Aproximación a la Tauromaquia como disciplina de la

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Documentación
Definida por unas señas
de identidad propia
Aproximación
a la
Tauromaquia
como
disciplina de la
Cultura
Si nos atenemos al proyecto de
ley que ahora entra en su fase
parlamentaria final, la
Tauromaquia puede entenderse
como el conjunto de
conocimientos y actividades
artísticas, creativas y productivas,
incluyendo la crianza y selección
del toro de lidia, que confluyen en
la corrida de toros moderna y el
arte de lidiar, expresión relevante
de la cultura tradicional del
pueblo español. Por extensión se
entiende comprendida en el
concepto de Tauromaquia toda
manifestación artística y cultural
vinculada a la misma.
Si se trata de profundizar en los
conceptos que una definición
como ésta encierra, observamos
que en la Tauromaquia se dan
todos los elementos constitutivos
de ese concepto amplio que es el
de Cultura, pero que además
definen unas señas de identidad
propia y privativa, que la diferencia de otras manifestaciones de las
distintas ramas de la Cultura.
Así
como en otros campos se pueden localizar numerosos estudios, en
el caso de la Tauromaquia ha sido más raras veces abordada en su
condición y en su valor cultural. En el fondo, se trata de un discurso que
aún está por escribir en su globalidad, aunque en aspectos específicos sí
se cuenta con trabajos valiosos.
En demasiadas ocasiones los autores se han ceñido a relacionar una serie
de manifestaciones creativos que no son Tauromaquia, sino que toman
pie de ella, de su fuerza plástica y argumental, para desarrollar otras
ramas de la Cultura. De hecho pocas materias han dado paso a tal
número de manifestaciones literarias, pictóricas, esculturales o
musicales. Sin embargo, la simpe notoriedad y la personalidad de estos
agentes culturales que pusieron su mirada en la Tauromaquia no la dota
de su específica condición de disciplina cultural. Nos da razón del impacto
que la misma tiene en las Artes y en Las letras, por ejemplo; pero no
constituye un elemento demostrativo de su propia valor como parte de la
Cultura.
Sin embargo, resulta de toda evidencia para quien se enfrente al tema
con honestidad intelectual, esto es: sin juicios preestablecidos de
antemano, que en la Tauromaquia se dan todos los elementos necesarios
para considerarla integrante de la Cultura, no sólo como un hecho
específico de España, sino con carácter más universal.
No se está afirmando que por formar parte integrante de la Cultura
necesariamente alcance el mismo grado de aceptación en el sentir de
todas las sociedades, ni entre todos los ciudadanos, ni en todos los
tiempos. Eso ocurre no sólo con la Tauromaquia, sino con otras muchas
expresiones y manifestaciones culturales. Lo que se afirma es que, guste
mucho, poco o nada, la Tauromaquia se integra en el concepto general
de Cultura.
Qué entendemos por Cultura
Si nos atenemos a lo que enseña la Real Academia cabe considerar tres
acepciones específicas:
--Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio
crítico.
--Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de
desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.
--Conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional
de un pueblo.
Pero la RAE sigue estudiando una significación más específica, en el
sentido de aplicar este concepto en referencia a las costumbres y
características de un determinado grupo social. El académico Castilla del
Pino lo explicaba por vía del ejemplo de forma clara: “Cuando se habla
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1 de la cultura andaluza no se refiere al conocimiento que tienen los
andaluces sobre los libros, sino si el flamenco o el vino forman parte de
sus costumbres, es en un sentido de antropología cultural".
Tampoco es momento y lugar de extendernos en esta cuestión. Con los
elementos ya expuestos puede ser suficiente para comprobar que la
Tauromaquia participa de forma propia de estas concepciones. En efecto,
constituye un “conjunto de conocimientos”, pero también supone “un
conjunto de modos de vida y costumbres, conocimiento y grado de
desarrollo artístico [….] en una época, [y/o] grupo social”. Y desde luego
se ajusta plenamente a ese “conjunto de las manifestaciones en que se
expresa la vida tradicional de un pueblo”.
Siguiendo estudios de diferentes lingüistas, cabe explicarla también con
bastantes similitudes a los términos utilizado por la RAE. Y así, algunos la
definen como “los conjuntos de saberes, creencias y pautas de conducta
de un grupo social, incluyendo los medios materiales (tecnologías) que
usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver sus necesidades
de todo tipo”. E incluso como “la excelencia en el gusto por las bellas
artes”. Pero participa también de las conocidas tesis de la Ilustración
según la cual la Cultura viene a ser la manifestación de una determinada
y/o modo de civilización.
Numerosos documentos podrían citarse a la hora de sostener esta
condición propia de la Cultura. Citemos al menos la definición avalada
por la UNESCO: “en su sentido más amplio, la cultura puede considerarse
actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y
materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o
grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de
vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores,
las tradiciones y las creencias”.
Unos conceptos que en la Conferencia Mundial de Políticas Culturales,
celebrada en México en 1982, se plasmaban en los siguientes términos:
“Cada cultura representa un conjunto de valores único e irreemplazable,
ya que las tradiciones y formas de expresión de cada pueblo constituyen
su manera más lograda de estar presente en el mundo”. Y en otro
epígrafe de la misma resolución disponía: “Hay que reconocer la igualdad
y dignidad de todas las culturas, así como el derecho de cada pueblo y
de cada comunidad cultural a afirmar y preservar su identidad cultural, y
a exigir su respeto”.
Sin necesidad de retorcer en lo más mínimos ninguna de estas distintas
acepciones y definiciones, sino aplicándolas en su propia literalidad, de
todas ellas participa la Tauromaquia. De hecho, si acudimos ya sea a los
Tratados de Tauromaquia surgidos con los movimientos de la Ilustración,
a los escritores románticos --tan ricos como son en referencias taurinas-o a la propia literatura taurina de finales del siglo XIX.
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2 El concepto de Tauromaquia
Si tratamos de realizar el mismo ejercicio con el término “Tauromaquia”,
el Diccionario de la Real Academia, en su primera acepción la define
como el “Arte de lidiar toros”. y cuando se refiere al concepto “Toreo” de
nuevo incide en afirmar que es el “Arte de torear”.
Esta insistencia en utilizar el término “Arte” no puede entenderse
precisamente marginal, si observamos las tres primeras acepciones que
la RAE da a este concepto y que pueden ser de interés en nuestro caso:
1.Virtud, disposición y habilidad para hacer algo.
2.Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una
visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con
recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
3.Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo.
Pero también se refiere al “Arte” como “pura manifestación de la belleza
por sí misma”. Y en otra acepción se define como “cada una de las
[artes] que tienen por objeto expresar la belleza”. Y al abordar cómo
debe entenderse por “arte popular”, la Docta Casa establece que es: “El
cultivado por artistas, con frecuencia anónimos, y fundado en la
tradición”.
Si acudimos a una definición en el orden normativo, el proyecto de ley
que ahora se debate sobre la Tauromaquia propone definirla como “el
conjunto de conocimientos y actividades artísticas, creativas y
productivas, incluyendo la crianza y selección del toro de lidia, que
confluyen en la corrida de toros moderna y el arte de lidiar, expresión
relevante de la cultura tradicional del pueblo español. Por extensión se
entiende comprendida en el concepto de Tauromaquia toda
manifestación artística y cultural vinculada a la misma”.
Por lo demás, en el caso específico de España, no deja de llamar la
atención en la variada atención que los estudiosos han ido dando a esta
cuestión no se haga referencia alguna a la Tauromaquia como “Fiesta
Nacional”.
De hecho, cuando se consulta tal
concepto de “fiesta
nacional”, la define con una referencia básicamente administrativa:
“fiesta oficial”.
Sin embargo, nada de extraño hay en ello, porque aunque en ocasiones
se haya utilizado, incluso profusamente, para remarcar la españolidad de
la Tauromaquia, ese concepto de “fiesta nacional” aplicado a los toros
tiene un significado muy diferente. Como entre otros ha demostrado el
historiador y estudioso José Aledón, el calificativo de “nacional” nace al
término de las guerras carlistas y se utiliza para significar dos elementos
que nada tienen que ver con lo podríamos denominar el “ser de España”.
En concreto, se hace en el siguiente contexto:
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3 En su sentido originario, que se oficializa documentalmente en 1846,
expresa que la Tauromaquia había dejado de ser un “privilegio real”,
para pasar a ser “propiedad de la nación”, esto es: propiedad del pueblo.
En el fondo, lo que se trataba con esta distinción era seguir el rumbo
marcado con la instauración del liberalismo en España, a partir de 1837,
cuando se democratizan la denominación de numerosas instituciones: la
Biblioteca Real para a ser la Biblioteca Nacional; el Real Museo de Pintura
y Escultura se denomina en adelante el Museo Nacional de Pintura y
Escultura y la Milicia Real pasa a ser Milicia Nacional, por citar tres
ejemplos
Con posterioridad, a partir probablemente de los escritos de Jovellanos,
se utiliza en un sentido más bien geográfico: “diversión nacional”, para
significar que era la diversión más común en toda la nación. Así lo
explica con precisión el Conde de las Navas en su célebre libro “El
espectáculo más nacional”.
Andrés Amorós: el valor cultural de la Tauromaquia
Llegados
a este punto, resulta bastante clarificador recordar la
importante comparecencia en la Comisión de Cultura del Congreso, el
pasado día 11 julio, del catedrático de Literatura Española en la facultad
de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, Andrés Amorós Se
preguntaba: ¿Es cultura la tauromaquia? Y se contestaba con palabra de
alguien que no es precisamente aficionado: “Si entendemos la cultura
como el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida
tradicional de un pueblo, podemos decir que sí, que la tauromaquia ha
formado parte de la cultura de algunos pueblos del mundo y sin duda de
la cultura de España”. La cita textual corresponde a don José Enrique
Zaldívar, experto veterinario y hoy reconocido militante antitaurino,
como quedó de manifiesto en su propia comparecencia ante dicha
Comisión.
Pues bien, a la hora de explicar esta realidad, a través de dos escuetas
razones Amorós traza acertadamente el camino que lleva a poner de
manifiesto del valor cultural de la Tauromaquia. Vale la pena recordarlas:
Primero. La Tauromaquia forma parte de la cultura popular española.
Segundo. La Tauromaquia es un elemento esencial de las fiestas en los
pueblos de España.
Tercero. La Tauromaquia va unida a la historia de los españoles.
Cuarto. La Tauromaquia es de todos, es del pueblo español, que somos
todos, sin distinción posible entre ideologías y posición social o
económica.
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4 Quinto. La Tauromaquia impregna el lenguaje cotidiano, pero no solo
como jerga especializada: se usa fuera del ámbito habitual y de modo
metafórico en muchísimos ámbitos.
Sexto. La Tauromaquia es un arte porque busca la belleza, procura la
emoción y busca la complicidad con un espectador.
Séptimo. La Tauromaquia ha inspirado a artistas. Que una cosa sea
tema de obras artísticas no la justifica; pero es un dato que hay que
tener en cuenta.
Octavo. La Tauromaquia es universal como arte.
Noveno. La Tauromaquia es una seña de identidad de la cultura
española en el mundo.
Diez. El toro bravo es símbolo de España y así se identifica en todo el
mundo.
Once. El torero es un héroe popular, encarna unos valores.
Doce. La Tauromaquia supone una ética.
Más adelante, el profesor Amorós recogía una cita de un ilustre
intelectual, el profesor Tierno Galván, quien textualmente dijo: “Ser
indiferente ante un acontecimiento de tal índole como la Tauromaquia
supone la total extrañeza respecto del subsuelo psicológico común de los
españoles”.
Y tras diversas consideraciones respecto al ordenamiento jurídico, tanto
español como europeo, el profesor Amorós acudía al artículo 46 de la
vigente Ley de patrimonio histórico español del año 1985, que dice:
“Forman parte del patrimonio histórico español los bienes muebles,
inmuebles y los conocimientos y actividades que son o han sido
expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español en sus
aspectos
materiales,
sociales
o
espirituales”.
Para
concluir:
“Exactamente, la Tauromaquia”.
Como fácilmente puede advertirse, el conjunto referencial que define el
profesor Amorós permite establecer unas inequívocas relaciones entre el
concepto de “Cultura” y el de “Tauromaquia”, en los propios términos en
los que antes se definieron.
La Tauromaquia como disciplina de la Cultura
En el contexto anterior, no constituye un intento baldío tratar de
fundamentar las razones por las que la Tauromaquia constituye una de
las disciplinas con identidad propia y diferenciada de las demás ramas
que se integran en la Cultura.
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5 Desde luego, resulta innegable que bajo la acepción de “cultura popular”,
mantiene un largo y continuado recorrido tanto en la historia de España
como en la de los restantes países en los que se implantó. Si algo está
demostrado en la Historia es el arraigo social continuado de la
Tauromaquia.
Por otro lado, como actividad artística y cultural nunca ha sido algo
estático y propio de un contexto determinado, ni carece de capacidad
creativa; por el contrario, se trata de un elemento vivo, que se desarrolla
y se adapta a las distintas circunstancias sociales e históricas. Solo así se
entiende que siendo originaria de España, luego adopte perfiles propios y
diferenciados en otras sociedades. La historia taurina de los países
iberoamericanos esta plagada de ejemplos en este sentido.
Pero, a su vez, en su propia realidad creativa encontramos la explicación
a cómo ha sido siempre receptiva a las cambiantes sensibilidades
sociales, sin por ello perder sus características originarias. Es decir, se
comportado igual que otros hechos culturales, que cambian en algunos
aspectos colaterales, pero mantienen establemente su razón de ser y de
existir.
Y como disciplina cultural cumple, por lo demás, el requisito de aquella
definición que la Real Academia daba al término “Arte” como actividad
reglada por un conjunto de preceptos, que son necesarios y que, al igual
que en su concepción creativa de arte, se mantienen en el mismo sentido
en el que fueron definidos originariamente, por más que sufran
modificaciones no sustantivas en razón de criterios sociales.
La identidad cultural propia y diferenciada de la
Tauromaquia
A todas luces parece claro que Tauromaquia dentro de la Cultura viene
definida por unas señas de identidad propias, que la diferencian de
cualquier otra disciplina. Y el primero de esos elementos identitarios se
localiza en su condición de actividad creativa desarrollada con la
necesaria asunción de riesgos por parte de quien la crea. Es lo que en
términos taurinos siempre ha concretado en ese binomio insustituible
que es el de “emoción y riesgo”, o si prefiere por el de “arte y riesgo”.
No se trata precisamente de un mero recurso literario de hoy en día. Es
lo que vino a explicarnos el insigne historiador Américo Castro, cuando
afirmaba que la Tauromaquia constituía un “símbolo del vivir como riesgo
absoluto frente a un destino amenazador, solo conjurable mediante
heroicas destrezas”.
Salvador de Madariaga lo explicita aun más, cuando afirma que la
Tauromaquia “participa de casi todas las artes. Fundamentalmente es un
drama: el hombre está en constante peligro, y el toro, destinado a la
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6 muerte. Este hecho le da una especial tensión. A este aspecto dramático
se unen las demás artes. Una corrida es una pintura de una belleza
impar, en la que juegan papel decisivo el color y la luz cambiante. A la
vez, es una obra maestra del arte escultórico y en ella son decisivos
elementos del ballet, porque es una síntesis de color y movimiento. Y no
cabe imaginar corrida de toros sin música”.
En esta preciso contexto, al torero --como escribió Enrique Tierno
Galván-- “se le llama “artista” en el sentido de creador de belleza, y,
desde luego, lo es, teniendo plena conciencia de que la figura y la
dignidad plástica prestan al lance un peculiar estilo que eleva la lidia al
máximum de tensión estética; belleza y galanura ante la muerte, ¿cabe
tema estético de mayor vitalidad?”
Bajo este punto de vista, resulta de toda evidencia que la Tauromaquia
contiene en su misma un hecho diferenciador sustancial con respecto a
las demás disciplinas culturales.
Para que todo ello se cumpla, de modo necesario hay que acudir a un
segundo factor identitario: la Tauromaquia exige de suyo la presencia del
toro de lidia, que queda nítidamente definida por el profesor Tierno en
los siguientes términos: “el toro, entidad definida por la agresividad y la
fiereza, logra la plenitud de su ser en la lidia. El espectador supone, con
mayor o menor exactitud, que el toro vive en el ruedo una gloriosa
aventura coronada por la mayor concesión que el hombre puede hacer al
animal: la lucha franca e igualada; al toro no se le caza, se le vence”.
Pero el toro de lidia no puede conceptuarse tan sólo como un
“cooperador necesario” para que exista la Tauromaquia. En su
plasmación estética y creativa, sin duda lo es. Pero es mucho más. Y así,
con absoluta propiedad puede hablarse de la existencia de una “cultura
del toro de lidia”.
Sin necesidad de acudir a fuentes de mayor autoridad –que las hay y
muy solventes-- baste considerar que el toro de lidia constituye una
auténtica joya del patrimonio genético de las razas ganaderas, obra de
ingeniería genética fruto de una labor de selección realizada por los
ganaderos durante tres siglos. pero, además, esta actividad ganadera
mantiene una indisoluble unidad con cuanto guarda relación con la
preservación de la biodiversidad y al mantenimiento de un ecosistema
único, como es la dehesa. Ninguno de esos dos elementos son fruto de la
casualidad, sino de la actividad creativa, nacida de la investigación y
realizada por la mano del hombre a lo largo de los siglos.
Como un tercer factor identitario de esta realidad cultural que es la
Tauromaquia cabe considerar que se desarrolla --cumpliendo esa nota
definida por la RAE-- en razón de un “conjunto de preceptos y reglas
necesarios para hacer bien algo”. Esto es, se materializa de acuerdo con
unas normas, que delimitan tanto el campo de la técnica con la que se
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7 desarrolla como su propia orientación estética. Como escribe el filósofo
Francis Wolf, es “la fusión de los valores estéticos del arte con los valores
éticos de la existencia”.
Tanto si miramos lo que ocurre en un ruedo, como si nos referimos a
cuanto en la dehesa materializa esa “cultura del toro”, viene a su vez
viene marcado por una nota esencial: su irrepetibilidad. El hecho taurino,
en cualquiera de sus manifestaciones, es único e irrepetible. Lo es por su
propia naturaleza: ni en la cría ni en la lidia se dan dos toros clonados
milimétricamente; ni en el toreo las suertes se repiten mecánicamente
una vez tras otra.
Siempre y en todo los casos deben considerarse, en toda su significación,
como “actos únicos”. Un factor que además se caracteriza por ser fruto
de una creación efímera, que nace y muere casi a la vez, pero sin
embargo encierra unos valores constatables y perfectamente definibles.
Y es así porque nace y muere dejando una profunda huella: el imponente
sentido escultural de un lance bien ejecutado y el avance investigador
que cada lidia supone para el desarrollo de la genética ganadera.
En la conjunción de las normas regladas, tanto para el torero como para
el toro, encontramos el cuarto elemento que define su identidad: la
multiplicidad de formas cultuales y artísticas en las que se plasma la
realidad de la Tauromaquia.
Bajo es punto de vista, la Tauromaquia es mucho más que ese
espectáculo que se celebra reglamentadamente en un recinto específico.
Esa no es sino una de sus manifestaciones concretas. Habría que decir
para una mayor propiedad que Tauromaquia es todo aquello que,
cumpliendo unas determinadas normas, se desarrolla con el toro de lidia
como elemento central.
Junto al argumento que nos facilita la Historia y el propio arraigo social,
que son argumentos de especial importancia como han probado
numerosos expertos, la Tauromaquia trae de la mano de suyo una
mutiplicidad de actividades creativas, que constituyen mucho más que
meras herramientas auxiliares. En realidad, se trata en su sentido más
propia de una verdadera cultura artesanal, cuya propia subsistencia
depende directamente de la pervivencia de la Tauromaquia. A nadie se le
escapa que se reúnen ahí un conjunto de técnicas y de valores con una
profunda raigambre popular, que con el paso de tiempo pasaron a
constituirse en verdaderos oficios de naturaleza artística. Podríamos decir
que es el quinto elemento de que define la identidad singular de la
Tauromaquia.
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