Educación y distribución del ingreso

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DEBATE 3
La incidencia de la educación sobre el
bienestar de los hogares
Educación y distribución del
ingreso
Luis Beccaria – Fernando Groisman
Educación y Distribución del ingreso
Luis Beccaria – Fernando Groisman1
Universidad Nacional de General Sarmiento - Argentina
1. EL NIVEL DE LA DESIGUALDAD
Como cabría esperar, se advierte una clara relación con signo positivo
entre los ingresos familiares medios –ajustados por economía de escala en las
familias– y el nivel educativo del jefe en todos los países de la región para los que
se cuenta con datos. Las brechas entre los valores promedios de los estratos de
hogares resultan, por otra parte, muy amplias, tanto a principios como a fines de
la década. A diferencia de lo que podría anticiparse, el tamaño de las mismas
exhibe una correlación positiva con el PBI por habitante del país2 (Gráfico 1); sin
embargo, la escasa cantidad de observaciones, y el relativamente tenue grado de
asociación sugeriría que la pauta distributiva de estas sociedades no se deriva
linealmente del tamaño de su economía.
Gráfico 1
BRECHA DE INGRESOS Y NIVEL DEL PRODUCTO EN PAÍSES SELECCIONADOS DE AMÉRICA LATINA A
COMIENZOS DEL SIGLO XXI
BRECHA DE INGRESO (IMEH)
8.00
Brasil
7.50
7.00
Chile
6.50
6.00
5.50
PAÍSES SELECCIONADOS DE AM. LAT.
Paraguay
México
5.00
Honduras
4.50
4.00
Costa Rica
3.50
3.00
0.0
1000.0
2000.0
3000.0
4000.0
5000.0
6000.0
7000.0
PBI PER CÁPITA
1
Universidad Nacional de General Sarmiento - Argentina
2
BADEINSO (CEPAL)
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2
Dada la comentada asociación entre educación del jefe e ingreso de los
hogares, aquellos regidos por personas con baja escolarización se concentran en
los quintiles inferiores (Cuadro 2). Éstos muestran también una elevada
incidencia de la pobreza (Cuadro 3) que, dado el enfoque relativo con el que ésta
fue medida, refleja la recién mencionada amplitud de las brechas.
Las diferencias en los ingresos medios de los hogares resultan de la
asociación que la educación del jefe tiene con diferentes variables cuyos efectos,
por otra parte, suelen potenciarse. Ellas operan a través de su influencia sobre los
ingresos laborales de los individuos o afectando el tipo de inserción que éstos
logran en el mercado de trabajo.
En el primer apartado de esta sección, se revisarán algunas hipótesis
acerca de los determinantes de las diferencias de remuneraciones de los
ocupados mientras que en la segunda se revisará la relevancia de factores ligados
a los niveles y características de la participación en la actividad económica de los
miembros de los hogares. En tercer lugar se discutirá cómo afecta el género a la
desigualdad de ingresos de los hogares.
Si bien entre los ingresos de los hogares también se incluyen
transferencias del gobierno y de otros hogares, así como de los derivados de la
propiedad, su importancia no se discutirá de manera particular.
1.1. Los ingresos laborales
Una primera, y muy importante, fuente de las diferencias entre los
ingresos familiares arriba señaladas la constituye la reconocida asociación entre
las remuneraciones de los miembros ocupados y su nivel educativo. Si bien los
estratos considerados en los cuadros atienden al grado de escolaridad de los
jefes, parece razonable suponer que el correspondiente al promedio de todos los
otros miembros activos va creciendo también a lo largo de la estratificación. Es
sabido que la educación es un importante determinante de la posición de las
personas en el mercado laboral y los trabajadores más educados tienden a
acceder a puestos de trabajo mejor pagos y, por lo tanto, reducen sus
probabilidades de insertarse en ocupaciones de bajos ingresos. Además, en
contextos recesivos, los trabajadores con mayor escolarización suelen estar más
protegidos frente a la caída de los ingresos. La principal razón económica para
ello es que la educación incrementa la productividad, y en tanto ésta y los
ingresos se encuentran correlacionados, a mayor escolaridad corresponden
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mayores remuneraciones. Abundante literatura ha verificado que la fuerza de
trabajo más educada juega un papel complementario a la incorporación de capital
físico en la economía –mientras que los trabajadores menos educados tenderían a
ser sustituidos por éste. Así, las remuneraciones relativas de los primeros
reflejarían esta adaptación funcional y virtuosa al ciclo productivo. Cabe también
destacar que la fijación de salarios más elevados para este segmento es un
instrumento al que suelen recurrir ciertas firmas frente a la inversión en
capacitación realizada en éstos trabajadores. En sintonía con esta evidencia, la
difusión de la educación y la capacitación laboral es usualmente vista como un
instrumento de política relevante para combatir los bajos ingresos y el
desempleo.
Si bien la teoría de capital humano brinda una hipótesis acerca de la
asociación positiva entre ingresos y educación, también señala que las
magnitudes de las retribuciones relativas en un momento dado estarán afectadas
por la situación de oferta o demanda relativa de diferentes calificaciones. Ello es
de gran relevancia si se atiende al hecho que en los países en desarrollo suele ser
abundante la oferta de trabajadores menos instruidos. Por ejemplo, en
prácticamente la totalidad de los países incluidos en el Cuadro 1, más del 50% de
los jefes hogares han completado sólo el nivel primario de educación –y en varios
de estos países la proporción es cercana al 75%–. Tal estructura de la oferta
laboral podría, entonces, ser una explicación de los más elevadas diferenciales de
ingresos que en ellos suelen existir.
Debe tenerse en cuenta, finalmente, que los ocupados con escasa
escolaridad no sólo tienen un nivel de ingresos más bajos a lo largo de toda la
vida activa sino que la curva que relaciona sus remuneraciones con la edad suele
iniciar su tramo con pendiente negativa a menor edad que la de los más
educados.
Otras visiones han sido desarrolladas para complementar, o contraponer,
a la del capital humano en cuanto a racionalizar la asociación existente entre
ingresos y el nivel educativo. Ellas consideran que el mercado de trabajo funciona
de manera algo diferente a lo planteado por el enfoque neoclásico más tradicional
y contribuyen a entender porqué en ciertas circunstancias –países y/o
momentos– se observan retornos a la educación particularmente elevados o
reducidos. Específicamente, aquellas hipótesis que ligan el nivel de las
retribuciones con la productividad y/o rentabilidad de las firmas son
particularmente relevantes en América Latina. Dada la mayor heterogeneidad
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4
productiva de la región, y la consecuente mayor dispersión de las
productividades, cabría esperar que también resulte más desigual la distribución
de remuneraciones. Las firmas más eficientes demandan, en una alta proporción,
personal con elevada educación, tanto porque así lo requieren sus complejos
procesos productivos como porque exigen mayores credenciales para cubrir
ciertos puestos. El relativamente mejor ingreso de los más escolarizados se
derivaría, entonces, de la acumulación de capital humano y del hecho que, en
promedio, se encuentran sobrerrepresentados entre las empresas más
productivas. Confluye también a este resultado el hecho de que las trayectorias
laborales de estos trabajadores son más estables.
En el contexto de heterogeneidad productiva cabe también hacer
referencia a la importante presencia de trabajadores informales –cuentapropistas
o autoempleados– en la estructura productiva. Sus remuneraciones se
encuentran, en la mayoría de los países latinoamericanos, usualmente por debajo
de las que perciben los trabajadores asalariados. En los datos analizados se
confirma que la probabilidad de inserción en un puesto de trabajo formal es
menor para los trabajadores de bajo nivel educativo y aumenta a medida que el
mismo se incrementa (Cuadro 6).
Las menores remuneraciones que alcanzan aquellos con baja calificación
también es producto de una dedicación laboral relativamente baja en términos
horarios. La evidencia disponible para algunos países señala que la subocupación
–esto es, la jornada involuntariamente reducida– resulta usualmente más elevada
entre los miembros de este segmento de hogares. Este fenómeno, sin embargo,
no se refleja plenamente en los datos del Cuadro 5 que muestran valores
similares para los promedios de las horas trabajadas por los jefes de los
diferentes estratos, siendo incluso algo menores entre los más educados. Sin
embargo, deben tenerse en cuenta dos aspectos. Por un lado, en los jefes la
subocupación tiende a ser menor y esto se observa con cierta independencia del
nivel educativo. En segundo lugar, entre aquellos jefes de reducida escolarización
suele ser más frecuente –como ya se analizó– la presencia de trabajadores por
cuenta propia que realizan jornadas marcadamente más largas que las
correspondientes a los asalariados.
El cumplimiento de las condiciones regulatorias que rigen las relaciones de
trabajo se encuentra también asociado al tamaño de las empresas. Las firmas
más pequeñas concentran, en mayor proporción que las más grandes, a
actividades económicas de baja productividad que suelen contratar a trabajadores
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5
de baja calificación –con bajo nivel educativo– y en las cuales los vínculos
laborales resultan frecuentemente precarios. La relación negativa entre la
probabilidad de acceder a un puesto de este tipo y el nivel educativo del jefe se
advierte en el Cuadro 7. Los asalariados no cubiertos por regulaciones laborales
como el salario mínimo, los convenios colectivos y las normas protectoras en
general suelen percibir, adicionalmente, remuneraciones menores que las de
aquellos con similares características pero que se encuentran registrados en la
seguridad social. Ello constituye, por lo tanto, otra razón que contribuye a
explicar la elevada brecha que existe entre los ingresos de ocupados de diferente
nivel de escolarización y, por lo arriba señalado, entre los ingresos familiares
medios de los estratos con los que se viene trabajando.
El argumento tradicional señala que la existencia de normas laborales
protectorias de la relación laboral, en economías como las latinoamericanas, no
tiene otro efecto que conducir a una asignación ineficiente de recursos y en
consecuencia a una segmentación salarial entre trabajadores protegidos y no
protegidos. Sin embargo, en contraste con esta visión se ha argumentado que la
precariedad de las relaciones laborales constituye un desincentivo a la inversión
en capital humano específico de los trabajadores porque alienta la rotación de los
trabajadores en las firmas y reduce su dedicación y compromiso.
Cabe señalar, también, que no sólo la existencia y generalización de los
institutos laborales incide en la dispersión de ingresos; sino que las características
de algunas regulaciones tiene un papel relevante al momento de explicar las
diferencias salariales. Un ejemplo es el nivel de la negociación colectiva, la que
puede realizarse a nivel de la rama / sector, o descentralizadamente, a nivel de
firma. La literatura ha mostrado que la dispersión de remuneraciones suele ser
menor en la primera que en la segunda de estas modalidades.
1.2 La inserción en el mercado de trabajo
El segundo conjunto de factores asociados a las distancias entre los
ingresos medios de los hogares pertenecientes a los estratos analizados es, tal
como se señaló más arriba, el referido a la diferente inserción que tienen sus
miembros en el mercado de trabajo.
Los individuos menos educados muestran regularmente una tasa de
empleo más reducida. Ello obedece a que suelen acceder a puestos más
inestables y tienen menores chances de encontrar un trabajo desde la
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6
desocupación. En efecto, ellos alternan su condición de ocupado con la de
desempleado, intermitencia laboral que repercute en una descalificación
progresiva que les dificulta, relativamente, satisfacer las condiciones impuestas
para cubrir las vacantes de puestos de calidad.
La tasa de actividad también se encuentra directamente relacionada con el
nivel de escolarización. Ello se verifica especialmente entre las mujeres, reflejo de
sus relativamente menores oportunidades de empleo. Por estas razones,
entonces, los hogares en los cuales es elevada la presencia de trabajadores poco
escolarizados –precisamente aquellos cuyos jefes también están escasamente
educados– muestran una baja tasa de empleo media. A esto se le agrega el
hecho que dichos hogares son más numerosos y con una mayor presencia de
niños, otra razón que restringe la oferta de trabajo, especialmente cuando no se
cuenta con centros de cuidado infantil en las zonas de residencia de éstos
hogares.3 Ambos factores se potencian en contextos recesivos, pero incluso en
condiciones de expansión influyen negativamente sobre el nivel de empleo en
estos hogares, los que además impactan diferencialmente según género. La
contracara de esos fenómenos es que, como se desprende de la evidencia
disponible, las mujeres, y especialmente las cónyuges –y, en particular, las de
menor nivel educativo– se encuentran sobrerrepresentadas entre la población
inactiva.
El avance educativo tiende a demorar el ingreso de los jóvenes al mercado
de trabajo. Este proceso sería menos intenso entre aquellos pertenecientes a los
hogares con jefes de baja escolarización, que en promedio exhiben mayores
dificultades para permanecer en el sistema de educación formal.
Consecuentemente, este factor debería elevar la tasa de actividad media del
estrato con relación a los demás. Sin embargo este abandono temprano de la
escolarización determina una trayectoria laboral de bajos ingresos y alta
inestabilidad, con transiciones intermitentes entre la actividad y la inactividad.
El hecho que las firmas tiendan a elevar las exigencias en términos de las
credenciales necesarias para cubrir vacantes –incluso para puestos que
requerirían reducidas calificaciones– constituye otro fenómeno que reduce las
probabilidades de empleo de los miembros con baja escolarización. En un
contexto de mercados de trabajo sobreofertados como los que caracterizaron a
América Latina durante la década de los años 80s y 90s, cabría esperar que se
3
Las diferencias en los cuadros que recurren al ingreso pueden estar exacerbadas por el hecho que si
bien ajustan por economías de escala no lo hacen por las equivalencias en adultos.
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7
haya tendido a sustituir trabajadores adultos en edades centrales y con escasa
educación, por jóvenes más educados, aún cuando no contasen con experiencia.
Ello habría también contribuido a deteriorar relativamente los ingresos de los
trabajadores de menor calificación.
La intermitencia en la inserción laboral, más frecuente entre los menos
educados, también atenta contra la posibilidad de desarrollar sus calificaciones.
Por lo tanto, contribuye a limitar su experiencia laboral –en el presente y en el
futuro– a puestos de trabajo de baja remuneración y calidad.
1.3 Género
El género de la jefatura del hogar es una variable que también puede
afectar la distribución de los ingresos familiares. En este sentido, debe evaluarse
en qué medida difiere, entre estratos, la magnitud de las brechas de los ingresos
entre hogares con jefes de distinto género. Si ésta resulta mayor en los más
bajos, tenderán –a igualdad de otras condiciones– a ampliarse las diferencias
entre los ingresos familiares medios entre estratos. Asimismo, debe evaluarse el
peso relativo que cada uno de estos tipos de hogares tiene en cada estrato. Si las
brechas entre género son distintas de cero, la existencia de diferencias de la
participación relativa de cada tipo de hogar entre estratos tendrá un impacto
sobre la desigualdad.
Una razón que puede explicar porqué las brechas de ingresos entre
hogares con jefes de diferente género difieren entre estratos de escolarización es
la presencia de discriminación por género en las remuneraciones y de segregación
ocupacional. Estos fenómenos pueden afectar de diferente manera a grupos de
ocupados de distinto nivel educativo. Otra de las razones que pueden dar cuenta
de esas diferencias es la distinta participación del empleo femenino en cada uno
de ellos. Posiblemente, la participación del trabajo femenino aumente con el nivel
educativo del jefe. Finalmente, los hogares con jefatura femenina tienden, a
igualdad de otras condiciones, a exhibir una mayor tasa de actividad que las de
aquellos regidos por varones. Pero como esto acontece a lo largo de todos los
estratos, su relevancia al momento de explicar las diferencias de ingresos entre
ellos aparece como menor.
El Cuadro 1 muestra que estos factores, en conjunto, tenderían a
incrementar la desigualdad entre los ingresos medios familiares en Costa Rica, en
tanto las brechas entre hogares con jefes de distinto género son mayores en el
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estrato inferior. En Brasil y Chile, por el otro lado, el efecto sería el contrario. No
se identifica un patrón claro en Honduras, México y Paraguay.
En cuanto al segundo de los factores asociados al género –la participación
de los hogares con jefas mujeres dentro del conjunto de los correspondientes a
cada estrato– la información del mismo cuadro confirma la pertinencia de su
inclusión en el análisis. Con la excepción de Brasil, en el resto de los países
analizados se constata que los hogares con jefatura femenina se encuentran
sobrerrepresentados en el estrato de menor educación.
La enumeración de los determinantes de la desigual distribución de
recursos entre los hogares plantea el debate de definir sobre cuál de ellos –uno o
varios– es más efectivo intervenir. Lo acontecido durante la década del noventa
puede dar alguna señal en esa dirección. En la sección que sigue se aborda este
tema.
2. LOS AÑOS NOVENTA: ¿MÁS EDUCACIÓN Y MÁS DESIGUALDAD?
Durante la década del noventa mejoró el nivel educativo medio en los
países latinoamericanos a juzgar por los cambios en la distribución de los hogares
según estratos definidos por el nivel de escolarización de los jefes. Sin embargo,
esta evolución fue dispar. Sólo en Chile y Brasil aumentó sensiblemente la
proporción de aquellos con jefes con nivel secundario completo y más, mientras
que en los países centroamericanos –Costa Rica y Honduras– y en Paraguay la
mejora fue muy leve.
Estos avances en el acceso de la población a los sistemas de educación
formales no estuvieron asociados a un estrechamiento de las brechas de ingreso.
Por el contrario, en gran parte de la región aumentó la desigualdad, tal como se
deduce de la marcada ampliación de la brecha entre los ingresos familiares
medios de los hogares con jefes de baja y alta educación. Sólo Brasil –donde
aumentó levemente– y Honduras, donde se redujo, constituyeron excepciones de
ese movimiento más general. Sin embargo, no debe perderse de vista que Brasil
ya exhibía a comienzos de la década la desigualdad más elevada: los hogares del
estrato más alto tenían un ingreso siete veces superior al que percibían en
promedio los hogares de más bajo nivel educativo. Para este indicador, y hacia
fines de los años noventa Chile, se ubicaba en segundo lugar –con un registro
superior a las seis veces– y luego se encontraban Paraguay, México y Honduras
con marcas cercanas a 5 (Cuadro 1).
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9
Este preocupante escenario se refuerza al observar que en Chile, Costa
Rica y también en México, aumentó la distancia relativa del ingreso de las familias
de menor nivel educativo –hasta primario incompleto– respecto del
correspondiente a los hogares con jefes que habían finalizado tan sólo el nivel
primario.4 En Honduras disminuyeron los diferenciales de ingreso de todos los
grupos en proporciones similares respecto de los más escolarizados mientras que
en Brasil los hogares con nivel educativo medio experimentaron las mayores
pérdidas relativas.
Se puede, por tanto, identificar tres grupos de países:
>
aquellos en los que el deterioro distribución del ingreso familiar se
produjo, especialmente, a instancias de la caída relativa que
experimentaron los recursos de los hogares de menor educación:
México;
>
las economías en las que el distanciamiento relativo de los hogares
con alto nivel educativo se produjo también respecto del hogares
con nivel educativo medio: Chile, Costa Rica, Brasil y Paraguay;
>
finalmente, Honduras como un caso excepcional en el que no
aumentó la desigualdad.
Esta tendencia de la distribución de los ingresos de los hogares se verificó
en diferentes contextos de crecimiento económico. En los países bajo análisis el
producto per cápita a precios constantes aumentó entre extremos de la década –
aunque con desigual intensidad– en prácticamente todos los casos: en Chile el
incremento fue del 55%, en Costa Rica el 22%, en México el 16%, en Brasil el
12% y en Honduras el 3%.5 La excepción fue Paraguay donde la producción
agregada por habitante disminuyó cerca de un 10% en ese período. Las
remuneraciones medias reales crecieron en sintonía con la evolución del producto
recién comentada en Chile y Costa Rica aunque en proporciones algo menores y
también lo hicieron en Paraguay, mientras que en Brasil y México se produjeron
caídas del 4% y 2% respectivamente. Por lo tanto, creció la desigualdad tanto en
países que expandieron su nivel de actividad –Chile, Costa Rica y México– como
en Paraguay cuyo PBI por habitante de fines de la década fue menor que el
registrado en 1990. Entre estos casos también se elevó el poder de compra
medio de las remuneraciones, salvo en México. En cambio en Brasil se habría
4
En el caso de Paraguay la cobertura geográfica de los datos para los extremos de la década no es la
misma y ello obstaculiza la comparación.
5
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Pág. 10
mantenido la concentración del ingreso junto con una elevación del PBIpc y un
deterioro de los sueldos y salarios, mientras que ella se redujo en Honduras en el
marco de un leve aumento del nivel de actividad por habitante.
El riesgo de pobreza de los hogares del estrato inferior no disminuyó y en
algunas economías aumentó. En tanto el indicador utilizado se basa en una
medida de pobreza relativa resulta razonable que su evolución no difiera del
deterioro ya comentado para la brecha de ingreso de los hogares.
A efecto de analizar las posibles causas de estas dinámicas de la
distribución de los ingresos familiares convendría tener en cuenta las diversas
variables discutidas en la sección 1. De esta manera, un primer factor a
considerar es la distribución de los ingresos de los ocupados. Un deterioro de la
misma –que produce un distanciamiento entre las remuneraciones de los más y
los menos escolarizados– provocaría –suponiendo una estabilidad en las otras
variables– un movimiento en igual sentido entre los ingresos familiares. Cierta
evidencia disponible marca la existencia de un comportamiento de ese tipo en
algunos países de la región, movimiento que ha llevado a desarrollar una extensa
literatura acerca de las causas de ese deterioro.
Se ha argumentado acerca de la importancia de los efectos de la apertura
comercial resultante de las reformas estructurales implementadas en la región
desde los 80s. Este proceso debería haber tenido, al menos en algunos países, un
efecto igualador en tanto la intensificación de los flujos comerciales tendría que
haber elevado la demanda relativa del factor más abundante en la región: trabajo
de baja calificación. Sin embargo, este mecanismo no parece haber sido
importante. Una posible explicación es la creciente importancia que adquirieron
en el mercado mundial países con una aún mayor abundancia relativa de trabajo
no calificado, lo cual pudo haber “desplazado” las ventajas comparativas de las
economías latinoamericanas. Más frecuentemente, sin embargo, se argumenta
que la apertura facilitó la difusión, en las economías de la región, de un proceso
de cambio técnico que elevó el uso del capital y, simultáneamente de trabajo de
mayor calificación, el que suele ser más complementario del capital. Desde la
perspectiva neoclásica, el incremento en los retornos de los más educados
provocado por el aumento de la demanda relativa de trabajadores más calificados
implica que éste fue más intenso que el correspondiente a la oferta de los
mismos. En efecto, durante los 90s prosiguió la mejora del nivel de
escolarización medio de la población total. Se ha argumentado, sin embargo, que
la oferta de trabajadores con las calificaciones apropiadas a las nuevas
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Pág. 11
tecnologías no se expandió proporcionalmente, aún cuando no se cuenta con
evidencia al respecto.
En tanto se reconozca que el mercado laboral no opera estrictamente de
acuerdo a ese paradigma es posible, sin embargo, tomar en cuenta otros factores
que pudieron haber estado por detrás de la ampliación de las brechas de las
remuneraciones. Por ejemplo, una creciente heterogeneización de las estructuras
productivas de los diferentes sectores.
En particular, el aumento de la informalidad podría haberse constituido en
la expresión más extrema de este proceso en tanto suele ser un fenómeno más
intenso entre aquellos de baja calificación. La información incluida en el Cuadro 6
muestra que si bien no hubo un crecimiento de la informalidad en el conjunto del
empleo de jefes de ninguno de los países, en Chile, Costa Rica y Honduras el
mismo se expandió entre aquellos del estrato de menor escolaridad. Estos
incrementos de la presencia de las actividades no estructuradas entre los menos
calificados habrían estado asociado a su papel de refugio frente a la desocupación
en un contexto de lento crecimiento del empleo formal de este tipo de
trabajadores. Debe tenerse en cuenta que información disponible para el conjunto
de los ocupados (jefes más no jefes), y que recurre a la versión más tradicional
de identificación del sector informal6 –atendiendo sólo a la categoría ocupacional
y al tamaño del establecimiento–, da cuenta de un mayor crecimiento de la
informalidad a nivel regional y también para todos los países analizados.7
Otro proceso que también tuvo que haber contribuido a ampliar las
distancias entre las remuneraciones de los más y los menos escolarizados fue la
expansión de la precariedad laboral de los asalariados. Como en el caso de la
informalidad, este fenómeno afecta en mayor medida a los menos educados. El
Cuadro 7 da cuenta de un aumento de trabajadores precarios en Brasil, México y
Chile a nivel nacional, el que fue más intenso entre los jefes menos escolarizados.
El promedio de horas semanales trabajadas por los jefes no exhibió
cambios diferenciales de magnitud de acuerdo a su nivel educativo y, en general,
mantuvieron su nivel entre extremos de la década con oscilaciones promedio
menores al 5%. Por lo tanto, no podría asociarse a este factor el deterioro
distributivo ya comentado.
6
OIT, Panorama laboral 2003 de América Latina y el Caribe, (www.oit.org.pe)
7
No se dispone de información sobre esta variable para los dos países centroamericanos. Tampoco se
consideró a Paraguay por la diferencia de cobertura geográfica.
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Un efecto más ambiguo pudo tener la posible elevación de las credenciales
educativas para acceder a los puestos que no tiene relación con un aumento en
los requerimientos efectivos de los mismos. Este fenómeno –de cuya extensión
no se cuenta con evidencia clara– pudo haber aumentado en el marco de una
creciente subutilización globlal de la fuerza de trabajo. Su efecto puede ser el de
reducir las diferencias entre las remuneraciones de ocupados con diferentes
niveles educativos. Pero, como también implica un incremento de las
probabilidades de obtener un puesto para aquellos más educados, el efecto neto
no resulta claro.
El aumento del desempleo que pudo haber afectado más intensamente a
trabajadores menos educados constituye otro factor que pudo haber explicado
parte del incremento de la brecha entre los ingresos de los estratos definidos
según la educación del jefe. Ello debió haber reducido la proporción de personas
que obtenían ingresos del trabajo. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que la
información disponible da cuenta de un incremento en la tasa de actividad que,
en algunos países, más que compensó el aumento de la desocupación.8
En lo que hace al efecto de las diferencias de ingresos entre géneros, se
han registrado movimientos que habrían tendido a disminuir, o al menos no
incrementar, el grado de desigualdad de la distribución del ingreso familiar. Por
un lado, aumentó la importancia de los hogares con jefatura femenina pero, salvo
en el caso de México, este incremento fue más intenso entre los estratos más
educados. Por lo tanto, este factor, per se, habría llevado a una disminución de la
concentración de los ingresos familiares. A comienzos de la década del noventa,
esta proporción, en los países bajo análisis, iba del 14% en México al 29% en
Honduras. En realidad, con la excepción de este último y de Costa Rica con el
22%, en el resto de los casos la participación de estos hogares no superaba al
20% del total. Al finalizar la década, y nuevamente con la excepción de
Honduras, la proporción de hogares con jefas mujeres aumentó. Este incremento
fue del 14% en Costa Rica y Chile, del 20% en México y del 30% en Brasil. De tal
forma, prácticamente en todos los países la proporción de hogares con jefatura
de mujeres ya superaba al 20% del total a principios del siglo XXI.
Por el otro lado, el efecto de los cambios en las brechas entre los ingresos
medios del hogar según sexo del jefe fue más heterogéneo. En promedio, ellas
disminuyeron en Brasil y Honduras, –pasaron de más del 45% a menos del 20%
8
OIT, op.cit.
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en Honduras y de más del 25% al 18% en Brasil– y ello estuvo acompañado de
una disminución de las diferencias en las brechas entre los estratos educativos ya
que ellas disminuyeron entre los de baja escolaridad mientras que crecieron, o se
mantuvieron, entre los jefes más escolarizados. En México aumentó la brecha
media pero el impacto distributivo fue también positivo ya que el incremento más
importante se verificó entre los hogares de mayor escolarización. Este factor no
habría tenido una influencia significativa en Costa Rica, donde el incremento de
las distancias fue generalizado.
La reducción de la distancia entre estrado de las brechas de los ingresos
medios de hogares con distinto género pudo estar asociada, en algunos casos, a
un mejoramiento relativo de la probabilidad de ocuparse en actividades formales
de las mujeres de baja calificación. Esta es una evidencia que surge de los
Cuadros 6 y 7 –que reflejan lo acontecido con las jefas ocupadas– para Brasil,
Chile y México.
3. CONCLUSIONES
Los datos analizados describen un panorama distributivo francamente
preocupante. El nivel de la desigualdad en la región continúa siendo el más alto
del planeta9 y su evolución durante la década de los noventa parece confirmar
que las dificultades que enfrenta el continente para su reducción son de carácter
estructural, es decir, no reversibles –únicamente– vía el crecimiento económico.
De ello se sigue que la intervención del estado es necesaria para propender a
sociedades con mayor equidad.
La evidencia de lo acontecido durante el período analizado sugiere que
tampoco es suficiente con mejorar el nivel educativo de la población para tornar
más equitativa la distribución de los ingresos. Este es un aspecto de especial
importancia por la alta prioridad que usualmente se le asigna a la escolarización
en este sentido. Algunos estudios señalan que el escaso efecto que ha tenido el
mayor acceso a la educación sobre la concentración de ingresos obedece a que se
estaría atravesando por un período de transición durante el cual se produciría la
sustitución de las actuales cohortes de trabajadores por las nuevas generaciones
más educadas. Culminada esta etapa, el piso de las remuneraciones laborales
9
de Ferranti, D; G. Perry, F. Ferreira y M. Walton, Inequality in Latina America, Washington: Banco
Mundial, 2004; pgs. 2-3
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Pág. 14
sería más elevado y en consecuencia la brecha de ingresos familiares se habría
estrechado. Sin embargo, como se discutió en la primera sección de este
documento, los problemas asociados con la heterogeneidad productiva
mantendrían su efecto aún con una fuerza de trabajo más educada. Ello no
implica, naturalmente desalentar los esfuerzos por incrementar la escolarización
de la población, la cual tiene efectos positivos sobre el desarrollo social y
ciudadano de la población más allá de su impacto en el mercado de trabajo, perro
obliga a incorporar otros factores de análisis.
Entre ellos ocupa un papel central el reconocimiento de las restricciones
que impone la estructura productiva vigente. Efectivamente, ella se caracteriza
por una elevada heterogeneidad, con segmentos modernos, relativamente
competitivos, pero que absorben una escasa proporción del empleo. Junto con
ellos, conviven estratos productivos con mayor o menor grado de atraso
tecnológico Esta matriz productiva heterogénea se encuentra en la base de una
realidad similar en lo que hace al mundo del trabajo. La informalidad no es más
que un reflejo de ese proceso, al que cabe agregar la precarización y las diversas
formas de subutilización del trabajo.
Son estos factores estructurales los que se encuentran en la raíz de un
patrón distributivo regresivo que persiste a lo largo del tiempo con cierta
independencia de las oscilaciones de coyuntura del ciclo económico. Junto a éstos
cabe incluir a las recurrentes crisis que soportan las economías latinoamericanas
cuyos efectos adversos no se distribuyen de manera generalizada sobre la
población sino que impactan diferencialmente según estratos y grupos sociales.
Cabe enfatizar que éste deterioro no es tan sólo transitorio ya que no se revierte
con la misma intensidad en las fases expansivas.
Un elemento adicional que contribuye a morigerar las expectativas sobre
una mejora distributiva en el corto plazo es la precariedad que exhiben las
relaciones laborales en la región. La heterogeneidad productiva viene asociada a
la desprotección laboral –que no se limita al segmento de menor productividad–,
y ésta última se halla, a su vez, ligada a ausencia de capacitación y
entrenamiento específico, y a alta rotación e inestabilidad de la fuerza de trabajo.
Los efectos de ambos fenómenos sobre la distribución de ingresos van en la
misma dirección. Además, gran parte de las nuevas generaciones de trabajadores
ya se insertan inicialmente en trayectorias laborales inestables, las que como se
mencionó, suponen un bajo grado de adquisición de calificaciones. Factores todos
ellos que refuerzan los obstáculos para mejorar la distribución del ingreso.
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Éstas son áreas de gran potencial para el accionar del estado. El efectivo
cumplimiento de la normativa laboral y otras iniciativas en el campo de las
políticas activas productivas, fiscal, comercial y financiera que contemplen la
diversidad estructural –al estilo de planes de competitividad sectoriales u otros–
en el marco de la promoción del empleo de calidad impactará en una mayor
equidad distributiva. Naturalmente, ello requiere de una intervención activa del
estado en la fijación de incentivos para direccionar la asignación de recursos
hacia aquellos sectores demandantes de fuerza de trabajo que puedan ser
simultáneamente eficientes y competitivos.
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¿Qué es el SITEAL?
El Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL) es un
programa que desarrollan en forma conjunta el Instituto Internacional de Planeamiento
de la Educación - Buenos Aires (IIPE - UNESCO, Sede Regional Buenos Aires) y la
Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(OEI). Este Programa comenzó a funcionar a comienzos del año 2003.
Los objetivos del programa son:
- Producir, sistematizar y analizar información cuantitativa y cualitativa orientada a la
toma de decisiones
- Transferir la información a la comunidad de interés: decisores políticos, académicos,
técnicos, docentes, estudiantes, periodistas, etc.
El SITEAL está orientado a monitorear la inequidad en el acceso y en los logros
educativos de la población, así como el impacto de la educación en la calidad de vida de
las familias y en la dinámica social.
En su primera etapa, el Programa se concentrará en la producción y análisis de
información proveniente de las Encuestas a Hogares que se implementan en casi todos
los países de la región, ya que esta fuente, por su periodicidad y cobertura temática,
posibilita diagnosticar la situación y la evolución de la relación entre educación y
sociedad.
Esta iniciativa busca aportar un mayor conocimiento sobre la situación social y
educativa de la región, como contribución al fortalecimiento de las políticas educativas
ante el desafío de garantizar una educación de calidad para todos.
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