
2012, de los que fueron víctimas los sindicalistas en Colombia, así como la terrible
impunidad que rodea estos crímenes.
La periodización nacional permite comprender la correspondencia entre estos hechos,
los momentos más emblemáticos de la movilización sindical, las dinámicas de
incremento de los grupos paramilitares y de accionas de las guerrillas, y la acción de las
instituciones del Estado. En particular, resulta de gran relevancia profundizar la
relación entre los procesos de reforma económica de los años 90, en los albores de la
Constitución de 1991, los conflictos laborales, y los homicidios contra sindicalistas, de
donde deben surgir lecciones fundamentales para la proyección del futuro. Que estos
hechos se hayan cuadriplicado entre 1990 y 1996 debe llamarnos la atención sobre las
garantías que deben construirse hoy, cuando nos acercamos a un nuevo momento de
acuerdo nacional.
La estigmatización, señalada en este texto de manera recurrente, como causa y
consecuencia, ha de plantearse como parte de una discusión abierta, muy necesaria.
Que las guerrillas hayan ejecutado actos de la violencia antisindical revela también la
relación de ésta violencia con dinámicas de disputa territorial. No obstante, debe
verificarse también el hecho de que a pesar de la visibilidad de los ataques de la
insurgencia contra el sindicalismo, se haya acentuado el imaginario sobre el asocio del
sindicalismo a actividades subversivas. En Colombia se han banalizado muchas veces
los crímenes contra sindicalistas, calificándolos a priori como actos merecidos o
atribuibles a la delincuencia común, negando la victimización contra el sindicalismo
por el hecho de que su rol, en sentido amplio, esté vinculado al liderazgo social. Pero
además, negando la importancia de este rol sindical en la resistencia a la pretendida
cooptación social y territorial por parte de los actores armados, y desde allí, en la
construcción de paz con una autonomía que no puede cuestionarse condicionándola a
la neutralidad.
El estudio localizado en los departamentos de Antioquia, Atlántico y Santander, resulta
fundamental para situar el complejo mapa de causas y afectaciones, así como para
proyectar un ejercicio continuado de recuperación de memoria histórica y de
reparación colectiva. Pero también, y esto es muy importante, gracias a esta localización
hemos podido reconocer con nombre propio las luchas de Sintraelecol, de Anthoc, de
Sutimac, de Sintrasema, de Adida y de la CUT, entre las muchas organizaciones
sindicales que se mencionan.
Una memoria histórica en contexto sobre este tema, tiene que valorar el papel de las
organizaciones sindicales en concreto, porque es desde allí que se desarrolla la
actividad sindical, y porque es esa, la organización, el producto de un esfuerzo colectivo
que resulta vulnerado con la violencia. Por ello, resulta más que pertinente también el
análisis sobre la relación entre la violencia antisindical y la reconfiguración de las
organizaciones, su capacidad de negociación colectiva, y su rol en la construcción de
tejido social. Más allá, sabemos también que el liderazgo sindical, aunque colectivo,
significa un gran trabajo para la formación de referentes individualizables que logran
encarnar aspiraciones y valores que también cuesta mucho construir. Por ello, rescatar
sus nombres, sus fotografías, sus trayectorias, es parte de la memoria histórica, como
bien se plantea en este libro.
La mirada que caracteriza este esfuerzo investigativo podría enunciarse así_ la vida de
una organización es también la vida de las personas que la componen: historia
organizativa y experiencias familiares y personales se entrecruzan sistemáticamente
en este relato. Se recupera así no sólo la valoración de trayectorias colectivas sino el
paisaje social, cultural y geográfico y los daños sufridos en las personas más allá de los
datos y estadísticas globales siempre necesarios pero insuficiente para dar cuenta de
los impactos de modalidades de violencia que atacan grupos, y perfiles específicos de
miembros de la comunidad nacional.
Se nos presenta también el día de hoy un Modelo de Análisis y Caracterización del
Impacto de la violencia antisindical (MOCI), que tiene una doble dimensión valorativa.
De un lado, se trata de una propuesta metodológica importante, por cuanto implica la
posibilidad de una clarificación situada en el tema específico. Pero más allá, y es esto lo
que quisiera resaltar, se trata de un esfuerzo por incorporar las fuentes primarias y los
testimonios de las víctimas y sobrevivientes, visible desde los cuestionarios iniciales, lo
que resulta una contribución que estudiaremos con atención en el Centro Nacional de
Memoria Histórica. Así mismo, la consideración sobre los diferentes niveles de daño, al
sindicalista, a la organización sindical, a las agendas del movimiento sindical, y los
diferentes ámbitos que se cruzan con la acción sindical en el país, resulta prometedora
y constituye, además de gran potencia frente al reto que se plantea en este libro, un
valioso insumo para el ejercicio de la memoria histórica en otros casos.
Con este libro que se presenta hoy, la construcción de una propuesta de reparación
colectiva para el movimiento sindical, ha alcanzado un momento de madurez
importante que el Centro Nacional de Memoria Histórica desea resaltar y apoyar en la
medida de sus posibilidades. La descentralización de las agendas de reparación, así
como la conceptualización y los modelos metodológicos planteados, son una gran
noticia para el país, para quienes trabajamos por la memoria, para el sindicalismo, y
para las víctimas, sobrevivientes y familiares de quienes, como se nos recuerda desde
el título del libro, tanta falta nos hacen.
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