Avicena: médico o filósofo Dr. Seyed Ahmad Reza Khezri Profesor de la Universidad de Teherán [email protected] 1. Vida y época Abu cAli Huseyn ibn cAbdullāh ibn Sinā, más conocido en persa y árabe como Ibn Sinā y en Occidente con el nombre latinizado de Avicena, es, sin lugar a dudas, el mayor médico y el más destacado filósofo de Persia y del mundo musulmán. Nació en el año 980 en Bujara, su padre se llamaba Sinā y su madre, Setārē. Avicena comenzó a estudiar en su infancia el Corán y la literatura, y antes de cumplir los diez años de edad ya había memorizado todo el Corán y aprendido muchas cuestiones de índole literaria, lo cual sorprendía a propios y extraños. Poco después y a través de su padre, que seguía la doctrina de los ismailíes o šiíes septimanos, el joven Avicena se familiarizó con las obras de los Hermanos de la Pureza, siendo ésta la primera vez en su vida que leyó textos de naturaleza científica y filosófica. Más tarde se puso bajo el pupilaje de c Abdullāh Nāteli con el que estudió la lógica aristotélica, Los principios de geometría de Euclides y el Almagesto de Ptolomeo. No tardó mucho en destacar como maestro de estas disciplinas siguiendo él mismo de forma autodidacta y solitaria las lecturas de las obras filosóficas y científicas de la Grecia Clásica y llegando a solucionar muchas cuestiones de filosofía merced a su aguda inteligencia e ingenio y a su no poca dedicación al estudio. Fue entonces cuando se inició en otras ramas del conocimiento, como la medicina, las cuestiones naturales, las matemáticas, la teología y la metafísica, y, según sus propias palabras, a los 18 años ya hubo aprendido todas las ciencias de su tiempo y llegó a ser conocido como un verdadero sabio tanto de las ciencias transmitidas como de las racionales y llegar a resonar su fama por todo el Oriente musulmán.1 Tras la muerte de su padre y cuando contaba con 22 años de edad, Avicena encargose por un tiempo de los asuntos de Estado del emir de la dinastía samaní, pero con las vicisitudes políticas y las refriegas militares entre dicha dinastía y sus adversarios, no tuvo más opción que abandonar Bujara2 desde donde partió hasta llegar en el año 1002 a Karganj3 donde 1 Ibn Jallikán, 2/ 157-162; Mahdavi, 334-335; Antología 56-58; Espasa, 6/1287. Barthold, 267-268. 3 Thacālabi, 4/254. 2 fue favorecido por Abul Hosein Soheili, ministro amante de las ciencias de la dinastía Jārezmšāhi4. Mas poco después y tras las presiones políticas y las persecuciones del fanático Sultán Mahmud de Ghazna, no le quedó otro remedio que emprender nuevamente la marcha para dirigir esta vez sus pasos hacia Rayy, previo paso por Nesa, Abivard, Tus y Gorgán, donde halló morada en la corte de Seyyeda Jātun, viuda del gobernador buyida, y se ganó el respeto por curar de una enfermedad al hijo de aquella, Maŷd Al Doulē. Pese a todo, las amenazas del Sultán Mahmud no cesaron, esta vez, contra la ciudad de Rayy y sus ulemas šiíes, por lo que tuvo que tomar nuevamente poco después el camino, en esta ocasión, hacia Hamadán5, donde asimismo fue objeto de especial atención por practicarle una cura a Šams Al Doulē. Poco más tarde Avicena será nombrado visir. Ahora nuestro médico y filósofo aprovechará la posición adquirida para escribir libros y tratados y para iniciar sus dos magnas obras, Al Šafā y Al Qānūn, la primera sobre filosofía y la segunda, medicina, al tiempo que se dedicaba a enseñar e instruir a sus discípulos y a todos los que estuvieran interesados. Quiso la mala fortuna que Šams Al Doulē, su mecenas y verdadero respaldo, muriese en 1021 y que a partir de su muerte los buyíes hamdaníes, al igual que les pasaba a otras dinastías, se viesen abrumados por revueltas. A Avicena no le queda tampoco esta vez otra opción que la de huir, vivir durante un tiempo como un fugitivo y seguir escribiendo su obra en un ambiente de miedo6, hasta que un nuevo visir encontró el escondite de Avicena, lo apresó y le acusó de mantener correspondencia con cAlā Al Doulē, gobernador Kākoyē de Isfahán, tras lo cual dio con sus huesos en la cárcel, donde permaneció confinado hasta que, pasados cuatro meses, los nuevos acontecimientos exigieran su liberación. Poco después emigró a Isfahán donde fue favorecido por cAlā Al Doulē. A la sombra de esta nueva calma y seguridad, reemprendió sus clases y sus numerosas tertulias académicas amén de seguir escribiendo sus obras en torno a diversas disciplinas. En Isfahán continuaba estando, acompañando a cAlā Al Doulē en la mayoría de sus partidas castrenses y no castrenses hasta que, en 1036 acompaña a éste a Hamadán, ciudad en la que murió nuestro sabio de un cólico, en el mes de ramadán, que en ese año de 1037 cayó en junio. Contaba con 58 años de edad y fue enterrado en la misma Hamadán7. 4 Beihaqi, 45. Jāndmir, 128-129. 6 Ibn Al Athir, sucesos del año 1020 en adelante. 7 Véase Ibn Al Athir, sucesos entre 1030 y 1037; Beihaqi, pp. 38-58; Biografía de Avicena, pp. 16-88; 1) Ŷašn āmē, 2/264 y ss. 5 2. Su obra A pesar de su vida llena de altibajos y de todos los acontecimientos amargos y desagradables en los que estuvo envuelto, Avicena es tenido como uno de los autores científicos más prolíficos del Irán. Ello se debe a que él, en primera instancia, al igual que los demás sabios de la Edad Media, no restringió sus conocimientos a una rama, y, en segunda instancia, al uso que hizo de su gran inteligencia y su talento sin par para aplicarlos a las ciencias y, de una forma extraordinaria, crear una obra variada en campos como el de la medicina, la filosofía, la lógica, la ética, la mística, la teología, la astronomía, la música y las matemáticas8. Pese a todo, la nombradía de Avicena es debido más a su obra médica y filosófica, por lo que en este artículo nos limitaremos solo a reseñar aquellos escritos avicenianos que traten de estas dos ciencias. A. Filosofía Al Šafā [La curación]. Es ésta su más importante obra filosófica. En ella aborda cuestiones naturales, teología, lógica etc. Se ha traducido en parte y publicado en Teherán, El Cairo, Oxford. Praga y Suiza. Al Išārāt wa-l-tanbihāt [Referencias y advertencias]. Es su última obra filosófica y una de las más destacadas que redactó en árabe. Ha sido varias veces publicada en Leiden, El Cairo y París. Al aŷāt (La salvación). Es un breve resumen de Al Šafā y ha sido publicada en El Cairo y Roma. Se ha publicado una traducción en inglés en Londres. Dānešnāmē-ye-cAlāci. Escrita en persa, esta obra filosófica la redactó a instancias de cAlā Al Doulē Kākoyē, de ahí su nombre. Se ha traducido fragmentariamente y ha sido publicada en Teherán y París. Tratados. Avicena escribió asimismo numerosos tratados de temas diversos que iban desde la filosofía al amor, pasando por la mística y la lógica, que han sido publicados en Teherán, Estambul, Heydarabad y París. B. Medicina Kitāb Al Qānûn. Es la obra más importante de Avicena sobre medicina. El libro ha sido utilizado durante toda la Edad Media y parte de la moderna como texto de lectura en las universidades de todo el mundo, en especial, en las europeas. Tanto su original en árabe como sus traducciones al persa y al latín se han publicado en El Cairo, Bulaq, Lakanhu, Venecia, Milán y Padua. 8 Gohlman, p. 58-68. Al Urŷuza fi-l Tibb. Se trata de un resumen de Al Qānûn y en él pueden leerse 1326 versos que tratan sobre fisiología, las causas de las enfermedades y los métodos para la cirugía. Maqāla fi-l ahkām al adwia al qalbiya. Esta obra contiene dos partes. La primera trata cuestiones generales y teóricas relacionadas con la fisiología y las funciones del corazón. La segunda explica en orden alfabético los fármacos que son eficaces para la regulación de las funciones cardiacas. Tratados. En la disciplina médica, también Avicena dejó un legado de varios tratados, algunos de ellos importantes, cada uno de los cuales trata un tema concreto que muestra su especialización y experiencia. Risāla fi-l Fasd [Tratado sobre la sangría], Risāla mucarrafa al tanaffus [Tratado sobre el conocimiento de la respiración], Risāla fi-l bawl [Tratado de la orina], Risāla fi-l quwā al tabiciya [Tratado sobre la fuerza de la constitución natural], Risāla fi-l qulanŷ [Tratado sobre el cólico] y Risāla šatr al ghab [Tratado de la media fiebre]. 3. El Avicena filósofo No cabe duda de que Avicena es el mayor filósofo persa del mundo musulmán. Su sistema filosófico ha dejado la más profunda e indeleble impronta tanto en la filosofía islámica como en la europea del medioevo. En realidad, su sistema filosófico es, por un lado, una mezcolanza de los elementos más relevantes y fundamentales de los peripatéticos, las ideas más resaltadas de Aristóteles y del neoplatonismo, y, por otra parte, de ideología musulmana. Para la elaboración de este su sistema, Avicena no se dejaba llevar ciegamente por la ideas de los peripatéticos y llegó a aportar muchas innovaciones en la relectura que hizo de esa antigua filosofía. Dilucidó los puntos más obscuros y ambiguos del pensamiento del Estagirita, se explayó en aquellas partes más sucintas y avanzó paulatinamente hasta erigir un nuevo edificio ideológico y plantear novedosas cuestiones en filosofía. Según lo que el mismo Avicena cuenta en su Mantiq Al mašriqin [Lógica de los orientales] (pp. 2-4) él se proponía denominar su filosofía como “hikma mašreqi” o “falsafē-yemašriqi” [teosofía o filosofía oriental, respectivamente], pero al parecer su obra fue detenida por los alborotos políticos y sociales y, lo más importante, por su muerte repentina. En el prólogo de esta misma obra — en la cual, al parecer, estaban los prolegómenos de esta idea no nacida—, el mismo Avicena dice: “Nos proponemos hacer un compendio de todo aquello en lo que los indagadores mantienen discrepancias, sin que en esta senda nos dejemos llevar por los prejuicios, el antojo, el hábito ni por los senderos y costumbres habituales9”. Avicena admite la sabiduría y 9 P. 2. dignidad de los antecesores, en especial, la de Aristóteles, y añade: “Los que vinieron después de Aristóteles han dedicado sus vidas normalmente a comprender su legado científico, y, la mayoría de las veces lo que han podido es hallar algún que otro error o carencia en su filosofía en las que hará hincapié con prejuicio y terquedad. Sin embargo, para entender el pensamiento griego y los demás fueme para mi harto sencillo y pude en escaso tiempo comprender todo aquello que legaron los antecesores amén de poder dejar patente lo que hay de correcto e incorrecto mediante un estudio exhaustivo. Pese a todo, no deseaba ir a contracorriente ni me agradaba estar en discordancia con todos. Por tanto, acepté la teoría de los peripatéticos, me puse a defenderla, compensé sus defectos, corregí sus errores y pasé por alto las pequeñas taras por miedo a los ignorantes y a los que se oponen a la filosofía.10” Avicena dice sumamente extrañado tras insistir en sus nuevos hallazgos e iniciativas en el campo de la filosofía: “Hemos escrito para nosotros mismos el libro de la Filosofía oriental [que aparentemente contenían estos hallazgos], y, para el vulgo, hemos escrito Al Šafā y otras obras.11” De acuerdo con lo dicho, cabría ahora preguntar cuál ha sido la aportación del sabio de Bujara a la filosofía oriental. ¿Pretendía él exponer una nueva visión y doctrina? No es fácil contestar a esta pregunta, pero lo que sí está claro es que al estudiar la obra de Avicena que ha llegado a nuestros días e incluso el Mantiq Al Mašreqin —que es tenido por un proemio de sus nuevas ideas filosóficas— se desprende que los principios fundamentales de sus ideas son los mismos que los de los peripatéticos12, con la diferencia de que el sabio persa reconstruyó dichos fundamentos con ideas neoplatónicas y teología islámica y solventó sus defectos, ambigüedades y complejidades. Y esto es lo mismo que dijo explícitamente Sohravardi, el fundador de la filosofía de las luces, al considerar que fue Avicena un seguidor de la filosofía helena13. Por tanto, aun cuando Avicena hubo bien comprendido la filosofía griega y las doctrinas filosóficas de los antiguos y las hubo reconstruido, recompuesto y rearticulado de la mejor de las maneras, a duras penas se podría afirmar que haya sido un filósofo creador de una doctrina y un innovador. A pesar de todo, en Oriente, en particular, a los ojos de los musulmanes, es considerado más un filósofo que un médico debido a que en el mundo islámico se ha hecho un uso práctico y palpable de sus aportaciones en el campo de la lógica y la teología. 4. El Avicena médico. 10 Ibíd. pp. 2-4. Ibíd. 12 véase Dānešnāmē, Teología, p. 111. 13 Al Mašāric wa-l-mutāhirāt, p. 195. 11 No hay duda de que Avicena es el médico persa más célebre de toda la historia. Aunque es posible que la profundidad y destreza de sus obras en esta disciplina no alcance a las de su antecesor, el también persa Zakaria Razi, pese a ello, el masivo uso práctico que el mundo médico ha hecho durante siglos de la obra de Avicena, en particular, de Al Qānûn, ha sido lo que ha hecho ser más conocido que Razi y otros médicos anteriores y posteriores del Irán. No hay lugar para la duda para pensar que Avicena le debe gran parte de esta notoriedad en el campo de la medicina a Al Qānûn, por ser una obra magistral, fluida, amplia y con un volumen justo14. Avicena aprendió medicina desde su infancia. Comenzó en Bujara, en la escuela de Bani Sacd, que perteneció a Abu Mansur Hasan b. Nuh. A la luz de su genio, su talento y su afán ejemplares pudo pasar pronto todas las fases de aprendizaje. Luego, después de tratar a los enfermos, se dedicó a la adquisición de experiencias prácticas y clínicas en lo que no tardó mucho en ser un maestro y descollar sobre los demás médicos de su tiempo. Al estar la medicina, al igual que el resto de las ciencias como la filosofía, la lógica, las matemáticas, y la astronomía, bajo la influencia del legado griego, en especial, de Aristóteles, Galeno e Hipócrates, y sobre cuyos cimientos basó el sabio de Bujara su obra científica, no obstante éste le dio relevancia a sus experiencias clínicas con las que desafió las teorías y métodos de los griegos presentando sus propios puntos de vista y sus procedimientos. Diagnosticaba las enfermedades pulmonares y hepáticas por los síntomas de los ojos del paciente. Descubrió las causas del infarto del miocardio, para el que prescribió masajes especiales. Dio asimismo con las causas que provocan piedras en la vejiga, con el papel que desempeña el ejercicio en la salud y prevención de enfermedades, calificó en varios tipos los enfermos y dio pautas para su curación a través de análisis de orina, distinguió las enfermedades cutáneas y las afecciones pulmonares, los trastornos nerviosos y los diferentes tipos de locura, y lo hizo en sus observaciones clínicas. Avicena dejó su eterna e influyente impronta en el campo de la medicina con su obra científica y sus escritos. Escribió decenas de obras en esta ciencia entre las que se incluyen libros, artículos y tratados, muchas de las cuales han sido publicadas. Entre estas está Al Qānûn, el mayor documento científico y el más importante legado aviceniano en lo que a medicina se refiere, ciencia ésta que le ha dado mucha más celebridad en Occidente que lo que en filosofía aportara. El arte que Avicena desplegó en Al Qānûn consiste en que además de preservar y explicar todo el legado médico de la Humanidad, especialmente, el griego, 14 Véase Nezāmi cAruzi, p 71. fue capaz de ordenar y escribir sus experiencias clínicas y sus nuevas teorías en cinco libros y en diferentes capítulos en Al Qānûn y separar la medicina de otras ciencias que se interferían, como la filosofía y la astronomía. Por lo tanto, exhortaba a los médicos a abstenerse de debates polémicos como el de la búsqueda de la verdad o el conocimiento de las cualidades de los cuatro humores así como de otras cuestiones generales y teóricas15. Insta a sus colegas a que cumplan con su deber médico como médicos que son, es decir, en el diagnóstico y cura de las enfermedades y no en los debates teóricos que entran en el campo de la filosofía y que de nada sirven para la terapia16. Esta visión sistematizada y concreta que Avicena tiene de la filosofía y la medicina es lo que hace preguntarse al autor de estas líneas si él es médico o filósofo. ¿O ambas cosas? La verdad es que, tal como ya se indicó en páginas anteriores y a pesar de que el sistema filosófico de Avicena dejó la más profunda y permanente de las influencias en el mundo islámico de todas las épocas así como en la filosofía europea de la edad media, aun así, decía, él estaba sobre todo influido por Aristóteles, y aun cuando no seguía fanática y ciegamente al sabio heleno, legó aquí y acullá innovaciones de cosecha propia; pero con una mirada detenida y minuciosa de los distintos aspectos de su pensamiento filosófico puede fácilmente deducirse que Avicena pudo reconstruir el legado filosófico griego, desgranar los principios fundamentales de los peripatéticos, dilucidar los puntos más imprecisos del pensamiento de Aristóteles y perfeccionar los espacios vacíos de las doctrinas aristotélicas con elementos del ideario de Plotino y del neoplatonismo. Sin embargo, por otro lado, en medicina tuvo mayor ocasión para la indagación científica independiente y para presentar sus novedosas teorías, de tal guisa que en su época no tenía parangón sus nuevas aportaciones en fisiología, enfermedades orgánicas, sintomatología, higiene, regímenes alimenticios, tipos de cirugía, disección del cuerpo humano y farmacopea, todo lo cual fue aprovechado durante siglos tanto en la práctica como en la teoría y ha sido objeto de consulta para la posteridad. Así, la celebridad y el honor de Avicena no se debe solo al hecho de que emires y reyes hayan podido aprovechar sus conocimientos médicos sino que también el aprovechamiento que el mundo occidental hizo de su legado científico y de sus iniciativas en el campo de la medicina fue lo que hizo que Avicena fuese tenido más por médico que por filósofo. Las traducciones de las obras importantes médicas de Avicena, sobre todo, de Al Qānûn, y el que se impartieran en las universidades de Europa es una prueba más de estas afirmaciones17. 15 Al Qānûn, 1, pp 4, 17, 19 y 67. Ibíd., p. 405. 17 Véase, El Good, pp. 208-248; Espasa, v. vi, p. 1287. 16 Bibliografía Al Kāmil, Ibn Al Athir, Beirut. Wafiāt al cAyān, Ibn Jallikán, investigación a cargo de Ihsān cAbbās, Beirut. Al Išārāt, Avicena, El Cairo, 1958. Dānešnāmē-ye-cAlāci, Avicena, Teherán, 1952. Al Qānûn, Avicena, Bulaq, 1974. Tārij-e-Beyhaqi [Historia de Beihaqi], Abul Fazl Beihaqi, Teherán, 1971. Iatimiat al Dahr [La orfandad del tiempo], Thacālibi, El Cairo, 1956. Dastur al Vozarā’, Jāndmir, Teherán, 1976. Al Mašāric wa-l-mutāhirāt, Sohravardi, Teherán, 1976. Musafàt Ibn Sinā, Mahdavi, Teherán, 1954. Čahār maqālē [Cuatro discursos], Nezāmi cAruzi, Leiden, 1909. Ŷašn nāmē-ye-Ebn-e-Sinā, Teherán, 1955. The Life of Avicena , William Gohlman, Nueva York, 1974. Medical History of Persia and the Eastern Caliphate, C. El Good, Cambridge, 1957. Enciclopedia Universal Ilustrada (Espasa), Madrid, 1996.