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[Otra edición en: Anuario de Historia Económica y Social de España 2, 1969, 9-68. Versión digital por cortesía del autor, como parte de su Obra Completa, revisada de nuevo bajo su supervisión y con la paginación original.]
© Texto, José María Blázquez Martínez
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia
Explotaciones mineras en Hispania durante la República y el Alto
Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
José María Blázquez Martínez
[-9→]
I. REPÚBLICA ROMANA
Durante la conquista romana, desde el año 218,- fecha del desembarco de los Escipiones,
hasta el año 19 a. J.C., final de las Guerras Cántabras, la Península se convierte para Roma en
una auténtica colonia de explotación 1, como había sido ya para los Bárquidas, ya que Hispania
1
Este trabajo se ha hecho con la ayuda a la investigación otorgada por el Ministerio de Educación y Ciencia a la Cátedra de Historia de España Antigua de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Madrid. Para el contenido de este trabajo son fundamentales: C. Viñas: Apuntes sobre historia social y
económica de España, «Arbor», 157-8, 1959, 33 ss. 202 ss. J. M. Blázquez: El impacto de la conquista
de España en Roma (218-154 a. J.C.), «Estudios Clásicos», 7, 1962, 1 ss; El impacto de la conquista de
España en Roma (154-80 a.C.), «Klio» 41, 1963, 168 ss.; Estado de la romanización de España bajo
César y Augusto, «Emerita» 30, 1962, 71 ss.; Causas de la romanización de Hispania, «Hispania» 24,
1964, 3 ss.; Estructura económica y social de Hispania durante la Anarquía Militar y el Bajo Imperio,
Madrid, 1964; Estructura económica de la Bética al final de la República Romana y a comienzos del
Imperio, «Hispania» 27, 1967, 7 ss.; Las alianzas en la Península Ibérica y su repercusión en la progresiva conquista romana, «Revue Internationale des Droits de l'Antiquité» 14, 1967, 209 ss.; Exportación e importación en Hispania a final de la República romana y durante el gobierno de Augusto y sus
consecuencias, «Anuario de Historia económica y social de España», vol. I, 1968, 37 ss.; Economía de
los pueblos prerromanos del área no ibérica hasta la época de Augusto, «Estudios de Economía Antigua de la Península Ibérica», Barcelona, 1968, 191 ss.; La crisis del siglo III en Hispania y Mauritania
Tingitana, «Hispania» 108, 1968, 5 ss.; Roma y la explotación económica de la Península, Ibérica,
«Las raíces de España.», 253 ss., toda la bibliografía menuda sobre joyas y explotación de minas en
época republicana; Relaciones marítimas entre Hispania y las regiones del Mediterráneo durante la
República Romana, «Studi in onore di Giuseppe Grosso» II, Turín, 1968, 171 ss.; A. García Bellido: La
Península Ibérica en los comienzos de su historia, Madrid, 1953; Los mercatores, negociadores y publicani como vehículos de romanización en la España romana preimperial, «Hispania» 104, 1966, 497
ss.; Veinticinco estampas de la España, antigua, Madrid, 1967; A. Balil: Riqueza y sociedad en la España romana (s. III-I a. de J. C.), «Hispania» 99, 1965, 325 ss.; De Marco Aurelio a Constantino. Una
introducción a la España del Bajo Imperio, «Hispania» 106, 1967, 245 ss.; Economía de la Hispania
romana, «Estudios de Economía Antigua de la Península Ibérica», 289 ss.; C. Sánchez Albornoz: Divisiones tribales y administrativas del solar del reino de Asturias en la época romana «BRAH» 95, 1929, 315
ss.; Proceso de la romanización de España desde los Escipiones hasta Augusto, «AHAH», 1949, 5 ss..
Para el contenido de este estudio en lo referente a minas hispánicas, es importante una serie de trabajos, que son los siguientes: L. Alburquerque: Hallazgos romanos en la mina «Do Fojo das Pombas».
Valongo (Portugal), «AEArq.» 35, 1962, 166 ss.; A. Beltrán: Las minas romanas de la región de Cartagena según los datos de la Colección de su Museo, «MMAP» 5, 1945, 201 ss.; Objetos romanos de
plomo en el Museo de Cartagena, «MMAP» 8, 1947, 202 ss.; A. Blanco: Antigüedades de Riotinto,
«Zephyrus» 13, 1962, 31 ss.; A. Blanco - J. M. Luzón: Mineros antiguos españoles, «AEArq.» 33,
1966, 73 ss.; Pre-Roman Silver mines at Riotinto, «Antiquity» 170, 1969, 124 ss.; R. Contreras: Precin© José María Blázquez Martínez
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
proporcionaba a los cartagineses mercenarios (Liv. 21, 11 y 43, 8; 27, 14, 5; Pol. [-9→10-] 14, 7,
5), dinero para pagarlos (App. Lib. 5, 3, 8, 19, 23; Dio. Cas. 12, Fr. 48; Or. 4, 18, 1; Plin. NH
33, 96; Pol. 3, 30; 10, 8, 1 ss.), bases navales y elementos para la industria de construcción naval
(Liv. 22, 20; 26, 47) y el espíritu de caudillaje militar de la clientela hispánica, ya que tanto Asdrúbal (Diod. 25, 12) como Aníbal (Liv. 24, 41) se casaron con [-10→11-] mujeres hispanas (2).
Las luchas en los primeros momentos de la conquista entre cartagineses y romanos habían proporcionado a estos últimos buenos ingresos; así un enorme botín de metales y de productos de
todo género recogió Escipión en la toma de Cartagena, en el año 209. Las páteras de oro llegan
a doscientas setenta y seis, casi todas de una libra de peso, diez y ocho mil trescientas libras de
plata trabajada o acuñada; vasos de plata en gran número...; cuarenta mil medios de trigo, doscientos setenta de cebada. Naves de carga asaltadas y capturadas en el puerto, sesenta y tres algunas con su cargamento, trigo, armas, además de cobre, hierro, velas, esparto y otros materiales necesarios para armar una flota (Liv. 26, 47; Or. 4, 19 1). Una serie de piezas de estos siglos
nos permite hacernos una idea exacta de estas vajillas preciosas, como la pátera de Perotitos
(Jaén) (3), del s. III a. C., con un anillo de centauros y centauresas alrededor del tema, tan típicamente celta, de la máscara humana mordida por un felino, o la vajilla de Abengibre (Albacete)
del país de los mastienos, fechada en el [-11→12-] siglo IV, compuesta de 26 ó 28 piezas, entre
las que hay seis platos de gran tamaño, cuyos diámetros oscilan entre 289 y 320 milímetros, y
las alturas, entre 46 y 57 milímetros, o las piezas del tesoro, de Tivisa (Tarragona, de finales del
s. III (4), formado por diez piezas, entre las que hay páteras de plata con escenas religiosas del
tos de plomo de las rimas hispanorromanas de El Centenillo, «Oretania» 6, 1960, 272 ss.; C. Domergue: Les Planii et leur activité industrielle en Espagne sous la République, «Mélanges de la Casa de
Velázquez» 1, 1965, 25 ss.; Les lingots de plomb romains du Musée Archéologique de Carthagéne et
du Musée Naval de Madrid, «AEArq.» 33, 41 ss.; La mina de Diógenes (provincia de Ciudad Real),
«Mélanges de la Casa de Velázquez» 2, 1966, 29 ss.; La ponencia de este autor, en prensa al Coloquio
Internacional de Estudios Romanos celebrado en septiembre de 1968 en León; A. D'Ors: Epigrafía jurídica de la España romana, Madrid, 1953, 73 ss,; G. Gossé: Las minas y el arte minero de España en
la antigüedad, «Ampurias» 6, 1942, 43 ss.; A. Fernández Avilés: El poblado minero iberorromano del
Cabezo Agudo, en la Unión, «AEArq.» 15, 1942, 136 ss.; C. Fernández-Chicarro: Laudes Hispaniae,
Madrid, 1948; G. F. Hill: Coins from the Neighborhood of a Roman Mine m Southern Spain, «JRS» 1,
1911, 100 ss.; J. M Luengo: Exploraciones auríferas romanas en Rabanal del Camino (León), «AEAA»
35, 1935, 287 ss.; Una vivienda de los mineros en las manas romanas de oro de Las Médulas (León),
«Atlantis» 16, 1941, 371 ss.; J. Luzón: Tartessos y la ría de Huelva, «Zephyrus», 93 ss.; Los sistemas
de desagüe en minas romanas del noroeste peninsular, «AEArq.» 41, 1968, 201 ss.; L. Monteagudo:
Orfebrería del NW hispánico en la Edad del Bronce, «AEArq» 26, 1953, 269 ss.; Oestrymnides y Cassitérides en Galicia, «Emerita» 21, 1953, 241 ss.; Localisação das Cassitérides e Oestrymnides, «Rev.
Guimarães» 67, 1957, 372 ss.; J. J. van Nostrand: Roman Spain, en Tenney Frank: An Economic Survey
of Ancient Rome, New Jersey, 1959, 138, 150 ss.; H. Quiring : El laboreo de las manas de oro por los
romanos en la Península Ibérica y las arrugiae de Plinio, «Inv. y Prog.» 9, 1935, 6 ss.; A. Schulten:
Geografía y Etnografía antiguas de la Península Ibérica, II, Madrid, 1963, 195 ss.; G. Tamain; Los
precintos o sellos de plomo del «Cerro del Plomo» de El Centenillo (Jaén), «Oretania» 8-9, 1961,
passim; Contribución al estudio de la antigua metalurgia del plomo en España, «Oretania» 12, 1962,
277 ss.; Las minas antiguas de El Centenillo (Jaén), «Oretania» 23-24, 1966, 286 ss.; R. Thouvenot:
Essai sur la province romaine de Bétique, París, 1940, 248 ss.; L. C. West: Imperial Roman Spain. The
Objects of Trade, Oxford, 1929.
2
J. M. Blázquez : Las relaciones entre la Península Ibérica y el norte de África durante el gobierno Bárquida y la conquista romana, «Saitabi» 11, 1961, 21 ss.; Relaciones entre Hispania y África desde los
tiempos de Alejandro Magno hasta la llegada de los árabes, «Die Araber in der Alten Welt», Berlín,
1969, 470 ss.
3
K. Raddatz: Die Schatzfunde der Iberischen Halbinsel, Berlín, 1969. Este libro es fundamental para todo
lo referente a tesoros de plata hispánicos.
4
J. M. Blázquez: La interpretación de la pátera de Tivisa, «Ampurias» 17-18, 1955-56, 111 ss.; Nuevas
aportaciones a la interpretación de la pátera de Tivisa, «Ampurias», 19-20, 1957-58, 241 &s.; J. de C.
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
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más alto interés, con una cabeza de lobo en el umbo, con peces, con cuadrigas, vasos de plata lisos y decorados, una copa, un brazalete y un torques, La plata acuñada se refiere, sin duda, a la
magnífica moneda bárquida, acuñadas en Hispania, con plata procedente de las minas de Cartagena (5), Otros datos se pueden aducir sobre explotación de Hispania por los romanos en los
primeros momentos de la conquista, como el conservado por Plinio (NH 35,14) de que Marcio,
el que vengó la muerte de los Escipiones, recogió un escudo de oro en el campamento de Asdrúbal, que fue llevado a Roma y expuesto en el templo Capitolino. La rápida marcha de Escipión para conquistar Cartagena obedece muy posiblemente, no tanto a la necesidad de privar a
los cartagineses del mejor puerto de que disponían en la costa levantina en sus relaciones con
África e Italia (Pol. 10, 7; Str. 3, 148), cuanto a la necesidad de controlar las ricas minas de plata
de los alrededores, que financiaron la Segunda Guerra Púnica; perdidas éstas, Aníbal se mantuvo prácticamente a lo defensiva en Italia. A la misma necesidad responde la repentina marcha
romana a Castulo, en cuyas proximidades se encontraba, entre otras (Pol. 26, 3, 8, 7), la célebre
mina Baebelo, que rentaba a Aníbal 300 libras diarias de plata, y que todavía en la época de Plinio se encentaba en explotación (NH 33,96). Este mismo escritor latino se refiere a los pozos
mineros abiertos por Aníbal, que aún seguían en explotación en su tiempo, y que conservaban
los nombres de sus descubridores. Livio (28,3) cita otras minas de plata junto a Auringis. Los
ejércitos romanos buscaban, como botín codiciado, las vajillas preciosas, como lo demuestra el
hecho de que los astapenses, al ser asaltada su ciudad en el año 206 por las tropas de [-12→13-]
Escipión, inutilizan mediante plomo derretido sus vajillas preciosas: pero el oro y la plata que,
entre el cúmulo de objetos brillaban, excitaron la codicia natural al común de los hombres; e
intentando sacarlos del fuego, unos se abrasaron, y otros medio se quemaron por el vapor...
Escribe Livio (28, 23, 3) y Suidas (v. teteka): Muchos romanos perecieron en su afán de salvar
del fuego la plata y el oro fundido y derretido, (También App. Ib. 33).
Inmediatamente después de la batalla de Ilipa, en el año 207 ó 206, Roma piensa ya en
permanecer en Hispania (6), como se deduce claramente del hecho de que el senado confiera a
Escipión el encargo de arreglar los asuntos de Hispania (Pol. 11, 33; Zon. 9,10) y de que se enviará a partir de este momento, año 206, magistrados anuales a los pueblos de la Península para
gobernarles y mantenerles en paz (App. Ib. 37). Desde este momento, Hispania se convierte en
una verdadera colonia de explotación para los romanos, como antes lo había sido para los púnicos. El año 206 principia la conquista de la Bética, cuyo objetivo principal eran las ricas minas
de plata de Castulo, ya mencionadas. Que Hispania en una fecha tan temprana fuese una verdadera colonia de explotación se deduce de la cantidad que P. Escipión aportó al erario: 14,342 libras de plata sin acuñar, junto con gran cantidad de plata acuñada (Liv. 28, 38). Appiano (Ib.
37), a su vez, afirma que llegó gran número de cautivos, dinero, armas y despojos.
Esta riqueza minera es lo que explica que, a pesar de la gran sangría de hombres que la
guerra significaba, de lo que hay cifras bien elocuentes, en las fuentes literarias, los romanos no
pensaron en abandonar la Península. Hispania contribuía de una manera callada y eficaz a la
formación y desarrollo del capitalismo romano, principalmente en grandes contribuciones en
metálico. Empleamos la palabra capitalismo en el sentido en que la utiliza Rostovtzeff (7), en su
más amplio sentido, una forma económica enderezada al beneficio y no al consumo. Las formas
típicas del capitalismo moderno no existieron en el Mundo Antiguo.
Serra-Ráfols : El poblado ibérico del Castellet de Banyoles, «Ampurias» 3, 1941, 15 ss.; La destrucción
del poblado ibérico del Castellet de Banyoles de Tivisa (Bajo Ebro), «Ampurias» 26-27, 1964-65, 107.
5
A. Beltrán: Acuñaciones púnicas de Cartagena, «CASE» 3, 224 ss. Iconografía numismática; retratos
de los Barquinos en las monedas de Cartagena, «BA» 9, 1949, s.; G. Robinson: Punic Coins of Spain and
they Bearing on the Roman Republican Series, «Essays in Roman Coinage», Oxford, 1956, 34 ss.; J.
Navascués : Ni Bárquidas ni Escipión, «Homenaje al profesor C. de Mergelina», Murcia, 1961-62, 665 ss.
6
L. Homo: L'Italie primitive et les débuts de l'impérialisme romain, París, 1925, 574. Acertadamente escribe: Le valeur économique de la Péninsule, ses mines d'argent en particulier ne restèrent évidemment
pas étrangères à la décision prise.
7
Historia social y económica del Imperio Romano, Madrid, 1937, 1, 16 s.
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4
José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
A partir de la fecha de la marcha de Escipión a Roma, continuamente llegan a la capital
nuevas cantidades, que explican el hecho de que los romanos, a pesar de los reveses, no quisieron abandonar el territorio conquistado. Las cifras recogidas por Livio, de archivos oficiales,
son las siguientes: [-13→14-]
Liv.
28,38,5
31,20,7
32,7,4
33,27,2
34,10,2
Año
206
200
199
196
195
34,10,7
34,46,2
36,21,11
39,29,6-7
39,42,3-4
195
194
191
185
184
83 40,16,11
40,43,6
41,7,2
41,28,6
45,4,1
182
180
178
174
168
Oro
2.450
30
1.515
1.400
127
264
83
83
149
155
50
10
Plata
14.342
43.000
1.200
20.000
50.000
14.732
34.800
25.000
12.000
26.300
12.000
12.000
9.320
20.000
20.000
10.000
Biga
Oscenses
magnum numerum
34.500
17.023
73.000
123.000
130.000
119.439
278.000
5.040
173.200
250.000
Antes de la división de provincias, Hispania ingresó en el erario romano 2.480 libras de oro
y 58.592 libras de plata. En la próxima década, el valor total fue 3.042 libras de oro; 156.532, de
plata, y 775.502 denarios. En los próximos diez años, del 190 al 180, los romanos sacaron de la
Península 734 libras de oro; 59.620, de plata, y 173. 200 denarios. Entre los años 180 y 168, las cifras transmitidas por Livio suman 60 libras de oro, 70.000, de plata, y 250 denarios (8).
Alusiones a otras contribuciones en metálico, sin precisar, recoge Livio, como las de la
ciudad de Atanagro, en el año 218 (21,61,11). Y el mismo Escipión, en la misma campaña, cobró unos 20 talentos a la capital de los Ausetanos (Pol. 21,61); en el año 206, Marcio ordenó a
los celtíberos transportar el dinero pactado a un lugar de la llanura (App. Ib. 37); en este mismo
año Escipión impuso un tributo en dinero a Indibil (App. Ib. 34; Liv. 28, 34, 12); en el año 205
se impuso tributos a los. pueblos que se habían unido a los revoltosos (App. Ib. 38); L. Emilio
Paulo sacó de Hispania cantidades fabulosas (Diod. 31, 26, 1; Liv. per, 46); otras veces se entregaba oro por el rescate (Front. 2, 11, 5; Val. Max. 4, 3). El tributo impuesto en el año 179 por T.
Sempronio Graco a los Celtíberos al firmar la [-14→15-] paz ascendía a 2.400.000 sestercios (Liv.
40, 17), pero parece ser que el gobernador romano renunció a él después (App. Ib. 44). El tributo
que en el año 206 pagaron los ilergetas se destinó al estipendio de los soldados (Liv. 28, 34).
Estas cifras son relativamente bajas si se las compara con otros impuestos de guerra de los
romanos. Cartago, después de la primera Guerra Púnica, año 201, se compromete a pagar como
indemnización de guerra 2.200 talentos euboicos en veinte años (Pol. 1, 62, 8); el poder pagar
esta cantidad justificó la conquista bárquida de Hispania (Dio Cas. fr. 48). Después de la segunda Guerra Púnica se comprometió a entregar Cartago 200 talentos euboicos de plata anuales
durante cincuenta años (App. Ib. 54; Liv. 30, 37, 8; Pol. 15, 18, 1-8). En el año 196 Filipo firma
la paz con Roma mediante la entrega de 1.000 talentos, 500 en el acto y 500 en diez años (Liv.
43, 35, 3; Pol. 36, 5, 9). Después de la batalla de Magnesia, Antioco III ratifica el tratado mediante el pago de 15.000 talentos, 500 en el acto, 2.500 al ser aprobada la paz por el senado y
1.000 anuales durante doce años (App, Sir. 38).
8
La economía monetal en Hispania se generalizó con la conquista romana, cf. R. Martín : La circulación
monetaria ibérica, «BSAA», 32, 1966, 207 s.
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La conquista de la Península hizo que grandes extensiones de terreno pasaran a ser propiedad del Estado romano. Todos los ciudadanos que intervinieron en la conquista obtuvieron
grandes riquezas. Los jefes del Ejército, miembros de la clase senatorial, fueron los que obtuvieron mayores ganancias. Miembros de la clase senatorial fueron los encargados por el senado de
la administración de las dos provincias. Su poder era prácticamente ilimitado. La administración
de las provincias se convirtió en una fuente de riqueza para las familias de los senadores.
La guerra de Hispania cubría todos los gastos de guerra, según indica Plutarco (Cat. 10;
Front. 4, 7, 35) al referir la campaña de Catón en el año 195, quien prometió 200 talentos robados al enemigo a los celtíberos que querían sentar plaza de mercenarios en el ejército romano.
Estas cifras fabulosas, que engrosan el erario romano, procedían no sólo de la explotación de las
minas de oro y plata, sino también de los tributos y del botín cogido a los indígenas, del que hay
tantas alusiones en las fuentes. En el botín tomado por los Escipiones al ejército púnico entre los
años 214-212 figuran despojos galos, collares de oro y brazaletes en gran número (Liv. 24, 4);
en el año 217 la escuadra romana llegó cargada de botín a Longíntica (Liv. 22, 20); Catón (Plut.
Cat. 10) distribuyó una libra de plata a cada uno de sus soldados, que ya habían reunido un gran
botín durante la campaña (Liv. 34, 16, 3); en el año 194 P. Escipión venció a los lusitanos, que
regresaban después de devastar la Provincia Ulterior cargados de inmenso botín y se apoderó de
éste (Liv. 35, 1); en el año 179 Sempronio Graco obtuvo un gran botín de la toma de Alce (Liv.
40, 49). Los ingresos que obtuvieron los romanos del saqueo de los campamentos, principalmente en metales preciosos, debían ser enormes (Liv. 21, 60; 31, 16,3; 34, 43; [-15→16-] 40, 16;
43-50; Pol. 3, 76, 10 y 12). Este botín comprendía no sólo gran cantidad de dinero, sino también
objetos de oro y plata; anillos y fíbulas de oro menciona Livio (27,.19, 2), que regaló Escipión a
un muchacho hispano en el año 206, debían ser del tipo de la fíbula de Driebes, Guadalajara, s.
II o s. I a. C. con máscaras humanas y animalísticas y dibujos geométricos, o de Torre de Juan
Abad, Ciudad Real, con prótomos de animales; de Perotitos, Santisteban del Puerto, Jaén, con
prótomos de caballo, o de Cañete de las Torres, Córdoba, con escena de cacería. El botín más
codiciado por los romanos y al que aluden las fuentes cuando emplean este término es muy posiblemente objetos de oro y plata. El traje del guerrero hispano, además del sago rojo o negro,
constaba de lanza, collares de oro y escudos cincelados de plata, según Varrón (Sat. Menipp.
Ret. 170). Brazaletes de oro, llamados viriae en Celtiberia, menciona Plinio (NH. 33, 39).
Tanto los cartagineses como los romanos obligaron a entregar los objetos de oro y plata de
los particulares, como lo hizo Magón con los habitantes de Cádiz en el año 206 (Liv. 28, 38).
Años después, en el 77-76, Sertorio (Plut. Sert. 14) adornaba los morriones de los indígenas con
oro y plata; incluso los arreos de los caballos, como el que montaba Pompeyo en el año 75 en la
batalla de Sucro, iba cubierto de oro (Plut. Sert. 19). Varrón, que visitó Hispania en el s. I a. C.,
habla de torques de oro y de escudos cincelados de plata (Sat. Menipp. Ret. 171-2). Las vasijas
de plata eran muy abundantes en estos siglos de final de la República Romana. En la boda de
Viriato se exhibieron gran número de ellas (Diod. 33, 7). Posidonio alude a los vasos de plata de
Hispania (Str. 3, 167) y Plinio habla de platos argénteos de 500 libras de peso (NH. 33, 145).
Escipión, en el cerco de Numantia prohibió a sus oficiales retener vasos de plata que pesaran
más de dos libras (Luc. 1318; Plut. Ap. reg. 16). El autor del Bellum Hispaniense frecuentemente atestigua la gran cantidad de vasos de plata que tenían los habitantes de la Bética (8, 12).
La confirmación arqueológica de estas fuentes son una serie de tesoros, además de los ya
mencionados, que se pueden fechar en época helenística, como el de Châo de Lamas, Portugal,
que consta de dos vasos de plata, una lúnula del mismo metal, con figuras en relieve, dos torques de plata y un umbo de escudo de plata, con el centro de oro; Mengíbar, Jaén, que se compone de dos vasos, uno ibérico y otro romano, cuatro brazaletes, siete torques, un scyphus, una
truba, un simpulum y una fuscicula, romanas las cuatro últimas piezas, todo él de plata; Mogón,
Jaén, con un brazalete, cuatro pulseras y fragmentos de otros varios, dos láminas, un collar, una
placa de revestimiento de una vaina de puñal, una hebilla de plata, una diadema, un medallón
con la cabeza de Medusa, seis torques, una placa de cinturón, todo ello de plata, ocultado hacia
el año 90 a.C.; Salvacañete, Cuenca, con cinco vasos, dos torques, catorce brazaletes, dos col© José María Blázquez Martínez
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
gantes, cuatro pendientes, dos discos lisos, dos láminas, una punta de lanza, un hacha y [16→17-] noventa y cuatro pieza entre anillos, aretes, alambres y fragmentos de placas y cintas
en espiral, todo de plata, ocultado hacia el año 95 a.C.; brazalete de oro de Alcudia, Granada, de
346,20 gramos de peso; Santisteban del Puerto, además de las piezas mencionadas tenía este tesoro cinco cuencos, un brazalete, una pulsera y cinco fragmentos de copas, todo ello de plata; el
segundo, hallado en la misma localidad, con una taza, un cuenco, tres aros, tres torques y cuatro
pulseras, ocultado en la primera mitad del s. I a.C.; Torres de Juan Abad, con un vaso de plata,
cuatro torques, un brazalete y una fíbula de plata, ocultado entre los años 104-103; Los Villares,
Jaén, con un vaso de plata con una cruz en el fondo de oro, y un torque de plata; El Viso, Córdoba, con una varilla de oro; Driebes, con varios fragmentos de torques, fíbulas, sortijas y pendientes, brazaletes, vasijas decoradas, piezas de adorno, como colgantes y laminillas de aplicación, cadenillas de plata; Almadenes de Pozoblanco, Córdoba, con vasijas, siete fíbulas, dos
torques completos y fragmentos de otros dos, dos pulseras, ocho placas de collar, etc., en total
55 objetos diferentes de plata, la fecha de ocultación es el año 107 a.C.; Molino del Marrubial,
Córdoba, con un cuenco, cinco brazaletes, con torques y un colgante, ocultado hacia el año 104103 a.C. (9), La riqueza de oro y plata no parece ser la causa determinante de las guerras lusitanas y celtibéricas, llevadas a cabo con gran ferocidad por ambas partes. La riqueza en plata de
algunas ciudades de la meseta debió ser grande. Cuando Aníbal atacó a Helmántica (Pol. 7,48)
se comprometió a levantar el cerco a cambio de 300 talentos. En el año 151, Lúculo pide a los
habitantes de Cauca, que solicitaban la paz, 100 talentos (App. Ib. 50,52); sin embargo, Appiano
(Ib. 54), al relatar las negociaciones de paz de Lúculo con Intercatia, expresamente afirma que,
como pidiese oro y plata, pues fue creencia de que España era rica en ambas, lo que impulsó a
Lúculo a mover la guerra; no pudo conseguirlo, pues no los tienen ni son estimados ante los
celtíberos. Este texto, que coincide con otra afirmación del mismo escritor (Ib. 50), es de una
importancia excepcional, ya que prueba que la causa determinante de la penetración romana en
la meseta, por lo menos a las órdenes de algunos generales romanos, era exclusivamente la obtención de metales preciosos. Las campañas de Galba contra los lusitanos (App. Ib. 60) también
obedecen muy posiblemente a la avaricia del general. La afirmación de Appiano de que los celtíberos no tienen ni oro ni plata, la contradicen las fuentes y los hallazgos arqueológicos, como
el tesoro de los Filipenses de Palencia, datado en el s. II a.C. con nueve torques y seis [-17→18-]
brazaletes serpentiformes; los dos pendientes de oro de Paredes de Nava (Palencia) (10); el
enganche de cinturón de oro de Saldaña (Palencia), etc., Según Posidonio (Str. 3,162), Marco
Marcelo logró en la Celtiberia un tributo de 600 talentos. En el año 140-139, Pompeyo pide a
los celtíberos, que negociaban la paz, 30 talentos de plata (App. Ib. 79), que entregaron al general. Los vasos de plata ya mencionados, que tenía el ejército romano que sitiaba Numancia, nada
prueban sobre la riqueza en plata de la meseta, pues podían proceder de fuera. Lo que no cabe
duda, si las fuentes no mienten, es que la toma de Numancia proporcionó escaso botín, si se cree
a Plinio (NH 33,141). Escipión Africano distribuyó siete denarios a sus soldados el día del
triunfo. En cuanto a la riqueza en metales preciosos de Lusitania baste mencionar unos pocos
datos escogidos al azar; en primer lugar la mención de los vasos de oro y plata expuestos en las
bodas de Viriato, y los brazaletes de plata del museo de Badajoz, fechados en el siglo II antes C.
Según Estrabón (3,142), el río Guadiana estaba bordeado por sierras con minas, que llegaban hasta
el Tajo (11). A continuación afirma el geógrafo griego que las regiones con minas son ásperas y
9
La ocultación de estas joyas se atribuye a la invasión de cimbrios, que saquearon la Península Ibérica, en
el año 104. (Lic. per. 67; Obseq. al año 104; Plut. Mar. 14; Senec. Ad Helu,. 7, 2; Hieron, epist. 123,
16.) Cf. A. Blanco: Plata oretana de «La Alameda», Santisteban del Puerto (Jaén), «AEArq.» 40,
1967, 92 ss.
10
P. de Palol: Dos pendientes celtibéricos de oro hallados en Paredes de Nava (Palencia), «BSAA» 29,
1963, 239 ss.
11
La confirmación de estas fuentes son algunos tesoros como los torques de Berzocana, Cáceres, que pesan, respectivamente, 950 y 750 granitos (C. Callejo - A. Blanco; Los torques de oro de Berzocana
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tristes y menciona en particular como ejemplo a Carpetania y al país que está junto a los celtíberos. El Tajo era un río productor de oro (Append. Verg. Epigr. 9, v. 52; [-18→19-] Cat. 29,19;
Claud. Pan. dict. Probino et Olybio cons. 51; Fescen. 2,32; Pandicto Manlio Theodoro cons. 287;
Laus Serenae, 70-71; Duc. 7,755; Iuu. Sat. 3,55-56; Marc. 1,5,15; 5,9,12; 7,88,7; 10,5,4; 12,5.3;
Ov. Met. 2,251; Plin. NH 33,66; Prud. Contr. Symmach. 2.604; Rut. 1,356; Sil. It. 1,234; Stac. Sil.
1,6,70). Este autor menciona entre los ríos hispanos que arrastran oro al Tajo, Limia y Duero.
Un aliciente para la penetración de los romanos en la meseta podían ser la recaudación de
tributos; los impuestos por T. Sempronio Graco los habían perdonado los romanos antes del
principio de estas guerras. Faltan generalmente menciones de tributos en estos años; otras veces
las contribuciones no eran en metales, como en el año 140-139, en que los numantinos y los de
Termes se comprometían a entregar 300 rehenes, 9.000 sagos y 3.000 pieles de toro (Diod.
33,16). En el año 152 a. C., Claudio Marcelo saqueaba la Meseta y repartió el botín entre los
soldados (App. Ib. 98-49). En el año 135, Calpurnio Pisón marcha contra los palentinos recogiendo un exiguo botín (App. Ib. 83); al comienzo de la guerra lusitana, Mumio se apoderó del
botín que llevaban los lusitanos y lo repartió entre los soldados (App. Ib. 57); Galba, en cambio,
repartió entre los soldados una pequeña parte del botín (App. Ib. 60). En el año 141-140, Appiano (Ib. 68) menciona el botín que llevaba el ejército romano, que fue asaltado por dos bandidos, Curio y Apuleyo, y recuperado después, El botín y los tributos más codiciados eran, sin duda,
los metales preciosos, como se deduce de las fuentes mencionadas. Appiano (Jb. 47), con ocasión
de narrar la traición de Ocilis, escribe que en esta ciudad guardaban los romanos el tesoro.
Una expedición que tiene todas las probabilidades de haber sido organizada exclusivamente para la obtención de metales preciosos es la campaña a Galicia, a las órdenes de Bruto,
entre los años 138-136, descrita por Appiano (Ib. 73-75); esta expedición en fecha tan temprana
y sin que anteriormente aparezcan en escena los pueblos que habitaban el noroeste no tiene otra
explicación que la búsqueda de metales preciosos, más bien que de estaño, que además de en las
Cassitérides (Str. 3,175-176), se recogía en Lusitania y Gallaecia (Plin, NH 34,47). La obtención
de estaño parece ser que era por vía marítima (Str. 3,176). Los fenicios de Cádiz guardaban muy
celosamente la ruta, llegando hasta hundir las naves al ser perseguidos por los romanos, que
querían conocer la ruta. Los romanos, a fuerza de repetidos intentos logran descubrir el camino,
siendo Publio Graso, procónsul de la Provincia Ulterior en 96-94 a.C., el primero que llegó a las
islas Cassitérides. Appiano afirma concretamente que Bruto a los habitantes de Talabriga les
quitó el tesoro público. De las palabras que Valerio Máximo (6, 4,1) pone en boca de los habitantes de Cinginia, se deduce claramente que lo que el general romano buscada era oro. El Nordeste era la tierra que lo tenía en grandes cantidades, como lo confirma el número elevado de
torques otras joyas halladas en la región. En tiempos de Posidonio (Str. 3,29) ya se [-19→20-]
sabía que la región del Noroeste era rica en plata, estaño y oro. El antiguo camino tartésico, que
(Cáceres), «Zephyrus», 11, 1960, 250 ss.), los collares de Évora (S. Reinach, «AJ» 5, 1925, 123 ss. M.
Cardozo, «Rev. Guimarães» 67, 1957, 28 s. fig. 22) y Sintra, el collar laminiforme de Moura (M.
Heleno, «Ethnos» 1, 1935, 246 ss., figs. 9 y 27), los brazaletes de la Sierra de la Estrella (M. Cardozo:
«Rev. Guimarães» 60, 1950, 409 s., fig. 3), el Tesoro de La Aliseda (A. Blanco: Orientalia I, «AEArq.»
29, 1956, 3 ss), las arracadas de Madrigalejo (J. Ramón y Fernández Oxea: La arracada de Madrigalejo, «Zephyrus» 4, 1953, 369 ss.), el brazalete de Estremoz del MAN de Madrid. El peso de algunas
joyas era realmente grande; así la de Penela pesaba 1.950 gramos, y la Penha (Sintra), 1.260 gramos.
M. Cardozo: Das origens e técnica de trabalho do ouro, («Rev. Guimarães» 67, 1957, 14 ss.; A perda
frequente de especímenes preciosos da nossa joalharia arcaica, «Rev. Guimarães», 75, 1965, 153 ss.;
Afonso do Paço: Joias prehistóricas de Montes Claros de Baixo (Vimieiro - Arraiolos), «Rev. Guimarães» 76, 1966, 157 ss.; L. Trindade - O. da Veiga Ferreira: Tesouro pré-histórico de Bonabal (Torres
Vedras), «Rev. Guimarães» 76, 1966, 157 ss. Trabajos que contienen los estudios de diversas joyas de
la región. Para la protohistoria, cf. J. M. Soler: El tesoro de Villena, Madrid, 1965; M. Tarradell; Sobre
el tesoro real de Villena, «Saitabi» 14, 1964, 3 ss.; J. M. Blázquez : Tartessos y los orígenes de la colonización semita en Occidente, Salamanca, 1968, passim con toda la bibliografía sobre explotaciones
mineras desde el neolítico hasta la protohistoria en España.
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después seguirá la «Vía de la plata», en realidad es el camino de obtener oro; es la vía de penetración de las modas en orfebrería desde el Sur hacia el Norte (12). Algunas otras expediciones
por esta vía se relacionan probablemente con la obtención del oro, quizá de Galicia, y más posiblemente de las riberas del Tajo, como la fundación de Castra Servilia, fundada probablemente
por Q. Servilio Cepión, quien gobernó la Provincia Ulterior en el año 139 (App. Ib. 70), no lejos
de Castra Caecilia, en las proximidades del Tajo, y de Vicus Caecilius, la localidad más avanzada
hacia el norte en la sierra de Gredos; quizá la misma creación de Metellinum, fundaciones de Metelo durante la guerra sertoriana, y de Castra Liciniana, citada por Ptolomeo (2,5,6; Itin. Anton.,
438,5) sobre la vía de Mérida a Toledo, fundación debida a P. Graso Licinio, procónsul de la Provincia Ulterior en el año 96 a.C., aunque tampoco hay que descartar la posibilidad de que estos
asentamientos tuvieran por finalidad pacificar a los lusitanos, aunque ellos es menos probable.
Una temprana colonización, venida posiblemente de la Bética, bien documentada a través
de la epigrafía con rasgos muy arcaicos en el latín en Metellinum, Castra Caecilia, y norte de la
actual provincia de Cáceres (13), [-20→21-] muy posiblemente está en relación con estos intentos
romanos, en la zona de la futura «Vía de la plata», para controlar las zonas productoras de estaño y oro. La campaña de César a las tierras del Noroeste no tiene otra finalidad que disponer
de gran cantidad de oro para pagar sus enormes deudas en Roma, como lo hizo, y para el erario
público (App. BC 2,8; Dio Cass. 37,52-53; Plut. Caes, 12). Zonaras (10,6), al igual que Appiano, expresamente afirma que obtuvo de estas campañas mucho dinero, posiblemente se trata
de oro. La plata pulida que figura en el triunfo del César, sin duda, procedía de Hispania (Vel.
2,56,2), Cicerón (Ad. fam. 10,32,1), en el año 43 a.C., alude a la gran cantidad de oro, y mayor
todavía de plata, sacada de los fondos públicos, que el cuestor Balbo extrajo de Cádiz. En el
triunfo de Calvino, celebrado en el año 39 a. C., el oro que se repartió procedía de Hispania, según afirma Dio Casio (48-41).
Antes de referirnos a la explotación de minas por los romanos durante la conquista conviene recordar algunas fuentes sobre la riqueza minera de Hispania, tal como la vieron los autores griegos y latinos. Estrabón (3,146) afirma que toda la tierra de los íberos está llena de metales, particularmente la Bética, de la que puntualiza que en cuanto a la riqueza de sus metales
no es posible exagerar el elogio de Turdetania y de la región lindante. Porque en ninguna parte
del mundo se ha encontrado hasta hoy ni oro, ni plata, ni cobre, ni hierro, en tal calidad y cantidad. En las comarcas de Ilipa y Sisapón existía gran cantidad de plata, y cerca de las Kotilai,
de localización dudosa, habría cobre y también oro. Montes metalíferos se extendían desde el
río Guadiana al Tajo (Str. 3,1421, Sobre la riqueza de las minas hispanas corrían bulos, como el
recogido por Posidonio, que hacia el año 75 a.C. visitó la Bética y vivió treinta días en Cádiz
12
A. Blanco: Orígenes y relaciones de la orfebrería castreña «CEG» 12, 1957, 5 ss. 137. A. García y Bellido : Inventarío de los jarros púnicos tartésicos, «AEArq» 33, 1060, 61; J. M. Blázquez: Tartessos y
los orígenes de la colonización semita en Occidente, passim. Sobre la joyería del NO. cf.; M.ª J. Almagro: Dos nuevos torques de oro, de tipo gallego, ingresados en el Museo Británico, «Ampurias» 244,
1962, 196 ss.; J. Filgueira y A. Blanco : El Tesoro Bedoya, «CEG» 9, 1954, 161 ss. del cambio de Era;
M. Luengo: Las excavaciones de la villa romana de Centroña, Puentedeume (La Coruña), «CEG» 17,
1962, 5 y siguiente; M. Cardozo: Una pieza notable de la orfebrería primitiva, «AEArq.» 15, 93 ss.;
Un novo achado em Portugal de joias de ouro proto-históricas, «Revista Guimarães» 69, 1959, 127 ss.;
A. García y Bellido: El tesoro áureo hallado en Godala (Galicia), en 1920, «AEArq.» 15, 167 ss,; F.
Bouza Brey; El tesoro prehistórico de Caldas de Reyes (Pontevedra), Madrid, 1942; Tres torques áureos de Galicia, «CEG» 20, 1965, 5 ss.; El tesoro romano de Deiro, «CEG» 16, 1950, 259 ss., finales
del siglo IB; F. López Cuevillas: Las joyas castreñas, Madrid, 1951; Brazaletes posthallstáticos del noroeste hispánico, «AEAA» 8, 1932, 225 ss.; L. Monteagudo : Torques castreños de alambres enrollados, «AEArq.» 25, 1952, 287 ss.; Nuevas joyas prerromanas del norte de Portugal, «AEArq.» 18,
1945, 87 ss.; Orfebrería del NW hispánico en la Edad del Bronce, «AEArq.» 26, 3.953, 266 ss.; Joyas
del Castro de Elviña (La Coruña), «AEArq.» 27, 1954, 236 ss.; J. R. dos Santos Junior y O. Freire: O
torques de ouro de Vilas Boas (Vila Flor), «Rev. Guimarães» 75, 137 ss.
13
M. C. Díaz y Díaz: Rasgos lingüísticos, «ELH» 1, 1960, 154.
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(Str. 3,138), de que al incendiarse un bosque ascendía a la superficie oro y plata o el transmitido
por Estrabón (3, 151) de que en Turdetania, en época de la conquista bárquida, sus habitantes
usaban toneles de plata.
Según el mismo autor, el suelo del norte de Hispania guardaba plata, estaño y oro blanco
mezclado con plata (Str. 3,147) 154; Plin. (NH 4,112), en lo que coincide con Floro (2, 33; Iust.
44, 3, 4), quien escribió que la región es rica en oro, malaquita, minio y abundante en otros productos. Los ríos de la vertiente atlántica tenían gran cantidad de placeres de oro (Str. 3, 153; 4,
208; 15, 718; Iust. 44, 1,7). En Bastetania y en el país de Oretanos había muchos lugares con oro y
otros metales (Str. 3,157). Según Mela (2,86) y Plinio (NH 3,30), Hispania era abundante, entre
otros productos, en hierro, plomo, cobre, plata y oro. La importancia excepcional de las explotaciones mineras hispanas por parte de los romanos queda bien patente en el interés que a ellas prestaron Polibio, que a finales de las guerras celtibéricas visitó Hispania, Posidonio y Diodoro.
Este último autor (5,36-38) nos ha trazado un cuadro muy perfecto de las explotaciones
mineras hispanas: Mucho más tarde, los íberos [-21→22-] aprendieron las peculiaridades de la
plata y pusieron en explotación minas de importancia. Por lo cual obtuvieron plata estupenda
y, por decirlo así, abundantísima, que les produjo ganancias espléndidas. La forma en que los
íberos explotan las minas y trabajan la plata es así, más o menos; siendo como son, admirables
sus minas en reservas de cobre, oro y plata, los que trabajan las de cobre extraen, excavando la
tierra, una cuarta parte de este metal sin ganga; de los que trabajan las de plata, los hay que,
sin ser profesionales, extraen en tres días un talento de Eubea. Pues toda la mena está llena de
polvo y de plata condensada que emite destellos. Por ello es de admirar la naturaleza de la región y la laboriosidad de los hombres que allí trabajan. Al principio, cualquier particular, aunque no fuese un experto, se entregaba a la explotación de las minas y obtenía cuantiosas riquezas debido a la excelente predisposición y abundancia de la tierra argentífera. Luego ya,
cuando los romanos se adueñaron de Iberia, itálicos en gran número atestaron las minas y obtenían inmensas riquezas por su afán de lucho. Pues, comprando gran cantidad de esclavos, los
ponen en manos de los capataces de los trabajos en la mina. Y éstos, abriendo bocas en muchos
puntos y excavando la tierra en profundidad, rastrean los filones ricos en plata y oro. Y bajo tierra, no sólo extienden las excavaciones a lo largo, sino también en profundidad, estadios y estadios, y trabajando en galerías trazadas al sesgo y formando recodos en forma muy variada, desde
las entrañas de la tierra hacen aflorar a la superficie la mena, que les proporciona ganancia.
Gran diferencia ofrecen estas minas comparadas con las del Ática. Pues los que trabajan las
de allá invierten considerables dispendios en su explotación y de vez en cuando no obtuvieron lo
que esperaban obtener y lo que tenían lo perdieron, de modo que parece que son desafortunados
como por enigma. Mientras que los que explotan las de España obtienen de sus trabajos montones de riquezas a la medida de sus esperanzas. Porque las primeras labores resultan productivas
por la excelencia de la tierra para este tipo de explotación, y luego se van encontrando venas
cada vez más brillantes, henchidas de plata y oro, y es que toda la tierra de los alrededores es un
trenzado de venas dispuestas en circunvalaciones de diferentes formas. Algunas veces los mineros
se topan en lo profundo con ríos que corren bajo tierra, cuyo ímpetu dominan rompiendo las embestidas de sus corrientes, para lo que se valen de las galerías transversales. Pues, aguijoneados
por sus bien fundadas esperanzas de lucro, llevan a fin sus empresas particulares, y —lo más
chocante de todo—hacen los drenajes valiéndose de los llamados caracoles egipcios, que inventó
Arquímedes de Siracusa cuando pasó por Egipto. A través de éstos hacen pasar el agua, de uno
en uno sucesivamente, hasta la boca de la mina, y así desecan el emplazamiento de ésta y lo
acondicionan debidamente para el desempeño de las actividades de la explotación. Como este
artefacto es enormemente ingenioso, [-22→23-] mediante un trabajo normal, se hace brotar fuera
de la mina gran cantidad de agua, cosa que llama mucho la atención, y toda la corriente del río
subterráneo aflora a la superficie con facilidad. Con razón sería de admirar el ingenio del inventor, no sólo en este punto concreto, sino también por otros muchos y más importantes inventos,
que de boca en boca han corrido por el mundo entero, de los cuales hablaremos por partes y con
precisión cuando lleguemos a la época de Arquímedes.
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Los que pasan su vida dedicados a los trabajos de minas hacen a sus dueños tremendamente
ricos, porque la cantidad de aportaciones gananciosas rebasa el límite de lo creíble; pero ellos,
bajo tierra, en las galerías día y noche, van dejando la piel y muchos mueren por la excesiva dureza de tal labor. Pues no tienen cese ni respiro en sus trabajos, sino que los capataces, a fuerza
de golpes, los obligan a aguantar el rigor de sus males, y así echan a barato su vida en condiciones tan miserables; pero los hay que, por vigor corporal y fortaleza de ánimo, soportan sus padecimientos largo tiempo. Aunque hay más de un asunto sorprendente en torno al trabajo de minas
que acabamos de describir, uno no podría pasar por alto sin gran admiración el hecho de que
ninguna de las minas es de explotación reciente; por el contrario, todas fueron abiertas por la codicia de los cartagineses en la época en que eran dueños de Iberia. Pues a base de ellos fueron
incrementando su poder, asalariando a los mercenarios de mayor fortaleza, y gracias a éstos llevaron a cabo muchas guerras importantes. Y es que, en general, siempre que los cartagineses llevaban a cabo sus guerras no ponían su confianza en sus propios ciudadanos, ni en el grupo de las
partidas de tropas reclutadas de entre sus aliados, sino que a romanos, siciliotas y habitantes de
Libia los pusieron en los mayores aprietos, batiéndolos en la batalla del dinero, merced a la riqueza de recursos que las minas les brindaban. Este texto es muy importante por varios aspectos;
señala en primer lugar la extraordinaria riqueza de toda Hispania en metales; la Península Ibérica
estuvo sometida a una gigantesca colonización itálica de gentes que se desplazaban acá a explotar
las minas. La presencia de estos itálicos fue un factor importantísimo en la romanización y civilización de los pueblos de la España Antigua. Las explotaciones mineras contribuían poderosamente al desarrollo y creación del capitalismo romano. Esta fabulosa riqueza estaba basada en la explotación del hombre, de grandes masas de esclavos, que, debido al intenso trabajo, perdían su vida pronto. Las condiciones de trabajo eran durísimas, ya que no había horas de trabajo fijas, y la
vida del minero era insalubre. España no sólo proporcionaba estas masas de esclavos, sino que tenía las minas. Los procedimientos de explotación estaban muy adelantados, galerías, tornillos de
Arquímedes, etc. Todas las minas habían sido ya explotadas por los cartagineses.
El texto de Diodoro coincide con lo escrito por Estrabón (3,147): [-23→24-]
Posidonio, alabando la, cantidad y excelencia de los metales, no prescinde de su habitual
retórica, sino que, poseído de un entusiasmo poético, se entrega a exageraciones. Así, no da
como falsa la leyenda de que, habiéndose incendiado una vez los bosques, estando la tierra
compuesta de plata y oro, subió fundida a la superficie; pues que todo el monte y colina es
como dinero acumulado allí por una pródiga fortuna. Y, en general, dice, cualquiera que haya
visto estos lugares podría decir que son los eternos almacenes de la naturaleza o los tesoros inagotables de un imperio. Porque el país es, según dice, no sólo rico en lo que muestra, sino
también en lo que oculta, y, en verdad para sus habitantes, el subsuelo se halla regido no por
Hades, sino por Plutón, Esto es lo que en forma florida dijo Posidonio acerca de este asunto,
sacando el mismo, como de una mina, buena parte de su lenguaje. Hablando de la industria de
los mineros, cita a Phalereus, quien, refiriéndose a los de las minas de plata del Ática, dijo que
los hombres trabajan con tanto ahínco como si esperasen dominar al mismo Plutón. Y supone
que la industria y la energía de éstos (los turdetanos) es semejante, por cuanto abren sinuosas y
profundas galerías, reduciendo a menudo las corrientes que en ellas encuentran, por medio de
los tornillos egipcios: Sin embargo, no todo es igual entre estos mineros y los áticos, ya que
para los últimos la minería es como un enigma, pues lo que recogen, dice, no lo toman, y lo que
tenían lo pierden; por el contrario, para aquéllos la minería es sumamente provechosa, ya que
una cuarta parte del mineral recogido por los trabajadores del cobre es cobre puro, y los propietarios de minas argénteas obtienen en tres días un talento euboico.
Desde el primer momento de la conquista explotaron los conquistadores romanos las minas; ya se indicó que la conquista de Cartago Nova, como la de Castillo, en cuyas proximidades
se encontraba la sierra de la Plata (Str. 3, 148), (14), obedece posiblemente a la necesidad en que
14
R. Contreras : El verdadero sentido de los textos clásicos relativos al Monte de la Plata, «Oretania» 22,
1966, 195 ss.; J. M. Blázquez: Fuentes de época romana referentes a Castulo, «Oretania», 1964.
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se encontraban los romanos de explotar las minas descubiertas por los cartagineses; en Castulo
todavía en época de Plinio, al comienzo del Imperio, se encontraban en explotación los mismos
pozos abiertos por Aníbal.
Catón, en el año 195 a.C., impuso un gran tributo sobre las minas de hierro y plata del Noreste (Liv. 39,21). El cónsul tenía a estas minas y a una tercera de sal pura, por muy productiva
(Gel. NA 3,22,28). Este tributo, como puntualiza Livio, contribuyó enormemente a engrandecer
la Península. Estrabón (3,159) habla de unas minas de hierro en las proximidades de Hemeroskopeion (15), muy buenas, que se ignora si se [-24→25-] explotaban ya tres siglos antes, corno es
muy posible. La Bética tenía sal fósil, que se empleaba para las salazones (Str. 3,144) (16).
Las minas más famosas eran las de Cartagena y Castulo. Las primeras son bien conocidas
por la descripción de Polibio, conservada por Estrabón en el libro tercero de su geografía, y por
los numerosos hallazgos arqueológicos. Los romanos se preocuparon casi exclusivamente de
obtener plata y plomo, extrayendo la primera a costa de grandes pérdidas del segundo. Sin descubridor, el íbero Aletes, fue divinizado por ello (Pol. 3,10,11) (17).
La creación de la ciudad de Cartagena por Asdrúbal (Pol, 2,13,1) obedece, muy seguramente, a la necesidad de controlar y explotar las ricas minas de plata de los alrededores. Por el
puerto de la ciudad se exportaba el mineral. Diodoro (5,35, 37) afirma que cuando las naves estaban cargadas, cortaban los plomos atados a las anclas, sustituyéndolos por lingotes de plata,
para que prestasen el mismo servicio. Quizá la confirmación de este texto sea el gran número de
anclotes de plomo hallados en el litoral del cabo de Palos (18). Algunos con inscripción griega,
otros anepígrafos. El gran número de los extraídos y el todavía mayor de los que yacen en el
fondo del mar indican que la afirmación de Diodoro es cierta.
La extensión de estas minas era de cuatrocientos estadios, es decir, unos setenta y cuatro
kilómetros (Pol. 3,57), y distaban cuatro de la ciudad. Las monedas señalan que se explotaron a
gran ritmo y durante toda la conquista hasta finales del s. III, según A. Beltrán.
En ellas ha aparecido una estampilla del año 145. [-25→26-]
Los restos de las fundiciones son los extensos escoriales de la sierra de Cartagena; uno sólo
de ellos, el de Las Herrerías, se calcula en 276.000 toneladas de escorias.
Sobre la técnica de explotación de las minas, son de interés excepcional los datos proporcionados por la Arqueología de la región. Excepcionalmente los filones se beneficiaban «a tajo
abierto» mediante obras superficiales que profundizaban a medida que se agotaba la veta del
metal; normalmente se perforaban pozos de extracción, que llegaban hasta los filones. Las galerías eran poco espaciosas. Los pozos de extracción de algunas minas alcanzaron hasta seis metros de diámetro, trabajándose hasta 300 metros de profundidad. La técnica de la construcción
de pozos y galerías era muy simple; se perforaba las rocas blandas y maderos de pino sostenían
15
G. Martín: La supuesta colonia griega de Hemeroskopeion. Estudio arqueológico de la Zona Denia-Jávea, Valencia, 1968, 9 s.
16
M. Ponsich y M. Tarradell: Garum et industries antiques de salaison dans le Méditerranée Occidentale, París, 1965.
17
A. Beltrán: Las inscripciones funerarias de Cartagena, «AEArq.» 23, 1950, 385; Inscripciones religiosas y conmemorativas, «AEArq.» 80, 1951, passim; Lápidas honorarias, «RABM» 65, 1949, 523 ss, El
autor señala repetidas veces rasgos de gran arcaismo en estas inscripciones, casi todas son de época republicana o del siglo I, época que debió ser la de la máxima explotación de las minas y la de esplendor
de la ciudad al igual que en Cádiz (M. Jiménez: Miscelánea epigráfica. Inscripciones gaditanas inéditas, «Emerita» 30, 1962, 195 ss.). Sobre Cartago Nova en general, A. Beltrán: Topografía de CarthagoNova, «AEArq.» 21, 1948, 191 ss.; El plano arqueológico de Cartagena,, «AEArq.» 25, 1952, 47 ss.;
A. Schulten: «FHA» 3, 105 ss.; A. García Y Bellido: Fenicios y carthagineses en Occidente, Madrid,
1942, 125 ss.
18
J. J. Jáuregui y A. Beltrán; Acerca de unas anclas romanas en el Museo de Cartagena, «CASE» 12,
1947, 334 ss.; F. Fita: Inscripciones griegas, latinas y hebreas. Litoral del Cabo de Palos, «BRAH» 48,
1906, 153, 155 ss.; C. Veny : Corpus de las inscripciones baleáricas hasta la dominación árabe, Madrid, 1965, 229 ss.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
las paredes. Las rocas duras se golpeaban con mallei (Fig. 1, lám. 1, a) auxiliados por cuñas y
pequeñas piquetas. Algunas de las maderas halladas en las galerías no proceden del país, ya que
han sido halladas marcas de comerciantes extranjeros, hoy perdidas. Teas, antorchas y candiles
iluminaban las galerías.
La extracción del agua era por
medio de recipientes o cubos, en los que
se transportaba a galerías especiales de
desagüe, facilitada esta tarea a veces por
canales suspendidos en lo alto por medio
de aros de madera de una sola pieza. En
una mina se conserva una de estas
galerías de 1.800 metros de longitud, con
pozos escalonados cada 80 metros,
teniendo aproximadamente esta misma
profundidad; los cubos eran izados por
Figura 1.—Pico minero de Asturias. Inédito. Según F. Jordá.
medio de poleas que asían unos ganchos
dobles sujetos a una argolla, toda de hierro, que permitía la elevación simultánea de dos cubos pequeños o de uno grande. Las poleas eran irregulares. A los cubos pequeños se les ataban trozos de
[-26→27-]
Figura. 2.- Picos, escaleras, zapatos y gorro minero de las minas del SE. Según Gossé.
[-27→28-] plomo para sumergirlos en el agua. Los cubos eran de esparto embetunados para dar-
les consistencia; estaban protegidos por costillas de madera y tenían en la parte superior un travesaño de suspensión. Extraído el mineral se sacaba al exterior en grandes espuertas de esparto
(19), semejantes a las descritas, pero de menos fondo, y mayor diámetro de boca y sin refuerzos
de madera; en cambio tenían una gruesa soga alrededor que servía de protección y de asidero;
un tirante que el obrero se pasaba por el hombro, completaba este utensilio. No muy lejos de la
19
J. Vila Valentí : El Campus Spartarius, «Homenaje al profesor C. Mergelina», 837 ss.
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
13
boca de la mina el mineral era sometido a una primera monda y trituración a mano o en molinos
de piedra y luego lavado mediante una corriente de agua que arrastraba las partes más ligeras.
Una de las minas de Cartagena tuvo un lavadero con nueve balsas sucesivas. No muy lejos
de la mina, a juzgar por los restos de escoria, se fundía el metal en lingotes. Su peso oscila alrededor de los 35 kilogramos. El Museo de Cartagena conserva gran número de instrumentos mineros, ferramenta, un acísculo, cubos (Lám. 1 b-c), espuertas, campanas, posiblemente para
llamar al trabajo, escaleras, prendas de vestir magníficamente conservadas, como alpargatas de
esparto, gorros, rodilleras (Fig. 2), etc. Las exploraciones arqueológicas de estas minas se ajustan a la descripción de Polibio (Str. 3, 147). Polibio, al mencionar las minas de plata de Nea
Karchedón, dice que son muy grandes, que distan de la ciudad unos veinte stadios, que ocupan
un área de cuatrocientos stadios, que en ellas trabajaban cuarenta mil obreros y que en su
tiempo reportaban al pueblo romano veinticinco mil drachmas diarias. Y omito todo lo que
cuenta del proceso del laboreo, porque es largo de contar; pero no lo que se refiere a la ganga
argentífera arrastrada por una corriente, de la que, dice, se machaca y por medio de tamices se
la separa del agua; los sedimentos son triturados de nuevo y nuevamente filtrados, y, separadas
así las aguas, machacados aún otra vez. Entonces este quinto sedimento se funde, y, separado
el plomo, queda la plata pura. Actualmente las minas de plata de Nea Karchedón están todavía
en actividad; pero tanto aquí como en otros lugares, han dejado de ser públicas para pasar a
propiedad particular; las de oro, sin embargo, son en su mayoría, públicas. En Kastoulón y
otros lugares hay un metal peculiar, de plomo fósil, el cual aun contiene plata, es en tan pequeña cantidad que su purificación no reporta beneficio. Polibio escribió esta descripción
de las minas hacia el año 145. El material arqueológico hallado en los últimos años en el
litoral de Cartagena permite matizar aspectos fundamentales de la explotación de las
minas. Catorce lingotes de plomo han aparecido delante del puerto, y otros [-28→29-]
Figura 3.- Marcas de lingotes de las minas de Cartagena. Según C. Domergue.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
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[-29→30-] quince en el Cabo de Palos Estos lingotes llevan las marcas de los negotiatores.
Se pueden clasificar en tres grupos. En el primer grupo, los de M. Aquini. C. F.; M... I. M.
F.; C. Messi, L. F.; C. Fidui. C. F.; S. Lucreti. S. F.; C. Aquini. N. F., se fechan en época republicana. Al segundo grupo pertenecen los de P. Nonae. P. F. Nuc. y de L. Planí. L. F. Pussini,
de época republicana, posiblemente o de comienzos del Imperio. Al tercero los de M. Rai. Rufi.
Fer. de poco después de Augusto. Los treinta lingotes se fechan, pues, en el s. II, I a. C. (Fig. 3).
Se conocen los nombres de otros negotiatores de plomo, que explotaban las minas de Cartago Nova, así los de Laetili. Ferm.; C. Uti. C. F. Menen; C. Ponticieni. H. F.; P. Turulli. M. F.;
Q. Vari Hiberi y en la región de Orihuela el de M. P. Roscies. M. F. Maic, y muy posiblemente
el de C. Atelli. T. F. Mene.
De las minas del Centenillo se conservan 60 galápagos, cuyo peso oscila entre 30 y 35 kilos. La mayoría llevan el nombre del negotiator Publius Terellius Labeo. De las minas de Orihuela (Alicante) se conocen 30 galápagos, cuyo peso va de 32 a 36 kilos. Son de forma semicilíndrica; el ancho es de 43-45 centímetros, y la altura ocho centímetros.
El negotiator de la societas argentariarum fodinarum montis Ilucronensis era un indígena:
P. Turullius Arco, el único hispano que aparece con tal cargo en las explotaciones mineras. Los
restantes nombres son de itálicos.
En cuanto a la procedencia de los negotiatores los de Gaius Fiduius, Gaius Messius, Publius
Nona y Lucius Planius provienen seguramente de Campania y quizás Marcus Raius, Gaius Utius
de Italia Meridional. Para los Aquini y para S. Lucretius faltan datos. Todos estos nombres indican
de dónde procedían los grandes terratenientes y negociantes al final de la república.
Ha sido Rostovtzeff (20), y más recientemente Menéndez Pidal (21) y Gabba (22) los que han
llamado la atención, siguiendo a Diodoro, sobre la gigantesca colonización de elementos itálicos
a que fue sometida Hispania. Esta colonización, producto de la explotación de la Península, es
una de las causas fundamentales de la temprana y profunda romanización de Hispania. En gran
parte el dinero obtenido debió volver a Italia e invertirse en la agricultura e industria. [-30→31-]
Estos datos confirman en los s. II y I a. C. la explotación de las minas hispanas del sur de
la Península por itálicos, como indica el texto mencionado de Diodoro. Algunos de estos negotiatores alcanzaron las magistraturas locales, como Gaius Aquinus Mela, que fue duunvir quinquennalis de Cartago Nova en el año 42 a. C. Los gentilicios de tres personajes reproducidos en
los lingotes: Laetilius, P. Turullius Labeo y G. Varius Hiberus reaparecen como duunviri quinquennales en las monedas. Se ha pensado que Cartago Nova poseía las minas que producían
este plomo señalado con los nombres de los duoviri quinquennales, pero eso no es probable. Las
massae plumbae, que producían las minas de la ciudad, llevan la inscripción de Cartago Nova.
Las de los duoviri quinquennales eran de simples particulares.
Tampoco es totalmente seguro que sean los mismos personajes los citados en los lingotes y
en las monedas, pero al menos pertenecían a la misma familia, lo que indica que estas familias
itálicas se afincaron en Hispania.
Se conocen cinco familias que explotaban las minas de Cartago Nova, cuyos miembros
habían alcanzado altos cargos municipales. Las minas desempeñaron un papel importante en la
vida política, social y económica de la ciudad. Hispania y más concretamente las minas de SE.
abastecían de plomo a todo el Occidente mediterráneo, como se deduce de que la marca cartagenera de C. Ponticieni M. P. Fab. se atestiguan en Volubilis, la Q. Vari Hiberi, en Cherchel; la
de los Planii se documentan en Cianciana, Sicilia, Ripatronsone, Italia, y en Madhia, Túnez,
esta última exportaba hacia el año 100 a.C. Los lingotes bailados en el estrecho de Bonifacio
muy posiblemente proceden de Hispania.
20
Op. cit. 1, 52, 72. También A. Tovar: Latín de Hispania: Aspectos léxicos de la romanización, Madrid,
1968; A. Piganiol: Historia de Roma, París, 1949, 343.
21
Colonización suritálica de España según testimonios toponímicos e inscripcionales, «ELH» 1, LIX ss.
22
Le origini della Guerra Sociale e la vita política romana dopo 189 A.C., «Athenaeum» 32, 1954, 297 ss.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
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En los dos primeros siglos las minas fueron estatales y explotadas por publicani, como se
deduce además de la afirmación explícita de Estrabón, del gran número de esclavos que trabajaban en ellas. En época del geógrafo las compañías de publicani habían cesado en la explotación.
El Estado romano seguía siempre siendo el dueño de las minas, en la segunda mitad del s.
II a.C., más exactamente entre el año 140 a.C. y Augusto, se debió efectuar, como en otras partes de Italia, el cambio en la explotación de las minas de Cartago Nova. Los que tenían las explotaciones mineras no eran verdaderos propietarios, sino poseedores más o menos estables,
concesionarios perpetuos, sometido a la legislación vigente. Los nombres estampados sobre los
lingotes de mineral se refieren a simples concesionarios o pueden ser también de los fundidores,
distintos de los poseedores de las minas. En el Derecho Romano no se conoce la propiedad del
yacimiento minero. Los minerales eran frutos pertenecientes al propietario del suelo. Para extraer el mineral en la provincia se necesitaban el permiso del dueño, que era el pueblo romano, o
el emperador. Prácticamente era el fisco el que disponía de la casi totalidad de las minas.
[-31→32-]
Los negotiatores eran ciudadanos romanos originarios de Italia y podían formar una sociedad privada, como la de C. Fiduius y S. Lucretius y los Planii.
La procedencia de los negotiatores coincide con las afirmaciones de Polibio (Diod. 5, 36,
3) y de Posidonio (Diod. 5, 38, 3), de que los itálicos explotaban las minas hispánicas a finales
del s. II a. C. y comienzos del siguiente.
Según Frank (23), al que sigue Gabba (24), al principio de la conquista los gobernadores de
las provincias dirigían la explotación de las minas y los ingresos eran depositados en el erario de
Roma, al finalizar su gobierno. Cuando las sumas ingresadas disminuyeron, hacia el año 179
(25), la explotación pasó de los censores a compañías de publícanos, lo que motivó una fuerte
corriente migratoria de itálicos. En Cartago Nova han aparecido las más antiguas inscripciones
de Hispania con nombres de ciudadanos posiblemente relacionados con las minas, estos son L.
Baebius, L. Catius, L. Taurius, Servilius Aefolanus (CIL, II, 3408).
Una sociedad privada era también la Societas Mont. Argent. Ilucro, Mazarrón, cuyos lingotes aparecen en Coto Fortuna y que exportaban sus productos a Roma (CIL, XV, 7815), también sin los nombres de los particulares que se datan, aproximadamente, en las mismas fechas
de los lingotes de Cartago Nova. No se trata de una societas de publicani, como la que explotaba el cinabrio de Sisapo, en Sierra Morena, sino de una sociedad privada, que usufructuaba sus
minas, ya que las minas de plata en Hispania, según Estrabón, estaban en manos de particulares.
Seguían en importancia a las minas de plata de Cartago Nova las de Castulo, Linares, Jaén,
de la que quedan gran cantidad de instrumentos de trabajo en el Museo Arqueológico de Linares. Gracias a trabajos recientes se conoce bien la explotación de El Centenillo, Jaén.
La mina de El Centenillo, a juzgar por las monedas, estuvo en explotación durante el s. I y
los trabajos continuaron durante los dos o quizás tres siglos siguientes. [-32→lámina 1-]
23
The Activities of the Equestrian Corporation, «CPhs 28, 1933, 7 n. 1.
Op. cit. 298.
25
Coincide con la depresión económica de los años 170-130 a.C. (A. Piganiol: La conquête romaine, París, 1967, 407 ss.); en 168 se cerraron las minas de Macedonia, se limitaron los obreros en las minas de
oro de Vercelli, se prohibieron nuevas proyecciones mineras en Italia, la explotación de las minas de
oro en el Nórico motivó una baja en el precio del oro en Italia; todo esto repercutió en las explotaciones
mineras de Hispania, aunque se ignora en qué medida. En estos años 170-130 a.C. las explotaciones
hispánicas debieron bajar su producción e intensificarse a partir del 130 a.C.
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16
José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
a) Pico minero de cuerno de ciervo.
Asturias. Según F. Jordá.
c) Recipientes, cuerdas y zapatillas de
esparto de las minas de Cartagena.
Según A. Beltrán
b) Recipientes de esparto de las minas de
Cartagena. Según A. Beltrán
d) Bajo relieve de Linares. Según
A. Blanco y J.M. Luzón. Paradero
ignorado.
[-lámina 1→33-] Los antiguos realces se reconocen en una distancia de 870 metros sin interrup-
ción ninguna, en algún filón, y en otros se extienden sobre 1.150 metros con una interrupción
entre 350 y 650 metros, o sobre 760 metros. En los dos primeros filones los realces han descendido hasta 225 metros y en el último hasta 130 metros. La explotación de estos filones fue racional y sistemática. El sistema de desagüe es de los más notables. Varías bombas del tipo de las
descritas por Diodoro, que según este autor se empleaban en las minas andaluzas, se han hallado
en Andalucía, sobre todo en Cerro Murciano, Córdoba, pero el ejemplar más completo procede
del Centenillo. De aquí se conocen cinco ejemplares. El tornillo de Arquímedes consiste en un
árbol central de madera de roble, sobre el que se fija una cinta espiral de cobre, de modo que
forma un tornillo sin fin; va unida al chasis que constituye el centro de la bomba; esta última es
un cilindro de madera. En el eje del tornillo hay una punta metálica que hace oficio de pivote.
La bomba se colocaba en plano inclinado.
Uno o dos esclavos accionaban la bomba, que aspiraba el agua de un depósito inferior y la
clavaba hasta un segundo superior, desde donde era nuevamente elevada por bombas sucesivas.
Mediante este sistema en algún filón el agua fue elevada unos 30 metros.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
17
Para la ventilación posiblemente se establecieron unos circuitos, entre los pozos y los socavones, o entre las trincheras y los socavones. El sistema de extracción del mineral se desconoce, parece ser que era con pico y buril. Se evacuaba por los pozos y socavones orientales.
La presencia de un crisol (Fig. 4) de plomo indica que el metal era fundido en las proximidades de las minas. De la explotación minera de En Centenillo (Fig. 5) se conocen más de cien
sellos de plomo, con cabeza humana, C. S. XXX; S. C. XL, S. C., en el anverso, y C. reverso. Las
siglas se interpretan Societas Castulonensis, algunas van acompañadas del valor numérico.
También se conoce algún pondus con las mismas iniciales. La función de estos sellos era precintar los sacos de esparto, que contenían el mineral. Estas minas las explotaba una compañía
privada a finales de la República. El lugar de destino del metal era, sin duda, Roma. Esta sociedad debió controlar las minas de plata de toda la región.
Castulo era el gran centro minero de la región, que toda ella estaba plagada de minas de
plata, como el N. de Sierra Morena, donde se encontraba la mina Diógenes, a 70 kilómetros de
Castulo, en la actual provincia de Ciudad Real. Los filones fueron explotados en dos periodos
sucesivos, a juzgar por el material arqueológico, a finales del s. II y primera mitad del s. I a. C.
Hacia la mitad del siglo se abandona el trabajo, que se reemprendió en los siglos I-II. De esta
mina se conoce multitud de material arqueológico, también se conservan los filones vacíos y los
pozos de prospección; algunos tajos tienen una longitud de 200 metros y profundizan en el suelo
hasta una decena de metros. En esta mina conservó Roma las [-33→34-] técnicas de extraer el
mineral prerromanas, como los martillos de tipo neolítico. Se ha encontrado un fragmento de
tornillo de Arquímedes con hélice de madera, semejante al hallado en las minas próximas de
Alcaracejos; pero el sistema de explotación no alcanzó aquí el de las minas del SO.: Tharsis,
Riotinto, Sotiel Coronada, o el de las más cercanas de El Centenillo, Posada o Cerro Muriano.
La salida del material sería a través de Sierra Morena al río Betis, por Andújar, por donde pasaba la Vía Augusta (26). Sierra Morena tenía docenas de estas minas, explotadas a finales del s.
II y en la primera mitad del siguiente, siendo después abandonadas. Posiblemente en el s. II la
administración prestó más interés a la región del SO., que se convirtió en el gran centro minero
para la explotación del cobre y plata. Las pequeñas minas tipo Diógenes perdieron su importancia.
Figura 4.- Crisol en piedra para fundir plomo. El Centenillo. Según Tamain.
Al final de la República el mercurio de Almadén había pasado a manos de una sociedad
romana, encargada de su explotación (Cíe. Ph. 2, 19).
La explotaban los publicani. Plinio, Trogo Pompeyo y Vitruvio nos dan unos datos muy
interesantes sobre ellas. Plinio (NH. 33, 118), escribe: El minio más conocido es el de la región
sisaponense en la Bética, minio [-34→35-] que es propiedad del pueblo romano. Nada se vigila
26
A. Blanco: Excavaciones arqueológicas en la -provincia de Jaén «BIEG» 6, 1959, 89 ss.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
con más cuidado, no está permitido refinarlo en el lugar, sino que se envía a Roma en bruto y
bajo precinto en cantidades de unas 2.000 libras de peso al año (otros códices dan la cifra de
10.000), En Roma se lava. Con el fin de que no alcance precios muy altos, una ley ha fijado su
valor en venta, que es de unos 70 sestercios la libra. Se adultera de muchos modos, lo que proporciona grandes
Figura 5.- Precintos y marcas de la mina de El Centenillo, Jaén. Según Tamain.
[-35→36-] beneficios a las compañías. En otro lugar de su obra (NH. 33, 121) añade que las ve-
tas están sólo compuestas de minio, sin plata. Trogo Pompeyü (lust. 44, 1, 6), que vivió en
época de Augusto, afirma que Hispania es la región que produce mayor cantidad de minio. El
minio bético era de mejor calidad que el procedente de Sínope (Str. 3, 144).
Vítrubio (Arq. 8, 9, 4), que escribe a comienzos del s. I, indica que las minas se habían
descubierto hacía poco tiempo; confirma las noticias de Plinio de la exportación del mineral a
Roma y su preparación allí, los talleres se encontraban entre el templo de Flora y el de Quirino,
y de su adulteración con cal.
De todos estos datos arqueológicos y literarios se deduce que Hispania es el distrito más
rico del Imperio en formación y el primero que fue explotado. Esta explotación minera explica
la intensa colonización a que fue sometido el sur y levante y la temprana y profunda romanización de las costas mediterráneas.
La explotación de las minas era una gran empresa capitalista. Requería grandes masas de
esclavos que, sin duda, los proporcionaban las mismas guerras de la Península; abundancia de
madera en las proximidades para apuntalar las paredes de los filones, una industria accesoria de
instrumentos de minero y de cuerdas, sacos de esparto, transportes bien organizados y la distribución de ios productos. El centro receptor más importante era, sin duda, Roma. La abundancia
de bosques, que proporcionaban madera para las minas, era grande en casi toda Hispania (Str. 3,
137, 147, 156, 161-163). Las dos regiones productoras de esparto eran Cartago Nova y Ampurias (Str. 3, 160-161). La exportación la hacían posiblemente los indígenas, que tenían una industria de construcción de navios muy adelantada (Str. 2, 99; 3, 141-142, 144).
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
19
El siglo I a.C. fue el siglo de oro de la explotación y colonización de Hispania, ya que el
Oriente se encontraba arruinado moral y materialmente como resultado de las guerras de Mitrídates, quien llegó a matar 80.000 itálicos en un solo día; de las confiscaciones efectuadas por
Sila y los demócratas, de la endémica piratería de Cilicia y Creta, con la que acabó Pompeyo en
el año 67, y de la explotación de los banqueros romanos. La explotación data de más antiguo;
hacia el año 100, fecha en que se redactó el libro de los Macabeos (1, 8, 3), los pueblos del Oriente
sabían bien que las minas hispanas de oro y plata se explotaban a gran ritmo (27). [-36→37-]
II. IMPERIO ROMANO
Sobre la riqueza en mineral a comienzos del Imperio de toda Híspanla en general, escribe
Plinio (NH. 3, 30), sacando los datos de Agripa (NH. 3, 8, 16-17), toda Hispania abunda en yacimientos de plomo, hierro, cobre, plata, y oro. La ulterior produce también espejuelo, así
como la Bética minio. Hay también canteras de mármol. Frases como estas se leen en otros párrafos de su Historia Natural (37, 203).
Con Augusto empieza la explotación de las minas del N. de Hispania. No está claro que la
explotación de las minas de oro de Asturias y Galicia sean la causa determinante de las Guerras
Cántabras; pero en último caso obedecen éstas a una causa económica, cual es que las tribus del
norte molestaban a los aliados de Roma: vacceos, turmódigos y autrigones, con sus razzias y saqueaban las zonas productoras de trigo (Flor. 2, 33, 47) de Palencia y Burgos (28).
Lo que sí es cierto es que inmediatamente después de la pacificación del NO. se explotaron
a gran ritmo las minas de oro con los prisioneros de guerra. E) historiador Floro, contemporáneo
de los sucesos que narra, lo afirma tajantemente (2, 33, 59). Plinio, (NH., 3, 16-17), que utilizó
como fuente los documentos de Agripa confeccionados para trazar un mapa en Roma del orbe
terráqueo, el Orbis Píctus, de Agripa, pintado en el pórtico de Vipsania Polla, hermana de
Agripa, acompañado de un texto explicativo redactado por autor desconocido, ha transmitido
unos datos muy concretos sobre el rendimiento de las minas del NO. y sobre el sistema de extracción. Asturias, Galicia y Lusitania suministraban 20.000 libras de oro al año; la producción
de Asturias era la más abundante. No hay parte alguna de la tierra donde se de esta fertilidad
durante tantos siglos, concluye Plinio (NH. 1, 33, 77-78). Se llamaban striges a pequeñas masas
de oro, que forman pepitas o arena de oro puro nativo (Plin. NH, 33, 62). Antiguos lavaderos de
oro se documentan en el Sil, en el Tuerto, en los afluentes del Duero, Tajo y Genil.
Pepitas de oro se encontraban en los ríos de Hispania, Jalón, Ribota, Duero y Limia (Marc.
10, 13, 1; Sil. It., 1, 234; Stac. Silu. 3, 3, 89). Los montes áridos y estériles solían tener minas de
oro (Plin. NH. 33, 66-67). Pasa el Naturalista latino a describir el sistema de extracción del oro,
que consistía en el uso de una corriente de agua, que facilitaba a través de venas abiertas en los
montes por las que entraba la extracción. La tierra se deslizaba hasta el mar, lo que producía el
derrumbamiento de los montes. [-37→38-] El oro obtenido por las arrugias era oro puro, encontrándose masas de más de 20 libras, llamadas palagae o palacurnae, y cuando son pequeñas
balux, todas voces hispanas. Este oro no es de filones, sino que estaba contenido en pizarras y
cuarzos, que al ser desintegradas por la acción del agua, deposita las partículas de oro en el
cauce. Los romanos utilizaron un procedimiento de disgregar los montes, mediante excavaciones en corredores subterráneos con pilares de sostén, que destruidos ocasionaban el desplome de
los montes. Estos derrumbamientos afectaban a masas gigantescas de tierra. Las grandes masas
de rocas fragmentadas eran sometidas a un lavado de agua que caía desde gran altura, hasta de
cien metros a veces, que procedía de embalses artificiales, mediante acueductos, con 150 kilómetros a veces de recorrido.
27
28
D. Magie: Roman Rule m Asia Minor, Princeton, 1950, 199 ss.
West (op. cit. 42) acepta que la necesidad en que se encontraba Augusto de oro es una de las causas
determinantes de las guerras cántabras, como de Salaasi en el N. de Italia.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
Las arrugiae se lavaban durante el invierno. Los detritus eran arrastrados mediante un sistema de canales o anchas galerías y clasificados, lo que originaba verdaderos aluviones de oro.
Los minerales eran clasificados por tamaños y pesos. La Arqueología ha conservado pruebas
claras del sistema de explotación. Se ha calculado que los romanos laboraron por este procedimiento unos 500 millones de toneladas de roca aurífera, con una riqueza de ocho gramos en oro
por tonelada, y un rendimiento de tres gramos por tonelada, lo que suman unos 5.000 millones
de pesetas oro. Este sistema de extraer oro se utilizó en otras regiones del Imperio, como en Iliria. La zona de pizarras auríferas se extiende de norte a sur con una anchura que oscila entre los
40 y 130 kilómetros, por las provincias de Asturias, Lugo, León, Orense y Zamora, acabando la
explotación en Tras-os-Montes.
Un ejemplo de una explotación aurífera en el Noroeste es la de Barbantes, en la provincia
de Orense. En una gran floración pétrea se hallan tallados una serie de tanques escalonados de
mayor a menor y flaqueados por largos canales y escaleras. En las proximidades había construcciones, que posiblemente eran viviendas de mineros y nuevos canales y escaleras trabajadas en
la roca. Hacia el Oeste se alza una plataforma artificial, con muralla para sostenimiento de su
borde norte y una gran roca tallada en forma de meseta circular cubierta de profundos hoyos y
tanques. Hacia el sur de esta plataforma artificial se abre un túnel que la cruza a cierta profundidad y con salida a unos cuarenta metros por el borde norte; en el borde oriental se conservan
restos de enormes tanques tallados en las rocas graníticas. El monte en que se encuentran estas
ruinas por el lado sur está bordeado por una gran escombrera, que oculta parte del poblado.
Hacía la cumbre del monte próximo se encuentra una especie de muelle. En la cumbre se excava
un gran hueco rectangular en la roca relleno de piedra y escombros, que es la boca de una mina.
Hacia el Este se halla una explanada, mayor que la anterior, de unos 15 metros de largo por 11
metros de ancho, en la que afloran vestigios de muros, algunos son de contención del [-38→39-]
terreno. La ladera norte de la colina forma la mina, y desciende bruscamente hasta un gran canal
tallado en las peñas, que baja monte abajo hasta las primeras plataformas. La anchura de este
canal es de dos metros, y la altura alcanza hasta tres metros. Su longitud sobrepasa los 300 metros. En la hondonada entre dos dé las plataformas artificiales más bajas se halla un embalse
formado por un largo muro que corta perpendicularmente el cauce de un manantial, que surge
de una mina, en el lugar de confluencia de las dos plataformas. Interesante era la organización
de tanques. Se descubrieron cuatro depósitos de traza regular con ángulos redondeados, excavados en la roca y que, situados escalonadamente con canales de paso de uno a otro, se reducían
de proporción hasta concluir en el menor, que en el centro del fondo tenía una cazoleta de doce
centímetros de diámetro y ocho de profundidad.
Unas escaleras de peldaños, ya largos, ya estrechos, también excavados en la roca, conducían a otro grupo de tanques situados más arriba, hoy día en mal estado de conservación, pues
sólo se ve bien el menor, rectangular, con una cazoleta en el fondo, de veinticinco centímetros
de diámetro. En esta zona hay escalinatas, tanques, canales y hoyos circulares en gran número,
tallados en la roca granítica, la parte superior de ella hoy ha desaparecido, cortada recientemente. Se trata de depósitos para obtener oro por el sistema de decantación, descrito por Estrabón y Plinio. La planta de las viviendas era rectangular, construidas con muros de sillería, de
granito, de tipo netamente romano, En ella recogieron los excavadores cerámica, molinos de
mano circulares, monedas y objetos de bronce.
En la plataforma situada hacia el lado Norte, en la que se abre el túnel, que enlaza los lavaderos con el canal, se encuentra una gran meseta circular, tallada en la roca, con una plataforma
cubierta de numerosas oquedades circulares y profundas, como dispuestas para sostener grandes
mástiles; en un extremo se halla un elevado tanque circular con canal de. desagüe. Entre los escombros del tanque se halló un peso de cuarzo formado por un gran canto del río y un martillo
de piedra. Las plataformas están contenidas por muros de mampostería poligonal, distinta de la
empleada en las viviendas. En la plataforma situada al Noroeste se halla otra curiosa organización de tanques, que enlaza con dos largos muros paralelos. Los tanques son circulares, de un
diámetro de 1,10 metros, posiblemente a éstos alude Estrabón (3,146), y servían para fundir y
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purificar el mineral. En la parte oriental de la explanada hay gran número de rocas, hoy destruidas por los canteros, que parecen fragmentos de grandes tanques y que indican la importancia de
este complejo. Hacia el Norte se hallan los restos de un posible templo y de otra construcción, y
en las proximidades hay un enorme tanque con largos canales tallados en la roca. Su utilización
parece ser diferente de los anteriores. Más hacia lo alto del monte se encuentran otra serie de
tanques, excavados en la roca, muy bien trabajados y rematados. Uno de ellos estaba protegido
por muros y por el corte vertical de la roca. El fondo era [-39→40-] liso, ligeramente inclinado
hacia el lado exterior. Un agujero dejaba pasar el contenido a otro tanque contiguo y mucho
menor, con la cazoleta, documentada en otros tanques. Ambos tanques son rectangulares, Las
dimensiones del mayor son 1,80 metros de largo por 1,28 metros de ancho y 0,12 de fondo, en
la parte interior, y 0,19 metros en la contigua al tanque menor, que mide 0,79 metros de largo
por 0,48 metros de ancho y 0,32 metros de fondo. En el punto en que confluyen los bordes laterales de uno y otro tanque se encuentra un agujero circular de 0,18 metros de diámetro, que,
como otras veces, parece que sirve para sostener un mástil para triturar el mineral, mediante un
martillo suspendido de un balancín de madera, sostenido por un mástil abierto en horquilla;
martillos se han recogido varios, así como piedras de afilar. Sobre los bordes exteriores del tanque pequeño discurren dos pequeños y poco profundos canales. Hacia el Sur hay huellas de
otros tanques muy destruidos. En otros lugares se aprecian restos de grandes tanques, canales y
escaleras labradas en la roca. Se han recogido además de objetos de adorno personal, como fíbulas, muchos fragmentos de cerámica, de todos los tipos, unos indígenas, junto a sigillata sudgálica, que da una fecha de finales del s. I y comienzos del siguiente para la explotación de este
yacimiento. Las casas estaban cubiertas con ramaje y barro. La mina de Barbantes es el mejor
comentario de Estrabón (3,146): El oro no se extrae únicamente de las minas, sino también por
lavado. Los ríos y torrentes arrastran arenas auríferas. Otros muchos lugares desprovistos de
agua las contienen también; el oro, empero, no se advierte en ellos, pero sí en los lugares regados, donde el placer de oro se ve relucir; cuando el lugar es seco, basta irrigarlo para que el
placer reluzca; abriendo pozos o por otros medios, se lava la arena y se obtiene el oro; actualmente son más numerosos los lavaderos de oro de las minas. Según los gálatas, sus minas del
monte Kemmenon y las que tienen al pie de Pyrene son más importantes. Sin embargo, son más
preciados los metales de allí. Dícese que a veces se encuentran entre los placeres del oro lo que
llaman «palas», pepitas de un «hemilitron», que se purifican con poco trabajo. Se dice también
que el hendir las rocas suelen hallarse pepitas menores semejantes a ubres. Sometido el oro a
una cocción y purificado por medio de cierta tierra aluminosa, se obtiene un residuo que es el
«elektron». Este, cuando va mezclado de plata y oro, se cuece de nuevo; la plata entonces se
quema y queda el oro, pues siendo de naturaleza grasa se puede licuar sin trabajo. En efecto, el
oro se funde con facilidad mayor por medio de la paja, ya que su llama es más floja y se adapta
mejor a su fin, fundiendo el metal fácilmente; por el contrario, el carbón, con la vehemencia de
su fuego, liquida el metal demasiado pronto, consumiéndolo. En los ríos, el oro se extrae y se
lleva allí cerca, en pilas o en pozos abiertos al efecto, y a los que se lleva la arena para su
lavado. [-40→41-]
El centro minero estaba en Asturica Augusta, de la que Plinio (NH 3,28) escribe que es una
gran urbs. El oro contenía plata en proporción variable, unas veces una décima parte, otras una
octava. En la mina Albucrarense, en Galicia, la plata se presentaba en una treinta y seisava
parte, siendo en este aspecto la más importante. Cuando la proporción de la plata era una quinta
parte, el oro se llamaba electrum (Plin. NH 33,80). Estas explotaciones, requerían una masa fabulosa de esclavos, como la que hubo después de las Guerras Cantábricas, al mismo tiempo que
unos trabajos de ingeniería muy costosos y perfeccionados, de los que quedan abundantes testimonios. Lucano, que escribió su poema sobre la guerra civil, la Farsalia (4,297 ss.), entre los
años 60 y 65, y Silio Itálico, que cantó la Segunda Guerra Púnica, entre los años 88-89 aproximadamente (1,231-232), coinciden con Plinio en asignar a Asturias el primer lugar en la explotación del oro. El epíteto que Silio Itálico (3,345) da a Galicia es el de rica, sin duda por el oro
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de sus tierras, mencionado en otros versos del poema (2,602), en lo que coincide con Trogo
Pompeyo (Iust. 44, 3, 4) y con Marcial (4, 39,7; 10, 16,3; 14, 95, 1).
La abundancia del oro en la Hispania augustea queda bien patente en las 100 libras de oro
que la Bética regaló al emperador para erigir una estatua, agradecida por la pacificación de unos
disturbios, cuya naturaleza e importancia se desconoce (CIL VI, 31267).
Marcial, en la época flavía, menciona el oro de Bilbilis (12, 18,9), sin duda en pepitas recogidas en las orillas de los ríos Jalón y Ribota, que se unen más abajo de la ciudad (10, 13,1).
Silio Itálico (3, 401) transmite la noticia de que la comarca de Córdoba produce oro, pero este
dato ha sido puesto en duda por los críticos. Se supone generalmente por los investigadores,
como Rostovtzeff (29), que las minas de oro de Hispania debían encontrarse agotadas a comienzos del s. II, lo que explicaría en parte la conquista de Dacia (30) por Trajano. En Asturias sólo
ha aparecido un tesorillo posterior a Adriano, según me indica F. Jordá. [-41→42-]
Recientemente, A. García y Bellido (31) ha publicado una serie de lápidas votivas halladas
recientemente en Asturica Augusta y León dedicadas a deidades exóticas por personal imperial
administrativo, muy posiblemente de las minas, Iulius Siluanus Melanius procurator Auggustorum Provinciae Hispanie Citerioris, este personaje había sido procurator argentariarum en
Dalmacia en el Municipium Domanianum, hoy Gradina, importante centro minero, al igual que
Asturica Augusta. Parece que vivió en el primer cuarto del s. III, lo que probaría nuevamente la
explotación a principios de este siglo de las explotaciones auríferas de esta región hispana. Se
conocen los nombres de algunos otros procuratores Augusti como Publius Aelius Hilarianus,
posiblemente de época de Alejandro Severo o quizá de Cómmodo, y Publius Maximus en la
primera mitad del siglo III; Claudius Zenobius, del primer tercio del s. III y Gaius Atacilius
Octauius Saturninus, de la misma época.
Las inscripciones de Villalís (32), a 20 kilómetros de Astorga, mencionan los nombres de
varios procuradores imperiales: Hermes Augustorum libertus, año 165; Zoilus, Augustorum libertus, año 165-166; Aelius Fauius, año 167; Valerius Sempronianus, año 175; Aurelius Eutyches, 184; Aurelius Firmus, año 191. La presencia de estos procuradores, en la segunda mitad
del siglo II en el Noroeste, indican bien a las claras que estas minas se seguían explotando. A
estas inscripciones nos referiremos más adelante de nuevo. Posiblemente está en relación con la
29
Op. cit., 2, 100, 173. F. Aertel (CAH 12, 243) escribe: Mining... is probably already declining somenwhat by the second century, owing to partial eshaustions of the weins of silver ana this production also
appears to have readed. Ello es muy posiblemente verdad para las minas del SE y de Castulo, para las
minas del SO. la época antoniana es la de su máxima explotación. R. G. Collingwood (CAH 12, 289)
sostiene aproximadamente lo mismo: about 250, however, the Spanish tin mines closed down, and supplies had to be sought else where. En el s. III es posible que las minas hispanas tuviesen una producción
baja, ello debido posiblemente a la falta de esclavos, ya que éstos eran, como escribe Rostovtzeff (op
cit. 1, 195) la «columna vertebral de la economía», y a las invasiones de francos y alamanes del 262 (en
esta época Hispania atraviesa una crisis grande Cf. J. M. Blázquez: La crisis del s. III en Hispania y
Mauritania Tingitana. 5 ss.
30
J. Guey: De L'or des Daces (1924) au livre de Sture Bolin (1958), «Mélanges d'archéologie, d'épigraphie et d'histoire», París, 1966, 44.
31
A. García y Bellido: Lápidas votivas a deidades exóticas halladas recientemente en Astorga y León,
«BRAH» 163, 1968, 191 ss.
32
M. Gómez Moreno: Catálogo Monumental. Provincia, de León, Madrid, 1925, 69 ss. En las páginas 89
ss. habla el autor de las minas en la provincia. A. García y Bellido: Nuevos documentos militares de la
Hispania romana, «AEArq» 39, 1966, 34 ss. Es muy posible que la distribución del Ejército y sus unidades en el NO estuviesen en función de las explotaciones rameras, principalmente en el s. i, cuando las
minas se trabajaban fundamentalmente con esclavos, cf.; A. garcía y bellido: EL «exercitus hispanicus»
de Augusto a Vespasiano, «AEArq. 34, 1961, 114 ss.; Nuevos documentos militares, 24 ss.; Cohors I
Galica Equitata Ciuium Romanorum, «Conimbriga» 1, 1959, 29 ss.; E. Loewinsohn: Una calzada y dos
campamentos romanos del Conventus Asturum, «AEArq.» 38, 1965, 26 ss.; I. Millán: En torno a una
inscripción guigurra, «AEArq.» 38, 80 ss.; M. Vigil: Ala II Flama Hispanorum C. R. «AEArq.» 34, 1961,
104 ss. La ley de Vipasca 1, 3, menciona un destacamento de soldados en las explotaciones mineras.
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administración de las minas del Noroeste C. Caetronius Miccio, a quien los mercaderes de Bracara [-42→43-] Augusta erigieron un ara, bien estudiada por G. Alföldy (33). Su cursus honorum
nos es conocido, tribuno de la plebe, pretor, legado de Augusto en la Citerior, legado de Augusto de la Legio II Augusta, procónsul de la provincia Bética, praefectus del erario militar, y
praefectus reliquorum exigendorum Populi Romani. La inscripción es de época claudia, año 45.
A partir de la conquista de Dacia, esta provincia constituyó el armazón del occidente romano, y el centro de gravedad de la actividad económica tiende a desplazarse hacia las fronteras, según indica Harmand (34); antes lo habían sido Britania e Hispania. Las minas de oro
hispanas se explotaron en el s. II, pues el botín dacio, representado en la Columna Trajana, y al
que alude el bizantino Lido (de magistr. 2, 28), muy posiblemente utilizando como fuente a
Gritón, médico de Trajano, autor de una obra en varios libros llamada Getika, que narraban la
conquista de Dacia, se gastó muy pronto. Roma necesitaba oro, ya que durante todo el s. II el
Imperio era deficitario en su comercio exterior e importaba de fuera de las fronteras más que
exportaba, por ello debió explotar las minas hispanas todo lo que pudo.
Una alusión al oro de lusitanos y cántabros se lee en el historiador judío Flavio Josefo, que
escribió, en el último cuarto del s. I en Roma, su Guerra Judaica (2, 374). Dada la fabulosa explotación de oro de principio del principado no es de extrañar la noticia dada por Plinio (NH 33,
54) de que en el triunfo de Claudio sobre Britania, celebrado en el 44, figuraba una corona procedente de la Hispania Citerior de 7.000 libras de peso. Suetonio (Galb. 12,1) transmite un dato
interesante sobre la avaricia de Galba, que al mismo tiempo prueba la riqueza de oro de Hispania, los habitantes de la Tarraconense le ofrecieron una corona de oro procedente de un templo
antiguo de Júpiter, que mandó fundir y pidió la restitución del peso, perdido por la fundición.
Sobre la plata hispana Plinio ha conservado unos datos muy interesantes, como el que la
plata hispánica es la más bella, que las minas se localizan en terrenos estériles y en las montañas, que los pozos abiertos por Aníbal, el llamado Baebelo, que suministraba el general cartaginés 300 (98, 100 kilos) libras diarias, estaba excavado en 1.500 pasos (2.205 metros); [-43→44-]
en su explotación se empleaban mineros aquitanos, famosos mineros que achicaban noche y día
el agua, no relevándose sino a medida de la duración de las lámparas (NH 33, 96-97). La espuma de plata más preciada, después de la ática, era la procedente de Hispania (NH 33, 106). La
plata en el interior de Hispania se oxidaba fácilmente (NH 33, 158).
Se conocen el nombre de un hispano, muy rico, poseedor de minas de oro, plata y cobre,
Sexto Mario. El nombre de S. Mario lo lleva la Sierra Morena, que en Ptolomeo 2,4,15 se llama
Mons Marianas. En el Itinerarium Antoninii 206 se menciona un Mons Marianorum, en la región de Sevilla y una estación Mariana, hoy Mariena, cerca de Puebla del Príncipe, lo que indica
que las minas de S. Mario abarcaban una gran extensión. En el año 33 se le acusó de incesto con
su hija y fue despeñado de la Roca Tarpeya. Tiberio, según Tácito (Ann. 6, 19, 1), que es el que
ha transmitido la noticia, se incautó de las minas, aunque debió transferirlas al senado romano,
que administraba la Bética. El proceso no fue más que un pretexto para confiscarle los bienes.
Dión Casio (58, 22, 2-3) ofrece otra versión de este hecho. El emperador lo que en realidad
pretendía era su hermosa hija, y, al no acceder S. Mario a los deseos del emperador, cayó en
desgracia. En la época flavia se conoce un liberto imperial que fue procurator Montis Mariani
(CIL II 1179; Dessau I, 1591) y un segundo en Ostia, procurator massae Marianae (CIL XIV
52; Dessau I, 1592; II 3527), lo que prueba que el mineral se exportaba. En época de Plinio (NH
3, 4,4) el cobre mariano era el preferido; se explotaba en los alrededores de Córdoba y en esta
ciudad ha aparecido una inscripción que menciona a Corinthus Sexti Mari servus (CIL II 2269),
lo que índica que Córdoba era el centro de la explotación de las minas de Mario, que continua33
34
Ein senatorischer cursus honorum aus Bracara Augusta, (CIL II 2423), MM 8 1967, 185 ss.
L'Occident Romain. Gaule-Espagne-Bretagne-Afrique du Nord, Paris, 1960, 381 ss.: dans cette «exploitation» des provinces occidentales... c'est incontestablement à l'Espagne et à Bretagne que revient le premier rang... la Bretagne et l'Espagne apparaissaient comme les seules provinces minières dignes de ce
nom... Des deux pays miniers de l'Occident, c'est l'Espagne...qui s'était imposée d'abord aux Romans.
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
ron produciendo metal después de la muerte de su amo. Mario en realidad era un rentista, como
lo debieron ser muchos senadores hispanos que vivían en Roma. Estas confiscaciones concentran las riquezas en las manos imperiales. Una política parecida de confiscaciones siguió Calígula
con la Gallia (Dio Cas. 59,21,2; 22,4). El rico más grande del Imperio era, pues, el emperador.
Un dato verdaderamente significativo de la riqueza de plata es que en el reinado de Claudio, un esclavo imperial, intendente de la Hispania Citerior, tenía un plato argénteo de 500 libras de peso (NH 33, 145). En el año 69, M. Salvio Otón, legatus Angusti en Lusitania, regaló a
Galba sus vasos de oro y plata para ayudarle a montar, como convenía a su persona, su casa;
muy posiblemente procedían de la región que administraba, aunque fue excelente administrador
(Plut. Galb. 20,3). Se seguían explotando, en todo el siglo I, a juzgar por el material suministrado por la Arqueología, las minas mencionadas de Diógenes y las de Cartago Nova, a las que
alude a final del s. I. Silio Itálico (15, 195). Últimamente, entre los años 1959 y 1961 se han extraído del mar en la región de Colonia de Sant Jordi (Mallorca) unos 50 lingotes de plomo. Este
descubrimiento marca el camino [-44→45-] marítimo que los cargamentos de plomo seguían
desde las costas del Sureste español a Italia. Tres lingotes llevan la marca AEMILI GALLICI, N.
MEVI: APRl y G. CORNUTI, son de época imperial y sobre los laterales llevan la marca IMP
CAES y en un caso se añade AVG. Conservan los pesos y longitud de los lingotes hispanos de
época republicana; peso: entre 32 y 36 kilogramos; longitud, 0,45 metros; altura, 0,09 metros;
anchura, 0,11 metros. Su forma es troncopiramidal, y, por tanto, diferente de las de la etapa republicana. Un lingote de la primera marca apareció en Pompeya (CIL X, 9339). En el s. I la casi
totalidad de las minas las poseía el emperador, como en Britania (35), conquistada por Claudio.
En Hispania, el régimen de explotación era diferente, como lo indican los lingotes de Mallorca.
Las minas eran explotadas por particulares: possessores, que se han convertido en arrendatarios;
huellas de esta transformación se documentan en los massae de Mallorca. Los explotadores ponen su nombre sobre los lingotes, porque ellos producen el metal, pero este metal, como lo indican las marcas laterales, pertenece al emperador. Una lápida de Capua (CIL X, 3964) menciona
a un villicus sociorum Sisaponensium ex Prouincia Ulteriore; aunque de propiedad estatal las
minas de Almadén estaban arrendadas a una sociedad. Las minas del Suroeste tienen su momento de máxima actividad a partir del último cuarto del s. I. Las fuentes sobre Hispania posteriores a Plinio, que murió con ocasión de la erupción del Vesubio en el 79, dejaron de interesarse por la Península, por los datos sobre las explotaciones mineras en el siglo II son escasos.
Varios documentos hablan de una explotación intensa de las minas del Suroeste a partir del auge
de la vida municipal y del impulso que a la economía de las provincias dieron los emperadores
flavios (36) y Trajano. Las tablas de bronce de Aljustrel, en Lusitania, son de época de Adriano.
Las lucernas (figura 6), que tanto abundan en las minas de Riotinto las monedas y la terra sigillata pertenecen en su casi totalidad al [-45→46-] siglo II; el análisis de radiocarbono da una fecha para estas minas de 1810 años, con una oscilación de veinticinco años, lo que se remonta a
finales del s. I. La curva estadística de las monedas indica, como las lucernas, el momento de
máximo esplendor en época de los Antoninos. Muy posiblemente las minas de Cartago Nova y
las de Sierra Morena habían perdido su importancia por entonces.
35
S. Freré; Britannia, Londres, 1967, 282 ss.; R. G. Collingwood: Roman Britain; Tenney Frank: An
Economic Survey of Ancient Rome, New Jersey, 1959, 3, 34 ss.; R. G. Collingwood - R. N. L. Myres:
Roman Britain and the english Settlements, Oxford, 1945, 228 ss, La exportación de cinc de Britania
cesó hacia el año 50 y el trabajo de las minas no se reanudó hasta el s. III. Rostovtzeff (op. cit. 2, 173)
lo atribuye a la competencia de Hispania. Su reanudación en el s. III lo atribuye a los disturbios reinantes en Hispania (invasión de francos y alamanas) y al agotamiento parcial de las minas ibéricas.
36
M. Rostovtzeff: op. cit. II 2, 178 ss. Sobre el problema de una posible crisis en la época flavia en la Bética. Cf. R. Nierhaus: Zum wirtschaftlichen Aufschwung der Baetica zur Zeit Trajans und Hadrians,
«Les empereurs romains d'Espagne», París, 1965, 181 ss, Se trata de un distrito minero. Sobre la carta
de Tito a los quattuorviri y decuriones de Munigua del 7 de septiembre del 70 cf. H. Nesselhauf:
«MM» 1, 1960, 142 ss.; A. D'Ors: «Emerita» 29, 1961, 203 ss.
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Figura 6.- Gráfico de la actividad económica en las minas de Huelva, durante la época romana imperial, según los
documentos numismáticos. Según A. Blanco - J. M. Luzón.
Las monedas recogidas en estas últimas minas indican que fueron explotadas en el s. I a.C.
y en los dos o tres siguientes. Su explotación debió ser relativamente intensas en el s. IV, después de una interrupción en época de la Anarquía Militar, Hay muchas monedas de Honorio.
También han aparecido hornos de fundición, prueba de que el plomo se copelaba en las bocas
de las minas. Estrabón (3, 146) escribe que los hornos de plata se hacían altos con el fin de que
los vapores pesados que desprende la masa mineral se volatilicen, ya que son gases densos y
deletéreos. En el Centenillo las monedas recogidas van desde el año 45 a.C. hasta el 383 y en
Coto Fortuna desde los cartagineses hasta los tiempos de Honorio. Sin embargo, las minas de
plomo hispanas, de las que se obtenían la plata, debieron entrar en decadencia en época flavia,
con la competencia intensa de las de Britania; a su decadencia alude Plinio (NH. 34, 164).
Rostovtzeff y otros investigadores ya citados se inclinaban a creer que las minas de plata
de Híspanla se hallaban agotadas en parte en el s. II, lo cual es muy posible para algunas minas,
ello explicaría las medidas [-46→47-] adoptadas por Adriano en cuanto a las minas de plata, y el
florecimiento de la industria minera en Britania. Las minas de la provincia de Huelva se explotaron intensamente en época de los Antoninos, En cambio en las minas héticas y del SE. el trabajo debía haber descendido mucho, sin cesar del todo su explotación. Contribuyó a ello la falta
de mano de obra esclava, que tuvo que ser sustituida por ubre en época antoniana y después.
Una inscripción hallada en Aljustrel, fechada en el año 173 ó 235, erigida por los coloni de
la explotación minera, en honor de un procurator metallorum, que además era uicarius rationalium, indica que las minas dejaron de explotarse, algún tiempo, ya que se le llama restitutor
metallorum, siéndolo de nuevo (37).
Los datos sobre las minas del SO. arrojan unas cifras muy significativas sobre la intensidad
de su explotación: Riotinto, de 18 a 20 millones de toneladas de escorias antiguas; Tharsis, de 6
a 7 millones; Portugal, de 1 a 1,5 millones de toneladas. La gran mayoría de las escorias del SO.
son de una metalurgia de plata. Aproximadamente un cuarto de escorias son de metalurgia del
cobre, Gracias a las aportaciones de la Arqueología es posible conocer bastante bien el estado
social y las condiciones del trabajo, la directiva, las sociedades y asociaciones de mineros y su
procedencia. Las tumbas de los mineros con sus vasos de cerámica sigillata y vidrios, suelen ser
mejores que las de otras comunidades de trabajadores. Hay también cierta abundancia de lápidas
funerarias. La condición de los esclavos mejoró sensiblemente en las minas de SO. en el s. II.
Los documentos epigráficos indican unas buenas relaciones entre los siervos y amos, bien pro37
L. Wickert: Bericht über eine Reise zur Vorbereitwng von CIL II Suppl 2, Sitab. d. Berl. Ak. 32, 1931,
835 ss.; M. Rostovtzeff (op. cit. 2, 174) interpreta esta inscripción como que las mismas se hallaban en
plena decadencia.
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
badas por inscripciones, como la de Theodorus Diogenes, de finales del s. II a su ama Firmia
Epiphania, o de otros señores a sus esclavos. En la mina Sotiel-Coronada apareció una lámina
de cobre hoy en Londres y cuya publicación prepara J. M. Luzón, que contiene las ordenanzas
sobre el trabajo de los esclavos, y que será, sin duda, uno de los documentos más importantes en
su género del Imperio Romano. La primera autoridad del distrito minero es el procurator metallorum. Los tres personajes documentados son libertos del emperador, Pudens, Augusti libertus,
en el año 97, durante el gobierno de Nerva; L. Flavius, Augusti libertus Polychrisus, administraba el Mons Marianus, a principio del s. II, y residía en Sevilla, y M. Ulpius, Augusti libertus
Eutyches, posiblemente liberto de Trajano, estaba al mando del distrito minero de los metallorum albocolensium, en territorio vacceo. Los cognomina griegos de los dos últimos libertos indican su procedencia oriental. Añádanse los procuratores Augusti citados en las lápidas de Villalís, en las proximidades de León, que posiblemente eran [-47→48-] administradores de las explotaciones auríferas de las Médulas, en la segunda mitad del s. II. Se llamaban Aurelius Eutyches, Aurelius Firmus, Hermes y Zoilus eran libertos del emperador, tres de ellos son de origen
griego. Libertos imperiales estaban al frente de las explotaciones mineras, lo que indica su importancia en la hacienda del emperador. A partir del comienzo del Imperio estos cargos burocráticos los desempeñaban generalmente libertos de confianza del emperador. Hacia el cambio
de Era, según se indicó ya, la explotación de las minas de oro era incumbencia sólo del Estado,
y las demás se encontraban en manos de particulares. Minas de oro tenía, confiscadas por Tiberio, el mencionado Sextus Marius. A los arrendatarios de contribuciones públicas, de minas de
oro y salinas se les autorizaba a formar corporaciones (Dig. 3, 4, 1). El ocupante de un locus
putei estaba autorizado a formar, según la ley de Vipasca (2, 6-7), una asociación con cuantas
personas lo solicitasen y se regulan las relaciones de la corporación y los socios. Estos coloni,
socci y occupatores formaban el sector capitalista de las explotaciones mineras. A una mujer de
esta clase pertenece la lápida hallada en Riotinto de Licinia Materna Nouaugustana (38).
Los obreros metalúrgicos y peones de las minas poseían también collegia, asociaciones,
cuyas actividades eran muy variadas: organizar fiestas en honor de los dioses patronos; banquetes en común en ciertas fechas del año, y organizar y administrar los fondos allegados al funeral, entierro dentro del cementerio común y cuidado de las tumbas. Este carácter, similar al de
las modernas funerarias, parece ser el fin primordial de la institución. Procedente de Riotinto se
conserva una inscripción dedicada por el Collegium Salutare a Ioui Optimo Maximo. Estos collegia eran entidades de derecho público. Las lápidas de la región de SO. tienen la importancia
de señalar casi siempre la procedencia de los mineros. En las minas de Castulo se ha hallado últimamente una inscripción a un joven de veinte años llamado Paternus, que pertenecía a la gentilitas de los cántabros orgonomescos (39). La inscripción se fecha en la segunda mitad del s. II o
principios del siguiente, lo que prueba que en esta fecha las minas se encontraban aún en explotación. Los compañeros de la tribu encargan la lápida, lo que indica que eran varios, libres, y
que del norte emigraron a Castulo en busca de trabajo. En la zona minera aparecen mujeres celtíberas, la citada Licinia Materna, una familia de Emerita Augusta, un Camalus que por su
nombre ha de ser lusitano o gallego; un Reburrinus de Castellum Berense, Verín?, en territorio
de los Límicos, que trabajaba con su hermano y varios talabrigenses, ciudad lusitana entre
Coimbra y Braga. Esta emigración de trabajadores no sólo era de varones, sino también de mujeres, así aparece cerca de Aroche una Vibia [-48→lámina 2-]
38
39
A. Blanco - J. M. Luzón: Mineros, passim.
A. D'Ors - R. Contreras: Orgenomescos en las minas romanas de Sierra Morena, «AEArq» 32, 1959,
167 ss.
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
a) Tessera de plomo de Celte, Sevilla.
Archivo Municipal. Según A. Blanco
y M. Luzón.
c) Recipiente de bronce
que formaba parte de una
polea con cangilones. Museo
de Riotinto. Según J. M. Luzón.
27
b) Noria romana de Riotinto. Diámetro
de la rueda, 4,50 metros. Según
J.M. Luzón
d) Grilletes de hierro, de Riotinto.
Museo de Riotinto.
Según A. Blanco. J. M. Luzón.
[-lámina 2→49-] Crispa, Arabrigensis (CIL. II, 967); Fabia Frisca, Serpensis (CIL. II, 971);
Baebia Crinita, Turobrigensis (CIL II, 964), y en Alosno una persona de Olisipo (CIL II, 959).
Representaciones de mineros se conocen varias. La más conocida es el relieve de Palazuelos
(Linares), que representa una cuadrilla, nueve en total, de mineros con sus instrumentos de trabajo (Lám. I d). El capataz cierra la marcha, y está representado a tamaño mayor. Lleva en su
mano derecha unas tenazas de doble lazo y en la izquierda posiblemente una campana. El
minero que le precede lleva al hombro un pico martillo, el tercero lleva una lucerna. La cuadrilla
camina dentro de una galería de pared irregular y estriada. Visten calzón corto cubierto con un
mandil de tiras de cuero. La fecha de este relieve parece ser la época de los Antoninos, lo que
probaría la explotación de las minas en esta fecha. De la misma época es la estela sepulcral del
niño Quintus Artulus, muerto a los cuatro años de edad, procedente de Baños de la Encina, en
las proximidades de la localidad anterior. Representa al hijo de un minero con martillo y cesta
de juguete. Viste sagum corto. En Despeñaperros (Fig. 7) se encontró un bronce ibérico de un
metalúrgico con sus utensilios de trabajo, grandes tenazas y martillo; viste sagum hasta los pies,
descalzos. Una probable representación de mineros se halla
sobre una lesera de plomo del Archivo Municipal de
Sevilla (Lám. 2 a). En una de sus caras lleva la inscripción
Celte, Peñaflor, debajo hay un objeto con mango, que
parece ser una pesa de plomo, como las encontradas en
Riotinto. En el reverso de la lesera un hombre en. short
camina hacia la derecha llevando al hombro una ancha
Figura 7.- Herrero ibérico, caldero de bronce y denario de Cese
con las siglas S. C. El Centenillo. Según A. Blanco - J. M. Luzón.
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pala. Delante de él se ve un aro con estrigiles, un ungüentario y algún otro útil de aseo. personal.
Posiblemente es una tésera para entrar libremente a los baños de la localidad. El precio de
entrada a los establecimientos termales era de un semis para los hombres y de un as para las
mujeres (Vip. 1, 3). [-49→50-]
Tenían derecho a entrada gratuita los libertos y esclavos imperiales al servicio del procurator o los que percibían pensión; así como los niños y los soldados de las cohortes, destacados
en los distritos mineros (Vip. 1, 3).
La tésera de Celte ilustra bien el contenido de la ley de Vipasca en este aspecto. La vida de
los mineros era corta. Los datos que aportan las inscripciones del SO. son bien significativas.
Germanus, esclavo de Marinus y de procedencia germana a juzgar por el nombre, murió a los
quince años; Fuscus, a los veintidós; Sutrius, a los treinta; Paternus, a los veinte. A partir del s.
II avanzado, la mayoría de los mineros eran libres, no esclavos.
Los sistemas de desagüe de las minas romanas de la provincia de Huelva han sido bien
estudiados recientemente por J. M. Luzón, a quien resumimos. El método más sencillo de desagüe, cuando era posible, consistía en un canal que con una suave inclinación vertía al exterior el
agua. Este procedimiento se utilizó en las minas de El Centenillo (Jaén), La Fortuna (Murcia) y
en El Filón Dehesa, en Riotínto (Huelva). A este canal de desagüe alude la segunda tabla de
Aljustrel, según la reciente interpretación propuesta por J. M. Luzón, y no a un acueducto que
abastecía de agua la región minera de Vipasca, o como propone D'Ors, a una instalación para
lavar minerales. Esta galería subterránea se encontraba a una profundidad considerable. Los que
trabajaban pozos de cobre debían realizar las labores a una distancia mínima de quince pies para
evitar los desplomes. El procurator podía permitir hacer calicatas a partir de la galería de desagüe. Diodoro de Sicilia (5, 37) alude a este sistema de desagüe en las minas hispanas cuando escribe: encuentran a veces ríos subterráneos, cuyo rápido curso, reducen encauzándolos en galenas inclinadas. Cuando era imposible sacar el agua con este procedimiento se empleaban mecanismos de elevación, descritos por Vitruvio (10, 4), de los que en las minas hispanas se utilizaron tres. El primer ingenio es la noria (Vitr. 10, 5), muy usada en las minas del noroeste:
Tharsis y Riotinto, en Huelva, y Santo Domingo, en Portugal (Figs. 8-12. Lám. 2 b). Sólo en la
primera mina se han encontrado cuarenta. El Museo de Riotinto guarda una en excelente estado
de conservación. En las mines de Tharsis, en el criadero de Filón Norte, en el siglo pasado se
descubrió un conjunto de catorce ruedas, dispuesta por pareja. Las ruedas están construidas de
madera, de pino flandés, pino rija y encina. El eje de la rueda es el único elemento metálico. La
disposición de estas máquinas está bien documentada por los hallazgos de Tharsis, Santo Domingo y Riotinto; en esta última se encontró un conjunto de ocho parejas de ruedas, colocadas
de manera sucesiva, que elevaban el agua a veintinueve metros de altura. La pareja de norias
vertían el agua en el canal siempre en la misma dirección, que caía en la fosa del piso superior
para ser recogida por el par siguiente. Si la cantidad de agua que había que extraer era poca, se
colocaba una única rueda. La segunda máquina empleada era la polea con cangilones también
descrita por Vitruvio (10, 5). [-50→51-]
Es una variante de la máquina anterior; a la misma rueda anterior se acoplaba una doble
cadena de hierro, dé la que colgaban cangilones de cobre, con una capacidad de 3,5 litros, que
vertían el agua en la parte más alta sobre un canal o depósito a ese nivel. La ventaja de este ingenio es que extraía el agua de lugares más profundos. Esta máquina, a juzgar por los hallazgos,
fue menos usada que la noria, pero también se documenta, incluso con variantes no descritas por
Vitruvio.
En la mina Sotiel Coronada, Huelva, los cubos de cobre iban atados por una cuerda a una
polea. Un cubo lleva la inscripción: L. Vibi. Amaranti, Pxiis. Otras veces han aparecido sólo los
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Figura 8.- Esquema de la colocación de norias romanas en Riotinto. Según Palmer.
cubos (Lám. 2 c) y en Riotinto [-51→52-] la rueda en vez de ser una polea, era una noria completa con travesaños horizontales de madera para la sujeción de los cubos. La tercera máquina
Figura 9.- Norias romanas de la mina de Santo Domingo. Portugal. Según J. M. Luzón.
para extraer el agua es el tornillo hidráulico, cuya invención atribuyó la antigüedad a Arquímedes, y que, según Diodoro Sículo (5, 37) y Posidonio (Str. 3, 2 y 9), utilizaban los mineros españoles, también fue descrita por Vitruvio (10, 7). Se construía totalmente de madera. J. M. Luzón
la describe en los siguientes términos: «en un tronco redondeado se traza a lo largo ocho líneas
paralelas equidistantes entre sí. Estas líneas se cortan por otras, también equidistantes y separadas por un octavo de la circunferencia del eje. Por los puntos de intersección de unas líneas y
otras se van pasando unos listones de madera flexible clavados firmemente y pegados entre sí
con brea. Estas tiras de madera son las que, al quedar fijas en espiral sobre el tronco, forman el
caracol o tornillo. Finalmente, el conjunto se recubre con duelas de madera que forman un cilindro clavado por fuera a la parte anterior. Todo ello va embreado y sólidamente sujeto con una
cuerda enrollada». Para calcular la inclinación se utilizaba el teorema de Pítágoras. Esta
máquina extraía grandes cantidades de agua y fue muy utilizada en las minas españolas: Santa
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Bárbara (Córdoba), Diógenes (Ciudad Real) y Sotiel-Coronada, con dos sistemas, en esta
última, combinados: una polea con cangilones que elevaba el agua a un depósito y un juego de
tornillos de Arquímedes que la transportaba a la superficie. Junto al pozo de San Juan se
descubrieron tres perfectamente construidas, una de ellas conservada en el [-52→53-]
Figura 10.- Funcionamiento y colocación de las ruedas hidráulicas de Riotinto. Según Palmer.
[-53→54-]
Figura 11.- Rueda hidráulica hallada en Riotinto. Según J. M. Luzón.
Museo Arqueológico de la Universidad de Liverpool. En las minas de Castulo ha aparecido un
tornillo de Arquímedes (Fig. 13) en excelente estado de conservación. Generalmente se cons© José María Blázquez Martínez
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
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truían estos ingenios de madera. El tornillo inferior del juego de Santa Bárbara tiene la hélice de
cobre y más sólida la caja exterior, posiblemente, como sugiere J. M. Luzón, por estar enterrado
entre piedras y barro. El exterior de los tornillos va forrado con cuerdas de esparto y alquitranado. Los tonillos de Arquímedes se accionaban por medio de aletas aplicadas en la parte exterior, movidas con los pies por hombres apoyados en una barra, según ilustra una terracota egipcia conservada en el Museo Británico. Los tornillos se colocaban en hilera y desaguaban en una
caja en la que se alimenta el tornillo inmediatamente superior. La bomba de Ctesibio fue descrita en la antigüedad por Plinio (NH [-54→55-] 7-37) y por Vitruvio (10, 7) y en España por J.
M. Luzón y por J. Caro Baroja (40). Elevaba el agua a gran altura. Un ejemplar, procedente de la
mina Sotiel-Coronada, se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Estaba sujeto al suelo por una obra de mampostería.
Consta de dos recipientes gemelos de bronce unidos por un tubo en
forma de horquilla, al que se ajusta un conducto vertical, la bomba.
Los recipientes y los tubos llevan un juego de válvulas que abren o
cierran el paso del agua. En los recipientes cilíndricos hay sendos
pistones, que se accionan por medio de barras y palancas que impelen
el agua a través del tubo central (Fig. 14).
Derrumbamientos de galerías de minas, mal apuntaladas, eran
frecuentes, como lo indican los cadáveres hallados en algunas minas de
Huelva, de catorce celtíberos; a este hecho alude el poeta de la segunda
mitad del s. I. P. Papinio Stacio (Theb. 6, 880-885).
Se conserva el primer código del Imperio Romano sobre minas,
las tablas de Aljustrel, Alemtejo, Portugal, bien estudiado por D'Ors,
que contiene la reglamentación de un distrito minero y en las que se
Figura 12.halla una información importantísima y única sobre reglamentación
Funcionamiento de la
fiscal y administración de las minas de cobre y plata. En el territorio
polea de cangilones.
había una pluralidad de yacimientos, además de las canteras de
Según Cohen y Drabkin.
piedra. Los restantes distritos mineros se regirían por una legislación
parecida o idéntica. Todo el distrito [-55→56-] minero, incluso la población ordinaria, se
Figura 13.-Tornillo de Arquímedes de la mina
Sotiel-Coronada. Según Gonzalo y Tarín.
40
J. caro Baroja: Sobre el tímpano y la bomba de Ctesibio, «Rev. Guimarães» 65, 1955, 373 ss.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
encontraba bajo el gobierno del procurator metalli, representante del fisco imperial, que podía
ser del rango de los equites, pero que frecuentemente era un liberto imperial. De las dos tablas
que se conservan, la primera fija los derechos de los diversos arrendatarios de los servicios de la
localidad, del arriendo del impuesto, en las subastas, del pregón, de los baños públicos, de la zapatería, de la barbería, de la tintorería y del impuesto sobre mineral extraído, de la inmunidad de
los maestros de Vipasca y del impuesto sobre la ocupación de los pozos [-56→57-] mineros. La
tabla segunda determina el régimen de explotación, desde el punto de vista jurídico y técnico y
las medidas de policía.
Las tablas son de época hadrianea. Una lex metallis dicta, mencionada en la tabla primera,
podía ser la segunda, siendo la mención al emperador Adriano un añadido posterior, o una ley
de época anterior, quizás flavia. El dueño de la mina de Vipasca era el fisco, que no explotaba
directamente los pozos, sino que en régimen de concesión se los entregaba a varios arrendatarios. Los emperadores aplicaron a las explotaciones mineras el mismo sistema empleado en las
tierras públicas e imperiales, el arriendo a pequeños empresarios.
Examinemos un poco más detenidamente el contenido de cada una de las tablas. En Vipasca un monopolio era la banca, y el banquero podía cobrar un 1 por 100 del precio de todas
las subastas, que deducía del precio o entrega al procurator metallorum esa cantidad. El desarrollo del comercio, de la industria, de la agricultura y las explotaciones minerales presupone un
gran desarrollo de la banca, que era una empresa privada. El fisco era el mayor banquero del
Imperio, prestaba dinero a rédito, al igual que los prestamistas particulares y los bancos; como
el emperador atesoraba moneda acuñada, y realizaba numerosas operaciones financieras. Una
excepción a favor del fisco se daba cuando la venta se hacía sin intervención del banquero, directamente por el procurator, con autoridad del emperador. Aun en este caso si se vendía un
pozo, el conductor podía cobrar la centésima del comprador del pozo. Siguen casos especiales
de aplicación de esta ley. El plazo de pago de la centésima era de tres días.
El servicio del pregonero que intervenía en la subasta era también objeto de un arriendo en
monopolio. El estipendio que paga el vendedor por el servicio se estipula en el 2 por 100 de
precio, sí es menor de 100 denarios, y del 1 por 100'si es superior a 200. Si se subastaban esclavos, el precio se fijaba en relación con el número de cabezas. Se exceptúan de los derechos de
pregón, las venías y arriendos hechos por el procurator en nombre del fisco. La explotación de
los baños en Vipasca era en arriendo, su inspección correspondía al procurator metallorum. Podía imponer multa de 200 sestercios cada vez. El arrendatario debía calentar el agua durante un
año, abrirlos a horas determinadas, del amanecer a la hora séptima para las mujeres, y de la hora
octava o la segunda de la noche para los hombres y suministrar agua corriente. Fijó la ley el
precio de los bañistas. Entrada gratis tenían los soldados y los niños. El arrendatario, que recibía
todos los accesorios de los baños, debía cuidar con particular esmero de las bañeras. Determinaba la ley todo lo relacionado con la leña. La industria del calzado se hallaba en régimen de
monopolio. La multa al que se dedicase a la zapatería, sin el correspondiente permiso, era del
doble del valor del zapato. Era objeto del monopolio igualmente la reparación del calzado.
También la barbería estaba en régimen de monopolio, como las [-57→58-] tiendas de los tintoreros. Un impuesto gravaba la compra de mineral y de piedra para su elaboración. El mineral se
adquiría en bruto. Las operaciones de elaboración se clasifican como: depuración, trituración,
fundición al fuego, preparación y segmentación de lingotes, criba y lavado. La ley gravaba a los
que importan de otra zona minera mineral para preparar en Vipasca, con un denario cada 100 libras, unos 33 kilogramos, aproximadamente. Los maestros de la escuela de Vipasca estaban inmunes de contribuciones públicas. El final de esta primera tabla se refiere a la inscripción de las
ocupaciones de pozos mineros y de su impuesto.
El fisco daba un permiso de explotación y percibía la mitad del mineral extraído. Existía la
posibilidad de comprar la concesión definitiva del pozo a un precio fijado por el fisco. La tabla
segunda legisla, al comienzo,. sobre los precios de los pozos de cobre, en disfrute temporal y
persigue las explotaciones clandestinas. El ocupante no podía fundir el mineral antes de haber
pagado al fisco. Los pozos de plata eran explotados según lo previsto por la ley, pero a diferen© José María Blázquez Martínez
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cia de los pozos de cobre, no se impone un pago total del precio, se aplicaba en este caso una
disposición especial de la liberalidad de Adriano, que consistía en permitir en los pozos argentíferos un pago a plazos, previo adelanto de 4.000 sestercios, los que suponía una ventaja para el
comprador. El fisco tomaba una serie de medidas legales encaminadas a que las explotaciones
mineras no se interrumpieran. La interrupción era considerada un abandono, y el fisco concedía
el derecho de explotar el pozo al que lo encontrase abandonado. Cada ocupante explotaba varios
pozos al mismo tiempo. De cada cinco pozos ocupados el ocupante debía explotar al menos
uno. Si se trata de un pozo comprado,, se concede un plazo de inactividad de seis meses. El
fisco podía desinteresarse de su mitad y permitir la explotación total al particular; el precio debía ser lo más alto posible. Para buscar la cantidad necesaria para comprar el pozo, el ocupante
tenía varías posibilidades:
1) Buscar socios capitalistas a los que se les concedería una participación del rendimiento.
2) Pedir a un prestamista dinero.
3) Vender su derecho a otro ocupante.
4) Abandonar el pozo al derecho de ocupación. Solución no económica.
Posiblemente los ocupantes de los pozos constituían sociedades mineras. La ley admite
estas sociedades y no limita el número de socios. Según su cuota de participación, cada socio
contribuye a los gastos. Mediante anuncio por escrito, un socio que ha hecho los gastos y reclama de otro la parte que le corresponda pagar, puede reclamar la cuenta durante tres días en el
lugar más frecuentado de la plaza. Si el socio no pagaba, la parte del [-58→59-] pozo correspondiente le era decomisada y se sumaba a la de los restantes socios que habían contribuido a los
gastos. Los que sin ser socios adelantaron dinero, materiales u obras, podían legalmente reclamar no sólo contra el contratante, sino contra cualquiera de los socios de la explotación. En las
explotaciones de Mazarrón se han encontrado vigas marcadas con nombre: S. Mauri, C. Laevi,
Q. Bes, podían interpretarse como los nombres de los ocupantes del pozo, o como de tos que
adelantaron el material (Figs. 15-16). La ley concedía la posibilidad de efectuar reclamaciones
sin previo acuerdo de los socios, siempre que hubiese buena fe por parte del socio que hizo el
gasto. También legislaba la tabla segunda la venta de un pozo comprado, y de la parte de un socio. No se podía vender un pozo a una persona de fuera de Vipasca.
Se prohibía fuera de las horas de sol transportar el mineral extraído, bajo multa de 1.000 sestercios, y se sancionaba el robo. Si el ladrón era un esclavo, el procurator le mandaría azotar y vender
bajo condición de estar [-59→60-] siempre atado y
de no vivir nunca en un distrito minero. El precio
obtenido por la venta se entregaba al amo del esclavo. Si el ladrón era una persona libre, el procurator
confiscaba su patrimonio y le desterraba. Termina
la segunda tabla con una serie de previsiones técnicas para el buen mantenimiento de los pozos. Los
pozos debían estar bien apuntalados y sujetos. Cada
concesión, estaba señalada mediante estacas y maderos. Se sancionaba a los que arruinaban los pozos. El castigo era, si era esclavo, azotes a juicio del
procurator y venta con la condición de no vivir más
en una mina; si libre, la confiscación de bienes y
prohibición perpetua de volver a Vispasca. También de la ley una serie de prescripciones técnicas
Figura 14.- Bomba de Ctesibio hallada en la mina
Sotiel-Coronada (Huelva). Según Gossé.
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
referentes al servicio del canal de las minas, sobre la traída del agua a la localidad, o del canal
para el lavado del mineral. Las explotaciones de los pozos de cobre debían distar del canal por
lo menos quince pies, y los de plata sesenta pies. También estaba prohibido amontonar el mineral a los lados del canal. La mano de obra era de esclavos condenados a trabajos forzados y también de obreros libres (Lám. 2 d).
Figura 15.- Mazarrón. Marcas de mercaderes extranjeros grabadas en las maderas o de los ocupantes del pozo. Según
Gossé.
Un número de palabras hispanas referentes a las explotaciones de minas se han conservado
en las fuentes literarias y en el código de Vipasca. Estas son:
Scauriorum, scaureis, scauriae
Rutramina
Lausiae
Vipasca
7
7
7
Apitascus
Segutilum
Talutatium
Canalicium, Canaliense
Tasconium
Arrugiae
Cangalia
Carrugus
Urium
Agoga
Palagae, Palacurnae
Strigilis
Balux
Crudaria
Galena
Alutia
Minium
Plin, NH
39, 69
33, 67
33, 67
33, 68
33, 69
33, 70
33, 72
33, 74
33, 75
33, 76
33, 77
33, 62
33, 77
33, 98
33, 95
34, 157
33, 118
[-60→61-]
Figura 16.- Mazarrón. Tablillas con el nombre del obrero. Según Gossé.
Formaciones hispanas, aunque de raíces latinas, son canalicium, canaliense y crudaria.
Las restantes palabras son hispanas y demuestran, como ya indicó Rodríguez de Berlanga (41), la
41
Los bronces de Lascuta, de Bonanza y de Aljustrel, Málaga, 1881, 703 y siguientes.
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
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importancia de las explotaciones mineras prerromanas, y que los métodos de obtención de los
metales siguieron utilizados por Roma, la existencia de una lengua hablada, que se [-61→62-]
manifiesta en tecnicismos industriales con tal vigor, que hasta los textos legales veíanse en el
caso de aceptar muchas de sus palabras.
Plinio da una lista muy completa de los principales minerales explotados en Hispania, éstos son: minas de sal, en Egelastae, en las proximidades de Linares (NH 21,80), era la sal preferida en medicina; la bética se utilizaba para las enfermedades de los ojos en las caballerías y en
los bueyes (NH 31,100). Lo mismo escribe Columela (de r. r. 6,17,39), también era remedio
contra las hemorroides (Ser. 64,1105).
Hispania era el país que producía más chisocolla, bórax, utilizada por los tintoreros (NH
33,89).
Existían minas de asur, una especie de arena (NH 33, 161). Plomo argentífero se exportaba
para mezclarlo con el famoso cobre de Campania, en la proporción de 10 a 100, y de este modo
hacerlo más dúctil y de mejor color (NH 34,35). Hispania producía sory, cuerpo metálico, pero
era más apreciado el procedente de Egipto, y el de Chipre para las enfermedades de los ojos
(NH 34, 120). En el pecio de Planier, en Provenza, han aparecido panes de cobre, cuya estampilla indica Onoba (Huelva) como punto de procedente. El vitriolo se obtenía de pozos o de charcas. (NH 34, 123).
Cantabria producía piedra imán, que aparece en núcleos dispersos llamados bulbationes
(NH 34, 148; 36, 127); hierro, junto al mar había un monte altísimo todo él de este metal (NH 4,
112, 149) y plomo negro (NH 34, 58), del que se obtiene plata. Se empleaba para la fabricación
de tubos y láminas (NH 34, 164). El cinc de Britania cesó de exportarse hacia el año 50 y las
minas no se explotaron hasta el s. III, lo cual obedeció posiblemente a la competencia de Hispania; en el s. III, las invasiones de francos y alamanes en la Península Ibérica, y un posible agotamiento de las minas, lucieron que el trabajo en las antiguas minas británicas se reemprendiera.
Unos sesenta lingotes de plomo de Britania, estampillados a nombres de los emperadores desde
Claudio a Antonino, años 41-169, indican la época en que las minas británicas se encontraban
en plena explotación. Esta producción debió mermar considerablemente el rendimiento de las
minas hispanas.
El estaño que había en Lusitania y Galicia estaba a flor de tierra, en forma de arenas negras
reconocibles por su peso, mezclado con guijarros pequeños. El método de obtención consistía
en lavar la arena, de lo que se extrae por decantación el mineral, que luego se transportaba a los
hornos para tostarlo. También se encontraba en los yacimientos de oro llamados alutiae; por
medio de una corriente de agua se dejaba posar los cálculos negros, que se volvían ligeramente
blanquecinos y tenían el mismo peso que el oro. El horno separaba el oro del estaño (NH 34,
156-158). Sobre la obtención de estaño escribe Estrabón (3,147): Mas el estaño —dice Posidonio— no se encuentra en la superficie de la tierra, [-62→63-] como repetidamente afirman los
historiadores, sino excavando. Y se produce tanto en la región de los bárbaros que habitan más
allá de los lusitanos como en las islas Kassitérides, siendo transportado a Massalia desde el
país de los britanos. Entre los artabroi, que habitan en lo más lejano del Septentrión y del
Ocaso de Lusitania, el suelo tiene, según dicen, florescencias de plata, estaño y oro blanco,
mezclado con plata. Esta tierra es arrastrada por los ríos, y las mujeres, después de haber
amasado la arena, la lavan en tamices tejidos en forma de cesta. Tal es lo que aquél (Posidonio) ha dicho sobre los metales y Plinio (NH 34, 156-157):
Pasemos ahora al plomo. Hay dos clases de él, el negro y el blanco. El blanco es preciadísimo; los griegos le llamaron «cassiterum», propalando la .fábula de que se extraía de ciertas
islas del Mare Atlaniicum y que se transportaba en embarcaciones de mimbre revestido de piezas de cuero cosidas. Hoy se sabe que lo produce Lusitania y Gallaecia, regiones en las que
nace a flor de tierra en forma de arenas negras reconocibles por su peso; va mezclado con
guijarros pequeños, principalmente en los lechos torrenciales secos. Los mineros lavan esta
arena, de la que extraen por decantación el mineral, que es llevado luego a los hornos, donde
se tuesta. Hállase también en los yacimientos de oro llaman «alutiae»; por medio de una co© José María Blázquez Martínez
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José María Blázquez: Explotaciones mineras en Hispania durante la República y
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rriente de agua se dejan posar los cálculos negros, que aparecen ligeramente variados en blanquecinos; éstos tienen el mismo peso que el oro; por tal razón se quedan en la cesta juntamente
con el oro recogido en ellas. Luego en el horno se separan del oro, y, al fundirse, se convierten
en plomo blanco.
Se conoce las cifras de arrendamiento de algunas minas; así, la mina Samariense, en la Bética, se arrendó en 200.000 denarios anuales; se interrumpió su explotación y después lo fue en
255.000. La renta de la mina Antoniana era 400.000 libras (NH 34, 165). Las islas Baleares producían bermellón (NH 35, 31). La aparición de arenas de lapislázuli en Hispania, de un color
más suave, que el procedente de Armenia, empleado en medicina para el crecimiento del pelo y
de las pestañas, hizo que este último bajase de 30 sestercios la libra a seis denarios (NH 35, 47).
El espejuelo se obtenía en la región de Segobriga, Cabeza del Griego (Cuenca); el procedente de
Hispania, que se obtenía de pozos muy profundos, era preferido el hallado en Chipre, Capadocia, Sicilia y África (NH 36, 160-161).
La piedra de afilar instrumentos de hierro empleados en las barberías procedía de la Hispania Citerior, de la ciudad de Laminium, Alhambra. Ciudad Real (NH 36, 165). Fábricas de vidrio, en el que entraba como parte principal una arena muy blanca y blanda, había en Hispania
(NH 36, 194). La Costa Atlántica producía obsidiana (NH 36, 197).
Bloques de cristal de un peso extraordinario se encontraban al abrir pozos en las montañas
Ammaecusiae, en Lusitania (NH 37, 24); en ellos apareció un topacio (NH 37, 127). El mar
arrojaba ámbar a la costa [-63→64-] pirenaica (NH 3737). La explotación de rubí, en la región de
Lisboa, se hacía con mucho trabajo, por ser el terreno arcilloso y muy quemado por el sol (NH
37, 97; Mel. 3, 8). Finalmente menciona Plinio algunas piedras raras, como el boloe de las riberas del Ebro (NH 37, 150) y la esmeralda veteada de blanco de Galicia (NH 37, 163). Un escritor contemporáneo del naturalista Plinio, que escribió bajo Nerón, su obra de materia medica,
tratado que influyó mucho en la botánica y farmacología de la Edad Media y del Renacimiento,
Pedanio Dioscórides, natural de Anazarbos, en Cilicia, menciona algunos minerales hispanos,
como la calamina, obtenida artificialmente en los talleres de fundición de Hispania y de otros
países, que no se utilizaba en medicina (de mat. med. 5, 74). También en las fundiciones de
Hispania se obtenía el litargirio, plomo oxidado o espuma de plata, que se obtenía al inyectar
aire durante el proceso de fundición (de mat. med. 5, 87).
En las regiones occidentales, el almagre de carpintero, utilizado para pintar el tendel, se
obtenía al calcinar el ocre (de mat. med. 5, 96). El vitriolo, mencionado también por Plinio, se
empleaba para ennegrecer el cuero (de mat. med. 5, 98). Alude igualmente Pedanio Dioscórides
al sory, mineral desconocido, y al cloruro férrico de amonio (de mat. med. 5, 127). C. Iulio Solino, que escribe a mediados del s. III, menciona el coridón de Lusitania (23,9).
Hispania y Britania produjeron grandes cantidades de minerales, pero no se desarrolló en
ellas una industria de fabricación de bronces, como en Campania, en incluso en Galia, lo cual
llama más la atención por cuanto en época republicana y en siglos anteriores se desarrollaron
mucho entre los pueblos de la meseta los trabajos de fundición, de lo que es buena prueba las
espadas damasquinadas de Las Cogotas, Miraveche, La Osera y Alcácer do Sal; las armas, cabezadas y bocados de caballos de Aguilar de Anguila; los escudos, armas, broches de cinturón,
etc., de la necrópolis de Griegos, los puñales da tipo Las Cogotas, que aparecen en Alpanseque,
Almazán, Quintana de Gormaz, La Mercadera, Uxama, Palencia, Arconada, Peña Amaya, Miraveche, etc., y las armas y bocados de la necrópolis de Atienza. No sólo hay en Celtiberia gran
cantidad de bronces de todo tipo, perfectamente trabajados, sino muchas piezas alcanzaron una
gran calidad en la técnica y dibujo, como los broches damasquinados de Numancia, Izana,
Gormaz, Uxama, Atienza, Atance, Arcobriga, Paredes de Nava y Miraveche. A este tipo de armas alude Plutarco (Sert. 14), cuando escribe que Sertorio se ganó la simpatía de los iberos regalándoles armas decoradas con plata. El mismo autor (De garr. 17) recuérdala destreza de los
celtíberos en trabajar el hierro, bien manifestada en el hecho de haber ordenado Sertorio en el
año 77 a. C. a todas las ciudades de Celtiberia que fabricasen armas según sus posibilidades
(Liv. frag. 91). [-64→65-]
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
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Famosas fueron las espadas celtíberas, adoptadas por los romanos, Livio (31, 34, 4) dice
que los macedonios conocieron la terrible espada hispánica adoptada por los romanos; acostumbrados a luchar con los griegos e ilirios, no habían visto hasta entonces más que heridas de
pica y de saeta, raras veces de lanza; pero cuando vieron los cuerpos despedazados por la espada española, brazos cortados del hombro, cabezas separadas del cuerpo, truncada enteramente la cerviz, entrañas al descubierto y toda clase de horribles heridas, aterrados se preguntaban contra qué armas y contra qué hombres habían de luchar. Esta cita, según Schulten
(FHA 4, XI), es la primera auténtica del gladius hispaniensis, no siéndolo, según el sabio germano, las de Livio 7, 10, 5 y Claudio Quadrigario (Celio 9, 13, 14), referidas al año 361, y a la
victoria de Manilo sobre un jefe galo. Con ocasión del cerco de Sagunto por Aníbal (Liv. 21, 8,
10), Livio describe el gladius hispaníensis. Lo cita el historiador latino también (38, 21, 21) referido al año 189.
Polibio (3, 114) expresamente afirma que las espadas de los iberos eran mejores que las de
los celtas, pues éstas podían herir lo mismo de punta que de filo. En el siglo III a. C. Filón de
Bizancio (Mechaniké syntaxis IV, VC. 48) describe el modo de trabajar estas armas:
El modo de trabajar las citadas hojas de metal se observa en las espadas llamadas célticas
e hispanas. Cuando quieren probar si están ya prestas para su uso, agarran con la mano derecha la empuñadura y con la otra el extremo de la espada; colocan luego la hoja transversalmente sobre la cabeza, tiran para abajo de ambos extremos hasta que los hacen tocar con los
hombros, y después los sueltan alzando repentinamente ambas manos. Libre la espada, se endereza de nuevo volviendo a su primitiva derechura sin mostrar flexión alguna y permaneciendo recta, aunque esta prueba se repita muchas veces, Indagando entonces la causa de que
estas espadas conservasen tal flexibilidad, se hallaron, primero, ser un hierro en estado extraordinariamente puro, y luego, trabajado de tal modo al fuego, que no tenía dobladura alguna ni
ningún otro daño. El hierro no es ni muy duro ni muy blando, sino un término medio, obtenido
el cual, se forja enérgicamente en frío, dándole así su temple. Pero no se forja batiéndolo con
grandes martillos ni con fuertes golpes; los golpes violentos y dados oblicuamente curvan y endurecen mucho las hojas en el sentido de su longitud, de tal modo que si alguien quisiera flexor
las espadas así forjadas, no podría hacerlo de ningún modo, o si lo lograba por la fuerza, romperíanse a causa de lo compacto de toda la hoja así endurecida por los golpes. La acción del
fuego, según dicen algunos, ablanda el hierro y el bronce, disminuyendo su cuerpo, mientras
que la acción del frío y de la forja lo endurecen. En verdad estos dos tratamientos hacen compactos los cuerpos, mientras que la acción del frío y de la forja lo endurecen. En verdad estos dos
tratamientos hacen compactos los cuerpos, juntando entre sí sus partes y rellenando el [-65→66-]
espacio vacío entre ellas. Forjábamos, pues en frío las hojas por las dos caras, endureciéndose
así ambas superficies, mientras que la parte intermedia permanecía blanda, por no haber llegado
hasta ella la acción de los golpes, que eran ligeros en profundidad. Así, pues, como las hojas
quedaban compuestas de tres cuerpos, dos de ellos duros y el otro, el del centro, blando, su
flexibilidad era la que antes hemos dicho.
Los romanos imitaron su fabricación, pero no lograron dar con su temple. Los celtíberos
se diferencian muchos de los otros pueblos por el modo de fabricar sus espadas. Tienen éstas
una punía eficaz y un golpe fuerte por ambos filos. Los romanos, durante la guerra de Hanibal,
dejaron las espadas que usaban de tiempo atrás y adoptaron las de los íberos. También imitaron el procedimiento de su fabricación, pero no pudieron imitar ni la excelencia del hierro ni el
esmero en los demás detalles (Suidas, machaira. La fuente es Polibio).
Posidonio (Diod. 5, 33, 3-4) también prestó atención a la espada hispana.
Llevan (los celtíberos) espadas de doble filo, forjadas con hierro de una calidad excelente,
y tienen puñales de un palmo de longitud, que llevan en una vaina pegada a la de la espada, y
de los cuales echan mano en los combates cuerpo a cuerpo. Tienen un modo muy particular de
preparar las armas de que se sirven en su defensa: meten bajo tierra las láminas de hierro, y
allí permanecen hasta que con el tiempo la parte débil del hierro, consumida por la herrumbre,
se separa de la parte más dura; de ésta sacan magníficas espadas y otros instrumentos guerre© José María Blázquez Martínez
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
ros. Las armas hechas de este modo cortan cuanto se les opone. No hay escudo, ni casco, ni
hueso que resista a su golpe; hasta tal punto es de extraordinaria la excelencia del hierro.
La calidad de las espadas no se observa sólo entre los pueblos de la Meseta, sino también
en la Bética, como lo prueban las famosas espadas de Almedinilla, Fuente Tójar (Córdoba) y las
representaban en los relieves de Osuna. Toledo, en época augustea, era ya famoso por sus cuchillos (Gratt. 341). Esta tradición de fundición de armas se perdió en el s. I. En el año 68,
cuando Galba su sublevó contra Nerón, el ejército no tenía armas y hubo de esperar a la llegada
de un barco de Alejandría (Suet. Galb, 10, 4).
La historiografía moderna ha señalado bien el papel importante de Hispania en la economía del Imperio Romano debido a su riqueza en metales. Así M. A. Levi (42), que escribe: l'immensa riserva di ricchezza presentata dalla Spagne per l'economia romana è tale da dare a
questa regione un posto completamente a parte fra le province. Anche se le miniere d'argento e
d'oro cominciavano a presentare sintomi di decadenza al tempo d'Augusto, il possesso della
Spagna assicurava a Roma tali risore da farne uno dei [-66→67-] pasi ricchi del mondo antico,
grazie alla libera disponibilità di metalli monetabili e di preziose materia prime industriali. Le
maggiori esportazioni continuano a essere oro, argento, stagno, piombo, ferro, rame e cinabro.
La minere iberíche in età repubblicana avevano rappresentato il 5 por cento del reddiío totale
dello stato; nel secolo II d. C. l'argento iberico era ancora importato in Italia, ma in misura assai più limitata, y L. Pareti (43): La riquezza maggiore era data dall'oro, che si traeva nella valle del Baetis, in Lusitania, in Asturia et in Gallecia, e dell' argento delle cave di Cartagena, di
Castulo, della valle del Baetis e del paesi cantabri, che peró costituivano dei demani, prima
estatati, poi imperiali, gestaíi coi sistemi della conductio, che conosciamo epigraficamente della Lex metalli Vipasensis; al igual que E. Albertíni (44): Spain was sthus foremost among the
countries of the Ancient World a source of the precious metals and the metals in common use,
and this was in fact her special function in the Imperial system. The military organization, the
roads, the boundaries of the administrative areas, were alike dictated primarily by considerations of how the mines could best be exploited and their returns increased. Although the exploitation of the mines certainly claimed the first attention of the Imperial officials, because in
this respect no other province could take the place of Spain. M. P. Nilsson (45): Spain's chief
wealth was in its minerals, which had already attracted the Carthaginian to the country... The
output of precious metals seems to have fallen off under the Empire when most of the gold came
from Dada, but for other metals Spain was still the chief source... Our chief knowledge of
mining in imperial times is derived from Spain. In comparison, agriculture and other industries
were less important.
Tenney Frank (46): finally the mines of iron, lead, copper, tin, silver, quicksilver and gold
were still among the most productive Known to the ancient world. M. P. Charlesworth (47): in
its total mineral wealth Spain was the richest province of the whole Empire, both in the variety
and the quantity of the metals it contained. [-67→68-]
APÉNDICE
Como elementos complementarios para el estudio de este tema consúltense los siguientes
trabajos, recientemente aparecidos:
1) Fuentes literarias griegas y romanas referentes a las explotaciones mineras de la Hispania Romana, por J. M. Blázquez.
42
L'Impero Romano, Turín, 1963, 46.
Storia di Roma, VI, Turín, 1961. 485.
44
CAH 11, 493; D. E. Álvarez (Aspecto económico de la penetración y colonización romana en Asturias,
«Emerita» 31, 1963, 43 ss.) defiende que el trazado de las vías responde a las explotaciones mineras.
45
Imperial Rome, Nueva York, 1962, 169.
46
An Economic History of Rome, Nueva York, 1962.
47
Trade-Routes and Commerce of the Roman Empire, Hildesheim, 1961, 157.
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el Alto Imperio romano. Problemas económicos sociales y técnicos
39
2) Les exploitations aurifères du Nord-Ouest de la Péninsule Ibérique sous l'occupation
romaine, par Claude Domergue.
3) Mimeração romana em Portugal, por Fernando de Almeida.
4) Instrumentos mineros de la España Antigua, por J. M. Luzón.
5) Metales y minería en la época visigótica, a través de Isidoro de Sevilla, por Manuel C.
Díaz y Díaz.
Todos estos trabajos están publicados en el «VI Congreso Internacional de Minería. V. I.:
La minería hispana e iberoamericana, Contribución a su investigación histórica. Estudios.
Fuentes. Bibliografía», León, 1970.
Claude Domergue ha publicado también una Introduction a l'étude de mines d'or du
Nord'Ouest de la Péninsule Ibérique dans l'Antiquité, en «Legio VII Gemina», León, 1970, 253
y siguientes.
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