A vueltas con la «Educación para la Ciudadanía».

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A vueltas con la «Educación para la Ciudadanía». Las respuestas judiciales
Enrique ARNALDO ALCUBILLA
Letrado de las Cortes Generales. Profesor Titular de Derecho Constitucional.
Miembro del Consejo Editorial de LA LEY
Diario La Ley, N.º 6919, 7 Abr. 2008, Año
XXIX
, Ref. D-105, Editorial LA LEY
LA LEY
15607/2008
La implantación por la Ley Orgánica de la Educación de la asignatura obligatoria de «Educación
para la Ciudadanía y los Derechos Humanos» y de la «Educación Cívico-Ética», en determinados
cursos de la Enseñanza Primaria y de la ESO, ha suscitado no sólo un amplio debate
político-social sino que ha provocado una extensa reacción en forma de recursos contra
resoluciones de las Administraciones educativas de aquellas Comunidades Autónomas que han
rechazado el «derecho a la objeción de conciencia», es decir a no cursar tales asignaturas por
incidir en el ámbito de la formación moral y violar la libertad ideológica y religiosa. Las respuestas
judiciales han sido diversas en la primera instancia, en espera del pronunciamiento del Tribunal
Supremo.
Disposiciones comentadas
I.
LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA EN LA LEY ORGÁNICA DE EDUCACIÓN
1. Uno de esos plúmbeos y larguísimos Preámbulos a que el legislador nos tiene últimamente tan
acostumbrados —Fnada menos que 12 páginas a un espacio—F es de la Ley Orgánica 2/2006, de
3 de mayo, de Educación (LOE), en el que se repite hasta la saciedad la «gran importancia» de la
educación, «reto prioritario», «medio más adecuado para construir la personalidad, desarrollar al
máximo las capacidades, conformar la identidad personal», la necesidad de «mejorar la calidad
de la educación» en todos los niveles y de combinar «calidad y equidad», el «esfuerzo
compartido», la «economía basada en el conocimiento como objetivo fundamental»... La lista de
arquetipos discursivos es interminable, tanto como prescindible la lectura de este texto iniciático,
farragoso y convencional.
Por enésima vez, como ya lo habían hecho las cuatro anteriores leyes educativas que desde 1980
se han sucedido a ritmo vertiginoso, y sin que ninguno de los principales actores hayan sabido las
verdaderas razones del arrumbamiento de la anterior, la LOE predica el lugar relevante de la
transmisión de los valores «que favorecen la libertad personal, la responsabilidad, la ciudadanía
democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia» (¿se olvidaron del
pluralismo?), que constituyen la base de la vida en común; y se repite que «entre los fines de la
educación se resaltan el pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades afectivas de
alumnado, la formación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales y de la igualdad
efectiva de oportunidades entre hombre y mujeres», para añadir como única novedad entre esos
fines «el reconocimiento de la diversidad afectivo-sexual, así como la valoración crítica de las
desigualdades». Y por si no fuera suficiente, se vuelve a insistir en que «se propone el ejercicio
de la tolerancia y de la libertad» y «en la importancia de la preparación del alumnado para el
ejercicio de la ciudadanía y para la participación en la vida económica, social y cultural, con
actitud crítica y responsable», concluyendo que «la relación completa de principios y fines
permitirá asentar sobre bases firmes el conjunto de la actividad educativa». Hasta aquí, salvo en
el aspecto indicado, nada nuevo bajo el sol, ya que la enseñanza e interiorización de los principios
y valores ínsitos o definidores de una sociedad libre, abierta y democrática formaban parte
inescindible de los contenidos educativos desde la primera ley del '80.
La gran aportación de la LOE se encuentra en el currículo, desde el punto y hora en que se opta
por la conformación de una nueva disciplina o asignatura a la que se denomina «Educación para
la Ciudadanía»
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2. No obstante, la gran aportación de la LOE se encuentra en el currículo, desde el punto y hora
en que se opta por la conformación de una nueva disciplina o asignatura (aunque estas palabras
suenan hoy arcaizantes) a la que se denomina «Educación para la Ciudadanía». Leamos el cántico
de sus bondades que nos ofrece el aburridísimo y lleno de tópicos Preámbulo:
«En lo que se refiere al currículo, una de las novedades de la Ley consiste en situar la
preocupación por la educación para la ciudadanía en un lugar muy destacado del conjunto de las
actividades educativas y en la introducción de unos nuevos contenidos referidos a esta educación
que, con diferentes denominaciones, de acuerdo con la naturaleza de los contenidos y las edades
de los alumnos, se impartirá en algunos casos en la educación primaria, secundaria y
bachillerato. Su finalidad consiste en ofrecer a todos los estudiantes un espacio e reflexión,
análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen
democrático, de los principios y derechos establecidos en la Constitución Española y en los
tratados y las declaraciones universales de los derechos humanos, así como de los valores
comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática en un contexto global. Esta
educación, cuyos contenidos no pueden considerarse en ningún caso alternativos o sustitutorios
de la enseñanza religiosa, no entra en contradicción con la práctica democrática que debe inspirar
el conjunto de la vida escolar y que ha de desarrollarse como parte de la educación en valores
con carácter transversal a las actividades escolares. La nueva materia permitirá profundizar en
algunos aspectos relativos a nuestra vida en común, contribuyendo a formar a los nuevos
ciudadanos.»
Parece, pues, que se configura como el espacio para la educación en aquellos valores que
constituyen el patrimonio común de las sociedades civilizadas, los que podríamos denominar
valores cívicos en el sentido romano del término, aun cuando no venga a cuento la excusatio
sobre la no contradicción ni la configuración alternativa al aprendizaje de los valores religiosos,
pues obviamente su naturaleza es bien distinta.
3. En el articulado de la ley se concretan los objetivos de cada etapa educativa y se plasma la
impartición de la nueva disciplina. En la Educación Primaria, el art. 17 (LA LEY 4260/2006)
proclama, entre otros, los objetivos de:
«a) Conocer y apreciar los valores y las normas de convivencia, aprender a obrar de acuerdo con
ellas, prepararse para el ejercicio activo de la ciudadanía y respetar los derechos humanos, así
como el pluralismo propio de una sociedad democrática.
c) Adquirir habilidades para la prevención y para la resolución pacífica de conflictos, que les
permitan desenvolverse con autonomía en el ámbito familiar y doméstico, así como en los grupos
sociales con los que se relacionan.
d) Conocer, comprender y respetar las diferentes culturas y las diferencias entre las personas, la
igualdad de derechos y oportunidades de hombre y mujeres y la no discriminación de personas
con discapacidad.
m) Desarrollar sus capacidades afectivas en todos los ámbitos de la personalidad y en sus
relaciones con los demás, así como una actitud contraria a la violencia, a los perjuicios de
cualquier tipo y a los estereotipos sexistas.»
La organización de esta etapa educativa, la primaria, añade —Fademás de las áreas de lengua,
matemáticas, etc.—F, para uno de los cursos del tercer ciclo (de dos años académicos cada uno),
la de «Educación para la Ciudadanía y los derechos humanos», en la que se prestará especial
atención a la igualdad entre hombres y mujeres (art. 18.3) (LA LEY 4260/2006).
4. En cuanto a la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), que comprende cuatro cursos, que se
seguirán ordinariamente entre los 12 y los 16 años de edad (art. 22.1 (LA LEY 4260/2006)), se
proclaman como objetivos a desarrollar, entre otros, por el art. 23:
«a) Asumir responsablemente sus deberes, conocer y ejercer sus derechos en el respeto a los
demás, practicar la tolerancia, la cooperación y la solidaridad entre las personas y grupos,
ejercitarse en el diálogo afianzando los derechos humanos como valores comunes de una
sociedad plural y prepararse para el ejercicio de la ciudadanía democrática.
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c) Valorar y respetar la diferencia de sexos y la igualdad de derechos y oportunidades entre ellos.
Rechazar los estereotipos que supongan discriminación entre hombre y mujeres.
d) Fortalecer sus capacidades afectivas en todos los ámbitos de la personalidad y en sus
relaciones con los demás, así como rechazar la violencia, los perjuicios de cualquier tipo, los
comportamientos sexistas y resolver pacíficamente los conflictos.»
Se reiteran, con pequeños matices, idénticos objetivos para la edad escolar que va de la
preadolescencia a la adolescencia. La ESO discurre en cuatro cursos, para los que el art. 24
define las materias correspondientes, añadiéndose en el apartado 3 que: «En uno de los tres
primeros cursos todos (se añade ahora el pronombre) los alumnos cursarán la materia de
educación para la ciudadanía y los derechos humanos en la que se prestará (de nuevo) especial
atención a la igualdad entre hombres y mujeres». Por fin, el apartado 7 adiciona que «sin
perjuicio de su tratamiento específico en algunas materias de la etapa, la comprensión lectora... y
la educación en valores se trabajarán en todas la áreas». Para el cuarto curso de la ESO los
alumnos deberán cursar, entre otras materias, la denominada «Educación Ético-Cívica» (art. 25.1
(LA LEY 4260/2006)), en la que, según el art. 25.3 (LA LEY 4260/2006), «se prestará especial
atención a la igualdad entre hombres y mujeres», nuevamente.
5. Por fin, el Bachillerato, que tiene por finalidad «proporcionar formación, madurez intelectual y
humana, conocimientos y habilidades que les permitan (a los alumnos) desarrollar funciones
sociales e incorporarse a la vida activa con responsabilidad y competencia», proclama como
objetivos a desarrollar, entre otros, «ejercer la ciudadanía democrática, desde una perspectiva
global, y adquirir una conciencia cívica responsable, inspirada por los valores de la Constitución
Española así como por los derechos humanos, que fomente la corresponsabilidad en la
construcción de una sociedad justa y equitativa» (art. 33 a (LA LEY 4260/2006)).
Entre las materias comunes del Bachillerato, estructurado en tres modalidades, se encuentra la
denominada «Filosofía y ciudadanía», separada de la Historia de la Filosofía (art. 34.6) (LA LEY
4260/2006), que no llega a ser definida.
II.
LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA EN LOS DESARROLLOS REGLAMENTARIOS DE LA LOE
1. El Real Decreto 1513/2006, de 7 de diciembre, que establece las enseñanzas mínimas de la
educación primaria (LA LEY 11790/2006), tiene carácter de norma básica al amparo de las
competencias que atribuye al Estado el art. 149.1.1.ª (LA LEY 2500/1978) y 30.ª (LA LEY
2500/1978) de la Constitución. Su art. 4 (LA LEY 11790/2006) vuelve a repetir que en uno de los
cursos del tercer ciclo de la etapa se añadirá a las áreas de conocimiento nucleares la «Educación
para la Ciudadanía y los derechos humanos».
El Anexo I del Real Decreto establece las competencias básicas o aprendizajes imprescindibles
del currículo, y entre ellas figura la llamada «competencia social o ciudadana»
El Anexo I del Real Decreto establece las competencias básicas o aprendizajes imprescindibles
del currículo, y entre ellas figura la llamada «competencia social o ciudadana» basada en el
respeto a los principios o valores universales como los que encierra la Declaración e Derechos
Humanos. Forma parte de esta competencia «el ejercicio de una ciudadanía activa e integradora
que exige el conocimiento y comprensión de los valores en que se asientan los estados y
sociedades democráticas, de sus fundamentos, modos de organización y funcionamiento. Esta
competencia permite reflexionar críticamente sobre los conceptos de democracia, libertad,
igualdad, solidaridad, corresponsabilidad, participación y ciudadanía, con particular atención a los
derechos y deberes reconocidos en las declaraciones internacionales, en la Constitución Española
y en la legislación autonómica, así como a su aplicación por parte de diversas instituciones; y
mostrar un comportamiento coherente con los valores democráticos, que a su vez conlleva
disponer de habilidades como la toma de conciencia de los propios pensamientos, valores,
sentimientos y acciones, y el control y autorregulación de los mismos».
Más adelante, el propio Anexo I justifica la incorporación del área de Educación para Ciudadanía
como materia independiente en el currículo, en la «preocupación por la ciudadanía en un lugar
muy destacado del conjunto de las actividades educativas en la misma línea en que lo hacen los
organismos internacionales como las Naciones Unidas o el Consejo de Europa», y también la
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Unión Europea. Tras señalar que en los cursos anteriores lo alumnos han ido recibiendo un
conjunto de enseñanzas, se señala que «en el último ciclo de la educación primaria, momento en
el que se introduce el área... conviene preparar la transición a la enseñanza secundaria y al
nuevo sistema de relaciones interpersonales e institucionales que suponen una participación
basada en la representación o delegación y que requiere un entrenamiento, y esta área es un
ámbito privilegiado para ello».
Los objetivos y contenidos del área, en sintonía con la Recomendación (2002) 12 del Consejo de
Ministros de Europa, parten de lo personal y del entorno más próximo: la identidad, las
emociones, el bienestar y la autonomía personales, los derechos y responsabilidades individuales,
la igualdad de derechos y las diferencias. De la identidad y las relaciones personales se pasa a la
convivencia, la participación, la vida en común en los grupos próximos. Finalmente, se abordan la
convivencia social que establece la Constitución, y los derechos y las responsabilidades
colectivas. Por tanto, el recorrido propuesto va de lo individual a lo social.
Los contenidos se organizan en tres bloques en los que los conceptos, los procedimientos y las
actitudes se abordan desde una perspectiva integrada. El bloque 1, Individuos y relaciones
interpersonales y sociales, trata de los aspectos personales: la autonomía y la identidad, el
reconocimiento de las emociones propias y de las demás personas. Propone un modelo de
relaciones basado en el reconocimiento de la dignidad de todas las personas, del respeto al otro
aunque mantenga opiniones y creencias distintas a las propias, de la diversidad y los derechos de
las personas. A partir de situaciones cotidianas, se aborda la igualdad de hombres y mujeres en
la familia y en el mundo laboral. Un aspecto prioritario, relacionado con la autonomía personal, es
siempre la asunción de las propias responsabilidades.
El bloque 2, La vida en comunidad, trata de la convivencia en las relaciones con el entorno, de los
valores cívicos en que se fundamenta la sociedad democrática (respeto, tolerancia, solidaridad,
justicia, igualdad, ayuda mutua, cooperación y cultura de paz), de la forma de abordar la
convivencia y el conflicto en los grupos de pertenencia (familia, centro escolar, amigos, localidad)
y del ejercicio de los derechos y deberes que corresponden a cada persona en el seno de esos
grupos, identificando la diversidad, rechazando la discriminación y valorando la participación y
sus cauces. Asimismo, desde el reconocimiento de la diversidad cultural y religiosa presente en el
entorno inmediato y asumiendo la igualdad de todas la mujeres y hombres en cuanto a derechos
y deberes, se puede trabajar el respeto crítico por las costumbres y modos de vida distintos al
propio y permite proporcionar elementos para identificar y rechazar situaciones de marginación,
discriminación e injusticia social.
Finalmente el bloque 3, Vivir en sociedad, propone un planteamiento social más amplio: la
necesidad y el conocimiento de las normas y principios de convivencia establecidos por la
Constitución, el conocimiento y valoración de los servicios públicos y de los bienes comunes, así
como las obligaciones de las administraciones públicas y de los ciudadanos en su mantenimiento.
Algunos de los servicios públicos y de los bienes comunes reciben un tratamiento específico
adecuado a la edad de este alumnado, es el caso de la protección civil, la seguridad, la defensa al
servicio de la paz y la educación vial. Estos bloques se concretan luego en contenidos concretos,
fijándose, por fin, los criterios de evaluación.
2. Por su parte, el Real Decreto 1631/2006, de 29 de diciembre, que establece las enseñanzas
mínimas correspondientes a la Educación Secundaria obligatoria (ESO), en sus arts. 4 (LA LEY
11790/2006) y 5 (LA LEY 11790/2006) reproduce el contenido de los citados arts. 24.1, 3 (LA LEY
4260/2006) y 25 (LA LEY 4260/2006) de la Ley Orgánica, en relación con la disciplina de
Educación para la Ciudadanía (cursos primero a tercero) y de Educación Ético-Cívica (curso
cuarto), configurada como la segunda etapa de la misma materia.
En el Anexo I se repiten prácticamente los mismos términos del Real Decreto 1513/2006 sobre la
educación primaria, en lo que concierne a las razones para incorporar la disciplina al currículo con
entidad propia, y se trae de nuevo a colación tanto las recomendaciones del Consejo de Europa
como los objetivos de la Unión Europea. Asimismo con escasísima capacidad innovadora se
vuelven a reiterar los contenidos del área que se organiza en cinco bloques, que retoman el
barroquismo y el expresionismo huero y vacío para su definición. Pero citemos literalmente lo
escrito por el poder reglamentario:
«En el bloque de contenidos comunes, que están encaminados a desarrollar aquellas habilidades
y destrezas relacionadas con la reflexión y con la participación. El entrenamiento en el diálogo y
el debate y la aproximación respetuosa a la diversidad personal y cultural al mismo tiempo que
fomentan una valoración crítica con las desigualdades, constituyen una de las aportaciones
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fundamentales de la nueva materia y contribuyen, de forma específica, a la adquisición de
algunas competencias básicas.»
El bloque 2, Relaciones interpersonales y participación, trata aspectos relativos a las relaciones
humanas desde el respeto a la dignidad personal y la igualdad de derechos individuales, el
reconocimiento de las diferencias, el rechazo a las discriminaciones y el fomento de la
solidaridad. Asimismo, se abordan aspectos relativos a la participación y representación en el
centro escolar y el compromiso con actividades sociales encaminadas a lograr una sociedad justa
y solidaria.
El bloque 3, Deberes y derechos ciudadanos, profundiza en un contenido ya trabajado en el tercer
ciclo de primaria. Además del conocimiento de los principios recogidos en los textos
internacionales, propone la reflexión en el sentido de dichos principios, en la identificación de
situaciones de violación de los derechos humanos y en la actuación que corresponde a los
tribunales ordinarios y a los Tribunales Internacionales cuando esas situaciones de violación de
los derechos humanos se producen.
El bloque 4, Las sociedades democráticas del siglo XXI, incluye contenidos relativos a la
diversidad social y al funcionamiento de los estados democráticos centrándose particularmente en
el modelo político español. Se analiza el papel de los distintos servicios públicos administradores
del bien común, atendiendo tanto a la responsabilidad de las administraciones en su prestación y
mejora, como a los deberes y compromisos de los ciudadanos en su mantenimiento.
El bloque 5, Ciudadanía en un mundo global, aborda algunas de las características de la sociedad
actual: la desigualdad en sus diversas manifestaciones, el proceso de globalización e
interdependencia, los principales conflictos del mundo actual así como el papel de los organismos
internacionales en su prevención y resolución.
En cuanto a la Educación Ético-cívica de cuarto curso, parte también del análisis de las relaciones
interpersonales y de la convivencia, analizando la libertad y responsabilidad como características
que definen a la persona y que hacen posible la convivencia a partir del respeto de las
diferencias, con especial hincapié en el rechazo a la violencia en la relaciones humanas, y en
particular a la violencia de género, y la aceptación del principio del respeto a la dignidad de toda
persona como elemento básico que posibilita la convivencia. Los otros cinco bloques se
denominan: Identidad y alteridad; Teorías éticas de los derechos humanos; Ética y política. La
democracia; Problemas sociales del mundo actual; y La igualdad entre hombres y mujeres.
III.
LA INTERPRETACIÓN JUDICIAL
1.
Una breve introducción
El desarrollo legislativo del art. 27 de la Constitución (LA LEY 2500/1978) —Flibertad de
enseñanza y derecho a la educación—F es, probablemente, uno de los puntos menos edificantes
de nuestra reciente historia. Si fue complejo el acuerdo en el debate constituyente, las
discrepancias se reprodujeron de inmediato, como lo prueba «el vergonzante elenco de una
interminable hipertrofia legislativa» que arranca en 1980 con la LOECE (1980), continúa con la
LODE (1985) y la LOGSE (1990), llega a la LOCE (2002) y culmina, por el momento, en la LOE
(2006). En este contexto de agrias divergencias es, escribe GONZÁLEZ TREVIJANO, donde hay
que situar la controversia sobre la bautizada «Educación para la Ciudadanía», fundamentalmente
protagonizada entre el Gobierno y la Iglesia Católica, aquél «convencido de su legitimidad para
delimitar los contenidos del derecho a la educación; y la segunda, firme en su competencia sobre
la base de lo previsto en el art. 27.1 (libertad de enseñanza) y también en el art. 16 (libertad
religiosa) para preservar su tradicional labor educativa» (1).
Nadie debe dudar que el Estado goza de plena y absoluta legitimidad y competencia para
determinar los contenidos que hacen efectivo el derecho a la educación
Nadie debe dudar que
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el Estado goza de plena y absoluta legitimidad y competencia para determinar los contenidos que
hacen efectivo el derecho a la educación. Y, por tanto, la tiene para establecer un área de
conocimiento como lo es la «Educación para la Ciudadanía», entendida como una disciplina que
permite a los jóvenes la asunción e interiorización de nuestro sistema constitucional
férreamente asentado en los principios de libertad, igualdad, justicia, pluralismo. Cualquier desvío
sustancial para su conversión en un área de dirigismo o de adoctrinamiento político, cultural e
ideológico, carecería de legitimidad democrática.
El justo equilibro, la necesaria ponderación entre Estado e individuo o, si se quiere, entre Estado y
conciencia, entre ciudadanía y pensamiento, es imprescindible a efectos de evitar injerencias
indebidas más allá de lo que es común y compartible. La simple lectura de los objetivos
curriculares que contienen los Reales Decretos reproducidos en el apartado anterior, además de
espanto ante la literatura de la pedagogía contemporánea no permite concluir que resulten formal
y directamente invasivas, si bien dada su generalidad nos remiten necesariamente a los textos y
materiales en que se concreten y después a los centros y profesores que los impartan. En
cualquier caso, y en lo que aquí nos interesa, la falta (una vez más) de consenso político en
materia educativa ha dado lugar a una ardorosa e intensa conflictividad jurídica en dos planos: de
un lado, el recurso de inconstitucionalidad contra la ley, que aquí no nos compete examinar; y de
otro lado, numerosísimos recursos contencioso-administrativos, por la vía del procedimiento
especial de derechos fundamentales, ante la negativa de los centros docentes a admitir la
objeción de conciencia a la nueva asignatura.
La objeción de conciencia es, pura y simplemente, la libertad que posee el individuo para actuar
según manda su conciencia y el derecho a no actuar contra conciencia. La libertad de conciencia o
de pensamiento está reconocida por el art. 20 de la Constitución (LA LEY 2500/1978) y, en el
ámbito religioso, tiene su correlato en el art. 16 (LA LEY 2500/1978). La Constitución, en fin, al
remitir a la ley la fijación de las obligaciones militares de los españoles, añade que «regulará, con
las debidas garantías, la objeción de conciencia, que es la única mención o excepción, si se
prefiere, que la Norma Suprema contiene en orden a permitir un cumplimiento alternativo o
diferente de la ley». Al formular la objeción de conciencia se produce necesariamente «la
renuncia a mantener en el secreto de la conciencia las propias reservas ideológicas» (STC,
160/1987, de 27 de octubre (LA LEY 888-TC/1988)). Asimismo la Constitución reconoce la
cláusula de conciencia de religiosos o profesionales juristas, o el secreto profesional de los
periodistas [art. 20.1 d) (LA LEY 2500/1978)].
Fuera de estos ámbitos, la objeción de conciencia se ha planteado en otros. Así en el ámbito
sanitario para la práctica de determinados actos médicos (2), y en la integración de determinados
órganos en cumplimiento de un deber público establecido por una ley orgánica: de una parte, en
relación con las Mesas Electorales (3) y, de otra parte, en relación con el Tribunal del Jurado (4). En
cualquier caso no existe un expreso reconocimiento legal del derecho a la objeción de conciencia
en cuanto a tales actuaciones.
2.
Los pronunciamientos en vía cautelar
El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco se pronunció mediante el Auto de 14 de febrero de
2008 (La Ley 1116/2008) (LA LEY 1116/2008) denegando la suspensión cautelar del Decreto
175/2007, por el que se establece el currículo de la Educación Básica y se implantan en la
Comunidad Autónoma del País Vasco las asignaturas de «Educación para la Ciudadanía y los
Derechos Humanos» y de «Educación Ético-Cívica», y ello por tres razones: a) La suspensión
afectará, de hecho, a una norma estatal, la LOE, cuyo control corresponde al Tribunal
Constitucional; b) Los perjuicios que hipotéticamente puedan sufrir los recurrentes no se derivan
de la implantación de las asignatura sino por los contenidos concretos y textos que se utilicen
para su impartición, y que, en su caso, se podrán controlar en los actos de aplicación
correspondientes; c) Los «trastornos» que se originan con la exclusión de la asignatura para los
que sí estén interesados en recibirla.
Fuera de esta resolución, el resto de las que vamos a citar se refieren especialmente a la
demanda de reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia en orden a no cursar esta
asignatura. El Auto de 3 de diciembre de 2007 de la Sala Contencioso-Administrativo del TSJ de
Asturias (La Ley 202043/2007) (LA LEY 202043/2007) otorga la suspensión cautelar de la
resolución de la Consejería de Educación y Ciencia del Principado de Asturias que desestimó la
declaración de conciencia a dicha asignatura fundada por los recurrentes en que cursar la misma
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implica una formación moral contraria a las convicciones de los padres como primeros
responsables de la educación de sus hijos. Según el Fundamento Quinto del Auto:
«De no adoptar la medida cautelar, el alumno recibiría unas enseñanzas no queridas que
soslayarían la finalidad del recurso interpuesto, haciéndole perder la efectividad a la sentencia, de
resultar favorable a su intereses, pues el resultado no querido se habría producido. Tratándose de
un menor que cursa Tercero de ESO, en el que se haya incluida la asignatura de Educación para
la Ciudadanía, resulta procedente la adopción de la medida cautelar de suspensión del acto
recurrido...»
3.
Los pronunciamientos de fondo
1. La Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJ de Cataluña dictó un temprano Auto de
inadmisión el 28 de noviembre de 2007 (LA LEY 193959/2007) (LA LEY 193959/2007) sobre el
recurso interpuesto por el cauce especial de la protección de los derechos fundamentales de la
persona contra las resoluciones de 17 de septiembre de 2007 de la Directora General de
Educación Básica y Bachillerato de la Generalidad de Cataluña, que desestimaron las
comunicaciones de los demandantes para que sus hijos no cursaran la asignatura de «Educación
para la Ciudadanía» obligatoria para el curso 2007/2008, por implicar «una formación moral
contradictoria con nuestras convicciones como padres y primeros responsables de su educación».
El Tribunal concluye que es inadecuado e inviolable el cauce procedimental especial elegido pues
no «existe un derecho constitucional general a la obligación de conciencia como derivado de la
libertad ideológica», es decir, no se reconoce «derecho alguno con aquel carácter para negarse al
cumplimiento o sometimiento de obligaciones y prestaciones, siendo más bien a tenor de la
doctrina constitucional recaída el contrario». Tras la cita de las SSTC 161/1987 (LA LEY
95918-NS/0000) y 55/1997 (LA LEY 4758/1997), añade que fuera de la previsión contenida en el
art. 30 de la Constitución (LA LEY 2500/1978), «no puede eficazmente alegarse que las propias
creencias o convicciones para imponer la exención al cumplimiento de las obligaciones, deberes,
funciones o cargas impuestas por la Constitución o por la Ley con carácter general» (FJ 2.º).
Tampoco encuentra apoyatura la Sala en los Pactos internaciones de Derechos Humanos
ratificados por España, sino que el Tribunal Europeo ha declarado que el art. 9 del Convenio de
Roma «enumera diversas formas que puede adoptar la manifestación de una religión o
convicción, pero sin embargo no protege cualquier acto motivado o inspirado por un religión o
convicción ni garantiza la exclusión de los deberes generales» (FJ 3.º). En fin, concluye que:
«La Constitución no reconoce el derecho a los recurrentes a la objeción de conciencia que alegan
como infringida, esta es el derecho a imponer a la Administración educativa la exención de
asignaturas obligatorias para sus hijos, como que tampoco se desprende ninguna dispensa del
deber-función por motivos de creencia o convicción en los textos convencionales internacionales y
que hubiera de determinar la interpretación de los derechos fundamentales y libertades públicas»
(JM 4.º)
2. Frontalmente opuesta es la decisión, más reciente, de la Sala de los
Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (sede de Sevilla). La
Sentencia de 4 de marzo de 2008 (LA LEY 1422/2008) (LA LEY 1422/2008) reconoce el derecho
de los demandantes a ejercer la objeción de conciencia frente a la asignatura de «Educación para
la Ciudadanía», declarando que su hijo no debe cursarla, quedando exento de ser evaluado de la
misma.
Tras la cita detenida de las SSTC 15/1982 (LA LEY 51-TC/1982)y 53/1985 (LA LEY 9898-JF/0000)
concluye que, con independencia de que se haya dictado o no su regulación, cabe expresamente
el ejercicio del derecho a la objeción de conciencia que, por tanto, no sólo es invocable cuando el
legislador lo haya desarrollado. Inmediatamente acude a las SSTC 177/1996 (LA LEY 191/1997) y
101/2004 (LA LEY 1400/2004), en las que el Alto Tribunal «ha reconocido la posibilidad de invocar
las propias convicciones para sustraerse al cumplimiento de deberes profesionales haciendo valer
la vertiente negativa del derecho a la libertad religiosa e ideológica que garantice la existencia de
un claustro íntimo de creencias y, por tanto, un espacio de autodeterminación vinculado a la
propia personalidad y dignidad individual». Invoca asimismo la jurisprudencia del Tribunal
Supremo (Sentencia de 23 de abril de 2005) y la del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
(Sentencias de 29 de junio (LA LEY 132276/2007) y 9 de octubre de 2007 (LA LEY 216560/2007)),
para concluir en el FJ 4.º:
«Según el TEDH, es al Estado y a cada centro docente al que le corresponde suministrar a los
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padres la información necesaria para que puedan ejercer su derecho a educar, a sus hijos,
incluso ejerciendo el derecho de objetar a la asignatura parcialmente, como preveía la norma
noruega objeto de la sentencia de 29 de junio de 2007.
En nuestro caso, esa información no se ha suministrado y, además, los contenidos tienen un alto
grado de indefinición, lo que no facilita el ejercicio de los derechos de los padres. Sin embargo, la
Exposición de Motivos de la LOE, señala como finalidad de la asignatura formar a los nuevos
ciudadanos en valores comunes. Y en los Reales Decretos 1631/06 (LA LEY 13092/2006) y
1513/06 (LA LEY 11790/2006), que establecen las enseñanzas mínimas, se emplean conceptos de
indudable trascendencia ideológica y religiosa, como son ética, conciencia moral y cívica,
valoración ética, valores, o conflictos sociales y morales. Ante esta situación, es razonable que los
demandantes, por razones filosóficas o religiosas, que no tiene porqué exponer detalladamente,
como también señala el TEDH y prevé el art. 16.2 CE (LA LEY 2500/1978), pueden estar en
desacuerdo con parte de la asignatura, y lógico que soliciten se excluya de ella a su hijo, a falta
de otras previsiones normativas que permitan salvaguardar su libertad ideológica o religiosa.»
Así pues, ante la indefinición de los contenidos, no obstante su carácter trascendente para la
propia autodeterminación, no cabe la imposición no querida o que incide en las propias
convicciones. Y, por lo demás:
«El interés público está en la garantía de derechos, que al final es la que justifica la existencia del
Estado y sus potestades. Entre éstos derechos están la libertad ideológica y religiosa (art. 16.1
CE), y el derecho de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de
acuerdo con sus propias convicciones (art. 27.3 CE). La salvaguarda de éstos derechos mediante
la objeción de conciencia, no pone en peligro el ordenamiento jurídico democrático, simplemente
refleja su funcionamiento. En último caso, corresponde al Legislador crear instrumentos para
hacer compatible esos derechos con que la enseñanza básica sea obligatoria y gratuita (art. 27.4
CE)» (5).
IV.
CONCLUSIÓN
Sin duda ante estos —Fy otros que de inmediato verán, con toda seguridad la luz, en las próximas
semanas—F pronunciamientos judiciales contradictorios, será llamado a intervenir el Tribunal
Supremo. Pero, antes de ello, ya algunas Administraciones educativas se han manifestado
proclives a aceptar la objeción de conciencia a cursar la asignatura e incluso a poner en práctica,
para los que la ejerciten, asignaturas alternativas.
Quizás ahora que comienza una nueva legislatura se podrían volver a sentar las bases del «pacto
educativo» sin condicionamientos ni exclusiones previas. No se aprecian razones suficientes para
ser extremadamente exigente en relación con esta disciplina de nuevo cuño —Fcomo si la
formación de las generaciones futuras dependiera de ella—F y no serlo, al propio tiempo, en
relación con otros elementos nucleares y proteicos del sistema educativo y de otras enseñanzas
básicas, incluida la de lengua.
(1) Pedro GONZÁLEZ-TREVIJANO, «Sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía», ABC,
10 de julio de 2007.Ver texto
(2) Recientemente ha vuelto en esta páginas sobre esta cuestión, J. M.ª RIVES SEVA,
«Testamento vital y objeción de conciencia», Diario LA LEY n.º 6898, de 6 de marzo de 2008,
págs. 1-5. Vid. en particular la última, sobre los condicionamientos de la objeción e conciencia
médica.Ver texto
(3) Puede verse, por todos, J. MONTERO AROCA y J. L. GÓMEZ-COLOMER (coord.). Comentarios
a la Ley del Jurado, Aranzadi, Pamplona, 1999, págs. 396-397: «No sólo (la LOTJ) no la admite,
sino que en nuestra opinión, es contraria a la objeción», no sólo por lo dispuesto en los artículos
6, 7, 12 y concordantes, sino también porque la Exposición de Motivos dice expresamente, en
cuanto a la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, que «no hay razón alguna
para excepcionar los referidos a impartir justicia». No obstante, señala al final que «aunque
niegue formalmente la objeción, ha redactado (la LOTJ) algunas excusas de manera tal que
permitan la necesaria flexibilidad judicial para no obligar a ser Jurado a quien realmente en
conciencia no quiera serlo».Ver texto
(4) Aunque algunas sentencias del Tribunal Supremo admitieron inicialmente la objeción de
conciencia, por estricto respeto de la libertad religiosa e ideológica, a formar parte de las Mesas
Electorales, se consolidó una línea interpretativa según la cual «la asistencia a una Mesa Electoral
es un deber cívico general y exigible que viene determinado por la propia naturaleza del Estado
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social y democrático de Derecho». No existe, pues, objeción de conciencia electoral. Véase E.
ARNALDO ALCUBILLA y M. DELGADO-IRIBARREN. Código Electoral, LA LEY-El Consultor, 6.ª ed.,
Madrid, 2008, págs. 715-716.Ver texto
(5) Una valoración muy negativa de esta Sentencia, de la que afirma que tiene muy precario
fundamento, se contiene en el artículo de Perfecto ANDRÉS IBÁÑEZ «Educación para la
Ciudadanía, sin objeción», publicado en El País el 12 de marzo de 2008. Parte del estándar de
laicidad acogido por el artículo 16.3 CE, que el Estado debe mantener frente a todo tipo de
imposiciones, como también los valores fundantes del urgente «contrato social», valores que
conforman una ética cívica que debe impregnar las actitudes de todos los asociados: «Así, la EPC
no es obstáculo para que los padres de cualquier confesión religiosa puedan educar en ésta a sus
hijos».Ver texto
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