SIRENA CARIOCA Carlos Galilea El Pais / Abril de 2006 Marisa Monte es la voz femenina más importante de su generación en Brasil. Seis años después de su anterior trabajo, y tras vender casi dos millones de ejemplares de ‘Tribalistas’, vuelve con dos discos de autor: 27 canciones de pop y samba, de ritmo, delicadeza y lirismo. "Necesitamos la delicadeza más que nunca. Es importante respetar el ritmo natural de las cosas" "Tenemos la obligación espiritual de buscar la felicidad. Sólo así podemos hacerle bien al planeta" enía 19 años cuando su nombre apareció en periódicos y revistas. Se presentaba en clubes y pequeños teatros. Y evitaba emisoras de radio y televisión. Pocos la habían oído cantar, pero en los círculos artísticos más influyentes todos hablaban de ella. Levantaba pasiones. “Su rostro no es de este tiempo, es un camafeo victoriano”, decía el director de cine Héctor Babenco. “Si Boticelli estuviese vivo, vería en el escenario la reencarnación de su ideal renacentista de belleza”, escribió un columnista. Nadie había irrumpido con tanta fuerza en la música de Brasil. Seis años después de Memorias, crónica y declaraciones de amor, del que vendió más de un millón de ejemplares, Marisa Monte (Río de Janeiro, 1967) regresa y lo hace con dos discos: Infinito particular –más autoral y pop, con arreglos de cuerdas y metales de Philip Glass, Eumir Deodato y João Donato– y Universo ao meu redor – que bebe en la atmósfera de la samba a partir de una lectura elegante y personal de la cantante y compositora carioca–. En total, 27 canciones inéditas. Universo ao meu redor (“nuestra dimensión externa”) comienza con la narración radiofónica de la llegada del hombre a la Luna y reúne 14 sambas entre las que ha escrito Marisa Monte con sus parceiros (colaboradores), obras recientes de Paulinho da Viola y Adriana Calcanhotto, y otras de los años cuarenta o cincuenta de Casemiro Vieira, Yvonne Lara o Jayme Silva. Infinito particular (“la inmensidad íntima de cada uno”) recoge 13 composiciones de la brasileña con Arnaldo Antunes, Carlinhos Brown, Seu Jorge o Marcelo Yuka. Iba para cantante lírica. Era el sueño de aquella chica alta, delgada y pálida. Empezó a estudiar con 14 años. Y viajó a Roma con el fin de ingresar en una afamada escuela. Tenía 18 años. Pasó nueve meses en Italia. Paradójicamente, en la distancia descubrió Brasil. La que fue su primera profesora de canto veía en ella una reencarnación de la Callas –“llamó a mi madre para decirle que no podía explicarlo, pero que los espiritistas lo explican”–. El día que vio a su alumna preferida en un especial de televisión cantando a Marvin Gaye, Carmen Miranda y los Mutantes, la pobre puso el grito en el cielo. Marisa Monte nunca se ha sometido al dictado de las discográficas. Se dejó cortejar. “Tenía una posición confortable antes de firmar por el público que ya había conquistado en los conciertos”, dice. Y desde el primer contrato impuso sus condiciones: “No quería convertirme en salchicha de grabadora”. Ganó la partida: controla todos los pasos. En el cuarto piso del imponente edificio del Centro Cultural Banco do Brasil, en el centro histórico de Río, recibe a los periodistas. Y ya se prepara para retomar la rutina de conciertos, hoteles y aeropuertos olvidada en estos últimos cinco años, en los que produjo el único disco del octogenario sambista Argemiro Patrocínio, grabó el informal Tribalistas con sus amigos Carlinhos Brown y Arnaldo Antunes, y amamantó y cuidó a su primer hijo, Mano Vladimir. Ha entrado en la sala y ha ido saludando y besando a los periodistas uno por uno. Cuesta imaginar a Madonna haciendo eso. Los norteamericanos son diferentes. [Risas]. ¿Por qué no voy a besar y saludar una por una a esas personas que vinieron de lejos para hablar conmigo? Cada uno merece atención especial. Es lo mínimo. No sólo lo hago con periodistas, también con quien está detrás de la cámara o se ocupa de la iluminación. En plena crisis de la industria, dos discos al mismo tiempo. ¿No es una osadía? Son dos por varios motivos. Hace tres años nació mi hijo y pude estar en casa cuidándolo con mucha tranquilidad, haciendo cosas que me interesan y para las que no tenía tiempo por viajar tanto. Siempre he hecho giras muy grandes y mi trayectoria se ha basado en esa relación directa con el público. En 18 años de carrera sólo tenía cinco discos; ahora, siete. Es poco. Pensé que podía, que debía grabar más. Aproveché ese tiempo en casa para buscar sambas de la vieja guardia, componer más. A la vez que hablaba con los sambistas empecé a digitalizar mis casetes con canciones escritas en diferentes momentos. Lo tenía todo organizado, pero en un soporte frágil, y quise preservar las grabaciones. Fue como leer un viejo diario. Hubo un momento, no recuerdo muy bien cuándo, en que percibí que tenía dos repertorios muy nítidos. Uno, enfocado al universo de la samba, y el otro, un cuaderno de música con mi trabajo autoral. Dice que son sus discos más femeninos. Porque son ligeros, suaves. Percibo delicadeza, lirismo, en el disco de samba, un mundo donde la presencia femenina es rara. Recuerdo haberles dicho a los dos productores que eran discos de chica, que quería un ambiente delicado. Necesitamos la delicadeza más que nunca. Tienen una temperatura parecida, una intensidad similar por esa calma que tuve para hacerlos. Es importante respetar el ritmo natural de las cosas. Eligió a Alê Siqueira para producir ‘Infinito particular’ y a Mario Caldato en ‘Universo ao meu redor’. Más allá de que aprendo con cada persona con la que trabajo y eso me daba la posibilidad de aprender aún más, siempre quise trabajar con Mario. Y sentí que era el momento. Me encantaba su trabajo con los Beastie Boys, Marcelo D2 y, más recientemente, con Jack Johnson. Lo que me interesó es que nunca había hecho un disco de samba. Y yo no quería hacer un disco nostálgico, tradicional, sino algo más parecido a mi propio trabajo. Con Alê eran mis canciones, nacidas de una guitarra, y deseaba mantener la guitarra en prácticamente todas las bases. Quería trabajar con arreglos escritos, y Alê, con quien viví una experiencia maravillosa en Tribalistas, se formó en orquestación y dirección de orquesta, y tiene oído absoluto. Se oyen los instrumentos más diversos e inesperados, desde kotos, kalimbas, ukeleles, surdos o cuícas hasta chelo, fagot, theremin, trompeta, órgano Hammond o arpa. ¿Cómo logra una textura así? Escuchando lo que necesitan las canciones. Las hay que son dichas para muchos; otras, al oído. Cada una tiene una temperatura y eso ya guía el arreglo. Y creo que me deja la libertad de usar cualquier fuente sonora a mi alcance. Todo vale. Desde el momento en que sirva bien a esa canción. Si hay algo muy fuerte en todos mis trabajos, es el compromiso con la palabra cantada. Están involucrados Philip Glass, David Byrne, Eumir Deodato… Siempre ha sido así. Un disco son muchas horas de la vida de varias personas. La música es un medio para comunicarse, como el diálogo o la mirada. Y está en mi naturaleza. Si tengo que hacer algo como ordenar un armario en casa, prefiero tener compañía. Me gusta trabajar con los demás y sé interactuar bien. En su primer disco cantaba sólo canciones de otros. Poco a poco fue surgiendo la compositora. ¿Le costó decidirse? Sentía vergüenza. Tardé tiempo hasta sentirme segura. Me parecía que con 19 años no necesitaba mostrarlo todo de entrada, que las cosas tenían su tiempo. Buscaba parceiros y sabía que sería fundamental. No podía ser sólo una intérprete. Comencé a escribir más, aunque nunca pensé que Maria Bethânia o Cassia Eller grabarían mis canciones. Un crítico norteamericano escribió a propósito de alguien: “Es una cantante con cerebro de cantante…”. Los cantantes que más admiro son aquellos que piensan bien. Aunque la voz sea escasa, o medio desafinada, están el rigor, la autocrítica del proceso creativo, la dedicación… Eso es lo que más me cautiva, lo que me fascina. Entiendo la voz como instrumento para el pensamiento. No es nada sin eso. Hay gente con una voz bonita que no consigue transmitir porque canta de manera superficial o inadecuada. Hay que encontrar la forma, el tono, la intensidad. Todo eso forma parte de un proceso de pensar, sentir, analizar los sentimientos. ‘Tribalistas’, sin entrevistas ni conciertos, se convirtió inesperadamente en un éxito masivo. Nos recordó que la fuerza de la propia música es lo que interesa. Me sentí liberada. Ya no siento que sea una obligación, que tenga que hacerse así, que cuando grabas un disco tienes que dar entrevistas y luego salir de gira. Me hizo ver que no se trataba de un dogma. Lo que hicimos fue colocar la música en primer plano. Vamos a hacer música, sólo música y nada más que música. Asumimos un riesgo. ¿Siempre se ha sentido independiente? Nunca hice grandes concesiones. La música ha sido siempre muy generosa conmigo y yo la respeto mucho. Me da muchas posibilidades de encuentros y realizaciones en la vida. Es una diosa. Y yo, una buena sierva. [Ríe]. Muchos la imaginan negociando duramente con los ejecutivos de la multinacional para evitar que usen sus canciones en un anuncio o algún recopilatorio. No pueden. Nunca han podido por contrato. Necesitan mi autorización. Las discográficas [pone voz engolada] son culpables de todo lo que sucede. Lo cierto es que no tengo historias tristes que contar. Mi relación ha sido siempre muy saludable. Yo llego y les comunico lo que voy a hacer. Ya sé cómo es la portada, el repertorio exacto. Un disco es un proceso muy personal. Nadie puede decirte lo que tienes que hacer. Muchos artistas tienen una relación pasiva, como si la discográfica fuese la madre que va a cuidar de ti y solucionarte la vida. Eso lo tienes que hacer tú mismo. Una revista la incluye en la lista de las 10 mujeres más poderosas de Brasil. Colocaron en la lista cantantes, modelos y empresarias famosas, pero hay tantas mujeres que luchan a diario… Quienes sostienen los hogares brasileños son las mujeres. Mujeres que trabajan fuera y cuidan de los hijos, preparan la comida, lavan los platos. La función de la mujer, que cambió al emanciparse y salir a la calle, hizo que aumentaran mucho sus responsabilidades, se tuvo que hacer mucho más fuerte para sobrevivir. ¿Hay sambas que pueden perderse porque apenas permanecen en la memoria de algún anciano? Estoy segura de que ya se han perdido muchas. Contraté a un estudioso para que me ayudara, pero es labor para un equipo académico de veinte investigadores. Un trabajo de años que requiere dinero. Tal vez lo podría hacer alguna institución cultural o una iniciativa privada consciente. Que lo haga el Estado es difícil, porque ya los hospitales están mal; las escuelas, horribles; la policía, peor. Creo más en la persona, por ejemplo el dueño de alguna empresa, que quiera financiar esa idea porque le parece algo importante. Creo que para saber lo que uno está haciendo hay que saber lo que se hizo antes. En África dicen que cuando muere un ‘griot’ –depositario de la tradición oral–, una biblioteca arde… Nunca olvidaré la última vez que visité a Argemiro. Era su cumpleaños y me cantó una composición nueva. Le dejé una grabadora y le pedí que la grabara. Murió unos meses más tarde sin haberlo hecho. Aquella samba sobre la vejez, sobre cómo iba envejeciendo, es una de las cosas más bonitas que yo haya escuchado. Y se fue con él. De adolescente prefería buscar tesoros entre los viejos vinilos de las tiendas de discos usados que ir a centros comerciales. ¿No era un poco rarita? Siempre me sentí distinta. Hay cosas que son reglas para mi generación y que a mí nunca me gustaron. Quizá por eso haya tenido tiempo para pensar en otras cosas. A veces coges el mando a distancia de la televisión y vas recorriendo canales sin ver ni oír nada que realmente te aporte algo. El tiempo es un bien muy precioso que cada uno tenemos, y yo siempre intenté dar valor al mío. Hay muchas personas con una mirada crítica, pero la mayoría necesita aprender que no tiene que conformarse con lo que le llega. Que la felicidad no entra por la ventana mientras estás echado en el sofá. Que se puede ir en busca de eso. A uno le gustará pasear; a otro, leer un libro; a otro, ir al cine, escuchar música, hablar. Creo que tenemos la obligación espiritual de buscar la felicidad. Sólo así podemos hacerle bien al planeta. ‘Infinito particular’ y ‘Universo ao meu redor’ están publicados por EMI. Marisa Monte actuará en Madrid y Barcelona a mediados de septiembre.