Salvia - Antonio Onetti

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Salvia
Antonio Onetti
(1992)
ESTRENO
1993
PUBLICACIONES
Revista de teatro GESTOS. University of California, Irvine, USA.
Noviembre, 1994.
PERSONAJES
PETIA TUCHENCO
IRINA TUCHENCO, esposa de Petia.
SALVIA TUCHENCO, hija de ambos.
BORIS TUCHENCO, hermano de Petia.
ESPACIO ESCÉNICO
La acción, en algún lugar del este de Europa, en esta década de fin de siglo.
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-I-
Petia, sentado en el suelo, con las piernas abiertas y las manos atadas a la espalda, mira al
infinito.
Irina, agachada a su lado, le coloca un trapo alrededor del cuello a modo de babero, tal vez
un trozo de bandera, y amorosamente, como a un niño, le da de comer puré con una cuchara.
Petia come mansamente y se deja hacer. Ambos parecen sumidos en una tristeza infinita.
Salvia, tranquila, y distante, con sus auriculares colgados del cuello, contempla la escena
durante un par de minutos.
SALVIA
(Al público) El día que perdimos la guerra comprendí cuánto amaba a mis padres. Viendo a
mi madre dar de comer a aquel guiñapo, espejo de todas las derrotas, supe que hay
sentimientos más fuertes que el odio, razones más allá de la razón y corazones que no se
rinden nunca. Hasta ese día hubiera dado mi mano derecha por encontrarme a miles de
kilómetros de aquel lugar, la casa de mis padres, mi casa. Hubiera preferido estar flotando en
mitad de una tormenta, aferrada a una tabla, sin más esperanza que la de ser arrastrada por las
olas, que presenciar aquella muerte lenta de los que un día fueron mi familia. Pero sólo en el
amor hay esperanza, y decidí quedarme con los míos.
Entra Boris vestido con uniforme de oficial gubernamental. Salvia se vuelve y continúa
contemplando la escena. Irina descubre a Boris. Limpia la cara de Petia con el trapo y se lo
quita del cuello.
IRINA
Petia. (Petia sigue mirando al infinito) Tu hermano ha vuelto.
Irina se aparta llevándose el plato. Petia, lentamente, vuelve la cabeza para mirar a Boris.
BORIS
¿Por qué te han atado?
PETIA
La guerra me ha vuelto loco.
BORIS
Todos hemos cambiado.
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PETIA
Unos más que otros.
Tras una pausa Boris se acerca a Petia.
BORIS
Petia, quiero que sepas que a partir de ahora estáis bajo mi protección. No tenéis nada que
temer. Si alguien viene a molestaros, no tenéis más que decir que eres mi hermano.
Boris espera una respuesta. Petia le mira inexpresivamente. Luego se vuelve hacia Irina
ignorando a Boris.
PETIA
Irina.
IRINA
¿Sí, Petia?
PETIA
Desátame, quiero dar un paseo.
IRINA
¿Seguro?
PETIA
Quiero ver qué ha quedado del parque.
Irina se acerca y le desata. Boris, ignorado, se aparta. Irina le ayuda a incorporarse, le
sacude el polvo, le echa algo de abrigo por los hombros y salen. Boris se queda solo. Va a
salir, pero se detiene luchando consigo mismo.
BORIS
(Al público) ¿Cuál es mi filosofía de la vida? ¿Qué filosofía puede tener un hombre rodeado
de ignorancia, crueldades, mentiras, cuando todo lo que observa a su alcance pertenece al
otro, siempre al otro, cuando solo pagando un alto precio puede disfrutarlo un instante, un
efímero instante que no consuela ni al más tonto de los tontos? Un pensamiento nos detiene
entre el deseo y el miedo. ¡No pensemos! Apartemos el estorbo con la bota y sigamos
adelante. Siempre habrá cobardes tras las ventanas, ahogados en bilis, temerosos de lanzarse
al vacío sin garantía de regreso. Sigamos adelante, siete llaves encierran el alma del hombre,
siete pecados que mueven la rueda del mundo. ¿Por qué luchar? Aceptemos el pecado y
dejemos que colabore en nuestros fines.
Boris aprieta los dientes y sale decidido. Salvia le ve marchar, camina por la escena mirando
a su alrededor, se coloca los auriculares, conecta el aparato, sonríe, cierra los ojos y
comienza a girar sobre sí misma disfrutando de la música que escucha.
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- II -
La guerra ha llegado a la ciudad. Bombardeo incesante y fuego cruzado en el exterior. Petia,
borracho y fuera de sí, da vueltas alrededor del transistor que desde el suelo emite con
interferencias marchas militares. Salvia, en el suelo, se tapa los oídos con las manos y trata
de seguir el ritmo de la música que escucha por sus auriculares.
PETIA
¡Cabrones! ¡Cabrones! ¡Esbirros del gobierno! ¡La maldición de Alexis caiga sobre vosotros!
¡No os basta con destruir, masacrar, exterminar! ¡Tenéis que torturarnos con nuestra propia
emisora! ¡Queréis encadenar el pensamiento! ¡Controlar nuestras mentes! ¡Pero la inteligencia
es libre, eterna, indestructible! ¡Antes beber de nuestra orina que rendir nuestras creencias!
SILVIA
¡Padre, cállate y apaga la radio!
PETIA
¡Quiero que me oigan! ¡Petia Tuchenco tiene una familia! ¡Una hija! ¡Una esposa! ¡Un
hermano! ¡Y ningún esbirro cabrón va a cruzar el quicio de mi puerta!
SALVIA
¡Agáchate!
PETIA
¡No me da la gana! ¡Cabrones! ¿A quién le importan otros tres cadáveres, otra explosión? ¡A
nadie! A nadie.
La batalla amaina un poco. Petia muestra una granada en su mano.
PETIA
Salvia, tengo una granada. Una granada que nos librará de una vida sumida en la vergüenza.
SLAVIA
Padre, dame esa granada.
PETIA
¡Mírala! ¿No es preciosa? Un fruto metálico, diabólico, más preciado para mí que el fruto del
árbol de la ciencia.
Llega Irina con trazas de puta huyendo del bombardeo.
SALVIA
¡Cuidado, madre! ¡Tiene una granada!
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PETIA
Aquí llega la esposa abnegada. La familia reunida para la última escena. Como siempre mi
hermano brilla por su ausencia.
SALVIA
Madre, quiere matarnos a todos. ¡Se ha vuelto loco!
PETIA
¡Todos locos en esta guerra de locos!
IRINA
Petia, ¿Qué estás haciendo?
PETIA
¡Salvoconducto al campo del honor!
IRINA
Te lo ruego, ten cuidado con eso. Dámela.
PETIA
¿Conseguiste la botella? No. Irina la puta no sirve ni para conseguir una botella. ¿Para eso has
estado arrastrando el coño por los callejones?
IRINA
Petia, eres un cobarde.
PETIA
Cállate. ¡Cállate!
IRINA
¡No puedo más! ¡Desde que volviste de la guerra no has hecho más que esconder la cabeza,
aferrarte a una botella reseca de tanto lamer el cristal! ¿Qué clase de hombre eres tú?
¡Nosotras luchamos por sobrevivir! ¡Sin dormir, sin descansar, sin apenas cerrar los ojos!
¿Quieres arrastrarnos contigo porque ya no puedes imponer tu razón, porque no soportas la
derrota?
PETIA
¡Voy a tirar de la anilla!
IRINA
¡No vas a hacer nada! ¡No me he tirado a la calle para que mates a mi hija con esa granada de
mierda!
Irina se lanza sobre él tratando de quitarle la granada. Petia cae al suelo aferrado a la
granada. Irina la emprende a patadas y golpes con él mientras Salvia intenta quitársela a su
padre de las manos.
IRINA
¡Suelta la granada, Petia! ¡Suéltala!
PETIA
¡No! ¡Es mía! ¡Mía!
Salvia consigue quitársela pero la anilla se queda cogida en el dedo de Petia. Tras una pausa
tan corta como intensa Irina reacciona, le quita la granada y la arroja por la ventana. Se
tiran al suelo unos encima de otros. La granada explota en el exterior. Poco a poco levantan
la cabeza Irina y Salvia.
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IRINA
(A Salvia) Busca una cuerda.
Salvia obedece. Irina se dedica a Petia que llora en el suelo. Con cariño le ayuda a
incorporarse dejándolo sentado en el suelo. Petia, hundido, se deja hacer. Salvia regresa y
entre las dos le atan con las manos en la espalda.
PETIA
Hay que parar esta guerra, Irina. Hay que pararla. Hay que pararla…
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-III-
Irina, sola.
IRINA
(Al público) Hay una carretera al oeste de la ciudad, donde la guerra no ha llegado todavía.
Allí las mujeres hacen cola para esperar a los soldados. Llegan borrachos, cansados,
disparando sus fusiles. Detienen sus coches junto a la cuneta, montan a una o dos mujeres y se
adentran en las frondas deseosos de correrse. Algunos prefieren niñas de diez años. Otros,
ancianas que ya perdieron los dientes. Si no quedan complacidos te apalean, te arrancan el
pelo, te joden con la bayoneta. Pero si encuentran un poco de calma, consuelo antes o después
de la batalla, puede que esa noche comas caliente.
Entra Petia con un hacha y la emprende a golpes con los restos de un mueble. Irina, sin
mirar a Petia sonríe con tristeza.
IRINA
(Al público) “Sabemos quién somos, pero no quién podemos llegar a ser”. Acto IV, escena V,
de Hamlet, Príncipe de Dinamarca.
Toma un plato cubierto por una servilleta. Luego va hacia Petia y le observa mientras
convierte el mueble en leña.
IRINA
Petia.
Petia deja de cortar leña. La mira.
IRINA
La cena. (Descubre la servilleta) Conseguí un poco de arroz, una zanahoria y dos filetes.
Estoy trabajando. Hemos abierto una sala en el refugio del teatro. El Teatro de la Guerra.
Estrenamos la semana pasada. Te lo dije, Petia. Hoy vinieron unos Jefes Milicianos. Les gustó
la función y nos regalaron comida. No sobra comida en el ejército, pero eran oficiales.
Dijeron que conviene tenernos bien alimentados, porque con nuestro trabajo de siempre
elevamos la moral del pueblo.
Con el hacha en la mano, Petia parece un asesino loco.
PETIA
Hacéis teatro bajo el fuego de los morteros y os regalan comida.
IRINA
No siempre.
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PETIA
Por eso sales todas las noches.
IRINA
Sí.
Petia corta leña con fuerza inusitada. Entra Salvia hambrienta y observa la escena. Petia se
detiene jadeando como un perro.
PETIA
Leña. Para el fuego. Con eso podremos calentarnos un par de días.
IRINA
Nos quedaremos sin muebles.
PETIA
No importa. En esta casa hay muebles de sobra. Cuando no quede ninguno echaremos mis
libros al fuego y aguantaremos otra temporada. Y si los libros se acaban antes que la guerra
saldré a la calle y cortaré los árboles del parque. Nadie va a pasar frío en casa de Petia
Tuchenco.
Irina le acaricia y le entrega la bandeja. Petia la coge y se sienta a comer en algún rincón.
Irina, luego, coge otro plato idéntico.
IRINA
(A Salvia) También hay para ti.
Salvia se acerca con los ojos bajos y coge el plato de las manos de su madre. Irina la mira un
instante y se marcha. Salvia se dispone a comer, aparta la servilleta y encuentra debajo
varios billetes americanos. Sorprendida los coge, los mira al trasluz y realiza mecánicamente
algunas comprobaciones cotidianas. Luego sonríe feliz buscando a su madre con la mirada.
SALVIA
Madre… ¿Madre?
Irina no está. Guarda el dinero y empieza a comer despacito, soñando con largarse.
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- IV -
Entra Petia con un transistor pegado a la oreja intentando captar una emisora. El aparato
emite sonidos diversos e ininteligibles. Luego entra Salvia leyendo con énfasis de un libro
antiguo.
SALVIA
“¿Qué es más elevado para el espíritu? ¿Soportar los envites y dardos de la injusta fortuna o
tomar las armas contra las calamidades y haciéndoles frente acabar con ellas?” (Cierra el
libro) ¿Morir? ¿Dormir? ¿Bailar? Tal vez…luchar. Agarrar al enemigo por los huevos y
exprimirle hasta la última gota de su vida. Cortarle todo lo que le cuelgue, guardarlo en su
boca y fusilarle a las puertas de su casa. Cortar su cadáver en trozos y quemarlo en rincones
apartados. Violar a sus mujeres, degollar a sus hijos, dinamitar sus casas, abonar sus campos
con sal…
PETIA
¡Salvia! Tengamos compasión de nuestros enemigos. Hagamos que entren en razón.
SALVIA
(Tras una pausa) ¿A tiros?
PETIA
Cuando la razón no basta para hacer llegar las cosas a buen puerto siempre hay un puñado de
hombres dispuestos a tomar el timón y a entregar su vida si fuese necesario.
Petia sigue escuchando la radio.
SALVIA
Qué huevos tienes, papá.
Entra Irina dispuesta a marcharse a la calle.
IRINA
Adiós, Petia.
PETIA
¿Dónde vas?
IRINA
Al teatro.
PETIA
Malos tiempos para el teatro.
Irina le da un beso en la frente. Va a despedirse de Salvia, pero esta le entrega el libro y pasa
de ella.
IRINA
(Encajando) Adiós, Salvia.
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Sale Irina. Petia sigue embebido en el transistor.
SALVIA
Padre, quiero marcharme al oeste. (El padre no la oye) Padre.
PETIA
(Despegando el oído un momento) ¿Qué?
Pausa
SALVIA
Nada.
Petia sigue escuchando el transistor. Salvia sale.
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-V-
Disparos dispersos en el exterior durante toda la escena. Entra Boris corriendo con una
pistola en la mano. Al oír el ruido de su entrada aparece Salvia y se enfrentan.
SALVIA
¡Tío!
Boris le apunta en un acto reflejo. Al reconocerla baja la pistola y la guarda en el cinturón.
BORIS
Me has asustado. Cierra todas las puertas.
SALVIA
Están todas cerradas.
En el bolsillo de su abrigo suena un teléfono inalámbrico. Boris contesta.
BORIS
¿Sí…? Navina, ¿eres tú? ¡Navina!
Corta y se guarda el teléfono. Luego se quita el abrigo. Lleva la camisa empapada en sangre.
Se la quita y se limpia con ella la sangre del cuerpo.
SALVIA
¿Te han herido?
BORIS
Esta no es sangre de la que corre por tus venas y las mías, pero la sangre de un muerto
previene la salud de un vivo. ¿Y tus padres?
Salvia se encoge de hombros. Boris arroja la camisa y se pone el abrigo a cuerpo. Salvia le
observa seria.
BORIS:
Esto ya es otra cosa. ¡Hogar, dulce hogar! (Echa un vistazo y se da una vuelta por el espacio)
Me persiguen, ¿sabes? Quieren cortarme el cuello. ¡Zass…! ¡Afeitado completo! Tendré que
ocultarme aquí una temporada. ¿No le das un beso a tu tío Boris?
SALVIA
¿Tienes dólares?
BAORIS
¿Dólares? ¿Te ha dado por coleccionar?
SALVIA
No seas imbécil. Colecciono divisas para largarme de este país. ¿Tienes o no?
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BORIS
No llevo nada encima.
SALVIA
El reloj. Dámelo.
BORIS
No tan deprisa, muchachita. Déjame respirar.
Pausa. Salvia sonríe, Boris corresponde y se abrazan. Al separarse Salvia le quita la pistola y
se aparta apuntándole con ella.
SALVIA
Quiero el reloj.
BORIS
Salvia, no estoy para bromas,
SALVIA
No bromeo. Quítate el reloj o te dejo seco.
BORIS
Está bien, está bien. No entiendo nada pero te lo daré. (Se quita el reloj) Rólex. Auténtico.
Sacarás una pasta por él.
SALVIA
Y el teléfono.
BORIS
De acuerdo. (Lo saca del bolsillo) Conseguiré otro. (Los deja en el suelo) ¿Me devuelves la
pistola?
SALVIA
(Tras una pausa, sin dejar de apuntarle) Eres un hijo de la gran puta, tío Boris. ¡No te
muevas! ¡Si querías una mujer en esta casa podías haberte fijado en mí! ¿Crees que soy
virgen? ¡A los quince años aprendí todo lo que necesitaba saber! ¿Quieres comprobarlo?
¿Quieres que te la chupe?
BORIS
¡Nena, cálmate…!
Salvia apunta hacia el techo y dispara varias veces. Boris se arroja al suelo. La pistola se
encasquilla, tira la pistola y se arranca la camisa.
SALVIA
¡Soy una mujer!
Salvia llorando de rabia se deja caer al suelo. Boris no sabe qué hacer. Se acerca, le acaricia
el pelo. Salvia se deja hacer y el deseo va tomando forma de caricias. Entonces Salvia toma
la iniciativa. Se besan, ruedan por el suelo y se van desnudando mutuamente cada vez más
calientes.
SALVIA
Consígueme el dinero para irme y haremos todo lo que se te antoje. Te lo juro. Soy muy
buena en la cama, mejor que mi madre, mucho mejor que ella…
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Entra Petia completamente borracho con una botella de vodka en la mano intentando
mantener el equilibrio a duras penas y canturreando para sí.
PETIA
“Yo tenía un camarada.
Un camarada sin nombre ni apellido
Le llamaba camarada…”
Petia ve un par de bultos en el suelo y se detiene.
PETIA
Buenas noches, camaradas.
Salvia y Boris se separan cubriéndose con sus ropas.
SALVIA
Padre, Boris ha vuelto.
PETIA
(Tras una pausa) ¿Boris?
BORIS
Hola, Petia.
Petia lo mira pero es como si no lo viera. Da un trago y sigue su camino canturreando.
PETIA
“Yo tenía un camarada…”
Salvia y Boris, agazapados en las sombras, lo van marchar luchando contra la ley de la
gravedad. Al momento suena el teléfono inalámbrico. Boris salta sobre él y responde.
BORIS
¿Sí…? ¿Quién es usted? … ¿Quién le ha dado este número? … (Grita) ¿Quién le ha dado este
número? …
Cuelga completamente acojonado. Salvia observa el terror en sus ojos. Boris se viste lo más
rápido que puede.
BORIS
Me han vendido.
SALVIA
¿Quién?
BORIS
¡Estoy seguro!
SALVIA
Voy contigo. (Comienza a vestirse)
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BORIS
¿Qué?
SALVIA
Vámonos juntos al oeste.
Pausa. Boris sonríe. Le da el teléfono.
BORIS
Adiós, Salvia. Que tengas suerte.
SALVIA
Boris. ¡Boris!
Se ha largado. Salvia mira el teléfono durante unos instantes al cabo de los cuales marca un
número al azar. Después de un tiempo alguien descuelga al otro lado.
SALVIA
Hola. …Me llamo Salvia. … Por favor, no cuelgue. Sólo quiero saber qué tengo que hacer
para llamar al oeste. …¡No cuelgue, por favor! Tengo dieciocho años y estoy desesperada.
Al otro lado alguien ha cortado la comunicación. Salvia se queda mirando al vacío con el
teléfono en la mano.
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- VI -
Petia, vestido con un uniforme de miliciano viejo y destrozado, espera la llegada de Irina.
Llega Irina.
IRINA
Petia.
PETIA
Llegas tarde
IRINA
Tenía una reunión. En el teatro.
PETIA
Sólo han pasado seis meses.
IRINA
Lo sé. (Pausa) ¿Te apetece un caldo caliente?
PETIA
¿Y Salvia?
IRINA
Desde que empezó la guerra vive su propia vida, siempre de aquí para allá. Resulta difícil
sujetarla.
PETIA
Más que andar por ahí, vestida como una puta, contoneándose ante los soldados.
IRINA
¿Por qué dices eso?
PETIA
Aún queda leña en la chimenea.
IRINA
Boris la consigue.
PETIA
(Agarrándola por las muñecas) ¿Te has divertido mientras estuve fuera?
IRINA
¡No!
PETIA
Hubieras preferido verme muerto en el campo de prisioneros. Muerto de hambre, de frío,
devorado por los perros.
IRINA
¡Suéltame, Petia! ¡Me haces daño!
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Forcejean. Petia consigue inmovilizarla en el suelo.
PETIA
Yo aguante, Irina, todo el sufrimiento, todo el terror a que quisieron someterme, por volver a
casa, a mi hogar, a ti. Creía que me esperarías como antes, cuando llegaba de la universidad,
con las sábanas perfumadas, los manteles limpios, los jarrones rebosando flores. ¡Este no es el
hogar de Petia Tuchenco! ¡Es un lugar hostil, frío, sin vida, donde nadie espera a un soldado
que ha salido airoso del combate con la muerte!
IRINA
¡Aquí también sufrimos una guerra! ¡Sin armas! ¡Sin trincheras! ¡Sin enemigos a la vista!
¡Cualquier cosa se convierte en una batalla!
PETIA
¡Sin embargo aún te pintas los labios, aún llevas medias para presumir! (Comienza a
arrancarle la ropa) ¡Enséñame lo que has aprendido con los soldados, revolcándote con ellos,
abierta de piernas sobre sus petates, chupando sus pollas jóvenes, duras como piedras!
¡Quiero darles las gracias, amigos, camaradas, por mantener calientes estos pechos, estos
muslos temblorosos, húmedos de pasión, para que yo también pueda disfrutar de Irina la puta!
¡Irina la puta!
A golpes, Irina consigue zafarse de Petia y se levanta apartándose de él. Petia, extenuado por
el esfuerzo, queda en el suelo sumido en un ataque de tos. Irina se cubre el cuerpo con las
manos.
IRINA
No tienes ningún derecho a tratarme así. Cuando te fuiste no te importó qué iba a ser de
nosotros. ¡No podías ser un héroe y pensar en los demás al mismo tiempo! No te lo reprocho.
Ni siquiera te diré: “¡Petia, estoy limpia como un recién nacido!”, pero no he hecho nada de lo
que pueda arrepentirme, nada que no hiciera por ti, por Salvia, por nosotros.
PETIA
(Tras una pausa) Lo reconoces.
IRINA
¡Sí!
Silencio. Petia se levanta.
PETIA
Su nombre. (Irina calla) ¿Quién ha estado calentando mi cama? ¡Dilo si no quieres que te lo
saque a golpes!
IRINA
Ponme una mano encima y te mato.
PETIA
(Tras una pausa) ¿Dónde está Boris? ¿Por qué no ha venido a recibir a su hermano? ¿Ha sido
él? ¡Dime! ¿Ha sido Boris?
IRINA
No
PETIA
¡Sí! ¡El hermano bastardo, traidor, Caín para su hermano!
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IRINA
¡No! El cuidó de nosotros. Trajo comida, agua, leña. Nada nos faltó en estos meses. Y cuando
supo que te habían capturado arriesgó su vida por salvarte.
PETIA
¡Mientes para defenderle!
IRINA
¡Negoció un intercambio para que pudieras volver! Por eso estás aquí.
PETIA
¡Eso no es cierto! ¡No es cierto! (Se derrumba)
IRINA
Es la verdad, Petia. (Pausa) Tu hermano se ha ido; cuando todo lo tuvo al alcance de su
mano, se marchó. Consiguió lo que le pedí, pero no ha vuelto.
Larga pausa.
PETIA
¿Cómo has podido cambiar tanto?
IRINA
¿Cómo podría ser la misma de antes?
PETIA
Allá en el campo la vida era absurda. A un compañero le cortaron la cabeza y jugaron con ella
a la pelota delante de sus camaradas. ¿Y sabes por qué se la cortaron, Irina? ¿Quieres saberlo?
Por toser. El camarada tosía por las noches. Yo también tosía. ¿Te imaginas lo que es toser
hacia adentro, en silencio, ahogándote en tu propio vómito? Pues nada me ha hecho tanto
daño como volverte a ver.
IRINA
Tú también has cambiado. Has perdido tu seguridad, tu fe. La guerra se ha plantado entre
nosotros, como un huracán, arrasando hasta lo más sagrado. No somos mejores que antes.
Peores tampoco. Pero este es tu hogar, lo que queda de él. Esta es tu esposa, lo que queda de
mí.
PETIA
Debo marcharme.
IRINA
No.
Pausa. Irina va hacia Petia, toma su mano y la coloca en su pecho.
IRINA
Este es mi corazón. ¿Lo sientes, Petia? Aún tengo un corazón, y mientras siga latiendo, estaré
contigo.
Ambos quedan en silencio, escuchando el tictac de su corazón, mirándose con tristeza.
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- VII -
La luz de una linterna ilumina el suelo en la oscuridad. Tras ella Boris, arrastrando a su
hermano por el cuello del gabán. Petia se resiste.
PETIA
¡No! ¡Por piedad! ¡Déjame marchar! ¡Suéltame! ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¿Por qué me
haces daño?
BORIS
(Se detiene) ¡Petia me estás dando por el culo! ¡Hay un puesto al otro lado de la carretera!
¿Quieres que nos descubran?
Petia, asustado, no responde. Boris trata de continuar. Petia lucha por soltarse.
PETIA
¿Quién eres? ¿Quién eres?
BORIS
¡Soy Boris! ¡Tu hermano!
PETIA
No. Tú no eres Boris. Él está en casa cuidando de Irina y de Salvia.
BORIS
(Se detiene) ¡Estoy aquí!
PETIA
¡Socorr…!
Boris consigue taparle la boca e inmovilizarlo antes de que les oigan. Silencio espeso.
BORIS
Petia, escucha, te alistaste en la milicia, te fuiste al frente y caíste prisionero. Yo soy tu
hermano, he venido por ti, he sobornado a un centinela y te he sacado del campo. Si
conseguimos pasar el puesto sin que nos oigan estarás en casa dentro de unos días. ¿Quieres
callarte de una puta vez? (Se desespera. Trata de calmarse. Pausa) mírame. Mira mis ojos, mi
nariz, mi pelo. ¡Soy igual que tu padre! Busca en tu memoria porque si te acuerdas de él
tienes que acordarte de mí. ¡No han podido borrar eso de tu mente! Tú y yo no nos parecemos
porque tú saliste a mamá y yo a papá, pero somos hermanos, de la misma sangre. ¡Mírame!
¿Te acuerdas del verano de la playa, de cuando me caí por la escalera y me hice la cicatriz de
la rodilla, del pan con chocolate?
PETIA
Pan con chocolate.
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BORIS
¡Eso es, Petia! ¡Pan con chocolate! ¡Sigue recordando!
PETIA
(Tras un tiempo) Me vas a matar, ¿Verdad?
Larga pausa. Boris se aleja unos pasos impotente. Petia se queda tumbado mirando las
estrellas.
PETIA
Tú no eres Boris. Boris, mi hermano menor, el preferido, el que todo lo hace bien sin el más
mínimo esfuerzo, el que siempre sale ganando. Boris me odia.
BORIS
Eso no es cierto. Yo sólo quería ser como tú.
PETIA
Déjame morir en el campo.
Silencio.
BORIS
Se hace tarde. Vamos.
Lo agarra por el cuello del gabán y se lo lleva a rastras.
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- VIII -
Bombardeo. Salvia sola.
SALVIA
Doce de febrero de mil novecientos noventa y cinco. Nueve de la noche. Cita con Iván en el
Refugio de la Juventud. Llego tarde. Las sirenas del Ayuntamiento anuncian la presencia de
los bombarderos. Por la acera corren sorprendidos los peatones buscando los portales.
Iván, si no fuera por ti me dejaría matar.
(Bomba cerca)
-¿Dónde ha caído?
-¡En la plaza Tolstoi! ¡La estatua ha volado por los aires matando a tres civiles!
Será mejor dar un rodeo, volver sobre mis pasos, atravesar el parque…
¡Iván, espérame! ¡No te muevas del refugio!
Esta noche bailaremos, Iván, Bailaremos, hasta que los pájaros regresen a sus nidos detrás de
las montañas. Bailaremos porque no tenemos miedo, porque juntos no existe la muerte, ¡no
pueden alcanzarnos!
(Bomba cerca)
-¿Dónde ha sido?
-¡En la torre del ayuntamiento! ¡Diez hombres bajo los escombros!
¡Iván, te amo! ¡No te muevas del refugio! Otra carrera y estaré contigo. ¡Iván, te necesito para
olvidar esta locura, para sentir que a pesar de la guerra, las bombas y los muertos sigo siendo
yo, enredada en tus brazos, contemplando el mundo a través de tus ojos…!
(Bomba cerca. Luego silencio)
¿Dónde ha caído? (Silencio) ¿Dónde ha caído? (Silencio) ¡Iván!
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- IX -
Petia solo. Boris le escucha a cierta distancia.
PETIA
Yo tenía un camarada.
La ventana golpeando la pared empujada por el viento.
Éramos cuatro y él más camarada que ninguno.
Le llamaba camarada.
Toc. Toc. Toc.
Cubierto de nieve.
Bebíamos la nieve que caía.
El viento aullando entre los barracones.
No había nada que comer.
Yo tenía un camarada.
Una noche.
Apareció muerto. Al amanecer.
La garganta rota. Atravesada por una astilla.
Nunca supe su nombre.
El más débil.
“Petia, soy el más débil”, decía.
Nadie oyó nada.
Lo abrimos y nos comimos sus vísceras.
Era un buen camarada.
El mejor.
Boris espera fumando la llegada de Irina. Llega Irina. Ve a Petia que sale sin mirarla. Al
principio ella y Boris no se hablan. Irina no le mira. Boris rompe el hielo.
BORIS
Petia ha caído.
IRINA
¿Muerto?
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BORIS
Prisionero en un campo.
IRINA
¿Cómo lo has sabido?
Boris calla. Irina llora en silencio.
BORIS
Allá en Togor los inviernos son fríos.
IRINA
¿Puedes hacer algo?
BORIS
Conozco a alguien.
Silencio. Boris se acerca a Irina por su espalda, la desnuda despacio, la acaricia, la besa.
Irina se mantiene ausente pero poco a poco comienza a quitarle le camisa y besarle el pecho
con pasión contenida, sorprendida de sí misma. Entra Salvia, los ve y vuelve a marcharse sin
que la hayan visto. Luego Irina se separa de Boris suavemente, recoge su ropa y le mira por
primera vez.
IRINA
Ven.
Sale Irina. Boris le ve marchar. Luego habla.
BORIS
(Al público) ¿Cuál en mi filosofía de la vida? ¿Qué filosofía puede tener un hombre rodeado
de ignorancia, crueldades, mentiras, cuando todo lo que observa a su alcance pertenece al
otro, siempre al otro, cuando solo pagando un alto precio puede disfrutarlo un instante, un
efímero instante que no consuela ni al más tonto de los tontos? Un pensamiento nos detiene
entre el deseo y el miedo. ¡No pensemos! Apartemos el estorbo con la bota y sigamos
adelante. Siempre habrá cobardes tras las ventanas, ahogados en bilis, temerosos de lanzarse
al vacío sin garantía de regreso. Sigamos adelante, siete llaves encierran el alma del hombre,
siete pecados que mueven la rueda del mundo. ¿Por qué luchar? Aceptemos el pecado y
dejemos que colabore en nuestros fines.
Sale en busca de Irina.
(1993) Salvia
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-X-
Petia desde su trinchera, ve entrar en la casa a Irina y abrir una carta llena de ilusión.
PETIA
Nueve de septiembre de mil novecientos noventa y cuatro. Queridísima Irina, dos puntos.
IRINA
Queridísima Irina.
PETIA
Te escribo desde lo alto de las colinas de Togor. Es el lugar más hermoso que puedas
imaginar. Desde nuestra posición el bosque de Narovia parece un regimiento de gigantes que
avanzara en formación hacia los deltas del Norte. Allí donde Alexis derrotó a los turcos, los
traidores que aún defienden al gobierno reagrupan sus fuerzas para hacernos frente y
cortarnos el camino hacia la capital. Peor para ellos. Hemos llegado hasta aquí siguiendo la
ruta de Alexis y nada ni nadie, como a él, será capaz de detenernos. (Pausa) Aún no he
recibido ninguna carta tuya. Supongo que los camaradas del correo lo hacen lo mejor que
pueden.
IRINA
Petia, ¿cómo estás?
PETIA
Yo estoy bien. ¡Si me vieras! El ejército y el aire del campo me han rejuvenecido diez años.
Adelgazo y recupero la musculatura cada día. Hasta dicen que parezco más alto.
IRINA
Te echamos mucho de menos.
PETIA
Volveré muy pronto, antes de lo que crees.
IRINA
Anoche tuve un sueño. Estaba dormida sobre el escenario y de repente aparecías con el
uniforme ensangrentado, pidiendo perdón con una voz profunda que salía del fondo de tu
pecho. Despertaba y trataba de abrazarte, pero no tenías brazos, ni manos, ni cabeza. Cuentan
cosas terribles de la guerra, Petia, terribles, y yo no sé nada de ti.
Llega Boris con una bolsa y un bidón de cerveza de varios litros y encuentra a Irina llorando.
BORIS
¿Pasa algo?
IRINA
Carta de Petia. Por fin. (Trata de sonreír, pero no puede y se echa a llorar en sus brazos)
BORIS
¿Dónde está?
(1993) Salvia
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IRINA
En Togor. Dice que está más alto.
BORIS
Buen motivo para llorar. (Echa un vistazo a la carta) ¡Puf…! Parece un tratado de geografía e
historia.
IRINA
(Se la quita) Es muy personal. (La guarda y repara en el bidón) ¿Cerveza?
BORIS
La estaban regalando. Desde que falta el agua la gente la usa hasta para ducharse. ¡Qué
desperdicio! La cerveza es buena para el espíritu y la conversación, y además alimenta, sobre
todo si se acompaña de exquisitos bombones especialmente importados para la bella Irina. (Se
los da).
IRINA
Estás loco.
BORIS
¡Una epidemia! (Saca un libro viejo) Y de postre, Hamlet, Príncipe de Dinamarca. De un tal
uve doble Shakespeare. (Irina se parte de risa) ¿Te suena?
IRINA
Sí.
BORIS
¿Lo has leído?
IRINA
Sí.
BORIS
¿Entero?
IRINA
¡Sí!
BORIS
¡Me cago en los muertos del librero! ¡Un best-seller, decía! ¡Seguro que le sorprende!
IRINA
Y me encanta. Es un clásico. Hasta hice el papel de Ofelia en la Escuela Stalin. Petia me
regaló las obras completas.
BORIS
Debí imaginarlo. ¿Y de qué va?
IRINA
De un príncipe danés que vuelve a su castillo y descubre que su tío ha matado a su padre y se
ha enrollado con su madre.
BORIS
(Tras una pausa) A ver si lo leo. ¿Un bombón?
IRINA
Boris, quiero pedirte un favor. Cuando veas que me pongo triste, como hoy, hazme reír como
tú sabes.
(1993) Salvia
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BORIS
Yo por ti haría cualquier cosa.
Irina le da un beso cariñoso y sincero en la mejilla. Boris, tras un instante, acerca los labios
a la boca de Irina, pero se detiene a unos centímetros. Irina se percata de la situación y
completamente cortada se separa de él no sin un pequeño esfuerzo para que la suelte. Hay un
espeso silencio. Irina coge la carta y vuelve a leer.
BORIS
Irina.
IRINA
Voy a seguir leyendo.
BORIS
¿Un bombón?
Petia, que ha contemplado la escena, continúa mientras Irina lee la carta y Boris, que la
observa con naturalidad, bebe cerveza.
PETIA
Te escribo desde lo alto de las colinas de Togor. Es el lugar más hermoso que puedas
imaginar. Desde nuestra posición el bosque de Narovia parece un regimiento de gigantes que
avanzara en formación hacia los deltas del Norte. Allí donde Alexis derrotó a los turcos, los
traidores que aún defienden al gobierno reagrupan sus fuerzas para hacernos frente y
cortarnos el camino hacia la capital. Peor para ellos.
Petia sale. Boris eructa.
BORIS
Perdón.
Entra Salvia.
SALVIA
¡Madre, qué noticia! ¡El regimiento de Petia ha tomado los bosques de Narovia y siguen
avanzando!
BORIS
Bien por Petia.
IRINA
Lo sé. (Le muestra la carta)
SALVIA
¡Carta de papá! (Se hace cargo de ella y la ojea) ¿Qué cuenta?
BORIS
Que está creciendo. Si la guerra dura otro par de semanas no va a caber por la puerta.
IRINA
No tiene gracia, Boris.
SALVIA
Y a ti, ¿qué te pasa?
(1993) Salvia
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Hay un silencio sospechoso. Boris saca otra carta y la arroja sobre la mesa.
BORIS
Podéis leerla. No tengo secretos.
Salvia deja la carta de Petia y lee la de Boris.
SALVIA
“Cooperativa revolucionaria de municiones. Estimado camarada Tuchenco. Lamento
comunicarle que ante los problemas técnicos a que nos vemos sometidos, esta factoría se ve
obligada a congelar su producción por tiempo indefinido”. ¿Qué problemas técnicos?
BORIS
Que ya no existe. La dinamitaron los gubernamentales hace tres días. ¡Buuummm…! ¿No
viste los fuegos artificiales? ¡Píu…! ¡Píu…! ¡Píu…! ¡Ta-ta-ta-ta-tá…! (Salvia ríe con él)
¡Menuda verbena! ¡Píu…! ¡Píu…! ¡Píu…! ¡Ta-ta-ta-ta-tá!…!
IRINA
¡Boris, por favor!
BORIS
(A Salvia) ¿Un bombón?
SALVIA
¿De dónde los has sacado?
BORIS
Información confidencial. ¡Y cerveza…! (Le ofrece)
IRINA
(A salvia) ¡No!
BORIS
(Sirviendo de todos modos) Tiene razón. Guárdala para tu aseo personal. (Salvia bebe)
IRINA
Estarás orgulloso.
BORIS
¡Feliz!
SALVIA
Como que no tiene que volver a la fábrica.
BORIS
Tengo grandes planes. Hay que espabilarse para salir adelante en esta guerra. Para empezar he
cambiado un par de fusiles del año tres por unos sacos de trigo que ya tengo apalabrados….
IRINA
¡Boris, si tu hermano supiera que estás metido en el mercado negro…!
BORIS
Me importa un carajo lo que diga mi hermano.
Pausa tensa.
SALVIA
Bueno, vamos a escribirle a papá.
(1993) Salvia
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IRINA
Será lo mejor. (Saca papel y boli)
SALVIA
¡Carta de aliento! Quince de octubre de mil novecientos noventa y cuatro…
De repente suenan las sirenas anunciando bombardeo. Al principio se quedan un poco
extrañados pero el silbido de la primera bomba les saca de dudas.
BORIS
Ya están aquí. ¡Ya están aquí! ¡Al suelo!
Se tiran al suelo abrazados y asustados. Las bombas caen muy cerca.
SALVIA
¡Hijos de puta…!
BORIS
¡Agacha la cabeza!
Continúa el bombardeo; al rato cesa y vuelven a sonar las sirenas. Salvia se levanta
rápidamente, coge sus cosas y sale.
IRINA
¡Salvia! ¿Dónde vas? ¡Vuelve!
Se dispone a seguirla. Boris la detiene.
BORIS
Irina. Yo te la traigo.
Boris sale. Irina se queda.
(1993) Salvia
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- XI -
Irina pone con mimo la mesa para una cena muy especial. Coloca el mejor mantel, la mejor
vajilla y la mejor cristalería. Al colocar las copitas de brindar con vodka pone un
especialísimo cuidado de que no tengan la más mínima mota y brillen como es debido. A
veces se detiene con cierta preocupación a escuchar la algarabía procedente de la calle y se
sirve un chupito de vodka para animarse. Antes de que pueda terminar llega Salvia con una
botella de vodka contagiada por la alegría de la calle y probablemente con una copita de
más.
SALVIA
¡Sin novedad en el frente!
IRINA
Salvia, has bebido.
SALVIA
¿Yo? (Se acerca y le echa el aliento en la cara).
IRINA
¡Agg…!
SALVIA
¡Botín de guerra!
Salvia deja la botella sobre la mesa. Irina la abraza.
IRINA
¿Has visto a tu padre?
SALVIA
Negativo. (Irina tuerce el gesto. Salvia lo nota y cambia de tema) ¡Qué bien huele…!
IRINA
“Lenguado a la Plisetskaya”.
SALVIA
¿Receta imaginaria de mi madre?
IRINA
¡Sí…! (Ríen)
SALVIA
No imaginas cómo está la calle. ¡La gente se ha vuelto loca! El tonto de Nikita se ha
presentado en la cola de la taberna con un casco y una bandera cantando el himno de los
milicianos, con la media lengua. (Le imita) Le han quitado la bandera y le han manteado con
ella. ¡Qué risa!
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IRINA
¿Por qué han hecho eso?
SALVIA
¡Porque llevaba la bandera del gobierno! (Ríen de nuevo) El pobre se ha ido llorando sin
entender y al llegar a la esquina…
Entra Petia orgulloso con impecable uniforme miliciano, macuto al hombro, un puro y una
botella que dejará sobre la mesa. Al verlo Irina y Salvia se quedan clavadas.
SALVIA
¡Papá! ¿Te has alistado?
PETIA
Por supuesto.
Irina se abraza a su marido con un nudo en el estómago.
IRINA
(Después de un tiempo) ¿Por qué, Petia? ¿Por qué?
PETIA
Salimos esta noche.
Irina se separa de Petia mordiéndose la lengua y reorganiza la vajilla nerviosamente.
SALVIA
¿Y mi tío?
PETIA
¿No ha llegado?
SALVIA
Creía que estaba contigo.
PETIA
Vete a buscarlo.
Salvia sale. Petia observa a Irina.
PETIA
Es lo mejor, Irina.
IRINA
¿Para quién?
PETIA
Para todos.
IRINA
El teatro ha cerrado. ¿De qué vamos a vivir mientras dure la guerra?
PETIA
Pero, ¿qué guerra? Tres días y estaremos de vuelta. Con el gobierno en fuga, los militares de
nuestra parte y el apoyo de las potencias…
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IRINA
Entonces, ¿para qué te necesitan? (Pausa)
PETIA
Irina, no puedo quedarme al margen, sentado, escribiendo estupideces que nadie lee. Tengo
que estar allí.
Irina se dispone a salir de la habitación.
PETIA
¿Dónde vas?
IRINA
Necesitarás calzoncillos limpios.
PETIA
¡A la mierda los calzoncillos! ¡Necesito que me entiendas!
Irina rompe a llorar.
IRINA
Petia, me da mucho miedo. Mírate. Estás mayor, gordo, feo. Te matará cualquier bala perdida.
PETIA
Mujer, si son tres días. ¿No has visto las calles, qué entusiasmo, qué moral de victoria? ¡Será
como un paseo hasta la capital!
Entra Boris vestido de paisano y Salvia tras él. Irina se separa de Petia disimulando sus
lágrimas y se dirige a la cocina.
PETIA
¿Y el uniforme?
BORIS
Me han declarado inútil.
PETIA
¿Cómo?
BORIS
¡Dicen que tengo una mancha en los pulmones, que no sirvo, y que un Tuchenco sano vale
por dos!
PETIA
¿Quién ha dicho semejante tontería?
BORIS
Kolchalov, el capitán médico. (Le entrega un documento. Petia lo examina detenidamente).
Petia, tienes que arreglarlo. Utiliza tu influencia.
Irina regresa con una fuente de lenguado y lo coloca en la mesa. Salvia se sienta.
PETIA
Si Kolchalov dice que no puedes ir, no hay nada que hacer.
BORIS
¡Pero yo estoy sano! ¡He visto alistar a viejos decrépitos que ni pueden cargar con un fusil!
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PETIA
Boris, hermano, tu puesto está aquí.
BORIS
¡Pero yo quiero luchar, como tú!
PETIA
Lo siento. Te quedarás en casa y cuidarás de Irina y de Salvia hasta que yo regrese. (Lo
abraza) Y ahora vamos a cenar.
Se sientan. Petia está radiante. Irina luce su mejor sonrisa y empieza a servir. Boris deja
sobre la mesa la cuarta botella de vodka haciéndose el mártir y Salvia se burla de él.
IRINA
¿Sirvo ya?
PETIA
¿Y esto?
IRINA
“Lenguado a la Plisetskaya”.
PETIA
Receta imaginaria.
Irina asiente. Se besan.
SALVIA
Mentiroso.
BORIS
Niña, déjame.
Salvia se ríe de él. Petia abre otra botella y llena las copas. Luego se levanta ceremonioso
alzando la suya.
PETIA
Algunos se preguntarán por qué Petia Tuchenko alza su copa esta noche. Yo lo voy a
explicar…
SALVIA
Papá, por favor.
Abucheos y silbidos generales. Luego risas. Petia renuncia al discurso.
PETIA
¡Por nosotros!
TODOS
¡Por nosotros!
Brindan y beben de un trago. Petia, radiante, lanza su copa hacia atrás. Los demás le siguen
uno a uno. Luego se sientan y empiezan a cenar.
Oscuro final.
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